i. Día 9.
a) El terremoto (Mateo 28.2-4).
Una vez más hay un gran terremoto, en esta ocasión se presenta con el descenso de un ángel del Señor que movió la piedra, y se sentó sobre ella. ¿Removió la piedra para que Jesús saliera? No, sino para que la gente pudiera entrar en el sepulcro para ver que estaba vacío[1]. María estaba fuera, y cuando ella se asoma, ve dos ángeles más, uno a la cabecera y el otro a los pies.
Mateo relata los detalles de los ángeles: “Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve”, es decir, eran resplandecientes. También Mateo cuenta que de temor, los guardas se paralizaron y desmayaron.
b) Mujeres en el sepulcro (Mateo 28.1; Marcos 16.1-4; Lucas 24.1-3).
Después del sábado, cuando amanecía el domingo, María Magdalena y la otra María y otras mujeres más, entre ellas Juana, la esposa de Chuza, que habían observado la crucifixión y habían estado presentes en el entierro, ahora llegaron para ungir al Señor. Ellas, cuando iban de camino, se preguntaban cómo podrían remover la piedra. Es posible, de acuerdo a su pregunta, que no supieran que ahí estaba instalada una guardia. Al llegar ellas, parece ser que ya los soldados se han despertado y han huído, ya que no son mencionados.
La compra tuvo que hacerse después de las seis de la tarde el sábado, es decir, las primeras horas del primer día de la semana. Durante el sábado no se pudo hacer compras. La preparación de las especias aromáticas tuvo que haber sido líquida, pues pensaban ungir el cuerpo de Jesús, completando el embalsamamiento ya que el viernes en la tarde hubo tiempo solamente para envolver con prisa el cuerpo de Jesús con “lienzos con especias aromáticas”.
El primer día de la semana, nuestro “domingo”, no es llamado nunca “el sábado”. El sábado es el séptimo día de la semana. Yerran grandemente los evangélicos que con referencia al domingo digan el “sábado cristiano”.
Los cuatro escritores: Mateo, Marcos, Lucas y Juan, dicen “el primer día de la semana”. Juan 20.13 dice que “el mismo día” los dos discípulos iban a Emaús y luego Juan 20.21 dice que “hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido”. Por lo tanto, “el primer día”, “el mismo día”, era el “tercer día”. Además, el “tercer día” equivale a “después de tres días”. En este día Jesús resucitó. Por eso, la Iglesia se reúne el primer día para adorar a Dios. La iglesia fue establecida el primer día de la semana[2]; los discípulos celebraban la cena del Señor el primer día de la semana[3]; y ofrendaba el primer día de la semana[4].
Tomando en cuenta los que dicen Lucas 24.1 y Juan 20.1, evidentemente las mujeres comenzaron su viaje al sepulcro en las tinieblas de la madrugada y llegaron cuando salía el sol. Tenían prisa porque en este clima en particular, la descomposición del cuerpo era muy rápida. No dice que vinieron “gozosas”. Todavía estaban muy tristes.
La gran piedra era una rueda que corría en una ranura y cubría la entrada del sepulcro. Se rodaba a la izquierda para abrirse, pero el ángel la quitó de su ranura y se sentó sobre ella. El cuerpo resucitado de Cristo no fue impedido ni por paredes o puertas ni por esta piedra.
Las mujeres no sienten gozo al ver la piedra removida, sino miedo. Ellas entran y no ven el cuerpo de Jesús. María Magdalena, viéndolo, enseguida corre a dar las nuevas a Pedro y a Juan[5].
La resurrección de Jesús de los muertos no dependía del traslado de la piedra. La piedra no impedía su salida del sepulcro. El ángel removió la piedra para mostrar a las mujeres, y luego a otros, lo vacío del sepulcro. Jesús resucitó de los muertos y salió antes del traslado de la piedra “muy grande”.
El gran clímax de la obra de Jesús en la tierra es su resurrección y ascensión al cielo. Jesús “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”[6].
¿Cómo se explica la tumba vacía?:
i. Jesús no estaba muerto. No murió, sino que se desmayó. Recordemos los detalles: Fue azotado, sus manos y pies fueron clavados a la cruz, y su costado fue abierto con lanza. También recordemos que Jesús no fue sepultado por los discípulos, sino por José y Nicodemo, miembros del Concilio de los judíos. ¿Quién puede creer que estos hombres eminentes sepultarían a un hombre vivo?
ii. Los apóstoles robaron el cuerpo. En primer lugar, ¿con qué propósito lo hubieran robado? ¿Qué harían con un cuerpo muerto? Si hubieran dicho que “resucitó”, la gente habría preguntado, ¿dónde está? Los judíos hicieron todo lo posible por evitar esto. La tumba estaba sellada, una gran piedra fue puesta a la entrada del sepulcro y, por último, una guardia romana vigilaba el sepulcro. La experiencia de los guardas confirmó que los apóstoles no robaron el cuerpo. Mateo 28.11 dice que “unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido”; es decir, les contaron la verdad de lo que ocurrió. Después, ya pagados por los judíos, contaron la mentira de que “sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron”. Lo absurdo de este testimonio se ve también en el hecho de que “lo hurtaron, estando nosotros dormidos”. ¿Se acepta el testimonio de los que testifican de lo que pasó cuando estaban dormidos? Por eso, no solo los discípulos, sino también los romanos y judíos estaban bien enterados de la tumba vacía.
iii. Los judíos quitaron el cuerpo. Mateo 27.62-63 dice que lo querían en el sepulcro. ¿Con qué propósito lo hubieran quitado? ¿Sin la ayuda de los soldados?
iv. La resurrección de Jesús una mera alucinación de los apóstoles. ¿Todos tenían la misma alucinación? ¿Durante 40 días?
v. Los apóstoles eran muy crédulos. ¿Tanto querían la resurrección que se convencieron de una mentira? Cuando las mujeres que habían visto a Jesús lo contaron a los apóstoles, “les parecían locura las palabras de ellas”[7]. ¿Eran crédulos? ¿Querían creer que Jesús resucitó? Todo lo contrario. Creían que era un caso perdido[8]. Pero en lugar de dañar su testimonio esto les ayuda. Eran hombres confusos y tímidos, pero eran hombres humildes, sinceros, de carácter bueno y noble. De esto nunca hubo duda. ¿Es competente su testimonio? Estuvieron con Él por más de tres años, día y noche. Oían sus enseñanzas, y veían sus milagros. Y luego, cuando resucitó de entre los muertos les apareció durante 40 días[9]. Por último, los apóstoles eran testigos de la ascensión de Jesús[10].
vi. Muchos propagan mentiras por la recompensa material, pero ¿qué ganaron los apóstoles? ¿Se hicieron ricos?[11]
vii. ¿Los apóstoles dieron su vida por una mentira? ¿Cómo se explica que fueron azotados, encarcelados y aun muertos por su testimonio? Nunca se retractaron de su testimonio. La resurrección era el tema central de la predicación de los apóstoles, a través del libro de Hechos. ¡Es la esperanza nuestra!
c) Los ángeles en el sepulcro (Mateo 28.5-7; Marcos 16.5-8; Lucas 24.4-8).
Estos pasajes, junto con Juan 20.12 nos enseñan que obviamente no hubo conspiración entre los escritores para decir la misma cosa. El énfasis no se pone sobre cuántos ángeles, sino en lo que decía uno de ellos o lo que decían los dos. Aparecieron como “varones”. La Biblia no habla de ángeles “femeninos”, ni de ángeles “niños”.
Los ángeles se comunicaron con las mujeres, que atemorizadas “bajaron el rostro a tierra”, probablemente postradas; la palabra griega expresa emoción muy intensa. Primero, les calman, los guardas tenían razón en su miedo, pero las mujeres habían de dejar de asustarse, pues su Señor ha resucitado. Saben por qué llegaron las mujeres. Identifican al Jesús referido; es el que fue crucificado, dando énfasis así a la humillación de Jesús en su muerte y a que el cadáver crucificado no se encuentra allí. Ellos hacen una de las preguntas más significativas que jamás se haya hecho: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?”
Dios el Padre resucitó a Cristo[12], pero también era acto de Cristo mismo[13].
La conclusión de que no está aquí se debe a la causa de que “fue levantado”, dice literalmente el texto griego. El ángel indica el mismo lugar en la pared del sepulcro donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
Los que niegan la resurrección de Jesús tiene que contar con el sepulcro vacío, y no lo pueden hacer sin contradecir el testimonio ocular de un gran número de personas. Sus explicaciones son sencilla y solamente suposiciones e imaginaciones que contradicen los hechos del caso.
Los ángeles les recuerdan a las mujeres lo que Jesús les había dicho de cómo sería entregado para ser crucificado y luego resucitaría al tercer día[14]. Ellas no solo se acordaron de sus palabras, sino que ahora las podían interpretar correctamente. Cuando Jesús las hablaba “en Galilea”, no podían conectar la profecía con la realidad, pero ahora sí podían.
Luego reciben una encomienda: Ir a los discípulos a informarles que Jesús iba a Galilea, donde le verían. Su amor es premiado con este honor de entregar el anuncio. Es según la promesa que Jesús había hecho a los discípulos en una previa ocasión. Solamente Dios ve el futuro como cosa ya hecha. Pedro es mencionado en particular porque él había negado rotundamente la posibilidad de tropezarse, y luego negó a Jesús tres veces; por eso necesitaba en gran manera saber que Jesús resucitó. Sin la resurrección de Cristo, su muerte no habría tenido eficacia[15]. La resurrección es otra confirmación de la Deidad de Cristo[16].
Esta reunión en Galilea tiene importancia especial. No es que haya de ser la primera vez que Jesús aparezca a los discípulos. Allí, lejos del enemigo, en esa gran reunión, dio a los apóstoles la Gran Comisión[17]. Desde los primeros años de la vida de Cristo aquí en la tierra y hasta ascender al cielo Galilea era muy importante. Jesús era reconocido como galileo[18] y nazareno[19]. Era muy apropiada que la despedida de Jesús de esta tierra ocurriera en Galilea.
Estas mujeres se encuentran con un problema, su propio miedo, lo que les lleva a esconderse, en primer término. Sus cuerpos tiemblan y sus mentes están fuera de lo normal. Dice Marcos que por eso huyen del sepulcro. Mateo dice que después corren a dar las nuevas a los discípulos. Lucas agrega que dan las nuevas a los once y “a todos los demás”. Por el camino no hablan con nadie, al irse con toda prisa a cumplir con su misión.
d) Anuncio a Simón (Lucas 24.12).
Cuando Pedro recibe la noticia, corrió al sepulcro y miró los lienzos solos. La palabra solos tiene gran significado. Estaban solos porque el cuerpo que habían cubierto ya no estaba, pues había salido de ellos y estaban solos. ¡Qué escena más estupenda e impresionante! El relato más amplio de esto se ve en Juan 20.6-7, en donde vemos que Simón Pedro encontró orden. Si ladrones hubieran quitado el cuerpo, no habrían tomado el tiempo para dejar los lienzos y el sudario “enrollado en un lugar aparte”.
e) Aparición a María Magdalena (Mateo 28.9-10; Marcos 16.9-11).
Jesús apareció a María Magdalena después de dar las nuevas a Pedro y a Juan. Luego, cuando vuelve al sepulcro, enseguida de irse allí Pedro y Juan y salir, el Señor aparece a ella, que regresa y encuentra a los once ahora reunidos y les cuenta de la aparición de Jesús a ella y del mensaje de Él[20].
Mateo nos informa que, al parecer, las mujeres que habían estado con Magdalena se encontraban en un choque sicológico y no sabían que creer. De pronto, Jesús les sale al encuentro y ellas se abrazan a sus pies, adorándole, una muestra más de la Deidad de Jesús. Podían abrazar sus pies porque su cuerpo era físico. Jesús no era un fantasma; de hecho, en una ocasión, los discípulos estaban comentando lo ocurrido y Jesús llegó de pronto y ellos se espantaron, pensando que veían un espectro, y Jesús tuvo que calmarlos, demostrándoles que no era un espíritu[21].
Los discípulos todavía son incrédulos, y por eso están tristes y llorando, pensando que el cuerpo de Jesús ha sido llevado del sepulcro. Entendemos que el grupo de mujeres ya les había llegado con el mensaje de los ángeles, pero los discípulos siguen en su incredulidad. Por eso no creyeron cuando María después cuenta que había vista al Señor en persona. ¿No dudó Tomás después de recibir testimonio ocular?[22].
Considerando las veces que durante su ministerio personal Jesús les reprendió por su incredulidad, no es de maravillarse que rehúsen creer el testimonio. Tal vez esta incredulidad de parte de los apóstoles se debió al hecho de que Jesús no hubiera aparecido primero a ellos en lugar de aparecer primero a algunas mujeres. En una ocasión posterior, Jesús apareció a Pedro[23], pero no tenemos detalles sobre el evento.
f) Guardias corruptos (Mateo 28.11-15).
Los principales sacerdotes y los fariseos, recordando que Jesús había dicho que en tres días resucitaría, aseguraron el sepulcro para evitarlo, pero lo que temían llegó a ser la realidad. Los guardas eran testigos de lo que pasó y su mejor defensa era simplemente contar la verdad, lo que en realidad había pasado. Es lo que hicieron.
Aseguraron el sepulcro, a no ser que los discípulos de Jesús robaran el cuerpo y proclamaran la mentira de que hubiera resucitado. ¿Estos hombres augustos se oponían a la mentira? ¡No! ¿Qué proponen a los soldados? No podían refutar el informe de los soldados porque sabían que lo que decían era cierto. ¿Con qué motivo daría tal reporte si no fue cierto? El único “remedio” era pagarles mucho dinero para contar una mentira. Aquí está evidencia adicional de lo corrupto de su corazón, completamente desprovisto del temor de Dios.
Cuando Jesús fue prendido, los discípulos huyeron. Estaban desparramados y Pedro aun le negó. ¿Quién podría creer que tales hombres tan desalentados y miedosos se atreverían a intentar tal cosa? Habrían tenido que llegar al sepulcro, quebrar el sello, remover la “muy grande” piedra, y sacar el cuerpo sin despertar a los guardas. Sería mucho más difícil creer esta mentira que aceptar la sencilla verdad tan obvia de la resurrección.
¿Con qué propósito habrían robado el cuerpo? Si hubieran logrado robar el cuerpo, y si hubieran dicho que Jesús había resucitado, ¿quién les habría creído si no pudieran producir el cuerpo de Jesús?
Los enemigos del Evangelio han acusado que los apóstoles predicaban la resurrección de Jesús porque ellos eran hombres muy crédulos, que de todo corazón esperaban y anhelaban la resurrección de Jesús y, por eso, se engañaban solos, pero todos los hechos están en contra de esta acusación, porque la verdad es que los apóstoles no creían en la resurrección. Ni siquiera creyeron a las mujeres que lo habían visto resucitado. Aun en los momentos finales de la estancia de Jesús aquí en la tierra, “se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado”[24].
Pero no solamente debían sobornar a los soldados corruptos, sino también al gobernador. Todos los políticos corruptos se entienden. Los tales tienen su precio, y el dinero tiene poder para todo.
g) Discípulos de Emaús (Marcos 16.12; Lucas 24.13-32).
Pero después apareció en otra forma; Jesús ahora anda en el cuerpo glorificado y puede alterar la forma que ese cuerpo dé a las personas[25]. Hubo algo misterioso en la manera de su aparición a dos discípulos que iban por el camino, saliendo de Jerusalén.
Van para una aldea de nombre Emaús, a distancia de unos doce kilómetros de Jerusalén. Uno de ellos es Cleofas[26]. Iban conversando sobre lo acontecido, y un hombre se les acerca. La conversación con ellos sería en ese momento de más provecho si no lo hubiesen podido reconocer. Ellos tenían los ojos velados. La Biblia no explica esto y no conviene especular en cuanto a cómo sus ojos “estaban velados” y cómo después “le reconocieron”. Estos textos no fueron escritos para contestar toda pregunta que pudiéramos hacer sobre la naturaleza exacta del cuerpo resucitado de Jesús. Debemos concentrarnos en la cosa importantísima: La resurrección corporal de Jesús. El fenómeno que estamos observando: Ojos velados, ojos abiertos, se desapareció de su vista, se puso en medio de ellos, etc., indica claramente que aunque Cristo resucitó corporalmente, Él era diferente y, obviamente, no había resucitado para volver a la misma clase de vida que llevaba antes de morir. No resucitó para enseñar y predicar en las sinagogas y en el Templo.
Jesús les pregunta sobre lo que conversan y ellos se admiran que él no se hubiese dado cuenta de algo tan sonado en Jerusalén. Muchos judíos se congregaban en Jerusalén para la Pascua[27]. Eran forasteros o extranjeros porque no eran de Palestina. Acerca de “Jesús nazareno, que fue varón profeta”, dicen que Jesús era un profeta; no podían creer que era el Mesías porque creían que no sería posible matar al Mesías.
No acusaron a los romanos, sino a líderes de los judíos. Hoy en día se oye de vez en cuando de los que quieren negar esto, pero ¿qué dice Mateo 27.25? Pablo dice lo mismo 1 Tesalonicenses 2.14-16. Esto no es antisemitismo. Simplemente es una reflexión acertada de un hecho histórico.
Pero ellos esperaban, en tiempo pasado, no “esperamos” sino “esperábamos”, que él era el que había de salvar a Israel de los romanos; y ahora, ya es el tercer día desde que murió, pero habían quedado asombrados, no dice que les creyeron, del anuncio de unas mujeres que decían haber visto ángeles que les avisaron que él vive.
Por causa de sus conceptos erróneos del Mesías y su Reino, no examinaron bien la evidencia que se les presentaba. Era muy importante que los discípulos fueran persuadidos por las Escrituras, y no solamente por los sentidos. Por eso, en lugar de pensar que su muerte era prueba de que no era el Mesías, por el contrario, era una de las pruebas principales de que sí lo era. Para ellos la muerte de Cristo era muy inconsecuente con su gloria, pero Jesús explica que su muerte era precisamente el camino a la gloria.
i. Era necesario que el Cristo padeciera porque “Dios es amor”[28], “no queriendo que ninguno perezca”[29]; por eso, “ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”[30].
ii. Era necesario que el Cristo entrara en su gloria[31].
iii. Era necesario que la Escritura se cumpliera, no podía fallar.
iv. Era necesario que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
Les explica, partiendo desde Moisés les exponía en las Escrituras lo que de Él decían. Cristo se encuentra en el Antiguo Testamento. Los judíos leían los escritos de Moisés y los profetas cada sábado. Habían leído Isaías 53, que claramente predice la muerte del Mesías, muchas veces. ¿Por qué no podían entender estas Escrituras? El problema de los líderes religiosos de los días de Jesús era que, en general, al leer el Antiguo Testamento veían solo la gloria y victoria del Mesías y no veían el hecho de que la senda para alcanzar estas bendiciones era una de sufrimiento. A veces llegaban incluso a aplicar al Mesías las referencias en Isaías 52.13- 53.12, a la gloria del Siervo, pero a Israel las referencias a los sufrimientos del Siervo; es decir, ellos simplemente no querían aceptar que su Mesías tendría que sufrir, porque fervientemente anhelaban un Mesías conquistador como David, su padre. Querían tener la gloria para su nación como en los días de David y Salomón. Por lo tanto, cuando el verdadero Mesías, Jesús de Nazaret, estaba entre ellos lo rechazaron.
Al llegar a Emaús, Jesús sigue, ya que esperaba la invitación de ellos, que a la verdad no iban a romper su tradición de excelentes anfitriones y le obligaron a quedarse. Cuando llegó el momento de tomar los alimentos, Jesús rompe la tradición y hace el papel de anfitrión en lugar del papel de huésped. Es entonces que les son “abiertos los ojos, y le reconocieron”, pero Él se desapareció. Ahora estos discípulos que estaban desesperanzados vuelven a tener esperanza. Habiendo sido tan desanimados, ahora son fervientes en espíritu. ¿Se puede decir que los corazones de los primeros conversos, los tres mil, los samaritanos, el eunuco, Saulo, Cornelio, Lidia, el carcelero, ardían cuando escuchaban la predicación del Evangelio? ¿Cuántos corazones arden cuando les predicamos la palabra de salvación?
Aunque “se hace tarde, y el día ya ha declinado”, “en la misma hora” hacen este viaje de unos doce kilómetros para compartir las buenas nuevas con los apóstoles, como lo habían hecho las mujeres.
h) Aparición a los discípulos (Marcos 16.13; Lucas 24.33-43).
El mismo día que Jesús resucitó fue visto por las siguientes personas: María Magdalena[32]; las mujeres cuando fueron a avisar a los apóstoles[33]; Pedro[34]; los dos discípulos que iban a Emaús; y ahora el grupo de apóstoles.
Aunque estaban las puertas cerradas por el miedo que aún sentían, mientras los discípulos de Emaús aún contaban lo ocurrido, Jesús apareció[35]. No llegó para reprenderles, sino para pronunciar una bendición sobre ellos.
Aunque habían dicho: “Ha resucitado el Señor verdaderamente”, se encontraban espantados, pensando que veían un espíritu.¿Es posible ver un espíritu? Dios no permite que los espíritus de los muertos vuelvan a la tierra para hablar con los vivos. Él les hace ver que es real, no un fantasma, diciéndoles que le toquen. Algunos se confunden porque antes había dicho a María Magdalena: “No me toques…”[36], ahora les dice que le toquen. Pero cuando se lo dice a María usa el verbo hapto y según el Diccionario Vine, significa “aferrarse a, asirse de”, porque es probable que María le apretaba fuertemente.
Nadie puede dar una descripción exacta del cuerpo resucitado de Jesús. Aceptamos por fe todo texto que habla de sus apariciones, que le podían ver, oír y palpar, que comía, etc., y dejamos de lado toda especulación. Jesús dice “palpad”, porque si los apóstoles solamente hubieran visto a Jesús, podrían comenzar a tener dudas otra vez pensando, como en esta ocasión, que era aparición de un espíritu. Al ver, oír y palpar, ¿cómo podrían después dudar? Esto era muy impresionante.
A pesar de esto, ellos no lo creían. Tales textos muestran lo muy humano que eran los apóstoles. Cuando Jesús expiró la situación parecía irremediablemente perdida. Era el fin. Jesús ya no estaba. Había muerto. Creer ahora que él de veras estaba parado en medio de ellos vivo y sano era casi imposible. ¿Era un espíritu lo que estaban viendo? Un momento decían: “Debe ser Jesús. ¡Qué maravilla!” Y en el momento siguiente. “Es demasiado bueno para ser verdad. Debe ser un espíritu”.
Algunos de los que rechazan la resurrección de Jesús han dicho que los apóstoles robaron el cuerpo de Jesús y decían que resucitó, pero, por el contrario, ellos decían repetidas veces que no resucitó.
Era de suma importancia que Jesús convenciera a los apóstoles de su resurrección corporal. No podrían salir predicando el Evangelio si no estaban plenamente convencidos de esto. No podían predicar al resucitado Cristo como fantasma o un espíritu. Podían ver y palpar sus manos y pies y como colmo “comió delante de ellos”. Era el mismo Jesús que murió en la cruz. No es posible palpar a un espíritu. Tampoco puede un espíritu comer[37].
Cuando llegan los discípulos de Emaús aquel domingo ya de noche, oyen a los once y los otros diciendo que el Señor ha resucitado y que ha aparecido a Simón Pedro. Luego ellos dan su testimonio. Pero a pesar de todo esto, el grupo no les cree a los dos. Se implica que tampoco habían creído el testimonio de Pedro.
j. Ocho días después (Marcos 16.14).
La ocasión referida probablemente es la del evento narrado en Lucas 24.36-43 y Juan 20.19-23. Jesús les reprende o censura. Aquí aparece el mismo verbo griego que en Marcos 15.32, “injuriar, o insultar”, y en Mateo 11.20, “reconvenir”.
La reprensión de Jesús se debe a la incredulidad y dureza de corazón de los discípulos. Ellos habían tenido el testimonio de varios hombres y de un grupo de mujeres, pero sin creer. Jesús censura, o condena, el rechazamiento del testimonio ocular. Los hombres hoy en día siguen en su incredulidad, y están sin excusa, porque rechazan el testimonio ocular.
Los críticos incrédulos de la Biblia no pueden acusar a los discípulos de haber sido gente muy crédula y que por eso salieron a predicar acerca de un Cristo resucitado. Los discípulos persistían en su incredulidad.
k. En un monte en Galilea (Mateo 28.16-20; Marcos 16.15-18; Lucas 24.44-49).
Varias semanas pasan entre lo narrado antes y este nuevo episodio, que ha sido llamado “La Gran Comisión”.
Esta es una reunión, la última, de Jesús con sus discípulos. Repetidas veces les decía que iba a padecer, morir y resucitar. Al decir “estando aún vosotros” indica que ahora no estará con ellos como antes. Durante más de tres años había estado con ellos físicamente, día y noche, y siempre estaría con ellos[38], pero no físicamente.
Como era necesario que Cristo muriera, resucitara y entrara en su gloria, también era necesario que este mensaje de salvación se predicara. Así es el plan de Dios. Gran parte del mundo religioso cree en “experiencias de gracia”. Creen que de alguna forma Dios toca el corazón del hombre aparte de la predicación del Evangelio para regenerarlo. Esta teología falsa niega que sea necesario que el mensaje de salvación se predique en todas las naciones.
Jesús manifiesta que Él es quien tiene “Toda potestad”, toda autoridad, que viene de la palabra exousia, en la tierra. Es blasfemia enseñar que algún hombre en la tierra es cabeza de la iglesia visible. Ahora Cristo sería Profeta, Sacerdote, Rey, Mediador, Intercesor, y Salvador de su pueblo, y Juez sobre todos los seres creados[39].
Jesús afirma que tiene toda autoridad, y luego inmediatamente la ejerce. No envió a los apóstoles solamente a los judíos, sino a todas las naciones. Ahora en lugar de decir: “Por camino de gentiles no vayáis”, dice: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura”[40].
Para hacer discípulos es necesario predicarles el Evangelio. Los que puedan llegar a ser discípulos son los que pueden oír y entender el mensaje de salvación. Este asunto queda bien explicado e ilustrado en Hechos 2.38, 41, 8.12, 36-38; 9-11; 16; 18.8, 19.5.
El pronombre “les” se refiere a “los once mismos” de Marcos 16.14. Jesús ahora comisiona a sus apóstoles a ir a predicar el Evangelio “comenzando desde Jerusalén”[41]. Aunque Jesús había predicado mucho en Galilea, la predicación de los apóstoles bajo la Gran Comisión no había de comenzar en Galilea, sino en Jerusalén, donde había sido crucificado y donde la oposición sería severa[42]. El primer lugar donde el Señor ofrece su gracia y perdón es aquí mismo donde había exagerada maldad.
Ya habían recibido una comisión anterior[43], pero fue una limitada a las ovejas perdidas de Israel[44]. Esta comisión se llama “La Gran Comisión” porque es universal, a todas las naciones[45]. Detrás de ella es la autoridad plenaria de Jesucristo[46]. El evangelio es para todo el mundo[47].
Los discípulos eran verdaderos testigos. Los que aplican esta palabra a los que hoy en día evangelizan, le quitan su significado y desprecian la obra de los apóstoles. Hay un grupo religioso que enseña que Cristo no era Dios sino un “dios”, un ser creado y, aunque blasfeman a Cristo, profesan ser “testigos de Jehová”. Los apóstoles testificaban lo que habían visto y oído[48]. Obsérvense las palabras “testigos”, “testificar” y “testimonio” como se usan a través del libro de Hechos, como también en las epístolas. Para justificar el uso de estos términos en la actualidad algunos dicen: “Pero solamente las usamos en sentido secundario”. No se usaban en sentido secundario en el Nuevo Testamento y cuando se usan ahora de esa manera se minimiza la fuerza del testimonio de los verdaderos testigos de Cristo.
Buscando alguna autoridad bíblica por el bautismo de infantes, un sacerdote católico una vez preguntó: “¿No son los bebés criaturas?” Sí, solemos llamarles criaturas. Pero las criaturas aquí referidas son las a quienes se les predica, y que pueden creer y ser bautizadas. Recordemos que los gatos y perros también son criaturas y no por ello los bautizamos. El sacerdote católico no predica a infantes. El infante no puede creer, ni arrepentirse[49]. El bautismo no es para él. Es para “hombres y mujeres”[50].
El evangelio, o buenas nuevas, ahora es identificado por Marcos solamente en forma breve: El que cree y es bautizado será salvo. El término “Evangelio”, se emplea en forma más extensa en otros pasajes, con referencia a la doctrina de Cristo expuesta en el Nuevo Testamento[51].
El romanismo enseña que el que no cree, el infante, pero que es bautizado, será salvo. El protestantismo enseña que el que cree y no es bautizado será salvo y que después puede ser bautizado. Cristo dio órdenes a sus apóstoles a enseñar que “el que cree y es bautizado, será salvo”. ¿Quién tiene la razón en esto?
Lo que la persona tiene que creer es que Jesús es el Hijo de Dios[52]. No es cuestión de sencillamente tener alguna fe, o creer en algo. La palabra “fe” se emplea en dos sentidos en el Nuevo Testamento:
a) En sentido comprensivo, significa hacer todo cuanto la fe requiera[53]. Esto quiere decir que la persona es justificada cuando obedece de corazón lo que el Evangelio le manda hacer[54].
b) En sentido específico, significa un reconocimiento de la verdad de un caso, la aceptación mental de la veracidad de lo reclamado. Un ejemplo de esto se encuentra en Juan 12.42. La fe en este sentido se emplea en Marcos 16.16. Es importante, pero sola ¡no salva![55]
El bautismo es una sepultura en agua para perdón de los pecados[56]. La palabra “bautismo” es una transliteración de la palabra griega que significa “inmersión”. El rociamiento y la aspersión son sustitutos que los hombres introdujeron después del tiempo de los apóstoles, pero ninguno de ellos es un verdadero bautismo.
El agua del renacimiento[57] es el del bautismo[58], el bautismo redime pecados[59] o lava pecados[60], es por el bautismo que la persona es sepultada juntamente con Cristo para muerte[61]; del bautismo la persona sale para andar en novedad de vida[62]; el bautismo pone a la persona bautizada en Cristo[63], y salva[64]. Jesús derramó su sangre “para remisión de los pecados”. Ahora, esa sangre es alcanzada por el bautismo porque la persona es bautizada “en su muerte”. Con razón el bautismo es para perdón de los pecados[65], es para salvación[66].
Jesús hablo de tres acciones distintas:
a) Hacer discípulos.
b) Bautizar; y
c) Enseñar a los bautizados.
Pero “bautizándolos” y “enseñándoles” son gerundios que dependen de la acción del verbo principal: “Haced discípulos”; es decir, estos dos gerundios explican cómo hacer discípulos. Compárese la siguiente frase: “Arreglad el automóvil, engrasándolo y cambiando el aceite”. Jesús no dice simplemente “id, y enseñar”, sino “id, y haced discípulos”. Según Hechos de los Apóstoles los discípulos son los que han obedecido al Evangelio; por lo tanto, no es posible “hacer discípulos” sin bautizarlos. El verbo matheteusate, traducida haced discípulos, es verbo comprensivo; abarca todo el proceso nombrado por Jesús en este texto.
El bautismo debe ser hecho “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, ¡he aquí la gran solemnidad de este acto de obediencia! Jesucristo mismo lo manda. Él mismo dice que este acto se hace en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¿Qué podría dar al bautismo más importancia y más seriedad? Tomando en cuenta este texto tan importante, ¿cómo es que tantos predicadores, pastores y evangelistas se atreven a decir que el bautismo no es necesario para la salvación? Todos saben la importancia de la fe, pero ni siquiera de la fe dice Cristo “creer en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. El bautismo goza de una prioridad en este respecto. Recuérdese que el único mandamiento dado por Cristo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo es el bautismo en agua para perdón de pecados. Todos los líderes religiosos que niegan esta verdad, y todas las personas que ellos han engañado, tendrán que dar cuenta a Cristo el Juez Justo en Aquel Día.
Estas palabras no son una fórmula bautismal, que no hay; más bien Jesús habla del propósito del bautismo. Tiene que ver con someterse a la autoridad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo para recibir el perdón de sus pecados y el don del Espíritu Santo. La preposición en traduce la palabra eis que indica no solamente “en”, sino poner dentro de o entrar en comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo[67]. Por lo tanto, al ser bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, uno entra en comunión con los Tres. Si el bautismo es no para perdón de pecados[68], entonces tampoco fue derramada la sangre de Jesús “para remisión de los pecados”[69]. Las palabras griegas son idénticas. Solamente los calvinistas tienen problemas con esto. Los que simplemente aceptan el Evangelio sencillo y obvio no tienen problema alguno.
Lo que condena a la persona es el pecado[70] y todos los hombres hemos pecado[71]. Por eso si la persona no cree que Jesús sea el Hijo de Dios, morirá en sus pecados[72]. La fe es el primer paso en el plan de salvación, después de oír el evangelio predicado.
Hay quienes afirman que por la fe sola la persona puede ser salva, sin que se bautice. Argumentan que Jesús no dijo: “El que no creyere y no fuere bautizado, será condenado”. Atendamos a este sofisma, o falso razonamiento. Si la persona rehúsa creer, claro es que no va a obedecer los demás pasos o condiciones de la salvación. Por eso no fue necesario que Jesús dijera que “el que no creyere y no fuere bautizado, será condenado”. Tampoco fue necesario que Jesús dijera que “el no creyere y no se arrepintiere ni confesare su fe en él, será condenado”. Si la persona no cree en Jesucristo, no va a hacer nada para ser salvo. Hay muchas maneras de ilustrar el punto: “El que recibiere la medicina del doctor y la tomare, sanará, pero el que no la recibiere, morirá”. Preguntemos: ¿Es necesario decir que el que no recibe la medicina del doctor y no la toma, morirá? Si no la recibe, morirá, porque no la tendrá para tomarla y vivir.
“…yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros”, que era el Espíritu Santo. Desde luego, los apóstoles no podían haber llevado a cabo la Gran Comisión sin esta ayuda divina.
“Y estas señales”, aparte de la palabra “señales”, el Nuevo Testamento emplea otros dos términos: “Prodigios” y “milagros” o, maravillas[73]. Son obras sobrenaturales. La palabra “señal” pone énfasis en la evidencia divina que reside en la persona que hace la señal. La palabra “prodigio” subraya la maravilla que es causada en la persona que observa la obra sobrenatural. La palabra “milagro” enfatiza el poder detrás de la obra.
Estas señales eran para confirmar[74]. Cuando la Palabra fue confirmada, entonces estas señales cesaron. Cristo prometió ayudar a los apóstoles con estas señales “en todas partes”; el Evangelio llegó a predicarse “en toda la creación debajo del cielo”[75]. Para entonces ya iban cesando las señales, pues ya habían confirmado la Palabra predicada en todas partes. Cuando vino “lo perfecto”, la completada revelación del Evangelio, cesaron las lenguas[76].
Si no hay nuevas revelaciones hoy, no hay necesidad de señales para confirmar. Esto, los pentecostales lo ignoran por completo.
¿A quiénes fueron prometidas estas señales? Los pentecostales aplican esta promesa a sí mismos sencillamente porque se consideran “creyentes”, pero fueron prometidas primeramente a los apóstoles. Cristo se dirigía directamente a ellos. Les había reprochado por su incredulidad respecto a su resurrección. Tendrían que creer para que Dios obrara por ellos en las referidas señales.
Fueron prometidas también a otros, porque Cristo cambia de la segunda persona plural, vosotros, a la tercera plural, “a los que creen”. ¿Quiénes son estos creyentes? No son todos los creyentes recién bautizados. En Hechos 8.12 vemos que hombres y mujeres de Samaria creyeron y fueron bautizados, pero que por un tiempo no habían recibido el Espíritu Santo. Habían recibido el “don del Espíritu Santo” cuando fueron bautizados en agua[77], pero solamente por la imposición de manos apostólicas “se daba el Espíritu Santo”[78]. El “don del Espíritu Santo” no es la misma cosa que “dones espirituales”.
La frase “a los que creen”, se limita a cristianos sobre los cuales los apóstoles impusieran sus manos para impartirles dones[79]. Esto fue por un tiempo limitado y según el propósito de los milagros; a saber, la confirmación de la Palabra que estaba siendo revelada[80]. Sin la imposición de manos apostólicas, los samaritanos, los efesios, y Timoteo, nunca habrían recibido estas señales.
Estas señales no fueron prometidas a todo creyente para todo el tiempo. La prueba está en la sencilla observación de que todo creyente hoy en día no las puede hacer. Ni todo pentecostal reclama hacerlas todas, y muchos de estos no profesan tener ninguna de las cinco señales; no obstante, reclaman ser creyentes.
Si una de estas señales, por ejemplo, el hablar nuevas lenguas, es para todo creyente por todo el tiempo, entonces “todas” estas señales son para él. ¿Es justo el glosólogo[81] con este pasaje? Los glosólogos tienen reuniones para ejercer el don de “nuevas lenguas”; ¿por qué no las tienen para el don de “beber cosas mortíferas”?
“En mi nombre”, aquí la frase significa “por la autoridad de Cristo”. En Lucas 10.17 vemos que los setenta hicieron milagros “en tu nombre” porque Jesús les había dado autoridad. En Lucas 9.1 vemos que Jesús dio autoridad a los apóstoles para obrar milagros. Ester 2.2 ilustra cómo hacer algo en el nombre de una persona es hacerlo por la autoridad de ella.
“…echarán fuera demonios”, que era un don que los apóstoles ya habían ejercido. Ahora Jesús les promete que este es uno de los dones que les seguirá en su obra de predicar el Evangelio en la Gran Comisión[82].
Hay dos palabras griegas para decir “nuevo”: neos y kainos. Neos significa “nuevo” en el sentido de tiempo; tiene poco tiempo, es reciente, joven. Kainos significa “nuevo” en el sentido de no acostumbrado, o sin uso, o de otra naturaleza. Marcos emplea la palabra kainos. Algunos argumentan que las lenguas aquí referidas eran nuevas en el sentido de no ser humanas ni usadas en siglos pasados. Pero el texto griego está en contra de su afirmación. Eran nuevas en el sentido de que no eran lenguas a las cuales estuvieran acostumbrados los apóstoles, de habla griega. Estas no serían las primeras veces que estas lenguas se hablaran, pero sí fueron de una cualidad “nueva” para los apóstoles y para los otros cristianos primitivos con el don de hablar lenguas, porque nunca las habían hablado. Las “nuevas lenguas” de este pasaje son las mismas que las “otras lenguas” de Hechos 2.4. Hechos 2 es un comentario inspirado sobre estas nuevas lenguas.
Marcos 16.17-18 tiene más que los pentecostales no quieren explicar, porque habla de más que lenguas sencillamente. ¿Qué de tomar en las manos serpientes[83], y de beber cosa mortífera, y de echar fuera demonios[84]. Muchos de los pentecostales y carismáticos no quieren nada de este pasaje, excepto lo de lenguas. Su texto de prueba, ¡prueba demasiado!
La razón por qué dos de estas cinco señales son más populares hoy en día, entre la gente crédula o malinformada en las Escrituras, es que se pueden falsificar más fácilmente. Los pocos grupos pentecostales, que de vez en cuando tienen reuniones especiales para manejar serpientes y tomar veneno, no convencen al mundo incrédulo, porque siempre los practicantes sufren gran daño, y a veces la muerte. Pero la mayoría de entre los pentecostales ignoran estas actividades, y se contentan con algo que más fácilmente puede impresionar y engañar a la gente; es decir, con las llamadas sanidades y con las lenguas, que en realidad no son lenguas, sino pura habla extática[85].
Los glosólogos se contentan con sus lenguas porque, de las cinco señales de este pasaje, la de hablar “nuevas lenguas” es la que más fácilmente pueden fingir. No sería fácil engañar a la gente con su glosolalia si la gente no fuera tan ignorante de la enseñanza bíblica respecto a estas señales.
“…tomarán en las manos serpientes”, aunque la idea no es de celebrar reuniones en qué tomar serpientes en las manos, sin sufrir daño, solamente para impresionar a audiencias. Es más bien la de protección prometida de parte de Cristo, y que en tal evento el suceso serviría de señal a quienes fueran testigos de ello de que Jesús estaba con sus apóstoles.
“…y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño”, pero no hay ningún caso registrado en el Nuevo Testamento. Los apóstoles tendrían enemigos que buscarían sus vidas y entre otros medios de lograr la muerte de uno ellos podrían usar el veneno. Pero, bebiendo los apóstoles cosa mortífera, no les haría daño. Pero hay que tener cuidado, ya que el pasaje no dice que “beberán” cosa mortífera, sino: “…si bebieren cosa mortífera”. No bebían cosa mortífera sencillamente para probar algo.
“…sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”, es otro de los dones en que insisten los pentecostales y carismáticos. Si este don es para todo creyente de todo el tiempo, podríamos pensar que nadie moriría de enfermedad ya que con el gran número de creyentes en el mundo podrían sanar a los enfermos y no habría necesidad de cementerios ni hospitales. Pero Dios no daría un don de tal categoría que obrara en contra de su decreto hallado en Hebreos 9.27.
Aquí termina Mateo su relato de la vida de Jesús.
[1] Juan 20.11-12.
[2] Hechos 2.47.
[3] Hechos 20.7.
[4] 1 corintios 16.2.
[5] Juan 20.1-2.
[6] Romanos 1.4; 1 Corintios 15.16-19.
[7] Lucas 24.11.
[8] Lucas 24.21.
[9] 1 Corintios 15.5-8; Hechos 10.40-41.
[10] Hechos 1.9-11.
[11] Hechos 3.6.
[12] Mateo 16.21, 17.23, 26.32; Romanos 6.4, 8.11.
[13] Marcos 9.31; Lucas 18.33; Juan 10.17-18.
[14] Mateo 16.21, 17.22-23, 20.18-19; Marcos 8.31, 9.31, 10.33-34; Lucas 9.22, 18.31-33.
[15] Romanos 4.25.
[16] Romanos 1.4.
[17] Mateo 28.16-20.
[18] Lucas 23.6.
[19] Mateo 2.23.
[20] Juan 20.17-18.
[21] Lucas 24.36-40.
[22] Juan 20.24-25.
[23] Lucas 24.34; 1 Corintios 15.5.
[24] Marcos 16.14.
[25] Lucas 24.36-43.
[26] Lucas 24.18.
[27] Hechos 2.9-11.
[28] 1 juan 4.16.
[29] 2 Pedro 3.9.
[30] Juan 3.16.
[31] Juan 17.5; Filipenses 2.9-11.
[32] Juan 20.14.
[33] Mateo 28.9.
[34] Lucas 24.34.
[35] Juan 20.19.
[36] Juan 20.17.
[37] Hechos 1.3.
[38] Mateo 28.20.
[39] Juan 5.22-23; 1 Corintios 15.25-27; Efesios 1.20-23; Filipenses 2.9-11.
[40] Marcos 16.15; Hechos 1.8.
[41] Isaías 2.3.
[42] Hechos 1.8.
[43] Marcos 6.7.
[44] Mateo 10.5-6.
[45] Mateo 28.19; Lucas 24.47.
[46] Mateo 28.28.
[47] Gálatas 3.26-28; Hebreos 2.9.
[48] Juan 15.27; Hechos 1.8.
[49] Hechos 2.38.
[50] Hechos 8.12.
[51] Gálatas 2.14; 1 Timoteo 1.10-11.
[52] Hechos 8.37; Romanos 10.8-10.
[53] Romanos 5.1.
[54] Romanos 6.17-18.
[55] Santiago 2.24.
[56] Colosenses 2.12; Hechos 2.38, 8.38-39, 10.48, 22.16.
[57] Juan 3.3-5.
[58] Hechos 10.47.
[59] Hechos 2.38.
[60] Hechos 22.16.
[61] Romanos 6.4.
[62] Romanos 6.4.
[63] Gálatas 3.26-27.
[64] 1 Pedro 3.21.
[65] Hechos 2.38.
[66] Marcos 16.16.
[67] Gálatas 3.27; Romanos 6.3; Hechos 2.38.
[68] Hechos 2.38.
[69] Mateo 26.28.
[70] Romanos 6.23.
[71] Romanos 3.23.
[72] Juan 8.24.
[73] 2 Corintios 12.12; Hebreos 2.4; Hechos 2.22.
[74] Hebreos 2.3.
[75] Colosenses 1.23.
[76] 1 Corintios 13.8-10.
[77] Hechos 2.38.
[78] Hechos 8.18.
[79] Hechos 19.1-6; 2 Timoteo 1.6.
[80] Hebreos 2.3.
[81] El que reclama hablar en lenguas desconocidas para él.
[82] Hechos 8.7.
[83] Hechos 28.3-5.
[84] Hechos 8.7.
[85] De éxtasis.
a) El terremoto (Mateo 28.2-4).
Una vez más hay un gran terremoto, en esta ocasión se presenta con el descenso de un ángel del Señor que movió la piedra, y se sentó sobre ella. ¿Removió la piedra para que Jesús saliera? No, sino para que la gente pudiera entrar en el sepulcro para ver que estaba vacío[1]. María estaba fuera, y cuando ella se asoma, ve dos ángeles más, uno a la cabecera y el otro a los pies.
Mateo relata los detalles de los ángeles: “Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve”, es decir, eran resplandecientes. También Mateo cuenta que de temor, los guardas se paralizaron y desmayaron.
b) Mujeres en el sepulcro (Mateo 28.1; Marcos 16.1-4; Lucas 24.1-3).
Después del sábado, cuando amanecía el domingo, María Magdalena y la otra María y otras mujeres más, entre ellas Juana, la esposa de Chuza, que habían observado la crucifixión y habían estado presentes en el entierro, ahora llegaron para ungir al Señor. Ellas, cuando iban de camino, se preguntaban cómo podrían remover la piedra. Es posible, de acuerdo a su pregunta, que no supieran que ahí estaba instalada una guardia. Al llegar ellas, parece ser que ya los soldados se han despertado y han huído, ya que no son mencionados.
La compra tuvo que hacerse después de las seis de la tarde el sábado, es decir, las primeras horas del primer día de la semana. Durante el sábado no se pudo hacer compras. La preparación de las especias aromáticas tuvo que haber sido líquida, pues pensaban ungir el cuerpo de Jesús, completando el embalsamamiento ya que el viernes en la tarde hubo tiempo solamente para envolver con prisa el cuerpo de Jesús con “lienzos con especias aromáticas”.
El primer día de la semana, nuestro “domingo”, no es llamado nunca “el sábado”. El sábado es el séptimo día de la semana. Yerran grandemente los evangélicos que con referencia al domingo digan el “sábado cristiano”.
Los cuatro escritores: Mateo, Marcos, Lucas y Juan, dicen “el primer día de la semana”. Juan 20.13 dice que “el mismo día” los dos discípulos iban a Emaús y luego Juan 20.21 dice que “hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido”. Por lo tanto, “el primer día”, “el mismo día”, era el “tercer día”. Además, el “tercer día” equivale a “después de tres días”. En este día Jesús resucitó. Por eso, la Iglesia se reúne el primer día para adorar a Dios. La iglesia fue establecida el primer día de la semana[2]; los discípulos celebraban la cena del Señor el primer día de la semana[3]; y ofrendaba el primer día de la semana[4].
Tomando en cuenta los que dicen Lucas 24.1 y Juan 20.1, evidentemente las mujeres comenzaron su viaje al sepulcro en las tinieblas de la madrugada y llegaron cuando salía el sol. Tenían prisa porque en este clima en particular, la descomposición del cuerpo era muy rápida. No dice que vinieron “gozosas”. Todavía estaban muy tristes.
La gran piedra era una rueda que corría en una ranura y cubría la entrada del sepulcro. Se rodaba a la izquierda para abrirse, pero el ángel la quitó de su ranura y se sentó sobre ella. El cuerpo resucitado de Cristo no fue impedido ni por paredes o puertas ni por esta piedra.
Las mujeres no sienten gozo al ver la piedra removida, sino miedo. Ellas entran y no ven el cuerpo de Jesús. María Magdalena, viéndolo, enseguida corre a dar las nuevas a Pedro y a Juan[5].
La resurrección de Jesús de los muertos no dependía del traslado de la piedra. La piedra no impedía su salida del sepulcro. El ángel removió la piedra para mostrar a las mujeres, y luego a otros, lo vacío del sepulcro. Jesús resucitó de los muertos y salió antes del traslado de la piedra “muy grande”.
El gran clímax de la obra de Jesús en la tierra es su resurrección y ascensión al cielo. Jesús “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”[6].
¿Cómo se explica la tumba vacía?:
i. Jesús no estaba muerto. No murió, sino que se desmayó. Recordemos los detalles: Fue azotado, sus manos y pies fueron clavados a la cruz, y su costado fue abierto con lanza. También recordemos que Jesús no fue sepultado por los discípulos, sino por José y Nicodemo, miembros del Concilio de los judíos. ¿Quién puede creer que estos hombres eminentes sepultarían a un hombre vivo?
ii. Los apóstoles robaron el cuerpo. En primer lugar, ¿con qué propósito lo hubieran robado? ¿Qué harían con un cuerpo muerto? Si hubieran dicho que “resucitó”, la gente habría preguntado, ¿dónde está? Los judíos hicieron todo lo posible por evitar esto. La tumba estaba sellada, una gran piedra fue puesta a la entrada del sepulcro y, por último, una guardia romana vigilaba el sepulcro. La experiencia de los guardas confirmó que los apóstoles no robaron el cuerpo. Mateo 28.11 dice que “unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido”; es decir, les contaron la verdad de lo que ocurrió. Después, ya pagados por los judíos, contaron la mentira de que “sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron”. Lo absurdo de este testimonio se ve también en el hecho de que “lo hurtaron, estando nosotros dormidos”. ¿Se acepta el testimonio de los que testifican de lo que pasó cuando estaban dormidos? Por eso, no solo los discípulos, sino también los romanos y judíos estaban bien enterados de la tumba vacía.
iii. Los judíos quitaron el cuerpo. Mateo 27.62-63 dice que lo querían en el sepulcro. ¿Con qué propósito lo hubieran quitado? ¿Sin la ayuda de los soldados?
iv. La resurrección de Jesús una mera alucinación de los apóstoles. ¿Todos tenían la misma alucinación? ¿Durante 40 días?
v. Los apóstoles eran muy crédulos. ¿Tanto querían la resurrección que se convencieron de una mentira? Cuando las mujeres que habían visto a Jesús lo contaron a los apóstoles, “les parecían locura las palabras de ellas”[7]. ¿Eran crédulos? ¿Querían creer que Jesús resucitó? Todo lo contrario. Creían que era un caso perdido[8]. Pero en lugar de dañar su testimonio esto les ayuda. Eran hombres confusos y tímidos, pero eran hombres humildes, sinceros, de carácter bueno y noble. De esto nunca hubo duda. ¿Es competente su testimonio? Estuvieron con Él por más de tres años, día y noche. Oían sus enseñanzas, y veían sus milagros. Y luego, cuando resucitó de entre los muertos les apareció durante 40 días[9]. Por último, los apóstoles eran testigos de la ascensión de Jesús[10].
vi. Muchos propagan mentiras por la recompensa material, pero ¿qué ganaron los apóstoles? ¿Se hicieron ricos?[11]
vii. ¿Los apóstoles dieron su vida por una mentira? ¿Cómo se explica que fueron azotados, encarcelados y aun muertos por su testimonio? Nunca se retractaron de su testimonio. La resurrección era el tema central de la predicación de los apóstoles, a través del libro de Hechos. ¡Es la esperanza nuestra!
c) Los ángeles en el sepulcro (Mateo 28.5-7; Marcos 16.5-8; Lucas 24.4-8).
Estos pasajes, junto con Juan 20.12 nos enseñan que obviamente no hubo conspiración entre los escritores para decir la misma cosa. El énfasis no se pone sobre cuántos ángeles, sino en lo que decía uno de ellos o lo que decían los dos. Aparecieron como “varones”. La Biblia no habla de ángeles “femeninos”, ni de ángeles “niños”.
Los ángeles se comunicaron con las mujeres, que atemorizadas “bajaron el rostro a tierra”, probablemente postradas; la palabra griega expresa emoción muy intensa. Primero, les calman, los guardas tenían razón en su miedo, pero las mujeres habían de dejar de asustarse, pues su Señor ha resucitado. Saben por qué llegaron las mujeres. Identifican al Jesús referido; es el que fue crucificado, dando énfasis así a la humillación de Jesús en su muerte y a que el cadáver crucificado no se encuentra allí. Ellos hacen una de las preguntas más significativas que jamás se haya hecho: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?”
Dios el Padre resucitó a Cristo[12], pero también era acto de Cristo mismo[13].
La conclusión de que no está aquí se debe a la causa de que “fue levantado”, dice literalmente el texto griego. El ángel indica el mismo lugar en la pared del sepulcro donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
Los que niegan la resurrección de Jesús tiene que contar con el sepulcro vacío, y no lo pueden hacer sin contradecir el testimonio ocular de un gran número de personas. Sus explicaciones son sencilla y solamente suposiciones e imaginaciones que contradicen los hechos del caso.
Los ángeles les recuerdan a las mujeres lo que Jesús les había dicho de cómo sería entregado para ser crucificado y luego resucitaría al tercer día[14]. Ellas no solo se acordaron de sus palabras, sino que ahora las podían interpretar correctamente. Cuando Jesús las hablaba “en Galilea”, no podían conectar la profecía con la realidad, pero ahora sí podían.
Luego reciben una encomienda: Ir a los discípulos a informarles que Jesús iba a Galilea, donde le verían. Su amor es premiado con este honor de entregar el anuncio. Es según la promesa que Jesús había hecho a los discípulos en una previa ocasión. Solamente Dios ve el futuro como cosa ya hecha. Pedro es mencionado en particular porque él había negado rotundamente la posibilidad de tropezarse, y luego negó a Jesús tres veces; por eso necesitaba en gran manera saber que Jesús resucitó. Sin la resurrección de Cristo, su muerte no habría tenido eficacia[15]. La resurrección es otra confirmación de la Deidad de Cristo[16].
Esta reunión en Galilea tiene importancia especial. No es que haya de ser la primera vez que Jesús aparezca a los discípulos. Allí, lejos del enemigo, en esa gran reunión, dio a los apóstoles la Gran Comisión[17]. Desde los primeros años de la vida de Cristo aquí en la tierra y hasta ascender al cielo Galilea era muy importante. Jesús era reconocido como galileo[18] y nazareno[19]. Era muy apropiada que la despedida de Jesús de esta tierra ocurriera en Galilea.
Estas mujeres se encuentran con un problema, su propio miedo, lo que les lleva a esconderse, en primer término. Sus cuerpos tiemblan y sus mentes están fuera de lo normal. Dice Marcos que por eso huyen del sepulcro. Mateo dice que después corren a dar las nuevas a los discípulos. Lucas agrega que dan las nuevas a los once y “a todos los demás”. Por el camino no hablan con nadie, al irse con toda prisa a cumplir con su misión.
d) Anuncio a Simón (Lucas 24.12).
Cuando Pedro recibe la noticia, corrió al sepulcro y miró los lienzos solos. La palabra solos tiene gran significado. Estaban solos porque el cuerpo que habían cubierto ya no estaba, pues había salido de ellos y estaban solos. ¡Qué escena más estupenda e impresionante! El relato más amplio de esto se ve en Juan 20.6-7, en donde vemos que Simón Pedro encontró orden. Si ladrones hubieran quitado el cuerpo, no habrían tomado el tiempo para dejar los lienzos y el sudario “enrollado en un lugar aparte”.
e) Aparición a María Magdalena (Mateo 28.9-10; Marcos 16.9-11).
Jesús apareció a María Magdalena después de dar las nuevas a Pedro y a Juan. Luego, cuando vuelve al sepulcro, enseguida de irse allí Pedro y Juan y salir, el Señor aparece a ella, que regresa y encuentra a los once ahora reunidos y les cuenta de la aparición de Jesús a ella y del mensaje de Él[20].
Mateo nos informa que, al parecer, las mujeres que habían estado con Magdalena se encontraban en un choque sicológico y no sabían que creer. De pronto, Jesús les sale al encuentro y ellas se abrazan a sus pies, adorándole, una muestra más de la Deidad de Jesús. Podían abrazar sus pies porque su cuerpo era físico. Jesús no era un fantasma; de hecho, en una ocasión, los discípulos estaban comentando lo ocurrido y Jesús llegó de pronto y ellos se espantaron, pensando que veían un espectro, y Jesús tuvo que calmarlos, demostrándoles que no era un espíritu[21].
Los discípulos todavía son incrédulos, y por eso están tristes y llorando, pensando que el cuerpo de Jesús ha sido llevado del sepulcro. Entendemos que el grupo de mujeres ya les había llegado con el mensaje de los ángeles, pero los discípulos siguen en su incredulidad. Por eso no creyeron cuando María después cuenta que había vista al Señor en persona. ¿No dudó Tomás después de recibir testimonio ocular?[22].
Considerando las veces que durante su ministerio personal Jesús les reprendió por su incredulidad, no es de maravillarse que rehúsen creer el testimonio. Tal vez esta incredulidad de parte de los apóstoles se debió al hecho de que Jesús no hubiera aparecido primero a ellos en lugar de aparecer primero a algunas mujeres. En una ocasión posterior, Jesús apareció a Pedro[23], pero no tenemos detalles sobre el evento.
f) Guardias corruptos (Mateo 28.11-15).
Los principales sacerdotes y los fariseos, recordando que Jesús había dicho que en tres días resucitaría, aseguraron el sepulcro para evitarlo, pero lo que temían llegó a ser la realidad. Los guardas eran testigos de lo que pasó y su mejor defensa era simplemente contar la verdad, lo que en realidad había pasado. Es lo que hicieron.
Aseguraron el sepulcro, a no ser que los discípulos de Jesús robaran el cuerpo y proclamaran la mentira de que hubiera resucitado. ¿Estos hombres augustos se oponían a la mentira? ¡No! ¿Qué proponen a los soldados? No podían refutar el informe de los soldados porque sabían que lo que decían era cierto. ¿Con qué motivo daría tal reporte si no fue cierto? El único “remedio” era pagarles mucho dinero para contar una mentira. Aquí está evidencia adicional de lo corrupto de su corazón, completamente desprovisto del temor de Dios.
Cuando Jesús fue prendido, los discípulos huyeron. Estaban desparramados y Pedro aun le negó. ¿Quién podría creer que tales hombres tan desalentados y miedosos se atreverían a intentar tal cosa? Habrían tenido que llegar al sepulcro, quebrar el sello, remover la “muy grande” piedra, y sacar el cuerpo sin despertar a los guardas. Sería mucho más difícil creer esta mentira que aceptar la sencilla verdad tan obvia de la resurrección.
¿Con qué propósito habrían robado el cuerpo? Si hubieran logrado robar el cuerpo, y si hubieran dicho que Jesús había resucitado, ¿quién les habría creído si no pudieran producir el cuerpo de Jesús?
Los enemigos del Evangelio han acusado que los apóstoles predicaban la resurrección de Jesús porque ellos eran hombres muy crédulos, que de todo corazón esperaban y anhelaban la resurrección de Jesús y, por eso, se engañaban solos, pero todos los hechos están en contra de esta acusación, porque la verdad es que los apóstoles no creían en la resurrección. Ni siquiera creyeron a las mujeres que lo habían visto resucitado. Aun en los momentos finales de la estancia de Jesús aquí en la tierra, “se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado”[24].
Pero no solamente debían sobornar a los soldados corruptos, sino también al gobernador. Todos los políticos corruptos se entienden. Los tales tienen su precio, y el dinero tiene poder para todo.
g) Discípulos de Emaús (Marcos 16.12; Lucas 24.13-32).
Pero después apareció en otra forma; Jesús ahora anda en el cuerpo glorificado y puede alterar la forma que ese cuerpo dé a las personas[25]. Hubo algo misterioso en la manera de su aparición a dos discípulos que iban por el camino, saliendo de Jerusalén.
Van para una aldea de nombre Emaús, a distancia de unos doce kilómetros de Jerusalén. Uno de ellos es Cleofas[26]. Iban conversando sobre lo acontecido, y un hombre se les acerca. La conversación con ellos sería en ese momento de más provecho si no lo hubiesen podido reconocer. Ellos tenían los ojos velados. La Biblia no explica esto y no conviene especular en cuanto a cómo sus ojos “estaban velados” y cómo después “le reconocieron”. Estos textos no fueron escritos para contestar toda pregunta que pudiéramos hacer sobre la naturaleza exacta del cuerpo resucitado de Jesús. Debemos concentrarnos en la cosa importantísima: La resurrección corporal de Jesús. El fenómeno que estamos observando: Ojos velados, ojos abiertos, se desapareció de su vista, se puso en medio de ellos, etc., indica claramente que aunque Cristo resucitó corporalmente, Él era diferente y, obviamente, no había resucitado para volver a la misma clase de vida que llevaba antes de morir. No resucitó para enseñar y predicar en las sinagogas y en el Templo.
Jesús les pregunta sobre lo que conversan y ellos se admiran que él no se hubiese dado cuenta de algo tan sonado en Jerusalén. Muchos judíos se congregaban en Jerusalén para la Pascua[27]. Eran forasteros o extranjeros porque no eran de Palestina. Acerca de “Jesús nazareno, que fue varón profeta”, dicen que Jesús era un profeta; no podían creer que era el Mesías porque creían que no sería posible matar al Mesías.
No acusaron a los romanos, sino a líderes de los judíos. Hoy en día se oye de vez en cuando de los que quieren negar esto, pero ¿qué dice Mateo 27.25? Pablo dice lo mismo 1 Tesalonicenses 2.14-16. Esto no es antisemitismo. Simplemente es una reflexión acertada de un hecho histórico.
Pero ellos esperaban, en tiempo pasado, no “esperamos” sino “esperábamos”, que él era el que había de salvar a Israel de los romanos; y ahora, ya es el tercer día desde que murió, pero habían quedado asombrados, no dice que les creyeron, del anuncio de unas mujeres que decían haber visto ángeles que les avisaron que él vive.
Por causa de sus conceptos erróneos del Mesías y su Reino, no examinaron bien la evidencia que se les presentaba. Era muy importante que los discípulos fueran persuadidos por las Escrituras, y no solamente por los sentidos. Por eso, en lugar de pensar que su muerte era prueba de que no era el Mesías, por el contrario, era una de las pruebas principales de que sí lo era. Para ellos la muerte de Cristo era muy inconsecuente con su gloria, pero Jesús explica que su muerte era precisamente el camino a la gloria.
i. Era necesario que el Cristo padeciera porque “Dios es amor”[28], “no queriendo que ninguno perezca”[29]; por eso, “ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”[30].
ii. Era necesario que el Cristo entrara en su gloria[31].
iii. Era necesario que la Escritura se cumpliera, no podía fallar.
iv. Era necesario que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
Les explica, partiendo desde Moisés les exponía en las Escrituras lo que de Él decían. Cristo se encuentra en el Antiguo Testamento. Los judíos leían los escritos de Moisés y los profetas cada sábado. Habían leído Isaías 53, que claramente predice la muerte del Mesías, muchas veces. ¿Por qué no podían entender estas Escrituras? El problema de los líderes religiosos de los días de Jesús era que, en general, al leer el Antiguo Testamento veían solo la gloria y victoria del Mesías y no veían el hecho de que la senda para alcanzar estas bendiciones era una de sufrimiento. A veces llegaban incluso a aplicar al Mesías las referencias en Isaías 52.13- 53.12, a la gloria del Siervo, pero a Israel las referencias a los sufrimientos del Siervo; es decir, ellos simplemente no querían aceptar que su Mesías tendría que sufrir, porque fervientemente anhelaban un Mesías conquistador como David, su padre. Querían tener la gloria para su nación como en los días de David y Salomón. Por lo tanto, cuando el verdadero Mesías, Jesús de Nazaret, estaba entre ellos lo rechazaron.
Al llegar a Emaús, Jesús sigue, ya que esperaba la invitación de ellos, que a la verdad no iban a romper su tradición de excelentes anfitriones y le obligaron a quedarse. Cuando llegó el momento de tomar los alimentos, Jesús rompe la tradición y hace el papel de anfitrión en lugar del papel de huésped. Es entonces que les son “abiertos los ojos, y le reconocieron”, pero Él se desapareció. Ahora estos discípulos que estaban desesperanzados vuelven a tener esperanza. Habiendo sido tan desanimados, ahora son fervientes en espíritu. ¿Se puede decir que los corazones de los primeros conversos, los tres mil, los samaritanos, el eunuco, Saulo, Cornelio, Lidia, el carcelero, ardían cuando escuchaban la predicación del Evangelio? ¿Cuántos corazones arden cuando les predicamos la palabra de salvación?
Aunque “se hace tarde, y el día ya ha declinado”, “en la misma hora” hacen este viaje de unos doce kilómetros para compartir las buenas nuevas con los apóstoles, como lo habían hecho las mujeres.
h) Aparición a los discípulos (Marcos 16.13; Lucas 24.33-43).
El mismo día que Jesús resucitó fue visto por las siguientes personas: María Magdalena[32]; las mujeres cuando fueron a avisar a los apóstoles[33]; Pedro[34]; los dos discípulos que iban a Emaús; y ahora el grupo de apóstoles.
Aunque estaban las puertas cerradas por el miedo que aún sentían, mientras los discípulos de Emaús aún contaban lo ocurrido, Jesús apareció[35]. No llegó para reprenderles, sino para pronunciar una bendición sobre ellos.
Aunque habían dicho: “Ha resucitado el Señor verdaderamente”, se encontraban espantados, pensando que veían un espíritu.¿Es posible ver un espíritu? Dios no permite que los espíritus de los muertos vuelvan a la tierra para hablar con los vivos. Él les hace ver que es real, no un fantasma, diciéndoles que le toquen. Algunos se confunden porque antes había dicho a María Magdalena: “No me toques…”[36], ahora les dice que le toquen. Pero cuando se lo dice a María usa el verbo hapto y según el Diccionario Vine, significa “aferrarse a, asirse de”, porque es probable que María le apretaba fuertemente.
Nadie puede dar una descripción exacta del cuerpo resucitado de Jesús. Aceptamos por fe todo texto que habla de sus apariciones, que le podían ver, oír y palpar, que comía, etc., y dejamos de lado toda especulación. Jesús dice “palpad”, porque si los apóstoles solamente hubieran visto a Jesús, podrían comenzar a tener dudas otra vez pensando, como en esta ocasión, que era aparición de un espíritu. Al ver, oír y palpar, ¿cómo podrían después dudar? Esto era muy impresionante.
A pesar de esto, ellos no lo creían. Tales textos muestran lo muy humano que eran los apóstoles. Cuando Jesús expiró la situación parecía irremediablemente perdida. Era el fin. Jesús ya no estaba. Había muerto. Creer ahora que él de veras estaba parado en medio de ellos vivo y sano era casi imposible. ¿Era un espíritu lo que estaban viendo? Un momento decían: “Debe ser Jesús. ¡Qué maravilla!” Y en el momento siguiente. “Es demasiado bueno para ser verdad. Debe ser un espíritu”.
Algunos de los que rechazan la resurrección de Jesús han dicho que los apóstoles robaron el cuerpo de Jesús y decían que resucitó, pero, por el contrario, ellos decían repetidas veces que no resucitó.
Era de suma importancia que Jesús convenciera a los apóstoles de su resurrección corporal. No podrían salir predicando el Evangelio si no estaban plenamente convencidos de esto. No podían predicar al resucitado Cristo como fantasma o un espíritu. Podían ver y palpar sus manos y pies y como colmo “comió delante de ellos”. Era el mismo Jesús que murió en la cruz. No es posible palpar a un espíritu. Tampoco puede un espíritu comer[37].
Cuando llegan los discípulos de Emaús aquel domingo ya de noche, oyen a los once y los otros diciendo que el Señor ha resucitado y que ha aparecido a Simón Pedro. Luego ellos dan su testimonio. Pero a pesar de todo esto, el grupo no les cree a los dos. Se implica que tampoco habían creído el testimonio de Pedro.
j. Ocho días después (Marcos 16.14).
La ocasión referida probablemente es la del evento narrado en Lucas 24.36-43 y Juan 20.19-23. Jesús les reprende o censura. Aquí aparece el mismo verbo griego que en Marcos 15.32, “injuriar, o insultar”, y en Mateo 11.20, “reconvenir”.
La reprensión de Jesús se debe a la incredulidad y dureza de corazón de los discípulos. Ellos habían tenido el testimonio de varios hombres y de un grupo de mujeres, pero sin creer. Jesús censura, o condena, el rechazamiento del testimonio ocular. Los hombres hoy en día siguen en su incredulidad, y están sin excusa, porque rechazan el testimonio ocular.
Los críticos incrédulos de la Biblia no pueden acusar a los discípulos de haber sido gente muy crédula y que por eso salieron a predicar acerca de un Cristo resucitado. Los discípulos persistían en su incredulidad.
k. En un monte en Galilea (Mateo 28.16-20; Marcos 16.15-18; Lucas 24.44-49).
Varias semanas pasan entre lo narrado antes y este nuevo episodio, que ha sido llamado “La Gran Comisión”.
Esta es una reunión, la última, de Jesús con sus discípulos. Repetidas veces les decía que iba a padecer, morir y resucitar. Al decir “estando aún vosotros” indica que ahora no estará con ellos como antes. Durante más de tres años había estado con ellos físicamente, día y noche, y siempre estaría con ellos[38], pero no físicamente.
Como era necesario que Cristo muriera, resucitara y entrara en su gloria, también era necesario que este mensaje de salvación se predicara. Así es el plan de Dios. Gran parte del mundo religioso cree en “experiencias de gracia”. Creen que de alguna forma Dios toca el corazón del hombre aparte de la predicación del Evangelio para regenerarlo. Esta teología falsa niega que sea necesario que el mensaje de salvación se predique en todas las naciones.
Jesús manifiesta que Él es quien tiene “Toda potestad”, toda autoridad, que viene de la palabra exousia, en la tierra. Es blasfemia enseñar que algún hombre en la tierra es cabeza de la iglesia visible. Ahora Cristo sería Profeta, Sacerdote, Rey, Mediador, Intercesor, y Salvador de su pueblo, y Juez sobre todos los seres creados[39].
Jesús afirma que tiene toda autoridad, y luego inmediatamente la ejerce. No envió a los apóstoles solamente a los judíos, sino a todas las naciones. Ahora en lugar de decir: “Por camino de gentiles no vayáis”, dice: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura”[40].
Para hacer discípulos es necesario predicarles el Evangelio. Los que puedan llegar a ser discípulos son los que pueden oír y entender el mensaje de salvación. Este asunto queda bien explicado e ilustrado en Hechos 2.38, 41, 8.12, 36-38; 9-11; 16; 18.8, 19.5.
El pronombre “les” se refiere a “los once mismos” de Marcos 16.14. Jesús ahora comisiona a sus apóstoles a ir a predicar el Evangelio “comenzando desde Jerusalén”[41]. Aunque Jesús había predicado mucho en Galilea, la predicación de los apóstoles bajo la Gran Comisión no había de comenzar en Galilea, sino en Jerusalén, donde había sido crucificado y donde la oposición sería severa[42]. El primer lugar donde el Señor ofrece su gracia y perdón es aquí mismo donde había exagerada maldad.
Ya habían recibido una comisión anterior[43], pero fue una limitada a las ovejas perdidas de Israel[44]. Esta comisión se llama “La Gran Comisión” porque es universal, a todas las naciones[45]. Detrás de ella es la autoridad plenaria de Jesucristo[46]. El evangelio es para todo el mundo[47].
Los discípulos eran verdaderos testigos. Los que aplican esta palabra a los que hoy en día evangelizan, le quitan su significado y desprecian la obra de los apóstoles. Hay un grupo religioso que enseña que Cristo no era Dios sino un “dios”, un ser creado y, aunque blasfeman a Cristo, profesan ser “testigos de Jehová”. Los apóstoles testificaban lo que habían visto y oído[48]. Obsérvense las palabras “testigos”, “testificar” y “testimonio” como se usan a través del libro de Hechos, como también en las epístolas. Para justificar el uso de estos términos en la actualidad algunos dicen: “Pero solamente las usamos en sentido secundario”. No se usaban en sentido secundario en el Nuevo Testamento y cuando se usan ahora de esa manera se minimiza la fuerza del testimonio de los verdaderos testigos de Cristo.
Buscando alguna autoridad bíblica por el bautismo de infantes, un sacerdote católico una vez preguntó: “¿No son los bebés criaturas?” Sí, solemos llamarles criaturas. Pero las criaturas aquí referidas son las a quienes se les predica, y que pueden creer y ser bautizadas. Recordemos que los gatos y perros también son criaturas y no por ello los bautizamos. El sacerdote católico no predica a infantes. El infante no puede creer, ni arrepentirse[49]. El bautismo no es para él. Es para “hombres y mujeres”[50].
El evangelio, o buenas nuevas, ahora es identificado por Marcos solamente en forma breve: El que cree y es bautizado será salvo. El término “Evangelio”, se emplea en forma más extensa en otros pasajes, con referencia a la doctrina de Cristo expuesta en el Nuevo Testamento[51].
El romanismo enseña que el que no cree, el infante, pero que es bautizado, será salvo. El protestantismo enseña que el que cree y no es bautizado será salvo y que después puede ser bautizado. Cristo dio órdenes a sus apóstoles a enseñar que “el que cree y es bautizado, será salvo”. ¿Quién tiene la razón en esto?
Lo que la persona tiene que creer es que Jesús es el Hijo de Dios[52]. No es cuestión de sencillamente tener alguna fe, o creer en algo. La palabra “fe” se emplea en dos sentidos en el Nuevo Testamento:
a) En sentido comprensivo, significa hacer todo cuanto la fe requiera[53]. Esto quiere decir que la persona es justificada cuando obedece de corazón lo que el Evangelio le manda hacer[54].
b) En sentido específico, significa un reconocimiento de la verdad de un caso, la aceptación mental de la veracidad de lo reclamado. Un ejemplo de esto se encuentra en Juan 12.42. La fe en este sentido se emplea en Marcos 16.16. Es importante, pero sola ¡no salva![55]
El bautismo es una sepultura en agua para perdón de los pecados[56]. La palabra “bautismo” es una transliteración de la palabra griega que significa “inmersión”. El rociamiento y la aspersión son sustitutos que los hombres introdujeron después del tiempo de los apóstoles, pero ninguno de ellos es un verdadero bautismo.
El agua del renacimiento[57] es el del bautismo[58], el bautismo redime pecados[59] o lava pecados[60], es por el bautismo que la persona es sepultada juntamente con Cristo para muerte[61]; del bautismo la persona sale para andar en novedad de vida[62]; el bautismo pone a la persona bautizada en Cristo[63], y salva[64]. Jesús derramó su sangre “para remisión de los pecados”. Ahora, esa sangre es alcanzada por el bautismo porque la persona es bautizada “en su muerte”. Con razón el bautismo es para perdón de los pecados[65], es para salvación[66].
Jesús hablo de tres acciones distintas:
a) Hacer discípulos.
b) Bautizar; y
c) Enseñar a los bautizados.
Pero “bautizándolos” y “enseñándoles” son gerundios que dependen de la acción del verbo principal: “Haced discípulos”; es decir, estos dos gerundios explican cómo hacer discípulos. Compárese la siguiente frase: “Arreglad el automóvil, engrasándolo y cambiando el aceite”. Jesús no dice simplemente “id, y enseñar”, sino “id, y haced discípulos”. Según Hechos de los Apóstoles los discípulos son los que han obedecido al Evangelio; por lo tanto, no es posible “hacer discípulos” sin bautizarlos. El verbo matheteusate, traducida haced discípulos, es verbo comprensivo; abarca todo el proceso nombrado por Jesús en este texto.
El bautismo debe ser hecho “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, ¡he aquí la gran solemnidad de este acto de obediencia! Jesucristo mismo lo manda. Él mismo dice que este acto se hace en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¿Qué podría dar al bautismo más importancia y más seriedad? Tomando en cuenta este texto tan importante, ¿cómo es que tantos predicadores, pastores y evangelistas se atreven a decir que el bautismo no es necesario para la salvación? Todos saben la importancia de la fe, pero ni siquiera de la fe dice Cristo “creer en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. El bautismo goza de una prioridad en este respecto. Recuérdese que el único mandamiento dado por Cristo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo es el bautismo en agua para perdón de pecados. Todos los líderes religiosos que niegan esta verdad, y todas las personas que ellos han engañado, tendrán que dar cuenta a Cristo el Juez Justo en Aquel Día.
Estas palabras no son una fórmula bautismal, que no hay; más bien Jesús habla del propósito del bautismo. Tiene que ver con someterse a la autoridad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo para recibir el perdón de sus pecados y el don del Espíritu Santo. La preposición en traduce la palabra eis que indica no solamente “en”, sino poner dentro de o entrar en comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo[67]. Por lo tanto, al ser bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, uno entra en comunión con los Tres. Si el bautismo es no para perdón de pecados[68], entonces tampoco fue derramada la sangre de Jesús “para remisión de los pecados”[69]. Las palabras griegas son idénticas. Solamente los calvinistas tienen problemas con esto. Los que simplemente aceptan el Evangelio sencillo y obvio no tienen problema alguno.
Lo que condena a la persona es el pecado[70] y todos los hombres hemos pecado[71]. Por eso si la persona no cree que Jesús sea el Hijo de Dios, morirá en sus pecados[72]. La fe es el primer paso en el plan de salvación, después de oír el evangelio predicado.
Hay quienes afirman que por la fe sola la persona puede ser salva, sin que se bautice. Argumentan que Jesús no dijo: “El que no creyere y no fuere bautizado, será condenado”. Atendamos a este sofisma, o falso razonamiento. Si la persona rehúsa creer, claro es que no va a obedecer los demás pasos o condiciones de la salvación. Por eso no fue necesario que Jesús dijera que “el que no creyere y no fuere bautizado, será condenado”. Tampoco fue necesario que Jesús dijera que “el no creyere y no se arrepintiere ni confesare su fe en él, será condenado”. Si la persona no cree en Jesucristo, no va a hacer nada para ser salvo. Hay muchas maneras de ilustrar el punto: “El que recibiere la medicina del doctor y la tomare, sanará, pero el que no la recibiere, morirá”. Preguntemos: ¿Es necesario decir que el que no recibe la medicina del doctor y no la toma, morirá? Si no la recibe, morirá, porque no la tendrá para tomarla y vivir.
“…yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros”, que era el Espíritu Santo. Desde luego, los apóstoles no podían haber llevado a cabo la Gran Comisión sin esta ayuda divina.
“Y estas señales”, aparte de la palabra “señales”, el Nuevo Testamento emplea otros dos términos: “Prodigios” y “milagros” o, maravillas[73]. Son obras sobrenaturales. La palabra “señal” pone énfasis en la evidencia divina que reside en la persona que hace la señal. La palabra “prodigio” subraya la maravilla que es causada en la persona que observa la obra sobrenatural. La palabra “milagro” enfatiza el poder detrás de la obra.
Estas señales eran para confirmar[74]. Cuando la Palabra fue confirmada, entonces estas señales cesaron. Cristo prometió ayudar a los apóstoles con estas señales “en todas partes”; el Evangelio llegó a predicarse “en toda la creación debajo del cielo”[75]. Para entonces ya iban cesando las señales, pues ya habían confirmado la Palabra predicada en todas partes. Cuando vino “lo perfecto”, la completada revelación del Evangelio, cesaron las lenguas[76].
Si no hay nuevas revelaciones hoy, no hay necesidad de señales para confirmar. Esto, los pentecostales lo ignoran por completo.
¿A quiénes fueron prometidas estas señales? Los pentecostales aplican esta promesa a sí mismos sencillamente porque se consideran “creyentes”, pero fueron prometidas primeramente a los apóstoles. Cristo se dirigía directamente a ellos. Les había reprochado por su incredulidad respecto a su resurrección. Tendrían que creer para que Dios obrara por ellos en las referidas señales.
Fueron prometidas también a otros, porque Cristo cambia de la segunda persona plural, vosotros, a la tercera plural, “a los que creen”. ¿Quiénes son estos creyentes? No son todos los creyentes recién bautizados. En Hechos 8.12 vemos que hombres y mujeres de Samaria creyeron y fueron bautizados, pero que por un tiempo no habían recibido el Espíritu Santo. Habían recibido el “don del Espíritu Santo” cuando fueron bautizados en agua[77], pero solamente por la imposición de manos apostólicas “se daba el Espíritu Santo”[78]. El “don del Espíritu Santo” no es la misma cosa que “dones espirituales”.
La frase “a los que creen”, se limita a cristianos sobre los cuales los apóstoles impusieran sus manos para impartirles dones[79]. Esto fue por un tiempo limitado y según el propósito de los milagros; a saber, la confirmación de la Palabra que estaba siendo revelada[80]. Sin la imposición de manos apostólicas, los samaritanos, los efesios, y Timoteo, nunca habrían recibido estas señales.
Estas señales no fueron prometidas a todo creyente para todo el tiempo. La prueba está en la sencilla observación de que todo creyente hoy en día no las puede hacer. Ni todo pentecostal reclama hacerlas todas, y muchos de estos no profesan tener ninguna de las cinco señales; no obstante, reclaman ser creyentes.
Si una de estas señales, por ejemplo, el hablar nuevas lenguas, es para todo creyente por todo el tiempo, entonces “todas” estas señales son para él. ¿Es justo el glosólogo[81] con este pasaje? Los glosólogos tienen reuniones para ejercer el don de “nuevas lenguas”; ¿por qué no las tienen para el don de “beber cosas mortíferas”?
“En mi nombre”, aquí la frase significa “por la autoridad de Cristo”. En Lucas 10.17 vemos que los setenta hicieron milagros “en tu nombre” porque Jesús les había dado autoridad. En Lucas 9.1 vemos que Jesús dio autoridad a los apóstoles para obrar milagros. Ester 2.2 ilustra cómo hacer algo en el nombre de una persona es hacerlo por la autoridad de ella.
“…echarán fuera demonios”, que era un don que los apóstoles ya habían ejercido. Ahora Jesús les promete que este es uno de los dones que les seguirá en su obra de predicar el Evangelio en la Gran Comisión[82].
Hay dos palabras griegas para decir “nuevo”: neos y kainos. Neos significa “nuevo” en el sentido de tiempo; tiene poco tiempo, es reciente, joven. Kainos significa “nuevo” en el sentido de no acostumbrado, o sin uso, o de otra naturaleza. Marcos emplea la palabra kainos. Algunos argumentan que las lenguas aquí referidas eran nuevas en el sentido de no ser humanas ni usadas en siglos pasados. Pero el texto griego está en contra de su afirmación. Eran nuevas en el sentido de que no eran lenguas a las cuales estuvieran acostumbrados los apóstoles, de habla griega. Estas no serían las primeras veces que estas lenguas se hablaran, pero sí fueron de una cualidad “nueva” para los apóstoles y para los otros cristianos primitivos con el don de hablar lenguas, porque nunca las habían hablado. Las “nuevas lenguas” de este pasaje son las mismas que las “otras lenguas” de Hechos 2.4. Hechos 2 es un comentario inspirado sobre estas nuevas lenguas.
Marcos 16.17-18 tiene más que los pentecostales no quieren explicar, porque habla de más que lenguas sencillamente. ¿Qué de tomar en las manos serpientes[83], y de beber cosa mortífera, y de echar fuera demonios[84]. Muchos de los pentecostales y carismáticos no quieren nada de este pasaje, excepto lo de lenguas. Su texto de prueba, ¡prueba demasiado!
La razón por qué dos de estas cinco señales son más populares hoy en día, entre la gente crédula o malinformada en las Escrituras, es que se pueden falsificar más fácilmente. Los pocos grupos pentecostales, que de vez en cuando tienen reuniones especiales para manejar serpientes y tomar veneno, no convencen al mundo incrédulo, porque siempre los practicantes sufren gran daño, y a veces la muerte. Pero la mayoría de entre los pentecostales ignoran estas actividades, y se contentan con algo que más fácilmente puede impresionar y engañar a la gente; es decir, con las llamadas sanidades y con las lenguas, que en realidad no son lenguas, sino pura habla extática[85].
Los glosólogos se contentan con sus lenguas porque, de las cinco señales de este pasaje, la de hablar “nuevas lenguas” es la que más fácilmente pueden fingir. No sería fácil engañar a la gente con su glosolalia si la gente no fuera tan ignorante de la enseñanza bíblica respecto a estas señales.
“…tomarán en las manos serpientes”, aunque la idea no es de celebrar reuniones en qué tomar serpientes en las manos, sin sufrir daño, solamente para impresionar a audiencias. Es más bien la de protección prometida de parte de Cristo, y que en tal evento el suceso serviría de señal a quienes fueran testigos de ello de que Jesús estaba con sus apóstoles.
“…y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño”, pero no hay ningún caso registrado en el Nuevo Testamento. Los apóstoles tendrían enemigos que buscarían sus vidas y entre otros medios de lograr la muerte de uno ellos podrían usar el veneno. Pero, bebiendo los apóstoles cosa mortífera, no les haría daño. Pero hay que tener cuidado, ya que el pasaje no dice que “beberán” cosa mortífera, sino: “…si bebieren cosa mortífera”. No bebían cosa mortífera sencillamente para probar algo.
“…sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”, es otro de los dones en que insisten los pentecostales y carismáticos. Si este don es para todo creyente de todo el tiempo, podríamos pensar que nadie moriría de enfermedad ya que con el gran número de creyentes en el mundo podrían sanar a los enfermos y no habría necesidad de cementerios ni hospitales. Pero Dios no daría un don de tal categoría que obrara en contra de su decreto hallado en Hebreos 9.27.
Aquí termina Mateo su relato de la vida de Jesús.
[1] Juan 20.11-12.
[2] Hechos 2.47.
[3] Hechos 20.7.
[4] 1 corintios 16.2.
[5] Juan 20.1-2.
[6] Romanos 1.4; 1 Corintios 15.16-19.
[7] Lucas 24.11.
[8] Lucas 24.21.
[9] 1 Corintios 15.5-8; Hechos 10.40-41.
[10] Hechos 1.9-11.
[11] Hechos 3.6.
[12] Mateo 16.21, 17.23, 26.32; Romanos 6.4, 8.11.
[13] Marcos 9.31; Lucas 18.33; Juan 10.17-18.
[14] Mateo 16.21, 17.22-23, 20.18-19; Marcos 8.31, 9.31, 10.33-34; Lucas 9.22, 18.31-33.
[15] Romanos 4.25.
[16] Romanos 1.4.
[17] Mateo 28.16-20.
[18] Lucas 23.6.
[19] Mateo 2.23.
[20] Juan 20.17-18.
[21] Lucas 24.36-40.
[22] Juan 20.24-25.
[23] Lucas 24.34; 1 Corintios 15.5.
[24] Marcos 16.14.
[25] Lucas 24.36-43.
[26] Lucas 24.18.
[27] Hechos 2.9-11.
[28] 1 juan 4.16.
[29] 2 Pedro 3.9.
[30] Juan 3.16.
[31] Juan 17.5; Filipenses 2.9-11.
[32] Juan 20.14.
[33] Mateo 28.9.
[34] Lucas 24.34.
[35] Juan 20.19.
[36] Juan 20.17.
[37] Hechos 1.3.
[38] Mateo 28.20.
[39] Juan 5.22-23; 1 Corintios 15.25-27; Efesios 1.20-23; Filipenses 2.9-11.
[40] Marcos 16.15; Hechos 1.8.
[41] Isaías 2.3.
[42] Hechos 1.8.
[43] Marcos 6.7.
[44] Mateo 10.5-6.
[45] Mateo 28.19; Lucas 24.47.
[46] Mateo 28.28.
[47] Gálatas 3.26-28; Hebreos 2.9.
[48] Juan 15.27; Hechos 1.8.
[49] Hechos 2.38.
[50] Hechos 8.12.
[51] Gálatas 2.14; 1 Timoteo 1.10-11.
[52] Hechos 8.37; Romanos 10.8-10.
[53] Romanos 5.1.
[54] Romanos 6.17-18.
[55] Santiago 2.24.
[56] Colosenses 2.12; Hechos 2.38, 8.38-39, 10.48, 22.16.
[57] Juan 3.3-5.
[58] Hechos 10.47.
[59] Hechos 2.38.
[60] Hechos 22.16.
[61] Romanos 6.4.
[62] Romanos 6.4.
[63] Gálatas 3.26-27.
[64] 1 Pedro 3.21.
[65] Hechos 2.38.
[66] Marcos 16.16.
[67] Gálatas 3.27; Romanos 6.3; Hechos 2.38.
[68] Hechos 2.38.
[69] Mateo 26.28.
[70] Romanos 6.23.
[71] Romanos 3.23.
[72] Juan 8.24.
[73] 2 Corintios 12.12; Hebreos 2.4; Hechos 2.22.
[74] Hebreos 2.3.
[75] Colosenses 1.23.
[76] 1 Corintios 13.8-10.
[77] Hechos 2.38.
[78] Hechos 8.18.
[79] Hechos 19.1-6; 2 Timoteo 1.6.
[80] Hebreos 2.3.
[81] El que reclama hablar en lenguas desconocidas para él.
[82] Hechos 8.7.
[83] Hechos 28.3-5.
[84] Hechos 8.7.
[85] De éxtasis.