12. 19.31-33 Para los romanos el dejar los cuerpos de los crucificados en la cruz era más conveniente, porque eso causaba terror en quienes les veían, ya que además de todo el sufrimiento que se experimentaba, después de la muerte quedaban a disposición de los animales de rapiña y a los efectos del clima que causaba que la putrefacción fuera muy evidente y horrorosa. Por su parte, los judíos solicitan a Pilato que quite los cuerpos para que no estén expuestos en el día de la fiesta, lo cual demuestra su hipocrecía, ya que solo unas horas antes habían gritado que su rey era César, y ahora se niegan a obedecer los mandatos de él, sino que ahora piden que se respete Deuteronomio 21.22-23, aunque claramente habían violado Éxodo 20.13.
Una persona que era crucificada podía mantenerse por varios días sufriendo, pero cuando era necesario, se le podía quebrar las piernas al crucificado, una práctica conocida como crurifragium, que evitaba que la persona empujara hacia arriba con las piernas para poder respirar, así que la muerte les seguía en cuestión de minutos. Es por esto que los judíos solicitan a Pilato que les quiebre las piernas, acto que era hecho con un mazo.
A pesar que Jesús se encontraba en medio, los soldados primero fueron a los lados y quebraron las extremidades inferiores a los dos criminales y luego se acercaron a Jesús, pero lo encontraron muerto. No se había desmayado, estaba muerto y los soldados eran expertos en este tema, por lo que es imposible que Jesús estuviera fingiendo para evitar que le quebraran sus piernas. Además, debía cumplirse lo especificado en la preparación del cordero pascual de que no debía quebrársele ningún hueso[1].
13. 19.34 Para quitar cualquier duda de su muerte, uno de los soldados tomo una lanza uno de los soldados le abrió el costado derecho con una lanza, y al instante salió sangre y agua. La lanza constaba de un asta de madera de aproximadamente 1.2 metros de longitud con un taco de madera de forma cónica en el que se insertaba una vara de hierro de unos 60 centímetros con punta troncocónica. La herida producida era tan grande que un adulto podía meter su mano[2].
La lanza atravesó el pulmón derecho y penetró el corazón. Por lo tanto, cuando se sacó la lanza, salió fluido claro, como el agua, seguido de un gran volumen de sangre, tal como lo describe Juan, uno de los testigos oculares, en su Evangelio[3].
En esta sangre y en esa agua que salieron del costado, los médicos han concluido que el pericardio, el saco membranoso que envuelve el corazón, debió ser alcanzado por la lanza, o que se pudo ocasionar perforación del ventrículo derecho o tal vez había un hemopericardio postraumático, o representaba fluido de pleura y pericardio, de donde habría procedido la efusión de sangre[4].
14. 19.35-37 El que vió es Juan, el discípulo amado, el primo hermano de Jesús. Él recuerda dos profecías que se cumplieron en la muerte de su Maestro[5]; profecías que los judíos no podían decir que fuera mentira y que ellos podían ver que nadie podía controlar para que se cumpliera porque esto estaba fuera de su control.
15. 19.38-42 Después del arresto de Jesús, los discípulos desaparecen de la escena por un tiempo. El cuerpo de Jesús no es reclamado por ellos ni por su familia, sino que lo hace un hombre rico[6] y prominente, José de Arimatea, que era miembro del Concilio[7].
José de Arimatea aparece mencionado en los cuatro Evangelios en el contexto de la pasión y muerte de Jesús. Era oriundo de Arimatea, una población en Judá, la actual Rentis, a 10 kilómetros al nordeste de Lydda, probablemente el lugar de nacimiento de Samuel[8]. Hombre rico y miembro ilustre del sanedrín, tenía un sepulcro nuevo cavado en la roca, cerca del Gólgota, en Jerusalén. Era discípulo Jesús, pero, como Nicodemo, lo mantenía en oculto por temor a las autoridades judías. De él dice Lucas que esperaba el Reino de Dios y no había consentido en la condena de Jesús por parte del sanedrín[9]. En los momentos crueles de la crucifixión no teme dar la cara y pide a Pilatos el cuerpo de Jesús. Concedido el permiso por el prefecto, descuelga al crucificado, lo envuelve en una sábana limpia y, con ayuda de Nicodemo, deposita a Jesús en el sepulcro de su propiedad, que todavía nadie había utilizado. Tras cerrarlo con una gran roca se marchan[10].
Lo que nos interesa rescatar de estos versículos es que no fueron los discípulos los que se llevaron el cuerpo de Jesús, sino otro, que aunque era un discípulo secreto, no iba a aceptar que se le involucrara en una farsa de una muerte simulada, si hubiese ocurrido así.
Cuando José pide el cuerpo a Pilato, este se sorprende que hubiese muerto tan rápido, recordemos que ya dijimos que duraban varios días sufriendo, por lo que manda a un soldado a asegurarse que no lo están engañando[11].
Todo esto tiene gran importancia para los cristianos ya que dependemos de la muerte y resurrección de Jesús para poder sustentar nuestra salvación, es por lo que insistimos tanto en buscar las pruebas de su muerte y resurrección, ya que si no podemos afirmar que Jesús murió aquella triste tarde en Jerusalén, tampoco podemos decir que tres días después resucitó de entre los muertos.
Pero José no estaba solo, Nicodemo, quien le había visitado de noche[12], se hizo presente con unas cien libras, cerca de 50 kilos, de las especies y cremas utilizadas por los judíos para preparar a sus muertos. ¿Qué lógica tendría que José de Arimatea y Nicodemo, miembros del Sanedrín, se unieran en una mentira que buscaba hacer presentar a un hombre desmayado como muerto e incluso se molestaran hasta en detalles como llevar los ungüentos para los muertos?
En cuanto a la sepultura, había en el monte Calvario una tumba nueva, quizá propiedad de José, y por la prisa, ya que se acercaban las seis de la tarde, es decir, el inicio del Sábado, había que colocar el cuerpo de Jesús en un sepulcro y este estaba a mano. Era un sepulcro nuevo, por lo tanto, no puede haber ninguna duda que fue Jesús quien resucitó.
Juan no relata los detalles que da Mateo sobre las medidas tomadas por los judíos y por el mismo Pilato para estar seguros que el cuerpo de Jesús no sería robado: Los judíos solicitan una guardia a Pilato que accede. Los soldados:
a. “…fueron…
b. …aseguraron el sepulcro,
c. …sellando la piedra…
d. …poniendo la guardia”[13].
Con esto debe de quitarse toda duda de la realidad de la muerte y sepultura de Jesús.
[1] Éxodo 12.46; 1 Corintios 5.7.
[2] Juan 20.25.
[3] www.corazones.org/jesus/sufrimientos_pasion_medicina.htm
[4] www.fluvium.org/textos/lectura/lectura407.htm
[5] Éxodo 12.46; Zacarías 12.10.
[6] Mateo 27.57.
[7] Marcos 15.43.
[8] 1 Samuel 1.1.
[9] Lucas 23.51.
[10] Mateo 27.57-60, Marcos 15.42-46, Lucas 23.50-53 y Juan 19.38-42.
[11] Marcos 15.43-45.
[12] Juan 3.
[13] Mateo 27.62-66.
Una persona que era crucificada podía mantenerse por varios días sufriendo, pero cuando era necesario, se le podía quebrar las piernas al crucificado, una práctica conocida como crurifragium, que evitaba que la persona empujara hacia arriba con las piernas para poder respirar, así que la muerte les seguía en cuestión de minutos. Es por esto que los judíos solicitan a Pilato que les quiebre las piernas, acto que era hecho con un mazo.
A pesar que Jesús se encontraba en medio, los soldados primero fueron a los lados y quebraron las extremidades inferiores a los dos criminales y luego se acercaron a Jesús, pero lo encontraron muerto. No se había desmayado, estaba muerto y los soldados eran expertos en este tema, por lo que es imposible que Jesús estuviera fingiendo para evitar que le quebraran sus piernas. Además, debía cumplirse lo especificado en la preparación del cordero pascual de que no debía quebrársele ningún hueso[1].
13. 19.34 Para quitar cualquier duda de su muerte, uno de los soldados tomo una lanza uno de los soldados le abrió el costado derecho con una lanza, y al instante salió sangre y agua. La lanza constaba de un asta de madera de aproximadamente 1.2 metros de longitud con un taco de madera de forma cónica en el que se insertaba una vara de hierro de unos 60 centímetros con punta troncocónica. La herida producida era tan grande que un adulto podía meter su mano[2].
La lanza atravesó el pulmón derecho y penetró el corazón. Por lo tanto, cuando se sacó la lanza, salió fluido claro, como el agua, seguido de un gran volumen de sangre, tal como lo describe Juan, uno de los testigos oculares, en su Evangelio[3].
En esta sangre y en esa agua que salieron del costado, los médicos han concluido que el pericardio, el saco membranoso que envuelve el corazón, debió ser alcanzado por la lanza, o que se pudo ocasionar perforación del ventrículo derecho o tal vez había un hemopericardio postraumático, o representaba fluido de pleura y pericardio, de donde habría procedido la efusión de sangre[4].
14. 19.35-37 El que vió es Juan, el discípulo amado, el primo hermano de Jesús. Él recuerda dos profecías que se cumplieron en la muerte de su Maestro[5]; profecías que los judíos no podían decir que fuera mentira y que ellos podían ver que nadie podía controlar para que se cumpliera porque esto estaba fuera de su control.
15. 19.38-42 Después del arresto de Jesús, los discípulos desaparecen de la escena por un tiempo. El cuerpo de Jesús no es reclamado por ellos ni por su familia, sino que lo hace un hombre rico[6] y prominente, José de Arimatea, que era miembro del Concilio[7].
José de Arimatea aparece mencionado en los cuatro Evangelios en el contexto de la pasión y muerte de Jesús. Era oriundo de Arimatea, una población en Judá, la actual Rentis, a 10 kilómetros al nordeste de Lydda, probablemente el lugar de nacimiento de Samuel[8]. Hombre rico y miembro ilustre del sanedrín, tenía un sepulcro nuevo cavado en la roca, cerca del Gólgota, en Jerusalén. Era discípulo Jesús, pero, como Nicodemo, lo mantenía en oculto por temor a las autoridades judías. De él dice Lucas que esperaba el Reino de Dios y no había consentido en la condena de Jesús por parte del sanedrín[9]. En los momentos crueles de la crucifixión no teme dar la cara y pide a Pilatos el cuerpo de Jesús. Concedido el permiso por el prefecto, descuelga al crucificado, lo envuelve en una sábana limpia y, con ayuda de Nicodemo, deposita a Jesús en el sepulcro de su propiedad, que todavía nadie había utilizado. Tras cerrarlo con una gran roca se marchan[10].
Lo que nos interesa rescatar de estos versículos es que no fueron los discípulos los que se llevaron el cuerpo de Jesús, sino otro, que aunque era un discípulo secreto, no iba a aceptar que se le involucrara en una farsa de una muerte simulada, si hubiese ocurrido así.
Cuando José pide el cuerpo a Pilato, este se sorprende que hubiese muerto tan rápido, recordemos que ya dijimos que duraban varios días sufriendo, por lo que manda a un soldado a asegurarse que no lo están engañando[11].
Todo esto tiene gran importancia para los cristianos ya que dependemos de la muerte y resurrección de Jesús para poder sustentar nuestra salvación, es por lo que insistimos tanto en buscar las pruebas de su muerte y resurrección, ya que si no podemos afirmar que Jesús murió aquella triste tarde en Jerusalén, tampoco podemos decir que tres días después resucitó de entre los muertos.
Pero José no estaba solo, Nicodemo, quien le había visitado de noche[12], se hizo presente con unas cien libras, cerca de 50 kilos, de las especies y cremas utilizadas por los judíos para preparar a sus muertos. ¿Qué lógica tendría que José de Arimatea y Nicodemo, miembros del Sanedrín, se unieran en una mentira que buscaba hacer presentar a un hombre desmayado como muerto e incluso se molestaran hasta en detalles como llevar los ungüentos para los muertos?
En cuanto a la sepultura, había en el monte Calvario una tumba nueva, quizá propiedad de José, y por la prisa, ya que se acercaban las seis de la tarde, es decir, el inicio del Sábado, había que colocar el cuerpo de Jesús en un sepulcro y este estaba a mano. Era un sepulcro nuevo, por lo tanto, no puede haber ninguna duda que fue Jesús quien resucitó.
Juan no relata los detalles que da Mateo sobre las medidas tomadas por los judíos y por el mismo Pilato para estar seguros que el cuerpo de Jesús no sería robado: Los judíos solicitan una guardia a Pilato que accede. Los soldados:
a. “…fueron…
b. …aseguraron el sepulcro,
c. …sellando la piedra…
d. …poniendo la guardia”[13].
Con esto debe de quitarse toda duda de la realidad de la muerte y sepultura de Jesús.
[1] Éxodo 12.46; 1 Corintios 5.7.
[2] Juan 20.25.
[3] www.corazones.org/jesus/sufrimientos_pasion_medicina.htm
[4] www.fluvium.org/textos/lectura/lectura407.htm
[5] Éxodo 12.46; Zacarías 12.10.
[6] Mateo 27.57.
[7] Marcos 15.43.
[8] 1 Samuel 1.1.
[9] Lucas 23.51.
[10] Mateo 27.57-60, Marcos 15.42-46, Lucas 23.50-53 y Juan 19.38-42.
[11] Marcos 15.43-45.
[12] Juan 3.
[13] Mateo 27.62-66.