C. Prisión de Pablo.
1. Jerusalén.
a. El arresto.
21.27-36 Pablo, a pesar de haber sido fue bien recibido en la Iglesia, debe pasar por un trance violento por parte de los judíos. Ellos le habían visto anteriormente acompañado de Trófimo, el efesio, y luego lo ven en el Templo; inmediatamente suponen, porque Trófimo no estaba con Pablo en ese momento, que lo había llevado al Templo, más allá del patio de los gentiles, pero esta era una buena excusa para elevar lo ánimos de los judíos.
El alboroto que se causa por esto es tan grande que las puertas del Templo deben ser cerradas para que este no se traslade dentro del recinto sagrado. Y es tangrande el asunto, que los romanos son alertados, y de nuevo Pablo es rescatado de los judíos por los soldados.
El gobernante de mil, era el quiliarca de la cohorte. Una legión romana se dividía en cohortes de mil hombres cada una, las cuales eran gobernadaspor el quiliarca, que tenía a cargo a los centuriones, o jefes de cien.
El quiliarca, va con él varios cientos de soldados, lo que demuestra el tamaño del alboroto que se presentó. No fue mucho el tiempo que duró en presentarse, ya que estaba en la torre Antonia, que se ubicaba la esquina noroeste del Templo. Es probable que el mismo quiliarca mirara desde esta torre lo que estaba sucediendo.
Al llegar el quiliarca, la multitud se calmó un poco, y como él no sabía aún el motivo del alboroto, pensando que debía ser algún criminal, lo encadenó y preguntó quién era y el motivo de todo esto. Lo curioso era que la mayor parte de los que estaban ahí, no sabían quién era ni qué había hecho. Al no obtener una respuesta clara, el quiliarca opta por proteger a Pablo, entrando en el terreno del cuartel.
Pablo estaba demasiado maltratado por la golpiza, por lo que los soldados, buscando obedecer a su comandante, optan por llevarlo en vilo, para poder avanzar rápidamente, ya que la chusma volvió al desorden y gritan tras ellos que se le mate.
b. Pedido de Pablo al quiliarca.
21.37-40 Pablo había recibido una fuerte golpiza, pero aún así, desea hablar al pueblo, ya que la mayoría no comprendía el por qué estaban ahí; así que cuando estaban por meterle a la fortaleza, habla al quiliarca en griego, lo que le sorprende, ya que tenía en mente que Pablo era un judío más; pero al mismo tiempo lo hace pensar en un egipcio que es mencionado por Flavio Josefo, aunque este, acostumbrado a exagerar los números dice que eran treinta mil, mientras que Lucas menciona cuatro mil.
Los sicarios, del griego sikários, u “hombres de dagas” era una organización extremista de judíos que lideró un reinado de terror en Judea entre los años 50 al 70 d.C. Sus propósitos manifiestos eran sacudir el yugo romano. Llevaban una pequeña daga o puñal oculta entre las ropas y, mientras se mezclaban con la multitud, a menudo apuñalaban a las personas marcadas por la organización. En realidad, los sicarios eran asesinos a sueldo. También diezmaban las pequeñas guarniciones romanas que podían atacar furtivamente. Por lo general, incluso los judíos que rehusaban apoyar sus pretensiones eran sus posibles víctimas[1].
Al entender que Pablo era un judío, y si era de Tarso de Cilicia era muy posible que fuese también ciudadano romano, el quiliarca prefiere permitirle hablar. Es posible, por el hecho que Pablo pueda mover una de sus manos, que le quitaran las cadenas. Pablo logra calmar un poco los ánimos, y cuando se dirige a ellos en hebreo, ya estaban dispuestos a escuchar.
[1] Diccionario AD. Sicarios.
1. Jerusalén.
a. El arresto.
21.27-36 Pablo, a pesar de haber sido fue bien recibido en la Iglesia, debe pasar por un trance violento por parte de los judíos. Ellos le habían visto anteriormente acompañado de Trófimo, el efesio, y luego lo ven en el Templo; inmediatamente suponen, porque Trófimo no estaba con Pablo en ese momento, que lo había llevado al Templo, más allá del patio de los gentiles, pero esta era una buena excusa para elevar lo ánimos de los judíos.
El alboroto que se causa por esto es tan grande que las puertas del Templo deben ser cerradas para que este no se traslade dentro del recinto sagrado. Y es tangrande el asunto, que los romanos son alertados, y de nuevo Pablo es rescatado de los judíos por los soldados.
El gobernante de mil, era el quiliarca de la cohorte. Una legión romana se dividía en cohortes de mil hombres cada una, las cuales eran gobernadaspor el quiliarca, que tenía a cargo a los centuriones, o jefes de cien.
El quiliarca, va con él varios cientos de soldados, lo que demuestra el tamaño del alboroto que se presentó. No fue mucho el tiempo que duró en presentarse, ya que estaba en la torre Antonia, que se ubicaba la esquina noroeste del Templo. Es probable que el mismo quiliarca mirara desde esta torre lo que estaba sucediendo.
Al llegar el quiliarca, la multitud se calmó un poco, y como él no sabía aún el motivo del alboroto, pensando que debía ser algún criminal, lo encadenó y preguntó quién era y el motivo de todo esto. Lo curioso era que la mayor parte de los que estaban ahí, no sabían quién era ni qué había hecho. Al no obtener una respuesta clara, el quiliarca opta por proteger a Pablo, entrando en el terreno del cuartel.
Pablo estaba demasiado maltratado por la golpiza, por lo que los soldados, buscando obedecer a su comandante, optan por llevarlo en vilo, para poder avanzar rápidamente, ya que la chusma volvió al desorden y gritan tras ellos que se le mate.
b. Pedido de Pablo al quiliarca.
21.37-40 Pablo había recibido una fuerte golpiza, pero aún así, desea hablar al pueblo, ya que la mayoría no comprendía el por qué estaban ahí; así que cuando estaban por meterle a la fortaleza, habla al quiliarca en griego, lo que le sorprende, ya que tenía en mente que Pablo era un judío más; pero al mismo tiempo lo hace pensar en un egipcio que es mencionado por Flavio Josefo, aunque este, acostumbrado a exagerar los números dice que eran treinta mil, mientras que Lucas menciona cuatro mil.
Los sicarios, del griego sikários, u “hombres de dagas” era una organización extremista de judíos que lideró un reinado de terror en Judea entre los años 50 al 70 d.C. Sus propósitos manifiestos eran sacudir el yugo romano. Llevaban una pequeña daga o puñal oculta entre las ropas y, mientras se mezclaban con la multitud, a menudo apuñalaban a las personas marcadas por la organización. En realidad, los sicarios eran asesinos a sueldo. También diezmaban las pequeñas guarniciones romanas que podían atacar furtivamente. Por lo general, incluso los judíos que rehusaban apoyar sus pretensiones eran sus posibles víctimas[1].
Al entender que Pablo era un judío, y si era de Tarso de Cilicia era muy posible que fuese también ciudadano romano, el quiliarca prefiere permitirle hablar. Es posible, por el hecho que Pablo pueda mover una de sus manos, que le quitaran las cadenas. Pablo logra calmar un poco los ánimos, y cuando se dirige a ellos en hebreo, ya estaban dispuestos a escuchar.
[1] Diccionario AD. Sicarios.