Capítulo 6
2. Sobre el litigio entre los creyentes.
6.1-11 Los de Corinto iban más allá de no solo no poner a los pecadores en disciplina, sino que tampoco consideraban los problemas que se presentaban entre los miembros de la Iglesia. Para Pablo el que los miembros de la Iglesia llevaran sus diferencias para ser ventiladas en los juzgados de los hombres, era un atrevimiento. ¿No se supone que los cristianos somos los justos? Entonces, ¿por qué alguien que no ha sido justificado delante de Dios debe impartir justicia entre los cristianos? Es cierto que cada país tiene sus propias leyes y que los cristianos debemos sujetarnos a ellas, mientras estas no vayan en contra de las enseñanzas bíblicas, pero ¿qué pasa cuando las leyes del país van en contra de las Escrituras? Por ejemplo, en el mundo uno puede divorciarse por cualquier causa de su cónyuge, pero según la Biblia la única razón para justificar el divorcio es la inmoralidad sexual, entonces, ¿debe el cristiano ajustarse a la ley de los hombres o la enseñanza bíblica?
En la Iglesia debe haber personas capacitadas para arbitrar cuando hay diferencias entre los miembros. Pero al parecer, a los corintios esto no les importaba.
Pablo lanza una pregunta retórica porque él sabía que los corintios tenían este conocimiento, pero que lo ignoraban. ¿Está diciendo Pablo que los cristianos seremos jueces para la humanidad y que ventilaremos los casos como se hace en los tribunales humanos? ¡No! Los cristianos seremos jueces del mundo en el sentido de que por nuestro ejemplo los condenamos, ya que el pecador asegura que nadie puede vivir santamente.
Entonces, si vamos a juzgar a todo el mundo, apunta Pablo, ¿no podemos tomar decisiones en cosas más simples? Nuestra santa conducta está condenando al mundo, por lo tanto, ya que vivimos santamente, debemos poder decidir lo que es justo cuando hay una diferencia entre cristianos.
Llama la atención que Pablo asegura que los cristianos juzgaremos también a los mensajeros celestiales, los ángeles. Entonces, debemos ser capaces de emitir juicios sobre las cosas cotidianas. Los creyentes debemos estar en capacidad de tomar decisiones en cuanto a los problemas entre hermanos.
Usa Pablo un tono irónico para plantear la siguiente pregunta, ya que debía haber por lo menos una persona que fuera capaz de discernir qué era lo correcto en cuanto a los problemas entre los cristianos. Esto debía causar vergüenza entre los creyentes. Es lógico suponer que había personas capacitadas en la Iglesia para poder resolver los conflictos, pero no lo estaban haciendo, por lo que los que tenían diferencias iban a buscar justicia entre los incrédulos. La misión del cristiano es ser luz ante el mundo sombrío, pero si nos comportamos igual que los demás, ellos no podrán ver ninguna diferencia.
Había algo mal que entre los cristianos hubiese diferencias al punto de pelear por ellas, pero era peor el asunto cuando estos pleitos tenían que ser arbitrados por los incrédulos. Jesús enseñó que los cristianos debemos estar dispuestos a sufrir con tal de mantener la paz. Lo importante no es quien gana, sino quién imita más a Jesús. Lo material de este mundo es pasajero, así que debemos dar más importancia a lo espiritual.
¿Qué estaban haciendo los corintios? En lugar de vivir como cristianos, ellos eran más bien los que hacían sufrir a los demás, y para empeorar el asunto, se lo hacían a los otros miembros de la Iglesia.
Para aplastar más la arrogancia de los corintios que se presentaban como muy sabios, Pablo les pregunta: “¿No saben que los injustos no pueden ser parte de la Iglesia?” Si preguntamos a la gente en la calle si ellos son miembros de la Iglesia, todos nos dirán que sí, pero la realidad es muy diferente, porque ser cristiano no es solamente ser miembro de una congregación, llámese como se llame, sino vivir imitando a Jesús. Dice un canto de Stanislao Marino: “¡Qué fácil es decir yo soy cristiano! ¡Qué fácil es decir yo voy al cielo! ¡Pero cuán difícil es vivir en santidad!”
Las acusaciones de Pablo van subiendo de tono, hasta el punto de dispararles una pregunta sobre los injustos. La injusticia no solo tenía que ver con no hacer lo correcto, sino con que es un resumen de todos los pecados que podamos imaginar. La actitud de los corintios no les permitía no solo no entrar al cielo, sino tampoco ser miembros de la Iglesia.
Pero aclara Pablo: “No se equivoquen”, no se auto engañen, no se mientan a sí mismos. La gente hoy se engaña a sí misma pensando que la felicidad consiste en la posesión de muchas cosas materiales. Lo que la Biblia condena como pecado, hoy se dice que es una “forma de vida”. Todo esto es auto engaño.
De nuevo Pablo presenta un listado de pecados:
a) Inmoralidad sexual: Desde la fornicación a todo lo que usted pueda imaginarse en cuanto a corrupción sexual es contenido en estas dos palabras.
b) Los servidores de ídolos: Como dijimos antes, no podemos limitar el asunto a los que adoran imágenes religiosas, sino a los que desvían su atención de Dios a personas o cosas materiales.
c) Los adúlteros: Son las personas casadas que tienen relaciones con otra que no es su cónyuge. Esto se ha vuelto tan habitual que se da el adulterio incluso entre los ministros de la Iglesia y se disimula o se pasa por alto.
d) Los afeminados: En griego dice literalmente “hombres suaves”, y se refiere a hombres que van contra la naturaleza buscando ser vistos no como hombres débiles de físico, que en eso no hay pecado, sino que se les trate como si fuesen una mujer, sin tener que llegar a ser homosexuales declarados.
e) Los homosexuales: La palabra de moda de hoy es “homofóbico”, con la que se quiere denigrar a quienes condenamos las prácticas homosexuales. La Iglesia no tiene derecho de inclinarse a favor de las relaciones homosexuales, en muchos pasajes bíblicos vemos la condena de parte de Dios para esta aberración, por lo que si la toleramos, seremos tan pecadores como los que la practican. te de jueces paganos.
f) Los ladrones: La voz griega que se usa aquí es kléptes, de donde surge la palabra “cleptomanía”. A diferencia de la vez anterior en donde hablaba de un ladrón violento, este es más bien el que llamamos “carterista”, el que pasa al lado de su víctima y tiene la habilidad para quitarle las cosas sin que el otro se dé cuenta.
g) Los codiciosos: Los avaros, usureros, acaparadores, egoístas.
h) Los borrachos: Los que aman las bebidas alcohólicas. Según la OMS el alcoholismo es una enfermedad, pero según Dios es un pecado, ¿a quién le vamos a creer?
i) Los que hablan mal: No solo se refiere a los que tienen un vocabulario soez, sino también a los que viven quejándose por todo: “Hace mucho calor, mucho frío, está lloviendo, tengo hambre, esto no me gusta, etc.”
j) Los asaltadores: Este es el tipo de ladrón que usa la violencia para quitar las cosas a su víctima.
Ninguno de ellos puede entrar al cielo, pero tampoco puede ser miembro de la Iglesia. Pero no se crea que ninguno de ellos tiene oportunidad, porque como dice Pablo: “Esto eran algunos de ustedes”. Algunos habían sido homosexuales, y ya no lo eran, por lo que podemos ver que no es una condición natural porque de otra manera no se podría cambiar. Eso habían sido, pero ahora eran otra cosa porque había ocurrido un cambio en su vida, habían sido lavados, santificados, declarados rectos; estos tres verbos están en aoristo, lo que quiere decir que ya habían sido completados.
“Fueron lavados” es una voz media en donde se indica que la persona tuvo participación, ellos actuaron, porque se está hablando del ser sumergidos en las aguas para perdón de pecados. Ninguna persona que no participe activamente a la hora de ser sumergido, está cumpliendo realmente con el acto.
Ser santificado o ser santo significa ser apartado para Dios y Él es quien nos santifica, aunque debe haber voluntad en nosotros para ello.
Fuimos declarados rectos, es decir, sin pecado, porque la sangre de Jesús lavó todo lo malo que había en nosotros. Este es un acto continuo, porque los seres humanos seguimos fallando, por lo que necesitamos que la sangre de Jesús siga actuando en nuestra vida.
¿Con qué autoridad hemos sido declarados santos? ¿Acaso fue necesario que realizáramos tres milagros, o que un hombre dijera que se nos ascendía a esa categoría? Definitivamente no, el único que tiene ese poder es Cristo mismo, y somos santos en el momento en que fuimos lavados con su sangre, ¡Él es quien hizo la obra en nosotros!
Pero el Espíritu Santo también tiene participación activa en este proceso. Él es quien nos conmueve para que nos arrepintamos cuando encuentra en nosotros un corazón dispuesto para Dios.
3. Advertencia contra la inmoralidad sexual.
6.12-20 Los judíos estaban limitados a muchas cosas, haciendo diferencia entre las cosas limpias y las inmundas, pero ahora viene el periodo de la Gracia, bajo una nueva legislación, la de Cristo, en donde las cosas indiferentes no son importantes, porque en la vida hay cosas que realmente afectan, mientras que otras no tiene importancia. ¿Será importante si me como un helado de coco o uno de vainilla? ¡No! ¿Será importante si tomo cerveza o tomo limonada? ¡Sí!
Parece que los corintios habían tomado la actitud de darle oportunidad a todos los deseos. Así, si tenían sed, podían tomar una limonada o una bebida alcohólica, o bien, si sentían deseo sexual lo satisfacían con quien fuese, sin importar si era su cónyuge o no. El sexo es un don de Dios, pero para ser disfrutado en el matrimonio.
Hay cosas que Dios mandó que hiciéramos, otras que no dijo que hiciéramos o que no hiciéramos, y otras que prohibió. Cuando no hacemos lo que Dios mandó, pecamos, como cuando no amamos al prójimo; cuando hacemos o no hacemos algo que Dios no legisló, no pasa nada, como si comemos pizza o no; hay cosas que cuando las hacemos estamos pecando directamente, porque Dios las prohibió, como las relaciones sexuales fuera del matrimonio.
Dios hizo las cosas con un propósito, pero el hombre en muchos casos ha pervertido ese propósito. El sexo tiene como propósito la reproducción y el disfrute de la pareja dentro del matrimonio, pero el hombre ha corrompido ese propósito teniendo sexo fuera del matrimonio, e incluso hablan de un “tercer sexo” para justificar el pecado de la homosexualidad, y las leyes de los hombres lo legalizan.
En Cristo hay libertad, pero eso no quiere decir que debemos darle rienda suelta a todo lo que nos apetece. Me gusta comer chocolate, pero si como mucho me enfermo, así que debo ser sabio y limitar el consumo de este para poder disfrutar sin pecar. Me gustan las mujeres, pero aunque pueda decir que una de ella es bonita no quiere decir que me voy con ella, porque ya tengo a mi esposa y es con la única que debo estar.
No todo nos conviene. ¿Para qué voy a comer una comida con mucha grasa si se que luego tendré agruras? Aunque todo me sea permitido no puedo hacerme adicto de nada porque eso me vuelve a convertir en esclavo. Siempre debemos tener el control, cuando algo comienza a dominarnos debemos alejarlo de nosotros. Hoy vivimos en una sociedad que enseña que hay que darle gusto a los deseos, y por eso va en decadencia, igual que como pasó con el imperio romano.
La manera de pensar de los corintios y de nuestra sociedad es que si se siente hambre hay que comer, y si se desea tener sexo hay que satisfacerlo, por eso hay tantos hijos de madres solteras, ya que las muchachas se dan a la perdición con todo aquel que dice ser su novio, por lo que si en algún momento logran poner en regla su estado civil han pasado por todos aquellos que fueron sus novios. Hace unos años a este tipo de mujeres se les calificaba de “fáciles” y por lo general se quedaban solteras o acaban como prostitutas.
Al igual que los corintios, hoy se busca vivir de acuerdo a las corrientes edonistas, ignorando el propósito de Dios. Ayer me decía una joven: “De todas maneras existe la salvación en el último minuto, entonces ¿para qué preocuparse hoy por eso?” Esa es una de las grandes mentiras que surgen del mismo infierno. ¡No existe ninguna salvación de último minuto!
Las cosas temporales, como el hambre y el apetito sexual terminarán cuando venga el Señor. ¡Cuánto se equivocan los musulmanes pensando en un paraíso sensual! Póngase a pensar: La Biblia dice que Dios es quien lo llena todo en todos, así que al estar en su presencia todos nuestros apetitos, dolores, deseos, se desvanecerán.
Pero el cuerpo no fue hecho para la inmoralidad sexual. Es cierto que Dios puso en el ser humano el deseo sexual, pero también instituyó el matrimonio. Al tener relaciones sexuales dentro del matrimonio no pecamos debido a que estamos de acuerdo a la voluntad de Dios, y aunque somos dos personas, al estar casados para Dios somos solo una y por lo tanto estamos unidos a Él, porque estamos en Su Voluntad. Cuando caemos en inmoralidad sexual, estamos unidos en contra de la Voluntad de Dios, por lo tanto estamos separados de Él y estamos en pecado.
Recordemos que fuimos hechos por Dios para Dios. Todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo deben glorificar al Señor. Fuimos separados para el servicio de Dios, por lo tanto, al caer en inmoralidad sexual, rompemos nuestro compromiso y nuestro lazo de unión con Dios.
No podemos olvidar que si morimos antes del regreso del Señor, seremos resucitado, tal y como Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, debido a ese lazo de unión que tenemos con Jesús a través de su sangre. Aunque el hambre y el deseo sexual son apetitos muy fuertes, al final desaparecerán, pero el cuerpo del cristiano será levantado con poder para recibir al Señor en el aire y estará siempre con Él[1].
De nuevo Pablo se expresa con preguntas: “¿No saben que los cuerpos de ustedes son miembros del Ungido?”, ¿cuándo es que llega a ocurrir esto? En el momento en que bajamos a las aguas para ser sepultados simbólicamente y subimos de ellas para vivir para Cristo[2]. De nuevo Pablo utiliza el sarcasmo para tratar de que ellos entiendan, diciéndoles “¿No saben?” Ellos se consideraban muy sabios, así que debían saber esto.
La siguiente pregunta es una realidad muy fuerte que muy pocos toman en consideración: “¿Habiendo sido hechos miembros del Ungido vamos a ser miembros de una prostituta?” Cuando nos unimos sexualmente a otra persona, nos estamos casando con esa persona, nos estamos convirtiendo en una sola persona con esa otra.
El cuerpo del cristiano, al ser templo del Espíritu Santo tiene una importancia singular para Dios mismo, por lo que es nuestro deber mantenerlo santo. La cabeza del cuerpo es Cristo, y nosotros somos los miembros, por eso, al caer en el pecado de la inmoralidad sexual estamos cortando un miembro del cuerpo de Cristo. ¡Esta es una idea aborrecible! ¿Quién de nosotros se cortaría una mano para dar de comer a un perro? Cuando un cristiano se acuesta con una prostituta está siendo cortado del cuerpo y se está convirtiendo en esposo de esa mujer. No puede pertenecer a Cristo porque su cuerpo ahora es propiedad de la prostituta. Los miembros de la Iglesia en Corinto entendían esto y por ello no era un asunto que necesitaba de mucho tiempo en discusión.
La prostitución es una de las prácticas más aborrecibles en toda la humanidad, aunque la mente pecaminosa ha buscado disfrazarla de muchas maneras, entre ellas la de las sacerdotisas sexuales que había en Corinto, y hoy día con el libertinaje sexual que lleva a una muchacha de una “buena familia” a entregarse a su novio antes de casarse, para luego terminar con él y hacerlo con el que sigue y así si tiene diez novios terminará acostándose con los diez. ¿En qué se diferencia de una prostituta? Simplemente en que la prostituta no cree que lo haga por amor y no considera a esos hombres como sus novios.
Al entregarnos al Señor nos convertimos en parte de Él. Si unirnos a una prostituta nos convierte en parte de ella por la concupiscencia de la carne, unirnos a Dios nos convierte en parte de toda Su grandeza y poder. Hay quienes buscan poder de Dios, ¡este se encuentra en vivir en santidad! El cristiano vive ahora siendo uno con Cristo, y por eso puede ser llamado “cristiano”, que no solo significa un seguidor de Cristo, sino “un Cristo”, por lo que la conclusión del pasaje es lógica.
De nuevo Pablo usa una inflexión de tal manera que se refiere a un acto continuo: “¡Huyan de la inmoralidad sexual!” Este pecado es tan peligroso que Pablo no considera que el cristiano deba enfrentarlo y resistirlo, sino que la acción más práctica es huir de ella. Luego viene la explicación del por qué.
“Toda desobediencia que haga el hombre es algo exterior del cuerpo”. En la mayoría de las versiones dice “todo pecado”, pero en el griego no se está usando la palabra jamartía, pecado, sino jamártema, un acto de desobediencia. El hombre puede cometer muchos actos de desobediencia, pero estos son fuera del cuerpo, mientras que la inmoralidad sexual afecta directamente al cuerpo, es un acto contra el cuerpo. Aunque para desobedecer usamos muchos miembros del cuerpo, por ejemplo, para mentir usamos la mente y la boca, pero para la inmoralidad sexual se incluye todo el cuerpo, y el cuerpo del cristiano fue separado para el Señor y es propiedad de Él.
Toda la importancia de este asunto estriba en que el cuerpo del cristiano es el Templo del Espíritu Santo. Para los antiguos un templo era un lugar sumamente importante, era su lugar más sagrado y no debía ser contaminado. El cristiano es el Templo, la habitación de Dios que fue comprado a precio de sangre, por lo que no puede ser usado para la impureza sexual.
Ya no somos nuestros, hemos sido comprados para servir a Dios. Hay quienes creen que la libertad en Cristo le permite que haga lo que le venga en gana, pero eso no es cierto, hay ciertos cuidados que todos debemos tener para vivir santamente.
[1] 1 Tesalonicenses 4.16-17.
[2] Romanos 6.4.
6.1-11 Los de Corinto iban más allá de no solo no poner a los pecadores en disciplina, sino que tampoco consideraban los problemas que se presentaban entre los miembros de la Iglesia. Para Pablo el que los miembros de la Iglesia llevaran sus diferencias para ser ventiladas en los juzgados de los hombres, era un atrevimiento. ¿No se supone que los cristianos somos los justos? Entonces, ¿por qué alguien que no ha sido justificado delante de Dios debe impartir justicia entre los cristianos? Es cierto que cada país tiene sus propias leyes y que los cristianos debemos sujetarnos a ellas, mientras estas no vayan en contra de las enseñanzas bíblicas, pero ¿qué pasa cuando las leyes del país van en contra de las Escrituras? Por ejemplo, en el mundo uno puede divorciarse por cualquier causa de su cónyuge, pero según la Biblia la única razón para justificar el divorcio es la inmoralidad sexual, entonces, ¿debe el cristiano ajustarse a la ley de los hombres o la enseñanza bíblica?
En la Iglesia debe haber personas capacitadas para arbitrar cuando hay diferencias entre los miembros. Pero al parecer, a los corintios esto no les importaba.
Pablo lanza una pregunta retórica porque él sabía que los corintios tenían este conocimiento, pero que lo ignoraban. ¿Está diciendo Pablo que los cristianos seremos jueces para la humanidad y que ventilaremos los casos como se hace en los tribunales humanos? ¡No! Los cristianos seremos jueces del mundo en el sentido de que por nuestro ejemplo los condenamos, ya que el pecador asegura que nadie puede vivir santamente.
Entonces, si vamos a juzgar a todo el mundo, apunta Pablo, ¿no podemos tomar decisiones en cosas más simples? Nuestra santa conducta está condenando al mundo, por lo tanto, ya que vivimos santamente, debemos poder decidir lo que es justo cuando hay una diferencia entre cristianos.
Llama la atención que Pablo asegura que los cristianos juzgaremos también a los mensajeros celestiales, los ángeles. Entonces, debemos ser capaces de emitir juicios sobre las cosas cotidianas. Los creyentes debemos estar en capacidad de tomar decisiones en cuanto a los problemas entre hermanos.
Usa Pablo un tono irónico para plantear la siguiente pregunta, ya que debía haber por lo menos una persona que fuera capaz de discernir qué era lo correcto en cuanto a los problemas entre los cristianos. Esto debía causar vergüenza entre los creyentes. Es lógico suponer que había personas capacitadas en la Iglesia para poder resolver los conflictos, pero no lo estaban haciendo, por lo que los que tenían diferencias iban a buscar justicia entre los incrédulos. La misión del cristiano es ser luz ante el mundo sombrío, pero si nos comportamos igual que los demás, ellos no podrán ver ninguna diferencia.
Había algo mal que entre los cristianos hubiese diferencias al punto de pelear por ellas, pero era peor el asunto cuando estos pleitos tenían que ser arbitrados por los incrédulos. Jesús enseñó que los cristianos debemos estar dispuestos a sufrir con tal de mantener la paz. Lo importante no es quien gana, sino quién imita más a Jesús. Lo material de este mundo es pasajero, así que debemos dar más importancia a lo espiritual.
¿Qué estaban haciendo los corintios? En lugar de vivir como cristianos, ellos eran más bien los que hacían sufrir a los demás, y para empeorar el asunto, se lo hacían a los otros miembros de la Iglesia.
Para aplastar más la arrogancia de los corintios que se presentaban como muy sabios, Pablo les pregunta: “¿No saben que los injustos no pueden ser parte de la Iglesia?” Si preguntamos a la gente en la calle si ellos son miembros de la Iglesia, todos nos dirán que sí, pero la realidad es muy diferente, porque ser cristiano no es solamente ser miembro de una congregación, llámese como se llame, sino vivir imitando a Jesús. Dice un canto de Stanislao Marino: “¡Qué fácil es decir yo soy cristiano! ¡Qué fácil es decir yo voy al cielo! ¡Pero cuán difícil es vivir en santidad!”
Las acusaciones de Pablo van subiendo de tono, hasta el punto de dispararles una pregunta sobre los injustos. La injusticia no solo tenía que ver con no hacer lo correcto, sino con que es un resumen de todos los pecados que podamos imaginar. La actitud de los corintios no les permitía no solo no entrar al cielo, sino tampoco ser miembros de la Iglesia.
Pero aclara Pablo: “No se equivoquen”, no se auto engañen, no se mientan a sí mismos. La gente hoy se engaña a sí misma pensando que la felicidad consiste en la posesión de muchas cosas materiales. Lo que la Biblia condena como pecado, hoy se dice que es una “forma de vida”. Todo esto es auto engaño.
De nuevo Pablo presenta un listado de pecados:
a) Inmoralidad sexual: Desde la fornicación a todo lo que usted pueda imaginarse en cuanto a corrupción sexual es contenido en estas dos palabras.
b) Los servidores de ídolos: Como dijimos antes, no podemos limitar el asunto a los que adoran imágenes religiosas, sino a los que desvían su atención de Dios a personas o cosas materiales.
c) Los adúlteros: Son las personas casadas que tienen relaciones con otra que no es su cónyuge. Esto se ha vuelto tan habitual que se da el adulterio incluso entre los ministros de la Iglesia y se disimula o se pasa por alto.
d) Los afeminados: En griego dice literalmente “hombres suaves”, y se refiere a hombres que van contra la naturaleza buscando ser vistos no como hombres débiles de físico, que en eso no hay pecado, sino que se les trate como si fuesen una mujer, sin tener que llegar a ser homosexuales declarados.
e) Los homosexuales: La palabra de moda de hoy es “homofóbico”, con la que se quiere denigrar a quienes condenamos las prácticas homosexuales. La Iglesia no tiene derecho de inclinarse a favor de las relaciones homosexuales, en muchos pasajes bíblicos vemos la condena de parte de Dios para esta aberración, por lo que si la toleramos, seremos tan pecadores como los que la practican. te de jueces paganos.
f) Los ladrones: La voz griega que se usa aquí es kléptes, de donde surge la palabra “cleptomanía”. A diferencia de la vez anterior en donde hablaba de un ladrón violento, este es más bien el que llamamos “carterista”, el que pasa al lado de su víctima y tiene la habilidad para quitarle las cosas sin que el otro se dé cuenta.
g) Los codiciosos: Los avaros, usureros, acaparadores, egoístas.
h) Los borrachos: Los que aman las bebidas alcohólicas. Según la OMS el alcoholismo es una enfermedad, pero según Dios es un pecado, ¿a quién le vamos a creer?
i) Los que hablan mal: No solo se refiere a los que tienen un vocabulario soez, sino también a los que viven quejándose por todo: “Hace mucho calor, mucho frío, está lloviendo, tengo hambre, esto no me gusta, etc.”
j) Los asaltadores: Este es el tipo de ladrón que usa la violencia para quitar las cosas a su víctima.
Ninguno de ellos puede entrar al cielo, pero tampoco puede ser miembro de la Iglesia. Pero no se crea que ninguno de ellos tiene oportunidad, porque como dice Pablo: “Esto eran algunos de ustedes”. Algunos habían sido homosexuales, y ya no lo eran, por lo que podemos ver que no es una condición natural porque de otra manera no se podría cambiar. Eso habían sido, pero ahora eran otra cosa porque había ocurrido un cambio en su vida, habían sido lavados, santificados, declarados rectos; estos tres verbos están en aoristo, lo que quiere decir que ya habían sido completados.
“Fueron lavados” es una voz media en donde se indica que la persona tuvo participación, ellos actuaron, porque se está hablando del ser sumergidos en las aguas para perdón de pecados. Ninguna persona que no participe activamente a la hora de ser sumergido, está cumpliendo realmente con el acto.
Ser santificado o ser santo significa ser apartado para Dios y Él es quien nos santifica, aunque debe haber voluntad en nosotros para ello.
Fuimos declarados rectos, es decir, sin pecado, porque la sangre de Jesús lavó todo lo malo que había en nosotros. Este es un acto continuo, porque los seres humanos seguimos fallando, por lo que necesitamos que la sangre de Jesús siga actuando en nuestra vida.
¿Con qué autoridad hemos sido declarados santos? ¿Acaso fue necesario que realizáramos tres milagros, o que un hombre dijera que se nos ascendía a esa categoría? Definitivamente no, el único que tiene ese poder es Cristo mismo, y somos santos en el momento en que fuimos lavados con su sangre, ¡Él es quien hizo la obra en nosotros!
Pero el Espíritu Santo también tiene participación activa en este proceso. Él es quien nos conmueve para que nos arrepintamos cuando encuentra en nosotros un corazón dispuesto para Dios.
3. Advertencia contra la inmoralidad sexual.
6.12-20 Los judíos estaban limitados a muchas cosas, haciendo diferencia entre las cosas limpias y las inmundas, pero ahora viene el periodo de la Gracia, bajo una nueva legislación, la de Cristo, en donde las cosas indiferentes no son importantes, porque en la vida hay cosas que realmente afectan, mientras que otras no tiene importancia. ¿Será importante si me como un helado de coco o uno de vainilla? ¡No! ¿Será importante si tomo cerveza o tomo limonada? ¡Sí!
Parece que los corintios habían tomado la actitud de darle oportunidad a todos los deseos. Así, si tenían sed, podían tomar una limonada o una bebida alcohólica, o bien, si sentían deseo sexual lo satisfacían con quien fuese, sin importar si era su cónyuge o no. El sexo es un don de Dios, pero para ser disfrutado en el matrimonio.
Hay cosas que Dios mandó que hiciéramos, otras que no dijo que hiciéramos o que no hiciéramos, y otras que prohibió. Cuando no hacemos lo que Dios mandó, pecamos, como cuando no amamos al prójimo; cuando hacemos o no hacemos algo que Dios no legisló, no pasa nada, como si comemos pizza o no; hay cosas que cuando las hacemos estamos pecando directamente, porque Dios las prohibió, como las relaciones sexuales fuera del matrimonio.
Dios hizo las cosas con un propósito, pero el hombre en muchos casos ha pervertido ese propósito. El sexo tiene como propósito la reproducción y el disfrute de la pareja dentro del matrimonio, pero el hombre ha corrompido ese propósito teniendo sexo fuera del matrimonio, e incluso hablan de un “tercer sexo” para justificar el pecado de la homosexualidad, y las leyes de los hombres lo legalizan.
En Cristo hay libertad, pero eso no quiere decir que debemos darle rienda suelta a todo lo que nos apetece. Me gusta comer chocolate, pero si como mucho me enfermo, así que debo ser sabio y limitar el consumo de este para poder disfrutar sin pecar. Me gustan las mujeres, pero aunque pueda decir que una de ella es bonita no quiere decir que me voy con ella, porque ya tengo a mi esposa y es con la única que debo estar.
No todo nos conviene. ¿Para qué voy a comer una comida con mucha grasa si se que luego tendré agruras? Aunque todo me sea permitido no puedo hacerme adicto de nada porque eso me vuelve a convertir en esclavo. Siempre debemos tener el control, cuando algo comienza a dominarnos debemos alejarlo de nosotros. Hoy vivimos en una sociedad que enseña que hay que darle gusto a los deseos, y por eso va en decadencia, igual que como pasó con el imperio romano.
La manera de pensar de los corintios y de nuestra sociedad es que si se siente hambre hay que comer, y si se desea tener sexo hay que satisfacerlo, por eso hay tantos hijos de madres solteras, ya que las muchachas se dan a la perdición con todo aquel que dice ser su novio, por lo que si en algún momento logran poner en regla su estado civil han pasado por todos aquellos que fueron sus novios. Hace unos años a este tipo de mujeres se les calificaba de “fáciles” y por lo general se quedaban solteras o acaban como prostitutas.
Al igual que los corintios, hoy se busca vivir de acuerdo a las corrientes edonistas, ignorando el propósito de Dios. Ayer me decía una joven: “De todas maneras existe la salvación en el último minuto, entonces ¿para qué preocuparse hoy por eso?” Esa es una de las grandes mentiras que surgen del mismo infierno. ¡No existe ninguna salvación de último minuto!
Las cosas temporales, como el hambre y el apetito sexual terminarán cuando venga el Señor. ¡Cuánto se equivocan los musulmanes pensando en un paraíso sensual! Póngase a pensar: La Biblia dice que Dios es quien lo llena todo en todos, así que al estar en su presencia todos nuestros apetitos, dolores, deseos, se desvanecerán.
Pero el cuerpo no fue hecho para la inmoralidad sexual. Es cierto que Dios puso en el ser humano el deseo sexual, pero también instituyó el matrimonio. Al tener relaciones sexuales dentro del matrimonio no pecamos debido a que estamos de acuerdo a la voluntad de Dios, y aunque somos dos personas, al estar casados para Dios somos solo una y por lo tanto estamos unidos a Él, porque estamos en Su Voluntad. Cuando caemos en inmoralidad sexual, estamos unidos en contra de la Voluntad de Dios, por lo tanto estamos separados de Él y estamos en pecado.
Recordemos que fuimos hechos por Dios para Dios. Todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo deben glorificar al Señor. Fuimos separados para el servicio de Dios, por lo tanto, al caer en inmoralidad sexual, rompemos nuestro compromiso y nuestro lazo de unión con Dios.
No podemos olvidar que si morimos antes del regreso del Señor, seremos resucitado, tal y como Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, debido a ese lazo de unión que tenemos con Jesús a través de su sangre. Aunque el hambre y el deseo sexual son apetitos muy fuertes, al final desaparecerán, pero el cuerpo del cristiano será levantado con poder para recibir al Señor en el aire y estará siempre con Él[1].
De nuevo Pablo se expresa con preguntas: “¿No saben que los cuerpos de ustedes son miembros del Ungido?”, ¿cuándo es que llega a ocurrir esto? En el momento en que bajamos a las aguas para ser sepultados simbólicamente y subimos de ellas para vivir para Cristo[2]. De nuevo Pablo utiliza el sarcasmo para tratar de que ellos entiendan, diciéndoles “¿No saben?” Ellos se consideraban muy sabios, así que debían saber esto.
La siguiente pregunta es una realidad muy fuerte que muy pocos toman en consideración: “¿Habiendo sido hechos miembros del Ungido vamos a ser miembros de una prostituta?” Cuando nos unimos sexualmente a otra persona, nos estamos casando con esa persona, nos estamos convirtiendo en una sola persona con esa otra.
El cuerpo del cristiano, al ser templo del Espíritu Santo tiene una importancia singular para Dios mismo, por lo que es nuestro deber mantenerlo santo. La cabeza del cuerpo es Cristo, y nosotros somos los miembros, por eso, al caer en el pecado de la inmoralidad sexual estamos cortando un miembro del cuerpo de Cristo. ¡Esta es una idea aborrecible! ¿Quién de nosotros se cortaría una mano para dar de comer a un perro? Cuando un cristiano se acuesta con una prostituta está siendo cortado del cuerpo y se está convirtiendo en esposo de esa mujer. No puede pertenecer a Cristo porque su cuerpo ahora es propiedad de la prostituta. Los miembros de la Iglesia en Corinto entendían esto y por ello no era un asunto que necesitaba de mucho tiempo en discusión.
La prostitución es una de las prácticas más aborrecibles en toda la humanidad, aunque la mente pecaminosa ha buscado disfrazarla de muchas maneras, entre ellas la de las sacerdotisas sexuales que había en Corinto, y hoy día con el libertinaje sexual que lleva a una muchacha de una “buena familia” a entregarse a su novio antes de casarse, para luego terminar con él y hacerlo con el que sigue y así si tiene diez novios terminará acostándose con los diez. ¿En qué se diferencia de una prostituta? Simplemente en que la prostituta no cree que lo haga por amor y no considera a esos hombres como sus novios.
Al entregarnos al Señor nos convertimos en parte de Él. Si unirnos a una prostituta nos convierte en parte de ella por la concupiscencia de la carne, unirnos a Dios nos convierte en parte de toda Su grandeza y poder. Hay quienes buscan poder de Dios, ¡este se encuentra en vivir en santidad! El cristiano vive ahora siendo uno con Cristo, y por eso puede ser llamado “cristiano”, que no solo significa un seguidor de Cristo, sino “un Cristo”, por lo que la conclusión del pasaje es lógica.
De nuevo Pablo usa una inflexión de tal manera que se refiere a un acto continuo: “¡Huyan de la inmoralidad sexual!” Este pecado es tan peligroso que Pablo no considera que el cristiano deba enfrentarlo y resistirlo, sino que la acción más práctica es huir de ella. Luego viene la explicación del por qué.
“Toda desobediencia que haga el hombre es algo exterior del cuerpo”. En la mayoría de las versiones dice “todo pecado”, pero en el griego no se está usando la palabra jamartía, pecado, sino jamártema, un acto de desobediencia. El hombre puede cometer muchos actos de desobediencia, pero estos son fuera del cuerpo, mientras que la inmoralidad sexual afecta directamente al cuerpo, es un acto contra el cuerpo. Aunque para desobedecer usamos muchos miembros del cuerpo, por ejemplo, para mentir usamos la mente y la boca, pero para la inmoralidad sexual se incluye todo el cuerpo, y el cuerpo del cristiano fue separado para el Señor y es propiedad de Él.
Toda la importancia de este asunto estriba en que el cuerpo del cristiano es el Templo del Espíritu Santo. Para los antiguos un templo era un lugar sumamente importante, era su lugar más sagrado y no debía ser contaminado. El cristiano es el Templo, la habitación de Dios que fue comprado a precio de sangre, por lo que no puede ser usado para la impureza sexual.
Ya no somos nuestros, hemos sido comprados para servir a Dios. Hay quienes creen que la libertad en Cristo le permite que haga lo que le venga en gana, pero eso no es cierto, hay ciertos cuidados que todos debemos tener para vivir santamente.
[1] 1 Tesalonicenses 4.16-17.
[2] Romanos 6.4.