La Iglesia Moderna
VIII. La Iglesia Moderna.
Dejamos de lado a la Iglesia Católica porque en realidad es digna de un estudio más cuidadoso y que nos exigiría mucho tiempo, que quizá en otra oportunidad podamos tomarlo. Nos concentraremos más bien al estudio del mundo “evangélico” o “protestante”.
A. Los Puritanos.
Durante el reinado de Enrique VIII[1], Inglaterra abandonó el catolicismo y adoptó la religión protestante, camino que prosiguió y definidamente instituyó su sucesor, Eduardo VI, quien en 1550 adoptó la fe protestante. Sin embargo María I, hermana de Eduardo VI, que gobernó entre 1553 y 1558, adoptó nuevamente el catolicismo. Persiguió duramente a los protestantes, que debieron exiliarse en Suiza y Alemania, y contrajo enlace con Felipe II, de España.
El 17 de noviembre de 1558, a la muerte de María, el trono inglés fue ocupado por su hermana, Elizabeth, de religión protestante, que reprimió a los católicos no solo de Inglaterra, sino también de Irlanda y apoyó a los protestantes de Francia y los Países Bajos que se habían rebelado contra España, gobernada por Felipe II. Un destacado sacerdote puritano, en el reinado de Elizabeth I, fue Thomas Cartwright, quien negó serlo. Es recordado, en particular, por su defensa de la política presbiteriana; pero el puritanismo no puede identificarse con el presbiterianismo, porque un mayoritario sector del movimiento adoptó, más adelante, el congregacionalismo.
La Iglesia de Inglaterra, anglicana, es una combinación de la católica, aunque no católica romana, y la protestante, no aceptando la autoridad de Papa. En ella hay partidarios a la reunión con la Iglesia Católica, los que se contentan con ser simplemente “anglicanos” y existe un grupo radical que buscaba una Iglesia más parecida a las establecidas en Escocia o en Ginebra. Este grupo fue llamado “puritano” y surgen como un intento por “purificar” la Iglesia de Inglaterra, durante el reinado de Elizabeth I de Inglaterra. Interpretan las Escrituras al estilo de los calvinistas europeos, rechazando el persignarse, los ornamentos, ciertos rituales y el gobierno jerárquico de los obispos.
Durante el siglo XVI, un sector importante de la Iglesia de Inglaterra sentía que la ruptura definitiva con la Iglesia Católica Romana no se había terminado de producir, ya que buena parte de la liturgia y las creencias seguían siendo muy similares. Por otro lado, el anglicanismo estaba demasiado próximo al poder real inglés, obediente a sus decisiones y, por tanto, arbitrario según las coyunturas del momento.
En el siglo XVII, los puritanos iniciaron una tarea de reforma de esa institución para adecuarla a su credo.
Se puede hacer una distinción doctrinal entre la teología calvinista de los puritanos y el arminianismo del arzobispo William Laud, jefe de la fracción opuesta en la época del rey Carlos I, pero en la práctica la línea fronteriza entre los calvinistas y los arminianos es poco nítida. La esencia del puritanismo yace en la intensidad del compromiso de los puritanos con una moral, una forma de culto y una sociedad civil que interpreta rígidamente los mandamientos de Dios.
El dogma central del puritanismo era la autoridad suprema de Dios sobre los asuntos humanos. Para algunos, tal autoridad se expresaba hasta el grado de la predestinación enseñada por Jean Calvino, pero no todos compartían esta opinión.
Además, los puritanos subrayaban que el individuo debía ser reformado por la gracia de Dios. Cada persona, a la que Dios mostraba misericordia, debía comprender su propia falta de valor y confiar en que el perdón que está en Cristo le había sido dado, por lo que, por gratitud, debía seguir una vida humilde y obediente.
La teología puritana es una versión del calvinismo. Afirma la naturaleza pecaminosa que caracteriza por esencia a la especie humana; pero también declara que, por mandato eterno, Dios ha determinado que algunos se salvarán a través de la justicia de Cristo a pesar de sus pecados. Nadie puede estar seguro en esta vida de cuál va a ser su destino eterno. A pesar de todo, la experiencia de la conversión, en la que el alma queda iluminada por el Espíritu Santo, con lo que el corazón en su fuero interno pasa del pecado a la santidad representa, al menos, una indicación de que uno forma parte de los elegidos.
Otras notables creencias incluyen:
1. Un énfasis en el estudio privado de la Biblia.
2. Un deseo de que todos alcancen educación e ilustración, especialmente para que todos puedan leer la Biblia por sí mismos.
3. El sacerdocio de todos los creyentes.
4. Simpleza en la adoración, la exclusión de vestimentas, imágenes, velas, etc.
5. La no celebración de festividades tradicionales que ellos consideraban estar en violación de los principios regulares de adoración.
6. Creencia en guardar como obligatorio un día de la semana como está ordenado en los diez mandamientos, en el caso de ellos el día de la resurrección de Jesús, Domingo.
7. Algunos aprobaban la jerarquía de la Iglesia, pero otros buscaban reformar las iglesias episcopales al modelo presbiteriano. Algunos Puritanos separatistas eran presbiterianos, pero la mayoría era congregacionalistas.
Se dividieron en “separatistas”, por haberse separado de la Iglesia de Inglaterra, en “independientes”, que decidieron por un gobierno congregacional, y otros se unieron a las iglesias presbiterianas. De los puritanos surgen los primeros bautistas, que adoptaron la teología arminiana.
A la muerte de Elizabeth, en 1603, comenzó la dinastía de los Estuardo, llegando al poder, Jacobo I[2]. Con la restauración de los Estuardo, muchos puritanos aceptaron el Libro de la oración común y la regla episcopal; otros se vieron forzados a la no conformidad permanente.
A principios del siglo XVII, los puritanos buscaban la reforma completa de la Iglesia de Inglaterra para amoldarla a sus creencias. Esto provocó una persecución en toda Inglaterra, llegando incluso a considerárseles fuera de la Iglesia[3]. Coincidiendo con las primeras oleadas de emigrantes a América del Norte, no tardaron en salir muchos de ellos hacia nuevas tierras donde profesar su fe en la más completa libertad. Será Nueva Inglaterra el lugar donde se fundará la mayor cantidad de comunidades puritanas y donde se vivirá un auténtico auge de sus creencias, formando en buena parte el carácter de muchos de los territorios de lo que serían más tarde los Estados Unidos de América.
Juan Knox, fundador de la rama presbiteriana, impuso la idea de la obligación divina de oponerse, contra el despotismo de los crueles monarcas, imponiendo la superioridad de Dios sobre los poderes terrenales, dando por tierra con el ideal del absolutismo monárquico, de que el poder provenía de Dios y era incuestionable.
El puritanismo no era estático ni inmutable. Al principio solo se mantuvo para una mayor reforma en el culto, pero pronto empezó a atacar al episcopado por no ajustarse al mensaje bíblico. A veces las diferencias entre los puritanos y anglicanos parecen ser más una cuestión de valores culturales distintos que de opiniones teológicas dispares en materias relevantes, como cuando se habla del shabat como día del Señor, insistencia en la estricta observancia del día de descanso, entró en conflicto con la defensa del rey Jacobo I de practicar deportes y juegos los Domingos.
Jacobo I, continuó su política persecutoria contra los católicos, pero le añadió la de los puritanos, que se mostraban partidarios del sistema parlamentario, en contra del absolutismo monárquico. El puritanismo se convirtió en un movimiento político así como religioso cuando la protesta parlamentaria en contra del despotismo de los Estuardo se mezcló con la protesta religiosa en contra de la política del arzobispo Laud de obligar al conformismo. Tanto en Inglaterra durante la república de Cromwell, como en el siglo XVII en Nueva Inglaterra, el puritanismo ejerció la dirección y el control de la autoridad civil.
El puritanismo no era un movimiento unido y homogéneo por completo. En 1580, los separatistas fueron condenados con dureza por otros puritanos. Cuando la asamblea de Westminster[4] quiso definir la doctrina y el Gobierno, las diferencias entre los presbiterianos e independientes quedaron de manifiesto.
En 1620, en el Mayflower llegaron a lo que hoy es Estados Unidos y organizaron la Iglesia Congregacional. Luego conformaron la Iglesia Unida de Cristo. Fundaron las primeras universidades norteamericanas y Jonathan Edwards es uno de sus mejores ejemplos de pastor puritano.
Durante la monarquía de Carlos I[5] se produjo la protección a los católicos, lo que no fue bien visto por el Parlamento, por lo cual este organismo fue disuelto, aunque luego por necesidad de recursos motivada por la rebelión religiosa de los perseguidos en Escocia[6] fue restablecido en 1640, y nuevamente cancelado, cuando se negaron a apoyarlo, para volver a imponerlo, ante la notoria debilidad del poder del monarca. Esta circunstancia fue aprovechada por los partidarios de la monarquía parlamentaria, en su mayoría puritanos, quienes, bajo el liderazgo de Cromwell se apoderaron de Londres, en el año 1649. Carlos I, fue decapitado.
En los disturbios de 1640, brotó un gran número de pequeñas sectas, subrayando los aspectos de la doctrina puritana que reconoce el benéfico influjo del Espíritu Santo en el alma del creyente frente a los errores de que encarnan los representantes del orden social y la autoridad. Fueron los puritanos los que elaboraron la “Confesión de Westminster” en 1643 y los dos catecismos. Gobernaron Inglaterra en la era de Oliverio Cromwell, que encabezó la primera revolución burguesa en el mundo. Durante el mandato del puritano Cromwell, la lucha contra los católicos irlandeses se hizo implacable, imponiéndoles restricciones religiosas y cívicas.
Cuando subió al poder Carlos II, de los Estuardo, en 1659, los anglicanos volvieron a asumir el liderazgo y los puritanos fueron expulsados de la Iglesia de Inglaterra y empezaron a ser conocidos, junto a otros protestantes no anglicanos, como “no conformistas”, estallando contra ellos una persecución.
En un sentido, por lo tanto, el puritanismo fracasó. Su influencia ha persistido, sin embargo, en el metodismo en el siglo XVIII y en el evangelismo en el XIX. Más aún, en Estados Unidos, el temperamento moral del puritanismo y su sentido de ser un pueblo elegido en alianza con Dios afecta de un modo profundo al carácter nacional.
Los congregacionales prevalecieron por mucho tiempo en Nueva Inglaterra fundando las universidades de Harvard y Yale. Además desempeñaron un papel fundamental en la fundación de la Junta Americana de Comisionados para Misiones Extranjeras en 1810. Para 1931 junto con uno de los grupos denominados Iglesia Cristiana se fundió en las Iglesias Cristianas Congregacionales. Una nueva unión se dio en 1957 cuando el Sínodo Evangélico y una de las iglesias denominadas Reformada conformaron la Iglesia Unida de Cristo. Esta es la denominación más ecuménica y liberal de las iglesias históricas de Norteamérica, teniendo vínculos con la Iglesia Holandesa Remonstrante, la Iglesia Protestante Unida del Palatinado y la Iglesia del Pacto de Escandinavia.
El Consejo Congregacionalista internacional fue disuelto en 1970 para dejar lugar a la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas: Presbiterianas, reformadas y congregacionalistas.
B. Los Unitarios.
Mientras tanto, en Hungría y Polonia, mediante el socinianismo[7], se inicia un movimiento con tendencias unitarias, es decir, contrarias a la doctrina de la Trinidad, que adopta elementos del monarquianismo, el arrianismo y el adopcionismo. A este se le denomina “movimiento unitario”.
Además de negar la Trinidad, tienden a un radicalismo teológico, rechazando los milagros y lo sobrenatural. Estas ideas antitrinitarias despertaron nuevamente durante la Reforma del siglo XVI como reacción a la posición trinitaria de Roma y de los principales reformadores protestantes. Su mayor exponente en este período fue Miguel Servet, médico español perseguido por católicos y protestantes, quemado en efigie por la Inquisición católica el 17 de Junio de 1551, y quemado vivo en Ginebra por instigación de Calvino el 27 de Octubre de 1553.
En Polonia, la predicación de Valentino Gentilis, Juan Pablo Alciato y el doctor Blandrata, abrió el camino para los avances del socinianismo y la formación de la llamada “iglesia menor” o “hermanos polacos”. El movimiento logró infinidad de seguidores, pero fue restringido y después eliminado casi completamente. Aunque sobrevivió en Transilvania y Hungría.
En Estados Unidos, Priestley organizó una iglesia en Pensilvania. King’s Chapel, iglesia episcopal de Boston, se convirtió en congregación unitaria bajo el liderazgo de James Freeman. Una serie de teólogos liberales pasó entonces al unitarismo y llegaron a controlar la cátedra de Teología de Harvard, al menos por un tiempo, como lo evidencia el rechazo de, así como el aceptar ideas de otras religiones no cristianas. Esos elementos no estaban presentes en los primeros experimentos unitarios, pero sí en el unitarismo de los siglos XIX y XX.
Varios presidentes de Estados Unidos se identificaron como unitarios en cuanto a pensamiento o a militancia confesional, entre ellos Thomas Jefferson.
C. Jacobo Arminio.
Jacobus Arminius es indudablemente el teólogo más famoso que aportó la iglesia reformada holandesa. Su fama es una gran ironía puesto que la iglesia reformada holandesa era históricamente un bastión de Calvinismo más ortodoxo y Arminius ha dado su nombre a un movimiento que se basó en la oposición a calvinismo histórico.
El 10 de Octubre de 1560 nace en Oudewater, provincia de Utrecht, Holanda, Jacobo Harmenszoon, mejor conocido como Jacobo Arminio. Su padre, Herman, murió cuando era niño, quedando solo con su madre. El clérigo Theodorus Aemilius lo adoptó y lo matriculó en una escuela en la ciudad de Utrecht. Su madre fue asesinada durante la masacre de Oudewater, cometida por los españoles en 1575. Luego de la tragedia, Arminius estudia en Marburgo, Leiden y Ginebra con el patrocinio de amigos, entre los que se encontraba Rudolph Snellius. Entre sus profesores estuvieron Lambertus Danaeus, Johannes Drusius, Guillaume Feuguereius, y Johann Kolmann. Kolmann creía que el calvinismo presenta a Dios como un tirano y un verdugo. Bajo esta influencia, Arminius plantó la semilla de lo que sería la controversia con las tesis de los seguidores de Juan Calvino. Arminius llegó a estudiar sin embargo bajo la dirección de Theodore Beza en Ginebra en 1582. Fue ordenado en 1588 y nombrado pastor calvinista en Amsterdam, Holanda, adquiriendo muy buena reputación en el ejercicio de su ministerio. En esta ciudad conoció al pastor Caspar Coolhaes que, en contra de Calvino, creía que las autoridades civiles tenían ciertos poderes en cuanto a algunos asuntos eclesiásticos y tenía un espíritu más tolerante e independiente que Calvino. Se cree que ejerció una fuerte influencia sobre Arminio. Se dice que en 1589 Arminio debía defender la doctrina calvinista de la predestinación contra el punto de vista de Dirck Volckertszoon Coornhert, pero Arminio concluyó que el punto de vista calvinista era insostenible e introdujo modificaciones al mismo. En 1590 se casó con Lijsbet Reael.
Su conducta de vida nunca pudo ser reprobada, y sus seguidores lo tenían en gran estima, siendo respetado aún por sus detractores, a causa de su buen testimonio, a pesar de que en alguna oportunidad se lo había acusado falsamente de comulgar con los católicos, porque había viajado a Italia. Pero lejos estaba de Arminius tal idea.
Discrepa de los postulados originales de esa doctrina en los puntos referentes a la predestinación, al admitir la participación de la voluntad humana en el rechazo o aceptación de la gracia.
Pese a sus diferencias es nombrado profesor en Leiden, donde tiene disputas con otros teólogos protestantes. En 1608 Arminio suplicó a los Estados de Holanda convocar un Sínodo para calmar la controversia sobre la predestinación, y él mismo presenta una protesta, que fue publicada en 1610, el año siguiente a su muerte, con el nombre de la “Remonstrans”, que tenía cinco artículos:
1. La salvación es para los que creen en Cristo y perseveran en sus caminos.
2. Cristo murió por todos, aunque solo los creyentes se apropian de los beneficios de la expiación.
3. Los humanos necesitan la ayuda del Espíritu Santo para lograr agradar a Dios y creer en Cristo.
4. La gracia es indispensable, pero no irresistible.
5. Los creyentes pueden caer de la gracia y por lo tanto, perder la salvación.
Estos puntos fueron tomados y estudiados por los seguidores de Calvino donde finalmente los refutaron con 5 puntos que llegaron a llamarse “los cinco puntos del calvinismo” los cuales llegaron a ser más adelante una base para las denominaciones reformadas con las cuales estos cinco puntos los separan de las denominaciones de origen arminianas, formándose con la doctrina calvinista.
Dicho documento obliga a convocar al Sínodo de Dordrecht en 1618, al que acuden representantes del calvinismo de varios países, y los seguidores de Arminio explicaron sus doctrinas en su Protesta a los Estados Generales, pidiendo cambios en el catecismo aceptado entonces. La resistencia fue tan contundente y acalorada que condenan los preceptos de Arminio. Los arminianos fueron expulsados y perseguidos.
La teología arminiana fue aceptada por los Laudianos, que eran anglicanos partidarios del arzobispo Laud, los bautistas generales, los metodistas, la gran mayoría de los pentecostales y las iglesias de santidad.
Como reacción contra el nombramiento del teólogo arminiano Simón Episcopius, principal discípulo de Arminius, como profesor de Leiden fue convocado el Sínodo de Dort[8] que condenó la teología arminiana y a sus seguidores con el anatema. Episcopius fue condenado al destierro durante ocho años.
Los bautistas John Smyth y Thomas Helwys, exiliados en Ámsterdam entre 1606 y 1612 fueron influenciados por el arminianismo y sus seguidores son hoy conocidos como Bautistas Generales, por su convencimiento de que Jesús murió para salvar a todos los hombres que crean en Él. Por su parte, los menonitas holandeses encontraron afinidades con los arminianos tanto en su rechazo a la persecución religiosa, como en la oposición la concepción calvinista de la predestinación.
Las obras de Arminius fueron publicadas en Leiden en 1629, y en Frankfort en 1631 y 1635.
John Wesley[9], fundador del Metodismo, adhirío a la teología arminiana, de la que se hizo propagador destacado. También fue adoptada la teología arminiana en el siglo XIX por el movimiento restauracionista de los Discípulos de Cristo e Iglesias de Cristo. Actualmente las tesis arminianas han llegado a tener aceptación entre cristianos de diferentes denominaciones de varios países.
El Arminianismo enseña:
1. Elección:
La creencia de que Dios en la eternidad, escogió a aquellos que habían de ser salvos basado en su conocimiento de aquellos que responderían a su llamado y recibirían el evangelio de Jesucristo. Arminio rechazo la enseñanza calvinista de que Dios eligió algunos para ir al infierno. Arminius indica su creencia que la fe es la causa de la elección: “Es un decreto eterno y por Gracia divina en Cristo, por quien él se determina de justificar y de adoptar a los creyentes, y dotarlos con vida eterna, y condenar a los incrédulos e impenitentes”.
2. Expiación Sin Límites:
La creencia que Jesucristo murió en la cruz por todo el mundo, que su sangre es suficiente para pagar la penalidad de los pecados de todo la humanidad. Enseña que toda la humanidad puede ser salva.
3. Inhabilidad natural:
La enseñanza que el hombre no se puede salvar a sí mismo, pero que el Espíritu Santo debe efectuar el nuevo nacimiento en él. Los arminianos ortodoxos no creen que el hombre esta totalmente depravado y condenado como resultado del pecado de Adán, sino que solamente es culpable cuando Él escoge pecar voluntariamente.
4. Gracia Preveniente:
La enseñanza de que el trabajo preparatorio del Espíritu Santo hace que la persona pueda responder al Evangelio y cooperar con Dios en el Plan de Salvación.
5. Perseverancia Condicional:
La creencia que el hombre puede escoger rechazar a Dios, perdiendo así su salvación, aun después de haber nacido de nuevo. Al contrario de la doctrina “una vez salvo, siempre salvo” de los calvinistas, el arminiano cree que el creyente debe permanecer en Cristo para ser salvo, y que el creyente puede escoger apartarse de Dios.
Arminius deseó una teología de la tolerancia con la cual hizo que Dios se presentase justo en todos sus dones. Como muchos otros, Arminius pensó que esta clase de teología haría más fácil predicar el Evangelio y acentuar responsabilidad humana. Pero Arminius no pudo en última instancia tener una teología verdadera de la tolerancia. Para Arminius la tolerancia es esencial y la tolerancia es necesaria, pero la tolerancia de Dios no es absolutamente eficaz. La respuesta del hombre a la tolerancia sigue siendo el factor final, decisivo en la salvación. Jesús es no más que el Salvador real de la gente. Él hace el quién hace la salvación posible, el camino hacia ella.
La enseñanza de Arminius da vuelta el concepto de que la Fe se apoya exclusivamente en la obra de Cristo y lo sustituye por otro que implica la reponsabilidad del hombre, y tiende para cambiar el concepto de que la fe es recibida por la justificación de Cristo al que quien reciba a Jesucristo está justificado por ese hecho.
La controversia rabió en los Países Bajos por el Arminianismo excesivo, incluso amenazando guerra civil.
Arminio no escribió un cuerpo de doctrinas como la Institución de Calvino, pero escribió muchísimo, tanto en sus años de pastor como en los de profesor de teología. Sus escritos tuvieron, casi todos, carácter polémico. También escribió para defenderse de lo que él llamaba “incorrectas representaciones de sus puntos de vista”.
Especialmente interesante es su libro Setenta y nueve Discusiones Privadas, obra póstuma que recoge sus notas de clase de cuando era profesor en Leiden. Arminio aseguraba que Dios concede el perdón y la vida eterna a todos los que se arrepientes de sus pecados y creen en Jesucristo. Dios quiere que todos se salven, y solo porque ha previsto desde la eternidad la creencia o increencia delos individuos, ha determinado desde la eternidad el destino de cada uno.
D. Los Bautistas.
Los Bautista forman una de las denominaciones protestantes más grandes, con calidad de miembro mundial de casi 35 millones. Los siguientes distinguen a Bautista de otras comuniones protestantes:
1. Su insistencia respecto al bautismo de los creyentes adultos solamente.
2. Su preocupación por la libertad del discurso y conciencia y por la libertad de interferencia por cualquier autoridad civil o eclesiástica.
3. La importancia que intentan dar a las Escrituras en materias de la fe, doctrina, y enseñanzas.
4. La autoridad que dan a la congregación en asuntos de la iglesia.
En 1608–1609, surgen en Holanda los bautistas, de los descendientes de los puritanos que habían huído a ese país y que fueron influenciados por los Anabaptistas Menonitas, con respecto a que el bautismo cristiano era apropiado solamente para los adultos con una fe personal y consolidada, cuando la primera iglesia con ese nombre en los tiempos modernos fue fundada por el pastor inglés emigrado, John Smyth.
Sorprendentemente, y contrario a la opinión popular, los protestantes fueron los que más persiguieron a los bautistas. En la trágica Guerra de los Campesinos de Munster, donde 5 000 de ellos perdieron la vida, muchos bautistas fueron inmolados, acusados falsamente de sedición.
Smyth estudió en Cambridge y se hizo predicador hacia 1600. Aunque era de origen anglicano en 1606 se apartó de la iglesia de Inglaterra y fundó una iglesia “separatista” en Gainsborough. Las Iglesias de la Separación eran radicalmente calvinistas, congregacionistas y anabaptistas. Convertido en ministro principal de una comunidad de baptistas separatistas, Smyth se trasladó a Holanda con sus seguidores en 1608, huyendo de la persecución religiosa; también ejerció una influencia notable sobre los Padres Peregrinos que emigraron a Norteamérica por la misma época y contribuyeron a fundar la colonia de Nueva Inglaterra. Smith predicó un espiritualismo libertario, defendiendo el derecho de cada individuo a adquirir y mantener su propia fe; incluso defendió su derecho a equivocarse y rectificar. Pero sus continuas rectificaciones doctrinales causaron tales conflictos entre sus seguidores, que él mismo fue expulsado de su Iglesia. Uno des sus discípulos, Thomas Helwys, fundó una iglesia bautista en Londres y publicó una defensa de la libertad absoluta de religión en 1612.
En 1668 ya había 47 iglesias bautistas en Londres y sus alrededores. Posteriormente se ha conocido a estos como bautistas Generales, por su convencimiento de que Jesús murió para salvar a todos los hombres que crean en Él, de acuerdo al pensamiento arminiano.
Pronto se dio una división, en donde los generales siguieron la doctrina arminiana, mientras que los particulares se inclinaron por el calvinismo, que tuvo como pastores a Henry Jacob, John Lathrop y Henry Jessey. La discusión sobre el bautismo infantil comenzó en esa iglesia en 1630 y optaron por el bautismo de creyentes en 1638, convirtiéndose en iglesia bautista pero diferenciándose de los otros bautistas por su creencia en que Jesús murió solamente por los predestinados a la salvación, de acuerdo al pensamiento calvinista. Más adelante, los bautistas ingleses adoptaron un punto medio que permitió la unión de bautistas generales y particulares en el siglo XIX.
Los bautistas se identifican con los evangélicos, pero además de instar en la experiencia personal de conversión, insisten en la iglesia local compuesta únicamente por creyentes y en ciertas características especiales.
Están organizados en convenciones, uniones y asociaciones, siendo la mayor de ellas la Convención Bautista del Sur de Estados Unidos, de teología generalmente conservadora, seguida por algunas convenciones formadas por los bautistas negros.
En 1633, varios separatistas calvinistas que salieron de la iglesia de Inglaterra, iniciaron el movimiento de los bautistas particulares, con tendencias calvinistas, creyendo que Cristo murió únicamente por los elegidos. Ellos contribuyeron a la teología bautista que llegó a prevalecer, y que se inclina ligeramente hacia el calvinismo por su énfasis en la perseverancia de los santos o seguridad del creyente. Otra de sus contribuciones al desarrollo de los bautistas fue su sistema de gobierno totalmente congregacional. En el siglo XIX, absorbieron a los generales o arminianos, pero modificaron su antigua posición calvinista inflexible.
En América, Roger Williams, fundó la Primera Iglesia Bautista de Providence, Rhode Island, en 1639. Él fue pionero de la libertad religiosa, pero también de la separación absoluta de la Iglesia del Estado.
Algunos bautistas empezaron a guardar el sábado y en 1672 se organizó una Iglesia Bautista del Séptimo Día en Newport, Rhode Island. La única diferencia importante con otros bautistas es la observancia del sábado, lo cual no se hace de una manera legalista ni impositiva.
El sistema de organización eclesial y gobierno de todos los bautistas es congregacional y por esto otorga autonomía a las iglesias bautistas locales, dirigidas por pastores formados en seminarios propios de esta denominación, elegidos libremente en sus asambleas locales, sin necesidad de una ordenación, pues la autoridad reside en la iglesia, no en el pastor. Claro está que la iglesia tiene la responsabilidad de elegir como pastor a una persona de buen testimonio y conocedor de la doctrina bíblica. Las iglesias frecuentemente se asocian en organizaciones, tales como uniones, asociaciones, y convenciones. A su vez, muchas organizaciones nacionales forman parte de la Alianza Bautista Mundial. Este sistema congregacional e independiente hace que sus detractores les acusen de ser centenares de “sectas” separadas unas de otras. En realidad, la posición bautista de las Escrituras considera a la Iglesia de Cristo como la esposa de Dios, compuesta por los verdaderos creyentes de cualquier denominación de todo el mundo, que solamente Dios conoce y trata.
La obra misionera moderna comenzó en el año 1793 con William Carey un bautista inglés que se desplazó a India para hacer labor misionera. En su viaje a India para unirse a la obra de William Carey aceptaron las enseñanzas bíblicas de los bautistas.
E. Los Amigos.
En el siglo XVII surge la iglesia de los Amigos, que nace del pensamiento de George Fox, que nació un pueblo del Condado de Leicester, Inglaterra, ahora conocido como Fenny Drayton, 24 kilómetros al suroeste de Leicester, en julio de 1624 y murió el 13 de enero de 1691. Su padre, Christopher Fox, era un tejedor, conocido por sus vecinos como el “cristiano más recto”; su madre Mary Lago, era según Fox, “de las reservas de los mártires”.
Durante su infancia, Fox tuvo una seria devoción religiosa. Su educación estaba basada en la fe y en la práctica de la iglesia de Inglaterra, de la que su familia era miembro; la iglesia de su pueblo era puritana y presbiteriana. No tuvo una educación formal, pero aprendió a leer y a escribir. Durante su adolescencia, estaba fascinado con la Biblia, la cual estudiaba continuamente. Fox afirmó: “Cuando cumplí once años, conocí la pureza y la rectitud; y mientras era un niño, aprendí a vivir para mantenerme puro. El Señor me enseñó a ser fiel, en todas las cosas, y a actuar fielmente de dos maneras: Interiormente hacia Dios, y exteriormente hacia el hombre”.
Cuando creció, pensó en hacerse sacerdote, sin embargo fue aprendiz de un zapatero. Oficio apropiado para su temperamento contemplativo, llegando a ser bien conocido por su diligencia entre los madereros que tenían negocios con su maestro. Una obsesión constante para Fox era la búsqueda de la simplicidad en la vida, en el sentido de humildad y abandono del lujo, y el corto tiempo que pasó como pastor fue clave para la formación de esta idea. En sus últimos años, escribió una carta de difusión general señalando que Abel, Noé, Abraham, Jacob, Moisés y David eran todos cuidadores de ovejas o ganado, y que una educación aprendida no debería ser vista como un requisito para el sacerdocio.
A pesar de su educación, Fox no sintió vergüenza en trabar amistad con gente educada. Frecuentemente visitaba a Nathaniel Stephens, el pastor protestante de su ciudad, con quien mantenía largas discusiones sobre asuntos religiosos. Stephens consideraba a Fox como un hombre joven dotado, pero los dos estaban en desacuerdo en muchos temas; por lo que más tarde Nathaniel trataría a Fox como un loco y hablaría contra él durante su carrera. También tenía amigos que eran “profesores”, seguidores de la religión estándar, pero a la edad de 19 años había comenzado a mirar con desprecio sus comportamientos, en particular por el alcohol. Fox registró que una noche mientras oraba oyó una voz interior diciéndole: “Tu ves como la gente joven cae en la vanidad, y los viejos en la tierra; y debes abstenerte de todos, jóvenes y adultos, y mantenerte fuera de todo, y ser como un extraño para todo”.
Por esta razón, dejó Leicestershire en septiembre de 1643, en un estado de tormento mental y confusión. Mientras estuvo en Barnet, Fox vivió sumido en una depresión quizás por las tentaciones de esta relativa libertad de recurrir a un pueblo cercano de Londres. Se encerraba en su habitación por días enteros o salía a pasear por la campiña. Pensaba intensamente en la tentación de Jesús en el desierto, la cual comparaba con su propia condición espiritual, pero sacó fuerzas de su convicción de que Dios lo apoyaría.
En aquella época, atrajo la atención de varios religiosos, pero los rechazó porque no sentía que ellos vivían las doctrinas que enseñaban. Fox buscó activamente la compañía de los ministros y sacerdotes, pero “no encontró ningún confórt en ellos”; estos hombres eran incapaces de ayudarlo con sus luchas interiores. Un sacerdote de Worcestershire le aconsejó que usara tabaco, el cual Fox detestaba, y cantara hímnos; otro, en Coventry, ayudó a Fox al principio, pero se enfureció cuando Fox pisó, por accidente, una flor de su jardín. Había otro ministro que sugirió que Fox debía quitarse un poco de sangre para curarse de su “mente enferma”.
Desilusionado y deprimido, volvió a casa en junio de 1644. Pero tampoco allí encontró la ayuda que necesitaba. La familia y amigos de Fox le ofrecieron como solución a sus problemas el matrimonio o el servicio militar, durante el periodo de las guerras civiles. Pronto decidió que debía viajar de nuevo, pero esta vez con un acercamiento más profundo a las figuras religiosas con las que se encontraría. Fox estaba decidido a retar a aquellas con las que estuviera en desacuerdo, en lugar de retroceder ante ellas.
Durante los siguientes años, George Fox continuó viajando alrededor del país a medida que sus creencias religiosas iban tomando forma. Mediante la oración y la meditación, alcanzó un mejor entendimiento de la naturaleza de su fe y de lo que ésta exigía de él. Llamó a este proceso “la apertura”, ya que se manifestó como una serie de revelaciones repentinas de ideas que ya eran completas en el momento de tomar conciencia de ellas. También alcanzó un profundo conocimiento de las creencias cristianas establecidas acerca de la Creación y la salvación. Entre sus ideas estaban:
1. Los cristianos se diferencian entre ellos por sus prácticas rituales, pero todos se consideran “salvados” gracias a su fe; de esta forma, los rituales pueden ser obviados, siempre que se experimente una verdadera conversión espiritual.
2. La cualificación para ser sacerdote es concedida por el Espíritu Santo, no por los estudios eclesiásticos. Esto implica que cualquiera tiene el derecho de ser sacerdote, dado que el Espíritu les guía, incluidas las mujeres.
3. Dios “habita en los corazones de sus obedientes siervos”: La experiencia religiosa no está limitada a las paredes de una iglesia. De hecho, Fox evitaba llamar “iglesia” al edificio, usando en su lugar la palabra “edificio del campanario”, una denominación aún utilizada por muchos cuáqueros en la actualidad. Fox concebía la adoración de Dios no solo en edificios eclesiásticos, sino también en campos y huertos, bajo la creencia de que la presencia de Dios puede sentirse en todas partes.
4. Fox es uno de los varios seguidores del movimiento Carismático, según el cual estar abierto al Espíritu podría conllevar la obtención de carismas. Entre otros, Fox reconoció la aplicación de ciertos dones de Carisma, como los exorcismos, curaciones divinas y la “palabra de sabiduría”[10]. (1 Cor.12:8-10).
Fox tuvo ciertas experiencias entre los “Disidentes Ingleses”, grupos de personas que habían roto con los rituales de la iglesia estatal a causa de sus creencias divergentes. Fox albergaba la esperanza de obtener ayuda de los disidentes para aclarar su entendimiento espiritual, ya que la Iglesia era incapaz de ayudarle, pero este no fue el caso: Por ejemplo, estaba en desacuerdo con un grupo por asegurar que la mujer tenía alma. De ahí procede el famoso pasaje de su diario:
“Pero igual que había abandonado a los sacerdotes, así también me alejé de los predicadores independientes, y de aquellos considerados personas experimentadas, ya que observé que no había ninguno entre ellos que pudiera hacerse oír en mi interior[11]. Y cuando había perdido toda esperanza en ellos y en todos los hombres, de forma que no había nada en el exterior que pudiera ayudarme, entonces, oh, entonces oí en mi interior una voz que dijo: “Hay alguien, el mismo Jesucristo, que puede hacerse oír en tu interior”; y cuando oí esto my corazón dio un vuelco de gozo. Entonces el Señor me permitió entender por qué no había nadie sobre la Tierra que pudiera hablar a mi condición, es decir, para que pudiera verle a Él en toda su Gloria; ya que todo ser que habita la tierra está hundido bajo el peso del pecado, y perdido en la oscuridad de la falta de fe, como yo había estado, y Jesucristo tiene la preeminencia que ilumina, y da gracia y fe y poder. Así cuando Dios obra, ¿quién lo impedirá? Y esto lo supe a través de la experiencia”.
En 1648 Fox comenzó a ejercer su ministerio públicamente: Solía predicar en los mercados, en los campos de labor, en encuentros públicos de toda índole, y a veces también en “edificios de campanario” una vez que los sacerdotes habían concluido su sermón. Su oratoria era enérgica y poderosa, y lograba convencer a muchas personas para que compartieran sus creencias en la espiritualidad de la “verdadera religión”. La adoración a Dios de los Amigos, que se manifiesta mediante una espera silenciosa, era al parecer ya algo establecido en esta época, aunque no se tiene constancia de como se llegó a ella. Ni siquiera está claro en qué momento fue fundada la Sociedad de Amigos, aunque se programó un encuentro mensual en el Condado de Durham en 1653, aunque se sabe con certeza que había un grupo de personas que viajaban juntos con frecuencia. El término “hijo de la luz” también se usaba para designar lo mismo que “amigo”. Al parecer, Fox no tenía la intención de fundar una secta, sino simplemente de proclamar lo que él concebía como los principios puros y auténticos del Cristianismo en su simplicidad original; aunque posteriormente mostró una gran habilidad como líder religioso en la organización que estableció para la nueva sociedad.
En Derby en 1650 Fox fue encarcelado por blasfemia; un juez se mofó de la exhortación de Fox a “temblar ante la palabra del Señor”, llamándolo a él y a sus seguidores “cuáqueros”, que es el nombre que hoy se usa normalmente para referirse a la Sociedad de Amigos. Sufrió un penoso tratamiento en prisión, a causa de su negativa a luchar contra el retorno de la monarquía, o mejor dicho, a tomar las armas con cualquier motivo.
La predicación de Fox se centraba en las Escrituras, pero era principalmente efectiva por la sensación de intensa experiencia personal que era capaz de transmitir. Era muy severo con la inmoralidad de la época, especialmente con el engaño y la exigencia de diezmos, y apremiaba a sus oyentes para que llevaran una vida libre de pecado, evitando de esta forma la visión de los “Ranters” o Antinomios que considera que todos los actos de un creyente son libres de pecado por el simple hecho de creer. En aquella época, había una gran diversidad de grupos cristianos que mantenían muy diversas opiniones; el ambiente de disputas y confusión le dio a George Fox la oportunidad para imponer sus propias creencias a través de sus sermones. En 1651 ya había reunido a otros hábiles predicadores a su alrededor, y continuó viajando por el país buscando nuevos conversos. Siguió con su labor a pesar de una fría acogida por parte de algunos oyentes, que lo azotaban y golpeaban para que se fuera.
Poco a poco se iba desarrollando el interés en la justicia social, incitado por las quejas de Fox a los jueces acerca de decisiones que consideraba moralmente incorrectas; por ejemplo, escribió una carta acerca del caso de una mujer condenada a muerte por robo. La opresión por parte de los poderosos era una preocupación muy real para el pueblo inglés, en medio de la agitación provocada por la Guerra Civil Inglesa que siguió a los excesos de Carlos I de Inglaterra y los comienzos de la Commonwealth. El conflicto de George Fox con la autoridad civil era inevitable.
En 1652 Fox sintió que Dios le conducía a Pendle Hill. Allí tuvo una visión de miles de almas uniéndose con Cristo. De ahí viajó a Sedbergh en Westmorland, donde debía tener lugar una reunión de Seekers. Predicó en la ciudad cercana de Firbank Fell y convenció a muchos, incluyendo a Francis Howgill, de que aceptaran sus enseñanzas acerca de un Cristo capaz de hablar a la gente directamente.
Estos comienzos, bajo persecución, forzaron a Fox a establecer su posición acerca de los juramentos y la violencia. Aunque previamente ya había mostrado en sus discursos su tendencia contraria a jurar o a tomar las armas, esta actitud se volvió una parte muy importante de su predicación pública: Estaba firmemente decidido a que ni él ni ninguno de sus seguidores cedieran bajo la presión. En una carta de 1652[12], instó a los Amigos a no usar “armas físicas” sino “armas espirituales”, diciéndoles “dejad a las olas[13] romper contra vuestras cabezas”.
Fue condenado de nuevo en 1653 en Carlisle y llevado a Londres para una reunión con el Lord Protector, Oliver Cromwell. Tras afirmar que no tenía la intención de tomar las armas, Fox pudo departir con Cromwell durante algún tiempo sobre las diferencias entre los Amigos y los miembros de las denominaciones tradicionales, y le aconsejó escuchar la voz de Dios y obedecerla. Algunos propusieron condenarle a muerte pero el Parlamento de Inglaterra solicitó su puesta en libertad para evitar la “muerte de un joven... a causa de la religión”. Fox recalcó que cuando se marchaba, Cromwell “con lágrimas en los ojos, dijo: “Vuelva de nuevo a mi casa, porque si usted y yo tuviéramos si quiera un día para estar juntos, lograríamos acercar nuestras posiciones”; añadiendo que no le deseaba mayor mal que el que deseaba para sí mismo”. George Fox fue puesto en libertad de nuevo.
Pero fue encarcelado de nuevo en Londres en 1654, Launceston en 1656, Lancaster en 1660 y 1663, Scarborough en 1666 y Worcester en 1674. Frecuentemente, era arrestado con ningún cargo salvo causar “disturbios”, pero él y el resto de Amigos también fueron acusados de delitos más graves. Los Cuáqueros desafiaban las leyes en contra de los cultos no autorizados, a pesar de que estos reglamentos eran aplicados de forma muy irregular. Los actos basados en la defensa de la igualdad social, como no usar nunca los títulos de nobleza, o no descubrirse la cabeza frente al tribunal eran tachados de irrespetuosos. La negativa a hacer juramentos hacía que los Cuáqueros fueran perseguidos por la ley por incumplimiento del Juramento de Lealtad; además, provocaba graves conflictos al testificar ante el tribunal.
A pesar de hallarse en prisión, George Fox siguió escribiendo y predicando. Sentía que un lado positivo de estar encarcelado era poder estar en contacto con personas que necesitaban su ayuda, tanto los carceleros como sus compañeros de prisión. Además trató de dar ejemplo con sus acciones, poniendo la otra mejilla cuando era golpeado y no dejándose abatir por el maltrato de sus guardianes.
La Commonwealth sospechaba la existencia de complots monárquicos, y temía que el numeroso grupo de personas que viajaban con Fox trataran de derrocar al gobierno. Para entonces, sus reuniones atraían regularmente a multitudes de personas.
Fox se entrevistó con Cromwell de nuevo en 1656, solicitándole durante varios días que aliviara la persecución a la que eran sometidos los Cuáqueros. A nivel personal, el encuentro fue fructífero; a pesar de las serias desavenencias entre ambos hombres, tenían un cierto acuerdo. Fox incluso se sintió movido a invitar a Cromwell a “postrar su corona a los pies de Jesús”; lo que, sin embargo, Cromwell rechazó. Su tercer encuentro fue en 1658 en Hampton Court, aunque no pudieron hablar durante mucho tiempo, debido a la grave enfermedad del Protector. De hecho, Fox escribió que “parecía un hombre muerto”. Cromwell murió en septiembre de aquel año.
Las persecuciones de estos años, con unos mil Amigos encarcelados en 1657, endureció las opiniones de Fox acerca de los ritos tradicionales sociales y religiosos. En sus prédicas, a menudo enfatizaba el rechazo de los Cuáqueros al bautismo con agua; esta era una forma útil de resaltar como la idea de los Amigos sobre la transformación interna difería de lo que ellos consideraban la superstición de los rituales. También, resultaba una deliberada provocación a los partidarios de esos ritos, proporcionándole a Fox la oportunidad para discutir con ellos sobre temas de Escrituras. Esta forma de actuar también se mostraba en sus apariciones ante los tribunales: Cuando un juez le instaba a quitarse el sombrero, Fox respondía preguntando en qué lugar de la Biblia se encontraba tal normativa.
La Sociedad de Amigos fue organizándose progresivamente hacia el final de la década. Se llevaban a cabo grandes reuniones, incluyendo un evento de tres días en Bedfordshire, el precursor del actual Encuentro Británico Anual.
Prácticamente todos los estudiosos coinciden en que en la década de los 50, cuando los Amigos eran más combativos, fue el período más creativo de su historia, y a medida que el final de la década se acercaba Fox iba adquiriendo una actitud más optimista acerca de la idea de que el movimiento se convirtiera, en sus propias palabras “en la Iglesia de Inglaterra”. En 1659, envió al parlamento su panfleto más políticamente radical, “Cincuenta y nueve detalles para la Regulación de las cosas”, pero la época era tan turbulenta que no se le hizo caso.
Durante su encarcelamiento en Lancaster en 1660, escribió al Rey ofreciéndole su asesoramiento en temas de gobierno: Carlos debería abstenerse de la guerra y de las persecuciones religiosas internas, y desautorizar la toma de juramentos, las obras de teatro y los juegos del Primero de Mayo. Estas últimas sugerencias revelan las inclinaciones puritanas de Fox, que siguieron influenciando a los Cuáqueros siglos después de su muerte. Fox aconsejó a sus seguidores a violar abiertamente numerosas leyes que trataban de suprimir el movimiento, enviando a muchos Amigos a la cárcel durante dos décadas y media.
Al menos en un asunto, Carlos escuchó a Fox. Los setecientos Cuáqueros que habían sido apresados bajo el mandato de Richard Cromwell fueron liberados, aunque el gobierno seguía dudando acerca de la conexión del grupo con otros movimientos más violentos.
En 1661 una revuelta por los hombres de la quinta monarquía llevó a la supresión de esa secta y la represión de otras inconformistas, incluyendo a los Cuáqueros. Posteriormente, Fox y otros once Cuáqueros publicaron un manifiesto que proclamaba lo que se llamó el “Testimonio de Paz”, que les encaminaba a rechazar toda guerra y violencia externa por ser contraria al deseo de Dios. No todos los seguidores aceptaron este manifiesto; Isaac Penington, por ejemplo, se mantuvo contrario a él durante un tiempo.
Mientras tanto, los Cuáqueros de Nueva Inglaterra habían sido prohibidos, y Carlos fue aconsejado por sus consejeros a dictar una orden condenando esta práctica y permitiéndoles regresar. George Fox pudo reunirse con algunos de los Amigos de Nueva Inglaterra cuando regresaron a Londres, estimulando su interés en las colonias americanas. Fox no pudo viajar inmediatamente: Fue de nuevo encarcelado en 1663 por su negativa a tomar juramentos, y al ser liberado en 1666 estaba demasiado ocupado con asuntos de la organización del movimiento; reguló el sistema de reuniones mensuales y quincenales de todo el país y la extendió a Irlanda.
La visita a Irlanda le dio la oportunidad de predicar en contra de lo que consideraba los excesos de la Iglesia Católica Romana, en particular el uso de ritos. Cuáqueros actuales han observado puntos de conexión entre las denominaciones: Ambas afirman la presencia de Dios en sus reuniones y ambas permiten a la opinión colectiva de la iglesia contribuir a las enseñanzas bíblicas. Fox, sin embargo, no percibió estos puntos, por haber sido criado en un ambiente puramente Protestante contrario al “Papismo”. También era más estricto en su apoyo sobre la Biblia que muchos de sus seguidores.
En 1669 Fox se casó con Margaret Fell de Swarthmoor Hall, una dama de alta posición social, y una de sus primeras adeptas. Su esposo Thomas Fell había muerto en 1658, y ella había sido encarcelada en Lancaster junto con Fox durante varios años. Su trabajo religioso conjunto era la base de su vida conyugal, y más tarde colaboraron en gran parte de la administración que requería la sociedad.
En 1671 Fox viajó a Barbados y las colonias inglesas en América, permaneciendo allí dos años. Desde Barbados, envió una carta a los Amigos describiendo el papel de las reuniones de mujeres en la ceremonia del matrimonio entre Cuáqueros, un punto de controversia cuando volvió a casa, y escribió una carta al gobernador y a la Asamblea de la isla en la que refutaba las acusaciones hacia los cuáqueros de incitar a los esclavos a la revolución e intentaba asegurar la ortodoxia de las creencias cuáqueras. Esta carta, particularmente su parte doctrinal, se convertiría dos siglos después en un elemento decisivo en el enfrentamiento entre sus seguidores. El primer aterrizaje de Fox en el continente norteamericano fue en Maryland, donde participó en un encuentro de cuatro días con Cuáqueros de la localidad. Permaneció allí mientras varios de sus compañeros ingleses viajaban a las otras colonias, porque deseaba conocer nativos americanos de los Estados Unidos que estuvieran interesados en las costumbres cuáqueras, aunque Fox resalta que se mantenía un gran debate entre ellos sobre si participar en el encuentro. Fox se sintió impresionado por su comportamiento cotidiano, del que dijo que era “lleno de amor” y “respetuoso”.
En las colonias, Fox ayudo a establecer sistemas de ogranización para los Amigos que residían en el lugar, en la misma línea que había comenzado en Inglaterra. También predicó a muchas personas ajenas al movimiento, algunas de las cuales se convirtieron; otras, incluyendo los Ranters y algunos católicos, fueron inamovibles. Al parecer, esto no importó mucho a Fox, pero sí se manifestó en contra de la afirmación de un habitante de Carolina del Norte que dijo que “La luz y el Espíritu de Dios... no estaba en los indios”, una sentencia que Fox rechazó.
Después de extensos viajes por las diversas colonias americanas, George Fox regresó a Inglaterra en 1673, hallando el movimiento fuertemente dividido entre aquellos que se negaban al establecimiento de las reuniones de mujeres, fundamentalmente habitantes de las provincias, y el poder de aquellos que vivían alrededor de Londres. Con William Penn y Robert Barclay como aliados, solucionó este problema con éxito. Fue encarcelado de nuevo, y su salud comenzó a empeorar. Margaret Fell pidió al Rey la liberación de su esposo; ésta tuvo lugar, pero Fox estaba demasiado débil como para reanudar sus viajes inmediatamente. En su lugar, intensificó su trabajo escrito: Cartas, tanto públicas como privadas, así como libros y ensayos; también comenzó a dictar lo que sería publicado después de su muerte como su diario. Gran parte de su energía la dedicó al tema de los juramentos, sintiéndose convencido de la importancia de las ideas cuáqueras. Al rechazar los juramentos, sentía que podía atestiguar el valor de la verdad en la vida diaria, así como ante Dios, a quien asociaba a la verdad y a la luz interior.
Fox también encargó a dos Amigos que viajaran alrededor del país recogiendo los testimonios de los Cuáqueros encarcelados, como evidencia de la persecución a la que eran sometidos; esto dio lugar al establecimiento en 1675 de la Reunión de los Sufrimientos, que ha seguido celebrándose hasta la actualidad.
En 1677 y 1684 visitó a los Amigos en los Países Bajos, y organizó sus reuniones disciplinarias. También hizo una breve visita donde actualmente es Alemania. Mientras tanto, Fox participaba mediante el correo en una disputa entre Amigos de Inglaterra acerca del papel de las mujeres en las reuniones, una lucha que consumió sus energías y le dejó exhausto. De vuelta en Inglaterra permaneció en el sur con el objetivo de dar por zanjada la disputa. La salud de Fox empeoró aún más hacia el final de 1684, pero continuó trabajando de una forma más restringida, escribiendo a los líderes de Polonia, Dinamarca, Alemania y a otros países acerca de sus creencias y su trato hacia los Cuáqueros.
En sus últimos años, Fox siguió participando en las Reuniones Anuales, y aún comparecía ante el Parlamento para denunciar el sufrimiento de los Amigos. El Acta de Tolerancia de 1689 puso final a las leyes de uniformidad cuyo incumplimiento había provocado la persecución de los Cuáqueros, y en ese año muchos amigos fueron liberados.
George Fox murió el 13 de enero de 1691, y fue enterrado en el Cementerio Cuáquero de Bunhill Fields en Londres.
Su diario fue publicado por primera vez en 1694, tras ser editado por Thomas Ellwood, amigo de John Milton, y por William Penn. Al igual que otras obras parecidas de la época, el diario no fue escrito de manera contemporánea a los hechos que describe, sino que más bien se compiló muchos años más tarde, siendo en gran parte dictado. Como autobiografía religiosa ha sido comparado con obras como las Confesiones de Agustín de Hipona y el “Gracia abundante para el mayor de los pecadores” de John Bunyan, un trabajo de carácter muy personal que, no obstante, logra atraer al lector. También lo han utilizado los historiadores por su riqueza de detalles de la vida cotidiana del siglo XVII y de las muchas ciudades y pueblos que Fox visitó.
Cientos de cartas de Fox, en su mayor parte epístolas escritas para ser publicadas, así como unos cuantos comunicados privados, también han sido publicadas. Escritas a partir del 1650 con encabezados del estilo de Amigos, “Buscad la paz de todos los hombres” o “A los amigos”, para que se conozcan en la luz, las cartas ofrecen una enorme introspección en los particulares de las creencias de Fox y muestran su determinación por difundirlas. Estos escritos han encontrado lectores más allá de los cuáqueros, habiendo numerosos grupos religiosos que las usan para ilustrar los principios del cristianismo.
La influencia de Fox sobre la Sociedad de Amigos fue, por supuesto, tremenda y sus creencias han sido en su mayor parte llevadas a la práctica por este grupo. Puede que su logro más significativo, aparte de su predominante influencia en el movimiento inicial, fue su liderazgo para enfrentarse a los dos retos de la persecución por el gobierno tras la Restauración y las disputas internas que amenazaban su estabilidad durante aquel periodo. No todas sus creencias fueron bien recibidas por todos los cuáqueros: Su oposición de estilo puritana a las artes y su rechazo del estudio teológico detuvo el desarrollo de estas prácticas entre los cuáqueros durante un tiempo. El nombre de George Fox a menudo lo invocan Amigos tradicionalistas que no gustan de las concepciones liberales modernas respecto a los orígenes cristianos de la Sociedad. Pero al mismo tiempo, los cuáqueros y otros grupos pueden identificarse con la experiencia religiosa de Fox e incluso aquéllos que están en desacuerdo con él lo consideran un pionero.
El Testimonio de Paz es probablemente el más conocido de los testimonios de los Amigos. La creencia de que la violencia es siempre un error ha persistido hasta nuestros días, y muchos objetores de conciencia, defensores de la no-violencia y activistas anti-guerra son Amigos. A causa de este Testimonio de Paz, los Amigos siempre han sido considerados como una de las históricamente conocidas como iglesias de Paz.
Quizá el más ilustre de todos los amigos sea William Penn, que fundó la ciudad de Filadelfia, en Pensilvania, que adoptó el nombre del líder religioso. Y el segundo cuáquero más ilustre no puede ser otro más que Abraham Lincoln.
En 1947 el Movimientos Cuaquero fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz, el premio fue aceptado por American Friends Service Committee y el Concilio de Amigos de parte de todos los Amigos.
F. Los Hermanos Moravos.
Su iniciador fue un tal Gregorio[14], convencido de que la Iglesia romana había caído en una insanable corrupción. Primeramente, el movimiento se caracterizó por sus tendencias comunitarias y pacifistas, a la abolición de los rangos jerárquicos y a un rechazo al sacramento de la Eucaristía, reemplazándolo por una especie de comida común o “memorial” para la que utilizaban vino y pan. Aceptaron la doctrina de la justificación por la sola Fe y la caridad. Promovieron la pobreza evangélica en la vida de sus acólitos, principalmente de sus pastores quienes además debían vivir según la regla del celibato, para cuyo cumplimiento crearon una especie de Comité de Vigilancia. Adoptaron la confesión pública de los pecados considerados de público conocimiento, modalidad que debía ser estrictamente cumplida bajo pena de excomunión.
Hicieron necesario el re-bautismo de los conversos. El surgimiento, durante el siglo XVI, de la llamada reforma protestante, provocó que los seguidores de la Hermandad se volcaran decididamente a su favor. La derrota de aquellos por parte del emperador Carlos V durante la batalla de Muhlberg[15] durante la llamada “Revolución de los campesinos” dio origen a su dispersión, refugiándose principalmente en Polonia, Prusia y Hungría, países en los que surgieron pequeñas comunidades de los Hermanos Moravos.
Después de la derrota del ejército corporativo frente a las tropas imperiales de Habsburgo en 1618, Bohemia y Moravia fueron recatolizadas por la fuerza. Veintisiete líderes espirituales fueron ejecutados y descuartizados. Más de 1 200 clérigos tuvieron que abandonar el país. Con ellos emigraron más de 36 000 familias, lo que redujo la población a un tercio y destruyó la antigua prosperidad y bienestar del país. Los polos de la emigración fueron Sajonia, Silesia y Polonia. Otros entraron a la clandestinidad.
En Polonia del siglo XVII, Jan Amos Comenio se convirtió en el teólogo y decano más importante. Jan Amos Comenius o Komenský, nació el 28 de marzo de 1592 en Moravia, región de la actual República Checa. Era el menor de cinco hijos y el único varón de una familia de granjeros acaudalada. Sus padres pertenecían a la Unión de Hermanos Moravos o Hermanos Bohemios, o Iglesia Morava. Después de completar sus estudios en Alemania, volvió a su país natal. Más tarde, a la edad de 24 años, fue ordenado sacerdote de la Unión de Hermanos Moravos.
En 1618, Comenius fue colocado al frente de la pequeña parroquia de Fulnek, ciudad situada a unos 240 kilómetros al este de Praga. En aquel tiempo, la Contrarreforma católica, destinada a combatir el protestantismo, se hallaba en pleno apogeo en Europa. El conflicto religioso entre católicos y protestantes alcanzó su punto álgido con el estallido de la guerra de los Treinta Años[16]. Tras una década de lucha, la religión católica fue declarada la única confesión legítima en Moravia. A Comenius y a los miembros de las clases altas se les dio la oportunidad de elegir: Convertirse al catolicismo o abandonar el país. Puesto que Comenius no estaba dispuesto a claudicar, trasladó a su familia a la pequeña ciudad de Leszno, importante centro de la Unión de Hermanos Moravos en Polonia. Aquello marcó el principio de un exilio que duraría cuarenta y dos años y que le privaría de regresar a su patria.
Comenius se empleó como maestro de Latín en el Gimnasio de Leszno, una escuela para preuniversitarios. No obstante, al poco tiempo se sintió descontento con los métodos inadecuados de enseñanza, y con buena razón. El sistema escolar de la época se encontraba en un estado deplorable. Por ejemplo, solo a los varones se les consideraba dignos de recibir educación, aunque se excluía a los que nacían en la pobreza. La instrucción en las aulas consistía principalmente en llenar la cabeza de los estudiantes con sintaxis, palabras y frases del latín, porque la Iglesia Católica controlaba la mayoría de las escuelas del medievo, y dado que la liturgia se celebraba en latín, era fundamental la enseñanza de esta lengua para asegurar una provisión constante de futuros sacerdotes. Además, no se daba atención alguna a fijar objetivos concretos en el aprendizaje, ni tampoco la educación que recibían los alumnos les ayudaba a pasar progresivamente de lo sencillo a lo complicado. La disciplina era severa, en ocasiones incluso cruel, y el ambiente moral, degradado.
Comenius no fue el primero que defendió la necesidad de una reforma educativa. En Inglaterra, Francis Bacon había condenado la insistencia en el latín y había aconsejado retomar el estudio de la naturaleza. En Alemania, Wolfgang Ratke y Johann Valentin Andreä, entre otros, también habían intentado hacer mejoras, aunque ninguno de ellos obtuvo el favor del Estado para sus proyectos. Comenius propuso un programa para hacer amena y no tediosa la educación, y lo llamó pampaedia, que significa “educación universal”. Su finalidad fue establecer un sistema de enseñanza progresivo del que todo el mundo pudiera disfrutar. Decía que a los niños se les debía enseñar gradualmente, enlazando de manera natural los conceptos elementales con los conceptos más complejos. Asimismo, propugnó el uso de la lengua materna durante los primeros años de escolaridad en lugar del latín. Sin embargo, la educación no debía confinarse a la adolescencia, sino abarcar toda la vida del individuo.
Comenius escribió que el estudio tenía que ser “completamente práctico, completamente grato, de tal manera que hiciera de la escuela una auténtica diversión, es decir, un agradable preludio de nuestra vida”. También opinaba que la escuela debía centrarse no solo en la formación de la mente, sino de la persona como un todo, lo que incluiría la instrucción moral y espiritual.
El conde Nicolás Von Zinzendorf, ilustre protestante alemán, ahijado de Spener, y, por consiguiente, conocedor directo de las ideas pietistas, tomó contacto con el grupo establecido en Herrnhut[17], que significa “el cuidado del Señor”, no tardó en hacerse cargo de la misma, ejercer como predicador y luego, recibir consagración episcopal. Herrnhut creció rápidamente al tenerse noticias de la generosidad del conde los refugiados religiosos siguieron llegando, y pronto la propiedad se convirtió en una creciente comunidad. Pero, al crecer la población, también aumentarnos los problemas. Los diferentes fundamentos religiosos crearon discordia y en más de una ocasión se puso en peligro la propia existencia de Herrnuht.
Von Zinzendorf fue criado en un ambiente pietista, fomentó la vida de quietud, la oración en común, el uso de la Biblia como única regla de Fe, la validez de solo dos sacramentos: El Bautismo y la Cena del Señor y constituyó una jerarquía de tipo episcopal, cuyos obispos eran los encargados de ordenar ministros.
Sus esfuerzos encontraron tal resistencia que se vio obligado a cambiar de planes y reorganizarlos según el modelo de la Iglesia primitiva. Surgió, así, una pujante comunidad de hermanos moravos cuyo centro espiritual fue el convento fundado en Herrnhut. Sus miembros estaban sometidos a una estrecha disciplina y vigilancia, lo que algunos autores ven como un medio de tratar de encubrir el comportamiento autocrático y engañoso de Zinzendorf Idéntica misión tendría, inicialmente, la reserva que caracterizaba la vida de estos grupos y que va a ser la causa principal de su expulsión de Sajonia en 1736.
En 1727, habían organizado su propia liturgia y su separación de la Iglesia protestante, sin estar entre los objetivos iniciales, no tardó en llegar. Un período de renovación espiritual llego a su clímax en un servicio de comunión el 13 de agosto con un gran avivamiento, que según los participantes señalo la venida del Espíritu Santo a Herrnhut. Se produjo por este motivo en esta gran noche de avivamiento la comunión y el acuerdo y las pequeñas diferencias doctrinales ya no constituyeron causa de discusión, había un fuerte espíritu de unidad y una elevada dependencia de Dios. Se comenzó una vigilia de oración que continuó 24 horas al día, siete días a la semana sin interrupción, durante más de cien años.
Todos los predicadores eran instruidos en las prácticas del evangelismo y la predicación, no eran clérigos de las iglesias oficiales sino que se llamó un gran movimiento de predicadores y misioneros laicos.
Zinzendorf fue consagrado su primer obispo en 1737 por un obispo de la rama polaca del movimiento husita. Su autoridad superaba, por entonces, las fronteras germanas, al existir comunidades en otras partes de Europa y en América. Comenzó el envío de misioneros a distintos países: Zonas indígenas en Norteamérica, Groenlandia, Labrador, América del Sur, India, etc., y alcanzaron varias regiones del globo. Colaboraron con las iglesias luteranas de Alemania y Anglicana de Inglaterra, influyendo en Juan Wesley y los inicios del metodismo.
El movimiento Moravo había surgido de la clase artesanal y parecía natural que llevarán su oficio o profesión al ir al extranjero. Las contribuciones voluntarias según la teoría misionera morava, eran inadecuadas para el financiamiento de la tarea del evangelismo. La única alternativa era que los cristianos fueran misioneros ejerciendo su vocación de predicar y sus trabajos. La definición de su fe hacía énfasis en que todo creyente es un misionero y debe testificar por medio de su vocación diaria.
La “Patente de Tolerancia” del emperador José II de Habsburgo volvió a permitir la confesión evangélica, y en el tiempo que siguió, unos 66 000 checos se unieron a la Iglesia reformada formando 73 congregaciones hasta 1789.
Sin embargo, no había igualdad de derechos para las dos confesiones: Los evangélicos por ejemplo tenían que aportar al financiamiento de los curas católicorromanos. El Estado permitía la existencia de los evangélicos, pero no los veía con buenos ojos.
Uno de sus mayores logros fue la conversión de los indios miskitos de Nicaragua en el siglo XIX. Tienen una teología protestante, aunque bautizan a los niños y su ministerio está compuesto de obispos, presbíteros y diáconos.
Hasta 1861, la Iglesia reformada creció bastante más lento que la población; solo se formaron cinco congregaciones. En ese año, sin embargo, el emperador Francisco José I promulgó la llamada “Patente de los Protestantes”: Esta concedió la igualdad de derechos a los evangélicos, y tanto la Iglesia luterana como la reformada crecieron fuertemente. En 1919, las Iglesias luterana y reformada se reunieron en la “Iglesia Evangélica de los Hermanos Moravos”, un nombre que expresa la continuidad de la historia de Bohemia. En los años siguientes, muchos antiguos católicos se unieron a esta Iglesia; después de 1945, sin embargo, su importancia disminuyó. Hoy día, la Iglesia de los Hermanos Moravos cuenta con 13 000 miembros en 264 congregaciones. Una institución importante para la Iglesia es la facultad de Comenio en Praga.
G. Los Congregacionalistas.
Otra de las denominaciones que surgió en este periodo es la de los “congregacionalistas”. Robert Browne, capellán del Duque de Norfolk, que tiene el honor de ser llamado “el padre del congregacionalismo”, al fundar una iglesia local “no conformista” en Norwich, Inglaterra.
“Una reforma sin aguardar a nadie” vino a ser su contraseña, refiriéndose a la completa independencia de la autoridad de la religión estatal, apelando a una interpretación suya de la independencia de que gozaban los Apóstoles del Señor. Brown y un gran número de sus seguidores tuvieron que huir a los Países Bajos, donde surgieron florecientes congregaciones en las principales ciudades. Algunos de los que se quedaron en el continente europeo, seguidores de un tal John Smyth, se unieron más tarde a los baptistas. Pero otros, como John Robinson, establecieron iglesias independientes.
El congregacionalismo tiene sus raíces en el “separatismo”, con aquellos puritanos que decidieron separarse de la Iglesia Anglicana como reacción contra el sistema uniforme de las parroquias territoriales impuesto por la Iglesia de Inglaterra bajo Elizabeth I. Creado como una extensión del puritanismo, hizo énfasis en el derecho y deber de cada congregación a gobernarse por sí misma, independientemente de cualquier autoridad. En general, ellos evitaron credos y dieron prioridad a la predicación por encima de los sacramentos, aceptando solamente el bautismo y la eucaristía. Los congregacionalistas ingleses son ahora parte de la United Reform Church.
El nombre se generalizó a partir de la Revolución que dirigió Oliverio Cromwell en la década de 1640, aunque en aquel entonces se hacían llamar “independientes”. Su teología es calvinista, pero a diferencia de los presbiterianos y reformados, pueden elegir su propio ministro.
Tras la muerte, en 1658, de Oliver Cromwell, que puso fin al poder de los puritanos, la separación de las iglesias congregacionalistas respecto al anglicanismo oficial, por lo que fueron llamadas iglesias independientes, motivó su prohibición e hizo que muchos de sus miembros marcharan al exilio.
Con la restauración de la monarquía en Inglaterra, y la expulsión de todos los no-conformistas del seno del anglicanismo, los puritanos fueron de nuevo perseguidos. A partir de 1662 se produce una nueva oleada de emigrantes que establecen comunidades en Nueva Inglaterra, de un marcado carácter puritano. Entre los aspectos menos atrayentes de estas congregaciones se puede citar un cierto autoritarismo que llevó a cometer algunas injusticias contra los individuos a quienes, en sus asambleas se les acusaba de brujería o herejía, o mala vida, sin que pudieran apelar a ninguna autoridad superior. Por otra parte, en aquellos casos en los que, al ser excluidos de las Universidades, que aún conservaban una estrecha conexión con la religión oficial, se crearon colegios puritanos, estos contribuyeron, junto con instituciones católicas o de otras denominaciones protestantes, a establecer la base para la libertad de enseñanza, que prevalece en los países anglosajones.
Los puritanos congregacionalistas que se quedaron en Inglaterra firmaron en 1730, junto con los presbiterianos y baptistas, una alianza para proteger sus derechos civiles. Pero durante el siglo XVIII, lo mismo que las demás sectas no-conformistas, e incluso más por tener una organización menos coherente, el racionalismo, causó grandes estragos entre sus adherentes, y solo revivieron gracias al metodismo. Esto también ocurrió en América, aunque el congregacionalismo americano siempre fue más consistente, si bien menos fiel a sus principios, uniéndose muchas veces a los presbiterianos. El siglo XIX se caracteriza por el reagrupamiento de las varias congregaciones nacionales, culminando con Concilios Internacionales a finales del siglo, en Londres en 1891, en Boston en 1899. En 1811 se había formado la Congregational Union of Scotland, en 1833 se constituyó la Congregational Union for England and Wales. En 1871 se reafirmó el Principio de Independencia y a partir de ese mismo año se empezaron a celebrar cada tres años concilios nacionales en los Estados Unidos a los que acuden representantes congregacionalistas de cada uno de los Estados.
A pesar de esta reorganización, el número de puritanos congregacionalistas ha ido disminuyendo, se ha ido perdiendo el carácter puritano y se han ido produciendo varios intentos de unión con otros grupos protestantes afines. La última de estas uniones, que ha tenido lugar en 1972, ha sido la de la Congregational Church in England and Wales, que así se llamaba a partir de 1966, con la Presbyterian Church of England. En total, el número de miembros adultos en las Islas Británicas viene a ser de unos 200 000, mientras que en los Estados Unidos los puritanos congregacionalistas sobrepasan del medio millón. Existen varios millares en otros países de habla inglesa.
Los congregacionalistas prefirieron el pensamiento más “protestante” de Juan Calvino al modo de actuar más tradicional del anglicanismo. Insistían en el hecho de que la Iglesia es una comunidad local de cristianos que habían tenido la experiencia de la conversión a Cristo y que se reúnen libremente bajo el impulso del Espíritu Santo. Su centro eclesiológico es la comunidad local, solo Cristo es el cabeza de la Iglesia y la comunidad local no puede estar sometida a ninguna otra autoridad eclesial más elevada. La autonomía de la congregación particular no debe comprenderse ni como una reunión casual, tiene una estructura bien definida que cada comunidad intenta fundamentar en la comprensión neotestamentaria de la Iglesia, ni como aislamiento eclesial, los congregacionalistas han permanecido tradicionalmente en una mutua comunión a través de asociaciones y de uniones a nivel local, provincial y nacional.
El congregacionalismo ha sido llamado “calvinismo descentralizado”, ya que, mientras que sus orígenes teológicos se derivan de Calvino, concede a las congregaciones locales una autonomía mayor de lo que se habría imaginado Calvino. Su teología obtuvo una expresión clásica en la confesión de Westminster[18], que adoptaron los congregacionalistas americanos y británicos en la plataforma de Cambridge[19] y en la declaración de Savoy[20]. Se considera la Biblia como la regla suficiente para la fe y la práctica. Todos los miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos y se espera de ellos que tengan un papel activo en la vida y en el gobierno de la congregación. La predicación de la Palabra de Dios ha ocupado siempre un lugar eminente en el culto semanal de la comunidad. El bautismo y la cena del Señor celebrada una o dos veces al mes, se consideran como los dos sacramentos instituidos por Cristo. Los congregacionalistas han promovido generalmente la libertad de religión y la separación entre la Iglesia y el Estado.
Aunque las iglesias congregacionalistas, al igual que otras disidentes, fueron admitidas de nuevo en Inglaterra a fines del siglo XVII, tardarían casi un siglo en recuperar su vigor. En 1832 se creó la Unión Congregacional de Inglaterra y Gales, que publicó un decreto de fe y orden que no pretendía “ser una imposición a nadie”, sino un servicio para formular los puntos de vista doctrinales y facilitar el buen gobierno de las iglesias. Después de la segunda guerra mundial se produjo un movimiento general de unión entre las iglesias reformadas. Así, en 1961 se creó en los Estados Unidos la Iglesia Unida de Cristo, que incluía a evangelistas y congregacionalistas, y éstos se unieron en el Reino Unido a la iglesia presbiteriana para formar, en 1972, la Iglesia Reformada Unida.
Dentro del protestantismo de orientación calvinista, las iglesias congregacionalistas se caracterizan por la total autonomía religiosa y jurídica de las iglesias o congregaciones locales en las cuales ven plenamente realizada la iglesia.
H. Los Metodistas.
Las luchas entre los miembros de las iglesias, que más que religiosas eran políticas trajeron un decaimiento en la Iglesia en Inglaterra, llevando el culto a ser algo frío y sin vida, lo que va a llevar poco a poco a que surja el Movimiento Metodista, que va a significar la mayor reforma ocurrida dentro de la Iglesia anglicana desde su fundación.
John Wesley, quien nació en Epworth, Lincolnshire el 17 de junio de 1703 era hijo de un rector anglicano y sacerdote, Samuel Wesley. No solamente su padre era ministro, sino que también lo habían sido su abuelo y su bisabuelo.
En los tiempos de Wesley, Gran Bretaña vivía en extremos sociales, con promiscuidad, abusos, enfermedades y pestilencias. La pobreza diezmaba la población, donde niños y huérfanos vivían en las calles en total estado de indigencia. Los hombres de Dios comprendieron la necesidad de llevar a las calles la función de la Iglesia, es decir, pastorear a los necesitados, atendiendo a las personas y ocupándose de ellas.
La madre de John, Susana tuvo 19 hijos, de los cuales llegaron a morir 10. John fue el decimoquinto. La madre de Wesley era una mujer notable en cuanto a sabiduría e inteligencia. Era una mujer de profunda piedad y crió a sus pequeños en estrecho contacto con las historias de la Biblia, contándolas ya alrededor del hogar de la habitación de los niños. También solía vestir a los niños con sus mejores ropas los días en que tenían el privilegio de aprender su alfabeto como introducción a la lectura de las Sagradas Escrituras. Les enseñaba las materias escolares, a la vez que les impartía una educación cristiana excelente. Cada una de las hijas aprendió el griego, el latín y el francés, así como lo necesario para los quehaceres domésticos. Los niños fueron enseñados a ser amables unos a otros, así como con los sirvientes y vecinos: Algo muy raro en aquellos días. Todos los hijos de la familia Wesley eran de muy buenos modales, y muy educados, a pesar de ser sumamente pobres.
A pesar de que Susana de Wesley fue una madre muy ocupada, se hizo el propósito de dedicar un tiempo especial para cada hijo, cuando éste cumplía los cinco años, con el fin de enseñarle el alfabeto. En cada caso, tuvo éxito. También halló tiempo, o más bien dicho, hizo el esfuerzo para hallar tiempo, para hablarle a cada uno de ellos acerca de Dios, de cómo orar y de cómo agradar al Señor. El jueves por la tarde era el tiempo dedicado a Johnny. Esto hizo en él una honda impresión. Se acordaría de ello un cuando se fue a la universidad de Oxford par estudiar. A menudo le escribía a su madre, y le recordaba que pensara en él los jueves por la tarde.
Un día cuando John tenía solo seis años, la vieja casa pastoral se incendió. Mientras la casa ardía, toda la familia escapó, excepto el pequeño John. Su padre estaba a punto de volver a entrar corriendo otra vez, para buscar a su hijito, cuando pareció que la casa entera estaba a punto de desplomarse. Durante todo lo ocurrido John había continuado durmiendo, ajeno a lo que acontecía. Pero cuando la casa se derrumbó, el estrépito lo despertó y le hizo corre hacia la ventana. No había ninguna escalera a la mano, de modo que uno de los vecinos se subió a los hombros de otro, y de esta manera lograron rescatar al niño, justo en el momento en que el techo se venía abajo. Esta experiencia quedó profundamente grabada en la memoria de John Wesley. Sentía que Dios le había salvado la vida con algún propósito especial.
John Wesley era de estatura ordinaria, pero de noble presencia, apuesto y varonil, incluso en su ancianidad, tenía una frente ancha, nariz aguileña, ojos claros y una complexión fresca y le encantaban los juegos y en particular el baile. Sus modales eran corteses, y cuando estaba en compañía de gentes cristianas se mostraba relajado. Los rasgos más destacados de su carácter eran su amor persistente y laborioso por las almas de los hombres, la firmeza, y la tranquilidad de espíritu. Incluso en controversias doctrinales exhibía la mayor calma. Era amable y muy generoso.
Cuando John tenía diez años, su padre lo llevó al Colegio de Charterhouse, en Londres. Allí recibió una excelente educación; una de las mejores que se podían obtener en cualquier parte, en aquellos días. Estudió lenguas clásicas, matemáticas y ciencias.
Al graduarse en Charterhouse, a los diecisiete años, ingresó en el colegio de Christ Church, de la Universidad de Oxford. Por primera vez, en su vida, nadie lo mandaba; ahora era su propio patrón. A pesar de estar rodeado de otros estudiantes que tomaban licor, que jugaban al azar y llevaban una vida de inmoralidad, John demostró que la instrucción cristiana recibida en el hogar no había sido en vano; así que llevó una vida buena y limpia.
Wesley hizo muchos amigos durante su estadía en la universidad. Tenía un ingenioso sentido del humor, y una excepcional habilidad para escribir poemas. Era el que ponía la chispa en cualquier reunión social, y era siempre bienvenido en los hogares de sus compañeros de estudio que vivían en las aldeas cercanas.
Siguiendo las pisadas de su bisabuelo, de su abuelo y de su padre, aun Wesley decidió hacerse ministro, siendo ordenado en 1725. Predicó su primer sermón en una pequeña iglesia en la aldea de South Leigh y en su juventud, fue un eclesiástico de la iglesia alta, y siempre estuvo profundamente adherido a la Comunión Establecida.
Después de obtener su bachillerato, y después de pasar algún tiempo ayudando a su padre en Lincolnshire, Wesley fue elegido para el cargo de Compañero de la universidad de Lincoln. Compañero era el nombre dado a un dignatario de alto rango, y Wesley desempeño tal cargo con honor para sí mismo, y para la universidad, durante veinticinco años.
Obtuvo un puesto de profesor en la Universidad de Oxford, en donde, visitando a Charles se dio cuenta del grupo conocido como “el club de los santos” en este club estaba Robert Kirkam, William Morgan, George Whitefield y los mencionados hermanos. Vivían bajo disciplina incluyendo ayunos y tiempos de oración. Su objetivo era potenciar las obras religiosas en el seno de la alta Iglesia al tiempo que difundían el comportamiento religioso entre el mundano ambiente universitario. Fue entonces cuando se les dio, de forma irónica, el apelativo de metodistas, por ciertas formas de su espiritualidad. Después, llevó a cabo una campaña de evangelización en la que el propio Wesley fue el principal predicador junto a George Whitefield, lo que lo llevó a conformar una “sociedad metodista”, llamada de esta manera porque creían que hay que utilizar algún método para el estudio de las Escrituras.
John Wesley viajo a Estados Unidos, con su hermano Charles a la Colonia llamada Georgia, a donde marchó al morir su padre[21], enviados a Georgia por la Sociedad para la Propagación del Evangelio, y allí los dos desarrollaron sus capacidades como predicadores, en compañía del General Oglethorpe. Durante su navegación conoce a los Hermanos Moravos, miembros de la asociación recientemente renovada por la actividad del Conde Zinzendorf. Juan Wesley observó en su diario que en una gran tempestad, cuando todos los ingleses a bordo perdieron enteramente la compostura, estos alemanes lo impresionaron con su calma y total resignación a Dios. También observó la humildad de ellos bajo tratos insultantes. De ellos tomó su fervor y el impulso misionero que siempre le caracterizó y que faltaba en la Iglesia inglesa, incapacitada por su piedad fría y racional para llegar a las clases populares, en especial a las incipientes concentraciones de obreros industriales.
La estadía en Georgia fue una desgraciada experiencia que duró dos años[22]. John iba a servir como capellán en la ciudad de Savannah, en la colonia de Georgia, en tanto que Charles iba a desempeñar el cargo de secretario del fundador y gobernador de la colonia, el general Oglethorpe. John hizo planes para celebrar servicios, visitó cada hogar, y estableció una escuela para los hijos de los colonos. Trató de enseñar a los indígenas, para éstos no aceptaron en nada sus esfuerzos. A pesar de toda esta incesante e incansable actividad religiosa, y aunque predicaba sermones preparados con esmero, no podía dejar de sentir que su vida era estéril. No atraía a multitudes. No influía en ninguna vida ajena. No despertaba ninguna conciencia. No hacía arder a ningún corazón.
Entretanto, Charles Wesley se las había ingeniado para enredarse en una sería disputa con el gobernador, y como resultado, regresó a Inglaterra. Después de haber estado en Georgia menos de dos años. John siguió a su hermano, regresando también a Inglaterra. La aventura de Georgia, iniciada con tan doradas esperanzas, se había tornado en un amargo fracaso.
Tanto John como Charles Wesley había hecho ya su profesión de fe en Cristo, pero ni el uno ni el otro sentía que estaban consagrados de lleno al Señor. Una y otra vez John leía la historia de la conversión de Pablo, y oraba pidiendo obtener él también una luz deslumbrante, y una creencia segura de haber sido aceptado como un siervo de Cristo, su Salvador. Esta ansiedad fue la que los condujo a emprender su búsqueda espiritual, y eso les trajo una seguridad completa de su fe en Cristo.
Fue al volver a Inglaterra que entró en aquellas más profundas experiencias y que desarrolló aquellos maravillosos poderes como predicador popular, que le hicieron un líder nacional. Quería, sobre todo, compartir su experiencia de conversión con otras personas que parecían no tener el verdadero gozo en el Señor. Trató, en seguida, de predicar en algunas de las iglesias establecidas de Inglaterra. La gente acudió en multitudes para escucharle. El mensaje que predicaba era tan sencillo, tan directo y tan convincente, que tanto hombres como mujeres, sintiendo la carga de una vida pecaminosa, clamaban arrepentidos, perdón a Dios. Sin embargo, otros clérigos no aceptaban su mensaje y la Iglesia de Inglaterra le consideró heterodoxo y le cerró sus puertas.
Pronto halló que le sería necesario conseguirse un sitio propio para poder predicar, al aire libre. Así lo hizo, y centenares de personas siguieron reuniéndose para oír los mensajes de John Wesley.
En el año 1738 comparte con sus amigos en Oxford la experiencia de la santificación, ya que su creencia era que una vida disciplinada hacía que uno agradara a Dios, por tanto, los moravos y él comienzan a orar para que John sea santificado, tiene la experiencia y fue usado por Dios en un nuevo tiempo de avivamiento y mover del Espíritu Santo. Ese año visita Herrnhut y entra a formar parte de la primera comunidad Metodista-moravo-anglicana: Sin embargo, esta unión no dura mucho.
En 1739, el año siguiente a su conversión, Wesley oyó a Whitefield predicar al aire libre en Bristol, Inglaterra, y entonces empezó el ministerio de John, a caballo; viajando de arriba abajo por las carreteras de Inglaterra, par predicar a la gente el evangelio de Cristo. Era valiente y osado. Predicaba en cualquier edificio, grande o pequeño, que se pudiera conseguir. Cuando no había ninguno disponible, predicaba al aire libre, en cualquier lugar en donde se podía reunir la gente. Siempre estaba dispuesto a predicar, aunque lo escuchara solamente una persona. Cuando viajaba solo, dejaba suelta las riendas del caballo, con el fin de poder leer. De esta manera se mantenía al día en cuanto al estudio, y componía sus numerosos sermones.
En vista de que no se le permitía predicar en las iglesias establecidas de las parroquias, Wesley decidió edificar capillas y lugares de predicación en los distintos lugares que visitaba, comenzando con la Capilla de la Fundación en Londres. Habiendo diseñado estos edificios de modo que sirvieran no solo como iglesias, sino también como escuelas, le fue posible ayudar también a muchos niños abandonados y desprovistos de instrucción. En algunas de esas capillas también construyó algunas habitaciones, en donde podían alojarse los evangelistas ambulantes, que no tenían en donde pasar la noche. Además, había un establo para un par de caballos.
Por dondequiera que iba, y a veces miles, de personas se reunían para escucharle predicar. John Wesley se dio cuenta de que no le sería posible continuar haciendo tan magna obra solo, así que empezó a valerse de la ayuda de algunos predicadores laicos. Estos hombres predicaban los domingos, y seguían trabajando en sus empleos acostumbrados durante la semana. Se les pagaba poco, vestían pobremente, les faltaba instrucción, y carecían de buen alojamiento: Sin embargo, tenían intrepidez de héroes. Recorrían grandes distancias, principalmente a caballo, pero a veces a pie. Enfrentaban amarga persecución. A menudo las autoridades los reprendían, y a veces los encarcelaban. A los cinco años Wesley ya contaba con 45 predicadores y 2000 miembros celosos. Predicaba de dos a cuatro veces diariamente, y viajaba a caballo unos 6000 kilómetros al año predicando el Evangelio.
Para 1742 el metodismo se separa por disidencias en ciertos puntos doctrinales y por lo que podríamos llamar incompatibilidad de caracteres entre Wesley y Zinzendorf. La trayectoria que desde este momento signe el movimiento reformador inglés es muy similar, en lineas generales, a la que hemos visto en los alemanes. Su fundador mantiene casi intacta la teología de la Iglesia establecida, en este caso, la anglicana, pero se aleja de ella en la práctica de la fe y la organización de los fieles, temas en los que resurgen ideas del primitivo luteranismo.
Había poco ricos en Inglaterra. Mucha gente vivía bien, pero gran parte de la población carecía de empleo, o no recibía el sueldo merecido; así que la mayoría era sumamente pobre. Vivían en casas insalubres, y los hijos no tenían ni comida ni ropa suficiente, y, por lo general, carecían de instrucción. John Wesley nunca se tapó los oídos, ni se hizo de la vista gorda, en cuanto a las necesidades de los que tenían menos que él. Vivía con moderación, con el fin de tener algo para dar a los necesitados.
Al crecer la obra, Wesley hizo arreglos para que otras personas se encargaran de las actividades en beneficio de la gente necesitada. Estableció orfanatos, en donde se educaba y se cuidaba a los niños. Logro hallar posada para algunas señoras ancianas, e hizo arreglos para que se les cuidara. Fundó un dispensario médico, y aun distribuyó personalmente las medicinas. Los metodistas más prósperos contribuían con donativos de dineros, ropa, comida y leña; lo cual era llevado a los hogares de la gente enferma o pobre.
El ministerio de Wesley no se limitó a Inglaterra. También viajó a Irlanda, a los Estados Unidos, a Canadá y a las Antillas. En todas partes grandes multitudes llegaban para escucharle.
Wesley y los metodistas ponen el acento en la perfección de la vida cristiana, la evangelización popular, el poder de la gracia y el sacerdocio universal, reivindicado en razón de la importancia dada al sentimiento personal de lo religioso. En este terreno se va a ir más allá de lo conocido, menospreciándose las órdenes eclesiásticas y capacitándose a los seglares para predicar e impartir los sacramentos. Los primeros son ordenados en 1763 por un obispo griego. También sus comunidades, aun recomendando la obediencia parroquial, se organizan de forma diferente a la establecida. Las primeras reglas datan de 1743 y se irán completando progresivamente. Poco a poco, más que un grupo dentro del anglicanismo es otra ecclesia, con ritos, incluso himnos propios y, además, con creciente eco social debido a la naturaleza revitalista de su doctrina, la energía puesta en las predicaciones, la actitud tolerante y flexible de su fundador en el momento de admitir seguidores. Al final, la ruptura está servida; para cuando muera Wesley, el 2 de marzo de 1791, a la edad de ochenta y ocho años, es un hecho irreversible. John Wesley fue el director de 511 predicadores y 120 000 miembros.
Lo que llevó a cabo bordea en lo increíble. Al entrar en su año octogésimo quinto, le dio las gracias a Dios por ser casi tan vigoroso como siempre. Lo adscribía en la voluntad de Dios, al hecho de que siempre había dormido profundamente a que se había levantado durante sesenta años a las cuatro de la mañana y que por cincuenta años predicó cada mañana a las cinco. Apenas en su vida sintió algún dolor, resquemor o ansiedad. Predicaba dos veces al día, y a menudo tres y cuatro veces.
John Wesley dividió sus días entre su trabajo de dirigir a la Iglesia, su estudio, porque era un lector tenaz, a viajar, y a predicar. Wesley era incansable en sus esfuerzos por diseminar conocimientos útiles a través de su denominación. Planificó la cultura intelectual de sus predicadores itinerantes y maestros locales, y para escuelas de instrucción para los futuros maestros de la Iglesia. El mismo preparó libros para su uso popular acerca de historia universal, historia de la Iglesia, e historia natural. En esto Wesley fue un apóstol de la unión de la cultura intelectual con la vida cristiana. Publicó también los más madurados de sus sermones y varias obras teológicas. Todo esto, tanto por su profundidad y penetración mental, como por su pureza y precisión de estilo, excitan nuestra admiración.
Se calcula que en los últimos cincuenta y dos años de su vida predicó más de cuarenta mil sermones. Wesley trajo a pecadores al arrepentimiento en tres reinos y dos hemisferios. Fue obispo de una diócesis sin comparación con ninguna de la Iglesia Oriental u Occidental.
Al predicar la justificación y renovación del alma por medio de la fe en Cristo, levantó a muchos de las clases más humildes de la nación inglesa desde su enorme ignorancia y malos hábitos, transformándolos en cristianos fervorosos y fieles. Sus infatigables esfuerzos se hicieron sentir no solo en Inglaterra, sino también en América y en la Europa continental.
Los éxitos logrados por la predicación Metodista tuvieron que ser alcanzados a través de una larga serie de años, y entre las más ásperas persecuciones. En casi todas las partes de Inglaterra se vio enfrentado al principio por el populacho que le apedreaba, y con intentos de herirle y matarle. Solo en ocasiones hubo intervenciones de la autoridad civil. Los dos Wesleys se enfrentaron a todos estos peligros con un asombroso valor, y con una serenidad igualmente asombrosa. Lo más irritante era el amontonamiento de calumnias e insultos de parte de los escritores de aquella época.
Wesley prefería la teología del arminianismo, mientras que Whitefield el calvinismo, lo que condujo a una separación cordial. También los metodistas enfatizaban en la santidad cristiana. La tarea que hizo afirmar y mantener a la gente fue el discipulado. Los Wesley tenían un grupo que se llamaba “las sociedades” que contaban con tres reglas:
1. No hacer daño alguno.
2. Hacer todo el bien que se pueda.
3. Atender a las ordenazas de Dios.
Estaban compuestas por líderes. Las clases eran doce personas, las cuales estaban encargadas de juntar ofrendas para los gastos, tenían estudios bíblicos específicos. De estas clases se levantaron ocho mil líderes. Wesley decía que las personas después de su conversión necesitaban un proceso de crecimiento en la gracia y conocimiento de las cosas de Dios, este proceso se llama discipulado.
Otro grupo eran “Las Bandas” o grupos pequeños. Estos se reunían una vez por semana, llegaban puntualmente, comenzaban con un canto u oración, compartían testimonios y dificultades en la vida cotidiana. Nombraban a un líder para dirigirlos.
Wesley formó un grupo llamado “Sociedad para los Nuevos Contactos” y otro llamado “Sociedad para los Penitentes”, el primero predicaba a los nuevos convertidos y el segundo se encargaba de rescatar a los que se apartaban de la Iglesia.
Los ministros metodistas se dividen en “itinerante” y “local”. Los itinerantes sirven como pastores donde les envía la Conferencia Anual y los locales son predicadores laicos que pueden, en caso de ser necesario, atender una congregación, pero sin el compromiso formal de ir necesariamente donde se les envíe.
Los seguidores de Wesley organizaron en 1784 la “Conexión Wesleyana”, pero se mantenían sujetos a la Iglesia Anglicana hasta después de la muerte de su fundador. La Conexión Wesleyana creció hasta constituir la gran Iglesia Metodista y se caracterizaba por una perfección organizativa casi militar. Toda la dirección de su denominación siempre en crecimiento descansaba sobre el mismo Wesley.
Charles Wesley hizo un servicio incalculable a la sociedad con sus himnos. Introdujeron una nueva era a la himnología de la Iglesia de Inglaterra.
El metodismo tuvo desde sus inicios varias ramas, una de ellas en América, cuya identidad básica no impide la existencia de rasgos diferenciadores. Asimismo ejerció influencia decisiva en el resurgir de las Iglesias evangélicas en Inglaterra, si bien éstas mantuvieron la obediencia a las jerarquías eclesiásticas y se dirigieron, ante todo, a las clases medias de las que extraen sus seguidores y sus principales figuras. Entre ellas destaca, en la época que nos ocupa, el comerciante John Thornton.
Después de la Independencia de Estados Unidos, los metodistas llegaron a ser la más numerosa denominación protestante, con un número mayor a los 14 mil miembros, pero luego fueron superados por los bautistas. Hacen énfasis en la educación y las misiones y se extienden actualmente por la mayoría de los países. Su contribución a la cultura norteamericana e inglesa es apreciable. En América Latina, el metodismo, con fuertes raíces históricas desde el siglo XIX y con un espíritu invariablemente ecuménico, ha fundado infinidad de escuelas y sus iglesias funcionan en la mayoría de las naciones.
Los fundadores de la Iglesia Metodista-Calvinista en Gales fueron Daniel Rowland y Howard Harris. En Gales se vivió un avivamiento nacional donde en seis meses se convirtieron cien mil personas.
Los metodistas fueron reconocidos como los votantes más incorruptibles en el país. En las reuniones de los metodistas miles de personas aprendieron a leer, escribir y estudiar por medio de la Biblia. Wesley escribió alrededor de trescientos libros y panfletos en materias como teología, historia, ciencia, lógica e incluso en medicina. Gano en total unas 30.000 libras esterlinas, que donó totalmente a la obra de Dios.
I. William Carey y las Sociedades Misioneras.
William Carey nació el 17 de agosto de 1761 en Paulerspury, en la provincia de Northampton, Inglaterra, hijo de anglicanos y criado en esa iglesia. Su abuelo fue profesor y el padre era un tejedor y sacristán de la parroquia de la Iglesia Anglicana. De esa manera el hijo aprendió lo poco que el padre podía enseñarle y él fue un misionero protestante inglés y ministro bautista, conocido como el fundador de las misiones modernas de Inglaterra.
Aunque su infancia transcurrió en un ambiente rural que para nada hacía presagiar grandes cosas para su vida, lo cierto es que Carey tenía una insaciable sed de conocimientos y una indomable perseverancia para lograr sus objetivos. Tenía una mente muy abierta y creativa, procurando no dejarse limitar por las circunstancias. Era un excelente estudiante y asiduo lector. Cualquier libro que caía en sus manos era devorado y asimilado, hasta el punto que se había familiarizado en su adolescencia con el latín y, mientras trabajaba como zapatero, aprendió griego. Tuvo un notorio interés por coleccionar insectos, plantas y flores, que a la postre se convirtieron en un espacio de diversión cuando estuvo en la India.
De hecho el taller de zapatería fue para Carey su taller de preparación donde Dios lo entrenó para la obra que más tarde tenía preparada para él. Allí adquirió un profundo conocimiento de la Biblia y también de geografía universal y religiones comparadas, todo lo cual le sería de gran utilidad en los años venideros.
Uno de los compañeros en el taller de zapatería era William Ward, perteneciente a uno de los grupos disidentes de la Iglesia anglicana. Las discusiones entre ambos muchachos eran prolongadas, defendiendo cada uno su punto de vista. Sin embargo, Carey se dio cuenta que la fe de su amigo era mucho más profunda que la suya propia y, atendiendo a una invitación a asistir a una de sus reuniones, entró en contacto con la iglesia a la que su amigo pertenecía y al escuchar un sermón sobre Hebreos 13.13-14 entregó la vida a Cristo. Allí tuvo lugar su experiencia de conversión que daría un vuelco a toda su vida. El hecho de que estas iglesias disidentes fueran simpatizantes de la revolución americana fue otro factor añadido para que Carey se identificara con ellas, pues él mismo era de ese sentir. La conservadora Iglesia anglicana era opuesta por principio a cualquier modificación del estado de las colonias en Nueva Inglaterra.
Tras su conversión conoció a dos destacados bautistas, John Ryland y Andrew Fuller, siendo bautizado por el primero e integrándose en una iglesia bautista. Al poco tiempo, y en vista de su crecimiento y sus dones, Carey era solicitado como predicador por distintos grupos pequeños, tras lo cual fue llamado como pastor de la iglesia de Moulton.
En 1781 se casó con Dorothy Placket con la cual tuvo una numerosa familia. Dedicado a la lectura y a los idiomas. A los 21 años de edad ya dominaba el latín, el griego, el hebreo y el italiano, e iniciaba con el danés y el francés. Pero la pasión de Carey eran las misiones. Varios factores influyeron en esa vocación: El avivamiento que estaba sacudiendo Inglaterra bajo el ministerio de John Wesley preparó el terreno para el movimiento misionero; un tío de Carey era marinero y con un gran bagaje de experiencias en otros países, lo cual despertó en él un interés por los viajes y por conocer otras culturas; también fueron a parar a sus manos los diarios de John Eliot y David Brainerd, ambos misioneros entre los indios; otro libro que influyó decisivamente en Carey fue “Los viajes del capitán Cook”, en el que el descubridor inglés narra sus aventuras por las islas del Pacífico. Todos estos fueron factores que representaron un papel importante en el futuro misionero, pero, en especial, la Biblia dejaba claro la responsabilidad de los cristianos para llevar las buenas nuevas a los que todavía no las habían escuchado.
Un día, en un momento de quietud en su trabajo, asegura que escuchó el llamado de Dios. Escuchó: “Si el deber de todo hombre es escuchar el Evangelio… entonces, es el deber de aquellos a los que se les ha encomendado con el Evangelio es aspirar a llevarlo a todas las naciones” y él susurró: “Heme aquí, envíame a mí”. En ese tiempo no había agencias misioneras, ni siquiera interés en el tema de misiones. Sin embargo, persistió en que “debíamos ir”.
Llegó a ser ministro bautista en 1789. El 30 de mayo de 1792, ante una convención de pastores bautistas, predicó su famoso sermón basado en Isaías 54.2-3: “Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas...” La proposición de este sermón era la siguiente: “Emprended grandes cosas para Dios; esperad grandes cosas de Dios”. A pesar de las reticencias de algunos de los presentes, John Ryland entre otros, el impacto del sermón fue tal, que allí dio comienzo lo que más tarde se ha dado en llamar la era de las misiones modernas. El 2 de octubre de 1792, Carey y otros doce pastores dan forma a la Sociedad Misionera Bautista.
Leyendo y buscando, entendió la necesidad de muchos de conocer de Cristo y la distancia y la hostilidad de la India contra los misioneros no lo detuvo. El 13 de junio de 1793, él y su familia, su esposa Dorothy y 2 hijos en ese momento, fueron a la India en un velero danés. Luego de un viaje de 5 meses en barco llegaron a este país, aunque los ingleses no lo dejaron desembarcar en el puerto al que se dirigían, se dirigió a Serampore, cerca de Calcuta.
Empezando por el viaje mismo en el cual vivió una tormenta muy fuerte, y luego enfermedades y hambrunas. Sin embargo, él sabía que Dios le había llamado y fue persistente en la evangelización en medio de la idolatría y de la indeferencia. Pasó años de trabajar sin ver fruto, ni un convertido hindú en 7 años, deudas, su hijo de cinco años murió como consecuencia de las fiebres, deterioro mental de su esposa que no tenía ningún interés en los esfuerzos de su marido; solo por la gracias de Dios, Carey persistía en el llamado de Cristo.
Por seis años Carey estuvo trabajando en una plantación de índigo al norte de Calcuta. Predicó por muchos lugares de la India. Fue a zonas aisladas, llenas de animales salvajes. Comentaba que a veces caminaba por kilómetros, y al llegar, debía hacer a un lado el cansancio para compartir de Cristo. En medio de serpientes, a veces tigres y chacales, sus pies recorrieron muchos lugares y por años, no vio ni un convertido.
La extensión del cristianismo en la India estaba reducida prácticamente a los europeos que allí vivían por intereses comerciales, a pesar que los misioneros protestantes habían estado en la India al menos desde el año 1705. La pobreza, ignorancia y superstición estaban difundidas por doquier. Entre las cosas que vivió y enfrentó fue la división por castas. Esta división social tan marcada, con los brahamanes en la cima y descendiendo hasta el más humilde de los peldaños de toda la escala social, le dolía en el corazón y la consideraba inútil ante los ojos de Dios. Él expresaba en sus cartas su dolor y su opinión al respecto.
En 1800, se le unieron dos misioneros más que permanecerían con él hasta el fin, y que serían conocidos como “el trío de Serampore”. Uno de ellos era William Ward, especialista en imprenta, y el otro Joshua Marshman, especialista en lingüística. Sin duda este trío misionero fue uno de los más sólidos y fructíferos equipos misioneros que nunca hayan existido. Este fue un año de cosecha: Se bautizó el primer convertido hindú y se logró imprimir el Nuevo Testamento a Bengalí. El primer ejemplar lo pusieron en la mesa principal de la iglesia, donde se ponía la Santa Cena, y se realizó un culto de acción de gracias por haber concluido esta obra.
De una de sus cartas podemos hacernos una idea de cómo era un día cualquiera en su trabajo de traducción: “Me levanté esta mañana a las seis menos quince minutos, leí un capítulo en la Biblia hebrea, y pasé el tiempo hasta las siete en oración privada a Dios; luego dirigí el culto de familia con los criados en bengalí. Mientras preparaban el té leí un poco en persa con un manshi y antes de almorzar hice lo mismo pero en indostánico. Cuando acabé de almorzar me puse a trabajar con un pandit en la traducción desde el sánscrito del Ramayana. A las diez me fui al colegio donde estuve hasta las dos. Vuelto a casa examiné una prueba de la traducción de Jeremías al bengalí, lo que me llevó hasta la comida. Después de comer traduje al sánscrito, con la ayuda del pandit principal del colegio, la mayor parte del capítulo ocho del Evangelio de Mateo. Después de las seis me senté con un pandit telingi para aprender este idioma. A las siete empecé a reunir unos pocos pensamientos en la forma de un sermón y prediqué hasta las siete y media. Había como cuarenta personas presentes... Después del sermón me senté y traduje el capítulo once de Ezequiel al bengalí hasta casi las once de la noche”.
Con el Nuevo Testamento listo, el siguiente paso sería enseñarle a la gente a leerlo y en poco tiempo, él y el equipo misionero que había logrado establecer, tenían unas 100 escuelas en Bengalí. Como misionero, demostró un gran amor por la gente y perseverancia en la predicación del Evangelio.
En 1811, en el Colegio Williams, Massachussets, se llevó a cabo una reunión de oración y de ahí surgió el tema de las misiones. Carey insistió, no con poca oposición, en el envío de misioneros al mundo pagano. Organizaron la Junta Americana de Comisionados para Misiones Extranjeras a cargo de las iglesias congregacionales. Enviaron misioneros a la India y al Lejano Oriente. En esta última iban Hudson y Rice, que cambiando de idea con respecto al bautismo, decidieron conformar la Sociedad Misionera Bautista Americana y comenzaron su trabajo en Birmania.
La mayor religión de la India en 1793 era el hinduismo, aunque otras religiones eran practicadas. Otra cosa que le dolía a Carey, y por la que se pronunció con fuerza, era la tradición de quemar vivas a las viudas en el entierro del esposo. Conmovido por esto, le imploró al Gobernador inglés que prohibiera esa horrible acción. Por alguna razón, la costumbre no se canceló, sino hasta 1828, cuando William Bentinck fue constituido Gobernador General. Uno de sus primeras acciones fue detener este cruel acto. En Diciembre de 1829 se firmó el edicto y Carey tuvo el privilegio de traducirlo al Bengalí.
En sus cartas hablaba de los muchos dioses y ritos que vio. En las calles hacían altares grandes, con sus ídolos y llevaban sus ofrendas de comida y flores. Con música que él catalogaba como “horrible”. Estos ritos se prestaban para enriquecer más a los ricos, que eran los que “ponían el altar” y los pobres eran los que llevaban las ofrendas. Afirma que abiertamente “les hablaba de lo malo de los ídolos, y de la insensatez de adorarlos, de la verdadera naturaleza de Dios, y del camino de salvación por Cristo”. En una ocasión tuvo la oportunidad de ver a un hombre de la casta alta muy interesado y persuadido. La multitud le gritaba a este hombre que callara a Carey, porque por posición social debía hacerlo, pero no pudo. Se quedó callado y perplejo.
Otro ritual que presenció muchas veces, y del que hablaba en contra era el ritual de arrojar a niños pequeños al río Ganges como sacrificio a los dioses.
Un dato significativo que nos da la medida de su sensibilidad con respecto a las lenguas es que cuando fue nombrado profesor de idiomas en el colegio Fort William en Calcuta, aunque no tenía educación formal, donde se formaría la flor y nata de los futuros dirigentes del país, Carey se dio cuenta de que las clases superiores estaban acostumbradas al sánscrito y tenían al bengalí como lengua vulgar, asociada a las casta más bajas de la nación; por lo tanto, tradujo sus materiales de enseñanza al sánscrito, consciente de la necesidad de alcanzar a las personas en el idioma de su corazón. Fundó también el Colegio Serampore para enseñar a los obreros. Bajo su dirección el colegio prosperó, y desempeñó un gran papel en la evangelización del país. No solamente fundó la Sociedad de Agricultura y Horticultura, sino que también creó uno de los mejores jardines botánicos; escribió y publicó el Hortus Bengalensis. El libro Flora Índica, otra de sus obras, fue considerada una obra maestra por muchos años.
Tradujo la Biblia al Bengali, al Sánscrito, y a otras lenguas y dialectos. Existen al menos cuatro instituciones académicas con su nombre, William Carey International University en Pasadena, California; Carey Theological College en Vancouver, Columbia Británica; Carey Baptist College, y William Carey University, Hattiesburg, Mississippi. Murió siendo muy pobre, a la edad de setenta y tres años, a pesar de grandes donaciones que recibió, pero no se las gastó para él. Siempre invirtió esos dineros en la obra misionera. Creyó en misiones y lo demostró con su testimonio y su entrega.
Cuando uno de sus hijos comenzó a predicar, Carey escribió: “Mi hijo, Félix, respondió al llamado de predicar el Evangelio”. Años más tarde, cuando ese mismo hijo aceptó el cargo de embajador de la Gran Bretaña en Siam, el padre, desilusionado y angustiado, escribió a un amigo: “Félix se empequeñeció hasta volverse un embajador”.
Durante los cuarenta y un años que Carey pasó en la India, no visitó Inglaterra. Hablaba con fluidez más de treinta lenguas de la India; dirigía la traducción de las Escrituras en todas esas lenguas y fue nombrado para realizar la ardua tarea de traductor oficial del gobierno. Escribió varias gramáticas hindúes y compiló importantes diccionarios de los idiomas bengalí, maratí y sánscrito. El Diccionario Bengalí consta de tres volúmenes e incluye todas las palabras de la lengua, con sus raíces y origen, y definidas en todos los sentidos.
Al avanzar en edad, sus amigos insistían en que disminuyese sus esfuerzos, pero su aversión a la inactividad era tal, que continuaba trabajando, aun cuando la fuerza física no era suficiente para activar la necesaria energía mental. Por fin se vio obligado a permanecer en cama, donde siguió corrigiendo las pruebas de las traducciones. Finalmente, el 9 de Junio de 1834, a la edad de 73 años, Guillermo Carey durmió en Cristo.
Al morir, el gobierno inglés ordenó que se izasen las banderas a media asta, para honrar la memoria de un héroe que había hecho más por la India que todos los generales británicos. Se calcula que Carey tradujo la Biblia para la tercera parte de los habitantes del mundo.
[1] 1509-1547.
[2] 1603-1625.
[3] 1665.
[4] 1643.
[5] 1625-1649.
[6] 1638.
[7] El socinianismo es una doctrina cristiana, considerada herética por las iglesias mayoritarias, difundida por el pensador y reformador italiano Fausto Socino, aunque al parecer se inspiró en las ideas ya formuladas por su tío Lelio Socino. La doctrina sociniana es antitrinitaria y considera que en Dios hay una única persona y que Jesús de Nazaret es solo un hombre, aunque nacido milagrosamente de la Virgen María por voluntad divina. La misión de Jesús en la tierra fue transmitir la voluntad del Padre tal como le había sido revelada, y tras su crucifixión fue resucitado por Dios y elevado a los cielos, donde adquirió la inmortalidad y desde donde reina sobre el mundo desde entonces. Los que crean en Él y en el Dios de la revelación cristiana también disfrutarán de una vida inmortal, mientras que los incrédulos y pecadores no irán al infierno, que no existe según la doctrina de Socino, sino que simplemente sus almas se extinguirán tras la muerte del cuerpo físico. Por tanto, la salvación consiste en la inmortalidad y es concedida directamente por la Gracia divina a los que creen. El socinianismo defiende también una interpretación racionalista de la Biblia y los Evangelios y la capacidad del creyente de discernir la verdad por sí mismo. La doctrina sociniana, tal como se implantó en la Polonia de finales del siglo XVI y primera mitad del XVII, fue expuesta de manera detallada en el Catecismo Racoviano.
[8] 1618–1619.
[9] 1703-1791.
[10] 1 Corintios 12.8-10.
[11] Colmar mis necesidades espirituales.
[12] Lo que se consigue por la espada.
[13] El poder de las naciones.
[14] Murió en 1473.
[15] 1547.
[16] 1618-1648.
[17] 1722.
[18] 1643.
[19] 1648.
[20] 1658.
[21] 1735.
[22] 1735-1737.
Dejamos de lado a la Iglesia Católica porque en realidad es digna de un estudio más cuidadoso y que nos exigiría mucho tiempo, que quizá en otra oportunidad podamos tomarlo. Nos concentraremos más bien al estudio del mundo “evangélico” o “protestante”.
A. Los Puritanos.
Durante el reinado de Enrique VIII[1], Inglaterra abandonó el catolicismo y adoptó la religión protestante, camino que prosiguió y definidamente instituyó su sucesor, Eduardo VI, quien en 1550 adoptó la fe protestante. Sin embargo María I, hermana de Eduardo VI, que gobernó entre 1553 y 1558, adoptó nuevamente el catolicismo. Persiguió duramente a los protestantes, que debieron exiliarse en Suiza y Alemania, y contrajo enlace con Felipe II, de España.
El 17 de noviembre de 1558, a la muerte de María, el trono inglés fue ocupado por su hermana, Elizabeth, de religión protestante, que reprimió a los católicos no solo de Inglaterra, sino también de Irlanda y apoyó a los protestantes de Francia y los Países Bajos que se habían rebelado contra España, gobernada por Felipe II. Un destacado sacerdote puritano, en el reinado de Elizabeth I, fue Thomas Cartwright, quien negó serlo. Es recordado, en particular, por su defensa de la política presbiteriana; pero el puritanismo no puede identificarse con el presbiterianismo, porque un mayoritario sector del movimiento adoptó, más adelante, el congregacionalismo.
La Iglesia de Inglaterra, anglicana, es una combinación de la católica, aunque no católica romana, y la protestante, no aceptando la autoridad de Papa. En ella hay partidarios a la reunión con la Iglesia Católica, los que se contentan con ser simplemente “anglicanos” y existe un grupo radical que buscaba una Iglesia más parecida a las establecidas en Escocia o en Ginebra. Este grupo fue llamado “puritano” y surgen como un intento por “purificar” la Iglesia de Inglaterra, durante el reinado de Elizabeth I de Inglaterra. Interpretan las Escrituras al estilo de los calvinistas europeos, rechazando el persignarse, los ornamentos, ciertos rituales y el gobierno jerárquico de los obispos.
Durante el siglo XVI, un sector importante de la Iglesia de Inglaterra sentía que la ruptura definitiva con la Iglesia Católica Romana no se había terminado de producir, ya que buena parte de la liturgia y las creencias seguían siendo muy similares. Por otro lado, el anglicanismo estaba demasiado próximo al poder real inglés, obediente a sus decisiones y, por tanto, arbitrario según las coyunturas del momento.
En el siglo XVII, los puritanos iniciaron una tarea de reforma de esa institución para adecuarla a su credo.
Se puede hacer una distinción doctrinal entre la teología calvinista de los puritanos y el arminianismo del arzobispo William Laud, jefe de la fracción opuesta en la época del rey Carlos I, pero en la práctica la línea fronteriza entre los calvinistas y los arminianos es poco nítida. La esencia del puritanismo yace en la intensidad del compromiso de los puritanos con una moral, una forma de culto y una sociedad civil que interpreta rígidamente los mandamientos de Dios.
El dogma central del puritanismo era la autoridad suprema de Dios sobre los asuntos humanos. Para algunos, tal autoridad se expresaba hasta el grado de la predestinación enseñada por Jean Calvino, pero no todos compartían esta opinión.
Además, los puritanos subrayaban que el individuo debía ser reformado por la gracia de Dios. Cada persona, a la que Dios mostraba misericordia, debía comprender su propia falta de valor y confiar en que el perdón que está en Cristo le había sido dado, por lo que, por gratitud, debía seguir una vida humilde y obediente.
La teología puritana es una versión del calvinismo. Afirma la naturaleza pecaminosa que caracteriza por esencia a la especie humana; pero también declara que, por mandato eterno, Dios ha determinado que algunos se salvarán a través de la justicia de Cristo a pesar de sus pecados. Nadie puede estar seguro en esta vida de cuál va a ser su destino eterno. A pesar de todo, la experiencia de la conversión, en la que el alma queda iluminada por el Espíritu Santo, con lo que el corazón en su fuero interno pasa del pecado a la santidad representa, al menos, una indicación de que uno forma parte de los elegidos.
Otras notables creencias incluyen:
1. Un énfasis en el estudio privado de la Biblia.
2. Un deseo de que todos alcancen educación e ilustración, especialmente para que todos puedan leer la Biblia por sí mismos.
3. El sacerdocio de todos los creyentes.
4. Simpleza en la adoración, la exclusión de vestimentas, imágenes, velas, etc.
5. La no celebración de festividades tradicionales que ellos consideraban estar en violación de los principios regulares de adoración.
6. Creencia en guardar como obligatorio un día de la semana como está ordenado en los diez mandamientos, en el caso de ellos el día de la resurrección de Jesús, Domingo.
7. Algunos aprobaban la jerarquía de la Iglesia, pero otros buscaban reformar las iglesias episcopales al modelo presbiteriano. Algunos Puritanos separatistas eran presbiterianos, pero la mayoría era congregacionalistas.
Se dividieron en “separatistas”, por haberse separado de la Iglesia de Inglaterra, en “independientes”, que decidieron por un gobierno congregacional, y otros se unieron a las iglesias presbiterianas. De los puritanos surgen los primeros bautistas, que adoptaron la teología arminiana.
A la muerte de Elizabeth, en 1603, comenzó la dinastía de los Estuardo, llegando al poder, Jacobo I[2]. Con la restauración de los Estuardo, muchos puritanos aceptaron el Libro de la oración común y la regla episcopal; otros se vieron forzados a la no conformidad permanente.
A principios del siglo XVII, los puritanos buscaban la reforma completa de la Iglesia de Inglaterra para amoldarla a sus creencias. Esto provocó una persecución en toda Inglaterra, llegando incluso a considerárseles fuera de la Iglesia[3]. Coincidiendo con las primeras oleadas de emigrantes a América del Norte, no tardaron en salir muchos de ellos hacia nuevas tierras donde profesar su fe en la más completa libertad. Será Nueva Inglaterra el lugar donde se fundará la mayor cantidad de comunidades puritanas y donde se vivirá un auténtico auge de sus creencias, formando en buena parte el carácter de muchos de los territorios de lo que serían más tarde los Estados Unidos de América.
Juan Knox, fundador de la rama presbiteriana, impuso la idea de la obligación divina de oponerse, contra el despotismo de los crueles monarcas, imponiendo la superioridad de Dios sobre los poderes terrenales, dando por tierra con el ideal del absolutismo monárquico, de que el poder provenía de Dios y era incuestionable.
El puritanismo no era estático ni inmutable. Al principio solo se mantuvo para una mayor reforma en el culto, pero pronto empezó a atacar al episcopado por no ajustarse al mensaje bíblico. A veces las diferencias entre los puritanos y anglicanos parecen ser más una cuestión de valores culturales distintos que de opiniones teológicas dispares en materias relevantes, como cuando se habla del shabat como día del Señor, insistencia en la estricta observancia del día de descanso, entró en conflicto con la defensa del rey Jacobo I de practicar deportes y juegos los Domingos.
Jacobo I, continuó su política persecutoria contra los católicos, pero le añadió la de los puritanos, que se mostraban partidarios del sistema parlamentario, en contra del absolutismo monárquico. El puritanismo se convirtió en un movimiento político así como religioso cuando la protesta parlamentaria en contra del despotismo de los Estuardo se mezcló con la protesta religiosa en contra de la política del arzobispo Laud de obligar al conformismo. Tanto en Inglaterra durante la república de Cromwell, como en el siglo XVII en Nueva Inglaterra, el puritanismo ejerció la dirección y el control de la autoridad civil.
El puritanismo no era un movimiento unido y homogéneo por completo. En 1580, los separatistas fueron condenados con dureza por otros puritanos. Cuando la asamblea de Westminster[4] quiso definir la doctrina y el Gobierno, las diferencias entre los presbiterianos e independientes quedaron de manifiesto.
En 1620, en el Mayflower llegaron a lo que hoy es Estados Unidos y organizaron la Iglesia Congregacional. Luego conformaron la Iglesia Unida de Cristo. Fundaron las primeras universidades norteamericanas y Jonathan Edwards es uno de sus mejores ejemplos de pastor puritano.
Durante la monarquía de Carlos I[5] se produjo la protección a los católicos, lo que no fue bien visto por el Parlamento, por lo cual este organismo fue disuelto, aunque luego por necesidad de recursos motivada por la rebelión religiosa de los perseguidos en Escocia[6] fue restablecido en 1640, y nuevamente cancelado, cuando se negaron a apoyarlo, para volver a imponerlo, ante la notoria debilidad del poder del monarca. Esta circunstancia fue aprovechada por los partidarios de la monarquía parlamentaria, en su mayoría puritanos, quienes, bajo el liderazgo de Cromwell se apoderaron de Londres, en el año 1649. Carlos I, fue decapitado.
En los disturbios de 1640, brotó un gran número de pequeñas sectas, subrayando los aspectos de la doctrina puritana que reconoce el benéfico influjo del Espíritu Santo en el alma del creyente frente a los errores de que encarnan los representantes del orden social y la autoridad. Fueron los puritanos los que elaboraron la “Confesión de Westminster” en 1643 y los dos catecismos. Gobernaron Inglaterra en la era de Oliverio Cromwell, que encabezó la primera revolución burguesa en el mundo. Durante el mandato del puritano Cromwell, la lucha contra los católicos irlandeses se hizo implacable, imponiéndoles restricciones religiosas y cívicas.
Cuando subió al poder Carlos II, de los Estuardo, en 1659, los anglicanos volvieron a asumir el liderazgo y los puritanos fueron expulsados de la Iglesia de Inglaterra y empezaron a ser conocidos, junto a otros protestantes no anglicanos, como “no conformistas”, estallando contra ellos una persecución.
En un sentido, por lo tanto, el puritanismo fracasó. Su influencia ha persistido, sin embargo, en el metodismo en el siglo XVIII y en el evangelismo en el XIX. Más aún, en Estados Unidos, el temperamento moral del puritanismo y su sentido de ser un pueblo elegido en alianza con Dios afecta de un modo profundo al carácter nacional.
Los congregacionales prevalecieron por mucho tiempo en Nueva Inglaterra fundando las universidades de Harvard y Yale. Además desempeñaron un papel fundamental en la fundación de la Junta Americana de Comisionados para Misiones Extranjeras en 1810. Para 1931 junto con uno de los grupos denominados Iglesia Cristiana se fundió en las Iglesias Cristianas Congregacionales. Una nueva unión se dio en 1957 cuando el Sínodo Evangélico y una de las iglesias denominadas Reformada conformaron la Iglesia Unida de Cristo. Esta es la denominación más ecuménica y liberal de las iglesias históricas de Norteamérica, teniendo vínculos con la Iglesia Holandesa Remonstrante, la Iglesia Protestante Unida del Palatinado y la Iglesia del Pacto de Escandinavia.
El Consejo Congregacionalista internacional fue disuelto en 1970 para dejar lugar a la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas: Presbiterianas, reformadas y congregacionalistas.
B. Los Unitarios.
Mientras tanto, en Hungría y Polonia, mediante el socinianismo[7], se inicia un movimiento con tendencias unitarias, es decir, contrarias a la doctrina de la Trinidad, que adopta elementos del monarquianismo, el arrianismo y el adopcionismo. A este se le denomina “movimiento unitario”.
Además de negar la Trinidad, tienden a un radicalismo teológico, rechazando los milagros y lo sobrenatural. Estas ideas antitrinitarias despertaron nuevamente durante la Reforma del siglo XVI como reacción a la posición trinitaria de Roma y de los principales reformadores protestantes. Su mayor exponente en este período fue Miguel Servet, médico español perseguido por católicos y protestantes, quemado en efigie por la Inquisición católica el 17 de Junio de 1551, y quemado vivo en Ginebra por instigación de Calvino el 27 de Octubre de 1553.
En Polonia, la predicación de Valentino Gentilis, Juan Pablo Alciato y el doctor Blandrata, abrió el camino para los avances del socinianismo y la formación de la llamada “iglesia menor” o “hermanos polacos”. El movimiento logró infinidad de seguidores, pero fue restringido y después eliminado casi completamente. Aunque sobrevivió en Transilvania y Hungría.
En Estados Unidos, Priestley organizó una iglesia en Pensilvania. King’s Chapel, iglesia episcopal de Boston, se convirtió en congregación unitaria bajo el liderazgo de James Freeman. Una serie de teólogos liberales pasó entonces al unitarismo y llegaron a controlar la cátedra de Teología de Harvard, al menos por un tiempo, como lo evidencia el rechazo de, así como el aceptar ideas de otras religiones no cristianas. Esos elementos no estaban presentes en los primeros experimentos unitarios, pero sí en el unitarismo de los siglos XIX y XX.
Varios presidentes de Estados Unidos se identificaron como unitarios en cuanto a pensamiento o a militancia confesional, entre ellos Thomas Jefferson.
C. Jacobo Arminio.
Jacobus Arminius es indudablemente el teólogo más famoso que aportó la iglesia reformada holandesa. Su fama es una gran ironía puesto que la iglesia reformada holandesa era históricamente un bastión de Calvinismo más ortodoxo y Arminius ha dado su nombre a un movimiento que se basó en la oposición a calvinismo histórico.
El 10 de Octubre de 1560 nace en Oudewater, provincia de Utrecht, Holanda, Jacobo Harmenszoon, mejor conocido como Jacobo Arminio. Su padre, Herman, murió cuando era niño, quedando solo con su madre. El clérigo Theodorus Aemilius lo adoptó y lo matriculó en una escuela en la ciudad de Utrecht. Su madre fue asesinada durante la masacre de Oudewater, cometida por los españoles en 1575. Luego de la tragedia, Arminius estudia en Marburgo, Leiden y Ginebra con el patrocinio de amigos, entre los que se encontraba Rudolph Snellius. Entre sus profesores estuvieron Lambertus Danaeus, Johannes Drusius, Guillaume Feuguereius, y Johann Kolmann. Kolmann creía que el calvinismo presenta a Dios como un tirano y un verdugo. Bajo esta influencia, Arminius plantó la semilla de lo que sería la controversia con las tesis de los seguidores de Juan Calvino. Arminius llegó a estudiar sin embargo bajo la dirección de Theodore Beza en Ginebra en 1582. Fue ordenado en 1588 y nombrado pastor calvinista en Amsterdam, Holanda, adquiriendo muy buena reputación en el ejercicio de su ministerio. En esta ciudad conoció al pastor Caspar Coolhaes que, en contra de Calvino, creía que las autoridades civiles tenían ciertos poderes en cuanto a algunos asuntos eclesiásticos y tenía un espíritu más tolerante e independiente que Calvino. Se cree que ejerció una fuerte influencia sobre Arminio. Se dice que en 1589 Arminio debía defender la doctrina calvinista de la predestinación contra el punto de vista de Dirck Volckertszoon Coornhert, pero Arminio concluyó que el punto de vista calvinista era insostenible e introdujo modificaciones al mismo. En 1590 se casó con Lijsbet Reael.
Su conducta de vida nunca pudo ser reprobada, y sus seguidores lo tenían en gran estima, siendo respetado aún por sus detractores, a causa de su buen testimonio, a pesar de que en alguna oportunidad se lo había acusado falsamente de comulgar con los católicos, porque había viajado a Italia. Pero lejos estaba de Arminius tal idea.
Discrepa de los postulados originales de esa doctrina en los puntos referentes a la predestinación, al admitir la participación de la voluntad humana en el rechazo o aceptación de la gracia.
Pese a sus diferencias es nombrado profesor en Leiden, donde tiene disputas con otros teólogos protestantes. En 1608 Arminio suplicó a los Estados de Holanda convocar un Sínodo para calmar la controversia sobre la predestinación, y él mismo presenta una protesta, que fue publicada en 1610, el año siguiente a su muerte, con el nombre de la “Remonstrans”, que tenía cinco artículos:
1. La salvación es para los que creen en Cristo y perseveran en sus caminos.
2. Cristo murió por todos, aunque solo los creyentes se apropian de los beneficios de la expiación.
3. Los humanos necesitan la ayuda del Espíritu Santo para lograr agradar a Dios y creer en Cristo.
4. La gracia es indispensable, pero no irresistible.
5. Los creyentes pueden caer de la gracia y por lo tanto, perder la salvación.
Estos puntos fueron tomados y estudiados por los seguidores de Calvino donde finalmente los refutaron con 5 puntos que llegaron a llamarse “los cinco puntos del calvinismo” los cuales llegaron a ser más adelante una base para las denominaciones reformadas con las cuales estos cinco puntos los separan de las denominaciones de origen arminianas, formándose con la doctrina calvinista.
Dicho documento obliga a convocar al Sínodo de Dordrecht en 1618, al que acuden representantes del calvinismo de varios países, y los seguidores de Arminio explicaron sus doctrinas en su Protesta a los Estados Generales, pidiendo cambios en el catecismo aceptado entonces. La resistencia fue tan contundente y acalorada que condenan los preceptos de Arminio. Los arminianos fueron expulsados y perseguidos.
La teología arminiana fue aceptada por los Laudianos, que eran anglicanos partidarios del arzobispo Laud, los bautistas generales, los metodistas, la gran mayoría de los pentecostales y las iglesias de santidad.
Como reacción contra el nombramiento del teólogo arminiano Simón Episcopius, principal discípulo de Arminius, como profesor de Leiden fue convocado el Sínodo de Dort[8] que condenó la teología arminiana y a sus seguidores con el anatema. Episcopius fue condenado al destierro durante ocho años.
Los bautistas John Smyth y Thomas Helwys, exiliados en Ámsterdam entre 1606 y 1612 fueron influenciados por el arminianismo y sus seguidores son hoy conocidos como Bautistas Generales, por su convencimiento de que Jesús murió para salvar a todos los hombres que crean en Él. Por su parte, los menonitas holandeses encontraron afinidades con los arminianos tanto en su rechazo a la persecución religiosa, como en la oposición la concepción calvinista de la predestinación.
Las obras de Arminius fueron publicadas en Leiden en 1629, y en Frankfort en 1631 y 1635.
John Wesley[9], fundador del Metodismo, adhirío a la teología arminiana, de la que se hizo propagador destacado. También fue adoptada la teología arminiana en el siglo XIX por el movimiento restauracionista de los Discípulos de Cristo e Iglesias de Cristo. Actualmente las tesis arminianas han llegado a tener aceptación entre cristianos de diferentes denominaciones de varios países.
El Arminianismo enseña:
1. Elección:
La creencia de que Dios en la eternidad, escogió a aquellos que habían de ser salvos basado en su conocimiento de aquellos que responderían a su llamado y recibirían el evangelio de Jesucristo. Arminio rechazo la enseñanza calvinista de que Dios eligió algunos para ir al infierno. Arminius indica su creencia que la fe es la causa de la elección: “Es un decreto eterno y por Gracia divina en Cristo, por quien él se determina de justificar y de adoptar a los creyentes, y dotarlos con vida eterna, y condenar a los incrédulos e impenitentes”.
2. Expiación Sin Límites:
La creencia que Jesucristo murió en la cruz por todo el mundo, que su sangre es suficiente para pagar la penalidad de los pecados de todo la humanidad. Enseña que toda la humanidad puede ser salva.
3. Inhabilidad natural:
La enseñanza que el hombre no se puede salvar a sí mismo, pero que el Espíritu Santo debe efectuar el nuevo nacimiento en él. Los arminianos ortodoxos no creen que el hombre esta totalmente depravado y condenado como resultado del pecado de Adán, sino que solamente es culpable cuando Él escoge pecar voluntariamente.
4. Gracia Preveniente:
La enseñanza de que el trabajo preparatorio del Espíritu Santo hace que la persona pueda responder al Evangelio y cooperar con Dios en el Plan de Salvación.
5. Perseverancia Condicional:
La creencia que el hombre puede escoger rechazar a Dios, perdiendo así su salvación, aun después de haber nacido de nuevo. Al contrario de la doctrina “una vez salvo, siempre salvo” de los calvinistas, el arminiano cree que el creyente debe permanecer en Cristo para ser salvo, y que el creyente puede escoger apartarse de Dios.
Arminius deseó una teología de la tolerancia con la cual hizo que Dios se presentase justo en todos sus dones. Como muchos otros, Arminius pensó que esta clase de teología haría más fácil predicar el Evangelio y acentuar responsabilidad humana. Pero Arminius no pudo en última instancia tener una teología verdadera de la tolerancia. Para Arminius la tolerancia es esencial y la tolerancia es necesaria, pero la tolerancia de Dios no es absolutamente eficaz. La respuesta del hombre a la tolerancia sigue siendo el factor final, decisivo en la salvación. Jesús es no más que el Salvador real de la gente. Él hace el quién hace la salvación posible, el camino hacia ella.
La enseñanza de Arminius da vuelta el concepto de que la Fe se apoya exclusivamente en la obra de Cristo y lo sustituye por otro que implica la reponsabilidad del hombre, y tiende para cambiar el concepto de que la fe es recibida por la justificación de Cristo al que quien reciba a Jesucristo está justificado por ese hecho.
La controversia rabió en los Países Bajos por el Arminianismo excesivo, incluso amenazando guerra civil.
Arminio no escribió un cuerpo de doctrinas como la Institución de Calvino, pero escribió muchísimo, tanto en sus años de pastor como en los de profesor de teología. Sus escritos tuvieron, casi todos, carácter polémico. También escribió para defenderse de lo que él llamaba “incorrectas representaciones de sus puntos de vista”.
Especialmente interesante es su libro Setenta y nueve Discusiones Privadas, obra póstuma que recoge sus notas de clase de cuando era profesor en Leiden. Arminio aseguraba que Dios concede el perdón y la vida eterna a todos los que se arrepientes de sus pecados y creen en Jesucristo. Dios quiere que todos se salven, y solo porque ha previsto desde la eternidad la creencia o increencia delos individuos, ha determinado desde la eternidad el destino de cada uno.
D. Los Bautistas.
Los Bautista forman una de las denominaciones protestantes más grandes, con calidad de miembro mundial de casi 35 millones. Los siguientes distinguen a Bautista de otras comuniones protestantes:
1. Su insistencia respecto al bautismo de los creyentes adultos solamente.
2. Su preocupación por la libertad del discurso y conciencia y por la libertad de interferencia por cualquier autoridad civil o eclesiástica.
3. La importancia que intentan dar a las Escrituras en materias de la fe, doctrina, y enseñanzas.
4. La autoridad que dan a la congregación en asuntos de la iglesia.
En 1608–1609, surgen en Holanda los bautistas, de los descendientes de los puritanos que habían huído a ese país y que fueron influenciados por los Anabaptistas Menonitas, con respecto a que el bautismo cristiano era apropiado solamente para los adultos con una fe personal y consolidada, cuando la primera iglesia con ese nombre en los tiempos modernos fue fundada por el pastor inglés emigrado, John Smyth.
Sorprendentemente, y contrario a la opinión popular, los protestantes fueron los que más persiguieron a los bautistas. En la trágica Guerra de los Campesinos de Munster, donde 5 000 de ellos perdieron la vida, muchos bautistas fueron inmolados, acusados falsamente de sedición.
Smyth estudió en Cambridge y se hizo predicador hacia 1600. Aunque era de origen anglicano en 1606 se apartó de la iglesia de Inglaterra y fundó una iglesia “separatista” en Gainsborough. Las Iglesias de la Separación eran radicalmente calvinistas, congregacionistas y anabaptistas. Convertido en ministro principal de una comunidad de baptistas separatistas, Smyth se trasladó a Holanda con sus seguidores en 1608, huyendo de la persecución religiosa; también ejerció una influencia notable sobre los Padres Peregrinos que emigraron a Norteamérica por la misma época y contribuyeron a fundar la colonia de Nueva Inglaterra. Smith predicó un espiritualismo libertario, defendiendo el derecho de cada individuo a adquirir y mantener su propia fe; incluso defendió su derecho a equivocarse y rectificar. Pero sus continuas rectificaciones doctrinales causaron tales conflictos entre sus seguidores, que él mismo fue expulsado de su Iglesia. Uno des sus discípulos, Thomas Helwys, fundó una iglesia bautista en Londres y publicó una defensa de la libertad absoluta de religión en 1612.
En 1668 ya había 47 iglesias bautistas en Londres y sus alrededores. Posteriormente se ha conocido a estos como bautistas Generales, por su convencimiento de que Jesús murió para salvar a todos los hombres que crean en Él, de acuerdo al pensamiento arminiano.
Pronto se dio una división, en donde los generales siguieron la doctrina arminiana, mientras que los particulares se inclinaron por el calvinismo, que tuvo como pastores a Henry Jacob, John Lathrop y Henry Jessey. La discusión sobre el bautismo infantil comenzó en esa iglesia en 1630 y optaron por el bautismo de creyentes en 1638, convirtiéndose en iglesia bautista pero diferenciándose de los otros bautistas por su creencia en que Jesús murió solamente por los predestinados a la salvación, de acuerdo al pensamiento calvinista. Más adelante, los bautistas ingleses adoptaron un punto medio que permitió la unión de bautistas generales y particulares en el siglo XIX.
Los bautistas se identifican con los evangélicos, pero además de instar en la experiencia personal de conversión, insisten en la iglesia local compuesta únicamente por creyentes y en ciertas características especiales.
Están organizados en convenciones, uniones y asociaciones, siendo la mayor de ellas la Convención Bautista del Sur de Estados Unidos, de teología generalmente conservadora, seguida por algunas convenciones formadas por los bautistas negros.
En 1633, varios separatistas calvinistas que salieron de la iglesia de Inglaterra, iniciaron el movimiento de los bautistas particulares, con tendencias calvinistas, creyendo que Cristo murió únicamente por los elegidos. Ellos contribuyeron a la teología bautista que llegó a prevalecer, y que se inclina ligeramente hacia el calvinismo por su énfasis en la perseverancia de los santos o seguridad del creyente. Otra de sus contribuciones al desarrollo de los bautistas fue su sistema de gobierno totalmente congregacional. En el siglo XIX, absorbieron a los generales o arminianos, pero modificaron su antigua posición calvinista inflexible.
En América, Roger Williams, fundó la Primera Iglesia Bautista de Providence, Rhode Island, en 1639. Él fue pionero de la libertad religiosa, pero también de la separación absoluta de la Iglesia del Estado.
Algunos bautistas empezaron a guardar el sábado y en 1672 se organizó una Iglesia Bautista del Séptimo Día en Newport, Rhode Island. La única diferencia importante con otros bautistas es la observancia del sábado, lo cual no se hace de una manera legalista ni impositiva.
El sistema de organización eclesial y gobierno de todos los bautistas es congregacional y por esto otorga autonomía a las iglesias bautistas locales, dirigidas por pastores formados en seminarios propios de esta denominación, elegidos libremente en sus asambleas locales, sin necesidad de una ordenación, pues la autoridad reside en la iglesia, no en el pastor. Claro está que la iglesia tiene la responsabilidad de elegir como pastor a una persona de buen testimonio y conocedor de la doctrina bíblica. Las iglesias frecuentemente se asocian en organizaciones, tales como uniones, asociaciones, y convenciones. A su vez, muchas organizaciones nacionales forman parte de la Alianza Bautista Mundial. Este sistema congregacional e independiente hace que sus detractores les acusen de ser centenares de “sectas” separadas unas de otras. En realidad, la posición bautista de las Escrituras considera a la Iglesia de Cristo como la esposa de Dios, compuesta por los verdaderos creyentes de cualquier denominación de todo el mundo, que solamente Dios conoce y trata.
La obra misionera moderna comenzó en el año 1793 con William Carey un bautista inglés que se desplazó a India para hacer labor misionera. En su viaje a India para unirse a la obra de William Carey aceptaron las enseñanzas bíblicas de los bautistas.
E. Los Amigos.
En el siglo XVII surge la iglesia de los Amigos, que nace del pensamiento de George Fox, que nació un pueblo del Condado de Leicester, Inglaterra, ahora conocido como Fenny Drayton, 24 kilómetros al suroeste de Leicester, en julio de 1624 y murió el 13 de enero de 1691. Su padre, Christopher Fox, era un tejedor, conocido por sus vecinos como el “cristiano más recto”; su madre Mary Lago, era según Fox, “de las reservas de los mártires”.
Durante su infancia, Fox tuvo una seria devoción religiosa. Su educación estaba basada en la fe y en la práctica de la iglesia de Inglaterra, de la que su familia era miembro; la iglesia de su pueblo era puritana y presbiteriana. No tuvo una educación formal, pero aprendió a leer y a escribir. Durante su adolescencia, estaba fascinado con la Biblia, la cual estudiaba continuamente. Fox afirmó: “Cuando cumplí once años, conocí la pureza y la rectitud; y mientras era un niño, aprendí a vivir para mantenerme puro. El Señor me enseñó a ser fiel, en todas las cosas, y a actuar fielmente de dos maneras: Interiormente hacia Dios, y exteriormente hacia el hombre”.
Cuando creció, pensó en hacerse sacerdote, sin embargo fue aprendiz de un zapatero. Oficio apropiado para su temperamento contemplativo, llegando a ser bien conocido por su diligencia entre los madereros que tenían negocios con su maestro. Una obsesión constante para Fox era la búsqueda de la simplicidad en la vida, en el sentido de humildad y abandono del lujo, y el corto tiempo que pasó como pastor fue clave para la formación de esta idea. En sus últimos años, escribió una carta de difusión general señalando que Abel, Noé, Abraham, Jacob, Moisés y David eran todos cuidadores de ovejas o ganado, y que una educación aprendida no debería ser vista como un requisito para el sacerdocio.
A pesar de su educación, Fox no sintió vergüenza en trabar amistad con gente educada. Frecuentemente visitaba a Nathaniel Stephens, el pastor protestante de su ciudad, con quien mantenía largas discusiones sobre asuntos religiosos. Stephens consideraba a Fox como un hombre joven dotado, pero los dos estaban en desacuerdo en muchos temas; por lo que más tarde Nathaniel trataría a Fox como un loco y hablaría contra él durante su carrera. También tenía amigos que eran “profesores”, seguidores de la religión estándar, pero a la edad de 19 años había comenzado a mirar con desprecio sus comportamientos, en particular por el alcohol. Fox registró que una noche mientras oraba oyó una voz interior diciéndole: “Tu ves como la gente joven cae en la vanidad, y los viejos en la tierra; y debes abstenerte de todos, jóvenes y adultos, y mantenerte fuera de todo, y ser como un extraño para todo”.
Por esta razón, dejó Leicestershire en septiembre de 1643, en un estado de tormento mental y confusión. Mientras estuvo en Barnet, Fox vivió sumido en una depresión quizás por las tentaciones de esta relativa libertad de recurrir a un pueblo cercano de Londres. Se encerraba en su habitación por días enteros o salía a pasear por la campiña. Pensaba intensamente en la tentación de Jesús en el desierto, la cual comparaba con su propia condición espiritual, pero sacó fuerzas de su convicción de que Dios lo apoyaría.
En aquella época, atrajo la atención de varios religiosos, pero los rechazó porque no sentía que ellos vivían las doctrinas que enseñaban. Fox buscó activamente la compañía de los ministros y sacerdotes, pero “no encontró ningún confórt en ellos”; estos hombres eran incapaces de ayudarlo con sus luchas interiores. Un sacerdote de Worcestershire le aconsejó que usara tabaco, el cual Fox detestaba, y cantara hímnos; otro, en Coventry, ayudó a Fox al principio, pero se enfureció cuando Fox pisó, por accidente, una flor de su jardín. Había otro ministro que sugirió que Fox debía quitarse un poco de sangre para curarse de su “mente enferma”.
Desilusionado y deprimido, volvió a casa en junio de 1644. Pero tampoco allí encontró la ayuda que necesitaba. La familia y amigos de Fox le ofrecieron como solución a sus problemas el matrimonio o el servicio militar, durante el periodo de las guerras civiles. Pronto decidió que debía viajar de nuevo, pero esta vez con un acercamiento más profundo a las figuras religiosas con las que se encontraría. Fox estaba decidido a retar a aquellas con las que estuviera en desacuerdo, en lugar de retroceder ante ellas.
Durante los siguientes años, George Fox continuó viajando alrededor del país a medida que sus creencias religiosas iban tomando forma. Mediante la oración y la meditación, alcanzó un mejor entendimiento de la naturaleza de su fe y de lo que ésta exigía de él. Llamó a este proceso “la apertura”, ya que se manifestó como una serie de revelaciones repentinas de ideas que ya eran completas en el momento de tomar conciencia de ellas. También alcanzó un profundo conocimiento de las creencias cristianas establecidas acerca de la Creación y la salvación. Entre sus ideas estaban:
1. Los cristianos se diferencian entre ellos por sus prácticas rituales, pero todos se consideran “salvados” gracias a su fe; de esta forma, los rituales pueden ser obviados, siempre que se experimente una verdadera conversión espiritual.
2. La cualificación para ser sacerdote es concedida por el Espíritu Santo, no por los estudios eclesiásticos. Esto implica que cualquiera tiene el derecho de ser sacerdote, dado que el Espíritu les guía, incluidas las mujeres.
3. Dios “habita en los corazones de sus obedientes siervos”: La experiencia religiosa no está limitada a las paredes de una iglesia. De hecho, Fox evitaba llamar “iglesia” al edificio, usando en su lugar la palabra “edificio del campanario”, una denominación aún utilizada por muchos cuáqueros en la actualidad. Fox concebía la adoración de Dios no solo en edificios eclesiásticos, sino también en campos y huertos, bajo la creencia de que la presencia de Dios puede sentirse en todas partes.
4. Fox es uno de los varios seguidores del movimiento Carismático, según el cual estar abierto al Espíritu podría conllevar la obtención de carismas. Entre otros, Fox reconoció la aplicación de ciertos dones de Carisma, como los exorcismos, curaciones divinas y la “palabra de sabiduría”[10]. (1 Cor.12:8-10).
Fox tuvo ciertas experiencias entre los “Disidentes Ingleses”, grupos de personas que habían roto con los rituales de la iglesia estatal a causa de sus creencias divergentes. Fox albergaba la esperanza de obtener ayuda de los disidentes para aclarar su entendimiento espiritual, ya que la Iglesia era incapaz de ayudarle, pero este no fue el caso: Por ejemplo, estaba en desacuerdo con un grupo por asegurar que la mujer tenía alma. De ahí procede el famoso pasaje de su diario:
“Pero igual que había abandonado a los sacerdotes, así también me alejé de los predicadores independientes, y de aquellos considerados personas experimentadas, ya que observé que no había ninguno entre ellos que pudiera hacerse oír en mi interior[11]. Y cuando había perdido toda esperanza en ellos y en todos los hombres, de forma que no había nada en el exterior que pudiera ayudarme, entonces, oh, entonces oí en mi interior una voz que dijo: “Hay alguien, el mismo Jesucristo, que puede hacerse oír en tu interior”; y cuando oí esto my corazón dio un vuelco de gozo. Entonces el Señor me permitió entender por qué no había nadie sobre la Tierra que pudiera hablar a mi condición, es decir, para que pudiera verle a Él en toda su Gloria; ya que todo ser que habita la tierra está hundido bajo el peso del pecado, y perdido en la oscuridad de la falta de fe, como yo había estado, y Jesucristo tiene la preeminencia que ilumina, y da gracia y fe y poder. Así cuando Dios obra, ¿quién lo impedirá? Y esto lo supe a través de la experiencia”.
En 1648 Fox comenzó a ejercer su ministerio públicamente: Solía predicar en los mercados, en los campos de labor, en encuentros públicos de toda índole, y a veces también en “edificios de campanario” una vez que los sacerdotes habían concluido su sermón. Su oratoria era enérgica y poderosa, y lograba convencer a muchas personas para que compartieran sus creencias en la espiritualidad de la “verdadera religión”. La adoración a Dios de los Amigos, que se manifiesta mediante una espera silenciosa, era al parecer ya algo establecido en esta época, aunque no se tiene constancia de como se llegó a ella. Ni siquiera está claro en qué momento fue fundada la Sociedad de Amigos, aunque se programó un encuentro mensual en el Condado de Durham en 1653, aunque se sabe con certeza que había un grupo de personas que viajaban juntos con frecuencia. El término “hijo de la luz” también se usaba para designar lo mismo que “amigo”. Al parecer, Fox no tenía la intención de fundar una secta, sino simplemente de proclamar lo que él concebía como los principios puros y auténticos del Cristianismo en su simplicidad original; aunque posteriormente mostró una gran habilidad como líder religioso en la organización que estableció para la nueva sociedad.
En Derby en 1650 Fox fue encarcelado por blasfemia; un juez se mofó de la exhortación de Fox a “temblar ante la palabra del Señor”, llamándolo a él y a sus seguidores “cuáqueros”, que es el nombre que hoy se usa normalmente para referirse a la Sociedad de Amigos. Sufrió un penoso tratamiento en prisión, a causa de su negativa a luchar contra el retorno de la monarquía, o mejor dicho, a tomar las armas con cualquier motivo.
La predicación de Fox se centraba en las Escrituras, pero era principalmente efectiva por la sensación de intensa experiencia personal que era capaz de transmitir. Era muy severo con la inmoralidad de la época, especialmente con el engaño y la exigencia de diezmos, y apremiaba a sus oyentes para que llevaran una vida libre de pecado, evitando de esta forma la visión de los “Ranters” o Antinomios que considera que todos los actos de un creyente son libres de pecado por el simple hecho de creer. En aquella época, había una gran diversidad de grupos cristianos que mantenían muy diversas opiniones; el ambiente de disputas y confusión le dio a George Fox la oportunidad para imponer sus propias creencias a través de sus sermones. En 1651 ya había reunido a otros hábiles predicadores a su alrededor, y continuó viajando por el país buscando nuevos conversos. Siguió con su labor a pesar de una fría acogida por parte de algunos oyentes, que lo azotaban y golpeaban para que se fuera.
Poco a poco se iba desarrollando el interés en la justicia social, incitado por las quejas de Fox a los jueces acerca de decisiones que consideraba moralmente incorrectas; por ejemplo, escribió una carta acerca del caso de una mujer condenada a muerte por robo. La opresión por parte de los poderosos era una preocupación muy real para el pueblo inglés, en medio de la agitación provocada por la Guerra Civil Inglesa que siguió a los excesos de Carlos I de Inglaterra y los comienzos de la Commonwealth. El conflicto de George Fox con la autoridad civil era inevitable.
En 1652 Fox sintió que Dios le conducía a Pendle Hill. Allí tuvo una visión de miles de almas uniéndose con Cristo. De ahí viajó a Sedbergh en Westmorland, donde debía tener lugar una reunión de Seekers. Predicó en la ciudad cercana de Firbank Fell y convenció a muchos, incluyendo a Francis Howgill, de que aceptaran sus enseñanzas acerca de un Cristo capaz de hablar a la gente directamente.
Estos comienzos, bajo persecución, forzaron a Fox a establecer su posición acerca de los juramentos y la violencia. Aunque previamente ya había mostrado en sus discursos su tendencia contraria a jurar o a tomar las armas, esta actitud se volvió una parte muy importante de su predicación pública: Estaba firmemente decidido a que ni él ni ninguno de sus seguidores cedieran bajo la presión. En una carta de 1652[12], instó a los Amigos a no usar “armas físicas” sino “armas espirituales”, diciéndoles “dejad a las olas[13] romper contra vuestras cabezas”.
Fue condenado de nuevo en 1653 en Carlisle y llevado a Londres para una reunión con el Lord Protector, Oliver Cromwell. Tras afirmar que no tenía la intención de tomar las armas, Fox pudo departir con Cromwell durante algún tiempo sobre las diferencias entre los Amigos y los miembros de las denominaciones tradicionales, y le aconsejó escuchar la voz de Dios y obedecerla. Algunos propusieron condenarle a muerte pero el Parlamento de Inglaterra solicitó su puesta en libertad para evitar la “muerte de un joven... a causa de la religión”. Fox recalcó que cuando se marchaba, Cromwell “con lágrimas en los ojos, dijo: “Vuelva de nuevo a mi casa, porque si usted y yo tuviéramos si quiera un día para estar juntos, lograríamos acercar nuestras posiciones”; añadiendo que no le deseaba mayor mal que el que deseaba para sí mismo”. George Fox fue puesto en libertad de nuevo.
Pero fue encarcelado de nuevo en Londres en 1654, Launceston en 1656, Lancaster en 1660 y 1663, Scarborough en 1666 y Worcester en 1674. Frecuentemente, era arrestado con ningún cargo salvo causar “disturbios”, pero él y el resto de Amigos también fueron acusados de delitos más graves. Los Cuáqueros desafiaban las leyes en contra de los cultos no autorizados, a pesar de que estos reglamentos eran aplicados de forma muy irregular. Los actos basados en la defensa de la igualdad social, como no usar nunca los títulos de nobleza, o no descubrirse la cabeza frente al tribunal eran tachados de irrespetuosos. La negativa a hacer juramentos hacía que los Cuáqueros fueran perseguidos por la ley por incumplimiento del Juramento de Lealtad; además, provocaba graves conflictos al testificar ante el tribunal.
A pesar de hallarse en prisión, George Fox siguió escribiendo y predicando. Sentía que un lado positivo de estar encarcelado era poder estar en contacto con personas que necesitaban su ayuda, tanto los carceleros como sus compañeros de prisión. Además trató de dar ejemplo con sus acciones, poniendo la otra mejilla cuando era golpeado y no dejándose abatir por el maltrato de sus guardianes.
La Commonwealth sospechaba la existencia de complots monárquicos, y temía que el numeroso grupo de personas que viajaban con Fox trataran de derrocar al gobierno. Para entonces, sus reuniones atraían regularmente a multitudes de personas.
Fox se entrevistó con Cromwell de nuevo en 1656, solicitándole durante varios días que aliviara la persecución a la que eran sometidos los Cuáqueros. A nivel personal, el encuentro fue fructífero; a pesar de las serias desavenencias entre ambos hombres, tenían un cierto acuerdo. Fox incluso se sintió movido a invitar a Cromwell a “postrar su corona a los pies de Jesús”; lo que, sin embargo, Cromwell rechazó. Su tercer encuentro fue en 1658 en Hampton Court, aunque no pudieron hablar durante mucho tiempo, debido a la grave enfermedad del Protector. De hecho, Fox escribió que “parecía un hombre muerto”. Cromwell murió en septiembre de aquel año.
Las persecuciones de estos años, con unos mil Amigos encarcelados en 1657, endureció las opiniones de Fox acerca de los ritos tradicionales sociales y religiosos. En sus prédicas, a menudo enfatizaba el rechazo de los Cuáqueros al bautismo con agua; esta era una forma útil de resaltar como la idea de los Amigos sobre la transformación interna difería de lo que ellos consideraban la superstición de los rituales. También, resultaba una deliberada provocación a los partidarios de esos ritos, proporcionándole a Fox la oportunidad para discutir con ellos sobre temas de Escrituras. Esta forma de actuar también se mostraba en sus apariciones ante los tribunales: Cuando un juez le instaba a quitarse el sombrero, Fox respondía preguntando en qué lugar de la Biblia se encontraba tal normativa.
La Sociedad de Amigos fue organizándose progresivamente hacia el final de la década. Se llevaban a cabo grandes reuniones, incluyendo un evento de tres días en Bedfordshire, el precursor del actual Encuentro Británico Anual.
Prácticamente todos los estudiosos coinciden en que en la década de los 50, cuando los Amigos eran más combativos, fue el período más creativo de su historia, y a medida que el final de la década se acercaba Fox iba adquiriendo una actitud más optimista acerca de la idea de que el movimiento se convirtiera, en sus propias palabras “en la Iglesia de Inglaterra”. En 1659, envió al parlamento su panfleto más políticamente radical, “Cincuenta y nueve detalles para la Regulación de las cosas”, pero la época era tan turbulenta que no se le hizo caso.
Durante su encarcelamiento en Lancaster en 1660, escribió al Rey ofreciéndole su asesoramiento en temas de gobierno: Carlos debería abstenerse de la guerra y de las persecuciones religiosas internas, y desautorizar la toma de juramentos, las obras de teatro y los juegos del Primero de Mayo. Estas últimas sugerencias revelan las inclinaciones puritanas de Fox, que siguieron influenciando a los Cuáqueros siglos después de su muerte. Fox aconsejó a sus seguidores a violar abiertamente numerosas leyes que trataban de suprimir el movimiento, enviando a muchos Amigos a la cárcel durante dos décadas y media.
Al menos en un asunto, Carlos escuchó a Fox. Los setecientos Cuáqueros que habían sido apresados bajo el mandato de Richard Cromwell fueron liberados, aunque el gobierno seguía dudando acerca de la conexión del grupo con otros movimientos más violentos.
En 1661 una revuelta por los hombres de la quinta monarquía llevó a la supresión de esa secta y la represión de otras inconformistas, incluyendo a los Cuáqueros. Posteriormente, Fox y otros once Cuáqueros publicaron un manifiesto que proclamaba lo que se llamó el “Testimonio de Paz”, que les encaminaba a rechazar toda guerra y violencia externa por ser contraria al deseo de Dios. No todos los seguidores aceptaron este manifiesto; Isaac Penington, por ejemplo, se mantuvo contrario a él durante un tiempo.
Mientras tanto, los Cuáqueros de Nueva Inglaterra habían sido prohibidos, y Carlos fue aconsejado por sus consejeros a dictar una orden condenando esta práctica y permitiéndoles regresar. George Fox pudo reunirse con algunos de los Amigos de Nueva Inglaterra cuando regresaron a Londres, estimulando su interés en las colonias americanas. Fox no pudo viajar inmediatamente: Fue de nuevo encarcelado en 1663 por su negativa a tomar juramentos, y al ser liberado en 1666 estaba demasiado ocupado con asuntos de la organización del movimiento; reguló el sistema de reuniones mensuales y quincenales de todo el país y la extendió a Irlanda.
La visita a Irlanda le dio la oportunidad de predicar en contra de lo que consideraba los excesos de la Iglesia Católica Romana, en particular el uso de ritos. Cuáqueros actuales han observado puntos de conexión entre las denominaciones: Ambas afirman la presencia de Dios en sus reuniones y ambas permiten a la opinión colectiva de la iglesia contribuir a las enseñanzas bíblicas. Fox, sin embargo, no percibió estos puntos, por haber sido criado en un ambiente puramente Protestante contrario al “Papismo”. También era más estricto en su apoyo sobre la Biblia que muchos de sus seguidores.
En 1669 Fox se casó con Margaret Fell de Swarthmoor Hall, una dama de alta posición social, y una de sus primeras adeptas. Su esposo Thomas Fell había muerto en 1658, y ella había sido encarcelada en Lancaster junto con Fox durante varios años. Su trabajo religioso conjunto era la base de su vida conyugal, y más tarde colaboraron en gran parte de la administración que requería la sociedad.
En 1671 Fox viajó a Barbados y las colonias inglesas en América, permaneciendo allí dos años. Desde Barbados, envió una carta a los Amigos describiendo el papel de las reuniones de mujeres en la ceremonia del matrimonio entre Cuáqueros, un punto de controversia cuando volvió a casa, y escribió una carta al gobernador y a la Asamblea de la isla en la que refutaba las acusaciones hacia los cuáqueros de incitar a los esclavos a la revolución e intentaba asegurar la ortodoxia de las creencias cuáqueras. Esta carta, particularmente su parte doctrinal, se convertiría dos siglos después en un elemento decisivo en el enfrentamiento entre sus seguidores. El primer aterrizaje de Fox en el continente norteamericano fue en Maryland, donde participó en un encuentro de cuatro días con Cuáqueros de la localidad. Permaneció allí mientras varios de sus compañeros ingleses viajaban a las otras colonias, porque deseaba conocer nativos americanos de los Estados Unidos que estuvieran interesados en las costumbres cuáqueras, aunque Fox resalta que se mantenía un gran debate entre ellos sobre si participar en el encuentro. Fox se sintió impresionado por su comportamiento cotidiano, del que dijo que era “lleno de amor” y “respetuoso”.
En las colonias, Fox ayudo a establecer sistemas de ogranización para los Amigos que residían en el lugar, en la misma línea que había comenzado en Inglaterra. También predicó a muchas personas ajenas al movimiento, algunas de las cuales se convirtieron; otras, incluyendo los Ranters y algunos católicos, fueron inamovibles. Al parecer, esto no importó mucho a Fox, pero sí se manifestó en contra de la afirmación de un habitante de Carolina del Norte que dijo que “La luz y el Espíritu de Dios... no estaba en los indios”, una sentencia que Fox rechazó.
Después de extensos viajes por las diversas colonias americanas, George Fox regresó a Inglaterra en 1673, hallando el movimiento fuertemente dividido entre aquellos que se negaban al establecimiento de las reuniones de mujeres, fundamentalmente habitantes de las provincias, y el poder de aquellos que vivían alrededor de Londres. Con William Penn y Robert Barclay como aliados, solucionó este problema con éxito. Fue encarcelado de nuevo, y su salud comenzó a empeorar. Margaret Fell pidió al Rey la liberación de su esposo; ésta tuvo lugar, pero Fox estaba demasiado débil como para reanudar sus viajes inmediatamente. En su lugar, intensificó su trabajo escrito: Cartas, tanto públicas como privadas, así como libros y ensayos; también comenzó a dictar lo que sería publicado después de su muerte como su diario. Gran parte de su energía la dedicó al tema de los juramentos, sintiéndose convencido de la importancia de las ideas cuáqueras. Al rechazar los juramentos, sentía que podía atestiguar el valor de la verdad en la vida diaria, así como ante Dios, a quien asociaba a la verdad y a la luz interior.
Fox también encargó a dos Amigos que viajaran alrededor del país recogiendo los testimonios de los Cuáqueros encarcelados, como evidencia de la persecución a la que eran sometidos; esto dio lugar al establecimiento en 1675 de la Reunión de los Sufrimientos, que ha seguido celebrándose hasta la actualidad.
En 1677 y 1684 visitó a los Amigos en los Países Bajos, y organizó sus reuniones disciplinarias. También hizo una breve visita donde actualmente es Alemania. Mientras tanto, Fox participaba mediante el correo en una disputa entre Amigos de Inglaterra acerca del papel de las mujeres en las reuniones, una lucha que consumió sus energías y le dejó exhausto. De vuelta en Inglaterra permaneció en el sur con el objetivo de dar por zanjada la disputa. La salud de Fox empeoró aún más hacia el final de 1684, pero continuó trabajando de una forma más restringida, escribiendo a los líderes de Polonia, Dinamarca, Alemania y a otros países acerca de sus creencias y su trato hacia los Cuáqueros.
En sus últimos años, Fox siguió participando en las Reuniones Anuales, y aún comparecía ante el Parlamento para denunciar el sufrimiento de los Amigos. El Acta de Tolerancia de 1689 puso final a las leyes de uniformidad cuyo incumplimiento había provocado la persecución de los Cuáqueros, y en ese año muchos amigos fueron liberados.
George Fox murió el 13 de enero de 1691, y fue enterrado en el Cementerio Cuáquero de Bunhill Fields en Londres.
Su diario fue publicado por primera vez en 1694, tras ser editado por Thomas Ellwood, amigo de John Milton, y por William Penn. Al igual que otras obras parecidas de la época, el diario no fue escrito de manera contemporánea a los hechos que describe, sino que más bien se compiló muchos años más tarde, siendo en gran parte dictado. Como autobiografía religiosa ha sido comparado con obras como las Confesiones de Agustín de Hipona y el “Gracia abundante para el mayor de los pecadores” de John Bunyan, un trabajo de carácter muy personal que, no obstante, logra atraer al lector. También lo han utilizado los historiadores por su riqueza de detalles de la vida cotidiana del siglo XVII y de las muchas ciudades y pueblos que Fox visitó.
Cientos de cartas de Fox, en su mayor parte epístolas escritas para ser publicadas, así como unos cuantos comunicados privados, también han sido publicadas. Escritas a partir del 1650 con encabezados del estilo de Amigos, “Buscad la paz de todos los hombres” o “A los amigos”, para que se conozcan en la luz, las cartas ofrecen una enorme introspección en los particulares de las creencias de Fox y muestran su determinación por difundirlas. Estos escritos han encontrado lectores más allá de los cuáqueros, habiendo numerosos grupos religiosos que las usan para ilustrar los principios del cristianismo.
La influencia de Fox sobre la Sociedad de Amigos fue, por supuesto, tremenda y sus creencias han sido en su mayor parte llevadas a la práctica por este grupo. Puede que su logro más significativo, aparte de su predominante influencia en el movimiento inicial, fue su liderazgo para enfrentarse a los dos retos de la persecución por el gobierno tras la Restauración y las disputas internas que amenazaban su estabilidad durante aquel periodo. No todas sus creencias fueron bien recibidas por todos los cuáqueros: Su oposición de estilo puritana a las artes y su rechazo del estudio teológico detuvo el desarrollo de estas prácticas entre los cuáqueros durante un tiempo. El nombre de George Fox a menudo lo invocan Amigos tradicionalistas que no gustan de las concepciones liberales modernas respecto a los orígenes cristianos de la Sociedad. Pero al mismo tiempo, los cuáqueros y otros grupos pueden identificarse con la experiencia religiosa de Fox e incluso aquéllos que están en desacuerdo con él lo consideran un pionero.
El Testimonio de Paz es probablemente el más conocido de los testimonios de los Amigos. La creencia de que la violencia es siempre un error ha persistido hasta nuestros días, y muchos objetores de conciencia, defensores de la no-violencia y activistas anti-guerra son Amigos. A causa de este Testimonio de Paz, los Amigos siempre han sido considerados como una de las históricamente conocidas como iglesias de Paz.
Quizá el más ilustre de todos los amigos sea William Penn, que fundó la ciudad de Filadelfia, en Pensilvania, que adoptó el nombre del líder religioso. Y el segundo cuáquero más ilustre no puede ser otro más que Abraham Lincoln.
En 1947 el Movimientos Cuaquero fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz, el premio fue aceptado por American Friends Service Committee y el Concilio de Amigos de parte de todos los Amigos.
F. Los Hermanos Moravos.
Su iniciador fue un tal Gregorio[14], convencido de que la Iglesia romana había caído en una insanable corrupción. Primeramente, el movimiento se caracterizó por sus tendencias comunitarias y pacifistas, a la abolición de los rangos jerárquicos y a un rechazo al sacramento de la Eucaristía, reemplazándolo por una especie de comida común o “memorial” para la que utilizaban vino y pan. Aceptaron la doctrina de la justificación por la sola Fe y la caridad. Promovieron la pobreza evangélica en la vida de sus acólitos, principalmente de sus pastores quienes además debían vivir según la regla del celibato, para cuyo cumplimiento crearon una especie de Comité de Vigilancia. Adoptaron la confesión pública de los pecados considerados de público conocimiento, modalidad que debía ser estrictamente cumplida bajo pena de excomunión.
Hicieron necesario el re-bautismo de los conversos. El surgimiento, durante el siglo XVI, de la llamada reforma protestante, provocó que los seguidores de la Hermandad se volcaran decididamente a su favor. La derrota de aquellos por parte del emperador Carlos V durante la batalla de Muhlberg[15] durante la llamada “Revolución de los campesinos” dio origen a su dispersión, refugiándose principalmente en Polonia, Prusia y Hungría, países en los que surgieron pequeñas comunidades de los Hermanos Moravos.
Después de la derrota del ejército corporativo frente a las tropas imperiales de Habsburgo en 1618, Bohemia y Moravia fueron recatolizadas por la fuerza. Veintisiete líderes espirituales fueron ejecutados y descuartizados. Más de 1 200 clérigos tuvieron que abandonar el país. Con ellos emigraron más de 36 000 familias, lo que redujo la población a un tercio y destruyó la antigua prosperidad y bienestar del país. Los polos de la emigración fueron Sajonia, Silesia y Polonia. Otros entraron a la clandestinidad.
En Polonia del siglo XVII, Jan Amos Comenio se convirtió en el teólogo y decano más importante. Jan Amos Comenius o Komenský, nació el 28 de marzo de 1592 en Moravia, región de la actual República Checa. Era el menor de cinco hijos y el único varón de una familia de granjeros acaudalada. Sus padres pertenecían a la Unión de Hermanos Moravos o Hermanos Bohemios, o Iglesia Morava. Después de completar sus estudios en Alemania, volvió a su país natal. Más tarde, a la edad de 24 años, fue ordenado sacerdote de la Unión de Hermanos Moravos.
En 1618, Comenius fue colocado al frente de la pequeña parroquia de Fulnek, ciudad situada a unos 240 kilómetros al este de Praga. En aquel tiempo, la Contrarreforma católica, destinada a combatir el protestantismo, se hallaba en pleno apogeo en Europa. El conflicto religioso entre católicos y protestantes alcanzó su punto álgido con el estallido de la guerra de los Treinta Años[16]. Tras una década de lucha, la religión católica fue declarada la única confesión legítima en Moravia. A Comenius y a los miembros de las clases altas se les dio la oportunidad de elegir: Convertirse al catolicismo o abandonar el país. Puesto que Comenius no estaba dispuesto a claudicar, trasladó a su familia a la pequeña ciudad de Leszno, importante centro de la Unión de Hermanos Moravos en Polonia. Aquello marcó el principio de un exilio que duraría cuarenta y dos años y que le privaría de regresar a su patria.
Comenius se empleó como maestro de Latín en el Gimnasio de Leszno, una escuela para preuniversitarios. No obstante, al poco tiempo se sintió descontento con los métodos inadecuados de enseñanza, y con buena razón. El sistema escolar de la época se encontraba en un estado deplorable. Por ejemplo, solo a los varones se les consideraba dignos de recibir educación, aunque se excluía a los que nacían en la pobreza. La instrucción en las aulas consistía principalmente en llenar la cabeza de los estudiantes con sintaxis, palabras y frases del latín, porque la Iglesia Católica controlaba la mayoría de las escuelas del medievo, y dado que la liturgia se celebraba en latín, era fundamental la enseñanza de esta lengua para asegurar una provisión constante de futuros sacerdotes. Además, no se daba atención alguna a fijar objetivos concretos en el aprendizaje, ni tampoco la educación que recibían los alumnos les ayudaba a pasar progresivamente de lo sencillo a lo complicado. La disciplina era severa, en ocasiones incluso cruel, y el ambiente moral, degradado.
Comenius no fue el primero que defendió la necesidad de una reforma educativa. En Inglaterra, Francis Bacon había condenado la insistencia en el latín y había aconsejado retomar el estudio de la naturaleza. En Alemania, Wolfgang Ratke y Johann Valentin Andreä, entre otros, también habían intentado hacer mejoras, aunque ninguno de ellos obtuvo el favor del Estado para sus proyectos. Comenius propuso un programa para hacer amena y no tediosa la educación, y lo llamó pampaedia, que significa “educación universal”. Su finalidad fue establecer un sistema de enseñanza progresivo del que todo el mundo pudiera disfrutar. Decía que a los niños se les debía enseñar gradualmente, enlazando de manera natural los conceptos elementales con los conceptos más complejos. Asimismo, propugnó el uso de la lengua materna durante los primeros años de escolaridad en lugar del latín. Sin embargo, la educación no debía confinarse a la adolescencia, sino abarcar toda la vida del individuo.
Comenius escribió que el estudio tenía que ser “completamente práctico, completamente grato, de tal manera que hiciera de la escuela una auténtica diversión, es decir, un agradable preludio de nuestra vida”. También opinaba que la escuela debía centrarse no solo en la formación de la mente, sino de la persona como un todo, lo que incluiría la instrucción moral y espiritual.
El conde Nicolás Von Zinzendorf, ilustre protestante alemán, ahijado de Spener, y, por consiguiente, conocedor directo de las ideas pietistas, tomó contacto con el grupo establecido en Herrnhut[17], que significa “el cuidado del Señor”, no tardó en hacerse cargo de la misma, ejercer como predicador y luego, recibir consagración episcopal. Herrnhut creció rápidamente al tenerse noticias de la generosidad del conde los refugiados religiosos siguieron llegando, y pronto la propiedad se convirtió en una creciente comunidad. Pero, al crecer la población, también aumentarnos los problemas. Los diferentes fundamentos religiosos crearon discordia y en más de una ocasión se puso en peligro la propia existencia de Herrnuht.
Von Zinzendorf fue criado en un ambiente pietista, fomentó la vida de quietud, la oración en común, el uso de la Biblia como única regla de Fe, la validez de solo dos sacramentos: El Bautismo y la Cena del Señor y constituyó una jerarquía de tipo episcopal, cuyos obispos eran los encargados de ordenar ministros.
Sus esfuerzos encontraron tal resistencia que se vio obligado a cambiar de planes y reorganizarlos según el modelo de la Iglesia primitiva. Surgió, así, una pujante comunidad de hermanos moravos cuyo centro espiritual fue el convento fundado en Herrnhut. Sus miembros estaban sometidos a una estrecha disciplina y vigilancia, lo que algunos autores ven como un medio de tratar de encubrir el comportamiento autocrático y engañoso de Zinzendorf Idéntica misión tendría, inicialmente, la reserva que caracterizaba la vida de estos grupos y que va a ser la causa principal de su expulsión de Sajonia en 1736.
En 1727, habían organizado su propia liturgia y su separación de la Iglesia protestante, sin estar entre los objetivos iniciales, no tardó en llegar. Un período de renovación espiritual llego a su clímax en un servicio de comunión el 13 de agosto con un gran avivamiento, que según los participantes señalo la venida del Espíritu Santo a Herrnhut. Se produjo por este motivo en esta gran noche de avivamiento la comunión y el acuerdo y las pequeñas diferencias doctrinales ya no constituyeron causa de discusión, había un fuerte espíritu de unidad y una elevada dependencia de Dios. Se comenzó una vigilia de oración que continuó 24 horas al día, siete días a la semana sin interrupción, durante más de cien años.
Todos los predicadores eran instruidos en las prácticas del evangelismo y la predicación, no eran clérigos de las iglesias oficiales sino que se llamó un gran movimiento de predicadores y misioneros laicos.
Zinzendorf fue consagrado su primer obispo en 1737 por un obispo de la rama polaca del movimiento husita. Su autoridad superaba, por entonces, las fronteras germanas, al existir comunidades en otras partes de Europa y en América. Comenzó el envío de misioneros a distintos países: Zonas indígenas en Norteamérica, Groenlandia, Labrador, América del Sur, India, etc., y alcanzaron varias regiones del globo. Colaboraron con las iglesias luteranas de Alemania y Anglicana de Inglaterra, influyendo en Juan Wesley y los inicios del metodismo.
El movimiento Moravo había surgido de la clase artesanal y parecía natural que llevarán su oficio o profesión al ir al extranjero. Las contribuciones voluntarias según la teoría misionera morava, eran inadecuadas para el financiamiento de la tarea del evangelismo. La única alternativa era que los cristianos fueran misioneros ejerciendo su vocación de predicar y sus trabajos. La definición de su fe hacía énfasis en que todo creyente es un misionero y debe testificar por medio de su vocación diaria.
La “Patente de Tolerancia” del emperador José II de Habsburgo volvió a permitir la confesión evangélica, y en el tiempo que siguió, unos 66 000 checos se unieron a la Iglesia reformada formando 73 congregaciones hasta 1789.
Sin embargo, no había igualdad de derechos para las dos confesiones: Los evangélicos por ejemplo tenían que aportar al financiamiento de los curas católicorromanos. El Estado permitía la existencia de los evangélicos, pero no los veía con buenos ojos.
Uno de sus mayores logros fue la conversión de los indios miskitos de Nicaragua en el siglo XIX. Tienen una teología protestante, aunque bautizan a los niños y su ministerio está compuesto de obispos, presbíteros y diáconos.
Hasta 1861, la Iglesia reformada creció bastante más lento que la población; solo se formaron cinco congregaciones. En ese año, sin embargo, el emperador Francisco José I promulgó la llamada “Patente de los Protestantes”: Esta concedió la igualdad de derechos a los evangélicos, y tanto la Iglesia luterana como la reformada crecieron fuertemente. En 1919, las Iglesias luterana y reformada se reunieron en la “Iglesia Evangélica de los Hermanos Moravos”, un nombre que expresa la continuidad de la historia de Bohemia. En los años siguientes, muchos antiguos católicos se unieron a esta Iglesia; después de 1945, sin embargo, su importancia disminuyó. Hoy día, la Iglesia de los Hermanos Moravos cuenta con 13 000 miembros en 264 congregaciones. Una institución importante para la Iglesia es la facultad de Comenio en Praga.
G. Los Congregacionalistas.
Otra de las denominaciones que surgió en este periodo es la de los “congregacionalistas”. Robert Browne, capellán del Duque de Norfolk, que tiene el honor de ser llamado “el padre del congregacionalismo”, al fundar una iglesia local “no conformista” en Norwich, Inglaterra.
“Una reforma sin aguardar a nadie” vino a ser su contraseña, refiriéndose a la completa independencia de la autoridad de la religión estatal, apelando a una interpretación suya de la independencia de que gozaban los Apóstoles del Señor. Brown y un gran número de sus seguidores tuvieron que huir a los Países Bajos, donde surgieron florecientes congregaciones en las principales ciudades. Algunos de los que se quedaron en el continente europeo, seguidores de un tal John Smyth, se unieron más tarde a los baptistas. Pero otros, como John Robinson, establecieron iglesias independientes.
El congregacionalismo tiene sus raíces en el “separatismo”, con aquellos puritanos que decidieron separarse de la Iglesia Anglicana como reacción contra el sistema uniforme de las parroquias territoriales impuesto por la Iglesia de Inglaterra bajo Elizabeth I. Creado como una extensión del puritanismo, hizo énfasis en el derecho y deber de cada congregación a gobernarse por sí misma, independientemente de cualquier autoridad. En general, ellos evitaron credos y dieron prioridad a la predicación por encima de los sacramentos, aceptando solamente el bautismo y la eucaristía. Los congregacionalistas ingleses son ahora parte de la United Reform Church.
El nombre se generalizó a partir de la Revolución que dirigió Oliverio Cromwell en la década de 1640, aunque en aquel entonces se hacían llamar “independientes”. Su teología es calvinista, pero a diferencia de los presbiterianos y reformados, pueden elegir su propio ministro.
Tras la muerte, en 1658, de Oliver Cromwell, que puso fin al poder de los puritanos, la separación de las iglesias congregacionalistas respecto al anglicanismo oficial, por lo que fueron llamadas iglesias independientes, motivó su prohibición e hizo que muchos de sus miembros marcharan al exilio.
Con la restauración de la monarquía en Inglaterra, y la expulsión de todos los no-conformistas del seno del anglicanismo, los puritanos fueron de nuevo perseguidos. A partir de 1662 se produce una nueva oleada de emigrantes que establecen comunidades en Nueva Inglaterra, de un marcado carácter puritano. Entre los aspectos menos atrayentes de estas congregaciones se puede citar un cierto autoritarismo que llevó a cometer algunas injusticias contra los individuos a quienes, en sus asambleas se les acusaba de brujería o herejía, o mala vida, sin que pudieran apelar a ninguna autoridad superior. Por otra parte, en aquellos casos en los que, al ser excluidos de las Universidades, que aún conservaban una estrecha conexión con la religión oficial, se crearon colegios puritanos, estos contribuyeron, junto con instituciones católicas o de otras denominaciones protestantes, a establecer la base para la libertad de enseñanza, que prevalece en los países anglosajones.
Los puritanos congregacionalistas que se quedaron en Inglaterra firmaron en 1730, junto con los presbiterianos y baptistas, una alianza para proteger sus derechos civiles. Pero durante el siglo XVIII, lo mismo que las demás sectas no-conformistas, e incluso más por tener una organización menos coherente, el racionalismo, causó grandes estragos entre sus adherentes, y solo revivieron gracias al metodismo. Esto también ocurrió en América, aunque el congregacionalismo americano siempre fue más consistente, si bien menos fiel a sus principios, uniéndose muchas veces a los presbiterianos. El siglo XIX se caracteriza por el reagrupamiento de las varias congregaciones nacionales, culminando con Concilios Internacionales a finales del siglo, en Londres en 1891, en Boston en 1899. En 1811 se había formado la Congregational Union of Scotland, en 1833 se constituyó la Congregational Union for England and Wales. En 1871 se reafirmó el Principio de Independencia y a partir de ese mismo año se empezaron a celebrar cada tres años concilios nacionales en los Estados Unidos a los que acuden representantes congregacionalistas de cada uno de los Estados.
A pesar de esta reorganización, el número de puritanos congregacionalistas ha ido disminuyendo, se ha ido perdiendo el carácter puritano y se han ido produciendo varios intentos de unión con otros grupos protestantes afines. La última de estas uniones, que ha tenido lugar en 1972, ha sido la de la Congregational Church in England and Wales, que así se llamaba a partir de 1966, con la Presbyterian Church of England. En total, el número de miembros adultos en las Islas Británicas viene a ser de unos 200 000, mientras que en los Estados Unidos los puritanos congregacionalistas sobrepasan del medio millón. Existen varios millares en otros países de habla inglesa.
Los congregacionalistas prefirieron el pensamiento más “protestante” de Juan Calvino al modo de actuar más tradicional del anglicanismo. Insistían en el hecho de que la Iglesia es una comunidad local de cristianos que habían tenido la experiencia de la conversión a Cristo y que se reúnen libremente bajo el impulso del Espíritu Santo. Su centro eclesiológico es la comunidad local, solo Cristo es el cabeza de la Iglesia y la comunidad local no puede estar sometida a ninguna otra autoridad eclesial más elevada. La autonomía de la congregación particular no debe comprenderse ni como una reunión casual, tiene una estructura bien definida que cada comunidad intenta fundamentar en la comprensión neotestamentaria de la Iglesia, ni como aislamiento eclesial, los congregacionalistas han permanecido tradicionalmente en una mutua comunión a través de asociaciones y de uniones a nivel local, provincial y nacional.
El congregacionalismo ha sido llamado “calvinismo descentralizado”, ya que, mientras que sus orígenes teológicos se derivan de Calvino, concede a las congregaciones locales una autonomía mayor de lo que se habría imaginado Calvino. Su teología obtuvo una expresión clásica en la confesión de Westminster[18], que adoptaron los congregacionalistas americanos y británicos en la plataforma de Cambridge[19] y en la declaración de Savoy[20]. Se considera la Biblia como la regla suficiente para la fe y la práctica. Todos los miembros de la Iglesia tienen los mismos derechos y se espera de ellos que tengan un papel activo en la vida y en el gobierno de la congregación. La predicación de la Palabra de Dios ha ocupado siempre un lugar eminente en el culto semanal de la comunidad. El bautismo y la cena del Señor celebrada una o dos veces al mes, se consideran como los dos sacramentos instituidos por Cristo. Los congregacionalistas han promovido generalmente la libertad de religión y la separación entre la Iglesia y el Estado.
Aunque las iglesias congregacionalistas, al igual que otras disidentes, fueron admitidas de nuevo en Inglaterra a fines del siglo XVII, tardarían casi un siglo en recuperar su vigor. En 1832 se creó la Unión Congregacional de Inglaterra y Gales, que publicó un decreto de fe y orden que no pretendía “ser una imposición a nadie”, sino un servicio para formular los puntos de vista doctrinales y facilitar el buen gobierno de las iglesias. Después de la segunda guerra mundial se produjo un movimiento general de unión entre las iglesias reformadas. Así, en 1961 se creó en los Estados Unidos la Iglesia Unida de Cristo, que incluía a evangelistas y congregacionalistas, y éstos se unieron en el Reino Unido a la iglesia presbiteriana para formar, en 1972, la Iglesia Reformada Unida.
Dentro del protestantismo de orientación calvinista, las iglesias congregacionalistas se caracterizan por la total autonomía religiosa y jurídica de las iglesias o congregaciones locales en las cuales ven plenamente realizada la iglesia.
H. Los Metodistas.
Las luchas entre los miembros de las iglesias, que más que religiosas eran políticas trajeron un decaimiento en la Iglesia en Inglaterra, llevando el culto a ser algo frío y sin vida, lo que va a llevar poco a poco a que surja el Movimiento Metodista, que va a significar la mayor reforma ocurrida dentro de la Iglesia anglicana desde su fundación.
John Wesley, quien nació en Epworth, Lincolnshire el 17 de junio de 1703 era hijo de un rector anglicano y sacerdote, Samuel Wesley. No solamente su padre era ministro, sino que también lo habían sido su abuelo y su bisabuelo.
En los tiempos de Wesley, Gran Bretaña vivía en extremos sociales, con promiscuidad, abusos, enfermedades y pestilencias. La pobreza diezmaba la población, donde niños y huérfanos vivían en las calles en total estado de indigencia. Los hombres de Dios comprendieron la necesidad de llevar a las calles la función de la Iglesia, es decir, pastorear a los necesitados, atendiendo a las personas y ocupándose de ellas.
La madre de John, Susana tuvo 19 hijos, de los cuales llegaron a morir 10. John fue el decimoquinto. La madre de Wesley era una mujer notable en cuanto a sabiduría e inteligencia. Era una mujer de profunda piedad y crió a sus pequeños en estrecho contacto con las historias de la Biblia, contándolas ya alrededor del hogar de la habitación de los niños. También solía vestir a los niños con sus mejores ropas los días en que tenían el privilegio de aprender su alfabeto como introducción a la lectura de las Sagradas Escrituras. Les enseñaba las materias escolares, a la vez que les impartía una educación cristiana excelente. Cada una de las hijas aprendió el griego, el latín y el francés, así como lo necesario para los quehaceres domésticos. Los niños fueron enseñados a ser amables unos a otros, así como con los sirvientes y vecinos: Algo muy raro en aquellos días. Todos los hijos de la familia Wesley eran de muy buenos modales, y muy educados, a pesar de ser sumamente pobres.
A pesar de que Susana de Wesley fue una madre muy ocupada, se hizo el propósito de dedicar un tiempo especial para cada hijo, cuando éste cumplía los cinco años, con el fin de enseñarle el alfabeto. En cada caso, tuvo éxito. También halló tiempo, o más bien dicho, hizo el esfuerzo para hallar tiempo, para hablarle a cada uno de ellos acerca de Dios, de cómo orar y de cómo agradar al Señor. El jueves por la tarde era el tiempo dedicado a Johnny. Esto hizo en él una honda impresión. Se acordaría de ello un cuando se fue a la universidad de Oxford par estudiar. A menudo le escribía a su madre, y le recordaba que pensara en él los jueves por la tarde.
Un día cuando John tenía solo seis años, la vieja casa pastoral se incendió. Mientras la casa ardía, toda la familia escapó, excepto el pequeño John. Su padre estaba a punto de volver a entrar corriendo otra vez, para buscar a su hijito, cuando pareció que la casa entera estaba a punto de desplomarse. Durante todo lo ocurrido John había continuado durmiendo, ajeno a lo que acontecía. Pero cuando la casa se derrumbó, el estrépito lo despertó y le hizo corre hacia la ventana. No había ninguna escalera a la mano, de modo que uno de los vecinos se subió a los hombros de otro, y de esta manera lograron rescatar al niño, justo en el momento en que el techo se venía abajo. Esta experiencia quedó profundamente grabada en la memoria de John Wesley. Sentía que Dios le había salvado la vida con algún propósito especial.
John Wesley era de estatura ordinaria, pero de noble presencia, apuesto y varonil, incluso en su ancianidad, tenía una frente ancha, nariz aguileña, ojos claros y una complexión fresca y le encantaban los juegos y en particular el baile. Sus modales eran corteses, y cuando estaba en compañía de gentes cristianas se mostraba relajado. Los rasgos más destacados de su carácter eran su amor persistente y laborioso por las almas de los hombres, la firmeza, y la tranquilidad de espíritu. Incluso en controversias doctrinales exhibía la mayor calma. Era amable y muy generoso.
Cuando John tenía diez años, su padre lo llevó al Colegio de Charterhouse, en Londres. Allí recibió una excelente educación; una de las mejores que se podían obtener en cualquier parte, en aquellos días. Estudió lenguas clásicas, matemáticas y ciencias.
Al graduarse en Charterhouse, a los diecisiete años, ingresó en el colegio de Christ Church, de la Universidad de Oxford. Por primera vez, en su vida, nadie lo mandaba; ahora era su propio patrón. A pesar de estar rodeado de otros estudiantes que tomaban licor, que jugaban al azar y llevaban una vida de inmoralidad, John demostró que la instrucción cristiana recibida en el hogar no había sido en vano; así que llevó una vida buena y limpia.
Wesley hizo muchos amigos durante su estadía en la universidad. Tenía un ingenioso sentido del humor, y una excepcional habilidad para escribir poemas. Era el que ponía la chispa en cualquier reunión social, y era siempre bienvenido en los hogares de sus compañeros de estudio que vivían en las aldeas cercanas.
Siguiendo las pisadas de su bisabuelo, de su abuelo y de su padre, aun Wesley decidió hacerse ministro, siendo ordenado en 1725. Predicó su primer sermón en una pequeña iglesia en la aldea de South Leigh y en su juventud, fue un eclesiástico de la iglesia alta, y siempre estuvo profundamente adherido a la Comunión Establecida.
Después de obtener su bachillerato, y después de pasar algún tiempo ayudando a su padre en Lincolnshire, Wesley fue elegido para el cargo de Compañero de la universidad de Lincoln. Compañero era el nombre dado a un dignatario de alto rango, y Wesley desempeño tal cargo con honor para sí mismo, y para la universidad, durante veinticinco años.
Obtuvo un puesto de profesor en la Universidad de Oxford, en donde, visitando a Charles se dio cuenta del grupo conocido como “el club de los santos” en este club estaba Robert Kirkam, William Morgan, George Whitefield y los mencionados hermanos. Vivían bajo disciplina incluyendo ayunos y tiempos de oración. Su objetivo era potenciar las obras religiosas en el seno de la alta Iglesia al tiempo que difundían el comportamiento religioso entre el mundano ambiente universitario. Fue entonces cuando se les dio, de forma irónica, el apelativo de metodistas, por ciertas formas de su espiritualidad. Después, llevó a cabo una campaña de evangelización en la que el propio Wesley fue el principal predicador junto a George Whitefield, lo que lo llevó a conformar una “sociedad metodista”, llamada de esta manera porque creían que hay que utilizar algún método para el estudio de las Escrituras.
John Wesley viajo a Estados Unidos, con su hermano Charles a la Colonia llamada Georgia, a donde marchó al morir su padre[21], enviados a Georgia por la Sociedad para la Propagación del Evangelio, y allí los dos desarrollaron sus capacidades como predicadores, en compañía del General Oglethorpe. Durante su navegación conoce a los Hermanos Moravos, miembros de la asociación recientemente renovada por la actividad del Conde Zinzendorf. Juan Wesley observó en su diario que en una gran tempestad, cuando todos los ingleses a bordo perdieron enteramente la compostura, estos alemanes lo impresionaron con su calma y total resignación a Dios. También observó la humildad de ellos bajo tratos insultantes. De ellos tomó su fervor y el impulso misionero que siempre le caracterizó y que faltaba en la Iglesia inglesa, incapacitada por su piedad fría y racional para llegar a las clases populares, en especial a las incipientes concentraciones de obreros industriales.
La estadía en Georgia fue una desgraciada experiencia que duró dos años[22]. John iba a servir como capellán en la ciudad de Savannah, en la colonia de Georgia, en tanto que Charles iba a desempeñar el cargo de secretario del fundador y gobernador de la colonia, el general Oglethorpe. John hizo planes para celebrar servicios, visitó cada hogar, y estableció una escuela para los hijos de los colonos. Trató de enseñar a los indígenas, para éstos no aceptaron en nada sus esfuerzos. A pesar de toda esta incesante e incansable actividad religiosa, y aunque predicaba sermones preparados con esmero, no podía dejar de sentir que su vida era estéril. No atraía a multitudes. No influía en ninguna vida ajena. No despertaba ninguna conciencia. No hacía arder a ningún corazón.
Entretanto, Charles Wesley se las había ingeniado para enredarse en una sería disputa con el gobernador, y como resultado, regresó a Inglaterra. Después de haber estado en Georgia menos de dos años. John siguió a su hermano, regresando también a Inglaterra. La aventura de Georgia, iniciada con tan doradas esperanzas, se había tornado en un amargo fracaso.
Tanto John como Charles Wesley había hecho ya su profesión de fe en Cristo, pero ni el uno ni el otro sentía que estaban consagrados de lleno al Señor. Una y otra vez John leía la historia de la conversión de Pablo, y oraba pidiendo obtener él también una luz deslumbrante, y una creencia segura de haber sido aceptado como un siervo de Cristo, su Salvador. Esta ansiedad fue la que los condujo a emprender su búsqueda espiritual, y eso les trajo una seguridad completa de su fe en Cristo.
Fue al volver a Inglaterra que entró en aquellas más profundas experiencias y que desarrolló aquellos maravillosos poderes como predicador popular, que le hicieron un líder nacional. Quería, sobre todo, compartir su experiencia de conversión con otras personas que parecían no tener el verdadero gozo en el Señor. Trató, en seguida, de predicar en algunas de las iglesias establecidas de Inglaterra. La gente acudió en multitudes para escucharle. El mensaje que predicaba era tan sencillo, tan directo y tan convincente, que tanto hombres como mujeres, sintiendo la carga de una vida pecaminosa, clamaban arrepentidos, perdón a Dios. Sin embargo, otros clérigos no aceptaban su mensaje y la Iglesia de Inglaterra le consideró heterodoxo y le cerró sus puertas.
Pronto halló que le sería necesario conseguirse un sitio propio para poder predicar, al aire libre. Así lo hizo, y centenares de personas siguieron reuniéndose para oír los mensajes de John Wesley.
En el año 1738 comparte con sus amigos en Oxford la experiencia de la santificación, ya que su creencia era que una vida disciplinada hacía que uno agradara a Dios, por tanto, los moravos y él comienzan a orar para que John sea santificado, tiene la experiencia y fue usado por Dios en un nuevo tiempo de avivamiento y mover del Espíritu Santo. Ese año visita Herrnhut y entra a formar parte de la primera comunidad Metodista-moravo-anglicana: Sin embargo, esta unión no dura mucho.
En 1739, el año siguiente a su conversión, Wesley oyó a Whitefield predicar al aire libre en Bristol, Inglaterra, y entonces empezó el ministerio de John, a caballo; viajando de arriba abajo por las carreteras de Inglaterra, par predicar a la gente el evangelio de Cristo. Era valiente y osado. Predicaba en cualquier edificio, grande o pequeño, que se pudiera conseguir. Cuando no había ninguno disponible, predicaba al aire libre, en cualquier lugar en donde se podía reunir la gente. Siempre estaba dispuesto a predicar, aunque lo escuchara solamente una persona. Cuando viajaba solo, dejaba suelta las riendas del caballo, con el fin de poder leer. De esta manera se mantenía al día en cuanto al estudio, y componía sus numerosos sermones.
En vista de que no se le permitía predicar en las iglesias establecidas de las parroquias, Wesley decidió edificar capillas y lugares de predicación en los distintos lugares que visitaba, comenzando con la Capilla de la Fundación en Londres. Habiendo diseñado estos edificios de modo que sirvieran no solo como iglesias, sino también como escuelas, le fue posible ayudar también a muchos niños abandonados y desprovistos de instrucción. En algunas de esas capillas también construyó algunas habitaciones, en donde podían alojarse los evangelistas ambulantes, que no tenían en donde pasar la noche. Además, había un establo para un par de caballos.
Por dondequiera que iba, y a veces miles, de personas se reunían para escucharle predicar. John Wesley se dio cuenta de que no le sería posible continuar haciendo tan magna obra solo, así que empezó a valerse de la ayuda de algunos predicadores laicos. Estos hombres predicaban los domingos, y seguían trabajando en sus empleos acostumbrados durante la semana. Se les pagaba poco, vestían pobremente, les faltaba instrucción, y carecían de buen alojamiento: Sin embargo, tenían intrepidez de héroes. Recorrían grandes distancias, principalmente a caballo, pero a veces a pie. Enfrentaban amarga persecución. A menudo las autoridades los reprendían, y a veces los encarcelaban. A los cinco años Wesley ya contaba con 45 predicadores y 2000 miembros celosos. Predicaba de dos a cuatro veces diariamente, y viajaba a caballo unos 6000 kilómetros al año predicando el Evangelio.
Para 1742 el metodismo se separa por disidencias en ciertos puntos doctrinales y por lo que podríamos llamar incompatibilidad de caracteres entre Wesley y Zinzendorf. La trayectoria que desde este momento signe el movimiento reformador inglés es muy similar, en lineas generales, a la que hemos visto en los alemanes. Su fundador mantiene casi intacta la teología de la Iglesia establecida, en este caso, la anglicana, pero se aleja de ella en la práctica de la fe y la organización de los fieles, temas en los que resurgen ideas del primitivo luteranismo.
Había poco ricos en Inglaterra. Mucha gente vivía bien, pero gran parte de la población carecía de empleo, o no recibía el sueldo merecido; así que la mayoría era sumamente pobre. Vivían en casas insalubres, y los hijos no tenían ni comida ni ropa suficiente, y, por lo general, carecían de instrucción. John Wesley nunca se tapó los oídos, ni se hizo de la vista gorda, en cuanto a las necesidades de los que tenían menos que él. Vivía con moderación, con el fin de tener algo para dar a los necesitados.
Al crecer la obra, Wesley hizo arreglos para que otras personas se encargaran de las actividades en beneficio de la gente necesitada. Estableció orfanatos, en donde se educaba y se cuidaba a los niños. Logro hallar posada para algunas señoras ancianas, e hizo arreglos para que se les cuidara. Fundó un dispensario médico, y aun distribuyó personalmente las medicinas. Los metodistas más prósperos contribuían con donativos de dineros, ropa, comida y leña; lo cual era llevado a los hogares de la gente enferma o pobre.
El ministerio de Wesley no se limitó a Inglaterra. También viajó a Irlanda, a los Estados Unidos, a Canadá y a las Antillas. En todas partes grandes multitudes llegaban para escucharle.
Wesley y los metodistas ponen el acento en la perfección de la vida cristiana, la evangelización popular, el poder de la gracia y el sacerdocio universal, reivindicado en razón de la importancia dada al sentimiento personal de lo religioso. En este terreno se va a ir más allá de lo conocido, menospreciándose las órdenes eclesiásticas y capacitándose a los seglares para predicar e impartir los sacramentos. Los primeros son ordenados en 1763 por un obispo griego. También sus comunidades, aun recomendando la obediencia parroquial, se organizan de forma diferente a la establecida. Las primeras reglas datan de 1743 y se irán completando progresivamente. Poco a poco, más que un grupo dentro del anglicanismo es otra ecclesia, con ritos, incluso himnos propios y, además, con creciente eco social debido a la naturaleza revitalista de su doctrina, la energía puesta en las predicaciones, la actitud tolerante y flexible de su fundador en el momento de admitir seguidores. Al final, la ruptura está servida; para cuando muera Wesley, el 2 de marzo de 1791, a la edad de ochenta y ocho años, es un hecho irreversible. John Wesley fue el director de 511 predicadores y 120 000 miembros.
Lo que llevó a cabo bordea en lo increíble. Al entrar en su año octogésimo quinto, le dio las gracias a Dios por ser casi tan vigoroso como siempre. Lo adscribía en la voluntad de Dios, al hecho de que siempre había dormido profundamente a que se había levantado durante sesenta años a las cuatro de la mañana y que por cincuenta años predicó cada mañana a las cinco. Apenas en su vida sintió algún dolor, resquemor o ansiedad. Predicaba dos veces al día, y a menudo tres y cuatro veces.
John Wesley dividió sus días entre su trabajo de dirigir a la Iglesia, su estudio, porque era un lector tenaz, a viajar, y a predicar. Wesley era incansable en sus esfuerzos por diseminar conocimientos útiles a través de su denominación. Planificó la cultura intelectual de sus predicadores itinerantes y maestros locales, y para escuelas de instrucción para los futuros maestros de la Iglesia. El mismo preparó libros para su uso popular acerca de historia universal, historia de la Iglesia, e historia natural. En esto Wesley fue un apóstol de la unión de la cultura intelectual con la vida cristiana. Publicó también los más madurados de sus sermones y varias obras teológicas. Todo esto, tanto por su profundidad y penetración mental, como por su pureza y precisión de estilo, excitan nuestra admiración.
Se calcula que en los últimos cincuenta y dos años de su vida predicó más de cuarenta mil sermones. Wesley trajo a pecadores al arrepentimiento en tres reinos y dos hemisferios. Fue obispo de una diócesis sin comparación con ninguna de la Iglesia Oriental u Occidental.
Al predicar la justificación y renovación del alma por medio de la fe en Cristo, levantó a muchos de las clases más humildes de la nación inglesa desde su enorme ignorancia y malos hábitos, transformándolos en cristianos fervorosos y fieles. Sus infatigables esfuerzos se hicieron sentir no solo en Inglaterra, sino también en América y en la Europa continental.
Los éxitos logrados por la predicación Metodista tuvieron que ser alcanzados a través de una larga serie de años, y entre las más ásperas persecuciones. En casi todas las partes de Inglaterra se vio enfrentado al principio por el populacho que le apedreaba, y con intentos de herirle y matarle. Solo en ocasiones hubo intervenciones de la autoridad civil. Los dos Wesleys se enfrentaron a todos estos peligros con un asombroso valor, y con una serenidad igualmente asombrosa. Lo más irritante era el amontonamiento de calumnias e insultos de parte de los escritores de aquella época.
Wesley prefería la teología del arminianismo, mientras que Whitefield el calvinismo, lo que condujo a una separación cordial. También los metodistas enfatizaban en la santidad cristiana. La tarea que hizo afirmar y mantener a la gente fue el discipulado. Los Wesley tenían un grupo que se llamaba “las sociedades” que contaban con tres reglas:
1. No hacer daño alguno.
2. Hacer todo el bien que se pueda.
3. Atender a las ordenazas de Dios.
Estaban compuestas por líderes. Las clases eran doce personas, las cuales estaban encargadas de juntar ofrendas para los gastos, tenían estudios bíblicos específicos. De estas clases se levantaron ocho mil líderes. Wesley decía que las personas después de su conversión necesitaban un proceso de crecimiento en la gracia y conocimiento de las cosas de Dios, este proceso se llama discipulado.
Otro grupo eran “Las Bandas” o grupos pequeños. Estos se reunían una vez por semana, llegaban puntualmente, comenzaban con un canto u oración, compartían testimonios y dificultades en la vida cotidiana. Nombraban a un líder para dirigirlos.
Wesley formó un grupo llamado “Sociedad para los Nuevos Contactos” y otro llamado “Sociedad para los Penitentes”, el primero predicaba a los nuevos convertidos y el segundo se encargaba de rescatar a los que se apartaban de la Iglesia.
Los ministros metodistas se dividen en “itinerante” y “local”. Los itinerantes sirven como pastores donde les envía la Conferencia Anual y los locales son predicadores laicos que pueden, en caso de ser necesario, atender una congregación, pero sin el compromiso formal de ir necesariamente donde se les envíe.
Los seguidores de Wesley organizaron en 1784 la “Conexión Wesleyana”, pero se mantenían sujetos a la Iglesia Anglicana hasta después de la muerte de su fundador. La Conexión Wesleyana creció hasta constituir la gran Iglesia Metodista y se caracterizaba por una perfección organizativa casi militar. Toda la dirección de su denominación siempre en crecimiento descansaba sobre el mismo Wesley.
Charles Wesley hizo un servicio incalculable a la sociedad con sus himnos. Introdujeron una nueva era a la himnología de la Iglesia de Inglaterra.
El metodismo tuvo desde sus inicios varias ramas, una de ellas en América, cuya identidad básica no impide la existencia de rasgos diferenciadores. Asimismo ejerció influencia decisiva en el resurgir de las Iglesias evangélicas en Inglaterra, si bien éstas mantuvieron la obediencia a las jerarquías eclesiásticas y se dirigieron, ante todo, a las clases medias de las que extraen sus seguidores y sus principales figuras. Entre ellas destaca, en la época que nos ocupa, el comerciante John Thornton.
Después de la Independencia de Estados Unidos, los metodistas llegaron a ser la más numerosa denominación protestante, con un número mayor a los 14 mil miembros, pero luego fueron superados por los bautistas. Hacen énfasis en la educación y las misiones y se extienden actualmente por la mayoría de los países. Su contribución a la cultura norteamericana e inglesa es apreciable. En América Latina, el metodismo, con fuertes raíces históricas desde el siglo XIX y con un espíritu invariablemente ecuménico, ha fundado infinidad de escuelas y sus iglesias funcionan en la mayoría de las naciones.
Los fundadores de la Iglesia Metodista-Calvinista en Gales fueron Daniel Rowland y Howard Harris. En Gales se vivió un avivamiento nacional donde en seis meses se convirtieron cien mil personas.
Los metodistas fueron reconocidos como los votantes más incorruptibles en el país. En las reuniones de los metodistas miles de personas aprendieron a leer, escribir y estudiar por medio de la Biblia. Wesley escribió alrededor de trescientos libros y panfletos en materias como teología, historia, ciencia, lógica e incluso en medicina. Gano en total unas 30.000 libras esterlinas, que donó totalmente a la obra de Dios.
I. William Carey y las Sociedades Misioneras.
William Carey nació el 17 de agosto de 1761 en Paulerspury, en la provincia de Northampton, Inglaterra, hijo de anglicanos y criado en esa iglesia. Su abuelo fue profesor y el padre era un tejedor y sacristán de la parroquia de la Iglesia Anglicana. De esa manera el hijo aprendió lo poco que el padre podía enseñarle y él fue un misionero protestante inglés y ministro bautista, conocido como el fundador de las misiones modernas de Inglaterra.
Aunque su infancia transcurrió en un ambiente rural que para nada hacía presagiar grandes cosas para su vida, lo cierto es que Carey tenía una insaciable sed de conocimientos y una indomable perseverancia para lograr sus objetivos. Tenía una mente muy abierta y creativa, procurando no dejarse limitar por las circunstancias. Era un excelente estudiante y asiduo lector. Cualquier libro que caía en sus manos era devorado y asimilado, hasta el punto que se había familiarizado en su adolescencia con el latín y, mientras trabajaba como zapatero, aprendió griego. Tuvo un notorio interés por coleccionar insectos, plantas y flores, que a la postre se convirtieron en un espacio de diversión cuando estuvo en la India.
De hecho el taller de zapatería fue para Carey su taller de preparación donde Dios lo entrenó para la obra que más tarde tenía preparada para él. Allí adquirió un profundo conocimiento de la Biblia y también de geografía universal y religiones comparadas, todo lo cual le sería de gran utilidad en los años venideros.
Uno de los compañeros en el taller de zapatería era William Ward, perteneciente a uno de los grupos disidentes de la Iglesia anglicana. Las discusiones entre ambos muchachos eran prolongadas, defendiendo cada uno su punto de vista. Sin embargo, Carey se dio cuenta que la fe de su amigo era mucho más profunda que la suya propia y, atendiendo a una invitación a asistir a una de sus reuniones, entró en contacto con la iglesia a la que su amigo pertenecía y al escuchar un sermón sobre Hebreos 13.13-14 entregó la vida a Cristo. Allí tuvo lugar su experiencia de conversión que daría un vuelco a toda su vida. El hecho de que estas iglesias disidentes fueran simpatizantes de la revolución americana fue otro factor añadido para que Carey se identificara con ellas, pues él mismo era de ese sentir. La conservadora Iglesia anglicana era opuesta por principio a cualquier modificación del estado de las colonias en Nueva Inglaterra.
Tras su conversión conoció a dos destacados bautistas, John Ryland y Andrew Fuller, siendo bautizado por el primero e integrándose en una iglesia bautista. Al poco tiempo, y en vista de su crecimiento y sus dones, Carey era solicitado como predicador por distintos grupos pequeños, tras lo cual fue llamado como pastor de la iglesia de Moulton.
En 1781 se casó con Dorothy Placket con la cual tuvo una numerosa familia. Dedicado a la lectura y a los idiomas. A los 21 años de edad ya dominaba el latín, el griego, el hebreo y el italiano, e iniciaba con el danés y el francés. Pero la pasión de Carey eran las misiones. Varios factores influyeron en esa vocación: El avivamiento que estaba sacudiendo Inglaterra bajo el ministerio de John Wesley preparó el terreno para el movimiento misionero; un tío de Carey era marinero y con un gran bagaje de experiencias en otros países, lo cual despertó en él un interés por los viajes y por conocer otras culturas; también fueron a parar a sus manos los diarios de John Eliot y David Brainerd, ambos misioneros entre los indios; otro libro que influyó decisivamente en Carey fue “Los viajes del capitán Cook”, en el que el descubridor inglés narra sus aventuras por las islas del Pacífico. Todos estos fueron factores que representaron un papel importante en el futuro misionero, pero, en especial, la Biblia dejaba claro la responsabilidad de los cristianos para llevar las buenas nuevas a los que todavía no las habían escuchado.
Un día, en un momento de quietud en su trabajo, asegura que escuchó el llamado de Dios. Escuchó: “Si el deber de todo hombre es escuchar el Evangelio… entonces, es el deber de aquellos a los que se les ha encomendado con el Evangelio es aspirar a llevarlo a todas las naciones” y él susurró: “Heme aquí, envíame a mí”. En ese tiempo no había agencias misioneras, ni siquiera interés en el tema de misiones. Sin embargo, persistió en que “debíamos ir”.
Llegó a ser ministro bautista en 1789. El 30 de mayo de 1792, ante una convención de pastores bautistas, predicó su famoso sermón basado en Isaías 54.2-3: “Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas...” La proposición de este sermón era la siguiente: “Emprended grandes cosas para Dios; esperad grandes cosas de Dios”. A pesar de las reticencias de algunos de los presentes, John Ryland entre otros, el impacto del sermón fue tal, que allí dio comienzo lo que más tarde se ha dado en llamar la era de las misiones modernas. El 2 de octubre de 1792, Carey y otros doce pastores dan forma a la Sociedad Misionera Bautista.
Leyendo y buscando, entendió la necesidad de muchos de conocer de Cristo y la distancia y la hostilidad de la India contra los misioneros no lo detuvo. El 13 de junio de 1793, él y su familia, su esposa Dorothy y 2 hijos en ese momento, fueron a la India en un velero danés. Luego de un viaje de 5 meses en barco llegaron a este país, aunque los ingleses no lo dejaron desembarcar en el puerto al que se dirigían, se dirigió a Serampore, cerca de Calcuta.
Empezando por el viaje mismo en el cual vivió una tormenta muy fuerte, y luego enfermedades y hambrunas. Sin embargo, él sabía que Dios le había llamado y fue persistente en la evangelización en medio de la idolatría y de la indeferencia. Pasó años de trabajar sin ver fruto, ni un convertido hindú en 7 años, deudas, su hijo de cinco años murió como consecuencia de las fiebres, deterioro mental de su esposa que no tenía ningún interés en los esfuerzos de su marido; solo por la gracias de Dios, Carey persistía en el llamado de Cristo.
Por seis años Carey estuvo trabajando en una plantación de índigo al norte de Calcuta. Predicó por muchos lugares de la India. Fue a zonas aisladas, llenas de animales salvajes. Comentaba que a veces caminaba por kilómetros, y al llegar, debía hacer a un lado el cansancio para compartir de Cristo. En medio de serpientes, a veces tigres y chacales, sus pies recorrieron muchos lugares y por años, no vio ni un convertido.
La extensión del cristianismo en la India estaba reducida prácticamente a los europeos que allí vivían por intereses comerciales, a pesar que los misioneros protestantes habían estado en la India al menos desde el año 1705. La pobreza, ignorancia y superstición estaban difundidas por doquier. Entre las cosas que vivió y enfrentó fue la división por castas. Esta división social tan marcada, con los brahamanes en la cima y descendiendo hasta el más humilde de los peldaños de toda la escala social, le dolía en el corazón y la consideraba inútil ante los ojos de Dios. Él expresaba en sus cartas su dolor y su opinión al respecto.
En 1800, se le unieron dos misioneros más que permanecerían con él hasta el fin, y que serían conocidos como “el trío de Serampore”. Uno de ellos era William Ward, especialista en imprenta, y el otro Joshua Marshman, especialista en lingüística. Sin duda este trío misionero fue uno de los más sólidos y fructíferos equipos misioneros que nunca hayan existido. Este fue un año de cosecha: Se bautizó el primer convertido hindú y se logró imprimir el Nuevo Testamento a Bengalí. El primer ejemplar lo pusieron en la mesa principal de la iglesia, donde se ponía la Santa Cena, y se realizó un culto de acción de gracias por haber concluido esta obra.
De una de sus cartas podemos hacernos una idea de cómo era un día cualquiera en su trabajo de traducción: “Me levanté esta mañana a las seis menos quince minutos, leí un capítulo en la Biblia hebrea, y pasé el tiempo hasta las siete en oración privada a Dios; luego dirigí el culto de familia con los criados en bengalí. Mientras preparaban el té leí un poco en persa con un manshi y antes de almorzar hice lo mismo pero en indostánico. Cuando acabé de almorzar me puse a trabajar con un pandit en la traducción desde el sánscrito del Ramayana. A las diez me fui al colegio donde estuve hasta las dos. Vuelto a casa examiné una prueba de la traducción de Jeremías al bengalí, lo que me llevó hasta la comida. Después de comer traduje al sánscrito, con la ayuda del pandit principal del colegio, la mayor parte del capítulo ocho del Evangelio de Mateo. Después de las seis me senté con un pandit telingi para aprender este idioma. A las siete empecé a reunir unos pocos pensamientos en la forma de un sermón y prediqué hasta las siete y media. Había como cuarenta personas presentes... Después del sermón me senté y traduje el capítulo once de Ezequiel al bengalí hasta casi las once de la noche”.
Con el Nuevo Testamento listo, el siguiente paso sería enseñarle a la gente a leerlo y en poco tiempo, él y el equipo misionero que había logrado establecer, tenían unas 100 escuelas en Bengalí. Como misionero, demostró un gran amor por la gente y perseverancia en la predicación del Evangelio.
En 1811, en el Colegio Williams, Massachussets, se llevó a cabo una reunión de oración y de ahí surgió el tema de las misiones. Carey insistió, no con poca oposición, en el envío de misioneros al mundo pagano. Organizaron la Junta Americana de Comisionados para Misiones Extranjeras a cargo de las iglesias congregacionales. Enviaron misioneros a la India y al Lejano Oriente. En esta última iban Hudson y Rice, que cambiando de idea con respecto al bautismo, decidieron conformar la Sociedad Misionera Bautista Americana y comenzaron su trabajo en Birmania.
La mayor religión de la India en 1793 era el hinduismo, aunque otras religiones eran practicadas. Otra cosa que le dolía a Carey, y por la que se pronunció con fuerza, era la tradición de quemar vivas a las viudas en el entierro del esposo. Conmovido por esto, le imploró al Gobernador inglés que prohibiera esa horrible acción. Por alguna razón, la costumbre no se canceló, sino hasta 1828, cuando William Bentinck fue constituido Gobernador General. Uno de sus primeras acciones fue detener este cruel acto. En Diciembre de 1829 se firmó el edicto y Carey tuvo el privilegio de traducirlo al Bengalí.
En sus cartas hablaba de los muchos dioses y ritos que vio. En las calles hacían altares grandes, con sus ídolos y llevaban sus ofrendas de comida y flores. Con música que él catalogaba como “horrible”. Estos ritos se prestaban para enriquecer más a los ricos, que eran los que “ponían el altar” y los pobres eran los que llevaban las ofrendas. Afirma que abiertamente “les hablaba de lo malo de los ídolos, y de la insensatez de adorarlos, de la verdadera naturaleza de Dios, y del camino de salvación por Cristo”. En una ocasión tuvo la oportunidad de ver a un hombre de la casta alta muy interesado y persuadido. La multitud le gritaba a este hombre que callara a Carey, porque por posición social debía hacerlo, pero no pudo. Se quedó callado y perplejo.
Otro ritual que presenció muchas veces, y del que hablaba en contra era el ritual de arrojar a niños pequeños al río Ganges como sacrificio a los dioses.
Un dato significativo que nos da la medida de su sensibilidad con respecto a las lenguas es que cuando fue nombrado profesor de idiomas en el colegio Fort William en Calcuta, aunque no tenía educación formal, donde se formaría la flor y nata de los futuros dirigentes del país, Carey se dio cuenta de que las clases superiores estaban acostumbradas al sánscrito y tenían al bengalí como lengua vulgar, asociada a las casta más bajas de la nación; por lo tanto, tradujo sus materiales de enseñanza al sánscrito, consciente de la necesidad de alcanzar a las personas en el idioma de su corazón. Fundó también el Colegio Serampore para enseñar a los obreros. Bajo su dirección el colegio prosperó, y desempeñó un gran papel en la evangelización del país. No solamente fundó la Sociedad de Agricultura y Horticultura, sino que también creó uno de los mejores jardines botánicos; escribió y publicó el Hortus Bengalensis. El libro Flora Índica, otra de sus obras, fue considerada una obra maestra por muchos años.
Tradujo la Biblia al Bengali, al Sánscrito, y a otras lenguas y dialectos. Existen al menos cuatro instituciones académicas con su nombre, William Carey International University en Pasadena, California; Carey Theological College en Vancouver, Columbia Británica; Carey Baptist College, y William Carey University, Hattiesburg, Mississippi. Murió siendo muy pobre, a la edad de setenta y tres años, a pesar de grandes donaciones que recibió, pero no se las gastó para él. Siempre invirtió esos dineros en la obra misionera. Creyó en misiones y lo demostró con su testimonio y su entrega.
Cuando uno de sus hijos comenzó a predicar, Carey escribió: “Mi hijo, Félix, respondió al llamado de predicar el Evangelio”. Años más tarde, cuando ese mismo hijo aceptó el cargo de embajador de la Gran Bretaña en Siam, el padre, desilusionado y angustiado, escribió a un amigo: “Félix se empequeñeció hasta volverse un embajador”.
Durante los cuarenta y un años que Carey pasó en la India, no visitó Inglaterra. Hablaba con fluidez más de treinta lenguas de la India; dirigía la traducción de las Escrituras en todas esas lenguas y fue nombrado para realizar la ardua tarea de traductor oficial del gobierno. Escribió varias gramáticas hindúes y compiló importantes diccionarios de los idiomas bengalí, maratí y sánscrito. El Diccionario Bengalí consta de tres volúmenes e incluye todas las palabras de la lengua, con sus raíces y origen, y definidas en todos los sentidos.
Al avanzar en edad, sus amigos insistían en que disminuyese sus esfuerzos, pero su aversión a la inactividad era tal, que continuaba trabajando, aun cuando la fuerza física no era suficiente para activar la necesaria energía mental. Por fin se vio obligado a permanecer en cama, donde siguió corrigiendo las pruebas de las traducciones. Finalmente, el 9 de Junio de 1834, a la edad de 73 años, Guillermo Carey durmió en Cristo.
Al morir, el gobierno inglés ordenó que se izasen las banderas a media asta, para honrar la memoria de un héroe que había hecho más por la India que todos los generales británicos. Se calcula que Carey tradujo la Biblia para la tercera parte de los habitantes del mundo.
[1] 1509-1547.
[2] 1603-1625.
[3] 1665.
[4] 1643.
[5] 1625-1649.
[6] 1638.
[7] El socinianismo es una doctrina cristiana, considerada herética por las iglesias mayoritarias, difundida por el pensador y reformador italiano Fausto Socino, aunque al parecer se inspiró en las ideas ya formuladas por su tío Lelio Socino. La doctrina sociniana es antitrinitaria y considera que en Dios hay una única persona y que Jesús de Nazaret es solo un hombre, aunque nacido milagrosamente de la Virgen María por voluntad divina. La misión de Jesús en la tierra fue transmitir la voluntad del Padre tal como le había sido revelada, y tras su crucifixión fue resucitado por Dios y elevado a los cielos, donde adquirió la inmortalidad y desde donde reina sobre el mundo desde entonces. Los que crean en Él y en el Dios de la revelación cristiana también disfrutarán de una vida inmortal, mientras que los incrédulos y pecadores no irán al infierno, que no existe según la doctrina de Socino, sino que simplemente sus almas se extinguirán tras la muerte del cuerpo físico. Por tanto, la salvación consiste en la inmortalidad y es concedida directamente por la Gracia divina a los que creen. El socinianismo defiende también una interpretación racionalista de la Biblia y los Evangelios y la capacidad del creyente de discernir la verdad por sí mismo. La doctrina sociniana, tal como se implantó en la Polonia de finales del siglo XVI y primera mitad del XVII, fue expuesta de manera detallada en el Catecismo Racoviano.
[8] 1618–1619.
[9] 1703-1791.
[10] 1 Corintios 12.8-10.
[11] Colmar mis necesidades espirituales.
[12] Lo que se consigue por la espada.
[13] El poder de las naciones.
[14] Murió en 1473.
[15] 1547.
[16] 1618-1648.
[17] 1722.
[18] 1643.
[19] 1648.
[20] 1658.
[21] 1735.
[22] 1735-1737.