1 Reyes
Parte final del relato que empieza en Génesis y se centra en la
historia de Israel desde sus orígenes en Egipto hasta el fin de su
independencia política a manos de los babilonios. La separación de los libros
de Reyes de los de Samuel es artificial, como es la posterior división de Reyes
mismo en dos libros, división que introdujo la Septuaginta.
A. El título y la ubicación en el canon.
La intención original sugería que los dos libros de Samuel y los dos de Reyes se leyeran como un tomo. Primero de Reyes continúa el relato del reino de David que comenzó en 2 Samuel, y los primeros dos capítulos proveen la conclusión de la historia de la corte de David que se interrumpió al final de 2 Samuel 20. El espacio entre 1 y 2 Reyes interrumpe el relato del reino de Azarías y el ministerio de Elías.
La unidad original de los cuatro libros se refleja en el título que recibieron en la Septuaginta[1] como “los cuatro libros de reinos o reinados”. No se puede decir por seguro cuándo o por qué ocurrió la división en cuatro libros, pero se ha sugerido que fue la obra de un editor quien dividió el Antiguo Testamento en rollos para lectura de más o menos la misma longitud.
En la Biblia hebrea los libros de Reyes concluyen la sección que se conoce como los Profetas Anteriores[2], los libros históricos que cubren el período desde la llegada de los israelitas a la tierra prometida hasta la pérdida final de la tierra y el destierro de Judá en Babilonia. Para comprender el mensaje de los libros de Reyes siempre se debe tener en mente este amplio contexto.
B. Bosquejo del contenido.
Reyes consiste en la narración de la monarquía israelita escrita desde una perspectiva teológica, y toma la historia desde su punto culminante en la monarquía unida hasta su punto más bajo en el exilio.
1. El reinado de Salomón[3]: Su coronación, sus logros, y sus fracasos.
2. El reino dividido[4]: Judá bajo Roboam, y la mayor parte de las tribus del norte bajo Jeroboam, que conservan el título Israel, separados entre sí. Israel se somete a marcadas influencias paganas desde el comienzo, y experimenta muchos golpes sangrientos antes de sufrir finalmente el exilio. Judá está menos paganizada, aunque solamente sobrevive por la fidelidad de Adonay, debido a su promesa a David. Los profetas Elías y Eliseo participan activamente, especialmente en la historia de Israel.
3. El reino de Judá[5]: A pesar de las reformas de Ezequías y Josías, finalmente la política paganizadora de Manasés da su fruto también en la caída de Judá. Pero en la conclusión de ambos libros encontramos una posible nota de esperanza[6].
C. Fecha y Autor.
El último hecho que narra Reyes es la liberación del exiliado rey Joaquín, prisionero en Babilonia, en 561 a.C.[7], y evidentemente los libros deben de haber adquirido su forma final después de esta época, En otras partes puede haber indicios de situaciones aun posteriores: especialmente la fecha de la edificación del Templo[8], que quizás refleje un esquema cronológico que coloca al acontecimiento a mitad de camino entre el éxodo y la reconstrucción del Templo después del exilio.
Sin embargo, en lo fundamental, la composición de este libro debe fecharse en época más temprana. Puede haber ocurrido en los primeros años del exilio. Alternativamente, puede haberse producido después de la liberación de Joaquín en el 561 a.C. Otro punto de vista ubica la “primera edición” de Reyes en el reinado de Josías. Pero si bien buena parte del material de Reyes data de mucho antes del exilio, y parte del libro refleja su perspectiva pre exílica, pocas son las evidencias de una verdadera “primera edición” de Reyes en el reinado de Josías, o de una versión anterior, pre deuteronómica, de la historia.
Cualquier actividad literaria pre o post exílica en relación con estos libros tiene que haberse efectuado en Palestina. Es concebible que durante el período exílico se haya hecho algo en Babilonia o Palestina.
No conocemos el nombre del autor, o autores, de Reyes, aunque a menudo se describe al grupo responsable de la obra como los “deuteronomistas”. Esta descripción refleja La opinión de que Reyes no es simplemente la última parte de la historia que empezó en Génesis, sino que, más específicamente, se trata de la última parte de la “historia deuteronomista”, que comienza con el libro de Deuteronomio. Según esta teoría, la historia desde Josué: hasta Reyes, conocida en la Biblia hebrea como los “profetas anteriores”, fue escrita o editada como una sola obra, a fin de mostrar cómo se cumplieron en la historia de Israel los principios enunciados en Deuteronomio, comenzando con la conquista, pasando por el período de los jueces y la monarquía unida, hasta el exilio. Este punto de vista generalmente presupone que Deuteronomio mismo fue escrito a fines del período pre exílico, aunque no es necesario que así haya sido. Debemos notar, sin embargo, que los aspectos que se destacan en la ley deuteronómica de ninguna manera coinciden con los de Reyes. Por un lado, Reyes no refleja el interés humanitario, social y moral de Deuteronomio. Por otra parte, si bien Deuteronomio realza el santuario central, aunque sin referirse explícitamente a Jerusalén, y se refiere a la monarquía, aunque sin atribuirle la significación teológica que recibe en Judá, estos aspectos no tienen la primordial importancia que les asigna Reyes.
D. Fuentes.
Evidentemente el autor tenía a su disposición documentos de los cuales tomó información, tal como el período del reinado de cada rey y para el período de la monarquía dividida, cómo se sincronizaban los reinados de los reyes de Israel y los de Judá. Esa información probablemente se encontraba en listas y crónicas de reyes del tipo que sabemos guardaban los reyes de Asiria y Babilonia. Documentos de esa clase a veces contenían relatos simples de eventos seleccionados y éxitos del reinado de un rey, de manera que algo así le habrá dado al autor la base, como por ejemplo, el relato de los proyectos de edificación de Salomón[9]. Sin embargo, hay mucho material en Reyes, especialmente la cantidad de historias con palabras y acciones de los profetas, que deben haber venido de otras fuentes.
A veces se remite al lector a otra obra para que encuentre más información, por ejemplo “el libro de los hechos de Salomón” [10], “el libro de las crónicas de los reyes de Israel”[11] y “el libro de las crónicas de los reyes de Judá”[12]. Aunque se supone que los lectores originales tenían fácil acceso a ellos, desafortunadamente no han sobrevivido hasta hoy.
De vez en cuando el autor deja sin cambiar la perspectiva de sus documentos escritos antes del exilio, por ejemplo en 1 Reyes 8.8, donde la expresión “y allí están hasta hoy”[13] proviene de una época antes de la destrucción del Templo.
E. Antecedentes históricos.
Los libros de Reyes cubren un período de poco más de 400 años, desde la accesión de Salomón al trono en, o poco antes del 970 a.C., hasta que el exiliado rey Joaquín fue liberado de la prisión en 561 a.C. Solo se puede mencionar aquí un bosquejo breve de la historia de este período. Se puede dividir esta historia en tres partes, las cuales corresponden con las tres divisiones principales de Reyes.
1. El reinado de Salomón (970–930 a.C.).
Lo que benefició mucho a Salomón fueron las condiciones pacíficas que David le dejó como legado. Al menos por la primera mitad de su reinado disfrutó de buenas relaciones con Egipto al sur y con Hiram de Tiro al norte. Los dos eran socios importantes en asuntos de comercio. No existían otras potencias que amenazaran la seguridad del pequeño imperio de Salomón. Egipto había dejado de ser una gran potencia en el Cercano Oriente casi dos siglos antes de su advenimiento. Los Faraones de la dinastía XXI (1089–945 a.C.) no tenían una política de asuntos exteriores que involucrara más que mantener las fronteras seguras y buenas relaciones con los vecinos de Egipto. Es probable que Salomón formó una alianza con Siamun (978–959 a.C.) la cual fue sellada con su matrimonio con la hija del Faraón[14].
Sin embargo, la última parte del reinado de Salomón dio evidencias de un deterioro de las relaciones exteriores. Se insinúa que sus relaciones con Hiram de Tiro dejaron de ser muy cordiales[15], e hizo frente a las hostilidades de los descendientes de Edom al sur y de Damasco al norte[16]. Un cambio de dinastías puso a Sisac I en el trono de Egipto en 945 a.C., el cual dio asilo a Jeroboam cuando Salomón trató de matarlo[17] y pocos años después de la muerte de Salomón atacó a Jerusalén[18].
2. La monarquía dividida (930–722 a.C.).
Después de invadir Palestina en el quinto año de Roboam (925 a.C.), Sisac no hizo ningún esfuerzo para consolidar el control egipcio en la región. Ya habían pasado los días del imperio egipcio. Los que amenazarían a Israel y Judá a largo plazo vendrían de otras partes.
Omri, el rey de Israel (885–974 a.C.), obtuvo una reputación internacional considerable, aunque el relato bíblico no nos cuenta nada de esto. En la piedra moabita, una inscripción del rey Mesa de Moab (850 a.C.) que conmemora el éxito de su rebelión contra Israel[19], se menciona a Omri y dice que era el rey que anteriormente había conquistado a Moab haciéndola vasalla de Israel. Inclusive hasta 722 a.C., hay documentos asirios que se refieren a Israel como “la tierra de Omri”.
Aram[20], una ciudad-estado gobernada desde Damasco, se convirtió en una amenaza para Israel en el siglo IX a.C. Bajo el dominio de Ben-hadad atacó a Israel para ayudar a Asa de Judá[21], quizá cerca de 895 a.C. Otro Ben-hadad, probablemente el hijo y sucesor del primero, fue un enemigo casi constante de Acab y sus hijos y dos veces sitió a Samaria[22]. El corto período de paz entre Acab y Ben-hadad[23] probablemente se debe a la aparición de Asiria, el enemigo común. Varios reinos pequeños formaron una coalición para hacerle frente a Asiria bajo Salmanasar III (858–824 a.C.) quien amenazaba sus fronteras con sus avances hacia el oeste. El relato de la batalla de Karkar (853 a.C.) por el mismo Salmanasar nombra a Acab y a Ben-hadad como miembros de esta alianza y registra que Acab dirigía 2.000 carros y 10.000 soldados a pie: una de las fuerzas más grandes de la coalición. Aunque Salmanasar se declaró victorioso sobre la alianza, se interrumpió temporalmente la interferencia de Asiria en los asuntos del oeste.
Al pasar la amenaza de Asiria las hostilidades con Aram comenzaron de nuevo[24]. Cerca de 843 a.C., Ben-hadad fue asesinado por Hazael, quien reinó en su lugar[25]. Israel apenas sobrevivió los ataques de Hazael y su hijo Ben-hadad III[26], y hasta Judá fue amenazada[27]. Sin embargo, un avivamiento militar y económico se vio tanto en Israel como en Judá bajo sus respectivos reyes, Jeroboam II (782–753 a.C.) y Azarías o Uzías (767–740 a.C.).
Sin embargo, muy pronto Asiria habría de cambiar la apariencia del Cercano Oriente. Las campañas de Tiglat-pileser III (744–727 a.C.) comenzaron una expansión drástica del Imperio Asirio, en el cual Israel fue asimilada rápidamente. Por medio de la sumisión voluntaria de Menahem[28], Israel se convirtió en un Estado satélite de los asirios, probablemente en 738 a.C. Después de la rebelión fracasada de Pécaj, el territorio de Israel fue reducido y hecho siervo (732 a.C.), subyugado a peores interferencias de Asiria pero todavía permitiéndole tener su propio rey. Cuando Oseas se rebeló, Samaria fue destruida (722 a.C.) y el distrito llegó a ser una provincia asiria bajo el dominio de un gobernador militar. Parte de la población fue deportada a otras partes del Imperio Asirio y reemplazada con colonos extranjeros, por lo tanto, las tribus del norte perdieron su identidad e Israel dejó de existir.
3. Judá sola (722–587 a.C.).
Judá se había rendido a Asiria bajo Acaz en 734 a.C.[29] Antes de Jesucristo, pero Ezequías cambió completamente las políticas de su padre y se rebeló. El rey asirio Senaquerib (704–681 a.C.) invadió a Judá en 701 a.C., y redujo su territorio, capturó 46 ciudades fortificadas y deportó a 200.150 cautivos. Jerusalén casi fue destruida por mano de él, si no hubiera sido librada milagrosamente[30]. Judá siguió bajo dominio asirio a través del largo reinado de Manasés. Los sucesores de Senaquerib, Esarhadón y Asurbanipal, mencionan que Manasés era su vasallo. Mientras Asurbanipal (668–630 a.C.) estuvo a cargo del Imperio Asirio éste llegó a su punto de mayor influencia: invadió Egipto y capturó Tebas en 663 a.C. Pero hacia el fin de su reinado el dominio asirio sobre la sección occidental del Imperio empezó a derrumbarse. Josías pudo extender sus reformas en estas partes del antiguo territorio de Israel sin ninguna interferencia.
La independencia de Judá, sin embargo, no duró mucho. Josías murió en 609 a.C., al tratar de prevenir que Necao, rey de Egipto, ayudara al último rey de Asiria batallando en contra de Babilonia[31]. La caída de Asiria dejó un vacío de poder en el cual Egipto se acomodó por un tiempo, reclamando a Siria-Palestina. De esa manera Judá se convirtió en un vasallo de Egipto. Sin embargo, los caldeos a cargo de Nabucodonosor derrotaron a Necao en Carquemis en 605 a.C., y Judá pasó a ser parte del nuevo Imperio Caldeo. El mismo año Nabucodonosor tomó el lugar de su padre Nabopolasar en el trono de Babilonia.
Judá se rebeló en contra del reino de Babilonia dos veces. El primer intento resultó en la deportación del rey Joaquín y lo más alto de la sociedad de Jerusalén a Babilonia (597 a.C.). El segundo intento estuvo mejor organizado pero fue tan desafortunado como el primero. Involucró a Sedequías, el cual haciéndose pasar como miembro de la alianza en contra de Babilonia, fue buscando el apoyo de Egipto. La ayuda egipcia no solo era ineficaz sino que vino muy tarde. En 588 a.C., cuando Nabucodonosor tenía sitiada a Jerusalén, el ejército del Faraón Hofra salió a dar auxilio a la ciudad y, por un tiempo, el sitio fue levantado[32]. Sin embargo, poco después los caldeos se encargaron de los egipcios y tuvieron sitiada a la ciudad nuevamente. En 587 a.C., Jerusalén fue destruida y un segundo grupo de desterrados se pusieron en camino a Babilonia. Aunque más tarde el sucesor de Nabucodonosor trató con respeto al exiliado Joaquín[33], la soberanía de los reyes de Judá había terminado.
F. Características literarias.
La estructura formal de Reyes nos la proporciona el tratamiento de la historia tomando como base los sucesivos reinados. Durante el período de la monarquía dividida, los relatos de ambos reinos se entrelazan a fin de preservar un tratamiento aproximadamente cronológico. Se describe y evalúa a cada rey sumariamente, de acuerdo con un modelo bastante uniforme, que podemos percibir al examinar los breves relatos del reinado de Josafat[34] o Amón[35]. Generalmente esta breve descripción y evaluación es el marco dentro del cual se insertan otros materiales, de modo que sus elementos iniciales y finales pueden aparecer separados por varios capítulos, por ejemplo, el relato del reinado de Ezequías[36]. Así, por ejemplo, los relatos de Salomón, Roboam, Acab, Joram, Jehú y Joás, incluyen considerable material narrativo que gira alrededor de asuntos políticos y monárquicos. Otros relatos tienen por foco los profetas, especialmente Elías, Eliseo e Isaías. A veces vemos a estos profetas mezclados en asuntos relativos a la realeza y la política y es revelador, sin embargo, que ni siquiera se nombre al rey de Israel en 2 Reyes 5–7, ya que no es el verdadero centro de interés. Otros relatos se refieren a la vida personal de los profetas y su ministerio[37]. La perspectiva “deuteronomista” de la obra está expuesta de manera más sistemática en un extenso comentario teológico que cierra la historia del reino del norte[38].
Hay diferentes puntos de vista con respecto al valor histórico de Reyes. Resulta evidente que no se trata de un intento de escribir una historia “objetiva” y “crítica”, de tipo post iluminista. Se trata de historia con un mensaje, y los hechos que relata fueron elegidos de acuerdo con su pertinencia para el mensaje, Por consiguiente, no se trata de historia política, y algunos períodos de gran significación política, como el reinado de Omri, se tratan en forma relativamente breve, debido a que poco o nada aportan al tema que realmente interesa al autor, o sea la historia de la relación de Israel con Adonay.
Dentro del esquema deuteronomista, empero, se incluye material de reconocido valor histórico. Los esquemas sintéticos refieren al lector al “libro de los hechos de Salomón” y a los anales de los reyes de Judá e Israel para mayor información sobre los diferentes reinados, y es posible que estos registros sirvieran de fuente para muchos de los hechos puramente históricos que relata Reyes, tales como el nombre de la madre de algún rey, y breves referencias a acontecimientos específicos. Las fechas relativas a los reyes ofrecen complejos problemas cronológicos. Además de estos anales reales, se acepta ampliamente que 1 Reyes 1–2 es el final original de un relato sobre la manera en que subió al trono Salomón, que retrocede por lo menos hasta 2 Samuel 9. En cuanto a las otras narraciones incorporadas en Reyes, se acepta el valor histórico fundamental tanto del material relacionado con hechos políticos y militares como de los que se relacionan con los profetas, aunque considera que los relatos más personales sobre Elías y Eliseo en 1 Reyes 17 y 2 Reyes 1–6 son más bien folklóricos, debido, en parte, simplemente al elemento milagroso que contienen. Pero no resulta clara la naturaleza precisa de las fuentes del autor, aparte de los anales reales a que hacen referencia en forma concreta. Mucho del material arqueológico de la edad del hierro en Israel y Judá resulta adecuado para Reyes.
El método de composición de los autores indica que su trabajo no forma un todo literario homogéneo y fluido, pero en cambio nos pone en contacto con el material que toman de otras fuentes, en buena medida en forma no pulida, y proporciona cierta unidad al todo, debido al marco característico en el cual han colocado dicho material. A veces es posible tratar fructíferamente el material de las fuentes, o el contenido de una sección del material, empleando un enfoque literario crítico, y es probable que esto sea tema de creciente interés.
Relativamente pocos problemas presenta el texto de Reyes en el texto masorético. Pero los descubrimientos en Qumrán, combinados con los testimonios de Crónicas y la Septuaginta, tienen consecuencias para el estado de las tradiciones textuales relativas a Reyes, anteriores al texto masorético, como así también para las de otros libros.
G. Asuntos que se destacan.
1. Hemos indicado que Reyes comienza en el punto culminante del período que abarca la historia deuteronómica, la monarquía unida. El hecho de que este sea el punto culminante refleja la importancia de la monarquía davídica y del Templo de Salomón. El pacto de Adonay con David[39] es citado a menudo por Adonay y por el narrador como explicación de la fidelidad de Adonay hacia Judá y los sucesores de David[40], y la lealtad de David hacia Adonay constituye, frecuentemente, y a veces sorprendentemente, el patrón por el cual se juzga a los reyes posteriores[41]. Pero también pueden resultar negativas las repercusiones del reinado de un rey en épocas posteriores: los pecados de Manasés constituyen, en última instancia, la causa del exilio[42]. De modo que el bienestar del pueblo en general tiene relación con el comportamiento del rey[43].
La construcción del Templo es el punto culminante de los capítulos iniciales de Reyes. 1 Reyes 8 se centra en la teología de los libros de Reyes relativa al Templo, que es la morada del nombre de Adonay. La importancia del Templo lo convierte en piedra de toque crucial para la evaluación de los Reyes. Se condena a Jeroboam I por concebir lugares y formas de culto alternativo para el reino del norte[44], y a sus sucesores por seguir usándolos. Josías, anti tipo de Jeroboam, que aparece casi al final del relato, así como Jeróboam aparece al comienzo, es alabado por sus reformas del culto del Templo, y por la destrucción de los lugares altos en general y de los santuarios en Betel en particular[45].
2. No obstante, la actitud de los libros de Reyes hacia la monarquía y el Templo indica que no se los toma como valores absolutos. En primer lugar están sujetos a la Toráh. Solo se puede confiar en la promesa hecha a David mientras se acepten las exigencias del pacto mosaico. De esta forma, el gran villano en la historia de Judá en Reyes es Manasés; la lista de sus acciones se corresponde bastante bien con lo que Deuteronomio dice que Israel no debe hacer[46]. Inversamente, en el relato de su gran héroe Josías, Reyes recalca la significación de hallazgo del “libro de la ley” cuando lo menciona al comienzo del relato de su reinado[47], y la lista de sus actos se corresponde bastante estrechamente con lo que Deuteronomio dice que debe hacer Israel. Es así que los requerimientos y las sanciones de la Toráh, específicamente de Deuteronomio, proporcionan los principios para entender la historia de Israel. Cuando los reyes obedecían a la Toráh, especialmente la exigencia de un culto fiel en el santuario central, generalmente prosperaban; cuando la ignoraban les iba mal.
Pero se considera que la palabra oral del profeta prospera y aprueba la palabra escrita de Moisés, como se puede comparar el papel que desempeña Hulda después del descubrimiento del libro de la ley en 2 Reyes 22.13–20, como también que reclama la atención del rey y el pueblo. Así, Reyes ofrece un cuadro del curso de la historia moldeado y dirigido hacia su cumplimiento por una palabra de juicio y salvación continuamente inyectada en él. Se prueba esta afirmación mediante la inclusión de largos relatos acerca de diferentes profetas, especialmente en lo que respecta a su asociación con la vida política nacional. También se hace entrelazando los relatos con profecías y su cumplimiento[48]. El hecho de que se ponga el acento en la forma en que se cumplen las profecías puede reflejar cierta preocupación por los problemas ocasionados por la falsa profecía durante el exilio. En consecuencia la actitud del rey con respecto a la palabra profética es otro índice de su actitud para con Dios.
3. Uno de los rasgos fundamentales y característicos del pacto, tal como se desprende de Deuteronomio, es el hecho de que Dios bendice al que le es fiel, pero envía males al que le desobedece[49]. Por ello, en Reyes el material relativo al reinado de Salomón está dispuesto de manera que se vean sus reveses como consecuencia de su relación con mujeres extranjeras[50]. Por otra parte, Reyes reconoce que la justicia de Dios no actúa de esta manera en todos los reinados. Manasés disfruta de un largo reinado, y su apostasía solo trae consecuencias décadas más tarde[51]. Josías es fiel a la palabra de Adonay, pero muere prematura y trágicamente[52] (2 R. 23.29).
H. Mensaje y propósito.
La función de este repaso de la historia que conduce al exilio es la de explicar por qué se produjo dicho exilio, y admitir que existían causas suficientes para que Dios juzgara a Israel. Es una forma de confesión, o un acto de alabanza ante la justicia del juicio de Dios; esta afirmación, con su aparente falta de esperanza para el futuro, proporciona la única base posible para el futuro, porque hace que el pueblo de Dios tenga que depender totalmente de la gracia divina.
La posibilidad de esperanza para el futuro tiene un indicio en la forma en que permanecen abiertos hacia el futuro los aspectos teológicos que se destacan en Reyes y que se han descrito antes. Quizás siga en pie el compromiso de Dios con David: puede ocurrir que la liberación de Joaquín, relatada en el último párrafo de Reyes, haga explícita dicha esperanza. Aunque el Templo ha sido saqueado e incendiado, todavía es posible orar en él, o con el rostro vuelto hacia él cuando se trata de personas que se ven impedidas de acudir a él, y Dios se ha comprometido a escuchar esas oraciones[53]. Aunque ha sobrevenido el juicio de acuerdo con los castigos del Pacto, el mismo Pacto ofrece la posibilidad del arrepentimiento y la restauración después del juicio[54]. Aunque las palabras proféticas que Israel ignoró constituyen un motivo adicional para que sea castigada, el hecho de que esas palabras proféticas de juicio se hayan cumplido estimulan la esperanza de que también puedan cumplirse las promesas proféticas de restauración.
De modo que el objeto de Reyes es parcialmente didáctico, destinado a presentar el punto de vista divino en cuanto a la historia israelita. Además, Reyes deja abierta la posibilidad de un futuro. Sobre la base de esta posibilidad busca además ser parenético, en el sentido de que implícitamente desafía a la generación del exilio a que vuelva a Adonay con espíritu de arrepentimiento y fe, y decidida a obedecer[55]. Porque el juicio del año 587 a.C., no significaba el fin del pueblo de Dios; solo el negarse a volver a él significaría el fin.
I. Contexto y consecuencias.
Reyes es, por lo tanto, una de las diversas respuestas a la caída de Judá y el exilio. Puede compararse especialmente con Lamentaciones, cinco salmos que expresan tanto los sentimientos como las esperanzas tentativas de algunos en Judá después de la caída de Jerusalén y con el libro de Jeremías, cuyo material se recolectó y compiló en este mismo período, material que ofrece muchos puntos de contacto literario y teológico con Reyes. También podemos estudiar Reyes a la luz del tratamiento paralelo de acontecimientos que narra tal como aparecen en Crónicas, Isaías y Jeremías.
No podemos olvidar que Reyes hace una doble contribución distintiva al canon de la Escritura.
1. Describe la intervención de Dios en la vida política, y de ese modo indica que no se debe subestimar la importancia de la política, ni absolutizar en este campo, ya que muestra que Dios enjuicia la política.
2. Muestra la interacción de la libre determinación del hombre, que en diversas situaciones políticas toma decisiones y hace efectiva su política, y la libre decisión de Dios, que, no obstante, hace prevalecer su voluntad por medio de estos actos humanos deliberados, o a pesar de ellos.
Como reacción contra una tendencia a sobrestimar excesivamente, en recientes estudios bíblicos, el concepto de Dios como el que actúa en la historia, la importancia de este tema en la Biblia corre el peligro de ser subestimada. Reyes es un libro que se ocupa, justamente, de destacar este tema en particular. No cabe duda de que Dios sí lleva a cabo sus propósitos en el curso histórico, y su pueblo puede utilizar las marcas de sus pisadas en la historia pasada para descubrir lo que puede estar haciendo en el presente.
[1] Esta es la traducción griega del Antiguo Testamento, hecha en los siglos III y IV a.C.
[2] Josué, Jueces, Samuel y Reyes.
[3] 1 Reyes 1-11.
[4] 1 Reyes 12-2 Reyes 17.
[5] 2 Reyes 18-25.
[6] 2 Reyes 25.27-30.
[7] 2 Reyes 25.27.
[8] 1 Reyes 6.1.
[9] 1 Reyes 9.15-19.
[10] 1 Reyes 11.41.
[11] 1 Reyes 14.19. No se deben confundir los libros bíblicos de 1 y 2 Crónicas, escritos después del retorno del destierro, con las “crónicas” mencionadas en 1 Reyes 14. Por otro lado, de vez en cuando sí preservan información adicional de esos libros perdidos.
[12] 1 Reyes 14.29.
[13] NBLH
[14] 1 Reyes 3.1.
[15] 1 Reyes 9.10-13.
[16] 1 Reyes 11.14-25.
[17] 1 Reyes 11.40.
[18] 1 Reyes 14.25-26.
[19] 2 Reyes 3.4-27.
[20] Siria.
[21] 1 Reyes 15.18-20.
[22] 1 Reyes 20; 2 Reyes 6-7.
[23] 1 Reyes 22.1.
[24] 1 Reyes 22.2-3.
[25] 2 Reyes 8.7-15.
[26] 2 Reyes 13.3-7.
[27] 2 Reyes 12.17-18.
[28] 2 Reyes 15.17-22.
[29] 2 Reyes 16.7-8.
[30] 2 Reyes 18-19.
[31] 2 Reyes 23.29-30.
[32] Jeremías 37.5-8.
[33] 2 Reyes 25.27-30.
[34] 1 Reyes 22.41-50.
[35] 2 Reyes 21.19-26.
[36] 2 Reyes 18-20.
[37] 2 Reyes 4.
[38] 2 Reyes 17.
[39] 2 Samuel 7.11-16.
[40] 1 Reyes 6.12; 11.12-13, 36; 2 Reyes 8.19; 19.34.
[41] 1 Reyes 9.4; 2 Reyes 22.2.
[42] 2 Reyes 24.3-4.
[43] 2 Reyes 21.11-15.
[44] 1 Reyes 12-13.
[45] 2 Reyes 22-23.
[46] 2 Reyes 21.2-26; Deuteronomio 17.2-4; 18.9-12.
[47] 2 Crónicas 34.
[48] 1 Reyes 11.29-39; 12.15; 2 Reyes 23.15-18; 20.16-17; 24.13.
[49] Deuteronomio 28-30.
[50] 1 Reyes 11.
[51] 2 Reyes 21; 24.3-4.
[52] 2 Reyes 23.29.
[53] 1 Reyes 8-9.
[54] 1 Reyes 8.46-53.
[55] 1 reyes 8.46-50.
A. El título y la ubicación en el canon.
La intención original sugería que los dos libros de Samuel y los dos de Reyes se leyeran como un tomo. Primero de Reyes continúa el relato del reino de David que comenzó en 2 Samuel, y los primeros dos capítulos proveen la conclusión de la historia de la corte de David que se interrumpió al final de 2 Samuel 20. El espacio entre 1 y 2 Reyes interrumpe el relato del reino de Azarías y el ministerio de Elías.
La unidad original de los cuatro libros se refleja en el título que recibieron en la Septuaginta[1] como “los cuatro libros de reinos o reinados”. No se puede decir por seguro cuándo o por qué ocurrió la división en cuatro libros, pero se ha sugerido que fue la obra de un editor quien dividió el Antiguo Testamento en rollos para lectura de más o menos la misma longitud.
En la Biblia hebrea los libros de Reyes concluyen la sección que se conoce como los Profetas Anteriores[2], los libros históricos que cubren el período desde la llegada de los israelitas a la tierra prometida hasta la pérdida final de la tierra y el destierro de Judá en Babilonia. Para comprender el mensaje de los libros de Reyes siempre se debe tener en mente este amplio contexto.
B. Bosquejo del contenido.
Reyes consiste en la narración de la monarquía israelita escrita desde una perspectiva teológica, y toma la historia desde su punto culminante en la monarquía unida hasta su punto más bajo en el exilio.
1. El reinado de Salomón[3]: Su coronación, sus logros, y sus fracasos.
2. El reino dividido[4]: Judá bajo Roboam, y la mayor parte de las tribus del norte bajo Jeroboam, que conservan el título Israel, separados entre sí. Israel se somete a marcadas influencias paganas desde el comienzo, y experimenta muchos golpes sangrientos antes de sufrir finalmente el exilio. Judá está menos paganizada, aunque solamente sobrevive por la fidelidad de Adonay, debido a su promesa a David. Los profetas Elías y Eliseo participan activamente, especialmente en la historia de Israel.
3. El reino de Judá[5]: A pesar de las reformas de Ezequías y Josías, finalmente la política paganizadora de Manasés da su fruto también en la caída de Judá. Pero en la conclusión de ambos libros encontramos una posible nota de esperanza[6].
C. Fecha y Autor.
El último hecho que narra Reyes es la liberación del exiliado rey Joaquín, prisionero en Babilonia, en 561 a.C.[7], y evidentemente los libros deben de haber adquirido su forma final después de esta época, En otras partes puede haber indicios de situaciones aun posteriores: especialmente la fecha de la edificación del Templo[8], que quizás refleje un esquema cronológico que coloca al acontecimiento a mitad de camino entre el éxodo y la reconstrucción del Templo después del exilio.
Sin embargo, en lo fundamental, la composición de este libro debe fecharse en época más temprana. Puede haber ocurrido en los primeros años del exilio. Alternativamente, puede haberse producido después de la liberación de Joaquín en el 561 a.C. Otro punto de vista ubica la “primera edición” de Reyes en el reinado de Josías. Pero si bien buena parte del material de Reyes data de mucho antes del exilio, y parte del libro refleja su perspectiva pre exílica, pocas son las evidencias de una verdadera “primera edición” de Reyes en el reinado de Josías, o de una versión anterior, pre deuteronómica, de la historia.
Cualquier actividad literaria pre o post exílica en relación con estos libros tiene que haberse efectuado en Palestina. Es concebible que durante el período exílico se haya hecho algo en Babilonia o Palestina.
No conocemos el nombre del autor, o autores, de Reyes, aunque a menudo se describe al grupo responsable de la obra como los “deuteronomistas”. Esta descripción refleja La opinión de que Reyes no es simplemente la última parte de la historia que empezó en Génesis, sino que, más específicamente, se trata de la última parte de la “historia deuteronomista”, que comienza con el libro de Deuteronomio. Según esta teoría, la historia desde Josué: hasta Reyes, conocida en la Biblia hebrea como los “profetas anteriores”, fue escrita o editada como una sola obra, a fin de mostrar cómo se cumplieron en la historia de Israel los principios enunciados en Deuteronomio, comenzando con la conquista, pasando por el período de los jueces y la monarquía unida, hasta el exilio. Este punto de vista generalmente presupone que Deuteronomio mismo fue escrito a fines del período pre exílico, aunque no es necesario que así haya sido. Debemos notar, sin embargo, que los aspectos que se destacan en la ley deuteronómica de ninguna manera coinciden con los de Reyes. Por un lado, Reyes no refleja el interés humanitario, social y moral de Deuteronomio. Por otra parte, si bien Deuteronomio realza el santuario central, aunque sin referirse explícitamente a Jerusalén, y se refiere a la monarquía, aunque sin atribuirle la significación teológica que recibe en Judá, estos aspectos no tienen la primordial importancia que les asigna Reyes.
D. Fuentes.
Evidentemente el autor tenía a su disposición documentos de los cuales tomó información, tal como el período del reinado de cada rey y para el período de la monarquía dividida, cómo se sincronizaban los reinados de los reyes de Israel y los de Judá. Esa información probablemente se encontraba en listas y crónicas de reyes del tipo que sabemos guardaban los reyes de Asiria y Babilonia. Documentos de esa clase a veces contenían relatos simples de eventos seleccionados y éxitos del reinado de un rey, de manera que algo así le habrá dado al autor la base, como por ejemplo, el relato de los proyectos de edificación de Salomón[9]. Sin embargo, hay mucho material en Reyes, especialmente la cantidad de historias con palabras y acciones de los profetas, que deben haber venido de otras fuentes.
A veces se remite al lector a otra obra para que encuentre más información, por ejemplo “el libro de los hechos de Salomón” [10], “el libro de las crónicas de los reyes de Israel”[11] y “el libro de las crónicas de los reyes de Judá”[12]. Aunque se supone que los lectores originales tenían fácil acceso a ellos, desafortunadamente no han sobrevivido hasta hoy.
De vez en cuando el autor deja sin cambiar la perspectiva de sus documentos escritos antes del exilio, por ejemplo en 1 Reyes 8.8, donde la expresión “y allí están hasta hoy”[13] proviene de una época antes de la destrucción del Templo.
E. Antecedentes históricos.
Los libros de Reyes cubren un período de poco más de 400 años, desde la accesión de Salomón al trono en, o poco antes del 970 a.C., hasta que el exiliado rey Joaquín fue liberado de la prisión en 561 a.C. Solo se puede mencionar aquí un bosquejo breve de la historia de este período. Se puede dividir esta historia en tres partes, las cuales corresponden con las tres divisiones principales de Reyes.
1. El reinado de Salomón (970–930 a.C.).
Lo que benefició mucho a Salomón fueron las condiciones pacíficas que David le dejó como legado. Al menos por la primera mitad de su reinado disfrutó de buenas relaciones con Egipto al sur y con Hiram de Tiro al norte. Los dos eran socios importantes en asuntos de comercio. No existían otras potencias que amenazaran la seguridad del pequeño imperio de Salomón. Egipto había dejado de ser una gran potencia en el Cercano Oriente casi dos siglos antes de su advenimiento. Los Faraones de la dinastía XXI (1089–945 a.C.) no tenían una política de asuntos exteriores que involucrara más que mantener las fronteras seguras y buenas relaciones con los vecinos de Egipto. Es probable que Salomón formó una alianza con Siamun (978–959 a.C.) la cual fue sellada con su matrimonio con la hija del Faraón[14].
Sin embargo, la última parte del reinado de Salomón dio evidencias de un deterioro de las relaciones exteriores. Se insinúa que sus relaciones con Hiram de Tiro dejaron de ser muy cordiales[15], e hizo frente a las hostilidades de los descendientes de Edom al sur y de Damasco al norte[16]. Un cambio de dinastías puso a Sisac I en el trono de Egipto en 945 a.C., el cual dio asilo a Jeroboam cuando Salomón trató de matarlo[17] y pocos años después de la muerte de Salomón atacó a Jerusalén[18].
2. La monarquía dividida (930–722 a.C.).
Después de invadir Palestina en el quinto año de Roboam (925 a.C.), Sisac no hizo ningún esfuerzo para consolidar el control egipcio en la región. Ya habían pasado los días del imperio egipcio. Los que amenazarían a Israel y Judá a largo plazo vendrían de otras partes.
Omri, el rey de Israel (885–974 a.C.), obtuvo una reputación internacional considerable, aunque el relato bíblico no nos cuenta nada de esto. En la piedra moabita, una inscripción del rey Mesa de Moab (850 a.C.) que conmemora el éxito de su rebelión contra Israel[19], se menciona a Omri y dice que era el rey que anteriormente había conquistado a Moab haciéndola vasalla de Israel. Inclusive hasta 722 a.C., hay documentos asirios que se refieren a Israel como “la tierra de Omri”.
Aram[20], una ciudad-estado gobernada desde Damasco, se convirtió en una amenaza para Israel en el siglo IX a.C. Bajo el dominio de Ben-hadad atacó a Israel para ayudar a Asa de Judá[21], quizá cerca de 895 a.C. Otro Ben-hadad, probablemente el hijo y sucesor del primero, fue un enemigo casi constante de Acab y sus hijos y dos veces sitió a Samaria[22]. El corto período de paz entre Acab y Ben-hadad[23] probablemente se debe a la aparición de Asiria, el enemigo común. Varios reinos pequeños formaron una coalición para hacerle frente a Asiria bajo Salmanasar III (858–824 a.C.) quien amenazaba sus fronteras con sus avances hacia el oeste. El relato de la batalla de Karkar (853 a.C.) por el mismo Salmanasar nombra a Acab y a Ben-hadad como miembros de esta alianza y registra que Acab dirigía 2.000 carros y 10.000 soldados a pie: una de las fuerzas más grandes de la coalición. Aunque Salmanasar se declaró victorioso sobre la alianza, se interrumpió temporalmente la interferencia de Asiria en los asuntos del oeste.
Al pasar la amenaza de Asiria las hostilidades con Aram comenzaron de nuevo[24]. Cerca de 843 a.C., Ben-hadad fue asesinado por Hazael, quien reinó en su lugar[25]. Israel apenas sobrevivió los ataques de Hazael y su hijo Ben-hadad III[26], y hasta Judá fue amenazada[27]. Sin embargo, un avivamiento militar y económico se vio tanto en Israel como en Judá bajo sus respectivos reyes, Jeroboam II (782–753 a.C.) y Azarías o Uzías (767–740 a.C.).
Sin embargo, muy pronto Asiria habría de cambiar la apariencia del Cercano Oriente. Las campañas de Tiglat-pileser III (744–727 a.C.) comenzaron una expansión drástica del Imperio Asirio, en el cual Israel fue asimilada rápidamente. Por medio de la sumisión voluntaria de Menahem[28], Israel se convirtió en un Estado satélite de los asirios, probablemente en 738 a.C. Después de la rebelión fracasada de Pécaj, el territorio de Israel fue reducido y hecho siervo (732 a.C.), subyugado a peores interferencias de Asiria pero todavía permitiéndole tener su propio rey. Cuando Oseas se rebeló, Samaria fue destruida (722 a.C.) y el distrito llegó a ser una provincia asiria bajo el dominio de un gobernador militar. Parte de la población fue deportada a otras partes del Imperio Asirio y reemplazada con colonos extranjeros, por lo tanto, las tribus del norte perdieron su identidad e Israel dejó de existir.
3. Judá sola (722–587 a.C.).
Judá se había rendido a Asiria bajo Acaz en 734 a.C.[29] Antes de Jesucristo, pero Ezequías cambió completamente las políticas de su padre y se rebeló. El rey asirio Senaquerib (704–681 a.C.) invadió a Judá en 701 a.C., y redujo su territorio, capturó 46 ciudades fortificadas y deportó a 200.150 cautivos. Jerusalén casi fue destruida por mano de él, si no hubiera sido librada milagrosamente[30]. Judá siguió bajo dominio asirio a través del largo reinado de Manasés. Los sucesores de Senaquerib, Esarhadón y Asurbanipal, mencionan que Manasés era su vasallo. Mientras Asurbanipal (668–630 a.C.) estuvo a cargo del Imperio Asirio éste llegó a su punto de mayor influencia: invadió Egipto y capturó Tebas en 663 a.C. Pero hacia el fin de su reinado el dominio asirio sobre la sección occidental del Imperio empezó a derrumbarse. Josías pudo extender sus reformas en estas partes del antiguo territorio de Israel sin ninguna interferencia.
La independencia de Judá, sin embargo, no duró mucho. Josías murió en 609 a.C., al tratar de prevenir que Necao, rey de Egipto, ayudara al último rey de Asiria batallando en contra de Babilonia[31]. La caída de Asiria dejó un vacío de poder en el cual Egipto se acomodó por un tiempo, reclamando a Siria-Palestina. De esa manera Judá se convirtió en un vasallo de Egipto. Sin embargo, los caldeos a cargo de Nabucodonosor derrotaron a Necao en Carquemis en 605 a.C., y Judá pasó a ser parte del nuevo Imperio Caldeo. El mismo año Nabucodonosor tomó el lugar de su padre Nabopolasar en el trono de Babilonia.
Judá se rebeló en contra del reino de Babilonia dos veces. El primer intento resultó en la deportación del rey Joaquín y lo más alto de la sociedad de Jerusalén a Babilonia (597 a.C.). El segundo intento estuvo mejor organizado pero fue tan desafortunado como el primero. Involucró a Sedequías, el cual haciéndose pasar como miembro de la alianza en contra de Babilonia, fue buscando el apoyo de Egipto. La ayuda egipcia no solo era ineficaz sino que vino muy tarde. En 588 a.C., cuando Nabucodonosor tenía sitiada a Jerusalén, el ejército del Faraón Hofra salió a dar auxilio a la ciudad y, por un tiempo, el sitio fue levantado[32]. Sin embargo, poco después los caldeos se encargaron de los egipcios y tuvieron sitiada a la ciudad nuevamente. En 587 a.C., Jerusalén fue destruida y un segundo grupo de desterrados se pusieron en camino a Babilonia. Aunque más tarde el sucesor de Nabucodonosor trató con respeto al exiliado Joaquín[33], la soberanía de los reyes de Judá había terminado.
F. Características literarias.
La estructura formal de Reyes nos la proporciona el tratamiento de la historia tomando como base los sucesivos reinados. Durante el período de la monarquía dividida, los relatos de ambos reinos se entrelazan a fin de preservar un tratamiento aproximadamente cronológico. Se describe y evalúa a cada rey sumariamente, de acuerdo con un modelo bastante uniforme, que podemos percibir al examinar los breves relatos del reinado de Josafat[34] o Amón[35]. Generalmente esta breve descripción y evaluación es el marco dentro del cual se insertan otros materiales, de modo que sus elementos iniciales y finales pueden aparecer separados por varios capítulos, por ejemplo, el relato del reinado de Ezequías[36]. Así, por ejemplo, los relatos de Salomón, Roboam, Acab, Joram, Jehú y Joás, incluyen considerable material narrativo que gira alrededor de asuntos políticos y monárquicos. Otros relatos tienen por foco los profetas, especialmente Elías, Eliseo e Isaías. A veces vemos a estos profetas mezclados en asuntos relativos a la realeza y la política y es revelador, sin embargo, que ni siquiera se nombre al rey de Israel en 2 Reyes 5–7, ya que no es el verdadero centro de interés. Otros relatos se refieren a la vida personal de los profetas y su ministerio[37]. La perspectiva “deuteronomista” de la obra está expuesta de manera más sistemática en un extenso comentario teológico que cierra la historia del reino del norte[38].
Hay diferentes puntos de vista con respecto al valor histórico de Reyes. Resulta evidente que no se trata de un intento de escribir una historia “objetiva” y “crítica”, de tipo post iluminista. Se trata de historia con un mensaje, y los hechos que relata fueron elegidos de acuerdo con su pertinencia para el mensaje, Por consiguiente, no se trata de historia política, y algunos períodos de gran significación política, como el reinado de Omri, se tratan en forma relativamente breve, debido a que poco o nada aportan al tema que realmente interesa al autor, o sea la historia de la relación de Israel con Adonay.
Dentro del esquema deuteronomista, empero, se incluye material de reconocido valor histórico. Los esquemas sintéticos refieren al lector al “libro de los hechos de Salomón” y a los anales de los reyes de Judá e Israel para mayor información sobre los diferentes reinados, y es posible que estos registros sirvieran de fuente para muchos de los hechos puramente históricos que relata Reyes, tales como el nombre de la madre de algún rey, y breves referencias a acontecimientos específicos. Las fechas relativas a los reyes ofrecen complejos problemas cronológicos. Además de estos anales reales, se acepta ampliamente que 1 Reyes 1–2 es el final original de un relato sobre la manera en que subió al trono Salomón, que retrocede por lo menos hasta 2 Samuel 9. En cuanto a las otras narraciones incorporadas en Reyes, se acepta el valor histórico fundamental tanto del material relacionado con hechos políticos y militares como de los que se relacionan con los profetas, aunque considera que los relatos más personales sobre Elías y Eliseo en 1 Reyes 17 y 2 Reyes 1–6 son más bien folklóricos, debido, en parte, simplemente al elemento milagroso que contienen. Pero no resulta clara la naturaleza precisa de las fuentes del autor, aparte de los anales reales a que hacen referencia en forma concreta. Mucho del material arqueológico de la edad del hierro en Israel y Judá resulta adecuado para Reyes.
El método de composición de los autores indica que su trabajo no forma un todo literario homogéneo y fluido, pero en cambio nos pone en contacto con el material que toman de otras fuentes, en buena medida en forma no pulida, y proporciona cierta unidad al todo, debido al marco característico en el cual han colocado dicho material. A veces es posible tratar fructíferamente el material de las fuentes, o el contenido de una sección del material, empleando un enfoque literario crítico, y es probable que esto sea tema de creciente interés.
Relativamente pocos problemas presenta el texto de Reyes en el texto masorético. Pero los descubrimientos en Qumrán, combinados con los testimonios de Crónicas y la Septuaginta, tienen consecuencias para el estado de las tradiciones textuales relativas a Reyes, anteriores al texto masorético, como así también para las de otros libros.
G. Asuntos que se destacan.
1. Hemos indicado que Reyes comienza en el punto culminante del período que abarca la historia deuteronómica, la monarquía unida. El hecho de que este sea el punto culminante refleja la importancia de la monarquía davídica y del Templo de Salomón. El pacto de Adonay con David[39] es citado a menudo por Adonay y por el narrador como explicación de la fidelidad de Adonay hacia Judá y los sucesores de David[40], y la lealtad de David hacia Adonay constituye, frecuentemente, y a veces sorprendentemente, el patrón por el cual se juzga a los reyes posteriores[41]. Pero también pueden resultar negativas las repercusiones del reinado de un rey en épocas posteriores: los pecados de Manasés constituyen, en última instancia, la causa del exilio[42]. De modo que el bienestar del pueblo en general tiene relación con el comportamiento del rey[43].
La construcción del Templo es el punto culminante de los capítulos iniciales de Reyes. 1 Reyes 8 se centra en la teología de los libros de Reyes relativa al Templo, que es la morada del nombre de Adonay. La importancia del Templo lo convierte en piedra de toque crucial para la evaluación de los Reyes. Se condena a Jeroboam I por concebir lugares y formas de culto alternativo para el reino del norte[44], y a sus sucesores por seguir usándolos. Josías, anti tipo de Jeroboam, que aparece casi al final del relato, así como Jeróboam aparece al comienzo, es alabado por sus reformas del culto del Templo, y por la destrucción de los lugares altos en general y de los santuarios en Betel en particular[45].
2. No obstante, la actitud de los libros de Reyes hacia la monarquía y el Templo indica que no se los toma como valores absolutos. En primer lugar están sujetos a la Toráh. Solo se puede confiar en la promesa hecha a David mientras se acepten las exigencias del pacto mosaico. De esta forma, el gran villano en la historia de Judá en Reyes es Manasés; la lista de sus acciones se corresponde bastante bien con lo que Deuteronomio dice que Israel no debe hacer[46]. Inversamente, en el relato de su gran héroe Josías, Reyes recalca la significación de hallazgo del “libro de la ley” cuando lo menciona al comienzo del relato de su reinado[47], y la lista de sus actos se corresponde bastante estrechamente con lo que Deuteronomio dice que debe hacer Israel. Es así que los requerimientos y las sanciones de la Toráh, específicamente de Deuteronomio, proporcionan los principios para entender la historia de Israel. Cuando los reyes obedecían a la Toráh, especialmente la exigencia de un culto fiel en el santuario central, generalmente prosperaban; cuando la ignoraban les iba mal.
Pero se considera que la palabra oral del profeta prospera y aprueba la palabra escrita de Moisés, como se puede comparar el papel que desempeña Hulda después del descubrimiento del libro de la ley en 2 Reyes 22.13–20, como también que reclama la atención del rey y el pueblo. Así, Reyes ofrece un cuadro del curso de la historia moldeado y dirigido hacia su cumplimiento por una palabra de juicio y salvación continuamente inyectada en él. Se prueba esta afirmación mediante la inclusión de largos relatos acerca de diferentes profetas, especialmente en lo que respecta a su asociación con la vida política nacional. También se hace entrelazando los relatos con profecías y su cumplimiento[48]. El hecho de que se ponga el acento en la forma en que se cumplen las profecías puede reflejar cierta preocupación por los problemas ocasionados por la falsa profecía durante el exilio. En consecuencia la actitud del rey con respecto a la palabra profética es otro índice de su actitud para con Dios.
3. Uno de los rasgos fundamentales y característicos del pacto, tal como se desprende de Deuteronomio, es el hecho de que Dios bendice al que le es fiel, pero envía males al que le desobedece[49]. Por ello, en Reyes el material relativo al reinado de Salomón está dispuesto de manera que se vean sus reveses como consecuencia de su relación con mujeres extranjeras[50]. Por otra parte, Reyes reconoce que la justicia de Dios no actúa de esta manera en todos los reinados. Manasés disfruta de un largo reinado, y su apostasía solo trae consecuencias décadas más tarde[51]. Josías es fiel a la palabra de Adonay, pero muere prematura y trágicamente[52] (2 R. 23.29).
H. Mensaje y propósito.
La función de este repaso de la historia que conduce al exilio es la de explicar por qué se produjo dicho exilio, y admitir que existían causas suficientes para que Dios juzgara a Israel. Es una forma de confesión, o un acto de alabanza ante la justicia del juicio de Dios; esta afirmación, con su aparente falta de esperanza para el futuro, proporciona la única base posible para el futuro, porque hace que el pueblo de Dios tenga que depender totalmente de la gracia divina.
La posibilidad de esperanza para el futuro tiene un indicio en la forma en que permanecen abiertos hacia el futuro los aspectos teológicos que se destacan en Reyes y que se han descrito antes. Quizás siga en pie el compromiso de Dios con David: puede ocurrir que la liberación de Joaquín, relatada en el último párrafo de Reyes, haga explícita dicha esperanza. Aunque el Templo ha sido saqueado e incendiado, todavía es posible orar en él, o con el rostro vuelto hacia él cuando se trata de personas que se ven impedidas de acudir a él, y Dios se ha comprometido a escuchar esas oraciones[53]. Aunque ha sobrevenido el juicio de acuerdo con los castigos del Pacto, el mismo Pacto ofrece la posibilidad del arrepentimiento y la restauración después del juicio[54]. Aunque las palabras proféticas que Israel ignoró constituyen un motivo adicional para que sea castigada, el hecho de que esas palabras proféticas de juicio se hayan cumplido estimulan la esperanza de que también puedan cumplirse las promesas proféticas de restauración.
De modo que el objeto de Reyes es parcialmente didáctico, destinado a presentar el punto de vista divino en cuanto a la historia israelita. Además, Reyes deja abierta la posibilidad de un futuro. Sobre la base de esta posibilidad busca además ser parenético, en el sentido de que implícitamente desafía a la generación del exilio a que vuelva a Adonay con espíritu de arrepentimiento y fe, y decidida a obedecer[55]. Porque el juicio del año 587 a.C., no significaba el fin del pueblo de Dios; solo el negarse a volver a él significaría el fin.
I. Contexto y consecuencias.
Reyes es, por lo tanto, una de las diversas respuestas a la caída de Judá y el exilio. Puede compararse especialmente con Lamentaciones, cinco salmos que expresan tanto los sentimientos como las esperanzas tentativas de algunos en Judá después de la caída de Jerusalén y con el libro de Jeremías, cuyo material se recolectó y compiló en este mismo período, material que ofrece muchos puntos de contacto literario y teológico con Reyes. También podemos estudiar Reyes a la luz del tratamiento paralelo de acontecimientos que narra tal como aparecen en Crónicas, Isaías y Jeremías.
No podemos olvidar que Reyes hace una doble contribución distintiva al canon de la Escritura.
1. Describe la intervención de Dios en la vida política, y de ese modo indica que no se debe subestimar la importancia de la política, ni absolutizar en este campo, ya que muestra que Dios enjuicia la política.
2. Muestra la interacción de la libre determinación del hombre, que en diversas situaciones políticas toma decisiones y hace efectiva su política, y la libre decisión de Dios, que, no obstante, hace prevalecer su voluntad por medio de estos actos humanos deliberados, o a pesar de ellos.
Como reacción contra una tendencia a sobrestimar excesivamente, en recientes estudios bíblicos, el concepto de Dios como el que actúa en la historia, la importancia de este tema en la Biblia corre el peligro de ser subestimada. Reyes es un libro que se ocupa, justamente, de destacar este tema en particular. No cabe duda de que Dios sí lleva a cabo sus propósitos en el curso histórico, y su pueblo puede utilizar las marcas de sus pisadas en la historia pasada para descubrir lo que puede estar haciendo en el presente.
[1] Esta es la traducción griega del Antiguo Testamento, hecha en los siglos III y IV a.C.
[2] Josué, Jueces, Samuel y Reyes.
[3] 1 Reyes 1-11.
[4] 1 Reyes 12-2 Reyes 17.
[5] 2 Reyes 18-25.
[6] 2 Reyes 25.27-30.
[7] 2 Reyes 25.27.
[8] 1 Reyes 6.1.
[9] 1 Reyes 9.15-19.
[10] 1 Reyes 11.41.
[11] 1 Reyes 14.19. No se deben confundir los libros bíblicos de 1 y 2 Crónicas, escritos después del retorno del destierro, con las “crónicas” mencionadas en 1 Reyes 14. Por otro lado, de vez en cuando sí preservan información adicional de esos libros perdidos.
[12] 1 Reyes 14.29.
[13] NBLH
[14] 1 Reyes 3.1.
[15] 1 Reyes 9.10-13.
[16] 1 Reyes 11.14-25.
[17] 1 Reyes 11.40.
[18] 1 Reyes 14.25-26.
[19] 2 Reyes 3.4-27.
[20] Siria.
[21] 1 Reyes 15.18-20.
[22] 1 Reyes 20; 2 Reyes 6-7.
[23] 1 Reyes 22.1.
[24] 1 Reyes 22.2-3.
[25] 2 Reyes 8.7-15.
[26] 2 Reyes 13.3-7.
[27] 2 Reyes 12.17-18.
[28] 2 Reyes 15.17-22.
[29] 2 Reyes 16.7-8.
[30] 2 Reyes 18-19.
[31] 2 Reyes 23.29-30.
[32] Jeremías 37.5-8.
[33] 2 Reyes 25.27-30.
[34] 1 Reyes 22.41-50.
[35] 2 Reyes 21.19-26.
[36] 2 Reyes 18-20.
[37] 2 Reyes 4.
[38] 2 Reyes 17.
[39] 2 Samuel 7.11-16.
[40] 1 Reyes 6.12; 11.12-13, 36; 2 Reyes 8.19; 19.34.
[41] 1 Reyes 9.4; 2 Reyes 22.2.
[42] 2 Reyes 24.3-4.
[43] 2 Reyes 21.11-15.
[44] 1 Reyes 12-13.
[45] 2 Reyes 22-23.
[46] 2 Reyes 21.2-26; Deuteronomio 17.2-4; 18.9-12.
[47] 2 Crónicas 34.
[48] 1 Reyes 11.29-39; 12.15; 2 Reyes 23.15-18; 20.16-17; 24.13.
[49] Deuteronomio 28-30.
[50] 1 Reyes 11.
[51] 2 Reyes 21; 24.3-4.
[52] 2 Reyes 23.29.
[53] 1 Reyes 8-9.
[54] 1 Reyes 8.46-53.
[55] 1 reyes 8.46-50.