HECHOS
Introducción
El libro de los
Hechos es especial. No hay ningún otro libro semejante en toda la Biblia.
Ciertamente, tenemos otros libros históricos en el Antiguo Testamento. Sin
embargo, estos ponen de relieve los fracasos, los pecados y la idolatría que
impedían que el pueblo de Dios recibiera la plenitud de sus bendiciones. En el
libro de los Hechos, esos fallos se hallan en el pasado. Israel ha aprendido la
lección, y la idolatría ya no es problema. Más importante aún es que Jesús ya
ha venido. Su muerte en el Calvario ha puesto en vigencia el nuevo pacto[1].
Con su resurrección les ha traído bendición y gran gozo a sus seguidores[2].
Hay una sensación de plenitud y al mismo tiempo de entusiasmo provocado por una
jubilosa esperanza que invade todo el libro.
Hechos es un auténtico tesoro en donde encontramos la historia del inicio de la Iglesia, el esparcimiento del Evangelio de Jerusalén, la ciudad donde crucificaron a Cristo, hasta Roma, capital del Imperio Romano. Definitivamente, su origen es el mismo que el del Evangelio según Lucas, pero los textos se separaron antes de que se escribieran los manuscritos que nos han llegado hasta hoy día. Con esta separación se buscaba cultivar el conocimiento de los evangelios como una unidad de archivos sagrados, a los cuales los Hechos servían como una especie de apéndice. Es de un interés y valor históricos únicos: No hay ningún otro libro como éste dentro del Nuevo Testamento.
El libro de los Hechos es la única historia de la Iglesia primitiva, primitiva tanto en el espíritu como en la sustancia; sin él sería imposible tener un cuadro coherente de la Edad Apostólica. Con él, las epístolas paulinas son de un valor histórico incalculable; sin él, permanecerían incomprensiblemente fragmentarias e incompletas, a menudo incluso confundirían.
I. Título.
En el tiempo en que se escribió este libro no era parte del autor de ponerle título a la obra que hacía, por lo que podemos afirmar que el quinto libro del Nuevo Testamento no se llama “Hechos”, y mucho menos “Hechos de los Apóstoles”, sino que estos títulos fueron colocados en fechas posteriores, el primero en el manuscrito Sinaítico, mientras el segundo aparece en el llamado Código B.
No estoy de acuerdo en que se llame “Hechos de los Apóstoles” porque, si bien cierto que en el principio se les nombra[3], a partir del capítulo 2 son Pedro y Juan los que toman el papel principal, mientras los otros desaparecen de la escena; e incluso, diáconos como Esteban y Felipe, toman un papel más relevante; pero luego, a partir del capítulo 9, Saulo, más tarde Pablo, y sus diferentes compañeros, son los que se ubican en el centro de atención, por lo que más bien, podríamos llamar al libro como sugiere McGarvey, “Hechos de Apóstoles”, o bien, “Hechos de la Iglesia”, “Hechos después de la resurrección de Cristo” o “Hechos del Espíritu Santo”, como han sugerido otros, e incluso podríamos agrandar ese título un poco. Observe la palabra “comenzó”. El tratado anterior recogía lo que Jesús había comenzado a hacer y enseñar. Por tanto, el libro de los Hechos recoge a su vez lo que Jesús continuó haciendo y enseñando a través del Espíritu Santo en una Iglesia que crecía y se esparcía. Aunque Jesús se halla ahora en la gloria, a la derecha del trono del Padre, todavía está realizando su obra en el mundo actual. Así, muy bien podríamos ponerle al libro de los Hechos un título un poco alargado que diría: “Los Hechos del Señor Resucitado por el Espíritu Santo en la Iglesia y a través de ella”.
El título de “Hechos de los Apóstoles” data de finales del siglo II, no significa que este libro narre todos los hechos y gestas de los apóstoles. Sin embargo, debemos reconocer que así como el libro de los Hechos no nos da detalles sobre todos los apóstoles, tampoco nos relata toda la historia del crecimiento de la Iglesia. En muchos casos sólo nos da breves resúmenes de lo acontecido. A las iglesias de Galilea y Samaria les presta muy poca atención[4]. Hay sucesos importantes, como el crecimiento de una vigorosa Iglesia en Egipto durante el siglo I, que no son mencionados en absoluto. Por otra parte, hay algunos sucesos que son presentados en forma muy detallada.
Es probable que los discursos y sermones que se destacan tanto en el libro sean también resúmenes. Por ejemplo, Pablo enseñaba algunas veces hasta la medianoche[5]. También hay otras ocasiones que evidentemente requerían todo un culto en la sinagoga, y sin embargo lo que está escrito se puede leer en pocos minutos. Sin embargo, se ve claramente que estos discursos reflejan el estilo y los puntos clave de la enseñanza de los apóstoles, y también sus propias palabras. Los relatos condensados fueron necesarios. Debido a la cantidad limitada de espacio disponible en los antiguos libros o rollos de papiro. Si se hubiera contado toda la historia del crecimiento y el desarrollo de la Iglesia primitiva, con todos los milagros y señales relatados en sus detalles, hubiera llenado varias series de libros del tamaño de la Enciclopedia Británica.
También hay otro factor más que no tiene que ver con las limitaciones de espacio. Hoy día, nadie podría escribir una narración reuniendo simplemente todo lo que aparece impreso en los diarios. El historiador debe seleccionar los sucesos que le parecen significativos, los que señalan tendencias, cambios y relaciones. Por esto Lucas sigue un tema sugerido por las palabras de Jesús: “Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”[6]. Los siete primeros capítulos se centran en los sucesos de Jerusalén, y describen el crecimiento y las pruebas iniciales de la Iglesia. Entre el capítulo 8 y 12 se revela cómo el Espíritu rompió barreras en Judea y Samaria. Finalmente, del 13 al 28 presentan la forma en que el Evangelio comenzó a moverse hasta lo último de la tierra. En ellos se destaca la existencia de nuevos centros para el esparcimiento del Evangelio en Antioquía, Éfeso y Roma. La claridad y la progresión lógica de Lucas hacen que la mayoría de los eruditos que creen en la Biblia estén de acuerdo en que Lucas es un historiador de primera clase, no solo por lo que incluyó en los Hechos, sino también por lo que no incluyó, y por supuesto, los eruditos que creen en la Biblia están de acuerdo en que el Espíritu Santo dirigió la redacción de sus libros.
Los sucesos que Lucas sí incluye fueron a la vez significativos y típicos. En el momento en que él escribió, las iglesias de los distintos lugares estaban en comunicación unas con las otras y estaban familiarizadas con muchos de los sucesos descritos en el libro. De esta manera, las personas que leyeron primero los Hechos, no tendrían dificultad alguna en ver la relación de su propia Iglesia local con la sucesión de los hechos descritos en el libro.
II. Autor.
No hay un nombre directo del autor del libro o “tratado”, sino que más bien el que es citado es la persona a quien va dirigido este, un tal Teófilo, y se aclara que es la continuación del primer tratado, es decir, del libro que aparece en tercer lugar en el Nuevo Testamento, el Evangelio que se le acredita a Lucas. Esto es confirmado con la evidencia de la similitud de estilo que se encuentra en ambos libros, así como en el uso común de más de cincuenta palabras, cosa que no ocurre en ningún otro libro del Nuevo Testamento. Algo que tiene mucha relevancia en esto es que los mismos críticos bíblicos están de acuerdo que el autor de ambos libros es el mismo.
Quien escribió el libro es un testigo presencial de la mayoría de los hechos, lo que se atestigua con el uso de los pronombres “nosotros, nos”, que encontramos en muchos lugares, lo que nos indica que el autor acompañó a Pablo en muchas ocasiones a partir del capítulo 16, y le acompañó en el primer arresto en Roma que encontramos en el capítulo 28, lo que nos hace ver que hay un gran porcentaje a favor de que el autor de este libro sea a quien Pablo llama “Lucas, el médico amado”[7], ya que este no aparece en la lista de los que fueron a Troas en el capítulo 20.4-6, sino que acompañó a Pablo a Jerusalén y de ahí fue con él a Roma.
La evidencia externa del libro también está a favor de que este sea Lucas. Los dos más antiguos escritores de esa época y que mencionan este libro, declaran que el autor es Lucas; ellos son Ireneo de Lyon, en Francia, que había conocido a Policarpo, que a su vez conoció a varios de los apóstoles[8]; y el autor del “Canon Muratorio”[9], quien escribió: “Los hechos de todos los apóstoles están en un libro. Lucas refiere a Teófilo sucesos en los que fue testigo ocular”.
III. Datación.
Este libro es encontrado en dos traducciones hechas cerca del año 150, una al latín y otra al siriaco, lo que nos hace ver que previamente existió en griego. También Policarpo lo cita, a pesar de que los racionalistas fijan la fecha del libro demasiado tarde como para que Lucas hubiera podido ser su autor.
Otros escritores que son más conservadores, pero que hasta cierto grado se hallan bajo influencia racionalista, no le dan fecha anterior al año 70. La razón que los obliga a fijar esta fecha tardía es que toman como un hecho que Lucas escribió su Evangelio después de la caída de Jerusalén; y la base de esto es lo otro que asumen, que la predicción de la destrucción de Jerusalén, que se cita de Jesús en Lucas 21.21-25, se escribió después que pasó el suceso. Pero como tales suposiciones no tienen peso ninguno para los que creen en la realidad de las predicciones milagrosas, obramos en justicia al hacer a un lado sin más alegato la conclusión que sobre tales suposiciones se basan.
Los conservadores, guiados por las indicaciones del libro mismo, están de acuerdo en establecer al libro la fecha del suceso final que en él se menciona. Tal hecho es la continuación de la prisión de Pablo en Roma “por dos años enteros”. El finalizar la narración sin informar si fue puesto en libertad o se le dio muerte, se tiene como prueba conclusiva de que ni uno ni lo otro sucedió antes de escribirse la última palabra del libro. En el capítulo 25, el autor informa de la petición de Pablo al César, que fue lo que suspendió su juicio ante Festo y originó todo lo que se siguió. A consecuencia de esta petición, Festo, perplejo por el informe que con el prisionero habría de mandar al Emperador, puso el caso a la consideración de Agripa y trajo también ante el joven rey a Pablo[10]. Se le envió al viaje para cumplir la ley referente al derecho de apelación; recibió aliento cuando la tormenta les quitaba toda esperanza de vida, con el mensaje divino[11]; su apelación a César fue el tema de la primera exposición que tuvo con los judíos de la ciudad de Roma[12], y fue apresado dos años en espera del resultado de su juicio.
Si el juicio ante César se hubiese experimentado antes que el libro se completara, ya bien que resultara libre o culpable, ¿por qué el libro acaba sin decirlo? Esto no hubiera sido una simple omisión, sino la omisión del hecho culminante a donde nos llevaba toda la serie de acontecimientos que antes se mencionan, y acerca del que el escritor despertó, a propósito, la curiosidad del lector.
Algunos autores, como B. Reicke y C. Vidal, proponen fechas anteriores al año 70 o incluso al año 62, basándose en los siguientes datos:
A. El libro finaliza bruscamente con el comienzo de la cautividad de Pablo en Roma, hacia el año 60.
B. Aunque relata el martirio de Esteban y del Santiago el hijo de Zebedeo, no menciona el de Santiago el menor, que tuvo lugar en el año 62 y habría supuesto un argumento importante para retratar a los dirigentes judíos como enemigos del Evangelio, exculpando a los romanos, en el mismo tono conciliador que el resto del libro.
C. No menciona la muerte de Pedro, alrededor de los años 62-64.
D. Tampoco relata la muerte del personaje más destacado del libro, Pablo de Tarso, también como mártir, en los años 60.
E. Presenta a los dirigentes judíos, especialmente a los saduceos, como enemigos, entre los que no se incluye de forma tan clara a los romanos, de modo similar al Evangelio de Lucas. Esto no parece coherente con el ambiente de persecución romana contra el cristianismo que se inició con Nerón.
F. Tampoco se menciona, ni directa ni indirectamente, la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70, que habría servido para reforzar la imagen de Jesús como hijo de Dios.
G. El principal problema que presenta esta teoría, es que Lucas 21 profetiza la destrucción de Jerusalén. Dado que se supone que la profecía está escrita después finalizar la guerra en el año 70, suele situarse a Lucas después de esta fecha. Sin embargo, autores como C.C. Torrey y C.H. Dodd exponen que Lucas 21 no da ningún detalle histórico de la destrucción de Jerusalén, sino que toma todas las imágenes del Antiguo Testamento[13].
IV. Fuentes.
Como dijimos antes, hay uso de la primera persona en el relato, lo que nos hace ver que el autor estaba presente en muchos de los acontecimientos, y no es de extrañar que en otros en que habla en tercera persona, pudiera haber estado presente también. Pero podemos afirmar que la fuente primaria desde el capítulo 9, es Pablo mismo, y de los anteriores, no podemos dejar de pensar que el autor tuvo contacto con Pedro, Juan y los otros apóstoles, e incluso con María, una de las fuentes primarias para su primer libro. También, el uso de algunos hebraísmos hace pensar que el autor consultó algunos otros documentos que se habían escrito antes.
En cuanto a los discursos y las diferentes conversaciones, que muchos alegan que son prueba de la falsedad del libro, no encontramos base, ya que incluso en el presente, con la gran cantidad de recursos que poseemos, un relato de un hecho con todo y conversaciones, no puede ser catalogado como falso, solo porque el relator haga un resumen de lo que se dijo o hizo. No es necesario, ni es lógico, escribir cada detalle de lo ocurrido.
V. Cronología.
Lucas inicia su narración donde la había dejado en el Evangelio, el que identifica como “el primer tratado”[14], y relata los sucesos que antecedieron la asunción del Señor[15]. Tal como les pidió el Señor, los discípulos esperaron hasta la llegada del Espíritu Santo, hecho que marcó el establecimiento de la Iglesia[16].
El primer acto es la sustitución de Judas, el discípulo que traicionó a Jesús suicidándose después. El elegido fue Matías, y digo elegido porque fue echado a suertes entre dos candidatos, abandonándose a la inspiración divina. Con el número de doce apóstoles completo de nuevo, el Espíritu Santo bajará sobre ellos y la Iglesia formada entonces por los doce y los ciento veinte, tiene un origen divino. Es Dios mismo el que la consagra para que extienda la Buena Nueva a todos los hombres.
La Iglesia comenzó a florecer y a reproducirse en Jerusalén[17]. Los discípulos predicaban con intrepidez, y el Señor los amparaba con grandes prodigios[18]. Pero entre los judíos había un temor creciente, multiplicado por el hecho de que el cristianismo se expanda también rápidamente entre los judíos helenizados de origen griego, una comunidad muy numerosa, culta y rica. Precisamente es entonces cuando surge el primer problema de la nueva Iglesia al ponerse de manifiesto las diferencias entre los “judíos hebreos” y los “judíos griegos”. Lucas narra la reunión convocada en el año 33 en Jerusalén por los doce en la que los representantes de los judíos helenizados expusieron sus quejas. Esta reunión es llamada por Lucas “Asamblea de Discípulos” y fue presidida por los doce, lo que indica ya un germen de organización eclesial muy importante. ¿Quiénes eran los “discípulos”? Indudablemente no podían ser todos los cristianos porque ya debían ser miles. Es razonable pensar que para entonces cada apóstol hubiera creado su propia escuela con sus propios discípulos, como los textos parecen confirmar, y que estos discípulos, además de seguidores primitivos de Jesús, notables y ancianos convertidos al cristianismo formaran esta asamblea. Hay que destacar que en los orígenes de la Iglesia todo se hace por elección. Y por elección se resolvió el problema eligiendo a siete de estos judíos helenizados en cuya elección no participaron los doce apóstoles, hecho muy importante y al que no se presta atención, pero que demuestra la confianza absoluta que los doce tenían en esta asamblea. Esto significa, a mi entender, que la Iglesia primitiva tenía una organización horizontal en la que los doce se encargaban de las cuestiones relacionadas con la fe mientras que la asamblea se ocupaba de los aspectos organizativos. Los siete elegidos para representar los intereses de los judíos helenizados fueron presentados a los apóstoles quienes sancionaron la elección imponiéndoles las manos.
Este crecimiento acarreó dificultades que culminaron con la muerte del primer mártir[19] y la primera persecución, que obligó a los creyentes helenistas a esparcirse[20], lo que produce la evangelización en los lugares distantes, comenzando en Jerusalén y llegando hasta Antioquía en el norte y el inicio de la misión gentil en dicha ciudad.
Podemos decir que salvo ciertas secciones en la segunda parte, cuando el autor comienza con la dispersión de la Iglesia en Jerusalén para seguir a los varios predicadores que llevaban el Evangelio a otras tierras, y luego vuelve para seguir con otro desde el mismo punto, todo el material de “Hechos” va en orden cronológico.
Fiel a su palabra, Dios hizo que todo resultara en bien de su Iglesia. No solo la Iglesia se vio obligada a ir por todo el mundo, sino que uno de sus más feroces perseguidores, Saulo de Tarso, abrazó la fe que perseguía[21]. Con el tiempo se convertiría en el gran apóstol Pablo.
Pedro siguió muy dinámico con un ministerio de gran alcance[22]. Comenzaron a brotar grupos de creyentes que formaron congregaciones. Una de estas, la de Antioquía, habría de tener una gran influencia en el desarrollo de la obra misionera[23]. Fue precisamente esta Iglesia la que promovió el primer viaje de Pablo por Asia Menor y Grecia[24]. Pablo se convirtió en el personaje principal del libro.
El primer viaje de Pablo fue un éxito, pero la conversión de los gentiles amenazó con crear problemas. Se celebró entonces la conferencia de la Iglesia en Jerusalén, en el que Pablo relató lo que el Señor estaba haciendo entre los gentiles. La Iglesia, dirigida por el Espíritu Santo, tomó decisiones sabias[25].
El resto del libro es la narración de la obra que Dios fue realizando a través del apóstol Pablo. Este realiza dos viajes más[26]. Por todas partes van quedando congregaciones.
En la parte final, es evidente lo del tiempo, pues dice que Pablo fue encarcelado en Jerusalén en la fiesta de Pentecostés, que se le tuvo preso dos años hasta llegar Festo, que al otoño siguiente fue enviado a Roma, llegando a esa ciudad la siguiente primavera y ahí quedó prisionero en Roma dos años más. Esta porción de la historia ocupa casi cinco años, y el hecho histórico establecido es que Festo fue enviado a Judea el año 60; por lo que vemos que el arresto de Pablo ocurrió en Pentecostés del 58 y su partida a Roma el otoño del 60; llegando la primavera del 61, y el relato termina en la primavera del 63. En este tiempo escribió las epístolas a Efesios, Colosenses, Filemón y Filipenses.
Si tomamos el arresto de Pablo en Jerusalén en Pentecostés del 58 y retrocedemos, podemos guiarnos por los dichos de Lucas cierta distancia, y luego por los de Pablo. Ya en el viaje que por fin lo llevó a Roma, pasó en Filipos los días de la fiesta de los panes sin levadura anteriores, y allí había llegado de Grecia donde estuvo tres meses. Estos deben haber sido del invierno, pues el viaje a Filipos fue a principios de la primavera. Con esto llegamos al invierno entre el 57 y 58; como escribió Romanos antes de la salida de Grecia[27], su fecha debe haber sido a principios del 58. Parece que Gálatas debió haberse escrito por el mismo tiempo.
Como Pablo fue a Grecia directamente de Macedonia, en ésta debe haber pasado el otoño anterior, y a los Corintios dice de su intención de quedarse en Éfeso hasta el Pentecostés, y pasar el siguiente invierno en Corinto; así debe haber empleado el verano del 57 en Macedonia[28], de donde escribió la segunda carta a los Corintios[29]. Pero la primera fue datada en Éfeso no mucho antes de Pentecostés del mismo año[30], cuando terminó sus labores en esa ciudad. Ahí estuvo dos años y tres meses[31], comenzando su obra a principios del 54.
No tenemos cifras de conexión anteriormente, pero por suposición retrocedemos con un buen grado de probabilidad. Ya que Pablo cita a Priscila y Aquila en Éfeso en su último viaje a Antioquía[32], es casi seguro que pasó por los pueblos entre Antioquía y Éfeso, tomando mucho menos de un año, y si su tercer viaje comenzó el 53, habiendo dado fin al segundo a mediados, o en la primera mitad de ese mismo año; pero al terminar el segundo viaje fue a Antioquía directamente desde Corinto, un viaje de unas dos semanas; y en Corinto se había quedado dieciocho meses[33]. Esto nos lleva a inicios del 52 o finales del 51 con punto de partida para sus labores en Corinto. En ese tiempo escribió las dos cartas a los Tesalonicenses, lo que se comprueba comparando lo que se dice de la llegada de Timoteo y Silas en capítulo 18.5 con 1 Tesalonicenses 3.3-6, que muestra que Timoteo había sido enviado de regreso a Corinto cuando ya estaba escrita la primera carta.
Silas se quedó con Pablo, pero no fue con él cuando salió de Corinto, lo que demuestra que la segunda carta la escribió poco después. Suponemos que pasaron más o menos dos años para que los apóstoles llegaran a Corinto, así que esto sucedió a principios del año 50; y como ese viaje comenzó casi inmediatamente después de la conferencia en Jerusalén sobre la circuncisión, esa fecha es probablemente correcta.
Según Gálatas 1.13, tres años después de la conversión de Pablo, este se fue de Damasco a Jerusalén, y después de catorce años, volvió allí con Bernabé a la conferencia[34]. Si suponemos que estos dos períodos fueron seguidos, pasando diecisiete años desde la conversión de Pablo hasta la conferencia, ésta pudo haber ocurrido en el año 50, lo que dataría la conversión de Pablo en el año 33, aproximadamente.
De todo esto podríamos suponer las siguientes fechas, que no afirmamos sean correctas ya que son solo cálculos aproximados:
A. Fundación de la iglesia, año 30 de la Era Cristiana.
B. Muerte de Esteban, dispersión de la iglesia de Jerusalén y conversión de Pablo, año 36.
C. Regreso de Pablo a Jerusalén tras su conversión, año 39.
D. Trabajo de Felipe en Samaria y bautismo del eunuco, entre años 36-39.
E. Sumersión en agua en la casa de Cornelio, año 41.
F. Fundación de la iglesia en Antioquía, año 42.
G. Primer viaje de Bernabé y Pablo en Antioquía y Siria, año 43.
H. Viaje de Bernabé y Pablo a Jerusalén, muerte de Jacobo, prisión de Pedro y muerte de Herodes, año 44.
I. Primer viaje de Pablo entre los gentiles que duró unos cuatro años. Estadía en Antioquía de Siria, 44 a 50.
J. Conferencia sobre la circuncisión, año 50.
K. Segundo viaje de Pablo, 18 meses en Corinto, de 50 a 53. Allí escribió 1 y 2 Tesalonicenses.
L. Tercer viaje de Pablo, con dos años y tres meses en Éfeso, de 53 a 58. Escribió 1 y 2 Corintios, Gálatas y Romanos.
M. Cuarto viaje de Pablo que comienza en Jerusalén en el 58, prisión en Cesarea hasta el 60, y con el viaje a Roma hasta el 63. Aquí escribió Efesios, Colosenses, Filemón, Filipenses, 1 y 2 Timoteo, Tito, y quizá también Hebreos.
[1] Hebreos 9.15.
[2] Lucas 24.51-52.
[3] Hechos 1.13.
[4] Hechos 9.31.
[5] Hechos 20.7.
[6] Hechos 1.8 VRV60.
[7] Colosenses 4.10-14; Filemón 23-24
[8] Contra Herejías 3.14.1.
[9] Una traducción del siglo VII de un texto griego del siglo II descubierta por Ludovico Antonio Muratori en el XVIII, Ireneo, Tertuliano, Clemente y Orígenes todos apuntan a Lucas, el compañero de Pablo (Filemón 24), quien tal vez estaba con él como médico (Colosenses 4.14).
[10] Hechos 25.12, 26-27.
[11] Hechos 27.24.
[12] Hechos 28.17-29.
[13] Jeremías 21; Zacarías 12; 14; Esdras 9, Salmos 79, Ezequiel 40-48.
[14] Hechos 1.1.
[15] Hechos 1.9-11.
[16] Hechos 1.12-2.47.
[17] Hechos 3.1-8.3.
[18] Hechos 3.1-5.16.
[19] Hechos 6.8-7.60.
[20] Hechos 6.8-8.3.
[21] Hechos 9.1-31.
[22] Hechos 9.32-11.18.
[23] Hechos 9.32-12.24.
[24] Hechos 12.25-14.28.
[25] Hechos 15.1.35.
[26] Hechos 15.36-18.22; 18.23-21.14.
[27] Romanos 15.25-26; Hechos 24.17.
[28] 1 Corintios 16.5-8.
[29] 2 Corintios 1.12; 7.5.
[30] 1 Corintios 16.8.
[31] Hechos 19.8-10.
[32] Hechos 18.19-21.
[33] Hechos 18.11.
[34] Gálatas 2.1.
Hechos es un auténtico tesoro en donde encontramos la historia del inicio de la Iglesia, el esparcimiento del Evangelio de Jerusalén, la ciudad donde crucificaron a Cristo, hasta Roma, capital del Imperio Romano. Definitivamente, su origen es el mismo que el del Evangelio según Lucas, pero los textos se separaron antes de que se escribieran los manuscritos que nos han llegado hasta hoy día. Con esta separación se buscaba cultivar el conocimiento de los evangelios como una unidad de archivos sagrados, a los cuales los Hechos servían como una especie de apéndice. Es de un interés y valor históricos únicos: No hay ningún otro libro como éste dentro del Nuevo Testamento.
El libro de los Hechos es la única historia de la Iglesia primitiva, primitiva tanto en el espíritu como en la sustancia; sin él sería imposible tener un cuadro coherente de la Edad Apostólica. Con él, las epístolas paulinas son de un valor histórico incalculable; sin él, permanecerían incomprensiblemente fragmentarias e incompletas, a menudo incluso confundirían.
I. Título.
En el tiempo en que se escribió este libro no era parte del autor de ponerle título a la obra que hacía, por lo que podemos afirmar que el quinto libro del Nuevo Testamento no se llama “Hechos”, y mucho menos “Hechos de los Apóstoles”, sino que estos títulos fueron colocados en fechas posteriores, el primero en el manuscrito Sinaítico, mientras el segundo aparece en el llamado Código B.
No estoy de acuerdo en que se llame “Hechos de los Apóstoles” porque, si bien cierto que en el principio se les nombra[3], a partir del capítulo 2 son Pedro y Juan los que toman el papel principal, mientras los otros desaparecen de la escena; e incluso, diáconos como Esteban y Felipe, toman un papel más relevante; pero luego, a partir del capítulo 9, Saulo, más tarde Pablo, y sus diferentes compañeros, son los que se ubican en el centro de atención, por lo que más bien, podríamos llamar al libro como sugiere McGarvey, “Hechos de Apóstoles”, o bien, “Hechos de la Iglesia”, “Hechos después de la resurrección de Cristo” o “Hechos del Espíritu Santo”, como han sugerido otros, e incluso podríamos agrandar ese título un poco. Observe la palabra “comenzó”. El tratado anterior recogía lo que Jesús había comenzado a hacer y enseñar. Por tanto, el libro de los Hechos recoge a su vez lo que Jesús continuó haciendo y enseñando a través del Espíritu Santo en una Iglesia que crecía y se esparcía. Aunque Jesús se halla ahora en la gloria, a la derecha del trono del Padre, todavía está realizando su obra en el mundo actual. Así, muy bien podríamos ponerle al libro de los Hechos un título un poco alargado que diría: “Los Hechos del Señor Resucitado por el Espíritu Santo en la Iglesia y a través de ella”.
El título de “Hechos de los Apóstoles” data de finales del siglo II, no significa que este libro narre todos los hechos y gestas de los apóstoles. Sin embargo, debemos reconocer que así como el libro de los Hechos no nos da detalles sobre todos los apóstoles, tampoco nos relata toda la historia del crecimiento de la Iglesia. En muchos casos sólo nos da breves resúmenes de lo acontecido. A las iglesias de Galilea y Samaria les presta muy poca atención[4]. Hay sucesos importantes, como el crecimiento de una vigorosa Iglesia en Egipto durante el siglo I, que no son mencionados en absoluto. Por otra parte, hay algunos sucesos que son presentados en forma muy detallada.
Es probable que los discursos y sermones que se destacan tanto en el libro sean también resúmenes. Por ejemplo, Pablo enseñaba algunas veces hasta la medianoche[5]. También hay otras ocasiones que evidentemente requerían todo un culto en la sinagoga, y sin embargo lo que está escrito se puede leer en pocos minutos. Sin embargo, se ve claramente que estos discursos reflejan el estilo y los puntos clave de la enseñanza de los apóstoles, y también sus propias palabras. Los relatos condensados fueron necesarios. Debido a la cantidad limitada de espacio disponible en los antiguos libros o rollos de papiro. Si se hubiera contado toda la historia del crecimiento y el desarrollo de la Iglesia primitiva, con todos los milagros y señales relatados en sus detalles, hubiera llenado varias series de libros del tamaño de la Enciclopedia Británica.
También hay otro factor más que no tiene que ver con las limitaciones de espacio. Hoy día, nadie podría escribir una narración reuniendo simplemente todo lo que aparece impreso en los diarios. El historiador debe seleccionar los sucesos que le parecen significativos, los que señalan tendencias, cambios y relaciones. Por esto Lucas sigue un tema sugerido por las palabras de Jesús: “Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”[6]. Los siete primeros capítulos se centran en los sucesos de Jerusalén, y describen el crecimiento y las pruebas iniciales de la Iglesia. Entre el capítulo 8 y 12 se revela cómo el Espíritu rompió barreras en Judea y Samaria. Finalmente, del 13 al 28 presentan la forma en que el Evangelio comenzó a moverse hasta lo último de la tierra. En ellos se destaca la existencia de nuevos centros para el esparcimiento del Evangelio en Antioquía, Éfeso y Roma. La claridad y la progresión lógica de Lucas hacen que la mayoría de los eruditos que creen en la Biblia estén de acuerdo en que Lucas es un historiador de primera clase, no solo por lo que incluyó en los Hechos, sino también por lo que no incluyó, y por supuesto, los eruditos que creen en la Biblia están de acuerdo en que el Espíritu Santo dirigió la redacción de sus libros.
Los sucesos que Lucas sí incluye fueron a la vez significativos y típicos. En el momento en que él escribió, las iglesias de los distintos lugares estaban en comunicación unas con las otras y estaban familiarizadas con muchos de los sucesos descritos en el libro. De esta manera, las personas que leyeron primero los Hechos, no tendrían dificultad alguna en ver la relación de su propia Iglesia local con la sucesión de los hechos descritos en el libro.
II. Autor.
No hay un nombre directo del autor del libro o “tratado”, sino que más bien el que es citado es la persona a quien va dirigido este, un tal Teófilo, y se aclara que es la continuación del primer tratado, es decir, del libro que aparece en tercer lugar en el Nuevo Testamento, el Evangelio que se le acredita a Lucas. Esto es confirmado con la evidencia de la similitud de estilo que se encuentra en ambos libros, así como en el uso común de más de cincuenta palabras, cosa que no ocurre en ningún otro libro del Nuevo Testamento. Algo que tiene mucha relevancia en esto es que los mismos críticos bíblicos están de acuerdo que el autor de ambos libros es el mismo.
Quien escribió el libro es un testigo presencial de la mayoría de los hechos, lo que se atestigua con el uso de los pronombres “nosotros, nos”, que encontramos en muchos lugares, lo que nos indica que el autor acompañó a Pablo en muchas ocasiones a partir del capítulo 16, y le acompañó en el primer arresto en Roma que encontramos en el capítulo 28, lo que nos hace ver que hay un gran porcentaje a favor de que el autor de este libro sea a quien Pablo llama “Lucas, el médico amado”[7], ya que este no aparece en la lista de los que fueron a Troas en el capítulo 20.4-6, sino que acompañó a Pablo a Jerusalén y de ahí fue con él a Roma.
La evidencia externa del libro también está a favor de que este sea Lucas. Los dos más antiguos escritores de esa época y que mencionan este libro, declaran que el autor es Lucas; ellos son Ireneo de Lyon, en Francia, que había conocido a Policarpo, que a su vez conoció a varios de los apóstoles[8]; y el autor del “Canon Muratorio”[9], quien escribió: “Los hechos de todos los apóstoles están en un libro. Lucas refiere a Teófilo sucesos en los que fue testigo ocular”.
III. Datación.
Este libro es encontrado en dos traducciones hechas cerca del año 150, una al latín y otra al siriaco, lo que nos hace ver que previamente existió en griego. También Policarpo lo cita, a pesar de que los racionalistas fijan la fecha del libro demasiado tarde como para que Lucas hubiera podido ser su autor.
Otros escritores que son más conservadores, pero que hasta cierto grado se hallan bajo influencia racionalista, no le dan fecha anterior al año 70. La razón que los obliga a fijar esta fecha tardía es que toman como un hecho que Lucas escribió su Evangelio después de la caída de Jerusalén; y la base de esto es lo otro que asumen, que la predicción de la destrucción de Jerusalén, que se cita de Jesús en Lucas 21.21-25, se escribió después que pasó el suceso. Pero como tales suposiciones no tienen peso ninguno para los que creen en la realidad de las predicciones milagrosas, obramos en justicia al hacer a un lado sin más alegato la conclusión que sobre tales suposiciones se basan.
Los conservadores, guiados por las indicaciones del libro mismo, están de acuerdo en establecer al libro la fecha del suceso final que en él se menciona. Tal hecho es la continuación de la prisión de Pablo en Roma “por dos años enteros”. El finalizar la narración sin informar si fue puesto en libertad o se le dio muerte, se tiene como prueba conclusiva de que ni uno ni lo otro sucedió antes de escribirse la última palabra del libro. En el capítulo 25, el autor informa de la petición de Pablo al César, que fue lo que suspendió su juicio ante Festo y originó todo lo que se siguió. A consecuencia de esta petición, Festo, perplejo por el informe que con el prisionero habría de mandar al Emperador, puso el caso a la consideración de Agripa y trajo también ante el joven rey a Pablo[10]. Se le envió al viaje para cumplir la ley referente al derecho de apelación; recibió aliento cuando la tormenta les quitaba toda esperanza de vida, con el mensaje divino[11]; su apelación a César fue el tema de la primera exposición que tuvo con los judíos de la ciudad de Roma[12], y fue apresado dos años en espera del resultado de su juicio.
Si el juicio ante César se hubiese experimentado antes que el libro se completara, ya bien que resultara libre o culpable, ¿por qué el libro acaba sin decirlo? Esto no hubiera sido una simple omisión, sino la omisión del hecho culminante a donde nos llevaba toda la serie de acontecimientos que antes se mencionan, y acerca del que el escritor despertó, a propósito, la curiosidad del lector.
Algunos autores, como B. Reicke y C. Vidal, proponen fechas anteriores al año 70 o incluso al año 62, basándose en los siguientes datos:
A. El libro finaliza bruscamente con el comienzo de la cautividad de Pablo en Roma, hacia el año 60.
B. Aunque relata el martirio de Esteban y del Santiago el hijo de Zebedeo, no menciona el de Santiago el menor, que tuvo lugar en el año 62 y habría supuesto un argumento importante para retratar a los dirigentes judíos como enemigos del Evangelio, exculpando a los romanos, en el mismo tono conciliador que el resto del libro.
C. No menciona la muerte de Pedro, alrededor de los años 62-64.
D. Tampoco relata la muerte del personaje más destacado del libro, Pablo de Tarso, también como mártir, en los años 60.
E. Presenta a los dirigentes judíos, especialmente a los saduceos, como enemigos, entre los que no se incluye de forma tan clara a los romanos, de modo similar al Evangelio de Lucas. Esto no parece coherente con el ambiente de persecución romana contra el cristianismo que se inició con Nerón.
F. Tampoco se menciona, ni directa ni indirectamente, la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70, que habría servido para reforzar la imagen de Jesús como hijo de Dios.
G. El principal problema que presenta esta teoría, es que Lucas 21 profetiza la destrucción de Jerusalén. Dado que se supone que la profecía está escrita después finalizar la guerra en el año 70, suele situarse a Lucas después de esta fecha. Sin embargo, autores como C.C. Torrey y C.H. Dodd exponen que Lucas 21 no da ningún detalle histórico de la destrucción de Jerusalén, sino que toma todas las imágenes del Antiguo Testamento[13].
IV. Fuentes.
Como dijimos antes, hay uso de la primera persona en el relato, lo que nos hace ver que el autor estaba presente en muchos de los acontecimientos, y no es de extrañar que en otros en que habla en tercera persona, pudiera haber estado presente también. Pero podemos afirmar que la fuente primaria desde el capítulo 9, es Pablo mismo, y de los anteriores, no podemos dejar de pensar que el autor tuvo contacto con Pedro, Juan y los otros apóstoles, e incluso con María, una de las fuentes primarias para su primer libro. También, el uso de algunos hebraísmos hace pensar que el autor consultó algunos otros documentos que se habían escrito antes.
En cuanto a los discursos y las diferentes conversaciones, que muchos alegan que son prueba de la falsedad del libro, no encontramos base, ya que incluso en el presente, con la gran cantidad de recursos que poseemos, un relato de un hecho con todo y conversaciones, no puede ser catalogado como falso, solo porque el relator haga un resumen de lo que se dijo o hizo. No es necesario, ni es lógico, escribir cada detalle de lo ocurrido.
V. Cronología.
Lucas inicia su narración donde la había dejado en el Evangelio, el que identifica como “el primer tratado”[14], y relata los sucesos que antecedieron la asunción del Señor[15]. Tal como les pidió el Señor, los discípulos esperaron hasta la llegada del Espíritu Santo, hecho que marcó el establecimiento de la Iglesia[16].
El primer acto es la sustitución de Judas, el discípulo que traicionó a Jesús suicidándose después. El elegido fue Matías, y digo elegido porque fue echado a suertes entre dos candidatos, abandonándose a la inspiración divina. Con el número de doce apóstoles completo de nuevo, el Espíritu Santo bajará sobre ellos y la Iglesia formada entonces por los doce y los ciento veinte, tiene un origen divino. Es Dios mismo el que la consagra para que extienda la Buena Nueva a todos los hombres.
La Iglesia comenzó a florecer y a reproducirse en Jerusalén[17]. Los discípulos predicaban con intrepidez, y el Señor los amparaba con grandes prodigios[18]. Pero entre los judíos había un temor creciente, multiplicado por el hecho de que el cristianismo se expanda también rápidamente entre los judíos helenizados de origen griego, una comunidad muy numerosa, culta y rica. Precisamente es entonces cuando surge el primer problema de la nueva Iglesia al ponerse de manifiesto las diferencias entre los “judíos hebreos” y los “judíos griegos”. Lucas narra la reunión convocada en el año 33 en Jerusalén por los doce en la que los representantes de los judíos helenizados expusieron sus quejas. Esta reunión es llamada por Lucas “Asamblea de Discípulos” y fue presidida por los doce, lo que indica ya un germen de organización eclesial muy importante. ¿Quiénes eran los “discípulos”? Indudablemente no podían ser todos los cristianos porque ya debían ser miles. Es razonable pensar que para entonces cada apóstol hubiera creado su propia escuela con sus propios discípulos, como los textos parecen confirmar, y que estos discípulos, además de seguidores primitivos de Jesús, notables y ancianos convertidos al cristianismo formaran esta asamblea. Hay que destacar que en los orígenes de la Iglesia todo se hace por elección. Y por elección se resolvió el problema eligiendo a siete de estos judíos helenizados en cuya elección no participaron los doce apóstoles, hecho muy importante y al que no se presta atención, pero que demuestra la confianza absoluta que los doce tenían en esta asamblea. Esto significa, a mi entender, que la Iglesia primitiva tenía una organización horizontal en la que los doce se encargaban de las cuestiones relacionadas con la fe mientras que la asamblea se ocupaba de los aspectos organizativos. Los siete elegidos para representar los intereses de los judíos helenizados fueron presentados a los apóstoles quienes sancionaron la elección imponiéndoles las manos.
Este crecimiento acarreó dificultades que culminaron con la muerte del primer mártir[19] y la primera persecución, que obligó a los creyentes helenistas a esparcirse[20], lo que produce la evangelización en los lugares distantes, comenzando en Jerusalén y llegando hasta Antioquía en el norte y el inicio de la misión gentil en dicha ciudad.
Podemos decir que salvo ciertas secciones en la segunda parte, cuando el autor comienza con la dispersión de la Iglesia en Jerusalén para seguir a los varios predicadores que llevaban el Evangelio a otras tierras, y luego vuelve para seguir con otro desde el mismo punto, todo el material de “Hechos” va en orden cronológico.
Fiel a su palabra, Dios hizo que todo resultara en bien de su Iglesia. No solo la Iglesia se vio obligada a ir por todo el mundo, sino que uno de sus más feroces perseguidores, Saulo de Tarso, abrazó la fe que perseguía[21]. Con el tiempo se convertiría en el gran apóstol Pablo.
Pedro siguió muy dinámico con un ministerio de gran alcance[22]. Comenzaron a brotar grupos de creyentes que formaron congregaciones. Una de estas, la de Antioquía, habría de tener una gran influencia en el desarrollo de la obra misionera[23]. Fue precisamente esta Iglesia la que promovió el primer viaje de Pablo por Asia Menor y Grecia[24]. Pablo se convirtió en el personaje principal del libro.
El primer viaje de Pablo fue un éxito, pero la conversión de los gentiles amenazó con crear problemas. Se celebró entonces la conferencia de la Iglesia en Jerusalén, en el que Pablo relató lo que el Señor estaba haciendo entre los gentiles. La Iglesia, dirigida por el Espíritu Santo, tomó decisiones sabias[25].
El resto del libro es la narración de la obra que Dios fue realizando a través del apóstol Pablo. Este realiza dos viajes más[26]. Por todas partes van quedando congregaciones.
En la parte final, es evidente lo del tiempo, pues dice que Pablo fue encarcelado en Jerusalén en la fiesta de Pentecostés, que se le tuvo preso dos años hasta llegar Festo, que al otoño siguiente fue enviado a Roma, llegando a esa ciudad la siguiente primavera y ahí quedó prisionero en Roma dos años más. Esta porción de la historia ocupa casi cinco años, y el hecho histórico establecido es que Festo fue enviado a Judea el año 60; por lo que vemos que el arresto de Pablo ocurrió en Pentecostés del 58 y su partida a Roma el otoño del 60; llegando la primavera del 61, y el relato termina en la primavera del 63. En este tiempo escribió las epístolas a Efesios, Colosenses, Filemón y Filipenses.
Si tomamos el arresto de Pablo en Jerusalén en Pentecostés del 58 y retrocedemos, podemos guiarnos por los dichos de Lucas cierta distancia, y luego por los de Pablo. Ya en el viaje que por fin lo llevó a Roma, pasó en Filipos los días de la fiesta de los panes sin levadura anteriores, y allí había llegado de Grecia donde estuvo tres meses. Estos deben haber sido del invierno, pues el viaje a Filipos fue a principios de la primavera. Con esto llegamos al invierno entre el 57 y 58; como escribió Romanos antes de la salida de Grecia[27], su fecha debe haber sido a principios del 58. Parece que Gálatas debió haberse escrito por el mismo tiempo.
Como Pablo fue a Grecia directamente de Macedonia, en ésta debe haber pasado el otoño anterior, y a los Corintios dice de su intención de quedarse en Éfeso hasta el Pentecostés, y pasar el siguiente invierno en Corinto; así debe haber empleado el verano del 57 en Macedonia[28], de donde escribió la segunda carta a los Corintios[29]. Pero la primera fue datada en Éfeso no mucho antes de Pentecostés del mismo año[30], cuando terminó sus labores en esa ciudad. Ahí estuvo dos años y tres meses[31], comenzando su obra a principios del 54.
No tenemos cifras de conexión anteriormente, pero por suposición retrocedemos con un buen grado de probabilidad. Ya que Pablo cita a Priscila y Aquila en Éfeso en su último viaje a Antioquía[32], es casi seguro que pasó por los pueblos entre Antioquía y Éfeso, tomando mucho menos de un año, y si su tercer viaje comenzó el 53, habiendo dado fin al segundo a mediados, o en la primera mitad de ese mismo año; pero al terminar el segundo viaje fue a Antioquía directamente desde Corinto, un viaje de unas dos semanas; y en Corinto se había quedado dieciocho meses[33]. Esto nos lleva a inicios del 52 o finales del 51 con punto de partida para sus labores en Corinto. En ese tiempo escribió las dos cartas a los Tesalonicenses, lo que se comprueba comparando lo que se dice de la llegada de Timoteo y Silas en capítulo 18.5 con 1 Tesalonicenses 3.3-6, que muestra que Timoteo había sido enviado de regreso a Corinto cuando ya estaba escrita la primera carta.
Silas se quedó con Pablo, pero no fue con él cuando salió de Corinto, lo que demuestra que la segunda carta la escribió poco después. Suponemos que pasaron más o menos dos años para que los apóstoles llegaran a Corinto, así que esto sucedió a principios del año 50; y como ese viaje comenzó casi inmediatamente después de la conferencia en Jerusalén sobre la circuncisión, esa fecha es probablemente correcta.
Según Gálatas 1.13, tres años después de la conversión de Pablo, este se fue de Damasco a Jerusalén, y después de catorce años, volvió allí con Bernabé a la conferencia[34]. Si suponemos que estos dos períodos fueron seguidos, pasando diecisiete años desde la conversión de Pablo hasta la conferencia, ésta pudo haber ocurrido en el año 50, lo que dataría la conversión de Pablo en el año 33, aproximadamente.
De todo esto podríamos suponer las siguientes fechas, que no afirmamos sean correctas ya que son solo cálculos aproximados:
A. Fundación de la iglesia, año 30 de la Era Cristiana.
B. Muerte de Esteban, dispersión de la iglesia de Jerusalén y conversión de Pablo, año 36.
C. Regreso de Pablo a Jerusalén tras su conversión, año 39.
D. Trabajo de Felipe en Samaria y bautismo del eunuco, entre años 36-39.
E. Sumersión en agua en la casa de Cornelio, año 41.
F. Fundación de la iglesia en Antioquía, año 42.
G. Primer viaje de Bernabé y Pablo en Antioquía y Siria, año 43.
H. Viaje de Bernabé y Pablo a Jerusalén, muerte de Jacobo, prisión de Pedro y muerte de Herodes, año 44.
I. Primer viaje de Pablo entre los gentiles que duró unos cuatro años. Estadía en Antioquía de Siria, 44 a 50.
J. Conferencia sobre la circuncisión, año 50.
K. Segundo viaje de Pablo, 18 meses en Corinto, de 50 a 53. Allí escribió 1 y 2 Tesalonicenses.
L. Tercer viaje de Pablo, con dos años y tres meses en Éfeso, de 53 a 58. Escribió 1 y 2 Corintios, Gálatas y Romanos.
M. Cuarto viaje de Pablo que comienza en Jerusalén en el 58, prisión en Cesarea hasta el 60, y con el viaje a Roma hasta el 63. Aquí escribió Efesios, Colosenses, Filemón, Filipenses, 1 y 2 Timoteo, Tito, y quizá también Hebreos.
[1] Hebreos 9.15.
[2] Lucas 24.51-52.
[3] Hechos 1.13.
[4] Hechos 9.31.
[5] Hechos 20.7.
[6] Hechos 1.8 VRV60.
[7] Colosenses 4.10-14; Filemón 23-24
[8] Contra Herejías 3.14.1.
[9] Una traducción del siglo VII de un texto griego del siglo II descubierta por Ludovico Antonio Muratori en el XVIII, Ireneo, Tertuliano, Clemente y Orígenes todos apuntan a Lucas, el compañero de Pablo (Filemón 24), quien tal vez estaba con él como médico (Colosenses 4.14).
[10] Hechos 25.12, 26-27.
[11] Hechos 27.24.
[12] Hechos 28.17-29.
[13] Jeremías 21; Zacarías 12; 14; Esdras 9, Salmos 79, Ezequiel 40-48.
[14] Hechos 1.1.
[15] Hechos 1.9-11.
[16] Hechos 1.12-2.47.
[17] Hechos 3.1-8.3.
[18] Hechos 3.1-5.16.
[19] Hechos 6.8-7.60.
[20] Hechos 6.8-8.3.
[21] Hechos 9.1-31.
[22] Hechos 9.32-11.18.
[23] Hechos 9.32-12.24.
[24] Hechos 12.25-14.28.
[25] Hechos 15.1.35.
[26] Hechos 15.36-18.22; 18.23-21.14.
[27] Romanos 15.25-26; Hechos 24.17.
[28] 1 Corintios 16.5-8.
[29] 2 Corintios 1.12; 7.5.
[30] 1 Corintios 16.8.
[31] Hechos 19.8-10.
[32] Hechos 18.19-21.
[33] Hechos 18.11.
[34] Gálatas 2.1.