Capítulo 2
1. Llenos del Espíritu Santo.
2.1-4 En Levítico 23.16 la Septuaginta traduce pentekonta hemeras para el hebreo que significa “cincuenta días”, con referencia al número de días desde la ofrenda de la gavilla de cebada al comienzo de la Pascua. En el quincuagésimo día se celebraba la fiesta de Pentecostés. Como el tiempo que pasaba era de siete semanas, se la llamaba la “Fiesta de las semanas”[1]. Señala la culminación de la cosecha de la cebada, que comenzaba cuando se aplicaba la hoz al cereal por primera vez[2], y cuando la gavilla era mecida “el día siguiente del día de reposo”[3]. También se la llama la “Fiesta de la siega”, y el “Día de las primicias”[4]. Al generalizarse el idioma griego en Palestina como consecuencia de las conquistas de Alejandro, obtuvo el nombre griego Pentecostés. La fiesta no está limitada a la época del Pentateuco, sino que su cumplimiento se menciona en los días de Salomón[5], como la segunda de las tres fiestas anuales.
La fiesta se proclamaba como una “santa convocación”, día en que no había de cumplirse ningún trabajo servil, y en que todo varón de los israelitas debía presentarse en el santuario[6]. De las casas se llevaban dos panes cocidos, de harina fina y nueva, con levadura, que eran mecidos por el sacerdote ante el Señor, juntamente con los sacrificios de animales como ofrenda de expiación y de paz[7]. Como día de gozo[8] resulta evidente que en él, el israelita devoto expresaba gratitud por las bendiciones de la cosecha de granos, y experimentaba en su corazón el temor del Señor[9]. Pero se trataba de las acciones de gracias y el temor de un pueblo redimido, porque al servicio no le faltaban las ofrendas por el pecado y por la paz, y constituía, más aun, recordación de la liberación de Egipto[10] como pueblo del Pacto[11]. La base de aceptación de la ofrenda presupone la remoción del pecado y la reconciliación con Dios.
Los saduceos lo celebraban en el quincuagésimo día a partir del primer domingo después de Pascua, considerando que el “día de reposo” de Levítico 23.15 era el día de reposo semanal; este modo de calcular sirvió para determinar el cumplimiento público mientras hubo Templo, y se justifica, por lo tanto, que la Iglesia conmemore el primer Pentecostés cristiano en día domingo. Los fariseos interpretaban el “día de reposo” de Levítico 23.15 como la fiesta de los panes sin levadura, y su modo de calcular se hizo normativo en el judaísmo después del 70 d.C., de manera que en los calendarios judíos Pentecostés cae ahora en diversos días de la semana.
En el Nuevo Testamento hay tres referencias a Pentecostés:
a. Hechos 2.1. En dicho día, después de la resurrección y ascensión de Cristo, aproximadamente, alrededor del 30 d.C., los discípulos estaban reunidos en una casa en Jerusalén y recibieron señales del cielo. El Espíritu Santo descendió sobre ellos, y una nueva vida, de poder y bendición, comenzó a evidenciarse, lo que Pedro explicó como cumplimiento de la profecía de Joel.
b. Hechos 20.16. Pablo estaba decidido a no dedicar tiempo al Asia, y se apresuró a fin de estar en Jerusalén para el día de Pentecostés (57 d.C.).
c. 1 Corintios 16.8. Pablo se propuso permanecer en Éfeso hasta Pentecostés (54 o 55 d.C.), porque se le había abierto puerta fructífera para su ministerio[12].
El evento tiene lugar en Jerusalén, lugar privilegiado en los acontecimientos de Jesús y de la predicación de los apóstoles.
Se ha pensado que los ciento veinte fueron llenos del Espíritu Santo en esa fiesta de Pentecostés, pero no se toma en cuenta que entre el capítulo 1 y el 2 hay una conexión gramatical: “Y echaron suertes sobre ellos y cayó la suerte sobre Matías y fue contado junto con los once enviados. Y llegó el día de la fiesta de Pentecostés, y estaban todos juntos unidos con el mismo propósito”. ¿De quiénes está hablando en el capítulo 1? De los 12. ¿Quiénes estaban juntos? Los doce.
¿Por qué se enseña que fueron los 120 los que recibieron el Espíritu Santo en Pentecostés? Esta fue una idea que se le ocurrió a Crisóstomo, que vivió en el siglo V, y que luego fue adoptada por la que iba a convertirse en la Iglesia Católico Romana y que seguiría en la doctrina de las iglesias protestantes, hasta el día de hoy. El error de Crisóstomo fue que malinterpretó la profecía de Joel, citada por Pedro[13].
Hay quienes consideran que no era el aposento alto en donde se encontraban los doce cuando bajó el Espíritu Santo, sino que era una casa. Es posible que sea así, aunque es muy difícil que esta casa sea parte del Templo, como han llegado a suponer otros. Lo que parece más bien, es que en el momento en que ocurrió el evento, los doce estaban en esa casa, quizá acabando el desayuno o esperando el momento para irse al Templo. Todo hace parecer que los doce no estaban esperando que ocurriese la venida del Espíritu Santo en ese preciso momento, aunque ellos estaban esperando todos estos días, y conociendo la naturaleza humana, quizá pensaron que esto iba a ocurrir en el momento en que estuvieran orando en el Templo.
Tratemos de hacernos una imagen del momento: Los doce se encuentran en la casa, comentan algunas cosas, quizá hablan de que no han visto llegar a la oración a alguno de los discípulos o que se han enterado que otro está enfermo. De repente se escucha un silbido que comienza a subir la intensidad; se miran unos a otros, Tomás se levanta mientras Jacobo hace un gesto para tranquilizarle. Los vecinos también han escuchado el ruido y salen de sus casas buscando el origen y corren a la casa donde están los doce. Alguien abre la puerta y los vecinos pueden ver como unas lenguas parecidas a llamaradas de fuego se posan sobre la cabeza de aquellos hombres. Las preguntas no se dejan esperar, ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué significa esto? ¿Quiénes son estos hombres? Pero ocurre otra cosa inesperada, estos hombres comienzan a hablar y los ahí presentes les escuchan, ¡pero cada uno en su propia lengua!
En ese momento se da el cumplimiento de la promesa del Señor: Serían llenos del Espíritu Santo y del poder del cielo. ¿Cómo se manifestaría ese poder? No era quizá lo que esperaríamos a la hora de hablar de poder, era algo mental que comenzaría a manifestarse en el valor para hablar sin temor acerca de Cristo y de su obra redentora. Nótese que no comenzaron ellos a sanar a los enfermos o a hacer manifestaciones milagrosas, sino que el milagro aquí consistía en que los que aún tenían cierto temor a hablar abiertamente de Cristo, lo hacían ahora con toda libertad y los que escuchaban podían acceder al único medio de salvación. Ellos no hablaban con su inteligencia, sino que el Espíritu Santo los tomó para que dieran la gloria a Dios.
2.5-13 Llama poderosamente la atención, y tenemos que repetirlo, que el milagro obrado aquí, fuese que estos galileos hablaran en otras lenguas, no que sanaran a los enfermos o levantaran las manos para que los presentes se cayeran, como pretenden los milagreros actuales, que a diferencia de los apóstoles, necesitan traductores cuando van a otros países de habla diferente a la suya, a pesar que ellos dicen hablar en lenguas.
Los diferentes lenguajes de estas personas son de los países que se nombran, aunque ellos podían entender el arameo, que era la lengua usada por los judíos de ese tiempo, o incluso el griego, la lengua oficial del imperio, por lo que este milagro era algo no podían negar. No podemos suponer que estaban hablando lenguaje celestial, como alegan los defensores de la glosolalia de nuestros días, sino que hablaban en los diferentes idiomas de las personas que estaban ahí presentes. El milagro, al principio, los deja a ellos atónitos, pero no entendían lo que sucedía. No sabían de lo que vendría luego, sino que escuchaban a estos galileos hablando las maravillas de Dios.
Había otros que se burlaban porque no lograban entender nada. Probablemente estos eran judíos que no hablaban más que una lengua. Pero su irreverencia no va a pasar desapercibida, sino que más bien va a servir de punto de salida para el discurso que encontramos en el siguiente apartado.
2. Primer discurso de Pedro.
a. El milagro explicado.
2.14-21. Pedro habla claramente, es decir, en el lenguaje arameo que todos entendían. Su discurso tiene una introducción de tal manera que quiere dejar en los oyentes la impresión de que no pueden negar nada de lo que han sido testigos. También deja en claro que los que han hecho burla, están totalmente equivocados.
La gente se preguntaba lo que significaba aquello, y Pedro hace ver que es el cumplimiento de la profecía de Joel: “Y sucederá que después de esto, Derramaré Mi Espíritu sobre toda carne; Y sus hijos y sus hijas profetizarán, Sus ancianos soñarán sueños, Sus jóvenes verán visiones. Y aun sobre los siervos y las siervas Derramaré Mi Espíritu en esos días. Haré prodigios en el cielo y en la tierra: Sangre, fuego y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del SEÑOR, grande y terrible. Y todo aquél que invoque el nombre del SEÑOR Será salvo”[14]; lo que ellos estaban presenciando no era producto del intelecto humano, sino del poder de Dios, algo que no podían negar sin oponerse a la Palabra de Dios.
La cita que hace Pedro comienza diciendo: “Y será en los últimos días”; pero como sabemos no se estaba refiriendo a los últimos días de la humanidad, ya que esto ocurrió hace dos mil años. Tampoco estaba hablando de los últimos días de Roma, ya que el Imperio vio su fin hasta el año 476 d.C. Entonces, ¿a qué final se refería? Estaba hablando de los últimos días del sistema judío de adoración. Menos de treinta años después de esto, el Templo iba a ser destruido para no volver a reconstruirse. Todo el ritualismo judaico acabaría y todos los hombres, estuvieran donde sea, podrían dirigirse a Dios directamente, sin la necesidad de un sacerdote que intercediera por ellos.
Esto trae al suelo la enseñanza de los pentecostales, que aseguran que las manifestaciones “milagrosas” que ellos tienen son la señal de que estamos en los últimos días y que Pedro se refería a su movimiento.
La frase “toda carne”, se refiere no a todos los hombres, sino más bien a gentes de todas las naciones, lo que dejaba ver que Dios ya no solo trataría con el pueblo de Israel, sino con toda la humanidad.
El discurso de Pedro no estaba destinado a que los oyentes aceptaran las manifestaciones milagrosas, que en realidad en ese momento se trataba solamente del hablar en las diferentes lenguas citadas, sino a que se arrepintieran de sus pecados y aceptaran a Jesús como Salvador.
b. Jesús proclamado Cristo y Señor.
1) Se declara su resurrección.
2.22-24 El mensaje de Pedro debe de haber causado una fuerte impresión en los oyentes, que ya de por sí estaban asustados con lo que habían visto con aquellos galileos que hablaban en diferentes lenguajes sin haberlos estudiado.
Pedro comenzó con una acusación directa, porque era necesario que los ahí presentes aceptaran su culpabilidad en este asunto. La acusación de Pedro no se limita a decirles “ustedes mataron a un hombre”, sino que va más allá. Les dice: “Ustedes mataron a Jesús, quien hizo maravillas, del griego δυναμεσιν, “obras portentosas”; portentos, del griego τερασιν, “prodigios” y señales, del griego σημειοις, “milagros sobrenaturales””, es decir, mataron a quien demostraba directamente que había venido de Dios. Pero, sigue diciéndoles, no piensen que los que hicieron es porque ustedes sean más poderosos que Él, sino que ya estaba preparado todo de antemano por Dios. Pero ustedes le entregaron en las manos de los que no tienen conocimiento de la Ley de Dios, los gentiles para que le mataran con una muerte vergonzosa. Aún así, Dios le levantó de entre los muertos, porque los lazos de la muerte no pueden tener poder sobre el Inmortal.
2) Profecía de David acerca de Cristo.
2.25-31 Aquí los oyentes podían cuestionar algunas cosas, aunque hay dos que no pueden negar, que Jesús hubiera demostrado haber sido aprobado por Dios con milagros sorprendentes y que ellos lo habían entregado a los romanos para matarle. Pero el decir que ellos le habían entregado porque había un plan determinado por Dios y que había resucitado, eran dos cosas que había que probar.
Lo que hizo Pedro fue citar, en primer lugar, al rey David, donde el predijo que iba a haber una resurrección de un muerto, aunque lo hizo hablando en primera persona, por lo que no es posible, y así lo hace ver el apóstol que estuviera hablando de sí mismo, porque todos conocían la tumba de David, y no podía hablar de una supuesta resurrección de David de manera incorrupta, porque ya habían pasado muchos siglos desde la muerte del rey. Además, todo buen teólogo comprende que cuando David habla en primera persona en sus profecías se está refiriendo a Cristo y no a sí mismo.
Con esta misma profecía de David, comprueba Pedro que ya estaba determinado por Dios la manera en que su Ungido iba a morir y de cómo resucitaría.
3) El testimonio de los doce.
2.32 Ahora vendría una parte del discurso que de seguro provocó gran revuelo. Pedro prueba que hay teoría suficiente para aceptar que Jesús es el Mesías esperado, pero el testimonio de doce hombres era entre los judíos algo de mucha importancia. El testimonio de uno solo no hubiera tenido gran notoriedad, pero cuando eran varios, y en este caso tantos como para contar en este momento con doce, era algo que no podía ignorarse ni negarse, ya que la Ley judía pedía el testimonio de al menos dos testigos para que los hechos pudieran ser reconocidos como ciertos[15].
c. Jesús exaltado.
2.33-35 Pedro no dice solamente que Jesús fue ascendido al cielo, sino que está a la derecha del Padre, y la prueba de esto se manifiesta en que ellos habían recibido la promesa del Espíritu Santo, cosa que ellos tampoco podían negar ya que era algo que acababan de ver con la manifestación de los idiomas que ellos estaban hablando. ¿Hasta cuándo estará Jesús a la derecha del Padre? Hasta que todos sus enemigos sean derrotados. Este pasaje era aceptado en la escatología farisea hablando acerca del Mesías, por lo que no había manera de ser apelado.
d. Final del sermón.
2.36 No podía Pedro dejar de rematar su sermón sin algo que provocara un golpe final a los oyentes. Dios mismo ha tomado a quien las autoridades y los estudiosos religiosos han rechazado para cumplir la promesa del Mesías que se sentaría en el trono de David. El pueblo elegido se ha convertido en el asesino de su Salvador, por lo que necesita de un cambio completo.
e. Advertencia al pueblo a salvarse.
2.37-40 A pesar de la brevedad de este sermón, el efecto que causa es impresionante, la multitud presente sintió un violento punzonazo en su corazón. Las diferentes versiones de la Biblia lo traducen así:
1) Nueva Biblia de Jerusalén: el corazón compungido.
2) Biblia Latinoamericana 1995: se afligieron profundamente.
3) Biblia Lenguaje Sencillo: se pusieron muy tristes y preocupados.
4) Biblia de Nuestro Pueblo: les llegó al corazón.
5) Nuevo Testamento de Ediciones Universidad de Navarra: se dolieron de corazón.
6) Nueva Biblia de los Hispanos: fueron conmovidos profundamente.
7) Nuevo Mundo: se sintieron heridos en el corazón.
8) Traducción Kadosh Isaraelita Mesiánica de Estudio: fue como punzarles el corazón.
Prefiero esta traducción de manera literal porque me parece que es la manera más impactante de decir lo que aquellas personas estaban sufriendo. Ellos se dieron cuenta que habían cometido un grave pecado al matar a quien habían estado esperando por siglos y en ese momento se sienten solos, golpeados, perdidos.
Hay seis pasos para lograr la salvación: Oír, creer, arrepentirse, confesar, sumergirse en agua y vivir santamente. Estas personas demuestran estos pasos en este pasaje: Ellos oyeron el mensaje del Evangelio predicado por Pedro y los demás apóstoles; lo creyeron y prueba de ello es que preguntan en búsqueda de una solución. Quizá muchos se habían planteado la misma pregunta, pero probablemente la respuesta había sido “vivir de acuerdo a la Ley”; pero en ese momento la Ley deja de tener importancia en la mente de los presentes porque no solamente se estaba dando una manifestación que probaba que Jesús es el Mesías que tanto habían esperado, sino que se estaba dando inicio al Reino de los Cielos.
El arrepentimiento se nota en que fueron punzados violentamente en su corazón. Es probable que algunos sintieran un dolor en el pecho que les asustó. Ahora Pedro debe dar respuesta a la interrogante que estas almas le hacen: ¿Qué se puede hacer para ser salvo? Primero deben arrepentirse de su mal actuar, de todos sus pecados y lo siguiente que ellos debían hacer era ser sumergidos en el agua.
Nótese que esta es la primera vez que se menciona la sumersión en el nombre de Cristo ya en la práctica, antes solo la encontramos como parte del mandato del Señor[16].
Hemos visto que arrepentirse es sentir un gran dolor en nuestro corazón por lo malo que hemos hecho, es desear cambiar de dirección en nuestra vida; es cambiar la disposición mental, porque el pecado bulle de nuestro corazón y para poder vivir sin pecar es necesario que nuestra mente y corazón estén ocupadas en cosas santas. Y ¿qué es eso de sumergirse en agua? Lo que la mayoría llaman “bautismo” debe ser traducido “sumergir”, es decir, meter algo o alguien en el fondo de algo; por lo que podemos tener sumersiones de agua, de tierra e incluso de fuego. El sumergir que habla Pedro a los presentes es el de agua que es un simbolismo de nuestra participación de la muerte, sepultura y resurrección del Señor[17]. Es un paso necesario para poder obtener el perdón de pecados y es lamentable como de los grupos religiosos de la actualidad que se dicen ser cristianos, solo los verdaderos cristianos, los adventistas y los mormones creamos que es requisito para la salvación, mientras que otros como los Bautistas, que por su nombre pareciera que sería una de sus principales enseñanzas, Pencostales y Evangélicos en general, niegan la necesidad de ser bautizado para ser salvo. Por otro lado los Católicos lo utilizan no como sumergir, sino más bien lo que hacen es rociar al candidato y la idea es para que sea parte de su denominación, no que vaya a ser salvo porque ellos se confiesan abiertamente ignorantes de cómo llegar a tal estado.
Pedro fue más allá de la pregunta que hicieron los presentes y les dijo no solo como ser salvos, sino que agregó que haciendo esto recibirían el perdón de los pecados, es decir, el anhelo más grande que desea tener toda persona, saberse limpio delante de Dios. No puedo dejar de recordar el día en que hice el último pago de la hipoteca que tenía a mi casa; vivía en ella, podía hacer muchas cosas en ella, pero como debía al banco una gran cantidad de dinero, no sentía que la propiedad fuera mía hasta que terminé de pagar. Esto es solo un pequeño ejemplo de lo que se siente de tener una deuda de pecado ante Dios. Tenemos el cuerpo, nuestra vida, nuestras emociones, pero sabemos que hay una deuda con Dios y esta no se paga con dinero ni buenas obras, sino solamente con el sacrificio de sangre, pero no cualquier sangre, sino solo la sangre inocente y esta solo es la de Jesucristo.
Pero había algo más: “…la dádiva gratuita del Espíritu Santo…” He aquí otra de las cosas en las que muchos se equivocan, porque han pensado que este regalo es hablar en otras lenguas o tener poderes especiales. Esto solo pasó a los apóstoles y a quienes ellos impusieron sus manos. Más para nosotros y todos los que han creído en el sacrificio de Jesús y han sido salvos, está el Espíritu Santo habitando en nuestro corazón y produciendo Sus frutos en nosotros[18].
Pedro está hablando de una promesa con condición, es decir, para que se pueda recibir, es necesario que la persona sea salva, y en ese mismo momento, el Espíritu Santo vendrá a habitar en él. Ahora, al mencionar a los hijos, no está hablando de hijos carnales, sino de hijos espirituales, por lo que los católicos se equivocan al creer que al rociar a sus niños les están “heredando” su religión.
La última parte de la narración hecha por Lucas nos da el sentir que este sermón fue más largo de lo que se registra. Pedro y los demás estaban exhortando, llamando la atención a los presentes para que volvieran su vida a Cristo.
3. Resultado del sermón e inicio de la Iglesia.
2.41-47 Lo siguiente que ocurrió ha sido puesto en duda por algunos. Unas tres mil personas deciden ser sumergidas para ser salvas. Jerusalén contaba más o menos con unos 30 mil habitantes, pero en ese momento, debido a las fiestas, la cantidad podía haber sido el doble o más, por lo que no es extraño que ese número sea real.
Según creen algunos, no hay suficiente agua en Jerusalén para poder hacer algo semejante, pero se olvidan que había una gran cantidad de estanques distribuidos en varios lugares de la ciudad, como las piscinas de Betesda y la de Siloé, único que queda en la actualidad y que se encuentra en el costado sur del Templo, y tiene 13 metros de largo por 5 de ancho. Estaba alimentado por un conducto subterráneo que venía del estanque de la Vírgen. También estaba el estanque que hoy se llama Guihón de Arriba, a medio kilómetro al Oeste de la puerta de Jaffa, que tiene unos 29 metros de largo por 19 de ancho y se surte de lluvias que vierten allí y rara vez se llena. Además estaba el Guihón de Abajo, o Estanque del Sultán, que se formó construyendo una presa inmensa a través del valle abajo del muro occidental del llamado Monte Sión, para detener el agua que corría por el valle, y otra pared arriba que detuviese la tierra en aquel extremo.
En cuanto al tiempo necesario para sumergir a tres mil se podrá ver que hubo tiempo de sobra. El sermón de Pedro comenzó cerca de las 9, y podemos suponer que lo que ocurrió en el Templo terminó antes de mediodía. Tenemos seis horas de tiempo para sumergir a todas estas personas. No hay necesidad de pensar que se ocupa más de un minuto completo para sumergir a una persona; y si es como sucede hoy cuando hay que sumergir a un gran número, los candidatos van avanzando en línea al lugar en que está el que lo va a sumergir. A razón de sesenta por minuto, doce hombres llegarían a bautizar 720 en una hora, y tres mil en cuatro horas y cuarto. Así que fácilmente los apóstoles no eran los únicos que sumergían, pues acostumbraban dejar este trabajo a otros[19].
Después de sumergidos, era necesario entrar en el proceso de instrucción, ya que no se pudo hacer antes. Era necesario explicarles todo el proceso de salvación y de santidad. Los únicos que podían enseñaban eran los apóstoles, quienes cumplían de esta manera el mandato dado por Cristo[20]. Así, los nuevos creyentes vivían de acuerdo a las enseñanzas impartidas por los antigüos pescadores.
Participaban unidos de todo, esto es lo que en muchas versiones se traduce como la “comunión” o “camaradería”, y que viene de la palabra griega κοινωνια, koinonía, que en otros pasajes es utilizada para hablar de la ayuda que se le daba a los pobres[21], aunque no debe limitarse a compartir ayudas, sino a compartirlo todo, como es el caso de 1 Corintios 1.9 en donde habla del compartir a Jesucristo y 2 Corintios 13.13, donde se habla de compartir al Espíritu Santo. También lo encontramos al hablar sobre la comunión o participación en la Cena del Señor[22].
Precisamente hablando del partimiento del pan y las oraciones en que también perseveraban, nos dice que lo hacían en las casas, ya que en este tiempo era un acto que no podía hacerse abiertamente en el Templo, aunque las oraciones sí. El partir el pan era un acto simbólico de la Iglesia, que no solo demuestra que los que participan de él están en común acuerdo, sino también que anuncia al mundo el regreso del Señor Jesús.
También debe interesarnos el hecho que los primeros cristianos se reunían en las casas, a pesar de ser más de tres mil, no en un edificio. La verdad es que no fue sino hasta después del siglo IV, cuando Constantino se convierte en emperador y que da facilidades a los cristianos, que las reuniones comienzan a hacerse en edificios destinados para el culto y que luego fueron llamados “capillas”, aunque los cristianos no deberíamos usar dicho apelativo para llamar a las casas donde nos reunimos[23], sino simplemente “casa” o “casa de oración”.
¿Qué reacción tuvieron las demás personas que no eran parte de la Iglesia? Ellos estaban atemorizados porque sabían que las maravillas que hacían los apóstoles no eran actos mentirosos, sino verdaderos milagros. Muchos fueron añadidos a la Iglesia, pero no se dice que todos, así que no podemos asegurar que los que fueron añadidos lo hicieron porque vieron las señales. Otros, en cambio, a pesar de que tenían temor de lo que estaban viendo, no se añadieron a la Iglesia porque no creían en Jesucristo. Hoy es igual, hay gente que es añadida a la Iglesia porque cree en Jesucristo, otros nunca creerán porque han endurecido su corazón, por lo que el decir que en este tiempo son necesarios los milagros es una mentira, ya que los milagros no producen creyentes, mientras que el buen testimonio sí.
De nuevo repite Lucas que tenían todas las cosas para uso comunal y que buscaban ayudar a sus hermanos en la fe, de tal manera que no había necesitados. También hace un resumen de la sencillez de la vida de los nuevos cristianos, quienes se reunían en el Templo, lógicamente a hacer sus oraciones, pero además compartían su vida, comían juntos y todo el pueblo estaba muy satisfecho con el cambio producido en estas personas y a lo cual no podían recibir resistencia por parte de los escribas, fariseos y sacerdotes.
[1] Éxodo 34.22; Deuteronomio 16.10.
[2] Deuteronomio 16.9.
[3] Levítico 23.11.
[4] Éxodo 23.16; Números 28.26.
[5] 2 Crónicas 8.13.
[6] Levítico 23.21.
[7] Levítico 23.17-20.
[8] Deuteronomio 16.16.
[9] Jeremías 5.24.
[10] Deuteronomio 16.12.
[11] Levítico 23.22.
[12] Diccionario Certeza. Fiesta de Pentecostés.
[13] Joel 2.28-32; Hechos 2.16-21.
[14] Joel 2.28-32. NBLH.
[15] Números 35.30; Deuteronomio 17.6.
[16] Mateo 28.19.
[17] Romanos 6.4.
[18] Gálatas 5.22.
[19] Hechos 10.48.
[20] Mateo 28.19-20.
[21] Romanos 15.26.
[22] 1 Corintios 10.16.
[23] El nombre de capilla, significa lugar dedicado al culto divino, proviene según unos de la capa de “san Martín” que los reyes de Francia llevaban antiguamente a la guerra y hacían colocar en una tienda de campaña que tomó de aquí la denominación de capilla y los que la guardaban la de capellanes y según otros trae su origen de la palabra latina capella que significa cabra o cabala, porque en lo antiguo se cubrian con pieles de estos animales las ermitas y pequeñas iglesias, y se llamaba capella todo edificio que estaba cubierto con pieles de cabras.
2.1-4 En Levítico 23.16 la Septuaginta traduce pentekonta hemeras para el hebreo que significa “cincuenta días”, con referencia al número de días desde la ofrenda de la gavilla de cebada al comienzo de la Pascua. En el quincuagésimo día se celebraba la fiesta de Pentecostés. Como el tiempo que pasaba era de siete semanas, se la llamaba la “Fiesta de las semanas”[1]. Señala la culminación de la cosecha de la cebada, que comenzaba cuando se aplicaba la hoz al cereal por primera vez[2], y cuando la gavilla era mecida “el día siguiente del día de reposo”[3]. También se la llama la “Fiesta de la siega”, y el “Día de las primicias”[4]. Al generalizarse el idioma griego en Palestina como consecuencia de las conquistas de Alejandro, obtuvo el nombre griego Pentecostés. La fiesta no está limitada a la época del Pentateuco, sino que su cumplimiento se menciona en los días de Salomón[5], como la segunda de las tres fiestas anuales.
La fiesta se proclamaba como una “santa convocación”, día en que no había de cumplirse ningún trabajo servil, y en que todo varón de los israelitas debía presentarse en el santuario[6]. De las casas se llevaban dos panes cocidos, de harina fina y nueva, con levadura, que eran mecidos por el sacerdote ante el Señor, juntamente con los sacrificios de animales como ofrenda de expiación y de paz[7]. Como día de gozo[8] resulta evidente que en él, el israelita devoto expresaba gratitud por las bendiciones de la cosecha de granos, y experimentaba en su corazón el temor del Señor[9]. Pero se trataba de las acciones de gracias y el temor de un pueblo redimido, porque al servicio no le faltaban las ofrendas por el pecado y por la paz, y constituía, más aun, recordación de la liberación de Egipto[10] como pueblo del Pacto[11]. La base de aceptación de la ofrenda presupone la remoción del pecado y la reconciliación con Dios.
Los saduceos lo celebraban en el quincuagésimo día a partir del primer domingo después de Pascua, considerando que el “día de reposo” de Levítico 23.15 era el día de reposo semanal; este modo de calcular sirvió para determinar el cumplimiento público mientras hubo Templo, y se justifica, por lo tanto, que la Iglesia conmemore el primer Pentecostés cristiano en día domingo. Los fariseos interpretaban el “día de reposo” de Levítico 23.15 como la fiesta de los panes sin levadura, y su modo de calcular se hizo normativo en el judaísmo después del 70 d.C., de manera que en los calendarios judíos Pentecostés cae ahora en diversos días de la semana.
En el Nuevo Testamento hay tres referencias a Pentecostés:
a. Hechos 2.1. En dicho día, después de la resurrección y ascensión de Cristo, aproximadamente, alrededor del 30 d.C., los discípulos estaban reunidos en una casa en Jerusalén y recibieron señales del cielo. El Espíritu Santo descendió sobre ellos, y una nueva vida, de poder y bendición, comenzó a evidenciarse, lo que Pedro explicó como cumplimiento de la profecía de Joel.
b. Hechos 20.16. Pablo estaba decidido a no dedicar tiempo al Asia, y se apresuró a fin de estar en Jerusalén para el día de Pentecostés (57 d.C.).
c. 1 Corintios 16.8. Pablo se propuso permanecer en Éfeso hasta Pentecostés (54 o 55 d.C.), porque se le había abierto puerta fructífera para su ministerio[12].
El evento tiene lugar en Jerusalén, lugar privilegiado en los acontecimientos de Jesús y de la predicación de los apóstoles.
Se ha pensado que los ciento veinte fueron llenos del Espíritu Santo en esa fiesta de Pentecostés, pero no se toma en cuenta que entre el capítulo 1 y el 2 hay una conexión gramatical: “Y echaron suertes sobre ellos y cayó la suerte sobre Matías y fue contado junto con los once enviados. Y llegó el día de la fiesta de Pentecostés, y estaban todos juntos unidos con el mismo propósito”. ¿De quiénes está hablando en el capítulo 1? De los 12. ¿Quiénes estaban juntos? Los doce.
¿Por qué se enseña que fueron los 120 los que recibieron el Espíritu Santo en Pentecostés? Esta fue una idea que se le ocurrió a Crisóstomo, que vivió en el siglo V, y que luego fue adoptada por la que iba a convertirse en la Iglesia Católico Romana y que seguiría en la doctrina de las iglesias protestantes, hasta el día de hoy. El error de Crisóstomo fue que malinterpretó la profecía de Joel, citada por Pedro[13].
Hay quienes consideran que no era el aposento alto en donde se encontraban los doce cuando bajó el Espíritu Santo, sino que era una casa. Es posible que sea así, aunque es muy difícil que esta casa sea parte del Templo, como han llegado a suponer otros. Lo que parece más bien, es que en el momento en que ocurrió el evento, los doce estaban en esa casa, quizá acabando el desayuno o esperando el momento para irse al Templo. Todo hace parecer que los doce no estaban esperando que ocurriese la venida del Espíritu Santo en ese preciso momento, aunque ellos estaban esperando todos estos días, y conociendo la naturaleza humana, quizá pensaron que esto iba a ocurrir en el momento en que estuvieran orando en el Templo.
Tratemos de hacernos una imagen del momento: Los doce se encuentran en la casa, comentan algunas cosas, quizá hablan de que no han visto llegar a la oración a alguno de los discípulos o que se han enterado que otro está enfermo. De repente se escucha un silbido que comienza a subir la intensidad; se miran unos a otros, Tomás se levanta mientras Jacobo hace un gesto para tranquilizarle. Los vecinos también han escuchado el ruido y salen de sus casas buscando el origen y corren a la casa donde están los doce. Alguien abre la puerta y los vecinos pueden ver como unas lenguas parecidas a llamaradas de fuego se posan sobre la cabeza de aquellos hombres. Las preguntas no se dejan esperar, ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué significa esto? ¿Quiénes son estos hombres? Pero ocurre otra cosa inesperada, estos hombres comienzan a hablar y los ahí presentes les escuchan, ¡pero cada uno en su propia lengua!
En ese momento se da el cumplimiento de la promesa del Señor: Serían llenos del Espíritu Santo y del poder del cielo. ¿Cómo se manifestaría ese poder? No era quizá lo que esperaríamos a la hora de hablar de poder, era algo mental que comenzaría a manifestarse en el valor para hablar sin temor acerca de Cristo y de su obra redentora. Nótese que no comenzaron ellos a sanar a los enfermos o a hacer manifestaciones milagrosas, sino que el milagro aquí consistía en que los que aún tenían cierto temor a hablar abiertamente de Cristo, lo hacían ahora con toda libertad y los que escuchaban podían acceder al único medio de salvación. Ellos no hablaban con su inteligencia, sino que el Espíritu Santo los tomó para que dieran la gloria a Dios.
2.5-13 Llama poderosamente la atención, y tenemos que repetirlo, que el milagro obrado aquí, fuese que estos galileos hablaran en otras lenguas, no que sanaran a los enfermos o levantaran las manos para que los presentes se cayeran, como pretenden los milagreros actuales, que a diferencia de los apóstoles, necesitan traductores cuando van a otros países de habla diferente a la suya, a pesar que ellos dicen hablar en lenguas.
Los diferentes lenguajes de estas personas son de los países que se nombran, aunque ellos podían entender el arameo, que era la lengua usada por los judíos de ese tiempo, o incluso el griego, la lengua oficial del imperio, por lo que este milagro era algo no podían negar. No podemos suponer que estaban hablando lenguaje celestial, como alegan los defensores de la glosolalia de nuestros días, sino que hablaban en los diferentes idiomas de las personas que estaban ahí presentes. El milagro, al principio, los deja a ellos atónitos, pero no entendían lo que sucedía. No sabían de lo que vendría luego, sino que escuchaban a estos galileos hablando las maravillas de Dios.
Había otros que se burlaban porque no lograban entender nada. Probablemente estos eran judíos que no hablaban más que una lengua. Pero su irreverencia no va a pasar desapercibida, sino que más bien va a servir de punto de salida para el discurso que encontramos en el siguiente apartado.
2. Primer discurso de Pedro.
a. El milagro explicado.
2.14-21. Pedro habla claramente, es decir, en el lenguaje arameo que todos entendían. Su discurso tiene una introducción de tal manera que quiere dejar en los oyentes la impresión de que no pueden negar nada de lo que han sido testigos. También deja en claro que los que han hecho burla, están totalmente equivocados.
La gente se preguntaba lo que significaba aquello, y Pedro hace ver que es el cumplimiento de la profecía de Joel: “Y sucederá que después de esto, Derramaré Mi Espíritu sobre toda carne; Y sus hijos y sus hijas profetizarán, Sus ancianos soñarán sueños, Sus jóvenes verán visiones. Y aun sobre los siervos y las siervas Derramaré Mi Espíritu en esos días. Haré prodigios en el cielo y en la tierra: Sangre, fuego y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del SEÑOR, grande y terrible. Y todo aquél que invoque el nombre del SEÑOR Será salvo”[14]; lo que ellos estaban presenciando no era producto del intelecto humano, sino del poder de Dios, algo que no podían negar sin oponerse a la Palabra de Dios.
La cita que hace Pedro comienza diciendo: “Y será en los últimos días”; pero como sabemos no se estaba refiriendo a los últimos días de la humanidad, ya que esto ocurrió hace dos mil años. Tampoco estaba hablando de los últimos días de Roma, ya que el Imperio vio su fin hasta el año 476 d.C. Entonces, ¿a qué final se refería? Estaba hablando de los últimos días del sistema judío de adoración. Menos de treinta años después de esto, el Templo iba a ser destruido para no volver a reconstruirse. Todo el ritualismo judaico acabaría y todos los hombres, estuvieran donde sea, podrían dirigirse a Dios directamente, sin la necesidad de un sacerdote que intercediera por ellos.
Esto trae al suelo la enseñanza de los pentecostales, que aseguran que las manifestaciones “milagrosas” que ellos tienen son la señal de que estamos en los últimos días y que Pedro se refería a su movimiento.
La frase “toda carne”, se refiere no a todos los hombres, sino más bien a gentes de todas las naciones, lo que dejaba ver que Dios ya no solo trataría con el pueblo de Israel, sino con toda la humanidad.
El discurso de Pedro no estaba destinado a que los oyentes aceptaran las manifestaciones milagrosas, que en realidad en ese momento se trataba solamente del hablar en las diferentes lenguas citadas, sino a que se arrepintieran de sus pecados y aceptaran a Jesús como Salvador.
b. Jesús proclamado Cristo y Señor.
1) Se declara su resurrección.
2.22-24 El mensaje de Pedro debe de haber causado una fuerte impresión en los oyentes, que ya de por sí estaban asustados con lo que habían visto con aquellos galileos que hablaban en diferentes lenguajes sin haberlos estudiado.
Pedro comenzó con una acusación directa, porque era necesario que los ahí presentes aceptaran su culpabilidad en este asunto. La acusación de Pedro no se limita a decirles “ustedes mataron a un hombre”, sino que va más allá. Les dice: “Ustedes mataron a Jesús, quien hizo maravillas, del griego δυναμεσιν, “obras portentosas”; portentos, del griego τερασιν, “prodigios” y señales, del griego σημειοις, “milagros sobrenaturales””, es decir, mataron a quien demostraba directamente que había venido de Dios. Pero, sigue diciéndoles, no piensen que los que hicieron es porque ustedes sean más poderosos que Él, sino que ya estaba preparado todo de antemano por Dios. Pero ustedes le entregaron en las manos de los que no tienen conocimiento de la Ley de Dios, los gentiles para que le mataran con una muerte vergonzosa. Aún así, Dios le levantó de entre los muertos, porque los lazos de la muerte no pueden tener poder sobre el Inmortal.
2) Profecía de David acerca de Cristo.
2.25-31 Aquí los oyentes podían cuestionar algunas cosas, aunque hay dos que no pueden negar, que Jesús hubiera demostrado haber sido aprobado por Dios con milagros sorprendentes y que ellos lo habían entregado a los romanos para matarle. Pero el decir que ellos le habían entregado porque había un plan determinado por Dios y que había resucitado, eran dos cosas que había que probar.
Lo que hizo Pedro fue citar, en primer lugar, al rey David, donde el predijo que iba a haber una resurrección de un muerto, aunque lo hizo hablando en primera persona, por lo que no es posible, y así lo hace ver el apóstol que estuviera hablando de sí mismo, porque todos conocían la tumba de David, y no podía hablar de una supuesta resurrección de David de manera incorrupta, porque ya habían pasado muchos siglos desde la muerte del rey. Además, todo buen teólogo comprende que cuando David habla en primera persona en sus profecías se está refiriendo a Cristo y no a sí mismo.
Con esta misma profecía de David, comprueba Pedro que ya estaba determinado por Dios la manera en que su Ungido iba a morir y de cómo resucitaría.
3) El testimonio de los doce.
2.32 Ahora vendría una parte del discurso que de seguro provocó gran revuelo. Pedro prueba que hay teoría suficiente para aceptar que Jesús es el Mesías esperado, pero el testimonio de doce hombres era entre los judíos algo de mucha importancia. El testimonio de uno solo no hubiera tenido gran notoriedad, pero cuando eran varios, y en este caso tantos como para contar en este momento con doce, era algo que no podía ignorarse ni negarse, ya que la Ley judía pedía el testimonio de al menos dos testigos para que los hechos pudieran ser reconocidos como ciertos[15].
c. Jesús exaltado.
2.33-35 Pedro no dice solamente que Jesús fue ascendido al cielo, sino que está a la derecha del Padre, y la prueba de esto se manifiesta en que ellos habían recibido la promesa del Espíritu Santo, cosa que ellos tampoco podían negar ya que era algo que acababan de ver con la manifestación de los idiomas que ellos estaban hablando. ¿Hasta cuándo estará Jesús a la derecha del Padre? Hasta que todos sus enemigos sean derrotados. Este pasaje era aceptado en la escatología farisea hablando acerca del Mesías, por lo que no había manera de ser apelado.
d. Final del sermón.
2.36 No podía Pedro dejar de rematar su sermón sin algo que provocara un golpe final a los oyentes. Dios mismo ha tomado a quien las autoridades y los estudiosos religiosos han rechazado para cumplir la promesa del Mesías que se sentaría en el trono de David. El pueblo elegido se ha convertido en el asesino de su Salvador, por lo que necesita de un cambio completo.
e. Advertencia al pueblo a salvarse.
2.37-40 A pesar de la brevedad de este sermón, el efecto que causa es impresionante, la multitud presente sintió un violento punzonazo en su corazón. Las diferentes versiones de la Biblia lo traducen así:
1) Nueva Biblia de Jerusalén: el corazón compungido.
2) Biblia Latinoamericana 1995: se afligieron profundamente.
3) Biblia Lenguaje Sencillo: se pusieron muy tristes y preocupados.
4) Biblia de Nuestro Pueblo: les llegó al corazón.
5) Nuevo Testamento de Ediciones Universidad de Navarra: se dolieron de corazón.
6) Nueva Biblia de los Hispanos: fueron conmovidos profundamente.
7) Nuevo Mundo: se sintieron heridos en el corazón.
8) Traducción Kadosh Isaraelita Mesiánica de Estudio: fue como punzarles el corazón.
Prefiero esta traducción de manera literal porque me parece que es la manera más impactante de decir lo que aquellas personas estaban sufriendo. Ellos se dieron cuenta que habían cometido un grave pecado al matar a quien habían estado esperando por siglos y en ese momento se sienten solos, golpeados, perdidos.
Hay seis pasos para lograr la salvación: Oír, creer, arrepentirse, confesar, sumergirse en agua y vivir santamente. Estas personas demuestran estos pasos en este pasaje: Ellos oyeron el mensaje del Evangelio predicado por Pedro y los demás apóstoles; lo creyeron y prueba de ello es que preguntan en búsqueda de una solución. Quizá muchos se habían planteado la misma pregunta, pero probablemente la respuesta había sido “vivir de acuerdo a la Ley”; pero en ese momento la Ley deja de tener importancia en la mente de los presentes porque no solamente se estaba dando una manifestación que probaba que Jesús es el Mesías que tanto habían esperado, sino que se estaba dando inicio al Reino de los Cielos.
El arrepentimiento se nota en que fueron punzados violentamente en su corazón. Es probable que algunos sintieran un dolor en el pecho que les asustó. Ahora Pedro debe dar respuesta a la interrogante que estas almas le hacen: ¿Qué se puede hacer para ser salvo? Primero deben arrepentirse de su mal actuar, de todos sus pecados y lo siguiente que ellos debían hacer era ser sumergidos en el agua.
Nótese que esta es la primera vez que se menciona la sumersión en el nombre de Cristo ya en la práctica, antes solo la encontramos como parte del mandato del Señor[16].
Hemos visto que arrepentirse es sentir un gran dolor en nuestro corazón por lo malo que hemos hecho, es desear cambiar de dirección en nuestra vida; es cambiar la disposición mental, porque el pecado bulle de nuestro corazón y para poder vivir sin pecar es necesario que nuestra mente y corazón estén ocupadas en cosas santas. Y ¿qué es eso de sumergirse en agua? Lo que la mayoría llaman “bautismo” debe ser traducido “sumergir”, es decir, meter algo o alguien en el fondo de algo; por lo que podemos tener sumersiones de agua, de tierra e incluso de fuego. El sumergir que habla Pedro a los presentes es el de agua que es un simbolismo de nuestra participación de la muerte, sepultura y resurrección del Señor[17]. Es un paso necesario para poder obtener el perdón de pecados y es lamentable como de los grupos religiosos de la actualidad que se dicen ser cristianos, solo los verdaderos cristianos, los adventistas y los mormones creamos que es requisito para la salvación, mientras que otros como los Bautistas, que por su nombre pareciera que sería una de sus principales enseñanzas, Pencostales y Evangélicos en general, niegan la necesidad de ser bautizado para ser salvo. Por otro lado los Católicos lo utilizan no como sumergir, sino más bien lo que hacen es rociar al candidato y la idea es para que sea parte de su denominación, no que vaya a ser salvo porque ellos se confiesan abiertamente ignorantes de cómo llegar a tal estado.
Pedro fue más allá de la pregunta que hicieron los presentes y les dijo no solo como ser salvos, sino que agregó que haciendo esto recibirían el perdón de los pecados, es decir, el anhelo más grande que desea tener toda persona, saberse limpio delante de Dios. No puedo dejar de recordar el día en que hice el último pago de la hipoteca que tenía a mi casa; vivía en ella, podía hacer muchas cosas en ella, pero como debía al banco una gran cantidad de dinero, no sentía que la propiedad fuera mía hasta que terminé de pagar. Esto es solo un pequeño ejemplo de lo que se siente de tener una deuda de pecado ante Dios. Tenemos el cuerpo, nuestra vida, nuestras emociones, pero sabemos que hay una deuda con Dios y esta no se paga con dinero ni buenas obras, sino solamente con el sacrificio de sangre, pero no cualquier sangre, sino solo la sangre inocente y esta solo es la de Jesucristo.
Pero había algo más: “…la dádiva gratuita del Espíritu Santo…” He aquí otra de las cosas en las que muchos se equivocan, porque han pensado que este regalo es hablar en otras lenguas o tener poderes especiales. Esto solo pasó a los apóstoles y a quienes ellos impusieron sus manos. Más para nosotros y todos los que han creído en el sacrificio de Jesús y han sido salvos, está el Espíritu Santo habitando en nuestro corazón y produciendo Sus frutos en nosotros[18].
Pedro está hablando de una promesa con condición, es decir, para que se pueda recibir, es necesario que la persona sea salva, y en ese mismo momento, el Espíritu Santo vendrá a habitar en él. Ahora, al mencionar a los hijos, no está hablando de hijos carnales, sino de hijos espirituales, por lo que los católicos se equivocan al creer que al rociar a sus niños les están “heredando” su religión.
La última parte de la narración hecha por Lucas nos da el sentir que este sermón fue más largo de lo que se registra. Pedro y los demás estaban exhortando, llamando la atención a los presentes para que volvieran su vida a Cristo.
3. Resultado del sermón e inicio de la Iglesia.
2.41-47 Lo siguiente que ocurrió ha sido puesto en duda por algunos. Unas tres mil personas deciden ser sumergidas para ser salvas. Jerusalén contaba más o menos con unos 30 mil habitantes, pero en ese momento, debido a las fiestas, la cantidad podía haber sido el doble o más, por lo que no es extraño que ese número sea real.
Según creen algunos, no hay suficiente agua en Jerusalén para poder hacer algo semejante, pero se olvidan que había una gran cantidad de estanques distribuidos en varios lugares de la ciudad, como las piscinas de Betesda y la de Siloé, único que queda en la actualidad y que se encuentra en el costado sur del Templo, y tiene 13 metros de largo por 5 de ancho. Estaba alimentado por un conducto subterráneo que venía del estanque de la Vírgen. También estaba el estanque que hoy se llama Guihón de Arriba, a medio kilómetro al Oeste de la puerta de Jaffa, que tiene unos 29 metros de largo por 19 de ancho y se surte de lluvias que vierten allí y rara vez se llena. Además estaba el Guihón de Abajo, o Estanque del Sultán, que se formó construyendo una presa inmensa a través del valle abajo del muro occidental del llamado Monte Sión, para detener el agua que corría por el valle, y otra pared arriba que detuviese la tierra en aquel extremo.
En cuanto al tiempo necesario para sumergir a tres mil se podrá ver que hubo tiempo de sobra. El sermón de Pedro comenzó cerca de las 9, y podemos suponer que lo que ocurrió en el Templo terminó antes de mediodía. Tenemos seis horas de tiempo para sumergir a todas estas personas. No hay necesidad de pensar que se ocupa más de un minuto completo para sumergir a una persona; y si es como sucede hoy cuando hay que sumergir a un gran número, los candidatos van avanzando en línea al lugar en que está el que lo va a sumergir. A razón de sesenta por minuto, doce hombres llegarían a bautizar 720 en una hora, y tres mil en cuatro horas y cuarto. Así que fácilmente los apóstoles no eran los únicos que sumergían, pues acostumbraban dejar este trabajo a otros[19].
Después de sumergidos, era necesario entrar en el proceso de instrucción, ya que no se pudo hacer antes. Era necesario explicarles todo el proceso de salvación y de santidad. Los únicos que podían enseñaban eran los apóstoles, quienes cumplían de esta manera el mandato dado por Cristo[20]. Así, los nuevos creyentes vivían de acuerdo a las enseñanzas impartidas por los antigüos pescadores.
Participaban unidos de todo, esto es lo que en muchas versiones se traduce como la “comunión” o “camaradería”, y que viene de la palabra griega κοινωνια, koinonía, que en otros pasajes es utilizada para hablar de la ayuda que se le daba a los pobres[21], aunque no debe limitarse a compartir ayudas, sino a compartirlo todo, como es el caso de 1 Corintios 1.9 en donde habla del compartir a Jesucristo y 2 Corintios 13.13, donde se habla de compartir al Espíritu Santo. También lo encontramos al hablar sobre la comunión o participación en la Cena del Señor[22].
Precisamente hablando del partimiento del pan y las oraciones en que también perseveraban, nos dice que lo hacían en las casas, ya que en este tiempo era un acto que no podía hacerse abiertamente en el Templo, aunque las oraciones sí. El partir el pan era un acto simbólico de la Iglesia, que no solo demuestra que los que participan de él están en común acuerdo, sino también que anuncia al mundo el regreso del Señor Jesús.
También debe interesarnos el hecho que los primeros cristianos se reunían en las casas, a pesar de ser más de tres mil, no en un edificio. La verdad es que no fue sino hasta después del siglo IV, cuando Constantino se convierte en emperador y que da facilidades a los cristianos, que las reuniones comienzan a hacerse en edificios destinados para el culto y que luego fueron llamados “capillas”, aunque los cristianos no deberíamos usar dicho apelativo para llamar a las casas donde nos reunimos[23], sino simplemente “casa” o “casa de oración”.
¿Qué reacción tuvieron las demás personas que no eran parte de la Iglesia? Ellos estaban atemorizados porque sabían que las maravillas que hacían los apóstoles no eran actos mentirosos, sino verdaderos milagros. Muchos fueron añadidos a la Iglesia, pero no se dice que todos, así que no podemos asegurar que los que fueron añadidos lo hicieron porque vieron las señales. Otros, en cambio, a pesar de que tenían temor de lo que estaban viendo, no se añadieron a la Iglesia porque no creían en Jesucristo. Hoy es igual, hay gente que es añadida a la Iglesia porque cree en Jesucristo, otros nunca creerán porque han endurecido su corazón, por lo que el decir que en este tiempo son necesarios los milagros es una mentira, ya que los milagros no producen creyentes, mientras que el buen testimonio sí.
De nuevo repite Lucas que tenían todas las cosas para uso comunal y que buscaban ayudar a sus hermanos en la fe, de tal manera que no había necesitados. También hace un resumen de la sencillez de la vida de los nuevos cristianos, quienes se reunían en el Templo, lógicamente a hacer sus oraciones, pero además compartían su vida, comían juntos y todo el pueblo estaba muy satisfecho con el cambio producido en estas personas y a lo cual no podían recibir resistencia por parte de los escribas, fariseos y sacerdotes.
[1] Éxodo 34.22; Deuteronomio 16.10.
[2] Deuteronomio 16.9.
[3] Levítico 23.11.
[4] Éxodo 23.16; Números 28.26.
[5] 2 Crónicas 8.13.
[6] Levítico 23.21.
[7] Levítico 23.17-20.
[8] Deuteronomio 16.16.
[9] Jeremías 5.24.
[10] Deuteronomio 16.12.
[11] Levítico 23.22.
[12] Diccionario Certeza. Fiesta de Pentecostés.
[13] Joel 2.28-32; Hechos 2.16-21.
[14] Joel 2.28-32. NBLH.
[15] Números 35.30; Deuteronomio 17.6.
[16] Mateo 28.19.
[17] Romanos 6.4.
[18] Gálatas 5.22.
[19] Hechos 10.48.
[20] Mateo 28.19-20.
[21] Romanos 15.26.
[22] 1 Corintios 10.16.
[23] El nombre de capilla, significa lugar dedicado al culto divino, proviene según unos de la capa de “san Martín” que los reyes de Francia llevaban antiguamente a la guerra y hacían colocar en una tienda de campaña que tomó de aquí la denominación de capilla y los que la guardaban la de capellanes y según otros trae su origen de la palabra latina capella que significa cabra o cabala, porque en lo antiguo se cubrian con pieles de estos animales las ermitas y pequeñas iglesias, y se llamaba capella todo edificio que estaba cubierto con pieles de cabras.