f. Día 5 (Mateo 26.17-75; Marcos 14.12-65; Lucas 22.7-65).
1) Preparando la Cena (Mateo 26.17-19; Marcos 14.12-16; Lucas 22.7-13).
La “Fiesta de los Panes sin Levadura”, en hebreo Jag Ha-Matsot, es el día quince del mes de Nisán, que es el día siguiente de Pascua o Pésaj. Es una festividad a Adonay de siete días[1]. En el día quince de Nisán y durante los próximos siete días, Adonay prohibió al pueblo que tuviese cualquier clase de pan leudado en sus casas. La Fiesta de los Panes sin Levadura se puede encontrar en Éxodo 12.14-17.
El libro de Éxodo 12, describe la Pascua en Egipto. Después de matar el cordero, la sangre debía de ser rociada en los postes de la puerta. El cordero debía de ser asado al fuego y comido con pan ázimo y hierbas amargas[2].
Adonay dio una ceremonia de buscar y eliminar la levadura de la casa antes de la fiesta de los Panes sin Levadura como preparación para la festividad. En hebreo, esta ceremonia se llama Bedikát Jaméts, que significa “la búsqueda de levadura”. La ceremonia es como sigue: La preparación para buscar y echar fuera la levadura de la casa, actualmente comienza antes de la Pascua. En primer lugar, la esposa limpia a fondo la casa para eliminar toda levadura que pudiera haber. En la Biblia, la levadura simboliza el pecado. Espiritualmente, los creyentes en el Mesías son la casa de Adonay[3]. La levadura, tenía que ser puesta fuera de nuestra casa, que es nuestro cuerpo[4].
En la limpieza de la casa, la esposa es instruida con todo propósito para que deje diez trozos de pan en la casa. Entonces, el padre junto con los hijos y con una cuchara de madera, una pluma y un paño de lino se ponen a buscar por toda la casa los diez trozos de levadura. A la caída de la noche, en el día anterior a Pascua, se lleva a cabo una búsqueda con profundidad. En este momento, la casa está completamente a oscuras excepto por los candeleros. Una vez que el padre encuentra el pan, pone la lámpara en el suelo junto a la levadura y coloca la cuchara de madera junto a la levadura. Entonces usa la pluma para barrer la levadura y ponerla en la cuchara. Sin tocar la levadura, toma la pluma, la cuchara y la levadura, las envuelve en el palo de lino, y las pone fuera de la puerta de la casa. A la mañana siguiente, el catorce de Nisán, va a la sinagoga y pone el paño de lino y su contenido en el fuego para que se queme. Espiritualmente, debemos de limpiar el pecado de nuestras vidas, al permitir al Espíritu Santo que nos revele a través del conocimiento de las Escrituras, el pecado que hay en nuestras vidas. Es solo a través de la Palabra de Dios que podemos identificar el pecado en nuestras vidas como está escrito en Salmos 119.105. Así que la comprensión espiritual de la lámpara es que representa la Palabra de Dios. La pluma representa al Espíritu Santo. Aunque tenemos la Palabra de Dios, necesitamos el Espíritu de Dios para iluminar toda la Biblia a nosotros[5].
La cuchara representa la cruz sobre la cual murió Jesús[6]. La levadura, el pecado, fue barrida sobre la cuchara, la cruz, como parte de la ceremonia. Igualmente, nuestro pecado fue barrido o echado sobre Jesús[7], cuando murió sobre la cruz. La levadura, Jesús sobre el madero, fue entonces envuelta en lino, y Jesús fue echado fuera de Su casa, Su cuerpo, y fue al Hades[8]. De esta manera, Él cumplió la parte de la ceremonia donde el padre toma el palo de lino y su contenido, y lo echa sobre el fuego para ser quemado.
La Fiesta del Pan Ázimo era tanto una parte de la Pascua, que los nombres Pascua y Panes sin Levadura se usaban de manera indistinta, o al menos sinónimamente[9].
La fiesta debía de ser guardada por siete días[10]. El número siete es el número bíblico para terminación o totalidad. El creyente que guarda esta fiesta debe hacerlo plenamente para Dios, y apartarse completamente para Él. La Fiesta de los Panes sin Levadura habla de una separación completa de todas las cosas que están leudadas o pecaminosas, y alimentarse de Jesús, que es el pan de vida del creyente[11].
La Fiesta de los Panes sin Levadura es un día de Sábado solemne. Un día de Sábado solemne se llama un Shabatón. Durante la Pascua, hay un Sábado extra, además del Sábado semanal. Estos Sábados se llaman Shabats solemnes. El Sábado solemne de los Panes sin Levadura puede verse en Juan 19.31.
El Pan sin Levadura se usa para la Consagración y Separación. También, es ungido con aceite. Los creyentes en el Mesías deben consagrarse y separarse para hacer el trabajo que Dios nos ha llamado a hacer, y a vivir una vida que es santa para Él. Si hacemos esto, la unción del Espíritu Santo de Dios descansará sobre nuestras vidas.
El pan representa la consagración[12]. Estaba incluido en el voto santo de separación de los Nazarenos[13]. Era el alimento para los sacerdotes en la comida y ofrenda de paz[14]. Marcó la separación divina de Israel de la vida de esclavitud y cautiverio de Egipto[15].
Toda la levadura debía de ser separada[16]. Cuando la levadura se pone en un montón de masa sin leudar, esta hace que la masa se agrande. Igualmente, cuando nosotros dejamos que el pecado entre en nuestras vidas, nos inflará con orgullo y arrogancia.
En la Biblia, Dios se refirió a la levadura de diferentes grupos de personas. Estas son listadas como sigue:
a) La levadura de Herodes[17].
b) La levadura de los Fariseos[18] que era la hipocresía.
c) La levadura de los Saduceos[19]. Los Saduceos no creían en lo sobrenatural. Ellos negaban la existencia del Espíritu de Dios, los ángeles y la resurrección[20].
d) La levadura de Corinto. La levadura de Corinto, era la sensualidad, principalmente la fornicación[21].
Espiritualmente, la fiesta se guarda con sinceridad y verdad. La sinceridad implica pureza y servir a Dios con un corazón puro. Implica echar fuera de nuestras vidas el pecado y la separación de todo lo malo que tiene una influencia corruptora en la vida del creyente en Jesús. Históricamente, Israel aprendió que guardar la fiesta significaba una completa separación de Egipto y su religión, cautiverio, alimentos, esclavitud, como su gloria mundana, sabiduría y esplendor.
Los hijos de Israel tomaron la masa antes de que fermentara porque no podían quedarse atrás en Egipto. No había tiempo para dejar que la levadura fermentara en la masa[22]. Como creyentes, hemos de huir de los caminos del mundo y sus filosofías que son contrarias a la Palabra de Dios. La sinceridad[23] implica pureza y santificación, que significan santidad y separación. La Biblia usa el agua y el lavamiento para instruirnos en lo referente a la santificación y separación[24]. Santificar significa hacer santo, purificar o consagrar. Los creyentes son santificados obedeciendo toda la Palabra de Dios[25].
En 1 Corintios 6.11, la santificación está conectada con el lavamiento[26]. Históricamente, después de que Israel celebrase la Pascua, fueron sumergidos en el agua del Mar de los Juncos[27]. Igualmente, después de aceptar al Mesías en nuestras vidas, hemos de sumergirnos nosotros en el estudio de la Biblia, y haciéndolo así, permitimos que el conocimiento de la Palabra de Dios transforme y cambie nuestras vidas.
La palabra original “Pascua” no significa la “fiesta”, sino el cordero que fue sacrificado[28]. Jesús envió a preparar la Pascua, es decir, matar y asar el cordero, proveer pan sin levadura y hierbas amargas[29].
Ellos fueron y encontraron la casa que les señaló el Señor, compraron el cordero, lo llevaron al sacerdote. Este lo mató y roció la sangre conforme a la ley. Los residentes de Jerusalén abrían sus casas para huéspedes durante la fiesta.
El quince de Nisán, Jag Ha-Matsót, marca el principio de un período de fiesta de siete días cuando Israel tenía que comer pan sin levadura en recordatorio de la masa de pan ázimo en su apresuramiento para escapar de Egipto. El tema principal de esta fiesta es el eliminar el pecado. Históricamente, hay dos acontecimientos notables que sucedieron en este día:
a) La jornada del Éxodo arranca en Egipto[30]. En Deuteronomio 6.3, el pan se refiere como “el pan de aflicción”.
b) El entierro de Jesús después de su crucifixión, quien es el Pan de Vida[31]. De hecho, el lugar de nacimiento de Jesús, Belén, significa casa del pan. Por lo tanto Jesús, quien es el Pan de Dios, nació en un lugar llamado casa del pan.
c) Las fiestas son citas señaladas de Dios especificando lo que Él hará, y a la hora exacta. Los judíos tuvieron que darse prisa para poner el cuerpo de Jesús en tierra porque se acercaba el Shabat o sábado. Este Shabat era un Sábado solemne y el primer día de los Panes sin Levadura el 15 de Nisán[32]. Esto significaría que Jesús murió el catorce de Nisán, el día de la Pascua. Jeshús estaba en el sepulcro al día siguiente de su crucifixión, que era el quince de Nisán, el primer día de los Panes sin Levadura.
d) Uno de los quince pasos durante el Séder de Pascua es un paso llamado Yajáts. Yajáts es cuando el trozo intermedio de los tres panes se rompe en dos. Durante el Séder de Pascua, hay una bolsa llamada el matsatosh que contiene tres trozos de pan. El trozo del medio de pan se aparta, partido, envuelto en un paño de lino, y es enterrado. Este trozo es el Afikomán. Durante esta parte del servicio, el Afikomán se aparta de la vista, esto representa a Jesús siendo enterrado, y que estuvo escondido hasta más tarde en el servicio. Jesús es el pan que fue sepultado porque Él es el Pan de Vida que vino a la tierra del Cielo[33]. Jesús fue separado de entre los dos ladrones que fueron crucificados con Él[34], envuelto en lino y sepultado en la tierra[35].
e) Hacia el final del Séder de Pascua, el paso duodécimo del servicio se llama Tsafún. Durante Tsafún, el Afikomán que había sido previamente enterrado es redimido y rescatado. En este punto del servicio, el pan, previamente caracterizado como el pan de aflicción, ahora es transformado y redimido. Este es un cuadro perfecto de Jesús, que cumplió el papel del Mesías sufriente. Él sufrió aflicción mientras moría en el madero, pero redimido más tarde cuando fue resucitado por el Padre. En el Séder Ashkenazi de Pascua, el Afikomán es redimido por los niños. Los niños que encuentran el Afikomán enterrado reciben un premio. Este regalo es conocido como “la promesa del Padre”. Igualmente, cuando Dios resucitó a Jesús después de estar sepultado en la tierra, aquellos que creen en él por fe, reciben dones de Dios. Cuando Jesús ascendió al Cielo, Él dio dones a los hombres[36]. Estos dones incluían: La justificación[37], vida eterna[38], gracia[39], fe[40], y otros dones espirituales[41]. Algunos otros dones incluyen: Sabiduría, conocimiento, sanidades, operación de milagros, profecía, discernimiento de espíritus, lenguas e interpretación de lenguas[42].
2) La Última Cena (Mateo 26.20-35; Marcos 14.17-31; Lucas 22.14-38).
a) En la mesa (Mateo 20.26; Marcos 14.17; Lucas 22.14).
¡Esta fue la última Pascua de Jesús! En esta ocasión Jesús y sus apóstoles participaron de dos cenas, la fiesta de la Pascua y la institución de la cena del Señor.
b) El vino (Lucas 22.15-18).
Jesús no dice que literalmente comería la Pascua otra vez en el Reino, sino que la Pascua y las demás figuras y sombras de la Ley serían cumplidas en Cristo mismo, nuestra Pascua[43].
No hay texto alguno que enseñe o que implique que el nacimiento de Jesús se debiera recordarse para celebrarse. Lo que debe recordarse cada primer día de la semana es su muerte.
El encabezado de este párrafo en algunas versiones de la Biblia es “Institución de la cena del Señor”. ¿Por qué se llama “cena del Señor”?[44]. También este acto se llama “beber el fruto de la vid” y “el partir del pan”[45]. De estas tres maneras la Biblia se refiere a este acto. Nos conviene a nosotros siempre usar estas expresiones bíblicas, mayormente cada primer día de la semana cuando celebramos este acto. Cada miembro de la Iglesia debe acostumbrarse a estas tres expresiones bíblicas.
Sin duda el pan usado por Jesús en esta ocasión era pan sin levadura. No hay autoridad para usar pan con levadura.
Jesús tomó el pan y lo bendijo. La palabra “bendijo” equivale a dio gracias. Observemos cómo estas dos expresiones se usan intercambiablemente: Mateo 26.26 dice “bendijo” pero el versículo 27 dice “dio gracias”, al igual que Marcos 14.23. Según Lucas 22.17, 19, Jesús dio gracias por el pan y por la copa. Al hablar de este mismo acto, Pablo dice: “Bendecimos el pan”[46] y dice que el Señor dio gracias por el pan[47]. Cuando Jesús alimentó los 5000, según Mateo 14.19, “bendijo” el pan, pero al hablar del mismo evento, Juan 6.11 dice que dio gracias por el pan; Marcos 8.6, dio gracias por el pan y bendijo los peces. ¿Eran dos actos distintos? Claro que no. El bendecir equivale al dar gracias. Estos textos indican que la palabra “bendecir” se usa alternativamente con “dar gracias”; la conclusión obvia es que debemos dar gracias por el pan y por la copa antes de participar de la cena. Desde luego, está bien dar gracias a Dios por la oportunidad o el privilegio de participar del pan y de la copa, y está bien pedir que Dios bendiga el pan y la copa, pero primero que todo, no dejemos de dar gracias por el pan y por la copa. Si solamente pedimos que Dios bendiga el pan o la copa no damos gracias por el pan y por la copa, sino solamente pedimos algo[48].
La “copa” significa el contenido de la copa. Esta es otra figura, llamada metonimia[49]. Se usa el nombre del recipiente para indicar su contenido[50]. La copa es la bebida, el fruto de la vid. Los textos mismos lo indican claramente: Mateo 26.26-29, la copa “es mi sangre”, “este fruto de la vid”; lo mismo en Marcos 14.22-25; en Lucas 22.17 la copa se reparte, se divide; 1 Corintios 10.16, la copa es la comunión de la sangre de Cristo; la copa se bendice; en 1 Corintios 10.21, se bebe; 1 Corintios 11.25-26, se bebe[51]. El que no acepta esta verdad sencilla y obvia, de que Jesús emplea una figura y que la copa es el contenido, está obligado a enseñar también que “la mesa” de la cual todos participamos[52] es una mesa literal, y otro elemento sagrado de la cena del Señor.
Jesús dice: “Repartidlo”. Esta palabra significa “dividirlo”, es la misma palabra que usa cuando dice: “…todo reino dividido contra sí mismo”[53]. Entonces, si Jesús hubiera hablado del recipiente mismo, el verbo “repartir” o “dividir” les habría obligado a quebrar el recipiente en pedazos para repartirlo entre ellos, pero Jesús no hablaba del recipiente sino de su contenido que sí podía ser repartido o dividido entre ellos. Este punto es importantísimo en la controversia con los que enseñan que debemos usar una sola copa para repartir la cena a todos en la congregación.
Algunos insisten en que el recipiente del fruto de la vid es el tercer elemento de la cena, y que simboliza el nuevo pacto. Enseñan que cada persona que participe de la cena tiene que tocar sus labios a un solo recipiente para beber el fruto de la vid. Según este uso incorrecto de las Escrituras, Juan 4.12 tendría que significar que cuando Jacob, sus hijos y sus ganados bebieron del pozo, todos tenían que tocar sus labios al pozo. El error de estos teólogos equivocados ilustra la necesidad de estudiar y entender el lenguaje figurado. Estos, al igual que el clero romano, los mormones y otros sectarios, han corrompido la cena del Señor. Con este error han dividido la Iglesia del Señor.
¿Cómo podía Jesús dar gracias por la copa sabiendo lo que simbolizaba? Estaba enteramente confiado del triunfo a pesar de la agonía que iba a sufrir[54].
La palabra “beber” significa comunión[55]. Jesús se refiere al “fruto de la vid”; no se convirtió en sangre cuando Jesús lo bendijo. Todavía era simplemente “fruto de la vid”. La expresión “aquel día” se refiere al tiempo o período del Reino de Cristo, comenzando el día de Pentecostés y extendiendo hasta el fin del mundo; es el tiempo cuando Cristo está con su Iglesia el primer día de la semana[56] cuando se participa de la cena del Señor.
c) El anuncio de la traición (Mateo 26.21-25; Marcos 14.18-21; Lucas 22.21-23).
Jesús “se angustió en espíritu, y testificó y dijo: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará”[57]. ¿Por qué dice esto? ¿Con qué propósito? Convenía que los apóstoles estuvieran prevenidos, pero ¿tenía algún propósito en cuanto a Judas mismo? Jesús tenía poder para detener a Judas. No lo hizo pero sí le dijo a él y a todos que sabía los planes de Judas. La Biblia no explica el por qué de este anuncio, pero se puede ver que con esto Jesús le hizo enfrentar lo que pensaba hacer. Le detuvo por un rato, le hizo ver que Él sabía lo que pensaba hacer, y esto le dio la oportunidad de reflexionar seriamente sobre sus hechos. Es como si le hubiera dicho: “Mira lo que está por hacer”. El pensamiento serio acerca del pecado que pensamos cometer debe asustarnos y hacernos recapacitar. Si Judas hubiera aprovechado ese momento para reflexionar, seguramente no habría seguido con el plan. Es mucho peor el pecado frío, calculado, indiferente, premeditado, que sabe a sangre fría lo que está haciendo, a quien se enfrenta con el horror del hecho, y con la mirada amante de Jesús, y sin embargo, elige su propio camino.
¿Supieron el plan de Judas los otros apóstoles? Parece que no. Parece que él logró llevar a cabo su plan a escondidas; pero no podía esconder sus planes de Jesús. Nada escapó de su noticia. Así también sucede con nosotros: a veces podemos esconder nuestros malos hechos de los hermanos, pero no de los ojos de Dios.
Para los apóstoles este anuncio fue una sorpresa y un golpe fuerte. Tenían sus debilidades y hasta esta fecha seguían discutiendo cuál sería el mayor en el Reino, pero ¿entregar a Cristo?[58] Así demostraron su inocencia; sinceramente ignoraban de qué hablaba Jesús. También indica su relación estrecha con Jesús. Humildemente preguntan sobre esto y examinan sus corazones, pero la pregunta: “¿Acaso soy yo, Señor?” espera una respuesta negativa. Eran capaces de desampararle, pero no de entregarle. No sabían que Jesús hablaba de esa misma noche. Parece que no sospechaban de Judas.
El participar de esa cena con traición en el corazón era una violación de la comunión sagrada. Así es el énfasis: Aun después de comer conmigo en este momento solemne, me entregará[59]. El plato contenía la salsa amarga de pasas, higos mezclados con vinagre y otras especias. Más de dos personas hacían esto, pero indicó a alguien cerca de Jesús. Juan 13.24-26 da información más explícita.
Voluntariamente Jesús estaba poniendo su vida[60]. Era el plan predeterminado de Dios; por eso el diablo no podía jactarse de victoria alguna. Lo que sucedió era según el plan de Dios, con la plena cooperación de Jesús. El diablo no le quitó la vida. Pero Judas no era inocente. Tenía la misma culpa como si este acto no se hubiera predeterminado. No fue juzgado por lo que Dios había predeterminado, sino solamente por su propio acto.
Lo que Jesús dice acerca de Judas muestra lo enorme del crimen y que este pecado resultaría en sufrimiento. Muchos hombres ricos y poderosos llevan vidas llenas de placeres, diversiones y toda clase de cosas que dan alegría al hombre, pero lo que Jesús dice acerca de Judas es muy apropiado para todos los hombres que mueren en pecado.
Judas se sintió compelido a preguntar. Aquí se ve la hipocresía con conciencia cauterizada. La frase: “Tú lo has dicho” es una respuesta afirmativa. Entonces Satanás entra en Judas y él sale[61]. No estuvo presente cuando Jesús instituyó la cena del Señor.
d) El mayor (Lucas 22.24-30).
Hubo entre ellos una discusión sobre quién de ellos sería el mayor. Sin duda los apóstoles pensaban que en el reino mesiánico habría oficiales mayores y otros menores, y querían los puestos más altos. Jesús les había dicho que “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”, pero ellos no están pensando en negarse sino en exaltarse. ¿Cuántos discípulos siguen su ejemplo? Esta disputa continuaba hasta la misma noche cuando Jesús fue entregado.
Los hombres del mundo juzgan la grandeza y el éxito dependiendo del poder y el dinero que cada uno tiene. El “grande” en este mundo es hombre prominente y da órdenes a muchos hombres. La verdadera nobleza, según el concepto de Jesús, no se determina por la notoriedad de uno ni por su control sobre otros hombres para manipularlos como quisiera. La razón primaria de esto es que, entre los hombres, el poder de regir sobre otros no implica necesariamente la habilidad de regir a sí mismo. Pero el hombre que pueda exitosamente servir a otros estando contento de hacer grandes a otros es el que tiene bajo control su propio espíritu también. Este rige sobre la ciudadela de su propia alma[62].
Para enfatizar este punto Jesús emplea el doble negativo, “no entraréis de ninguna manera”, porque hacerse como niños significa humillarse y los que no quieren humillarse y someterse a la voluntad de Cristo no entrarán en el Reino. No solamente no seréis grandes en el Reino, ni siquiera entraréis en el reino. No hay “cristianos humildes” como si hubiera otros cristianos no humildes. Todo cristiano es humilde, pues si alguno no es humilde, no es cristiano.
Desde luego, hay cualidades de niños que deben ser evitados[63], pero la humildad es el punto principal bajo consideración en este texto. En esto un niño es un ejemplo de afectos tiernos, de confianza, humildad, docilidad, sencillez, prontitud para creer y obedecer. Orígenes sugiere la prontitud del niño para dejar el pesar, el temor y el enojo, y su descuido de las distinciones sociales entre sus compañeros. Otra cualidad que se debe imitar es que el niño depende enteramente de sus padres. El niño, de naturaleza, es humilde en relación con las personas mayores.
Después de corregir su idea carnal, Jesús les dijo: “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, par que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel”. También en esa ocasión, antes de instituir la cena del Señor, Jesús lavó los pies de los apóstoles[64] para combatir esa actitud carnal de buscar puestos en el Reino como si fuera un reino político.
Siguiendo los pasos de su maestro quien se humilló a sí mismo[65], el discípulo debe tener humildad en mente, palabras y hechos[66]. “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”[67], estos son los humildes que reconocen que delante del Señor están en bancarrota espiritual, y muy necesitados de la gracia de Dios. El que se humille al nivel del niño en su relación con otros es el mayor en el reino[68].
Es importante recordar que los apóstoles que disputaban sobre la cuestión de quién sería el mayor aprendieron la lección que Jesús les enseñó y con toda humildad sirvieron al Señor y sus discípulos, dedicando y aun sacrificando su vida por la causa de Cristo. Es interesante observar que el apóstol Juan escribió el Evangelio sin mencionar su propio nombre; más bien, él habló de Juan el bautizador como si no hubiera otro Juan.
Algunos ejemplos sobresalientes de la humildad son los siguientes: El centurión[69]; la mujer cananea[70]; la mujer pecadora que lavó los pies de Jesús[71]; María, cuando ungió a Jesús[72].
La Biblia nos da muchos ejemplos de los que se hicieron grandes en el Reino. Aparte de los apóstoles, profetas, evangelistas, etc., que sirvieron fielmente al Señor, también leemos de otros ejemplos como los siguientes: Dorcas[73], Febe, Aquila, Priscila[74], la familia de Estéfanas[75]; Gayo[76], etc. De los tales, dice Pablo, que sus nombres están escritos en “el libro de la vida”[77]. Esto indica claramente que los tales son grandes ante los ojos de Dios.
Jesús dio su vida para rescatarnos[78]. Él vino a servirnos[79]. Y, hasta el momento, los discípulos habían permanecido con su maestro en todo momento y por ello recibirían un reino, y ellos juzgarían a Israel. Esta promesa se cumplió comenzando el día de Pentecostés cuando los apóstoles, como embajadores de Cristo[80], ya bautizados con el Espíritu Santo[81], ocuparon sus “tronos” en el sentido de ejercer autoridad en el nombre de Cristo. Pedro y los demás, inspirados por el Espíritu Santo, abrieron las puertas del Reino al anunciar el Evangelio en su plenitud y ofreciendo la salvación de Dios a los que se arrepintieran y fueran bautizados en el nombre de Jesucristo para el perdón de pecados[82]. Esto se confirma en Hechos 2.42. Los que fueron bautizados “perseveraban en la doctrina de los apóstoles”. Al decir “doce tribus de Israel” Jesús hablaba de la totalidad del Israel de Dios, la Iglesia[83].
e) Institución de la Santa Cena (Mateo 26.26-29; Marcos 14.22-25; Lucas 22.19-20).
Jesús tomó el pan, lo bendijo y lo partió para repartirlo. Jesús no dice que el pan que partió llegó a ser literalmente su cuerpo. Si Cristo hubiera desaparecido en ese momento, tal vez habrían pensado que su cuerpo se había transformado en el pan, pero su cuerpo todavía estaba, y el pan se repartió y se comió. Por lo tanto, ellos no podían creer que el pan era su cuerpo literal[84]. Frecuentemente Jesús empleaba lenguaje figurado. Esta figura se llama metáfora. No es simplemente una semejanza, sino una representación; por lo tanto, “esto es mi cuerpo” significa “representa mi cuerpo” y el fruto de la vid representa su sangre. Comemos el pan y bebemos la copa para obedecer el mandamiento de hacer esto en memoria de Cristo[85]. La cena no es un “sacramento”, sino un sencillo memorial, un recordatorio.
Según la teología romana la bendición del pan y “vino” por el sacerdote transforma estos dos elementos en el cuerpo literal y la sangre literal de Cristo[86], de la cual fluye las bendiciones sacramentales de gracia, pero todo lo que encontramos en la Escritura acerca de la cena enseña que es un sencillo recordatorio de la muerte de Cristo. Pablo dice: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?”[87]
No participamos de la cena del Señor para obtener la remisión de pecados, sino que simplemente nos recuerda de la muerte de Cristo, la sangre que fue derramada para el perdón de nuestros pecados. Cristo derramó su sangre, dio su vida, como sacrificio por nosotros[88].
El Antiguo Pacto fue sellado con la sangre de animales[89]. Ese pacto fue perfectamente cumplido por Cristo y el Nuevo Pacto fue sellado con Su sangre.
En base a un concepto erróneo de este texto, los que prohíben el uso de copitas en la cena afirman que la “copa”, que para ellos es el recipiente, representa o simboliza el nuevo pacto; es decir, para los tales hay tres elementos de simbolismo: El pan, el fruto de la vid y el recipiente del fruto de la vid. Esta doctrina es falsa y pervierte y corrompe la doctrina de la cena del Señor. Lo que Lucas y Pablo dicen: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre”, es la misma cosa que Mateo y Marcos dicen: “Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”[90].
Jesús dijo que su sacrificio era para remisión de los pecados. Es interesante que en Hechos 2.38, “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. La expresión “para perdón de los pecados” de este texto es idéntica, palabra por palabra, en el griego, eis aphesin hamartion, con “para remisión de los pecados” en Mateo 26.28. Por lo tanto, si el bautismo no es para perdón de pecados, entonces Cristo no derramó su sangre para remisión de pecados. ¿Enseña alguno que se haga llamar cristiano, que Cristo no derramó su sangre para remisión de los pecados? Claro que no, pero sí enseñan que el bautismo no es para remisión de pecados. En esto son muy inconsecuentes y demuestran su prejuicio hacia el bautismo que, según Jesús, es para salvación[91].
f) Profecía sobre Simón (Mateo 26.30-35; Marcos 14.26-31; 22.31-34).
Los judíos tenían la costumbre de cantar los Salmos 113 al 118 durante la fiesta de la Pascua. Recordemos que el discurso final de Jesús[92], cuando terminó su oración de interceder por sus apóstoles y discípulos, cabe en este lapso de tiempo.
Jesús les dijo que se escandalizarían de él. La palabra “escandalizarse” significa hallar ocasión de tropezar; es decir, los eventos de esa noche serían muy confusos para ellos y serían un gran obstáculo delante de ellos para prevenir su devoción a Él. Lo iban a desamparar.
Pero después de su resurrección, Jesús también hablaba de su resurrección además de su muerte, los vería en Galilea.
Simón Pedro no podía escuchar las palabras de Jesús y quedarse tranquilo, él asegura a su Maestro que aunque todos se escandalicen, él se mantendría firme.
Tratemos de imaginar la mirada amorosa que Jesús le regaló a Pedro, quizá hasta una sonrisa, pero luego, dice unas palabras que en aquel momento hicieron sentir a Simón que se le abría el suelo, cuando Jesús le asegura que esa misma noche le negaría, no solo una vez, sino tres[93].
g) La espada (Lucas 22.35-38).
Jesús les recuerda cuando los envió antes. Aunque había peligros en el área donde habían ido predicando bajo la Comisión Limitada[94], estaban entre su propio pueblo que les ofrecía hospitalidad. Era misión pacífica. Ahora habría más peligros para ellos cuando predicaban bajo la Gran Comisión[95], por lo que era necesario que fueran preparados, incluso con una espada. Desde luego, no se usa la espada para llevar a cabo la obra del Señor ni para evitar persecuciones, pero sí deberían defenderse de los ladrones y asaltantes. Algunos piensan que Jesús habla de espada en sentido figurado, pero es tan literal como bolsa, alforja y capa. La espada que Pedro usó para cortar la oreja de Malco no era figurada.
De último les recuerda la profecía de Isaías 53.12 en que dice que sería contado con los malvados, haciendo alusión a que será ejecutado como un maldito y entre dos malditos. Ellos le señalan dos espadas, y Él les dice: “Basta”. No está diciendo que dos espadas hubieran sido suficientes para todos los apóstoles en sus viajes. Más bien, con esta palabra Jesús termina la conversación. No conviene sacar conclusiones erróneas de estas palabras en cuanto al uso de la espada.
3) En Getsemaní (Mateo 26.36-58; Marcos 14.32-54; Lucas 22.39-55).
a) La agonía (Mateo 26.36-46; Marcos 14.32-42; Lucas 22.39-46).
Jesús oraba cuando fue bautizado, cuando escogió a los doce apóstoles, en el monte de transfiguración, oraba sin cesar. “Habiendo dicho estas cosas” llegó con sus apóstoles a un lugar llamado Getsemaní, palabra que significa “prensa de aceite”. El nombre del huerto es en el monte de Olivos[96]. Muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos[97]. Ahora Jesús entra en este huerto no para escapar de la muerte, sino para prepararse para la muerte. El diablo nos tienta cuando estamos débiles y angustiados, pero Jesús había dicho: “…viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” [98]. Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro.
El huerto de Getsemaní era para Jesús un lugar de suplicación. Aquí dirigía ardientes súplicas al Padre. Jesús se alejó “a distancia como de un tiro de piedra”, aunque estuvieran los once apóstoles en el huerto con Jesús, quería estar a solas con el Padre, como había hecho tantas veces durante su vida. Así fue que el huerto de Getsemaní era para Jesús un lugar de soledad. Primero, se arrodilló[99]; luego “cayó sobre su rostro”, indicando la intensidad de su suplicación al Padre. No solamente oró, sino que oró “intensamente”[100]. No dijo “Padre nuestro”, sino “Padre mío”, porque la relación entre Cristo el Padre es distinta a la relación que sostenemos con el Padre. Él dice “Abba Padre”[101], “Abba” es una palabra aramea que generalmente usan los niños pequeños, e implica una confianza total; “padre” expresa un entendimiento inteligente de la relación. Las dos palabras juntas expresan el amor y la confianza inteligente del hijo.
Jesús no acude al Padre en oración para pedir doce legiones de ángeles para destruir sus enemigos[102].
Él estaba triste y angustiado de manera tremenda[103]. Jesús estaba plenamente consciente de ser la víctima sacrificial por los pecados del mundo. Los pecados de todos nosotros lo oprimían en esos momentos[104]. Aunque nunca había pecado, por nosotros fue convertido en pecado, para poder justificarnos delante de Dios; es decir, Dios lo hizo el sacrificio por nuestros pecados[105].
No debemos pensar que Jesús experimentara tanta agonía por contemplar solamente la muerte física. ¿Quién puede creer que Él tuviera tanto temor de la muerte cuando muchos de sus seguidores han confrontado la muerte con toda valentía? No es posible comprender la agonía de Jesús porque era un sufrimiento único. No hay otro, ni antes de después de Jesús, que haya sufrido como Él. Jesús tenía plena comprensión de lo que significaba ser el sacrificio por los pecados del mundo[106].
La expresión hasta la muerte no era figura. La angustia que Jesús sentía era suficiente para matar. Hay una condición llamada “postración nerviosa” que puede ser fatal[107].
Durante unos tres años y medio Jesús había guiado y ayudado a sus discípulos, y ahora quería la simpatía, ayuda y compañerismo de hombres. Jesús se apartó tres veces para orar, y esperaba que sus seguidores más fieles le acompañaran en ese momento orando por Él.
Postrado “sobre su rostro”, no tumbado ni pegando brincos, sino en una posición de clamor, Jesús oraba al Padre. Jesús conocía las perfecciones del poder y sabiduría del Padre, y por eso pidió que si fuera posible que “pase de mí esta copa”, o como dice Marcos 14.35: “…pasase de él aquella hora”.
La palabra copa significa sufrimiento. Jesús dijo a Juan y Jacobo: “…de mi vaso beberéis”[108], porque ellos iban a sufrir por Cristo. Cristo pidió que “aquella hora” pasara, que el Padre apartara de Él esa copa, y su oración fue oída[109].
Todo comentario sobre Mateo 26.39 debe armonizar con lo que Jesús dice en Juan 12.27. Él nació para morir como sacrificio por los pecados del mundo[110]. Eso era su propósito, desde antes de venir al mundo. La Biblia habla del plan eterno de Dios para la redención del hombre[111].
Cristo había anunciado su muerte varias veces durante su ministerio personal, no como una posibilidad, sino como una realidad. Nunca estaba en duda su muerte[112].
Todo comentario sobre Mateo 26.39 también debe armonizar con todo lo que Jesús mismo había dicho con respecto a su muerte y resurrección y los temas relacionados. Por ejemplo:
i. El discipulado[113].
ii. La Cena del Señor[114]. Con toda confianza dijo: “Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre”. En Su muerte venció a Satanás y estableció Su propio Reino en el cual participamos con Jesús en la Cena del Señor.
iii. El bautismo[115].
iv. La Iglesia[116].
Nadie puede comprender a fondo la agonía de Jesús en Getsemaní y en Calvario. Por eso, nadie la puede explicar. El problema es que nosotros no podemos comprender a fondo los misterios de la encarnación ni los de la expiación, pero Jesucristo sí los comprendía. Él había llegado a un momento de angustia que era hasta la muerte; es decir, la agonía que sentía en esos momentos era lo suficientemente pesada como para matarlo a no ser por la ayuda del Padre. Su alma fue azotada de una manera que, para nosotros, era completamente incomprensible e indecible. Con toda insistencia, pues, Jesús rogaba al Padre que si fuera posible “pasase de él aquella hora”, “aparta de mí esta copa” [117].
Jesucristo estaba completamente sumiso al Padre. Él vino al mundo para hacer la voluntad del Padre, pero la Biblia no enseña que Cristo pedía que Dios cambiara el plan de salvación. Los comentarios de algunos implican que Jesús dudaba del plan divino y creía que tal vez hubiera otra manera de salvar al hombre, aunque sabía que el plan que vino a llevar a cabo fue hecho por Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, desde antes de la fundación del mundo y que definitivamente era el único plan de salvación. No había y no hay plan alternativo u opcional. Además, era un plan infalible. Dios no iba a fallar. Cristo no iba a fallar. Cristo no vino al mundo “para ver si podía salvarnos”; más bien, vino para salvarnos y lo hizo. La idea de que pudiera haber otro plan es precisamente la esperanza falsa de millones de personas en la actualidad. Esperan, y esta es su esperanza y confianza, que en el día final Dios tenga otro plan para salvar a los que no hayan obedecido al Evangelio. Esta es una esperanza vana.
Jesús dejó de orar y se acercó a sus discípulos, pero estaban durmiendo y los exhortó. Ellos estaban cansados y sentían la presión de las circunstancias. Aunque no comprendían el significado de todo lo que Jesús les decía, emocionalmente estaban agotados. Por eso, al estar solos se durmieron. Seguramente habrían velado con Él si hubieran comprendido la gravedad de la situación. Aunque estaban muy cansados y tristes, seguramente no reconocían la urgencia de orar y velar con Jesús.
Poco antes de esto, Pedro había dicho: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte” y poco después de la experiencia de Getsemaní Pedro demostró su valentía[118], pero la necesidad del momento fue que él orara y velara con Jesús.
Al principio Jesús dijo: “Velad conmigo”[119]; ahora no dice eso, sino “velad y orad, para que no entréis en tentación”. Jesús comprendía el peligro de la tentación del diablo, como también la debilidad del hombre. Si no oramos y velamos, hay peligro de entrar sin darnos cuenta en tentaciones que nos pueden destruir. “Velar” significa estar vigilante, mantenerse despierto, esperando tentaciones y pruebas y estando prevenidos[120].
“Orar” significa que no confiamos en nosotros mismos sino en Dios, y que necesitamos ayuda de Él para encontrar la salida de toda tentación[121] y para tener la fuerza espiritual para soportar toda prueba. Esto explica Mateo 6.13. ¿En qué sentido pudieran entrar en tentación? ¿De qué tentación habló? Aunque Jesús estuvo muy afligido, se preocupaba por sus apóstoles, aun en la cruz se preocupó por su madre. Jesús oró fervientemente y los apóstoles deberían orar también.
Jesús sabía que los apóstoles creían en Él y que querían ser fieles, pero también sabía que la vida de ellos pronto estaría en gran peligro, que serían sujetados en seguida a fuertes tentaciones de desampararle y a negarle. Como el diablo dijo acerca de Job: “Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida”[122]. Lamentablemente esta es la regla de vida de muchos, pero muchos discípulos de Cristo murieron en lugar de negarle.
Otra vez fue a orar. Jesús practicó lo que había enseñado, de que debemos perseverar en la oración[123]. Estas no son “vanas repeticiones”[124].
Después de orar por tercera vez, Jesús dice a sus discípulos: “Dormid ya, y descansad”, pero casi inmediatamente los alerta. Es posible que después de decir: “Dormid ya, y descansad”, que Jesús pudiera ver las antorchas de los que venían para prenderle. Jesús sabía que no solamente la vida de Él sino también la de ellos peligraba.
Confiadamente Jesús confronta a sus enemigos y sus pruebas. Había orado fervientemente, y de la manera más sumisa, al Padre, y ahora está bien fortalecido.
b) El arresto (Mateo 26.47-56; Marcos 14.43-52; Lucas 22.47-53).
i. El beso traidor (Mateo 26.47-50; Marcos 14.45-46; Lucas 22.47-48).
Judas conocía el lugar donde estaba Jesús, porque se habían reunido allí a menudo. Además, Jesús sabía que Judas sabía esto. Él no se escondía; al contrario, estuvo en un lugar donde fácilmente podrían encontrarle. ¿Por qué explica Mateo que Judas era “uno de los doce”? Porque Judas era nombre muy común, y era necesario especificarlo. Esta explicación enfatiza lo inexcusable del acto: Este que era uno de los doce, pero ya no está con ellos, sino que se ha aliado con los enemigos de Jesús y sirve de guía de ellos para prender al Maestro.
La “multitud” de pecadores estaba compuesta de soldados, una unidad militar romana[125], la guardia del Templo[126], principales sacerdotes, y ancianos. Llevaban linternas, antorchas y espadas y garrotes. ¿Por qué tanta gente y por qué llevaron armas? El número grande de hombres armados indica que temían a Jesús. Judas sabía mejor que nadie el poder de Jesús. Tal vez temieron que hubiera un grupo grande de discípulos para defender a Jesús. Recuérdese que en otras ocasiones habían pensado prender a Jesús y fallaron[127].
Pero este “ejército” era totalmente innecesario e inútil. Si Jesús hubiera querido escapar, lo habría hecho[128], pero estaba listo a entregarse y, por eso, sobraba “la multitud”. ¿Acostumbraban los judíos llevar una “multitud” cuando salían para encontrar y matar al cordero para la pascua?[129] Jesús les preguntó: “¿A quién buscáis?” No había ninguna necesidad de que Judas lo identificara con beso, porque Jesús “se adelantó” para identificarse solo. Dijeron: “A Jesús el Nazareno”. Él les dijo: “Yo soy”. Entonces “retrocedieron y cayeron a tierra”. Esto indica que se asombraron por la majestad, dignidad y valentía de Jesús y que le tenían mucho temor. Es posible que al oír las palabras “Yo soy”, reconocieron que Jesús se identificaba como Dios[130].
Este pasaje es usado para apoyar lo que algunos llaman “el golpe del Espíritu”, en donde la gente cae supuestamente por el poder del espíritu Santo que fluye especialmente de los “tele-evangelistas”, pero olvidan que los que cayeron al escuchar las palabras de Jesús no eran creyentes, sino más bien eran pecadores, incrédulos que iban a arrestar a Jesús, mientras que los que caen en la actualidad se supone que son cristianos.
Judas había convenido con ellos que él besaría a Jesús para que le pudieran arrestar. ¿No conocieron a Jesús? ¿Por qué era necesaria esta señal? Era de noche y entre los árboles del huerto hubiera sido difícil distinguir entre Jesús y sus discípulos, pero no se imaginaban que Jesús iba a identificarse sin resistencia alguna, antes del beso de Judas.
Con un beso Judas entregó al Mesías. Jesús le llamó la atención a Judas y a todos que no le besó como discípulo sino como un traidor[131]. Se usaba el beso para saludar. Indicaba amistad y afecto. Judas no simplemente le besó, sino que “le besó efusivamente”[132]. A Judas se le olvidó que Jesús sabía los pensamientos del hombre[133]. Él quebró todas las leyes del amor, de la fidelidad y lealtad y profanó el símbolo de amistad. Judas nunca se imaginaba que en esos momentos él estaba originando un proverbio universal: Cualquier acto de traición se llama “el beso de Judas”.
Nuestro Señor Jesucristo fue prendido para que nosotros gozáramos de plena libertad[134].
ii. Simón y Malco (Mateo 26.51-54; Marcos 14.47; Lucas 22.49-51).
Pedro sacó su espada, e hirió a un siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja. Los discípulos tenían dos espadas. Pedro tenía una de ellas, el que tenía la otra no era tan valiente o imprudente. Pedro había dicho que estaba dispuesto a morir por Jesús y aquí muestra que era cierto lo que decía. Cuando preguntaron: “¿heriremos con espada?” Pedro, siempre impulsivo, no esperó la respuesta de Jesús, sino que sacó su espada y cortó la oreja del siervo del Sumo Sacerdote. Juan era conocido del sumo sacerdote[135] y por eso sabía que el nombre de su siervo era Malco. Desde luego, Pedro no pensaba cortar la oreja de Malco[136], sino su cabeza.
Jesús detiene el esfuerzo por salvarle del arresto y prohibió que sus discípulos resistieran a los oficiales, y al mismo tiempo pide a estos que dejen ir a sus discípulos.
Jesús aclara sus discípulos que la violencia solo engendra violencia. La prueba más clara de esta verdad se ve en las pandillas que día tras día siguen matándose unos a otros. Al decir esto Jesús no contradice lo que Pablo dice en Romanos 13.1-4, pero es cierto que aun los oficiales que llevan la espada para tomar la venganza de Dios frecuentemente se hieren y se matan. Lo que Jesús dijo era mensaje para los judíos también, porque estos tomaron la espada de los romanos para prender y crucificar a Jesús, pero poco después ellos mismos fueron destruidos por la espada de los romanos.
El punto principal es que el Reino de Jesús no es de este mundo y por eso sus siervos no pelean con tales armas. Jesús dijo a Pilato: “Mi Reino no es de este mundo; si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí”[137]; Pilato no podía negar lo que Jesús decía, porque Jesús no resistió cuando los oficiales le prendieron. El Evangelio del Rreino no se debe defender de esa manera. La única espada que sirve para este propósito es la espada que sale de la boca de Cristo[138].
Jesús aclara a Pedro que Él podía pedir doce legiones de ángeles, y una legión romana era la unidad militar de infantería básica, consistía en un cuerpo de infantería pesada de unos 4200 hombres, que más tarde alcanzaría entre los 5200 y 6000 soldados de infantería y 300 jinetes para completar un total de entre 6000 y 6300 efectivos. Así que doce legiones serían cerca de 72 000 ángeles. ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga? Las Escrituras profetizaban que el Mesías iba a sufrir: Salmos 22; Isaías 53; Zacarías 13.7. Lo que Jesús dice aquí, enfatiza que su muerte era voluntaria. Por eso, en ese momento Jesús no fue derrotado por sus enemigos, sino que El gozaba de triunfo sobre ellos. Desde luego, el propósito de ellos no era cumplir la Escritura, pero en realidad es lo que hacían.
iii. Jesús preso (Mateo 26.55-56; Marcos 14.48-50; Lucas 22.52-53).
Jesús preguntó: “¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el Templo, y no me prendisteis”. La palabra “ladrón” significa más bien “bandido” o bandolero, o salteador de caminos, que huyera de la justicia. Poco después Jesús fue crucificado entre dos criminales. Todo esto fue hecho para pintarlo como uno de los peores criminales que mereciera la muerte.
Lo que Jesús les dice indica que era inocente, porque si hubiera sido criminal en sentido alguno, le habrían prendido públicamente cuando estaba enseñando en el Templo. Con esto Jesús les reprocha por su conducta inconsecuente y vergonzosa. Concluye diciendo: “…más esta es vuestra hora”[139], es decir, en estos momentos ellos creían que eran muy victoriosos y que lograban su propósito, cuando en realidad estaban llevando a cabo el plan de Dios para salvarnos.
Todos los discípulos huyeron, aunque dos de ellos, Pedro y Juan, estuvieron en el patio del sumo sacerdote[140]. Si este relato de Mateo hubiera sido falso, ¿habría incluido el detalle de la fuga de los apóstoles?
v. El joven desnudo (Marcos 14.51-52).
Solo Marcos menciona a cierto joven que seguía al grupo, cubierto el cuerpo con una sábana. No sabemos quién fue este joven; algunos suponen que fue Marcos mismo, pero esa conclusión es pura suposición. Jesús había pedido permiso para sus discípulos que no fueran tomados como él, y ellos después huyeron. Ahora, estando prendido Jesús, este joven le sigue. Tal vez, de esta manera los soldados del Templo pensarían que es discípulo de Jesús, e intentan prenderle a él también.
Los oficiales agarran la sábana suelta que el joven trae sobre el cuerpo, y él, dejando la sábana, desnudo, o con solamente la ropa interior, logra escaparles. Este detalle explica por qué en el versículo anterior se mencionó el punto de tener el joven el cuerpo cubierto con una sábana.
c) Simón y Juan en el atrio (Mateo 26.58; Marcos 14.54; Lucas 22.54-55).
Pedro inicialmente huyó de la turba en Getsemaní, pero luego siguió de lejos hasta la casa de Caifás. El otro discípulo, Juan, le introdujo al patio, y ahora Pedro se encuentra con los oficiales, o siervos, del Sanedrín, calentándose al fuego. En esto Pedro muestra hipocresía, dándose como uno del grupo.
4) El juicio (Mateo 26.57-68; Marcos 14.53, 55-65; Lucas 22.56-65).
a) Ante Caifás (Mateo 26.57; Marcos 14.53).
Jesús fue llevado ante el sumo sacerdote. Marcos omite el hecho de que primero Jesús fue llevado a la casa de Anás[141], el sumo sacerdote oficial. Los romanos le habían reemplazado con Caifás[142], el yerno de Anás, quien ahora rige como el sumo sacerdote. Se reúne en su casa todo el Sanedrín[143].
El Sanedrín era como la Corte Suprema de los judíos. Bajo los romanos, el Sanedrín tenía permiso de juzgar casos de religión y de diferencias entre ellos, pero no se les permitía ejercer pena capital[144]. Tenían que buscar la aprobación del gobierno romano que se encargaría de ello. Estos hombres, que buscan la muerte de Jesús[145] ¡van a ser sus jueces! Este juicio es una farsa.
Al anochecer, después de que Jesús fue arrestado, fue llevado a la casa de Anás donde fue detenido, interrogado y golpeado. Anás se lo entregó a Caifás, pero Caifás no tenía autoridad para ordenar pena de muerte a nadie, por tanto llevó a Jesús ante Pilato, gobernante romano en Judea, para que decidiera su suerte[146].
La posición de Caifás era establecer que Jesús era culpable no solo de blasfemia sino de proclamarse el Mesías que podría ser entendido como el retorno del rey David. Esto habría sido un acto de sedición que podría merecer la pena de muerte por parte del romano.
El argumento de rebelión y sedición que presentó Caifás no le dio resultado ya que Pilatos no lo encontró culpable, a pesar de que Caifás afirmó que el pueblo de Judea no tenía más emperador que el César romano. Pilato, en cambio, deja que la muchedumbre decida la suerte de Jesús dándoles a escoger entre liberar a un preso de nombre Barrabás o liberar a Jesús. La muchedumbre animada por los sacerdotes escoge la liberación de Barrabás y la crucifixión de Jesús[147].
Después de la crucifixión de Jesús, Caifás continuó persiguiendo a la Iglesia primaria. En una ocasión llevó a los apóstoles delante de los líderes religiosos y les recordó que ya se les había prohibido diseminar las enseñanzas de Jesucristo[148]. Aunque la Biblia no dice nada más de él, se dice que Caifás murió asesinado, en la toma de Jerusalén por los romanos.
La llamada Tumba de Caifás, o “Tumba de la familia de Caifás” fue descubierta accidentalmente por trabajadores que construían un camino en un parque, justo al sur de la parte antigua de la ciudad de Jerusalén. Los arqueólogos encontraron 12 osarios[149], conteniendo los restos de 63 individuos. El osario más bellamente decorado estaba inscrito con el nombre de José, de la familia de Caifás. Ese fue el nombre completo del sumo sacerdote que arrestó a Jesús, como está documentado por Josefo, en su libro Antigüedades 18:2, 2; 4, 3. En su interior estaban los restos de un varón de 60 años, casi con certeza los de Caifás del Nuevo Testamento. Este extraordinario descubrimiento ha provisto por primera vez a los estudiosos con los restos físicos de un individuo nombrado en la Biblia.
b) Falsos testigos (Mateo 26.59-62; Marcos 14.55-60).
El concilio judío, o sunedrion, palabra griega que es transliterada “Sanedrín” y que literalmente significa “sentarse juntos”; es decir, una asamblea para juzgar. Estos jueces no son imparciales, buscando la verdad. Buscan otra cosa, porque su meta es crucificar a Jesús. Hallan falsos testigos, pero la evidencia que buscan, no la hallan. Según la Ley de Moisés[150], necesitan hallar cuando menos dos testigos que acusen a Jesús de un crimen que merezca la muerte. Han traído a Jesús a juicio con demasiada prisa y por eso no han hecho los preparativos legales. No tienen hecha una acusación formal contra Jesús, ni testigos preparados. Van “buscando” esto, pero ya tienen la sentencia hecha: “¡Crucifíquenle!”[151].
Entonces dos testigos presentan su “prueba”, pero su testimonio es falso porque no representa la realidad del caso; ignora el contexto en que habló Jesús en cierta ocasión en Jerusalén hacia como tres años.
Los testigos dicen que le escucharon decir: “Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano”. En este pasaje Jesús dijo a los judíos que ellos destruyeran “este templo”. No dijo nada acerca de que él hiciera algo al Templo. Eso de “hecho a mano”, y “hecho sin mano”, no es parte de las palabras de Jesús. Estos dos testigos distorsionan las palabras de Jesús. Pero ni aun así concordaban en el testimonio. El plan falla, pues no se puede condenar con testimonio contradictorio. Lo que dicen los dos testigos en los puntos principales no está de acuerdo. Marcos no menciona en qué no concordaban los dos testigos.
El sumo sacerdote preguntó a Jesús si quería defenderse. ¿Pensaría el sumo sacerdote que el silencio de Jesús fue admisión de culpa? Él desafía a Jesús a que responda a la acusación, y que dé alguna explicación de ella, aunque no había concordancia entre lo que dijeron los dos testigos. Quiere forzar a Jesús a incriminarse a sí mismo, aunque sabe que ninguna cosa dicha por Jesús les va a satisfacer. Ya han determinado su sentencia.
c) Declarado blasfemo (Mateo 26.63-66; Marcos 14.61-64).
Jesús se mantiene callado. No le toca al acusado desenvolver el testimonio contradictorio de falsos testigos. Jesús queda en silencio. Esto sin duda, provoca al sumo sacerdote, porque hasta este punto el Sanedrín ha fallado en sus propósitos bajos de conseguir una acusación deseable contra Jesús.
Los falsos testigos y el silencio de Jesús no bastan para incriminar a Jesús. Por eso Caifás hace un nuevo ataque; llega a la cuestión misma: La Deidad de Jesús. Ya había pronunciado las palabras de Juan 11.49-50. Le manda contestar bajo juramento[152]. Quiere obligar a Jesús a condenarse a sí mismo, en la suposición de que en realidad no es e Mesías, no es el Hijo de Dios. La historia de Jesús en su ministerio personal atestiguan a la reclamación de ser el Mesías, el Hijo de Dios, y por eso muchos llegaron a tal conclusión[153]. Aun los demonios reconocían que es el Hijo de Dios, y testigos oyeron este testimonio[154].
La respuesta de Jesús se registra aquí: “Yo soy”, como también en Mateo 26.64: “Tú lo has dicho”, y en Lucas 22.70: “Vosotros decís que yo soy”. Es muy posible que las tres frases se expresaran verbalmente en los intercambios de palabras, y significan la misma respuesta afirmativa.
Esta es la primera declaración pública y formal que Jesús hace de ser el Mesías, de ser el Hijo de Dios, de ser Deidad. Les hace ver a quién están condenando a la muerte. Unos pocos días atrás, en el Templo, hablando de la destrucción de Jerusalén, Jesús habló de venir en las nubes del cielo. El concilio, que ahora le condena, va a ser condenado y destruido en el tiempo señalado. Él va a ser su juez; ellos lo verán.
Ya que Jesús, en amplias palabras, asevera su Deidad, el sumo sacerdote rasga su vestidura, evidenciando así su horror de que un sencillo hombre hiciera tal reclamación. Para él la admisión de Jesús basta para que tengan ellos suficiente causa para procurar su muerte[155]. El rasgar la ropa indicaba sentir gran pena en ocasión de blasfemia[156]. Fue un acto involuntario, pero con el tiempo vino a ser una formalidad. La carnalidad de Caifás y todo el concilio hace que en esta ocasión, el rasgar la vestidura sea una sencilla demostración fingida de gran pena e indignación.
Si lo que Jesús confesó o admitió no hubiera sido la verdad, entonces sí habría sido caso de blasfemia. El concilio no llamó a ninguno de los muchos testigos a través del país de los milagros hechos por Jesús que atestiguaron a su Deidad. Su corte no es una de justicia, sino de conclusión predeterminada.
d) La negación de Simón (Mateo 26.69-75; Marcos 14.66-72; Lucas 22.56-62).
El Sanedrín está arriba en el aposento alto. Mateo 26.69 dice: “Pedro estaba sentado fuera en el patio”. La criada es la misma que le había abierto la puerta a Pedro para que entrara al patio[157]. Con detalle, Marcos nos hace ver cómo ella primero estudia la persona de Pedro[158], y luego, estando segura, le expone en la presencia de los oficiales o guardias que no sabían quién era él.
Pedro niega en dos formas: Dice que no conoce a Jesús[159], y que no entiende lo que ella está diciendo. Es una doble mentira; él complica su negación del Señor. El discípulo tan confiado del Señor está siendo tumbado por una criada sencilla.
“…y cantó el gallo”. Algunos manuscritos antiguos omiten esta frase. Las versiones BLA, ECU, NVI, VHA, y VNM no la contienen. El gallo pudo haber cantado la primera de las dos veces antes de ser hechas las tres negaciones de Pedro. Si esta frase cabe aquí, entonces se refiere a la primera de las dos veces que el gallo va a cantar. En este caso, dado que el primer canto del gallo era cerca de la media noche, se indica que más o menos una hora pasó entre la primera negación de Pedro y la segunda. Lucas 22.58 nos informa que “un poco después” sucedió la segunda negación.
Pedro se levanta y sale a la entrada, tal vez para evitar más exposición o denuncia, o para procurar salir.
Marcos registra que la criada siguió insistiendo en dar a conocer que Pedro había estado con Jesús, aunque Mateo 26.71 dice que fue “otra” criada. Hubo varios en la puerta, y esta criada se dirige, no a Pedro, sino “a los que estaban allí” y dijo: “También éste estaba con Jesús el nazareno”. Lucas 22.58 agrega que un hombre le dijo a Pedro: “Tú también eres de ellos”. Pedro lo negó, diciendo: “Hombre, no lo soy”[160], “No conozco al hombre”[161].
Pedro se refiere a su Señor como nada más “hombre”. El verbo “negó” aquí en nuestra versión, según el texto griego, es del tiempo imperfecto, indicando así que Pedro persistía en negar.
Lucas 22.59 tiene a uno hablando por los demás, o juntamente con ellos, y según Juan 18.26 esta persona es un familiar de Malco.
Para ahora Pedro ha hablado suficientemente para revelar que es Galileo; es sabido por su dialecto regional. Todos los apóstoles, menos Judas, eran galileos[162]. Sin duda para ahora Pedro está bien asustado, pero esto no justifica sus mentiras. Otra evidencia de que Pedro es “uno de ellos” es que el pariente de Malco reclama que vio a Pedro con Jesús en el huerto de Getsemaní[163].
Pedro toma una actitud que nos sorprende a quienes hemos venido leyendo sobre él en los Evangelios, aunque quizá no lo haga para los presentes ahí, ya que era un pescador, famosos por sus malas maneras de expresarse. “Maldecir” viene del griego anathematizo y significa “traer sobre sí anatema”; o sea, “dedicación a destrucción”. Pedro en efecto dice: “Que Dios traiga sobre mí su ira si no digo la verdad”. Además, Pedro dice que habla bajo juramento. Sus negaciones progresivamente se empeoran. Ellos usan el nombre de Jesús el nazareno, pero Pedro rehúsa pronunciar el nombre de Jesús; solamente dice: “este hombre”.
Algunos investigadores identifican la hora como de las tres de la mañana. Mateo y Lucas revelan lo mismo, sin mencionar dos cantos del gallo. El canto del gallo al cual ellos se refieren es este segundo que Marcos ahora detalla.
Al oír al gallo cantar esta vez, Pedro se acuerda de las palabras del Señor y reconoce que ha cumplido esa profecía de Jesús. Contemplando su cobardía y conducta vergonzosa, comienza a llorar “amargamente”[164], y sigue llorando. Lo que contribuye también a este cambio de mente es la mirada que, en el momento de cantar el gallo, le dio el Señor[165]. Aparentemente en ese momento le llevaban a Jesús de la sala del juicio abajo por el patio, ya terminado el juicio.
Ya sale el miedo y entra el remordimiento en Pedro. Su conciencia le lastima fuertemente. Se arrepiente[166]. Por contraste, Judas se suicidó.
e) Abofeteado (Mateo 26.67-68; Marcos 14.65; Lucas 22.63-65).
Los custodios de Jesús se burlaban de él y le golpeaban, queriendo indicar que estaban insultados y ofendidos por lo que Jesús había dicho de sí mismo. Si un mero hombre profesa ser Dios, entonces es digno de tal tratamiento por haber blasfemado a Dios. Querían enfatizar que eran muy celosos y odiaban la blasfemia contra Dios. Por eso, perdieron todo sentimiento de dignidad y misericordia. En esta ocasión se muestra lo que le costó a Jesús confesar que Él era el Hijo de Dios[167].
[1] Levítico 23.6-7; Éxodo 12.7-8, 14-17.
[2] Éxodo 12.7-8.
[3] Hebreos 3.6; 1 Pedro 2.5; 1 Timoteo 3.15; Efesios 2.19.
[4] 1 Corintios 3.16-17; 6.19-20; 2 Corintios 6.15-18.
[5] 1 Corintios 2.11-14.
[6] Deuteronomio 21.22-23.
[7] 2 Corintios 5.21.
[8] Lucas 16.19-24.
[9] Lucas 22.1.
[10] Éxodo 12.15-19.
[11] Juan 6.32-36, 38.
[12] Levítico 8.1-2, 26-27; Éxodo 29.2, 23.
[13] Números 6.1-21.
[14] Levítico 2.1, 4, 14-16; 6.14-18; 7.11-12.
[15] Éxodo 12.17, 30-34.
[16] Éxodo 12.15, 19-20.
[17] Marcos 8.14-15; 6.14-18; Mateo 2.7-12.
[18] Marcos 8.15; Mateo 16.5-12; 23.1-3; Lucas 11.37-44; 12.1.
[19] Mateo 16.6-12.
[20] Marcos 12.18; Hechos 23.6-8.
[21] 1 Corintios 4.17-21; 5.1-13; 6.1, 9-11, 13, 16-18; 8.1; 13.4, 2; 2 Corintios 12.20-21.
[22] Éxodo 12.34, 39.
[23] 1 Corintios 5.7-8.
[24] Josué 24.14; Efesios 5.26; 6.24; Filipenses 1.10; 1 Pedro 2.2.
[25] Juan 17.17, 19; Hechos 20.32; 2 Crónicas 30.15; 35.1,6; Éxodo 19.10,14; 28.39-41; Levítico 8.30; 11.44; 20.7; Hebreos 10.10, 14; 1 Corintios 1.2.
[26] Hechos 22.16.
[27] 1 Corintios 10.1-2.
[28] Éxodo 12.43; Números 9.11; Juan 18.28.
[29] Éxodo 12.8.
[30] Éxodo 12.41.
[31] Juan 6.35.
[32] Juan 19.31.
[33] Juan 6.35.
[34] Mateo 27.38.
[35] Mateo 27.59-60.
[36] Efesios 4.7-8.
[37] Romanos 5.17-18.
[38] Romanos 6.23.
[39] Romanos 5.12, 14-15.
[40] Efesios 2.8-9.
[41] 1 Corintios 12.1, 4.
[42] 1 Corintios 12.8-11.
[43] 1 Corintios 5.6-8.
[44] 1 Corintios 11.20.
[45] Hechos 2.42; 20.7.
[46] 1 Corintios 10.16.
[47] 1 Corintios 11.24.
[48] 1 Timoteo 4.4-5.
[49] Figura que consiste en designar una cosa con el nombre de otra.
[50] Deuteronomio 28.5.
[51] Jeremías 49.12; Ezequiel 23.32.
[52] 1 Corintios 10.21.
[53] Lucas 11.17.
[54] Hebreos 12.1-2.
[55] Revelación 3.21; Lucas 22.15.
[56] Hechos 20.7.
[57] Juan 13.21.
[58] Juan 13.22.
[59] Salmos 41.9.
[60] Juan 10.17; 15.13.
[61] Juan 13.30.
[62] Proverbios 16.32; 25.28.
[63] Mateo 11.16; 1 Corintios 14.20; Efesios 4.14; Hebreos 5.13.
[64] Juan 13.5.
[65] Filipenses 2.5-8.
[66] Filipenses 2.2.
[67] Mateo 5.3.
[68] Filipenses 2.3; Romanos 12.3, 10, 16.
[69] Lucas 8.5-13.
[70] Lucas 15.21-28.
[71] Lucas 7.36-50.
[72] Marcos 14.3-9.
[73] Hehcos 9.36, 39.
[74] Romanos 16.1, 3-4.
[75] 1 Corintios 16.15-16.
[76] 3 Juan 5-6.
[77] Filipenses 2.3-4.
[78] 1 Pedro 1.18-19.
[79] Juan 13.12-15.
[80] 2 Corintios 5.20.
[81] Hechos 1.4-5; 2.1-4.
[82] Hechos 2.38.
[83] Gálatas 6.16.
[84] Mateo 13.38-39.
[85] 1 Corintios 11.24.
[86] Esta doctrina se llama “transubstanciación”.
[87] 1 Corintios 11.16.
[88] Éxodo 24.8; Levítico 17.11.
[89] Éxodo 24.3-12.
[90] Mateo 26.28.
[91] Marcos 16.16.
[92] Juan 14-16.
[93] Romanos 12.3.
[94] Mateo 10; Lucas 10.
[95] Mateo 28.19.
[96] Juan 18.1.
[97] Juan 18.2.
[98] Juan 14.30.
[99] Lucas 22.41.
[100] Lucas 22.44.
[101] Marcos 14.36.
[102] Mateo 26.53; Juan 19.11.
[103] Isaías 53.4-6.
[104] 2 Corintios 5.21.
[105] Isaías 53.10
[106] 2 Corintios 5.21; Isaías 53.10.
[107] Lucas 22.44.
[108] Mateo 20.23.
[109] Hebreos 5.7.
[110] Hebreos 10.4-5.
[111] 1 Pedro 1.18-20; Efesios 3.11.
[112] Mateo 16.21-23; 20.28; Juan 3.14; 8.28; 10.11, 17-18; 12.32-33; 1.29.
[113] Mateo 16.24.
[114] Mateo 26.26-28.
[115] Mateo 28.19; Romanos 6.4.
[116] Mateo 16.18; Hechos 20.28.
[117] Marcos 14.35, 36.
[118] Mateo 26.50.
[119] Mateo 26.38.
[120] Mateo 24.43; 26.38, 40-41.
[121] 1 Corintios 10.13.
[122] Job 2.4.
[123] Mateo 7.7-11; Lucas 11.1-13; 18.1-8.
[124] Mateo 6.7.
[125] Juan 18.3, 12.
[126] Lucas 22.52.
[127] Juan 7.45-47; 8.59; 10.39.
[128] Lucas 4.30.
[129] Juan 18.4-9.
[130] Juan 8.24, 58.
[131] Proverbios 27.6.
[132] LBLA
[133] Juan 2.24-25.
[134] 2 Corintios 8.9.
[135] Juan 18.15-16.
[136] Juan 18.10.
[137] Juan 18.36.
[138] Revelación 2.16; Efesios 6.17; 2 Corintios 10.3-5.
[139] Lucas 22.53.
[140] Juan 18.15-18.
[141] Juan 18.12-13.
[142] Mateo 26.3.
[143] Lucas 22.64.
[144] Juan 18.31.
[145] Marcos 14.1; Mateo 26.3-4.
[146] Mateo 27.2.
[147] Mateo 27.15-26.
[148] Hechos 5.28-29.
[149] Cajas de piedra caliza para guardar huesos.
[150] Deuteronomio 17.6.
[151] Marcos 14.1; 15.13.
[152] Levítico 5.1.
[153] Juan 1.34, 49; 4.25-26; 5.18-47; 8.16-20, 53-59; 10-29-33, 37-39.
[154] Marcos 1.24; 3.11; 5.7.
[155] Levítico 24.16.
[156] 2 Reyes 18.30-19.1.
[157] Juan 18.15-18.
[158] Lucas 22.56.
[159] Lucas 22.57.
[160] Lucas 22.58.
[161] Mateo 26.72.
[162] Hechos 2.7.
[163] Juan 18.26.
[164] Mateo 26.75; Lucas 22.62.
[165] Lucas 22.60.
[166] Lucas 22.32.
[167] 1 Pedro 2.23-24.
1) Preparando la Cena (Mateo 26.17-19; Marcos 14.12-16; Lucas 22.7-13).
La “Fiesta de los Panes sin Levadura”, en hebreo Jag Ha-Matsot, es el día quince del mes de Nisán, que es el día siguiente de Pascua o Pésaj. Es una festividad a Adonay de siete días[1]. En el día quince de Nisán y durante los próximos siete días, Adonay prohibió al pueblo que tuviese cualquier clase de pan leudado en sus casas. La Fiesta de los Panes sin Levadura se puede encontrar en Éxodo 12.14-17.
El libro de Éxodo 12, describe la Pascua en Egipto. Después de matar el cordero, la sangre debía de ser rociada en los postes de la puerta. El cordero debía de ser asado al fuego y comido con pan ázimo y hierbas amargas[2].
Adonay dio una ceremonia de buscar y eliminar la levadura de la casa antes de la fiesta de los Panes sin Levadura como preparación para la festividad. En hebreo, esta ceremonia se llama Bedikát Jaméts, que significa “la búsqueda de levadura”. La ceremonia es como sigue: La preparación para buscar y echar fuera la levadura de la casa, actualmente comienza antes de la Pascua. En primer lugar, la esposa limpia a fondo la casa para eliminar toda levadura que pudiera haber. En la Biblia, la levadura simboliza el pecado. Espiritualmente, los creyentes en el Mesías son la casa de Adonay[3]. La levadura, tenía que ser puesta fuera de nuestra casa, que es nuestro cuerpo[4].
En la limpieza de la casa, la esposa es instruida con todo propósito para que deje diez trozos de pan en la casa. Entonces, el padre junto con los hijos y con una cuchara de madera, una pluma y un paño de lino se ponen a buscar por toda la casa los diez trozos de levadura. A la caída de la noche, en el día anterior a Pascua, se lleva a cabo una búsqueda con profundidad. En este momento, la casa está completamente a oscuras excepto por los candeleros. Una vez que el padre encuentra el pan, pone la lámpara en el suelo junto a la levadura y coloca la cuchara de madera junto a la levadura. Entonces usa la pluma para barrer la levadura y ponerla en la cuchara. Sin tocar la levadura, toma la pluma, la cuchara y la levadura, las envuelve en el palo de lino, y las pone fuera de la puerta de la casa. A la mañana siguiente, el catorce de Nisán, va a la sinagoga y pone el paño de lino y su contenido en el fuego para que se queme. Espiritualmente, debemos de limpiar el pecado de nuestras vidas, al permitir al Espíritu Santo que nos revele a través del conocimiento de las Escrituras, el pecado que hay en nuestras vidas. Es solo a través de la Palabra de Dios que podemos identificar el pecado en nuestras vidas como está escrito en Salmos 119.105. Así que la comprensión espiritual de la lámpara es que representa la Palabra de Dios. La pluma representa al Espíritu Santo. Aunque tenemos la Palabra de Dios, necesitamos el Espíritu de Dios para iluminar toda la Biblia a nosotros[5].
La cuchara representa la cruz sobre la cual murió Jesús[6]. La levadura, el pecado, fue barrida sobre la cuchara, la cruz, como parte de la ceremonia. Igualmente, nuestro pecado fue barrido o echado sobre Jesús[7], cuando murió sobre la cruz. La levadura, Jesús sobre el madero, fue entonces envuelta en lino, y Jesús fue echado fuera de Su casa, Su cuerpo, y fue al Hades[8]. De esta manera, Él cumplió la parte de la ceremonia donde el padre toma el palo de lino y su contenido, y lo echa sobre el fuego para ser quemado.
La Fiesta del Pan Ázimo era tanto una parte de la Pascua, que los nombres Pascua y Panes sin Levadura se usaban de manera indistinta, o al menos sinónimamente[9].
La fiesta debía de ser guardada por siete días[10]. El número siete es el número bíblico para terminación o totalidad. El creyente que guarda esta fiesta debe hacerlo plenamente para Dios, y apartarse completamente para Él. La Fiesta de los Panes sin Levadura habla de una separación completa de todas las cosas que están leudadas o pecaminosas, y alimentarse de Jesús, que es el pan de vida del creyente[11].
La Fiesta de los Panes sin Levadura es un día de Sábado solemne. Un día de Sábado solemne se llama un Shabatón. Durante la Pascua, hay un Sábado extra, además del Sábado semanal. Estos Sábados se llaman Shabats solemnes. El Sábado solemne de los Panes sin Levadura puede verse en Juan 19.31.
El Pan sin Levadura se usa para la Consagración y Separación. También, es ungido con aceite. Los creyentes en el Mesías deben consagrarse y separarse para hacer el trabajo que Dios nos ha llamado a hacer, y a vivir una vida que es santa para Él. Si hacemos esto, la unción del Espíritu Santo de Dios descansará sobre nuestras vidas.
El pan representa la consagración[12]. Estaba incluido en el voto santo de separación de los Nazarenos[13]. Era el alimento para los sacerdotes en la comida y ofrenda de paz[14]. Marcó la separación divina de Israel de la vida de esclavitud y cautiverio de Egipto[15].
Toda la levadura debía de ser separada[16]. Cuando la levadura se pone en un montón de masa sin leudar, esta hace que la masa se agrande. Igualmente, cuando nosotros dejamos que el pecado entre en nuestras vidas, nos inflará con orgullo y arrogancia.
En la Biblia, Dios se refirió a la levadura de diferentes grupos de personas. Estas son listadas como sigue:
a) La levadura de Herodes[17].
b) La levadura de los Fariseos[18] que era la hipocresía.
c) La levadura de los Saduceos[19]. Los Saduceos no creían en lo sobrenatural. Ellos negaban la existencia del Espíritu de Dios, los ángeles y la resurrección[20].
d) La levadura de Corinto. La levadura de Corinto, era la sensualidad, principalmente la fornicación[21].
Espiritualmente, la fiesta se guarda con sinceridad y verdad. La sinceridad implica pureza y servir a Dios con un corazón puro. Implica echar fuera de nuestras vidas el pecado y la separación de todo lo malo que tiene una influencia corruptora en la vida del creyente en Jesús. Históricamente, Israel aprendió que guardar la fiesta significaba una completa separación de Egipto y su religión, cautiverio, alimentos, esclavitud, como su gloria mundana, sabiduría y esplendor.
Los hijos de Israel tomaron la masa antes de que fermentara porque no podían quedarse atrás en Egipto. No había tiempo para dejar que la levadura fermentara en la masa[22]. Como creyentes, hemos de huir de los caminos del mundo y sus filosofías que son contrarias a la Palabra de Dios. La sinceridad[23] implica pureza y santificación, que significan santidad y separación. La Biblia usa el agua y el lavamiento para instruirnos en lo referente a la santificación y separación[24]. Santificar significa hacer santo, purificar o consagrar. Los creyentes son santificados obedeciendo toda la Palabra de Dios[25].
En 1 Corintios 6.11, la santificación está conectada con el lavamiento[26]. Históricamente, después de que Israel celebrase la Pascua, fueron sumergidos en el agua del Mar de los Juncos[27]. Igualmente, después de aceptar al Mesías en nuestras vidas, hemos de sumergirnos nosotros en el estudio de la Biblia, y haciéndolo así, permitimos que el conocimiento de la Palabra de Dios transforme y cambie nuestras vidas.
La palabra original “Pascua” no significa la “fiesta”, sino el cordero que fue sacrificado[28]. Jesús envió a preparar la Pascua, es decir, matar y asar el cordero, proveer pan sin levadura y hierbas amargas[29].
Ellos fueron y encontraron la casa que les señaló el Señor, compraron el cordero, lo llevaron al sacerdote. Este lo mató y roció la sangre conforme a la ley. Los residentes de Jerusalén abrían sus casas para huéspedes durante la fiesta.
El quince de Nisán, Jag Ha-Matsót, marca el principio de un período de fiesta de siete días cuando Israel tenía que comer pan sin levadura en recordatorio de la masa de pan ázimo en su apresuramiento para escapar de Egipto. El tema principal de esta fiesta es el eliminar el pecado. Históricamente, hay dos acontecimientos notables que sucedieron en este día:
a) La jornada del Éxodo arranca en Egipto[30]. En Deuteronomio 6.3, el pan se refiere como “el pan de aflicción”.
b) El entierro de Jesús después de su crucifixión, quien es el Pan de Vida[31]. De hecho, el lugar de nacimiento de Jesús, Belén, significa casa del pan. Por lo tanto Jesús, quien es el Pan de Dios, nació en un lugar llamado casa del pan.
c) Las fiestas son citas señaladas de Dios especificando lo que Él hará, y a la hora exacta. Los judíos tuvieron que darse prisa para poner el cuerpo de Jesús en tierra porque se acercaba el Shabat o sábado. Este Shabat era un Sábado solemne y el primer día de los Panes sin Levadura el 15 de Nisán[32]. Esto significaría que Jesús murió el catorce de Nisán, el día de la Pascua. Jeshús estaba en el sepulcro al día siguiente de su crucifixión, que era el quince de Nisán, el primer día de los Panes sin Levadura.
d) Uno de los quince pasos durante el Séder de Pascua es un paso llamado Yajáts. Yajáts es cuando el trozo intermedio de los tres panes se rompe en dos. Durante el Séder de Pascua, hay una bolsa llamada el matsatosh que contiene tres trozos de pan. El trozo del medio de pan se aparta, partido, envuelto en un paño de lino, y es enterrado. Este trozo es el Afikomán. Durante esta parte del servicio, el Afikomán se aparta de la vista, esto representa a Jesús siendo enterrado, y que estuvo escondido hasta más tarde en el servicio. Jesús es el pan que fue sepultado porque Él es el Pan de Vida que vino a la tierra del Cielo[33]. Jesús fue separado de entre los dos ladrones que fueron crucificados con Él[34], envuelto en lino y sepultado en la tierra[35].
e) Hacia el final del Séder de Pascua, el paso duodécimo del servicio se llama Tsafún. Durante Tsafún, el Afikomán que había sido previamente enterrado es redimido y rescatado. En este punto del servicio, el pan, previamente caracterizado como el pan de aflicción, ahora es transformado y redimido. Este es un cuadro perfecto de Jesús, que cumplió el papel del Mesías sufriente. Él sufrió aflicción mientras moría en el madero, pero redimido más tarde cuando fue resucitado por el Padre. En el Séder Ashkenazi de Pascua, el Afikomán es redimido por los niños. Los niños que encuentran el Afikomán enterrado reciben un premio. Este regalo es conocido como “la promesa del Padre”. Igualmente, cuando Dios resucitó a Jesús después de estar sepultado en la tierra, aquellos que creen en él por fe, reciben dones de Dios. Cuando Jesús ascendió al Cielo, Él dio dones a los hombres[36]. Estos dones incluían: La justificación[37], vida eterna[38], gracia[39], fe[40], y otros dones espirituales[41]. Algunos otros dones incluyen: Sabiduría, conocimiento, sanidades, operación de milagros, profecía, discernimiento de espíritus, lenguas e interpretación de lenguas[42].
2) La Última Cena (Mateo 26.20-35; Marcos 14.17-31; Lucas 22.14-38).
a) En la mesa (Mateo 20.26; Marcos 14.17; Lucas 22.14).
¡Esta fue la última Pascua de Jesús! En esta ocasión Jesús y sus apóstoles participaron de dos cenas, la fiesta de la Pascua y la institución de la cena del Señor.
b) El vino (Lucas 22.15-18).
Jesús no dice que literalmente comería la Pascua otra vez en el Reino, sino que la Pascua y las demás figuras y sombras de la Ley serían cumplidas en Cristo mismo, nuestra Pascua[43].
No hay texto alguno que enseñe o que implique que el nacimiento de Jesús se debiera recordarse para celebrarse. Lo que debe recordarse cada primer día de la semana es su muerte.
El encabezado de este párrafo en algunas versiones de la Biblia es “Institución de la cena del Señor”. ¿Por qué se llama “cena del Señor”?[44]. También este acto se llama “beber el fruto de la vid” y “el partir del pan”[45]. De estas tres maneras la Biblia se refiere a este acto. Nos conviene a nosotros siempre usar estas expresiones bíblicas, mayormente cada primer día de la semana cuando celebramos este acto. Cada miembro de la Iglesia debe acostumbrarse a estas tres expresiones bíblicas.
Sin duda el pan usado por Jesús en esta ocasión era pan sin levadura. No hay autoridad para usar pan con levadura.
Jesús tomó el pan y lo bendijo. La palabra “bendijo” equivale a dio gracias. Observemos cómo estas dos expresiones se usan intercambiablemente: Mateo 26.26 dice “bendijo” pero el versículo 27 dice “dio gracias”, al igual que Marcos 14.23. Según Lucas 22.17, 19, Jesús dio gracias por el pan y por la copa. Al hablar de este mismo acto, Pablo dice: “Bendecimos el pan”[46] y dice que el Señor dio gracias por el pan[47]. Cuando Jesús alimentó los 5000, según Mateo 14.19, “bendijo” el pan, pero al hablar del mismo evento, Juan 6.11 dice que dio gracias por el pan; Marcos 8.6, dio gracias por el pan y bendijo los peces. ¿Eran dos actos distintos? Claro que no. El bendecir equivale al dar gracias. Estos textos indican que la palabra “bendecir” se usa alternativamente con “dar gracias”; la conclusión obvia es que debemos dar gracias por el pan y por la copa antes de participar de la cena. Desde luego, está bien dar gracias a Dios por la oportunidad o el privilegio de participar del pan y de la copa, y está bien pedir que Dios bendiga el pan y la copa, pero primero que todo, no dejemos de dar gracias por el pan y por la copa. Si solamente pedimos que Dios bendiga el pan o la copa no damos gracias por el pan y por la copa, sino solamente pedimos algo[48].
La “copa” significa el contenido de la copa. Esta es otra figura, llamada metonimia[49]. Se usa el nombre del recipiente para indicar su contenido[50]. La copa es la bebida, el fruto de la vid. Los textos mismos lo indican claramente: Mateo 26.26-29, la copa “es mi sangre”, “este fruto de la vid”; lo mismo en Marcos 14.22-25; en Lucas 22.17 la copa se reparte, se divide; 1 Corintios 10.16, la copa es la comunión de la sangre de Cristo; la copa se bendice; en 1 Corintios 10.21, se bebe; 1 Corintios 11.25-26, se bebe[51]. El que no acepta esta verdad sencilla y obvia, de que Jesús emplea una figura y que la copa es el contenido, está obligado a enseñar también que “la mesa” de la cual todos participamos[52] es una mesa literal, y otro elemento sagrado de la cena del Señor.
Jesús dice: “Repartidlo”. Esta palabra significa “dividirlo”, es la misma palabra que usa cuando dice: “…todo reino dividido contra sí mismo”[53]. Entonces, si Jesús hubiera hablado del recipiente mismo, el verbo “repartir” o “dividir” les habría obligado a quebrar el recipiente en pedazos para repartirlo entre ellos, pero Jesús no hablaba del recipiente sino de su contenido que sí podía ser repartido o dividido entre ellos. Este punto es importantísimo en la controversia con los que enseñan que debemos usar una sola copa para repartir la cena a todos en la congregación.
Algunos insisten en que el recipiente del fruto de la vid es el tercer elemento de la cena, y que simboliza el nuevo pacto. Enseñan que cada persona que participe de la cena tiene que tocar sus labios a un solo recipiente para beber el fruto de la vid. Según este uso incorrecto de las Escrituras, Juan 4.12 tendría que significar que cuando Jacob, sus hijos y sus ganados bebieron del pozo, todos tenían que tocar sus labios al pozo. El error de estos teólogos equivocados ilustra la necesidad de estudiar y entender el lenguaje figurado. Estos, al igual que el clero romano, los mormones y otros sectarios, han corrompido la cena del Señor. Con este error han dividido la Iglesia del Señor.
¿Cómo podía Jesús dar gracias por la copa sabiendo lo que simbolizaba? Estaba enteramente confiado del triunfo a pesar de la agonía que iba a sufrir[54].
La palabra “beber” significa comunión[55]. Jesús se refiere al “fruto de la vid”; no se convirtió en sangre cuando Jesús lo bendijo. Todavía era simplemente “fruto de la vid”. La expresión “aquel día” se refiere al tiempo o período del Reino de Cristo, comenzando el día de Pentecostés y extendiendo hasta el fin del mundo; es el tiempo cuando Cristo está con su Iglesia el primer día de la semana[56] cuando se participa de la cena del Señor.
c) El anuncio de la traición (Mateo 26.21-25; Marcos 14.18-21; Lucas 22.21-23).
Jesús “se angustió en espíritu, y testificó y dijo: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará”[57]. ¿Por qué dice esto? ¿Con qué propósito? Convenía que los apóstoles estuvieran prevenidos, pero ¿tenía algún propósito en cuanto a Judas mismo? Jesús tenía poder para detener a Judas. No lo hizo pero sí le dijo a él y a todos que sabía los planes de Judas. La Biblia no explica el por qué de este anuncio, pero se puede ver que con esto Jesús le hizo enfrentar lo que pensaba hacer. Le detuvo por un rato, le hizo ver que Él sabía lo que pensaba hacer, y esto le dio la oportunidad de reflexionar seriamente sobre sus hechos. Es como si le hubiera dicho: “Mira lo que está por hacer”. El pensamiento serio acerca del pecado que pensamos cometer debe asustarnos y hacernos recapacitar. Si Judas hubiera aprovechado ese momento para reflexionar, seguramente no habría seguido con el plan. Es mucho peor el pecado frío, calculado, indiferente, premeditado, que sabe a sangre fría lo que está haciendo, a quien se enfrenta con el horror del hecho, y con la mirada amante de Jesús, y sin embargo, elige su propio camino.
¿Supieron el plan de Judas los otros apóstoles? Parece que no. Parece que él logró llevar a cabo su plan a escondidas; pero no podía esconder sus planes de Jesús. Nada escapó de su noticia. Así también sucede con nosotros: a veces podemos esconder nuestros malos hechos de los hermanos, pero no de los ojos de Dios.
Para los apóstoles este anuncio fue una sorpresa y un golpe fuerte. Tenían sus debilidades y hasta esta fecha seguían discutiendo cuál sería el mayor en el Reino, pero ¿entregar a Cristo?[58] Así demostraron su inocencia; sinceramente ignoraban de qué hablaba Jesús. También indica su relación estrecha con Jesús. Humildemente preguntan sobre esto y examinan sus corazones, pero la pregunta: “¿Acaso soy yo, Señor?” espera una respuesta negativa. Eran capaces de desampararle, pero no de entregarle. No sabían que Jesús hablaba de esa misma noche. Parece que no sospechaban de Judas.
El participar de esa cena con traición en el corazón era una violación de la comunión sagrada. Así es el énfasis: Aun después de comer conmigo en este momento solemne, me entregará[59]. El plato contenía la salsa amarga de pasas, higos mezclados con vinagre y otras especias. Más de dos personas hacían esto, pero indicó a alguien cerca de Jesús. Juan 13.24-26 da información más explícita.
Voluntariamente Jesús estaba poniendo su vida[60]. Era el plan predeterminado de Dios; por eso el diablo no podía jactarse de victoria alguna. Lo que sucedió era según el plan de Dios, con la plena cooperación de Jesús. El diablo no le quitó la vida. Pero Judas no era inocente. Tenía la misma culpa como si este acto no se hubiera predeterminado. No fue juzgado por lo que Dios había predeterminado, sino solamente por su propio acto.
Lo que Jesús dice acerca de Judas muestra lo enorme del crimen y que este pecado resultaría en sufrimiento. Muchos hombres ricos y poderosos llevan vidas llenas de placeres, diversiones y toda clase de cosas que dan alegría al hombre, pero lo que Jesús dice acerca de Judas es muy apropiado para todos los hombres que mueren en pecado.
Judas se sintió compelido a preguntar. Aquí se ve la hipocresía con conciencia cauterizada. La frase: “Tú lo has dicho” es una respuesta afirmativa. Entonces Satanás entra en Judas y él sale[61]. No estuvo presente cuando Jesús instituyó la cena del Señor.
d) El mayor (Lucas 22.24-30).
Hubo entre ellos una discusión sobre quién de ellos sería el mayor. Sin duda los apóstoles pensaban que en el reino mesiánico habría oficiales mayores y otros menores, y querían los puestos más altos. Jesús les había dicho que “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”, pero ellos no están pensando en negarse sino en exaltarse. ¿Cuántos discípulos siguen su ejemplo? Esta disputa continuaba hasta la misma noche cuando Jesús fue entregado.
Los hombres del mundo juzgan la grandeza y el éxito dependiendo del poder y el dinero que cada uno tiene. El “grande” en este mundo es hombre prominente y da órdenes a muchos hombres. La verdadera nobleza, según el concepto de Jesús, no se determina por la notoriedad de uno ni por su control sobre otros hombres para manipularlos como quisiera. La razón primaria de esto es que, entre los hombres, el poder de regir sobre otros no implica necesariamente la habilidad de regir a sí mismo. Pero el hombre que pueda exitosamente servir a otros estando contento de hacer grandes a otros es el que tiene bajo control su propio espíritu también. Este rige sobre la ciudadela de su propia alma[62].
Para enfatizar este punto Jesús emplea el doble negativo, “no entraréis de ninguna manera”, porque hacerse como niños significa humillarse y los que no quieren humillarse y someterse a la voluntad de Cristo no entrarán en el Reino. No solamente no seréis grandes en el Reino, ni siquiera entraréis en el reino. No hay “cristianos humildes” como si hubiera otros cristianos no humildes. Todo cristiano es humilde, pues si alguno no es humilde, no es cristiano.
Desde luego, hay cualidades de niños que deben ser evitados[63], pero la humildad es el punto principal bajo consideración en este texto. En esto un niño es un ejemplo de afectos tiernos, de confianza, humildad, docilidad, sencillez, prontitud para creer y obedecer. Orígenes sugiere la prontitud del niño para dejar el pesar, el temor y el enojo, y su descuido de las distinciones sociales entre sus compañeros. Otra cualidad que se debe imitar es que el niño depende enteramente de sus padres. El niño, de naturaleza, es humilde en relación con las personas mayores.
Después de corregir su idea carnal, Jesús les dijo: “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, par que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel”. También en esa ocasión, antes de instituir la cena del Señor, Jesús lavó los pies de los apóstoles[64] para combatir esa actitud carnal de buscar puestos en el Reino como si fuera un reino político.
Siguiendo los pasos de su maestro quien se humilló a sí mismo[65], el discípulo debe tener humildad en mente, palabras y hechos[66]. “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”[67], estos son los humildes que reconocen que delante del Señor están en bancarrota espiritual, y muy necesitados de la gracia de Dios. El que se humille al nivel del niño en su relación con otros es el mayor en el reino[68].
Es importante recordar que los apóstoles que disputaban sobre la cuestión de quién sería el mayor aprendieron la lección que Jesús les enseñó y con toda humildad sirvieron al Señor y sus discípulos, dedicando y aun sacrificando su vida por la causa de Cristo. Es interesante observar que el apóstol Juan escribió el Evangelio sin mencionar su propio nombre; más bien, él habló de Juan el bautizador como si no hubiera otro Juan.
Algunos ejemplos sobresalientes de la humildad son los siguientes: El centurión[69]; la mujer cananea[70]; la mujer pecadora que lavó los pies de Jesús[71]; María, cuando ungió a Jesús[72].
La Biblia nos da muchos ejemplos de los que se hicieron grandes en el Reino. Aparte de los apóstoles, profetas, evangelistas, etc., que sirvieron fielmente al Señor, también leemos de otros ejemplos como los siguientes: Dorcas[73], Febe, Aquila, Priscila[74], la familia de Estéfanas[75]; Gayo[76], etc. De los tales, dice Pablo, que sus nombres están escritos en “el libro de la vida”[77]. Esto indica claramente que los tales son grandes ante los ojos de Dios.
Jesús dio su vida para rescatarnos[78]. Él vino a servirnos[79]. Y, hasta el momento, los discípulos habían permanecido con su maestro en todo momento y por ello recibirían un reino, y ellos juzgarían a Israel. Esta promesa se cumplió comenzando el día de Pentecostés cuando los apóstoles, como embajadores de Cristo[80], ya bautizados con el Espíritu Santo[81], ocuparon sus “tronos” en el sentido de ejercer autoridad en el nombre de Cristo. Pedro y los demás, inspirados por el Espíritu Santo, abrieron las puertas del Reino al anunciar el Evangelio en su plenitud y ofreciendo la salvación de Dios a los que se arrepintieran y fueran bautizados en el nombre de Jesucristo para el perdón de pecados[82]. Esto se confirma en Hechos 2.42. Los que fueron bautizados “perseveraban en la doctrina de los apóstoles”. Al decir “doce tribus de Israel” Jesús hablaba de la totalidad del Israel de Dios, la Iglesia[83].
e) Institución de la Santa Cena (Mateo 26.26-29; Marcos 14.22-25; Lucas 22.19-20).
Jesús tomó el pan, lo bendijo y lo partió para repartirlo. Jesús no dice que el pan que partió llegó a ser literalmente su cuerpo. Si Cristo hubiera desaparecido en ese momento, tal vez habrían pensado que su cuerpo se había transformado en el pan, pero su cuerpo todavía estaba, y el pan se repartió y se comió. Por lo tanto, ellos no podían creer que el pan era su cuerpo literal[84]. Frecuentemente Jesús empleaba lenguaje figurado. Esta figura se llama metáfora. No es simplemente una semejanza, sino una representación; por lo tanto, “esto es mi cuerpo” significa “representa mi cuerpo” y el fruto de la vid representa su sangre. Comemos el pan y bebemos la copa para obedecer el mandamiento de hacer esto en memoria de Cristo[85]. La cena no es un “sacramento”, sino un sencillo memorial, un recordatorio.
Según la teología romana la bendición del pan y “vino” por el sacerdote transforma estos dos elementos en el cuerpo literal y la sangre literal de Cristo[86], de la cual fluye las bendiciones sacramentales de gracia, pero todo lo que encontramos en la Escritura acerca de la cena enseña que es un sencillo recordatorio de la muerte de Cristo. Pablo dice: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?”[87]
No participamos de la cena del Señor para obtener la remisión de pecados, sino que simplemente nos recuerda de la muerte de Cristo, la sangre que fue derramada para el perdón de nuestros pecados. Cristo derramó su sangre, dio su vida, como sacrificio por nosotros[88].
El Antiguo Pacto fue sellado con la sangre de animales[89]. Ese pacto fue perfectamente cumplido por Cristo y el Nuevo Pacto fue sellado con Su sangre.
En base a un concepto erróneo de este texto, los que prohíben el uso de copitas en la cena afirman que la “copa”, que para ellos es el recipiente, representa o simboliza el nuevo pacto; es decir, para los tales hay tres elementos de simbolismo: El pan, el fruto de la vid y el recipiente del fruto de la vid. Esta doctrina es falsa y pervierte y corrompe la doctrina de la cena del Señor. Lo que Lucas y Pablo dicen: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre”, es la misma cosa que Mateo y Marcos dicen: “Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”[90].
Jesús dijo que su sacrificio era para remisión de los pecados. Es interesante que en Hechos 2.38, “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. La expresión “para perdón de los pecados” de este texto es idéntica, palabra por palabra, en el griego, eis aphesin hamartion, con “para remisión de los pecados” en Mateo 26.28. Por lo tanto, si el bautismo no es para perdón de pecados, entonces Cristo no derramó su sangre para remisión de pecados. ¿Enseña alguno que se haga llamar cristiano, que Cristo no derramó su sangre para remisión de los pecados? Claro que no, pero sí enseñan que el bautismo no es para remisión de pecados. En esto son muy inconsecuentes y demuestran su prejuicio hacia el bautismo que, según Jesús, es para salvación[91].
f) Profecía sobre Simón (Mateo 26.30-35; Marcos 14.26-31; 22.31-34).
Los judíos tenían la costumbre de cantar los Salmos 113 al 118 durante la fiesta de la Pascua. Recordemos que el discurso final de Jesús[92], cuando terminó su oración de interceder por sus apóstoles y discípulos, cabe en este lapso de tiempo.
Jesús les dijo que se escandalizarían de él. La palabra “escandalizarse” significa hallar ocasión de tropezar; es decir, los eventos de esa noche serían muy confusos para ellos y serían un gran obstáculo delante de ellos para prevenir su devoción a Él. Lo iban a desamparar.
Pero después de su resurrección, Jesús también hablaba de su resurrección además de su muerte, los vería en Galilea.
Simón Pedro no podía escuchar las palabras de Jesús y quedarse tranquilo, él asegura a su Maestro que aunque todos se escandalicen, él se mantendría firme.
Tratemos de imaginar la mirada amorosa que Jesús le regaló a Pedro, quizá hasta una sonrisa, pero luego, dice unas palabras que en aquel momento hicieron sentir a Simón que se le abría el suelo, cuando Jesús le asegura que esa misma noche le negaría, no solo una vez, sino tres[93].
g) La espada (Lucas 22.35-38).
Jesús les recuerda cuando los envió antes. Aunque había peligros en el área donde habían ido predicando bajo la Comisión Limitada[94], estaban entre su propio pueblo que les ofrecía hospitalidad. Era misión pacífica. Ahora habría más peligros para ellos cuando predicaban bajo la Gran Comisión[95], por lo que era necesario que fueran preparados, incluso con una espada. Desde luego, no se usa la espada para llevar a cabo la obra del Señor ni para evitar persecuciones, pero sí deberían defenderse de los ladrones y asaltantes. Algunos piensan que Jesús habla de espada en sentido figurado, pero es tan literal como bolsa, alforja y capa. La espada que Pedro usó para cortar la oreja de Malco no era figurada.
De último les recuerda la profecía de Isaías 53.12 en que dice que sería contado con los malvados, haciendo alusión a que será ejecutado como un maldito y entre dos malditos. Ellos le señalan dos espadas, y Él les dice: “Basta”. No está diciendo que dos espadas hubieran sido suficientes para todos los apóstoles en sus viajes. Más bien, con esta palabra Jesús termina la conversación. No conviene sacar conclusiones erróneas de estas palabras en cuanto al uso de la espada.
3) En Getsemaní (Mateo 26.36-58; Marcos 14.32-54; Lucas 22.39-55).
a) La agonía (Mateo 26.36-46; Marcos 14.32-42; Lucas 22.39-46).
Jesús oraba cuando fue bautizado, cuando escogió a los doce apóstoles, en el monte de transfiguración, oraba sin cesar. “Habiendo dicho estas cosas” llegó con sus apóstoles a un lugar llamado Getsemaní, palabra que significa “prensa de aceite”. El nombre del huerto es en el monte de Olivos[96]. Muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos[97]. Ahora Jesús entra en este huerto no para escapar de la muerte, sino para prepararse para la muerte. El diablo nos tienta cuando estamos débiles y angustiados, pero Jesús había dicho: “…viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” [98]. Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro.
El huerto de Getsemaní era para Jesús un lugar de suplicación. Aquí dirigía ardientes súplicas al Padre. Jesús se alejó “a distancia como de un tiro de piedra”, aunque estuvieran los once apóstoles en el huerto con Jesús, quería estar a solas con el Padre, como había hecho tantas veces durante su vida. Así fue que el huerto de Getsemaní era para Jesús un lugar de soledad. Primero, se arrodilló[99]; luego “cayó sobre su rostro”, indicando la intensidad de su suplicación al Padre. No solamente oró, sino que oró “intensamente”[100]. No dijo “Padre nuestro”, sino “Padre mío”, porque la relación entre Cristo el Padre es distinta a la relación que sostenemos con el Padre. Él dice “Abba Padre”[101], “Abba” es una palabra aramea que generalmente usan los niños pequeños, e implica una confianza total; “padre” expresa un entendimiento inteligente de la relación. Las dos palabras juntas expresan el amor y la confianza inteligente del hijo.
Jesús no acude al Padre en oración para pedir doce legiones de ángeles para destruir sus enemigos[102].
Él estaba triste y angustiado de manera tremenda[103]. Jesús estaba plenamente consciente de ser la víctima sacrificial por los pecados del mundo. Los pecados de todos nosotros lo oprimían en esos momentos[104]. Aunque nunca había pecado, por nosotros fue convertido en pecado, para poder justificarnos delante de Dios; es decir, Dios lo hizo el sacrificio por nuestros pecados[105].
No debemos pensar que Jesús experimentara tanta agonía por contemplar solamente la muerte física. ¿Quién puede creer que Él tuviera tanto temor de la muerte cuando muchos de sus seguidores han confrontado la muerte con toda valentía? No es posible comprender la agonía de Jesús porque era un sufrimiento único. No hay otro, ni antes de después de Jesús, que haya sufrido como Él. Jesús tenía plena comprensión de lo que significaba ser el sacrificio por los pecados del mundo[106].
La expresión hasta la muerte no era figura. La angustia que Jesús sentía era suficiente para matar. Hay una condición llamada “postración nerviosa” que puede ser fatal[107].
Durante unos tres años y medio Jesús había guiado y ayudado a sus discípulos, y ahora quería la simpatía, ayuda y compañerismo de hombres. Jesús se apartó tres veces para orar, y esperaba que sus seguidores más fieles le acompañaran en ese momento orando por Él.
Postrado “sobre su rostro”, no tumbado ni pegando brincos, sino en una posición de clamor, Jesús oraba al Padre. Jesús conocía las perfecciones del poder y sabiduría del Padre, y por eso pidió que si fuera posible que “pase de mí esta copa”, o como dice Marcos 14.35: “…pasase de él aquella hora”.
La palabra copa significa sufrimiento. Jesús dijo a Juan y Jacobo: “…de mi vaso beberéis”[108], porque ellos iban a sufrir por Cristo. Cristo pidió que “aquella hora” pasara, que el Padre apartara de Él esa copa, y su oración fue oída[109].
Todo comentario sobre Mateo 26.39 debe armonizar con lo que Jesús dice en Juan 12.27. Él nació para morir como sacrificio por los pecados del mundo[110]. Eso era su propósito, desde antes de venir al mundo. La Biblia habla del plan eterno de Dios para la redención del hombre[111].
Cristo había anunciado su muerte varias veces durante su ministerio personal, no como una posibilidad, sino como una realidad. Nunca estaba en duda su muerte[112].
Todo comentario sobre Mateo 26.39 también debe armonizar con todo lo que Jesús mismo había dicho con respecto a su muerte y resurrección y los temas relacionados. Por ejemplo:
i. El discipulado[113].
ii. La Cena del Señor[114]. Con toda confianza dijo: “Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre”. En Su muerte venció a Satanás y estableció Su propio Reino en el cual participamos con Jesús en la Cena del Señor.
iii. El bautismo[115].
iv. La Iglesia[116].
Nadie puede comprender a fondo la agonía de Jesús en Getsemaní y en Calvario. Por eso, nadie la puede explicar. El problema es que nosotros no podemos comprender a fondo los misterios de la encarnación ni los de la expiación, pero Jesucristo sí los comprendía. Él había llegado a un momento de angustia que era hasta la muerte; es decir, la agonía que sentía en esos momentos era lo suficientemente pesada como para matarlo a no ser por la ayuda del Padre. Su alma fue azotada de una manera que, para nosotros, era completamente incomprensible e indecible. Con toda insistencia, pues, Jesús rogaba al Padre que si fuera posible “pasase de él aquella hora”, “aparta de mí esta copa” [117].
Jesucristo estaba completamente sumiso al Padre. Él vino al mundo para hacer la voluntad del Padre, pero la Biblia no enseña que Cristo pedía que Dios cambiara el plan de salvación. Los comentarios de algunos implican que Jesús dudaba del plan divino y creía que tal vez hubiera otra manera de salvar al hombre, aunque sabía que el plan que vino a llevar a cabo fue hecho por Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, desde antes de la fundación del mundo y que definitivamente era el único plan de salvación. No había y no hay plan alternativo u opcional. Además, era un plan infalible. Dios no iba a fallar. Cristo no iba a fallar. Cristo no vino al mundo “para ver si podía salvarnos”; más bien, vino para salvarnos y lo hizo. La idea de que pudiera haber otro plan es precisamente la esperanza falsa de millones de personas en la actualidad. Esperan, y esta es su esperanza y confianza, que en el día final Dios tenga otro plan para salvar a los que no hayan obedecido al Evangelio. Esta es una esperanza vana.
Jesús dejó de orar y se acercó a sus discípulos, pero estaban durmiendo y los exhortó. Ellos estaban cansados y sentían la presión de las circunstancias. Aunque no comprendían el significado de todo lo que Jesús les decía, emocionalmente estaban agotados. Por eso, al estar solos se durmieron. Seguramente habrían velado con Él si hubieran comprendido la gravedad de la situación. Aunque estaban muy cansados y tristes, seguramente no reconocían la urgencia de orar y velar con Jesús.
Poco antes de esto, Pedro había dicho: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte” y poco después de la experiencia de Getsemaní Pedro demostró su valentía[118], pero la necesidad del momento fue que él orara y velara con Jesús.
Al principio Jesús dijo: “Velad conmigo”[119]; ahora no dice eso, sino “velad y orad, para que no entréis en tentación”. Jesús comprendía el peligro de la tentación del diablo, como también la debilidad del hombre. Si no oramos y velamos, hay peligro de entrar sin darnos cuenta en tentaciones que nos pueden destruir. “Velar” significa estar vigilante, mantenerse despierto, esperando tentaciones y pruebas y estando prevenidos[120].
“Orar” significa que no confiamos en nosotros mismos sino en Dios, y que necesitamos ayuda de Él para encontrar la salida de toda tentación[121] y para tener la fuerza espiritual para soportar toda prueba. Esto explica Mateo 6.13. ¿En qué sentido pudieran entrar en tentación? ¿De qué tentación habló? Aunque Jesús estuvo muy afligido, se preocupaba por sus apóstoles, aun en la cruz se preocupó por su madre. Jesús oró fervientemente y los apóstoles deberían orar también.
Jesús sabía que los apóstoles creían en Él y que querían ser fieles, pero también sabía que la vida de ellos pronto estaría en gran peligro, que serían sujetados en seguida a fuertes tentaciones de desampararle y a negarle. Como el diablo dijo acerca de Job: “Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida”[122]. Lamentablemente esta es la regla de vida de muchos, pero muchos discípulos de Cristo murieron en lugar de negarle.
Otra vez fue a orar. Jesús practicó lo que había enseñado, de que debemos perseverar en la oración[123]. Estas no son “vanas repeticiones”[124].
Después de orar por tercera vez, Jesús dice a sus discípulos: “Dormid ya, y descansad”, pero casi inmediatamente los alerta. Es posible que después de decir: “Dormid ya, y descansad”, que Jesús pudiera ver las antorchas de los que venían para prenderle. Jesús sabía que no solamente la vida de Él sino también la de ellos peligraba.
Confiadamente Jesús confronta a sus enemigos y sus pruebas. Había orado fervientemente, y de la manera más sumisa, al Padre, y ahora está bien fortalecido.
b) El arresto (Mateo 26.47-56; Marcos 14.43-52; Lucas 22.47-53).
i. El beso traidor (Mateo 26.47-50; Marcos 14.45-46; Lucas 22.47-48).
Judas conocía el lugar donde estaba Jesús, porque se habían reunido allí a menudo. Además, Jesús sabía que Judas sabía esto. Él no se escondía; al contrario, estuvo en un lugar donde fácilmente podrían encontrarle. ¿Por qué explica Mateo que Judas era “uno de los doce”? Porque Judas era nombre muy común, y era necesario especificarlo. Esta explicación enfatiza lo inexcusable del acto: Este que era uno de los doce, pero ya no está con ellos, sino que se ha aliado con los enemigos de Jesús y sirve de guía de ellos para prender al Maestro.
La “multitud” de pecadores estaba compuesta de soldados, una unidad militar romana[125], la guardia del Templo[126], principales sacerdotes, y ancianos. Llevaban linternas, antorchas y espadas y garrotes. ¿Por qué tanta gente y por qué llevaron armas? El número grande de hombres armados indica que temían a Jesús. Judas sabía mejor que nadie el poder de Jesús. Tal vez temieron que hubiera un grupo grande de discípulos para defender a Jesús. Recuérdese que en otras ocasiones habían pensado prender a Jesús y fallaron[127].
Pero este “ejército” era totalmente innecesario e inútil. Si Jesús hubiera querido escapar, lo habría hecho[128], pero estaba listo a entregarse y, por eso, sobraba “la multitud”. ¿Acostumbraban los judíos llevar una “multitud” cuando salían para encontrar y matar al cordero para la pascua?[129] Jesús les preguntó: “¿A quién buscáis?” No había ninguna necesidad de que Judas lo identificara con beso, porque Jesús “se adelantó” para identificarse solo. Dijeron: “A Jesús el Nazareno”. Él les dijo: “Yo soy”. Entonces “retrocedieron y cayeron a tierra”. Esto indica que se asombraron por la majestad, dignidad y valentía de Jesús y que le tenían mucho temor. Es posible que al oír las palabras “Yo soy”, reconocieron que Jesús se identificaba como Dios[130].
Este pasaje es usado para apoyar lo que algunos llaman “el golpe del Espíritu”, en donde la gente cae supuestamente por el poder del espíritu Santo que fluye especialmente de los “tele-evangelistas”, pero olvidan que los que cayeron al escuchar las palabras de Jesús no eran creyentes, sino más bien eran pecadores, incrédulos que iban a arrestar a Jesús, mientras que los que caen en la actualidad se supone que son cristianos.
Judas había convenido con ellos que él besaría a Jesús para que le pudieran arrestar. ¿No conocieron a Jesús? ¿Por qué era necesaria esta señal? Era de noche y entre los árboles del huerto hubiera sido difícil distinguir entre Jesús y sus discípulos, pero no se imaginaban que Jesús iba a identificarse sin resistencia alguna, antes del beso de Judas.
Con un beso Judas entregó al Mesías. Jesús le llamó la atención a Judas y a todos que no le besó como discípulo sino como un traidor[131]. Se usaba el beso para saludar. Indicaba amistad y afecto. Judas no simplemente le besó, sino que “le besó efusivamente”[132]. A Judas se le olvidó que Jesús sabía los pensamientos del hombre[133]. Él quebró todas las leyes del amor, de la fidelidad y lealtad y profanó el símbolo de amistad. Judas nunca se imaginaba que en esos momentos él estaba originando un proverbio universal: Cualquier acto de traición se llama “el beso de Judas”.
Nuestro Señor Jesucristo fue prendido para que nosotros gozáramos de plena libertad[134].
ii. Simón y Malco (Mateo 26.51-54; Marcos 14.47; Lucas 22.49-51).
Pedro sacó su espada, e hirió a un siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja. Los discípulos tenían dos espadas. Pedro tenía una de ellas, el que tenía la otra no era tan valiente o imprudente. Pedro había dicho que estaba dispuesto a morir por Jesús y aquí muestra que era cierto lo que decía. Cuando preguntaron: “¿heriremos con espada?” Pedro, siempre impulsivo, no esperó la respuesta de Jesús, sino que sacó su espada y cortó la oreja del siervo del Sumo Sacerdote. Juan era conocido del sumo sacerdote[135] y por eso sabía que el nombre de su siervo era Malco. Desde luego, Pedro no pensaba cortar la oreja de Malco[136], sino su cabeza.
Jesús detiene el esfuerzo por salvarle del arresto y prohibió que sus discípulos resistieran a los oficiales, y al mismo tiempo pide a estos que dejen ir a sus discípulos.
Jesús aclara sus discípulos que la violencia solo engendra violencia. La prueba más clara de esta verdad se ve en las pandillas que día tras día siguen matándose unos a otros. Al decir esto Jesús no contradice lo que Pablo dice en Romanos 13.1-4, pero es cierto que aun los oficiales que llevan la espada para tomar la venganza de Dios frecuentemente se hieren y se matan. Lo que Jesús dijo era mensaje para los judíos también, porque estos tomaron la espada de los romanos para prender y crucificar a Jesús, pero poco después ellos mismos fueron destruidos por la espada de los romanos.
El punto principal es que el Reino de Jesús no es de este mundo y por eso sus siervos no pelean con tales armas. Jesús dijo a Pilato: “Mi Reino no es de este mundo; si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí”[137]; Pilato no podía negar lo que Jesús decía, porque Jesús no resistió cuando los oficiales le prendieron. El Evangelio del Rreino no se debe defender de esa manera. La única espada que sirve para este propósito es la espada que sale de la boca de Cristo[138].
Jesús aclara a Pedro que Él podía pedir doce legiones de ángeles, y una legión romana era la unidad militar de infantería básica, consistía en un cuerpo de infantería pesada de unos 4200 hombres, que más tarde alcanzaría entre los 5200 y 6000 soldados de infantería y 300 jinetes para completar un total de entre 6000 y 6300 efectivos. Así que doce legiones serían cerca de 72 000 ángeles. ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga? Las Escrituras profetizaban que el Mesías iba a sufrir: Salmos 22; Isaías 53; Zacarías 13.7. Lo que Jesús dice aquí, enfatiza que su muerte era voluntaria. Por eso, en ese momento Jesús no fue derrotado por sus enemigos, sino que El gozaba de triunfo sobre ellos. Desde luego, el propósito de ellos no era cumplir la Escritura, pero en realidad es lo que hacían.
iii. Jesús preso (Mateo 26.55-56; Marcos 14.48-50; Lucas 22.52-53).
Jesús preguntó: “¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el Templo, y no me prendisteis”. La palabra “ladrón” significa más bien “bandido” o bandolero, o salteador de caminos, que huyera de la justicia. Poco después Jesús fue crucificado entre dos criminales. Todo esto fue hecho para pintarlo como uno de los peores criminales que mereciera la muerte.
Lo que Jesús les dice indica que era inocente, porque si hubiera sido criminal en sentido alguno, le habrían prendido públicamente cuando estaba enseñando en el Templo. Con esto Jesús les reprocha por su conducta inconsecuente y vergonzosa. Concluye diciendo: “…más esta es vuestra hora”[139], es decir, en estos momentos ellos creían que eran muy victoriosos y que lograban su propósito, cuando en realidad estaban llevando a cabo el plan de Dios para salvarnos.
Todos los discípulos huyeron, aunque dos de ellos, Pedro y Juan, estuvieron en el patio del sumo sacerdote[140]. Si este relato de Mateo hubiera sido falso, ¿habría incluido el detalle de la fuga de los apóstoles?
v. El joven desnudo (Marcos 14.51-52).
Solo Marcos menciona a cierto joven que seguía al grupo, cubierto el cuerpo con una sábana. No sabemos quién fue este joven; algunos suponen que fue Marcos mismo, pero esa conclusión es pura suposición. Jesús había pedido permiso para sus discípulos que no fueran tomados como él, y ellos después huyeron. Ahora, estando prendido Jesús, este joven le sigue. Tal vez, de esta manera los soldados del Templo pensarían que es discípulo de Jesús, e intentan prenderle a él también.
Los oficiales agarran la sábana suelta que el joven trae sobre el cuerpo, y él, dejando la sábana, desnudo, o con solamente la ropa interior, logra escaparles. Este detalle explica por qué en el versículo anterior se mencionó el punto de tener el joven el cuerpo cubierto con una sábana.
c) Simón y Juan en el atrio (Mateo 26.58; Marcos 14.54; Lucas 22.54-55).
Pedro inicialmente huyó de la turba en Getsemaní, pero luego siguió de lejos hasta la casa de Caifás. El otro discípulo, Juan, le introdujo al patio, y ahora Pedro se encuentra con los oficiales, o siervos, del Sanedrín, calentándose al fuego. En esto Pedro muestra hipocresía, dándose como uno del grupo.
4) El juicio (Mateo 26.57-68; Marcos 14.53, 55-65; Lucas 22.56-65).
a) Ante Caifás (Mateo 26.57; Marcos 14.53).
Jesús fue llevado ante el sumo sacerdote. Marcos omite el hecho de que primero Jesús fue llevado a la casa de Anás[141], el sumo sacerdote oficial. Los romanos le habían reemplazado con Caifás[142], el yerno de Anás, quien ahora rige como el sumo sacerdote. Se reúne en su casa todo el Sanedrín[143].
El Sanedrín era como la Corte Suprema de los judíos. Bajo los romanos, el Sanedrín tenía permiso de juzgar casos de religión y de diferencias entre ellos, pero no se les permitía ejercer pena capital[144]. Tenían que buscar la aprobación del gobierno romano que se encargaría de ello. Estos hombres, que buscan la muerte de Jesús[145] ¡van a ser sus jueces! Este juicio es una farsa.
Al anochecer, después de que Jesús fue arrestado, fue llevado a la casa de Anás donde fue detenido, interrogado y golpeado. Anás se lo entregó a Caifás, pero Caifás no tenía autoridad para ordenar pena de muerte a nadie, por tanto llevó a Jesús ante Pilato, gobernante romano en Judea, para que decidiera su suerte[146].
La posición de Caifás era establecer que Jesús era culpable no solo de blasfemia sino de proclamarse el Mesías que podría ser entendido como el retorno del rey David. Esto habría sido un acto de sedición que podría merecer la pena de muerte por parte del romano.
El argumento de rebelión y sedición que presentó Caifás no le dio resultado ya que Pilatos no lo encontró culpable, a pesar de que Caifás afirmó que el pueblo de Judea no tenía más emperador que el César romano. Pilato, en cambio, deja que la muchedumbre decida la suerte de Jesús dándoles a escoger entre liberar a un preso de nombre Barrabás o liberar a Jesús. La muchedumbre animada por los sacerdotes escoge la liberación de Barrabás y la crucifixión de Jesús[147].
Después de la crucifixión de Jesús, Caifás continuó persiguiendo a la Iglesia primaria. En una ocasión llevó a los apóstoles delante de los líderes religiosos y les recordó que ya se les había prohibido diseminar las enseñanzas de Jesucristo[148]. Aunque la Biblia no dice nada más de él, se dice que Caifás murió asesinado, en la toma de Jerusalén por los romanos.
La llamada Tumba de Caifás, o “Tumba de la familia de Caifás” fue descubierta accidentalmente por trabajadores que construían un camino en un parque, justo al sur de la parte antigua de la ciudad de Jerusalén. Los arqueólogos encontraron 12 osarios[149], conteniendo los restos de 63 individuos. El osario más bellamente decorado estaba inscrito con el nombre de José, de la familia de Caifás. Ese fue el nombre completo del sumo sacerdote que arrestó a Jesús, como está documentado por Josefo, en su libro Antigüedades 18:2, 2; 4, 3. En su interior estaban los restos de un varón de 60 años, casi con certeza los de Caifás del Nuevo Testamento. Este extraordinario descubrimiento ha provisto por primera vez a los estudiosos con los restos físicos de un individuo nombrado en la Biblia.
b) Falsos testigos (Mateo 26.59-62; Marcos 14.55-60).
El concilio judío, o sunedrion, palabra griega que es transliterada “Sanedrín” y que literalmente significa “sentarse juntos”; es decir, una asamblea para juzgar. Estos jueces no son imparciales, buscando la verdad. Buscan otra cosa, porque su meta es crucificar a Jesús. Hallan falsos testigos, pero la evidencia que buscan, no la hallan. Según la Ley de Moisés[150], necesitan hallar cuando menos dos testigos que acusen a Jesús de un crimen que merezca la muerte. Han traído a Jesús a juicio con demasiada prisa y por eso no han hecho los preparativos legales. No tienen hecha una acusación formal contra Jesús, ni testigos preparados. Van “buscando” esto, pero ya tienen la sentencia hecha: “¡Crucifíquenle!”[151].
Entonces dos testigos presentan su “prueba”, pero su testimonio es falso porque no representa la realidad del caso; ignora el contexto en que habló Jesús en cierta ocasión en Jerusalén hacia como tres años.
Los testigos dicen que le escucharon decir: “Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano”. En este pasaje Jesús dijo a los judíos que ellos destruyeran “este templo”. No dijo nada acerca de que él hiciera algo al Templo. Eso de “hecho a mano”, y “hecho sin mano”, no es parte de las palabras de Jesús. Estos dos testigos distorsionan las palabras de Jesús. Pero ni aun así concordaban en el testimonio. El plan falla, pues no se puede condenar con testimonio contradictorio. Lo que dicen los dos testigos en los puntos principales no está de acuerdo. Marcos no menciona en qué no concordaban los dos testigos.
El sumo sacerdote preguntó a Jesús si quería defenderse. ¿Pensaría el sumo sacerdote que el silencio de Jesús fue admisión de culpa? Él desafía a Jesús a que responda a la acusación, y que dé alguna explicación de ella, aunque no había concordancia entre lo que dijeron los dos testigos. Quiere forzar a Jesús a incriminarse a sí mismo, aunque sabe que ninguna cosa dicha por Jesús les va a satisfacer. Ya han determinado su sentencia.
c) Declarado blasfemo (Mateo 26.63-66; Marcos 14.61-64).
Jesús se mantiene callado. No le toca al acusado desenvolver el testimonio contradictorio de falsos testigos. Jesús queda en silencio. Esto sin duda, provoca al sumo sacerdote, porque hasta este punto el Sanedrín ha fallado en sus propósitos bajos de conseguir una acusación deseable contra Jesús.
Los falsos testigos y el silencio de Jesús no bastan para incriminar a Jesús. Por eso Caifás hace un nuevo ataque; llega a la cuestión misma: La Deidad de Jesús. Ya había pronunciado las palabras de Juan 11.49-50. Le manda contestar bajo juramento[152]. Quiere obligar a Jesús a condenarse a sí mismo, en la suposición de que en realidad no es e Mesías, no es el Hijo de Dios. La historia de Jesús en su ministerio personal atestiguan a la reclamación de ser el Mesías, el Hijo de Dios, y por eso muchos llegaron a tal conclusión[153]. Aun los demonios reconocían que es el Hijo de Dios, y testigos oyeron este testimonio[154].
La respuesta de Jesús se registra aquí: “Yo soy”, como también en Mateo 26.64: “Tú lo has dicho”, y en Lucas 22.70: “Vosotros decís que yo soy”. Es muy posible que las tres frases se expresaran verbalmente en los intercambios de palabras, y significan la misma respuesta afirmativa.
Esta es la primera declaración pública y formal que Jesús hace de ser el Mesías, de ser el Hijo de Dios, de ser Deidad. Les hace ver a quién están condenando a la muerte. Unos pocos días atrás, en el Templo, hablando de la destrucción de Jerusalén, Jesús habló de venir en las nubes del cielo. El concilio, que ahora le condena, va a ser condenado y destruido en el tiempo señalado. Él va a ser su juez; ellos lo verán.
Ya que Jesús, en amplias palabras, asevera su Deidad, el sumo sacerdote rasga su vestidura, evidenciando así su horror de que un sencillo hombre hiciera tal reclamación. Para él la admisión de Jesús basta para que tengan ellos suficiente causa para procurar su muerte[155]. El rasgar la ropa indicaba sentir gran pena en ocasión de blasfemia[156]. Fue un acto involuntario, pero con el tiempo vino a ser una formalidad. La carnalidad de Caifás y todo el concilio hace que en esta ocasión, el rasgar la vestidura sea una sencilla demostración fingida de gran pena e indignación.
Si lo que Jesús confesó o admitió no hubiera sido la verdad, entonces sí habría sido caso de blasfemia. El concilio no llamó a ninguno de los muchos testigos a través del país de los milagros hechos por Jesús que atestiguaron a su Deidad. Su corte no es una de justicia, sino de conclusión predeterminada.
d) La negación de Simón (Mateo 26.69-75; Marcos 14.66-72; Lucas 22.56-62).
El Sanedrín está arriba en el aposento alto. Mateo 26.69 dice: “Pedro estaba sentado fuera en el patio”. La criada es la misma que le había abierto la puerta a Pedro para que entrara al patio[157]. Con detalle, Marcos nos hace ver cómo ella primero estudia la persona de Pedro[158], y luego, estando segura, le expone en la presencia de los oficiales o guardias que no sabían quién era él.
Pedro niega en dos formas: Dice que no conoce a Jesús[159], y que no entiende lo que ella está diciendo. Es una doble mentira; él complica su negación del Señor. El discípulo tan confiado del Señor está siendo tumbado por una criada sencilla.
“…y cantó el gallo”. Algunos manuscritos antiguos omiten esta frase. Las versiones BLA, ECU, NVI, VHA, y VNM no la contienen. El gallo pudo haber cantado la primera de las dos veces antes de ser hechas las tres negaciones de Pedro. Si esta frase cabe aquí, entonces se refiere a la primera de las dos veces que el gallo va a cantar. En este caso, dado que el primer canto del gallo era cerca de la media noche, se indica que más o menos una hora pasó entre la primera negación de Pedro y la segunda. Lucas 22.58 nos informa que “un poco después” sucedió la segunda negación.
Pedro se levanta y sale a la entrada, tal vez para evitar más exposición o denuncia, o para procurar salir.
Marcos registra que la criada siguió insistiendo en dar a conocer que Pedro había estado con Jesús, aunque Mateo 26.71 dice que fue “otra” criada. Hubo varios en la puerta, y esta criada se dirige, no a Pedro, sino “a los que estaban allí” y dijo: “También éste estaba con Jesús el nazareno”. Lucas 22.58 agrega que un hombre le dijo a Pedro: “Tú también eres de ellos”. Pedro lo negó, diciendo: “Hombre, no lo soy”[160], “No conozco al hombre”[161].
Pedro se refiere a su Señor como nada más “hombre”. El verbo “negó” aquí en nuestra versión, según el texto griego, es del tiempo imperfecto, indicando así que Pedro persistía en negar.
Lucas 22.59 tiene a uno hablando por los demás, o juntamente con ellos, y según Juan 18.26 esta persona es un familiar de Malco.
Para ahora Pedro ha hablado suficientemente para revelar que es Galileo; es sabido por su dialecto regional. Todos los apóstoles, menos Judas, eran galileos[162]. Sin duda para ahora Pedro está bien asustado, pero esto no justifica sus mentiras. Otra evidencia de que Pedro es “uno de ellos” es que el pariente de Malco reclama que vio a Pedro con Jesús en el huerto de Getsemaní[163].
Pedro toma una actitud que nos sorprende a quienes hemos venido leyendo sobre él en los Evangelios, aunque quizá no lo haga para los presentes ahí, ya que era un pescador, famosos por sus malas maneras de expresarse. “Maldecir” viene del griego anathematizo y significa “traer sobre sí anatema”; o sea, “dedicación a destrucción”. Pedro en efecto dice: “Que Dios traiga sobre mí su ira si no digo la verdad”. Además, Pedro dice que habla bajo juramento. Sus negaciones progresivamente se empeoran. Ellos usan el nombre de Jesús el nazareno, pero Pedro rehúsa pronunciar el nombre de Jesús; solamente dice: “este hombre”.
Algunos investigadores identifican la hora como de las tres de la mañana. Mateo y Lucas revelan lo mismo, sin mencionar dos cantos del gallo. El canto del gallo al cual ellos se refieren es este segundo que Marcos ahora detalla.
Al oír al gallo cantar esta vez, Pedro se acuerda de las palabras del Señor y reconoce que ha cumplido esa profecía de Jesús. Contemplando su cobardía y conducta vergonzosa, comienza a llorar “amargamente”[164], y sigue llorando. Lo que contribuye también a este cambio de mente es la mirada que, en el momento de cantar el gallo, le dio el Señor[165]. Aparentemente en ese momento le llevaban a Jesús de la sala del juicio abajo por el patio, ya terminado el juicio.
Ya sale el miedo y entra el remordimiento en Pedro. Su conciencia le lastima fuertemente. Se arrepiente[166]. Por contraste, Judas se suicidó.
e) Abofeteado (Mateo 26.67-68; Marcos 14.65; Lucas 22.63-65).
Los custodios de Jesús se burlaban de él y le golpeaban, queriendo indicar que estaban insultados y ofendidos por lo que Jesús había dicho de sí mismo. Si un mero hombre profesa ser Dios, entonces es digno de tal tratamiento por haber blasfemado a Dios. Querían enfatizar que eran muy celosos y odiaban la blasfemia contra Dios. Por eso, perdieron todo sentimiento de dignidad y misericordia. En esta ocasión se muestra lo que le costó a Jesús confesar que Él era el Hijo de Dios[167].
[1] Levítico 23.6-7; Éxodo 12.7-8, 14-17.
[2] Éxodo 12.7-8.
[3] Hebreos 3.6; 1 Pedro 2.5; 1 Timoteo 3.15; Efesios 2.19.
[4] 1 Corintios 3.16-17; 6.19-20; 2 Corintios 6.15-18.
[5] 1 Corintios 2.11-14.
[6] Deuteronomio 21.22-23.
[7] 2 Corintios 5.21.
[8] Lucas 16.19-24.
[9] Lucas 22.1.
[10] Éxodo 12.15-19.
[11] Juan 6.32-36, 38.
[12] Levítico 8.1-2, 26-27; Éxodo 29.2, 23.
[13] Números 6.1-21.
[14] Levítico 2.1, 4, 14-16; 6.14-18; 7.11-12.
[15] Éxodo 12.17, 30-34.
[16] Éxodo 12.15, 19-20.
[17] Marcos 8.14-15; 6.14-18; Mateo 2.7-12.
[18] Marcos 8.15; Mateo 16.5-12; 23.1-3; Lucas 11.37-44; 12.1.
[19] Mateo 16.6-12.
[20] Marcos 12.18; Hechos 23.6-8.
[21] 1 Corintios 4.17-21; 5.1-13; 6.1, 9-11, 13, 16-18; 8.1; 13.4, 2; 2 Corintios 12.20-21.
[22] Éxodo 12.34, 39.
[23] 1 Corintios 5.7-8.
[24] Josué 24.14; Efesios 5.26; 6.24; Filipenses 1.10; 1 Pedro 2.2.
[25] Juan 17.17, 19; Hechos 20.32; 2 Crónicas 30.15; 35.1,6; Éxodo 19.10,14; 28.39-41; Levítico 8.30; 11.44; 20.7; Hebreos 10.10, 14; 1 Corintios 1.2.
[26] Hechos 22.16.
[27] 1 Corintios 10.1-2.
[28] Éxodo 12.43; Números 9.11; Juan 18.28.
[29] Éxodo 12.8.
[30] Éxodo 12.41.
[31] Juan 6.35.
[32] Juan 19.31.
[33] Juan 6.35.
[34] Mateo 27.38.
[35] Mateo 27.59-60.
[36] Efesios 4.7-8.
[37] Romanos 5.17-18.
[38] Romanos 6.23.
[39] Romanos 5.12, 14-15.
[40] Efesios 2.8-9.
[41] 1 Corintios 12.1, 4.
[42] 1 Corintios 12.8-11.
[43] 1 Corintios 5.6-8.
[44] 1 Corintios 11.20.
[45] Hechos 2.42; 20.7.
[46] 1 Corintios 10.16.
[47] 1 Corintios 11.24.
[48] 1 Timoteo 4.4-5.
[49] Figura que consiste en designar una cosa con el nombre de otra.
[50] Deuteronomio 28.5.
[51] Jeremías 49.12; Ezequiel 23.32.
[52] 1 Corintios 10.21.
[53] Lucas 11.17.
[54] Hebreos 12.1-2.
[55] Revelación 3.21; Lucas 22.15.
[56] Hechos 20.7.
[57] Juan 13.21.
[58] Juan 13.22.
[59] Salmos 41.9.
[60] Juan 10.17; 15.13.
[61] Juan 13.30.
[62] Proverbios 16.32; 25.28.
[63] Mateo 11.16; 1 Corintios 14.20; Efesios 4.14; Hebreos 5.13.
[64] Juan 13.5.
[65] Filipenses 2.5-8.
[66] Filipenses 2.2.
[67] Mateo 5.3.
[68] Filipenses 2.3; Romanos 12.3, 10, 16.
[69] Lucas 8.5-13.
[70] Lucas 15.21-28.
[71] Lucas 7.36-50.
[72] Marcos 14.3-9.
[73] Hehcos 9.36, 39.
[74] Romanos 16.1, 3-4.
[75] 1 Corintios 16.15-16.
[76] 3 Juan 5-6.
[77] Filipenses 2.3-4.
[78] 1 Pedro 1.18-19.
[79] Juan 13.12-15.
[80] 2 Corintios 5.20.
[81] Hechos 1.4-5; 2.1-4.
[82] Hechos 2.38.
[83] Gálatas 6.16.
[84] Mateo 13.38-39.
[85] 1 Corintios 11.24.
[86] Esta doctrina se llama “transubstanciación”.
[87] 1 Corintios 11.16.
[88] Éxodo 24.8; Levítico 17.11.
[89] Éxodo 24.3-12.
[90] Mateo 26.28.
[91] Marcos 16.16.
[92] Juan 14-16.
[93] Romanos 12.3.
[94] Mateo 10; Lucas 10.
[95] Mateo 28.19.
[96] Juan 18.1.
[97] Juan 18.2.
[98] Juan 14.30.
[99] Lucas 22.41.
[100] Lucas 22.44.
[101] Marcos 14.36.
[102] Mateo 26.53; Juan 19.11.
[103] Isaías 53.4-6.
[104] 2 Corintios 5.21.
[105] Isaías 53.10
[106] 2 Corintios 5.21; Isaías 53.10.
[107] Lucas 22.44.
[108] Mateo 20.23.
[109] Hebreos 5.7.
[110] Hebreos 10.4-5.
[111] 1 Pedro 1.18-20; Efesios 3.11.
[112] Mateo 16.21-23; 20.28; Juan 3.14; 8.28; 10.11, 17-18; 12.32-33; 1.29.
[113] Mateo 16.24.
[114] Mateo 26.26-28.
[115] Mateo 28.19; Romanos 6.4.
[116] Mateo 16.18; Hechos 20.28.
[117] Marcos 14.35, 36.
[118] Mateo 26.50.
[119] Mateo 26.38.
[120] Mateo 24.43; 26.38, 40-41.
[121] 1 Corintios 10.13.
[122] Job 2.4.
[123] Mateo 7.7-11; Lucas 11.1-13; 18.1-8.
[124] Mateo 6.7.
[125] Juan 18.3, 12.
[126] Lucas 22.52.
[127] Juan 7.45-47; 8.59; 10.39.
[128] Lucas 4.30.
[129] Juan 18.4-9.
[130] Juan 8.24, 58.
[131] Proverbios 27.6.
[132] LBLA
[133] Juan 2.24-25.
[134] 2 Corintios 8.9.
[135] Juan 18.15-16.
[136] Juan 18.10.
[137] Juan 18.36.
[138] Revelación 2.16; Efesios 6.17; 2 Corintios 10.3-5.
[139] Lucas 22.53.
[140] Juan 18.15-18.
[141] Juan 18.12-13.
[142] Mateo 26.3.
[143] Lucas 22.64.
[144] Juan 18.31.
[145] Marcos 14.1; Mateo 26.3-4.
[146] Mateo 27.2.
[147] Mateo 27.15-26.
[148] Hechos 5.28-29.
[149] Cajas de piedra caliza para guardar huesos.
[150] Deuteronomio 17.6.
[151] Marcos 14.1; 15.13.
[152] Levítico 5.1.
[153] Juan 1.34, 49; 4.25-26; 5.18-47; 8.16-20, 53-59; 10-29-33, 37-39.
[154] Marcos 1.24; 3.11; 5.7.
[155] Levítico 24.16.
[156] 2 Reyes 18.30-19.1.
[157] Juan 18.15-18.
[158] Lucas 22.56.
[159] Lucas 22.57.
[160] Lucas 22.58.
[161] Mateo 26.72.
[162] Hechos 2.7.
[163] Juan 18.26.
[164] Mateo 26.75; Lucas 22.62.
[165] Lucas 22.60.
[166] Lucas 22.32.
[167] 1 Pedro 2.23-24.