VI.
Las Fiestas.
El pueblo de Dios, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, es uno que debe celebrar. Cada una de las fiestas decretadas en el Antiguo Testamento tiene como fin, no el ocio y el relajo, como ocurre con muchas fiestas actuales, sino que eran tiempos de gratitud hacia Dios.
En Levítico 23.2 el Señor dijo a Moisés: “Habla a los israelitas y diles: Solemnidades de Adonai que convocaréis como asambleas santas”[1].
Estas fiestas religiosas son la santificación de las fiestas agrarias, claro, que no de todas, como por ejemplo sucede con la esquila de ovejas[2].
La fiesta es un corte en el tiempo, la distinción de días aparte y diversos interrumpe en el curso del trabajo y de la productividad utilitaria, dedicando tiempo a la celebración comunitaria, además, de honra de la divinidad.
A. El Calendario Hebreo.
Las naciones de Occidente basan su calendario en el año solar: el tiempo que tarda la Tierra en describir su órbita alrededor del Sol. En este sistema, ni los períodos anuales, ni las fechas que corresponden a los diferentes meses, guardan relación alguna con las fases lunares. Para los musulmanes, en cambio, lo que importa es la Luna, tanto en lo concerniente al año como a cada uno de los meses.
El año lunar tiene, aproximadamente, 11 días menos que el año solar, 354 días el primero y 365 el segundo. El calendario hebreo se basa, en algunos aspectos, en el año lunar, y en otros en el solar. Los meses se fijan según el tiempo que tarda la Luna en recorrer su órbita alrededor de la Tierra; pero el cálculo de los años se efectúa sobre los períodos solares. Y dado que el año solar, como dijimos, tiene 11 días más que el año lunar, se dispuso, para igualarlos, agregar un mes cada dos o cada tres años, según la serie 3, 6, 8, 11, 14, 17 y 19. Así se logró que la festividad de Pésaj cayera siempre en el mes inicial de la Primavera: Nisán. El mes que se añade es el de Adar, y de este modo el año reúne dos meses con el mismo nombre. Se distinguen como “Adar Álef” y “Adar bet”. Un año con esa característica es llamado “shaná meubéret”, año “grávido”, “engrosado” o “bisiesto”. En cada ciclo de 19 períodos anuales, son 7 los que incorporan un mes adicional.
1. Origen del Calendario Hebreo.
Los orígenes del calendario hebreo se sitúan en épocas muy remotas. Sufrió transformaciones a través de los tiempos, hasta quedar establecido en su forma actual no antes del siglo VIII a.C. Según una tradición babilónica de la época de los “gueonim”, sabios que presidían las academias talmúdicas en Babilonia, entre los siglos VI y XI a.C., el “Nasí”, Sabio que presidía el Gran Tribunal del Sanedrín, en la época del Segundo Templo, Hilel III, que vivió en el siglo IV, publicó una compilación de las reglas para calcular la aparición de la luna nueva y el comienzo de los meses y de los años, tal como llegaron a sus manos y como, a grandes rasgos, se mantuvieron hasta nuestros días.
Si nos remontamos a épocas antiguas, cuando las tribus hebreas recorrían las llanuras con sus rebaños, vemos que basaban su división del tiempo en los cambios de la luna. En este punto, no se diferenciaban de otros pueblos nómadas. Pero al establecerse en Israel y dedicarse a la agricultura, debieron considerar la influencia del Sol en los cambios estacionales.
En los tiempos primitivos, cada principio de mes, “rosh hajódesh”, era fijado por el testimonio de quienes habían visto aparecer la luna nueva. Pero se ignora de qué manera combinaban el año lunar con el solar. Es de suponer que, generalmente, el período anual constaba de 12 meses. Y solo cuando, al final del invierno, se advertía un retraso del año lunar respecto del solar, se añadía un mes al primero.
2. Cálculos astronómicos.
En una etapa posterior, los meses y los años se establecieron sobre la base de cálculos astronómicos. Dado que esos cálculos no eran del todo exactos, se mantuvo la costumbre de fijar el comienzo del mes por declaraciones de testigos. La facultad de escuchar el testimonio de quienes habían visto la luna nueva, para luego consagrar el comienzo de un nuevo mes, correspondía, a fines de la época del Segundo Templo, a los miembros del Sanedrín. Una vez confirmados esos testimonios, el Presidente del Gran Tribunal, Sanedrín, proclamaba esa consagración, y tras él todo el pueblo.
B. Calendario de fiestas[3].
Las grandes fiestas anuales del antiguo Israel eran las tres fiestas de peregrinación llamadas “hâg”: Los ácimos, las semanas y los tabernáculos, y la fiesta de pascua que finalmente quedó ligada a la de los ácimos.
Es en el capítulo 23 donde encontramos las festividades de una manera más completa, aquí se presenta el calendario de fiestas dentro de la Ley de santidad incluyendo fechas exactas, con mes y día; es éste un calendario litúrgico popular, que regula el culto divino y determina las observancias religiosas de cada fiesta.
Este capítulo plantea una difícil cuestión de crítica literaria. Ciertamente no procede de una redacción homogénea: Tiene dos títulos[4], dos conclusiones[5], dos ordenamientos sobre la fiesta de los tabernáculos[6], y esta última no es homogénea.
La distribución de los versículos entre estas dos redacciones es insegura pero nos regiremos desde el esquema de las tres fiestas de peregrinación, atribuidas a la forma antigua de la Ley de santidad:
1. Levítico 23.4-8, la Pascua, el 14 del primer mes, seguida de la fiesta de los ácimos, que dura siete días.
2. Levítico 23.16-21, la de las semanas, cincuenta días después de los ácimos.
3. Levítico 23.34-36, la fiesta de los tabernáculos, el 15 del séptimo mes, durante siete días, seguidos de un día de descanso solemnizado.
4. Levítico 23.37-38, conclusión.
Las adiciones que, por lo demás, pueden contener elementos antiguos, se refieren:
1. Al sábado, v. 3 ( excluido por la conclusión primitiva, v. 38 );
2. A la fiesta de la primera gavilla, v. 10-15;
3. Al primero del sétimo mes, v. 24-25;
4. Al día de las expiaciones, el 10 de este mismo mes, v. 27-32;
5. A otro ritual para la fiesta de los tabernáculos, v. 39-43;
6. A una nueva conclusión, v. 44.
Además, atravesando esta serie registra siete sábados solemnes: Una especie de súper sábados. Una semana de sábados jalonando el año a intervalos irregulares.
C. El sábado.
La inclusión del sábado en Levítico 23.3, se debe probablemente a un revisor que se propuso complementar la lista. Nótese la repetición de la fórmula introductoria: “Estas son mis solemnidades”, en 2 y 4. Se antepone, como fiesta base, la celebración del sábado. Los calendarios antiguos no lo incluían entre las fiestas, que se celebraban una vez al año, y en las que todos los varones peregrinaban al santuario. El sábado se convirtió en los tiempos del exilio y debido a la diáspora en la celebración que mejor identificaba al judaísmo. Dentro de estas fiestas del calendario hay dos características que las posee el sábado: Es día de asamblea santa, o reunión de culto y de descanso.
D. La Pascua y los ácimos.
Esta solemnísima conmemoración del Éxodo, que se celebraba en la tarde del día 14 del primer mes, Nisán, marzo-abril; tiene su institución en Éxodo 12. Las observancias pascuales eran las siguientes: la asistencia al santuario, el primero y el séptimo día; la abstención de obras serviles, pero no del trabajo doméstico ordinario, durante estos dos días; el ofrecimiento de sacrificios durante los siete días de fiesta. Un rasgo ritual de la fiesta consistía en la ofrenda de una gavilla, las primicias de la siega, para ser balanceada por el sacerdote delante de Adonay.
Allí como aquí, la pascua va unida a la fiesta de los Ácimos; comenzaba el día siguiente de la pascua y se prolongaba siete días, con una asamblea solemne y abstención de todo trabajo los días primero y último y con determinados sacrificios que se ofrecían cada día de la semana. La fiesta tiene, pues, el carácter de una primera ofrenda de las primicias, que se acentuará cuando el ritual posterior detalle el ritual de la primera gavilla[7]. Pero la verdadera fiesta de las primicias de la recolección es la de las semanas, que señala el fin de la siega de los trigos; la fiesta de los ácimos es solo su preparación: las dos fiestas encuadran el tiempo de las siegas. Se trata, por tanto de una fiesta agrícola que no comenzó a observarse sino después de la entrada en Canaán, como lo dice Levítico 23.10 a propósito de la primera gavilla.
[1] La Toráh
[2] 1 Samuel 25.
[3] Levítico 23.
[4] Levítico 23.2, 4.
[5] Levítico 23.37; 44.
[6] Levítico 23.34-36; 39-43.
[7] Levítico 23.9-14.
El pueblo de Dios, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, es uno que debe celebrar. Cada una de las fiestas decretadas en el Antiguo Testamento tiene como fin, no el ocio y el relajo, como ocurre con muchas fiestas actuales, sino que eran tiempos de gratitud hacia Dios.
En Levítico 23.2 el Señor dijo a Moisés: “Habla a los israelitas y diles: Solemnidades de Adonai que convocaréis como asambleas santas”[1].
Estas fiestas religiosas son la santificación de las fiestas agrarias, claro, que no de todas, como por ejemplo sucede con la esquila de ovejas[2].
La fiesta es un corte en el tiempo, la distinción de días aparte y diversos interrumpe en el curso del trabajo y de la productividad utilitaria, dedicando tiempo a la celebración comunitaria, además, de honra de la divinidad.
A. El Calendario Hebreo.
Las naciones de Occidente basan su calendario en el año solar: el tiempo que tarda la Tierra en describir su órbita alrededor del Sol. En este sistema, ni los períodos anuales, ni las fechas que corresponden a los diferentes meses, guardan relación alguna con las fases lunares. Para los musulmanes, en cambio, lo que importa es la Luna, tanto en lo concerniente al año como a cada uno de los meses.
El año lunar tiene, aproximadamente, 11 días menos que el año solar, 354 días el primero y 365 el segundo. El calendario hebreo se basa, en algunos aspectos, en el año lunar, y en otros en el solar. Los meses se fijan según el tiempo que tarda la Luna en recorrer su órbita alrededor de la Tierra; pero el cálculo de los años se efectúa sobre los períodos solares. Y dado que el año solar, como dijimos, tiene 11 días más que el año lunar, se dispuso, para igualarlos, agregar un mes cada dos o cada tres años, según la serie 3, 6, 8, 11, 14, 17 y 19. Así se logró que la festividad de Pésaj cayera siempre en el mes inicial de la Primavera: Nisán. El mes que se añade es el de Adar, y de este modo el año reúne dos meses con el mismo nombre. Se distinguen como “Adar Álef” y “Adar bet”. Un año con esa característica es llamado “shaná meubéret”, año “grávido”, “engrosado” o “bisiesto”. En cada ciclo de 19 períodos anuales, son 7 los que incorporan un mes adicional.
1. Origen del Calendario Hebreo.
Los orígenes del calendario hebreo se sitúan en épocas muy remotas. Sufrió transformaciones a través de los tiempos, hasta quedar establecido en su forma actual no antes del siglo VIII a.C. Según una tradición babilónica de la época de los “gueonim”, sabios que presidían las academias talmúdicas en Babilonia, entre los siglos VI y XI a.C., el “Nasí”, Sabio que presidía el Gran Tribunal del Sanedrín, en la época del Segundo Templo, Hilel III, que vivió en el siglo IV, publicó una compilación de las reglas para calcular la aparición de la luna nueva y el comienzo de los meses y de los años, tal como llegaron a sus manos y como, a grandes rasgos, se mantuvieron hasta nuestros días.
Si nos remontamos a épocas antiguas, cuando las tribus hebreas recorrían las llanuras con sus rebaños, vemos que basaban su división del tiempo en los cambios de la luna. En este punto, no se diferenciaban de otros pueblos nómadas. Pero al establecerse en Israel y dedicarse a la agricultura, debieron considerar la influencia del Sol en los cambios estacionales.
En los tiempos primitivos, cada principio de mes, “rosh hajódesh”, era fijado por el testimonio de quienes habían visto aparecer la luna nueva. Pero se ignora de qué manera combinaban el año lunar con el solar. Es de suponer que, generalmente, el período anual constaba de 12 meses. Y solo cuando, al final del invierno, se advertía un retraso del año lunar respecto del solar, se añadía un mes al primero.
2. Cálculos astronómicos.
En una etapa posterior, los meses y los años se establecieron sobre la base de cálculos astronómicos. Dado que esos cálculos no eran del todo exactos, se mantuvo la costumbre de fijar el comienzo del mes por declaraciones de testigos. La facultad de escuchar el testimonio de quienes habían visto la luna nueva, para luego consagrar el comienzo de un nuevo mes, correspondía, a fines de la época del Segundo Templo, a los miembros del Sanedrín. Una vez confirmados esos testimonios, el Presidente del Gran Tribunal, Sanedrín, proclamaba esa consagración, y tras él todo el pueblo.
B. Calendario de fiestas[3].
Las grandes fiestas anuales del antiguo Israel eran las tres fiestas de peregrinación llamadas “hâg”: Los ácimos, las semanas y los tabernáculos, y la fiesta de pascua que finalmente quedó ligada a la de los ácimos.
Es en el capítulo 23 donde encontramos las festividades de una manera más completa, aquí se presenta el calendario de fiestas dentro de la Ley de santidad incluyendo fechas exactas, con mes y día; es éste un calendario litúrgico popular, que regula el culto divino y determina las observancias religiosas de cada fiesta.
Este capítulo plantea una difícil cuestión de crítica literaria. Ciertamente no procede de una redacción homogénea: Tiene dos títulos[4], dos conclusiones[5], dos ordenamientos sobre la fiesta de los tabernáculos[6], y esta última no es homogénea.
La distribución de los versículos entre estas dos redacciones es insegura pero nos regiremos desde el esquema de las tres fiestas de peregrinación, atribuidas a la forma antigua de la Ley de santidad:
1. Levítico 23.4-8, la Pascua, el 14 del primer mes, seguida de la fiesta de los ácimos, que dura siete días.
2. Levítico 23.16-21, la de las semanas, cincuenta días después de los ácimos.
3. Levítico 23.34-36, la fiesta de los tabernáculos, el 15 del séptimo mes, durante siete días, seguidos de un día de descanso solemnizado.
4. Levítico 23.37-38, conclusión.
Las adiciones que, por lo demás, pueden contener elementos antiguos, se refieren:
1. Al sábado, v. 3 ( excluido por la conclusión primitiva, v. 38 );
2. A la fiesta de la primera gavilla, v. 10-15;
3. Al primero del sétimo mes, v. 24-25;
4. Al día de las expiaciones, el 10 de este mismo mes, v. 27-32;
5. A otro ritual para la fiesta de los tabernáculos, v. 39-43;
6. A una nueva conclusión, v. 44.
Además, atravesando esta serie registra siete sábados solemnes: Una especie de súper sábados. Una semana de sábados jalonando el año a intervalos irregulares.
C. El sábado.
La inclusión del sábado en Levítico 23.3, se debe probablemente a un revisor que se propuso complementar la lista. Nótese la repetición de la fórmula introductoria: “Estas son mis solemnidades”, en 2 y 4. Se antepone, como fiesta base, la celebración del sábado. Los calendarios antiguos no lo incluían entre las fiestas, que se celebraban una vez al año, y en las que todos los varones peregrinaban al santuario. El sábado se convirtió en los tiempos del exilio y debido a la diáspora en la celebración que mejor identificaba al judaísmo. Dentro de estas fiestas del calendario hay dos características que las posee el sábado: Es día de asamblea santa, o reunión de culto y de descanso.
D. La Pascua y los ácimos.
Esta solemnísima conmemoración del Éxodo, que se celebraba en la tarde del día 14 del primer mes, Nisán, marzo-abril; tiene su institución en Éxodo 12. Las observancias pascuales eran las siguientes: la asistencia al santuario, el primero y el séptimo día; la abstención de obras serviles, pero no del trabajo doméstico ordinario, durante estos dos días; el ofrecimiento de sacrificios durante los siete días de fiesta. Un rasgo ritual de la fiesta consistía en la ofrenda de una gavilla, las primicias de la siega, para ser balanceada por el sacerdote delante de Adonay.
Allí como aquí, la pascua va unida a la fiesta de los Ácimos; comenzaba el día siguiente de la pascua y se prolongaba siete días, con una asamblea solemne y abstención de todo trabajo los días primero y último y con determinados sacrificios que se ofrecían cada día de la semana. La fiesta tiene, pues, el carácter de una primera ofrenda de las primicias, que se acentuará cuando el ritual posterior detalle el ritual de la primera gavilla[7]. Pero la verdadera fiesta de las primicias de la recolección es la de las semanas, que señala el fin de la siega de los trigos; la fiesta de los ácimos es solo su preparación: las dos fiestas encuadran el tiempo de las siegas. Se trata, por tanto de una fiesta agrícola que no comenzó a observarse sino después de la entrada en Canaán, como lo dice Levítico 23.10 a propósito de la primera gavilla.
[1] La Toráh
[2] 1 Samuel 25.
[3] Levítico 23.
[4] Levítico 23.2, 4.
[5] Levítico 23.37; 44.
[6] Levítico 23.34-36; 39-43.
[7] Levítico 23.9-14.