II. Cuadro
general y comentario de los Evangelios.
A. Antes del nacimiento de Jesús.
Lucas empieza su relato explicando a Teófilo y también a nosotros, la razón por la cual escribió este libro. Se puede agregar que él escribió el libro de Hechos de los Apóstoles con motivo semejante con respecto a la continuación de la obra de Cristo[1]. Lucas no se contentó con tomar los Evangelios de Marcos y Mateo y hacer con ellos una compilación y probablemente una ampliación, sino que consultó varias fuentes, a las que denomina “muchos”, pero no se refiere al apóstol Juan porque todavía no había escrito su relato. Tampoco se refiere a Mateo y Marcos, no diría “muchos” si hubiera hablado de ellos dos. Varias personas habían aprendido mucho acerca de Jesucristo. Habían oído a los que hablaban de Él; por ejemplo, a los apóstoles, a los setenta, a otros hermanos inspirados y no inspirados. Tenían conocimiento de la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, de sus buenas obras, de sus milagros y sus enseñanzas. No sabemos ni cuántos ni quiénes hubieran escrito tales relatos, pero era razonable esperar que “muchos” lo harían.
Sabemos que elaborar un registro correcto y completo acerca de Jesucristo, desde su nacimiento hasta su ascensión, hubiera sido gran tarea aun en el siglo I. El éxito de tal esfuerzo no hubiera sido fácil de realizar. Los hombres no inspirados pudieran haber cometido muchos errores, o sus relatos bien pudieran haber sido deficientes. Lucas emplea el mismo verbo en Hechos 19.13 cuando dice, “…trataron de invocar el nombre del Señor Jesús…”[2] y ellos fallaron en su intento. La idea básica del verbo es simplemente la de intentar, procurar o tratar de hacer algo, y no indica necesariamente la falta de éxito. Sin embargo, sin la dirección del Espíritu Santo, tales esfuerzos seguramente habrían tenido imperfecciones.
El evangelio según Lucas sí es libro inspirado. Es “Escritura”, según Pablo[3] y le llama “Escritura”, a pesar que Lucas no era testigo ocular, pero recibió la información de hombres inspirados que desde el principio sí vieron con sus propios ojos y oyeron con sus propios oídos, los apóstoles. Para ser apóstol el candidato tuvo que haber andado con los apóstoles “desde el bautismo de Juan”[4]. Los apóstoles eran testigos oculares y Lucas, siendo médico, para referirse a su investigación emplea la palabra médica de la cual se deriva la palabra “autopsia”, que quiere decir un examen minucioso. El testimonio de los apóstoles es infalible, no solo eran testigos oculares, sino que fueron guiados por el Espíritu Santo al predicar y escribir su testimonio.
En este momento no hay testigos de Cristo. Nadie puede testificar por Cristo, porque nadie ha visto sus señales. Los que hablan de “testificar” por Cristo cuando hablan de su “conversión” personal y supuestas experiencias de gracias, simplemente están siguiendo los errores del calvinismo.
1. Los dos anuncios (Lucas 1.5-80).
a. Zacarías y Elizabeth.
Zacarías es un sacerdote descendiente de Aarón, de la clase de Abías. En el tiempo del rey David los sacerdotes se multiplicaban y era necesario dividirlos en grupos. Abías descendió de Eleazar, hijo mayor de Aarón. La “clase de Abías” era, pues, uno de los veinticuatro grupos de sacerdotes que servían en el Templo durante una semana dos veces al año[5].
Eran de vida intachable y devota, guardaban los mandamientos y ordenanzas del Señor, ordenanzas que incluían el ofrecer sacrificios para expiar sus pecados, aunque Elizabeth era estéril, lo que se consideraba consecuencia de no agradar a Dios. Recordemos que los judíos, hasta el día de hoy, siguen esperando la venida del Mesías, por lo que para ellos es sumamente importante que sus mujeres tengan hijos, ya que alguna de ellas podría ser la madre del Salvador. Los cristianos aceptamos esto en María. Pero su dificultad no terminaba ahí, sino que además, ambos eran viejos, por lo que corrían el riesgo de ser “borrados de Israel”[6].
b. La visión de Zacarías.
Zacarías fue escogido de entre todos los sacerdotes para cumplir con el rito de quemar incienso, que bien podía ser en la mañana o al caer la tarde[7], este era un acto diario en donde el sacerdote entraba al Lugar Santo[8] y en la mañana limpiaba las lámparas y en la tarde las encendía y quemaba incienso. Pero en el caso de Zacarías sabemos que fue en la tarde debido a que Lucas indica que ocurrió a la hora de la ofrenda del incienso, que era al atardecer. El pueblo estaba fuera orando y Lucas pone mucho énfasis en este tema a través de todo su Evangelio. Al salir del santuario el sacerdote bendecía al pueblo, repitiendo la bendición registrada en Números 6.24-26.
Zacarías vio un ángel al lado derecho del altar del incienso[9] y se espantó, se turbó. El ángel, de nombre Gabriel[10], le explicó que su esposa iba a quedar encinta y tener el hijo que tanto habían ansiado, que se llamaría Juan y sería nazareo[11]. Sería totalmente consagrado al Señor. En Lucas 1.15 el apóstol por primera se refiere al Espíritu Santo. Es la primera de diecisiete textos en Lucas y 50 de Hechos en los que habla de Espíritu Santo. Para Lucas el papel del Espíritu Santo es importantísimo. Tanto énfasis sobre la obra del Espíritu Santo era otra señal segura del advenimiento de la edad mesiánica[12].
Al igual que lo hiciera Moisés en el monte Horeb y luego Gedeón, Zacarías dudó de la profecía que le estaba dando el ángel, pero en su caso recibe un castigo que a la vez servirá como señal que Dios estaba aún actuando sobre Israel. No olvidemos que han pasado unos 400 años en que el pueblo de Dios no ha recibido ningún tipo de revelación y esta sería una señal que debía ponerles a meditar. Aunque nos extraña la pregunta “¿Cómo podré saber esto?”[13], porque estaba conversando con un ángel de Dios, pero era tan asombroso lo que el ángel prometió que quería confirmación de una vez. Pidió señal y el Señor le dio señal, pero su señal también era castigo por haber dudado la palabra del ángel. Había recibido noticias tan maravillosas y ahora no podría comunicarlas libremente como quería.
El pueblo sabía más o menos cuánto tiempo se requería para ofrecer el incienso. Aunque Zacarías era un hombre fiel y justo, siempre existía el peligro de cometer algún error con respecto al ofrecimiento del incienso. Textos como Levítico 16.13 nos hacen ver lo serio de adorar a Dios de acuerdo a sus instrucciones y no según la preferencia humana. Muchos creen equivocadamente que Dios aceptará cualquier servicio con tal que sea agradable a los hombres.
Al final del tiempo de su servicio Zacarías regresó a su hogar que probablemente quedaba en la zona montañosa de Judá, algo apartada de Jerusalén. Elizabeth quedó encinta y se ocultó por cinco meses en su casa.
c. El anuncio a María.
Al sexto mes, esto es el mes de Elul, es decir, entre nuestro agosto y setiembre, una joven de Nazaret[14] recibe la visita de Gabriel. Esta ciudad no se menciona en el Antiguo Testamento, ni la menciona Josefo, aunque menciona más de 200 pueblos y ciudades de Galilea. Por eso, concluimos que esta ciudad no muy importante, tanto es así que Natanael preguntó: “¿Puede algo bueno salir de Nazaret?”[15]
Lucas enfatiza la virginidad de María para afirmar y resaltar lo sobrenatural del nacimiento de Jesús. Ella estaba “desposada”, es decir “prometida en matrimonio”[16]. Existía la costumbre de que el matrimonio era establecido por los padres desde la niñez de la pareja. Antes de la boda había un periodo de preparación en el cual el novio daba una dote a los padres de la novia, en forma de dinero o de servicio. Este período se iniciaba mediante un acto formal o bien por escrito, en el que se expresa la debida fidelidad mutua entre los desposados, y era considerado legalmente como matrimonio, excepto que no convivían ni mantenían relaciones sexuales. Para romper este vínculo era necesario una carta de divorcio, la infidelidad se consideraba como adulterio, y en el caso de muerte de uno de los desposados, el otro quedaba viudo. Aunque más adelante se presentará la genealogía, aquí se aclara que María es descendiente de David.
El anuncio es muy parecido al que recibiera Zacarías unos seis meses antes, y aunque María también parece dudar del mensaje angelical, no se le deja muda, sino que se le da de señal precisamente el nacimiento del hijo de su prima Elizabeth.
A pesar del peligro que corría María, ella aceptó la propuesta que le hace Gabriel. María conocía la Ley y sabía que aunque ella estaba desposada con José, al conocerse que estaba embarazada, corría el riesgo de morir apedreada[17].
Aclaremos que la Biblia explica claramente que María recibió bendiciones, pero no enseña que repartía bendiciones. Ella era como una vasija que recibió bendiciones; no era como una fuente que derramaba bendiciones. María no hizo ni ha hecho ningún milagro. Era “bendita” por causa de su Hijo extraordinario. La gloria de María estaba y está en Jesucristo.
d. María y Elizabeth.
María dejó su hogar en Nazaret y se dirigió a Judea, a las montañas, en donde estaba la casa de Zacarías. Al encontrarse las primas ocurre una situación muy interesante: Elizabeth fue llenba del Espíritu Santo y eleva una bendición para María, la cual, probablemente tomada por el Espíritu, entona un canto magnífico en donde adora al Señor. María se quedó con su prima unos tres meses, probablemente hasta Kislev, en nuestros noviembre y diciembre y regresó a Nazaret.
e. Nacimiento de Juan.
Llegó el momento del nacimiento de Juan y los vecinos y parientes de Elizabeth y Zacarías se acercaron para gozarse con ellos, debido a que la “afrenta” que ella había sufrido se le había levantado, y llamaban al bebé Zacarías, pero su madre dijo que se llamaba Juan, lo cual causó confusión debido a que la tradición era que se le ponía el nombre del padre o un pariente cercano, que para los judíos era un asunto muy importante. Zacarías es consultado sobre el nombre del bebé y él escribe que se llamará Juan. Inmediatamente la lengua del anciano se suelta y puede volver a hablar elevando una profecía de alabanza a Dios y todos estaban atemorizados por esto.
B. Nacimiento de Jesús.
En el tiempo establecido, o cuando la situación se lo permitía, se formalizaba el pacto previo del matrimonio. Se celebraba una fiesta que podía durar días. Entonces el novio llevaba a casa a la novia. José celebró su boda al tener noticia del embarazo de María, y ser prevenido de rechazarla por parte del ángel en sueños.
Encontramos dos relatos sobre el nacimiento de Jesús, uno en Lucas 2.1-7 y el otro en Mateo 1.18-25, mientras que Marcos lo omite y comienza con su bautismo, aunque los Evangelios de Mateo y Lucas presentan incidentes diferentes conectados con su nacimiento. Parece que estos eventos fueron seleccionados por los autores para estar de acuerdo con sus propósitos. Mateo, apelando a los judios a aceptar a Jesús como el Mesías, presentó a Jesús como el rey descendiente de David, y enfatizó el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento en los eventos de la vida de Jesús. Lucas, al presentar a Jesús como el Señor de toda la tierra, trazó su nacimiento hasta Adán, y proporcionó mayores detalles en cuanto a las costumbres judías para beneficio de sus lectores gentiles.
1. El traslado a Belén y el nacimiento (Mateo 1.18-25; Lucas 2.1-7).
Después de nacer Juan, el emperador mandó a hacer un censo. De acuerdo al profeta Daniel[18], el Reino de Dios sería establecido durante el tiempo del cuarto poder mundial, a saber, el imperio romano. Nunca se hubiera imaginado Augusto César que él estaba ayudando a cumplir las profecías de Daniel y Miqueas acerca del nacimiento del Mesías. El nacimiento de un niño, que no estaba previsto en esta grande medida política, iba a cambiar la faz del mundo.
Lucas escribió este registro para un gentil llamado Teófilo, y sabía que su registro sería leído por muchos gentiles. Por eso, conecta el nacimiento de Jesús con el reinado de Augusto César y el trasfondo de la historia romana. Comúnmente tales censos se hacen con fines de cobrar impuestos, y probablemente esto sea el motivo de este censo, pero Lucas no explica el propósito de este edicto. Sin embargo, el verdadero propósito del censo era para traer a José y María a Belén.
Ningún decreto de este tipo estaba registrado por los historiadores griegos ni romanos, y durante mucho tiempo muchos eruditos supusieron que Lucas estaba equivocado. Pero los papiros e inscripciones han confirmado a Lucas en cada uno de los extremos de estos cruciales versículos 2.1-7. Se habla que este fue el primer censo, porque después, cuando se levantó Judas el galileo, se hizo un segundo censo.
Cada cual tenía que ir a la ciudad de descendencia, no a la de residencia. Solo así sería confiable el censo, pues de otro modo, habrían sido omitidos, o registrados como habitantes de otras ciudades, o registrados dos veces, etc., causando confusión. Para los judíos era importante guardar los registros familiares. Todo judío podía conocer su genealogía[19].
José y María no eran de Belén, sino de Nazaret, pero el Cristo no había de nacer en Nazaret sino en Belén. ¿Cómo, pues, se cumpliría esta profecía? La respuesta es obvia. El edicto de parte de Augusto César requería que todos volvieran “cada uno a su ciudad”, para inscribirse en el censo, y precisamente en ese tiempo cuando María daría a luz tuvieron que estar en Belén.
Jesús era el hijo primogénito de José y María. Lucas y Mateo no dicen “único hijo”, sino su “primogénito”. Sin embargo, aunque es importante observar que la palabra primogénito implica que había más hijos después, lo más importante es que la palabra significa que María no había tenido hijo antes de nacer Jesús. El hijo primogénito era el hijo especial. En primer lugar, los primogénitos de hombres y bestias pertenecían a Dios[20]. Por lo general el primogénito heredaba el rango, la situación y las prerrogativas de su padre; venía a ser jefe de la familia o de la tribu; heredaba asimismo una porción doble de los bienes paternos, derecho garantizado al hijo primogénito, incluso si había una segunda esposa preferida a la madre del primogénito[21]. Cristo es llamado “Primogénito” para indicar su preeminencia. Este texto se puede comparar con Salmos 89.27 que habla de la exaltación del rey David. David no era el primogénito en sentido físico[22], pero Dios le puso por primogénito sobre los reyes de la tierra. De esta manera Pablo emplea el término con respecto a Jesús para exaltarlo a sumo grado.
2. Ángeles y pastores (Lucas 2.8-20).
Un acontecimiento relatado por Lucas que no nos permite pensar que Jesús hubiese nacido en Diciembre es el hecho de los pastores en el campo, debido a que durante esa época, ellos guardan sus rebaños en los establos, mientras que en el mes de Siván, nuestro mayo o junio, se quedan con los rebaños en el campo. Desde abril hasta el otoño en septiembre, los rebaños pacían constantemente en campos abiertos, permaneciendo siempre los pastores allí.
Los pastores recibieron la visita de un grupo de ángeles que les informaron acerca del nacimiento del Salvador, y les dieron instrucciones de dónde lo encontrarían, las cuales ellos siguieron y encontraron al niño en el establo. Lucas enfatiza la atención que el Señor da a los pobres y humildes. El ángel no llevó este mensaje a los fariseos y escribas, sino a un grupo de pastores, hombres despreciados por los rabinos por no estrictamente observar sus ordenanzas religiosas. Sin embargo, no debemos concluir que el ángel hizo el anuncio a un grupo de pastores simplemente por ser pastores. Sin duda, éstos, al igual que Simeón[23], esperaban “la consolación de Israel”. La reacción de los pastores indica claramente que eran hombres religiosos.
3. La circuncisión de Jesús y la presentación en el Templo (Lucas 2.21-39).
Ocho días después, cumpliendo la Ley[24], Jesús fue circuncidado. Luego fue llevado a Jerusalén[25] para ofrecer sacrificios de acuerdo a la Ley, de ahí sabemos que José y María eran pobres ya que ofrendaron aves, en lugar de un cordero[26]. Al dar a luz un varón la madre quedaba impura por cuarenta días conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor[27].
En el Templo se encontraba un hombre llamado Simeón, lleno del Espíritu Santo y a quien se le había revelado que no moriría hasta que viera al Salvador. Él no entró por casualidad. Cuando vió a José, María y el niño bendijo a Dios porque se estaba cumpliendo su promesa. Jesús es para muchos la piedra del ángulo del templo de Dios. Estos se levantan, se edifican para salvación. Sin embargo, para otros es roca de tropiezo. Es ocasión de caer[28]. Jesús es la ocasión para la caída de algunos y para el levantamiento de otros no solamente en Israel sino también en todo el mundo, porque “El que crea y se bautice se salvará, el que se niegue a creer se condenará”[29]. Los que no obedecen al evangelio caen, son condenados, y los que lo obedecen se levantan, son salvos. Desde luego, la causa de la condenación es el pecado, pero el Evangelio lleva a todos a la “y” en el camino. Tienen que escoger. ¿Caerán o se levantarán? El Evangelio es, pues, la ocasión de división en el mundo.
También estaba Ana, hija de Fanuel de la tribu de Aser[30] y tenía más de cien años de edad[31]. Ella también vió a Jesús y hablaba a todos de él.
Algunos hablan de “las tribus perdidas de la casa de Israel”. Una de aquellas tribus hubiera sido la de Aser, pero no estaba perdida, pues aquí está una persona muy importante de esa tribu. El concepto de las supuestas “tribus perdidas” se basa en la apostasía de las diez tribus que fueron llevadas por Jeroboam hacia la idolatría cuando se dividió el reino. Sin embargo, 2 Crónicas 11.13-16 dice que los fieles de aquellas tribus volvieron a Jerusalén para seguir adorando al Dios verdadero. Ana es un buen ejemplo de aquellos fieles que se apartaron de las diez tribus que apostataron. La profecía de Ezequiel 48.2 se refiere a la heredad de Aser en el nuevo Templo, el espiritual, del “Israel de Dios”[32].
Lo que hicieron los fieles de aquellas diez tribus es precisamente lo que hacen hermanos fieles hoy en día. Al ver que la iglesia de la cual son miembros se aparta de la verdad, la abandonan para unirse a hermanos fieles. Como en los días de Jeroboam, así también ahora hay quienes se apartan de la ley de Dios enseñando doctrinas que no están en la Biblia. Para colmo de males, algunos que profesan ser hermanos fieles y conservadores apoyan la “evolución”, enseñando que los seis días de la creación no eran días consecutivos y literales de 24 horas, sino largos períodos de tiempo, que un “día” podría haber sido de millones de años.
4. Los magos de Oriente (Mateo 2.1-12).
De Oriente, es decir, del Este de Israel, que bien puede ser Persia, Arabia e incluso la India, llegaron unos magos[33], no sabemos el número, como eran llamados los estudiosos de los cielos, de naturaleza y la medicina. La idea de “tres magos” obedece más bien al razonamiento que trajeron dones de oro, incienso y mirra, y que eran “reyes” y que sus nombres eran Gaspar, Baltasar y Melchor son ideas falsas de los que no se contentan con lo que la Escritura dice.
Pero el celo de los magos era digno de alabanza. Aceptaron la luz que tenían y la siguieron. Ellos llegaron preguntando sobre el rey de los judíos. Ni por un momento los magos expresan duda alguna con referencia al hecho del nacimiento reciente de aquel a quien denominan “Rey de los judíos”. Para ellos el nacimiento es real y el título es cierto. Lo que buscan es una respuesta a la pregunta “¿Dónde está?” Ellos creían que el lugar del nacimiento del rey de los judíos era conocido por todos. Los magos habían venido siguiendo una estrella, ya que de manera milagrosa Dios guió a los magos para que encontraran a Cristo para adorarle. Esta no fue una estrella ordinaria, como han querido algunos seudocientíficos afirmar diciendo que era una conjunción de planetas. Tampoco era un OVNI. Aunque parece que en Jerusalén ellos no pudieron verla, sino hasta que salieron de esa ciudad.
Todos los jerometropolitanos se turbaron, e incluso Herodes el rey[34], que llamó a los sacerdotes y escribas para investigar el asunto, y ellos investigando encontraron la profecía que decía que debía nacer en Belén[35]. El rey quiso engañar a los magos diciéndoles que él también iría a adorar al niño, para que regresaran y así poder disponer del niño, pero la verdad es que Herodes estaba que hervía de celos. Los familiarizados con la historia de Herodes el Grande pueden comprender muy bien el sentido de estas palabras. En su cólera acerca de las rivalidades y celos en su familia hizo dar muerte a los dos hijos que había tenido con Mariamne, a ella misma, a Antipater, otro hijo, y que había sido además su heredero, así como al hermano y a la madre de Mariamne, y al abuelo de Mariamne, Juan Hircano.
Ellos salieron y reencontraron la ruta al ver la estrella que les guiaba y esta se detuvo en la casa donde estaba el niño[36]. Algunos han sugerido que estos tesoros fueron muy útiles para la familia de José para su viaje a Egipto y su estancia allí. Dicen algunos que esto es ajeno a la narración de Mateo, que no cabe en la interpretación del texto, etc. Es cierto que Mateo no dice nada al respecto, pero los viajes y la vida por algún tiempo en una tierra extranjera cuesta dinero. No es malo observar que Dios siempre provee para sus siervos, y cuanto más por esta familia muy especial. La Biblia enseña mucho acerca del uso de los bienes materiales. En muchos textos Cristo mismo enseña sobre la fiel mayordomía. Los magos adoraron al niño y fueron avisados de que tomaran otro camino y no volvieron a Herodes.
5. Matanza de los niños (Mateo 2.13-23).
José recibió el aviso por parte de un ángel para que huyeran a Egipto ya que Herodes iba a tratar de asesinar al niño, con lo que se cumplía la profecía: “…de Egipto llamé a Mi hijo”[37]. Sin duda salieron sin avisar a nadie. El relato de Mateo es breve. ¿Fueron a pie? ¿Hubo asno por lo menos para María y el niño? Mateo no dice. Lo importante fue que Dios dio un mandamiento a José y le obedeció. Ya se mencionó la utilidad de los tesoros presentados por los magos para su mantenimiento, pero adicionalmente se puede agregar que había muchos judíos en Egipto y, por eso, José podía unirse con otros carpinteros para ganarse la vida, como en Corinto Pablo se unió a Aquila y Priscila que eran del mismo oficio[38].
Herodes se encontró burlado por los magos, por lo que montando en cólera mandó asesinar a todos los niños menores de dos años de Belén, cumpliéndose la profecía de Jeremías 31.15.
En la Edad Media los escritores cristianos especulaban que fueron asesinados entre 3.000 y 15.000 bebés. Pero de acuerdo con el censo ordenado por el gobernador romano Quirino, tal como relatan los Evangelios, el pueblo de Belén no tenía más de 800 habitantes. Así que cada año no habría más de 20 nacimientos, y morían aproximadamente el 50% antes de cumplir los dos años de edad, lo cual era la mortalidad infantil normal hasta hace un par de siglos, así que los niños asesinados por orden de Herodes no deben de haber sido más de veinte, lo que explicaría que solo Mateo registra este hecho y no aparece en los anales históricos, pero no debe ser algo extraño conociendo el carácter de Herodes.
Herodes murió en el año 4 a.C., uno o dos años después del nacimiento de Jesús[39]. Con muchos detalles Josefo describe la muerte de Herodes como una experiencia horrible y repugnante. José recibió una nueva revelación para que volviera a Israel, pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, decidió irse a Nazaret de Galilea, cumpliéndose la profecía de Isaías 40.3. Arquelao era el duplicado de su padre, pues, según Josefo, al principio de su reinado mató a tres mil judíos en el templo durante la Pascua. Antipas, otro hijo de Herodes el Grande, reinaba sobre Galilea. Este no se llevaba bien con su hermano Arquelao y era de carácter más agradable; por eso, no había peligro para la familia de José.
6. Infancia de Jesús (Lucas 2.41-52).
Las palabras: “Y Su madre atesoraba todas estas cosas en su corazón”[40], nos hacen pensar que este relato narrado solo por Lucas es información dada por María.
Jesús tenía doce años cuando toda la familia viajó a Jerusalén a celebrar la Pascua, como todos los años, que se celebraba juntamente con la Fiesta de los Panes sin Levadura, y se prolongaba siete días. El nombre viene del vocablo hebreo pesakh, que literalmente significa “pasar por alto”. Los principales pasajes bíblicos en los que se narran la institución y el mandato de la Pascua son Éxodo 12.1-28; Levítico 23.1-2, 4-8 y Deuteronomio 16.1-8.
La ley[41] requería que todo varón asistiera a tres fiestas solemnes en Jerusalén cada año: La Pascua; la fiesta de Pentecostés, cincuenta días después de la Pascua, que conmemoraba la entrega de la ley, y la fiesta de Cabañas a fines de nuestro septiembre, que conmemoraba el cuidado del pueblo durante sus cuarenta años en el desierto y se celebraba como acción de gracias por los favores de Dios durante el año. Como vemos aquí, mujeres piadosas asistían también.
La Pascua conmemora para los israelitas su propia liberación realizada por la intervención divina, y el día en que Adonay los sacó de la esclavitud en Egipto, por mano de Moisés, para introducirlos en Canaán, la tierra de promisión. Sin embargo, la Pascua no recordaba solo la liberación en sí, sino también al cordero o víctima del sacrificio, cuya sangre, untada en los postes y en el dintel de la puerta de los hogares israelitas, evitó que el ángel de la muerte matara al primogénito de cada familia del pueblo de Dios. Así que la Pascua es también el acto redentor más grande de Dios, en cuanto a su antiguo pueblo.
Moisés instituyó la Pascua por orden de Dios, la misma noche en que el pueblo de Israel salió de Egipto, después de ser esclavos por más de 400 años. Debían celebrarla todos los israelitas, incluyendo los extranjeros circuncidados que vivieran entre ellos, por estatuto perpetuo[42]. En la primera Pascua hubo algunos detalles que no se practicaron después sino solo simbólicamente, tales como las instrucciones que se dan en Éxodo 12.11, y la sangre que se untó en los postes y en el dintel de la puerta[43]; en tiempos posteriores esta se rociaba en el Tabernáculo o en el Templo, como símbolo de expiación.
La Pascua se celebraba a la puesta del sol el día 14 del mes de abib o nisán[44], el cual corresponde a nuestro marzo-abril. Este era el primer mes del calendario sagrado judío y el día 14 coincidía con la noche de luna llena. El día 10 de ese mes cada familia debía apartar un cordero o un cabrito, macho, de un año, sin defecto alguno. Si la familia era pequeña, se podían juntar varias familias para las que un cordero fuera suficiente. El cordero debía inmolarse y con su sangre untarse los postes y el dintel de las casas en recuerdo de que un día así se había evitado la muerte del primogénito de la familia.
El cordero debía asarse, y su carne comerse con hierbas amargas y panes sin levadura. El padre de familia era el que presidía la celebración, y Moisés dio órdenes precisas para que al preguntar los hijos qué era la Pascua el padre les explicara su significado. Debía recalcarse la intervención amorosa y poderosa de Dios al dar libertad a su pueblo. Lo que sobrara del cordero, al que no se le debía quebrar los huesos, debía quemarse aquella misma noche[45].
Si alguien por alguna razón justificada no podía celebrar la Pascua en la fecha establecida, tenía permiso para celebrarla en el segundo mes; pero si el descuido era voluntario, al infractor se le castigaba con la muerte[46]. A las mujeres se les permitía participar en la celebración, pero no estaban en la obligación de hacerlo[47].
Aunque Lucas no relate que iba toda la familia, incluidos los hermanos de Jesús, es probable que ellos también asistieran, así que el control de los niños no debía haber sido fácil, además que existe la posibilidad que viajaran con otros familiares, por lo que no resultaba extraño que un jovencito de doce años se entretuviese con otros niños de su edad sin que sus padres supieran en dónde estaba exactamente, por lo que no es de culpar a José y a María que no supieran en qué lugar se encontraba su hijo en todo un día.
Al no encontrar a Jesús en el grupo, José y María regresan a Jerusalén, en donde le encuentran en el Templo con los doctores con los que platicaba amenamente. Aunque Jesús subía a Jerusalén con sus padres para la fiesta, no estudiaba en las escuelas de los rabinos. Por eso, vemos la reacción de la gente cuando Jesús enseñaba[48]. Los padres se sorprendieron, pero más lo estaban los maestros al escuchar las preguntas, repuestas y razonamientos de este joven judío campesino. “Asombrados” viene del verbo “ekplesso”, que significa “golpear fuera de”, “estar sumamente perturbado en la propia mente”. La inteligencia y respuestas de Jesús los dejaban asombrados o atónitos.
A partir de aquí no volvemos a saber sobre la vida de Jesús durante su adolescencia, excepto que se mantenía con sus padres. Estas simples palabras de Lucas 2:51: “Descendió con sus padres y vino a Nazaret, y continuó sujeto a ellos”, nos eliminan la posibilidad que Jesús hubiese viajado al Tibet o a Inglaterra a estudiar con religiosos orientales o con los druidas, como algunos sugieren.
C. Inicio del Ministerio de Jesús.
1. Juan el Bautista (Mateo 3.1-12; Marcos 1.1-8; Lucas 3.1-20).
Lucas nos informa que el inicio del ministerio de Juan el Bautista se dio en el año 15 del gobierno de Tiberio César, y ya que este comenzó a reinar en el año 14 d.C., podemos saber que Juan comenzó su prédica en el año 29 d.C., cuando a la sazón tenía unos 34 años de edad, y Jesús era solo seis meses menor, lo que nos indica que la edad que le ha dado la tradición a Jesús de 30 años para el inicio de su ministerio, ha sido equivocada.
El ministerio de Juan era sumamente importante, pues él introducía el reino de Dios a los judíos. Predicaba cerca del Río Jordán, porque allí bautizaba. Se ha dicho por parte de algunos comentaristas que el bautismo ya existía por parte de los judíos y que se bautizaban los prosélitos, pero no es cierto. La ley requería lavamientos de personas inmundas[49]. De estos habla Hebreos 9.10, pero la ley no requería tal cosa para prosélitos. Por la tradición judía esta práctica fue agregada, como el llamado bautizo infantil fue agregado a la práctica bíblica de bautizar a los creyentes penitentes. En realidad el bautismo de prosélitos ni siquiera se menciona hasta el tercer siglo. Varios autores como Josefo hablan de prosélitos pero no hablan del bautismo de ellos.
El bautismo de Juan era de arrepentimiento, lo que significa un cambio radical de corazón que lleva al cambio de vida. Al llegar a su bautismo el pueblo confesaba sus pecados. Esto debería indicar que iban a dejar sus pecados y seguir el camino del Señor. Pablo dice que la tristeza según Dios lleva al arrepentimiento[50]. Precisamente aquí está el problema con muchas “conversiones”. No hay genuino arrepentimiento porque no hay genuina tristeza por los pecados. Cuando alguno llega a Jesús con la tristeza mostrada por la mujer de Lucas 7.44, hay esperanza de una sincera conversión. Pero lamentablemente muchos creen que sus pecados son insignificantes, “veniales” en lugar de “mortales”, y que no requieren mucha tristeza. Parece que algunos creen que sus pecados son más respetables que los de otros y que la iglesia debe sentirse muy agradecida por tenerlos por miembros.
Para muchos es difícil arrepentirse porque aceptan el concepto calvinista que “es humano equivocarse y pecar”. Esto implica que el hombre, por ser hombre, es corrupto y tiene que pecar o por lo menos tiene que querer pecar, pero Dios hizo al hombre a su imagen y no lo hizo corrupto. Dios forma el espíritu en el hombre[51], y no lo forma corrupto.
Las denominaciones modernas dicen que el bautismo no es para obtener el perdón de los pecados, sino que es simplemente un “símbolo”. Creen que en la salvación por la fe sola. Sin embargo, al comentar la misma frase, palabra por palabra, “eis aphesin hamartion”[52] dicen propósito del derramamiento de su sangre del Nuevo Pacto era precisamente el de que el perdonar pecados. Por lo tanto, no son consecuentes.
Se citan las palabras de Isaías 40.4-5, que tenía su aplicación primaria en el retorno de los judíos de Babilonia, pero tenía significado aun más importante con respecto al ministerio de Juan como precursor de Cristo. La figura se basa en la costumbre antigua de preparar el camino para la llegada de algún monarca u otro personaje muy importante. En estos casos el pueblo literalmente enderezaba sendas y caminos torcidos, quitaba piedras del camino, etc. A veces los que sembraban quitaban piedras de sus campos y las echaban en los caminos y sendas. ¡Cómo son torcidos los caminos que llevan al corazón del hombre! El arrepentimiento los endereza. El arrepentimiento quita los obstáculos del camino para que uno sea un verdadero hijo de Dios.
Pero para los que no se arrepientan, no espera otra cosa sino el castigo en fuego. Los “Testigos del diablo” y otros materialistas y modernistas niegan la realidad del castigo en fuego. Enseñan que los malos serán “aniquilados” o que habrá otra oportunidad para ellos, o alguna forma de “purgatorio” para que después de algún tiempo de sufrimiento los condenados sean restaurados, pero es imposible armonizar tales conceptos con lo que dicen Juan, Jesús y los apóstoles. Por lo tanto, en lugar de negar esta verdad nos conviene aprovechar la salvación que Cristo nos trajo para escapar de la ira de Dios. Los “Testigos” hacen burla de la doctrina de Cristo diciendo que el hombre no permite la tortura de un perro y, por eso, razonan que sería imposible que el Dios de amor y misericordia permitiera la tortura de los seres humanos en el infierno. Sin embargo, recuérdese que los que hablan así no conocen a Dios. Hablan constantemente de “Jehová” pero no conocen a Adonay y blasfeman contra Cristo, enseñando que Él es una “cosa” creada. Ellos creen en dos “dioses”[53]. Si hablan así de Cristo, ¿qué se espera cuando hablan de la doctrina de Cristo? No entienden el evangelio. No saben lo que es gracia y misericordia. Tampoco toman en serio el pecado. No entienden que el pecado debe ser castigado, y que si el hombre rechaza a Cristo y el evangelio, entonces todavía sigue bajo la ira de Dios y tendrá que sufrir por sus pecados. Cristo murió en la cruz para que nadie tuviera que sufrir en el infierno, pero el infierno fue preparado para el diablo y sus ángeles[54].
Algunos se consuelan con el pensamiento de que el cuerpo no puede estar quemando sin fin porque el fuego lo consumiría, pero a estos se les olvida de lo que se está hablando. El cuerpo que sufrirá eternamente no es este cuerpo físico, sino el cuerpo espiritual que el hombre recibe al resucitar de los muertos[55]. ¡Si los hombres se pudieran convencer de la doctrina del dolor eterno en el infierno, de una vez obedecerían al evangelio y llevarían vidas consagradas a Dios! El dolor del infierno no es solamente por horas, o por días, o por años sino para siempre. Los dolores de parto son tremendos pero son pasajeros. En el infierno, sin embargo, el dolor no será pasajero. Los dolores de una enfermedad terminal duran a veces por meses y aun por años, pero ni siquiera esto se puede comparar con el dolor del infierno que nunca termina. Además, en esta vida aun para los dolores más agudos hay medicina fuerte, pero en el infierno no habrá ningún alivio[56]. Pero el problema es que muy pocos creen esta doctrina. Aun los cristianos no la dan la importancia que merece, porque una fuerte convicción con respecto al castigo eterno nos motivaría fuertemente para ser más fieles, más apartados del mundo y más activos en la obra el Señor.
Otro sufrimiento horrible será el remordimiento. Al mismo tiempo los que sufren en el infierno estarán recordando que durante la vida tenían muchas oportunidades de obedecer al evangelio. Recordarán las muchas invitaciones que rechazaron. Estarán pensando que hubiera sido posible estar en el cielo sin dolor alguno, sin lágrimas de ninguna clase, gozando la vida eterna. Cuantas veces en esta vida lamentamos algún descuido diciendo “oh, si hubiera hecho tal o cual cosa”, o “si no hubiera hecho tal cosa”. Imagínese la agonía del remordimiento más severo eternamente.
Juan cumplió lo que el ángel Gabriel dijo a Zacarías[57]. No solo reprendió a los fariseos y saduceos que venían a su bautismo[58], sino que sin parcialidad también reprendió al rey Herodes, aunque entendía que por ese motivo el rey podía matarlo. Herodes, hombre sin convicción y movido por la pura conveniencia, estaba entre la espada y la pared. Sabía que Juan era varón justo y santo y le escuchaba de buena gana, pero si su perplejidad indicaba que consideraba la posibilidad de arrepentirse, no tenía suficiente fuerza para hacerlo, pues por todo lado había problemas y no veía salida. Temía a Juan, temía al pueblo y sobre todo temía a su esposa.
2. El bautismo de Jesús (Mateo 3.13-17; Marcos 1.9-11; Lucas 3.21-22).
¿Por qué se bautizó Jesús? Si este era para arrepentimiento, él no lo necesitaba ya que no cometió pecado. Pero hay tres puntos importantes que deben ser considerados:
a. Era la inauguración de su ministerio, su ordenación, dejaba la vida hogareña y se convertía en el Cordero de Dios.
b. Como un acto público de identificación con su pueblo[59].
c. Para aprobar públicamente que la obra de Juan el Bautista procedía de Dios.
Jesús enseñó que el bautismo de Juan era del cielo[60], y que era según “los propósitos”[61] de Dios. Mateo 3.14 dice que Juan se oponía a bautizar a Jesús. Nunca hubiera esperado tal cosa, porque él sabia, por lo menos, del maravilloso nacimiento de Jesús, y es muy probable que sabía mucho acerca de su vida. Lucas describe la amistad entre la madre de Juan y la madre de Jesús. Elisabet, siendo parienta de María, sin duda contaba a Juan lo que ella sabía acerca de Jesús. Aunque Juan no tenía hasta ese momento confirmación divina de que Jesús era el Cristo[62], así que él “se le oponía” cuando llegó para ser bautizado de él, porque creía que tal acto seria muy humillante para Jesús.
Juan quería bautizar a los fariseos, saduceos e intérpretes de la ley que se arrepintieran y no siempre podía[63], y no quería bautizar a Jesús, pero éste insistió en que lo hiciera. La humildad de Juan se ve claramente en esta ocasión, pero léase con cuidado lo que Jesús dice de él en Mateo 11.7-15. Son palabras impresionantes de alabanza de este gran profeta de Dios. El bautismo tuvo que ver con la “justicia” de Dios. Todo el pueblo, aun los publicanos, aceptaron el plan y las demandas de Dios. Admitieron que era justo y correcto que ellos se arrepintieran y se bautizaran para remisión de pecados. Dios era justo en lo que Él requería, y cuando ellos aceptaron este plan de Dios se hicieron justos. Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron la justicia de Dios. Rechazaron su propósito de salvarles de sus pecados. No querían admitir que eran pecadores. Confiaban en ser el pueblo especial de Dios.
Ahora bien, Jesús no tenía pecado, pero era muy importante que apoyara el plan de Dios para la salvación. Desde el tiempo de su niñez Jesús estaba sujeto[64]. Aunque era Hijo de Dios, aprendió la obediencia. Guardó perfectamente la ley de Moisés, bajo la cual nació y bajo la cual vivió y murió. El bautismo de Juan no era parte de la ley de Moisés, pero era un precepto de Dios dado por su profeta. El bautismo de Juan fue uno de los mandamientos positivos de Dios que para tanta gente no importan. Cristo estaba resuelto a obedecer este mandamiento positivo de Dios. Iba a mostrar la obediencia absoluta, aunque no tenía pecados. En lugar de buscar excusas para no bautizarse Él hizo caso omiso de la “salida” lógica que tenía, ya que no había pecado, como también de la oposición fuerte de Juan, insistiendo en que “conviene que cumplamos toda justicia”. ¡Qué ejemplo tan glorioso ha dejado para nosotros!
Nosotros no somos bautizados simplemente para imitar a Jesús. Él no fue bautizado para obtener la remisión de pecados, porque no tenía pecados, pero nosotros sí tenemos pecados; así es que nosotros somos bautizados para la remisión de pecados como los demás que llegaron al bautismo de Juan[65], y como la gente que fue bautizada el día de Pentecostés[66].
3. Genealogía de Jesús (Mateo 1.1-17; Lucas 3.23-38).
De los cuatro evangelistas, solo dos dan la genealogía de Jesús: Mateo y Lucas, y ambas son diferentes. Mientras que Lucas señala hasta Adán, Mateo solo llega hasta Abraham, para probar que Él era un verdadero israelita. Pero no solamente se debía probar que Jesús era descendiente de Adán y Abraham, sino que de Judá, para que se cumpliera la profecía de Génesis 49.10. Mateo aclara que hace divisiones de 14 generaciones, en parte para ayudar a la memoria, y en parte para indicar los tres grandes períodos de la historia, a saber: De Abraham, el padre de la nación a David el rey, de David a la destrucción de la monarquía en la deportación a Babilonia, y de este acontecimiento a la venida del Mesías.
Lucas hace un apunte de que Jesús tenía “unos treinta años”, no dice que tenía treinta años, aparentemente basa su manera de contar de acuerdo a Números 4.2-3, en donde se cuenta a los varones de “treinta años arriba hasta cincuenta años”[67].
Ha habido mucha discusión acerca de la diferencia entre la lista de los antepasados de Jesús según Mateo y la lista según Lucas, pero no hay provecho en un examen minucioso de estas listas de nombres, porque en el primer siglo no había duda ni disputa acerca de la genealogía de Jesús. Los enemigos de Jesús hicieron muchas acusaciones contra Él, pero nunca pusieron en tela de juicio su genealogía. El linaje de David está registrado en las Escrituras[68] y cualquier persona interesada podía averiguarlo. Así pues, las dos listas eran comprensibles y satisfactorias para los judíos. Conviene recordar este detalle con el fin de disipar cualquier supuesta discrepancia o contradicción entre las dos listas. Si por cualquier motivo Mateo o Lucas hubieran escrito una genealogía incorrecta o contradictoria, los eruditos la habrían denunciado. Los que estudian esta genealogía ahora, no siempre toman en cuenta cómo los antiguos registraban sus genealogías; por ejemplo:
a) No siempre aclaraban si el que engendró era el padre inmediato o el antepasado, pues el hebreo no hablaba de nietos, bisnietos, etc.
b) Algunos se han fijado en la omisión de nombres, pero el propósito de Mateo y Lucas no fue nombrar a todos los antepasados.
c) Se estudia y se discute también sobre Jeconías y sus hermanos, como también sobre Salatiel y Zorobabel, etc., pero recuérdese que nada de eso fue problema para los judíos del primer siglo y, por consiguiente, no debe ser problema para nosotros.
Aunque muchos creen, pues, que Lucas da la genealogía de Jesús a través de María, sería muy difícil probarlo. Si Lucas hubiera pensado que Elí era el padre de María, habría sabido cómo expresarlo. Recuérdese que lo más importante es que los enemigos de Jesús nunca pusieron en tela de juicio su genealogía. Aunque nosotros no comprendemos exactamente cómo los judíos registraban su genealogía, ningún enemigo de Jesús criticó los registros de Mateo y Lucas.
Al conectar Jesús con Adán, Lucas muestra otra vez su propósito de presentar a Jesús no solamente como el Salvador de los judíos sino también como el Salvador de todo el mundo.
4. La tentación de Jesús (Mateo 4.1-11; Marcos 1.12-13; Lucas 4.1-13).
En un giro que nos deja un poco perplejos, Jesús no inicia de una vez su predicación, sino que se dirige al desierto en donde permanece 40 días en ayuno y al fin tuvo hambre y fue tentado[69] por Satanás.
Jesús fue voluntariamente, pero no se metió deliberadamente en tentación. El diablo, llamado Satanás es un ser real. Es el enemigo que siembra cizaña cuando el Señor siembra simiente buena, quita la palabra de Dios del corazón del hombre para que no crea, usa lazos para atrapar a los hombres para que estén cautivos a voluntad de él, es el padre de la mentira, pero puede ser resistido por el hombre.
Jesús debía ser en todo semejante a sus hermanos[70] y fue tentado en todo, pero sin pecado[71]. Siendo hombre tenía todos los deseos y apetitos normales del hombre. Nunca pecó ni en palabra, ni en hecho, ni en pensamiento. Nunca fue culpable de codiciar a una mujer[72]; nunca aborreció a nadie[73]; no amaba al dinero[74]. Fue tentado como hombre, pero no como hombre pecador. Jesús no tenía debilidades o flaquezas espirituales. El hombre tiene deseos carnales e inclinaciones hacia el mal y, por eso, fácilmente cae en pecado, pero Jesús no tenía tales flaquezas. Cuando la palabra débil se usa en sentido espiritual, significa pecador. La palabra debilidad es asthéneia, y significa enfermedad, literalmente “falta de fuerza”[75].
Jesús fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. La expresión “sin pecado” significa “aparte del pecado”. En todas las tentaciones que Cristo soportó, no había nada dentro de Él que respondiera al pecado. No había ninguna debilidad pecaminosa. Fue tentado en todo según nuestra semejanza, porque tenía deseos y apetitos humanos, pero hay mucha diferencia entre los deseos humanos y los deseos malos, que son cultivados y adquiridos por el hombre mismo; es decir, no nace con ellos, sino que en vez de satisfacer los deseos normales y naturales conforme a las reglas de Dios, salen de estos límites para corromperlos y satisfacerlos conforme a las incitaciones del diablo. Cristo Jesús tuvo todos los deseos y apetitos normales y naturales, pero no adquirió ningún deseo o apetito carnal. Siempre estaba resuelto a hacer la voluntad de Dios[76].
Los deseos malos son creados y cultivados por el hombre desde la juventud por medio de imitar el ejemplo de otros, por la asociación con gente mundana, por varios medios de comunicación carnales. Entonces, una vez corrompido el corazón, el hombre es susceptible a la tentación del diablo descrita en Santiago 1.14. Recuérdese siempre lo que se dice de Cristo en Hebreos 1.9: “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad”[77].
Existe un error en el calvinismo que enfatiza que en Romanos 8.3, cuando habla de la “semejanza” de la carne de Jesús le hacía diferente de los demás seres humanos, y no toman en cuanta Hebreos 2.17 que dice que debía ser en todo semejante, así que si todos los hombres nacen pecadores, entonces Jesús nació pecador. La Biblia enseña que el hombre nace sin pecado, pero en Romanos 8.3 Pablo habla de “carne de pecado” porque todos los hombres han pecado, usando su cuerpo como instrumento de pecado[78]. Cristo vino en semejanza de “carne de pecado”, pero nunca usó su cuerpo como instrumento de pecado. Algunos suponen que fue necesario que Jesús tuviera deseos carnales para ser nuestro ejemplo, pero Dios es nuestro ejemplo[79], y sin embargo no tiene que tener nuestras debilidades. Cristo fue tentado para dejarnos el perfecto ejemplo de cómo vivir y de cómo resistir al diablo. No vino para saber cómo sería vivir como un hombre, pues ya sabía todo lo que hay en el hombre[80].
D. Ministerio en Galilea.
1. Inicio del ministerio.
a. Regreso a Galilea (Mateo 4.12; Marcos 1.14-15; Lucas 4.14-15).
Jesús regresó del desierto y comenzó a enseñar en las sinagogas[81]. Los judíos ofrecían sacrificios y llevaban a cabo otros actos de culto solamente en el Templo, pero se reunían en sus respectivos pueblos cada sábado en la sinagoga[82], por lo que se puede decir que la sinagoga tuvo mucho que ver con la propagación del evangelio en el primer siglo.
Su fama se corrió rápidamente en Galilea ya que ahí hizo muchos milagros, pero curiosamente le rechazaron, lo cual el que se hagan o no milagros no es indicativo que la gente va a obedecer el Evangelio, ya que Juan no hizo ningún milagro y la gente le aceptó fácilmente como profeta.
b. La sinagoga en Nazaret (Mateo 13.54-58; Marcos 6.1-6; Lucas 4.16-30).
Y en la sinagoga de Nazaret Jesús se reveló como el Mesías que tanto habían esperado, pero los suyos fueron los primeros en rechazarle.
Jesús tenía la costumbre de asistir a los estudios de la sinagoga cada sábado. Jesús citó la profecía mesiánica de Isaías y afirmó que “Hoy se ha cumplido” porque Él era el Mesías que había de venir. Ya había predicado a los pobres, sanado a los quebrantados de corazón, pregonado libertad a los cautivos, dado vista a los ciegos, puesto en libertad a los oprimidos y predicado el año agradable del Señor. El campo principal de su ministerio había sido allí mismo en Galilea. Pero esta descripción del papel de Mesías era diferente de lo que el pueblo esperaba. No podían creer que uno de ellos, un hombre como ellos, criado en medio de Nazaret podría ser el Mesías. Esto era increíble y no lo podían aceptar. Él era de Nazaret y, por eso, según ellos, debería hacer allí las señales que hacía en Capernaúm, y que no creerían a menos que vieran señales, aunque no podían negar que Jesús había hecho verdaderos milagros, porque los había hecho en Caná y en Capernaúm que estaban ubicados unos pocos kilómetros de Nazaret, pero no querían juzgar la sabiduría y las obras maravillosas de Jesús de manera objetiva. Todo era subjetivo y personal. Le tenían envidia y no querían aceptarlo como superior a ellos. Aunque en otras partes le sobraba fama, los de Nazaret pensaban de la siguiente manera: “él es uno de nosotros, es de aquí, lo conocemos bien, como también a su familia, es un mero carpintero, etc.; por eso, no puede ser alguien importante”. La familiaridad extrema de su humanidad ordinaria evitó que creyeran en su divinidad. La familiaridad engendra el desprecio, por ello, los profetas Elías y Eliseo hicieron milagros entre otros pueblos por causa de la infidelidad de los israelitas; de esa manera los gentiles recibieron las bendiciones de Dios que habría dado a Israel a no ser por sus rebeliones contra Él. Así también Cristo hizo señales entre otros porque los de su pueblo no creían en Él.
Los de Nazaret se llenaron de ira por varias razones:
1) Tal vez porque Jesús se comparaba a sí mismo con estos dos profetas ilustres.
2) Porque Jesús les decía en efecto que ellos no eran dignos de sus bendiciones, porque eran como aquellos israelitas que fueron pasados por alto por Elías y Eliseo.
3) Aunque Jesús sí obraba entre el pueblo de Dios en Capernaúm y en otros pueblos, la implicación de estas ilustraciones es que Jesús también tendría bendiciones para los gentiles. Todo esto fue muy ofensivo y ellos “se escandalizaron”.
En lugar de aceptar la verdad optaron por enojarse y matarlo. En esta ocasión y en varias otras nuestro Señor Jesucristo mostró claramente su valentía y liderazgo. Cuando le llevaron hasta el monte “para despeñarle”, pasó por en medio de ellos y se fue. No dice el texto que fue un milagro ni tampoco lo implica, sino que simplemente la muerte de Jesús vendría cuando Él mismo estuviera listo a entregarse y no antes.
No sabemos si estando en el desierto alguien le buscó para informarle o se enteró del encarcelamiento de su primo Juan al momento de regresar a su casa en Nazaret, de donde partió para vivir en Capernaum[83] para que se cumpliese la profecía de Isaías 9.1-2. Allí Jesús hizo más milagros que en ninguna otra ciudad pero ellos fueron incrédulos. Entonces surge la pregunta: ¿Por qué, a diferencia de Juan el bautista que no hizo ningún milagro, Jesús si los hizo?
1) Revelan la bondad y la misericordia de Dios; él no es indiferente a las necesidades y sufrimientos.
2) Sirven de credenciales a su persona y misión[84].
3) Los milagros son para explicar el mensaje no son la prioridad, son el beneficio adicional al cambio de vida en lo fundamental.
4) El Señor quería darse a conocer como médico de almas cuyos pecados venía a sanar.
2. Jesús en Capernaum (Mateo 4.13-17; Lucas 4.31).
Después del rechazo de los suyos en la sinagoga, Jesús se trasladó a Capernaum, que llegó a ser su ciudad, una ciudad grande, uno de los centros de la vida política y comercial de Galilea, una galería pesquera, adonde acudían muchos gentiles. Aquí el mensaje del reino tendría mejores posibilidades que en Jerusalén, con su orgullo eclesiástico, o que en Nazaret, con sus celos locales, aunque más tarde Jesús la denunció[85].
Toda la parte norteña de Palestina era llamada “Galilea de los gentiles” ya que muchos de ellos vivían en medio de los judíos e influían en sus costumbres. Los judíos orgullosos de Judea despreciaban a los galileos; por eso, para ellos el concepto de un “Mesías” de Galilea no sería nada aceptable. Pero el ministerio de Jesús comenzó en Galilea y en gran manera se concentraba en Galilea. Este pueblo estaba perdido por causa de su ignorancia y ceguera espiritual. Fueron despreciados por los judíos de Jerusalén, pero en realidad éstos eran aun más ciegos que los de Galilea. Por no tener tanto prejuicio como los de Jerusalén, muchos galileos aceptaron a Cristo.
Jesús comenzó su ministerio con el mandamiento más difícil de la Biblia: arrepentimiento. A veces predicadores animan al pueblo a obedecer al Evangelio diciendo que “es sencillo y es fácil; solo tienen que creer, arrepentirse, confesar y ser bautizados”, pero el “arrepentirse” no es fácil porque significa “cambiar”. El arrepentimiento significa cambio de mente, cambio de corazón, cambio de los pensamientos y propósitos que resultan en un cambio de vida. Los judíos no querían cambiar, pues confiaban en ser hijos de Abraham, el pueblo escogido de Dios. Muchos paganos se arrepintieron, pero la mayoría no. Nunca digamos que “es fácil” obedecer al Evangelio. Jesús no dijo tal cosa. Más bien, habló de la necesidad en algunos casos de cortar la mano derecha o sacar el ojo derecho; habló de negarse a sí mismo; habló de renunciar todo, aun la propia vida, etc.
a. Los primeros discípulos (Mateo 4.18-22; Marcos 1.16-20).
Solo Marcos y Mateo citan el llamamiento de los primeros discípulos, Lucas pasa por alto el hecho y cuando él narra el ministerio de Jesús los toma en cuenta como que hubiesen estado siempre ahí. Tomemos en cuenta que Jesús ya está instalado en Capernaum y probablemente salió simplemente a reconocer el sitio cuando encuentra a Simón y Andrés.
1) Simón Pedro.
Simón Bariona o Bar Jonás, del hebreo: שמעון, “Shimon”, llamado también “Pedro” o “Cefas”, nació en Betsaida y según la tradición católica, murió en Roma el 29 de Junio del 67 a.C. Fue pescador y uno de los doce apóstoles, discípulos de Jesús de Nazaret.
Su nombre de nacimiento era Shimón, pero recibió de Jesús el nombre de “Pedro”, del griego πετρos, “piedrilla”, al reconocer que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios[86]. Pablo lo llamó en sus escritos כיפא, “Keyfas”, el equivalente arameo de Simón, aún cuando se piensa que predicaba en griego; Juan lo llamó, por lo general, “Simón Pedro”. Jesús no solo reconoció en Simón haber sido inspirado por Dios Padre, sino que también le llamó despectivamente como “Satanás”, por no poner su mirada en las cosas de Dios, sino en la de los hombres[87]. Simón Pedro negó conocer a Jesus tres veces antes de su muerte y a causa de ello lloró amargamente[88].
No se cuenta con más detalles sobre la vida de Simón que los que recoge el Nuevo Testamento, excepto por algunos documentos de Clemente Romano que tratan de los últimos años de su vida.
De acuerdo con la narración evangélica, Simón era un pescador judío de Galilea, oficio que ejercía con su hermano Andrés; estaba casado, puesto que la curación de su suegra se recoge en los evangelios sinópticos[89]. Otros escritos apócrifos, mencionan que había tenido una hija.
Simón fue incorporado al grupo de los apóstoles a principios del ministerio de Jesús en Galilea. Según el testimonio de Juan[90], fue su hermano Andrés quien lo introdujo al grupo, tras haberse contado ambos entre los seguidores de Juan el Bautista. La narración de los sinópticos da otro punto de vista, narrando la historia de que al ver a ambos recoger las redes, Jesús invitó a los dos hermanos a hacerse “pescadores de hombres”[91] y fue Simón el primero en reconocer a Jesús como el Hijo de Dios[92].
Fue uno de los tres discípulos íntimos que, según la Biblia, fueron testigos de la transfiguración de Jesús[93].
Los Evangelios recogen también la profecía de Jesús anunciando la traición de Simón quien lo negaría tres veces consecutivas avergonzándose de ser seguidor de Jesús. Aún cuando la noche de la última cena, Simón juró no apartarse de Jesús, al ser interrogado por los soldados romanos que lo habían detenido, negó tres veces conocerlo antes del canto del gallo, es decir, antes de que la noche acabase[94]. Luego de la resurrección, según lo relata Juan[95], Jesús resucitado se aparece ante los discípulos y dirigiéndose a Simón le hace reafirmar tres veces su amor por Él.
Tras la muerte de Jesús, la figura de Simón es menos precisa. Si bien varios de los Evangelios dejan entrever que había sido especialmente atendido por Jesús, los testimonios no son siempre coherentes. Mateo no vuelve a nombrar a Simón tras haber éste negado conocer a Jesús. El autor de Hechos de los Apóstoles, sin embargo, presenta a Simón como una figura crucial de la primera comunidad cristiana en Jerusalén; es él quien preside la selección del reemplazo para Judas Iscariote[96] y quien es examinado públicamente por el Sanedrín[97], tras sanar en el nombre de Jesús a un hombre a las puertas del Templo de Jerusalén, además de emprender misiones a Lidia, Jaffa y Cesarea y de estar presente en el “Concejo de Jerusalén”, cuando Pablo sostiene que el mensaje de Jesús se extiende también a los gentiles. La prédica de Simón, sin embargo, estuvo por lo general limitada al pueblo judío a diferencia de Pablo que predicaba a los gentiles[98], aunque fue el que bautizó al primer cristiano no judío, en Cesarea, debido a una visión tenida en Joppe, el Centurión Cornelio y a su gente[99].
El autor de los Hechos, sin embargo, se centra luego en las obras de Pablo, por lo que de los años posteriores es mucho lo que se ignora. De acuerdo con la epístola a los Gálatas, se trasladó a Antioquía, donde Pablo lo encontró más tarde[100]. La primera epístola a los Corintios deja entrever que Simón quizá visitó la ciudad en sus misiones[101].
Según la tradición, Simón Pedro se trasladó a Roma mientras Pablo se quedaba en Jerusalén. Allí habría participado en grupos de cristianos ya establecidos en Roma, sin embargo no hay evidencia en los relatos bíblicos. Jerónimo de Estridón, que vivió entre los años 340-420 d.C., fue quien afirmó la llegada de Simón Pedro a la ciudad de Roma en el año 42, el haber fundado la Iglesia en esa ciudad y haber sido el primer obispo de ella hasta su muerte en el año 67.
Según Orígenes o Eusebio de Cesarea[102], Simón Pedro fundó la Iglesia de Antioquía, pero tampoco hay otra evidencia que lo verifique.
La tradición católica narra que Simón Pedro acabó sus días en Roma, donde habría sido obispo, y que allí murió martirizado bajo el mandato de Nerón en el Circo Vaticano, sepultado a poca distancia del lugar de su martirio y que a principios del siglo IV el emperador Constantino mandó construir la gran basílica vaticana.
Clemente Romano, en su carta a los corintios, data su muerte en la época de las persecuciones de Nerón. El Evangelio de Juan sugiere, en su característico estilo alegórico, que Simón Pedro fue crucificado. Dado que seguramente éste no fue escrito hasta el siglo II, el testimonio es menos relevante. Orígenes en su Comentario al libro del Génesis III, citado por Eusebio de Cesarea, dice que Simón Pedro pidió ser crucificado cabeza abajo por no considerarse digno de morir del mismo modo que Jesús. Lo mismo relata Jerónimo de Estridón en su obra “Vidas de hombres ilustres”.
Flavio Josefo relata que la práctica de crucificar criminales en posiciones distintas era común entre los soldados. 1 Simón 5.13, que envía saludos desde “la Iglesia que está en Babilonia”[103] ha sido entendido por algunos en sentido figurativo, como señal de que Simón escribía desde Roma por el hecho que la antigua Babilonia sobre el Éufrates estaba en ruinas y el término “Babilonia” habría sido usado por la antigua comunidad cristiana para referirse a la Roma de los emperadores[104]. No obstante, otros estudiosos alegan que no había razón alguna para utilizar términos crípticos para referirse a Roma en un simple saludo y suponen que “Babilonia” se refería efectivamente a una comunidad cristiana asentada en las ruinas de esa ciudad, por lo demás, densamente habitada.
En todo caso, es concluyente la evidencia de que, cuando Pablo escribió su epístola a los Romanos, Simón no se encontraba en Roma, ya que no es mencionado en toda la epístola.
2) Andrés.
Andrés, del griego Ανδρέας, “Andreas”, fue el primer apóstol llamado por Jesús, el “Protocletos”. Hermano de Simón Pedro e hijo de un pescador llamado Jonás, fue discípulo de Juan el Bautista.
Según Orígenes, Andrés predicó en Grecia, el Mar Negro y el Cáucaso; fue el primer obispo de Bizancio, un cargo que finalmente se convertiría en el Patriarcado de Constantinopla.
La tradición cuenta que fue crucificado en una cruz en forma de “X”[105], sin clavos sino amarrado, donde estuvo predicando dos días. Sus restos habrían reposado en Patrás, desde donde habrían sido trasladados a Constantinopla.
3) Sanidades en Capernaum (Mateo 8.14-17; Marcos 1.21-34; Lucas 4.33-41).
Como hemos insistido, la tarea de Jesús en su ministerio no consistía en hacer milagros, pero aun así los hizo por la misericordia de Dios. ¿O acaso no muestra Dios su misericordia aun en nuestros días haciendo milagros incluso aun a los inconversos?
Los sinópticos señalan tres en Capernaum: Marcos y Lucas tratan con el del endemoniado en la sinagoga, y los tres hablan de la sanidad de la suegra de Simón y otros milagros hechos esa misma tarde.
Los endemoniados eran personas dignas de conmiseración y compasión. No estaban simplemente enfermos, sino que demonios o espíritus inmundos tomaban posesión y control de sus cuerpos para atormentarlos. Jesús distinguía entre “endemoniados” y “enfermos”[106]. Jesús hablaba con los endemoniados, y no se puede hablar con “enfermedades”. Los endemoniados expresaban sus deseos[107]. Tenían conocimiento sobrenatural de Jesús. A veces había varios demonios en una sola persona[108].
No existe en la actualidad el fenómeno de los “endemoniados”, pues los demonios entraban en la gente sin su permiso, pero Satanás, aunque sí entra en la gente, pero lo hace con su permiso. Cuando entró en Judas o en Ananías y Safira, lo hizo con su permiso, y sigue haciendo lo mismo ahora. Las personas que permiten que Satanás viva en ellos hablan y hacen locuras, como cuando usan alcohol y otras drogas y los que se entregan a las otras obras de la carne.
Al finalizar el día traían a los enfermos, no porque el tiempo fuese más fresco, sino porque ese día era sábado y la Ley se los prohibía.
3. Jesús sale de Capernaum (Marcos 1.35-38; Lucas 4.42-43).
El ministerio de Jesús no podía limitarse a Capernaum, sino que todo Israel debía saber de él, por lo que al día siguiente salió de su hogar.
Durante su ministerio la gente le buscaba pero lo hacían porque visto las señales y comido los panes y peces. Querían sus milagros de sanidad. Les gustaba mucho cuando Jesús echaba fuera los demonios. Pero no les gustó la predicación de Jesús que requería el arrepentimiento.
Querían detenerle, pero era necesario que Jesús anunciara el Reino. ¿Qué significa anunciar o predicar el Reino de Dios? Lucas se refiere al Reino a través de su Evangelio comenzando con Lucas 1.32-33. Tanto Juan el bautista como Jesús, predicaron que el Reino se había acercado[109].
El concepto de los judíos era de un reino terrenal, pero entonces Jesús les habló la parábola de las diez minas y otras que ilustran como los judíos iban a rechazar a su Rey. Para ellos no habría Reino porque no puede haber reino sin Rey. Por eso los discípulos habían de pedir: “Venga tu reino”. Y de seguro algunos de los que estaban ahí no morirían hasta que vieran el Reino de Dios”.
El Reino de Dios fue establecido el día de Pentecostés después de la resurrección de Jesús, cuando el poder del Espíritu Santo llegó a los apóstoles[110]. ¿Cómo podemos saberlo? Simple:
a. Cristo es el Rey de su Reino y es la Cabeza de su cuerpo, la Iglesia.
b. El Reino se estableció el día de Pentecostés, en ese mismo día se estableció la Iglesia.
c. La cena del Señor está en el reino[111]. Y la cena del Señor está en la Iglesia[112].
d. Al obedecer al evangelio la gente fue añadida a la Iglesia[113] y se trasladaron al reino[114].
¿En qué sentido se puede decir que el Reino es la Iglesia? La palabra Iglesia significa los que son llamados fuera del mundo. Los que son trasladados al Reino son los que han vencido al mundo. Pablo conecta estos dos conceptos en 1 Tesalonicenses 2.12. Entonces es obvio que los que son añadidos a la Iglesia son, por ese mismo acto, agregados o trasladados al Reino de Cristo.
El concepto básico de la palabra Reino es que alguno reina porque ha vencido a su enemigo[115]. Cristo triunfó sobre Satanás. Los reinos se establecen cuando algún líder poderoso conquista a otro líder y toma posesión de su territorio. Por eso, estamos en el reino porque hemos vencido al mundo y ahora somos súbditos de Cristo. Él nos ganó con el evangelio, por medio del cual nosotros ganamos una gran victoria sobre Satanás y el mundo. Al “oír el evangelio” ganamos la victoria sobre la ignorancia, la superstición y la indiferencia. Al “creer en Cristo” como el Hijo de Dios, ganamos la victoria sobre la incredulidad. Al “arrepentirnos” de los pecados, ganamos una la victoria sobre el orgullo y la rebelión. Al “confesar a Cristo”, ganamos la victoria sobre el temor de los hombres. Al tomar el “bautismo” ganamos la victoria sobre Satanás quien nos culpaba de pecado y nos tenía bajo su dominio. Con este acto salimos del reino de Satanás y fuimos trasladados al reino de Cristo, y nos mantenemos como ciudadanos del Reino viviendo en “Santidad”, el último paso de la salvación.
4. Predicación en Galilea (Mateo 4.23-25; Marcos 1.39; Lucas 4.44).
Como dijimos antes, lo más importante no eran los milagros, sino la enseñanza de preparación para la venida del Reino, y Jesús no era detenido de su obra ni por el favor del pueblo, ni por la amenaza del rey Herodes. Siempre era impulsado por el sentimiento de su gran responsabilidad. Sabía por qué había venido al mundo y estaba resuelto a cumplir su misión. Dijo que le era “necesario” obrar[116]. También dijo que le era “necesario” morir y resucitar de entre los muertos[117]. Jesús personalmente anunció el Evangelio del Reino de Dios a los judíos, pero al terminar su obra Él dio la gran comisión a los apóstoles de predicar el Evangelio a todas las naciones[118].
a. Jesús en el lago de Genesaret (Lucas 5.1-11).
1) Enseñando desde un barco.
La multitud que quería conocer a Jesús era tanta que tuvo que subir a una barca de las de Simón, junto al lago de Genesaret[119]. Desde ese lugar les enseñó a las multitudes. Jesús predicaba en la sinagoga, en el Templo, en la montaña, en las casas, en el desierto, en el cementerio y aquí ¡desde una barca!
2) La pesca milagrosa.
Después de la enseñanza fueron mar adentro, y Jesús les pidió que lanzaran la red al mar. Simón le respondió que habían estado trabajando toda la noche sin lograr pescar nada. ¡Imaginémonos a un joven carpintero dándole instrucciones de cómo pescar a un pescador curtido por el viento marino! A pesar de todo, los pescadores tiraron la red al mar. Aceptó la palabra de Jesús. Esta es la única razón por la cual lo hizo, porque iba en contra de su experiencia práctica como pescador. Esta es una muestra de la fe verdadera de Simón. Es actuar en contra de los razonamientos y sentimientos humanos. Es actuar simplemente porque el Señor lo dice. Cuando Jesús le dio este mandamiento, la fe de Simón en Jesús fue probada severamente. Ya habían trabajado en vano toda la noche. Trabajaban duro en el lugar apropiado, cerca de la costa y de noche, el tiempo apropiado para pescar. Sin embargo, Simón no rehusó obedecer al Señor.
Los racionalistas dicen que Jesús vio esos peces jugando en esa área y que no había milagro, pero aquí como también en otra ocasión registrada en Juan 21.6, Jesús exhibió su poder absoluto en el dominio de la naturaleza ordinaria. Así como Simón echó las redes por la palabra de Jesús, los peces se reunieron en ese lugar y la barca se llenó de tal manera que otra tuvo que ayudarles y ambas corrían el riesgo de hundirse. Él juntó la multitud de peces en ese sitio en ese momento, ya que es el omnisciente y omnipotente Creador y Sostén de los mares y peces.
Este milagro tenía como único fin convencer a los discípulos de quién era el que estaba con ellos, lo que explica la reacción de Simón, que cae postrado a los pies de Jesús, acto que para un judío tenía una implicación muy seria, ya que ellos solo se postraban delante del Señor. Este lenguaje de Simón indica que él reconoció que estaba en la presencia de Dios. Los apóstoles eran competentes para juzgar la naturaleza de la pesca milagrosa, pues ésta tenía que ver que su oficio, estaban en sus propias barcas, y estaban pescando en aguas bien conocidas.
3) Otras sanidades.
a) Sanidad de un leproso (Mateo 8.1-4; Marcos 1.40-45; Lucas 5.12-16).
La lepra es una enfermedad infecciosa de nula transmisibilidad, producida por la bacteria Mycobacterium leprae, descubierta como agente causal del mal por el médico noruego Gerhard Armauer Hansen, debido a lo cual se los denomina, respectivamente, enfermedad de Hansen a una, y bacilo de Hansen a la otra. La lepra fue históricamente incurable, mutilante y avergonzante. En la antigüedad la lepra era la más terrible de todas las enfermedades. Ninguna otra enfermedad convierte el ser humano en una ruina tan total y horrible a la vista, y durante tanto tiempo.
La lepra puede comenzar por pequeños nódulos que terminan ulcerándose. Estas úlceras producen un líquido de aspecto desagradable y se van agrandando. Se caen las cejas. Los ojos asumen un aspecto fantasmal, como si nunca dejaran de mirar fijamente a los demás. Se ulceran las cuerdas vocales y la voz se vuelve afónica y la respiración sibilante. Poco a poco el enfermo se convierte en una sola masa de verrugas ulcerosas. Este tipo de lepra, termina con el enfermo en unos nueve años, al final de los cuales se pierde la razón, el paciente entra en coma y finalmente muere. La lepra puede comenzar con la pérdida de la sensibilidad en cualquier parte del cuerpo. En este caso la afección ha atacado los nervios. Poco a poco los músculos del cuerpo se desintegran, los tendones se contraen hasta que las manos adquieren el aspecto de garras o pezuñas. Siguen las ulceraciones en las manos y en los pies y la pérdida progresiva de los dedos de ambos. Por último van perdiéndose las manos y los pies enteros, hasta que sobreviene la muerte. La duración de esta clase de lepra, es entre veinte y treinta años. Es una especie de muerte horrenda, en la cual el hombre muere pulgada a pulgada.
Los leprosos tenían que guardar su distancia de otros. La condición física del leproso era terrible. Pero había algo que la hacía peor aun. Josefo dice que los leprosos eran tratados “como si fueran muertos”. Cuando se diagnosticaba lepra, el enfermo era instantánea y automáticamente excluido de toda sociedad humana[120]. El leproso debía vestirse con harapos, usar el cabello despeinado, con el labio superior cubierto por una banda, y mientras caminaba debía gritar todo el tiempo “Inmundo, inmundo”[121]. En Palestina en los tiempos de Jesús, el leproso tenía prohibida la entrada a Jerusalén y todas las ciudades amuralladas. En las sinagogas había una pequeña habitación aislada de tres metros de alto y dos de lado, llamada mechitsah, en la cual podía escuchar el servicio. La ley enumeraba sesenta y un contactos que podían convertir al judío en impuro, y el segundo en importancia era el contacto con leprosos. Con que solamente un leproso introdujera la cabeza en una casa, esta quedaba contaminada desde los cimientos hasta las vigas del techo. Aun en un lugar abierto era ilegal saludar a un leproso, y nadie podía acercarse a más de dos metros del leproso; pero si el viento soplaba del lado donde estaba el leproso, este debía mantenerse a no menos de cuarenta y cinco metros de distancia. Un rabí ni siquiera hubiera comido un huevo comprado en una calle por la que había pasado un leproso. Otro rabí se jactaba de que arrojaba piedras a los leprosos para que no se le acercaran. Otros se escondían o salían corriendo cada vez que veían un leproso aun a la distancia. Nunca ha habido una enfermedad que separara a un hombre de sus semejantes como la lepra. Y este hombre fue el que Jesús tocó. Para un judío la frase más extraordinaria de todo el Nuevo Testamento probablemente sea: “Jesús extendió su mano y tocó al leproso”.
Dice Josefo que los leprosos eran tratados “como si fueran muertos”. Sin embargo, este leproso, que nunca se hubiera acercado a ninguno de los rabinos ordinarios, se acercó a Jesús pidiendo limpieza. Se acercó con plena confianza. Para él no había duda en cuanto al poder de Jesús. Todo dependía de la voluntad de Jesús: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”[122]. Es posible y aun probable de que este leproso hubiera oído de los milagros de sanidad hechos por Jesús, pero el Nuevo Testamento no registra otro leproso que Jesús hubiera limpiado antes que éste; es decir, la confianza de él no se basaba en que Jesús ya hubiera limpiado a varios leprosos. Para él la única cuestión era si Jesús estaba dispuesto a limpiarlo. Sabemos que sin faltar Dios nos dará su gracia y perdón cuando obedecemos al Evangelio.
Jesús tocó al leproso, no quedó inmundo porque en lugar de ser afectado por la lepra, la limpió. Le tocó, y le dijo: “Quiero, sé limpio”. Es otra muestra de la gran misericordia de Cristo. La misericordia no es simplemente un sentimiento; la misericordia actúa, obra, ayuda.
Los mejores efectos hollywoodenses no podrían transmitir la transformación física en ese pobre hombre. Todo el daño hecho por la lepra fue corregido instantáneamente. Pero otro daño horrible se corrigió. Ahora podía restablecerse con su familia, con sus semejantes y sobre todo como participante en el culto a Dios. La lepra no se le mejoró, sino que la “lepra lo dejó”[123].
Jesús no quería que los que recibían sanidades dijeran quién era Él, ya que el pueblo iba a proclamarlo como el Mesías, pero esa gran verdad antes del tiempo traería consecuencias negativas. Sacarían conclusiones erróneas, pensando que el Mesías sería el Gran Libertador de Israel, quitando de sus cuellos el yugo de Roma y restaurando la nación de Israel a la gloria de los días de David y Salomón cuando las demás naciones les pagaban impuestos y todo judío estaba tranquilo sentado bajo su higuera. Entre más el pueblo gritaba que Jesús era el Mesías, más oposición habría de parte de los fariseos, escribas, saduceos y otros líderes judíos. Jesús vino al mundo para morir para expiar los pecados del hombre, pero lo haría cuando Él quería. La situación en Palestina entre los judíos y los romanos era muy inflamable. El pueblo judío, al ver los milagros de Jesús, se entusiasmaba mucho creyendo que El podría ser el Mesías que quitaría el yugo de Roma[124]. El entusiasmo del pueblo causado por sus milagros tenía que ser frenado en lugar de estimulado, porque impedía su obra. Se requería mucho trabajo de enseñanza, tiempo y paciencia para convencer por lo menos a sus discípulos que su propósito al venir a este mundo no era lo que la gente esperaba[125]. Jesús sabía cuando “su hora” tenía que llegar. Por eso tenía que frenar el entusiasmo del pueblo de acuerdo al plan. No podía llegar “su hora” antes del tiempo. El exceso de entusiasmo entre la gente provocaría la malicia y envidia de los gobernantes antes del tiempo. Jesús vino al mundo para morir, y sabía que los judíos llevarían a cabo este plan, pero primero le era necesario cumplir su ministerio de enseñanza.
La fama excesiva impedía su obra de enseñar, su obra principal. Jesús no vino al mundo simplemente para obrar milagros, sino para enseñar. Los milagros eran necesarios como evidencia de su Deidad, pero no eran de ninguna manera el propósito principal de su ministerio. Jesús no quería que la gente pensara solo en los milagros, sino que por este medio se convenciera de que Él era el Hijo de Dios[126].
Jesús denunció las tradiciones de los judíos una y otra vez, pero siempre respetaba y guardaba la ley de Moisés[127]. Además era necesario que el ex leproso tuviera del sacerdote el certificado de limpieza para que oficialmente pudiera volver a su familia, participar en la sinagoga y el Templo como también en la vida social de su pueblo. Además, esto sería confirmación adicional del milagro hecho por Jesús. Se ha sugerido que había urgencia en este mandamiento de Jesús por el temor de que si el sacerdote o algún otro jerarca supiera que Jesús lo había sanado, podía haber rehusado pronunciar totalmente limpio al hombre. Por el otro lado, si todo se llevó a cabo sin demora, entonces después cuando se descubrió que Jesús le había sanado, el certificado daría evidencia de dos cosas: Que el hombre en verdad se había limpiado de su lepra, así confirmando el milagro, y que Jesús mostró respeto por la ley de Moisés.
b) Sanidad de un paralítico (Mateo 9.1-8; Marcos 2.1-12; Lucas 5.17-26).
Este fue uno de los milagros que causó más conmoción entre los fariseos, ya que estuvo unido a una declaración en donde Jesús reconocía abiertamente que él es Dios.
Jesús estaba en un lugar en donde no había más espacio, pero hay un caso urgente, lo que se demuestra con la acción de estos hombres. Estaban resueltos a aprovechar la presencia de Cristo, porque sabían que en cualquier momento Él podría salir para otras partes. Con toda urgencia, pues, hicieron una abertura en el techo y le bajaron para ponerle en medio, delante de Jesús.
Desde luego, el paralítico tenía fe, porque de otro modo Jesús no le habría perdonado, pero Lucas no dice que Jesús vio la fe del paralítico, sino la fe “de ellos”, los que lo traían. Los que profesan sanar enfermos en la actualidad insisten mucho en que los enfermos tengan fe, y cuando no pueden sanar dicen que fue por la falta de fe en los que querían sanar, pero en este caso Jesús observó la fe de los que bajaron al enfermo desde el techo. La fe de estos se podía “ver” en sus acciones. Pero el paralítico tenía dos enfermedades: Su cuerpo estaba enfermo, pero también su alma. El pecado es la causa de muchas enfermedades, pero no es la causa de todo pecado[128] ni de toda calamidad[129]. La ley de Moisés todavía estaba en vigor y, por eso, los requisitos ordenados para obtener el perdón por la ley todavía estuvieron de vigencia. Por eso lo que Jesús dice aquí es una expresión sorprendente de su autoridad.
Al decir, “tus pecados te son perdonados”, Jesús decía, “yo te perdono”. Él podía decir esto porque era Dios, uno con el Padre[130]. También perdonó a la mujer pecadora en la casa de Simón el fariseo[131] y dijo al ladrón en la cruz, “hoy estarás conmigo en el paraíso”[132]. Esta es la proclamación más importante del mundo entero: “tus pecados te son perdonados”[133]. Ningún hombre, antes o después de Cristo, debía o debería pronunciar estas palabras, porque pertenecen exclusivamente a Dios. Los sacerdotes de la Iglesia Católica Romana que dicen “yo te absuelvo” blasfeman contra Dios porque reclaman para sí mismos el poder que pertenece exclusivamente a Dios.
Muchos enseñan que aquí en la tierra nuestro Señor Jesucristo actuaba y obraba como un mero hombre, y que el poder que tenía era poder delegado; es decir, que en cuanto al poder que ejercía, Él era igual a los apóstoles que hacían milagros por el poder delegado por Dios, pero ningún apóstol jamás dijo, “tus pecados te son perdonados”. Aunque Pedro tenía poder delegado para hacer milagros, no tenía poder delegado para perdonar pecados, simplemente porque tal poder no se puede delegar. Solamente Dios puede perdonar pecados. Pedro dijo: “…en el nombre de Jesucristo el Nazareno, ¡anda!”[134], pero nunca dijo “en el nombre de Jesucristo tus pecados te son perdonados”.
Cristo perdonaba pecados porque es Dios. Lo que ocurrió en esa ocasión era en extremo impresionante para los judíos. Jesús de Nazaret, era conocido como el “carpintero”, el hijo de José, y ¡perdonaba pecados! Sin lugar a dudas, el poder o la autoridad para perdonar pecados es atributo divino, atributo de Dios, porque solamente Dios puede perdonar pecados[135]. En esta ocasión Cristo hizo lo que solamente Dios puede hacer. De esta manera, mostraba otra vez que Él era Emanuel, Dios con nosotros.
Los escribas y fariseos pensaron que Jesús blasfemaba[136]. Si Jesús hubiera sido, o hubiera actuado como un mero hombre, entonces los escribas habrían tenido razón, pues cualquier mero hombre que profese perdonar pecados blasfema contra Dios. Cuando el sacerdote católico dice, “yo te absuelvo”, blasfema contra Dios porque reclama para sí una prerrogativa que pertenece exclusivamente a Dios. Sin embargo, la acusación contra Jesús de blasfemo, era falsa, porque Jesús no era un mero hombre. Por no haber aceptado esta verdad, los escribas erraron en su conclusión.
Y como para que ellos pudieran reconocer su Deidad, Jesús demuestra que puede ver el pecado en el corazón y revela lo que ellos están pensando. Los escribas no negaron que Jesús conoció sus pensamientos, pero no quisieron reconocer que solo Dios conoce los pensamientos del hombre[137]. Al conocer los pensamientos de los judíos Jesús demostró que aun aquí en la tierra El era Dios omnisciente.
El perdonar pecados es un acto que ocurre en la mente de Dios y, por eso, no es visible, pero el sanar al paralítico fue un hecho visible. Jesucristo no solo habló, sino que actuó. No solo decía que perdonaba pecados, sino que también hizo este milagro para demostrar que tenía la autoridad para perdonar pecados. Los apóstoles nunca hicieron milagros para probar que podían perdonar pecados; tal pensamiento nunca hubiera entrado en su mente, porque bien sabían que sólo Dios perdona pecados, y sabían y confesaban que Cristo era Dios.
Mateo, Marcos, Lucas y Juan nos han narrado los hechos de Jesús. No se puede discutir con los hechos, porque los hechos hablan por sí solos. Jesucristo no es una teoría. No es como los “personajes” mitológicos, que no tuvieron ni tienen existencia, sino que fueron inventados por los hombres. Cristo vivió y anduvo sobre esta tierra. La tierra donde Él caminaba existe ahora. Cualquiera puede visitar la tierra donde vivió. Es un Personaje histórico.
El enfermo recibió dos bendiciones muy grandes: La sanidad del cuerpo y el perdón de sus pecados. Jesús tenía autoridad divina para hacer las dos cosas: Perdonar pecados y sanar milagrosamente. Esa autoridad que reside en los cielos ya estaba en la tierra también, porque Dios había llegado a ser hombre.
¡Qué contraste maravilloso! Ahora él mismo que iba en el lecho lleva lo que había sido llevado por otros. Jesús procede a sanar al hombre para mostrar que “el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados”[138], y los judíos no podían refutar su argumento. Primero, perdonó pecados; segundo, dijo que el sanarlo sería la prueba de que podía perdonar; tercero, lo sanó. Con este “hecho”, Jesús comprobó lo que les había dicho; es decir, que en realidad Él mismo tenía potestad en la tierra para perdonar pecados. La autoridad para perdonar pecados reside exclusivamente en Dios, pero ahora Dios estaba “en la tierra” en la persona de Jesucristo.
5. El llamado a Mateo (Mateo 9.9-13; Marcos 2.14-17; Lucas 5.27-32).
Mateo, en hebreo מתי, también conocido como “Mateo Leví” y “Leví de Alfeo”. Etimológicamente, el nombre español Mateo proviene del griego “Mathaios”, Ματθαιος, y éste, del arameo “Mattai”, una forma corta del hebreo “MattanYah”, que significa “don de Yah”, “Regalo de Dios”.
Mateo es citado en los evangelios sinópticos como Leví, hijo de Alfeo, publicano y recaudador de impuestos en Cafarnaúm[139]. Existen pequeñas diferencias en el tratamiento que dan a Mateo los distintos Evangelios. En el Evangelio de Lucas se le llama “Leví”. En el de Marcos, se le da el nombre de “Mateo” en la lista de los apóstoles, pero es llamado “Leví” cuando se relata la historia de su vocación.
Según los tres sinópticos, lo dejó todo al ser llamado por Jesús. Ese mismo día hizo una gran fiesta a la que asistieron Jesús y sus discípulos. Es mencionado en los Hechos de los Apóstoles, aunque apenas se ofrece información sobre él[140].
Según Eusebio de Cesarea, predicó durante quince años en Palestina, donde escribió su evangelio hacia el año 80. Según Rufino, después se marchó a Etiopía, donde algunas tradiciones afirman que fue martirizado. En cambio, de acuerdo con Epifanio de Salamis, obispo de Chipre, Mateo murió en Hierápolis, en Partia, y quien sufrió martirio en Etiopía habría sido Matías, el sustituto de Judas Iscariote.
6. Jesús y el ayuno (Mateo 9.14-17; Marcos 2.18-22; Lucas 5.33-39).
Se llama ayuno al acto de abstenerse voluntariamente de toda o algún tipo de comida y en algunos casos de ingesta de líquidos, por un periodo de tiempo. Puede realizarse por diversos motivos, pero los principales son religiosos, como técnica curativa básica en la medicina naturista ó como manifestación pacífica. En este último caso suele llamárselo “huelga de hambre”.
El ayuno por razones espirituales y religiosas ha sido parte de las tradiciones humanas desde la prehistoria. Se menciona en la Biblia, en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento y en los libros de otras religiones.
Para los judíos el Yom Kippur es el día judío del arrepentimiento, considerado el día más santo y más solemne del año. Su tema central es la expiación y la reconciliación. La comida, la bebida, el baño, y las relaciones conyugales están prohibidos. El ayuno comienza en el ocaso, y termina el anochecer del día siguiente.
Después de la destrucción del Templo y del exilio en Babilonia se instituyeron al menos cuatro días de ayuno: El ayuno en el cuarto mes[141], cuando las murallas de Jerusalén fueron tomadas por los babilonios; el ayuno del quinto mes, cuando el Templo fue incendiado del séptimo al décimo día del mes; el ayuno del séptimo mes, en memoria del asesinato de Guedalías en el año nuevo[142]; y el ayuno del décimo mes, el noveno día cuando Jerusalén fue sitiado por los Babilonios[143].
Pero también se podía practicar el ayuno personal. Los salmos invitan frecuentemente a este en ocasiones de dificultad: Salmos 35, 69, 109. La práctica del ayuno era frecuente en el judaísmo del primer siglo y aparece en el Nuevo Testamento, especialmente con los discípulos de Juán Bautista[144]. Jesús ayunaba[145] y su advertencia a no manipular esta práctica para atraer atención[146] no debe interpretarse como un rechazo. Como los profetas, Jesús enfatizó el arrepentimiento como la esencia del ayuno.
[1] Hechos 1.1.
[2] NBLH
[3] 1 Timoteo 5.17; Lucas 10.7.
[4] Hechos 1.22.
[5] 1 Crónicas 24.10, 19; 2 Crónicas 8.14.
[6] Deuteronomio 25.5-6.
[7] Éxodo 34.7-8.
[8] En este lugar solamente los sacerdotes entraban, y en el Lugar Santísimo, detrás del velo, solamente el Sumo Sacerdote entraba y aun él solamente entraba allí una vez por año en el día de la expiación.
[9] El altar del incienso estaba delante del velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo que representaba la presencia de Dios. En este lugar estaba el Arca del Pacto cuya cubierta se llamaba el propiciatorio donde se expiaban los pecados del pueblo. Por eso, estaba “delante de Dios”.
[10] Uno de los dos ángeles que menciona la Biblia; el otro es Miguel. Fue enviado a interpretar la visión de Daniel (Daniel 8.16) y a darle la profecía de las 70 semanas (Daniel 9.21). Algunos comentaristas consideran que Gabriel es el ángel de Daniel 10.5. Es usado por Dios para comunicar a María que había quedado en cinta por obra del Espíritu Santo, después de haber comunicado a Zacarías el embarazo de su mujer Elizabeth.
[11] En Israel el nazareo era el que se apartaba de los demás mediante la consagración a Adonay con un voto especial. El origen de la práctica es premosaico y oscuro. Los semitas y otros pueblos primitivos a menudo se dejaban el pelo sin cortar durante alguna empresa que requiriese auxilio divino, y luego consagraban el cabello. Las reglas para el nazareato bosquejadas en Números 6 proporcionan la base más completa y más conveniente para la discusión. La legislación tiene tres secciones: a. Prohibiciones: El nazareo tenía que abstenerse del vino y las bebidas embriagantes, del vinagre y de las pasas. Esto puede haber tenido como fin salvaguardar la integridad y la santidad del nazareo ante la posibilidad de la posesión por un espíritu que no fuera el de Adonay. Como el sacerdote que debía oficiar, el nazareo renunciaba al vino con el fin de poder acercarse a Dios más dignamente. No debía cortarse el cabello mientras durase su consagración. Se consideraba al cabello como el asiento de la vida, “la morada favorita de espíritus e influencias mágicas”, que debía ser conservado en su estado natural hasta que al quemarlo se asegurase su desaparición sin temor de profanación. No debía acercarse a un cuerpo muerto, ni siquiera el de su pariente más cercano, prohibición que correspondía también en el caso del sumo sacerdote. b. Violación: Si la regla mencionada en último término fuera quebrantada inadvertidamente, el nazareo debía someterse a ritos purificatorios minuciosamente detallados, y comenzar toda la experiencia de nuevo. Es notable, sin embargo, que los términos del voto nazareo no impedían el cumplimiento de otras obligaciones domésticas o sociales. c. Terminación: Al final de su voto el nazareo debía ofrecer diversos sacrificios establecidos, y luego cortarse el pelo y quemarlo en el altar. Después de ciertos actos rituales por el sacerdote, el nazareo quedaba libre de su voto. Los rasgos distintivos del nazareato original eran una consagración completa a Adonay, en la que el cuerpo, no considerado meramente como algo que debía ser refrenado, se dedicaba al servicio sagrado; una extensión hacia el laico de una santidad generalmente asociada solamente con el sacerdote.
[12] Isaías 32.15; Ezequiel 11.19; 36.26; Joel 2.28.
[13] Lucas 1.18. NBLH
[14] Nazaret está situada en un valle alto entre los cerros de piedra caliza más meridionales de la cadena del Líbano; corre aproximadamente de Suroeste a Noreste. Hacia el sur hay una pronunciada caída hacia la llanura de Esdraelón. La base del valle está a 370 metros sobre el nivel del mar. Altas montañas se elevan en los lados Norte y Este; mientras que del lado Oeste alcanzan los 500 metros y comandan un panorama impresionante.
[15] Juan 1.46. NBLH
[16] El enlace matrimonial para los judíos, de acuerdo a la halajá, normativa judía, consta de dos partes: a. Kidushín Desposorio, que es el momento en el cual la novia queda prometida como consagrada para el novio, y éste para aquella. Lo que simboliza esta fase es el anillo que el novio coloca en el índice de su prometida, ante la vista de los dos testigos calificados. b. Nisuín Matrimonio propiamente dicho, en el cual se consuma legalmente la consagración establecida en los Kidushín. Lo que simboliza esta sección es el palio nupcial, la jupá, debajo de la cual se encuentran los nóveles cónyuges, al momento de recitarse las siete bendiciones prescritas en presencia de un minián, quórum.
[17] Deuteronomio 22.21-23.
[18] Daniel 2.44.
[19] Josué 7.16-18.
[20] Éxodo 13.2.
[21] Deuteronomio 21.17; 2 Reyes 2.9.
[22] 1 Samuel 16.11.
[23] Lucas 2.25.
[24] Génesis 17.12.
[25] Éxodo 13.2-12.
[26] Levítico 12.8.
[27] Éxodo 13.2; Números 18.15.
[28] 1 Simón 2.7-8.
[29] Marcos 16.16.BL95
[30] Aser, el octavo hijo de Jacob; su madre fue Zilpa, la criada de Lea (Génesis 30.13).
[31] Si Ana se casó a los 12 años, hay que sumarle los 7 de su matrimonio y 84 de viudez. Es decir 12 + 7 + 84: 103 años.
[32] Gálatas 6.16.
[33] Algunos consideran que puede referirse también a personas que venían de Magog y que se ha tergiversado su nominación.
[34] Los historiadores romanos, Suetonio y Tácito, dan testimonio de una expectativa que prevalecía en oriente, de que de Judea saldría un soberano del mundo.
[35] Miqueas 5.2.
[36] Notemos que Jesús ya no estaba en el establo, ni acostado en el pesebre, sino que ya estaba en una “casa”, probablemente de alquiler, en donde José había instalado a su familia después del censo.
[37] Oseas 11.1.
[38] Hechos 18.3.
[39] En el año 525, el Papa Hormisdas encargó a Dionisio el Exiguo, llamado así por ser pequeño de estatura, establecer como año primero de la era cristiana, el del nacimiento de Jesús. El problema es que se equivocó en unos 4 ó 5 años al datar el reinado de Herodes I el Grande, por lo que dedujo que Jesús nació el año 753 desde la fundación de Roma (a.u.c.), cuando debió suceder hacia el 748 a.u.c. Por lo que al instaurarse el uso del Calendario Gregoriano en 1582 y no hacer la corrección, hemos quedado con un desface de 4 ó 5 años, por lo que si estamos en el 2014, en realidad estamos en 2019.
[40] Lucas 2.51. NBLH
[41] Éxodo 23.14-17; 34.23; Deuteronomio 16.16.
[42] Éxodo 12.24.
[43] Éxodo 12.7.
[44] Éxodo 13.4; 34.18; Ester 3.7.
[45] Éxodo 12.46; Números 9.12; Deuteronomio 6.20-23.
[46] Números 9.6-14.
[47] 1 Samuel 1.3, 7.
[48] Marcos 6.2.
[49] Levítico 15.16.
[50] 2 Corintios 7.10.
[51] Zacarías 12.1.
[52] Mateo 26.28.
[53] Juan 1.1, en la VNM dice: “En el principio la Palabra era, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un dios”.
[54] Mateo 25.41.
[55] 1 Corintios 15.44.
[56] Revelación 14.11.
[57] Lucas 1.17.
[58] Mateo 3.7-10.
[59] Isaías 53.12.
[60] Lucas 21.25, 32.
[61] Lucas 7.29-30. LBLA
[62] Juan 1.31-34.
[63] Lucas 7.30.
[64] Lucas 2.51.
[65] Marcos 1.4; Lucas 3.3.
[66] Hechos 2.38.
[67] RV60.
[68] Rut 4.18-22; 1 Crónicas 1.1-4, 24-28; 2.1-15.
[69] Del griego “peirazo”, que significa intentar, probar, ensayar, poner a prueba, en un buen sentido, dicho de Cristo y de los creyentes.
[70] Hebreos 2.17.
[71] Hebreos 4.15.
[72] Mateo 5.28.
[73] 1 Juan 3.15.
[74] 1 Timoteo 6.9-10; Colosenses 3.5.
[75] Lucas 7.21.
[76] Juan 4.34; 5.30.
[77] RV60
[78] Romanos 6.12-13.
[79] Efesios 5.1.
[80] Juan 2.24-25.
[81] Lucas 4.14-15.
[82] Edificio destinado especialmente a la lectura y enseñanza públicas de la Ley de Moisés y que servía asimismo de tribunal y escuela.
[83] Capernaúm o Cafarnaún, del hebreo כְּפַר נָחוּם “Kəfar Nāḥūm”, “pueblo de Nahum”, era un antiguo poblado ubicado en Galilea, a orillas del mar de Galilea, también llamado lago Tiberiades o Kineret. Es conocida por los cristianos como “la ciudad de Jesús”; nombrada en el Nuevo Testamento, fue uno de los lugares elegidos por Jesús de Nazareth para trasmitir su mensaje y realizar algunos de sus milagros. Se encuentra a 2,5 kilómetros de Tabgha y a 15 kilómetros de la ciudad de Tiberías, en el margen noroeste del lago.
[84] Juan 5.36.
[85] Mateo 11.23.
[86] Mateo 16.17-19.
[87] Mateo 16.23.
[88] Mateo 26.75.
[89] Mateo 8.14-17, Marcos 1.29-31, Lucas 4.38.
[90] Juan 1.40-42.
[91] Mateo 4.18-22, Marcos 1.16-20, Lucas 5.1-10.
[92] Marcos 8.29.
[93] Marcos 9.1.
[94] Mateo 26.69-75, Marcos 14.66-72, Lucas 22.54-62, Juan 18.25-27.
[95] Juan 21.15-17.
[96] Hechos 1.15-26.
[97] Hechos 4.7-22; 5.18-42.
[98] Los no judíos.
[99] Hechos 9.31.
[100] Gálatas 2.11.
[101] 1 Corintios 1.12.
[102] Historia Eclesiástica, III, 36.
[103] RV60.
[104] Revelación 17.5.
[105] Crux decusata
[106] Mateo 10.8.
[107] Marcos 5.12-13.
[108] Marcos 16.9; Mateo 12.43.
[109] Mateo 3.2; 4.17; Lucas 10.9-11.
[110] Hechos 2.1-4.
[111] Lucas 22:16-18.
[112] 1 Corintios 10.16, 21; 11.23-29.
[113] Hechos 2.47.
[114] Colosenses 1.13.
[115] Lucas 11.20.
[116] Juan 9.4.
[117] Mateo 16.21.
[118] Mateo 28.19-20.
[119] El Mar de Galilea, también llamado Mar o Lago de Tiberíades y Lago de Genesaret, en hebreo כִּנֶּרֶת , “Kinéret”, del hebreo “kinor” debido a su forma de arpa primitiva o lira (Números 34.11, Josué 13,27); en árabe, بحيرة طبريا, “Bujayrat Tibiriyā” es un lago de agua dulce de Asia occidental, situado en la región del Próximo Oriente, y perteneciente a Israel, incluida una estrecha franja costera de 10 metros de anchura en su costa nororiental. Aparte de muchos otros manantiales, su mayor aporte hídrico procede de las aguas del río Jordán, que desemboca por su lado norte, y el cual desagua del lago por su lado sur. Ciudades notables a sus orillas son Tiberíades y Ein Gev. Las recientes obras de canalización han permitido el abastecimiento de agua dulce a las ciudades, así como la irrigación agrícola hasta el desierto del Néguev, al sur del país. Provee cerca de un 30% del agua potable para riego y consumo de Israel.
[120] Levítico 13.46.
[121] Levítico 13.45.
[122] Lucas 5.12. NBLH
[123] Lucas 5.13. NBLH
[124] Juan 6.15.
[125] Juan 18.36.
[126] Juan 20.31.
[127] Levítico 14.1-32.
[128] Juan 9.1-3.
[129] Lucas 13.1-5.
[130] Juan 10.30.
[131] Lucas 7.48.
[132] Lucas 23.43.
[133] Lucas 5.20.
[134] Hechos 3.6. NBLH
[135] Isaías 43.25.
[136] La palabra blasfemar quiere decir calumniar o hablar contra alguien, pero también significa reclamar para sí autoridad, atributos o poder que pertenecen exclusivamente a Dios.
[137] 1 Crónicas 28.9; Jeremías 17.10.
[138] Lucas 5.24. NBLH
[139] Mateo 9.9; Marcos 2.14; Lucas 5.27-29.
[140] Hechos 1.13.
[141] El día 9 de Tammuz.
[142] Jeremías 41.1-2.
[143] Zacarías 8.19.
[144] Marcos 2.18.
[145] Mateo 4.
[146] Mateo 6.17; Lucas 18.12.
A. Antes del nacimiento de Jesús.
Lucas empieza su relato explicando a Teófilo y también a nosotros, la razón por la cual escribió este libro. Se puede agregar que él escribió el libro de Hechos de los Apóstoles con motivo semejante con respecto a la continuación de la obra de Cristo[1]. Lucas no se contentó con tomar los Evangelios de Marcos y Mateo y hacer con ellos una compilación y probablemente una ampliación, sino que consultó varias fuentes, a las que denomina “muchos”, pero no se refiere al apóstol Juan porque todavía no había escrito su relato. Tampoco se refiere a Mateo y Marcos, no diría “muchos” si hubiera hablado de ellos dos. Varias personas habían aprendido mucho acerca de Jesucristo. Habían oído a los que hablaban de Él; por ejemplo, a los apóstoles, a los setenta, a otros hermanos inspirados y no inspirados. Tenían conocimiento de la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, de sus buenas obras, de sus milagros y sus enseñanzas. No sabemos ni cuántos ni quiénes hubieran escrito tales relatos, pero era razonable esperar que “muchos” lo harían.
Sabemos que elaborar un registro correcto y completo acerca de Jesucristo, desde su nacimiento hasta su ascensión, hubiera sido gran tarea aun en el siglo I. El éxito de tal esfuerzo no hubiera sido fácil de realizar. Los hombres no inspirados pudieran haber cometido muchos errores, o sus relatos bien pudieran haber sido deficientes. Lucas emplea el mismo verbo en Hechos 19.13 cuando dice, “…trataron de invocar el nombre del Señor Jesús…”[2] y ellos fallaron en su intento. La idea básica del verbo es simplemente la de intentar, procurar o tratar de hacer algo, y no indica necesariamente la falta de éxito. Sin embargo, sin la dirección del Espíritu Santo, tales esfuerzos seguramente habrían tenido imperfecciones.
El evangelio según Lucas sí es libro inspirado. Es “Escritura”, según Pablo[3] y le llama “Escritura”, a pesar que Lucas no era testigo ocular, pero recibió la información de hombres inspirados que desde el principio sí vieron con sus propios ojos y oyeron con sus propios oídos, los apóstoles. Para ser apóstol el candidato tuvo que haber andado con los apóstoles “desde el bautismo de Juan”[4]. Los apóstoles eran testigos oculares y Lucas, siendo médico, para referirse a su investigación emplea la palabra médica de la cual se deriva la palabra “autopsia”, que quiere decir un examen minucioso. El testimonio de los apóstoles es infalible, no solo eran testigos oculares, sino que fueron guiados por el Espíritu Santo al predicar y escribir su testimonio.
En este momento no hay testigos de Cristo. Nadie puede testificar por Cristo, porque nadie ha visto sus señales. Los que hablan de “testificar” por Cristo cuando hablan de su “conversión” personal y supuestas experiencias de gracias, simplemente están siguiendo los errores del calvinismo.
1. Los dos anuncios (Lucas 1.5-80).
a. Zacarías y Elizabeth.
Zacarías es un sacerdote descendiente de Aarón, de la clase de Abías. En el tiempo del rey David los sacerdotes se multiplicaban y era necesario dividirlos en grupos. Abías descendió de Eleazar, hijo mayor de Aarón. La “clase de Abías” era, pues, uno de los veinticuatro grupos de sacerdotes que servían en el Templo durante una semana dos veces al año[5].
Eran de vida intachable y devota, guardaban los mandamientos y ordenanzas del Señor, ordenanzas que incluían el ofrecer sacrificios para expiar sus pecados, aunque Elizabeth era estéril, lo que se consideraba consecuencia de no agradar a Dios. Recordemos que los judíos, hasta el día de hoy, siguen esperando la venida del Mesías, por lo que para ellos es sumamente importante que sus mujeres tengan hijos, ya que alguna de ellas podría ser la madre del Salvador. Los cristianos aceptamos esto en María. Pero su dificultad no terminaba ahí, sino que además, ambos eran viejos, por lo que corrían el riesgo de ser “borrados de Israel”[6].
b. La visión de Zacarías.
Zacarías fue escogido de entre todos los sacerdotes para cumplir con el rito de quemar incienso, que bien podía ser en la mañana o al caer la tarde[7], este era un acto diario en donde el sacerdote entraba al Lugar Santo[8] y en la mañana limpiaba las lámparas y en la tarde las encendía y quemaba incienso. Pero en el caso de Zacarías sabemos que fue en la tarde debido a que Lucas indica que ocurrió a la hora de la ofrenda del incienso, que era al atardecer. El pueblo estaba fuera orando y Lucas pone mucho énfasis en este tema a través de todo su Evangelio. Al salir del santuario el sacerdote bendecía al pueblo, repitiendo la bendición registrada en Números 6.24-26.
Zacarías vio un ángel al lado derecho del altar del incienso[9] y se espantó, se turbó. El ángel, de nombre Gabriel[10], le explicó que su esposa iba a quedar encinta y tener el hijo que tanto habían ansiado, que se llamaría Juan y sería nazareo[11]. Sería totalmente consagrado al Señor. En Lucas 1.15 el apóstol por primera se refiere al Espíritu Santo. Es la primera de diecisiete textos en Lucas y 50 de Hechos en los que habla de Espíritu Santo. Para Lucas el papel del Espíritu Santo es importantísimo. Tanto énfasis sobre la obra del Espíritu Santo era otra señal segura del advenimiento de la edad mesiánica[12].
Al igual que lo hiciera Moisés en el monte Horeb y luego Gedeón, Zacarías dudó de la profecía que le estaba dando el ángel, pero en su caso recibe un castigo que a la vez servirá como señal que Dios estaba aún actuando sobre Israel. No olvidemos que han pasado unos 400 años en que el pueblo de Dios no ha recibido ningún tipo de revelación y esta sería una señal que debía ponerles a meditar. Aunque nos extraña la pregunta “¿Cómo podré saber esto?”[13], porque estaba conversando con un ángel de Dios, pero era tan asombroso lo que el ángel prometió que quería confirmación de una vez. Pidió señal y el Señor le dio señal, pero su señal también era castigo por haber dudado la palabra del ángel. Había recibido noticias tan maravillosas y ahora no podría comunicarlas libremente como quería.
El pueblo sabía más o menos cuánto tiempo se requería para ofrecer el incienso. Aunque Zacarías era un hombre fiel y justo, siempre existía el peligro de cometer algún error con respecto al ofrecimiento del incienso. Textos como Levítico 16.13 nos hacen ver lo serio de adorar a Dios de acuerdo a sus instrucciones y no según la preferencia humana. Muchos creen equivocadamente que Dios aceptará cualquier servicio con tal que sea agradable a los hombres.
Al final del tiempo de su servicio Zacarías regresó a su hogar que probablemente quedaba en la zona montañosa de Judá, algo apartada de Jerusalén. Elizabeth quedó encinta y se ocultó por cinco meses en su casa.
c. El anuncio a María.
Al sexto mes, esto es el mes de Elul, es decir, entre nuestro agosto y setiembre, una joven de Nazaret[14] recibe la visita de Gabriel. Esta ciudad no se menciona en el Antiguo Testamento, ni la menciona Josefo, aunque menciona más de 200 pueblos y ciudades de Galilea. Por eso, concluimos que esta ciudad no muy importante, tanto es así que Natanael preguntó: “¿Puede algo bueno salir de Nazaret?”[15]
Lucas enfatiza la virginidad de María para afirmar y resaltar lo sobrenatural del nacimiento de Jesús. Ella estaba “desposada”, es decir “prometida en matrimonio”[16]. Existía la costumbre de que el matrimonio era establecido por los padres desde la niñez de la pareja. Antes de la boda había un periodo de preparación en el cual el novio daba una dote a los padres de la novia, en forma de dinero o de servicio. Este período se iniciaba mediante un acto formal o bien por escrito, en el que se expresa la debida fidelidad mutua entre los desposados, y era considerado legalmente como matrimonio, excepto que no convivían ni mantenían relaciones sexuales. Para romper este vínculo era necesario una carta de divorcio, la infidelidad se consideraba como adulterio, y en el caso de muerte de uno de los desposados, el otro quedaba viudo. Aunque más adelante se presentará la genealogía, aquí se aclara que María es descendiente de David.
El anuncio es muy parecido al que recibiera Zacarías unos seis meses antes, y aunque María también parece dudar del mensaje angelical, no se le deja muda, sino que se le da de señal precisamente el nacimiento del hijo de su prima Elizabeth.
A pesar del peligro que corría María, ella aceptó la propuesta que le hace Gabriel. María conocía la Ley y sabía que aunque ella estaba desposada con José, al conocerse que estaba embarazada, corría el riesgo de morir apedreada[17].
Aclaremos que la Biblia explica claramente que María recibió bendiciones, pero no enseña que repartía bendiciones. Ella era como una vasija que recibió bendiciones; no era como una fuente que derramaba bendiciones. María no hizo ni ha hecho ningún milagro. Era “bendita” por causa de su Hijo extraordinario. La gloria de María estaba y está en Jesucristo.
d. María y Elizabeth.
María dejó su hogar en Nazaret y se dirigió a Judea, a las montañas, en donde estaba la casa de Zacarías. Al encontrarse las primas ocurre una situación muy interesante: Elizabeth fue llenba del Espíritu Santo y eleva una bendición para María, la cual, probablemente tomada por el Espíritu, entona un canto magnífico en donde adora al Señor. María se quedó con su prima unos tres meses, probablemente hasta Kislev, en nuestros noviembre y diciembre y regresó a Nazaret.
e. Nacimiento de Juan.
Llegó el momento del nacimiento de Juan y los vecinos y parientes de Elizabeth y Zacarías se acercaron para gozarse con ellos, debido a que la “afrenta” que ella había sufrido se le había levantado, y llamaban al bebé Zacarías, pero su madre dijo que se llamaba Juan, lo cual causó confusión debido a que la tradición era que se le ponía el nombre del padre o un pariente cercano, que para los judíos era un asunto muy importante. Zacarías es consultado sobre el nombre del bebé y él escribe que se llamará Juan. Inmediatamente la lengua del anciano se suelta y puede volver a hablar elevando una profecía de alabanza a Dios y todos estaban atemorizados por esto.
B. Nacimiento de Jesús.
En el tiempo establecido, o cuando la situación se lo permitía, se formalizaba el pacto previo del matrimonio. Se celebraba una fiesta que podía durar días. Entonces el novio llevaba a casa a la novia. José celebró su boda al tener noticia del embarazo de María, y ser prevenido de rechazarla por parte del ángel en sueños.
Encontramos dos relatos sobre el nacimiento de Jesús, uno en Lucas 2.1-7 y el otro en Mateo 1.18-25, mientras que Marcos lo omite y comienza con su bautismo, aunque los Evangelios de Mateo y Lucas presentan incidentes diferentes conectados con su nacimiento. Parece que estos eventos fueron seleccionados por los autores para estar de acuerdo con sus propósitos. Mateo, apelando a los judios a aceptar a Jesús como el Mesías, presentó a Jesús como el rey descendiente de David, y enfatizó el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento en los eventos de la vida de Jesús. Lucas, al presentar a Jesús como el Señor de toda la tierra, trazó su nacimiento hasta Adán, y proporcionó mayores detalles en cuanto a las costumbres judías para beneficio de sus lectores gentiles.
1. El traslado a Belén y el nacimiento (Mateo 1.18-25; Lucas 2.1-7).
Después de nacer Juan, el emperador mandó a hacer un censo. De acuerdo al profeta Daniel[18], el Reino de Dios sería establecido durante el tiempo del cuarto poder mundial, a saber, el imperio romano. Nunca se hubiera imaginado Augusto César que él estaba ayudando a cumplir las profecías de Daniel y Miqueas acerca del nacimiento del Mesías. El nacimiento de un niño, que no estaba previsto en esta grande medida política, iba a cambiar la faz del mundo.
Lucas escribió este registro para un gentil llamado Teófilo, y sabía que su registro sería leído por muchos gentiles. Por eso, conecta el nacimiento de Jesús con el reinado de Augusto César y el trasfondo de la historia romana. Comúnmente tales censos se hacen con fines de cobrar impuestos, y probablemente esto sea el motivo de este censo, pero Lucas no explica el propósito de este edicto. Sin embargo, el verdadero propósito del censo era para traer a José y María a Belén.
Ningún decreto de este tipo estaba registrado por los historiadores griegos ni romanos, y durante mucho tiempo muchos eruditos supusieron que Lucas estaba equivocado. Pero los papiros e inscripciones han confirmado a Lucas en cada uno de los extremos de estos cruciales versículos 2.1-7. Se habla que este fue el primer censo, porque después, cuando se levantó Judas el galileo, se hizo un segundo censo.
Cada cual tenía que ir a la ciudad de descendencia, no a la de residencia. Solo así sería confiable el censo, pues de otro modo, habrían sido omitidos, o registrados como habitantes de otras ciudades, o registrados dos veces, etc., causando confusión. Para los judíos era importante guardar los registros familiares. Todo judío podía conocer su genealogía[19].
José y María no eran de Belén, sino de Nazaret, pero el Cristo no había de nacer en Nazaret sino en Belén. ¿Cómo, pues, se cumpliría esta profecía? La respuesta es obvia. El edicto de parte de Augusto César requería que todos volvieran “cada uno a su ciudad”, para inscribirse en el censo, y precisamente en ese tiempo cuando María daría a luz tuvieron que estar en Belén.
Jesús era el hijo primogénito de José y María. Lucas y Mateo no dicen “único hijo”, sino su “primogénito”. Sin embargo, aunque es importante observar que la palabra primogénito implica que había más hijos después, lo más importante es que la palabra significa que María no había tenido hijo antes de nacer Jesús. El hijo primogénito era el hijo especial. En primer lugar, los primogénitos de hombres y bestias pertenecían a Dios[20]. Por lo general el primogénito heredaba el rango, la situación y las prerrogativas de su padre; venía a ser jefe de la familia o de la tribu; heredaba asimismo una porción doble de los bienes paternos, derecho garantizado al hijo primogénito, incluso si había una segunda esposa preferida a la madre del primogénito[21]. Cristo es llamado “Primogénito” para indicar su preeminencia. Este texto se puede comparar con Salmos 89.27 que habla de la exaltación del rey David. David no era el primogénito en sentido físico[22], pero Dios le puso por primogénito sobre los reyes de la tierra. De esta manera Pablo emplea el término con respecto a Jesús para exaltarlo a sumo grado.
2. Ángeles y pastores (Lucas 2.8-20).
Un acontecimiento relatado por Lucas que no nos permite pensar que Jesús hubiese nacido en Diciembre es el hecho de los pastores en el campo, debido a que durante esa época, ellos guardan sus rebaños en los establos, mientras que en el mes de Siván, nuestro mayo o junio, se quedan con los rebaños en el campo. Desde abril hasta el otoño en septiembre, los rebaños pacían constantemente en campos abiertos, permaneciendo siempre los pastores allí.
Los pastores recibieron la visita de un grupo de ángeles que les informaron acerca del nacimiento del Salvador, y les dieron instrucciones de dónde lo encontrarían, las cuales ellos siguieron y encontraron al niño en el establo. Lucas enfatiza la atención que el Señor da a los pobres y humildes. El ángel no llevó este mensaje a los fariseos y escribas, sino a un grupo de pastores, hombres despreciados por los rabinos por no estrictamente observar sus ordenanzas religiosas. Sin embargo, no debemos concluir que el ángel hizo el anuncio a un grupo de pastores simplemente por ser pastores. Sin duda, éstos, al igual que Simeón[23], esperaban “la consolación de Israel”. La reacción de los pastores indica claramente que eran hombres religiosos.
3. La circuncisión de Jesús y la presentación en el Templo (Lucas 2.21-39).
Ocho días después, cumpliendo la Ley[24], Jesús fue circuncidado. Luego fue llevado a Jerusalén[25] para ofrecer sacrificios de acuerdo a la Ley, de ahí sabemos que José y María eran pobres ya que ofrendaron aves, en lugar de un cordero[26]. Al dar a luz un varón la madre quedaba impura por cuarenta días conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor[27].
En el Templo se encontraba un hombre llamado Simeón, lleno del Espíritu Santo y a quien se le había revelado que no moriría hasta que viera al Salvador. Él no entró por casualidad. Cuando vió a José, María y el niño bendijo a Dios porque se estaba cumpliendo su promesa. Jesús es para muchos la piedra del ángulo del templo de Dios. Estos se levantan, se edifican para salvación. Sin embargo, para otros es roca de tropiezo. Es ocasión de caer[28]. Jesús es la ocasión para la caída de algunos y para el levantamiento de otros no solamente en Israel sino también en todo el mundo, porque “El que crea y se bautice se salvará, el que se niegue a creer se condenará”[29]. Los que no obedecen al evangelio caen, son condenados, y los que lo obedecen se levantan, son salvos. Desde luego, la causa de la condenación es el pecado, pero el Evangelio lleva a todos a la “y” en el camino. Tienen que escoger. ¿Caerán o se levantarán? El Evangelio es, pues, la ocasión de división en el mundo.
También estaba Ana, hija de Fanuel de la tribu de Aser[30] y tenía más de cien años de edad[31]. Ella también vió a Jesús y hablaba a todos de él.
Algunos hablan de “las tribus perdidas de la casa de Israel”. Una de aquellas tribus hubiera sido la de Aser, pero no estaba perdida, pues aquí está una persona muy importante de esa tribu. El concepto de las supuestas “tribus perdidas” se basa en la apostasía de las diez tribus que fueron llevadas por Jeroboam hacia la idolatría cuando se dividió el reino. Sin embargo, 2 Crónicas 11.13-16 dice que los fieles de aquellas tribus volvieron a Jerusalén para seguir adorando al Dios verdadero. Ana es un buen ejemplo de aquellos fieles que se apartaron de las diez tribus que apostataron. La profecía de Ezequiel 48.2 se refiere a la heredad de Aser en el nuevo Templo, el espiritual, del “Israel de Dios”[32].
Lo que hicieron los fieles de aquellas diez tribus es precisamente lo que hacen hermanos fieles hoy en día. Al ver que la iglesia de la cual son miembros se aparta de la verdad, la abandonan para unirse a hermanos fieles. Como en los días de Jeroboam, así también ahora hay quienes se apartan de la ley de Dios enseñando doctrinas que no están en la Biblia. Para colmo de males, algunos que profesan ser hermanos fieles y conservadores apoyan la “evolución”, enseñando que los seis días de la creación no eran días consecutivos y literales de 24 horas, sino largos períodos de tiempo, que un “día” podría haber sido de millones de años.
4. Los magos de Oriente (Mateo 2.1-12).
De Oriente, es decir, del Este de Israel, que bien puede ser Persia, Arabia e incluso la India, llegaron unos magos[33], no sabemos el número, como eran llamados los estudiosos de los cielos, de naturaleza y la medicina. La idea de “tres magos” obedece más bien al razonamiento que trajeron dones de oro, incienso y mirra, y que eran “reyes” y que sus nombres eran Gaspar, Baltasar y Melchor son ideas falsas de los que no se contentan con lo que la Escritura dice.
Pero el celo de los magos era digno de alabanza. Aceptaron la luz que tenían y la siguieron. Ellos llegaron preguntando sobre el rey de los judíos. Ni por un momento los magos expresan duda alguna con referencia al hecho del nacimiento reciente de aquel a quien denominan “Rey de los judíos”. Para ellos el nacimiento es real y el título es cierto. Lo que buscan es una respuesta a la pregunta “¿Dónde está?” Ellos creían que el lugar del nacimiento del rey de los judíos era conocido por todos. Los magos habían venido siguiendo una estrella, ya que de manera milagrosa Dios guió a los magos para que encontraran a Cristo para adorarle. Esta no fue una estrella ordinaria, como han querido algunos seudocientíficos afirmar diciendo que era una conjunción de planetas. Tampoco era un OVNI. Aunque parece que en Jerusalén ellos no pudieron verla, sino hasta que salieron de esa ciudad.
Todos los jerometropolitanos se turbaron, e incluso Herodes el rey[34], que llamó a los sacerdotes y escribas para investigar el asunto, y ellos investigando encontraron la profecía que decía que debía nacer en Belén[35]. El rey quiso engañar a los magos diciéndoles que él también iría a adorar al niño, para que regresaran y así poder disponer del niño, pero la verdad es que Herodes estaba que hervía de celos. Los familiarizados con la historia de Herodes el Grande pueden comprender muy bien el sentido de estas palabras. En su cólera acerca de las rivalidades y celos en su familia hizo dar muerte a los dos hijos que había tenido con Mariamne, a ella misma, a Antipater, otro hijo, y que había sido además su heredero, así como al hermano y a la madre de Mariamne, y al abuelo de Mariamne, Juan Hircano.
Ellos salieron y reencontraron la ruta al ver la estrella que les guiaba y esta se detuvo en la casa donde estaba el niño[36]. Algunos han sugerido que estos tesoros fueron muy útiles para la familia de José para su viaje a Egipto y su estancia allí. Dicen algunos que esto es ajeno a la narración de Mateo, que no cabe en la interpretación del texto, etc. Es cierto que Mateo no dice nada al respecto, pero los viajes y la vida por algún tiempo en una tierra extranjera cuesta dinero. No es malo observar que Dios siempre provee para sus siervos, y cuanto más por esta familia muy especial. La Biblia enseña mucho acerca del uso de los bienes materiales. En muchos textos Cristo mismo enseña sobre la fiel mayordomía. Los magos adoraron al niño y fueron avisados de que tomaran otro camino y no volvieron a Herodes.
5. Matanza de los niños (Mateo 2.13-23).
José recibió el aviso por parte de un ángel para que huyeran a Egipto ya que Herodes iba a tratar de asesinar al niño, con lo que se cumplía la profecía: “…de Egipto llamé a Mi hijo”[37]. Sin duda salieron sin avisar a nadie. El relato de Mateo es breve. ¿Fueron a pie? ¿Hubo asno por lo menos para María y el niño? Mateo no dice. Lo importante fue que Dios dio un mandamiento a José y le obedeció. Ya se mencionó la utilidad de los tesoros presentados por los magos para su mantenimiento, pero adicionalmente se puede agregar que había muchos judíos en Egipto y, por eso, José podía unirse con otros carpinteros para ganarse la vida, como en Corinto Pablo se unió a Aquila y Priscila que eran del mismo oficio[38].
Herodes se encontró burlado por los magos, por lo que montando en cólera mandó asesinar a todos los niños menores de dos años de Belén, cumpliéndose la profecía de Jeremías 31.15.
En la Edad Media los escritores cristianos especulaban que fueron asesinados entre 3.000 y 15.000 bebés. Pero de acuerdo con el censo ordenado por el gobernador romano Quirino, tal como relatan los Evangelios, el pueblo de Belén no tenía más de 800 habitantes. Así que cada año no habría más de 20 nacimientos, y morían aproximadamente el 50% antes de cumplir los dos años de edad, lo cual era la mortalidad infantil normal hasta hace un par de siglos, así que los niños asesinados por orden de Herodes no deben de haber sido más de veinte, lo que explicaría que solo Mateo registra este hecho y no aparece en los anales históricos, pero no debe ser algo extraño conociendo el carácter de Herodes.
Herodes murió en el año 4 a.C., uno o dos años después del nacimiento de Jesús[39]. Con muchos detalles Josefo describe la muerte de Herodes como una experiencia horrible y repugnante. José recibió una nueva revelación para que volviera a Israel, pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, decidió irse a Nazaret de Galilea, cumpliéndose la profecía de Isaías 40.3. Arquelao era el duplicado de su padre, pues, según Josefo, al principio de su reinado mató a tres mil judíos en el templo durante la Pascua. Antipas, otro hijo de Herodes el Grande, reinaba sobre Galilea. Este no se llevaba bien con su hermano Arquelao y era de carácter más agradable; por eso, no había peligro para la familia de José.
6. Infancia de Jesús (Lucas 2.41-52).
Las palabras: “Y Su madre atesoraba todas estas cosas en su corazón”[40], nos hacen pensar que este relato narrado solo por Lucas es información dada por María.
Jesús tenía doce años cuando toda la familia viajó a Jerusalén a celebrar la Pascua, como todos los años, que se celebraba juntamente con la Fiesta de los Panes sin Levadura, y se prolongaba siete días. El nombre viene del vocablo hebreo pesakh, que literalmente significa “pasar por alto”. Los principales pasajes bíblicos en los que se narran la institución y el mandato de la Pascua son Éxodo 12.1-28; Levítico 23.1-2, 4-8 y Deuteronomio 16.1-8.
La ley[41] requería que todo varón asistiera a tres fiestas solemnes en Jerusalén cada año: La Pascua; la fiesta de Pentecostés, cincuenta días después de la Pascua, que conmemoraba la entrega de la ley, y la fiesta de Cabañas a fines de nuestro septiembre, que conmemoraba el cuidado del pueblo durante sus cuarenta años en el desierto y se celebraba como acción de gracias por los favores de Dios durante el año. Como vemos aquí, mujeres piadosas asistían también.
La Pascua conmemora para los israelitas su propia liberación realizada por la intervención divina, y el día en que Adonay los sacó de la esclavitud en Egipto, por mano de Moisés, para introducirlos en Canaán, la tierra de promisión. Sin embargo, la Pascua no recordaba solo la liberación en sí, sino también al cordero o víctima del sacrificio, cuya sangre, untada en los postes y en el dintel de la puerta de los hogares israelitas, evitó que el ángel de la muerte matara al primogénito de cada familia del pueblo de Dios. Así que la Pascua es también el acto redentor más grande de Dios, en cuanto a su antiguo pueblo.
Moisés instituyó la Pascua por orden de Dios, la misma noche en que el pueblo de Israel salió de Egipto, después de ser esclavos por más de 400 años. Debían celebrarla todos los israelitas, incluyendo los extranjeros circuncidados que vivieran entre ellos, por estatuto perpetuo[42]. En la primera Pascua hubo algunos detalles que no se practicaron después sino solo simbólicamente, tales como las instrucciones que se dan en Éxodo 12.11, y la sangre que se untó en los postes y en el dintel de la puerta[43]; en tiempos posteriores esta se rociaba en el Tabernáculo o en el Templo, como símbolo de expiación.
La Pascua se celebraba a la puesta del sol el día 14 del mes de abib o nisán[44], el cual corresponde a nuestro marzo-abril. Este era el primer mes del calendario sagrado judío y el día 14 coincidía con la noche de luna llena. El día 10 de ese mes cada familia debía apartar un cordero o un cabrito, macho, de un año, sin defecto alguno. Si la familia era pequeña, se podían juntar varias familias para las que un cordero fuera suficiente. El cordero debía inmolarse y con su sangre untarse los postes y el dintel de las casas en recuerdo de que un día así se había evitado la muerte del primogénito de la familia.
El cordero debía asarse, y su carne comerse con hierbas amargas y panes sin levadura. El padre de familia era el que presidía la celebración, y Moisés dio órdenes precisas para que al preguntar los hijos qué era la Pascua el padre les explicara su significado. Debía recalcarse la intervención amorosa y poderosa de Dios al dar libertad a su pueblo. Lo que sobrara del cordero, al que no se le debía quebrar los huesos, debía quemarse aquella misma noche[45].
Si alguien por alguna razón justificada no podía celebrar la Pascua en la fecha establecida, tenía permiso para celebrarla en el segundo mes; pero si el descuido era voluntario, al infractor se le castigaba con la muerte[46]. A las mujeres se les permitía participar en la celebración, pero no estaban en la obligación de hacerlo[47].
Aunque Lucas no relate que iba toda la familia, incluidos los hermanos de Jesús, es probable que ellos también asistieran, así que el control de los niños no debía haber sido fácil, además que existe la posibilidad que viajaran con otros familiares, por lo que no resultaba extraño que un jovencito de doce años se entretuviese con otros niños de su edad sin que sus padres supieran en dónde estaba exactamente, por lo que no es de culpar a José y a María que no supieran en qué lugar se encontraba su hijo en todo un día.
Al no encontrar a Jesús en el grupo, José y María regresan a Jerusalén, en donde le encuentran en el Templo con los doctores con los que platicaba amenamente. Aunque Jesús subía a Jerusalén con sus padres para la fiesta, no estudiaba en las escuelas de los rabinos. Por eso, vemos la reacción de la gente cuando Jesús enseñaba[48]. Los padres se sorprendieron, pero más lo estaban los maestros al escuchar las preguntas, repuestas y razonamientos de este joven judío campesino. “Asombrados” viene del verbo “ekplesso”, que significa “golpear fuera de”, “estar sumamente perturbado en la propia mente”. La inteligencia y respuestas de Jesús los dejaban asombrados o atónitos.
A partir de aquí no volvemos a saber sobre la vida de Jesús durante su adolescencia, excepto que se mantenía con sus padres. Estas simples palabras de Lucas 2:51: “Descendió con sus padres y vino a Nazaret, y continuó sujeto a ellos”, nos eliminan la posibilidad que Jesús hubiese viajado al Tibet o a Inglaterra a estudiar con religiosos orientales o con los druidas, como algunos sugieren.
C. Inicio del Ministerio de Jesús.
1. Juan el Bautista (Mateo 3.1-12; Marcos 1.1-8; Lucas 3.1-20).
Lucas nos informa que el inicio del ministerio de Juan el Bautista se dio en el año 15 del gobierno de Tiberio César, y ya que este comenzó a reinar en el año 14 d.C., podemos saber que Juan comenzó su prédica en el año 29 d.C., cuando a la sazón tenía unos 34 años de edad, y Jesús era solo seis meses menor, lo que nos indica que la edad que le ha dado la tradición a Jesús de 30 años para el inicio de su ministerio, ha sido equivocada.
El ministerio de Juan era sumamente importante, pues él introducía el reino de Dios a los judíos. Predicaba cerca del Río Jordán, porque allí bautizaba. Se ha dicho por parte de algunos comentaristas que el bautismo ya existía por parte de los judíos y que se bautizaban los prosélitos, pero no es cierto. La ley requería lavamientos de personas inmundas[49]. De estos habla Hebreos 9.10, pero la ley no requería tal cosa para prosélitos. Por la tradición judía esta práctica fue agregada, como el llamado bautizo infantil fue agregado a la práctica bíblica de bautizar a los creyentes penitentes. En realidad el bautismo de prosélitos ni siquiera se menciona hasta el tercer siglo. Varios autores como Josefo hablan de prosélitos pero no hablan del bautismo de ellos.
El bautismo de Juan era de arrepentimiento, lo que significa un cambio radical de corazón que lleva al cambio de vida. Al llegar a su bautismo el pueblo confesaba sus pecados. Esto debería indicar que iban a dejar sus pecados y seguir el camino del Señor. Pablo dice que la tristeza según Dios lleva al arrepentimiento[50]. Precisamente aquí está el problema con muchas “conversiones”. No hay genuino arrepentimiento porque no hay genuina tristeza por los pecados. Cuando alguno llega a Jesús con la tristeza mostrada por la mujer de Lucas 7.44, hay esperanza de una sincera conversión. Pero lamentablemente muchos creen que sus pecados son insignificantes, “veniales” en lugar de “mortales”, y que no requieren mucha tristeza. Parece que algunos creen que sus pecados son más respetables que los de otros y que la iglesia debe sentirse muy agradecida por tenerlos por miembros.
Para muchos es difícil arrepentirse porque aceptan el concepto calvinista que “es humano equivocarse y pecar”. Esto implica que el hombre, por ser hombre, es corrupto y tiene que pecar o por lo menos tiene que querer pecar, pero Dios hizo al hombre a su imagen y no lo hizo corrupto. Dios forma el espíritu en el hombre[51], y no lo forma corrupto.
Las denominaciones modernas dicen que el bautismo no es para obtener el perdón de los pecados, sino que es simplemente un “símbolo”. Creen que en la salvación por la fe sola. Sin embargo, al comentar la misma frase, palabra por palabra, “eis aphesin hamartion”[52] dicen propósito del derramamiento de su sangre del Nuevo Pacto era precisamente el de que el perdonar pecados. Por lo tanto, no son consecuentes.
Se citan las palabras de Isaías 40.4-5, que tenía su aplicación primaria en el retorno de los judíos de Babilonia, pero tenía significado aun más importante con respecto al ministerio de Juan como precursor de Cristo. La figura se basa en la costumbre antigua de preparar el camino para la llegada de algún monarca u otro personaje muy importante. En estos casos el pueblo literalmente enderezaba sendas y caminos torcidos, quitaba piedras del camino, etc. A veces los que sembraban quitaban piedras de sus campos y las echaban en los caminos y sendas. ¡Cómo son torcidos los caminos que llevan al corazón del hombre! El arrepentimiento los endereza. El arrepentimiento quita los obstáculos del camino para que uno sea un verdadero hijo de Dios.
Pero para los que no se arrepientan, no espera otra cosa sino el castigo en fuego. Los “Testigos del diablo” y otros materialistas y modernistas niegan la realidad del castigo en fuego. Enseñan que los malos serán “aniquilados” o que habrá otra oportunidad para ellos, o alguna forma de “purgatorio” para que después de algún tiempo de sufrimiento los condenados sean restaurados, pero es imposible armonizar tales conceptos con lo que dicen Juan, Jesús y los apóstoles. Por lo tanto, en lugar de negar esta verdad nos conviene aprovechar la salvación que Cristo nos trajo para escapar de la ira de Dios. Los “Testigos” hacen burla de la doctrina de Cristo diciendo que el hombre no permite la tortura de un perro y, por eso, razonan que sería imposible que el Dios de amor y misericordia permitiera la tortura de los seres humanos en el infierno. Sin embargo, recuérdese que los que hablan así no conocen a Dios. Hablan constantemente de “Jehová” pero no conocen a Adonay y blasfeman contra Cristo, enseñando que Él es una “cosa” creada. Ellos creen en dos “dioses”[53]. Si hablan así de Cristo, ¿qué se espera cuando hablan de la doctrina de Cristo? No entienden el evangelio. No saben lo que es gracia y misericordia. Tampoco toman en serio el pecado. No entienden que el pecado debe ser castigado, y que si el hombre rechaza a Cristo y el evangelio, entonces todavía sigue bajo la ira de Dios y tendrá que sufrir por sus pecados. Cristo murió en la cruz para que nadie tuviera que sufrir en el infierno, pero el infierno fue preparado para el diablo y sus ángeles[54].
Algunos se consuelan con el pensamiento de que el cuerpo no puede estar quemando sin fin porque el fuego lo consumiría, pero a estos se les olvida de lo que se está hablando. El cuerpo que sufrirá eternamente no es este cuerpo físico, sino el cuerpo espiritual que el hombre recibe al resucitar de los muertos[55]. ¡Si los hombres se pudieran convencer de la doctrina del dolor eterno en el infierno, de una vez obedecerían al evangelio y llevarían vidas consagradas a Dios! El dolor del infierno no es solamente por horas, o por días, o por años sino para siempre. Los dolores de parto son tremendos pero son pasajeros. En el infierno, sin embargo, el dolor no será pasajero. Los dolores de una enfermedad terminal duran a veces por meses y aun por años, pero ni siquiera esto se puede comparar con el dolor del infierno que nunca termina. Además, en esta vida aun para los dolores más agudos hay medicina fuerte, pero en el infierno no habrá ningún alivio[56]. Pero el problema es que muy pocos creen esta doctrina. Aun los cristianos no la dan la importancia que merece, porque una fuerte convicción con respecto al castigo eterno nos motivaría fuertemente para ser más fieles, más apartados del mundo y más activos en la obra el Señor.
Otro sufrimiento horrible será el remordimiento. Al mismo tiempo los que sufren en el infierno estarán recordando que durante la vida tenían muchas oportunidades de obedecer al evangelio. Recordarán las muchas invitaciones que rechazaron. Estarán pensando que hubiera sido posible estar en el cielo sin dolor alguno, sin lágrimas de ninguna clase, gozando la vida eterna. Cuantas veces en esta vida lamentamos algún descuido diciendo “oh, si hubiera hecho tal o cual cosa”, o “si no hubiera hecho tal cosa”. Imagínese la agonía del remordimiento más severo eternamente.
Juan cumplió lo que el ángel Gabriel dijo a Zacarías[57]. No solo reprendió a los fariseos y saduceos que venían a su bautismo[58], sino que sin parcialidad también reprendió al rey Herodes, aunque entendía que por ese motivo el rey podía matarlo. Herodes, hombre sin convicción y movido por la pura conveniencia, estaba entre la espada y la pared. Sabía que Juan era varón justo y santo y le escuchaba de buena gana, pero si su perplejidad indicaba que consideraba la posibilidad de arrepentirse, no tenía suficiente fuerza para hacerlo, pues por todo lado había problemas y no veía salida. Temía a Juan, temía al pueblo y sobre todo temía a su esposa.
2. El bautismo de Jesús (Mateo 3.13-17; Marcos 1.9-11; Lucas 3.21-22).
¿Por qué se bautizó Jesús? Si este era para arrepentimiento, él no lo necesitaba ya que no cometió pecado. Pero hay tres puntos importantes que deben ser considerados:
a. Era la inauguración de su ministerio, su ordenación, dejaba la vida hogareña y se convertía en el Cordero de Dios.
b. Como un acto público de identificación con su pueblo[59].
c. Para aprobar públicamente que la obra de Juan el Bautista procedía de Dios.
Jesús enseñó que el bautismo de Juan era del cielo[60], y que era según “los propósitos”[61] de Dios. Mateo 3.14 dice que Juan se oponía a bautizar a Jesús. Nunca hubiera esperado tal cosa, porque él sabia, por lo menos, del maravilloso nacimiento de Jesús, y es muy probable que sabía mucho acerca de su vida. Lucas describe la amistad entre la madre de Juan y la madre de Jesús. Elisabet, siendo parienta de María, sin duda contaba a Juan lo que ella sabía acerca de Jesús. Aunque Juan no tenía hasta ese momento confirmación divina de que Jesús era el Cristo[62], así que él “se le oponía” cuando llegó para ser bautizado de él, porque creía que tal acto seria muy humillante para Jesús.
Juan quería bautizar a los fariseos, saduceos e intérpretes de la ley que se arrepintieran y no siempre podía[63], y no quería bautizar a Jesús, pero éste insistió en que lo hiciera. La humildad de Juan se ve claramente en esta ocasión, pero léase con cuidado lo que Jesús dice de él en Mateo 11.7-15. Son palabras impresionantes de alabanza de este gran profeta de Dios. El bautismo tuvo que ver con la “justicia” de Dios. Todo el pueblo, aun los publicanos, aceptaron el plan y las demandas de Dios. Admitieron que era justo y correcto que ellos se arrepintieran y se bautizaran para remisión de pecados. Dios era justo en lo que Él requería, y cuando ellos aceptaron este plan de Dios se hicieron justos. Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron la justicia de Dios. Rechazaron su propósito de salvarles de sus pecados. No querían admitir que eran pecadores. Confiaban en ser el pueblo especial de Dios.
Ahora bien, Jesús no tenía pecado, pero era muy importante que apoyara el plan de Dios para la salvación. Desde el tiempo de su niñez Jesús estaba sujeto[64]. Aunque era Hijo de Dios, aprendió la obediencia. Guardó perfectamente la ley de Moisés, bajo la cual nació y bajo la cual vivió y murió. El bautismo de Juan no era parte de la ley de Moisés, pero era un precepto de Dios dado por su profeta. El bautismo de Juan fue uno de los mandamientos positivos de Dios que para tanta gente no importan. Cristo estaba resuelto a obedecer este mandamiento positivo de Dios. Iba a mostrar la obediencia absoluta, aunque no tenía pecados. En lugar de buscar excusas para no bautizarse Él hizo caso omiso de la “salida” lógica que tenía, ya que no había pecado, como también de la oposición fuerte de Juan, insistiendo en que “conviene que cumplamos toda justicia”. ¡Qué ejemplo tan glorioso ha dejado para nosotros!
Nosotros no somos bautizados simplemente para imitar a Jesús. Él no fue bautizado para obtener la remisión de pecados, porque no tenía pecados, pero nosotros sí tenemos pecados; así es que nosotros somos bautizados para la remisión de pecados como los demás que llegaron al bautismo de Juan[65], y como la gente que fue bautizada el día de Pentecostés[66].
3. Genealogía de Jesús (Mateo 1.1-17; Lucas 3.23-38).
De los cuatro evangelistas, solo dos dan la genealogía de Jesús: Mateo y Lucas, y ambas son diferentes. Mientras que Lucas señala hasta Adán, Mateo solo llega hasta Abraham, para probar que Él era un verdadero israelita. Pero no solamente se debía probar que Jesús era descendiente de Adán y Abraham, sino que de Judá, para que se cumpliera la profecía de Génesis 49.10. Mateo aclara que hace divisiones de 14 generaciones, en parte para ayudar a la memoria, y en parte para indicar los tres grandes períodos de la historia, a saber: De Abraham, el padre de la nación a David el rey, de David a la destrucción de la monarquía en la deportación a Babilonia, y de este acontecimiento a la venida del Mesías.
Lucas hace un apunte de que Jesús tenía “unos treinta años”, no dice que tenía treinta años, aparentemente basa su manera de contar de acuerdo a Números 4.2-3, en donde se cuenta a los varones de “treinta años arriba hasta cincuenta años”[67].
Ha habido mucha discusión acerca de la diferencia entre la lista de los antepasados de Jesús según Mateo y la lista según Lucas, pero no hay provecho en un examen minucioso de estas listas de nombres, porque en el primer siglo no había duda ni disputa acerca de la genealogía de Jesús. Los enemigos de Jesús hicieron muchas acusaciones contra Él, pero nunca pusieron en tela de juicio su genealogía. El linaje de David está registrado en las Escrituras[68] y cualquier persona interesada podía averiguarlo. Así pues, las dos listas eran comprensibles y satisfactorias para los judíos. Conviene recordar este detalle con el fin de disipar cualquier supuesta discrepancia o contradicción entre las dos listas. Si por cualquier motivo Mateo o Lucas hubieran escrito una genealogía incorrecta o contradictoria, los eruditos la habrían denunciado. Los que estudian esta genealogía ahora, no siempre toman en cuenta cómo los antiguos registraban sus genealogías; por ejemplo:
a) No siempre aclaraban si el que engendró era el padre inmediato o el antepasado, pues el hebreo no hablaba de nietos, bisnietos, etc.
b) Algunos se han fijado en la omisión de nombres, pero el propósito de Mateo y Lucas no fue nombrar a todos los antepasados.
c) Se estudia y se discute también sobre Jeconías y sus hermanos, como también sobre Salatiel y Zorobabel, etc., pero recuérdese que nada de eso fue problema para los judíos del primer siglo y, por consiguiente, no debe ser problema para nosotros.
Aunque muchos creen, pues, que Lucas da la genealogía de Jesús a través de María, sería muy difícil probarlo. Si Lucas hubiera pensado que Elí era el padre de María, habría sabido cómo expresarlo. Recuérdese que lo más importante es que los enemigos de Jesús nunca pusieron en tela de juicio su genealogía. Aunque nosotros no comprendemos exactamente cómo los judíos registraban su genealogía, ningún enemigo de Jesús criticó los registros de Mateo y Lucas.
Al conectar Jesús con Adán, Lucas muestra otra vez su propósito de presentar a Jesús no solamente como el Salvador de los judíos sino también como el Salvador de todo el mundo.
4. La tentación de Jesús (Mateo 4.1-11; Marcos 1.12-13; Lucas 4.1-13).
En un giro que nos deja un poco perplejos, Jesús no inicia de una vez su predicación, sino que se dirige al desierto en donde permanece 40 días en ayuno y al fin tuvo hambre y fue tentado[69] por Satanás.
Jesús fue voluntariamente, pero no se metió deliberadamente en tentación. El diablo, llamado Satanás es un ser real. Es el enemigo que siembra cizaña cuando el Señor siembra simiente buena, quita la palabra de Dios del corazón del hombre para que no crea, usa lazos para atrapar a los hombres para que estén cautivos a voluntad de él, es el padre de la mentira, pero puede ser resistido por el hombre.
Jesús debía ser en todo semejante a sus hermanos[70] y fue tentado en todo, pero sin pecado[71]. Siendo hombre tenía todos los deseos y apetitos normales del hombre. Nunca pecó ni en palabra, ni en hecho, ni en pensamiento. Nunca fue culpable de codiciar a una mujer[72]; nunca aborreció a nadie[73]; no amaba al dinero[74]. Fue tentado como hombre, pero no como hombre pecador. Jesús no tenía debilidades o flaquezas espirituales. El hombre tiene deseos carnales e inclinaciones hacia el mal y, por eso, fácilmente cae en pecado, pero Jesús no tenía tales flaquezas. Cuando la palabra débil se usa en sentido espiritual, significa pecador. La palabra debilidad es asthéneia, y significa enfermedad, literalmente “falta de fuerza”[75].
Jesús fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. La expresión “sin pecado” significa “aparte del pecado”. En todas las tentaciones que Cristo soportó, no había nada dentro de Él que respondiera al pecado. No había ninguna debilidad pecaminosa. Fue tentado en todo según nuestra semejanza, porque tenía deseos y apetitos humanos, pero hay mucha diferencia entre los deseos humanos y los deseos malos, que son cultivados y adquiridos por el hombre mismo; es decir, no nace con ellos, sino que en vez de satisfacer los deseos normales y naturales conforme a las reglas de Dios, salen de estos límites para corromperlos y satisfacerlos conforme a las incitaciones del diablo. Cristo Jesús tuvo todos los deseos y apetitos normales y naturales, pero no adquirió ningún deseo o apetito carnal. Siempre estaba resuelto a hacer la voluntad de Dios[76].
Los deseos malos son creados y cultivados por el hombre desde la juventud por medio de imitar el ejemplo de otros, por la asociación con gente mundana, por varios medios de comunicación carnales. Entonces, una vez corrompido el corazón, el hombre es susceptible a la tentación del diablo descrita en Santiago 1.14. Recuérdese siempre lo que se dice de Cristo en Hebreos 1.9: “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad”[77].
Existe un error en el calvinismo que enfatiza que en Romanos 8.3, cuando habla de la “semejanza” de la carne de Jesús le hacía diferente de los demás seres humanos, y no toman en cuanta Hebreos 2.17 que dice que debía ser en todo semejante, así que si todos los hombres nacen pecadores, entonces Jesús nació pecador. La Biblia enseña que el hombre nace sin pecado, pero en Romanos 8.3 Pablo habla de “carne de pecado” porque todos los hombres han pecado, usando su cuerpo como instrumento de pecado[78]. Cristo vino en semejanza de “carne de pecado”, pero nunca usó su cuerpo como instrumento de pecado. Algunos suponen que fue necesario que Jesús tuviera deseos carnales para ser nuestro ejemplo, pero Dios es nuestro ejemplo[79], y sin embargo no tiene que tener nuestras debilidades. Cristo fue tentado para dejarnos el perfecto ejemplo de cómo vivir y de cómo resistir al diablo. No vino para saber cómo sería vivir como un hombre, pues ya sabía todo lo que hay en el hombre[80].
D. Ministerio en Galilea.
1. Inicio del ministerio.
a. Regreso a Galilea (Mateo 4.12; Marcos 1.14-15; Lucas 4.14-15).
Jesús regresó del desierto y comenzó a enseñar en las sinagogas[81]. Los judíos ofrecían sacrificios y llevaban a cabo otros actos de culto solamente en el Templo, pero se reunían en sus respectivos pueblos cada sábado en la sinagoga[82], por lo que se puede decir que la sinagoga tuvo mucho que ver con la propagación del evangelio en el primer siglo.
Su fama se corrió rápidamente en Galilea ya que ahí hizo muchos milagros, pero curiosamente le rechazaron, lo cual el que se hagan o no milagros no es indicativo que la gente va a obedecer el Evangelio, ya que Juan no hizo ningún milagro y la gente le aceptó fácilmente como profeta.
b. La sinagoga en Nazaret (Mateo 13.54-58; Marcos 6.1-6; Lucas 4.16-30).
Y en la sinagoga de Nazaret Jesús se reveló como el Mesías que tanto habían esperado, pero los suyos fueron los primeros en rechazarle.
Jesús tenía la costumbre de asistir a los estudios de la sinagoga cada sábado. Jesús citó la profecía mesiánica de Isaías y afirmó que “Hoy se ha cumplido” porque Él era el Mesías que había de venir. Ya había predicado a los pobres, sanado a los quebrantados de corazón, pregonado libertad a los cautivos, dado vista a los ciegos, puesto en libertad a los oprimidos y predicado el año agradable del Señor. El campo principal de su ministerio había sido allí mismo en Galilea. Pero esta descripción del papel de Mesías era diferente de lo que el pueblo esperaba. No podían creer que uno de ellos, un hombre como ellos, criado en medio de Nazaret podría ser el Mesías. Esto era increíble y no lo podían aceptar. Él era de Nazaret y, por eso, según ellos, debería hacer allí las señales que hacía en Capernaúm, y que no creerían a menos que vieran señales, aunque no podían negar que Jesús había hecho verdaderos milagros, porque los había hecho en Caná y en Capernaúm que estaban ubicados unos pocos kilómetros de Nazaret, pero no querían juzgar la sabiduría y las obras maravillosas de Jesús de manera objetiva. Todo era subjetivo y personal. Le tenían envidia y no querían aceptarlo como superior a ellos. Aunque en otras partes le sobraba fama, los de Nazaret pensaban de la siguiente manera: “él es uno de nosotros, es de aquí, lo conocemos bien, como también a su familia, es un mero carpintero, etc.; por eso, no puede ser alguien importante”. La familiaridad extrema de su humanidad ordinaria evitó que creyeran en su divinidad. La familiaridad engendra el desprecio, por ello, los profetas Elías y Eliseo hicieron milagros entre otros pueblos por causa de la infidelidad de los israelitas; de esa manera los gentiles recibieron las bendiciones de Dios que habría dado a Israel a no ser por sus rebeliones contra Él. Así también Cristo hizo señales entre otros porque los de su pueblo no creían en Él.
Los de Nazaret se llenaron de ira por varias razones:
1) Tal vez porque Jesús se comparaba a sí mismo con estos dos profetas ilustres.
2) Porque Jesús les decía en efecto que ellos no eran dignos de sus bendiciones, porque eran como aquellos israelitas que fueron pasados por alto por Elías y Eliseo.
3) Aunque Jesús sí obraba entre el pueblo de Dios en Capernaúm y en otros pueblos, la implicación de estas ilustraciones es que Jesús también tendría bendiciones para los gentiles. Todo esto fue muy ofensivo y ellos “se escandalizaron”.
En lugar de aceptar la verdad optaron por enojarse y matarlo. En esta ocasión y en varias otras nuestro Señor Jesucristo mostró claramente su valentía y liderazgo. Cuando le llevaron hasta el monte “para despeñarle”, pasó por en medio de ellos y se fue. No dice el texto que fue un milagro ni tampoco lo implica, sino que simplemente la muerte de Jesús vendría cuando Él mismo estuviera listo a entregarse y no antes.
No sabemos si estando en el desierto alguien le buscó para informarle o se enteró del encarcelamiento de su primo Juan al momento de regresar a su casa en Nazaret, de donde partió para vivir en Capernaum[83] para que se cumpliese la profecía de Isaías 9.1-2. Allí Jesús hizo más milagros que en ninguna otra ciudad pero ellos fueron incrédulos. Entonces surge la pregunta: ¿Por qué, a diferencia de Juan el bautista que no hizo ningún milagro, Jesús si los hizo?
1) Revelan la bondad y la misericordia de Dios; él no es indiferente a las necesidades y sufrimientos.
2) Sirven de credenciales a su persona y misión[84].
3) Los milagros son para explicar el mensaje no son la prioridad, son el beneficio adicional al cambio de vida en lo fundamental.
4) El Señor quería darse a conocer como médico de almas cuyos pecados venía a sanar.
2. Jesús en Capernaum (Mateo 4.13-17; Lucas 4.31).
Después del rechazo de los suyos en la sinagoga, Jesús se trasladó a Capernaum, que llegó a ser su ciudad, una ciudad grande, uno de los centros de la vida política y comercial de Galilea, una galería pesquera, adonde acudían muchos gentiles. Aquí el mensaje del reino tendría mejores posibilidades que en Jerusalén, con su orgullo eclesiástico, o que en Nazaret, con sus celos locales, aunque más tarde Jesús la denunció[85].
Toda la parte norteña de Palestina era llamada “Galilea de los gentiles” ya que muchos de ellos vivían en medio de los judíos e influían en sus costumbres. Los judíos orgullosos de Judea despreciaban a los galileos; por eso, para ellos el concepto de un “Mesías” de Galilea no sería nada aceptable. Pero el ministerio de Jesús comenzó en Galilea y en gran manera se concentraba en Galilea. Este pueblo estaba perdido por causa de su ignorancia y ceguera espiritual. Fueron despreciados por los judíos de Jerusalén, pero en realidad éstos eran aun más ciegos que los de Galilea. Por no tener tanto prejuicio como los de Jerusalén, muchos galileos aceptaron a Cristo.
Jesús comenzó su ministerio con el mandamiento más difícil de la Biblia: arrepentimiento. A veces predicadores animan al pueblo a obedecer al Evangelio diciendo que “es sencillo y es fácil; solo tienen que creer, arrepentirse, confesar y ser bautizados”, pero el “arrepentirse” no es fácil porque significa “cambiar”. El arrepentimiento significa cambio de mente, cambio de corazón, cambio de los pensamientos y propósitos que resultan en un cambio de vida. Los judíos no querían cambiar, pues confiaban en ser hijos de Abraham, el pueblo escogido de Dios. Muchos paganos se arrepintieron, pero la mayoría no. Nunca digamos que “es fácil” obedecer al Evangelio. Jesús no dijo tal cosa. Más bien, habló de la necesidad en algunos casos de cortar la mano derecha o sacar el ojo derecho; habló de negarse a sí mismo; habló de renunciar todo, aun la propia vida, etc.
a. Los primeros discípulos (Mateo 4.18-22; Marcos 1.16-20).
Solo Marcos y Mateo citan el llamamiento de los primeros discípulos, Lucas pasa por alto el hecho y cuando él narra el ministerio de Jesús los toma en cuenta como que hubiesen estado siempre ahí. Tomemos en cuenta que Jesús ya está instalado en Capernaum y probablemente salió simplemente a reconocer el sitio cuando encuentra a Simón y Andrés.
1) Simón Pedro.
Simón Bariona o Bar Jonás, del hebreo: שמעון, “Shimon”, llamado también “Pedro” o “Cefas”, nació en Betsaida y según la tradición católica, murió en Roma el 29 de Junio del 67 a.C. Fue pescador y uno de los doce apóstoles, discípulos de Jesús de Nazaret.
Su nombre de nacimiento era Shimón, pero recibió de Jesús el nombre de “Pedro”, del griego πετρos, “piedrilla”, al reconocer que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios[86]. Pablo lo llamó en sus escritos כיפא, “Keyfas”, el equivalente arameo de Simón, aún cuando se piensa que predicaba en griego; Juan lo llamó, por lo general, “Simón Pedro”. Jesús no solo reconoció en Simón haber sido inspirado por Dios Padre, sino que también le llamó despectivamente como “Satanás”, por no poner su mirada en las cosas de Dios, sino en la de los hombres[87]. Simón Pedro negó conocer a Jesus tres veces antes de su muerte y a causa de ello lloró amargamente[88].
No se cuenta con más detalles sobre la vida de Simón que los que recoge el Nuevo Testamento, excepto por algunos documentos de Clemente Romano que tratan de los últimos años de su vida.
De acuerdo con la narración evangélica, Simón era un pescador judío de Galilea, oficio que ejercía con su hermano Andrés; estaba casado, puesto que la curación de su suegra se recoge en los evangelios sinópticos[89]. Otros escritos apócrifos, mencionan que había tenido una hija.
Simón fue incorporado al grupo de los apóstoles a principios del ministerio de Jesús en Galilea. Según el testimonio de Juan[90], fue su hermano Andrés quien lo introdujo al grupo, tras haberse contado ambos entre los seguidores de Juan el Bautista. La narración de los sinópticos da otro punto de vista, narrando la historia de que al ver a ambos recoger las redes, Jesús invitó a los dos hermanos a hacerse “pescadores de hombres”[91] y fue Simón el primero en reconocer a Jesús como el Hijo de Dios[92].
Fue uno de los tres discípulos íntimos que, según la Biblia, fueron testigos de la transfiguración de Jesús[93].
Los Evangelios recogen también la profecía de Jesús anunciando la traición de Simón quien lo negaría tres veces consecutivas avergonzándose de ser seguidor de Jesús. Aún cuando la noche de la última cena, Simón juró no apartarse de Jesús, al ser interrogado por los soldados romanos que lo habían detenido, negó tres veces conocerlo antes del canto del gallo, es decir, antes de que la noche acabase[94]. Luego de la resurrección, según lo relata Juan[95], Jesús resucitado se aparece ante los discípulos y dirigiéndose a Simón le hace reafirmar tres veces su amor por Él.
Tras la muerte de Jesús, la figura de Simón es menos precisa. Si bien varios de los Evangelios dejan entrever que había sido especialmente atendido por Jesús, los testimonios no son siempre coherentes. Mateo no vuelve a nombrar a Simón tras haber éste negado conocer a Jesús. El autor de Hechos de los Apóstoles, sin embargo, presenta a Simón como una figura crucial de la primera comunidad cristiana en Jerusalén; es él quien preside la selección del reemplazo para Judas Iscariote[96] y quien es examinado públicamente por el Sanedrín[97], tras sanar en el nombre de Jesús a un hombre a las puertas del Templo de Jerusalén, además de emprender misiones a Lidia, Jaffa y Cesarea y de estar presente en el “Concejo de Jerusalén”, cuando Pablo sostiene que el mensaje de Jesús se extiende también a los gentiles. La prédica de Simón, sin embargo, estuvo por lo general limitada al pueblo judío a diferencia de Pablo que predicaba a los gentiles[98], aunque fue el que bautizó al primer cristiano no judío, en Cesarea, debido a una visión tenida en Joppe, el Centurión Cornelio y a su gente[99].
El autor de los Hechos, sin embargo, se centra luego en las obras de Pablo, por lo que de los años posteriores es mucho lo que se ignora. De acuerdo con la epístola a los Gálatas, se trasladó a Antioquía, donde Pablo lo encontró más tarde[100]. La primera epístola a los Corintios deja entrever que Simón quizá visitó la ciudad en sus misiones[101].
Según la tradición, Simón Pedro se trasladó a Roma mientras Pablo se quedaba en Jerusalén. Allí habría participado en grupos de cristianos ya establecidos en Roma, sin embargo no hay evidencia en los relatos bíblicos. Jerónimo de Estridón, que vivió entre los años 340-420 d.C., fue quien afirmó la llegada de Simón Pedro a la ciudad de Roma en el año 42, el haber fundado la Iglesia en esa ciudad y haber sido el primer obispo de ella hasta su muerte en el año 67.
Según Orígenes o Eusebio de Cesarea[102], Simón Pedro fundó la Iglesia de Antioquía, pero tampoco hay otra evidencia que lo verifique.
La tradición católica narra que Simón Pedro acabó sus días en Roma, donde habría sido obispo, y que allí murió martirizado bajo el mandato de Nerón en el Circo Vaticano, sepultado a poca distancia del lugar de su martirio y que a principios del siglo IV el emperador Constantino mandó construir la gran basílica vaticana.
Clemente Romano, en su carta a los corintios, data su muerte en la época de las persecuciones de Nerón. El Evangelio de Juan sugiere, en su característico estilo alegórico, que Simón Pedro fue crucificado. Dado que seguramente éste no fue escrito hasta el siglo II, el testimonio es menos relevante. Orígenes en su Comentario al libro del Génesis III, citado por Eusebio de Cesarea, dice que Simón Pedro pidió ser crucificado cabeza abajo por no considerarse digno de morir del mismo modo que Jesús. Lo mismo relata Jerónimo de Estridón en su obra “Vidas de hombres ilustres”.
Flavio Josefo relata que la práctica de crucificar criminales en posiciones distintas era común entre los soldados. 1 Simón 5.13, que envía saludos desde “la Iglesia que está en Babilonia”[103] ha sido entendido por algunos en sentido figurativo, como señal de que Simón escribía desde Roma por el hecho que la antigua Babilonia sobre el Éufrates estaba en ruinas y el término “Babilonia” habría sido usado por la antigua comunidad cristiana para referirse a la Roma de los emperadores[104]. No obstante, otros estudiosos alegan que no había razón alguna para utilizar términos crípticos para referirse a Roma en un simple saludo y suponen que “Babilonia” se refería efectivamente a una comunidad cristiana asentada en las ruinas de esa ciudad, por lo demás, densamente habitada.
En todo caso, es concluyente la evidencia de que, cuando Pablo escribió su epístola a los Romanos, Simón no se encontraba en Roma, ya que no es mencionado en toda la epístola.
2) Andrés.
Andrés, del griego Ανδρέας, “Andreas”, fue el primer apóstol llamado por Jesús, el “Protocletos”. Hermano de Simón Pedro e hijo de un pescador llamado Jonás, fue discípulo de Juan el Bautista.
Según Orígenes, Andrés predicó en Grecia, el Mar Negro y el Cáucaso; fue el primer obispo de Bizancio, un cargo que finalmente se convertiría en el Patriarcado de Constantinopla.
La tradición cuenta que fue crucificado en una cruz en forma de “X”[105], sin clavos sino amarrado, donde estuvo predicando dos días. Sus restos habrían reposado en Patrás, desde donde habrían sido trasladados a Constantinopla.
3) Sanidades en Capernaum (Mateo 8.14-17; Marcos 1.21-34; Lucas 4.33-41).
Como hemos insistido, la tarea de Jesús en su ministerio no consistía en hacer milagros, pero aun así los hizo por la misericordia de Dios. ¿O acaso no muestra Dios su misericordia aun en nuestros días haciendo milagros incluso aun a los inconversos?
Los sinópticos señalan tres en Capernaum: Marcos y Lucas tratan con el del endemoniado en la sinagoga, y los tres hablan de la sanidad de la suegra de Simón y otros milagros hechos esa misma tarde.
Los endemoniados eran personas dignas de conmiseración y compasión. No estaban simplemente enfermos, sino que demonios o espíritus inmundos tomaban posesión y control de sus cuerpos para atormentarlos. Jesús distinguía entre “endemoniados” y “enfermos”[106]. Jesús hablaba con los endemoniados, y no se puede hablar con “enfermedades”. Los endemoniados expresaban sus deseos[107]. Tenían conocimiento sobrenatural de Jesús. A veces había varios demonios en una sola persona[108].
No existe en la actualidad el fenómeno de los “endemoniados”, pues los demonios entraban en la gente sin su permiso, pero Satanás, aunque sí entra en la gente, pero lo hace con su permiso. Cuando entró en Judas o en Ananías y Safira, lo hizo con su permiso, y sigue haciendo lo mismo ahora. Las personas que permiten que Satanás viva en ellos hablan y hacen locuras, como cuando usan alcohol y otras drogas y los que se entregan a las otras obras de la carne.
Al finalizar el día traían a los enfermos, no porque el tiempo fuese más fresco, sino porque ese día era sábado y la Ley se los prohibía.
3. Jesús sale de Capernaum (Marcos 1.35-38; Lucas 4.42-43).
El ministerio de Jesús no podía limitarse a Capernaum, sino que todo Israel debía saber de él, por lo que al día siguiente salió de su hogar.
Durante su ministerio la gente le buscaba pero lo hacían porque visto las señales y comido los panes y peces. Querían sus milagros de sanidad. Les gustaba mucho cuando Jesús echaba fuera los demonios. Pero no les gustó la predicación de Jesús que requería el arrepentimiento.
Querían detenerle, pero era necesario que Jesús anunciara el Reino. ¿Qué significa anunciar o predicar el Reino de Dios? Lucas se refiere al Reino a través de su Evangelio comenzando con Lucas 1.32-33. Tanto Juan el bautista como Jesús, predicaron que el Reino se había acercado[109].
El concepto de los judíos era de un reino terrenal, pero entonces Jesús les habló la parábola de las diez minas y otras que ilustran como los judíos iban a rechazar a su Rey. Para ellos no habría Reino porque no puede haber reino sin Rey. Por eso los discípulos habían de pedir: “Venga tu reino”. Y de seguro algunos de los que estaban ahí no morirían hasta que vieran el Reino de Dios”.
El Reino de Dios fue establecido el día de Pentecostés después de la resurrección de Jesús, cuando el poder del Espíritu Santo llegó a los apóstoles[110]. ¿Cómo podemos saberlo? Simple:
a. Cristo es el Rey de su Reino y es la Cabeza de su cuerpo, la Iglesia.
b. El Reino se estableció el día de Pentecostés, en ese mismo día se estableció la Iglesia.
c. La cena del Señor está en el reino[111]. Y la cena del Señor está en la Iglesia[112].
d. Al obedecer al evangelio la gente fue añadida a la Iglesia[113] y se trasladaron al reino[114].
¿En qué sentido se puede decir que el Reino es la Iglesia? La palabra Iglesia significa los que son llamados fuera del mundo. Los que son trasladados al Reino son los que han vencido al mundo. Pablo conecta estos dos conceptos en 1 Tesalonicenses 2.12. Entonces es obvio que los que son añadidos a la Iglesia son, por ese mismo acto, agregados o trasladados al Reino de Cristo.
El concepto básico de la palabra Reino es que alguno reina porque ha vencido a su enemigo[115]. Cristo triunfó sobre Satanás. Los reinos se establecen cuando algún líder poderoso conquista a otro líder y toma posesión de su territorio. Por eso, estamos en el reino porque hemos vencido al mundo y ahora somos súbditos de Cristo. Él nos ganó con el evangelio, por medio del cual nosotros ganamos una gran victoria sobre Satanás y el mundo. Al “oír el evangelio” ganamos la victoria sobre la ignorancia, la superstición y la indiferencia. Al “creer en Cristo” como el Hijo de Dios, ganamos la victoria sobre la incredulidad. Al “arrepentirnos” de los pecados, ganamos una la victoria sobre el orgullo y la rebelión. Al “confesar a Cristo”, ganamos la victoria sobre el temor de los hombres. Al tomar el “bautismo” ganamos la victoria sobre Satanás quien nos culpaba de pecado y nos tenía bajo su dominio. Con este acto salimos del reino de Satanás y fuimos trasladados al reino de Cristo, y nos mantenemos como ciudadanos del Reino viviendo en “Santidad”, el último paso de la salvación.
4. Predicación en Galilea (Mateo 4.23-25; Marcos 1.39; Lucas 4.44).
Como dijimos antes, lo más importante no eran los milagros, sino la enseñanza de preparación para la venida del Reino, y Jesús no era detenido de su obra ni por el favor del pueblo, ni por la amenaza del rey Herodes. Siempre era impulsado por el sentimiento de su gran responsabilidad. Sabía por qué había venido al mundo y estaba resuelto a cumplir su misión. Dijo que le era “necesario” obrar[116]. También dijo que le era “necesario” morir y resucitar de entre los muertos[117]. Jesús personalmente anunció el Evangelio del Reino de Dios a los judíos, pero al terminar su obra Él dio la gran comisión a los apóstoles de predicar el Evangelio a todas las naciones[118].
a. Jesús en el lago de Genesaret (Lucas 5.1-11).
1) Enseñando desde un barco.
La multitud que quería conocer a Jesús era tanta que tuvo que subir a una barca de las de Simón, junto al lago de Genesaret[119]. Desde ese lugar les enseñó a las multitudes. Jesús predicaba en la sinagoga, en el Templo, en la montaña, en las casas, en el desierto, en el cementerio y aquí ¡desde una barca!
2) La pesca milagrosa.
Después de la enseñanza fueron mar adentro, y Jesús les pidió que lanzaran la red al mar. Simón le respondió que habían estado trabajando toda la noche sin lograr pescar nada. ¡Imaginémonos a un joven carpintero dándole instrucciones de cómo pescar a un pescador curtido por el viento marino! A pesar de todo, los pescadores tiraron la red al mar. Aceptó la palabra de Jesús. Esta es la única razón por la cual lo hizo, porque iba en contra de su experiencia práctica como pescador. Esta es una muestra de la fe verdadera de Simón. Es actuar en contra de los razonamientos y sentimientos humanos. Es actuar simplemente porque el Señor lo dice. Cuando Jesús le dio este mandamiento, la fe de Simón en Jesús fue probada severamente. Ya habían trabajado en vano toda la noche. Trabajaban duro en el lugar apropiado, cerca de la costa y de noche, el tiempo apropiado para pescar. Sin embargo, Simón no rehusó obedecer al Señor.
Los racionalistas dicen que Jesús vio esos peces jugando en esa área y que no había milagro, pero aquí como también en otra ocasión registrada en Juan 21.6, Jesús exhibió su poder absoluto en el dominio de la naturaleza ordinaria. Así como Simón echó las redes por la palabra de Jesús, los peces se reunieron en ese lugar y la barca se llenó de tal manera que otra tuvo que ayudarles y ambas corrían el riesgo de hundirse. Él juntó la multitud de peces en ese sitio en ese momento, ya que es el omnisciente y omnipotente Creador y Sostén de los mares y peces.
Este milagro tenía como único fin convencer a los discípulos de quién era el que estaba con ellos, lo que explica la reacción de Simón, que cae postrado a los pies de Jesús, acto que para un judío tenía una implicación muy seria, ya que ellos solo se postraban delante del Señor. Este lenguaje de Simón indica que él reconoció que estaba en la presencia de Dios. Los apóstoles eran competentes para juzgar la naturaleza de la pesca milagrosa, pues ésta tenía que ver que su oficio, estaban en sus propias barcas, y estaban pescando en aguas bien conocidas.
3) Otras sanidades.
a) Sanidad de un leproso (Mateo 8.1-4; Marcos 1.40-45; Lucas 5.12-16).
La lepra es una enfermedad infecciosa de nula transmisibilidad, producida por la bacteria Mycobacterium leprae, descubierta como agente causal del mal por el médico noruego Gerhard Armauer Hansen, debido a lo cual se los denomina, respectivamente, enfermedad de Hansen a una, y bacilo de Hansen a la otra. La lepra fue históricamente incurable, mutilante y avergonzante. En la antigüedad la lepra era la más terrible de todas las enfermedades. Ninguna otra enfermedad convierte el ser humano en una ruina tan total y horrible a la vista, y durante tanto tiempo.
La lepra puede comenzar por pequeños nódulos que terminan ulcerándose. Estas úlceras producen un líquido de aspecto desagradable y se van agrandando. Se caen las cejas. Los ojos asumen un aspecto fantasmal, como si nunca dejaran de mirar fijamente a los demás. Se ulceran las cuerdas vocales y la voz se vuelve afónica y la respiración sibilante. Poco a poco el enfermo se convierte en una sola masa de verrugas ulcerosas. Este tipo de lepra, termina con el enfermo en unos nueve años, al final de los cuales se pierde la razón, el paciente entra en coma y finalmente muere. La lepra puede comenzar con la pérdida de la sensibilidad en cualquier parte del cuerpo. En este caso la afección ha atacado los nervios. Poco a poco los músculos del cuerpo se desintegran, los tendones se contraen hasta que las manos adquieren el aspecto de garras o pezuñas. Siguen las ulceraciones en las manos y en los pies y la pérdida progresiva de los dedos de ambos. Por último van perdiéndose las manos y los pies enteros, hasta que sobreviene la muerte. La duración de esta clase de lepra, es entre veinte y treinta años. Es una especie de muerte horrenda, en la cual el hombre muere pulgada a pulgada.
Los leprosos tenían que guardar su distancia de otros. La condición física del leproso era terrible. Pero había algo que la hacía peor aun. Josefo dice que los leprosos eran tratados “como si fueran muertos”. Cuando se diagnosticaba lepra, el enfermo era instantánea y automáticamente excluido de toda sociedad humana[120]. El leproso debía vestirse con harapos, usar el cabello despeinado, con el labio superior cubierto por una banda, y mientras caminaba debía gritar todo el tiempo “Inmundo, inmundo”[121]. En Palestina en los tiempos de Jesús, el leproso tenía prohibida la entrada a Jerusalén y todas las ciudades amuralladas. En las sinagogas había una pequeña habitación aislada de tres metros de alto y dos de lado, llamada mechitsah, en la cual podía escuchar el servicio. La ley enumeraba sesenta y un contactos que podían convertir al judío en impuro, y el segundo en importancia era el contacto con leprosos. Con que solamente un leproso introdujera la cabeza en una casa, esta quedaba contaminada desde los cimientos hasta las vigas del techo. Aun en un lugar abierto era ilegal saludar a un leproso, y nadie podía acercarse a más de dos metros del leproso; pero si el viento soplaba del lado donde estaba el leproso, este debía mantenerse a no menos de cuarenta y cinco metros de distancia. Un rabí ni siquiera hubiera comido un huevo comprado en una calle por la que había pasado un leproso. Otro rabí se jactaba de que arrojaba piedras a los leprosos para que no se le acercaran. Otros se escondían o salían corriendo cada vez que veían un leproso aun a la distancia. Nunca ha habido una enfermedad que separara a un hombre de sus semejantes como la lepra. Y este hombre fue el que Jesús tocó. Para un judío la frase más extraordinaria de todo el Nuevo Testamento probablemente sea: “Jesús extendió su mano y tocó al leproso”.
Dice Josefo que los leprosos eran tratados “como si fueran muertos”. Sin embargo, este leproso, que nunca se hubiera acercado a ninguno de los rabinos ordinarios, se acercó a Jesús pidiendo limpieza. Se acercó con plena confianza. Para él no había duda en cuanto al poder de Jesús. Todo dependía de la voluntad de Jesús: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”[122]. Es posible y aun probable de que este leproso hubiera oído de los milagros de sanidad hechos por Jesús, pero el Nuevo Testamento no registra otro leproso que Jesús hubiera limpiado antes que éste; es decir, la confianza de él no se basaba en que Jesús ya hubiera limpiado a varios leprosos. Para él la única cuestión era si Jesús estaba dispuesto a limpiarlo. Sabemos que sin faltar Dios nos dará su gracia y perdón cuando obedecemos al Evangelio.
Jesús tocó al leproso, no quedó inmundo porque en lugar de ser afectado por la lepra, la limpió. Le tocó, y le dijo: “Quiero, sé limpio”. Es otra muestra de la gran misericordia de Cristo. La misericordia no es simplemente un sentimiento; la misericordia actúa, obra, ayuda.
Los mejores efectos hollywoodenses no podrían transmitir la transformación física en ese pobre hombre. Todo el daño hecho por la lepra fue corregido instantáneamente. Pero otro daño horrible se corrigió. Ahora podía restablecerse con su familia, con sus semejantes y sobre todo como participante en el culto a Dios. La lepra no se le mejoró, sino que la “lepra lo dejó”[123].
Jesús no quería que los que recibían sanidades dijeran quién era Él, ya que el pueblo iba a proclamarlo como el Mesías, pero esa gran verdad antes del tiempo traería consecuencias negativas. Sacarían conclusiones erróneas, pensando que el Mesías sería el Gran Libertador de Israel, quitando de sus cuellos el yugo de Roma y restaurando la nación de Israel a la gloria de los días de David y Salomón cuando las demás naciones les pagaban impuestos y todo judío estaba tranquilo sentado bajo su higuera. Entre más el pueblo gritaba que Jesús era el Mesías, más oposición habría de parte de los fariseos, escribas, saduceos y otros líderes judíos. Jesús vino al mundo para morir para expiar los pecados del hombre, pero lo haría cuando Él quería. La situación en Palestina entre los judíos y los romanos era muy inflamable. El pueblo judío, al ver los milagros de Jesús, se entusiasmaba mucho creyendo que El podría ser el Mesías que quitaría el yugo de Roma[124]. El entusiasmo del pueblo causado por sus milagros tenía que ser frenado en lugar de estimulado, porque impedía su obra. Se requería mucho trabajo de enseñanza, tiempo y paciencia para convencer por lo menos a sus discípulos que su propósito al venir a este mundo no era lo que la gente esperaba[125]. Jesús sabía cuando “su hora” tenía que llegar. Por eso tenía que frenar el entusiasmo del pueblo de acuerdo al plan. No podía llegar “su hora” antes del tiempo. El exceso de entusiasmo entre la gente provocaría la malicia y envidia de los gobernantes antes del tiempo. Jesús vino al mundo para morir, y sabía que los judíos llevarían a cabo este plan, pero primero le era necesario cumplir su ministerio de enseñanza.
La fama excesiva impedía su obra de enseñar, su obra principal. Jesús no vino al mundo simplemente para obrar milagros, sino para enseñar. Los milagros eran necesarios como evidencia de su Deidad, pero no eran de ninguna manera el propósito principal de su ministerio. Jesús no quería que la gente pensara solo en los milagros, sino que por este medio se convenciera de que Él era el Hijo de Dios[126].
Jesús denunció las tradiciones de los judíos una y otra vez, pero siempre respetaba y guardaba la ley de Moisés[127]. Además era necesario que el ex leproso tuviera del sacerdote el certificado de limpieza para que oficialmente pudiera volver a su familia, participar en la sinagoga y el Templo como también en la vida social de su pueblo. Además, esto sería confirmación adicional del milagro hecho por Jesús. Se ha sugerido que había urgencia en este mandamiento de Jesús por el temor de que si el sacerdote o algún otro jerarca supiera que Jesús lo había sanado, podía haber rehusado pronunciar totalmente limpio al hombre. Por el otro lado, si todo se llevó a cabo sin demora, entonces después cuando se descubrió que Jesús le había sanado, el certificado daría evidencia de dos cosas: Que el hombre en verdad se había limpiado de su lepra, así confirmando el milagro, y que Jesús mostró respeto por la ley de Moisés.
b) Sanidad de un paralítico (Mateo 9.1-8; Marcos 2.1-12; Lucas 5.17-26).
Este fue uno de los milagros que causó más conmoción entre los fariseos, ya que estuvo unido a una declaración en donde Jesús reconocía abiertamente que él es Dios.
Jesús estaba en un lugar en donde no había más espacio, pero hay un caso urgente, lo que se demuestra con la acción de estos hombres. Estaban resueltos a aprovechar la presencia de Cristo, porque sabían que en cualquier momento Él podría salir para otras partes. Con toda urgencia, pues, hicieron una abertura en el techo y le bajaron para ponerle en medio, delante de Jesús.
Desde luego, el paralítico tenía fe, porque de otro modo Jesús no le habría perdonado, pero Lucas no dice que Jesús vio la fe del paralítico, sino la fe “de ellos”, los que lo traían. Los que profesan sanar enfermos en la actualidad insisten mucho en que los enfermos tengan fe, y cuando no pueden sanar dicen que fue por la falta de fe en los que querían sanar, pero en este caso Jesús observó la fe de los que bajaron al enfermo desde el techo. La fe de estos se podía “ver” en sus acciones. Pero el paralítico tenía dos enfermedades: Su cuerpo estaba enfermo, pero también su alma. El pecado es la causa de muchas enfermedades, pero no es la causa de todo pecado[128] ni de toda calamidad[129]. La ley de Moisés todavía estaba en vigor y, por eso, los requisitos ordenados para obtener el perdón por la ley todavía estuvieron de vigencia. Por eso lo que Jesús dice aquí es una expresión sorprendente de su autoridad.
Al decir, “tus pecados te son perdonados”, Jesús decía, “yo te perdono”. Él podía decir esto porque era Dios, uno con el Padre[130]. También perdonó a la mujer pecadora en la casa de Simón el fariseo[131] y dijo al ladrón en la cruz, “hoy estarás conmigo en el paraíso”[132]. Esta es la proclamación más importante del mundo entero: “tus pecados te son perdonados”[133]. Ningún hombre, antes o después de Cristo, debía o debería pronunciar estas palabras, porque pertenecen exclusivamente a Dios. Los sacerdotes de la Iglesia Católica Romana que dicen “yo te absuelvo” blasfeman contra Dios porque reclaman para sí mismos el poder que pertenece exclusivamente a Dios.
Muchos enseñan que aquí en la tierra nuestro Señor Jesucristo actuaba y obraba como un mero hombre, y que el poder que tenía era poder delegado; es decir, que en cuanto al poder que ejercía, Él era igual a los apóstoles que hacían milagros por el poder delegado por Dios, pero ningún apóstol jamás dijo, “tus pecados te son perdonados”. Aunque Pedro tenía poder delegado para hacer milagros, no tenía poder delegado para perdonar pecados, simplemente porque tal poder no se puede delegar. Solamente Dios puede perdonar pecados. Pedro dijo: “…en el nombre de Jesucristo el Nazareno, ¡anda!”[134], pero nunca dijo “en el nombre de Jesucristo tus pecados te son perdonados”.
Cristo perdonaba pecados porque es Dios. Lo que ocurrió en esa ocasión era en extremo impresionante para los judíos. Jesús de Nazaret, era conocido como el “carpintero”, el hijo de José, y ¡perdonaba pecados! Sin lugar a dudas, el poder o la autoridad para perdonar pecados es atributo divino, atributo de Dios, porque solamente Dios puede perdonar pecados[135]. En esta ocasión Cristo hizo lo que solamente Dios puede hacer. De esta manera, mostraba otra vez que Él era Emanuel, Dios con nosotros.
Los escribas y fariseos pensaron que Jesús blasfemaba[136]. Si Jesús hubiera sido, o hubiera actuado como un mero hombre, entonces los escribas habrían tenido razón, pues cualquier mero hombre que profese perdonar pecados blasfema contra Dios. Cuando el sacerdote católico dice, “yo te absuelvo”, blasfema contra Dios porque reclama para sí una prerrogativa que pertenece exclusivamente a Dios. Sin embargo, la acusación contra Jesús de blasfemo, era falsa, porque Jesús no era un mero hombre. Por no haber aceptado esta verdad, los escribas erraron en su conclusión.
Y como para que ellos pudieran reconocer su Deidad, Jesús demuestra que puede ver el pecado en el corazón y revela lo que ellos están pensando. Los escribas no negaron que Jesús conoció sus pensamientos, pero no quisieron reconocer que solo Dios conoce los pensamientos del hombre[137]. Al conocer los pensamientos de los judíos Jesús demostró que aun aquí en la tierra El era Dios omnisciente.
El perdonar pecados es un acto que ocurre en la mente de Dios y, por eso, no es visible, pero el sanar al paralítico fue un hecho visible. Jesucristo no solo habló, sino que actuó. No solo decía que perdonaba pecados, sino que también hizo este milagro para demostrar que tenía la autoridad para perdonar pecados. Los apóstoles nunca hicieron milagros para probar que podían perdonar pecados; tal pensamiento nunca hubiera entrado en su mente, porque bien sabían que sólo Dios perdona pecados, y sabían y confesaban que Cristo era Dios.
Mateo, Marcos, Lucas y Juan nos han narrado los hechos de Jesús. No se puede discutir con los hechos, porque los hechos hablan por sí solos. Jesucristo no es una teoría. No es como los “personajes” mitológicos, que no tuvieron ni tienen existencia, sino que fueron inventados por los hombres. Cristo vivió y anduvo sobre esta tierra. La tierra donde Él caminaba existe ahora. Cualquiera puede visitar la tierra donde vivió. Es un Personaje histórico.
El enfermo recibió dos bendiciones muy grandes: La sanidad del cuerpo y el perdón de sus pecados. Jesús tenía autoridad divina para hacer las dos cosas: Perdonar pecados y sanar milagrosamente. Esa autoridad que reside en los cielos ya estaba en la tierra también, porque Dios había llegado a ser hombre.
¡Qué contraste maravilloso! Ahora él mismo que iba en el lecho lleva lo que había sido llevado por otros. Jesús procede a sanar al hombre para mostrar que “el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados”[138], y los judíos no podían refutar su argumento. Primero, perdonó pecados; segundo, dijo que el sanarlo sería la prueba de que podía perdonar; tercero, lo sanó. Con este “hecho”, Jesús comprobó lo que les había dicho; es decir, que en realidad Él mismo tenía potestad en la tierra para perdonar pecados. La autoridad para perdonar pecados reside exclusivamente en Dios, pero ahora Dios estaba “en la tierra” en la persona de Jesucristo.
5. El llamado a Mateo (Mateo 9.9-13; Marcos 2.14-17; Lucas 5.27-32).
Mateo, en hebreo מתי, también conocido como “Mateo Leví” y “Leví de Alfeo”. Etimológicamente, el nombre español Mateo proviene del griego “Mathaios”, Ματθαιος, y éste, del arameo “Mattai”, una forma corta del hebreo “MattanYah”, que significa “don de Yah”, “Regalo de Dios”.
Mateo es citado en los evangelios sinópticos como Leví, hijo de Alfeo, publicano y recaudador de impuestos en Cafarnaúm[139]. Existen pequeñas diferencias en el tratamiento que dan a Mateo los distintos Evangelios. En el Evangelio de Lucas se le llama “Leví”. En el de Marcos, se le da el nombre de “Mateo” en la lista de los apóstoles, pero es llamado “Leví” cuando se relata la historia de su vocación.
Según los tres sinópticos, lo dejó todo al ser llamado por Jesús. Ese mismo día hizo una gran fiesta a la que asistieron Jesús y sus discípulos. Es mencionado en los Hechos de los Apóstoles, aunque apenas se ofrece información sobre él[140].
Según Eusebio de Cesarea, predicó durante quince años en Palestina, donde escribió su evangelio hacia el año 80. Según Rufino, después se marchó a Etiopía, donde algunas tradiciones afirman que fue martirizado. En cambio, de acuerdo con Epifanio de Salamis, obispo de Chipre, Mateo murió en Hierápolis, en Partia, y quien sufrió martirio en Etiopía habría sido Matías, el sustituto de Judas Iscariote.
6. Jesús y el ayuno (Mateo 9.14-17; Marcos 2.18-22; Lucas 5.33-39).
Se llama ayuno al acto de abstenerse voluntariamente de toda o algún tipo de comida y en algunos casos de ingesta de líquidos, por un periodo de tiempo. Puede realizarse por diversos motivos, pero los principales son religiosos, como técnica curativa básica en la medicina naturista ó como manifestación pacífica. En este último caso suele llamárselo “huelga de hambre”.
El ayuno por razones espirituales y religiosas ha sido parte de las tradiciones humanas desde la prehistoria. Se menciona en la Biblia, en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento y en los libros de otras religiones.
Para los judíos el Yom Kippur es el día judío del arrepentimiento, considerado el día más santo y más solemne del año. Su tema central es la expiación y la reconciliación. La comida, la bebida, el baño, y las relaciones conyugales están prohibidos. El ayuno comienza en el ocaso, y termina el anochecer del día siguiente.
Después de la destrucción del Templo y del exilio en Babilonia se instituyeron al menos cuatro días de ayuno: El ayuno en el cuarto mes[141], cuando las murallas de Jerusalén fueron tomadas por los babilonios; el ayuno del quinto mes, cuando el Templo fue incendiado del séptimo al décimo día del mes; el ayuno del séptimo mes, en memoria del asesinato de Guedalías en el año nuevo[142]; y el ayuno del décimo mes, el noveno día cuando Jerusalén fue sitiado por los Babilonios[143].
Pero también se podía practicar el ayuno personal. Los salmos invitan frecuentemente a este en ocasiones de dificultad: Salmos 35, 69, 109. La práctica del ayuno era frecuente en el judaísmo del primer siglo y aparece en el Nuevo Testamento, especialmente con los discípulos de Juán Bautista[144]. Jesús ayunaba[145] y su advertencia a no manipular esta práctica para atraer atención[146] no debe interpretarse como un rechazo. Como los profetas, Jesús enfatizó el arrepentimiento como la esencia del ayuno.
[1] Hechos 1.1.
[2] NBLH
[3] 1 Timoteo 5.17; Lucas 10.7.
[4] Hechos 1.22.
[5] 1 Crónicas 24.10, 19; 2 Crónicas 8.14.
[6] Deuteronomio 25.5-6.
[7] Éxodo 34.7-8.
[8] En este lugar solamente los sacerdotes entraban, y en el Lugar Santísimo, detrás del velo, solamente el Sumo Sacerdote entraba y aun él solamente entraba allí una vez por año en el día de la expiación.
[9] El altar del incienso estaba delante del velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo que representaba la presencia de Dios. En este lugar estaba el Arca del Pacto cuya cubierta se llamaba el propiciatorio donde se expiaban los pecados del pueblo. Por eso, estaba “delante de Dios”.
[10] Uno de los dos ángeles que menciona la Biblia; el otro es Miguel. Fue enviado a interpretar la visión de Daniel (Daniel 8.16) y a darle la profecía de las 70 semanas (Daniel 9.21). Algunos comentaristas consideran que Gabriel es el ángel de Daniel 10.5. Es usado por Dios para comunicar a María que había quedado en cinta por obra del Espíritu Santo, después de haber comunicado a Zacarías el embarazo de su mujer Elizabeth.
[11] En Israel el nazareo era el que se apartaba de los demás mediante la consagración a Adonay con un voto especial. El origen de la práctica es premosaico y oscuro. Los semitas y otros pueblos primitivos a menudo se dejaban el pelo sin cortar durante alguna empresa que requiriese auxilio divino, y luego consagraban el cabello. Las reglas para el nazareato bosquejadas en Números 6 proporcionan la base más completa y más conveniente para la discusión. La legislación tiene tres secciones: a. Prohibiciones: El nazareo tenía que abstenerse del vino y las bebidas embriagantes, del vinagre y de las pasas. Esto puede haber tenido como fin salvaguardar la integridad y la santidad del nazareo ante la posibilidad de la posesión por un espíritu que no fuera el de Adonay. Como el sacerdote que debía oficiar, el nazareo renunciaba al vino con el fin de poder acercarse a Dios más dignamente. No debía cortarse el cabello mientras durase su consagración. Se consideraba al cabello como el asiento de la vida, “la morada favorita de espíritus e influencias mágicas”, que debía ser conservado en su estado natural hasta que al quemarlo se asegurase su desaparición sin temor de profanación. No debía acercarse a un cuerpo muerto, ni siquiera el de su pariente más cercano, prohibición que correspondía también en el caso del sumo sacerdote. b. Violación: Si la regla mencionada en último término fuera quebrantada inadvertidamente, el nazareo debía someterse a ritos purificatorios minuciosamente detallados, y comenzar toda la experiencia de nuevo. Es notable, sin embargo, que los términos del voto nazareo no impedían el cumplimiento de otras obligaciones domésticas o sociales. c. Terminación: Al final de su voto el nazareo debía ofrecer diversos sacrificios establecidos, y luego cortarse el pelo y quemarlo en el altar. Después de ciertos actos rituales por el sacerdote, el nazareo quedaba libre de su voto. Los rasgos distintivos del nazareato original eran una consagración completa a Adonay, en la que el cuerpo, no considerado meramente como algo que debía ser refrenado, se dedicaba al servicio sagrado; una extensión hacia el laico de una santidad generalmente asociada solamente con el sacerdote.
[12] Isaías 32.15; Ezequiel 11.19; 36.26; Joel 2.28.
[13] Lucas 1.18. NBLH
[14] Nazaret está situada en un valle alto entre los cerros de piedra caliza más meridionales de la cadena del Líbano; corre aproximadamente de Suroeste a Noreste. Hacia el sur hay una pronunciada caída hacia la llanura de Esdraelón. La base del valle está a 370 metros sobre el nivel del mar. Altas montañas se elevan en los lados Norte y Este; mientras que del lado Oeste alcanzan los 500 metros y comandan un panorama impresionante.
[15] Juan 1.46. NBLH
[16] El enlace matrimonial para los judíos, de acuerdo a la halajá, normativa judía, consta de dos partes: a. Kidushín Desposorio, que es el momento en el cual la novia queda prometida como consagrada para el novio, y éste para aquella. Lo que simboliza esta fase es el anillo que el novio coloca en el índice de su prometida, ante la vista de los dos testigos calificados. b. Nisuín Matrimonio propiamente dicho, en el cual se consuma legalmente la consagración establecida en los Kidushín. Lo que simboliza esta sección es el palio nupcial, la jupá, debajo de la cual se encuentran los nóveles cónyuges, al momento de recitarse las siete bendiciones prescritas en presencia de un minián, quórum.
[17] Deuteronomio 22.21-23.
[18] Daniel 2.44.
[19] Josué 7.16-18.
[20] Éxodo 13.2.
[21] Deuteronomio 21.17; 2 Reyes 2.9.
[22] 1 Samuel 16.11.
[23] Lucas 2.25.
[24] Génesis 17.12.
[25] Éxodo 13.2-12.
[26] Levítico 12.8.
[27] Éxodo 13.2; Números 18.15.
[28] 1 Simón 2.7-8.
[29] Marcos 16.16.BL95
[30] Aser, el octavo hijo de Jacob; su madre fue Zilpa, la criada de Lea (Génesis 30.13).
[31] Si Ana se casó a los 12 años, hay que sumarle los 7 de su matrimonio y 84 de viudez. Es decir 12 + 7 + 84: 103 años.
[32] Gálatas 6.16.
[33] Algunos consideran que puede referirse también a personas que venían de Magog y que se ha tergiversado su nominación.
[34] Los historiadores romanos, Suetonio y Tácito, dan testimonio de una expectativa que prevalecía en oriente, de que de Judea saldría un soberano del mundo.
[35] Miqueas 5.2.
[36] Notemos que Jesús ya no estaba en el establo, ni acostado en el pesebre, sino que ya estaba en una “casa”, probablemente de alquiler, en donde José había instalado a su familia después del censo.
[37] Oseas 11.1.
[38] Hechos 18.3.
[39] En el año 525, el Papa Hormisdas encargó a Dionisio el Exiguo, llamado así por ser pequeño de estatura, establecer como año primero de la era cristiana, el del nacimiento de Jesús. El problema es que se equivocó en unos 4 ó 5 años al datar el reinado de Herodes I el Grande, por lo que dedujo que Jesús nació el año 753 desde la fundación de Roma (a.u.c.), cuando debió suceder hacia el 748 a.u.c. Por lo que al instaurarse el uso del Calendario Gregoriano en 1582 y no hacer la corrección, hemos quedado con un desface de 4 ó 5 años, por lo que si estamos en el 2014, en realidad estamos en 2019.
[40] Lucas 2.51. NBLH
[41] Éxodo 23.14-17; 34.23; Deuteronomio 16.16.
[42] Éxodo 12.24.
[43] Éxodo 12.7.
[44] Éxodo 13.4; 34.18; Ester 3.7.
[45] Éxodo 12.46; Números 9.12; Deuteronomio 6.20-23.
[46] Números 9.6-14.
[47] 1 Samuel 1.3, 7.
[48] Marcos 6.2.
[49] Levítico 15.16.
[50] 2 Corintios 7.10.
[51] Zacarías 12.1.
[52] Mateo 26.28.
[53] Juan 1.1, en la VNM dice: “En el principio la Palabra era, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un dios”.
[54] Mateo 25.41.
[55] 1 Corintios 15.44.
[56] Revelación 14.11.
[57] Lucas 1.17.
[58] Mateo 3.7-10.
[59] Isaías 53.12.
[60] Lucas 21.25, 32.
[61] Lucas 7.29-30. LBLA
[62] Juan 1.31-34.
[63] Lucas 7.30.
[64] Lucas 2.51.
[65] Marcos 1.4; Lucas 3.3.
[66] Hechos 2.38.
[67] RV60.
[68] Rut 4.18-22; 1 Crónicas 1.1-4, 24-28; 2.1-15.
[69] Del griego “peirazo”, que significa intentar, probar, ensayar, poner a prueba, en un buen sentido, dicho de Cristo y de los creyentes.
[70] Hebreos 2.17.
[71] Hebreos 4.15.
[72] Mateo 5.28.
[73] 1 Juan 3.15.
[74] 1 Timoteo 6.9-10; Colosenses 3.5.
[75] Lucas 7.21.
[76] Juan 4.34; 5.30.
[77] RV60
[78] Romanos 6.12-13.
[79] Efesios 5.1.
[80] Juan 2.24-25.
[81] Lucas 4.14-15.
[82] Edificio destinado especialmente a la lectura y enseñanza públicas de la Ley de Moisés y que servía asimismo de tribunal y escuela.
[83] Capernaúm o Cafarnaún, del hebreo כְּפַר נָחוּם “Kəfar Nāḥūm”, “pueblo de Nahum”, era un antiguo poblado ubicado en Galilea, a orillas del mar de Galilea, también llamado lago Tiberiades o Kineret. Es conocida por los cristianos como “la ciudad de Jesús”; nombrada en el Nuevo Testamento, fue uno de los lugares elegidos por Jesús de Nazareth para trasmitir su mensaje y realizar algunos de sus milagros. Se encuentra a 2,5 kilómetros de Tabgha y a 15 kilómetros de la ciudad de Tiberías, en el margen noroeste del lago.
[84] Juan 5.36.
[85] Mateo 11.23.
[86] Mateo 16.17-19.
[87] Mateo 16.23.
[88] Mateo 26.75.
[89] Mateo 8.14-17, Marcos 1.29-31, Lucas 4.38.
[90] Juan 1.40-42.
[91] Mateo 4.18-22, Marcos 1.16-20, Lucas 5.1-10.
[92] Marcos 8.29.
[93] Marcos 9.1.
[94] Mateo 26.69-75, Marcos 14.66-72, Lucas 22.54-62, Juan 18.25-27.
[95] Juan 21.15-17.
[96] Hechos 1.15-26.
[97] Hechos 4.7-22; 5.18-42.
[98] Los no judíos.
[99] Hechos 9.31.
[100] Gálatas 2.11.
[101] 1 Corintios 1.12.
[102] Historia Eclesiástica, III, 36.
[103] RV60.
[104] Revelación 17.5.
[105] Crux decusata
[106] Mateo 10.8.
[107] Marcos 5.12-13.
[108] Marcos 16.9; Mateo 12.43.
[109] Mateo 3.2; 4.17; Lucas 10.9-11.
[110] Hechos 2.1-4.
[111] Lucas 22:16-18.
[112] 1 Corintios 10.16, 21; 11.23-29.
[113] Hechos 2.47.
[114] Colosenses 1.13.
[115] Lucas 11.20.
[116] Juan 9.4.
[117] Mateo 16.21.
[118] Mateo 28.19-20.
[119] El Mar de Galilea, también llamado Mar o Lago de Tiberíades y Lago de Genesaret, en hebreo כִּנֶּרֶת , “Kinéret”, del hebreo “kinor” debido a su forma de arpa primitiva o lira (Números 34.11, Josué 13,27); en árabe, بحيرة طبريا, “Bujayrat Tibiriyā” es un lago de agua dulce de Asia occidental, situado en la región del Próximo Oriente, y perteneciente a Israel, incluida una estrecha franja costera de 10 metros de anchura en su costa nororiental. Aparte de muchos otros manantiales, su mayor aporte hídrico procede de las aguas del río Jordán, que desemboca por su lado norte, y el cual desagua del lago por su lado sur. Ciudades notables a sus orillas son Tiberíades y Ein Gev. Las recientes obras de canalización han permitido el abastecimiento de agua dulce a las ciudades, así como la irrigación agrícola hasta el desierto del Néguev, al sur del país. Provee cerca de un 30% del agua potable para riego y consumo de Israel.
[120] Levítico 13.46.
[121] Levítico 13.45.
[122] Lucas 5.12. NBLH
[123] Lucas 5.13. NBLH
[124] Juan 6.15.
[125] Juan 18.36.
[126] Juan 20.31.
[127] Levítico 14.1-32.
[128] Juan 9.1-3.
[129] Lucas 13.1-5.
[130] Juan 10.30.
[131] Lucas 7.48.
[132] Lucas 23.43.
[133] Lucas 5.20.
[134] Hechos 3.6. NBLH
[135] Isaías 43.25.
[136] La palabra blasfemar quiere decir calumniar o hablar contra alguien, pero también significa reclamar para sí autoridad, atributos o poder que pertenecen exclusivamente a Dios.
[137] 1 Crónicas 28.9; Jeremías 17.10.
[138] Lucas 5.24. NBLH
[139] Mateo 9.9; Marcos 2.14; Lucas 5.27-29.
[140] Hechos 1.13.
[141] El día 9 de Tammuz.
[142] Jeremías 41.1-2.
[143] Zacarías 8.19.
[144] Marcos 2.18.
[145] Mateo 4.
[146] Mateo 6.17; Lucas 18.12.