Capítulo 9
1. La
conversión de Saulo.
a. Conversión y ceguera de Saulo.
9.1-9 Lucas gira el curso de la historia ahora hablando más que nada de Saulo, quien toma más tarde el nombre latino de Pablo, aunque hace ciertos paréntesis para ir aclarando algunas cosas. Saulo nació entre los años 5 y el 10 d.C., en Tarso, en la región de Cilicia, en la costa sur del Asia Menor, la actual Turquía. Hijo de hebreos y descendiente de la tribu de Benjamín, en su adolescencia es enviado a Jerusalén, donde estudió con el famoso rabino Gamaliel[1]. Tuvo una educación mucho mayor que los humildes pescadores que fueron los primeros apóstoles de Cristo, aunque es posible que regresara a Tarso cuando Juan comenzó su predicación y que volviera después de la muerte de Jesús, ya que no hace ninguna mención de estos hechos en ninguna de sus cartas.
Sablo de Tarso fue un activo perseguidor de los cristianos bajo la influencia de los fariseos. De hecho él fue de los que participaron y asintió en la ejecución de Esteban, el primer mártir de la Iglesia de aquel entonces, quien fue víctima de lapidación no como consecuencia de la barbarie de la multitud[2].
Después del asesinato de Esteban, Saulo, lleno de celo, se dedica a perseguir a la Iglesia; aunque no se explica como es que Saulo llega a convertirse en el líder de esta persecusión. Probablemente, al ver el éxodo de los cristianos desde Jerusalén, decide seguirlos a otras ciudades, por lo que solicita cartas que le autoricen para arrestar a los cristianos en la ciudad de Damasco.
Damasco es considerada la ciudad continuamente habitada más antigua del mundo y fue un gran centro de poder. Conocida desde el año 2 500 a.C., es la ciudad más antigua que ha sido habitada ininterrumpidamente. La capital de Siria conoció diversas épocas de oro: En el siglo VII, por ejemplo, cuando dejó de estar en manos de la Roma de oriente, Bizancio, y pasó a ser la sede de un imperio musulmán; de aquella época es la mezquita de los Omeyas.
Al decir que Saulo respiraba amenazas de muerte, lo que nos habla de una situación de una emoción muy fuerte que se producía en su interior, en donde se encontraba muy agitado. Saulo escuchó la defensa de Esteban y vió en los cristianos un peligro para las bases del judaísmo y el fariseísmo, partido del que era miembro. En la historia hemos presenciado a muchas personas parecidas a Saulo en su manera de pensar, que sienten que están haciendo lo correcto, aunque están equivocados.
Saulo no esperó que le buscaran, sino que él se acercó a las autoridades con una idea genial: Cartas autorizándole para perseguir a los cristianos.
Josefo informa que la posterior destitución de Pilato fue el resultado de las quejas que los samaritanos presentaron a Vitelio, por entonces gobernador de Siria y superior inmediato de Pilato. La queja tenía que ver con la matanza ordenada por Pilato de varios samaritanos a los que engañó un impostor, reuniéndolos en el monte Gerizim con la esperanza de descubrir los tesoros sagrados que supuestamente había escondido allí Moisés. Vitelio mandó a Pilato a Roma para comparecer ante Tiberio, y puso a Marcelo en su lugar. Tiberio murió en el año 37 d.C., mientras Pilato todavía estaba en camino a Roma[3], temeroso de ser juzgado y ejecutado por su antigua relación con Sejano ya que tras la caída de este, todos los que se relacionaron con él fueron tratados como enemigos por el emperador Tiberio y en su mayoría ejecutados. Incluso, se ha llegado a relacionar su decisión de ceder ante la presión del Sanedrín judío en el juicio de Jesús, cuando los sacerdotes le recordaron que si soltaba a un supuesto subversivo como Jesús, que se proclamaba rey, entonces no era amigo de César, es decir, del emperador de ese momento, Tiberio, para salvar su carrera e incluso su vida y así evitar que Tiberio sospechara de su lealtad y lo mandara llamar a Roma para investigarlo y juzgarlo como asociado a Sejano. Además, y ya que Sejano había hostilizado en vida a la colonia judía de Roma, después de su muerte, Tiberio ordenó a Pilatos cambiar hacia una política favorable a las costumbres judías[4].
Marcelo fue el último de los procuradores romanos de la primera etapa de seis que hubo en Judea, quien no se preocupó mucho por la vida y costumbres de los judíos, lo que le dio a estos un mayor rango de acción, cosa que aprovecha tanto Saulo como los sacerdotes.
Con una carta autorizándole a capturar a los creyentes en Damasco, Saulo viaja esos 240 kilómetros desde Jerusalén, aunque es posible que ya hubiese ido a otras ciudades esparciendo su veneno[5], tratando de eliminar a todos cuantos pudiera de aquellos, que según él, eran enemigos del judaísmo.
Faltaba poco para que Saulo completara su recorrido hasta Damasco cuando un fuerte rayo de luz le golpeó. No fue un rayo natural, no era un relámpago de una tormenta. Era una luz sobrenatural que sobrepasaba a la del sol. Tampoco fue solamente un rayo pasajero, sino que aquella luz le rodeó y le tuvo en el suelo por varios minutos.
Sin poder explicar, y tampoco vemos que Lucas busque hacerlo, una voz se dirige a Saulo, no sabemos si en hebreo, arameo, griego o latín, pero si sabemos que Saulo le entendió perfectamente. Aquella voz le llama por su nombre, mostrando que le conoce hasta lo más profundo del corazón. Era un mensaje personal para él, por ello le dice el nombre en dos ocasiones seguidas, para que no hubiese duda.
Aunque el Señor conoce todas las cosas, Él gusta de preguntar a sus siervos para que ellos entiendan lo que está pasando en realidad. Era necesario que Saulo reconociera que estaba haciendo un mal y no un bien como el pensaba. Al perseguir a la Iglesia, Saulo estaba atacando directamente a Jesús y estaba pecando.
Saulo sabía que la voz venía del Cielo, pero en aquel momento estaba en la misma situación de Faraón que le dijo a Moisés: “¿Quién es Adonai para que yo escuche su voz y deje salir a Israel?”[6], aunque a diferencia de aquel, Saulo si reconoce que habla con un ser superior y por eso le llama “Señor”.
La reacción de Saulo al ver que quien le hablaba era el mismo Jesús, a quien él, sin conocer, odiaba tanto, debió ser de antología. Él estaba seguro que Jesús era un engañador y que sus discípulos continuaban con ese engaño, y ahora se le presenta no como un hombre común, sino como un ser celestial.
Pero el Señor, en su gran misericordia le ordena que se levante, Él no nos va a usar mientras estemos tirados en el suelo. Después que entrara en la ciudad se le iba a dar una nueva dirección, pero mientras tanto Saulo tenía que pasar por varias horas de gran tensión.
Los acompañantes de Saulo estaban atónitos, cosa que nos demuestra también que lo que ocurría ahí no era un acto natural o Lucas hubiese dicho simplemente que ellos estaban asustados por el relámpago, pero aclara que “los varones de la compañía estaban de pie, sin habla, atónitos, oyendo el sonido pero sin contemplar a nadie”. Estaban ante una visión celestial, algo que solo verían una vez en su vida y probablemente serían escogidos entre todos los hombres para ser testigos de algo semejante. Escuchaban un sonido, pero no podían ver a nadie. Sabían que probablemente era una voz, ya que Saulo conversaba, pero no entendieron nada[7], al igual que cuando la voz de Dios se manifestó con Cristo en Juan 12.28-29.
Saulo se levantó, pero estaba ciego. El que creyó que iba a llevar encadenados a sus enemigos, ahora iba a entrar a la ciudad como uno de los ciegos más desgraciados, porque si uno nace ciego o se queda ciego siendo joven, se acostumbra a la oscuridad, pero cuando alguien queda ciego siendo adulto, acostumbrado a mirar todo, sufre amargamente. Saulo pensó en llevar cristianos guiados por las cadenas y ahora él era quien tenía que ser llevado de la mano, indefenso, dispuesto a ayunar y orar. Era necesario que el Señor le qubrantara para poder hacer un instrumento útil en Su causa. Todo lo que había pensado, estudiado, meditado y hecho, no tenía ningún sentido ahora y solo la depresión le acompañaba, porque debía esperar sin saber qué. ¿Sería Jesús un ser vengativo que le dejaría a disposición de aquellos a quienes él persiguió con tanta crueldad? ¿Estarían los creyentes con la idea de que si lo capturaban le harían lo mismo que él les hizo sufrir? Probablemente lo último que pensaba Saulo era que el Señor que le había hablado en el camino le iba a convertir no solo en uno más de aquellos a quien tanto odiaba, sino que le convertiría en el mayor de todos los expositores de la Verdad que ha visto el mundo en toda la historia del cristianismo y que le convertiría en su máximo vocero que serviría de ejemplo para muchos durante más de veinte siglos.
b. Saulo es lleno del Espíritu Santo.
9.10-19 Ananías no soloamente era un cristiano más, sino que era un varón con buen testimonio[8], quien había de ser utilizado por el Señor para guiar a Saulo al camino de salvación. Saulo se convertirá en la exepción entre los Enviados, ya que es el mismo Señor, partiendo desde la instrucción que debió darle Ananías, quien se encarga de instruirlo. No utiliza a ninguno de los otros Enviados, sino que directamente habla con él[9].
Ananías sufre no solo una fuerte impresión de una visión, sino también del mandato que le da el Señor: Debe ir donde el mayor enemigo del cristianismo en ese momento a devolverle no solo la vista física, sino la espiritual. Probablemente Ananaías sintió un gran temor al principio, pero el miedo era infundado, ya que en aquel momento Saulo estaba orando como no lo había hecho jamás, no como un fariseo, sino como un verdadero hombre arrepentido de su maldad.
Contrario a lo que enseñan muchos hoy, la oración de Saulo no era suficiente para ser salvo, necesitaba algo más y a eso iba Ananías. Es seguro que Ananías había tenido contacto con alguno de los Enviados, porque tenía el don de imponer las manos para sanar a los enfermos. Es por ello que debía ir a donde Saulo, pero Ananías reaccionaba como cualquier otro lo hubiese hecho. Las noticias de la autorización de Saulo habían llegado a Damasco y todos estaban preparados. Saulo era conocido por todos, aunque fuera por referencia. Ananías, quizá había sido uno de los que habían tenido que huir de Jerusalén y sabía de las malas acciones de Saulo contra el Pueblo de Dios.
Pero las instrucciones del Señor son claras y no pueden ser discutidas. El Señor deseaba utilizar a Saulo como un instrumento especial. La misión de Saulo iba a ser especial. Él iba a llevar el Evangelio a los gentiles, pero no solo al pueblo, sino a reyes, pero también debía sufrir lo que había hecho padecer a otros por obedecer el nombre de Cristo.
Saulo fue en busca de los cristianos para causarle violencia, pero lo que encontró fue amor de parte de los discípulos. Ananías llegó a la casa y llamó a Saulo “hermano”, no porque ya Saulo fuera un miembro de la Iglesia, sino porque era otro judío.
Saulo había tenido una visión del Señor y necesitaba una confirmación de lo que había visto. Ananías viene a cumplir esa misión. Cuando Saulo recibe la vista no solo obtiene una bendición física que necesitaba, sino que también recibe el reconocimiento de que Dios le está dando una clara indicación de su misericordia.
¿Cuál es la reacción de Saulo después de recibir la vista y de haber pasado toda esta odisea? Inmediatamente pide ser sumergido. ¿Por qué? Era necesario. Ya habia oído el Evangelio, lo había creído, se había arrepentido, había confesado a Jesús como Señor y ahora bajaba a las aguas. Es en ese momento que Saulo, igual que nosotros los que hemos obedecido, recibe el don de la salvación. No esperó a un cursillo prebautismal como no lo hizo el eunuco del capítulo 8. Después que hemos escuchado el Evangelio no sabemos si hay más tiempo. ¡Hay que aprovechar el momento y debemos ser sumergidos inmediatamente!
Saulo no había recibido el don del Espíritu Santo todavía, necesitaba bajar a las aguas y ser sumergido para que el don del Espíritu viniera sobre él sellando su salvación. Los católicos romanos siguen este orden: Rociamiento de agua, oír, creer, confesar y ser confirmado. ¡Nunca hay sumerción y nunca saben si son salvos! Los evangélicos siguen este orden: Oír, creer, arrepentirse, confesar a Jesús y ya se es salvo, después, si el creyente considera necesario y para poder participar de la Cena del Señor, es sumergido. ¡Invierten el orden y dejan la sumerción de lado!
Debemos también tomar en cuenta que contrario lo que algunos piensan, no es necesario que un predicador o evangelista sea quien sumerja a quien baja a las aguas. Ananías era solamente un discípulo más.
Después de ser salvo, Saulo puede seguir gozoso su camino, como hizo el eunuco. Después de salir de las aguas, toma alimento y se goza del perdón que ha recibido. Ya no hay dolor que lo aflija. Los mormones dicen que el pecado imperdonable es matar a una persona, ¡pero Saulo fue perdonado! Ahora no solamente era un cristiano, sino que también podía reunirse con los cristianos, con quienes pasó un tiempo aprendiendo a disfrutar del perdón de Dios y disfrutando con su nueva familia, compartiendo el amor de la Iglesia.
c. Saulo predica en Damasco.
9.20-22 No sabemos el paradero de las cartas de autorización pero si que Saulo cambió completamente de actitud. A quien odiaba antes, ahora lo proclama como el Hijo de Dios. Recordemos que Jesús fue sacrificado porque Él decía ser el Hijo de Dios[10]. Ahora viene el principal representante de la persecución contra los cristianos y ¡se cambia de bando! ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Qué causó ese cambio radical en Saulo? Ellos no podían explicarlo, por lo que se encontraban fuera de sí, estaban furiosos y pensaban que los estaban engañando.
Hay quienes dicen que Jesús es una invención de Saulo, pero ¿qué provecho tendría? Cuando Saulo era enemigo de los cristianos tenía poder, era apoyado por los gobernantes, podía hacer lo que quisiera; ahora comenzaría a sufrir por el nombre de Jesucristo.
No era extraño lo que estaba haciendo Saulo; cualquier judío competente, Saulo lo era ya que era un estudiante del mayor maestro de Jerusalén, Gamaliel, podía presentarse a la sinagoga y enseñar algo, que bien podía ser aceptado o rechazado por los demás, por lo que no era raro que en esos lugares se vieran grandes albrotos, especialmente cuando hombres como Jesús, Esteban o Saulo se hacían oír en ellas.
d. Saulo testifica en Jerusalén.
9.23-31 No sabemos cuántos días fueron estos de los que habla Lucas, es posible que se esté refiriendo a los tres años que se demoró Saulo en Arabia[11]. Si bien es cierto Saulo desde un principio se dedicó a prediar el nombre de Jesús, también necesitaba preparación, la cual no fue recibida en un seminario o instituto bíblico impartido por los Enviados, sino directamente recibió su preparación por medio del Espíritu Santo que lo preparó para una obra monumental; pero Saulo es una excepción, no una regla, por lo que recomiendo a quien desea servir en la Obra prepararse con los mejores profesores teólogos que pueda y aprenda a utilizar los recursos de la mejor manera posible; estoy cansado de ver los púlpitos utilizados por personas que solo porque saben hablar ante un auditorio consideran que no es necesaria una preparación seria en el campo teológico y se levantan como predicadores que lo único que hacen es torcer las Escrituras y pervertir a la Iglesia.
Los judíos decidieron que Saulo se había convertido en un peligro y por eso querían capturarlo, lógicamente para matarle o para dejarle en una cárcel; y así el que había ido a Damasco con cartas que le autorizaban a capturar a los cristianos ahora se encontraba en el calzado de aquellos a quienes tanto odió.
Saulo se dio cuenta de las malas ideas de ellos, ¿cómo? No nos dice el relato, quizá por revelación de parte de Dios o utlizando a alguien que escuchó lo que tramaban y este avisó a Saulo. Y ellos estaban esperando atraparlo en las puertas, por lo que tenían gente esperando que Saulo se acercara por ese lugar, pero en la Iglesia había personas que no estaban dispuestas a perder un elemento tan importante como Saulo y tuvieron la genial idea de descolgarlo dentro de una canasta por el muro de la ciudad, lo que nos habla del tamaño pequeño de Saulo.
Saulo tuvo que huir a Jerusalén, aunque tampoco el relato nos dice nada de lo que pasó en el camino, sino que simplemente lo sitúa ahora en esa ciudad en donde antes tuvo una gran importancia, pero ahora era solo un hombre más, algo desubicado en un lugar donde no podía acercarse a quienes antes eran sus amigos y que ahora querían matarle y con quienes sentía afinidad se encontraban confundidos al ver a quien quizá arrestó a alguno de sus seres amados y ahora venía diciendo que el también era seguidor de Jesús.
Trato de imaginar la desesperación de Saulo en aquellos momentos. Iba por las calles, buscando a alguien que le diera una pista de donde se reunían los creyentes, pero cuando estos lo reconocían lo miraban con temor y se apartaban de él, quien a su vez, cada vez que miraba a algunos de los perseguidores, se escondía para no ser capturado. He visto a algunos que llegan a una congregación hablando de que son miembros de la Iglesia en otro país y rápidamente se le permite hasta utilizar el púlpito y después es cuando se quitan la piel de oveja para dejar ver un lobo rapaz que viene a traer daño. No puedo dejar de mencionar a un adventista que se hizo pasar por creyente y en poco tiempo estaba dando clases en una congregación donde fui miembro, para luego arrebatar parte del rebaño con sus mentiras. Por eso no podemos juzgar a los discípulos que le tenían temor a Saulo.
En este tiempo que Saulo se mantiene en Jerusalén, quince días, estuvo con Pedro, Bernabé y Jacobo, el hermano del Señor. Ya estudiamos antes el carácter de Bernabé; era una persona muy amigable, que en algún momento se encontró con Saulo o bien al escuchar que trataba de juntarse con los creyentes le buscó y luego de escucharle lo llevó a Pedro y a Jacobo.
Para identificar fielmente quien es realmente Jacobo, llamado también Santiago el Justo, y al mismo tiempo saber quien era Jacobo el Mayor y diferenciarlo de Jacobo el Menor, veámos su procedencia.
Mateo nos dice que hay dos apóstoles llamados Jacobo y ninguno de ellos es hermano de Jesús: “Éstos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el recaudador de impuestos; Jacobo, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el Zelote y Judas Iscariote, el que lo traicionó”[12].
Lucas nos confirma lo mismo, el primero sería llamado Jacobo el Mayor y el segundo como Jacobo el Menor: “Simón, a quien también llamó Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Jacobo, hijo de Alfeo, y Simón, al que llamaban el Zelote; Judas, hijo de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser traidor”[13].
Marcos nos dice: “Éstos son los doce que él nombró: Simón (a quien llamó Pedro); Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo (a quienes llamó Boanerges, que significa: Hijos del trueno); Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo, hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el Zelote y Judas Iscariote, el que lo traicionó”[14].
Sabiendo que hay dos apóstoles llamados Jacobo y que ninguno es hermano de Jesús, recurrimos a Marcos el cual nos hace ver la diferencia entre los dos apóstoles llamados “Jacobo” y de “Jacobo el Justo”.
Cuando Jesús aún no comenzaba su ministerio, era carpintero como su padre, y fue reconocido por las personas donde había crecido y vivido hasta los 30 años. Por esta razón no creían que Él fuera el tan anhelado Cristo que esperaban, sino más bien pensaban que solo era uno más de ellos: “¿No es acaso el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban a causa de él”[15].
Más adelante Pablo de Tarso le llama Jacobo el hermano del Señor: “Entonces, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a Pedro (Cefas), y estuve con él quince días. Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo (Santiago), el hermano del Señor”[16].
Aunque el acierto más favorable que nos indica que era realmente el hermano de Jesús viene de los escritos no bíblicos del historiador Flavio Josefo, ya que, al no ser cristiano no llamaría hermano a alguien que realmente no lo fuera. Esto confirma a lo que Marcos nos decía.
Josefo nos ilustra la muerte del hermano de Jesús en manos del sumo sacerdote Anás ben Anás o Ananías, hijo del Anás bíblico, el cual no es el Ananías ben Nebedeo que enjuició al Apóstol Pablo: “Ananías era un saduceo sin alma. Convocó astutamente al Sanedrín en el momento propicio. El procurador Festo había fallecido. El sucesor, Albino, todavía no había tomado posesión. Hizo que el sanedrín juzgase a Santiago, hermano de Jesús, quien era llamado Cristo, y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó para que fueran apedreados”[17]. La historiografía data este evento en el año 62.
Hegesipo, historiador del siglo II nos confirma la historia de Josefo, pero Hegesipo nos cita a Eusebio de Cesarea en Historia eclesiática 2:23; él nos dice más exactamente que Jacobo el Justo no alcanzó a ser apedreado, sino que fue lanzado al precipicio: “Jacobo era llamado El Justo. La gente estaba segura de que nunca había cometido un pecado grave. Jamás comía carne, ni tomaba licores. Pasaba tanto tiempo arrodillado orando en el Templo, que al fin se le hicieron callos en las rodillas. Oraba muchas horas adorando a Dios y pidiendo perdón al Señor por los pecados del pueblo. La gente lo llamaba: El que intercede por el pueblo. Muchísimos judíos creyeron en Jesús, movidos por las palabras y el buen ejemplo de Jacobo. Por eso el Sumo Sacerdote Anás II y los jefes de los judíos, un día de gran fiesta y de mucha concurrencia le dijeron: “Te rogamos que ya que el pueblo siente por ti grande admiración, te presentes ante la multitud y les digas que Jesús no es el Mesías o Redentor”. Y Jacobo se presentó ante el gentío y les dijo: “Jesús es el enviado de Dios para salvación de los que quieran salvarse. Y lo veremos un día sobre las nubes, sentado a la derecha de Dios”. Al oír esto, los jefes de los sacerdotes se llenaron de ira y decían: “Si este hombre sigue hablando, todos los judíos se van a hacer seguidores de Jesús”. Y lo llevaron a la parte más alta del Templo y desde allá lo echaron hacia el precipicio. Jacobo no murió de golpe, sino que oraba de rodillas diciendo: “Padre Dios, te ruego que los perdones porque no saben lo que hacen”.
Jacobo el Justo fue “una de las tres columnas de la Iglesia primitiva en Jerusalén”. Sabemos que en realidad llegó a ser obispo de dicha Iglesia en ese entonces y alguien muy importante e influyente, tanto es así, que como representante de la Iglesia Primitiva tuvo que dar la cara con su vida: “…y como vieron la gracia que me era dada, Jacobo y Cefas y Juan, que parecían ser las columnas, nos dieron la diestra de compañía a mí y a Bernabé, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión”[18].
La historiografía nos dice que la epístola de los Gálatas se escribió entre los años 50 y 56, cuando Jacobo el Mayor ya había muerto en el año 44 y Jacobo el Justo llega a ser como dice Pablo “una de sus columnas”. Desde la muerte de Jacobo el Mayor, Pablo solo le dice “Jacobo“, una sola vez dijo “Jacobo el hermano del Señor” para diferenciarlo, pero ya no tendría que hacerlo más, ahora no hay que diferenciarlo de nadie pues Jacobo el Justo es el único que está en Jerusalén según nos confirma el mismo Pablo y es donde muere a manos del hijo del famoso Anás bíblico, Anás ben Anás[19].
Aquí algunos se confunden cuando leen: “…Pero Bernabé, tomándolo, lo condujo a los Enviados…”, y luego Pablo dice en Gálatas: “Entonces, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a Pedro (Cefas), y estuve con él quince días. Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo (Santiago), el hermano del Señor”. Bernabé encontró a Saulo y lo llevó a los Enviados, pero solo conoció a Pedro, de todos ellos, pero además también conoce a Jacobo, no que este fuese Enviado, y Bernabé, aunque luego se convierte en “enviado de la Iglesia” no entra en la categoría de los “Enviados” o como le llaman transliterando la palabra “apóstoles”.
Bernabé convence a Pedro y a Jacobo de la realidad de la conversión de Saulo y por los próximos quince días se les une no solo en el compañerismo que estaba necesitando, sino también en la predicación, al punto que parece que pronto comienza a mostrar su fuerte personalidad, probablemente más fuerte que la de Pedro, y se convierte de ser un simple acompañante en ser el cabecilla en las discusiones con los helenistas, tal y como años antes había hecho Esteban, y ellos quisieron hacer con él lo que habían hecho antes con el otro héroe de la fe, puesto que tampoco podían resistir a este nuevo paladín que el Señor se había preparado. Parece que Saulo pensó que aquí estaba su futuro: Evangelizando Jerusalén, pero no era ese el pensamiento del Señor, quien le tenía preparada una obra mayor.
De nuevo los planes de los malvados son conocidos por alguien que se lo hace ver a los cristianos que actúan rápido, buscando poner a Saulo a salvo. Ellos habían aceptado al antiguo perseguidor como uno más de ellos y estaban dispuestos a protegerlo, olvidando lo que había hecho antes. Saulo es enviado a Tarso, su ciudad natal, donde se dedica a predicar el Evangelio[20] y es en este tiempo que algunos de sus propios familiares reciben la salvación[21].
En este tiempo la Iglesia, o la Asamblea, gozaba de paz, probablemente con la conversión de Saulo la euforia de la persecución había ido opacándose. Esto fue aprovechado por los creyentes para edificarse. ¡Cuánto me duele ver que la Iglesia de hoy día no aprovecha la paz que goza para edificarse! La iglesia debe crecer en conocimiento, debe buscar tener un orden bíblico con ancianos y diáconos que la lideren, debe ayudar a los necesitados y volver a tener el favor con el pueblo, para que muchos sean atraídos al Evangelio.
Además de edificarse, la Iglesia andaba en el temor del Señor, buscando vivir en santidad, lo que producía el consuelo del Espíritu Santo. La Iglesia se queja mucho de no sentir gozo, de falta de amor, de desconsuelo, pero, ¡he aquí la respuesta de parte del Señor!: Al vivir en santidad, al estar entregados al Señor de tal manera, el Espíritu Santo se manifiesta y la Iglesia recibe consolación.
2. El testimonio de Pedro.
a. Pedro sana a Eneas en Lida.
9.32-35 De nuevo Lucas hace un giro en el desarrollo de la historia. Retoma la historia de Pedro, quien, aprovechando la paz que había en ese momento en la Iglesia va de viaje a ver a los hermanos de otras ciudades. No debemos confundirnos tampoco pensando como hace el catolicismo que considera que Pedro fue el primer jefe de la Iglesia, quien solo ha tenido y tendrá un Jefe: Jesucristo. El viaje de Pedro no era un viaje como los que hace el Papa que va más bien en son político, sino que buscaba compartir con los santos en general, a tal punto que se encuentra con este pobre hombre de nombre Eneas que sufre de una enfermedad evidente, no algo que pueda ser fingido o que sea sicosomático.
¿Cómo actúan los sanadores modernos? Ellos van viajando como millonarios, en sus aviones personales, con guardaespaldas y autos blindados, abrigados con chalecos antibalas y comportandose como astros dignos del cine, alejados del dolor humano. Cuando llegan a sus “shows de milagros” hablan de positivismo, de pensar en lo material, de creer que los cristianos debemos ser los dueños del mundo, y luego, para rematar el espectáculo, viene la sanidad. Pero cuando el enfermo no se sana, dicen que el enfermo ¡no tiene fe! Pedro no le dijo a Eneas: ¿Tienes fe de que Jesús te sanará? No, le dice: ¡Eneas, Jesús el Ungido te sana, levántate y tiende la cama!, e inmediatamente Eneas es sanado. ¡No a plazos, ni fue necesario que él tuviese fe!
La reacción de los habitantes de Lida y Sarón fue de arrepentimiento por sus pecados y de ser añadidos a la Iglesia.
b. Pedro levanta a Dorcas en Jope.
9.36-43 Jope es una antigua ciudad cananea sobre la costa de Palestina, mencionada como una ciudad de la frontera de Dan[22], pero que aparentemente nunca fue ocupada por los israelitas en tiempos del Antiguo Testamento. Como era el único puerto entre Egipto y el cordón del Carmelo, a menos que se cuente a Dor, era de gran importancia para el interior de Palestina. Estaba a unos 55 kilómetros al noroeste de Jerusalén. Los cedros del Líbano que se usaron en la construcción del templo de Salomón y el de Zorobabel entraron a Palestina por este puerto[23], y allí el profeta Jonás se embarcó para huir de la orden divina en un barco con destino a Tarsis[24]. Jope fue puesta bajo control judío, tal vez por primera vez, por los macabeos, que establecieron a un grupo de judíos en la ciudad, ampliaron su puerto y reforzaron sus fortificaciones[25]. Pompeyo la convirtió en ciudad semilibre en el 63 a.C., pero César la devolvió a los judíos. En tiempos de los Herodes, se convirtió en una fortaleza del judaísmo ortodoxo. Cuando estalló la rebelión judía en el 66 d.C.), los habitantes de Jope mostraron una oposición tan fanática a los romanos que Cestio Galo masacró a más de 8 000 de ellos. Aunque la ciudad se recuperó de esta catástrofe, fue destruida completamente por Vespasiano un poco más tarde.
El cristianismo entró temprano en Jope, que hoy es llamada Jafa, o Yafo, es ahora una sección de la ciudad doble Tel Aviv-Jafa con una población combinada de 321 700 habitantes, con lo que es la ciudad más grande del Estado de Israel[26].
Tabita era una mujer cristiana que no solo decía serlo, sino que lo manifestaba por medio de sus buenas obras, vistiendo a las personas necesitadas de Jope. Todo su trabajo redundó en ser querida y conocida por todos en Jope. Pero como, a pesar de ser buena persona, todos debemos morir, Tabita enfermó y murió. Hoy hay quienes enseñan que los cristianos no enfermamos a no ser que estemos en pecado, pero esta mujer es alabada en las Escrituras y enfermó, siendo cristiana, y murió. Lógicamente fue preparada para su entierro.
Lida es actualmente conocida como Lod, en donde está el aeropuerto Ben Gurión de Israel. Ahí estaba Pedro después de haber sanado a Enéas y esa noticia llegó hasta Jope, precisamente en el momento que ellos estaban sufriendo por la muerte de su amada Tabita. Esto provoca que los hermanos decidan mandar a llamar a Pedro, posiblemente esperando que él la resucite.
Pedro se apuró y cuando llega se encuentra una escena que es posible que le trajera a la memoria el día que llegó con su amado Señor a casa de Jairo, cuando su hija había muerto y todos lloraban. Las lágrimas que se derraman ahora no son tanto del sufrimiento desesperado que había en casa de jairo, sino por el dolor de haber perdido a una hermana que favorecía mucho a los más necesitados.
Las viudas se acercaron a Pedro manifestando cuanto amaban a esa mujer que ahora estaba ahí, fría, sin vida, y que antes les había mostrado lo que era el cristianismo práctico.
Pedro hace algo que los llamados sanadores modernos no harían: Saca a todos del aposento. Lo que a ocurrir no necesita convertirse en un espectáculo para que todos estén curiosiando. Pedro se pone de rodillas, esto es posible que el mismo Pedro se lo relatara a Lucas que no estaba presente, y ora. ¿Qué dijo en esta oración? No lo sabemos. Después de esto, se vuelve al cuerpo sin vida y le ordena: ¡Levántate! De nuevo una gran diferencia con los autoproclamados sanadores, no hay gritos, no hay lágrimas, no hay gestos impresionantes, solo una orden, y esta se cumple ¡inmediatamente!
Como si fuera un simple despertar, ella abrió sus ojos y cuando ve a Pedro se levanta, se sienta en la mesa en donde estaba puesta para salir y ser enterrada, pero aún tenía mucho trabajo que hacer.
Pedro presenta a Tabita a la Iglesia en Jope y la noticia de la resurrección corre por toda la ciudad como el fuego corre en la paja, pronto todos saben lo ocurrido y la gente se acerca para escuchar el Evangelio, arrepintiéndose de sus pecados, creyendo en el Señor y obedeciendo para ser salvos.
Pedro se queda en Jope, en casa de Simón, un curtidor, es decir, alguien que trabaja con el cuero de los animales, es decir, un trabajo inmundo que la misma ley obligaba a mantenerse fuera del pueblo, por lo menos a veinticinco metros fuera del muro de la ciudad.
[1] Hechos 22.3.
[2] Wikipedia. Saulo.
[3] Antigüedades Judías, libro XVIII, capítulo IV, secciones 1 y 2.
[4] Wikipedia. Poncio Pilato.
[5] Hechos 26.11.
[6] Éxodo 5.2. La Toráh.
[7] Hechos 22.9.
[8] Hechos 22.12.
[9] Gálatas 1-2.
[10] Juan 5.18.
[11] Gálatas 1.15-17.
[12] Mateo 10.2-4. BAD.
[13] Lucas 6.14-16. LBLA.
[14] Marcos 3.16-19. NVI 1984.
[15] Marcos 6.3. NVI 1999.
[16] Gálatas 1:18-19
[17] Flavio Josefo. Antigüedades judías, 20.9.1.
[18] Gálatas 2.9. Biblia del Oso.
[19] Wikipedia. Jacobo el hermano de Jesús.
[20] Gálatas 1.23.
[21] Romanos 16.7, 11, 21.
[22] Josué 19.46.
[23] 2 Crónicas 2.16; Esdras 3.7.
[24] Jonás 1.3.
[25] 1 Macabeos 10.74-75; 12.33-34; 14.5, 34.
[26] Diccionario Bíblico Gratis - Jope
a. Conversión y ceguera de Saulo.
9.1-9 Lucas gira el curso de la historia ahora hablando más que nada de Saulo, quien toma más tarde el nombre latino de Pablo, aunque hace ciertos paréntesis para ir aclarando algunas cosas. Saulo nació entre los años 5 y el 10 d.C., en Tarso, en la región de Cilicia, en la costa sur del Asia Menor, la actual Turquía. Hijo de hebreos y descendiente de la tribu de Benjamín, en su adolescencia es enviado a Jerusalén, donde estudió con el famoso rabino Gamaliel[1]. Tuvo una educación mucho mayor que los humildes pescadores que fueron los primeros apóstoles de Cristo, aunque es posible que regresara a Tarso cuando Juan comenzó su predicación y que volviera después de la muerte de Jesús, ya que no hace ninguna mención de estos hechos en ninguna de sus cartas.
Sablo de Tarso fue un activo perseguidor de los cristianos bajo la influencia de los fariseos. De hecho él fue de los que participaron y asintió en la ejecución de Esteban, el primer mártir de la Iglesia de aquel entonces, quien fue víctima de lapidación no como consecuencia de la barbarie de la multitud[2].
Después del asesinato de Esteban, Saulo, lleno de celo, se dedica a perseguir a la Iglesia; aunque no se explica como es que Saulo llega a convertirse en el líder de esta persecusión. Probablemente, al ver el éxodo de los cristianos desde Jerusalén, decide seguirlos a otras ciudades, por lo que solicita cartas que le autoricen para arrestar a los cristianos en la ciudad de Damasco.
Damasco es considerada la ciudad continuamente habitada más antigua del mundo y fue un gran centro de poder. Conocida desde el año 2 500 a.C., es la ciudad más antigua que ha sido habitada ininterrumpidamente. La capital de Siria conoció diversas épocas de oro: En el siglo VII, por ejemplo, cuando dejó de estar en manos de la Roma de oriente, Bizancio, y pasó a ser la sede de un imperio musulmán; de aquella época es la mezquita de los Omeyas.
Al decir que Saulo respiraba amenazas de muerte, lo que nos habla de una situación de una emoción muy fuerte que se producía en su interior, en donde se encontraba muy agitado. Saulo escuchó la defensa de Esteban y vió en los cristianos un peligro para las bases del judaísmo y el fariseísmo, partido del que era miembro. En la historia hemos presenciado a muchas personas parecidas a Saulo en su manera de pensar, que sienten que están haciendo lo correcto, aunque están equivocados.
Saulo no esperó que le buscaran, sino que él se acercó a las autoridades con una idea genial: Cartas autorizándole para perseguir a los cristianos.
Josefo informa que la posterior destitución de Pilato fue el resultado de las quejas que los samaritanos presentaron a Vitelio, por entonces gobernador de Siria y superior inmediato de Pilato. La queja tenía que ver con la matanza ordenada por Pilato de varios samaritanos a los que engañó un impostor, reuniéndolos en el monte Gerizim con la esperanza de descubrir los tesoros sagrados que supuestamente había escondido allí Moisés. Vitelio mandó a Pilato a Roma para comparecer ante Tiberio, y puso a Marcelo en su lugar. Tiberio murió en el año 37 d.C., mientras Pilato todavía estaba en camino a Roma[3], temeroso de ser juzgado y ejecutado por su antigua relación con Sejano ya que tras la caída de este, todos los que se relacionaron con él fueron tratados como enemigos por el emperador Tiberio y en su mayoría ejecutados. Incluso, se ha llegado a relacionar su decisión de ceder ante la presión del Sanedrín judío en el juicio de Jesús, cuando los sacerdotes le recordaron que si soltaba a un supuesto subversivo como Jesús, que se proclamaba rey, entonces no era amigo de César, es decir, del emperador de ese momento, Tiberio, para salvar su carrera e incluso su vida y así evitar que Tiberio sospechara de su lealtad y lo mandara llamar a Roma para investigarlo y juzgarlo como asociado a Sejano. Además, y ya que Sejano había hostilizado en vida a la colonia judía de Roma, después de su muerte, Tiberio ordenó a Pilatos cambiar hacia una política favorable a las costumbres judías[4].
Marcelo fue el último de los procuradores romanos de la primera etapa de seis que hubo en Judea, quien no se preocupó mucho por la vida y costumbres de los judíos, lo que le dio a estos un mayor rango de acción, cosa que aprovecha tanto Saulo como los sacerdotes.
Con una carta autorizándole a capturar a los creyentes en Damasco, Saulo viaja esos 240 kilómetros desde Jerusalén, aunque es posible que ya hubiese ido a otras ciudades esparciendo su veneno[5], tratando de eliminar a todos cuantos pudiera de aquellos, que según él, eran enemigos del judaísmo.
Faltaba poco para que Saulo completara su recorrido hasta Damasco cuando un fuerte rayo de luz le golpeó. No fue un rayo natural, no era un relámpago de una tormenta. Era una luz sobrenatural que sobrepasaba a la del sol. Tampoco fue solamente un rayo pasajero, sino que aquella luz le rodeó y le tuvo en el suelo por varios minutos.
Sin poder explicar, y tampoco vemos que Lucas busque hacerlo, una voz se dirige a Saulo, no sabemos si en hebreo, arameo, griego o latín, pero si sabemos que Saulo le entendió perfectamente. Aquella voz le llama por su nombre, mostrando que le conoce hasta lo más profundo del corazón. Era un mensaje personal para él, por ello le dice el nombre en dos ocasiones seguidas, para que no hubiese duda.
Aunque el Señor conoce todas las cosas, Él gusta de preguntar a sus siervos para que ellos entiendan lo que está pasando en realidad. Era necesario que Saulo reconociera que estaba haciendo un mal y no un bien como el pensaba. Al perseguir a la Iglesia, Saulo estaba atacando directamente a Jesús y estaba pecando.
Saulo sabía que la voz venía del Cielo, pero en aquel momento estaba en la misma situación de Faraón que le dijo a Moisés: “¿Quién es Adonai para que yo escuche su voz y deje salir a Israel?”[6], aunque a diferencia de aquel, Saulo si reconoce que habla con un ser superior y por eso le llama “Señor”.
La reacción de Saulo al ver que quien le hablaba era el mismo Jesús, a quien él, sin conocer, odiaba tanto, debió ser de antología. Él estaba seguro que Jesús era un engañador y que sus discípulos continuaban con ese engaño, y ahora se le presenta no como un hombre común, sino como un ser celestial.
Pero el Señor, en su gran misericordia le ordena que se levante, Él no nos va a usar mientras estemos tirados en el suelo. Después que entrara en la ciudad se le iba a dar una nueva dirección, pero mientras tanto Saulo tenía que pasar por varias horas de gran tensión.
Los acompañantes de Saulo estaban atónitos, cosa que nos demuestra también que lo que ocurría ahí no era un acto natural o Lucas hubiese dicho simplemente que ellos estaban asustados por el relámpago, pero aclara que “los varones de la compañía estaban de pie, sin habla, atónitos, oyendo el sonido pero sin contemplar a nadie”. Estaban ante una visión celestial, algo que solo verían una vez en su vida y probablemente serían escogidos entre todos los hombres para ser testigos de algo semejante. Escuchaban un sonido, pero no podían ver a nadie. Sabían que probablemente era una voz, ya que Saulo conversaba, pero no entendieron nada[7], al igual que cuando la voz de Dios se manifestó con Cristo en Juan 12.28-29.
Saulo se levantó, pero estaba ciego. El que creyó que iba a llevar encadenados a sus enemigos, ahora iba a entrar a la ciudad como uno de los ciegos más desgraciados, porque si uno nace ciego o se queda ciego siendo joven, se acostumbra a la oscuridad, pero cuando alguien queda ciego siendo adulto, acostumbrado a mirar todo, sufre amargamente. Saulo pensó en llevar cristianos guiados por las cadenas y ahora él era quien tenía que ser llevado de la mano, indefenso, dispuesto a ayunar y orar. Era necesario que el Señor le qubrantara para poder hacer un instrumento útil en Su causa. Todo lo que había pensado, estudiado, meditado y hecho, no tenía ningún sentido ahora y solo la depresión le acompañaba, porque debía esperar sin saber qué. ¿Sería Jesús un ser vengativo que le dejaría a disposición de aquellos a quienes él persiguió con tanta crueldad? ¿Estarían los creyentes con la idea de que si lo capturaban le harían lo mismo que él les hizo sufrir? Probablemente lo último que pensaba Saulo era que el Señor que le había hablado en el camino le iba a convertir no solo en uno más de aquellos a quien tanto odiaba, sino que le convertiría en el mayor de todos los expositores de la Verdad que ha visto el mundo en toda la historia del cristianismo y que le convertiría en su máximo vocero que serviría de ejemplo para muchos durante más de veinte siglos.
b. Saulo es lleno del Espíritu Santo.
9.10-19 Ananías no soloamente era un cristiano más, sino que era un varón con buen testimonio[8], quien había de ser utilizado por el Señor para guiar a Saulo al camino de salvación. Saulo se convertirá en la exepción entre los Enviados, ya que es el mismo Señor, partiendo desde la instrucción que debió darle Ananías, quien se encarga de instruirlo. No utiliza a ninguno de los otros Enviados, sino que directamente habla con él[9].
Ananías sufre no solo una fuerte impresión de una visión, sino también del mandato que le da el Señor: Debe ir donde el mayor enemigo del cristianismo en ese momento a devolverle no solo la vista física, sino la espiritual. Probablemente Ananaías sintió un gran temor al principio, pero el miedo era infundado, ya que en aquel momento Saulo estaba orando como no lo había hecho jamás, no como un fariseo, sino como un verdadero hombre arrepentido de su maldad.
Contrario a lo que enseñan muchos hoy, la oración de Saulo no era suficiente para ser salvo, necesitaba algo más y a eso iba Ananías. Es seguro que Ananías había tenido contacto con alguno de los Enviados, porque tenía el don de imponer las manos para sanar a los enfermos. Es por ello que debía ir a donde Saulo, pero Ananías reaccionaba como cualquier otro lo hubiese hecho. Las noticias de la autorización de Saulo habían llegado a Damasco y todos estaban preparados. Saulo era conocido por todos, aunque fuera por referencia. Ananías, quizá había sido uno de los que habían tenido que huir de Jerusalén y sabía de las malas acciones de Saulo contra el Pueblo de Dios.
Pero las instrucciones del Señor son claras y no pueden ser discutidas. El Señor deseaba utilizar a Saulo como un instrumento especial. La misión de Saulo iba a ser especial. Él iba a llevar el Evangelio a los gentiles, pero no solo al pueblo, sino a reyes, pero también debía sufrir lo que había hecho padecer a otros por obedecer el nombre de Cristo.
Saulo fue en busca de los cristianos para causarle violencia, pero lo que encontró fue amor de parte de los discípulos. Ananías llegó a la casa y llamó a Saulo “hermano”, no porque ya Saulo fuera un miembro de la Iglesia, sino porque era otro judío.
Saulo había tenido una visión del Señor y necesitaba una confirmación de lo que había visto. Ananías viene a cumplir esa misión. Cuando Saulo recibe la vista no solo obtiene una bendición física que necesitaba, sino que también recibe el reconocimiento de que Dios le está dando una clara indicación de su misericordia.
¿Cuál es la reacción de Saulo después de recibir la vista y de haber pasado toda esta odisea? Inmediatamente pide ser sumergido. ¿Por qué? Era necesario. Ya habia oído el Evangelio, lo había creído, se había arrepentido, había confesado a Jesús como Señor y ahora bajaba a las aguas. Es en ese momento que Saulo, igual que nosotros los que hemos obedecido, recibe el don de la salvación. No esperó a un cursillo prebautismal como no lo hizo el eunuco del capítulo 8. Después que hemos escuchado el Evangelio no sabemos si hay más tiempo. ¡Hay que aprovechar el momento y debemos ser sumergidos inmediatamente!
Saulo no había recibido el don del Espíritu Santo todavía, necesitaba bajar a las aguas y ser sumergido para que el don del Espíritu viniera sobre él sellando su salvación. Los católicos romanos siguen este orden: Rociamiento de agua, oír, creer, confesar y ser confirmado. ¡Nunca hay sumerción y nunca saben si son salvos! Los evangélicos siguen este orden: Oír, creer, arrepentirse, confesar a Jesús y ya se es salvo, después, si el creyente considera necesario y para poder participar de la Cena del Señor, es sumergido. ¡Invierten el orden y dejan la sumerción de lado!
Debemos también tomar en cuenta que contrario lo que algunos piensan, no es necesario que un predicador o evangelista sea quien sumerja a quien baja a las aguas. Ananías era solamente un discípulo más.
Después de ser salvo, Saulo puede seguir gozoso su camino, como hizo el eunuco. Después de salir de las aguas, toma alimento y se goza del perdón que ha recibido. Ya no hay dolor que lo aflija. Los mormones dicen que el pecado imperdonable es matar a una persona, ¡pero Saulo fue perdonado! Ahora no solamente era un cristiano, sino que también podía reunirse con los cristianos, con quienes pasó un tiempo aprendiendo a disfrutar del perdón de Dios y disfrutando con su nueva familia, compartiendo el amor de la Iglesia.
c. Saulo predica en Damasco.
9.20-22 No sabemos el paradero de las cartas de autorización pero si que Saulo cambió completamente de actitud. A quien odiaba antes, ahora lo proclama como el Hijo de Dios. Recordemos que Jesús fue sacrificado porque Él decía ser el Hijo de Dios[10]. Ahora viene el principal representante de la persecución contra los cristianos y ¡se cambia de bando! ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Qué causó ese cambio radical en Saulo? Ellos no podían explicarlo, por lo que se encontraban fuera de sí, estaban furiosos y pensaban que los estaban engañando.
Hay quienes dicen que Jesús es una invención de Saulo, pero ¿qué provecho tendría? Cuando Saulo era enemigo de los cristianos tenía poder, era apoyado por los gobernantes, podía hacer lo que quisiera; ahora comenzaría a sufrir por el nombre de Jesucristo.
No era extraño lo que estaba haciendo Saulo; cualquier judío competente, Saulo lo era ya que era un estudiante del mayor maestro de Jerusalén, Gamaliel, podía presentarse a la sinagoga y enseñar algo, que bien podía ser aceptado o rechazado por los demás, por lo que no era raro que en esos lugares se vieran grandes albrotos, especialmente cuando hombres como Jesús, Esteban o Saulo se hacían oír en ellas.
d. Saulo testifica en Jerusalén.
9.23-31 No sabemos cuántos días fueron estos de los que habla Lucas, es posible que se esté refiriendo a los tres años que se demoró Saulo en Arabia[11]. Si bien es cierto Saulo desde un principio se dedicó a prediar el nombre de Jesús, también necesitaba preparación, la cual no fue recibida en un seminario o instituto bíblico impartido por los Enviados, sino directamente recibió su preparación por medio del Espíritu Santo que lo preparó para una obra monumental; pero Saulo es una excepción, no una regla, por lo que recomiendo a quien desea servir en la Obra prepararse con los mejores profesores teólogos que pueda y aprenda a utilizar los recursos de la mejor manera posible; estoy cansado de ver los púlpitos utilizados por personas que solo porque saben hablar ante un auditorio consideran que no es necesaria una preparación seria en el campo teológico y se levantan como predicadores que lo único que hacen es torcer las Escrituras y pervertir a la Iglesia.
Los judíos decidieron que Saulo se había convertido en un peligro y por eso querían capturarlo, lógicamente para matarle o para dejarle en una cárcel; y así el que había ido a Damasco con cartas que le autorizaban a capturar a los cristianos ahora se encontraba en el calzado de aquellos a quienes tanto odió.
Saulo se dio cuenta de las malas ideas de ellos, ¿cómo? No nos dice el relato, quizá por revelación de parte de Dios o utlizando a alguien que escuchó lo que tramaban y este avisó a Saulo. Y ellos estaban esperando atraparlo en las puertas, por lo que tenían gente esperando que Saulo se acercara por ese lugar, pero en la Iglesia había personas que no estaban dispuestas a perder un elemento tan importante como Saulo y tuvieron la genial idea de descolgarlo dentro de una canasta por el muro de la ciudad, lo que nos habla del tamaño pequeño de Saulo.
Saulo tuvo que huir a Jerusalén, aunque tampoco el relato nos dice nada de lo que pasó en el camino, sino que simplemente lo sitúa ahora en esa ciudad en donde antes tuvo una gran importancia, pero ahora era solo un hombre más, algo desubicado en un lugar donde no podía acercarse a quienes antes eran sus amigos y que ahora querían matarle y con quienes sentía afinidad se encontraban confundidos al ver a quien quizá arrestó a alguno de sus seres amados y ahora venía diciendo que el también era seguidor de Jesús.
Trato de imaginar la desesperación de Saulo en aquellos momentos. Iba por las calles, buscando a alguien que le diera una pista de donde se reunían los creyentes, pero cuando estos lo reconocían lo miraban con temor y se apartaban de él, quien a su vez, cada vez que miraba a algunos de los perseguidores, se escondía para no ser capturado. He visto a algunos que llegan a una congregación hablando de que son miembros de la Iglesia en otro país y rápidamente se le permite hasta utilizar el púlpito y después es cuando se quitan la piel de oveja para dejar ver un lobo rapaz que viene a traer daño. No puedo dejar de mencionar a un adventista que se hizo pasar por creyente y en poco tiempo estaba dando clases en una congregación donde fui miembro, para luego arrebatar parte del rebaño con sus mentiras. Por eso no podemos juzgar a los discípulos que le tenían temor a Saulo.
En este tiempo que Saulo se mantiene en Jerusalén, quince días, estuvo con Pedro, Bernabé y Jacobo, el hermano del Señor. Ya estudiamos antes el carácter de Bernabé; era una persona muy amigable, que en algún momento se encontró con Saulo o bien al escuchar que trataba de juntarse con los creyentes le buscó y luego de escucharle lo llevó a Pedro y a Jacobo.
Para identificar fielmente quien es realmente Jacobo, llamado también Santiago el Justo, y al mismo tiempo saber quien era Jacobo el Mayor y diferenciarlo de Jacobo el Menor, veámos su procedencia.
Mateo nos dice que hay dos apóstoles llamados Jacobo y ninguno de ellos es hermano de Jesús: “Éstos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el recaudador de impuestos; Jacobo, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el Zelote y Judas Iscariote, el que lo traicionó”[12].
Lucas nos confirma lo mismo, el primero sería llamado Jacobo el Mayor y el segundo como Jacobo el Menor: “Simón, a quien también llamó Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Jacobo, hijo de Alfeo, y Simón, al que llamaban el Zelote; Judas, hijo de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser traidor”[13].
Marcos nos dice: “Éstos son los doce que él nombró: Simón (a quien llamó Pedro); Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo (a quienes llamó Boanerges, que significa: Hijos del trueno); Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo, hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el Zelote y Judas Iscariote, el que lo traicionó”[14].
Sabiendo que hay dos apóstoles llamados Jacobo y que ninguno es hermano de Jesús, recurrimos a Marcos el cual nos hace ver la diferencia entre los dos apóstoles llamados “Jacobo” y de “Jacobo el Justo”.
Cuando Jesús aún no comenzaba su ministerio, era carpintero como su padre, y fue reconocido por las personas donde había crecido y vivido hasta los 30 años. Por esta razón no creían que Él fuera el tan anhelado Cristo que esperaban, sino más bien pensaban que solo era uno más de ellos: “¿No es acaso el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban a causa de él”[15].
Más adelante Pablo de Tarso le llama Jacobo el hermano del Señor: “Entonces, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a Pedro (Cefas), y estuve con él quince días. Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo (Santiago), el hermano del Señor”[16].
Aunque el acierto más favorable que nos indica que era realmente el hermano de Jesús viene de los escritos no bíblicos del historiador Flavio Josefo, ya que, al no ser cristiano no llamaría hermano a alguien que realmente no lo fuera. Esto confirma a lo que Marcos nos decía.
Josefo nos ilustra la muerte del hermano de Jesús en manos del sumo sacerdote Anás ben Anás o Ananías, hijo del Anás bíblico, el cual no es el Ananías ben Nebedeo que enjuició al Apóstol Pablo: “Ananías era un saduceo sin alma. Convocó astutamente al Sanedrín en el momento propicio. El procurador Festo había fallecido. El sucesor, Albino, todavía no había tomado posesión. Hizo que el sanedrín juzgase a Santiago, hermano de Jesús, quien era llamado Cristo, y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó para que fueran apedreados”[17]. La historiografía data este evento en el año 62.
Hegesipo, historiador del siglo II nos confirma la historia de Josefo, pero Hegesipo nos cita a Eusebio de Cesarea en Historia eclesiática 2:23; él nos dice más exactamente que Jacobo el Justo no alcanzó a ser apedreado, sino que fue lanzado al precipicio: “Jacobo era llamado El Justo. La gente estaba segura de que nunca había cometido un pecado grave. Jamás comía carne, ni tomaba licores. Pasaba tanto tiempo arrodillado orando en el Templo, que al fin se le hicieron callos en las rodillas. Oraba muchas horas adorando a Dios y pidiendo perdón al Señor por los pecados del pueblo. La gente lo llamaba: El que intercede por el pueblo. Muchísimos judíos creyeron en Jesús, movidos por las palabras y el buen ejemplo de Jacobo. Por eso el Sumo Sacerdote Anás II y los jefes de los judíos, un día de gran fiesta y de mucha concurrencia le dijeron: “Te rogamos que ya que el pueblo siente por ti grande admiración, te presentes ante la multitud y les digas que Jesús no es el Mesías o Redentor”. Y Jacobo se presentó ante el gentío y les dijo: “Jesús es el enviado de Dios para salvación de los que quieran salvarse. Y lo veremos un día sobre las nubes, sentado a la derecha de Dios”. Al oír esto, los jefes de los sacerdotes se llenaron de ira y decían: “Si este hombre sigue hablando, todos los judíos se van a hacer seguidores de Jesús”. Y lo llevaron a la parte más alta del Templo y desde allá lo echaron hacia el precipicio. Jacobo no murió de golpe, sino que oraba de rodillas diciendo: “Padre Dios, te ruego que los perdones porque no saben lo que hacen”.
Jacobo el Justo fue “una de las tres columnas de la Iglesia primitiva en Jerusalén”. Sabemos que en realidad llegó a ser obispo de dicha Iglesia en ese entonces y alguien muy importante e influyente, tanto es así, que como representante de la Iglesia Primitiva tuvo que dar la cara con su vida: “…y como vieron la gracia que me era dada, Jacobo y Cefas y Juan, que parecían ser las columnas, nos dieron la diestra de compañía a mí y a Bernabé, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión”[18].
La historiografía nos dice que la epístola de los Gálatas se escribió entre los años 50 y 56, cuando Jacobo el Mayor ya había muerto en el año 44 y Jacobo el Justo llega a ser como dice Pablo “una de sus columnas”. Desde la muerte de Jacobo el Mayor, Pablo solo le dice “Jacobo“, una sola vez dijo “Jacobo el hermano del Señor” para diferenciarlo, pero ya no tendría que hacerlo más, ahora no hay que diferenciarlo de nadie pues Jacobo el Justo es el único que está en Jerusalén según nos confirma el mismo Pablo y es donde muere a manos del hijo del famoso Anás bíblico, Anás ben Anás[19].
Aquí algunos se confunden cuando leen: “…Pero Bernabé, tomándolo, lo condujo a los Enviados…”, y luego Pablo dice en Gálatas: “Entonces, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a Pedro (Cefas), y estuve con él quince días. Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo (Santiago), el hermano del Señor”. Bernabé encontró a Saulo y lo llevó a los Enviados, pero solo conoció a Pedro, de todos ellos, pero además también conoce a Jacobo, no que este fuese Enviado, y Bernabé, aunque luego se convierte en “enviado de la Iglesia” no entra en la categoría de los “Enviados” o como le llaman transliterando la palabra “apóstoles”.
Bernabé convence a Pedro y a Jacobo de la realidad de la conversión de Saulo y por los próximos quince días se les une no solo en el compañerismo que estaba necesitando, sino también en la predicación, al punto que parece que pronto comienza a mostrar su fuerte personalidad, probablemente más fuerte que la de Pedro, y se convierte de ser un simple acompañante en ser el cabecilla en las discusiones con los helenistas, tal y como años antes había hecho Esteban, y ellos quisieron hacer con él lo que habían hecho antes con el otro héroe de la fe, puesto que tampoco podían resistir a este nuevo paladín que el Señor se había preparado. Parece que Saulo pensó que aquí estaba su futuro: Evangelizando Jerusalén, pero no era ese el pensamiento del Señor, quien le tenía preparada una obra mayor.
De nuevo los planes de los malvados son conocidos por alguien que se lo hace ver a los cristianos que actúan rápido, buscando poner a Saulo a salvo. Ellos habían aceptado al antiguo perseguidor como uno más de ellos y estaban dispuestos a protegerlo, olvidando lo que había hecho antes. Saulo es enviado a Tarso, su ciudad natal, donde se dedica a predicar el Evangelio[20] y es en este tiempo que algunos de sus propios familiares reciben la salvación[21].
En este tiempo la Iglesia, o la Asamblea, gozaba de paz, probablemente con la conversión de Saulo la euforia de la persecución había ido opacándose. Esto fue aprovechado por los creyentes para edificarse. ¡Cuánto me duele ver que la Iglesia de hoy día no aprovecha la paz que goza para edificarse! La iglesia debe crecer en conocimiento, debe buscar tener un orden bíblico con ancianos y diáconos que la lideren, debe ayudar a los necesitados y volver a tener el favor con el pueblo, para que muchos sean atraídos al Evangelio.
Además de edificarse, la Iglesia andaba en el temor del Señor, buscando vivir en santidad, lo que producía el consuelo del Espíritu Santo. La Iglesia se queja mucho de no sentir gozo, de falta de amor, de desconsuelo, pero, ¡he aquí la respuesta de parte del Señor!: Al vivir en santidad, al estar entregados al Señor de tal manera, el Espíritu Santo se manifiesta y la Iglesia recibe consolación.
2. El testimonio de Pedro.
a. Pedro sana a Eneas en Lida.
9.32-35 De nuevo Lucas hace un giro en el desarrollo de la historia. Retoma la historia de Pedro, quien, aprovechando la paz que había en ese momento en la Iglesia va de viaje a ver a los hermanos de otras ciudades. No debemos confundirnos tampoco pensando como hace el catolicismo que considera que Pedro fue el primer jefe de la Iglesia, quien solo ha tenido y tendrá un Jefe: Jesucristo. El viaje de Pedro no era un viaje como los que hace el Papa que va más bien en son político, sino que buscaba compartir con los santos en general, a tal punto que se encuentra con este pobre hombre de nombre Eneas que sufre de una enfermedad evidente, no algo que pueda ser fingido o que sea sicosomático.
¿Cómo actúan los sanadores modernos? Ellos van viajando como millonarios, en sus aviones personales, con guardaespaldas y autos blindados, abrigados con chalecos antibalas y comportandose como astros dignos del cine, alejados del dolor humano. Cuando llegan a sus “shows de milagros” hablan de positivismo, de pensar en lo material, de creer que los cristianos debemos ser los dueños del mundo, y luego, para rematar el espectáculo, viene la sanidad. Pero cuando el enfermo no se sana, dicen que el enfermo ¡no tiene fe! Pedro no le dijo a Eneas: ¿Tienes fe de que Jesús te sanará? No, le dice: ¡Eneas, Jesús el Ungido te sana, levántate y tiende la cama!, e inmediatamente Eneas es sanado. ¡No a plazos, ni fue necesario que él tuviese fe!
La reacción de los habitantes de Lida y Sarón fue de arrepentimiento por sus pecados y de ser añadidos a la Iglesia.
b. Pedro levanta a Dorcas en Jope.
9.36-43 Jope es una antigua ciudad cananea sobre la costa de Palestina, mencionada como una ciudad de la frontera de Dan[22], pero que aparentemente nunca fue ocupada por los israelitas en tiempos del Antiguo Testamento. Como era el único puerto entre Egipto y el cordón del Carmelo, a menos que se cuente a Dor, era de gran importancia para el interior de Palestina. Estaba a unos 55 kilómetros al noroeste de Jerusalén. Los cedros del Líbano que se usaron en la construcción del templo de Salomón y el de Zorobabel entraron a Palestina por este puerto[23], y allí el profeta Jonás se embarcó para huir de la orden divina en un barco con destino a Tarsis[24]. Jope fue puesta bajo control judío, tal vez por primera vez, por los macabeos, que establecieron a un grupo de judíos en la ciudad, ampliaron su puerto y reforzaron sus fortificaciones[25]. Pompeyo la convirtió en ciudad semilibre en el 63 a.C., pero César la devolvió a los judíos. En tiempos de los Herodes, se convirtió en una fortaleza del judaísmo ortodoxo. Cuando estalló la rebelión judía en el 66 d.C.), los habitantes de Jope mostraron una oposición tan fanática a los romanos que Cestio Galo masacró a más de 8 000 de ellos. Aunque la ciudad se recuperó de esta catástrofe, fue destruida completamente por Vespasiano un poco más tarde.
El cristianismo entró temprano en Jope, que hoy es llamada Jafa, o Yafo, es ahora una sección de la ciudad doble Tel Aviv-Jafa con una población combinada de 321 700 habitantes, con lo que es la ciudad más grande del Estado de Israel[26].
Tabita era una mujer cristiana que no solo decía serlo, sino que lo manifestaba por medio de sus buenas obras, vistiendo a las personas necesitadas de Jope. Todo su trabajo redundó en ser querida y conocida por todos en Jope. Pero como, a pesar de ser buena persona, todos debemos morir, Tabita enfermó y murió. Hoy hay quienes enseñan que los cristianos no enfermamos a no ser que estemos en pecado, pero esta mujer es alabada en las Escrituras y enfermó, siendo cristiana, y murió. Lógicamente fue preparada para su entierro.
Lida es actualmente conocida como Lod, en donde está el aeropuerto Ben Gurión de Israel. Ahí estaba Pedro después de haber sanado a Enéas y esa noticia llegó hasta Jope, precisamente en el momento que ellos estaban sufriendo por la muerte de su amada Tabita. Esto provoca que los hermanos decidan mandar a llamar a Pedro, posiblemente esperando que él la resucite.
Pedro se apuró y cuando llega se encuentra una escena que es posible que le trajera a la memoria el día que llegó con su amado Señor a casa de Jairo, cuando su hija había muerto y todos lloraban. Las lágrimas que se derraman ahora no son tanto del sufrimiento desesperado que había en casa de jairo, sino por el dolor de haber perdido a una hermana que favorecía mucho a los más necesitados.
Las viudas se acercaron a Pedro manifestando cuanto amaban a esa mujer que ahora estaba ahí, fría, sin vida, y que antes les había mostrado lo que era el cristianismo práctico.
Pedro hace algo que los llamados sanadores modernos no harían: Saca a todos del aposento. Lo que a ocurrir no necesita convertirse en un espectáculo para que todos estén curiosiando. Pedro se pone de rodillas, esto es posible que el mismo Pedro se lo relatara a Lucas que no estaba presente, y ora. ¿Qué dijo en esta oración? No lo sabemos. Después de esto, se vuelve al cuerpo sin vida y le ordena: ¡Levántate! De nuevo una gran diferencia con los autoproclamados sanadores, no hay gritos, no hay lágrimas, no hay gestos impresionantes, solo una orden, y esta se cumple ¡inmediatamente!
Como si fuera un simple despertar, ella abrió sus ojos y cuando ve a Pedro se levanta, se sienta en la mesa en donde estaba puesta para salir y ser enterrada, pero aún tenía mucho trabajo que hacer.
Pedro presenta a Tabita a la Iglesia en Jope y la noticia de la resurrección corre por toda la ciudad como el fuego corre en la paja, pronto todos saben lo ocurrido y la gente se acerca para escuchar el Evangelio, arrepintiéndose de sus pecados, creyendo en el Señor y obedeciendo para ser salvos.
Pedro se queda en Jope, en casa de Simón, un curtidor, es decir, alguien que trabaja con el cuero de los animales, es decir, un trabajo inmundo que la misma ley obligaba a mantenerse fuera del pueblo, por lo menos a veinticinco metros fuera del muro de la ciudad.
[1] Hechos 22.3.
[2] Wikipedia. Saulo.
[3] Antigüedades Judías, libro XVIII, capítulo IV, secciones 1 y 2.
[4] Wikipedia. Poncio Pilato.
[5] Hechos 26.11.
[6] Éxodo 5.2. La Toráh.
[7] Hechos 22.9.
[8] Hechos 22.12.
[9] Gálatas 1-2.
[10] Juan 5.18.
[11] Gálatas 1.15-17.
[12] Mateo 10.2-4. BAD.
[13] Lucas 6.14-16. LBLA.
[14] Marcos 3.16-19. NVI 1984.
[15] Marcos 6.3. NVI 1999.
[16] Gálatas 1:18-19
[17] Flavio Josefo. Antigüedades judías, 20.9.1.
[18] Gálatas 2.9. Biblia del Oso.
[19] Wikipedia. Jacobo el hermano de Jesús.
[20] Gálatas 1.23.
[21] Romanos 16.7, 11, 21.
[22] Josué 19.46.
[23] 2 Crónicas 2.16; Esdras 3.7.
[24] Jonás 1.3.
[25] 1 Macabeos 10.74-75; 12.33-34; 14.5, 34.
[26] Diccionario Bíblico Gratis - Jope