2 Reyes
Segundo de Reyes, en hebreo, מְלָכִים ב, “Melajim Bet”, es uno de los
libros del Antiguo Testamento de la Biblia. Es precedido por el Primer Libro de los Reyes y le siguen el Primer Libro de las Crónicas, y el libro de Isaías en las Escrituras Judías. Se lo conoce también como “2 Reyes”, “Libro Segundo de los Reyes”, o
“IV Reyes”[1].
A. Marco Histórico.
1. Egipto.
Unos cinco años después de la muerte de Salomón el Faraón Sesonq dirigió una campaña victoriosa contra Palestina, recordada en una pared del Templo de Amón en Karnak, donde se lee una larga serie de localidades del reino de Judá. En una época sucesiva fue memorable la campaña del faraón Necao II, durante la cual encontró la muerte en Meguido el rey Josías.
2. Asiria
Mucho más frecuentes y calamitosas fueron las intervenciones directas e indirectas por parte de las potencias asiría y babilónica. Comenzaron con Asurbanipal (884-859 a.C.), que dirigió guerras contra Tiro y Sidón y otras ciudades fenicias, y continuaron con el sucesor Salmanasar III (859-824 a.C.), que en el llamado “obelisco negro” mencionó también a Jehú, el rey de Israel. Luego tuvieron lugar las victoriosas batallas de Teglatfalasar (745-727ª.C.), que interesaron a Tiro, Sidón, Damasco y los reyes de Israel; y, además, las acciones bélicas de Salmanasar V (727-722 a.C.) y de Sargón II, que en el 721 a.C., conquistó definitivamente Samaría, capital del reino de Israel.
3. Babilonia.
Con Senaquerib (704-681 a.C.) se acentuaron las campañas contra el reino de Judá. En el 701 a.C., tuvo lugar un célebre asedio de Jerusalén, bajo el rey Ezequías y durante el período de la misión del profeta Isaías. La potencia asiría se extendió hasta asomarse victoriosa al Alto Egipto. Pero enseguida surgió el imperio neo babilónico con Nabucodonosor (605-562 a.C.), el cual a su vez terminó con Nabonides y su hijo Baltasar en el 538 a.C., vencido por el poder de Ciro, rey de los medas y los persas.
B. Interés del libro.
La obra es de notable interés por la amplitud del período histórico al que se extiende y por el hecho de que en ella se narra el apogeo del reinado iniciado por David, pero también la sucesiva ruptura y los comienzos del período del destierro asirio y luego del babilónico, los cuales marcaron un giro grande e importantísimo en la historia hebrea. Bajo muchos aspectos trata justamente del período central de la historia bíblica. Es el libro en el cual se describe la época del mayor esplendor político y militar, fácil de encuadrar en la historia de los pueblos circunstantes. Es el período de las más encarnizadas luchas religiosas entre integristas y sincretistas; el período en el cual actuaron los mejores profetas de Israel: Elías, Elíseo, Amos, Oseas, Isaías, Jeremías y Ezequiel, al menos en los comienzos. Es también el período de la mayor madurez lingüística y de las grandes composiciones literarias, aunque sólo algún siglo más tarde recibieron la última mano.
C. Las fuentes.
Para describir un período tan largo y acontecimientos tan complejos y variados, el autor se sirvió de muchas fuentes y documentos. Él cita expresamente los Anales de los reyes de Judá[2] y los Anales de los Reyes de Israel[3]. Se pueden además distinguir fácilmente otras tres fuentes o documentos, que podemos denominar, de acuerdo con la inspiración que los animaba, de origen sacerdotal, de origen real y de origen profético. Cada una de estas fuentes tuvo inicialmente su vida independiente en la tradición escrita y oral. Con frecuencia el autor se contenta con un simple acercamiento de las fuentes, hecho este que evidencia el carácter compilatorio de la gran obra; carácter que hizo más sensible la redacción posterior, la cual verosímilmente tuvo lugar en dos tiempos, una hacia el año 610 a.C., y la otra hacia el 550 a.C., así como por adiciones, glosas y anotaciones de género vario.
D. Otros Puntos Importantes.
En Reyes abundan los datos cronológicos. El autor se preocupa especialmente por sincronizar la historia de los dos reinos. Aparecen muchas discrepancias, como la suma de los años de Atalía al año seis del reinado de Ezequías es ciento sesenta y cinco años, pero la suma de los años indicados para el mismo período en Israel es ciento cuarenta y tres años. Anteriormente muchos críticos las señalaban como indicación del carácter ficticio de Reyes. Otros más cautelosos han sugerido que, si se conocieran los sistemas de cómputo usados, podrían resolverse muchas de las discrepancias.
Los estudios que se han efectuado indican los diferentes sistemas de cálculos y sincronizaciones que se emplearon. Había dos sistemas para calcular el año; uno partía desde el mes de Tishri (setiembre-octubre), y el otro desde Nisán (marzo-abril). Además, había dos sistemas para contar los años de un reinado: Uno llamaba primer año del rey al año de su ascensión al trono, y el otro empezaba a contar los años desde el segundo año nuevo. Si se toma en cuenta que los que llevaban los registros, probablemente círculos proféticos, en Israel y en Judá usaban diferentes sistemas y aun cambiaban sistemas durante su historia, y que hubo varios casos de corregencias, se puede ver cuán difícil es sincronizar los datos. Hoy día se reconoce, más bien, que lo sorprendente no es el desorden de los datos sino la gran exactitud con que se han conservado.
Todavía falta la solución de unos pocos problemas cronológicos, pero cada vez existe más ayuda de parte de la arqueología. Los anales de Asiria, Babilonia y Egipto mencionan muchos de los nombres y sucesos de Reyes y establecen sincronizaciones exactas con la historia secular.
[1] Esto en las versiones de la Septuaginta y la Vulgata Latina.
[2] 2 Reyes 24.5.
[3] 2 Reyes 15.31.
A. Marco Histórico.
1. Egipto.
Unos cinco años después de la muerte de Salomón el Faraón Sesonq dirigió una campaña victoriosa contra Palestina, recordada en una pared del Templo de Amón en Karnak, donde se lee una larga serie de localidades del reino de Judá. En una época sucesiva fue memorable la campaña del faraón Necao II, durante la cual encontró la muerte en Meguido el rey Josías.
2. Asiria
Mucho más frecuentes y calamitosas fueron las intervenciones directas e indirectas por parte de las potencias asiría y babilónica. Comenzaron con Asurbanipal (884-859 a.C.), que dirigió guerras contra Tiro y Sidón y otras ciudades fenicias, y continuaron con el sucesor Salmanasar III (859-824 a.C.), que en el llamado “obelisco negro” mencionó también a Jehú, el rey de Israel. Luego tuvieron lugar las victoriosas batallas de Teglatfalasar (745-727ª.C.), que interesaron a Tiro, Sidón, Damasco y los reyes de Israel; y, además, las acciones bélicas de Salmanasar V (727-722 a.C.) y de Sargón II, que en el 721 a.C., conquistó definitivamente Samaría, capital del reino de Israel.
3. Babilonia.
Con Senaquerib (704-681 a.C.) se acentuaron las campañas contra el reino de Judá. En el 701 a.C., tuvo lugar un célebre asedio de Jerusalén, bajo el rey Ezequías y durante el período de la misión del profeta Isaías. La potencia asiría se extendió hasta asomarse victoriosa al Alto Egipto. Pero enseguida surgió el imperio neo babilónico con Nabucodonosor (605-562 a.C.), el cual a su vez terminó con Nabonides y su hijo Baltasar en el 538 a.C., vencido por el poder de Ciro, rey de los medas y los persas.
B. Interés del libro.
La obra es de notable interés por la amplitud del período histórico al que se extiende y por el hecho de que en ella se narra el apogeo del reinado iniciado por David, pero también la sucesiva ruptura y los comienzos del período del destierro asirio y luego del babilónico, los cuales marcaron un giro grande e importantísimo en la historia hebrea. Bajo muchos aspectos trata justamente del período central de la historia bíblica. Es el libro en el cual se describe la época del mayor esplendor político y militar, fácil de encuadrar en la historia de los pueblos circunstantes. Es el período de las más encarnizadas luchas religiosas entre integristas y sincretistas; el período en el cual actuaron los mejores profetas de Israel: Elías, Elíseo, Amos, Oseas, Isaías, Jeremías y Ezequiel, al menos en los comienzos. Es también el período de la mayor madurez lingüística y de las grandes composiciones literarias, aunque sólo algún siglo más tarde recibieron la última mano.
C. Las fuentes.
Para describir un período tan largo y acontecimientos tan complejos y variados, el autor se sirvió de muchas fuentes y documentos. Él cita expresamente los Anales de los reyes de Judá[2] y los Anales de los Reyes de Israel[3]. Se pueden además distinguir fácilmente otras tres fuentes o documentos, que podemos denominar, de acuerdo con la inspiración que los animaba, de origen sacerdotal, de origen real y de origen profético. Cada una de estas fuentes tuvo inicialmente su vida independiente en la tradición escrita y oral. Con frecuencia el autor se contenta con un simple acercamiento de las fuentes, hecho este que evidencia el carácter compilatorio de la gran obra; carácter que hizo más sensible la redacción posterior, la cual verosímilmente tuvo lugar en dos tiempos, una hacia el año 610 a.C., y la otra hacia el 550 a.C., así como por adiciones, glosas y anotaciones de género vario.
D. Otros Puntos Importantes.
En Reyes abundan los datos cronológicos. El autor se preocupa especialmente por sincronizar la historia de los dos reinos. Aparecen muchas discrepancias, como la suma de los años de Atalía al año seis del reinado de Ezequías es ciento sesenta y cinco años, pero la suma de los años indicados para el mismo período en Israel es ciento cuarenta y tres años. Anteriormente muchos críticos las señalaban como indicación del carácter ficticio de Reyes. Otros más cautelosos han sugerido que, si se conocieran los sistemas de cómputo usados, podrían resolverse muchas de las discrepancias.
Los estudios que se han efectuado indican los diferentes sistemas de cálculos y sincronizaciones que se emplearon. Había dos sistemas para calcular el año; uno partía desde el mes de Tishri (setiembre-octubre), y el otro desde Nisán (marzo-abril). Además, había dos sistemas para contar los años de un reinado: Uno llamaba primer año del rey al año de su ascensión al trono, y el otro empezaba a contar los años desde el segundo año nuevo. Si se toma en cuenta que los que llevaban los registros, probablemente círculos proféticos, en Israel y en Judá usaban diferentes sistemas y aun cambiaban sistemas durante su historia, y que hubo varios casos de corregencias, se puede ver cuán difícil es sincronizar los datos. Hoy día se reconoce, más bien, que lo sorprendente no es el desorden de los datos sino la gran exactitud con que se han conservado.
Todavía falta la solución de unos pocos problemas cronológicos, pero cada vez existe más ayuda de parte de la arqueología. Los anales de Asiria, Babilonia y Egipto mencionan muchos de los nombres y sucesos de Reyes y establecen sincronizaciones exactas con la historia secular.
[1] Esto en las versiones de la Septuaginta y la Vulgata Latina.
[2] 2 Reyes 24.5.
[3] 2 Reyes 15.31.