25. El infierno.
Es el lugar de castigo eterno en fuego. Según Mateo 5.22, 29; 10.28; Lucas 12.4-5, 18.9: Es un “infierno de fuego”; Lucas 13.42-43, “horno de fuego”; Lucas 25.46: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”; Revelación 20.14: “lago de fuego”.
Los materialistas insisten en que el fuego consume y acaba lo que está echado en él y citan Mateo 13.30, 40; por eso, niegan que haya sufrimiento eterno; insisten en que los malos serán aniquilados. Es cierto que el cuerpo físico puede ser quemado y consumido, pero 1 Corintios 15.44, 53 explica que el cuerpo resucitado no será corruptible.
a. Destruir.
Los materialistas citan Mateo 10.28, enfatizando la palabra “destruir”, diciendo que significa “aniquilar”, pero según los léxicos y diccionarios de palabras griegas la palabra “destruir”, “apollumi”, no significa “aniquilar”, sino “arruinar”. W. E. Vine dice: “La idea que comunica no es la de extinción, sino de ruina; no del ser, sino del bienestar”. Por ejemplo, la palabra se usa en 2 Pedro 3.6. La palabra “pereció” viene de la palabra griega “apollumi”, y obviamente no quiere decir “aniquilar” porque el mundo no fue aniquilado en el diluvio, sino que fue arruinado, pues al estar cubierta de agua, la tierra no sirvió para la habitación del hombre. Así también el alma destruida no es alma aniquilada sino arruinada[1]. La palabra perdición proviene de “olethros”, que también significa “ruina”, la pérdida del bienestar.
Cristo no vino a la tierra y sufrió en la cruz simplemente para evitar que el hombre fuera aniquilado. Cristo estaba dispuesto a sufrir una muerte tan horrible para salvar el alma que nunca deja de existir. No hay texto alguno que enseñe que cualquier espíritu, del hombre, del ángel o del demonio, deje de existir. Una vez creado, el espíritu nunca muere, nunca deja de existir. Estará en el cielo con Dios o en el infierno con Satanás.
En Lucas 16.19-31, el hombre rico estaba consciente, recordaba y sufría. Pero si el materialista tiene razón, entonces el rico no habría tenido necesidad de que Lázaro mojara su dedo en agua para refrescar su lengua porque ya se habría aniquilado. Los que niegan el castigo eterno dicen que este texto es una “parábola”. En primer lugar, una parábola no es una fábula. Las parábolas no son mitos o leyendas, sino que hablan de la realidad. Sin embargo, las parábolas no hablan de personas por nombre, y este texto habla de habla de Abraham y un hombre llamado Lázaro.
Los materialistas admiten lo que Jesús dice en Juan 5.28-29, que todos serán resucitados. Sin embargo, enseñan que cuando el hombre muere, puesto que no tiene alma, es aniquilado y deja de existir. Preguntamos: ¿Por qué resucitarlo para volver a aniquilarlo?
b. Eterno.
Los materialistas dicen que el ser echado en el infierno tiene consecuencias eternas porque pierden la vida eterna. Dicen que Jesús no habla de castigar eternamente, sino del castigo eterno; es decir, el resultado de esta clase de castigo sería eterno. Pero si el materialista puede probar que el castigo no es de duración eterna, entonces tampoco se puede probar que la vida con Dios será eterna. De hecho, ni pueden probar que Dios es eterno.
c. Dios de amor y misericordia.
Los falsos maestros dicen que el concepto de un lugar de tormento eterno no es consecuente con el concepto del Dios de amor y misericordia, pero estos simplemente no conocen a Dios. Es muy cierto que es Dios de amor y misericordia, pero también tiene otros atributos[2]. Dios tiene varios atributos. No es solamente amor, bondad y compasión. También es Dios de justicia y de venganza[3]. Muchos no comprenden cómo Dios abomina el pecado. En primer lugar la cruz de Cristo nos dice lo que Dios piensa del pecado, y luego el infierno nos dice la misma cosa. La justicia de Dios, pues, requiere tal castigo del pecado.
Si el sufrimiento fuera aun por cien años, al sufrir por diez años, uno podría decir: “Nada más me faltan otros noventa años”, o si fuera por mil años, después de sufrir 900 años podría decir: “solo me faltan cien años más”, pero eterno significa no tiene fin. Ahora muchas personas están viviendo unos cien años. Creemos que cien años es un tiempo muy largo. Aunque la eternidad abarca mucho más que un millón o un billón de años, no se mide así, simplemente porque ya no habrá “tiempo”. Ya no habrá días, semanas, meses, siglos, milenios, etc. ¡No habrá tiempo! El tiempo “pasa”, pero no “se pasa” la eternidad.
Por eso, debemos temer a Dios y temer este castigo. ¿Qué tememos? ¿Perder el empleo? ¿La quiebra del negocio? ¿El cáncer? ¿El paro cardiaco? ¿La muerte?¿Tememos el infierno? ¿Cómo puede la gente dormir sabiendo que si mueren sin Cristo van a sufrir en el infierno, en el horno o lago de fuego, para siempre? ¿Quién no tiene miedo de ser quemado en un incendio o en algún accidente? ¿Quién no ha visto las consecuencias horribles de la quemadura?
Jesús dice que no debemos temer a los hombres. Debemos temer a Dios, pero también recordar que Él nos ama y nos protege. Los “pajarillos” son los gorriones. Se cazaban, se vendía y se comían. Así es que tenían valor porque es criatura de Dios y la cuida, pero “más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Desde luego, Cristo no nos promete que no seremos dañados físicamente porque ya había dicho que sus seguidores serían azotados e incluso que los matarían. Él promete estar con ellos[4], pero su ayuda sería espiritual[5]. Con la ayuda divina serían “más que vencedores”[6].
La palabra “confesar”, “homologeo” significa “hablar la misma cosa, asentir, estar de acuerdo”. Al confesar a Cristo lo reconocemos como nuestro Señor. Al negarlo uno lo repudia, no lo reconoce como suyo. Sería como el padre que dijera de su hijo: “Este no es mío, no lo reconozco como mío”. Es lo que Pedro hizo. Dijo: “No conozco al hombre”; es decir, no es mi Señor, no es nada, ni lo conozco.
Puede ser peligroso confesar a Cristo como el Hijo de Dios y como nuestro Señor. Si uno teme a los hombres en lugar de temer a Dios, está en gran peligro de negar a Cristo[7]. Lo hace por temor de lo que los hombres piensen, digan o hagan, o simplemente por el temor de ser rechazado. El Señor espera que seamos atrevidos en la defensa de la verdad[8].
En Lucas 12 y el texto paralelo en Mateo 10.32-33, se cita frecuentemente para enseñar que debemos confesar que Cristo es el Hijo de Dios antes de ser bautizados y es muy correcto hacerlo, pero Jesús dice esto en un contexto de persecución y tribulación. Él quiere decir que aunque haya mucha oposición y persecución no debemos temer a los hombres, porque esto puede causar que neguemos a Cristo[9].
Al confesar que Jesús de Nazaret es el Cristo, el Hijo de Dios, estamos confesando que Él es Dios[10]. Ejemplos de esta confesión se encuentran en Lucas 16.16; Juan 6.69; 11.27; 20.28; Hechos 8.37; 1 Timoteo 6.12.
La palabra “evangelio” significa “buenas nuevas”; es decir, por medio del Evangelio de Jesucristo todo pecado será perdonado. Véanse los catálogos de pecados en Romanos 1.28-32; 1 Corintios 6.9-11; Gálatas 5.19-21. Todos estos pecados serán perdonados por Dios si nos arrepentimos, confesamos a Cristo y somos bautizados para perdón de pecados. Los pecados de David, codiciar, el adulterar, matar, fueron perdonados. Los “muchos” pecados de la mujer de Lucas 7 fueron perdonados. Pedro negó a Cristo tres veces pero fue perdonado. Saulo de Tarso persiguió a Jesús pero fue perdonado.
Blasfemar significa “difamar o injuriar, cualquier forma de hablar injuriosa, ultrajante, calumniador”. Este pecado cometido aun contra Jesús tenía y tiene perdón. Le acusaban de ser glotón y borracho; decían que era samaritano, término insultante para cualquier judío, que estaba loco, y que blasfemaba cuando perdonaba pecados. Se describe aun a aquellos que lo crucificaron, como ignorantes[11]. Todos estos insultos, blasfemias e injurias recibieron perdón cuando los culpables obedecieron al evangelio.
Marcos 3.30 explica la blasfemia contra el Espíritu Santo. La blasfemia contra el Espíritu se refiere a lo que los fariseos habían dicho[12]. Lo que ellos decían no era simplemente una calumnia contra Jesús, sino una blasfemia contra el Espíritu Santo. Decían que el Espíritu Santo era Satanás. ¡Esta es la blasfemia contra el Espíritu Santo! Negaban los fariseos que Jesús hizo la gran obra de echar fuera los demonios por el poder del Espíritu Santo. Más bien, según ellos, lo hizo por el poder de Beelzebú, príncipe de los demonios, o sea, Satanás mismo. Al decir esto hablaron o blasfemaron contra el Espíritu Santo, dando a entender que en realidad el Espíritu Santo era un espíritu inmundo.
Dicen los carismáticos que hablamos contra el Espíritu cuando denunciamos sus “señales y prodigios mentirosos”. Esta acusación es completamente necia y absurda. Al decir esto ellos demuestran su profunda ignorancia de las Escrituras[13]. Desde luego, no hablamos contra el Espíritu, sino probamos los espíritus[14]. Isaías 5.20 dice: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!” Es precisamente lo que hicieron los fariseos. Lo que era tan obviamente bueno y de Dios, la vida, el ejemplo, las enseñanzas y las maravillas de Jesús, ellos lo llamaron malo y del diablo. El propósito de ellos era profundamente malicioso. Jesús echó fuera los demonios por el Espíritu de Dios, pero los fariseos estaban resueltos a no creerlo, y se atrevieron a decir que ese poder era en realidad Satanás. Dice el Diccionario de W. E. Vine: “Cualquiera, con la evidencia del poder del Señor ante sus ojos, declarara que era un poder satánico, exhibía una condición de corazón más allá de la iluminación divina, y por ello desesperada”.
No había sacrificio bajo la ley de Moisés para el pecado cometido “con soberbia”. Números 15 describe la expiación para los pecados de “yerro”, pero en el versículo 30 dice: “Pero aquel que obre con desafío ese blasfema contra el Señor, y esa persona será cortada de entre su pueblo”[15]. En esto vemos que el concepto de estar más allá de la salvación no era idea nueva.
Al ver las obras de Jesús y al oír sus enseñanzas, los escribas y fariseos estuvieron en la misma presencia de Dios, pero indicaron que más bien estuvieron en la presencia de Satanás. No hay depravación más profunda que esta.
1) El rico necio (Lucas 12.13-21).
Al ver y escuchar a Jesús la gente podía ver que hablaba con toda autoridad y justicia. Por eso, este hombre creía que le podría ayudar con la cuestión de su herencia. Según la Ley de Moisés el hermano mayor recibía dos terceras partes de la herencia[16]. Este caso parece indicar que no siempre se repartía la herencia correctamente. Es interesante observar que este hombre no pide que Jesús juzgue el caso objetivamente, sino que de una vez decidir el litigio a favor de él.
El hombre de este texto, al igual que la mayoría de los hombres, se preocupaba por su herencia terrenal cuando le convenía preocuparse más por su herencia eterna. Sus asuntos personales eran mucho más importantes que la enseñanza de Cristo sobre asuntos espirituales[17].
Jesús no pide los detalles del caso. No pregunta quién hacía qué. Aunque los rabinos, siendo intérpretes de la ley, sí asumían el papel de jueces, Jesús no se metió en el asunto. Enseñaba la justicia, pero no aceptó el papel de juez o administrador para aplicar o ejecutar las leyes de justicia. Su Reino no es de este mundo[18] y su misión era la de buscar y salvar almas[19]. Él creía en dar a César lo que era de César[20] y este caso perteneció a César. Además, toda la enseñanza de Jesús indica que lo más importante no es la mera reforma política y externa, sino el cambio de corazón. Él hace grandes cambios en el hombre y en la sociedad comenzando desde adentro del corazón del hombre.
Jesús hace una advertencia doble: “Mirad, y guardaos”, como dos alarmas, dos luces rojas que brillan intermitente y constantemente ante nuestros ojos para que pongamos mucha atención, para que tengamos mucho cuidado, como cuidarse de una víbora de cascabel. El apóstol Pablo dice: “Haced morir, pues, los miembros del hombre terreno que hay en vosotros; la fornicación, la impureza, las pasiones deshonestas, la concupiscencia desordenada y la avaricia, que todo viene a ser una idolatría”[21]. Es cuestión de vida y muerte, de matar o ser muerto. Si no la matamos, nos mata a nosotros. Es un “demonio” que esclaviza.
No hay otro peligro más grande en el mundo que la avaricia. Por ser la fuerza motriz de su vida la avaricia destruye un número incalculable de almas, llevándolas al infierno. Jesús aprovecha la petición de este hombre para enseñar una lección sobre la avaricia, el cáncer que destruye el corazón de millones. Si en este caso hubo fraude con respecto a la herencia, alguien obviamente era avaro. Era culpable de la avaricia que, según Pablo, es idolatría, porque toma posesión del corazón que pertenece a Dios y lo convence que debe confiar en riquezas que son inciertas[22]. Jesús nos advierte acerca de este pecado en el llamado “Sermón del Monte”[23]. El remedio se ofrece en los versículos anteriores.
La palabra toda implica que este pecado se manifiesta de varias maneras; es decir, que hay varias clases de avaricia y que toda clase de ella debe ser evitada. Para ser discípulos de Jesús es indispensable que uno destruya la vida avariciosa, que quite ese ídolo del corazón.
Jesús pronuncia una advertencia solemne. Tenga cuidado, guardarse de toda avaricia porque hay mucha diferencia entre el “vivir” y el “tener posesiones”. El vivir no es el poseer. El vivir no depende de lo que uno posea. Para muchos la vida es precisamente esto: “La abundancia de los bienes que posee” y la comodidad y el placer que les traen. Sin embargo, la vida del hombre no consiste en las cosas materiales. No son parte integral de la vida y es un equívoco grande dejar que estas controlen la vida. Muchos son muy pequeños con riquezas. Otros son muy grandes sin riquezas.
Por eso, Jesús apunta al hombre hacia una posesión más valiosa que la que él buscaba, la vida abundante, la vida verdadera[24].
La Avaricia: “Pleonexia”. Esta palabra significa la sed de tener más. Ropa, zapatos, botas, joyería, muebles, automóviles, motos, más dinero para restaurantes, viajes, vacaciones, dinero para consentir a los niños, para poder contraer más compromisos y deudas.
Dice el Diccionario de W. E. Vine: “Codicia o avaricia, lit., un deseo de tener más (pleon, más echo, tener), siempre en mal sentido, se usa de una manera general en Marcos 7.22 (plural, lit., ‘avaricias’… esto es, las varias formas en que se revela la avaricia; Romanos 1.29; Efesios 5.3; 1 Tesalonicenses 2.5. En otros pasajes se usa, (a) de posesiones materiales, Lucas 12.15; 2 Pedro 2.3; 2 Corintios 9.5 (RV, ‘de mezquindad’)…Adjetivo: Pleonektes… ansioso de posesiones, codicioso, 1 Corintios 5.10-11; 6.10; Efesios 5.5… aphilarguros… 1 Timoteo 3.3 ‘no avaro’, ‘ajeno a la avaricia’; Hebreos 13.5 ‘sin avaricia’”.
La avaricia significa, pues, el deseo de tener más, lo más nuevo, lo más moderno, lo que otros tienen, de tener algo diferente, etc. Básicamente, la avaricia es la actitud impropia hacia cosas materiales. En varios textos la avaricia está asociada con la inmundicia y los vicios más perversos: Romanos 1.29-31; Efesios 5.3-5; Colosenses 3.5-9; 2 Pedro 2.1-3. Por eso, es necesario tomar muy en serio este mal.
¿Cómo sabemos si somos culpables del pecado de la avaricia?
a) Tener dos trabajos o más cuando no es del todo necesario.
b) Tener un negocio que nos obliga a fallar a los servicios, aun a los dos servicios el domingo.
c) Obviamente hay hermanas que tienen que trabajar fuera del hogar, pero hay hermanas que lo hacen simplemente para tener más y mejor aunque tengan que dejar a sus pequeños con otros durante las horas del trabajo. Quieren una mejor casa, automóvil, más dinero para los niños, más vacaciones. Algunas trabajar fuera del hogar porque no les gusta el papel de “ama de casa”[25].
d) Trabajar ilegalmente en país ajeno para ganar más dinero.
e) Defraudar en el trabajo: Robando mercancía, herramientas; no trabajando las ocho o diez horas que deben trabajar. Incorrectos en los tratos con patrones o clientes[26].
f) No ofrendar según Dios nos haya prosperado[27].
g) No compartir con hermanos necesitados[28].
h) El anciano no puede ser avaro[29].
i) Pablo enseña que el amor al dinero es la raíz de todos los males; es decir, es conectado con la práctica de todo pecado que se puede nombrar[30].
El remedio:
a) No estimular sino suprimir los deseos[31]. Decimos que “necesitamos” cuando nada más “queremos”. Debemos identificarnos y asociarnos con los más humildes[32].
b) Estar contentos con lo básico[33]. Hay que aprender a contentarnos[34].
c) Ser ricos en buenas obras[35].
d) Honrar a Dios con los bienes[36].
Este hombre no era condenado por ser rico. Abraham era “riquísimo”. Job era muy rico. Dios prospera a su pueblo[37].
Este hombre no es acusado de ser deshonesto. Que sepamos no defraudó a nadie. Seguramente no era perezoso, sino que tuvo que trabajar con diligencia para ser tan exitoso. Se supone que tuvo que ocupar gente.
El tuvo que ser hombre inteligente para ser tan exitoso, pero la parábola revela que ignoraba muchas cosas importantes.
Uno de sus equívocos serios fue: “Pensaba dentro de sí”, en lugar de consultar con Dios. Desde luego, si uno solo piensa “dentro de sí”, hará planes para dar gusto a sí mismo.
Otro equívoco grave. Dijo que no tenía dónde guardar sus frutos, pero había muchos lugares donde guardarlos, en los hogares de los necesitados. Este equívoco indicaba que este hombre no sabía nada de generosidad. No sabía nada de responsabilidad hacia los necesitados. No se pregunta a sí mismo: “¿Dónde puedo servir a Dios mejor con mi dinero? ¿Quiénes serán los más necesitados? ¿Dónde puedo llevar más fruto para Dios? ¿De qué manera puedo honrarle con mis bienes?”
Parece que entre más el Señor le multiplicaba sus bendiciones, más creció su avaricia.
Hablaba de “mis frutos”, pero no eran “sus frutos”. No somos dueños de nada. Somos simplemente mayordomos de los bienes que Dios nos presta para ser usados en su servicio. Y todos daremos cuenta de nuestra mayordomía[38].
Él dice: “Esto haré”. Él tomó una decisión, desde luego, a favor de sí mismo, sin tomar en cuenta la voluntad de Dios y la necesidad de otros. Pensaba construir graneros más grandes, para tener más para sí mismo. Su único pensamiento era almacenar en lugar de dar, ayudar, repartir.
A este hombre se le llama “necio” porque era ciego a la fuente de sus bendiciones. El dice “yo”, “mis” repetidas veces sin dar gracias a Dios. Si no reconocemos a Dios como la fuente de bendiciones, no las usaremos conforme a la voluntad de Dios. Esto es precisamente lo opuesto a Lucas 9.23.
Él pensaba que “tenía” bienes, pero en esto estaba bien equivocado. Dice: “Alma, tienes graneros llenos”, pero su alma no tenía interés alguno en sus graneros. El alma no se alimenta con lo que se guarda en graneros.
Dijo: “muchos bienes tienes”, pero en lugar de tener muchas riquezas, en realidad las riquezas le “tenían” a él; es decir, en lugar de ser el dueño de riquezas, las riquezas se adueñaron de él. En lugar de poseer muchos bienes, los muchos bienes poseyeron a él. No era el dueño; más bien él era la “posesión” y la víctima del dios llamado Mamón[39].
¡Qué jactancioso era este hombre! “Muchos bienes tienes guardados para muchos años”. Muchas personas apenas jubiladas, sufren una embolia o paro cardiaco. Esto no es nada raro. Ya iban a realizar su sueño dorado, pero en lugar de disfrutarlo viven tirados en cama o se llevan al panteón.
Pero muchas personas ricas sí logran su sueño reposar, comer, beber y regocijarse por muchos años. Trabajan duro, invierten sabiamente, se cuidan, y al jubilarse tienen buena salud, mucho dinero y disponen de tiempo para viajar, divertirse, visitar a sus familiares y amigos, etc., pero un día envejecen y tienen que morir. Se puede decir que en un sentido ganaron el mundo[40], pero “¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Quizá vivieron felices por 10, 20, 50 años o más, pero al morir fueron con el rico de Lucas 16.23-24.
El “rico necio” de nuestro texto[41] no miraba más allá de este mundo. Hizo todo sobre la base de la vida en este mundo. Se preocupaba por acumular tesoros en un mundo que tuvo que dejar y no se preocupaba por acumular tesoros en el mundo adonde iba. Millones hacen lo mismo.
Dice: “Alma, repósate, come, bebe, regocíjate”, pero otro equívoco serio de este hombre era que él vivió solamente para el hombre exterior, no para el hombre interior[42].
Otro de los muchos equívocos de él era que se creía dueño no solamente de sus graneros, sino también del tiempo mismo. Creía que tenía control sobre los dos, pero estaba muy equivocado[43].
Se puede concluir que ante los ojos de Dios todos los que imitan a este hombre rico, viviendo solamente para los placeres y comodidades de esta vida, son “necios”. Los que no viven para el espíritu, sino solamente para la carne son “necios”[44].
“¡Esta noche!” La muerte del hombre carnal es una experiencia “de noche”, experiencia de “oscuridad” y triste, pero para los fieles es una experiencia de día, llena de luz.
Él dijo: “Mi alma”, pero el Señor tomó posesión de ella para llevársela[45]. Dijo: “mis bienes”, pero los perdió todos[46].
Sin duda el mundo decía que este hombre rico era hombre muy exitoso, sabio y prudente. Imagínese las noticias en los diarios y en la televisión de la muerte de tales hombres ahora. Pero Dios, dijo: “Necio”. El mundo no aborrece la avaricia, pero Dios sí.
Este hombre rico fue llevado a un mundo donde no hay placer. Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios. Si Jesús hubiera instruido a este hombre, sin duda le habría dicho lo mismo que dijo al joven rico[47].
2) Lo realmente importante (Lucas 12.22-34).
“Afanarse” viene de la palabra griega “merimna”, probablemente relacionada con “merizo”, que significa “atraer en diferentes direcciones, distraer”, y por ello significa “aquello que causa esto, un afán, especialmente ansioso”[48], “preocupación”; “ansiedad”. El adjetivo “amerimnos” significa “libre de cuidado”[49].
Es normal y aceptable que nos preocupemos por la familia[50]. También debemos preocuparnos por el bienestar espiritual de los hermanos[51]. Pero en Lucas 12.22-31, Jesús se refiere a la falta de fe en sus discípulos; es decir, el preocuparnos por lo que comeremos o lo que vestiremos indica falta de fe en la providencia de Dios. En el texto de Mateo 6.25-34, Jesús dice: “Por tanto os digo: No os afanéis”. Las palabras “por tanto” indican una conclusión de lo que había dicho en Mateo 6.19-24, en los cuales nos da tres razones muy buenas por las cuales debemos poner plena confianza en Dios y no en cosas materiales:
a) Los tesoros de este mundo no son confiables porque son perecederos, no duran.
b) Si el ojo es avariento, toda la vida está llena de oscuridad.
c) Es imposible servir tanto a las riquezas y al mismo tiempo servir a Dios, porque cada esclavo tiene solamente un amo.
No debemos preocuparnos en cuanto a qué comer, qué beber o qué vestir. Esta “vida” es la que vivifica el cuerpo, saliendo esta vida el cuerpo queda muerto. La vida es mucho más importante que el alimento que la sostiene, como también el cuerpo es mucho más importante que la ropa que lo cubre. El primer argumento de Jesús fija las prioridades.
Dios nos da la vida y el cuerpo en que vive. Él sabe que no somos máquinas, ni tampoco ángeles, y que necesitamos de alimento y ropa. La vida es importantísima, una verdadera dádiva de Dios de sumo valor. Si Dios nos da una dádiva tan preciosa, ¿no la sostendrá? Si nos da cuerpo que es el templo del Espíritu Santo[52], ¿no le proveerá ropa?
El propósito de la vida no es simplemente comer y beber, ni es el propósito del cuerpo simplemente vestirse. Estas son cosas necesarias pero son cosas secundarias. La vida existe en el cuerpo para servir a Dios, para glorificarle, para avanzar los asuntos de su reino y su justicia. Son deseos secundarios. Es verdad que deseamos comer, beber y vestirnos, pero estos deseos, aunque sean básicos, no son los deseos más importantes de la vida. Satisfacemos estos deseos para poder satisfacer otros deseos mucho más importantes. Aun los animales tienen el deseo de comer y beber, pero los hombres somos hechos a la imagen de Dios[53], y tenemos otros deseos superiores.
Somos enseñados por las aves. El hombre tiene dominio sobre los animales y las aves[54], pero las aves nos enseñan. Debemos observarlas y aprender de ellas. No saben nada de agricultura, no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, ¡pero no están llenas de ansiedad!, porque nuestro Padre celestial las alimenta. Dios cuida de los cuervos aunque bajo la ley de Moisés eran aves inmundas[55].
Desde luego, Jesús no condena el trabajar. Muchos textos enseñan la necesidad de trabajar[56]. El hombre trabajó en el huerto de Edén, antes de pecar[57]. El trabajo no es un castigo sino una bendición. El hombre fue creado para trabajar, pero no para afanarse. Las aves trabajan. Dios “las alimenta”. El provee la comida y las aves aprovechan esa provisión, trabajando para comer. Jesús no dice: “No trabajan las aves”, porque sí trabajan, pero trabajan sin afán, aunque no recogen en graneros. No tienen nada almacenado para mañana. No se preocupan por el día de mañana. Cuánto más debemos evitar el afán, porque no solamente trabajamos, sino también recogemos en graneros, hacemos provisión para el futuro[58]. Es necesario trabajar, pero ¡qué lástima que para muchos el trabajar es pura molestia! No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. 1 Timoteo 5.8 enseña que es necesario trabajar y proveer para la familia.
Tampoco condena el recoger en graneros. El hombre debe sembrar, segar y recoger en graneros, pero sin angustiarse. El problema es que aunque el hombre recoja en graneros, aun así sigue preocupado por cosas materiales.
El pensamiento principal se expresa en la pregunta, “¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” Las aves fueron creadas para el beneficio del hombre. Vivirán solamente en este mundo, pero el hombre, hecho a la imagen de Dios, es superior a las aves, por lo cual Dios no dejará de alimentarnos.
La palabra “estatura” puede ser traducida de las dos maneras:
a) La palabra “estatura” coincide mejor con el “codo”[59]. Además, la palabra “helikia” se traduce “estatura” en Lucas 19.3. Sin embargo, en Salmos 39.5 dice literalmente: “Tú has hecho mis días como palmos”[60]. El palmo equivale generalmente el ancho de la mano extendida, desde el pulgar hasta el meñique. Por eso, si la palabra “helikia” se traduce “edad”, la cual se mide por “codos”, no será el único texto que mide la vida con una medida física.
b) “Edad”, o curso de vida, es también traducción correcta. La Biblia de las Américas dice: “curso de su vida”. Dice La Versión Moderna: “lo largo de su vida”. La Versión Hispanoamericana dice: “prolongar su vida”. Como ya hemos visto, la Biblia misma mide nuestros años con una medida física. Y la palabra “helikia” se traduce tanto “edad” como “estatura”. El contexto tiene que decidir, y relativamente pocas personas se preocupan por su estatura, pero casi todos se preocupan por prolongar su vida. La palabra que he traducido “duración de su vida” puede referirse a la edad o a la estatura. Así Zaqueo era pequeño de estatura[61], pero Sara había pasado la edad de concebir[62]. El hombre nacido ciego, sanado por Jesús, había alcanzado la edad de la madurez legal[63]. Aquí en Lucas 12.25 la RV 1960 tiene “estatura”. Pero en el contexto presente es ese sentido no es probable por dos razones:
i. Añadir esta cantidad se dice aquí que es una cosa “pequeña”. Añadir un codo a la duración de la vida de setenta u ochenta años no sería mucho, pero llegar en realidad a tener cuarenta y seis centímetros más de estatura no puede considerarse un logro más bien pequeño; y
ii. ¿Quién, sino quizás un enano, desearía impacientemente añadir esa cantidad a su estatura?
Jesús enseña que debemos poner la confianza en Dios y no vivir preocupados. Pero si alguien insiste en vivir ansioso, que conteste la pregunta: ¿De veras ayuda el afán? Por lo contrario, nos perjudica tanto física como espiritualmente. La “ansiosa inquietud”[64] puede causar dolor de cabeza, úlceras en el estómago, alta presión de sangre y toda clase de mal nervioso. Recuérdese que la idea básica de la palabra “afanarse” es “distraerse”; por el afán uno queda distraído, por ejemplo, en el trabajo y en otras actividades importantes. Lo peor es que también se distrae espiritualmente y como todos saben no debemos distraernos si queremos correr la carrera hasta el fin y ganar el premio. Si el afán no ayuda, y por lo contrario, causa mucho daño, ¿por qué persistimos en afanarnos?
Pero no solamente nos enseñan las aves, sino también aun las flores. Las aves, aunque trabajan, no viven con “ansiosa inquietud”, pero las flores ni trabajan. Aunque trabajemos y aun recojamos en graneros, nos preocupamos por la ropa, pero Dios viste a lirios, que no trabajan, con vestimenta más gloriosa que la de Salomón. No tiene sentido, pues, que nos preocupemos. En cuanto a la hierba hay otro factor: La brevedad de la existencia, la hierba existe por muy pocos días, y es de muy poco valor, pues se echa como leña a los hornos. Sin embargo, a pesar de todo esto, Dios la viste.
Jesús razona desde lo menor a lo mayor, es decir, habla de cosas de menos valor para ilustrar el cuidado de Dios de su pueblo. Si cuida de estas cosas, ¿no cuidará de nosotros?[65]
Jesús acusa a sus discípulos de ser “hombres de poca fe” en Mateo 8.26, por no confiar en Él durante la tempestad; acusa a Pedro de tener poca fe cuando andaba sobre las aguas, pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse[66]; a los discípulos cuando hablaron de no haber traído pan[67]; y a los discípulos de ser una “generación incrédula”, cuando no pudieron echar fuera el demonio[68].
Los del mundo viven afanados por las cosas materiales porque no conocen a Dios, no confían en Él y creen que todo depende de ellos mismos. No seamos como ellos. Nosotros sí creemos en Dios. Creemos que es el Creador, y que provee para todas sus criaturas, mayormente para sus hijos. No creemos que todo dependa de nosotros mismos. Trabajamos, pero Dios pone los medios. Hace que el sol salga día tras día, y manda las lluvias, y hace que la tierra sea fértil y que la simiente sembrada fructifique. No estamos solos. No somos mundanos. No somos paganos. No actuemos, pues, como los del mundo[69].
Jesús nos ha dado muy buenas razones. Solo resta que le creamos y que seamos convencidos. Él tiene razón. Son argumentos buenos. Recordemos siempre que nuestro “Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas”. Él nos hizo. Sabe que no somos ángeles, y que no somos máquinas. Necesitamos de comida y ropa.
El remedio: “Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas”. Pongamos primero lo que debe ser primero. El empleo o el negocio son importantes, y son una gran bendición de Dios, pero no deben ocupar primer lugar en nuestra vida. La asistencia de muchos hermanos a los servicios de la iglesia es afectada por el empleo o el negocio. En realidad la iglesia no está de primero en sus vidas. Dicen: “Pero hay que trabajar”. Cuidado con esta actitud, porque implica que Dios nos da un empleo que impide o estorba nuestro servicio a Él. Dios provee muchas oportunidades a sus hijos para ganarse la vida que no obran en contra de la asistencia a los servicios. Muchos deben huir de la avaricia. Debemos estar conscientes de nuestras prioridades y nunca dar la atención primaria a las cosas segundarias. Debemos preocuparnos por las asuntos del Reino[70]. Debemos seguir el ejemplo de los macedonios, que “a sí mismos se dieron primeramente al Señor”[71].
Mateo 6.34 agrega otro pensamiento muy importante: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”. El día de ayer es como un “cheque cancelado”; mañana no existe. Solamente tenemos hoy, este momento; por eso, no conviene tratar de cruzar el puente antes de llegar a él. En Marcos 16.3-4, las mujeres querían ungir el cuerpo de Jesús, pero estaban preocupadas: “¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande”. Así sucede muchas veces en la vida, lo que nos preocupa ni siquiera será problema, excepto en la imaginación. Muchos viven afanados por causa de dificultades que nunca ocurren. Esto es afanarse por el día de mañana, cosa que Jesús prohíbe.
Recordemos el ejemplo de María y Marta. Marta estaba “afanada y turbada” con muchas cosas, mientras que María estaba a los pies de Jesús escuchando su palabra. Dice Jesús: “María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”[72].
Los fariseos respiraban amenazas contra Cristo, pero Él asegura a sus apóstoles que el Reino sería una realidad. En realidad Satanás y sus enemigos estaban llevando a cabo el plan de Dios al crucificar a Cristo, porque su muerte fue el precio de nuestro rescate. El Reino se estableció el día de Pentecostés[73].
En Lucas se enfatiza mucho la mayordomía y la generosidad. Pedro dice: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido”[74]. Jesús no está diciendo que literalmente todo cristiano debe vender toda posesión y darla a los pobres. Aun después de Hechos 4.34-37 vemos que una hermana fiel tenía una casa[75]. En esta casa oraban por Pedro. También leemos de varias iglesias que se reunían en las casas de los hermanos[76]. Por eso, este texto debe entenderse a la luz de 1 Corintios 16.1-2; 2 Corintios 8, 9; Efesios 4.28; 1 Timoteo 6.17-18; 1 Juan 3.17; Santiago 2.14-26. Cristo no quería que los discípulos quedaran totalmente destituidos de sus posesiones para luego ser una carga para otros. La lección principal es que no seamos como el sembrador rico de la parábola de Lucas 12.16-21 que guardaba sus cosechas solamente para sí mismo.
Las “bolsas que no se envejezcan” son el “tesoro en los cielos que no se agota”. Este texto nos enseña a poner nuestra confianza en Dios, y no en cosas materiales. Jesús no condena la posesión sino el mal uso de bienes materiales. El “corazón” del asunto es el corazón. Si tenemos “limpio corazón”, buscaremos tesoros celestiales.
Los tesoros en la tierra no son duraderos. La polilla destruye la ropa. Entre las riquezas materiales mencionadas en la Biblia, frecuentemente se menciona la ropa[77]. Una gran parte del tesoro terrenal de mucha gente, aun de hermanos en Cristo, es la ropa. Es increíble que hermanos gasten tanto dinero en ropa y en otras cosas para adornar el cuerpo como joyería, cosméticos y perfumes. El problema ahora no es tanto la polilla, ni tampoco de que se envejezcan, sino el fastidio. La ropa, la joyería, los zapatos, etc., pierden su atracción después de usarse unas cuantas veces, y hay que comprar más. Los israelitas tenían que llevar su ropa durante cuarenta años[78], pero hay cristianos que no quieren llevar la misma ropa ni cuarenta días sin aburrirse de ella. Es verdad que muchos regalan ropa a otros, pero no por ser benévolos, sino para tener excusa para comprar estilos nuevos. ¡Donde esté la moda, allí estará el corazón!
Mateo habla de la herrumbre que destruye. Todos los productos metálicos automóviles, aparatos eléctricos, maquinaría, con el tiempo se dañan, se acaban o quedan enmohecidos, oxidados, arruinados.
Los ladrones literalmente “minaban” las casas de adobe para robar. Ahora se usan cadenas, chapas, candados, y toda clase de seguros. Muchas personas instalan en sus automóviles sistemas de seguridad que suenan alarmas de varias clases, y los ladrones se divierten robando tales sistemas de los automóviles para venderlos junto con el auto, o por separado, a otros. Es bueno cerrar con llave el carro y está bien “asegurar” con rejas las puertas y ventanas del negocio y de la casa, pero ¿quién cree que tales cosas en verdad “aseguran” nuestros tesoros terrenales?
Ratas, ratones, y termitas. Se puede agregar a lo que Jesús dice una lista larga de otros “destructores”: Los deslizamientos, incendios y tormentas destruyen propiedades que valen millones de dólares. Las ratas y ratones destruyen el grano. Las termitas son cien veces más destructivas que los incendios y tormentas, pues en poco tiempo destruyen casas de madera casi nuevas. Parece que para este insecto toda especie de madera es sabrosísima y la come con un apetito insaciable.
Otra cosa que Jesús no menciona es la falta de seguridad en los bancos y otras casas financieras. Muchísimas instituciones de esta clase han caído en bancarrota. ¡Cuántas personas pierden los ahorros en esta manera! Y desde luego muchas empresas quiebran, y la consecuencia es desastrosa para los ricos que pierden su inversión y para los pobres que pierden su empleo. Una causa mayor de las quiebras son el fraude y la corrupción.
Hay muchas otras cosas destructivas. Con las cosas mencionadas aquí no se termina la lista de fuerzas destructivas. La conclusión de todo esto es que los tesoros de la tierra no duran, son muy pasajeros. ¿Qué tan inteligente es, pues, dedicar la vida a acumular cosas de tan poca duración? Además, aunque se guardaran muchas posesiones por cien años o más, “¿qué aprovecha al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”[79]
¿Y al morir qué pasa? "Tendré que dejar a otro" todo aquello que haya hecho o acumulado. El hombre trabaja con sabiduría, y con ciencia y con rectitud para “dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello... ¿Qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol?”[80]. El hombre trabaja como esclavo, se vuelve casi loco con afán, y ¿para qué? Para dejar todo a otro que no trabajó nada por ello. Por ejemplo, el rico acumula una fortuna, y cuando muere, su viuda se casa con otro que solamente tiene que entrar en la casa, colgar su sombrero y disfrutar del trabajo de otro. Así es la locura de acumular bienes aquí en la tierra.
¿Cómo afecta el corazón el acumular tesoros? Dios quiere el corazón. El primer mandamiento es “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”[81]. El corazón incluye el intelecto, la voluntad, las emociones y la conciencia. Requiere mucho tiempo, trabajo, y atención personal para acumular tesoros en la tierra. Por eso es muy peligroso hacerlo, porque esto significa que el corazón, que debe pertenecer a Dios, pertenece más bien a lo terrenal. Podemos saber si estamos trabajando para fines terrenales o para fines celestiales, porque es cuestión de simplemente observar cómo se usa el tiempo, de qué se habla[82], cómo se usan los recursos, etc. ¡Cuántos cristianos se ven aburridos en los cultos, pero al hablar de su trabajo y sus negocios están muy animados!
La piedad con contentamiento es gran ganancia. El corazón contento es corazón agradecido. No hay ganancia material que se pueda comparar con el contentamiento. Los soldados preguntaron a Juan: “Y nosotros, ¿qué haremos?... contentaos con vuestro salario”[83]. ¡Cuántos hombres buscan, pero no hallan el contentamiento!
No se puede nombrar un solo pecado que no se haya cometido por el amor al dinero. El amor al dinero ha motivado a los hombres y mujeres a cometer todo pecado que haya en el mundo. ¡Este pensamiento es alarmante! Nos debe despertar y hacernos conscientes del peligro de querer acumular bienes materiales.
El remedio es no poner la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Dijo Job: “Si puse en el oro mi esperanza, y dije al oro: Mi confianza eres tú; si me alegré de que mis riquezas se multiplicasen, y de que mi mano hallase mucho... habría negado al Dios soberano”[84].
El corazón está ligado al tesoro, y no puede estar en dos lugares. Si los tesoros están en la tierra, el corazón estará aquí; si los tesoros están en el cielo, el corazón estará allí.
¿Cómo podemos tener tesoro en los cielos? Debemos ser generosos, dadivosos[85]. Recordemos siempre que Dios dice: “Mía es la plata, y mío es el oro”[86]. Debemos siempre servir a Dios con “nuestros” bienes materiales, porque en realidad son de Él[87]. ¡Somos solamente mayordomos! Si tenemos las escrituras de alguna propiedad, casa, empresa, etc., recordemos que un día muy pronto tales escrituras están en manos de alguien más; la propiedad tendrá otro “dueño”. Acumulamos tesoros en el cielo si ayudamos a los pobres, a los hambrientos, a los sedientos, a los encarcelados, a los huérfanos y a las viudas, etc.
Los que ayudan económicamente a los evangelistas acumulan tesoros en el cielo[88]. Es fruto que abunda en “vuestra cuenta”, en el cielo, en el banco celestial. Dios nos permite depositar dinero en su banco.
Los tesoros guardados en el cielo no se destruyen. Ni la polilla ni el orín corrompen, y ladrones no minan ni hurtan. Por lo tanto, seamos ricos “para con Dios”[89] en lugar de hacer tesoro para nosotros mismos.
26. Velando (Mateo 24.42-51; Marcos 13.33-37; Lucas 12.35-48).
Los cristianos debemos estar completa y constantemente preparados para el retorno del Señor[90].
Mateo habla acerca del peligro de que los ladrones entren a la casa. El peligro estaba en que los ladrones podían, si la gente no estaba vigilante, romper una pared, ya que las casas eran hechas de adobe y los tesoros eran guardados generalmente en la casa.
Marcos y Lucas hablan más bien de la salida del amo y cómo los siervos debían esperar.
No sabemos si Lucas divide la noche en vigilias según el sistema de los judíos o el de los romanos, Marcos no se preocupa mucho por esto y lo divide en “atardecer, media noche, cantar del gallo y la madrugada, mientras que Lucas habla de la segunda y tercera vigilias, pero esto es de poca importancia.
Marcos no dice el motivo de la ausencia del señor, pero Lucas habla que anda en una boda. Para entender esta enseñanza recordemos que las bodas orientales duraban semanas, si no meses, y a veces no tenía tiempo exacto para terminar. Por eso, los huéspedes ricos estaban fuera de su hogar por mucho tiempo. Los siervos no podían saber exactamente cuándo regresarían. Podía llegar a cualquier hora del día o de la noche, y tenían que estar pendientes para recibir a su señor cuando llegara. De la misma manera no debemos vencidos por el sueño cuando Cristo vuelva[91].
Al llegar la noche en lugar de acostarse para dormir, los siervos ceñían su ropa para estar preparados a salir a recibir a su señor y tener todo listo para darle una bienvenida calurosa. Tenían que estar alerta, siempre listos.
Entonces al llegar el señor y al ver cómo sus siervos se habían negado a sí mismos y que estaban listos para recibirlo y atenderlo, estaría muy agradecido y les diría que se sentaran a la mesa para comer la comida o cena que habían preparado para él, lo opuesto del caso de Lucas 17.7-8.
En cuanto a estar siempre listos, compárese también la parábola de las diez vírgenes[92], que contiene una lección similar.
No habrá señales que anuncien la segunda venida de Cristo. Las señales de Mateo 24.6-7 anunciaron la venida de la destrucción de Jerusalén, no de la segunda venida del Señor, como enseña la mayoría.
Jesús dice que “el Hijo del Hombre vendrá”[93]. Imagínese la confusión en la mente de los apóstoles al oír estas palabras. Ellos no podían creer que iba a salir. No podían comprender que iba a morir y volver al Padre. Sin embargo, cuando Jesús ascendió al cielo en presencia de los apóstoles, dos ángeles les dijeron: “Galileos, ¿por qué se quedan mirando al cielo? Este mismo Jesús que ha sido llevado al cielo, volverá de la misma manera que lo han visto irse”[94].
a. El siervo fiel y prudente (Mateo 24.45-51; Lucas 12.41-46).
La palabra “fiel” indica que el siervo cree en su maestro, que su palabra es buena, y que su servicio es digno. La palabra “prudente” indica que el siervo es un fiel mayordomo, haciendo uso correcto de los recursos dejados a su cargo. Este siervo era puesto como mayordomo sobre la casa de su señor para proveer el alimento diario de los demás siervos y dirigir la casa en todo durante la ausencia del señor. Les dio su alimento “a tiempo”, es decir, según las horas indicadas por el señor, como si este estuviera presente. No descuidó su obligación diciendo: “El señor está ausente” o “mi señor tarda en venir”, etc.
Jesús enseña la necesidad de la preparación, refiriendo una sencilla parábola, pero hay una semejanza entre esta parábola y las obligaciones de los ancianos de una iglesia local, porque estos cuidan de la casa del Señor. Los maestros y evangelistas dan alimento a los siervos del Señor; así es que este texto tiene una exhortación fuerte para ellos también. Deben dar solamente el alimento que su Señor provee, la sana doctrina, “a tiempo”, es decir, cumplidamente, con toda constancia y fidelidad.
La fidelidad y la prudencia de este siervo tenían que ver con su responsabilidad hacia sus consiervos. No podemos hablar de nuestra preparación para el encuentro con el Señor sin mencionar nuestro deber hacia nuestros hermanos.
El señor le puso sobre su casa y salió. Por un tiempo estaba ausente. Esta es la prueba verdadera de la fidelidad y de la prudencia: ¿Qué hacemos por el Señor durante su ausencia? Compárese el comportamiento de los niños cuando no están los padres, el comportamiento de los trabajadores cuando no está el patrón, etc.
Al venir el Señor, el mayordomo no debe estar hablando acerca de hacer su voluntad, sino haciendo su voluntad. La única manera de gozar de esta bendición es hacer su voluntad con constancia[95].
La causa principal de su rebelión contra su señor fue que el siervo dijo: “Mi señor tarda en venir”, pero el problema era que no sabía cuánto tiempo tardaría. Sin duda esta es una causa principal de la maldad hoy en día; la gente no cree que el Señor vendrá pronto, ni siquiera durante su vida.
No habrá señales que anuncien la segunda venida de Cristo y, por lo tanto, hay mucho peligro en suponer que el Señor tardará su venida por un tiempo largo indefinido. Dice Pedro que el Señor tarda en venir porque es paciente y nos da tiempo para arrepentirnos y prepararnos[96].
¿Qué pasa si los siervos de Dios no recuerdan que el Señor puede venir en cualquier momento? Comienzan a maltratar a sus consiervos[97]. Al hacer esto este mayordomo infiel no quiere imponer la voluntad de su señor, sino su propia voluntad, y comienza a ser abusivo de sus consiervos para que le estén sujetos.
¿Cómo se mide nuestra fidelidad y prudencia hacia el Señor? Por nuestra actitud y conducta hacia nuestros consiervos[98]. Los que consumen alcohol pierden la sensibilidad y son aun más abusivos. A veces los miembros rebeldes, déspotas e imponentes de la iglesia, no solamente vuelven a la bebida, sino también a la fornicación y otros vicios. Profesaban ser muy fuertes, muy estrictos y muy exigentes, como si tuvieran mucho celo por el Señor y la voluntad de Dios, pero en realidad eran prepotentes y solamente querían imponer su voluntad sobre los otros.
Pero, ¡qué todos tomen nota de esto: El Señor vendrá! Además, vendrá “en día que este no espera, y a la hora que no sabe”, y lo castigará duramente, o como dice en el margen de la LBLA: “Lo cortará en dos”, y pondrá su parte con los hipócritas. El siervo fiel y prudente fue bendecido, y el siervo malo fue castigado.
En este texto y en las parábolas de las diez vírgenes y los talentos, algún personaje importante está ausente por un tiempo, y luego vuelve cuando no es esperado. Muchos se engañan solos creyendo que la demora del Señor les da licencia para continuar en el pecado. Tal idea les llevará a un destino trágico. ¡Cuidado con la palabra “mañana”! Satanás convence a muchos que Dios no existe. A otros convence de que no es necesario obedecer el Evangelio. A otros convence de que no hay infierno. Pero la mayoría de los que son ganados por Satanás se ganan con la creencia de que no hay urgencia, que todavía hay mucho tiempo y, por eso, que se puede obedecer “un día de estos”.
Estas parábolas sobre la preparación nos enseñan lecciones importantes:
1) Hasta que venga aquel personaje importante, ciertas personas tienen cierta responsabilidad.
2) Los fieles reciben alguna recompensa y los infieles son castigados.
3) Por lo tanto: Los que esperan deben tener actitud vigilante, ser cumplidos, preparados.
Pedro se muestra preocupado sobre el destino de la parábola. Jesús no le contesta directamente, pero ellos tendrían que dar cuenta de su mayordomía como apóstoles escogidos y bendecidos por Cristo.
Los apóstoles deberían revisar en sí mismos en esta pregunta, porque Jesús les dio autoridad por la cual ellos se encargarían del ministerio de la reconciliación y de dirigir los asuntos de la Iglesia. Los russellistas hablan blasfemia al decir que “el mayordomo fiel y prudente” era el pastor Russell o el “Juez” Rutherford, que enseñaron que Cristo vino invisiblemente en el año 1914 y niegan la venida visible de Cristo enseñado en Hechos 1.9-11; Revelación 1.7, etc. Pedro habla de burladores que dicen: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación”[99].
b. La recompensa de Dios (Lucas 12.47-48).
Bajo la ley de Moisés, ¿eran inocentes los que pecaron “sin hacerlo a sabiendas”?[100] Sin embargo, Números 15.27-31 hace una distinción clara entre el pecado “por yerro”[101] y el pecado “con soberbia”[102].
Jesús enseña que el juicio será más severo para algunos que para otros[103]. En este caso se refiere a las ciudades de Galilea como Corazín y Capernaúm donde había hecho tantos milagros. El juicio será más tolerable para Tiro y Sidón que para estas ciudades que habían visto los milagros de Jesús y no creyeron en Él[104].
El conocimiento es una gran bendición, pero también acarrea gran responsabilidad. Ante los ojos del Señor el rebelarse contra la luz es muy condenable[105]. La ignorancia era un factor en la crucifixión de Jesús[106].
¿Por qué había de ser castigado en modo alguno el siervo que no conocía la voluntad de su amo? Respuesta: La ignorancia nunca es absoluta[107]. En cualquier época, todo hombre debe conocer a Dios. Algunos han tenido más oportunidades que otros[108].
La Biblia ha sido traducida en muchos idiomas y dialectos y se ha repartido amplia y extensamente en todas partes del mundo. Solo Dios sabe cuántas personas han leído y aprendido su voluntad simplemente porque ha llegado a sus manos un ejemplar de las Escrituras. El tener acceso a la Palabra de Dios es una oportunidad grande por la cual se dará cuenta. Cada persona debe leer y estudiar la Biblia por sí misma, porque el mundo está lleno de falsos maestros como los russellistas, sabatistas, pentecostales y muchos otros que rodean el mundo torciendo las Escrituras, cegando el entendimiento de la gente, “para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”[109]. Estos darán cuenta a Dios en Aquel Día.
Todos los cristianos han tenido la gran bendición de haber oído y aprendido la voluntad de Dios. Muchos tienen o han tenido padres u otros parientes que les han enseñado. Muchos otros han tenido amigos, vecinos, compañeros en el trabajo, etc., que les han hablado la Palabra de Dios o les han invitado a acompañarles a los servicios de la Iglesia. Otros han oído el Evangelio por radio o televisión, o han aprendido la verdad por medio de la página impresa. Sea lo sea el medio de oír y aprender, ha sido una gran bendición de Dios. Se les ha presentado la oportunidad de aprender. Pero lamentablemente muchísimas personas que han oído y sido enseñadas no responden a la llamada de Dios. ¿No será más severo el juicio para ellos que para otros que no han oído?[110]
[1] 2 Tesalonicenses 1.7-9.
[2] Romanos 11.22.
[3] Hebreos 10.30-31.
[4] Mateo 28.20.
[5] Filipenses 4.13.
[6] Romanos 8.37.
[7] Juan 9.22; 12.42.
[8] Judas 3; Filipenses 1.16.
[9] Lucas 26.70-72.
[10] Juan 1.1; Romanos 9.5; Tito 2.13; 2 Pedro 1.1; 1 Juan 5.20.
[11] Lucas 23.34; Hechos 3.17; 13.27; 1 Corintios 2.8.
[12] Mateo 12.24; Marcos 3.22.
[13] Mateo 22.29.
[14] 1 Juan 4.1-2.
[15] LBLA.
[16] Deuteronomio 21.17.
[17] Juan 6.26, 63.
[18] Juan 18.36.
[19] Lucas 19.10.
[20] Lucas 20.25.
[21] Colosenses 3.5. Torres Amat.
[22] 1 Timoteo 6.17.
[23] Mateo 6.24.
[24] Juan 10.10.
[25] 1 Timoteo 5.14; Tito 2.4-5.
[26] Tito 2.10.
[27] 1 Corintios 16.2.
[28] Efesios 4.28.
[29] 1 Timoteo 3.3.
[30] 1 Timoteo 6.9-10.
[31] Romanos 13.14; Gálatas 5.16.
[32] Romanos 12.16.
[33] 1 Timoteo 6.7-8; Hebreos 13.3-5.
[34] Filipenses 4.11-12.
[35] 1 Timoteo 6.17-19; Tito 2.14; 3.1, 8; Mateo 25.35-45; Efesios 4.28; Filipenses 4.15-16; Hebreos 13.16; 1 Juan 3.17-18; Santiago 2.14-26.
[36] Proverbios 3.9.
[37] Deuteronomio 8.7-10, 18.
[38] Lucas 16.2.
[39] Mateo 6.24.
[40] Mateo 16.26.
[41] Lucas 12.16-21.
[42] 2 Corintios 4.16-18.
[43] Eclesiastés 8.8.
[44] Filipenses 3.19.
[45] Eclesiastés 12.7.
[46] 1 Timoteo 6.7.
[47] Lucas 18.18-27.
[48] Mateo 13.22; Marcos 4.19; Lucas 8.14; 21.3; 2 Corintios 11.28.
[49] Mateo 28.14.
[50] 1 Corintios 7.33.
[51] 2 Corintios 11.28.
[52] 1 Corintios 6.19-20.
[53] Génesis 1.26-27.
[54] Génesis 1.28; Salmos 8.6-8.
[55] Levítico 11.15.
[56] Efesios 4.28; 1 Tesalonicenses 4.11-12; 2 Tesalonicenses 3.10.
[57] Génesis 2.17.
[58] Eclesiastés 2.22-24; 3.12-13, 22.
[59] Un codo en la Biblia equivale a 45 centímetros.
[60] LBLA.
[61] Lucas 19.3.
[62] Hebreos 11.11.
[63] Juan 9.21, 23.
[64] Lucas 12.29.
[65] Romanos 8.32.
[66] Lucas 14.31.
[67] Lucas 16.8.
[68] Lucas 17.17.
[69] Los que se preocupan con ansiosa inquietud por las cosas materiales son mundanos. Así son porque no conocen a Dios. No seamos personas de “poca fe”, sino personas de gran fe (Mateo 8.10; 15.28).
[70] 1 Corintios 12.26-27; 2 Corintios 11.28; Filipenses 2.20.
[71] 2 Corintios 8.5.
[72] Lucas 10.38-42.
[73] Hechos 2.30.
[74] Mateo 19.27.
[75] Hechos 12.12.
[76] Romanos 16.5; Colosenses 4.15; Filemón 2.
[77] Josué 7.21; 2 Reyes 5.22; Santiago 5.2; Isaías 51.8; Salmos 102.26.
[78] Deuteronomio 8.4.
[79] Lucas 16.26.
[80] Eclesiastés 2.17-22.
[81] Mateo 22.37.
[82] Mateo 12.34.
[83] Lucas 3.14.
[84] Job 31.24-28; Salmos 52.7; 62.10.
[85] Lucas 6.30, 34-35, 38.
[86] Hageo 2.8.
[87] Proverbios 3.9; 1 Crónicas 29.14.
[88] Filipenses 4.14-18.
[89] Lucas 12.21.
[90] 1 Pedro 1.13.
[91] Efesios 5.14.
[92] Mateo 25.1-13.
[93] Lucas 12.40.
[94] Hechos 1.11.
[95] 1 Corintios 15.58.
[96] 2 Pedro 3.9.
[97] Gálatas 5.15, 19-21; Efesios 4.31; Santiago 4.11; 5.9.
[98] Mateo 10.40-42; 18.6; 25.34-46.
[99] 2 Pedro 4.4.
[100] Levítico 5.17.
[101] “Inadvertidamente”, LBLA; es decir, con descuido.
[102] “Con desafío”, LBLA; literalmente: Con la mano levantada.
[103] Lucas 10.13-14.
[104] Hebreos 10.29; Santiago 3.1.
[105] Juan 3.19-20.
[106] Lucas 23.43; Hechos 3.17; 1 Corintios 2.8.
[107] Romanos 1.20-21; 2.14-16.
[108] Romanos 3.1-2; 1.16.
[109] 2 Corintios 4.4.
[110] Santiago 4.17.
Es el lugar de castigo eterno en fuego. Según Mateo 5.22, 29; 10.28; Lucas 12.4-5, 18.9: Es un “infierno de fuego”; Lucas 13.42-43, “horno de fuego”; Lucas 25.46: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”; Revelación 20.14: “lago de fuego”.
Los materialistas insisten en que el fuego consume y acaba lo que está echado en él y citan Mateo 13.30, 40; por eso, niegan que haya sufrimiento eterno; insisten en que los malos serán aniquilados. Es cierto que el cuerpo físico puede ser quemado y consumido, pero 1 Corintios 15.44, 53 explica que el cuerpo resucitado no será corruptible.
a. Destruir.
Los materialistas citan Mateo 10.28, enfatizando la palabra “destruir”, diciendo que significa “aniquilar”, pero según los léxicos y diccionarios de palabras griegas la palabra “destruir”, “apollumi”, no significa “aniquilar”, sino “arruinar”. W. E. Vine dice: “La idea que comunica no es la de extinción, sino de ruina; no del ser, sino del bienestar”. Por ejemplo, la palabra se usa en 2 Pedro 3.6. La palabra “pereció” viene de la palabra griega “apollumi”, y obviamente no quiere decir “aniquilar” porque el mundo no fue aniquilado en el diluvio, sino que fue arruinado, pues al estar cubierta de agua, la tierra no sirvió para la habitación del hombre. Así también el alma destruida no es alma aniquilada sino arruinada[1]. La palabra perdición proviene de “olethros”, que también significa “ruina”, la pérdida del bienestar.
Cristo no vino a la tierra y sufrió en la cruz simplemente para evitar que el hombre fuera aniquilado. Cristo estaba dispuesto a sufrir una muerte tan horrible para salvar el alma que nunca deja de existir. No hay texto alguno que enseñe que cualquier espíritu, del hombre, del ángel o del demonio, deje de existir. Una vez creado, el espíritu nunca muere, nunca deja de existir. Estará en el cielo con Dios o en el infierno con Satanás.
En Lucas 16.19-31, el hombre rico estaba consciente, recordaba y sufría. Pero si el materialista tiene razón, entonces el rico no habría tenido necesidad de que Lázaro mojara su dedo en agua para refrescar su lengua porque ya se habría aniquilado. Los que niegan el castigo eterno dicen que este texto es una “parábola”. En primer lugar, una parábola no es una fábula. Las parábolas no son mitos o leyendas, sino que hablan de la realidad. Sin embargo, las parábolas no hablan de personas por nombre, y este texto habla de habla de Abraham y un hombre llamado Lázaro.
Los materialistas admiten lo que Jesús dice en Juan 5.28-29, que todos serán resucitados. Sin embargo, enseñan que cuando el hombre muere, puesto que no tiene alma, es aniquilado y deja de existir. Preguntamos: ¿Por qué resucitarlo para volver a aniquilarlo?
b. Eterno.
Los materialistas dicen que el ser echado en el infierno tiene consecuencias eternas porque pierden la vida eterna. Dicen que Jesús no habla de castigar eternamente, sino del castigo eterno; es decir, el resultado de esta clase de castigo sería eterno. Pero si el materialista puede probar que el castigo no es de duración eterna, entonces tampoco se puede probar que la vida con Dios será eterna. De hecho, ni pueden probar que Dios es eterno.
c. Dios de amor y misericordia.
Los falsos maestros dicen que el concepto de un lugar de tormento eterno no es consecuente con el concepto del Dios de amor y misericordia, pero estos simplemente no conocen a Dios. Es muy cierto que es Dios de amor y misericordia, pero también tiene otros atributos[2]. Dios tiene varios atributos. No es solamente amor, bondad y compasión. También es Dios de justicia y de venganza[3]. Muchos no comprenden cómo Dios abomina el pecado. En primer lugar la cruz de Cristo nos dice lo que Dios piensa del pecado, y luego el infierno nos dice la misma cosa. La justicia de Dios, pues, requiere tal castigo del pecado.
Si el sufrimiento fuera aun por cien años, al sufrir por diez años, uno podría decir: “Nada más me faltan otros noventa años”, o si fuera por mil años, después de sufrir 900 años podría decir: “solo me faltan cien años más”, pero eterno significa no tiene fin. Ahora muchas personas están viviendo unos cien años. Creemos que cien años es un tiempo muy largo. Aunque la eternidad abarca mucho más que un millón o un billón de años, no se mide así, simplemente porque ya no habrá “tiempo”. Ya no habrá días, semanas, meses, siglos, milenios, etc. ¡No habrá tiempo! El tiempo “pasa”, pero no “se pasa” la eternidad.
Por eso, debemos temer a Dios y temer este castigo. ¿Qué tememos? ¿Perder el empleo? ¿La quiebra del negocio? ¿El cáncer? ¿El paro cardiaco? ¿La muerte?¿Tememos el infierno? ¿Cómo puede la gente dormir sabiendo que si mueren sin Cristo van a sufrir en el infierno, en el horno o lago de fuego, para siempre? ¿Quién no tiene miedo de ser quemado en un incendio o en algún accidente? ¿Quién no ha visto las consecuencias horribles de la quemadura?
Jesús dice que no debemos temer a los hombres. Debemos temer a Dios, pero también recordar que Él nos ama y nos protege. Los “pajarillos” son los gorriones. Se cazaban, se vendía y se comían. Así es que tenían valor porque es criatura de Dios y la cuida, pero “más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Desde luego, Cristo no nos promete que no seremos dañados físicamente porque ya había dicho que sus seguidores serían azotados e incluso que los matarían. Él promete estar con ellos[4], pero su ayuda sería espiritual[5]. Con la ayuda divina serían “más que vencedores”[6].
La palabra “confesar”, “homologeo” significa “hablar la misma cosa, asentir, estar de acuerdo”. Al confesar a Cristo lo reconocemos como nuestro Señor. Al negarlo uno lo repudia, no lo reconoce como suyo. Sería como el padre que dijera de su hijo: “Este no es mío, no lo reconozco como mío”. Es lo que Pedro hizo. Dijo: “No conozco al hombre”; es decir, no es mi Señor, no es nada, ni lo conozco.
Puede ser peligroso confesar a Cristo como el Hijo de Dios y como nuestro Señor. Si uno teme a los hombres en lugar de temer a Dios, está en gran peligro de negar a Cristo[7]. Lo hace por temor de lo que los hombres piensen, digan o hagan, o simplemente por el temor de ser rechazado. El Señor espera que seamos atrevidos en la defensa de la verdad[8].
En Lucas 12 y el texto paralelo en Mateo 10.32-33, se cita frecuentemente para enseñar que debemos confesar que Cristo es el Hijo de Dios antes de ser bautizados y es muy correcto hacerlo, pero Jesús dice esto en un contexto de persecución y tribulación. Él quiere decir que aunque haya mucha oposición y persecución no debemos temer a los hombres, porque esto puede causar que neguemos a Cristo[9].
Al confesar que Jesús de Nazaret es el Cristo, el Hijo de Dios, estamos confesando que Él es Dios[10]. Ejemplos de esta confesión se encuentran en Lucas 16.16; Juan 6.69; 11.27; 20.28; Hechos 8.37; 1 Timoteo 6.12.
La palabra “evangelio” significa “buenas nuevas”; es decir, por medio del Evangelio de Jesucristo todo pecado será perdonado. Véanse los catálogos de pecados en Romanos 1.28-32; 1 Corintios 6.9-11; Gálatas 5.19-21. Todos estos pecados serán perdonados por Dios si nos arrepentimos, confesamos a Cristo y somos bautizados para perdón de pecados. Los pecados de David, codiciar, el adulterar, matar, fueron perdonados. Los “muchos” pecados de la mujer de Lucas 7 fueron perdonados. Pedro negó a Cristo tres veces pero fue perdonado. Saulo de Tarso persiguió a Jesús pero fue perdonado.
Blasfemar significa “difamar o injuriar, cualquier forma de hablar injuriosa, ultrajante, calumniador”. Este pecado cometido aun contra Jesús tenía y tiene perdón. Le acusaban de ser glotón y borracho; decían que era samaritano, término insultante para cualquier judío, que estaba loco, y que blasfemaba cuando perdonaba pecados. Se describe aun a aquellos que lo crucificaron, como ignorantes[11]. Todos estos insultos, blasfemias e injurias recibieron perdón cuando los culpables obedecieron al evangelio.
Marcos 3.30 explica la blasfemia contra el Espíritu Santo. La blasfemia contra el Espíritu se refiere a lo que los fariseos habían dicho[12]. Lo que ellos decían no era simplemente una calumnia contra Jesús, sino una blasfemia contra el Espíritu Santo. Decían que el Espíritu Santo era Satanás. ¡Esta es la blasfemia contra el Espíritu Santo! Negaban los fariseos que Jesús hizo la gran obra de echar fuera los demonios por el poder del Espíritu Santo. Más bien, según ellos, lo hizo por el poder de Beelzebú, príncipe de los demonios, o sea, Satanás mismo. Al decir esto hablaron o blasfemaron contra el Espíritu Santo, dando a entender que en realidad el Espíritu Santo era un espíritu inmundo.
Dicen los carismáticos que hablamos contra el Espíritu cuando denunciamos sus “señales y prodigios mentirosos”. Esta acusación es completamente necia y absurda. Al decir esto ellos demuestran su profunda ignorancia de las Escrituras[13]. Desde luego, no hablamos contra el Espíritu, sino probamos los espíritus[14]. Isaías 5.20 dice: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!” Es precisamente lo que hicieron los fariseos. Lo que era tan obviamente bueno y de Dios, la vida, el ejemplo, las enseñanzas y las maravillas de Jesús, ellos lo llamaron malo y del diablo. El propósito de ellos era profundamente malicioso. Jesús echó fuera los demonios por el Espíritu de Dios, pero los fariseos estaban resueltos a no creerlo, y se atrevieron a decir que ese poder era en realidad Satanás. Dice el Diccionario de W. E. Vine: “Cualquiera, con la evidencia del poder del Señor ante sus ojos, declarara que era un poder satánico, exhibía una condición de corazón más allá de la iluminación divina, y por ello desesperada”.
No había sacrificio bajo la ley de Moisés para el pecado cometido “con soberbia”. Números 15 describe la expiación para los pecados de “yerro”, pero en el versículo 30 dice: “Pero aquel que obre con desafío ese blasfema contra el Señor, y esa persona será cortada de entre su pueblo”[15]. En esto vemos que el concepto de estar más allá de la salvación no era idea nueva.
Al ver las obras de Jesús y al oír sus enseñanzas, los escribas y fariseos estuvieron en la misma presencia de Dios, pero indicaron que más bien estuvieron en la presencia de Satanás. No hay depravación más profunda que esta.
1) El rico necio (Lucas 12.13-21).
Al ver y escuchar a Jesús la gente podía ver que hablaba con toda autoridad y justicia. Por eso, este hombre creía que le podría ayudar con la cuestión de su herencia. Según la Ley de Moisés el hermano mayor recibía dos terceras partes de la herencia[16]. Este caso parece indicar que no siempre se repartía la herencia correctamente. Es interesante observar que este hombre no pide que Jesús juzgue el caso objetivamente, sino que de una vez decidir el litigio a favor de él.
El hombre de este texto, al igual que la mayoría de los hombres, se preocupaba por su herencia terrenal cuando le convenía preocuparse más por su herencia eterna. Sus asuntos personales eran mucho más importantes que la enseñanza de Cristo sobre asuntos espirituales[17].
Jesús no pide los detalles del caso. No pregunta quién hacía qué. Aunque los rabinos, siendo intérpretes de la ley, sí asumían el papel de jueces, Jesús no se metió en el asunto. Enseñaba la justicia, pero no aceptó el papel de juez o administrador para aplicar o ejecutar las leyes de justicia. Su Reino no es de este mundo[18] y su misión era la de buscar y salvar almas[19]. Él creía en dar a César lo que era de César[20] y este caso perteneció a César. Además, toda la enseñanza de Jesús indica que lo más importante no es la mera reforma política y externa, sino el cambio de corazón. Él hace grandes cambios en el hombre y en la sociedad comenzando desde adentro del corazón del hombre.
Jesús hace una advertencia doble: “Mirad, y guardaos”, como dos alarmas, dos luces rojas que brillan intermitente y constantemente ante nuestros ojos para que pongamos mucha atención, para que tengamos mucho cuidado, como cuidarse de una víbora de cascabel. El apóstol Pablo dice: “Haced morir, pues, los miembros del hombre terreno que hay en vosotros; la fornicación, la impureza, las pasiones deshonestas, la concupiscencia desordenada y la avaricia, que todo viene a ser una idolatría”[21]. Es cuestión de vida y muerte, de matar o ser muerto. Si no la matamos, nos mata a nosotros. Es un “demonio” que esclaviza.
No hay otro peligro más grande en el mundo que la avaricia. Por ser la fuerza motriz de su vida la avaricia destruye un número incalculable de almas, llevándolas al infierno. Jesús aprovecha la petición de este hombre para enseñar una lección sobre la avaricia, el cáncer que destruye el corazón de millones. Si en este caso hubo fraude con respecto a la herencia, alguien obviamente era avaro. Era culpable de la avaricia que, según Pablo, es idolatría, porque toma posesión del corazón que pertenece a Dios y lo convence que debe confiar en riquezas que son inciertas[22]. Jesús nos advierte acerca de este pecado en el llamado “Sermón del Monte”[23]. El remedio se ofrece en los versículos anteriores.
La palabra toda implica que este pecado se manifiesta de varias maneras; es decir, que hay varias clases de avaricia y que toda clase de ella debe ser evitada. Para ser discípulos de Jesús es indispensable que uno destruya la vida avariciosa, que quite ese ídolo del corazón.
Jesús pronuncia una advertencia solemne. Tenga cuidado, guardarse de toda avaricia porque hay mucha diferencia entre el “vivir” y el “tener posesiones”. El vivir no es el poseer. El vivir no depende de lo que uno posea. Para muchos la vida es precisamente esto: “La abundancia de los bienes que posee” y la comodidad y el placer que les traen. Sin embargo, la vida del hombre no consiste en las cosas materiales. No son parte integral de la vida y es un equívoco grande dejar que estas controlen la vida. Muchos son muy pequeños con riquezas. Otros son muy grandes sin riquezas.
Por eso, Jesús apunta al hombre hacia una posesión más valiosa que la que él buscaba, la vida abundante, la vida verdadera[24].
La Avaricia: “Pleonexia”. Esta palabra significa la sed de tener más. Ropa, zapatos, botas, joyería, muebles, automóviles, motos, más dinero para restaurantes, viajes, vacaciones, dinero para consentir a los niños, para poder contraer más compromisos y deudas.
Dice el Diccionario de W. E. Vine: “Codicia o avaricia, lit., un deseo de tener más (pleon, más echo, tener), siempre en mal sentido, se usa de una manera general en Marcos 7.22 (plural, lit., ‘avaricias’… esto es, las varias formas en que se revela la avaricia; Romanos 1.29; Efesios 5.3; 1 Tesalonicenses 2.5. En otros pasajes se usa, (a) de posesiones materiales, Lucas 12.15; 2 Pedro 2.3; 2 Corintios 9.5 (RV, ‘de mezquindad’)…Adjetivo: Pleonektes… ansioso de posesiones, codicioso, 1 Corintios 5.10-11; 6.10; Efesios 5.5… aphilarguros… 1 Timoteo 3.3 ‘no avaro’, ‘ajeno a la avaricia’; Hebreos 13.5 ‘sin avaricia’”.
La avaricia significa, pues, el deseo de tener más, lo más nuevo, lo más moderno, lo que otros tienen, de tener algo diferente, etc. Básicamente, la avaricia es la actitud impropia hacia cosas materiales. En varios textos la avaricia está asociada con la inmundicia y los vicios más perversos: Romanos 1.29-31; Efesios 5.3-5; Colosenses 3.5-9; 2 Pedro 2.1-3. Por eso, es necesario tomar muy en serio este mal.
¿Cómo sabemos si somos culpables del pecado de la avaricia?
a) Tener dos trabajos o más cuando no es del todo necesario.
b) Tener un negocio que nos obliga a fallar a los servicios, aun a los dos servicios el domingo.
c) Obviamente hay hermanas que tienen que trabajar fuera del hogar, pero hay hermanas que lo hacen simplemente para tener más y mejor aunque tengan que dejar a sus pequeños con otros durante las horas del trabajo. Quieren una mejor casa, automóvil, más dinero para los niños, más vacaciones. Algunas trabajar fuera del hogar porque no les gusta el papel de “ama de casa”[25].
d) Trabajar ilegalmente en país ajeno para ganar más dinero.
e) Defraudar en el trabajo: Robando mercancía, herramientas; no trabajando las ocho o diez horas que deben trabajar. Incorrectos en los tratos con patrones o clientes[26].
f) No ofrendar según Dios nos haya prosperado[27].
g) No compartir con hermanos necesitados[28].
h) El anciano no puede ser avaro[29].
i) Pablo enseña que el amor al dinero es la raíz de todos los males; es decir, es conectado con la práctica de todo pecado que se puede nombrar[30].
El remedio:
a) No estimular sino suprimir los deseos[31]. Decimos que “necesitamos” cuando nada más “queremos”. Debemos identificarnos y asociarnos con los más humildes[32].
b) Estar contentos con lo básico[33]. Hay que aprender a contentarnos[34].
c) Ser ricos en buenas obras[35].
d) Honrar a Dios con los bienes[36].
Este hombre no era condenado por ser rico. Abraham era “riquísimo”. Job era muy rico. Dios prospera a su pueblo[37].
Este hombre no es acusado de ser deshonesto. Que sepamos no defraudó a nadie. Seguramente no era perezoso, sino que tuvo que trabajar con diligencia para ser tan exitoso. Se supone que tuvo que ocupar gente.
El tuvo que ser hombre inteligente para ser tan exitoso, pero la parábola revela que ignoraba muchas cosas importantes.
Uno de sus equívocos serios fue: “Pensaba dentro de sí”, en lugar de consultar con Dios. Desde luego, si uno solo piensa “dentro de sí”, hará planes para dar gusto a sí mismo.
Otro equívoco grave. Dijo que no tenía dónde guardar sus frutos, pero había muchos lugares donde guardarlos, en los hogares de los necesitados. Este equívoco indicaba que este hombre no sabía nada de generosidad. No sabía nada de responsabilidad hacia los necesitados. No se pregunta a sí mismo: “¿Dónde puedo servir a Dios mejor con mi dinero? ¿Quiénes serán los más necesitados? ¿Dónde puedo llevar más fruto para Dios? ¿De qué manera puedo honrarle con mis bienes?”
Parece que entre más el Señor le multiplicaba sus bendiciones, más creció su avaricia.
Hablaba de “mis frutos”, pero no eran “sus frutos”. No somos dueños de nada. Somos simplemente mayordomos de los bienes que Dios nos presta para ser usados en su servicio. Y todos daremos cuenta de nuestra mayordomía[38].
Él dice: “Esto haré”. Él tomó una decisión, desde luego, a favor de sí mismo, sin tomar en cuenta la voluntad de Dios y la necesidad de otros. Pensaba construir graneros más grandes, para tener más para sí mismo. Su único pensamiento era almacenar en lugar de dar, ayudar, repartir.
A este hombre se le llama “necio” porque era ciego a la fuente de sus bendiciones. El dice “yo”, “mis” repetidas veces sin dar gracias a Dios. Si no reconocemos a Dios como la fuente de bendiciones, no las usaremos conforme a la voluntad de Dios. Esto es precisamente lo opuesto a Lucas 9.23.
Él pensaba que “tenía” bienes, pero en esto estaba bien equivocado. Dice: “Alma, tienes graneros llenos”, pero su alma no tenía interés alguno en sus graneros. El alma no se alimenta con lo que se guarda en graneros.
Dijo: “muchos bienes tienes”, pero en lugar de tener muchas riquezas, en realidad las riquezas le “tenían” a él; es decir, en lugar de ser el dueño de riquezas, las riquezas se adueñaron de él. En lugar de poseer muchos bienes, los muchos bienes poseyeron a él. No era el dueño; más bien él era la “posesión” y la víctima del dios llamado Mamón[39].
¡Qué jactancioso era este hombre! “Muchos bienes tienes guardados para muchos años”. Muchas personas apenas jubiladas, sufren una embolia o paro cardiaco. Esto no es nada raro. Ya iban a realizar su sueño dorado, pero en lugar de disfrutarlo viven tirados en cama o se llevan al panteón.
Pero muchas personas ricas sí logran su sueño reposar, comer, beber y regocijarse por muchos años. Trabajan duro, invierten sabiamente, se cuidan, y al jubilarse tienen buena salud, mucho dinero y disponen de tiempo para viajar, divertirse, visitar a sus familiares y amigos, etc., pero un día envejecen y tienen que morir. Se puede decir que en un sentido ganaron el mundo[40], pero “¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Quizá vivieron felices por 10, 20, 50 años o más, pero al morir fueron con el rico de Lucas 16.23-24.
El “rico necio” de nuestro texto[41] no miraba más allá de este mundo. Hizo todo sobre la base de la vida en este mundo. Se preocupaba por acumular tesoros en un mundo que tuvo que dejar y no se preocupaba por acumular tesoros en el mundo adonde iba. Millones hacen lo mismo.
Dice: “Alma, repósate, come, bebe, regocíjate”, pero otro equívoco serio de este hombre era que él vivió solamente para el hombre exterior, no para el hombre interior[42].
Otro de los muchos equívocos de él era que se creía dueño no solamente de sus graneros, sino también del tiempo mismo. Creía que tenía control sobre los dos, pero estaba muy equivocado[43].
Se puede concluir que ante los ojos de Dios todos los que imitan a este hombre rico, viviendo solamente para los placeres y comodidades de esta vida, son “necios”. Los que no viven para el espíritu, sino solamente para la carne son “necios”[44].
“¡Esta noche!” La muerte del hombre carnal es una experiencia “de noche”, experiencia de “oscuridad” y triste, pero para los fieles es una experiencia de día, llena de luz.
Él dijo: “Mi alma”, pero el Señor tomó posesión de ella para llevársela[45]. Dijo: “mis bienes”, pero los perdió todos[46].
Sin duda el mundo decía que este hombre rico era hombre muy exitoso, sabio y prudente. Imagínese las noticias en los diarios y en la televisión de la muerte de tales hombres ahora. Pero Dios, dijo: “Necio”. El mundo no aborrece la avaricia, pero Dios sí.
Este hombre rico fue llevado a un mundo donde no hay placer. Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios. Si Jesús hubiera instruido a este hombre, sin duda le habría dicho lo mismo que dijo al joven rico[47].
2) Lo realmente importante (Lucas 12.22-34).
“Afanarse” viene de la palabra griega “merimna”, probablemente relacionada con “merizo”, que significa “atraer en diferentes direcciones, distraer”, y por ello significa “aquello que causa esto, un afán, especialmente ansioso”[48], “preocupación”; “ansiedad”. El adjetivo “amerimnos” significa “libre de cuidado”[49].
Es normal y aceptable que nos preocupemos por la familia[50]. También debemos preocuparnos por el bienestar espiritual de los hermanos[51]. Pero en Lucas 12.22-31, Jesús se refiere a la falta de fe en sus discípulos; es decir, el preocuparnos por lo que comeremos o lo que vestiremos indica falta de fe en la providencia de Dios. En el texto de Mateo 6.25-34, Jesús dice: “Por tanto os digo: No os afanéis”. Las palabras “por tanto” indican una conclusión de lo que había dicho en Mateo 6.19-24, en los cuales nos da tres razones muy buenas por las cuales debemos poner plena confianza en Dios y no en cosas materiales:
a) Los tesoros de este mundo no son confiables porque son perecederos, no duran.
b) Si el ojo es avariento, toda la vida está llena de oscuridad.
c) Es imposible servir tanto a las riquezas y al mismo tiempo servir a Dios, porque cada esclavo tiene solamente un amo.
No debemos preocuparnos en cuanto a qué comer, qué beber o qué vestir. Esta “vida” es la que vivifica el cuerpo, saliendo esta vida el cuerpo queda muerto. La vida es mucho más importante que el alimento que la sostiene, como también el cuerpo es mucho más importante que la ropa que lo cubre. El primer argumento de Jesús fija las prioridades.
Dios nos da la vida y el cuerpo en que vive. Él sabe que no somos máquinas, ni tampoco ángeles, y que necesitamos de alimento y ropa. La vida es importantísima, una verdadera dádiva de Dios de sumo valor. Si Dios nos da una dádiva tan preciosa, ¿no la sostendrá? Si nos da cuerpo que es el templo del Espíritu Santo[52], ¿no le proveerá ropa?
El propósito de la vida no es simplemente comer y beber, ni es el propósito del cuerpo simplemente vestirse. Estas son cosas necesarias pero son cosas secundarias. La vida existe en el cuerpo para servir a Dios, para glorificarle, para avanzar los asuntos de su reino y su justicia. Son deseos secundarios. Es verdad que deseamos comer, beber y vestirnos, pero estos deseos, aunque sean básicos, no son los deseos más importantes de la vida. Satisfacemos estos deseos para poder satisfacer otros deseos mucho más importantes. Aun los animales tienen el deseo de comer y beber, pero los hombres somos hechos a la imagen de Dios[53], y tenemos otros deseos superiores.
Somos enseñados por las aves. El hombre tiene dominio sobre los animales y las aves[54], pero las aves nos enseñan. Debemos observarlas y aprender de ellas. No saben nada de agricultura, no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, ¡pero no están llenas de ansiedad!, porque nuestro Padre celestial las alimenta. Dios cuida de los cuervos aunque bajo la ley de Moisés eran aves inmundas[55].
Desde luego, Jesús no condena el trabajar. Muchos textos enseñan la necesidad de trabajar[56]. El hombre trabajó en el huerto de Edén, antes de pecar[57]. El trabajo no es un castigo sino una bendición. El hombre fue creado para trabajar, pero no para afanarse. Las aves trabajan. Dios “las alimenta”. El provee la comida y las aves aprovechan esa provisión, trabajando para comer. Jesús no dice: “No trabajan las aves”, porque sí trabajan, pero trabajan sin afán, aunque no recogen en graneros. No tienen nada almacenado para mañana. No se preocupan por el día de mañana. Cuánto más debemos evitar el afán, porque no solamente trabajamos, sino también recogemos en graneros, hacemos provisión para el futuro[58]. Es necesario trabajar, pero ¡qué lástima que para muchos el trabajar es pura molestia! No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. 1 Timoteo 5.8 enseña que es necesario trabajar y proveer para la familia.
Tampoco condena el recoger en graneros. El hombre debe sembrar, segar y recoger en graneros, pero sin angustiarse. El problema es que aunque el hombre recoja en graneros, aun así sigue preocupado por cosas materiales.
El pensamiento principal se expresa en la pregunta, “¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” Las aves fueron creadas para el beneficio del hombre. Vivirán solamente en este mundo, pero el hombre, hecho a la imagen de Dios, es superior a las aves, por lo cual Dios no dejará de alimentarnos.
La palabra “estatura” puede ser traducida de las dos maneras:
a) La palabra “estatura” coincide mejor con el “codo”[59]. Además, la palabra “helikia” se traduce “estatura” en Lucas 19.3. Sin embargo, en Salmos 39.5 dice literalmente: “Tú has hecho mis días como palmos”[60]. El palmo equivale generalmente el ancho de la mano extendida, desde el pulgar hasta el meñique. Por eso, si la palabra “helikia” se traduce “edad”, la cual se mide por “codos”, no será el único texto que mide la vida con una medida física.
b) “Edad”, o curso de vida, es también traducción correcta. La Biblia de las Américas dice: “curso de su vida”. Dice La Versión Moderna: “lo largo de su vida”. La Versión Hispanoamericana dice: “prolongar su vida”. Como ya hemos visto, la Biblia misma mide nuestros años con una medida física. Y la palabra “helikia” se traduce tanto “edad” como “estatura”. El contexto tiene que decidir, y relativamente pocas personas se preocupan por su estatura, pero casi todos se preocupan por prolongar su vida. La palabra que he traducido “duración de su vida” puede referirse a la edad o a la estatura. Así Zaqueo era pequeño de estatura[61], pero Sara había pasado la edad de concebir[62]. El hombre nacido ciego, sanado por Jesús, había alcanzado la edad de la madurez legal[63]. Aquí en Lucas 12.25 la RV 1960 tiene “estatura”. Pero en el contexto presente es ese sentido no es probable por dos razones:
i. Añadir esta cantidad se dice aquí que es una cosa “pequeña”. Añadir un codo a la duración de la vida de setenta u ochenta años no sería mucho, pero llegar en realidad a tener cuarenta y seis centímetros más de estatura no puede considerarse un logro más bien pequeño; y
ii. ¿Quién, sino quizás un enano, desearía impacientemente añadir esa cantidad a su estatura?
Jesús enseña que debemos poner la confianza en Dios y no vivir preocupados. Pero si alguien insiste en vivir ansioso, que conteste la pregunta: ¿De veras ayuda el afán? Por lo contrario, nos perjudica tanto física como espiritualmente. La “ansiosa inquietud”[64] puede causar dolor de cabeza, úlceras en el estómago, alta presión de sangre y toda clase de mal nervioso. Recuérdese que la idea básica de la palabra “afanarse” es “distraerse”; por el afán uno queda distraído, por ejemplo, en el trabajo y en otras actividades importantes. Lo peor es que también se distrae espiritualmente y como todos saben no debemos distraernos si queremos correr la carrera hasta el fin y ganar el premio. Si el afán no ayuda, y por lo contrario, causa mucho daño, ¿por qué persistimos en afanarnos?
Pero no solamente nos enseñan las aves, sino también aun las flores. Las aves, aunque trabajan, no viven con “ansiosa inquietud”, pero las flores ni trabajan. Aunque trabajemos y aun recojamos en graneros, nos preocupamos por la ropa, pero Dios viste a lirios, que no trabajan, con vestimenta más gloriosa que la de Salomón. No tiene sentido, pues, que nos preocupemos. En cuanto a la hierba hay otro factor: La brevedad de la existencia, la hierba existe por muy pocos días, y es de muy poco valor, pues se echa como leña a los hornos. Sin embargo, a pesar de todo esto, Dios la viste.
Jesús razona desde lo menor a lo mayor, es decir, habla de cosas de menos valor para ilustrar el cuidado de Dios de su pueblo. Si cuida de estas cosas, ¿no cuidará de nosotros?[65]
Jesús acusa a sus discípulos de ser “hombres de poca fe” en Mateo 8.26, por no confiar en Él durante la tempestad; acusa a Pedro de tener poca fe cuando andaba sobre las aguas, pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse[66]; a los discípulos cuando hablaron de no haber traído pan[67]; y a los discípulos de ser una “generación incrédula”, cuando no pudieron echar fuera el demonio[68].
Los del mundo viven afanados por las cosas materiales porque no conocen a Dios, no confían en Él y creen que todo depende de ellos mismos. No seamos como ellos. Nosotros sí creemos en Dios. Creemos que es el Creador, y que provee para todas sus criaturas, mayormente para sus hijos. No creemos que todo dependa de nosotros mismos. Trabajamos, pero Dios pone los medios. Hace que el sol salga día tras día, y manda las lluvias, y hace que la tierra sea fértil y que la simiente sembrada fructifique. No estamos solos. No somos mundanos. No somos paganos. No actuemos, pues, como los del mundo[69].
Jesús nos ha dado muy buenas razones. Solo resta que le creamos y que seamos convencidos. Él tiene razón. Son argumentos buenos. Recordemos siempre que nuestro “Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas”. Él nos hizo. Sabe que no somos ángeles, y que no somos máquinas. Necesitamos de comida y ropa.
El remedio: “Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas”. Pongamos primero lo que debe ser primero. El empleo o el negocio son importantes, y son una gran bendición de Dios, pero no deben ocupar primer lugar en nuestra vida. La asistencia de muchos hermanos a los servicios de la iglesia es afectada por el empleo o el negocio. En realidad la iglesia no está de primero en sus vidas. Dicen: “Pero hay que trabajar”. Cuidado con esta actitud, porque implica que Dios nos da un empleo que impide o estorba nuestro servicio a Él. Dios provee muchas oportunidades a sus hijos para ganarse la vida que no obran en contra de la asistencia a los servicios. Muchos deben huir de la avaricia. Debemos estar conscientes de nuestras prioridades y nunca dar la atención primaria a las cosas segundarias. Debemos preocuparnos por las asuntos del Reino[70]. Debemos seguir el ejemplo de los macedonios, que “a sí mismos se dieron primeramente al Señor”[71].
Mateo 6.34 agrega otro pensamiento muy importante: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”. El día de ayer es como un “cheque cancelado”; mañana no existe. Solamente tenemos hoy, este momento; por eso, no conviene tratar de cruzar el puente antes de llegar a él. En Marcos 16.3-4, las mujeres querían ungir el cuerpo de Jesús, pero estaban preocupadas: “¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande”. Así sucede muchas veces en la vida, lo que nos preocupa ni siquiera será problema, excepto en la imaginación. Muchos viven afanados por causa de dificultades que nunca ocurren. Esto es afanarse por el día de mañana, cosa que Jesús prohíbe.
Recordemos el ejemplo de María y Marta. Marta estaba “afanada y turbada” con muchas cosas, mientras que María estaba a los pies de Jesús escuchando su palabra. Dice Jesús: “María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”[72].
Los fariseos respiraban amenazas contra Cristo, pero Él asegura a sus apóstoles que el Reino sería una realidad. En realidad Satanás y sus enemigos estaban llevando a cabo el plan de Dios al crucificar a Cristo, porque su muerte fue el precio de nuestro rescate. El Reino se estableció el día de Pentecostés[73].
En Lucas se enfatiza mucho la mayordomía y la generosidad. Pedro dice: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido”[74]. Jesús no está diciendo que literalmente todo cristiano debe vender toda posesión y darla a los pobres. Aun después de Hechos 4.34-37 vemos que una hermana fiel tenía una casa[75]. En esta casa oraban por Pedro. También leemos de varias iglesias que se reunían en las casas de los hermanos[76]. Por eso, este texto debe entenderse a la luz de 1 Corintios 16.1-2; 2 Corintios 8, 9; Efesios 4.28; 1 Timoteo 6.17-18; 1 Juan 3.17; Santiago 2.14-26. Cristo no quería que los discípulos quedaran totalmente destituidos de sus posesiones para luego ser una carga para otros. La lección principal es que no seamos como el sembrador rico de la parábola de Lucas 12.16-21 que guardaba sus cosechas solamente para sí mismo.
Las “bolsas que no se envejezcan” son el “tesoro en los cielos que no se agota”. Este texto nos enseña a poner nuestra confianza en Dios, y no en cosas materiales. Jesús no condena la posesión sino el mal uso de bienes materiales. El “corazón” del asunto es el corazón. Si tenemos “limpio corazón”, buscaremos tesoros celestiales.
Los tesoros en la tierra no son duraderos. La polilla destruye la ropa. Entre las riquezas materiales mencionadas en la Biblia, frecuentemente se menciona la ropa[77]. Una gran parte del tesoro terrenal de mucha gente, aun de hermanos en Cristo, es la ropa. Es increíble que hermanos gasten tanto dinero en ropa y en otras cosas para adornar el cuerpo como joyería, cosméticos y perfumes. El problema ahora no es tanto la polilla, ni tampoco de que se envejezcan, sino el fastidio. La ropa, la joyería, los zapatos, etc., pierden su atracción después de usarse unas cuantas veces, y hay que comprar más. Los israelitas tenían que llevar su ropa durante cuarenta años[78], pero hay cristianos que no quieren llevar la misma ropa ni cuarenta días sin aburrirse de ella. Es verdad que muchos regalan ropa a otros, pero no por ser benévolos, sino para tener excusa para comprar estilos nuevos. ¡Donde esté la moda, allí estará el corazón!
Mateo habla de la herrumbre que destruye. Todos los productos metálicos automóviles, aparatos eléctricos, maquinaría, con el tiempo se dañan, se acaban o quedan enmohecidos, oxidados, arruinados.
Los ladrones literalmente “minaban” las casas de adobe para robar. Ahora se usan cadenas, chapas, candados, y toda clase de seguros. Muchas personas instalan en sus automóviles sistemas de seguridad que suenan alarmas de varias clases, y los ladrones se divierten robando tales sistemas de los automóviles para venderlos junto con el auto, o por separado, a otros. Es bueno cerrar con llave el carro y está bien “asegurar” con rejas las puertas y ventanas del negocio y de la casa, pero ¿quién cree que tales cosas en verdad “aseguran” nuestros tesoros terrenales?
Ratas, ratones, y termitas. Se puede agregar a lo que Jesús dice una lista larga de otros “destructores”: Los deslizamientos, incendios y tormentas destruyen propiedades que valen millones de dólares. Las ratas y ratones destruyen el grano. Las termitas son cien veces más destructivas que los incendios y tormentas, pues en poco tiempo destruyen casas de madera casi nuevas. Parece que para este insecto toda especie de madera es sabrosísima y la come con un apetito insaciable.
Otra cosa que Jesús no menciona es la falta de seguridad en los bancos y otras casas financieras. Muchísimas instituciones de esta clase han caído en bancarrota. ¡Cuántas personas pierden los ahorros en esta manera! Y desde luego muchas empresas quiebran, y la consecuencia es desastrosa para los ricos que pierden su inversión y para los pobres que pierden su empleo. Una causa mayor de las quiebras son el fraude y la corrupción.
Hay muchas otras cosas destructivas. Con las cosas mencionadas aquí no se termina la lista de fuerzas destructivas. La conclusión de todo esto es que los tesoros de la tierra no duran, son muy pasajeros. ¿Qué tan inteligente es, pues, dedicar la vida a acumular cosas de tan poca duración? Además, aunque se guardaran muchas posesiones por cien años o más, “¿qué aprovecha al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”[79]
¿Y al morir qué pasa? "Tendré que dejar a otro" todo aquello que haya hecho o acumulado. El hombre trabaja con sabiduría, y con ciencia y con rectitud para “dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello... ¿Qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol?”[80]. El hombre trabaja como esclavo, se vuelve casi loco con afán, y ¿para qué? Para dejar todo a otro que no trabajó nada por ello. Por ejemplo, el rico acumula una fortuna, y cuando muere, su viuda se casa con otro que solamente tiene que entrar en la casa, colgar su sombrero y disfrutar del trabajo de otro. Así es la locura de acumular bienes aquí en la tierra.
¿Cómo afecta el corazón el acumular tesoros? Dios quiere el corazón. El primer mandamiento es “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”[81]. El corazón incluye el intelecto, la voluntad, las emociones y la conciencia. Requiere mucho tiempo, trabajo, y atención personal para acumular tesoros en la tierra. Por eso es muy peligroso hacerlo, porque esto significa que el corazón, que debe pertenecer a Dios, pertenece más bien a lo terrenal. Podemos saber si estamos trabajando para fines terrenales o para fines celestiales, porque es cuestión de simplemente observar cómo se usa el tiempo, de qué se habla[82], cómo se usan los recursos, etc. ¡Cuántos cristianos se ven aburridos en los cultos, pero al hablar de su trabajo y sus negocios están muy animados!
La piedad con contentamiento es gran ganancia. El corazón contento es corazón agradecido. No hay ganancia material que se pueda comparar con el contentamiento. Los soldados preguntaron a Juan: “Y nosotros, ¿qué haremos?... contentaos con vuestro salario”[83]. ¡Cuántos hombres buscan, pero no hallan el contentamiento!
No se puede nombrar un solo pecado que no se haya cometido por el amor al dinero. El amor al dinero ha motivado a los hombres y mujeres a cometer todo pecado que haya en el mundo. ¡Este pensamiento es alarmante! Nos debe despertar y hacernos conscientes del peligro de querer acumular bienes materiales.
El remedio es no poner la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Dijo Job: “Si puse en el oro mi esperanza, y dije al oro: Mi confianza eres tú; si me alegré de que mis riquezas se multiplicasen, y de que mi mano hallase mucho... habría negado al Dios soberano”[84].
El corazón está ligado al tesoro, y no puede estar en dos lugares. Si los tesoros están en la tierra, el corazón estará aquí; si los tesoros están en el cielo, el corazón estará allí.
¿Cómo podemos tener tesoro en los cielos? Debemos ser generosos, dadivosos[85]. Recordemos siempre que Dios dice: “Mía es la plata, y mío es el oro”[86]. Debemos siempre servir a Dios con “nuestros” bienes materiales, porque en realidad son de Él[87]. ¡Somos solamente mayordomos! Si tenemos las escrituras de alguna propiedad, casa, empresa, etc., recordemos que un día muy pronto tales escrituras están en manos de alguien más; la propiedad tendrá otro “dueño”. Acumulamos tesoros en el cielo si ayudamos a los pobres, a los hambrientos, a los sedientos, a los encarcelados, a los huérfanos y a las viudas, etc.
Los que ayudan económicamente a los evangelistas acumulan tesoros en el cielo[88]. Es fruto que abunda en “vuestra cuenta”, en el cielo, en el banco celestial. Dios nos permite depositar dinero en su banco.
Los tesoros guardados en el cielo no se destruyen. Ni la polilla ni el orín corrompen, y ladrones no minan ni hurtan. Por lo tanto, seamos ricos “para con Dios”[89] en lugar de hacer tesoro para nosotros mismos.
26. Velando (Mateo 24.42-51; Marcos 13.33-37; Lucas 12.35-48).
Los cristianos debemos estar completa y constantemente preparados para el retorno del Señor[90].
Mateo habla acerca del peligro de que los ladrones entren a la casa. El peligro estaba en que los ladrones podían, si la gente no estaba vigilante, romper una pared, ya que las casas eran hechas de adobe y los tesoros eran guardados generalmente en la casa.
Marcos y Lucas hablan más bien de la salida del amo y cómo los siervos debían esperar.
No sabemos si Lucas divide la noche en vigilias según el sistema de los judíos o el de los romanos, Marcos no se preocupa mucho por esto y lo divide en “atardecer, media noche, cantar del gallo y la madrugada, mientras que Lucas habla de la segunda y tercera vigilias, pero esto es de poca importancia.
Marcos no dice el motivo de la ausencia del señor, pero Lucas habla que anda en una boda. Para entender esta enseñanza recordemos que las bodas orientales duraban semanas, si no meses, y a veces no tenía tiempo exacto para terminar. Por eso, los huéspedes ricos estaban fuera de su hogar por mucho tiempo. Los siervos no podían saber exactamente cuándo regresarían. Podía llegar a cualquier hora del día o de la noche, y tenían que estar pendientes para recibir a su señor cuando llegara. De la misma manera no debemos vencidos por el sueño cuando Cristo vuelva[91].
Al llegar la noche en lugar de acostarse para dormir, los siervos ceñían su ropa para estar preparados a salir a recibir a su señor y tener todo listo para darle una bienvenida calurosa. Tenían que estar alerta, siempre listos.
Entonces al llegar el señor y al ver cómo sus siervos se habían negado a sí mismos y que estaban listos para recibirlo y atenderlo, estaría muy agradecido y les diría que se sentaran a la mesa para comer la comida o cena que habían preparado para él, lo opuesto del caso de Lucas 17.7-8.
En cuanto a estar siempre listos, compárese también la parábola de las diez vírgenes[92], que contiene una lección similar.
No habrá señales que anuncien la segunda venida de Cristo. Las señales de Mateo 24.6-7 anunciaron la venida de la destrucción de Jerusalén, no de la segunda venida del Señor, como enseña la mayoría.
Jesús dice que “el Hijo del Hombre vendrá”[93]. Imagínese la confusión en la mente de los apóstoles al oír estas palabras. Ellos no podían creer que iba a salir. No podían comprender que iba a morir y volver al Padre. Sin embargo, cuando Jesús ascendió al cielo en presencia de los apóstoles, dos ángeles les dijeron: “Galileos, ¿por qué se quedan mirando al cielo? Este mismo Jesús que ha sido llevado al cielo, volverá de la misma manera que lo han visto irse”[94].
a. El siervo fiel y prudente (Mateo 24.45-51; Lucas 12.41-46).
La palabra “fiel” indica que el siervo cree en su maestro, que su palabra es buena, y que su servicio es digno. La palabra “prudente” indica que el siervo es un fiel mayordomo, haciendo uso correcto de los recursos dejados a su cargo. Este siervo era puesto como mayordomo sobre la casa de su señor para proveer el alimento diario de los demás siervos y dirigir la casa en todo durante la ausencia del señor. Les dio su alimento “a tiempo”, es decir, según las horas indicadas por el señor, como si este estuviera presente. No descuidó su obligación diciendo: “El señor está ausente” o “mi señor tarda en venir”, etc.
Jesús enseña la necesidad de la preparación, refiriendo una sencilla parábola, pero hay una semejanza entre esta parábola y las obligaciones de los ancianos de una iglesia local, porque estos cuidan de la casa del Señor. Los maestros y evangelistas dan alimento a los siervos del Señor; así es que este texto tiene una exhortación fuerte para ellos también. Deben dar solamente el alimento que su Señor provee, la sana doctrina, “a tiempo”, es decir, cumplidamente, con toda constancia y fidelidad.
La fidelidad y la prudencia de este siervo tenían que ver con su responsabilidad hacia sus consiervos. No podemos hablar de nuestra preparación para el encuentro con el Señor sin mencionar nuestro deber hacia nuestros hermanos.
El señor le puso sobre su casa y salió. Por un tiempo estaba ausente. Esta es la prueba verdadera de la fidelidad y de la prudencia: ¿Qué hacemos por el Señor durante su ausencia? Compárese el comportamiento de los niños cuando no están los padres, el comportamiento de los trabajadores cuando no está el patrón, etc.
Al venir el Señor, el mayordomo no debe estar hablando acerca de hacer su voluntad, sino haciendo su voluntad. La única manera de gozar de esta bendición es hacer su voluntad con constancia[95].
La causa principal de su rebelión contra su señor fue que el siervo dijo: “Mi señor tarda en venir”, pero el problema era que no sabía cuánto tiempo tardaría. Sin duda esta es una causa principal de la maldad hoy en día; la gente no cree que el Señor vendrá pronto, ni siquiera durante su vida.
No habrá señales que anuncien la segunda venida de Cristo y, por lo tanto, hay mucho peligro en suponer que el Señor tardará su venida por un tiempo largo indefinido. Dice Pedro que el Señor tarda en venir porque es paciente y nos da tiempo para arrepentirnos y prepararnos[96].
¿Qué pasa si los siervos de Dios no recuerdan que el Señor puede venir en cualquier momento? Comienzan a maltratar a sus consiervos[97]. Al hacer esto este mayordomo infiel no quiere imponer la voluntad de su señor, sino su propia voluntad, y comienza a ser abusivo de sus consiervos para que le estén sujetos.
¿Cómo se mide nuestra fidelidad y prudencia hacia el Señor? Por nuestra actitud y conducta hacia nuestros consiervos[98]. Los que consumen alcohol pierden la sensibilidad y son aun más abusivos. A veces los miembros rebeldes, déspotas e imponentes de la iglesia, no solamente vuelven a la bebida, sino también a la fornicación y otros vicios. Profesaban ser muy fuertes, muy estrictos y muy exigentes, como si tuvieran mucho celo por el Señor y la voluntad de Dios, pero en realidad eran prepotentes y solamente querían imponer su voluntad sobre los otros.
Pero, ¡qué todos tomen nota de esto: El Señor vendrá! Además, vendrá “en día que este no espera, y a la hora que no sabe”, y lo castigará duramente, o como dice en el margen de la LBLA: “Lo cortará en dos”, y pondrá su parte con los hipócritas. El siervo fiel y prudente fue bendecido, y el siervo malo fue castigado.
En este texto y en las parábolas de las diez vírgenes y los talentos, algún personaje importante está ausente por un tiempo, y luego vuelve cuando no es esperado. Muchos se engañan solos creyendo que la demora del Señor les da licencia para continuar en el pecado. Tal idea les llevará a un destino trágico. ¡Cuidado con la palabra “mañana”! Satanás convence a muchos que Dios no existe. A otros convence de que no es necesario obedecer el Evangelio. A otros convence de que no hay infierno. Pero la mayoría de los que son ganados por Satanás se ganan con la creencia de que no hay urgencia, que todavía hay mucho tiempo y, por eso, que se puede obedecer “un día de estos”.
Estas parábolas sobre la preparación nos enseñan lecciones importantes:
1) Hasta que venga aquel personaje importante, ciertas personas tienen cierta responsabilidad.
2) Los fieles reciben alguna recompensa y los infieles son castigados.
3) Por lo tanto: Los que esperan deben tener actitud vigilante, ser cumplidos, preparados.
Pedro se muestra preocupado sobre el destino de la parábola. Jesús no le contesta directamente, pero ellos tendrían que dar cuenta de su mayordomía como apóstoles escogidos y bendecidos por Cristo.
Los apóstoles deberían revisar en sí mismos en esta pregunta, porque Jesús les dio autoridad por la cual ellos se encargarían del ministerio de la reconciliación y de dirigir los asuntos de la Iglesia. Los russellistas hablan blasfemia al decir que “el mayordomo fiel y prudente” era el pastor Russell o el “Juez” Rutherford, que enseñaron que Cristo vino invisiblemente en el año 1914 y niegan la venida visible de Cristo enseñado en Hechos 1.9-11; Revelación 1.7, etc. Pedro habla de burladores que dicen: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación”[99].
b. La recompensa de Dios (Lucas 12.47-48).
Bajo la ley de Moisés, ¿eran inocentes los que pecaron “sin hacerlo a sabiendas”?[100] Sin embargo, Números 15.27-31 hace una distinción clara entre el pecado “por yerro”[101] y el pecado “con soberbia”[102].
Jesús enseña que el juicio será más severo para algunos que para otros[103]. En este caso se refiere a las ciudades de Galilea como Corazín y Capernaúm donde había hecho tantos milagros. El juicio será más tolerable para Tiro y Sidón que para estas ciudades que habían visto los milagros de Jesús y no creyeron en Él[104].
El conocimiento es una gran bendición, pero también acarrea gran responsabilidad. Ante los ojos del Señor el rebelarse contra la luz es muy condenable[105]. La ignorancia era un factor en la crucifixión de Jesús[106].
¿Por qué había de ser castigado en modo alguno el siervo que no conocía la voluntad de su amo? Respuesta: La ignorancia nunca es absoluta[107]. En cualquier época, todo hombre debe conocer a Dios. Algunos han tenido más oportunidades que otros[108].
La Biblia ha sido traducida en muchos idiomas y dialectos y se ha repartido amplia y extensamente en todas partes del mundo. Solo Dios sabe cuántas personas han leído y aprendido su voluntad simplemente porque ha llegado a sus manos un ejemplar de las Escrituras. El tener acceso a la Palabra de Dios es una oportunidad grande por la cual se dará cuenta. Cada persona debe leer y estudiar la Biblia por sí misma, porque el mundo está lleno de falsos maestros como los russellistas, sabatistas, pentecostales y muchos otros que rodean el mundo torciendo las Escrituras, cegando el entendimiento de la gente, “para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”[109]. Estos darán cuenta a Dios en Aquel Día.
Todos los cristianos han tenido la gran bendición de haber oído y aprendido la voluntad de Dios. Muchos tienen o han tenido padres u otros parientes que les han enseñado. Muchos otros han tenido amigos, vecinos, compañeros en el trabajo, etc., que les han hablado la Palabra de Dios o les han invitado a acompañarles a los servicios de la Iglesia. Otros han oído el Evangelio por radio o televisión, o han aprendido la verdad por medio de la página impresa. Sea lo sea el medio de oír y aprender, ha sido una gran bendición de Dios. Se les ha presentado la oportunidad de aprender. Pero lamentablemente muchísimas personas que han oído y sido enseñadas no responden a la llamada de Dios. ¿No será más severo el juicio para ellos que para otros que no han oído?[110]
[1] 2 Tesalonicenses 1.7-9.
[2] Romanos 11.22.
[3] Hebreos 10.30-31.
[4] Mateo 28.20.
[5] Filipenses 4.13.
[6] Romanos 8.37.
[7] Juan 9.22; 12.42.
[8] Judas 3; Filipenses 1.16.
[9] Lucas 26.70-72.
[10] Juan 1.1; Romanos 9.5; Tito 2.13; 2 Pedro 1.1; 1 Juan 5.20.
[11] Lucas 23.34; Hechos 3.17; 13.27; 1 Corintios 2.8.
[12] Mateo 12.24; Marcos 3.22.
[13] Mateo 22.29.
[14] 1 Juan 4.1-2.
[15] LBLA.
[16] Deuteronomio 21.17.
[17] Juan 6.26, 63.
[18] Juan 18.36.
[19] Lucas 19.10.
[20] Lucas 20.25.
[21] Colosenses 3.5. Torres Amat.
[22] 1 Timoteo 6.17.
[23] Mateo 6.24.
[24] Juan 10.10.
[25] 1 Timoteo 5.14; Tito 2.4-5.
[26] Tito 2.10.
[27] 1 Corintios 16.2.
[28] Efesios 4.28.
[29] 1 Timoteo 3.3.
[30] 1 Timoteo 6.9-10.
[31] Romanos 13.14; Gálatas 5.16.
[32] Romanos 12.16.
[33] 1 Timoteo 6.7-8; Hebreos 13.3-5.
[34] Filipenses 4.11-12.
[35] 1 Timoteo 6.17-19; Tito 2.14; 3.1, 8; Mateo 25.35-45; Efesios 4.28; Filipenses 4.15-16; Hebreos 13.16; 1 Juan 3.17-18; Santiago 2.14-26.
[36] Proverbios 3.9.
[37] Deuteronomio 8.7-10, 18.
[38] Lucas 16.2.
[39] Mateo 6.24.
[40] Mateo 16.26.
[41] Lucas 12.16-21.
[42] 2 Corintios 4.16-18.
[43] Eclesiastés 8.8.
[44] Filipenses 3.19.
[45] Eclesiastés 12.7.
[46] 1 Timoteo 6.7.
[47] Lucas 18.18-27.
[48] Mateo 13.22; Marcos 4.19; Lucas 8.14; 21.3; 2 Corintios 11.28.
[49] Mateo 28.14.
[50] 1 Corintios 7.33.
[51] 2 Corintios 11.28.
[52] 1 Corintios 6.19-20.
[53] Génesis 1.26-27.
[54] Génesis 1.28; Salmos 8.6-8.
[55] Levítico 11.15.
[56] Efesios 4.28; 1 Tesalonicenses 4.11-12; 2 Tesalonicenses 3.10.
[57] Génesis 2.17.
[58] Eclesiastés 2.22-24; 3.12-13, 22.
[59] Un codo en la Biblia equivale a 45 centímetros.
[60] LBLA.
[61] Lucas 19.3.
[62] Hebreos 11.11.
[63] Juan 9.21, 23.
[64] Lucas 12.29.
[65] Romanos 8.32.
[66] Lucas 14.31.
[67] Lucas 16.8.
[68] Lucas 17.17.
[69] Los que se preocupan con ansiosa inquietud por las cosas materiales son mundanos. Así son porque no conocen a Dios. No seamos personas de “poca fe”, sino personas de gran fe (Mateo 8.10; 15.28).
[70] 1 Corintios 12.26-27; 2 Corintios 11.28; Filipenses 2.20.
[71] 2 Corintios 8.5.
[72] Lucas 10.38-42.
[73] Hechos 2.30.
[74] Mateo 19.27.
[75] Hechos 12.12.
[76] Romanos 16.5; Colosenses 4.15; Filemón 2.
[77] Josué 7.21; 2 Reyes 5.22; Santiago 5.2; Isaías 51.8; Salmos 102.26.
[78] Deuteronomio 8.4.
[79] Lucas 16.26.
[80] Eclesiastés 2.17-22.
[81] Mateo 22.37.
[82] Mateo 12.34.
[83] Lucas 3.14.
[84] Job 31.24-28; Salmos 52.7; 62.10.
[85] Lucas 6.30, 34-35, 38.
[86] Hageo 2.8.
[87] Proverbios 3.9; 1 Crónicas 29.14.
[88] Filipenses 4.14-18.
[89] Lucas 12.21.
[90] 1 Pedro 1.13.
[91] Efesios 5.14.
[92] Mateo 25.1-13.
[93] Lucas 12.40.
[94] Hechos 1.11.
[95] 1 Corintios 15.58.
[96] 2 Pedro 3.9.
[97] Gálatas 5.15, 19-21; Efesios 4.31; Santiago 4.11; 5.9.
[98] Mateo 10.40-42; 18.6; 25.34-46.
[99] 2 Pedro 4.4.
[100] Levítico 5.17.
[101] “Inadvertidamente”, LBLA; es decir, con descuido.
[102] “Con desafío”, LBLA; literalmente: Con la mano levantada.
[103] Lucas 10.13-14.
[104] Hebreos 10.29; Santiago 3.1.
[105] Juan 3.19-20.
[106] Lucas 23.43; Hechos 3.17; 1 Corintios 2.8.
[107] Romanos 1.20-21; 2.14-16.
[108] Romanos 3.1-2; 1.16.
[109] 2 Corintios 4.4.
[110] Santiago 4.17.