I. Puntos en común.
Los Evangelios Sipnóticos presentan un ordenamiento general de los hechos de la vida de Jesús que es común a los tres y puede resumirse en cuatro etapas:
ü La preparación previa a la predicación de Jesús.
ü La predicación del reino y milagros en Galilea.
ü El camino a Jerusalén.
ü La predicación y milagros en Jerusalén. Pasión, muerte y Resurrección de Jesús.
Entre los tres se observa que hay muchos fragmentos en común, así como entre dos de ellos, y textos propios de cada uno. Marcos parece ser el más antiguo, y los otros dos lo siguen en el esquema general. Pero también se encuentran versículos comunes a Mateo y Lucas, que no encontramos en Marcos. Lo que hace pensar en una fuente común a estos dos evangelistas, desconocida para Marcos, y muy probable que fuera muy cercana a las tradiciones más primitivas de la iglesia.
Cada evangelista posee, además fuentes propias, provenientes de tradiciones orales y, posiblemente, escritas, originadas en las primeras comunidades cristianas.
Además se reconoce la existencia de secuencias de textos de origen antiguo, presentes en los evangelios, que reúnen dichos y hechos de la vida de Jesús: parábolas, milagros, discursos, relatados a la luz de la experiencia pascual.
J. Diferencias básicas.
A pesar de las similitudes de los Evangelios sinópticos, también hay diferencias entre ellos, como lo son:
1. Cada uno presenta al Señor desde un punto de vista particular.
2. Es la fotografía de un amigo desde cuatro posiciones diferentes:
a. Mateo: Presenta como Rey a los judíos.
b. Marcos: Lo presenta como siervo a los romanos.
c. Lucas: Como hijo de hombre a los griegos.
d. Juan: Como el Verbo encarnado a todos los hombres.
K. Las diferencias con Juan.
El último de los Evangelios, el de Juan, no pertenece a la colección que llamamos “sinópticos”, a pesar que también trata de la vida de Jesús, no porque sea un relato que contradiga las enseñanzas de los tres primeros, sino porque al tratar temas diferentes acerca de la vida de Jesús, viene a convertirse en un complemento. Es como si tres fotógrafos tomaran una imagen de un edificio desde diferentes ubicaciones, pero fuera de él, por lo que podríamos ver muchas similitudes en sus retratos, pero un nuevo fotógrafo tomara fotos en el interior del edificio, lo cual no viene a contradecir la obra de los otros, sino a complementar y a permitir que podamos conocer de mejor manera el edificio.
Entre las diferencias más sobresalientes encontramos:
1. Los sinópticos relatan su ministerio en Galilea, Juan en Judea.
2. Los sinópticos relatan milagros, parábolas y discursos. Juan relata solo siete, sus conversaciones íntimas y sus oraciones.
3. Los sinópticos lo presentan en acción. Juan en meditación y comunión.
El evangelio de Juan incluye numerosos episodios de la vida de Jesús que no figuran en los otros, lo que hace que sea único. En el gráfico siguiente, se destacan las secciones de los cuatro evangelios que describen el tiempo entre la Última Cena y el arresto. Los cuatro evangelios describen la Última Cena, en Juan, Jesús lava los pies a sus discípulos antes de la Cena, la negación de Simón, la oración de Jesús en Getsemaní, y el prendimiento.
MATEO MARCOS LUCAS JUAN
Jesús comparte la Cena Jesús comparte la Cena Preparativos de Jesús
de Pascua con sus de Pascua con para la Cena Pascual
discípulos discípulos Jesús lava los pies de sus
discípulos
La discusión acerca de Jesús predice que será
la grandeza traicionado.
El nuevo mandamiento
Jesús predice la Jesús predice la Jesús predice la Jesús predice la
negación de Simón negación de Simón negación de Simón negación de Simón
Bolsa, alforja y espada Jesús en camino hacia el
Padre
La promesa del Espíritu
Santo
Jesús, la vid verdadera
El odio del mundo
La Última Cena La obra del Espíritu Santo
Tristeza y alegría
Victoria sobre el mundo
Jesús ora en Getsemaní Jesús ora en Getsemaní Jesús ora en el Monte Jesús ora por sus
de los Olivos discípulos
El prendimiento de Jesús El prendimiento de Jesús El prendimiento de Jesús El prendimiento de Jesús
L. Introducción a la Cristología del Nuevo Testamento.
La pluralidad teológica en la Iglesia primitiva ha quedado plasmada en la riqueza de los textos del Nuevo Testamento. Estas teologías son complementarias unas de otras, no excluyentes, son una muestra de la acción del Espíritu Santo en las experiencias de fe de los primeros cristianos. Aunque los lenguajes y géneros literarios allí empleados eran distintos, en el fondo, sabemos que se redactaron para resaltar la figura de Jesús, y señalarlo como Mesías y Señor de la historia de salvación. Estaban viviendo un tiempo nuevo por la muerte y resurrección del Mesías, y eran conscientes de ello. Estos cristianos escriben desde diversas circunstancias y situaciones, atendiendo al destinatario de sus escritos, con una intención, principalmente catequética y pastoral.
Dentro de las metodologías empleadas, todas ellas han ayudado, y lo siguen haciendo, a la ciencia cristológica; pero nos parece especialmente interesante el método semiótico o lingüístico. Nos interesa lo que quisieron decir, no solo lo que dijeron, porque las categorías culturales han cambiado notablemente. En esa búsqueda de “qué quisieron decir” son imprescindibles los códigos semióticos[1], las instituciones humanas y normativas, los principios de vida y de cultura que han ido integrando esos códigos. Solo desde ahí podremos ayudar al hombre sencillo a encontrarse con Jesucristo, yendo al contexto funcional del momento.
En esta línea, aunque el Evangelio esté escrito en un lenguaje griego, está hecho desde categorías culturales semitas. Fácilmente nos sucederá que lo que hoy nos puede pasar desapercibido, era relevante, incluso imprescindible para entender el significado de quién era Jesús. La antropología semita entiende que lo importante era el “irse haciendo” en una clave dinámica, por eso la presentación de Jesús en los Evangelios es comprensible desde la función que está representando. Eso funcional es determinante para comprender el “quién es”; pero la cultura griega, bastante más estática y conceptual busca la respuesta directa y lógica, importa el “ser” antes que el “irse haciendo”, se va a la esencia y a la naturaleza, sin importar su puesta en escena. Son dos lenguajes culturales distintos, que han confundido a no pocos cristianos.
Para el judío contemporáneo de Cristo, Jesús daba la impresión de ser un impostor, un auténtico blasfemo, que se hacía pasar por Dios. Pero los gestos y manifestaciones de Jesús estaban indicando su mesianidad con mucha fuerza. O era el Hijo de Dios o era un blasfemo, no cabía en esa cultura otra posibilidad. Tenemos que llenarnos de la cultura semita para comprender bien quién es Jesús de Nazaret.
1. La cristología de los Evangelios sinópticos.
Tomemos en cuenta que en el tiempo en que Jesús nació, el pueblo judío estaba viviendo en desesperación. Lo vivido un siglo antes con los Macabeos todavía se encontraba fresco. Ya no había ningún testigo prescencial de aquel momento de victoria, pero este había sido transmitido en forma oral y escrita de padres a hijos, dejando también un amargo sabor al comprender que lo que tanto ansiaban todos, se había perdido tan rápidamente.
Los judíos anhelaban al Mesías prometido, tanto en los escritos canónicos como en los apócrifos. La resistencia a los romanos había levantado uno que otro héroe que hacía encender la esperanza de que este fuera la respuesta a la oración popular, pero la captura o la muerte de estos héroes efímeros los llevaba de nuevo a la desesperación. Por ello, cuando Jesús hace su entrada en escena surge una interrogante que llevará a muchos a amarlo, pero a otros a despreciarlo.
a. Lo primero es situar a Jesús en su entorno.
Buscamos responder a la conciencia que Jesús tenía de sí mismo. La respuesta no es directa ni estática, como pretendería un griego, sino que entramos de lleno en la cultura semita y lo que quiso decir. Vamos al significado que para cualquier judío de la época pudo tener Jesús. ¿Qué podía pensar un judío cuando veía actuar y hablar a Jesús? Esta es nuestra pregunta.
Para los Sinópticos: Jesús es Dios mismo. Esto lo demuestran en los conceptos y frases que manejan de Jesús.
1) El perdón de los pecados.
Jesús tiene poder para perdonar pecados, lo hace y además lo comunica a su Iglesia. Esta potestad solo podía ser atribuida a Dios. Para un judío ver a Jesús perdonando era paradójico, porque el perdón de los pecados solo podía ser dado por Adonay en el Antiguo Testamento.
Para los Sinópticos Jesús perdona porque el Hijo hace lo que ve al Padre, tiene su potestad, es Él mismo. El sí absoluto del perdón es una manifestación de la liberación, de la llegada del Mesías, incluso de la legitimidad de Jesús, que queda autorizada, no pocas veces, con un milagro seguido del perdón. El discurso para el encuentro de los hombres con el Padre en el Hijo es que Él vino para buscar a los enfermos, a los pecadores, no a los sanos. Es un signo de que el Reino está entre nosotros. Son numerosísimos los textos donde aparece el perdón y la misericordia de Dios en la persona de Jesús.
2) El Reino de los cielos.
Tenemos la identificación directa que hace Jesús con el Reino esjatológico que anuncia. La implicación es directa. Es el anuncio constante del Reino de los cielos, no un anuncio para cinco mil años en el futuro, sino algo que era inminente: La Iglesia. Los discursos de Jesús, en parábolas, suelen ofrecer en esencia de los mismos, algún elemento del Reino. Si lo analizamos con cuidado, veremos que todas las parábolas tienen algo que ver con el Reino. En el origen, Jesús predicó fundamentalmente que el Reino estaba cerca, que en su persona se realizaría. Para ésto basta con aceptar su voluntad y su gloria, reconocerlo.
El discurso de Jesús en Nazaret[2], es el inicio de la actividad pública de Jesús, el cumplimiento de lo esperado durante largo tiempo. Cuando pronuncia ese discurso en la sinagoga de Nazaret se produce una reacción contraria, rechazo a que sea nuestro vecino el Mesías. Para otros judíos, el Reino y el Mesías se cumplían en la persona de Jesús. Jesús anuncia esa identificación, lo cual significa claramente que es el Mesías, el que se esperaba, el Hijo de David, el enviado por Dios para redimir y salvar a los hombres. O que era un impostor.
Para entrar en el Reino anunciado por Cristo se exige la conversión y la vida en las Bienaventuranzas. La conversión supone un cambio radical en la forma de pensar y de vivir. La palabra en griego “metanous”, significa literalmente cambiar la mentalidad. Jesús, en los Evangelios, no es comprendido, la necesidad de cambiar el corazón debió despertar recelos y rechazos, incluso entre sus seguidores. Pero es que, sin esa conversión, el Reino no puede llegar. También son muy decisivas para el Reino las bienaventuranzas. No son una lección angélica ni socioeconómica, sino que expresan la adhesión radical al programa del Padre, un programa basado en el amor gratuito al prójimo y que cambia la estructura de poder y de egoísmo que anidan en el pecado de los hombres. Exigen un cambio de mentalidad, dar la vuelta a los criterios de éxito, poder y dinero de las sociedades de todos los tiempos.
Es importante también entender que el Mesías esperado estaba inaugurando un tiempo nuevo, donde los cojos anduvieran y los ciegos pudieran ver. Jesús realiza milagros, y está fuera de duda el carácter prodigioso de Jesucristo. Es el personaje de la antigüedad al que se le atribuyen más milagros y curaciones. Algo tuvo que haber.
3) Los milagros.
Los milagros, en los sinópticos, confirman que con Jesús comienza el Reino, son un signo de la presencia del Mesías, según lo entendían los judíos. Los milagros son liberadores para la persona que los recibe. El principal milagro es el encuentro con Jesús, Salvador. Pero además, son signos de legitimidad, es el verdadero Mesías, garantizan la fe. Son un todo con la palabra de la revelación, no podemos comprender los milagros, las bienaventuranzas, el perdón o el Reino sin verlo como un único proyecto.
La verdadera comprensión de los milagros en la vida de Jesús no hace que estos sean el centro de la fe, sino que son una ocasión para la fe. Es decir, ayudan y excitan la fe de los que lo presencian. Es importante llamar la atención de cómo los milagros de Jesús no siempre provocaron la fe, también tuvieron el efecto contrario, confundieron más a los enemigos, como si hubieran sido hechos por Satanás, es la impenitencia del que se resiste. Los milagros por sí mismos, como hechos extraordinarios, no indicaban nada en aquella sociedad, pero realizados por el Mesías suponían la llegada del Reino. Por eso, los milagros apuntaban al que los hacía, en nuestro caso a Jesús. La fe en los milagros no era discutida, se discutía quién los hacía y porqué.
4) La Ley.
Otro aspecto significativo de la conciencia que Jesús tiene de sí es que cambia públicamente la Ley de Moisés. Para un judío de la época, nadie podía cambiar éstas normas impunemente, era algo reservado a Dios. Sin embargo, Jesús cambia y modifica la Ley mosaica. “Oísteis que fue dicho…Pero yo os digo...”[3], y con ésta fórmula modifica el significado de cuestiones tan inviolables para el Judaísmo como el adulterio, el divorcio o el amor al enemigo. Este atrevimiento de Jesús debía sonar en los primeros seguidores y en sus contemporáneos como algo blasfemo. La flexibilidad en el cumplimiento del sábado fue una provocación constante a las autoridades Judías.
Esta autoridad con la que Jesús corregía la Ley de Moisés se ha venido a llamar ruptura de plenitud. Jesús mantiene una lógica de oposición con el Antiguo Testamento, su continuidad se manifiesta especialmente en que rompe con el viejo esquema, el odre viejo no aguanta el vino nuevo, Jesús supera y plenifica el Antiguo Testamento dándole sentido. La Iglesia primitiva no acabó de entender esta ruptura tan significativa, que no se hizo total desde la resurrección, sino solo tras las primeras décadas de la fe cristiana se fue comprendiendo lo que llegaba a suponer creer en Jesús como el Mesías, era el inicio de algo nuevo.
5) Jesús Salvador.
Finalmente, Jesús proclama el seguimiento de su persona para la salvación. Él se presenta como camino de salvación para los hombres, es más, es imprescindible el seguimiento de Jesús para el encuentro con el Padre. La vinculación y la filiación única y singular con respecto del Padre es un rasgo de su carácter mesiánico y trascendental. El término “abba”, usado por Jesús para dirigirse a Adonay, “papí” en arameo, era la expresión cariñosa de los niños hacia su padre. Jesús la emplea con un especial interés, como intercambio, como ofrecimiento y relación especial con Dios Padre. En éste sentido, Jesús es Unigénito del Padre. Nadie ha visto a Dios, sino el Hijo que nos lo ha manifestado. Esta particular filiación de Jesús para con Dios, nos da a entender la especial relación de intimidad, de conocimiento, de relación con el Padre Dios que tiene Jesucristo. La comunicación del Padre con el Hijo hace que aparezcan vinculados, implicados en un proyecto de salvación común y único. El significado de todo es evidente: Jesús es el Señor, el Hijo de Dios, que era tanto como decir Dios mismo.
Estos indicios hicieron que los primeros cristianos comprendieran, incluso antes de la resurrección, que Jesús era el Mesías. El problema eran los acontecimientos inesperados, ¿Por qué no triunfar?, ¿Por qué morir como un desalmado? ¿Por qué no repartir el poder? ¿Por qué no lo dice claramente y hace gestos espectaculares y públicos? Solo a la luz de la Pascua comprendieron el plan de Dios realizado en Jesús: Que era necesario que el Mesías padeciera. Solo con la luz del Espíritu Santo reconocen que Jesús era Dios mismo, encarnado y entregado a los hombres por amor a ellos. De hecho, es la interpretación que obtenemos si observamos a los que lo acusan, es de que era un blasfemo porque se hacía “como si fuera Dios”, no cabía dudas, Cristo era o un blasfemo o el Hijo de Dios, pero no alguien indiferente. Los apóstoles no dudaban de su mesianidad, sino de la interpretación que Jesús hacía de la misma.
b. Los dos modelos de Mesías.
El modelo mesiánico esperado por los discípulos no se producirá. El mesianismo de Jesús es de siervo, de “diakonos”, de “doulos”, es de humillación de Mateo 20 y tantos otros textos.
Cristo como libertador político no cabía en el proyecto divino, el Mesías libertador lo era en una clave redentora, salvadora, de ahí la necesidad de la sangre. Lo explicamos: En la mentalidad semita la sangre implicaba el sacrificio, la victima y el rescate, sin sangre no era posible el perdón. Por eso, la entrega amorosa del Hijo es entendida en la carta a los Hebreos tan admirablemente, la vida y la sangre son la víctima propiciatoria, es la expiación de los pecados, que resaltan en la Pasión los sinópticos. Por eso debía morir, mostrando su amor a los hombres, Dios no libró a Jesús de la muerte, porque por su sangre son perdonados los pecados del mundo. Por eso la revolución cristiana supone el cambio, no de estructuras sociales o políticas, sino el cambio en la forma de concebir las relaciones interpersonales, basadas en el perdón y el amor. Los demás cambios vendrán por su propio peso.
1) La cruz.
Otro aspecto que fue muy difícil de entender para los primeros cristianos era la cruz. Suponía un problema para el cristianismo inicial, de hecho no fue signo de la fe cristiana hasta siglos después. La cruz era motivo de vergüenza, era un escándalo para los judíos, y una necedad para los griegos. Es decir, el Judaísmo no entendió que Cristo debía morir en la cruz, para ellos el patíbulo de la cruz no solo era innecesario, sino que suponía una contradicción con el Mesías triunfante esperado.
Para los griegos era una estupidez que Dios, trascendente, motor o causa de todo, se hubiera encarnado, muerto en una cruz y resucitado para la salvación. Sin embargo, la experiencia de los primeros cristianos, judíos y griegos, superaba las limitaciones de aquellos esquemas mentales. La primera fe de Simón se basaba en esto: Al que habéis crucificado, Dios lo ha resucitado de entre los muertos: Esa es la fe de la Iglesia primitiva. Por eso los Evangelios se empiezan a construir desde los relatos de la Pasión, que eran especialmente significativos para la vida de las comunidades. La cruz, lo más vergonzante de la nueva fe, sin embargo era de lo más relevante.
Esa cruz no era comprensible sin la resurrección, que es la garantía y la legitimidad de que ese Jesús era el Mesías, que tenía que morir y resucitar por los hombres. Es el centro de la predicación de los discípulos: “Cristo ha resucitado”. De hecho todo el Nuevo Testamento se conduce a esa determinación, Cristo ha resucitado, es el mensaje de salvación, era el Mesías, hay que creer en Él.
Al principio bastaba, en un mundo judío, con afirmar que había resucitado, pero al extenderse el cristianismo a un contexto helénico, empieza a ser importante incidir en la existencia terrena según la carne y la existencia terrena según el espíritu. En una tercera etapa se desarrollan tres estadios: Como Jesucristo preexistía, como se encarna en la vida terrena, y como, finalmente, resucita. Es un primer intento por explicar en el mundo helenista la profundidad del significado de que Cristo ha resucitado.
Para el judaísmo la vida es el ser, por eso, la resurrección la entienden los apóstoles no como algo impersonal, sino como una aparición y con la tumba vacía. Confirman la experiencia de que Jesús sigue vivo. La base del Nuevo Testamento sería la esperanza de la resurrección, el inicio de un mundo nuevo. Tras la resurrección saben realmente quién es Jesús, se les quita el velo, descubren el proyecto de Dios, el plan de salvación para los hombres. Así, mencionan los textos que los apóstoles se postraron y lo adoraron ante Jesús, gesto reservado para Dios exclusivamente.
2. Los milagros de Jesús en los Evangelios sinópticos:
Posibilidad e historicidad. Ya en un apartado arriba hablamos sobre los milagros, pero es necesario que hagamos una ampliación a este tema por la trascendencia que tiene en estos tres Evangelios.
El material narrativo referido a los milagros en sentido amplio: Señales y prodigios, liberaciones de demonios, curaciones y resurrecciones, ocupa en el Nuevo Testamento un lugar privilegiado, especialmente en los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles[4]. Este material, sin embargo, no es homogéneo y está formado por relatos de milagro, propiamente dichos, sumarios en los que se alude a la actividad taumatúrgica de Jesús y citas o alusiones a dicha actividad.
Para situar el estudio del milagro en su contexto adecuado es preciso hacer una observación previa: Jesús no tuvo en su tiempo la exclusiva de los milagros, pues según el Nuevo Testamento también obraron milagros, ya fuesen sanidades, resurrecciones de muertos o liberación de demonios, los discípulos de Jesús, Pablo, los adeptos de los fariseos[5], un personaje anónimo que no pertenecía al grupo de discípulos[6] y diversos miembros de las comunidades cristianas primitivas que tenían el don de sanidades o de liberación de demonios[7]. Por lo demás, de los falsos profetas y mesías se dice en los evangelios que harán señales y prodigios que no hay que creer[8].
El tratamiento de los milagros de Jesús plantea al lector moderno dos cuestiones al menos: La primera trata sobre la posibilidad del milagro y proviene del concepto mismo de milagro, que se rechaza de golpe antes de cualquier examen de los textos. El hombre de hoy está convencido de que los milagros pertenecen al pasado, a otra mentalidad. Como heredero del racionalismo, lo que pone en duda no es ya la historicidad del milagro, sino su misma posibilidad. En su mentalidad, todo fenómeno que se declare “milagro” posee una explicación natural que hay que descubrir.
La segunda cuestión se sitúa a nivel histórico y puede formularse así: ¿Los relatos de milagro del Nuevo Testamento refieren hechos realmente sucedidos o son más bien el producto de un desarrollo cristológico efectuado bajo el influjo de la fe en Jesús, cuya finalidad fue la de presentarlo como un vidente u hombre divino, a la manera de los hombres divinos de la época? Nuestro trabajo tratará de dar respuesta a estas dos cuestiones.
a. Posibilidad del milagro.
Ni los evangelistas ni los llamados “Padres de la Iglesia” se cuestionaron la posibilidad del milagro. Los “Padres” insisten ante todo en el carácter de “signos de salvación” que tienen los milagros, considerándolos desde el punto de vista de la fe. Los milagros y lo milagroso ocupa menos lugar en su teología especulativa que en sus sermones o meditaciones. Respecto a la posibilidad del milagro su actitud no es crítica, sino dogmática y consiguientemente apologética: Se interesan ante todo por el encuentro del creyente con Dios a través de este signo que se le dirige, sin plantearse ni cuestionar en modo alguno su posibilidad y dando por supuesta su historicidad.
1) Agustín.
Con Agustín el estudio de los milagros da un paso adelante: El milagro no ocurre contra la naturaleza, sino contra lo que nosotros conocemos de ella[9], por eso lo define en estos términos: “Llamo milagro a lo que es contrario a la expectativa o la capacidad de aquél que lo admira”[10], y para subrayar lo inexacto de nuestra manera de hablar dice: “Nosotros, impropiamente, decimos que Dios hace algo contrario a la naturaleza cuando es contrario a nuestro conocimiento de ella. Y llamamos naturaleza a lo que no es más que el curso acostumbrado y conocido por nosotros de la naturaleza”. Y añade: “Pues Dios, creador y origen de todas las naturalezas, no hace nada contra la naturaleza, y a cada cosa le resultará natural lo que él haga, puesto que de él proviene todo el orden, el ritmo y la regulación de la naturaleza”[11]. Para Agustín, en el milagro no hay excepción alguna a las leyes de la naturaleza, pues la excepción de una ley física, en cuanto prevista por Dios desde toda la eternidad, pasa a formar parte de la misma ley.
Con esta mentalidad, Agustín hace en su tratado “De Trinitate” una enumeración de relatos bíblicos que considera “milagros”, entendidos como hechos inusitados o insólitos. Para él son milagros: La lluvia que Dios envió gracias a la oración de Elías, los truenos que acompañaban la manifestación de Dios en el Sinaí, la conversión del agua en vino en Caná, el reverdecimiento de la vara de Aarón, la conversión del bastón de Moisés en serpiente, la resurrección de los muertos en Ezequiel, la producción inicial de las especies, la procreación sin unión de sexos, la conversión del pecador y los prodigios de los magos del Faraón. En su tratado “De Genesi ad litteram”, también considera milagros la creación de Eva del costado de Adán, el nacimiento virginal de Cristo, la fecundidad de Sara, anciana y estéril, el discurso de la burra de Balam, etc.
De esta enumeración se deduce la indefinición del concepto de milagro en este autor. Fenómenos meteorológicos, mágicos, simbólicos y legendarios son considerados milagros. Otros fenómenos que no se plantean en las Escrituras, como la producción inicial de las especies y la procreación sin unión de sexos, los considera también milagros, guiado por planteamientos de carácter filosófico.
2) Tomás de Aquino.
Tomás representa el polo opuesto a Agustín y su definición de milagro sentó cátedra en la posteridad. Para éste, Dios actúa en los milagros al margen de las causas segundas o al menos de las causas conocidas por nosotros. De este modo reconoce un solo tipo de milagro, el obrado por Dios, o por Jesús, verdadero Dios, cuando el efecto producido en la naturaleza, personas o cosas, trasciende las fuerzas de toda naturaleza creada, humana o angélica. El milagro es algo que tiene lugar al margen del orden natural, quedando relegado su carácter de signo a un segundo plano. Con este planeamiento, le da un giro de 180 grados al concepto de milagro.
Pero Tomás no se limita, como Agustín, a enumerar los milagros, sino que los clasifica en cuatro grupos según afecten a sustancias espirituales, cuerpos celestes, hombres y criaturas irracionales, a saber:
i. Sustancias espirituales como demonios o ángeles.
ii. Cuerpos celestes.
iii. Hombres. Entre los milagros que afectan a los hombres distingue dos grupos: Unos atañen al cuerpo, como las sanidades y resurrecciones de muertos; otros, al alma y a los comportamientos humanos como el hecho de Leví que lo deja todo para seguir a Jesús, o de Jesús que arroja a los que vendían y compraban en el Templo o la escena del huerto en la que, a las palabras de Jesús, los que lo buscaban retrocedieron y cayeron a tierra, etc.
iv. Criaturas irracionales. En este cuarto grupo se encuentran los relatos de la pesca milagrosa, la multiplicación de los panes, el dracma en la boca del pez, la higuera seca, pero también diversos fenómenos que acompañaron a la muerte de Jesús como el rasgarse del velo del Templo, el abrirse de los sepulcros y el temblor de tierra rompiendo las rocas, etc.
Por esta clasificación se puede comprobar que Tomás agrupo bajo el concepto de milagro hechos del género más diverso. Tomás se muestra más interesado por el obrador de milagros y el hecho del milagro en sí que por el beneficiario del mismo y el significado de la actuación del obrador, no cuestionándose en ningún momento la posibilidad del milagro ni su historicidad, que la da por supuesta. Subrayando el carácter de prodigio que tiene el milagro, Tomás se ha olvidado de su carácter de signo, interesándose del qué y no del por qué y el para qué del milagro.
La mentalidad de los “Padres” está más cerca del concepto de milagro de los Evangelios que la de Tomás, que será el punto de partida para la crítica racionalista a los milagros al dar una definición de milagro ajena a los textos bíblicos: El milagro como algo que tiene lugar al margen del orden natural.
3) David Hume[12].
En su Ensayo sobre el entendimiento humano no niega que el cristianismo haya estado acompañado de milagros en sus comienzos, pero considera que es insensato hablar hoy de ellos. A juicio de Hume, “la gran mayoría de los hombres es un montón de beatos, de ignorantes, de gente astuta y de bribones”.
4) Voltaire[13].
En su Diccionario filosófico, insiste en la línea de Spinoza: “Un milagro es la violación de las leyes matemáticas, divinas, inmutables, eternas. Por esta sola razón, un milagro es una contradicción in terminis”. Dios “no podía descomponer su máquina, a no ser para que funcionara mejor; pues bien, está claro que, siendo Dios, hizo esta inmensa máquina tan buena como pudo; si hubiese visto que en ella podría surgir alguna imperfección derivada de la naturaleza, habría buscado el remedio desde el principio; así, no habría que cambiar nada”.
5) Kant[14].
En La religión dentro de los límites de la razón pura no niega la posibilidad teórica del milagro, pero considera absurdo empeñarse en establecer la autenticidad histórica de los milagros de Jesús o de cualquier otro.
6) Reflexiones.
Tras este recorrido vemos cómo la posibilidad del milagro no se cuestiona prácticamente hasta el racionalismo que, parte precisamente de la definición de milagro dada por Tomás, como excepción de las leyes de la naturaleza. Hagamos ahora unas breves reflexiones:
a) Considerar el milagro como una excepción de las leyes de la naturaleza resulta equivocado si se aplica a los milagros de los Evangelios. En tiempos de Jesús no se cuestionaba la posibilidad del milagro ni se conocían las leyes, tampoco hoy, de la naturaleza para poder determinar lo que las sobrepasa o las viola. Por otra parte, científicamente hablando, no parece que exista hoy seguridad sobre el contenido y límites de las leyes naturales, sino más bien la sospecha de que las conocemos poco, provisionalmente y solo dentro de unos márgenes limitados.
No parece, por tanto, que sea legítimo tomar como punto de partida para tratar los milagros de Jesús la tesis de que existen unas leyes inquebrantables de la naturaleza y que, a partir de estas, el creyente venga a decir que Dios se manifiesta quebrantándolas, y el incrédulo afirme que esas leyes no se quebrantan jamás. El punto de partida sería más bien este otro, mucho menos pretencioso: Se pueden desbordar las expectativas humanas en lo referente a aquello que el hombre experimenta como frontera. Esta es la sensación que dan los milagros del Nuevo Testamento. Nuestra palabra “milagro” viene del latín miraculum, thauma en griego, que significa “admirable” y que traduce probablemente el hebreo peléh cuya raíz significa “separar”: Lo admirable es entonces lo no-normal, lo distinto o separado; pero como veremos, éste no es el término preferido para designar los milagros del Nuevo Testamento, donde todo lo que apunta al milagro como signo maravilloso y aparatoso es considerado negativamente. Por otro lado, el prodigio se presenta en la Biblia con frecuencia producido por una causa natural: En Éxodo 14.21 el abrirse de las aguas del mar en dos, se describe así: “Adonai hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del Este que secó el mar, y se dividieron las aguas”[15]. El prodigio sobrepasa las fuerzas actuales del hombre, pero sin violar ninguna ley natural.
Si hubiese que elegir entre el concepto de milagro de Agustín o Tomás, nos quedaríamos con el del primero, para quien el milagro no es una excepción de las leyes naturales, sino más bien prueba del desconocimiento que tenemos nosotros de las mismas, añadiéndole la finalidad religiosa que todo milagro tiene en los Evangelios: Ser señal evidente de la llegada del reinado de Dios.
b) Separar el milagro del signo, el hecho del significado, negando o prescindiendo del hecho, pero afirmando su significado, parece una postura cómoda y preconcebida, basada en un prejuicio: La negación de la posibilidad del milagro. Anteriormente se ha aludido a la intención de los evangelistas de referir no solo las palabras de Jesús, sino también sus hechos. Los milagros ocupan un lugar tan importante en el relato evangélico que cuesta mucho admitir que sean pura ficción literaria. Baste con pensar que en el Evangelio de Marcos, los relatos de milagro representan el 31% del total del texto, es decir, 209 versículos de los 666 que tiene. En los diez primeros capítulos, consagrados al ministerio público de Jesús, la proporción se eleva a 209 de 425 versículos, es decir, el 47%. Es imposible concebir en los Evangelios la enseñanza de Jesús sin los milagros que la acompañan. Así lo entiende el evangelista Mateo cuando dice: “Y Jesús iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”[16]. La enseñanza de Jesús consiste en predicar el evangelio del Reino y en curar las enfermedades. La predicación resulta de este modo inseparable de la acción sanadora de Jesús.
c) Parece poco convincente afirmar la autenticidad histórica de las palabras de Jesús y negar la de sus milagros de modo global. Otra cosa es que se admitan como auténticos todos los milagros que narran los evangelios tal y como los refieren; pero de ahí a negar cualquier sustrato histórico a dichos relatos de milagro, hay un abismo, como veremos más adelante.
d) Si los milagros son posibles o no, dependerá de la definición o concepción que tengamos del milagro. En todo caso, ha de admitirse, que ciertas actuaciones de Jesús en los evangelios fueron consideradas milagrosas incluso por sus adversarios. Más que el hecho en sí, es el modo de realizarlo lo que da carácter de milagro a un determinado hecho y, sobre todo, el simbolismo o significado de dicha actuación que el protagonista reivindica o los presentes deducen. Si hubiera que dar una definición o mejor describir el concepto de milagro según se deduce de los relatos evangélicos, podría decirse que milagro es una acción realizada con la finalidad de superar una adversidad o cubrir una carencia o necesidad acaecida a un individuo o grupo humano; esta adversidad es de por sí insuperable por la naturaleza de la misma o por el modo en que se realiza; la acción del obrador, mediante la que supera la adversidad inicial, no pertenece al género de lo cotidiano y habitual e introduce en el misterio de su persona y de la novedad del reinado de Dios que se anuncia con ella como próximo.
En conclusión, el tratamiento del milagro se ha sacado del marco. El Evangelio es ajeno a la cuestión sobre la posibilidad del milagro y no da una definición de lo que entiende por milagro. Es equivocado afirmar que los evangelistas consideraban los milagros como excepciones de las leyes de la naturaleza, pues ellos se movían en otras coordenadas. Inmersos en un mundo donde la intervención de lo sobrenatural se aceptaba sin discusión, no se cuestionaron la posibilidad del milagro.
b. Historicidad del milagro.
La definición de milagro sobre la que se basa el racionalismo para negar su posibilidad es ajena a los Evangelios, escritos en una época en la que el conocimiento de las fuerzas de la naturaleza era muy deficiente y en la que no se cuestionaba, como hoy, la intervención de dioses o seres divinos en el mundo. De ahí que la definición de milagro de Tomás de Aquino no parezca adecuada y hayamos propuesto otra más acorde con la mentalidad de los evangelistas.
En esta sección se pretende responder a la pregunta sobre la historicidad de los milagros: ¿Se puede afirmar que Jesús hizo milagros o mejor, que los relatos de milagro de los Evangelios refieren a grandes rasgos los hechos auténticos de Jesús? ¿O son éstos más bien leyendas o desarrollos cristológicos, escritos con la finalidad de presentar la figura de Jesús elevada a categoría de hombre divino a la usanza de la época?
Para dar respuesta a estas preguntas haremos en primer lugar algunas observaciones en torno a los relatos milagrosos de los Evangelios sinópticos; a continuación, se planteará la cuestión de la historicidad global de la actuación milagrosa de Jesús, esto es, si Jesús fue realmente obrador de milagros; finalmente, haremos un breve apunte sobre el grado de historicidad de los distintos grupos de relatos de milagro según la clasificación más común.
1) Observaciones en torno a los relatos de milagros de los Evangelios.
a) El vocabulario del milagro.
El significado de esta palabra apunta fundamentalmente a la reacción del hombre ante las acciones milagrosas; este matiz de admiración o asombro está recogido en la palabra griega thauma, de la que deriva en castellano taumaturgo, término que se comenzó a emplear en el siglo XIX para referirse al que hace juegos de manos, al prestidigitador y, finalmente, al que obra milagros.
En los evangelios sinópticos son varios los términos que aluden al milagro en sí, al poder del obrador de milagros o a la reacción de los presentes. Un repaso al vocabulario del milagro ayudará a perfilar el concepto de milagro que tenían los evangelistas:
i. Dynamis: Fuerza o actuación con fuerza; en plural, dynameis “obras potentes”. Es el término más común en los sinópticos para referirse al poder curativo de Jesús manifestado en liberación de demonios o sanidades[17]. De treinta y siete veces que aparece en los sinópticos esta palabra, diecisiete se emplea en este sentido. Curiosamente este término no aparece ni en los relatos de resurrección de muertos ni en los milagros de naturaleza. Con un significado semejante aparece la expresión taerga[18] en Mateo 11.2-19 y Lucas 24.19.
ii. Thauma, “maravilla” no aparece en los sinópticos, pero sí sus derivados thaumazô, thaumastos y thaumasion. En siete ocasiones de veintitrés, se utiliza thaumazô “admirarse” para indicar la reacción de los presentes ante diversas obras de poder de Jesús; thaumasion “admirable” aparece una vez en Mateo 21.15, referido a las curaciones de ciegos y cojos realizadas por Jesús, por lo que tienen de admirables; thaumastê, “admirable”, aparece dos veces en la cita de Salmos 118.22-23, indicando una actuación sorprendente de Dios. El término paradoxon, con el sentido de algo admirable por inesperado, se utiliza en Lucas 5.26 tras la curación del paralítico donde los presentes comentan: “Hoy hemos visto cosas extraordinarias”[19] (paradoxa).
iii. Teras, “prodigio” aparece dos veces en plural formando pareja con sêmeion, “señal”, en la expresión sêmeia kai terata, “señales y prodigios”. Esta expresión, aunque en orden invertido, terata kai semeia, procede de los LXX y es típica de Éxodo y Deuteronomio, donde se alude con ella a los prodigios que Dios hizo con el pueblo en el desierto, como signos de su presencia. Sin embargo, los tiempos en que el pueblo necesitaba prodigios y señales han quedado atrás para los evangelistas, pues sêmeia kai terata tiene un valor negativo en los sinópticos y se refiere a señales aparatosas y prodigios en el cielo que no se han de creer y que realizarán los falsos profetas y mesías para confundir a los elegidos[20].
iv. Sêmeion, “signo, señal”, sin formar pareja con teras, aparece veintisiete veces en los evangelios sinópticos e indica frecuentemente una señal o acontecimiento extraordinario o significativo. Suele tener sentido ofensivo: Una señal que piden a Jesús sus enemigos y que no dará. Así en Mateo 16.1-4 se dice que “…los Fariseos y los Saduceos se acercaron, y poniendo a prueba a Jesús, Le pidieron que les mostrara una señal (sêmeion) del cielo… “Una generación perversa y adúltera busca una señal (sêmeion) y no se le dará señal, sino la señal (sêmeion) de Jonás”[21]. Previamente el evangelista ha presentado a Jesús dando de comer a los judíos en el primer reparto de panes[22], y a los paganos en el segundo reparto[23]. Los fariseos no aceptan un Mesías que sitúe por igual a judíos y paganos y dé a ambos de comer; por eso le piden una señal de poder al estilo de las de Moisés[24].
Ni teras ni sêmeion, utilizados en sentido de señal de poder, gozan, por tanto, de la simpatía de los evangelistas. Jesús se niega a hacer señales o prodigios. Estos tienen poco o nada que ver con el milagro, quedando desacreditados por Jesús. En los Evangelios aparece de modo claro que Jesús no acepta el milagro como “espectáculo” o signo de poder, y no se presta al juego circense del más difícil todavía.
2) No todo lo que reluce es oro.
Aclarada la terminología, resulta interesante dar un repaso al listado de milagros de los Evangelios sinópticos. Plagiando el proverbio “no todo lo que reluce es oro” se puede decir abiertamente que en los Evangelios no es relato de milagro todo lo que se ha considerado tal.
No son relatos de milagro las historias evangélicas que se incluyen dentro del género de lo “maravilloso o extraño”: Algunas de ellas, como la resurrección, la ascensión o la concepción virginal, no pueden ser objeto de estudio histórico, dadas las dificultades que ofrece el género literario que las envuelve; otras, como la transfiguración o la teofanía en el bautismo, están tan cargadas de conceptos o imágenes del Antiguo Testamento que pueden considerarse más que hechos sucedidos, lenguaje figurado altamente simbólico. Otras, consideradas como relatos de milagro en los catálogos de milagros, no son tales: Por ejemplo, la escena del impuesto del Templo en la que se recoge la orden de Jesús a Simón: “…ve al mar, echa el anzuelo, y toma el primer pez que salga; y cuando le abras la boca hallarás un siclo; tómalo y dáselo por ti y por Mí”[25]. Este relato queda interrumpido aquí y no se dice si Simón ejecutó la orden y si encontró lo que Jesús le había dicho. Si es un relato de milagro, no está completo. De igual modo el relato de la maldición de la higuera que queda seca[26] no beneficia a ninguna persona, así como a la higuera, y es, a juicio nuestro, una alegoría sobre la fuerza operativa de la fe y una invitación a creer.
Descartadas estas historias, son muy numerosos todavía los relatos de milagro de los Evangelios sinópticos:
a) Doce referidos por tres evangelistas, y en un caso como Mateo 20.29-34 y 9.27-31, en dos versiones; en total, treinta y siete.
b) Seis referidos por dos evangelistas: Doce relatos en total.
c) Nueve narrados por un evangelista. A excepción de Mateo 9.32-34, los ocho restantes son material propio y exclusivo del evangelio de Lucas.
Todos reunidos suman cincuenta y ocho relatos diferentes que narran veintisiete milagros distribuidos de este modo: Dieciocho en Marcos, diecinueve en Mateo y veintiuno en Lucas.
3) Menos “beneficiarios” de lo que parece.
La cifra de veinticuatro milagros puede rebajarse aún, pues algunos son duplicación de un mismo relato. Nos parece que Mateo 20.29-34 es un desarrollo de Mateo 9.27-31; igualmente Lucas 17.11-19 puede estar montado a partir de Marcos 1.39-45.
El número de beneficiarios de las sanidades efectuadas por Jesús varía igualmente según versiones: Marcos 10.46 habla de un ciego; Mateo 20.30, de dos; Marcos 5.2, de un poseso; Mateo 8.28, de dos; Marcos 1.39-45, de un leproso que en Lucas 17.11-19 son diez. En la escena del huerto de Getsemaní, solamente en el evangelio de Lucas[27] cura Jesús la oreja del siervo del centurión; Marcos 14.43-52 y Mateo 26.47-56 refieren la intervención violenta, pero no la curación.
4) Una oferta diversificada.
El material de relatos de milagro de los sinópticos no es homogéneo. Frente a unos que refieren el hecho de la sanidad de un paciente de modo sobrio y esquemático, casi con total ausencia de detalles, como la sanidad de la suegra de Simón[28], hay otros cuyo estilo aparece más dramático, como la sanidad del endemoniado de Gerasa[29]. Unos, como el paralítico de Cafarnaún[30], difícilmente hallan paralelo en el Antiguo Testamento; otros parecen escritos sobre dichos antiguo testamentarios, como la resurrección del hijo de la viuda de Naín[31] parecida a 1 Reyes 17.17-24. En ambos casos se trata de un varón, hijo de madre viuda, muerto, devuelto a la vida por el tacto y la palabra del obrador de milagros y entregado por éste a la madre. Al utilizar similitudes con el Antiguo Testamento da la impresión de que el evangelista pone más énfasis en mostrar quién es Jesús que en decir qué hizo. Al hacer Jesús lo que Elías, Lucas anuncia que Jesús es el que tenía que venir, figura que se identificaba en la tradición judía con Elías, que arrebatado al cielo en un carro de fuego, habría de volver al final de los tiempos[32].
Por la adversidad que Jesús repara, el material de relatos de milagro es también muy variado: Hay liberación de demonios, sanidades, resurrecciones de muertos y milagros de naturaleza.
5) Las dificultades aumentan.
La situación se vuelve más compleja si se tiene en cuenta que las versiones de un mismo relato de milagro transmitido por doble o triple tradición suelen ser bastante libres. Cada evangelista refiere el milagro a su modo y manera, desde su óptica o ideología. Un ejemplo claro resulta de la comparación de las distintas versiones de la sanidad de la mujer con flujo de sangre, que ponemos a continuación en columnas paralelas:
Mateo 9.20-22 Marcos 5.25-34 Lucas 8.43-48
20 En esto, una mujer que hacía 25 Había entre la gente una mujer 43 Había entre la gente una
doce años padecía de hemorragias… que hacía doce años padecía de mujer que hacía doce años
hemorragias. padecía de hemorragias, sin
26 y que había sufrido mucho por que nadie pudiera sanarla.
obra de muchos médicos y se
había gastado todo lo que tenía sin
aprovecharle nada, sino más bien
poniéndose peor.
…se le acercó por detrás y le tocó 27 Cuando oyó hablar de Jesús, se 44 Ella se le acercó por detrás
el borde del manto. le acercó por detrás entre la gente y tocó el borde del manto,
y tocó su manto.
21 Pensaba: "Si al menos logro tocar 28 Pensaba: "Si logro tocar siquiera
su manto, quedaré sana". su ropa, quedaré sana".
29 Al instante cesó su hemorragia, y y al instante cesó su
se dio cuenta de que su cuerpo había hemorragia.
quedado libre de esa aflicción.
30 Al momento también Jesús se dio 45 -¿Quién me ha tocado?
cuenta de que de él había salido -preguntó Jesús.
poder, así que se volvió hacia la
gente y preguntó: — ¿Quién me ha
tocado la ropa?
31 —Ves que te apretuja la gente Como todos negaban
—le contestaron sus discípulos—, haberlo tocado, Simón le
y aun así preguntas: “¿Quién me ha dijo: -Maestro, son
tocado?” multitudes las que te
32 Pero Jesús seguía mirando a su aprietan y te oprimen.
alrededor para ver quién lo había 46 -No, alguien me ha
hecho. tocado- replicó Jesús-; yo
33 La mujer, sabiendo lo que le había sé que de mí ha salido
sucedido, se acercó temblando de miedo poder.
y, arrojándose a sus pies, le confesó 47 La mujer, al ver que no
toda la verdad. podía pasar inadvertida,
se acercó temblando y se
arrojó a sus pies. En
presencia de toda la gente, contó por qué lo había
tocado y cómo había sido
sanada al instante.
22 Jesús se dio la vuelta, la vio y le 34 -¡Hija, tu fe te ha sanado! - le dijo 48 -Hija, tu fe te ha sanado
dijo: — ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha Jesús-. Vete en paz y queda sana de -le dijo Jesús-. Vete en
sanado.Y la mujer quedó sana en de tu aflicción. paz.
aquel momento.
Si los tres evangelistas refieren el mismo hecho, la sanidad de una mujer con un desarreglo crónico, las circunstancias de esta curación son difíciles de determinar en concreto:
a) ¿Había oído la mujer hablar de Jesús como dice Marcos? Mateo y Lucas omiten este dato.
b) Mateo no alude para nada al hecho de que la mujer había sufrido mucho por obra de médicos y que se había gastado su fortuna, sin hallar remedio;
c) ¿Tocó la mujer el borde del manto como afirman Mateo y Lucas o el manto simplemente?
d) ¿Se curó antes de que le hablase Jesús como en Marcos y Lucas o después como parece en Mateo?
e) ¿Por qué ha omitido Mateo la escena de Marcos y Lucas en la que se muestra a Jesús tratando de averiguar quién lo había tocado?
Estas variantes deben poner alerta ante el hecho mismo de la sanidad que ha podido ser utilizado para intereses particulares de cada evangelista. Dicho de otro modo, para los evangelistas el hecho y sus circunstancias no son tan importantes cuanto su significado, pudiéndose alterar con libertad aquellos para ponerlos al servicio del mensaje que se desea transmitir. Lo que anda en juego es la imagen de Jesús que cada evangelista quiere transmitir.
Todos estos puntos deben ser tenidos en cuenta para enjuiciar desde el punto de vista histórico la actividad milagrosa de Jesús en general o cada milagro en particular.
c. Los milagros de Jesús y la historia.
Tras estas puntualidades de carácter literario, queda abordar directamente el tema de la historicidad de los milagros para ver si los relatos de milagro tienen un núcleo o referente histórico. Dicho de otro modo: ¿obró Jesús milagros?
Para responder a esta pregunta hay que dar dos pasos:
1) La historicidad global de la actividad milagrosa de Jesús.
Bajo esta sección trataremos tres puntos: La visión peculiar que Jesús tuvo de sus propias actuaciones milagrosas, la imagen que se tenía del Mesías esperado y los testimonios exteriores a los Evangelios que apuntan hacia una actividad milagrosa de Jesús.
a) Los milagros de Jesús según Jesús.
Hay tres logia o dichos de Jesús considerados por la mayoría de los autores “palabras auténticas del Jesús histórico”, en los que éste se pronuncia sobre su actividad milagrosa. Los tres provienen de la fuente Q:
i. “Entonces Jesús comenzó a reprender a las ciudades en las que había hecho la mayoría de Sus milagros (dynameis), porque no se habían arrepentido: “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros (dynameis) que se hicieron en ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza. Por eso les digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Capernaúm, ¿acaso serás elevada hasta los cielos? ¡Hasta el Hades descenderás![33] Porque si los milagros (dynameis) que se hicieron en ti se hubieran hecho en Sodoma, ésta hubiera permanecido hasta hoy. Sin embargo, les digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti”[34].
Corazín, Betsaida y Cafarnaún son las tres ciudades a las que va dirigida esta reprensión. Jesús alude por tres veces a los milagros (dynameis) realizadas en ellas. El hecho de nombrarse tres ciudades da a entender que Jesús se refiere a milagros que debió hacer en público, no en secreto. Estos milagros deberían haber llevado a sus habitantes a la rectificación. Sin embargo Jesús fracasó en su objetivo, pues sus habitantes no se arrepintieron. Por eso estas tres ciudades correrán, según Jesús, peor suerte que Tiro y Sidón y que Sodoma, el prototipo de ciudad pecadora.
La fuente Q ha conservado esta logia en el que Jesús se pronuncia sobre sus milagros. El dicho parece ser antiquísimo y remontarse a los dichos auténticos del Jesús histórico. En él se refiere Jesús al fracaso de su actividad milagrosa cuyo fin era la conversión al Evangelio de las tres ciudades citadas.
ii. “Ahora bien, si yo expulso a los demonios por medio de Beelzebú, ¿vuestros seguidores por medio de quién los expulsan? Por eso ellos mismos os juzgarán a vosotros. En cambio, si expulso a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a vosotros. ¿O cómo puede entrar alguien en la casa de un hombre fuerte y arrebatarle sus bienes, a menos que primero lo ate? Sólo entonces podrá robar su casa”[35].
Con anterioridad a esta escena Jesús había curado a un endemoniado ciego y mudo. Los fariseos afirman que lo ha hecho con el poder de Belcebú, jefe de los demonios. Jesús se defiende del ataque con estas palabras: “Todo reino dividido contra sí mismo quedará asolado, y toda ciudad o familia dividida contra sí misma no se mantendrá en pie. Si Satanás expulsa a Satanás, está dividido contra sí mismo. ¿Cómo puede, entonces, mantenerse en pie su reino?[36]”
Según este texto, Jesús se consideró libertador, si bien sus adversarios pensaban que actuaba con el poder de Belzebú, príncipe de los demonios. Para muchos autores, la afirmación de que el poder de Jesús proviene de Satanás no pudo haber sido inventada por la comunidad y confirma la autenticidad histórica de su actuación como libertador[37].
iii. “Juan estaba en la cárcel, y al enterarse de lo que Cristo estaba haciendo, envió a sus discípulos a que le preguntaran: ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro? Les respondió Jesús: —Id y contadle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas. Dichoso el que no tropieza por causa mía”[38]. Siguen unas palabras de Jesús sobre Juan y el juicio de Jesús acerca de esta generación. Y concluye: “Pero la sabiduría queda demostrada por sus hechos”[39].
En este texto Jesús aduce como prueba de su identidad las obras realizadas por él. Algunos autores sienten evasivas a la hora de aceptarlo como proveniente del Jesús histórico, pues parece más bien una creación literaria de la comunidad primitiva con vistas a someter la figura de Juan a Jesús.
Este logion sin embargo, también tiene tintes de credibilidad histórica, aunque menos que los dos anteriores.
En los tres textos comentados, Jesús habla de sus liberaciones y sanidades. En el tercero, de ciegos que ven, cojos que andan, leprosos que quedan limpios, sordos que oyen, muertos que resucitan... al mismo nivel de pobres que reciben la buena noticia. Todos estos hechos muestran que el Reinado de Dios ha llegado.
2) La imagen del Mesías esperado.
Hay otro camino para afirmar la historicidad del Jesús obrador de milagros: Ver si la imagen de Mesías que tenían los contemporáneos de Jesús exigía presentarlo como obrador de milagros de modo que ésta se hubiese originado en la comunidad cristiana primitiva con la finalidad de adecuar a Jesús como Mesías a la imagen del Mesías esperado. Sin embargo, ninguno de los títulos que el cristianismo primitivo confirió a Jesús implicaba que se le considerase como un obrador de milagros que ejerció su poder sobre posesos y enfermos. En cuanto Mesías, Hijo del Hombre, Hijo de Dios, Rabí[40] o profeta, Jesús no debía, a los ojos de quienes le designaron con estos títulos, realizar los milagros que le atribuyen los Evangelios. Es abusivo sostener que los prodigios realizados por Moisés, Elías y Eliseo llevaron necesariamente a la idea de un Cristo que sobrepasó a todos ellos en poderes sobrenaturales. Si bien es verdad que los relatos del Antiguo Testamento contribuyeron a la redacción de ciertos episodios milagrosos de los Evangelios, el profeta del fin de los tiempos, con el que a veces fue identificado Jesús, no tiene nunca la misión de curar enfermedades. Tampoco estaban dispuestos los discípulos a colocar a Jesús entre los sanadores milagrosos. Una cosa, en efecto, era esperar, de acuerdo con Isaías 35.5, que en el tiempo de la salvación desaparecería la enfermedad y otra convertir al Mesías en agente personal de tal desaparición: Ni la Biblia ni la tradición judía ofrecen indicio de esta convicción.
Ni siquiera se debe subrayar que con la invocación del título Hijo de David los evangelistas evocan a Salomón, personaje cuya sabiduría, según ciertas concepciones populares judías, incluía los dones de liberación de demonios y sanidad. Aunque sea preciso revisar los rasgos estrictamente políticos que se suelen atribuir al Mesías judío, el tema de un Mesías milagroso no estaba suficientemente afianzado como para hacer surgir de la nada un Jesús sanador como consecuencia obligada de su mesianidad.
Por todas estas razones, si el historiador puede hacer una afirmación, la siguiente no parece arbitraria: Al presentar a Jesús bajo los rasgos de un libertador y un sanador, la Iglesia primitiva, lejos de inventar, se limitó a conservar el recuerdo de uno de los aspectos esenciales de su actividad.
Otro dato a favor de la historicidad de las actuaciones milagrosas de Jesús es el hecho de que la comunidad primitiva, que prescinde en su predicación prácticamente de todas las anécdotas de la vida del Jesús terreno, no silencia su carácter de obrador de milagros.
3) Testimonios exteriores.
Dos testimonios extra-evangélicos acreditan a Jesús como mago, dato que puede interpretarse como vago reflejo de su actividad milagrosa:
a) Existe una alusión del mártir Justino quien, en su obra dirigida a los judíos precisamente, se lamenta de que “se atrevieron a llamar mago a Jesús”[41]. A nuestro juicio, Justino no habría sentido la necesidad de quejarse por esta interpretación y de responder a ella, si tal interpretación no se hubiera producido efectivamente.
b) El segundo texto es un famoso pasaje del Talmud babilónico que dice así: “En la víspera de pascua fue colgado Jesús. Un pregonero marchó cuarenta días delante de él: “Va a ser lapidado porque ejerció la magia, sedujo a Israel y lo apartó (de Dios). Todo el que conozca algún justificante, venga y argumente a favor de él. Como no se le hallaron atenuantes, fue colgado la víspera de pascua”[42].
Klausner, autor judío, afirma lo siguiente en su obra Jesús de Nazaret, precursora de otras obras posteriores de autores judíos sobre Jesús: “Las autoridades del Talmud no negaban que Jesús obró signos y milagros, pero los miraban como actos de brujería”[43]. Esta acusación, de magia, sin embargo, no entró en el proceso de Jesús como causa de su muerte. En los Evangelios se le acusa de blasfemia ante el sanedrín y de subversión ante Pilatos, pero nunca de magia. Esto apunta a que, sin negar la historicidad global de Jesús obrador de milagros, su actividad milagrosa no debió ser tan llamativa como para considerarlo causa de su muerte. Sería más tarde cuando el argumento tomaría fuerza y los milagros experimentarían un proceso de amplificación y elaboración simbólica. No obstante, el crédito global concedido a la tradición no prejuzga la historicidad de cada uno de los relatos de milagro de los Evangelios.
Por más que las consideraciones precedentes permitan atribuir a los milagros de Jesús un fondo de verdad histórica, no se puede excluir de golpe la hipótesis de una ampliación redaccional tejida a partir de un dato inicial, y esto tanto más cuanto que parece creíble la posibilidad de un amoldamiento al tipo de la anécdota milagrosa tal como aparece documentada en la literatura de la época. En todo caso, deberíamos hablar al menos de un núcleo histórico en los relatos de milagro globalmente considerados.
d. Historicidad de cada relato de milagro en particular.
Respecto a la historicidad de cada relato de milagro en particular, debemos afirmar que cada relato merece un estudio histórico detenido que tenga por marco lo ya dicho. Pero si tuviéramos que hacer una opción por el grado de historicidad de los distintos tipos de relatos de milagro, la nuestra sería la siguiente:
Los relatos de liberación de demonios y sanidad, especialmente aquellos que se encuentran en contexto polémico, tienen tinte de ser los más creíbles desde el punto de vista histórico.
Las resurrecciones de muertos pueden gozar de una razonable “duda”[44]: En los sinópticos se nos transmiten dos: La del hijo de la viuda de Naín y la de la hija de Jairo. De estas, la que tiene más tinte de probabilidad histórica es la de la hija de Jairo por su ambiente palestino, si bien puede pensarse que se trataba de una curación que se amplió más tarde a resurrección: De hecho la niña se presenta al principio gravemente enferma y cuando Jesús llega a la casa está ya muerta. En este relato, no obstante, hay marcas claras que dan a entender que no se trata de un suceso histórico; el final es iluminador al respecto: Jesús llega a la casa en duelo, reanima el cadáver de la niña y le dice a los padres que no se lo digan a nadie, dato que resulta extraño desde el punto de vista histórico ya que a la puerta de la casa se agolpaba la gente. El juego de palabras: “…no está muerta, sino dormida” nos sitúa también en la pista del simbolismo cristiano de la muerte como sueño[45].
El relato de la resurrección del hijo de la viuda de Naín está construido en paralelo con 1 Reyes 17.17-24 que cuenta la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta. La intencionalidad de Lucas es presentar en su evangelio a Jesús como Elías que tenía que venir. Aquí lo presenta haciendo lo que Elías había hecho.
En último lugar, los milagros de naturaleza: Tempestad calmada, repartos de panes, Jesús camina por el agua, pesca abundante, son los que merecen menos crédito histórico. El elemento simbólico predomina tanto en ellos que se puede pensar con razón que no estamos ante relatos de milagro sino de manifestación de la persona de Jesús que da de comer por igual a judíos y paganos, que tiene atributos divinos o que invita a la misión en la escena de la pesca abundante.
Pero si es difícil afirmar que Jesús curó a tal o cual enfermo o expulsó el espíritu impuro de alguien, hay un fundamento histórico en todos estos relatos que apunta a hechos auténticos de la vida de Jesús:
1) Su práctica liberadora,
2) Su confrontación con la sinagoga, los fariseos y los círculos de poder que perturbaban al hombre,
3) Su no aceptación de la marginación por diversos motivos religiosos,
4) Su acogida de las clases marginadas de la sociedad,
5) Y su apertura hacia los paganos.
Por los demás, los relatos de milagro que se nos han conservado, elevan a categoría de símbolo y muestra la actuación del Jesús de la historia y son una invitación a hacer otro tanto. Expresan simbólicamente los auténticos comportamientos del Jesús histórico. Más que proceso de legendarización, ha habido una ampliación o elaboración simbólica a partir de un hecho o actuación curativa de Jesús, cuyo núcleo histórico es muy difícil de aislar en cada relato.
Por consiguiente, aun aplicando normas rigurosamente críticas a las historias de milagros, vemos que siempre queda un núcleo que puede captarse históricamente. Jesús realizó curaciones que fueron asombrosas para sus contemporáneos. Se trata primariamente de la sanidad de padecimientos psicógenos[46], principalmente de las que los textos califican de expulsiones de demonios, realizadas por Jesús con una breve orden; pero se trata también de la curación de leprosos en el sentido amplio en que entonces se entendía esta enfermedad, de paráliticos y ciegos. Se trata de acontecimientos que están en la línea de lo que la medicina llama terapia de superación.
Estas curaciones no fueron importantes solo para la tradición, sino también para Jesús quien resumió su actividad evangelizadora con estas palabras: “Id y decidle a ese zorro: “Mira, hoy y mañana seguiré expulsando demonios y sanando a la gente, y al tercer día terminaré lo que debo hacer”[47].
M. Características de los tres Evangelios sinópticos.
1. Marcos.
Es el evangelio más antiguo y los cuatro está presentado en forma kerigmática[48], como la anunciación de la buena nueva. En este anuncio puede faltar cualquier cosa, pero no la resurrección. Se dice que probablemente fue escrito en Roma, ya que coincide con el ambiente romano. Una de las fuentes más importantes que recibió fue el testimonio del mismo apóstol Simón.
a. Autor.
Juan Marcos es, probablemente, el secretario de Simón, hijo de María, la dueña de la casa donde se reunían a orar, primo de Bernabé, a quien acompañó con Pablo en su primer viaje misionero[49] pero se negó a acompañarles a Asia Menor[50] por lo cual en su segúndo viaje misionero, Pablo tuvo una discusión con Bernabé, y se separaron[51]. La relación entre Pablo y Marcos parece que fue restaurada[52], y Pablo expresó el deseo de la presencia y ayuda de Marcos durante los últimos dias de su prisión en Roma[53].
Marcos escribió su evangelio basándose en los relatos de los discípulos, principalmente de Simón, ya que él no fue testigo presencial de los hechos que narra. Él narra en su Evangelio que un joven cubierto con una sábana siguió a Jesús tras ser apresado. ¿Es este joven el propio Marcos?[54] Muchos así lo ven. Simón llama a Marcos “mi hijo”[55].
Los testimonios externos más notables que señalan la autoría de Marcos son:
1) Testimonio de Papías, obispo de Hierápolis[56], en Asia Menor, que cita al “anciano”, probablemente, el Apóstol Juan, quien dice que Marcos era el intérprete de Simón. El término “intérprete” puede significar traductor, indicando que Simón habló en arameo y Marcos lo tradujo al griego, idioma en que fue escrito este Evangelio. Este testimonio parece ser el único testigo independiente que poseemos de que el segundo evangelio fue escrito por Marcos, discípulo de Simón[57].
2) Testimonio del prólogo antimarcionita a Marcos. Son unos prólogos a los Evangelios que se encuentran en manuscritos de la Vetus Latina[58], escritos para rebatir el canon de Marción[59]. Afirma que fue intérprete de Simón, y que tras la muerte de este, puso por escrito este Evangelio en las regiones de Italia.
3) Testimonio de Ireneo. Señala que Marcos escribió después de la muerte de Simón las predicaciones de éste.
4) Testimonio de Clemente de Alejandría[60]. Aunque su obra se ha perdido, tenemos tres citas de sus escritos en otras fuentes. Afirman que Marcos fue el autor del segundo evangelio. A diferencia de los primeros testimonios, dicen que fue escrito en vida de Simón, y que éste aprobó la lectura del evangelio en las iglesias.
b. Fecha, idioma y lugar.
Marcos escribió su evangelio, el primero de los sinópticos, hacia el año 50-60 d.C. El idioma utilizado fue el griego. Si el papiro de descubierto en Qumrán, denominado 7Q5, fuera verdaderamente el fragmento de Marcos 6.52-53, supondría que el Evangelio fue escrito probablemente alrededor del año 50 d.C. y, con toda seguridad, antes del 68 d.C. Desde Clemente de Alejandría es tradición situar el lugar de composición en Roma, y el Testimonio de Papías en el “Prólogo antimarcionita”, e Ireneo colocan a Marcos en esa ciudad o sus alrededores.
c. Comunidad de Marcos.
Su comunidad está compuesta de antiguos paganos. Marcos se ve obligado a traducir las palabras arameas y a explicar ciertas costumbres judías. Se comprende la importancia que se daba a la evangelización de los paganos.
Esta comunidad se siente amenazada por las persecuciones. La fe que propone Marcos no es una fe tranquila; se enfrenta con contradicciones y riesgos. Se trata de una comunidad dispersa en medio de las naciones.
El autor probablemente fue el joven Juan Marcos, del que habla los Hechos[61].
d. El Jesús de Marcos es:
1) Un hombre, como nosotros.
Da la impresión de descubrirlo día a día con los ojos de Simón. Jesús no lo sabe todo, ignora de qué hablan los discípulos y tiene que preguntarles, ignora el día del final de los tiempos, se asusta ante la muerte, y muere desesperado.
2) Un hombre con:
Es ante todo Jesús con sus discípulos. Su primer acto es llamarlos y escoger los doce para estar con él.
3) Jesús enseña:
Se pone enseñar a las multitudes, pero enseña ante todo con su manera de vivir y de obrar.
4) Mesías crucificado:
Solo se da este título cuando está condenado a morir. No quiere que se engañen en qué sentido es Mesías.
5) Hijo del hombre:
Es el título más frecuente, quizás le gustaba porque ocultaba su misterio.
6) Hijo de Dios:
Aparece como la cumbre de la fe a la que Marcos quiere llevar a sus lectores.
e. Características especiales.
1) Es el más breve de los evangelios.
2) Escrito a los romanos.
3) Presenta a Jesucristo como siervo.
4) No hay genealogía ya que nadie se interesa por el linaje de un siervo.
5) Omite los relatos de la infancia de Jesús.
6) Relata solo cuatro parábolas: El sembrador, el crecimiento de la semilla, la semilla de mostaza, los labradores malvados.
7) Realza más las obras de Jesús que sus enseñanzas ya que los romanos no se interesaban en las enseñanzas, eran hombres prácticos.
f. Comentario.
Marcos escribió en griego, ya que por entonces el pueblo judío en su mayoría prácticamente había vuelto la espalda a la Buena Nueva, por lo que la Iglesia se abría a los gentiles con mayor vigor y sus primeros lectores parecen haber sido gentiles a los cuales presenta a Cristo como un hombre con autoridad y poder, y como el Hijo de Dios, siervo sufriente en lugar de un Mesías político. También pone especial atención al rechazo que los judíos radicales sentían por Jesús. Su Evangelio es el menos sistemático y de más pobre estilo literario ya que está redactado en estilo coloquial. Utiliza mucho el presente histórico y su vocabulario es reducido y muy espontáneo. La presencia de mucha acción en la narración y menor atención a las palabras de Jesús, señalan hacia un propósito evangelístico para introducir a nuevos cristianos al conocimiento de la vida de Cristo.
2. Lucas.
El evangelio de Lucas es quizá el más detallado de los tres Evangelios sinópticos y desde el inicio se sabe a ciencia cierta que el autor se dedicó a investigar cada uno de los datos en forma cuidadosa. Utiliza varias fuentes de investigación, como lo es el Evangelio de Marcos y el testimonio de testigos presenciales, en donde puede ser que esté incluida la misma María, madre del Señor. Aparentemente hace la investigación para informar de esto a un tal Teófilo, que así como puede ser una persona real, que bien podía ser el mecenas del autor, también puede ser que se trate de un personaje ficticio a quien el autor le dirige el estudio para hacerlo más familiar.
a. Autor.
Lucas es, probablemente, el médico sirio que cita Pablo y que acompañó al Apóstol en su viaje a Roma. Lucas escribió su Evangelio conjuntamente con los Hechos de los Apóstoles que primitivamente formaban una obra única. No es testigo presencial de lo que narra en su evangelio pero sí de lo que narra en los Hechos. Es el único de los cuatro evangelistas que no es judío.
Sabemos que:
1) Es el mismo que escribió el libro de Hechos:
a) Los encabezamientos se dirigen a Teófilo.
b) El estilo y vocabulario parecen ser del mismo autor.
2) La tradición menciona unánimemente a Lucas como su autor.
3) La evidencia interna apoya la autoría de Lucas:
a) Pasajes con “nosotros” como sujeto[62].
b) Lucas acompañaba a Pablo en algunos de sus viajes[63]. Según el desarrollo histórico de Hechos, Lucas podría ser un gentil convertido, posiblemente, en la iglesia de Antioquía, en donde Pablo ministró con Bernabé al comienzo de su apostolado[64]. El autor se unió con Pablo en Troas[65], lo acompañó a Filipos y, probablemente, permaneció allí mientras Pablo visitaba Jerusalén. Cuando este regresó a Filipos, Lucas lo acompañó en su viaje de regreso a Jerusalén[66], en donde Pablo fue arrestado y puesto bajo custodia protectora. Al terminarse la detención de Pablo en Cesarea, Lucas lo acompañó a Roma[67]. Parece ser que solo Lucas estuvo al lado de Pablo en su segunda prisión[68].
b. Trasfondo cultural del autor.
1) Pablo menciona su oficio, médico[69]. Algunos detalles, aunque no determinantes apuntan hacia su labor:
a) La mención de la fiebre muy alta[70].
b) El hombre “lleno de lepra”[71].
c) La omisión del sufrimiento de la mujer con flujo de sangre a manos de los médicos[72].
2) Pablo no lo incluye en la lista de sus colaboradores judíos, sino con los gentiles[73].
3) El receptor de los dos tratados, Lucas y Hechos, es Teófilo, mencionado con el título de excelentísimo, probablemente un oficial romano.
c. Fecha, idioma y lugar.
Hay desavenencia en cuánto a la fecha de la composición del Evangelio. Algunos consideran que fue escrito entre los años 75 y 85 d.C., y apoyan su posición en:
1) Ven indicadores de haber sido escrito después de la caída de Jerusalén[74], especialmente si no se acepta lo sobrenatural de la predicción de Jesús.
2) Si escribió después de Marcos, y este es datado en el 68 d.C., Lucas encaja en este periodo.
3) La palabra “muchos” del 1.1 requiere haber pasado largo tiempo.
Otros consideramos que fue escrito entre los años 60-65, porque:
1) Hechos termina con Pablo en la cárcel sobre el año 62 d.C. Si hubiera sabido algo de la resolución de su caso, parece que Lucas lo hubiera mencionado.
2) No menciona el cumplimiento de la profecía sobre Jerusalén, pero sí menciona el cumplimiento de la profecía de Agabo[75]. Los historiadores romanos mencionan diversas hambrunas que tuvieron lugar durante el reinado de Claudio[76].
3) Tampoco se menciona nada de la muerte de Santiago ni de Simón. Lo que hace más probable que fuera escrito en este lapso.
El prólogo antimarcionita de Lucas dice que Lucas lo escribió en las regiones de Acaya, pero la tradición no es muy segura. Es probable que este evangelio haya sido escrito en Siria, aunque algunos estudiosos piensan que fue redactado en Grecia, debido a los estudios exegéticos en la relación con Pablo, María y el ambiente, lo más probable es que fue en Antioquia de Siria, aunque también pudo haber sido durante los dos años que Pablo estuvo preso en Cesarea, lo cual le daría acceso a las fuentes de investigación palestinas, así como a testigos de primera mano. El idioma utilizado fue también el griego.
d. Comunidad de Lucas.
Es una comunidad compuesta por convertidos, provenientes del paganismo, con características culturales helenistas. Algunos piensan que el ambiente original podría circunscribirse a alguna comunidad de Asia Menor o Grecia, posiblemente la ciudad de Acaya en Grecia.
Los rasgos comunes de estas comunidades de origen helenistas son:
1) Eran comunidades inmersas por la cultura helenista, en la cual han nacido y se han formado sus miembros. Lucas trata de adaptarse a los lectores con estas características.
2) Sus integrantes son personas convertidas, en su mayor parte de antecedentes paganos, con una fuerte experiencia del Espíritu y de la gracia que Dios ha operado en ellos.
3) Eran comunidades ligadas a la tradición y a las misiones paulinas.
4) Eran urbanas, constituídas en las múltiples ciudades que nacían y crecían con el aumento del comercio, las comunicaciones y la cultura común que impulsó el helenismo.
5) Las primeras comunidades cristianas vivían creyendo en la pronta venida del Señor. Para cuando Lucas escribe, esa espera comienza a alargarse, motivo por el cual algunos pierden la fe; en las comunidades surgen diferencias y divisiones, el entusiasmo de los primeros tiempos deja lugar a cierto acomodamiento a la “vida mundana”.
e. El Jesús de Lucas es:
1) Jesús es el Señor.
Es un título muy utilizado por Lucas. Al referirse a Jesús como “el Señor” está poniéndolo al mismo nivel que Dios en el Antiguo Testamento. Es una manera elegante de decir que Jesús es Dios.
2) Jesús Salvador.
Según Lucas, con Jesús llegó la salvación, se cumplen las promesas de Dios. Es el salvador anunciado.
3) Jesús Mesías-Rey.
El término Mesías tenía una resonancia importante y clara para los cristianos de origen judío pero no para los cristianos de origen pagano. Lucas, que conoce esta situación, asocia al título de Mesías, el de Rey, que sí resultaba claro para sus interlocutores.
4) Jesús Hijo de Dios.
Este título tan importante se atribuye a Jesús desde la anunciación y desde su nacimiento, y constituye una revelación de su verdadera naturaleza.
5) Jesús amigo y compañero.
Es amigo y compañero de los pobres, se interesa por los pecadores, los recibe, y a través del perdón, los reintegra a la vida.
f. Características especiales.
1) Lucas era originario de Antioquía. No era Judío.
2) Lucas era médico[77].
3) Es el primer gran historiador de la Iglesia[78].
4) Es el único de los escritores del Nuevo Testamento que cita nombres de emperadores romanos: Augusto, Tiberio y Claudio.
5) La natividad es presentada desde el punto de vista de María, mientras que Mateo lo hace desde el punto de vista de José.
6) Presenta la genealogía hasta Adán, Mateo hasta Abraham.
7) Enfatiza que los Samaritanos también son merecedores de la salvación: El buen Samaritano[79]; el leproso arrepentido[80].
8) Es el evangelio de la alabanza: El Magnificat de María[81], el canto de Zacarías[82] y el canto de Simeón[83].
9) Es el Evangelio de los pobres[84].
10) Relata lo importante que son para Jesús los pecadores[85].
11) Es el Evangelio de la mujer: Habla de María, Elizabeth, Ana, Marta. La viuda de Naín, María Magdalena.
12) Es el Evangelio que mas se refiere al Espíritu Santo[86].
13) El lugar prominente del Templo en el Evangelio, sirve de base para explicar la importancia del mismo en los primeros capítulos de Hechos.
14) Hay más de 20 referencias a los ángeles para enfatizar la relación entre el cielo y la tierra en el ministerio de Jesús.
15) El énfasis en el cumplimiento de una misión redentora.
16) La importancia de la ciudad de Jerusalén: Mencionada 31 veces en Lucas, solo 13 en Mateo y 10 en Marcos.
17) La estructura de Lucas camina entre disposiciones curiosas entre las diferentes etapas del viaje de Jesús: Desde el cielo a la tierra, y el regreso de la tierra a la gloria.
18) El énfasis teológico en la salvación. El término “salvar” aparece más frecuentemente que en los demás evangelios[87].
g. Comentario.
Lucas es un magnífico escritor de atractiva personalidad que fue recopilando meticulosamente todas las tradiciones orales que le llegaron a los oídos. Aunque utiliza las mismas fuentes que Marcos y Mateo, las enriquece con aportaciones como el relato de la infancia de Jesús que, según se supone al leerlo, la misma María debió contarle. Como no era judío, no presta la misma atención que Mateo y Marcos a los temas de la Ley mosaica y sí lo hace al papel de la mujer en el Evangelio y a la necesidad de la pobreza de medios para alcanzar la riqueza espiritual. Su estilo es el mejor de los Sinópticos, con un vocabulario muy rico. Lucas retoca las fuentes de Marcos y Mateo para evitar expresiones que puedan ser malinterpretadas y pone especial hincapié en el amor de Cristo a los desheredados.
3. Mateo.
Su nombre griego significa “Regalo de Dios”, pero su nombre judío, con igual significado era Leví. Fue unos de los doce apóstoles y antes había sido recaudador de impuestos[88], uno de los oficios que más dinero producía en tiempos de Jesús, pero que dejó de lado cuando Jesús le llamó.
a. Autor.
No se nombra al autor como tal, aunque la mención del oficio de Mateo[89] solo en este Evangelio, y la ausencia de detalles personales sobre la fiesta en su casa pueden señalar su autoría. Además, el testimonio de la iglesia primitiva está a favor de la autoría de Mateo. Pero, los estudiosos modernos dudan de su autoría en razón de dos argumentos:
1) Un testigo ocular no dependería tanto de Marcos.
2) Si se acepta la fecha del libro entre el 80 al 100 d.C., como creen algunos, sería algo tarde, tanto para la persona de Mateo, como para su propósito.
Estos argumentos pueden ser respondidos por el hecho de que Mateo, al adoptar tanto material de Marcos, certifica la fiabilidad del segundo Evangelio. Además, que la fecha no tiene porque ser datada tan avanzado el primer siglo.
Este Mateo del que hablamos es, probablemente, el recaudador de impuestos al que Jesús llamó para formar parte de los doce apóstoles, por lo que es testigo directo de los hechos que narra. También es llamado en los Evangelios con el nombre de Leví. Probablemente fue un judío helenizado.
b. Idioma.
Generalmente se acepta que el Evangelio se escribió en griego. El problema estriba en una cita bastante ambigua de Papías, citada por Eusebio, que dice que Mateo ordenó los dichos de Jesús en dialecto hebreo, y cada uno los interpretó conforme a su capacidad. Pero el griego de Mateo no parece indicar una traducción, pero los elementos hebreos de su estilo podrían haber ocasionado el comentario de Papías.
c. Fecha y lugar de redacción.
El Evangelio de Mateo fue escrito entre los años 54 y el 61 d.C., puesto que si se fechara más tarde tenemos problemas con la falta de alguna mención de la destrucción de Jerusalén, así como se incluye en el Evangelio la instrucción de huir a las montañas, ya que los creyentes huyeron a Pella, que está en la región no montañosa de Trans-jordania.
Como fuentes, podemos decir que Mateo tomó el 50% del material de su Evangelio de Marcos y la parte restante de la Fuente Q y de la logia y las tradiciones orales. El relato de la infancia de Jesús no aparece en la Fuente Q ni en Marcos, por lo que Mateo tuvo aquí, y en otras partes de su Evangelio, una fuente desconocida.
Lo podemos situar probablemente en Siria, en una comunidad cristiano judía de la diáspora. Aquí puede que surja una interrogante: ¿Estuvieron Lucas y Mateo en el mismo país? ¿Se conocieron? Sin embargo, se llega a la conclusión de que no se conocieron, ya que uno escribió para el mundo heleno-cristiano y el otro para los judeo-cristianos.
d. Propósito.
1) Enseñanza.
Se aprecia en el énfasis en las enseñanzas de Jesús. Las secciones de enseñanza están agrupadas, y claramente diferenciadas, en cuatro discursos con sus correspondientes partes narrativas, con una conclusión cada una[90] y el epílogo final.
2) Apología.
a) La prueba de su mesianidad se desarrolla en torno al tema de Jesús como el Rey – Mesías.
b) Destaca el rechazo de los líderes judíos.
c) Justifica el acercamiento a los gentiles, como consecuencia
3) Evangelización.
Presenta a la persona y la obra de Cristo de modo que alguien pudiera tomar la decisión de seguirle. El objetivo de ganar a judíos para Cristo se observa en el énfasis de que Jesús era el Mesías largamente esperado por el pueblo de Israel. Además la conclusión del evangelio apunta a la extensión del mensaje de Cristo hasta los confines de la tierra[91].
e. Comunidad de Mateo.
Estas comunidades parecen estar compuestas especialmente por cristianos procedentes del judaísmo. Se le suelen ubicar en torno a la frontera norte de Palestina y en los límites con Siria y Fenicia. Conocen bien las Escrituras. Hace más de 130 referencias al Antiguo Testamento.
La ley sigue siendo para ellos la regla de vida, se muestran muy al corriente de la forma en que los rabinos interpretan las Escrituras y algunas cuestiones, como el ayuno, la limosna, son típicamente judías. Jesús es presentado como el nuevo Moisés.
Están en conflictos con el judaísmo oficial. Los cristianos ya han sido expulsados de sus sinagogas. Y los ataques de Jesús tan duros, contra los fariseos, son más bien a los fariseos de los años 80. Esas comunidades se abren a los paganos. Esos judíos que se han hecho cristianos vuelven a descubrir, en las palabras de Jesús, su voluntad de enviar a sus discípulos al mundo entero, por lo que manifiesta ser una comunidad abierta al mundo pagano.
Según nos presenta Mateo, es una comunidad con cierta organización jerárquica, una vida sacramental, tradiciones litúrgicas y una disciplina interior. Es una comunidad que vive fraternalmente y se preocupa por la enseñanza: Aprender, y conocer más de Jesús y su mensaje.
f. El Jesús de Mateo es:
1) Jesús Mesías.
Mateo se esfuerza por presentar a Jesús con nombre, títulos y referencias que sus destinatarios, de origen judío, entendieran con claridad y lo relacionaran con el Mesías, anunciado en las Escrituras y esperado por el pueblo de Israel.
2) El nuevo Moisés.
La figura de Moisés es muy importante en el Antiguo Testamento. Mateo traza un claro paralelismo entre Jesús y la figura de Moisés:
a) La Enseñanza de Jesús la presenta en cinco discursos a semejanza de la antigua ley que se encuentra en los cinco libros del Pentateuco y que los judíos consideraban había sido escrito por Moisés.
b) Jesús presenta la nueva ley en una montaña, al igual que Moisés recibió la ley de Dios en el monte Sinaí.
3) Jesús Maestro.
Mateo hace énfasis en que Jesús enseña con autoridad, en las sinagogas, en el Templo, en la montaña. Recibe el nombre de Maestro o Rabbí, en numerosas ocasiones. El mismo se presenta con estas palabras.
4) Jesús Señor.
Es el título cristológico más utilizado por Mateo. Aparece 34 veces, de las cuales 22 son originales y propias de Mateo. ¿Quiénes llaman a Jesús Señor? Los discípulos, excepto Judas, los que se acercan a él para pedirle que los libere de alguna desgracia.
5) Jesucristo Rey.
Nace del linaje real, los magos le ofrecen regalos dignos de la realeza, el sermón del monte es un manifiesto real.
g. Características especiales.
1) Profecías cumplidas:
a) El nacimiento virginal de Cristo[92].
b) La matanza de los niños en Belén[93].
c) Radicación de la familia de Jesús en Nazaret[94].
d) La traición por treinta piezas de plata[95].
2) Notas importantes.
a) Relata 14 parábolas.
b) Relata 20 milagros.
c) Se le llama el Evangelio didáctico por la forma sistemática en la que presenta sus enseñanzas.
d) Es el único Evangelio que emplea la palabra Iglesia.
3) Grandes discursos.
a) El sermón del monte, principios y normas del Reino.
b) Instrucciones para los mensajeros del Reino[96].
c) Parábolas del Reino[97].
d) Enseñanzas sobre el discipulado[98].
e) La venida del Rey[99].
h. Comentario.
Mateo escribió en arameo, la lengua que utilizaban los judíos, porque es un Evangelio destinado al pueblo de Israel. Sus escritos complementan y abarcan más que los de su predecesor Marcos, pero siguen el mismo esquema. Aproximadamente Mateo tomó la mitad del material de Marcos abreviando la narrativa. Y el 25% de su Evangelio coincide casi exactamente con el de Lucas, precisamente en las palabras de Jesús ya que ambos utilizan la Fuente Q. Es un Evangelio construido de manera sistemática y ordenada, con una estructura basada en cinco bloques o discursos con un claro interés didáctico y teológico que se muestra en el interés de Mateo por la doctrina de Jesús
[1] Es el estudio de los signos que ocurren en el proceso de la comunicación, en donde estos llevan el mensaje de A a B y sus principales intereses están en el medio, el canal, el transmisor, el receptor, la interferencia y la retroalimentación. Para que la comunicación ocurra, y la persona a quien se dirije comprenda lo que significa nuestro mensaje, es necesario crear el mensaje con signos. Este mensaje le estimula a crear para sí mismo un significado que se relacione de alguna manera con el significado que yo generé primeramente en mi mensaje. Surge entonces un nuevo conjunto de términos: signo, significación, íconos, denotar, connotar. Todos son términos que se refieren a las varias maneras de crear significados.
[2] Lucas 4.16-30.
[3] Mateo 5.27-28. RV60
[4]Fuera de los Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles, las citas sobre milagros o signos prodigiosos no son muchas, a saber: Romanos 15.19: Señales y prodigios; 1 Corintios 1.22: Pablo alude a las señales reclamadas por los judíos; 1 Corintios 12.9; 10.28-30: Dones en la comunidad primitiva para curar y hacer obras extraordinarias; 2 Corintios 12.12: Alusión de Pablo a las señales, portentos y milagros que ha obrado, como signo de su carácter apostólico; Gálatas 3.5: Los prodigios que Dios obra en la comunidad; 1 Tesalonicenses 1.5: La buena noticia se manifiesta como una fuerza, “dynamis”, término técnico para designar el poder curativo; 2 Tesalonicenses 2.9: La venida del impío... con ostentación de poder, portentos y prodigios falsos; Hebreos 2.4: Portentosas señales de Dios y variados milagros; Santiago 5.14-16: La unción con aceite y la oración que cura, y Revelación 16.4: El ángel que derrama la copa en los ríos y manantiales y se convierten en sangre.
[5] Lucas 11.19.
[6] Lucas 9.49.
[7] 1 Corintios 10.28-30; 12.9; 2 Santiago 5.14-16.
[8] Marcos 13.22; Mateo 24.24.
[9] Agustín de Hipona, La Ciudad de Dios 20.1, 8, 2.
[10] Agustín de Hipona. De utilitate credendi.
[11] Agustín de Hipona, Contra Fausto.
[12] Fue un filósofo, economista e historiador escocés y constituye una de las figuras más importantes de la filosofía occidental y de la ilustración escocesa.
[13] François Marie Arouet, más conocido como Voltaire (París, 21 de noviembre de 1694 –30 de mayo de 1778) fue un escritor y filósofo francés que figura como uno de los principales representantes de la Ilustración, un período que enfatizó el poder de la razón humana, de la ciencia y el respeto hacia la humanidad.
[14] Immanuel Kant (Königsberg, Reino de Prusia, 22 de abril de 1724 - 12 de febrero de 1804), filósofo alemán. Es considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y del último periodo de la Ilustración. En la actualidad, Kant continúa teniendo sobrada vigencia en diversas disciplinas: Filosofía, derecho, ética, estética, ciencia, política, etc. Una sostenida meditación sobre los diversos fenómenos del obrar humano nos remite necesariamente a Kant, que junto con Platón y Aristóteles constituye, según una gran mayoría, el hilo conductor de los grandes aportes al conocimiento humano.
[15] La Toráh.
[16] Mateo 4.23. NBLH
[17] Marcos 6.4; 9.39; Lucas 4.36; 5.17; 6.19; 9.1.
[18] Obras.
[19] NBLH
[20] Mateo 22.24.
[21] NBLH
[22] Marcos 6.30-44.
[23] Marcos 8.1-8.
[24]En el paralelo de Mateo (12.38) Jesús les dará la señal de Jonás: La resurrección, comienzo de un mundo nuevo de hermanos reconciliados; en Lucas (11.29-32) la señal es Jonás que pregona el perdón de Dios para los habitantes de Nínive: Dios perdona a quien se arrepiente, sea judío o no.
[25] Mateo 17.27. NBLH
[26] Marcos 11.12-14.
[27] Lucas 22.47-53.
[28] Marcos 1.29-31.
[29] Marcos 5.1-20.
[30] Marcos 2.1-13.
[31] Lucas 7.11-17.
[32] 2 Reyes 2.12.
[33] Isaías 14.13-15.
[34] Mateo 11.20-24. NBLH
[35] Mateo 12.27-29. BAD
[36] Mateo 12.25-26. Ibid
[37]Liberación de demonios y llegada del reinado de Dios se relacionan en este texto. Según las esperanzas judías, el Mesías tenía que destruir el reino del pecado, y al mismo tiempo triunfar sobre la enfermedad y la muerte, que son la concreción del imperio y del dominio de Satanás sobre el hombre. Para la revelación judía apócrifa, cuando llegara el reinado de Dios, los demonios serían encadenados (Testamento de Henoc 10.3; Testamento de Leví 18.12). La conciencia que muestra Jesús de ser el vencedor de Satanás aparece también en Marcos 3.22-27 en la parábola del más fuerte. Esta logia está en relación con otro texto de Lucas 10.18.
[38] Mateo 11.2-6. BAD
[39] Mateo 11.19. Ibid
[40] Mateo 23.8, 10.
[41] Diálogo con Trifón, 69.7.
[42] Sanhedrin 43a.
[43] Jesus of Nazaret, Londres 1925, pág. 27; trad. castellana: Jesús de Nazaret, Buenos Aires 1971.
[44] No decimos que no ocurrió, sino que bien pudiera haber sido parte de la libertad literaria del autor o bien de las personas que se lo informaron.
[45] Cementerio: Dormitorio, frente a necrópolis: Ciudad de los muertos.
[46] Que tiene un origen emocional o psicológico.
[47] Lucas 13.32.
[48] El término kerigma proviene del griego κήρυγμα y significa proclamar como un emisario.
[49] Hechos 13.5.
[50] Hechos 13.13.
[51] Hechos 15.36-40.
[52] Filemón 24.
[53] 2 Timoteo 4.11.
[54] Marcos 14.51-52.
[55] 1 Simón 5.13.
[56] Año 130.
[57] Wikenhauser/Schmid. Introducción al Nuevo Testamento, Herder, 329.
[58] Versión en latín de la Biblia que data de finales del siglo II o pincipios del siglo III, anterior a la Vulgata.
[59] La lista de Marción de libros de la Biblia se reducía a diez cartas de Pablo y el Evangelio de Lucas.
[60] Finales del siglo II.
[61] Hechos 12.12.
[62] Hechos 16.10-17; 20.5; 21.18; 27.1; 28.16.
[63] Colosenses 4.14; Filemón 24, 2 Timoteo 4.11.
[64] Hechos 11.25-26.
[65] Hechos 16.10.
[66] Hechos 20.5-15.
[67] Hechos 27.1-28.15.
[68] 2 Timoteo 4.11.
[69] Colosenses 4.14.
[70] Lucas 4.38.
[71] Lucas 5.12.
[72] Lucas 8.43.
[73] Colosenses 4.10-11.
[74] Lucas 19.43; 21.20, 24.
[75] Hechos 11.28.
[76] 41-54 d.C.
[77] Colosenses 4.4.
[78] Lucas 1.1-4.
[79] Lucas 10.30-37.
[80] Lucas 17.11-19.
[81] Lucas 1.46-55.
[82] Lucas 1.68-69.
[83] Lucas 2.29-32.
[84] Lucas 16.19-31.
[85] Lucas 7.36-50; 13.9-14; 19.1-10; 23.40-42.
[86] Lucas 1.15, 39-41; 2.25; 4.14.
[87] 24 veces.
[88] Mateo 9.9.
[89] Mateo 10.3.
[90] Mateo 7.28-29; 11.1; 13.53; 19.1; 26.1.
[91] Mateo 28.16-20.
[92] Mateo 1.23-24.
[93] Mateo 2.16-18.
[94] Mateo 2.23.
[95] Mateo 27.9.
[96] Mateo 10.
[97] Mateo 13.
[98] Mateo 18.
[99] Mateo 24-25.
Los Evangelios Sipnóticos presentan un ordenamiento general de los hechos de la vida de Jesús que es común a los tres y puede resumirse en cuatro etapas:
ü La preparación previa a la predicación de Jesús.
ü La predicación del reino y milagros en Galilea.
ü El camino a Jerusalén.
ü La predicación y milagros en Jerusalén. Pasión, muerte y Resurrección de Jesús.
Entre los tres se observa que hay muchos fragmentos en común, así como entre dos de ellos, y textos propios de cada uno. Marcos parece ser el más antiguo, y los otros dos lo siguen en el esquema general. Pero también se encuentran versículos comunes a Mateo y Lucas, que no encontramos en Marcos. Lo que hace pensar en una fuente común a estos dos evangelistas, desconocida para Marcos, y muy probable que fuera muy cercana a las tradiciones más primitivas de la iglesia.
Cada evangelista posee, además fuentes propias, provenientes de tradiciones orales y, posiblemente, escritas, originadas en las primeras comunidades cristianas.
Además se reconoce la existencia de secuencias de textos de origen antiguo, presentes en los evangelios, que reúnen dichos y hechos de la vida de Jesús: parábolas, milagros, discursos, relatados a la luz de la experiencia pascual.
J. Diferencias básicas.
A pesar de las similitudes de los Evangelios sinópticos, también hay diferencias entre ellos, como lo son:
1. Cada uno presenta al Señor desde un punto de vista particular.
2. Es la fotografía de un amigo desde cuatro posiciones diferentes:
a. Mateo: Presenta como Rey a los judíos.
b. Marcos: Lo presenta como siervo a los romanos.
c. Lucas: Como hijo de hombre a los griegos.
d. Juan: Como el Verbo encarnado a todos los hombres.
K. Las diferencias con Juan.
El último de los Evangelios, el de Juan, no pertenece a la colección que llamamos “sinópticos”, a pesar que también trata de la vida de Jesús, no porque sea un relato que contradiga las enseñanzas de los tres primeros, sino porque al tratar temas diferentes acerca de la vida de Jesús, viene a convertirse en un complemento. Es como si tres fotógrafos tomaran una imagen de un edificio desde diferentes ubicaciones, pero fuera de él, por lo que podríamos ver muchas similitudes en sus retratos, pero un nuevo fotógrafo tomara fotos en el interior del edificio, lo cual no viene a contradecir la obra de los otros, sino a complementar y a permitir que podamos conocer de mejor manera el edificio.
Entre las diferencias más sobresalientes encontramos:
1. Los sinópticos relatan su ministerio en Galilea, Juan en Judea.
2. Los sinópticos relatan milagros, parábolas y discursos. Juan relata solo siete, sus conversaciones íntimas y sus oraciones.
3. Los sinópticos lo presentan en acción. Juan en meditación y comunión.
El evangelio de Juan incluye numerosos episodios de la vida de Jesús que no figuran en los otros, lo que hace que sea único. En el gráfico siguiente, se destacan las secciones de los cuatro evangelios que describen el tiempo entre la Última Cena y el arresto. Los cuatro evangelios describen la Última Cena, en Juan, Jesús lava los pies a sus discípulos antes de la Cena, la negación de Simón, la oración de Jesús en Getsemaní, y el prendimiento.
MATEO MARCOS LUCAS JUAN
Jesús comparte la Cena Jesús comparte la Cena Preparativos de Jesús
de Pascua con sus de Pascua con para la Cena Pascual
discípulos discípulos Jesús lava los pies de sus
discípulos
La discusión acerca de Jesús predice que será
la grandeza traicionado.
El nuevo mandamiento
Jesús predice la Jesús predice la Jesús predice la Jesús predice la
negación de Simón negación de Simón negación de Simón negación de Simón
Bolsa, alforja y espada Jesús en camino hacia el
Padre
La promesa del Espíritu
Santo
Jesús, la vid verdadera
El odio del mundo
La Última Cena La obra del Espíritu Santo
Tristeza y alegría
Victoria sobre el mundo
Jesús ora en Getsemaní Jesús ora en Getsemaní Jesús ora en el Monte Jesús ora por sus
de los Olivos discípulos
El prendimiento de Jesús El prendimiento de Jesús El prendimiento de Jesús El prendimiento de Jesús
L. Introducción a la Cristología del Nuevo Testamento.
La pluralidad teológica en la Iglesia primitiva ha quedado plasmada en la riqueza de los textos del Nuevo Testamento. Estas teologías son complementarias unas de otras, no excluyentes, son una muestra de la acción del Espíritu Santo en las experiencias de fe de los primeros cristianos. Aunque los lenguajes y géneros literarios allí empleados eran distintos, en el fondo, sabemos que se redactaron para resaltar la figura de Jesús, y señalarlo como Mesías y Señor de la historia de salvación. Estaban viviendo un tiempo nuevo por la muerte y resurrección del Mesías, y eran conscientes de ello. Estos cristianos escriben desde diversas circunstancias y situaciones, atendiendo al destinatario de sus escritos, con una intención, principalmente catequética y pastoral.
Dentro de las metodologías empleadas, todas ellas han ayudado, y lo siguen haciendo, a la ciencia cristológica; pero nos parece especialmente interesante el método semiótico o lingüístico. Nos interesa lo que quisieron decir, no solo lo que dijeron, porque las categorías culturales han cambiado notablemente. En esa búsqueda de “qué quisieron decir” son imprescindibles los códigos semióticos[1], las instituciones humanas y normativas, los principios de vida y de cultura que han ido integrando esos códigos. Solo desde ahí podremos ayudar al hombre sencillo a encontrarse con Jesucristo, yendo al contexto funcional del momento.
En esta línea, aunque el Evangelio esté escrito en un lenguaje griego, está hecho desde categorías culturales semitas. Fácilmente nos sucederá que lo que hoy nos puede pasar desapercibido, era relevante, incluso imprescindible para entender el significado de quién era Jesús. La antropología semita entiende que lo importante era el “irse haciendo” en una clave dinámica, por eso la presentación de Jesús en los Evangelios es comprensible desde la función que está representando. Eso funcional es determinante para comprender el “quién es”; pero la cultura griega, bastante más estática y conceptual busca la respuesta directa y lógica, importa el “ser” antes que el “irse haciendo”, se va a la esencia y a la naturaleza, sin importar su puesta en escena. Son dos lenguajes culturales distintos, que han confundido a no pocos cristianos.
Para el judío contemporáneo de Cristo, Jesús daba la impresión de ser un impostor, un auténtico blasfemo, que se hacía pasar por Dios. Pero los gestos y manifestaciones de Jesús estaban indicando su mesianidad con mucha fuerza. O era el Hijo de Dios o era un blasfemo, no cabía en esa cultura otra posibilidad. Tenemos que llenarnos de la cultura semita para comprender bien quién es Jesús de Nazaret.
1. La cristología de los Evangelios sinópticos.
Tomemos en cuenta que en el tiempo en que Jesús nació, el pueblo judío estaba viviendo en desesperación. Lo vivido un siglo antes con los Macabeos todavía se encontraba fresco. Ya no había ningún testigo prescencial de aquel momento de victoria, pero este había sido transmitido en forma oral y escrita de padres a hijos, dejando también un amargo sabor al comprender que lo que tanto ansiaban todos, se había perdido tan rápidamente.
Los judíos anhelaban al Mesías prometido, tanto en los escritos canónicos como en los apócrifos. La resistencia a los romanos había levantado uno que otro héroe que hacía encender la esperanza de que este fuera la respuesta a la oración popular, pero la captura o la muerte de estos héroes efímeros los llevaba de nuevo a la desesperación. Por ello, cuando Jesús hace su entrada en escena surge una interrogante que llevará a muchos a amarlo, pero a otros a despreciarlo.
a. Lo primero es situar a Jesús en su entorno.
Buscamos responder a la conciencia que Jesús tenía de sí mismo. La respuesta no es directa ni estática, como pretendería un griego, sino que entramos de lleno en la cultura semita y lo que quiso decir. Vamos al significado que para cualquier judío de la época pudo tener Jesús. ¿Qué podía pensar un judío cuando veía actuar y hablar a Jesús? Esta es nuestra pregunta.
Para los Sinópticos: Jesús es Dios mismo. Esto lo demuestran en los conceptos y frases que manejan de Jesús.
1) El perdón de los pecados.
Jesús tiene poder para perdonar pecados, lo hace y además lo comunica a su Iglesia. Esta potestad solo podía ser atribuida a Dios. Para un judío ver a Jesús perdonando era paradójico, porque el perdón de los pecados solo podía ser dado por Adonay en el Antiguo Testamento.
Para los Sinópticos Jesús perdona porque el Hijo hace lo que ve al Padre, tiene su potestad, es Él mismo. El sí absoluto del perdón es una manifestación de la liberación, de la llegada del Mesías, incluso de la legitimidad de Jesús, que queda autorizada, no pocas veces, con un milagro seguido del perdón. El discurso para el encuentro de los hombres con el Padre en el Hijo es que Él vino para buscar a los enfermos, a los pecadores, no a los sanos. Es un signo de que el Reino está entre nosotros. Son numerosísimos los textos donde aparece el perdón y la misericordia de Dios en la persona de Jesús.
2) El Reino de los cielos.
Tenemos la identificación directa que hace Jesús con el Reino esjatológico que anuncia. La implicación es directa. Es el anuncio constante del Reino de los cielos, no un anuncio para cinco mil años en el futuro, sino algo que era inminente: La Iglesia. Los discursos de Jesús, en parábolas, suelen ofrecer en esencia de los mismos, algún elemento del Reino. Si lo analizamos con cuidado, veremos que todas las parábolas tienen algo que ver con el Reino. En el origen, Jesús predicó fundamentalmente que el Reino estaba cerca, que en su persona se realizaría. Para ésto basta con aceptar su voluntad y su gloria, reconocerlo.
El discurso de Jesús en Nazaret[2], es el inicio de la actividad pública de Jesús, el cumplimiento de lo esperado durante largo tiempo. Cuando pronuncia ese discurso en la sinagoga de Nazaret se produce una reacción contraria, rechazo a que sea nuestro vecino el Mesías. Para otros judíos, el Reino y el Mesías se cumplían en la persona de Jesús. Jesús anuncia esa identificación, lo cual significa claramente que es el Mesías, el que se esperaba, el Hijo de David, el enviado por Dios para redimir y salvar a los hombres. O que era un impostor.
Para entrar en el Reino anunciado por Cristo se exige la conversión y la vida en las Bienaventuranzas. La conversión supone un cambio radical en la forma de pensar y de vivir. La palabra en griego “metanous”, significa literalmente cambiar la mentalidad. Jesús, en los Evangelios, no es comprendido, la necesidad de cambiar el corazón debió despertar recelos y rechazos, incluso entre sus seguidores. Pero es que, sin esa conversión, el Reino no puede llegar. También son muy decisivas para el Reino las bienaventuranzas. No son una lección angélica ni socioeconómica, sino que expresan la adhesión radical al programa del Padre, un programa basado en el amor gratuito al prójimo y que cambia la estructura de poder y de egoísmo que anidan en el pecado de los hombres. Exigen un cambio de mentalidad, dar la vuelta a los criterios de éxito, poder y dinero de las sociedades de todos los tiempos.
Es importante también entender que el Mesías esperado estaba inaugurando un tiempo nuevo, donde los cojos anduvieran y los ciegos pudieran ver. Jesús realiza milagros, y está fuera de duda el carácter prodigioso de Jesucristo. Es el personaje de la antigüedad al que se le atribuyen más milagros y curaciones. Algo tuvo que haber.
3) Los milagros.
Los milagros, en los sinópticos, confirman que con Jesús comienza el Reino, son un signo de la presencia del Mesías, según lo entendían los judíos. Los milagros son liberadores para la persona que los recibe. El principal milagro es el encuentro con Jesús, Salvador. Pero además, son signos de legitimidad, es el verdadero Mesías, garantizan la fe. Son un todo con la palabra de la revelación, no podemos comprender los milagros, las bienaventuranzas, el perdón o el Reino sin verlo como un único proyecto.
La verdadera comprensión de los milagros en la vida de Jesús no hace que estos sean el centro de la fe, sino que son una ocasión para la fe. Es decir, ayudan y excitan la fe de los que lo presencian. Es importante llamar la atención de cómo los milagros de Jesús no siempre provocaron la fe, también tuvieron el efecto contrario, confundieron más a los enemigos, como si hubieran sido hechos por Satanás, es la impenitencia del que se resiste. Los milagros por sí mismos, como hechos extraordinarios, no indicaban nada en aquella sociedad, pero realizados por el Mesías suponían la llegada del Reino. Por eso, los milagros apuntaban al que los hacía, en nuestro caso a Jesús. La fe en los milagros no era discutida, se discutía quién los hacía y porqué.
4) La Ley.
Otro aspecto significativo de la conciencia que Jesús tiene de sí es que cambia públicamente la Ley de Moisés. Para un judío de la época, nadie podía cambiar éstas normas impunemente, era algo reservado a Dios. Sin embargo, Jesús cambia y modifica la Ley mosaica. “Oísteis que fue dicho…Pero yo os digo...”[3], y con ésta fórmula modifica el significado de cuestiones tan inviolables para el Judaísmo como el adulterio, el divorcio o el amor al enemigo. Este atrevimiento de Jesús debía sonar en los primeros seguidores y en sus contemporáneos como algo blasfemo. La flexibilidad en el cumplimiento del sábado fue una provocación constante a las autoridades Judías.
Esta autoridad con la que Jesús corregía la Ley de Moisés se ha venido a llamar ruptura de plenitud. Jesús mantiene una lógica de oposición con el Antiguo Testamento, su continuidad se manifiesta especialmente en que rompe con el viejo esquema, el odre viejo no aguanta el vino nuevo, Jesús supera y plenifica el Antiguo Testamento dándole sentido. La Iglesia primitiva no acabó de entender esta ruptura tan significativa, que no se hizo total desde la resurrección, sino solo tras las primeras décadas de la fe cristiana se fue comprendiendo lo que llegaba a suponer creer en Jesús como el Mesías, era el inicio de algo nuevo.
5) Jesús Salvador.
Finalmente, Jesús proclama el seguimiento de su persona para la salvación. Él se presenta como camino de salvación para los hombres, es más, es imprescindible el seguimiento de Jesús para el encuentro con el Padre. La vinculación y la filiación única y singular con respecto del Padre es un rasgo de su carácter mesiánico y trascendental. El término “abba”, usado por Jesús para dirigirse a Adonay, “papí” en arameo, era la expresión cariñosa de los niños hacia su padre. Jesús la emplea con un especial interés, como intercambio, como ofrecimiento y relación especial con Dios Padre. En éste sentido, Jesús es Unigénito del Padre. Nadie ha visto a Dios, sino el Hijo que nos lo ha manifestado. Esta particular filiación de Jesús para con Dios, nos da a entender la especial relación de intimidad, de conocimiento, de relación con el Padre Dios que tiene Jesucristo. La comunicación del Padre con el Hijo hace que aparezcan vinculados, implicados en un proyecto de salvación común y único. El significado de todo es evidente: Jesús es el Señor, el Hijo de Dios, que era tanto como decir Dios mismo.
Estos indicios hicieron que los primeros cristianos comprendieran, incluso antes de la resurrección, que Jesús era el Mesías. El problema eran los acontecimientos inesperados, ¿Por qué no triunfar?, ¿Por qué morir como un desalmado? ¿Por qué no repartir el poder? ¿Por qué no lo dice claramente y hace gestos espectaculares y públicos? Solo a la luz de la Pascua comprendieron el plan de Dios realizado en Jesús: Que era necesario que el Mesías padeciera. Solo con la luz del Espíritu Santo reconocen que Jesús era Dios mismo, encarnado y entregado a los hombres por amor a ellos. De hecho, es la interpretación que obtenemos si observamos a los que lo acusan, es de que era un blasfemo porque se hacía “como si fuera Dios”, no cabía dudas, Cristo era o un blasfemo o el Hijo de Dios, pero no alguien indiferente. Los apóstoles no dudaban de su mesianidad, sino de la interpretación que Jesús hacía de la misma.
b. Los dos modelos de Mesías.
El modelo mesiánico esperado por los discípulos no se producirá. El mesianismo de Jesús es de siervo, de “diakonos”, de “doulos”, es de humillación de Mateo 20 y tantos otros textos.
Cristo como libertador político no cabía en el proyecto divino, el Mesías libertador lo era en una clave redentora, salvadora, de ahí la necesidad de la sangre. Lo explicamos: En la mentalidad semita la sangre implicaba el sacrificio, la victima y el rescate, sin sangre no era posible el perdón. Por eso, la entrega amorosa del Hijo es entendida en la carta a los Hebreos tan admirablemente, la vida y la sangre son la víctima propiciatoria, es la expiación de los pecados, que resaltan en la Pasión los sinópticos. Por eso debía morir, mostrando su amor a los hombres, Dios no libró a Jesús de la muerte, porque por su sangre son perdonados los pecados del mundo. Por eso la revolución cristiana supone el cambio, no de estructuras sociales o políticas, sino el cambio en la forma de concebir las relaciones interpersonales, basadas en el perdón y el amor. Los demás cambios vendrán por su propio peso.
1) La cruz.
Otro aspecto que fue muy difícil de entender para los primeros cristianos era la cruz. Suponía un problema para el cristianismo inicial, de hecho no fue signo de la fe cristiana hasta siglos después. La cruz era motivo de vergüenza, era un escándalo para los judíos, y una necedad para los griegos. Es decir, el Judaísmo no entendió que Cristo debía morir en la cruz, para ellos el patíbulo de la cruz no solo era innecesario, sino que suponía una contradicción con el Mesías triunfante esperado.
Para los griegos era una estupidez que Dios, trascendente, motor o causa de todo, se hubiera encarnado, muerto en una cruz y resucitado para la salvación. Sin embargo, la experiencia de los primeros cristianos, judíos y griegos, superaba las limitaciones de aquellos esquemas mentales. La primera fe de Simón se basaba en esto: Al que habéis crucificado, Dios lo ha resucitado de entre los muertos: Esa es la fe de la Iglesia primitiva. Por eso los Evangelios se empiezan a construir desde los relatos de la Pasión, que eran especialmente significativos para la vida de las comunidades. La cruz, lo más vergonzante de la nueva fe, sin embargo era de lo más relevante.
Esa cruz no era comprensible sin la resurrección, que es la garantía y la legitimidad de que ese Jesús era el Mesías, que tenía que morir y resucitar por los hombres. Es el centro de la predicación de los discípulos: “Cristo ha resucitado”. De hecho todo el Nuevo Testamento se conduce a esa determinación, Cristo ha resucitado, es el mensaje de salvación, era el Mesías, hay que creer en Él.
Al principio bastaba, en un mundo judío, con afirmar que había resucitado, pero al extenderse el cristianismo a un contexto helénico, empieza a ser importante incidir en la existencia terrena según la carne y la existencia terrena según el espíritu. En una tercera etapa se desarrollan tres estadios: Como Jesucristo preexistía, como se encarna en la vida terrena, y como, finalmente, resucita. Es un primer intento por explicar en el mundo helenista la profundidad del significado de que Cristo ha resucitado.
Para el judaísmo la vida es el ser, por eso, la resurrección la entienden los apóstoles no como algo impersonal, sino como una aparición y con la tumba vacía. Confirman la experiencia de que Jesús sigue vivo. La base del Nuevo Testamento sería la esperanza de la resurrección, el inicio de un mundo nuevo. Tras la resurrección saben realmente quién es Jesús, se les quita el velo, descubren el proyecto de Dios, el plan de salvación para los hombres. Así, mencionan los textos que los apóstoles se postraron y lo adoraron ante Jesús, gesto reservado para Dios exclusivamente.
2. Los milagros de Jesús en los Evangelios sinópticos:
Posibilidad e historicidad. Ya en un apartado arriba hablamos sobre los milagros, pero es necesario que hagamos una ampliación a este tema por la trascendencia que tiene en estos tres Evangelios.
El material narrativo referido a los milagros en sentido amplio: Señales y prodigios, liberaciones de demonios, curaciones y resurrecciones, ocupa en el Nuevo Testamento un lugar privilegiado, especialmente en los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles[4]. Este material, sin embargo, no es homogéneo y está formado por relatos de milagro, propiamente dichos, sumarios en los que se alude a la actividad taumatúrgica de Jesús y citas o alusiones a dicha actividad.
Para situar el estudio del milagro en su contexto adecuado es preciso hacer una observación previa: Jesús no tuvo en su tiempo la exclusiva de los milagros, pues según el Nuevo Testamento también obraron milagros, ya fuesen sanidades, resurrecciones de muertos o liberación de demonios, los discípulos de Jesús, Pablo, los adeptos de los fariseos[5], un personaje anónimo que no pertenecía al grupo de discípulos[6] y diversos miembros de las comunidades cristianas primitivas que tenían el don de sanidades o de liberación de demonios[7]. Por lo demás, de los falsos profetas y mesías se dice en los evangelios que harán señales y prodigios que no hay que creer[8].
El tratamiento de los milagros de Jesús plantea al lector moderno dos cuestiones al menos: La primera trata sobre la posibilidad del milagro y proviene del concepto mismo de milagro, que se rechaza de golpe antes de cualquier examen de los textos. El hombre de hoy está convencido de que los milagros pertenecen al pasado, a otra mentalidad. Como heredero del racionalismo, lo que pone en duda no es ya la historicidad del milagro, sino su misma posibilidad. En su mentalidad, todo fenómeno que se declare “milagro” posee una explicación natural que hay que descubrir.
La segunda cuestión se sitúa a nivel histórico y puede formularse así: ¿Los relatos de milagro del Nuevo Testamento refieren hechos realmente sucedidos o son más bien el producto de un desarrollo cristológico efectuado bajo el influjo de la fe en Jesús, cuya finalidad fue la de presentarlo como un vidente u hombre divino, a la manera de los hombres divinos de la época? Nuestro trabajo tratará de dar respuesta a estas dos cuestiones.
a. Posibilidad del milagro.
Ni los evangelistas ni los llamados “Padres de la Iglesia” se cuestionaron la posibilidad del milagro. Los “Padres” insisten ante todo en el carácter de “signos de salvación” que tienen los milagros, considerándolos desde el punto de vista de la fe. Los milagros y lo milagroso ocupa menos lugar en su teología especulativa que en sus sermones o meditaciones. Respecto a la posibilidad del milagro su actitud no es crítica, sino dogmática y consiguientemente apologética: Se interesan ante todo por el encuentro del creyente con Dios a través de este signo que se le dirige, sin plantearse ni cuestionar en modo alguno su posibilidad y dando por supuesta su historicidad.
1) Agustín.
Con Agustín el estudio de los milagros da un paso adelante: El milagro no ocurre contra la naturaleza, sino contra lo que nosotros conocemos de ella[9], por eso lo define en estos términos: “Llamo milagro a lo que es contrario a la expectativa o la capacidad de aquél que lo admira”[10], y para subrayar lo inexacto de nuestra manera de hablar dice: “Nosotros, impropiamente, decimos que Dios hace algo contrario a la naturaleza cuando es contrario a nuestro conocimiento de ella. Y llamamos naturaleza a lo que no es más que el curso acostumbrado y conocido por nosotros de la naturaleza”. Y añade: “Pues Dios, creador y origen de todas las naturalezas, no hace nada contra la naturaleza, y a cada cosa le resultará natural lo que él haga, puesto que de él proviene todo el orden, el ritmo y la regulación de la naturaleza”[11]. Para Agustín, en el milagro no hay excepción alguna a las leyes de la naturaleza, pues la excepción de una ley física, en cuanto prevista por Dios desde toda la eternidad, pasa a formar parte de la misma ley.
Con esta mentalidad, Agustín hace en su tratado “De Trinitate” una enumeración de relatos bíblicos que considera “milagros”, entendidos como hechos inusitados o insólitos. Para él son milagros: La lluvia que Dios envió gracias a la oración de Elías, los truenos que acompañaban la manifestación de Dios en el Sinaí, la conversión del agua en vino en Caná, el reverdecimiento de la vara de Aarón, la conversión del bastón de Moisés en serpiente, la resurrección de los muertos en Ezequiel, la producción inicial de las especies, la procreación sin unión de sexos, la conversión del pecador y los prodigios de los magos del Faraón. En su tratado “De Genesi ad litteram”, también considera milagros la creación de Eva del costado de Adán, el nacimiento virginal de Cristo, la fecundidad de Sara, anciana y estéril, el discurso de la burra de Balam, etc.
De esta enumeración se deduce la indefinición del concepto de milagro en este autor. Fenómenos meteorológicos, mágicos, simbólicos y legendarios son considerados milagros. Otros fenómenos que no se plantean en las Escrituras, como la producción inicial de las especies y la procreación sin unión de sexos, los considera también milagros, guiado por planteamientos de carácter filosófico.
2) Tomás de Aquino.
Tomás representa el polo opuesto a Agustín y su definición de milagro sentó cátedra en la posteridad. Para éste, Dios actúa en los milagros al margen de las causas segundas o al menos de las causas conocidas por nosotros. De este modo reconoce un solo tipo de milagro, el obrado por Dios, o por Jesús, verdadero Dios, cuando el efecto producido en la naturaleza, personas o cosas, trasciende las fuerzas de toda naturaleza creada, humana o angélica. El milagro es algo que tiene lugar al margen del orden natural, quedando relegado su carácter de signo a un segundo plano. Con este planeamiento, le da un giro de 180 grados al concepto de milagro.
Pero Tomás no se limita, como Agustín, a enumerar los milagros, sino que los clasifica en cuatro grupos según afecten a sustancias espirituales, cuerpos celestes, hombres y criaturas irracionales, a saber:
i. Sustancias espirituales como demonios o ángeles.
ii. Cuerpos celestes.
iii. Hombres. Entre los milagros que afectan a los hombres distingue dos grupos: Unos atañen al cuerpo, como las sanidades y resurrecciones de muertos; otros, al alma y a los comportamientos humanos como el hecho de Leví que lo deja todo para seguir a Jesús, o de Jesús que arroja a los que vendían y compraban en el Templo o la escena del huerto en la que, a las palabras de Jesús, los que lo buscaban retrocedieron y cayeron a tierra, etc.
iv. Criaturas irracionales. En este cuarto grupo se encuentran los relatos de la pesca milagrosa, la multiplicación de los panes, el dracma en la boca del pez, la higuera seca, pero también diversos fenómenos que acompañaron a la muerte de Jesús como el rasgarse del velo del Templo, el abrirse de los sepulcros y el temblor de tierra rompiendo las rocas, etc.
Por esta clasificación se puede comprobar que Tomás agrupo bajo el concepto de milagro hechos del género más diverso. Tomás se muestra más interesado por el obrador de milagros y el hecho del milagro en sí que por el beneficiario del mismo y el significado de la actuación del obrador, no cuestionándose en ningún momento la posibilidad del milagro ni su historicidad, que la da por supuesta. Subrayando el carácter de prodigio que tiene el milagro, Tomás se ha olvidado de su carácter de signo, interesándose del qué y no del por qué y el para qué del milagro.
La mentalidad de los “Padres” está más cerca del concepto de milagro de los Evangelios que la de Tomás, que será el punto de partida para la crítica racionalista a los milagros al dar una definición de milagro ajena a los textos bíblicos: El milagro como algo que tiene lugar al margen del orden natural.
3) David Hume[12].
En su Ensayo sobre el entendimiento humano no niega que el cristianismo haya estado acompañado de milagros en sus comienzos, pero considera que es insensato hablar hoy de ellos. A juicio de Hume, “la gran mayoría de los hombres es un montón de beatos, de ignorantes, de gente astuta y de bribones”.
4) Voltaire[13].
En su Diccionario filosófico, insiste en la línea de Spinoza: “Un milagro es la violación de las leyes matemáticas, divinas, inmutables, eternas. Por esta sola razón, un milagro es una contradicción in terminis”. Dios “no podía descomponer su máquina, a no ser para que funcionara mejor; pues bien, está claro que, siendo Dios, hizo esta inmensa máquina tan buena como pudo; si hubiese visto que en ella podría surgir alguna imperfección derivada de la naturaleza, habría buscado el remedio desde el principio; así, no habría que cambiar nada”.
5) Kant[14].
En La religión dentro de los límites de la razón pura no niega la posibilidad teórica del milagro, pero considera absurdo empeñarse en establecer la autenticidad histórica de los milagros de Jesús o de cualquier otro.
6) Reflexiones.
Tras este recorrido vemos cómo la posibilidad del milagro no se cuestiona prácticamente hasta el racionalismo que, parte precisamente de la definición de milagro dada por Tomás, como excepción de las leyes de la naturaleza. Hagamos ahora unas breves reflexiones:
a) Considerar el milagro como una excepción de las leyes de la naturaleza resulta equivocado si se aplica a los milagros de los Evangelios. En tiempos de Jesús no se cuestionaba la posibilidad del milagro ni se conocían las leyes, tampoco hoy, de la naturaleza para poder determinar lo que las sobrepasa o las viola. Por otra parte, científicamente hablando, no parece que exista hoy seguridad sobre el contenido y límites de las leyes naturales, sino más bien la sospecha de que las conocemos poco, provisionalmente y solo dentro de unos márgenes limitados.
No parece, por tanto, que sea legítimo tomar como punto de partida para tratar los milagros de Jesús la tesis de que existen unas leyes inquebrantables de la naturaleza y que, a partir de estas, el creyente venga a decir que Dios se manifiesta quebrantándolas, y el incrédulo afirme que esas leyes no se quebrantan jamás. El punto de partida sería más bien este otro, mucho menos pretencioso: Se pueden desbordar las expectativas humanas en lo referente a aquello que el hombre experimenta como frontera. Esta es la sensación que dan los milagros del Nuevo Testamento. Nuestra palabra “milagro” viene del latín miraculum, thauma en griego, que significa “admirable” y que traduce probablemente el hebreo peléh cuya raíz significa “separar”: Lo admirable es entonces lo no-normal, lo distinto o separado; pero como veremos, éste no es el término preferido para designar los milagros del Nuevo Testamento, donde todo lo que apunta al milagro como signo maravilloso y aparatoso es considerado negativamente. Por otro lado, el prodigio se presenta en la Biblia con frecuencia producido por una causa natural: En Éxodo 14.21 el abrirse de las aguas del mar en dos, se describe así: “Adonai hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del Este que secó el mar, y se dividieron las aguas”[15]. El prodigio sobrepasa las fuerzas actuales del hombre, pero sin violar ninguna ley natural.
Si hubiese que elegir entre el concepto de milagro de Agustín o Tomás, nos quedaríamos con el del primero, para quien el milagro no es una excepción de las leyes naturales, sino más bien prueba del desconocimiento que tenemos nosotros de las mismas, añadiéndole la finalidad religiosa que todo milagro tiene en los Evangelios: Ser señal evidente de la llegada del reinado de Dios.
b) Separar el milagro del signo, el hecho del significado, negando o prescindiendo del hecho, pero afirmando su significado, parece una postura cómoda y preconcebida, basada en un prejuicio: La negación de la posibilidad del milagro. Anteriormente se ha aludido a la intención de los evangelistas de referir no solo las palabras de Jesús, sino también sus hechos. Los milagros ocupan un lugar tan importante en el relato evangélico que cuesta mucho admitir que sean pura ficción literaria. Baste con pensar que en el Evangelio de Marcos, los relatos de milagro representan el 31% del total del texto, es decir, 209 versículos de los 666 que tiene. En los diez primeros capítulos, consagrados al ministerio público de Jesús, la proporción se eleva a 209 de 425 versículos, es decir, el 47%. Es imposible concebir en los Evangelios la enseñanza de Jesús sin los milagros que la acompañan. Así lo entiende el evangelista Mateo cuando dice: “Y Jesús iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”[16]. La enseñanza de Jesús consiste en predicar el evangelio del Reino y en curar las enfermedades. La predicación resulta de este modo inseparable de la acción sanadora de Jesús.
c) Parece poco convincente afirmar la autenticidad histórica de las palabras de Jesús y negar la de sus milagros de modo global. Otra cosa es que se admitan como auténticos todos los milagros que narran los evangelios tal y como los refieren; pero de ahí a negar cualquier sustrato histórico a dichos relatos de milagro, hay un abismo, como veremos más adelante.
d) Si los milagros son posibles o no, dependerá de la definición o concepción que tengamos del milagro. En todo caso, ha de admitirse, que ciertas actuaciones de Jesús en los evangelios fueron consideradas milagrosas incluso por sus adversarios. Más que el hecho en sí, es el modo de realizarlo lo que da carácter de milagro a un determinado hecho y, sobre todo, el simbolismo o significado de dicha actuación que el protagonista reivindica o los presentes deducen. Si hubiera que dar una definición o mejor describir el concepto de milagro según se deduce de los relatos evangélicos, podría decirse que milagro es una acción realizada con la finalidad de superar una adversidad o cubrir una carencia o necesidad acaecida a un individuo o grupo humano; esta adversidad es de por sí insuperable por la naturaleza de la misma o por el modo en que se realiza; la acción del obrador, mediante la que supera la adversidad inicial, no pertenece al género de lo cotidiano y habitual e introduce en el misterio de su persona y de la novedad del reinado de Dios que se anuncia con ella como próximo.
En conclusión, el tratamiento del milagro se ha sacado del marco. El Evangelio es ajeno a la cuestión sobre la posibilidad del milagro y no da una definición de lo que entiende por milagro. Es equivocado afirmar que los evangelistas consideraban los milagros como excepciones de las leyes de la naturaleza, pues ellos se movían en otras coordenadas. Inmersos en un mundo donde la intervención de lo sobrenatural se aceptaba sin discusión, no se cuestionaron la posibilidad del milagro.
b. Historicidad del milagro.
La definición de milagro sobre la que se basa el racionalismo para negar su posibilidad es ajena a los Evangelios, escritos en una época en la que el conocimiento de las fuerzas de la naturaleza era muy deficiente y en la que no se cuestionaba, como hoy, la intervención de dioses o seres divinos en el mundo. De ahí que la definición de milagro de Tomás de Aquino no parezca adecuada y hayamos propuesto otra más acorde con la mentalidad de los evangelistas.
En esta sección se pretende responder a la pregunta sobre la historicidad de los milagros: ¿Se puede afirmar que Jesús hizo milagros o mejor, que los relatos de milagro de los Evangelios refieren a grandes rasgos los hechos auténticos de Jesús? ¿O son éstos más bien leyendas o desarrollos cristológicos, escritos con la finalidad de presentar la figura de Jesús elevada a categoría de hombre divino a la usanza de la época?
Para dar respuesta a estas preguntas haremos en primer lugar algunas observaciones en torno a los relatos milagrosos de los Evangelios sinópticos; a continuación, se planteará la cuestión de la historicidad global de la actuación milagrosa de Jesús, esto es, si Jesús fue realmente obrador de milagros; finalmente, haremos un breve apunte sobre el grado de historicidad de los distintos grupos de relatos de milagro según la clasificación más común.
1) Observaciones en torno a los relatos de milagros de los Evangelios.
a) El vocabulario del milagro.
El significado de esta palabra apunta fundamentalmente a la reacción del hombre ante las acciones milagrosas; este matiz de admiración o asombro está recogido en la palabra griega thauma, de la que deriva en castellano taumaturgo, término que se comenzó a emplear en el siglo XIX para referirse al que hace juegos de manos, al prestidigitador y, finalmente, al que obra milagros.
En los evangelios sinópticos son varios los términos que aluden al milagro en sí, al poder del obrador de milagros o a la reacción de los presentes. Un repaso al vocabulario del milagro ayudará a perfilar el concepto de milagro que tenían los evangelistas:
i. Dynamis: Fuerza o actuación con fuerza; en plural, dynameis “obras potentes”. Es el término más común en los sinópticos para referirse al poder curativo de Jesús manifestado en liberación de demonios o sanidades[17]. De treinta y siete veces que aparece en los sinópticos esta palabra, diecisiete se emplea en este sentido. Curiosamente este término no aparece ni en los relatos de resurrección de muertos ni en los milagros de naturaleza. Con un significado semejante aparece la expresión taerga[18] en Mateo 11.2-19 y Lucas 24.19.
ii. Thauma, “maravilla” no aparece en los sinópticos, pero sí sus derivados thaumazô, thaumastos y thaumasion. En siete ocasiones de veintitrés, se utiliza thaumazô “admirarse” para indicar la reacción de los presentes ante diversas obras de poder de Jesús; thaumasion “admirable” aparece una vez en Mateo 21.15, referido a las curaciones de ciegos y cojos realizadas por Jesús, por lo que tienen de admirables; thaumastê, “admirable”, aparece dos veces en la cita de Salmos 118.22-23, indicando una actuación sorprendente de Dios. El término paradoxon, con el sentido de algo admirable por inesperado, se utiliza en Lucas 5.26 tras la curación del paralítico donde los presentes comentan: “Hoy hemos visto cosas extraordinarias”[19] (paradoxa).
iii. Teras, “prodigio” aparece dos veces en plural formando pareja con sêmeion, “señal”, en la expresión sêmeia kai terata, “señales y prodigios”. Esta expresión, aunque en orden invertido, terata kai semeia, procede de los LXX y es típica de Éxodo y Deuteronomio, donde se alude con ella a los prodigios que Dios hizo con el pueblo en el desierto, como signos de su presencia. Sin embargo, los tiempos en que el pueblo necesitaba prodigios y señales han quedado atrás para los evangelistas, pues sêmeia kai terata tiene un valor negativo en los sinópticos y se refiere a señales aparatosas y prodigios en el cielo que no se han de creer y que realizarán los falsos profetas y mesías para confundir a los elegidos[20].
iv. Sêmeion, “signo, señal”, sin formar pareja con teras, aparece veintisiete veces en los evangelios sinópticos e indica frecuentemente una señal o acontecimiento extraordinario o significativo. Suele tener sentido ofensivo: Una señal que piden a Jesús sus enemigos y que no dará. Así en Mateo 16.1-4 se dice que “…los Fariseos y los Saduceos se acercaron, y poniendo a prueba a Jesús, Le pidieron que les mostrara una señal (sêmeion) del cielo… “Una generación perversa y adúltera busca una señal (sêmeion) y no se le dará señal, sino la señal (sêmeion) de Jonás”[21]. Previamente el evangelista ha presentado a Jesús dando de comer a los judíos en el primer reparto de panes[22], y a los paganos en el segundo reparto[23]. Los fariseos no aceptan un Mesías que sitúe por igual a judíos y paganos y dé a ambos de comer; por eso le piden una señal de poder al estilo de las de Moisés[24].
Ni teras ni sêmeion, utilizados en sentido de señal de poder, gozan, por tanto, de la simpatía de los evangelistas. Jesús se niega a hacer señales o prodigios. Estos tienen poco o nada que ver con el milagro, quedando desacreditados por Jesús. En los Evangelios aparece de modo claro que Jesús no acepta el milagro como “espectáculo” o signo de poder, y no se presta al juego circense del más difícil todavía.
2) No todo lo que reluce es oro.
Aclarada la terminología, resulta interesante dar un repaso al listado de milagros de los Evangelios sinópticos. Plagiando el proverbio “no todo lo que reluce es oro” se puede decir abiertamente que en los Evangelios no es relato de milagro todo lo que se ha considerado tal.
No son relatos de milagro las historias evangélicas que se incluyen dentro del género de lo “maravilloso o extraño”: Algunas de ellas, como la resurrección, la ascensión o la concepción virginal, no pueden ser objeto de estudio histórico, dadas las dificultades que ofrece el género literario que las envuelve; otras, como la transfiguración o la teofanía en el bautismo, están tan cargadas de conceptos o imágenes del Antiguo Testamento que pueden considerarse más que hechos sucedidos, lenguaje figurado altamente simbólico. Otras, consideradas como relatos de milagro en los catálogos de milagros, no son tales: Por ejemplo, la escena del impuesto del Templo en la que se recoge la orden de Jesús a Simón: “…ve al mar, echa el anzuelo, y toma el primer pez que salga; y cuando le abras la boca hallarás un siclo; tómalo y dáselo por ti y por Mí”[25]. Este relato queda interrumpido aquí y no se dice si Simón ejecutó la orden y si encontró lo que Jesús le había dicho. Si es un relato de milagro, no está completo. De igual modo el relato de la maldición de la higuera que queda seca[26] no beneficia a ninguna persona, así como a la higuera, y es, a juicio nuestro, una alegoría sobre la fuerza operativa de la fe y una invitación a creer.
Descartadas estas historias, son muy numerosos todavía los relatos de milagro de los Evangelios sinópticos:
a) Doce referidos por tres evangelistas, y en un caso como Mateo 20.29-34 y 9.27-31, en dos versiones; en total, treinta y siete.
b) Seis referidos por dos evangelistas: Doce relatos en total.
c) Nueve narrados por un evangelista. A excepción de Mateo 9.32-34, los ocho restantes son material propio y exclusivo del evangelio de Lucas.
Todos reunidos suman cincuenta y ocho relatos diferentes que narran veintisiete milagros distribuidos de este modo: Dieciocho en Marcos, diecinueve en Mateo y veintiuno en Lucas.
3) Menos “beneficiarios” de lo que parece.
La cifra de veinticuatro milagros puede rebajarse aún, pues algunos son duplicación de un mismo relato. Nos parece que Mateo 20.29-34 es un desarrollo de Mateo 9.27-31; igualmente Lucas 17.11-19 puede estar montado a partir de Marcos 1.39-45.
El número de beneficiarios de las sanidades efectuadas por Jesús varía igualmente según versiones: Marcos 10.46 habla de un ciego; Mateo 20.30, de dos; Marcos 5.2, de un poseso; Mateo 8.28, de dos; Marcos 1.39-45, de un leproso que en Lucas 17.11-19 son diez. En la escena del huerto de Getsemaní, solamente en el evangelio de Lucas[27] cura Jesús la oreja del siervo del centurión; Marcos 14.43-52 y Mateo 26.47-56 refieren la intervención violenta, pero no la curación.
4) Una oferta diversificada.
El material de relatos de milagro de los sinópticos no es homogéneo. Frente a unos que refieren el hecho de la sanidad de un paciente de modo sobrio y esquemático, casi con total ausencia de detalles, como la sanidad de la suegra de Simón[28], hay otros cuyo estilo aparece más dramático, como la sanidad del endemoniado de Gerasa[29]. Unos, como el paralítico de Cafarnaún[30], difícilmente hallan paralelo en el Antiguo Testamento; otros parecen escritos sobre dichos antiguo testamentarios, como la resurrección del hijo de la viuda de Naín[31] parecida a 1 Reyes 17.17-24. En ambos casos se trata de un varón, hijo de madre viuda, muerto, devuelto a la vida por el tacto y la palabra del obrador de milagros y entregado por éste a la madre. Al utilizar similitudes con el Antiguo Testamento da la impresión de que el evangelista pone más énfasis en mostrar quién es Jesús que en decir qué hizo. Al hacer Jesús lo que Elías, Lucas anuncia que Jesús es el que tenía que venir, figura que se identificaba en la tradición judía con Elías, que arrebatado al cielo en un carro de fuego, habría de volver al final de los tiempos[32].
Por la adversidad que Jesús repara, el material de relatos de milagro es también muy variado: Hay liberación de demonios, sanidades, resurrecciones de muertos y milagros de naturaleza.
5) Las dificultades aumentan.
La situación se vuelve más compleja si se tiene en cuenta que las versiones de un mismo relato de milagro transmitido por doble o triple tradición suelen ser bastante libres. Cada evangelista refiere el milagro a su modo y manera, desde su óptica o ideología. Un ejemplo claro resulta de la comparación de las distintas versiones de la sanidad de la mujer con flujo de sangre, que ponemos a continuación en columnas paralelas:
Mateo 9.20-22 Marcos 5.25-34 Lucas 8.43-48
20 En esto, una mujer que hacía 25 Había entre la gente una mujer 43 Había entre la gente una
doce años padecía de hemorragias… que hacía doce años padecía de mujer que hacía doce años
hemorragias. padecía de hemorragias, sin
26 y que había sufrido mucho por que nadie pudiera sanarla.
obra de muchos médicos y se
había gastado todo lo que tenía sin
aprovecharle nada, sino más bien
poniéndose peor.
…se le acercó por detrás y le tocó 27 Cuando oyó hablar de Jesús, se 44 Ella se le acercó por detrás
el borde del manto. le acercó por detrás entre la gente y tocó el borde del manto,
y tocó su manto.
21 Pensaba: "Si al menos logro tocar 28 Pensaba: "Si logro tocar siquiera
su manto, quedaré sana". su ropa, quedaré sana".
29 Al instante cesó su hemorragia, y y al instante cesó su
se dio cuenta de que su cuerpo había hemorragia.
quedado libre de esa aflicción.
30 Al momento también Jesús se dio 45 -¿Quién me ha tocado?
cuenta de que de él había salido -preguntó Jesús.
poder, así que se volvió hacia la
gente y preguntó: — ¿Quién me ha
tocado la ropa?
31 —Ves que te apretuja la gente Como todos negaban
—le contestaron sus discípulos—, haberlo tocado, Simón le
y aun así preguntas: “¿Quién me ha dijo: -Maestro, son
tocado?” multitudes las que te
32 Pero Jesús seguía mirando a su aprietan y te oprimen.
alrededor para ver quién lo había 46 -No, alguien me ha
hecho. tocado- replicó Jesús-; yo
33 La mujer, sabiendo lo que le había sé que de mí ha salido
sucedido, se acercó temblando de miedo poder.
y, arrojándose a sus pies, le confesó 47 La mujer, al ver que no
toda la verdad. podía pasar inadvertida,
se acercó temblando y se
arrojó a sus pies. En
presencia de toda la gente, contó por qué lo había
tocado y cómo había sido
sanada al instante.
22 Jesús se dio la vuelta, la vio y le 34 -¡Hija, tu fe te ha sanado! - le dijo 48 -Hija, tu fe te ha sanado
dijo: — ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha Jesús-. Vete en paz y queda sana de -le dijo Jesús-. Vete en
sanado.Y la mujer quedó sana en de tu aflicción. paz.
aquel momento.
Si los tres evangelistas refieren el mismo hecho, la sanidad de una mujer con un desarreglo crónico, las circunstancias de esta curación son difíciles de determinar en concreto:
a) ¿Había oído la mujer hablar de Jesús como dice Marcos? Mateo y Lucas omiten este dato.
b) Mateo no alude para nada al hecho de que la mujer había sufrido mucho por obra de médicos y que se había gastado su fortuna, sin hallar remedio;
c) ¿Tocó la mujer el borde del manto como afirman Mateo y Lucas o el manto simplemente?
d) ¿Se curó antes de que le hablase Jesús como en Marcos y Lucas o después como parece en Mateo?
e) ¿Por qué ha omitido Mateo la escena de Marcos y Lucas en la que se muestra a Jesús tratando de averiguar quién lo había tocado?
Estas variantes deben poner alerta ante el hecho mismo de la sanidad que ha podido ser utilizado para intereses particulares de cada evangelista. Dicho de otro modo, para los evangelistas el hecho y sus circunstancias no son tan importantes cuanto su significado, pudiéndose alterar con libertad aquellos para ponerlos al servicio del mensaje que se desea transmitir. Lo que anda en juego es la imagen de Jesús que cada evangelista quiere transmitir.
Todos estos puntos deben ser tenidos en cuenta para enjuiciar desde el punto de vista histórico la actividad milagrosa de Jesús en general o cada milagro en particular.
c. Los milagros de Jesús y la historia.
Tras estas puntualidades de carácter literario, queda abordar directamente el tema de la historicidad de los milagros para ver si los relatos de milagro tienen un núcleo o referente histórico. Dicho de otro modo: ¿obró Jesús milagros?
Para responder a esta pregunta hay que dar dos pasos:
1) La historicidad global de la actividad milagrosa de Jesús.
Bajo esta sección trataremos tres puntos: La visión peculiar que Jesús tuvo de sus propias actuaciones milagrosas, la imagen que se tenía del Mesías esperado y los testimonios exteriores a los Evangelios que apuntan hacia una actividad milagrosa de Jesús.
a) Los milagros de Jesús según Jesús.
Hay tres logia o dichos de Jesús considerados por la mayoría de los autores “palabras auténticas del Jesús histórico”, en los que éste se pronuncia sobre su actividad milagrosa. Los tres provienen de la fuente Q:
i. “Entonces Jesús comenzó a reprender a las ciudades en las que había hecho la mayoría de Sus milagros (dynameis), porque no se habían arrepentido: “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros (dynameis) que se hicieron en ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza. Por eso les digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Capernaúm, ¿acaso serás elevada hasta los cielos? ¡Hasta el Hades descenderás![33] Porque si los milagros (dynameis) que se hicieron en ti se hubieran hecho en Sodoma, ésta hubiera permanecido hasta hoy. Sin embargo, les digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti”[34].
Corazín, Betsaida y Cafarnaún son las tres ciudades a las que va dirigida esta reprensión. Jesús alude por tres veces a los milagros (dynameis) realizadas en ellas. El hecho de nombrarse tres ciudades da a entender que Jesús se refiere a milagros que debió hacer en público, no en secreto. Estos milagros deberían haber llevado a sus habitantes a la rectificación. Sin embargo Jesús fracasó en su objetivo, pues sus habitantes no se arrepintieron. Por eso estas tres ciudades correrán, según Jesús, peor suerte que Tiro y Sidón y que Sodoma, el prototipo de ciudad pecadora.
La fuente Q ha conservado esta logia en el que Jesús se pronuncia sobre sus milagros. El dicho parece ser antiquísimo y remontarse a los dichos auténticos del Jesús histórico. En él se refiere Jesús al fracaso de su actividad milagrosa cuyo fin era la conversión al Evangelio de las tres ciudades citadas.
ii. “Ahora bien, si yo expulso a los demonios por medio de Beelzebú, ¿vuestros seguidores por medio de quién los expulsan? Por eso ellos mismos os juzgarán a vosotros. En cambio, si expulso a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a vosotros. ¿O cómo puede entrar alguien en la casa de un hombre fuerte y arrebatarle sus bienes, a menos que primero lo ate? Sólo entonces podrá robar su casa”[35].
Con anterioridad a esta escena Jesús había curado a un endemoniado ciego y mudo. Los fariseos afirman que lo ha hecho con el poder de Belcebú, jefe de los demonios. Jesús se defiende del ataque con estas palabras: “Todo reino dividido contra sí mismo quedará asolado, y toda ciudad o familia dividida contra sí misma no se mantendrá en pie. Si Satanás expulsa a Satanás, está dividido contra sí mismo. ¿Cómo puede, entonces, mantenerse en pie su reino?[36]”
Según este texto, Jesús se consideró libertador, si bien sus adversarios pensaban que actuaba con el poder de Belzebú, príncipe de los demonios. Para muchos autores, la afirmación de que el poder de Jesús proviene de Satanás no pudo haber sido inventada por la comunidad y confirma la autenticidad histórica de su actuación como libertador[37].
iii. “Juan estaba en la cárcel, y al enterarse de lo que Cristo estaba haciendo, envió a sus discípulos a que le preguntaran: ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro? Les respondió Jesús: —Id y contadle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas. Dichoso el que no tropieza por causa mía”[38]. Siguen unas palabras de Jesús sobre Juan y el juicio de Jesús acerca de esta generación. Y concluye: “Pero la sabiduría queda demostrada por sus hechos”[39].
En este texto Jesús aduce como prueba de su identidad las obras realizadas por él. Algunos autores sienten evasivas a la hora de aceptarlo como proveniente del Jesús histórico, pues parece más bien una creación literaria de la comunidad primitiva con vistas a someter la figura de Juan a Jesús.
Este logion sin embargo, también tiene tintes de credibilidad histórica, aunque menos que los dos anteriores.
En los tres textos comentados, Jesús habla de sus liberaciones y sanidades. En el tercero, de ciegos que ven, cojos que andan, leprosos que quedan limpios, sordos que oyen, muertos que resucitan... al mismo nivel de pobres que reciben la buena noticia. Todos estos hechos muestran que el Reinado de Dios ha llegado.
2) La imagen del Mesías esperado.
Hay otro camino para afirmar la historicidad del Jesús obrador de milagros: Ver si la imagen de Mesías que tenían los contemporáneos de Jesús exigía presentarlo como obrador de milagros de modo que ésta se hubiese originado en la comunidad cristiana primitiva con la finalidad de adecuar a Jesús como Mesías a la imagen del Mesías esperado. Sin embargo, ninguno de los títulos que el cristianismo primitivo confirió a Jesús implicaba que se le considerase como un obrador de milagros que ejerció su poder sobre posesos y enfermos. En cuanto Mesías, Hijo del Hombre, Hijo de Dios, Rabí[40] o profeta, Jesús no debía, a los ojos de quienes le designaron con estos títulos, realizar los milagros que le atribuyen los Evangelios. Es abusivo sostener que los prodigios realizados por Moisés, Elías y Eliseo llevaron necesariamente a la idea de un Cristo que sobrepasó a todos ellos en poderes sobrenaturales. Si bien es verdad que los relatos del Antiguo Testamento contribuyeron a la redacción de ciertos episodios milagrosos de los Evangelios, el profeta del fin de los tiempos, con el que a veces fue identificado Jesús, no tiene nunca la misión de curar enfermedades. Tampoco estaban dispuestos los discípulos a colocar a Jesús entre los sanadores milagrosos. Una cosa, en efecto, era esperar, de acuerdo con Isaías 35.5, que en el tiempo de la salvación desaparecería la enfermedad y otra convertir al Mesías en agente personal de tal desaparición: Ni la Biblia ni la tradición judía ofrecen indicio de esta convicción.
Ni siquiera se debe subrayar que con la invocación del título Hijo de David los evangelistas evocan a Salomón, personaje cuya sabiduría, según ciertas concepciones populares judías, incluía los dones de liberación de demonios y sanidad. Aunque sea preciso revisar los rasgos estrictamente políticos que se suelen atribuir al Mesías judío, el tema de un Mesías milagroso no estaba suficientemente afianzado como para hacer surgir de la nada un Jesús sanador como consecuencia obligada de su mesianidad.
Por todas estas razones, si el historiador puede hacer una afirmación, la siguiente no parece arbitraria: Al presentar a Jesús bajo los rasgos de un libertador y un sanador, la Iglesia primitiva, lejos de inventar, se limitó a conservar el recuerdo de uno de los aspectos esenciales de su actividad.
Otro dato a favor de la historicidad de las actuaciones milagrosas de Jesús es el hecho de que la comunidad primitiva, que prescinde en su predicación prácticamente de todas las anécdotas de la vida del Jesús terreno, no silencia su carácter de obrador de milagros.
3) Testimonios exteriores.
Dos testimonios extra-evangélicos acreditan a Jesús como mago, dato que puede interpretarse como vago reflejo de su actividad milagrosa:
a) Existe una alusión del mártir Justino quien, en su obra dirigida a los judíos precisamente, se lamenta de que “se atrevieron a llamar mago a Jesús”[41]. A nuestro juicio, Justino no habría sentido la necesidad de quejarse por esta interpretación y de responder a ella, si tal interpretación no se hubiera producido efectivamente.
b) El segundo texto es un famoso pasaje del Talmud babilónico que dice así: “En la víspera de pascua fue colgado Jesús. Un pregonero marchó cuarenta días delante de él: “Va a ser lapidado porque ejerció la magia, sedujo a Israel y lo apartó (de Dios). Todo el que conozca algún justificante, venga y argumente a favor de él. Como no se le hallaron atenuantes, fue colgado la víspera de pascua”[42].
Klausner, autor judío, afirma lo siguiente en su obra Jesús de Nazaret, precursora de otras obras posteriores de autores judíos sobre Jesús: “Las autoridades del Talmud no negaban que Jesús obró signos y milagros, pero los miraban como actos de brujería”[43]. Esta acusación, de magia, sin embargo, no entró en el proceso de Jesús como causa de su muerte. En los Evangelios se le acusa de blasfemia ante el sanedrín y de subversión ante Pilatos, pero nunca de magia. Esto apunta a que, sin negar la historicidad global de Jesús obrador de milagros, su actividad milagrosa no debió ser tan llamativa como para considerarlo causa de su muerte. Sería más tarde cuando el argumento tomaría fuerza y los milagros experimentarían un proceso de amplificación y elaboración simbólica. No obstante, el crédito global concedido a la tradición no prejuzga la historicidad de cada uno de los relatos de milagro de los Evangelios.
Por más que las consideraciones precedentes permitan atribuir a los milagros de Jesús un fondo de verdad histórica, no se puede excluir de golpe la hipótesis de una ampliación redaccional tejida a partir de un dato inicial, y esto tanto más cuanto que parece creíble la posibilidad de un amoldamiento al tipo de la anécdota milagrosa tal como aparece documentada en la literatura de la época. En todo caso, deberíamos hablar al menos de un núcleo histórico en los relatos de milagro globalmente considerados.
d. Historicidad de cada relato de milagro en particular.
Respecto a la historicidad de cada relato de milagro en particular, debemos afirmar que cada relato merece un estudio histórico detenido que tenga por marco lo ya dicho. Pero si tuviéramos que hacer una opción por el grado de historicidad de los distintos tipos de relatos de milagro, la nuestra sería la siguiente:
Los relatos de liberación de demonios y sanidad, especialmente aquellos que se encuentran en contexto polémico, tienen tinte de ser los más creíbles desde el punto de vista histórico.
Las resurrecciones de muertos pueden gozar de una razonable “duda”[44]: En los sinópticos se nos transmiten dos: La del hijo de la viuda de Naín y la de la hija de Jairo. De estas, la que tiene más tinte de probabilidad histórica es la de la hija de Jairo por su ambiente palestino, si bien puede pensarse que se trataba de una curación que se amplió más tarde a resurrección: De hecho la niña se presenta al principio gravemente enferma y cuando Jesús llega a la casa está ya muerta. En este relato, no obstante, hay marcas claras que dan a entender que no se trata de un suceso histórico; el final es iluminador al respecto: Jesús llega a la casa en duelo, reanima el cadáver de la niña y le dice a los padres que no se lo digan a nadie, dato que resulta extraño desde el punto de vista histórico ya que a la puerta de la casa se agolpaba la gente. El juego de palabras: “…no está muerta, sino dormida” nos sitúa también en la pista del simbolismo cristiano de la muerte como sueño[45].
El relato de la resurrección del hijo de la viuda de Naín está construido en paralelo con 1 Reyes 17.17-24 que cuenta la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta. La intencionalidad de Lucas es presentar en su evangelio a Jesús como Elías que tenía que venir. Aquí lo presenta haciendo lo que Elías había hecho.
En último lugar, los milagros de naturaleza: Tempestad calmada, repartos de panes, Jesús camina por el agua, pesca abundante, son los que merecen menos crédito histórico. El elemento simbólico predomina tanto en ellos que se puede pensar con razón que no estamos ante relatos de milagro sino de manifestación de la persona de Jesús que da de comer por igual a judíos y paganos, que tiene atributos divinos o que invita a la misión en la escena de la pesca abundante.
Pero si es difícil afirmar que Jesús curó a tal o cual enfermo o expulsó el espíritu impuro de alguien, hay un fundamento histórico en todos estos relatos que apunta a hechos auténticos de la vida de Jesús:
1) Su práctica liberadora,
2) Su confrontación con la sinagoga, los fariseos y los círculos de poder que perturbaban al hombre,
3) Su no aceptación de la marginación por diversos motivos religiosos,
4) Su acogida de las clases marginadas de la sociedad,
5) Y su apertura hacia los paganos.
Por los demás, los relatos de milagro que se nos han conservado, elevan a categoría de símbolo y muestra la actuación del Jesús de la historia y son una invitación a hacer otro tanto. Expresan simbólicamente los auténticos comportamientos del Jesús histórico. Más que proceso de legendarización, ha habido una ampliación o elaboración simbólica a partir de un hecho o actuación curativa de Jesús, cuyo núcleo histórico es muy difícil de aislar en cada relato.
Por consiguiente, aun aplicando normas rigurosamente críticas a las historias de milagros, vemos que siempre queda un núcleo que puede captarse históricamente. Jesús realizó curaciones que fueron asombrosas para sus contemporáneos. Se trata primariamente de la sanidad de padecimientos psicógenos[46], principalmente de las que los textos califican de expulsiones de demonios, realizadas por Jesús con una breve orden; pero se trata también de la curación de leprosos en el sentido amplio en que entonces se entendía esta enfermedad, de paráliticos y ciegos. Se trata de acontecimientos que están en la línea de lo que la medicina llama terapia de superación.
Estas curaciones no fueron importantes solo para la tradición, sino también para Jesús quien resumió su actividad evangelizadora con estas palabras: “Id y decidle a ese zorro: “Mira, hoy y mañana seguiré expulsando demonios y sanando a la gente, y al tercer día terminaré lo que debo hacer”[47].
M. Características de los tres Evangelios sinópticos.
1. Marcos.
Es el evangelio más antiguo y los cuatro está presentado en forma kerigmática[48], como la anunciación de la buena nueva. En este anuncio puede faltar cualquier cosa, pero no la resurrección. Se dice que probablemente fue escrito en Roma, ya que coincide con el ambiente romano. Una de las fuentes más importantes que recibió fue el testimonio del mismo apóstol Simón.
a. Autor.
Juan Marcos es, probablemente, el secretario de Simón, hijo de María, la dueña de la casa donde se reunían a orar, primo de Bernabé, a quien acompañó con Pablo en su primer viaje misionero[49] pero se negó a acompañarles a Asia Menor[50] por lo cual en su segúndo viaje misionero, Pablo tuvo una discusión con Bernabé, y se separaron[51]. La relación entre Pablo y Marcos parece que fue restaurada[52], y Pablo expresó el deseo de la presencia y ayuda de Marcos durante los últimos dias de su prisión en Roma[53].
Marcos escribió su evangelio basándose en los relatos de los discípulos, principalmente de Simón, ya que él no fue testigo presencial de los hechos que narra. Él narra en su Evangelio que un joven cubierto con una sábana siguió a Jesús tras ser apresado. ¿Es este joven el propio Marcos?[54] Muchos así lo ven. Simón llama a Marcos “mi hijo”[55].
Los testimonios externos más notables que señalan la autoría de Marcos son:
1) Testimonio de Papías, obispo de Hierápolis[56], en Asia Menor, que cita al “anciano”, probablemente, el Apóstol Juan, quien dice que Marcos era el intérprete de Simón. El término “intérprete” puede significar traductor, indicando que Simón habló en arameo y Marcos lo tradujo al griego, idioma en que fue escrito este Evangelio. Este testimonio parece ser el único testigo independiente que poseemos de que el segundo evangelio fue escrito por Marcos, discípulo de Simón[57].
2) Testimonio del prólogo antimarcionita a Marcos. Son unos prólogos a los Evangelios que se encuentran en manuscritos de la Vetus Latina[58], escritos para rebatir el canon de Marción[59]. Afirma que fue intérprete de Simón, y que tras la muerte de este, puso por escrito este Evangelio en las regiones de Italia.
3) Testimonio de Ireneo. Señala que Marcos escribió después de la muerte de Simón las predicaciones de éste.
4) Testimonio de Clemente de Alejandría[60]. Aunque su obra se ha perdido, tenemos tres citas de sus escritos en otras fuentes. Afirman que Marcos fue el autor del segundo evangelio. A diferencia de los primeros testimonios, dicen que fue escrito en vida de Simón, y que éste aprobó la lectura del evangelio en las iglesias.
b. Fecha, idioma y lugar.
Marcos escribió su evangelio, el primero de los sinópticos, hacia el año 50-60 d.C. El idioma utilizado fue el griego. Si el papiro de descubierto en Qumrán, denominado 7Q5, fuera verdaderamente el fragmento de Marcos 6.52-53, supondría que el Evangelio fue escrito probablemente alrededor del año 50 d.C. y, con toda seguridad, antes del 68 d.C. Desde Clemente de Alejandría es tradición situar el lugar de composición en Roma, y el Testimonio de Papías en el “Prólogo antimarcionita”, e Ireneo colocan a Marcos en esa ciudad o sus alrededores.
c. Comunidad de Marcos.
Su comunidad está compuesta de antiguos paganos. Marcos se ve obligado a traducir las palabras arameas y a explicar ciertas costumbres judías. Se comprende la importancia que se daba a la evangelización de los paganos.
Esta comunidad se siente amenazada por las persecuciones. La fe que propone Marcos no es una fe tranquila; se enfrenta con contradicciones y riesgos. Se trata de una comunidad dispersa en medio de las naciones.
El autor probablemente fue el joven Juan Marcos, del que habla los Hechos[61].
d. El Jesús de Marcos es:
1) Un hombre, como nosotros.
Da la impresión de descubrirlo día a día con los ojos de Simón. Jesús no lo sabe todo, ignora de qué hablan los discípulos y tiene que preguntarles, ignora el día del final de los tiempos, se asusta ante la muerte, y muere desesperado.
2) Un hombre con:
Es ante todo Jesús con sus discípulos. Su primer acto es llamarlos y escoger los doce para estar con él.
3) Jesús enseña:
Se pone enseñar a las multitudes, pero enseña ante todo con su manera de vivir y de obrar.
4) Mesías crucificado:
Solo se da este título cuando está condenado a morir. No quiere que se engañen en qué sentido es Mesías.
5) Hijo del hombre:
Es el título más frecuente, quizás le gustaba porque ocultaba su misterio.
6) Hijo de Dios:
Aparece como la cumbre de la fe a la que Marcos quiere llevar a sus lectores.
e. Características especiales.
1) Es el más breve de los evangelios.
2) Escrito a los romanos.
3) Presenta a Jesucristo como siervo.
4) No hay genealogía ya que nadie se interesa por el linaje de un siervo.
5) Omite los relatos de la infancia de Jesús.
6) Relata solo cuatro parábolas: El sembrador, el crecimiento de la semilla, la semilla de mostaza, los labradores malvados.
7) Realza más las obras de Jesús que sus enseñanzas ya que los romanos no se interesaban en las enseñanzas, eran hombres prácticos.
f. Comentario.
Marcos escribió en griego, ya que por entonces el pueblo judío en su mayoría prácticamente había vuelto la espalda a la Buena Nueva, por lo que la Iglesia se abría a los gentiles con mayor vigor y sus primeros lectores parecen haber sido gentiles a los cuales presenta a Cristo como un hombre con autoridad y poder, y como el Hijo de Dios, siervo sufriente en lugar de un Mesías político. También pone especial atención al rechazo que los judíos radicales sentían por Jesús. Su Evangelio es el menos sistemático y de más pobre estilo literario ya que está redactado en estilo coloquial. Utiliza mucho el presente histórico y su vocabulario es reducido y muy espontáneo. La presencia de mucha acción en la narración y menor atención a las palabras de Jesús, señalan hacia un propósito evangelístico para introducir a nuevos cristianos al conocimiento de la vida de Cristo.
2. Lucas.
El evangelio de Lucas es quizá el más detallado de los tres Evangelios sinópticos y desde el inicio se sabe a ciencia cierta que el autor se dedicó a investigar cada uno de los datos en forma cuidadosa. Utiliza varias fuentes de investigación, como lo es el Evangelio de Marcos y el testimonio de testigos presenciales, en donde puede ser que esté incluida la misma María, madre del Señor. Aparentemente hace la investigación para informar de esto a un tal Teófilo, que así como puede ser una persona real, que bien podía ser el mecenas del autor, también puede ser que se trate de un personaje ficticio a quien el autor le dirige el estudio para hacerlo más familiar.
a. Autor.
Lucas es, probablemente, el médico sirio que cita Pablo y que acompañó al Apóstol en su viaje a Roma. Lucas escribió su Evangelio conjuntamente con los Hechos de los Apóstoles que primitivamente formaban una obra única. No es testigo presencial de lo que narra en su evangelio pero sí de lo que narra en los Hechos. Es el único de los cuatro evangelistas que no es judío.
Sabemos que:
1) Es el mismo que escribió el libro de Hechos:
a) Los encabezamientos se dirigen a Teófilo.
b) El estilo y vocabulario parecen ser del mismo autor.
2) La tradición menciona unánimemente a Lucas como su autor.
3) La evidencia interna apoya la autoría de Lucas:
a) Pasajes con “nosotros” como sujeto[62].
b) Lucas acompañaba a Pablo en algunos de sus viajes[63]. Según el desarrollo histórico de Hechos, Lucas podría ser un gentil convertido, posiblemente, en la iglesia de Antioquía, en donde Pablo ministró con Bernabé al comienzo de su apostolado[64]. El autor se unió con Pablo en Troas[65], lo acompañó a Filipos y, probablemente, permaneció allí mientras Pablo visitaba Jerusalén. Cuando este regresó a Filipos, Lucas lo acompañó en su viaje de regreso a Jerusalén[66], en donde Pablo fue arrestado y puesto bajo custodia protectora. Al terminarse la detención de Pablo en Cesarea, Lucas lo acompañó a Roma[67]. Parece ser que solo Lucas estuvo al lado de Pablo en su segunda prisión[68].
b. Trasfondo cultural del autor.
1) Pablo menciona su oficio, médico[69]. Algunos detalles, aunque no determinantes apuntan hacia su labor:
a) La mención de la fiebre muy alta[70].
b) El hombre “lleno de lepra”[71].
c) La omisión del sufrimiento de la mujer con flujo de sangre a manos de los médicos[72].
2) Pablo no lo incluye en la lista de sus colaboradores judíos, sino con los gentiles[73].
3) El receptor de los dos tratados, Lucas y Hechos, es Teófilo, mencionado con el título de excelentísimo, probablemente un oficial romano.
c. Fecha, idioma y lugar.
Hay desavenencia en cuánto a la fecha de la composición del Evangelio. Algunos consideran que fue escrito entre los años 75 y 85 d.C., y apoyan su posición en:
1) Ven indicadores de haber sido escrito después de la caída de Jerusalén[74], especialmente si no se acepta lo sobrenatural de la predicción de Jesús.
2) Si escribió después de Marcos, y este es datado en el 68 d.C., Lucas encaja en este periodo.
3) La palabra “muchos” del 1.1 requiere haber pasado largo tiempo.
Otros consideramos que fue escrito entre los años 60-65, porque:
1) Hechos termina con Pablo en la cárcel sobre el año 62 d.C. Si hubiera sabido algo de la resolución de su caso, parece que Lucas lo hubiera mencionado.
2) No menciona el cumplimiento de la profecía sobre Jerusalén, pero sí menciona el cumplimiento de la profecía de Agabo[75]. Los historiadores romanos mencionan diversas hambrunas que tuvieron lugar durante el reinado de Claudio[76].
3) Tampoco se menciona nada de la muerte de Santiago ni de Simón. Lo que hace más probable que fuera escrito en este lapso.
El prólogo antimarcionita de Lucas dice que Lucas lo escribió en las regiones de Acaya, pero la tradición no es muy segura. Es probable que este evangelio haya sido escrito en Siria, aunque algunos estudiosos piensan que fue redactado en Grecia, debido a los estudios exegéticos en la relación con Pablo, María y el ambiente, lo más probable es que fue en Antioquia de Siria, aunque también pudo haber sido durante los dos años que Pablo estuvo preso en Cesarea, lo cual le daría acceso a las fuentes de investigación palestinas, así como a testigos de primera mano. El idioma utilizado fue también el griego.
d. Comunidad de Lucas.
Es una comunidad compuesta por convertidos, provenientes del paganismo, con características culturales helenistas. Algunos piensan que el ambiente original podría circunscribirse a alguna comunidad de Asia Menor o Grecia, posiblemente la ciudad de Acaya en Grecia.
Los rasgos comunes de estas comunidades de origen helenistas son:
1) Eran comunidades inmersas por la cultura helenista, en la cual han nacido y se han formado sus miembros. Lucas trata de adaptarse a los lectores con estas características.
2) Sus integrantes son personas convertidas, en su mayor parte de antecedentes paganos, con una fuerte experiencia del Espíritu y de la gracia que Dios ha operado en ellos.
3) Eran comunidades ligadas a la tradición y a las misiones paulinas.
4) Eran urbanas, constituídas en las múltiples ciudades que nacían y crecían con el aumento del comercio, las comunicaciones y la cultura común que impulsó el helenismo.
5) Las primeras comunidades cristianas vivían creyendo en la pronta venida del Señor. Para cuando Lucas escribe, esa espera comienza a alargarse, motivo por el cual algunos pierden la fe; en las comunidades surgen diferencias y divisiones, el entusiasmo de los primeros tiempos deja lugar a cierto acomodamiento a la “vida mundana”.
e. El Jesús de Lucas es:
1) Jesús es el Señor.
Es un título muy utilizado por Lucas. Al referirse a Jesús como “el Señor” está poniéndolo al mismo nivel que Dios en el Antiguo Testamento. Es una manera elegante de decir que Jesús es Dios.
2) Jesús Salvador.
Según Lucas, con Jesús llegó la salvación, se cumplen las promesas de Dios. Es el salvador anunciado.
3) Jesús Mesías-Rey.
El término Mesías tenía una resonancia importante y clara para los cristianos de origen judío pero no para los cristianos de origen pagano. Lucas, que conoce esta situación, asocia al título de Mesías, el de Rey, que sí resultaba claro para sus interlocutores.
4) Jesús Hijo de Dios.
Este título tan importante se atribuye a Jesús desde la anunciación y desde su nacimiento, y constituye una revelación de su verdadera naturaleza.
5) Jesús amigo y compañero.
Es amigo y compañero de los pobres, se interesa por los pecadores, los recibe, y a través del perdón, los reintegra a la vida.
f. Características especiales.
1) Lucas era originario de Antioquía. No era Judío.
2) Lucas era médico[77].
3) Es el primer gran historiador de la Iglesia[78].
4) Es el único de los escritores del Nuevo Testamento que cita nombres de emperadores romanos: Augusto, Tiberio y Claudio.
5) La natividad es presentada desde el punto de vista de María, mientras que Mateo lo hace desde el punto de vista de José.
6) Presenta la genealogía hasta Adán, Mateo hasta Abraham.
7) Enfatiza que los Samaritanos también son merecedores de la salvación: El buen Samaritano[79]; el leproso arrepentido[80].
8) Es el evangelio de la alabanza: El Magnificat de María[81], el canto de Zacarías[82] y el canto de Simeón[83].
9) Es el Evangelio de los pobres[84].
10) Relata lo importante que son para Jesús los pecadores[85].
11) Es el Evangelio de la mujer: Habla de María, Elizabeth, Ana, Marta. La viuda de Naín, María Magdalena.
12) Es el Evangelio que mas se refiere al Espíritu Santo[86].
13) El lugar prominente del Templo en el Evangelio, sirve de base para explicar la importancia del mismo en los primeros capítulos de Hechos.
14) Hay más de 20 referencias a los ángeles para enfatizar la relación entre el cielo y la tierra en el ministerio de Jesús.
15) El énfasis en el cumplimiento de una misión redentora.
16) La importancia de la ciudad de Jerusalén: Mencionada 31 veces en Lucas, solo 13 en Mateo y 10 en Marcos.
17) La estructura de Lucas camina entre disposiciones curiosas entre las diferentes etapas del viaje de Jesús: Desde el cielo a la tierra, y el regreso de la tierra a la gloria.
18) El énfasis teológico en la salvación. El término “salvar” aparece más frecuentemente que en los demás evangelios[87].
g. Comentario.
Lucas es un magnífico escritor de atractiva personalidad que fue recopilando meticulosamente todas las tradiciones orales que le llegaron a los oídos. Aunque utiliza las mismas fuentes que Marcos y Mateo, las enriquece con aportaciones como el relato de la infancia de Jesús que, según se supone al leerlo, la misma María debió contarle. Como no era judío, no presta la misma atención que Mateo y Marcos a los temas de la Ley mosaica y sí lo hace al papel de la mujer en el Evangelio y a la necesidad de la pobreza de medios para alcanzar la riqueza espiritual. Su estilo es el mejor de los Sinópticos, con un vocabulario muy rico. Lucas retoca las fuentes de Marcos y Mateo para evitar expresiones que puedan ser malinterpretadas y pone especial hincapié en el amor de Cristo a los desheredados.
3. Mateo.
Su nombre griego significa “Regalo de Dios”, pero su nombre judío, con igual significado era Leví. Fue unos de los doce apóstoles y antes había sido recaudador de impuestos[88], uno de los oficios que más dinero producía en tiempos de Jesús, pero que dejó de lado cuando Jesús le llamó.
a. Autor.
No se nombra al autor como tal, aunque la mención del oficio de Mateo[89] solo en este Evangelio, y la ausencia de detalles personales sobre la fiesta en su casa pueden señalar su autoría. Además, el testimonio de la iglesia primitiva está a favor de la autoría de Mateo. Pero, los estudiosos modernos dudan de su autoría en razón de dos argumentos:
1) Un testigo ocular no dependería tanto de Marcos.
2) Si se acepta la fecha del libro entre el 80 al 100 d.C., como creen algunos, sería algo tarde, tanto para la persona de Mateo, como para su propósito.
Estos argumentos pueden ser respondidos por el hecho de que Mateo, al adoptar tanto material de Marcos, certifica la fiabilidad del segundo Evangelio. Además, que la fecha no tiene porque ser datada tan avanzado el primer siglo.
Este Mateo del que hablamos es, probablemente, el recaudador de impuestos al que Jesús llamó para formar parte de los doce apóstoles, por lo que es testigo directo de los hechos que narra. También es llamado en los Evangelios con el nombre de Leví. Probablemente fue un judío helenizado.
b. Idioma.
Generalmente se acepta que el Evangelio se escribió en griego. El problema estriba en una cita bastante ambigua de Papías, citada por Eusebio, que dice que Mateo ordenó los dichos de Jesús en dialecto hebreo, y cada uno los interpretó conforme a su capacidad. Pero el griego de Mateo no parece indicar una traducción, pero los elementos hebreos de su estilo podrían haber ocasionado el comentario de Papías.
c. Fecha y lugar de redacción.
El Evangelio de Mateo fue escrito entre los años 54 y el 61 d.C., puesto que si se fechara más tarde tenemos problemas con la falta de alguna mención de la destrucción de Jerusalén, así como se incluye en el Evangelio la instrucción de huir a las montañas, ya que los creyentes huyeron a Pella, que está en la región no montañosa de Trans-jordania.
Como fuentes, podemos decir que Mateo tomó el 50% del material de su Evangelio de Marcos y la parte restante de la Fuente Q y de la logia y las tradiciones orales. El relato de la infancia de Jesús no aparece en la Fuente Q ni en Marcos, por lo que Mateo tuvo aquí, y en otras partes de su Evangelio, una fuente desconocida.
Lo podemos situar probablemente en Siria, en una comunidad cristiano judía de la diáspora. Aquí puede que surja una interrogante: ¿Estuvieron Lucas y Mateo en el mismo país? ¿Se conocieron? Sin embargo, se llega a la conclusión de que no se conocieron, ya que uno escribió para el mundo heleno-cristiano y el otro para los judeo-cristianos.
d. Propósito.
1) Enseñanza.
Se aprecia en el énfasis en las enseñanzas de Jesús. Las secciones de enseñanza están agrupadas, y claramente diferenciadas, en cuatro discursos con sus correspondientes partes narrativas, con una conclusión cada una[90] y el epílogo final.
2) Apología.
a) La prueba de su mesianidad se desarrolla en torno al tema de Jesús como el Rey – Mesías.
b) Destaca el rechazo de los líderes judíos.
c) Justifica el acercamiento a los gentiles, como consecuencia
3) Evangelización.
Presenta a la persona y la obra de Cristo de modo que alguien pudiera tomar la decisión de seguirle. El objetivo de ganar a judíos para Cristo se observa en el énfasis de que Jesús era el Mesías largamente esperado por el pueblo de Israel. Además la conclusión del evangelio apunta a la extensión del mensaje de Cristo hasta los confines de la tierra[91].
e. Comunidad de Mateo.
Estas comunidades parecen estar compuestas especialmente por cristianos procedentes del judaísmo. Se le suelen ubicar en torno a la frontera norte de Palestina y en los límites con Siria y Fenicia. Conocen bien las Escrituras. Hace más de 130 referencias al Antiguo Testamento.
La ley sigue siendo para ellos la regla de vida, se muestran muy al corriente de la forma en que los rabinos interpretan las Escrituras y algunas cuestiones, como el ayuno, la limosna, son típicamente judías. Jesús es presentado como el nuevo Moisés.
Están en conflictos con el judaísmo oficial. Los cristianos ya han sido expulsados de sus sinagogas. Y los ataques de Jesús tan duros, contra los fariseos, son más bien a los fariseos de los años 80. Esas comunidades se abren a los paganos. Esos judíos que se han hecho cristianos vuelven a descubrir, en las palabras de Jesús, su voluntad de enviar a sus discípulos al mundo entero, por lo que manifiesta ser una comunidad abierta al mundo pagano.
Según nos presenta Mateo, es una comunidad con cierta organización jerárquica, una vida sacramental, tradiciones litúrgicas y una disciplina interior. Es una comunidad que vive fraternalmente y se preocupa por la enseñanza: Aprender, y conocer más de Jesús y su mensaje.
f. El Jesús de Mateo es:
1) Jesús Mesías.
Mateo se esfuerza por presentar a Jesús con nombre, títulos y referencias que sus destinatarios, de origen judío, entendieran con claridad y lo relacionaran con el Mesías, anunciado en las Escrituras y esperado por el pueblo de Israel.
2) El nuevo Moisés.
La figura de Moisés es muy importante en el Antiguo Testamento. Mateo traza un claro paralelismo entre Jesús y la figura de Moisés:
a) La Enseñanza de Jesús la presenta en cinco discursos a semejanza de la antigua ley que se encuentra en los cinco libros del Pentateuco y que los judíos consideraban había sido escrito por Moisés.
b) Jesús presenta la nueva ley en una montaña, al igual que Moisés recibió la ley de Dios en el monte Sinaí.
3) Jesús Maestro.
Mateo hace énfasis en que Jesús enseña con autoridad, en las sinagogas, en el Templo, en la montaña. Recibe el nombre de Maestro o Rabbí, en numerosas ocasiones. El mismo se presenta con estas palabras.
4) Jesús Señor.
Es el título cristológico más utilizado por Mateo. Aparece 34 veces, de las cuales 22 son originales y propias de Mateo. ¿Quiénes llaman a Jesús Señor? Los discípulos, excepto Judas, los que se acercan a él para pedirle que los libere de alguna desgracia.
5) Jesucristo Rey.
Nace del linaje real, los magos le ofrecen regalos dignos de la realeza, el sermón del monte es un manifiesto real.
g. Características especiales.
1) Profecías cumplidas:
a) El nacimiento virginal de Cristo[92].
b) La matanza de los niños en Belén[93].
c) Radicación de la familia de Jesús en Nazaret[94].
d) La traición por treinta piezas de plata[95].
2) Notas importantes.
a) Relata 14 parábolas.
b) Relata 20 milagros.
c) Se le llama el Evangelio didáctico por la forma sistemática en la que presenta sus enseñanzas.
d) Es el único Evangelio que emplea la palabra Iglesia.
3) Grandes discursos.
a) El sermón del monte, principios y normas del Reino.
b) Instrucciones para los mensajeros del Reino[96].
c) Parábolas del Reino[97].
d) Enseñanzas sobre el discipulado[98].
e) La venida del Rey[99].
h. Comentario.
Mateo escribió en arameo, la lengua que utilizaban los judíos, porque es un Evangelio destinado al pueblo de Israel. Sus escritos complementan y abarcan más que los de su predecesor Marcos, pero siguen el mismo esquema. Aproximadamente Mateo tomó la mitad del material de Marcos abreviando la narrativa. Y el 25% de su Evangelio coincide casi exactamente con el de Lucas, precisamente en las palabras de Jesús ya que ambos utilizan la Fuente Q. Es un Evangelio construido de manera sistemática y ordenada, con una estructura basada en cinco bloques o discursos con un claro interés didáctico y teológico que se muestra en el interés de Mateo por la doctrina de Jesús
[1] Es el estudio de los signos que ocurren en el proceso de la comunicación, en donde estos llevan el mensaje de A a B y sus principales intereses están en el medio, el canal, el transmisor, el receptor, la interferencia y la retroalimentación. Para que la comunicación ocurra, y la persona a quien se dirije comprenda lo que significa nuestro mensaje, es necesario crear el mensaje con signos. Este mensaje le estimula a crear para sí mismo un significado que se relacione de alguna manera con el significado que yo generé primeramente en mi mensaje. Surge entonces un nuevo conjunto de términos: signo, significación, íconos, denotar, connotar. Todos son términos que se refieren a las varias maneras de crear significados.
[2] Lucas 4.16-30.
[3] Mateo 5.27-28. RV60
[4]Fuera de los Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles, las citas sobre milagros o signos prodigiosos no son muchas, a saber: Romanos 15.19: Señales y prodigios; 1 Corintios 1.22: Pablo alude a las señales reclamadas por los judíos; 1 Corintios 12.9; 10.28-30: Dones en la comunidad primitiva para curar y hacer obras extraordinarias; 2 Corintios 12.12: Alusión de Pablo a las señales, portentos y milagros que ha obrado, como signo de su carácter apostólico; Gálatas 3.5: Los prodigios que Dios obra en la comunidad; 1 Tesalonicenses 1.5: La buena noticia se manifiesta como una fuerza, “dynamis”, término técnico para designar el poder curativo; 2 Tesalonicenses 2.9: La venida del impío... con ostentación de poder, portentos y prodigios falsos; Hebreos 2.4: Portentosas señales de Dios y variados milagros; Santiago 5.14-16: La unción con aceite y la oración que cura, y Revelación 16.4: El ángel que derrama la copa en los ríos y manantiales y se convierten en sangre.
[5] Lucas 11.19.
[6] Lucas 9.49.
[7] 1 Corintios 10.28-30; 12.9; 2 Santiago 5.14-16.
[8] Marcos 13.22; Mateo 24.24.
[9] Agustín de Hipona, La Ciudad de Dios 20.1, 8, 2.
[10] Agustín de Hipona. De utilitate credendi.
[11] Agustín de Hipona, Contra Fausto.
[12] Fue un filósofo, economista e historiador escocés y constituye una de las figuras más importantes de la filosofía occidental y de la ilustración escocesa.
[13] François Marie Arouet, más conocido como Voltaire (París, 21 de noviembre de 1694 –30 de mayo de 1778) fue un escritor y filósofo francés que figura como uno de los principales representantes de la Ilustración, un período que enfatizó el poder de la razón humana, de la ciencia y el respeto hacia la humanidad.
[14] Immanuel Kant (Königsberg, Reino de Prusia, 22 de abril de 1724 - 12 de febrero de 1804), filósofo alemán. Es considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y del último periodo de la Ilustración. En la actualidad, Kant continúa teniendo sobrada vigencia en diversas disciplinas: Filosofía, derecho, ética, estética, ciencia, política, etc. Una sostenida meditación sobre los diversos fenómenos del obrar humano nos remite necesariamente a Kant, que junto con Platón y Aristóteles constituye, según una gran mayoría, el hilo conductor de los grandes aportes al conocimiento humano.
[15] La Toráh.
[16] Mateo 4.23. NBLH
[17] Marcos 6.4; 9.39; Lucas 4.36; 5.17; 6.19; 9.1.
[18] Obras.
[19] NBLH
[20] Mateo 22.24.
[21] NBLH
[22] Marcos 6.30-44.
[23] Marcos 8.1-8.
[24]En el paralelo de Mateo (12.38) Jesús les dará la señal de Jonás: La resurrección, comienzo de un mundo nuevo de hermanos reconciliados; en Lucas (11.29-32) la señal es Jonás que pregona el perdón de Dios para los habitantes de Nínive: Dios perdona a quien se arrepiente, sea judío o no.
[25] Mateo 17.27. NBLH
[26] Marcos 11.12-14.
[27] Lucas 22.47-53.
[28] Marcos 1.29-31.
[29] Marcos 5.1-20.
[30] Marcos 2.1-13.
[31] Lucas 7.11-17.
[32] 2 Reyes 2.12.
[33] Isaías 14.13-15.
[34] Mateo 11.20-24. NBLH
[35] Mateo 12.27-29. BAD
[36] Mateo 12.25-26. Ibid
[37]Liberación de demonios y llegada del reinado de Dios se relacionan en este texto. Según las esperanzas judías, el Mesías tenía que destruir el reino del pecado, y al mismo tiempo triunfar sobre la enfermedad y la muerte, que son la concreción del imperio y del dominio de Satanás sobre el hombre. Para la revelación judía apócrifa, cuando llegara el reinado de Dios, los demonios serían encadenados (Testamento de Henoc 10.3; Testamento de Leví 18.12). La conciencia que muestra Jesús de ser el vencedor de Satanás aparece también en Marcos 3.22-27 en la parábola del más fuerte. Esta logia está en relación con otro texto de Lucas 10.18.
[38] Mateo 11.2-6. BAD
[39] Mateo 11.19. Ibid
[40] Mateo 23.8, 10.
[41] Diálogo con Trifón, 69.7.
[42] Sanhedrin 43a.
[43] Jesus of Nazaret, Londres 1925, pág. 27; trad. castellana: Jesús de Nazaret, Buenos Aires 1971.
[44] No decimos que no ocurrió, sino que bien pudiera haber sido parte de la libertad literaria del autor o bien de las personas que se lo informaron.
[45] Cementerio: Dormitorio, frente a necrópolis: Ciudad de los muertos.
[46] Que tiene un origen emocional o psicológico.
[47] Lucas 13.32.
[48] El término kerigma proviene del griego κήρυγμα y significa proclamar como un emisario.
[49] Hechos 13.5.
[50] Hechos 13.13.
[51] Hechos 15.36-40.
[52] Filemón 24.
[53] 2 Timoteo 4.11.
[54] Marcos 14.51-52.
[55] 1 Simón 5.13.
[56] Año 130.
[57] Wikenhauser/Schmid. Introducción al Nuevo Testamento, Herder, 329.
[58] Versión en latín de la Biblia que data de finales del siglo II o pincipios del siglo III, anterior a la Vulgata.
[59] La lista de Marción de libros de la Biblia se reducía a diez cartas de Pablo y el Evangelio de Lucas.
[60] Finales del siglo II.
[61] Hechos 12.12.
[62] Hechos 16.10-17; 20.5; 21.18; 27.1; 28.16.
[63] Colosenses 4.14; Filemón 24, 2 Timoteo 4.11.
[64] Hechos 11.25-26.
[65] Hechos 16.10.
[66] Hechos 20.5-15.
[67] Hechos 27.1-28.15.
[68] 2 Timoteo 4.11.
[69] Colosenses 4.14.
[70] Lucas 4.38.
[71] Lucas 5.12.
[72] Lucas 8.43.
[73] Colosenses 4.10-11.
[74] Lucas 19.43; 21.20, 24.
[75] Hechos 11.28.
[76] 41-54 d.C.
[77] Colosenses 4.4.
[78] Lucas 1.1-4.
[79] Lucas 10.30-37.
[80] Lucas 17.11-19.
[81] Lucas 1.46-55.
[82] Lucas 1.68-69.
[83] Lucas 2.29-32.
[84] Lucas 16.19-31.
[85] Lucas 7.36-50; 13.9-14; 19.1-10; 23.40-42.
[86] Lucas 1.15, 39-41; 2.25; 4.14.
[87] 24 veces.
[88] Mateo 9.9.
[89] Mateo 10.3.
[90] Mateo 7.28-29; 11.1; 13.53; 19.1; 26.1.
[91] Mateo 28.16-20.
[92] Mateo 1.23-24.
[93] Mateo 2.16-18.
[94] Mateo 2.23.
[95] Mateo 27.9.
[96] Mateo 10.
[97] Mateo 13.
[98] Mateo 18.
[99] Mateo 24-25.