LECCIÓN 1
I. Terminología necesaria.
Convertido: Persona que ha aceptado a Jesucristo como Salvador. Ha sido convertido de su vieja vida de pecado a la nueva vida en Jesús.
Discipular: Acompañamiento en el proceso de entrenar los nuevos convertidos y traerlos a la madurez en Cristo, produciendo estabilidad espiritual, crecimiento y reproducción.
Discípulo: La palabra “discípulo” quiere decir a aprendiz, un alumno, alguien que aprende siguiendo, para llegar a ser un maestro. Convertido que es establecido en los elementos esenciales de la fe cristiana y es capaz de ganar a nuevos convertidos y discipular a ellos.
Evangelio: “Las buenas noticias” de que Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito para que tomara nuestro lugar en la cruz y de esta manera nos diera la vida eterna, que se adquiere como resultado de aceptar ese sacrificio y de vivir de acuerdo a la Voluntad de Dios que se expresa en las Escrituras.
Evangelismo: Es el esfuerzo que hace un cristiano por comunicar el Evangelio a hombres y mujeres para que tengan una oportunidad de aceptar a Jesucristo como Salvador y Señor y se tornaren miembros de Su Iglesia.
Evangelismo Personal: Experiencia de comunicar personalmente el mensaje del Evangelio a un no convertido.
Evangelista: El significado de la palabra es “uno que trae las buenas noticias”. Todo aquel que dedica su tiempo, ya sea en parte o totalmente, en anunciar el evangelio a los inconversos.
Evangelizado: Todos aquellos que han estado tiempo suficiente en contacto con el Evangelio para haber tenido una oportunidad de responder a él por la fe. Dentro de este proceso se incluye integrar a un convertido en una Iglesia local o plantar una Iglesia entre un grupo de nuevos creyentes.
Evangelizar: Hacer el trabajo de evangelización.
Testificar: Acción de mostrar lo que Dios ha hecho en la vida de una persona.
II. El Anhelo de Dios.
El gran anhelo de Dios es que todos nazcamos de nuevo: “Os es necesario nacer de nuevo”[1]. Todos deberíamos nacer otra vez; ése es el deseo de Dios: Dios no solo quiso que el hombre viviera y muriera sobre esta tierra. La mayoría de las personas saben que hay algo más allá de la tumba y por eso, todos los que hemos nacido dentro de la familia de Dios deberíamos esforzarnos para que otros también nazcan de nuevo.
El nuevo nacimiento ocurre cuando un pecador confiesa sus pecados y recibe al Señor Jesucristo: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”[2]. Dios espera que las nuevas criaturas en Cristo sigan creciendo y lleguen a la madurez para que también puedan multiplicarse espiritualmente.
Al encontrar cristianos que no se multiplican, lo único que podemos pensar es que algo no va bien, o que es un niño espiritual, a pesar de que puede ser que tengan una buena formación doctrinal y moral, y que sean como los corintios a quienes Pablo les escribió: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo...”[3]. Tristemente muchos miembros de la Iglesia gastan parte de su tiempo y energías en contar chismes sobre los demás, cometiendo un horrible pecado ante Dios, dejando de lado lo que enseña Proverbios 6.16-17: “Seis cosas aborrece Adonay, y aún siete abomina Su alma: ... y la lengua mentirosa” y nunca pueden usar su boca para hablar de las bondades de Dios. Estas personas están espiritualmente enfermas o son inmaduros porque no están en comunión con Cristo.
En todas las congregaciones cristianas hay miembros de hace cinco, diez o veinte años, que no han podido llevar a nadie a los pies de Cristo. No estoy diciendo que se dediquen a trabajar a tiempo completo para el Señor, sino producir para Él.
Debemos preguntarnos y responder sinceramente: ¿Estamos trayendo el fruto que el Señor anhela? Si no, ¿por qué? ¿Falta comunión, lectura de la Biblia, oración? ¿Quizá aun soy un niño espiritual? O ¿estoy en pecado?
Si hacemos como nuestro el anhelo del Señor y tan solo estamos dispuestos a ganar un alma para Cristo por año, y este a su vez a otro, podremos en pocos años ver cómo nuestra “descendencia espiritual” se multiplicará:
1 año 1 cristiano produce 1 cristiano = 2 cristianos.
2 años 2 cristianos producen 2 cristianos = 4 cristianos.
3 años 4 cristianos producen 4 cristianos = 8 cristianos.
4 años 8 cristianos producen 16 cristianos = 24 cristianos.
5 años 24 cristianos producen 48 cristianos = 72 cristianos.
6 años 72 cristianos producen 144 cristianos = 216 cristianos.
7 años 216 cristianos producen 432 cristianos = 648 cristianos.
8 años 648 cristianos producen 1 296 cristianos = 1 944 cristianos.
9 años 1 944 cristianos producen 3 888 cristianos = 5 832 cristianos.
10 años 5 832 cristianos producen 11 664 cristianos = 17 496 cristianos.
Si tan solo 100 cristianos nos proponemos a cumplir el anhelo de Dios y buscamos esta meta, en diez años seremos ¡1 749 600 cristianos más!
En la Biblia encontramos a hombres y mujeres que estuvieron dispuestos a cumplir el anhelo de Dios, como es el caso de Abraham. ¿Sabía usted que nosotros somos cristianos gracias a la decisión de Abraham de querer cumplir el anhelo de Dios? Si Abraham no hubiese estado dispuesto a dejar la comodidad de su hogar en Ur y luego en Harán, para ir a una tierra desconocida y cruel, el anhelo de Dios se hubiera visto afectado. No digo que hubiera acabado, sino que Dios hubiese tenido que buscar a otra persona, pero Abraham era el ideal.
Ahora bien, como Abraham tuvo una gran responsabilidad, nosotros la tenemos con el prójimo, ¿está usted listo para dejar su comodidad y dedicarse a cumplir el anhelo de Dios? Si aun no está convencido de que el Evangelismo Personal sea una necesidad, le invito a reflexionar en las siguientes preguntas:
1. ¿Quién se encarga de planificar el programa de Evangelismo Personal en su congregación?
2. ¿Cuántos convertidos ha habido en su congregación en los últimos cinco años?
3. ¿Qué está haciendo usted por alcanzar a los perdidos?
4. ¿Qué está haciendo su Iglesia por alcanzar a los perdidos?
5. ¿Qué hace su Iglesia por ayudar a los miembros a descubrir sus dones?
6. ¿Qué planes tiene su Iglesia para alcanzar a los perdidos en los próximos cinco años?
7. ¿Cómo se proyecta su Iglesia ante la nación?
8. ¿Existe algún plan misionero en su Iglesia?
9. ¿Tiene su Iglesia un plan específico para el entrenamiento en el Evangelismo Personal?
10. ¿Cada cuanto el enfoque de la predicación es hacia el evangelismo?
11. ¿Cuándo fue la última vez que todos los miembros de su Iglesia salieron en grupo a hacer Evangelismo Personal?
III. El Mandato del Señor.
Los cristianos somos reconocidos por nuestra ansia de leer y siempre que se pueda, memorizar las Escrituras. Conocemos versículos, pasajes y en algunos casos hasta capítulos y libros de la Biblia, pero en veces nos olvidamos que la Biblia no es solo un libro para leer, sino que es un Manual para CUMPLIR.
Uno de los pasajes que conocemos muy bien, pero que preferimos dejarlo para otros, o quizá creamos que fue un mandamiento exclusivo para los apóstoles, se encuentra en Mateo 28.19-20: “Ustedes vayan y hagan más discípulos míos en todos los países de la tierra. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Enséñenles a obedecer todo lo que yo les he enseñado. Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”[4]. “Vayan”, o “Id” es un mandato dado por Jesús para que salgamos a todo lugar a comunicar el mensaje del Evangelio a todos nuestros semejantes, sin importar nacionalidad, color, tamaño, etc.
Dice el Señor en Lucas 13.20-21: “¿Con qué más puedo comparar el reino de Dios? Se puede comparar con lo que sucede cuando una mujer pone un poquito de levadura en un montón de harina. ¡Ese poquito hace crecer toda la masa!” Según lo que enseña 1 Reyes 6.7, durante la construcción del Templo en Jerusalén, nunca se escuchó el golpe de un martillo, un hacha o cualquier otro instrumento. Aquellas grandes piedras fueron puestas en su lugar en silencio. Ahora, cuando el Señor dice esas hermosas palabras que vemos en Lucas, sabemos que “uno mayor que Salomón” está construyendo el Templo espiritual, en donde cada piedra debe ir colocada en su lugar, pero eso debe ocurrir en silencio, como con la levadura.
De vez en cuando, en mi tiempo libre, me gusta hacer pan. Siempre pongo en leche tibia la levadura y la deshago y la dejo reposar un rato para luego echarla a la masa y la dejo esperar unas dos horas en un lugar tibio. Al cabo de ese tiempo, la masa se ha duplicado de tamaño sin que se escuchara el menor ruido. A esto es que Jesús compara el Reino de Dios.
En verdad, el Reino de Dios no es producto del bullicio o la publicidad que podamos hacer a la Iglesia, sino que así como la masa se multiplica en silencio, el pueblo de Dios se multiplica cuando vamos todos los cristianos, compartiendo con los inconversos acerca del amor de Dios. Cuando eso ocurre, no nos extrañemos que la Iglesia crezca.
También Jesús hace una comparación del Reino de los Cielos en Lucas 13.18-19 cuando dice: “¿Cómo les puedo explicar qué es el reino de Dios? ¿Con qué puedo compararlo? Se puede comparar con la semilla de mostaza: Cuando un hombre va y la siembra en su terreno, ella crece y se convierte en un árbol tan grande que hasta los pájaros vienen y hacen nidos en sus ramas”. De la misma manera que la levadura, la mostaza, con todo y ser una pequeña semilla, crece cuando se planta, así el Reino crece cuando plantamos el Evangelio.
¿Cómo podemos “plantar” el Evangelio? De muchas maneras: Prensa, radio, televisión, Internet, etc., pero no hay nada tan poderoso como seguir el método del Señor: El Evangelismo Personal. Esto es lo que ilustran estas parábolas.
Evangelismo no es solamente reunirnos en la Iglesia para adorar. No es lo mismo que avivamiento. Evangelismo es la Iglesia cumpliendo el mandato del Señor, ya sea la Iglesia en conjunto o esparcida. El énfasis en el evangelismo está en llevar a la persona a experimentar el nuevo nacimiento, el inicio de la vida espiritual, ese es el mandato del Señor.
Podemos decir que el mensaje evangelístico se encuentra ejemplificado en 1 Corintios 15.1-5, cuando Pablo les dice: “Queridos hermanos, quiero recordarles la buena noticia que les di. Ustedes la recibieron con gusto y confiaron en ella. Si continúan confiando firmemente en esa buena noticia, serán salvos. Pero si no, de nada les servirá haberla aceptado. Lo primero que les enseñé fue lo mismo que yo aprendí: que Cristo murió en lugar de nosotros, que éramos pecadores. Tal como lo enseña la Biblia, fue sepultado y, después de tres días, Dios lo resucitó. Primero se le apareció a Pedro, y después a los doce apóstoles”. Esto es básicamente el mensaje que debemos llevar a la hora de evangelizar. ¿Complicado? No, es simplemente la experiencia que hemos gozado todos los cristianos.
Pero, ¿y qué de todas las otras cosas que hay en la Iglesia? A la hora de ir a evangelizar, debemos olvidarnos de las tradiciones de hombres o las creencias denominacionales. La meta no es atacar los sistemas políticos u otras religiones. La meta ni siquiera es enfatizar en las “buenas obras” educacionales, médicas, o programas de cuidado y alimentación de los necesitados. La meta nos es cambiar la sociedad, sino cambiar a las personas a través del poder del Evangelio. La meta es compartir el Evangelio de tal forma que llevemos a las personas a aceptar a Jesucristo como el Salvador y Señor.
¿Cómo puedo transmitir ese mensaje? Quizá hay quien piensa que el mensaje solo se transmite verbalmente, pero Pablo dice en 1 Corintios 2.4-5: “No fui como un sabelotodo, ni usé palabras elegantes. Sólo dejé que el Espíritu de Dios mostrara su poder y los convenciera. Y así, ustedes creyeron en Dios, no por medio de la sabiduría humana sino por el poder de Dios”. Porque el mensaje del Evangelio es mucho más que hablar. Francisco de Asís decía: “Id y predicad el Evangelio y si es necesario…hablad”. La vida del que lleva el mensaje evangelístico debe ser ejemplar, capaz no solo de atraer con sus palabras sino con sus hechos.
Pero también el Señor hará Su parte, ya que Jesús dijo: “Dios mi Padre me envió, así que nadie puede ser mi seguidor si él no lo quiere”[5]. Porque es Dios, por medio de Su Santo Espíritu el que convence a las personas de su pecado y necesidad de un Salvador.
El resultado de nuestro trabajo evangelístico es la aceptación del mensaje y la respuesta a ese mensaje. Pero si no hay una invitación, el mensaje no deja de ser mera información. Puede ser una exhortación, pero sin evangelización. La verdadera evangelización significa presentar a Cristo de una manera tal que las personas vean la necesidad de una decisión personal. Este trabajo lleva a la experiencia del nuevo nacimiento, a la salvación.
También, ser salvo no significa solo aceptar a Cristo como Señor y Salvador, sino que es todo un proceso que lleva a que la persona se haga semejante a Jesús, en todos los aspectos de su vida. Esto implica que los nuevos convertidos también se convertirán en cristianos responsables y en pescadores de almas, deseosos de hacer Evangelismo Personal.
Entonces, el trabajo del mensajero del Evangelio se puede resumir en contar que el hombre sin Dios está perdido, pero Él, en Su gran misericordia, envió a Su Hijo para que sufriera por nosotros como sacrificio en la cruz y al tercer día resucitó para darnos vida en abundancia a todo el que está dispuesto a aceptarle.
Es cierto que esta es solo la primera lección del curso de Evangelismo Personal, pero desde ya presentamos la invitación a ir a anunciar las buenas noticias de salvación a todo el mundo. ¡Hágalo! La necesidad es urgente.
¡Qué Dios le bendiga!
[1] Juan 3.7.
[2] Juan 1.12-13.
[3] 1 Corintios 3.11.
[4] Biblia en Lenguaje Sencillo.
[5] Juan 6.44.
Convertido: Persona que ha aceptado a Jesucristo como Salvador. Ha sido convertido de su vieja vida de pecado a la nueva vida en Jesús.
Discipular: Acompañamiento en el proceso de entrenar los nuevos convertidos y traerlos a la madurez en Cristo, produciendo estabilidad espiritual, crecimiento y reproducción.
Discípulo: La palabra “discípulo” quiere decir a aprendiz, un alumno, alguien que aprende siguiendo, para llegar a ser un maestro. Convertido que es establecido en los elementos esenciales de la fe cristiana y es capaz de ganar a nuevos convertidos y discipular a ellos.
Evangelio: “Las buenas noticias” de que Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito para que tomara nuestro lugar en la cruz y de esta manera nos diera la vida eterna, que se adquiere como resultado de aceptar ese sacrificio y de vivir de acuerdo a la Voluntad de Dios que se expresa en las Escrituras.
Evangelismo: Es el esfuerzo que hace un cristiano por comunicar el Evangelio a hombres y mujeres para que tengan una oportunidad de aceptar a Jesucristo como Salvador y Señor y se tornaren miembros de Su Iglesia.
Evangelismo Personal: Experiencia de comunicar personalmente el mensaje del Evangelio a un no convertido.
Evangelista: El significado de la palabra es “uno que trae las buenas noticias”. Todo aquel que dedica su tiempo, ya sea en parte o totalmente, en anunciar el evangelio a los inconversos.
Evangelizado: Todos aquellos que han estado tiempo suficiente en contacto con el Evangelio para haber tenido una oportunidad de responder a él por la fe. Dentro de este proceso se incluye integrar a un convertido en una Iglesia local o plantar una Iglesia entre un grupo de nuevos creyentes.
Evangelizar: Hacer el trabajo de evangelización.
Testificar: Acción de mostrar lo que Dios ha hecho en la vida de una persona.
II. El Anhelo de Dios.
El gran anhelo de Dios es que todos nazcamos de nuevo: “Os es necesario nacer de nuevo”[1]. Todos deberíamos nacer otra vez; ése es el deseo de Dios: Dios no solo quiso que el hombre viviera y muriera sobre esta tierra. La mayoría de las personas saben que hay algo más allá de la tumba y por eso, todos los que hemos nacido dentro de la familia de Dios deberíamos esforzarnos para que otros también nazcan de nuevo.
El nuevo nacimiento ocurre cuando un pecador confiesa sus pecados y recibe al Señor Jesucristo: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”[2]. Dios espera que las nuevas criaturas en Cristo sigan creciendo y lleguen a la madurez para que también puedan multiplicarse espiritualmente.
Al encontrar cristianos que no se multiplican, lo único que podemos pensar es que algo no va bien, o que es un niño espiritual, a pesar de que puede ser que tengan una buena formación doctrinal y moral, y que sean como los corintios a quienes Pablo les escribió: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo...”[3]. Tristemente muchos miembros de la Iglesia gastan parte de su tiempo y energías en contar chismes sobre los demás, cometiendo un horrible pecado ante Dios, dejando de lado lo que enseña Proverbios 6.16-17: “Seis cosas aborrece Adonay, y aún siete abomina Su alma: ... y la lengua mentirosa” y nunca pueden usar su boca para hablar de las bondades de Dios. Estas personas están espiritualmente enfermas o son inmaduros porque no están en comunión con Cristo.
En todas las congregaciones cristianas hay miembros de hace cinco, diez o veinte años, que no han podido llevar a nadie a los pies de Cristo. No estoy diciendo que se dediquen a trabajar a tiempo completo para el Señor, sino producir para Él.
Debemos preguntarnos y responder sinceramente: ¿Estamos trayendo el fruto que el Señor anhela? Si no, ¿por qué? ¿Falta comunión, lectura de la Biblia, oración? ¿Quizá aun soy un niño espiritual? O ¿estoy en pecado?
Si hacemos como nuestro el anhelo del Señor y tan solo estamos dispuestos a ganar un alma para Cristo por año, y este a su vez a otro, podremos en pocos años ver cómo nuestra “descendencia espiritual” se multiplicará:
1 año 1 cristiano produce 1 cristiano = 2 cristianos.
2 años 2 cristianos producen 2 cristianos = 4 cristianos.
3 años 4 cristianos producen 4 cristianos = 8 cristianos.
4 años 8 cristianos producen 16 cristianos = 24 cristianos.
5 años 24 cristianos producen 48 cristianos = 72 cristianos.
6 años 72 cristianos producen 144 cristianos = 216 cristianos.
7 años 216 cristianos producen 432 cristianos = 648 cristianos.
8 años 648 cristianos producen 1 296 cristianos = 1 944 cristianos.
9 años 1 944 cristianos producen 3 888 cristianos = 5 832 cristianos.
10 años 5 832 cristianos producen 11 664 cristianos = 17 496 cristianos.
Si tan solo 100 cristianos nos proponemos a cumplir el anhelo de Dios y buscamos esta meta, en diez años seremos ¡1 749 600 cristianos más!
En la Biblia encontramos a hombres y mujeres que estuvieron dispuestos a cumplir el anhelo de Dios, como es el caso de Abraham. ¿Sabía usted que nosotros somos cristianos gracias a la decisión de Abraham de querer cumplir el anhelo de Dios? Si Abraham no hubiese estado dispuesto a dejar la comodidad de su hogar en Ur y luego en Harán, para ir a una tierra desconocida y cruel, el anhelo de Dios se hubiera visto afectado. No digo que hubiera acabado, sino que Dios hubiese tenido que buscar a otra persona, pero Abraham era el ideal.
Ahora bien, como Abraham tuvo una gran responsabilidad, nosotros la tenemos con el prójimo, ¿está usted listo para dejar su comodidad y dedicarse a cumplir el anhelo de Dios? Si aun no está convencido de que el Evangelismo Personal sea una necesidad, le invito a reflexionar en las siguientes preguntas:
1. ¿Quién se encarga de planificar el programa de Evangelismo Personal en su congregación?
2. ¿Cuántos convertidos ha habido en su congregación en los últimos cinco años?
3. ¿Qué está haciendo usted por alcanzar a los perdidos?
4. ¿Qué está haciendo su Iglesia por alcanzar a los perdidos?
5. ¿Qué hace su Iglesia por ayudar a los miembros a descubrir sus dones?
6. ¿Qué planes tiene su Iglesia para alcanzar a los perdidos en los próximos cinco años?
7. ¿Cómo se proyecta su Iglesia ante la nación?
8. ¿Existe algún plan misionero en su Iglesia?
9. ¿Tiene su Iglesia un plan específico para el entrenamiento en el Evangelismo Personal?
10. ¿Cada cuanto el enfoque de la predicación es hacia el evangelismo?
11. ¿Cuándo fue la última vez que todos los miembros de su Iglesia salieron en grupo a hacer Evangelismo Personal?
III. El Mandato del Señor.
Los cristianos somos reconocidos por nuestra ansia de leer y siempre que se pueda, memorizar las Escrituras. Conocemos versículos, pasajes y en algunos casos hasta capítulos y libros de la Biblia, pero en veces nos olvidamos que la Biblia no es solo un libro para leer, sino que es un Manual para CUMPLIR.
Uno de los pasajes que conocemos muy bien, pero que preferimos dejarlo para otros, o quizá creamos que fue un mandamiento exclusivo para los apóstoles, se encuentra en Mateo 28.19-20: “Ustedes vayan y hagan más discípulos míos en todos los países de la tierra. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Enséñenles a obedecer todo lo que yo les he enseñado. Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”[4]. “Vayan”, o “Id” es un mandato dado por Jesús para que salgamos a todo lugar a comunicar el mensaje del Evangelio a todos nuestros semejantes, sin importar nacionalidad, color, tamaño, etc.
Dice el Señor en Lucas 13.20-21: “¿Con qué más puedo comparar el reino de Dios? Se puede comparar con lo que sucede cuando una mujer pone un poquito de levadura en un montón de harina. ¡Ese poquito hace crecer toda la masa!” Según lo que enseña 1 Reyes 6.7, durante la construcción del Templo en Jerusalén, nunca se escuchó el golpe de un martillo, un hacha o cualquier otro instrumento. Aquellas grandes piedras fueron puestas en su lugar en silencio. Ahora, cuando el Señor dice esas hermosas palabras que vemos en Lucas, sabemos que “uno mayor que Salomón” está construyendo el Templo espiritual, en donde cada piedra debe ir colocada en su lugar, pero eso debe ocurrir en silencio, como con la levadura.
De vez en cuando, en mi tiempo libre, me gusta hacer pan. Siempre pongo en leche tibia la levadura y la deshago y la dejo reposar un rato para luego echarla a la masa y la dejo esperar unas dos horas en un lugar tibio. Al cabo de ese tiempo, la masa se ha duplicado de tamaño sin que se escuchara el menor ruido. A esto es que Jesús compara el Reino de Dios.
En verdad, el Reino de Dios no es producto del bullicio o la publicidad que podamos hacer a la Iglesia, sino que así como la masa se multiplica en silencio, el pueblo de Dios se multiplica cuando vamos todos los cristianos, compartiendo con los inconversos acerca del amor de Dios. Cuando eso ocurre, no nos extrañemos que la Iglesia crezca.
También Jesús hace una comparación del Reino de los Cielos en Lucas 13.18-19 cuando dice: “¿Cómo les puedo explicar qué es el reino de Dios? ¿Con qué puedo compararlo? Se puede comparar con la semilla de mostaza: Cuando un hombre va y la siembra en su terreno, ella crece y se convierte en un árbol tan grande que hasta los pájaros vienen y hacen nidos en sus ramas”. De la misma manera que la levadura, la mostaza, con todo y ser una pequeña semilla, crece cuando se planta, así el Reino crece cuando plantamos el Evangelio.
¿Cómo podemos “plantar” el Evangelio? De muchas maneras: Prensa, radio, televisión, Internet, etc., pero no hay nada tan poderoso como seguir el método del Señor: El Evangelismo Personal. Esto es lo que ilustran estas parábolas.
Evangelismo no es solamente reunirnos en la Iglesia para adorar. No es lo mismo que avivamiento. Evangelismo es la Iglesia cumpliendo el mandato del Señor, ya sea la Iglesia en conjunto o esparcida. El énfasis en el evangelismo está en llevar a la persona a experimentar el nuevo nacimiento, el inicio de la vida espiritual, ese es el mandato del Señor.
Podemos decir que el mensaje evangelístico se encuentra ejemplificado en 1 Corintios 15.1-5, cuando Pablo les dice: “Queridos hermanos, quiero recordarles la buena noticia que les di. Ustedes la recibieron con gusto y confiaron en ella. Si continúan confiando firmemente en esa buena noticia, serán salvos. Pero si no, de nada les servirá haberla aceptado. Lo primero que les enseñé fue lo mismo que yo aprendí: que Cristo murió en lugar de nosotros, que éramos pecadores. Tal como lo enseña la Biblia, fue sepultado y, después de tres días, Dios lo resucitó. Primero se le apareció a Pedro, y después a los doce apóstoles”. Esto es básicamente el mensaje que debemos llevar a la hora de evangelizar. ¿Complicado? No, es simplemente la experiencia que hemos gozado todos los cristianos.
Pero, ¿y qué de todas las otras cosas que hay en la Iglesia? A la hora de ir a evangelizar, debemos olvidarnos de las tradiciones de hombres o las creencias denominacionales. La meta no es atacar los sistemas políticos u otras religiones. La meta ni siquiera es enfatizar en las “buenas obras” educacionales, médicas, o programas de cuidado y alimentación de los necesitados. La meta nos es cambiar la sociedad, sino cambiar a las personas a través del poder del Evangelio. La meta es compartir el Evangelio de tal forma que llevemos a las personas a aceptar a Jesucristo como el Salvador y Señor.
¿Cómo puedo transmitir ese mensaje? Quizá hay quien piensa que el mensaje solo se transmite verbalmente, pero Pablo dice en 1 Corintios 2.4-5: “No fui como un sabelotodo, ni usé palabras elegantes. Sólo dejé que el Espíritu de Dios mostrara su poder y los convenciera. Y así, ustedes creyeron en Dios, no por medio de la sabiduría humana sino por el poder de Dios”. Porque el mensaje del Evangelio es mucho más que hablar. Francisco de Asís decía: “Id y predicad el Evangelio y si es necesario…hablad”. La vida del que lleva el mensaje evangelístico debe ser ejemplar, capaz no solo de atraer con sus palabras sino con sus hechos.
Pero también el Señor hará Su parte, ya que Jesús dijo: “Dios mi Padre me envió, así que nadie puede ser mi seguidor si él no lo quiere”[5]. Porque es Dios, por medio de Su Santo Espíritu el que convence a las personas de su pecado y necesidad de un Salvador.
El resultado de nuestro trabajo evangelístico es la aceptación del mensaje y la respuesta a ese mensaje. Pero si no hay una invitación, el mensaje no deja de ser mera información. Puede ser una exhortación, pero sin evangelización. La verdadera evangelización significa presentar a Cristo de una manera tal que las personas vean la necesidad de una decisión personal. Este trabajo lleva a la experiencia del nuevo nacimiento, a la salvación.
También, ser salvo no significa solo aceptar a Cristo como Señor y Salvador, sino que es todo un proceso que lleva a que la persona se haga semejante a Jesús, en todos los aspectos de su vida. Esto implica que los nuevos convertidos también se convertirán en cristianos responsables y en pescadores de almas, deseosos de hacer Evangelismo Personal.
Entonces, el trabajo del mensajero del Evangelio se puede resumir en contar que el hombre sin Dios está perdido, pero Él, en Su gran misericordia, envió a Su Hijo para que sufriera por nosotros como sacrificio en la cruz y al tercer día resucitó para darnos vida en abundancia a todo el que está dispuesto a aceptarle.
Es cierto que esta es solo la primera lección del curso de Evangelismo Personal, pero desde ya presentamos la invitación a ir a anunciar las buenas noticias de salvación a todo el mundo. ¡Hágalo! La necesidad es urgente.
¡Qué Dios le bendiga!
[1] Juan 3.7.
[2] Juan 1.12-13.
[3] 1 Corintios 3.11.
[4] Biblia en Lenguaje Sencillo.
[5] Juan 6.44.