c. Día 2 (Marcos 11.12).
El día siguiente es el lunes. Betania quedaba en la vertiente este del monte de los Olivos. Al parecer, Jesús no había desayunado antes de salir, y ahora tiene hambre, una indicación de su humanidad. Marcos revela solamente el hecho, no la causa. Fue temprano en la mañana[1].
1) La higuera estéril (Mateo 21.18-19; Marcos 11.13-14).
Dios todo lo sabe de antemano. Jesús, pues, no fue sorprendido por lo que descubrió con respecto a esta higuera. Usó este evento para enseñar una lección muy necesaria. Una persona, teniendo hambre, y viendo que la higuera tiene bastante follaje, tiene la esperanza de hallar fruta en ella, porque en cuanto a la higuera, sale primero el higo y después la hoja. Esta higuera en particular, pues no era tiempo de higos, al mostrar que tenía hojas, daba la impresión o la promesa de que tendría higos para comer. Pero no, no tiene nada de higos. Así es el hipócrita: Muestra promesa pero sin cumplimiento. Lo que es inútil, y no productivo, aunque muestre mucha promesa sin base, no merece nada sino la maldición, la destrucción. Este árbol recibió lo que mereció. Los discípulos lo oyeron porque este suceso fue para el beneficio de ellos.
Aunque Jesús no lo enseñó explícitamente, ese evento da a entender que queda nada más una maldición para el hombre de solamente promesa sin producción, como en el caso de la nación de Israel en ese tiempo. Por el momento Jesús dejó a los discípulos el hacer aplicación de lo que vieron y oyeron.
El día siguiente siguen pensando en el evento aquí tratado. Luego, él les hace la aplicación que él mismo propuso para ellos, con referencia a la fe, la oración y el perdón.
2) Regreso a Betania (Marcos 11.19).
Cada día Jesús estuvo en Jerusalén, pero pasaba las noches, cuando menos las primeras, en Betania.
d. Día 3 (Mateo 21.20-23.39; Marcos 11.20-12.44; Lucas 20.1-21.4).
1) La higuera seca (Mateo 21.20; Marcos 11.20-21).
Por la mañana del día martes. Este es el último día de su ministerio público y de este día más ocupado se registra mucho de sus enseñanzas y debates.
Mateo 21.19-20 nos informa que inmediatamente de ser maldita, la higuera se secó. Al volver a Betania esa noche, muy posiblemente los discípulos no vieron la higuera. Ahora de día, yendo de nuevo a Jerusalén, pueden apreciar la totalidad de la condición de la higuera, pues está totalmente muerta, secada desde las raíces.
Todos los discípulos ven la higuera secada, pero es Pedro, que recordando el evento singular del día anterior, llama la atención del Maestro a la higuera completamente secada. Aquí Pedro llama maldición a lo que hizo Jesús al decir las palabras de condenación en Marcos 11.14.
2) Tened fe (Mateo 21.21-22; Marcos 11.22-26).
Ya que Pedro refiere al Señor a la higuera seca, Jesús usa por ejemplo el caso de ella para enseñar una lección muy importante para los apóstoles. Como Jesús, siendo Dios en la carne, pudo secar la higuera, pues ella no presentó ningún obstáculo para Él, ya que Dios todo lo puede y el hombre necesita aprender a tener fe en Dios frente a todo obstáculo en la vida. Como Jesús, con la palabra secó la higuera, con una fe fuerte en Dios el hombre también puede vencer obstáculos grandes.
Jesús, al decir por qué es necesario tener fe en Dios, dice que habla con certeza: “Amén os digo”. La voluntad de Dios no involucra el traslado de montes al mar, Dios no hace locuras, cosas inútiles y sin propósito, pero tal evento ilustra la grandeza de logros realizados por el hombre cuando se ejerce la fe en Dios. La fe aquí referida muy posiblemente es la fe carismática, como tratada en 1 Corintios 13.2. Jesús está preparando sus apóstoles para las grandes pruebas que les esperan en su misión de evangelizar. Si es así, siempre se aplica el mismo principio al creyente sin dones milagrosos[2].
La fe en Dios tiene que ser basada en la Palabra de Dios[3], y conforme a la voluntad de Dios[4]. Con esta clase de fe, no hay límites para los logros del hombre. Como Jesús dijo a la higuera que “nunca jamás coma nadie fruto de ti”, dando muerte a ella, los creyentes en Dios pueden también lograr grandes cambios y resultados, simbolizados por el traslado de montes al mar, porque el poder ilimitado de Dios obra en ellos. Bien se ilustra el caso del poder de Dios obrando por la fe del hombre en la resurrección de Lázaro de los muertos. Con solo 300 hombres, ¿no hizo Gedeón lo imposible?[5]
Pero la clase de fe aquí tratada no admite duda alguna[6]. La oración que Dios ordena siempre es hecha en el nombre de Cristo[7] y conforme a su voluntad[8]. Para que la oración en un dado caso logre su propósito, tiene que ser acompañada de la fe, sin dudar. Jesús está enfatizando la necesidad de la fe. No falta poder; Dios verá por ello. Lo único que puede faltar es la fe del individuo. El texto griego al final de Marcos 11.23 dice literalmente: “…será para él”. La BLA en los dos versículos dice: “se le concederá”, y “se os concederán”.
Marcos 11.25 dice literalmente en el texto griego: “Cuando os pongáis en pie para orar”[9]. Las Escrituras mencionan diferentes posturas para orar, entre ellas el ponerse en pie[10]. Nadie puede demandar que el ponerse de rodillas sea la única postura para orar que el Señor acepte. La importancia de la postura, sea la que sea, consiste en que refleje una actitud que Dios acepte.
En conexión con la fe, como parte de la lección sobre la higuera maldita, solo Marcos menciona que Jesús agrega el perdonar. Lo mismo enseña Mateo en 6.14-15; 18.21-35. La requerida fe en Dios, también demanda esta prontitud para perdonar, porque sin ella no hay perdón de Dios.
Marcos 11.26 no aparece en los manuscritos más antiguos. Algún copista pudo haberlo agregado para conformar el pasaje a lo que dijo Mateo en 6.15 y en 18.35. Este versículo no aparece en las versiones ASV, JTD, ECU, RVA, VNM, FUE, LAC. Otras versiones que lo incluyen dan una nota de que el versículo no aparece en los mejores manuscritos.
No se puede perdonar al que no se arrepiente[11] pero sí tenemos que estar siempre dispuestos a perdonar[12].
3) Jesús en el Templo (Mateo 21.23-23.39; Marcos11.27-12.41; Lucas 20.1-21.4).
a) ¿Con qué autoridad? (Mateo 21.23-27; Marcos 11.27-33; Lucas 20.1-8).
Al fin llegaron a Jerusalén. Mateo 21.23 y Lucas 20.1 informan que al llegar al Templo aquel día, Jesús comenzó a enseñar y a predicar el Evangelio. Los distinguidos líderes de los judíos, de los cuales fueron escogidos los miembros del Sanedrín, no le interrumpen, sino le hallan andando en el Templo y entonces le presentan una pregunta con la que ponen en tela de juicio las actividades de Jesús en el Templo, refiriéndose a la limpieza del día anterior, a sus milagros, y a su enseñanza pública allí. Su pregunta es doble. Hay que obrar con autoridad. ¿Con que autoridad obraba Jesús? Y contestada esa pregunta, ¿quién le dio esa autoridad? Quieren saber cuál es la fuente de la autoridad con que está obrando Jesús. Por no haber autorizado ellos la obra del Maestro, implicaban que obraba sin ninguna autoridad.
Jesús en su ministerio personal repetidas veces contestaba preguntas con preguntas suyas[13]. Al hacer esto, Jesús no evadía la pregunta de estos líderes religiosos, sino exponía la insinceridad de ellos. Ellos no buscaban información correcta, sino ocasión para condenar a Jesús.
Jesús ofreció contestar su pregunta sobre la autoridad, con tal que ellos contestaran la que Él les va a hacer. Jesús conocía sus corazones, que no contestarían por no condenarse ante el público en el Templo. Pero para exponerles, les dice: “Respondedme”. Lo repite en el versículo siguiente.
Ellos vinieron con una pregunta doble para Jesús, diseñada para condenarle, pero no vinieron con “manos limpias” en cuanto a lo autorizado por Dios, y por eso en el proceso van a condenarse a sí mismos.
Jesús insiste, demanda, que contesten esta pregunta porque tiene que ver con su propia identidad como el Mesías y la autoridad divina con que obra. Al contestar correctamente esta pregunta, los líderes judíos tendrán que admitir que Dios envió a Jesús a este mundo. Obra, pues, por autoridad divina.
Si Juan era “un hombre enviado de Dios”[14], un gran profeta[15] que testificó del Cordero de Dios[16], y esto lo creían multitudes de judíos, habiendo sido bautizados ellos por Juan, entonces estos líderes judíos, al contestar la pregunta de Jesús, tendrán que admitir su propio error, pues no habían hecho caso de la predicación de Juan[17].
El bautismo de Juan fue como resumen de su ministerio, y por eso se llamaba Juan el bautizador. Por esta razón Jesús pregunta solamente sobre “el bautismo de Juan”.
Ellos no contestan enseguida, sino se juntan para discutir entre sí. Comienzan a considerar las opciones. ¿Por qué? ¿No pueden contestar tan sencilla pregunta con un sí o con un no? La gente los observa, y ¿qué estará pensando? Jesús también espera su respuesta. Ellos se encuentran en un dilema. No pueden decir: “del cielo”, porque no obedecieron a Juan el bautizador, y no quieren creer el testimonio de Juan acerca del Cristo.
Vemos que la obediencia va involucrada en la palabra “creer”. Jesús preguntó sobre el bautismo de Juan, pero ellos admiten que no creyeron a Juan. ¿Por qué no dijeron que Jesús les diría: “¿Por qué no fueron bautizados?” Otro ejemplo de esta verdad se ve en Hechos 19.4-5. En Hechos 19.4: “…que creyesen”, pero en el 5, no que creyeron, sino que “fueron bautizados”. La fe que salva es obediente. Estos líderes no fueron bautizados de Juan porque no creyeron a Juan. El bautismo de Juan era para preparar la gente para Jesucristo, el Mesías. Pero estos hombres no creyeron a Juan y por eso negaron a Jesús de Nazaret, el Mesías. No pudieron contestar diciendo: “Del cielo”, sin condenarse a sí mismos.
En sus deliberaciones, el otro cuerno del dilema tampoco les ofrece consolación, pues si afirman que el bautismo de Juan era de los hombres, posiblemente la gente les apedree[18] porque para la gente, Juan era un verdadero profeta de Dios que cumplió profecía respecto a la obra de preparación para la venida del Mesías. La gente representada en el Templo en este momento hizo dos días declaraba que Jesús es el hijo de David, el Mesías. Ante esta gente los líderes judíos no pueden negar lo auténtico de Juan y de Jesús.
Terminan, pues, su consulta y dan su respuesta. ¿Qué? ¿No saben estos líderes religiosos del pueblo, y jueces de las cosas de Dios, si Juan era un verdadero profeta de Dios, o no? ¿No es su deber saber? Sí saben, pero no son honestos. Al decir: “No sabemos”, en realidad dicen: “Rehusamos contestar la pregunta”.
Las palabras de Jesús implican que ellos rehusaban contestar la pregunta que él les hizo, y que por eso eran hombres totalmente insinceros y falsos. ¿Por qué honrar la pregunta de ellos con una respuesta si ellos mismos no eran sinceros? Ellos quedan totalmente desacreditados ante la gente. Son expuestos como cobardes espirituales. No aman la Ley que pretenden representar.
Marcos 12 comienza con una parábola que Jesús dirige en su contra, prediciendo su destrucción, ya que, endurecidos de corazón, rechazan la autoridad de Jesús el Cristo.
b) El hijo obediente (Mateo 21.28-32).
Ahora Jesús les habla tres parábolas para exponer y condenar a los líderes de los judíos. Un hombre tenía dos hijos a los que envía a trabajar en su viña. El primero se negó a ir, este hijo representa a los publicanos y las rameras, que abiertamente decían “no quiero” a Dios, pero después, se arrepiente, se lamenta y va.
El otro, rápidamente responde que va a ir, pero no fue. De esta manera se usa la parábola para que los culpables, al contestar una pregunta o comentar, se condenan solos[19]. Los líderes religiosos decían: “Señor, Señor”[20], pero no hacían la voluntad de Dios.
El Reino todavía no se había establecido, pero los pecadores arrepentidos iban con pasos seguros hacia él, porque creyeron a Juan; es decir, “…eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados”. El trabajo de Juan era preparar el pueblo para Cristo y su Reino.
Juan practicó la misma justicia que la Ley demandaba, aquella de la cual los fariseos se jactaban sin practicarla; sin embargo, lo habían rechazado. No podían descubrir en él la más pequeña desviación de la Ley, pero aun así rechazaron su mensaje. No podían dejar de ver el significado de lo que Jesús decía.
c) Los viñadores asesinos (Mateo 21.33-44; Marcos 12.1-11; Lucas 20.9-18).
Recordemos que estas parábolas del día martes van dirigidas en particular a los fariseos, a los saduceos y a los herodianos.
La segunda que encontramos en los sinópticos es la de los labradores malvados. Esta parábola delinea el largo rechazamiento de parte de los judíos de los siervos de Dios y finalmente del Hijo mismo. De esto Jesús ya había profetizado a sus discípulos. El cumplimiento queda a tres días de este.
Después Jesús sostiene varias discusiones con ellos en el Templo. Es un día de debate y conflicto continuo con ellos.
El cuadro representa a la obra de Dios, al escoger a Israel por pueblo suyo[21]. Hace todos los preparativos y arrienda su obra a los labradores; es decir, a los judíos[22] y a sus dirigentes[23] que habían de producir el fruto de vidas santas. Se ausentó por mucho tiempo[24]; esto puede referirse a la dispensación mosaica en que Dios confía a los líderes espirituales la responsabilidad de guiar a Israel según la Ley de Moisés.
El señor envía a un siervo el fruto de la viña. En esta figura se presenta el “fruto” de obediencia y adoración que Dios espera de su pueblo, y los esfuerzos de Dios de preservar a su pueblo por enviarles profetas con advertencias y admoniciones. El aumento de maldad de parte de los judíos es visto en el aumento de malos tratos que ellos infligen en los siervos de Dios.
La palabra “siervo” aquí se traduce el vocablo griego que significa “esclavo”. El esclavo no tiene voluntad; hace solamente la de su señor. Los profetas anuncian sola y fielmente las declaraciones de Dios.
Jesús no trata de suavizar sus palabras para no “ofender” a los dirigentes religiosos de quienes y a quienes está hablando. Consideremos el lenguaje de Jesús, registrado en Mateo 23.33-34.
Les envió un siervo y lo golpearon sin devolver el pago. Les envió otro y este fue apedreado. La descripción del rechazamiento de parte de los dirigentes judaicos de los profetas de Dios progresa de mal en peor, de golpear al cuerpo a herir en la cabeza. Es más; lo afrentan, lo despidien con deshonra[25].
Envía un tercero y lo matan; y a otros, los golpean y matan. Se hace referencia a la historia de Israel al rechazar a los embajadores de Dios, tratándolos vergonzosamente. Por fin, mataron a Juan el bautizador, el mensajero de Dios para preparar la gente para la venida del Mesías. En este cuadro vemos también la paciencia de Dios, al enviar muchos mensajeros para el bien de su pueblo[26].
Por último, con la venida del Mesías, llegaron “los postreros días”[27], el “cumplimiento del tiempo”[28], “la consumación de los siglos”[29]. El amado hijo representa a Jesucristo. Seguramente, el pueblo de Dios por quince siglos, respetarán al mismo Hijo de Dios[30]; pero, no[31]. Jesús fue enviado por Dios[32], fue el Apóstol, del griego, apostolos, que significa “uno enviado con una misión”.
Al igual que los labradores, los gobernantes judíos ya habían determinado matar a Jesús[33]. Tenían la idea de que por matar a Jesús podrían seguir poseyendo la nación[34]. Esto es lo que esta parte de la parábola significa.
Le asesinan y lo dejan abandonado fuera de la viña, ni siquiera lo entierran. Esta parte de la parábola enseña la grandeza de la rebelión que caracteriza a los líderes judíos. En realidad, no solamente los gobernantes, sino también el pueblo rebelde de judíos fueron culpable de la muerte de Jesús[35]. El judío hasta la fecha también es culpable de la crucifixión del Hijo de Dios si está de acuerdo con ese hecho infame.
En realidad Jesús fue muerto fuera de Jerusalén[36]. Mateo y Lucas en sus narraciones de la parábola especifican que los labradores le echaron fuera de la viña y le mataron[37]. Marcos no contradice, sino sencillamente registra los dos hechos del caso: El ser muerto y el ser echado fuera de la viña.
Mateo 21.41 da el detalle de la respuesta a la pregunta de esta gente[38]. Es correcta la respuesta porque la gente está siguiendo objetivamente la parábola, sin pensar en la aplicación de ella a los gobernantes y demás judíos rebeldes.
Aunque Jesús en esta ocasión se dirige principalmente a los gobernantes judíos, esta parte de la parábola tiene su cumplimiento en la destrucción de la ciudad de Jerusalén y de la nación judía en su totalidad. Mateo 21.43 nos informa que “el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él”. El Israel literal por quince siglos había sido el Reino de Dios, pero ahora la Iglesia, compuesta principalmente de gentiles[39], es el Reino actual de Dios.
Jesús a menudo apelaba a las Escrituras. Él pregunta: “¿Ni aun esta Escritura habéis leído?”, lo que implica que los oidores sabían de este pasaje del Antiguo Testamento. Hacía poco que la gente había citado de este mismo Salmo.
Los “edificadores” son Israel en la carne. Rechazan al Mesías, a Jesucristo, a quien Dios exalta a la posición de piedra angular del Templo verdadero, la Iglesia[40]. Esta profecía apunta al rechazamiento del Mesías para luego ser resucitado de los muertos para ser la Cabeza de la Iglesia, el Reino Espiritual y verdadero Templo de Dios[41]. Pedro cita este pasaje dos veces[42] para dar referencia al rechazamiento de Jesús por los judíos y de su subsecuente exaltación por Dios.
Jesucristo es el fundamento de la Iglesia, la Casa de Dios[43], pero es la piedra angular[44] en el sentido de que dirige y controla lo demás del edificio.
Lo que Dios ha hecho es exaltar al Mesías rechazado, y esto según su “determinado consejo y anticipado conocimiento”[45]. ¡Qué maravilla! La piedra desechada por los edificadores tan “sabios”, ha sido hecha la piedra angular de la Casa de Dios. El que fue crucificado como malhechor, ha sido elevado como el Rey glorioso.
d) Los sacerdotes y fariseos (Mateo 21.45-46; Marcos 12.12; Lucas 20.19).
Jesús ya había explicado uno de los propósitos de las parábolas[46], pero aquí vemos otro propósito; es decir, al oír estas parábolas, los líderes de los judíos “entendieron que hablaba de ellos” y, desde luego, tenían razón.
Ellos querían arrestar a Jesús, pero temían al pueblo, ya que ellos le tenían por profeta. Si el pueblo creía que Jesús era profeta, entonces tenía derecho de hablar de esa manera, por más que les provocara a los líderes. Pero todavía no le hacían nada porque su hora no había llegado.
e) El tributo a César (Mateo 22.15-22; Marcos 12.13-17; Lucas 20.20-26).
Los fariseos “consultaron”, “deliberaron”, querían formular alguna estrategia eficaz como lo hacen los militares para derrotar a sus enemigos. Lucas 20.19 agrega que “los principales sacerdotes y los escribas” estaban involucrados en esta maniobra; trataban de “sorprenderle”, del griego pagideuo, que significa “entrampar, poner lazos o trampas”. Los fariseos no descansarían hasta que hubieran crucificado a Jesús. Estaban asustados por la fama e influencia de Jesús después de la resurrección de Lázaro[47], y estaban resueltos a acabar con esa amenaza a su poder sobre el pueblo. Además estaban enfurecidos por las parábolas en las que Jesús pintaba una imagen tan clara de la conducta y condenación de ellos.
Algunos abogados tratan de enredar a los testigos para que estos se contradigan y desacrediten su testimonio. No hacen preguntas para obtener información, sino para proponerles dilemas de los cuales no pueden escapar. Tales interrogadores exigen que el testigo conteste sus preguntas con una sola palabra, que sí, o que no, cuando muchas veces no es posible responder así. Tales preguntas no se hacen con sinceridad, sino para poner trampas.
Los “maestros” fariseos no enfrentan a Jesús directamente, sino que envían a sus discípulos con los herodianos, que comienzan su interrogatorio de manera zalamera, aunque lo que dicen es cierto, ya que ellos destacan la veracidad irreprochable de Jesús, su exhibición verídica del “camino de Dios”, su desatención a la oposición humana y a las distinciones de rango y poder, rasgos distintivos de carácter que deberían provocar admiración, trataron de usar como instrumentos para su destrucción.
Ellos presentan un dilema a Jesús. La palabra “dilema” se define de la siguiente manera: Argumento que presenta al adversario una alternativa de dos proposiciones tales que resulte confundido cualquiera que sea la suposición que escoja[48]; es decir, cualquier respuesta a tal argumento no será favorable para el que responda, sino que le dejará involucrado en problemas de alguna clase. Hablando en forma general, cuando uno confronta un dilema, no hay salida buena. Algunos hablan de los dos “cuernos” de un dilema; los discípulos de los fariseos querían “colgar” a Jesús en uno de los cuernos del dilema propuesto por ellos. Querían que Jesús les diera una sencilla respuesta con un sí o un no, pero Jesús no cayó en su trampa; no había dilema para Él. ¿Cuáles fueron, según el plan de ellos, las dos alternativas u opciones de Jesús?
1) Que si contestara que sí deben pagar los impuestos, entonces iba a perder su popularidad, porque los judíos, siendo súbditos de los romanos, tenían que pagar impuestos a Roma, pero de muy mala gana. Si Jesús hubiera dicho que sí es necesario pagar los impuestos, entonces los fariseos le habrían acusado de traidor a la nación de Israel, y habrían enfatizado que el verdadero Mesías nunca diría tal cosa porque al contrario este quitaría el yugo de Roma. Gamaliel dijo que “se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo”[49]. Esto ocurrió “en los días del censo” que tuvo que ver con la imposición de impuestos romanos que causó tanto resentimiento entre los judíos. La oposición al impuesto romano fue la causa de otra insurrección de los judíos en el año 66 d.C., de la cual resultó la destrucción de Jerusalén en el año 70.
2) Que si contestara que no deben pagar los impuestos, entonces los herodianos habrían ido directamente a Pilato con esas noticias y este habría enviado soldados de una vez para prender a Jesús como sedicioso y alborotador[50]. Los judíos le acusaron falsamente diciendo “que prohibe dar tributo a César”[51]. Jesús no prohibió tal cosa.
Los fariseos creían que cualquier respuesta dada por Jesús le sería muy problemática, sea con los judíos o con los romanos. Es lo que fariseos deseaban. Para ellos no había otra alternativa. Creían que podían pintar a Jesús como rebelde contra Roma o, de otro modo, como traidor contra la nación de Israel. Lo que ellos ignoraban era que verdaderamente había otra alternativa, porque los judíos podían someterse a los romanos y pagar los impuestos y al mismo tiempo mantener su fidelidad a Dios. Los cristianos tienen la misma alternativa[52].
Jesús mostró en esta oportunidad exactamente lo que significa ser no solamente “sencillos como palomas”, sino también “prudentes como serpientes”. Estaba dispuesto a contestar esta pregunta importante, muchos judíos sinceros querían saber la respuesta, pero antes de contestarla, era necesario exponer la hipocresía y malicia de los fariseos. Su fingida admiración de Jesús era hipocresía, y su fingida lealtad a César[53] también era hipocresía.
En varias ocasiones Jesús demostró su omnisciencia al manifestar que Él sabía los pensamientos de la gente[54]; por eso, estaban sin excusa estos que llegaron a Jesús fingiendo la piedad y proponiendo una pregunta tan capciosa.
Jesús pide la moneda del tributo, la moneda romana de plata con la cual se paga el impuesto romano. A Jesús no le interesaba ver la moneda, sino que ellos se fijaran en ella, porque esa misma moneda llevaba prueba irrefutable de lo que Jesús iba a decir en ese momento. Jesús, el perfecto Maestro, otra vez les dio una lección objetiva.
Podemos imaginarnos de manera dramática a Jesús levantando la moneda sobre su cabeza, poniendo la inscripción a la vista de todos y preguntando: “¿De quién es esta imagen, y la inscripción?” Todos los presentes habían visto esa moneda y es probable que la respuesta saliera en coro: “De César”. Y ahora casi puedo ver la sonrisa en el rostro de Jesús ya que aquellos que habían venido a poner un dilema caen en su propia trampa. Si la moneda era de César, ¿a quién podía pertenecer más que a César?
La palabra griega para “dar” es apodidomi que significa “entregar de vuelta, devolver, pagar lo que se debe”. El dinero que usaban los judíos era de César; por lo tanto, deberían devolvérselo. Sin embargo, la imagen de Dios está grabada en nosotros mismos[55] y, por lo tanto, debemos devolver nuestra vida a Él. Estaba grabada en la moneda la imagen de la cabeza de César, y la inscripción decía: “Tiberio César, el hijo Augusto del Augusto Divino”. Los fariseos no querían ni siquiera mencionar la inscripción tan odiosa a los judíos, porque proclamaba la divinidad del emperador.
La moneda con su inscripción daba prueba de que el gobierno romano estaba establecido en esa tierra. Los judíos usaban la moneda romana, y aceptaban los beneficios ofrecidos por el gobierno romano, pero no querían pagar el impuesto. Lo que Jesús les dijo implicaba que si los judíos usaban el dinero de César, era justo que pagaran el impuesto a César, pero agrega que debemos dar a Dios lo que es de Dios, afirmando así la soberanía absoluta de Dios. Además, la práctica de devolver a Dios lo que es de Dios destruye la idolatría.
Esta enseñanza se explica más ampliamente en Romanos 13.1-7 y 1 Pedro 2.13-17. El gobierno civil ha recibido la autoridad que tiene de Dios[56]. Los russellistas enseñan que no se puede saludar la bandera de su patria, pero en esto como en muchas otras cosas demuestran su rebelión contra la Palabra de Dios. El único problema para la conciencia del cristiano sería que el gobierno exigiera algo que contradijera la voluntad de Dios y en ese caso el cristiano tiene que ser fiel a Dios, cueste lo que cueste[57].
No había, pues, ningún dilema para Jesús. La primera parte de su respuesta agradó a los herodianos y la última parte de su respuesta agradó a los judíos.
Ellos se maravillaron de que Jesús descubriera inmediatamente la trampa de ellos, de que escapara tan fácilmente del supuesto dilema propuesto por ellos, de que no promoviera la revolución contra los romanos aunque Él mismo pensaba establecer su Reino, y de que no fuera afectado por la lisonjería. Seguramente en ese momento se acabó la esperanza de muchos judíos de que Cristo fuera el Mesías militar tan deseado.
f) Como ángeles (Mateo 22.23-33; Marcos 12.18-27; Lucas 20.27-40).
Los saduceos negaban la resurrección, o que hubiese ángeles o espíritus. Desde luego, si decían que no hay espíritu, tampoco habría ángeles[58] y no habría necesidad de la resurrección del cuerpo, porque en la resurrección los cuerpos se unen con sus espíritus. Sin embargo, las Escrituras enseñan claramente que el espíritu existe[59].
Los saduceos vienen a Jesús probablemente con su argumento favorito y más “fuerte” y probablemente con él hubieran ganado muchos debates a los fariseos. Traen un “enigma” para ver si Jesús puede resolverlo. Primero tratan de buscar apoyo en la Ley: Cuando un hombre muere y no ha tenido hijos, su hermano debe casarse con la viuda para levantar heredero al muerto[60].
Para hacerlo más impactante, ellos hablan de siete hermanos; aunque dos maridos hubieran sido suficientes para demostrar el punto de vista de ellos. Pero siete hacen que la historia sea más interesante y podría hacer que la historia de la resurrección resultase aun más absurda.
Según su ejemplo, los siete hermanos fueron maridos de la misma mujer y murieron sin haber tenido hijos y por último murió la mujer. Viene la duda de ellos: “En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?” Sin lugar a dudas solucionar tal problema habría sido demasiado difícil aun para Salomón, pero el argumento tendría mérito solamente si en la resurrección todavía existiera el estado matrimonial. Los saduceos cometieron un error que es demasiado común en el mundo religioso, el de sacar una deducción o conclusión errónea de cierto texto bíblico. Ellos torcieron las Escrituras al concluir que esta Ley de Deuteronomio 25.5 de alguna forma afectaran a los que resuciten de los muertos.
Si los saduceos hubieran “leído” bien las Escrituras[61], habrían aprendido que Abraham, Isaac y Jacob aún viven, pues ni siquiera los saduceos afirmarían que Dios es Dios de los muertos. ¿No habían leído Éxodo 3.6; Salmos 16.9-11; Daniel 12.2-3? ¿No creían que 1 Reyes 17.22; 2 Reyes 4.35; 13.21 hablan de la resurrección literal del cuerpo?
Ignoraban las Escrituras, y torcían las que usaban. Deuteronomio 25.5 obligaba a los israelitas a perpetuar las familias de cada tribu. Dios no quería que desapareciera el nombre de ningún israelita, pero no había nada en esa Ley que enseñara o implicara que habría matrimonio después de la muerte porque la vida eterna significa que ya no habrá muerte. En esta vida el matrimonio es necesario porque los hombres mueren y es necesaria la procreación para reemplazar a los muertos, pero “en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”. Los saduceos mostraban su ignorancia de las Escrituras cuando enseñaban que si hubiera resurrección, las relaciones humanas tendrían que continuar como aquí en la tierra. Es cierto que Jesús aclara bien esta cuestión, pero las Escrituras del Antiguo Testamento no enseñaban tal doctrina. Los saduceos mostraban su ignorancia, pues, porque introducen una premisa falsa, una que es absolutamente ajena a Moisés, es decir, que en el otro mundo, las mismas condiciones prevalecen que existen en este mundo.
Los “mormones” cometen el mismo error que los saduceos porque enseñan el matrimonio celestial. Practican “matrimonios de templo para tiempo y eternidad”. Son saduceos modernos. Los russellistas también son saduceos porque niegan la existencia del espíritu. Los mormones enseñan que la relación matrimonial continúa en la vida eterna para multiplicar la raza humana. Por esa razón se casan en su templo para solemnizar el matrimonio para la eternidad, no solamente con una mujer sino con varias[62]. De esta doctrina carnal de los mormones, se puede concluir lógicamente que la “esperanza” de la devota mormona es la de estar eternamente embarazada.
También los saduceos ignoraban el poder de Dios, suponiendo que si hubiera resurrección, Dios tendría que resucitar al cuerpo con las mismas características que tiene en este mundo. En esto estaban equivocados, porque en la resurrección seremos como los ángeles. No habrá matrimonio porque ya no habrá “varón y hembra”[63], y no se casan para tener hijos porque nadie muere. En la resurrección abandonamos tales características humanas y tendremos las cualidades de espíritu que pertenecen a los ángeles de Dios.
Luego, por su propia autoridad, Jesús afirma explícitamente que “en la resurrección ni se casan ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”.
Jesús cita el Éxodo, que el mismísimo libro que los saduceos estimaban superior a todos los demás[64].
Si los patriarcas viven, entonces hay vida después de la muerte, pero el espíritu no está completo sin cuerpo. Cuando el hombre muere está sin cuerpo y por eso “desnudo”, pero “no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos”[65]. Los saduceos no podían refutar este argumento. Tuvieron que admitir que la prueba de la existencia del espíritu humano aparte del cuerpo era prueba también de la realidad de la resurrección.
De esta manera terminaron los interrogantes por parte de los saduceos. ¿Para qué seguir preguntándole si cada vez que le hicieron preguntas fueron avergonzados? Sus preguntas revelaron que no eran sinceros, pero en realidad esto ayudó la causa de Cristo. Las controversias entre Cristo y los líderes religiosos eran pruebas intelectuales. Jesús había hecho muchos milagros en Galilea y aun en Judea para dar amplia evidencia de que Él es el Hijo de Dios[66]. Con razón, pues, en estos días finales de su vida daba prueba de su superioridad de conocimiento, intelectualidad y capacidad como debatista.
g) El mandamiento mayor (Mateo 22.34-40; Marcos 12.28-34).
Un escriba fariseo hace una pregunta por tentarle: “¿Cuál es el gran mandamiento en la ley?” Probablemente creían que Jesús nombraría uno de los diez mandamientos, pero Jesús citó Deuteronomio 6.5 y Levítico 19.18, y afirmó que “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”.
La palabra corazón se usa en la Biblia para incluir el intelecto, la voluntad, las emociones y la conciencia. Este mandamiento significa, pues, amar a Dios con todo el ser.
Lucas 10.25-28 es una ilustración excelente de este segundo mandamiento, porque para los judíos, como muchos otros, el significado de “prójimo” era muy limitado. En la parábola del buen samaritano Jesús nos hace ver que aun los enemigos son nuestros prójimos[67] y que la palabra amar significa tener buena voluntad hacia otros para ayudarles.
El primer mandamiento abarca los primeros cuatro del decálogo, y el segundo mandamiento abarca los otros seis mandamientos[68].
h) La pregunta de Jesús (Mateo 22.41-46; Marcos 12.35-37; Lucas 20.41-44).
Jesús ya había confundido a los fariseos y saduceos, y ahora Él mismo tomó la ofensiva haciéndoles una pregunta que no se atreverían a contestar. Lo hizo para exponer su ignorancia del significado de las profecías del Antiguo Testamento, para humillarlos y, de esa manera, para disminuir la confianza que la gente tenía en ellos como guías. También les hizo esta pregunta para hacerles reconocer la naturaleza verdadera del Mesías; es decir, que el Hijo de David era superior a David mismo, porque su descendiente era su Señor. Esta pregunta no es exactamente como la de Mateo 16.13. No pregunta qué dicen o qué piensan de Jesús, sino: “¿Cuál es vuestra opinión sobre el Cristo?”[69], mayormente en cuanto a su genealogía.
Tiene que ver con el concepto de la gente de su Mesías venidero. Es una pregunta específica: “¿De quién es hijo?” Contestaron: “De David”[70]. El Mesías es un Personaje divino. Los judíos no creían esto, y no querían creerlo. Solamente querían un Mesías político, un rey nacional, que venciera a sus enemigos y exaltar en toda manera posible a la nación de Israel, devolviéndola a la gloria que gozaba bajo el reinado de David y Salomón. Por lo tanto, aunque Jesús hacía muchos milagros, el pueblo no quería creer en su divinidad. Sin embargo, la gente sí llamaba a Jesús “Hijo de David”[71].
De nuevo pregunta Jesús: ¿Cómo es posible que David fuera inspirado a llamarle “Señor”? Es decir, los hijos le dicen a sus padres “señor”, no a la inversa. Ahora, también eso implica que cuando David escribió, el Mesías tenía que estar en existencia en ese entonces.
Además, este lenguaje indica que el Hijo de David sería el Señor, con poder, honor y gloria[72] hasta que tuviera a sus enemigos bajo sujeción[73]. Todos los enemigos de Cristo que se levanten contra Él serán sojuzgados.
Nadie le respondía porque no creían que el Cristo sería divino, ni mucho menos que Jesús era divino[74], pero no podían negar que lo que Jesús decía de sí mismo armonizaba perfectamente con Salmos 110.1.
De esta manera terminaron los interrogantes. ¿Para qué seguir preguntándole, si cada vez que le hicieron preguntas, quedaban avergonzados? Sus preguntas revelaron que no eran sinceros, pero en realidad esto ayudó la causa de Cristo. Las controversias entre Cristo y los líderes religiosos eran pruebas intelectuales. Jesús había hecho muchos milagros en Galilea y aun en Judea para dar amplia evidencia de que es el Hijo de Dios[75]. Con razón, pues, en estos días finales de su vida daba prueba de su superioridad de conocimiento, intelectualidad y capacidad como debatista.
i) Sepulcros blanqueados (Mateo 23.1-39; Marcos 12.38-40; Lucas 20.45-47).
Habiendo contestado las preguntas solapadas de sus detractores, exponiendo su ignorancia de las Escrituras que enseñaban a su modo, y habiéndoles hecho una pregunta sobre el Hijo de David que ellos no podían contestar, ahora delante de todos comienza a denunciar el carácter depravado de ellos.
Una cátedra era un asiento elevado, desde donde el maestro daba la lección a los discípulos. La palabra “cátedra” viene del griego “katedra” y significa “silla”. Cuando estudiamos Mateo 5, notamos que Jesús, a la usanza de los maestros de su época, se sentó para enseñar. Los maestros se sentaban, y cuando Jesús habla que los escribas y fariseos se sentaban “en la cátedra de Moisés”, se está refiriendo a que ellos trataban de interpretar las enseñanzas de Moisés.
Jesús los reconoce como los maestros de la ley de Moisés. Desde el principio de su ministerio, Jesús insistía en completa obediencia a la Ley[76]. Por lo tanto, puesto que los escribas y fariseos eran los reconocidos maestros de la ley de Moisés, cuando enseñaban la Ley era necesario obedecerles. Pero esto no se refiere a las tradiciones de los hombres, sino a lo que estaba escrito en la Ley de Moisés. Aunque Jesús refutaba los errores doctrinales de ellos, el pueblo estaba obligado a obedecer la ley de Moisés enseñada por ellos. En este texto Jesús no denuncia sus errores doctrinales, sino su falta de practicar lo que enseñaban.
Las “cargas pesadas y difíciles de llevar” no eran los mandamientos de la Ley escrita, sino las tradiciones que ellos agregaban a la Ley de Moisés. Lo que Jesús dice no se debe confundir con Hechos 15.10. La ley de Moisés era un “yugo”, pero también la Ley de Cristo lo es[77]. Pedro simplemente afirma lo que Pablo en Romanos 3.23, que todos habían pecado; es decir, solamente Cristo guardó la Ley de Moisés perfectamente, pues todos los demás pecaron. Pero Cristo no se refiere a esa Ley, sino a las tradiciones que había condenado. Los escribas y fariseos tenían unos treinta reglamentos sobre guardar el sábado. Sin embargo, inventaban salidas cuando ellos no querían guardarlos.
Los fariseos, interpretando literalmente Éxodo 13.9, 16 y Deuteronomio 6.8; 11.18, se escribían en tiras de pergamino algunos preceptos de la Ley; estos preceptos se encerraban en cajitas que eran atadas al brazo izquierdo o a la frente con filacterias o lazos. Jesús criticó que los fariseos hicieran las filacterias llamativamente anchas[78]. Mucha gente piadosa de su tiempo llevaba las filacterias no solo para la oración, sino durante todo el día, los que llegaron a convertirse en una especie de amuletos contra toda clase de amenazas y por ello Cristo echa en cara a los fariseos el hecho de que “ensanchen tanto sus filacterias”, o sea, que extreman la celebración externa de los actos de piedad.
Las franjas o flecos en los mantos[79] servían para recordar al pueblo su relación con Dios y sus leyes, que ellos eran su pueblo escogido, pero la Ley no especificaba lo largo de los flecos. Los fariseos, movidos por el orgullo y el deseo de ser reconocidos como muy piadosos, alargaban los flecos. De esa manera, en lugar de cumplir el propósito original de Dios, llegaban a ser exhibición de su orgullo y su deseo de ser alabado por los demás.
Los fariseos también eran felices en tomar los puestos principales en las cenas y las mejores sillas en las sinagogas y que los hombres los llamaran “maestros”. La explicación de Jesús identifica el mal de llevar títulos como el usurpar a Dios como Padre y a Cristo como Maestro. Desde luego, hay maestros en la iglesia[80], y por implicación Pablo se refiere a sí mismo como el padre de los corintios[81], pero lo que se condena es el uso de títulos religiosos. Pablo nunca se refiere a sí mismo como “Padre” Pablo, y nunca llamó a los otros apóstoles el “Padre” Pedro o el “Padre” Juan, mucho menos el “Reverendo Padre” fulano de tal. El uso de tales títulos entre los que profesan ser seguidores de Cristo es innegablemente una marca de apostasía, aunque eso no quiere decir que cuando alguno ha recibido un título por sus estudios, como bachiller, licenciado, doctor u otro, sea pecado utilizarlo, siempre y cuando esto no implique una exaltación idolátrica.
Recordemos que la prueba de grandeza no se ve en el uso de títulos, sino en el servicio humilde. La soberbia del hombre le hunde; pero al humilde de espíritu la honra le levanta.
En Mateo 23 Jesús expone la falsedad de aquellos que siempre insisten en la “predicación positiva”. Desde luego, tales personas son en realidad muy negativas, porque denuncian fuertemente a los que son negativos. Debaten mucho con otros afirmando que no se debe debatir, critican mucho a otros diciendo que no se debe criticar, etc. ¡Nadie es tolerante! Los más intolerantes son los que profesan ser tolerantes, porque estos son muy intolerantes de los que tildan de intolerantes. Lo importante es que tengamos la intolerancia de Jesús. El decía la verdad y al concluir expresó tristeza sobre la condición de estos líderes judíos.
La condición lamentable de la Iglesia en muchas partes se debe en gran parte a la falta de no condenar el pecado y el error. La Iglesia está absorbiendo la filosofía de la sociedad general en ser cada vez más tolerante del crimen, la homosexualidad, el divorcio y nuevas nupcias, el aborto, las drogas y toda clase de maldad.
La palabra “ay” es una interjección, se usa en denuncia y expresa admiración, aflicción o dolor, pero en Mateo significa una denuncia solemne del juicio. Implica que grandes calamidades les esperan a los culpables. Jesús pone “ayes” en contraste con las “bienaventuranzas”.
El conocimiento de la verdad es la puerta por la cual se entra en el Reino, y los escribas y fariseos se oponían a la verdad. Hicieron todo lo posible por evitar que la gente creyera en Jesús. Estos no podían literalmente cerrar el Reino, porque solamente Dios tiene esta autoridad, pero estos eran los líderes del pueblo y, en un sentido figurado, cerraron el Reino al enseñar error acerca del Mesías y al negar a Jesús y contradecir sus enseñanzas[82]. Cerraron el Reino con la fuerza de su ejemplo[83] y por su autoridad[84]. Estos maestros no enseñaban la Ley de Dios, sino sus tradiciones; aun invalidaron la Ley de Dios con ellas[85]. Quitaron la llave del conocimiento del Antiguo Testamento: La Ley, los profetas y los salmos, porque no explicaron la naturaleza típica de los sacrificios y otras cosas de la Ley, ni tampoco las muchas profecías que apuntaban hacia Cristo: Su nacimiento, su ministerio, su muerte, resurrección, ascensión y coronación.
¡Qué descripción tan viva del clero romano, quienes son los sucesores de aquellos escribas!, pero no solamente el clero romano, sino los mormones, los russellistas, los adventistas, los pentecostales y otros evangélicos hacen todo lo posible por evitar que la gente escuche y obedezca al Evangelio puro. Hacen lo mismo muchos predicadores de la Iglesia que en lugar de obedecer el Evangelio se engordan al estar de ociosos en sus casas en lugar de estar trabajando en la Obra.
Muchos padres rehúsan entrar en el Reino e impiden a sus propios hijos. También muchos esposos incrédulos hacen todo lo posible por evitar que sus esposas e hijos asistan a los servicios.
Sin embargo, es necesario enfatizar que todo el mundo es responsable delante de Dios y debe aprender la verdad y obedecerla. Nadie puede decir a Dios: “Yo soy inocente porque otros cerraron el Reino y yo no podía entrar”. En el día de juicio no solamente todos los falsos maestros darán cuenta a Dios, sino también todos los seguidores.
Mateo 23.14 fue omitido por los mejores manuscritos, pero en Marcos y Lucas encontramos el paralelo que es genuino. Las “casas” de las viudas, significa su propiedad y posesiones. Lucas dice que los fariseos eran “avaros”[86]. Ellos defraudaban a las viudas. Conspiraban con los hijos de sus madres viudas para ganar la herencia. Convencían a las viudas y a otros pobres a entregar la administración de su propiedad a ellos como guardianes y luego se aprovechaban de este arreglo para defraudarles. Entonces para evitar que los tales sospecharan su conducta perversa, se dedicaban a largas oraciones, hasta tres horas de duración, incluyendo el tiempo de meditación.
Los escribas y fariseos eran típicos de todo el comercialismo en el mundo religioso. Después de los primeros siglos se desarrolló el sistema comercial de la iglesia romana. La iglesia mormona es riquísima, más rica que muchas empresas importantes de los Estados Unidos. Los russellistas abusan de todos sus “publicadores” y otros, no pagándoles por su trabajo, sino exigiendo cada vez más ventas para enriquecer la organización. Los televangelistas defraudan a sus feligreses por millones de dólares. Televisan fotos de niños hambrientos, moscas y familias sin casas para pedir dinero, pero los directores de estos proyectos viven en mansiones y llevan vidas de puro lujo. Muchas iglesias esperan que sus ministros sean profesionales en su trabajo, pero les pagan salarios de hambre o simplemente esperan que el salario les llegue de Estados Unidos para no tener ellos que hacer esta inversión. Todos los tales darán cuenta al Señor por los abusos de la religión de Cristo[87].
Un prosélito es el que se convierte a cierta religión. Entre los judíos había “prosélitos de la justicia” que se circuncidaban, aceptaban la Ley de Moisés. Los “prosélitos de la puerta” eran los que renunciaban la religión pagana, y aceptaban algunas cosas de la Ley de Moisés y aun oraban a Dios, pero no se circuncidaron.
La implicación clara aquí es que los escribas y fariseos eran hijos del infierno. En la expresión “hijo del infierno”, la palabra “hijo” se refiere al destino de tales prosélitos; por lo tanto, significa “listos para el infierno”. Compárese “hijo de perdición”[88]. Esto se pone en contraste con los hijos del Reino[89]. Los hijos del infierno son los “hijos del malo”.
Muchos gentiles se convirtieron a la verdadera adoración de Dios y aceptaron la Ley de Moisés aun siendo circuncidados. Otros, como Cornelio, aprendieron del Dios verdadero y aun oraban a Él con toda sinceridad. Sin embargo, los escribas y fariseos solamente los convertían al fariseísmo, y al dejar las supersticiones de su religión pagana, sus conversos solamente aceptaban los aspectos peores de la religión de los judíos. Estos llegaban a ser peores que sus instructores, porque cada generación se alejaba más lejos de la ley y se apegaba más a las tradiciones humanas.
Muchos confunden la práctica de evangelizar a los de otras religiones con la práctica de los escribas y fariseos que ganaron prosélitos a su religión. El cristiano debe enseñar la verdad a todos, incluyendo a los que creen que ya están salvos, aunque sean miembros de iglesias humanas. Al enseñar a los que son miembros de alguna denominación el cristiano no es un “hipócrita” que anda “robando ovejas”, ni ganando “prosélitos”, como algunos suelen acusarle, sino que está enseñando y convirtiendo a los que todavía no han obedecido al Evangelio verdadero de Cristo. Muchos que profesan ser cristianos no tienen la décima parte del celo de los escribas y fariseos para recorrer “mar y tierra para hacer” discípulos para Cristo.
Hay peligro de que muchos no se conviertan a Cristo, sino que se ganen para que sean miembros de algún partido. Esto fue el problema de los judaizantes que Pablo tenía que resistir tenazmente. Estos tenían celo sin ciencia[90]. Los hermanos convertidos del paganismo estaban “habituados hasta aquí a los ídolos” y a duras penas se les convenció acerca de lo sacrificado a los ídolos. También la cultura influye en algunos después de su conversión al Evangelio. Por lo tanto, este Mateo 23.15 debe servir como advertencia a todos de que la comisión de Cristo significa evangelizar, es decir, convertir al mundo a Cristo, y no ser proselitistas que imponen las ideas, prácticas y prohibiciones predilectas de hermanos facciosos. Resta preguntar: ¿A qué o a quién convertimos a la gente?
La palabra juramento, horkos es en sentido primario equivalente a herkos, “una valla, un cercado, aquello que contiene a una persona”; de ahí, un juramento que es una afirmación o negación de una cosa que se hace tomando por testigo a Dios. Perjurar significa jurar en falso.
Conviene aquí un repaso de Mateo 5.33-37. En cuanto a la prohibición de este texto, The Expositor's Greek Testament explica que la conjunción griega mete, traducida “ni”, se usa “para conectar estos diferentes juramentos evasivos que forman un grupo homogéneo”, es decir, de la misma naturaleza. Por lo tanto, la prohibición: “No juréis en ninguna manera” se refiere solamente a la clase de juramentos identificados por las partes que siguen, las cuales no incluyen el juramento judicial, sino solamente los juramentos evasivos que los judíos usaban en la conversación ordinaria.
Santiago 5.12 nos hace ver lo serio de los juramentos hipócritas de los fariseos. El juramento es para confirmar lo que se dice, sea promesa o advertencia. Es como una garantía de que es cierto lo dicho. Véanse ejemplos de juramentos en el Nuevo Testamento: Mateo 26.63; Romanos 1.9; 2 Corintios 1.23; Gálatas 1.20; Filipenses 1.8. Lo que Jesús dice en Mateo 5.33-37 y 23.16-22 no prohíbe el jurar solemnemente en el nombre de Dios ante algún tribunal formal, sino el jurar a la ligera, jurar con hipocresía y el no cumplir con la palabra. Los escribas y fariseos jugaban con esta práctica solemne. A través de los siglos los hombres no sinceros han querido jurar por alguien o algo para dar más fuerza a su palabra que no vale, pero no quieren cumplir con el juramento que hacen. Pero dice Éxodo 20.7: “No tomarás el nombre de Adonay tu Dios en vano”. Esto es precisamente lo que hacían los escribas y fariseos[91].
Lo que se condena no es un solo pecado sino varios. Los que practican lo que Jesús condena en estos textos son hipócritas, mienten, insultan a Dios, toman en vano el nombre de Dios[92], insultan a la persona a quien jura, no son dignos de confianza, son insinceros, etc. ¿Cómo se puede describir a la persona que simple y sencillamente no quiere cumplir lo que dice?[93] ¿Por qué prometemos algo si no pensamos hacerlo? Toda relación humana se basa en la confianza. Es indispensable en el hogar. ¿Qué pasa cuando los esposos no toman en serio sus votos? ¿Cuando la esposa ya no confía en su marido o el marido ya no confía en su esposa? ¿Cuando no hay confianza en los hijos o en los padres? ¿Qué tan importante es la confianza en el trabajo o en los negocios? ¿Qué tan importante es pagar lo que se promete pagar? ¿Importa si los oficiales elegidos cumplen con sus promesas? Aun en la Iglesia es necesario recordarnos de la importancia de cumplir la Palabra; si se acepta alguna carga, es una promesa y si no se cumple, hay desconfianza entre hermanos. En toda relación y en toda actividad humana es necesario que seamos confiables. Al describir la nueva vida en Cristo Pablo dice: “Por lo cual, desechando la mentira hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros”[94]. Cuando no hay confianza, hay duda, sospecha, y aun temor. En el cielo no habrá mentirosos[95].
¿Qué significa la palabra perjurar? Jurar en falso, afirmar o negar algo que no es cierto. Se considera más serio que el mentir, porque es mentir bajo juramento. El perjurar ante el tribunal civil es un acto criminal.
El oro del Templo se refiere a las planchas de oro con las que gran parte del Templo estaba cubierta, y las vasijas de oro; y probablemente también las monedas de las contribuciones. Josefo afirma que Craso tomó del Templo ocho mil talentos de oro. Desde luego, el oro no tenía significado religioso alguno aparte del Templo.
Enseñaban los escribas y fariseos que algunos juramentos eran más solemnes que otros, que era necesario cumplir algunos pero no todos. Usaban la palabra deudor para indicar obligación, es decir, que estaban obligados a cumplir ciertos juramentos. Enseñaban que la obligación de cumplir el juramento dependía de lo sagrado del objeto por el cual se juraba; por ejemplo, decían que el oro del Templo era más sagrado que el Templo mismo. La palabra Templo en este texto es naos, “el santuario” y no simplemente el Templo con todos sus atrios, “hieron”. Parece que todo el mundo juraba por el Templo y que pocos se sentían obligados a cumplir su palabra; por lo tanto, se inventó algo para dar más fuerza al juramento: Agregaron el concepto del “oro del Templo”, diciendo que esto sería más obligatorio. Lo que hacían los escribas y fariseos era simplemente un rodeo o un juego. La Ley era muy clara[96], pero los insinceros buscaban salidas. Todas las tradiciones de los hombres son salidas. Son pretextos para no obedecer la Ley de Dios.
Jesús expone la hipocresía de estos maestros y nos hace ver que cualquier juramento es un juramento obligatorio. El que jura está obligado a cumplir, pero los escribas y fariseos se atrevían a decir acerca de cierto juramento que “no es nada”, es decir, no es necesario cumplirlo.
En primer lugar, como Jesús ya había enseñado no debe haber distinción entre la palabra sola y la palabra confirmada por un juramento. Nuestra palabra debe ser la verdad y no una mentira, y si es la verdad no necesita apoyarse con juramento. Si no es la verdad, el juramento no la ayuda.
Los escribas y fariseos hacían distinciones insensatas entre el Templo y el oro, entre el altar y la ofrenda, etc. Esta práctica condenable substituía al Creador con cosas creadas.
Todos los maestros falsos son “guías ciegos”, y los que se dejan engañar por ellos también se llaman “ciegos”. Nos duele ver a los millones que son engañados por el clero romano, los russellistas, los televangelistas, etc., pero la única esperanza para los tales es que comiencen a estudiar su Biblia y pensar por sí mismos. Parece que a muchas personas les gusta ser engañadas.
Jesús explica que las distinciones son absurdas, que tales enseñanzas humanas son insensatas y que los que las enseñan son ciegos. Este mismo juicio se puede aplicar a todos los mandamientos y enseñanzas de los hombres. Todos los líderes religiosos deben tomar nota de esto. Sus ideas parecen muy sabias a sí mismos, pero ante los ojos de Dios son insensatas. Por lo tanto, se puede decir que todos los mandamientos y enseñanzas de los hombres son puros rodeos y salidas para no obedecer y practicar la enseñanza del Nuevo Testamento[97].
Es muy obvio que el Templo mismo era más sagrado que el oro que lo adornaba.
La palabra “necios” bien describe a estos maestros falsos, porque tenían el asunto al revés: La ofrenda no santificaba el altar, sino que el altar santificaba la ofrenda.
No conviene substituir a Dios el Creador por las cosas creadas por Él. Los que juran por el cielo, la tierra, su propia cabeza u otra cosa bien saben que estas cosas están relacionadas con Dios. Siempre se jura por algo considerado importante y hasta sagrado, algo relacionado con Dios. De esta manera el juramento lleva más peso. Jesús explica que precisamente por esto es incorrecto jurar por tales cosas. Todo juramento es un solemne y obligatorio y está fuera de orden jurar por las cosas o personas creadas por Dios. El cristiano debe evitar los juramentos en la conversación diaria, y mayormente cuando esté irritado, asustado o enojado, y limitar el uso del juramento al testimonio delante del tribunal civil.
Los escribas y fariseos eran escrupulosos con respecto al diezmar pero descuidaban “lo más importante de la ley”[98].
La palabra diezmar significa pagar la décima parte[99]. La menta, de dulce olor, el eneldo y el comino, con semillas aromáticas, se usaban tanto como medicina como condimento. Las semillas del comino se usan, desde luego, para dar sabor a la comida. Para los escribas y fariseos todos los actos externos eran muy importantes y, por eso, obedecían la Ley del diezmo en las cosas más pequeñas.
Diezmar para sostener a los levitas[100] era importante, pero la Ley de diezmo era provisional, necesaria para un tiempo limitado y para ciertas personas en particular, pero “la justicia, la misericordia y la fe” son de más peso porque siempre han afectado a toda la familia humana, y lo harán hasta el fin. La justicia tiene que ver con el tratamiento correcto del prójimo; la misericordia significa la disposición de mostrar compasión y ayudar al prójimo, siendo paciente y tolerante en imitación de Cristo, y la fe en este contexto no solo se refiere a la fe en Dios, sino también a la expresión de esa fe en la vida diaria[101]. Estas cualidades no tenían importancia para los fariseos, como se ve principalmente en su actitud hacia Jesús.
¡Compárense las tres cosas que eran tan importantes para los escribas y fariseos con las tres cosas que son tan importantes para Cristo! Hoy en día, ¡cuántos de los que asisten cumplidamente a los servicios religiosos son deshonestos, egoístas y duros en su trato de la gente![102] Los Proverbios hablan mucho sobre la justicia[103]. Cristo practicaba la misericordia sanando a los enfermos, dando la vista a los ciegos, etc. Colosenses 3.12-13 y otros textos enfatizan la necesidad de la misericordia entre hermanos.
Dios es el Amigo y Protector de los oprimidos. Los escribas y fariseos condenaban a los discípulos por no lavar las manos antes de comer, pero su corazón estaba endurecido hacia los pobres, enfermos, ciegos, leprosos y pecadores. El Nuevo Testamento habla mucho del amor fraternal, pero los escribas y fariseos no sabían nada de esta virtud. Muchos religiosos entienden y practican los actos externos mejor que “la justicia, la misericordia y la fe”. Cristo dice claramente que “lo más importante de la ley” son estas cualidades internas, las características de un corazón convertido al Señor.
El diezmar correctamente, de acuerdo al plan y propósito de Dios, era practicar la justicia hacia Dios[104], la misericordia hacia los pobres[105] y la fe o fidelidad hacia sus semejantes y, desde luego, tener completa confianza en Dios. Pero al diezmar los escribas y fariseos solamente cumplían con un requisito externo sin tomar en cuenta el significado del acto.
Parece que no se daban cuenta de su inconsecuencia. Profesaban estar dedicados a la ley de Moisés[106], pero la quebrantaban para apoyar sus tradiciones[107]. Los cristianos deben ser consecuentes[108] y no dar preferencia a ciertas leyes al descuidar otras[109]. Existe el peligro de que tengamos mucho celo por algunos requisitos más fáciles y poco celo por otros mandamientos que no nos conviene.
La Ley de Moisés requería que los israelitas pagaran el diezmo de los frutos de la tierra y del ganado[110]. El diezmo era entregado a los levitas para el sostén de ellos y el culto[111]. El pueblo descuidaba la práctica en los días del profeta Malaquías[112]. Los levitas también tenían que diezmar[113].
Aparte de diezmar los israelitas habían de observar las siguientes leyes:
1) Tenían que dejar una parte de la cosecha para los pobres[114]
2) Los primogénitos del pueblo, como también del ganado, eran posesión peculiar de Dios; el pueblo podía redimirlos dando dinero a los levitas[115].
3) Hacían votos de pagar ofrendas voluntarias[116].
4) Cualquiera podía arrancar espigas de la cosecha del prójimo, solo que no aplicara hoz[117].
5) El pueblo hacía muchas ofrendas voluntarias para el Tabernáculo y el Templo, y a veces daban de más[118].
Los judíos se sentían muy piadosos por ser cumplidos en diezmar. ¿Prohibió Jesús el diezmar? No, por el contrario, dijo que no dejaran de hacerlo[119]. ¿Es parte del Evangelio? No lo es, sino que Jesús enseñaba el diezmo para los judíos, porque les enseñaba a guardar toda la Ley, incluyendo el guardar el sábado y diezmar[120]. ¿No enseña Mateo 5.20 que debemos dar más que los judíos? En primer lugar, el diezmar no era “ofrendar”; aparte de pagar el diezmo para sostener a los levitas[121], los israelitas ofrendaban voluntariamente. En segundo lugar, Jesús no hablaba aquí del diezmar, sino de la sinceridad. Eran hipócritas los escribas y fariseos[122]. Nuestra justicia tiene que ser mayor que la “justicia” de ellos. Sin embargo, es bueno comparar el ofrendar del cristiano con las ofrendas de los judíos, porque a veces estos eran muy generosos bajo una Ley imperfecta. Nos conviene ser aun más generosos porque vivimos bajo la perfecta Ley de libertad. Debemos estar sumamente agradecidos por la gracia de Dios demostrada en la muerte de Cristo.
La Ley del Nuevo Testamento con respecto a ofrendar se halla en tales textos como Hechos 11.27-30; 1 Corintios 16.1-4; 2 Corintios 8.1-9; 9.6-10, etc. Los que imponen el diezmo ahora imponen un mandamiento de hombres[123], porque no es una Ley de Cristo. Dios no especifica un porcentaje que debiéramos ofrendar, sino que quiere el corazón y, por eso, dice: “Cada uno de como propuso en su corazón”[124]. El caso de los macedonios es un buen ejemplo de esto[125]. El cristiano pertenece al Señor cuerpo y alma[126]. ¿Qué porcentaje debemos ofrendarle? La única respuesta correcta es: ¡Ciento por ciento! ¡Qué triste es cuando los que profesan ser cristianos abusan de la libertad en Cristo! ¡Qué triste caso es cuando los que profesan ser cristianos son menos generosos que los israelitas!
El diezmar estas pequeñas semillas mostraba la escrupulosa conciencia de los fariseos, siendo bienes susceptibles de comercialización. El Talmud habla del asno de un cierto Rabí que había sido tan bien instruido que rehusaba grano que no hubiera sido aún diezmado.
Por último, ¡tengamos mucho cuidado de no usar mal este texto! Algunos hermanos que promueven la llamada “unidad en la diversidad” están citando este texto para minimizar los mandamientos y requisitos del Evangelio con respecto a la organización y obra de la iglesia, el divorcio y nuevas nupcias y otras doctrinas que ellos no quieren respetar y practicar. Si se cita este texto para tal propósito, pregúntese: ¿Se refiere a un mandamiento o un ejemplo apostólico o una inferencia necesaria? ¿Tiene que ver con la “forma de las sanas palabras”[127]? Si alguien quiere aplicar Mateo 23.23 a tales cosas, será obvio que tiene concepto sectario y que ya no ama la verdad, sino que busca su propia conveniencia.
Si alguien aplica Mateo 23.23 a las opiniones de Romanos 14, está bien, pero si se aplica al plan de salvación, pregúntese cuál de los pasos de obediencia se puede clasificar como de menos peso. O si se aplica este texto a la doctrina del Nuevo Testamento sobre la Iglesia: El culto, la naturaleza, organización, obra, disciplina, etc. ¿Cuál de estas cosas no tiene importancia? ¿Qué doctrinas son más importantes o de más peso? Tengamos mucho cuidado con la mala aplicación de este texto. Queremos unidad, sí, pero unidad basada en la palabra de Cristo[128].
Jesús usa una ironía para dar una enseñanza gráfica. Les dice que cuelan el mosquito, y es que a los mosquitos les gusta el vino y muchos caen en él. Los escribas y fariseos querían convencer al pueblo que no querían cometer faltas de las más pequeñas y que la transgresión, por ejemplo, del mandamiento de diezmar habría sido para ellos un pecado muy grande. Su ceguedad increíble se ve en varias actividades en las que colaban el mosquito y tragaban el camello:
1) Eran capaces de arrebatar las casas de las viudas, dejándolas en el peor de los desamparos, y para que no se les criticara o marcara como crueles, se dedicaban a hacer largas oraciones para que les tomaran como hombres piadosos.
2) Criticaban a los discípulos de Jesús por comer sin lavar las manos, pero instruían al pueblo a descuidar sus padres ancianos[129].
3) Fueron capaces de llevar a Jesús al pretorio con falsas acusaciones, pero para “no contaminarse” y poder comer la pascua, no entraron en terreno gentil[130]. Para ellos era muy importante una comida, pero estaban afuera insistiendo en que los romanos crucificaran a Jesús, que claramente era un acto de homicidio judicial[131].
4) Pagaron dinero para la traición de un hombre inocente, pero entonces cuando el dinero se les devolvió rehusaron echarlo en el tesoro diciendo que era dinero de sangre[132].
Decía uno de los rabinos que el que mata una pulga en sábado es tan culpable como si matara un camello. Tanto el camello como el mosquito eran animales inmundos[133].
Jesús no enseña que las leyes “pequeñas” no son importantes, ni que los “pecados” no condenan. Tampoco enseña que las cosas pequeñas no importan[134]. Más bien, enseñaba que los escribas y fariseos eran hipócritas en su actitud hacia la ley de Dios. Por lo tanto, eran “guías ciegos”. Tales maestros no pueden guiar a la gente sino a la perdición.
Aunque tenían corazones corruptos, hacían mucha profesión de piedad. Por eso, Jesús les compara con hermosos sepulcros blanqueados que están llenos de corrupción. La Ley en Números 19.16 prohibía tocar un muerto e incluso un sepulcro, por lo que los emblanquecían para evitar que la gente los tocara. De esa manera corregían el problema, pero Mateo 23.27 es otro tema, porque el sepulcro emblanquecido servía de advertencia para que la gente no se acercara, pero aquí hay simplemente un contraste entre sepulcros hermosos y la corrupción adentro. En todos los países hay muchas tumbas hermosas que exhiben el arte y escultura de distintos pueblos. Parece que la gente piensa que si el sepulcro es bonito por fuera, entonces lo que contiene debe ser bonito, pero no es así. A veces hay contraste entre la reputación y el carácter verdadero de algún individuo “importante”. Lo que la persona es en privado, lo que hace, lo que piensa, es la verdadera persona. La diferencia que existe entre lo que la persona es en privado y lo que es en público es la medida de su hipocresía[135]. La lección para nosotros, pues, es que haya verdadero nuevo nacimiento[136], que no seamos conformados al mundo[137], sino que seamos transformados a la semejanza de Cristo; es decir, que haya un cambio genuino de corazón como también de vida[138]. El hipócrita solamente quiere la aprobación y elogio de los hombres[139].
Profesaban honrar la memoria de los profetas fieles que sufrieron por la causa de justicia. Querían la reputación de identificarse con esos profetas, pero al mismo tiempo rechazaron el ejemplo y enseñanza de los profetas, y conspiraron contra Jesucristo quien enseñaba como aquellos profetas. Si querían identificarse con los profetas, les convenía vivir de acuerdo a sus enseñanzas y apoyar a Cristo, pero, por lo contrario, pensaban y hacían precisamente como sus padres al odiar el mandamiento de Dios de que se arrepintieran. Dios quería que se convirtieran, que nacieran otra vez del agua y del Espíritu, que hubiera transformación por medio de la renovación de la mente, pero los fariseos odiaban esta enseñanza y en ese momento estaban conspirando contra Jesús para hacer callar su boca. ¿Cuál sería más fácil, embellecer los sepulcros de los profetas o seguir su enseñanza?
Hablan bien de los profetas, porque estos ya estaban muertos. No temen a los profetas muertos porque ya no les condenaban, no exponían su hipocresía. Era popular honrar a los profetas, edificar y embellecer monumentos para honrarles. Lo hacían con todo gusto, porque los profetas ya no hablaban. Sin embargo, se identificaban a sí mismos como hijos de los perseguidores, diciendo: “Nuestros padres”, porque tenían el mismo carácter que ellos. Por eso Jesús les llama “generación de víboras”, porque estaban llenos de veneno.
Israel maltrató a sus profetas: A Moisés[140]; a Micaías[141], encarcelado por Acab; a Jeremías[142]; a Amós[143]; a Zacarías[144]. Los judíos de antaño iniciaron su llamado al juicio con su maldad y ellos lo terminaron. Los hijos no están obligados a seguir a sus padres[145], pero los judíos estaban a punto de hacerlo al crucificar a Cristo. Tajantemente Jesús, el Juez justo, pronuncia sentencia sobre estos líderes religiosos.
En base a lo que ha dicho en este capítulo, concluyendo con la acusación de que eran “hijos” de sus padres perseguidores, es decir, que ellos seguirían persiguiendo a los siervos de Dios, apóstoles, profetas, evangelistas. Jesús emplea estos términos para indicar que Dios no dejaría de enviar mensajeros a los judíos, seguiría enviando siervo tras siervo para traer la cosecha que quiere y merece. Es un tremendo acto de misericordia. Dios es Dios de venganza, pero primero que todo, es Dios de amor[146]. Leemos de profetas en Hechos 11.27; 13.1, etc. Los ancianos de las iglesias locales son hombres sabios[147]. Todos los escritores del Nuevo Testamento eran escribas.
Dios seguía enviando mensajeros aunque sabía que los iban a rechazar y maltratar y que de esa manera traerían sobre sí mismos la ira de Dios. Dios siempre ha querido salvar. A través de los años había enviado mensajeros a su pueblo con el propósito de restaurarles; sin embargo, el resultado de su rechazamiento de estos mensajeros era que iban aumentando su culpa. Los hombres hacen propia la culpabilidad de los siglos pasados, reproducen sus atrocidades, se identifican con ella; y así es que lo que parece al principio un decreto arbitrario, el visitar sobre los hijos los pecados de los padres, viene a ser en semejantes casos un juicio recto. Si se arrepienten cortan el terrible vínculo de pecado y castigo; pero si se endurecen en su mal, heredan el castigo aplazado de los pecados de sus padres a la vez que el suyo propio.
Nadie está obligado a obedecer. Nadie está obligado a rechazar. Todos tienen libre albedrío. Tienen el derecho de escoger entre dos caminos, dos maestros, y dos destinos. Pero todo camino lleva a cierto destino.
Abel es el primer ejemplo del hombre que confiaba en Dios, hacía la voluntad de Dios, y Dios dijo que estaba aprobado. Por el buen ejemplo de Abel, su hermano, Caín, lleno de envidia y odio, lo mató[148].
Posiblemente Jesús se refiere al Zacarías de 2 Crónicas 24.20-21, quien fue asesinado por el rey Joás, porque este es el último libro de la Biblia hebrea y, por eso, este Zacarías sería el último de los mártires del Antiguo Testamento. Hay duda en cuanto a su identidad porque el Zacarías de este texto era el hijo del sacerdote Joiada. Es posible que Joiada tuviera otro nombre: Berequías. También es posible que Jesús se refiera a la muerte de “Zacarías, hijo de Berequías” de Zacarías 1.1; aunque el Antiguo Testamento no registra tal evento, Jesús podía revelar cosas no mencionadas en el Antiguo Testamento. Además, Jesús dijo: “a quien matasteis”, indicando la posibilidad de que ellos mismos lo hubieran asesinado. Sobre todo, lo importante es que se evite la acusación de alguna posible contradicción en el texto sagrado.
El juicio llegaría sobre esa generación porque eran cómplices. Estaban de acuerdo con sus padres. Eran “hijos de sus padres”. Dieron la bienvenida a ellos. Pecaron sabiendo del castigo de Dios sobre sus padres. Por lo tanto, eran más responsables, más culpables. Duplicaron los pecados de sus padres con los ojos bien abiertos.
En la parábola de los labradores malvados[149], Jesús habla del juicio sobre los judíos, y ahora dice cuándo; vendría sobre esa misma generación. De esa manera se cumplió las advertencias de Moisés[150].
Jesús ofrece la salvación a todos, pero la mayoría simplemente no la quiere[151]. Muy pronto Dios iba a abandonar no solamente el Templo, sino también la ciudad misma. Jesús había hablado de la destrucción de Jerusalén y luego hablara de su venida para este propósito. Por lo tanto, sería razonable pensar que todavía hablara de eso, y que su venida sería para ese propósito. Sin embargo, en la venida de Mateo 24.30 dice: “lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” y en Mateo 23.39 Jesús habla de los que dirán: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
“El que viene en el nombre del Señor” es el Mesías o el Hijo de David. Los únicos que dicen esto son los que creen en Él y obedecen al Evangelio. Estos “ven” a Cristo. Desde luego, todos los que obedecen a Cristo deben amar su segunda venida. Todos estos, judíos y gentiles, dirán: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
La Biblia no explica Mateo 23.39. Si el “ver” es literal, será hasta el fin del mundo. Si es figurado sería la conversión de algunos de los judíos comenzando el día de Pentecostés. Pero no puede significar lo que enseñan los premilenialistas. Estos son los que enseñan que cuando Cristo venga la segunda vez, establecerá su trono literal en Jerusalén para reinar sobre la tierra por 1000 años.
Estos enseñan que Jesús se refiere a la conversión nacional de los judíos poco antes de su segunda venida y que estos le darían la bienvenida cuando llegara, pero no hay nada en este contexto ni en ningún otro que enseñe tal cosa. El texto predilecto de ellos para “probar” esta teoría es Romanos 11.26: “…y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad”, pero la palabra luego debe ser traducida como dice la Versión Moderna: “y de esta manera”, o simplemente “así”. ¿De qué manera? Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar. Pablo explica claramente que los obedientes, sean gentiles o judíos, son injertados y que los desobedientes son cortados. De esa manera, pues, es decir, los que abandonaban su incredulidad y obedecían al Evangelio de Cristo serían salvos.
Los milenarios, enfatizando la palabra todo, enseñan que toda la nación de Israel será salva, pero el Nuevo Testamento enseña claramente que la salvación no es asunto nacional sino individual. El Evangelio requiere que cada persona lo obedezca. El énfasis no está en la palabra todo sino en la palabra así, o sea, cómo la salvación se obtiene. La salvación se obtiene de acuerdo a los requisitos del pacto. El punto es que Dios no hace acepción de personas y, por eso, los requisitos nombrados para la salvación de los gentiles son los requisitos para la salvación de los judíos. Además, los dos reciben las mismas bendiciones. No hay “salvación nacional” ni para gentiles ni para judíos.
j) La ofrenda de la viuda (Marcos 12.41-44; Lucas 21.1-4).
Jesús se queda observando en la entrada del Templo, en donde ponían el arca de las ofrendas, a donde venían los judíos a echar sus colaboraciones. A este lugar venían los ricos haciendo gran pompa, mostrando cuanto iban a depositar y siendo aplaudidos por todos. Pero también pudo ver a una viuda muy pobre, que echaba allí dos moneditas de cobre. ¡Qué contraste se presenta entre la avaricia de los fariseos y esta pobre viuda! Los macedonios se pueden comparar con ella[152]. Ella echó más que todos porque dio todo lo que poseía, no tenía nada más, mientras que los otros solo dieron “lo que les sobra”.
35. Los últimos tiempos (Mateo 24.1-8; 10.17-23; 24.9-41; Marcos 13.1-32; Lucas 21.5-36).
Mateo 24 es un capítulo mal usado por muchos: Algunos usan mal el libro de Génesis, diciendo que los seis días son períodos geológicos; algunos usan mal los Salmos, queriendo agregarlos al Nuevo Testamento; algunos usan mal la carta a los Romanos diciendo que esta enseña la salvación por la fe sola y que contradice la carta de Santiago que dice que somos justificados por las obras; algunos usan mal el libro de Revelación diciendo que este libro enseña el premilenialismo. Así también algunos usan mal Mateo 24 diciendo que las señales mencionadas en este capítulo son para señalar la segunda venida de Cristo.
Los televangelistas decían que al acercarnos al año 2000 d.C., estos eventos estaban sucediendo delante de nuestros ojos. Billy Graham escribió un artículo que apareció en muchos diarios afirmando que las señales de Mateo 24 se referían a la segunda venida de Cristo. Pero otro extremo, otro abuso de Mateo 24, es la enseñanza de Max King, que profesa ser miembro de la iglesia de Cristo, que afirma que todo lo que Jesús dice en Mateo 24 y 25 se cumplió en el año 70 cuando Jerusalén fue destruida por los romanos. Estos creen que todo lo que se dice acerca de la segunda venida de Cristo, la resurrección, el juicio, el fin del mundo y la llegada de los cielos nuevos y la tierra nueva se cumplió en ese año. Esta enseñanza se llama “Esjatología Realizada”.
a) Destrucción del Templo (Mateo 24.1-2; Marcos 13.1-2; Lucas 21.5-6).
Mateo 24 es la continuación de lo que Jesús dice en Mateo 23. En los dos capítulos Él habla de “esta generación”[153]; del asolamiento del Templo[154]; y de la persecución de sus discípulos[155]. Jesús dice: “Vuestra casa os es dejada desierta”[156], y luego explica en Mateo 24 los detalles del asunto.
Jesús iba saliendo del Templo, que era un edificio que Él conocía muy bien ya que desde niño lo visitaba, pero tal y como si fuese un turista, los discípulos se acercaron para señalarle los edificios que para ellos eran majestuosos. En este caso, la palabra “Templo” es traducida de hieron, el conjunto de los edificios sagrados. Cristo “vino al Templo”, enseñó sobre la autoridad, las parábolas de los dos hijos, de los labradores malvados y de la fiesta de bodas, discutió las cuestiones del tributo y de la resurrección, dio énfasis al gran mandamiento de la Ley, les preguntó de quién es hijo el Cristo y pronuncia los siete ayes, concluyendo con la predicción del asolamiento del Templo y una lamentación sobre ese evento.
Entonces Jesús “salió del Templo y se iba”, porque ya no habría más discusión con los judíos. Jesús había entregado su último discurso público y había terminado su obra de enseñarles. Ahora ellos mismos eran responsables ante Dios por lo que sucediera en el futuro. Que sepamos, Jesús nunca volvió al Templo. Al salir Jesús del Templo, la gloria de Dios se apartó, como sucedió cuando los judíos fueron llevados a Babilonia. Pronto todos los sacrificios y el sacerdocio habían de terminar.
Los discípulos tenían mucho aprecio por el Templo. ¿Por qué le mostraron el Templo? ¿No lo habían visto antes? Sí, muchas veces, pero sin duda esto fue su reacción a lo que Jesús decía[157]. Ellos estaban pensando en el papel tan importante del Templo en el plan de Dios a través de los siglos, pero lo veían muy superficialmente. Veían las piedras hermosas sin tomar en cuenta cómo la casa de Dios se había corrompido por los pecados del pueblo. No les convenía meditar sobre la belleza de las piedras del Templo, sino sobre lo serio de la hipocresía que Jesús acabó de denunciar, sobre la corrupción del sacerdocio y sobre la indiferencia del pueblo hacia Dios. Por lo tanto, los discípulos no habían tomado en cuenta la necesidad del juicio de Dios sobre el Templo.
b) Señales (Mateo 24.3-8; Marcos 13.3-8; Lucas 21.7-11).
Según Marcos 13.3: “Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?” En Lucas 21.7: “Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?” Aunque los discípulos tenían mucho aprecio por el Templo y, sin duda, estaban confusos y perplejos, eran hombres sinceros y querían entender lo que Jesús les enseñaba; es decir, querían entender aunque la verdad estuviera en conflicto con sus ideas y deseos. No dijeron: “No nos gusta lo que dijiste y no queremos saber más”; aparentemente así eran los discípulos descritos en Juan 6.60, 66.
Ellos querían saber “¿cuándo serán estas cosas?” Querían saber cuándo sería destruido el Templo, pero también querían saber acerca de la “venida” de Cristo[158] y del “fin del siglo”. Pero analicemos el asunto. En Mateo 24.6 y 14 el “fin” se refiere a la destrucción de Jerusalén; por lo tanto, la “venida” de Cristo mencionada en este texto no necesariamente se refiere a la “segunda venida” de Cristo para destruir el universo, quemar la tierra y juzgar al mundo, sino su “venida” en juicio para la destrucción de Jerusalén[159]. La expresión “fin del siglo” no tiene nada que ver con la destrucción del universo, sino solamente con la consumación y terminación del presente orden o estado de las cosas, es decir, el judaísmo. Los judíos creían que el Mesías vendría para poner fin a “este siglo” para inaugurar el “siglo venidero”. Estas expresiones se encuentran frecuentemente en el Talmud y otros escritos judaicos.
Recordemos que aunque Jesús había dicho a sus apóstoles que era necesario que Él muriera en Jerusalén y que resucitaría al tercer día, ellos no le entendían. Aun cuando resucitó, todavía no creyeron[160].
Es cierto que Jesús había dicho que pronto iría al Padre[161], pero ¿qué sabían los apóstoles de la segunda venida de Cristo?
En Mateo 16.27-28, cuando Él habló de “venir” no se refirió a la segunda venida sino a una venida en esos días: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino”. Este texto es paralelo con Marcos 9.1 y obviamente se refiere al establecimiento de su Reino, su Iglesia.
Mateo 10.22-23 dice: “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra, porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre”. Obviamente esta venida no se refiere a la segunda venida de Cristo para quemar la tierra y juzgar al mundo, porque tuvo que suceder en esos mismos días, antes de que los apóstoles acabaran de recorrer todas las ciudades de Israel. Jesús habla de perseverar hasta el fin pero no se refiere al fin del mundo sino hasta el fin, la destrucción, de Jerusalén.
En esta misma ocasión[162], inmediatamente antes de la pregunta de los apóstoles, Jesús había dicho: “He aquí vuestra casa os es dejada desierta”. Por lo tanto, probablemente para los discípulos todos estos eventos vendrían al mismo tiempo, porque creían que el Templo iba a durar hasta el fin del mundo. Salmos 78.69 dice: “Edificó su santuario a manera de eminencia, como la tierra que cimentó para siempre”, y todo el libro de Zacarías habla de Jerusalén y el Templo como la residencia permanente de Dios. No entendían la naturaleza espiritual de estas profecías; por eso, es posible que al saber que el Templo sería destruido, concluyeran que sería el fin del mundo.
Los juicios de Dios aquí en la tierra apuntan hacia el juicio final. Muchos textos se refieren al diluvio[163], a Sodoma y Gomorra[164], a los juicios sobre las naciones, incluyendo a Israel, etc., como ejemplos del juicio de Dios. Por eso, sin duda alguna el juicio sobre Jerusalén era tipo del juicio final de Dios. Sin embargo, es necesario observar el contexto de Mateo 24 y entender que aunque Jesús usó lenguaje general de juicio, habla en particular de la destrucción de Jerusalén. Habla del “fin”, pero habla del fin de Jerusalén. Además, Él dice en Mateo 24.34: “…que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”; es decir, el lenguaje esjatológico de juicio de este capítulo no se refiere en su sentido primario al fin del universo[165], sino al fin de Jerusalén. Él no pensaba venir en ese tiempo para acabar con la tierra, sino solamente con Jerusalén. Por lo contrario, Pablo dice que Cristo no iba a venir en ese tiempo[166], pero Él sí venía en juicio sobre Jerusalén durante esa misma generación, y no quería que sus discípulos fueran destruidos junto con los demás judíos. Por lo tanto, Mateo 24 no solamente tiene que ver con la preocupación de Jesús por la seguridad espiritual de sus discípulos, sino también por su seguridad física.
El discurso de Jesús que comienza en Mateo 23 y continúa hasta terminar el capítulo 25 comienza con las señales que precedieron la destrucción de Jerusalén y termina con la venida de Jesús para el juicio final y es difícil fijar un punto exacto y definido de división entre los dos temas, porque el Señor conecta estos dos temas, dando a entender que el juicio sobre Jerusalén es tipo del juicio final, y que las advertencias y exhortaciones referentes al primero también son apropiadas para el segundo.
Jesús revela las señales que iban a preceder la destrucción de Jerusalén y el fin del judaísmo. “Mirad que nadie os engañe”. Esta primera frase de Jesús revela el propósito de todo lo que dice en este capítulo entero: Él quería proteger a sus discípulos. Quería que estos estuvieran bien preparados y prevenidos para los eventos terribles que iban a suceder dentro de unos cuarenta años. Cualquier interpretación de Mateo 24 que no toma muy en serio el versículo 4 no puede ser explicación correcta del capítulo. Esto nos recuerda de las muchas teorías acerca de la interpretación de Revelación, porque la mayoría de estas no toman en cuenta la situación peligrosa de los discípulos que vivieron en esos mismos días, a fines del siglo I. Por ejemplo, muchos interpretan Revelación hablando de dictadores como Hitler y Mussolini, o de la amenaza de los rusos, etc., pero ¿qué consuelo les hubiera dado tales profecías a los hermanos del siglo I en medio de persecución severa?
Jesús quería que sus discípulos de esa misma época perseveraran. Él sabía que serían expuestos a las pruebas más terribles y que “el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo”.
Jesús no pensaba “venir” personalmente durante la vida de los apóstoles pero sabía que “vendrían falsos cristos” y que engañarían a mucha gente desesperada durante la “gran tribulación”[167]. Los discípulos que escucharon a los tales se perdieron.
El Templo fue destruido en el año 70 d.C., Flavio Josefo, famoso historiador judío, escribió la historia de la guerra de los judíos contra los romanos y la ruina de Jerusalén. Este autor dice que durante la época antes del año 70, muchos hombres decían ser el Cristo. Estos falsos “cristos” prometieron liberación de los romanos, y muchos se engañaron, les siguieron y fueron destruidos por los romanos. Así pues la historia confirma que esta profecía de Jesús se cumplió antes del año 70.
Josefo confirma la profecía de las guerras, diciendo que había varias guerras entre los romanos y algunas naciones pequeñas que querían liberarse del yugo de Roma. Recordemos que las “guerras y rumores de guerras” mencionadas por Jesús iban a suceder durante esa misma generación. Los televangelistas y otros evangélicos hablan de las guerras de la actualidad y dicen que esta profecía se está cumpliendo. Es cierto que en la actualidad hay guerras y rumores de guerras, pero no indican nada acerca de la venida de Cristo. La Biblia confirma que había hambres durante ese tiempo[168]. La historia secular ampliamente confirma esta profecía.
Estas señales no apuntan hacia el fin, sino hacia el comienzo de dolores. Al saber de tales eventos sus discípulos deberían estar atentos y prevenidos, concentrándose en las señales siguientes y finales que indicarían la “gran tribulación”. Las primeras señales serían como los dolores de parto.
c) La persecución (Mateo 10.17-23; 24.9-14; Marcos 13.9-13; Lucas 21.12-19).
Que sepamos la persecución mencionada en estos versículos no ocurrió sino hasta después que Jesús les dio la Gran comisión de Mateo 28.19 y Marcos 16.15. Los concilios eran los sanedrines locales compuestos de veintitrés miembros; de estos Pablo recibió muchos azotes[169]. Lucas habla de los discípulos que fueron juzgados por el concilio de Jerusalén[170], obedeciendo la profecía que decía: “y en sus sinagogas os azotarán”[171].
El Evangelio es básicamente el testimonio del gran hecho de Cristo, su muerte, sepultura, resurrección y ascensión[172]. Los apóstoles, como testigos oculares, testificaron de lo que habían visto y oído[173].
Al perseguir a los apóstoles, Satanás proveía oportunidades para que los más eminentes gentiles oyeran el Evangelio de Cristo[174].
El libro de Hechos habla ampliamente de la persecución de los apóstoles y sus compañeros. Fueron perseguidos porque predicaron el nombre de Jesús[175]; porque condenaron los pecados de los judíos[176]; porque los judíos dijeron: “queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre”[177]; porque predicaron la resurrección en nombre de Jesús[178]; porque reconocieron otra autoridad mayor que la del concilio[179]; porque predicaron a los gentiles[180]; porque fueron acusados de sedición y herejía[181]; porque como Jesús[182] y Pablo[183] dijeron, los judíos tenían celo de Dios, creían que hacían servicio de Dios al perseguir a los cristianos[184]; porque los judíos agitaron a los gentiles[185]; porque la predicación apostólica afectó las ganancias de los gentiles[186].
En Mateo 10.19 nos urge recordar el contexto. Esta promesa fue hecha por Cristo a los apóstoles. Él no hace tal promesa a los que predican ahora. Vemos el cumplimiento de esta promesa en tales textos como Hechos 4.8; 7.55-60; 13.9; 22.1; 23.1; 24.10; 26.2.
¿Por qué era necesario que el Espíritu Santo les diera las mismas palabras que deberían hablar? No solamente para la defensa de ellos. Esto sería importante, por supuesto, para que no estuvieran preocupados, miedosos o confusos, pero lo que decían no era simplemente una defensa personal, sino más bien al hablar ellos daban testimonio inspirado y, por eso, infalible, acerca de Cristo y su salvación. El testimonio apostólico escrito y verbal era testimonio inspirado. Desde luego, ellos usaban su propia inteligencia y sus propias facultades, pero eran guiados por el Espíritu Santo para que toda palabra de ellos fuera en realidad la palabra de Dios.
Esta promesa no es para ningún predicador ahora, pero la lección para nosotros es que no debemos confiar en la sabiduría humana, sino en el testimonio del Espíritu Santo escrito por los apóstoles.
Luego Jesús habla de familiares, amigos y otros conocidos de los apóstoles que siempre los trataban bien; es decir, los apóstoles no tenían cualidades de carácter ni prácticas que, a no ser por Cristo, habrían causado problemas con sus familiares y amigos. Sin embargo, ahora entra el factor de Cristo. Ahora el cuadro cambia. Ahora los apóstoles no simplemente son los inocentes familiares y amigos de antes. Han cambiado. En cuanto a su carácter son aun mejores hombres, pero ahora son seguidores de Cristo y, por eso, han llegado a ser hombres muy ofensivos. Lo que son y lo que dicen provocan toda clase de oposición, porque predican una doctrina muy desagradable y condenan el pecado, el error y la hipocresía.
Desde luego, la persecución seguiría hasta el fin de su vida y, por eso, tenía que perseverar hasta el fin de su vida, pero por lo que dice en Mateo 10.23, es posible que en este texto Jesús tenga en mente otro “fin”. Por supuesto, los discípulos de Cristo deben sufrir con paciencia hasta el fin de su vida o hasta la segunda venida de Cristo[187].
Es probable que la expresión de Mateo 10.23 se refiera a la venida del Señor en la persona del Espíritu Santo el día de Pentecostés[188], porque Él habla de “recorrer todas las ciudades de Israel”. Él vino para la destrucción de Jerusalén en el año 70, pero no es razonable decir que los apóstoles no podían recorrer todas las ciudades de Palestina antes de esa fecha. Jesús había dicho: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros… Voy, y vengo a vosotros”[189] con referencia a la venida del Espíritu Santo[190]. Esto ocurrió el día de Pentecostés. Por lo tanto, no deberían perder tiempo en ningún pueblo que no los quisiera, porque difícilmente terminarían su obra de predicar en todos los pueblos de Palestina durante el tiempo corto designado para esa obra.
La persecución severa de los cristianos fue otra de las señales. El libro de Hechos da evidencia amplia del cumplimiento de esta predicción[191], como también muchas referencias en las epístolas y en Revelación. Muchos cristianos murieron durante la persecución bajo Nerón.
Este sufrimiento no sería solamente físico, sino también emocional, porque nos hiere mucho cuando los seres amados nos odian y maltratan. Algunos iban a apartarse de la fe[192]. Los que se enfriaron y apostataron no solamente perderían sus almas, sino que también ya no harían caso de estas señales y junto con los incrédulos serían destruidos por los romanos.
Perseverar hasta el fin les daría la salvación, pero, ¿salvo de qué? En Mateo 24.6 y 14 Jesús habla del fin de Jerusalén; por lo tanto, la salvación de Mateo 24.13 no se refiere solamente a la salvación del alma, sino también de la salvación física. Los que se enfriaron y se apartaron de la fe se perdieron física y espiritualmente. También recordemos que Jesús habla de muchos que serían muertos por la fe; estos seguramente perseveraron hasta el “fin”, porque el fin para ellos fue la muerte.
La última señal fue que “será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”[193]. Estas cartas fueron escritas antes del año 70 d.C. Esta es una profecía maravillosa, porque Jesús acaba de hablar de falsos cristos y falsos maestros que engañarán a muchos discípulos, que habrá persecuciones severas, que el amor de muchos se enfriará, pero no obstante todo esto el evangelio sería predicado en todo el mundo.
El fin se menciona en Mateo 24.3, 6, 13-14. La destrucción del Templo marcó el fin del judaísmo. Sin Templo ya no podían ofrecer sacrificios. Ya no funcionaba el sacerdocio levítico. Ya no existió el estado político. La mayor parte de los judíos que escaparon de la muerte fueron esparcidos, muchos de ellos siendo vendidos a Egipto como esclavos. Este es el “fin” mencionado en estos versículos.
Las señales de Mateo 24.5-6 eran señales preliminares. Al observar estas señales los discípulos deberían estar cada vez más prevenidos, sabiendo que el fin se acercaba.
Recordemos que en este contexto las señales no solamente incluían las guerras, pestes, etc., sino también los falsos cristos, falsos profetas, apostasías, y persecuciones. Al concluir esta lista de señales se menciona la señal final, es decir, que el Evangelio sería predicado en todo el mundo y “entonces vendrá el fin”. Pablo dice en Colosenses 1.5-6, 23; Romanos 10.18 que el Evangelio se había predicado a todas las naciones en esa época antes del año 70.
d) La caída de Jerusalén (Mateo 24.15-22; Marcos 13.14-20; Lucas 21.20-24).
Al hablar de la “abominación desoladora de que habló el profeta Daniel”[194], Jesús se refiere a la llegada de los ejércitos romanos[195]. Al entrar los ejércitos paganos “en el lugar santo”, fue una “abominación desoladora”, porque profanaron el Templo.
Jesús habló de varias señales para que los discípulos pudieran escapar de los romanos. Según Josefo, el general Tito, después de profanar el Templo, por alguna causa desconocida, retiró sus tropas por un tiempo breve antes de poner sitio a la ciudad. Dice que durante ese tiempo huyeron muchos judíos; sin duda, entre ese número eran muchos cristianos.
Había que huir con toda urgencia, sin demorar para recoger posesiones, etc[196]. Algunos aplican estos versículos al fin del mundo, pero recordemos lo que Pablo dice en 1 Corintios 15.51-52 que los vivos serán “transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta”. En cuanto a la venida de Cristo en el Día Final no tiene sentido decir: “El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa”, etc.
Cuando Cristo venga la segunda vez, la tierra será quemada[197] y no importará si las mujeres estan encinta, si viene en el invierno, o en día sábado, pero estos eran factores muy importantes con respecto a su huida de Jerusalén cuando los romanos la sitiaron. La gran tribulación sería única, incomparable. La descripción de Josefo es muy gráfica. Y había que pedir que no fuera “en invierno ni en día de reposo” ya que los inviernos son crueles en la zona en donde está Jerusalén y en el día de reposo cerraban las puertas de la ciudad.
e) Falsos cristos (Mateo 24.23-28; Marcos 13.21-23).
Recordemos que algunos textos que hablan de la venida de Cristo no se refieren a la segunda venida de Cristo, su venida en el Día Final. Algunos dicen que la palabra parousía, usada en los Mateo 24.3, 27, 37, 39, siempre indica la segunda venida, la final, de Cristo, pero Santiago 5:7-8 dice: “…tened paciencia hasta la venida, parousia, del Señor... la venida del Señor se acerca”, usando la palabra engiken, la cual fue usada por Juan cuando anunció que el Reino se acercaba[198]. Este texto se refiere a su venida en la persona de los romanos para castigar a los judíos y para poner fin a la persecución incitada por ellos. Esta carta fue escrita a principios de la década de los 60, poco antes de la destrucción de Jerusalén. Por eso, Santiago dice que “la venida del Señor se acerca”. La venida final del Señor no se acercaba en aquel entonces[199], sino que su venida se acercaba para acabar con Jerusalén y el judaísmo. El significado de la palabra venida depende del contexto.
En Hebreos 10.25, 37, se refiere al mismo evento. Es probable que esta carta fuera escrita poco antes del año 70. En este texto vemos la importancia de reunirnos para estimularnos los unos a los otros “al amor y a las buenas obras”. Muchos han descuidado su gran salvación y han caído[200].
Por eso, se entiende mejor el significado de la pregunta, “¿qué señal habrá de tu venida”, al comparar los textos equivalentes en Marcos y Lucas[201]. Sin duda Mateo, Marcos y Lucas registran la misma pregunta, y se refiere a la destrucción de Jerusalén. Por eso, la venida de Cristo[202] no necesariamente se refiere a la segunda venida, la final, sino a su venida para destruir Jerusalén. Por lo menos, no se refiere exclusivamente a la segunda venida.
Además, esto se confirma en Mateo 24.27-28. Cristo no vino a escondidas, sino en la forma más abierta y pública, como el relámpago, cuando trajo los ejércitos de Roma. Lucas 17.30-31 es muy claro. En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos. No se puede negar que “aquel día” se refiere a la destrucción de Jerusalén, porque es cuando los discípulos deberían huir a los montes.
La venida final de Cristo será como el relámpago, pero esta profecía no se refiere a la segunda venida de Cristo, sino que se cumplió durante ese tiempo[203]. Hay varios versículos en Mateo 24 y textos paralelos que son apropiados para describir algún aspecto de la segunda venida de Cristo, pero tienen su aplicación primaria en la venida de Cristo en el año 70 para castigar a los judíos.
Mateo 24.28 es un proverbio conocido. Los zopilotes son atraídos por el cuerpo muerto. Jerusalén estaba corrupta, como un cuerpo muerto y, por eso, atraía su propia destrucción.
f) El retorno de Cristo (Mateo 24.29-31; Marcos 13.24-27; Lucas 21.25-28).
Jesús usa el lenguaje de la intervención divina en asuntos terrenales: El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo: Este lenguaje se refiere a la caída del judaísmo. Jesús enfatiza el tiempo de esto: Iba a ocurrir “inmediatamente después de la tribulación”. Por eso, no se refiere al fin del mundo. Es obvio que Jesús usa lenguaje figurado. El sol, la luna, y las estrellas simbolizan los gobiernos, gobernantes y autoridades. Jesús se refiere a las autoridades del judaísmo que iban a caer. El mismo lenguaje se usa en Isaías 13.9-13, 19, acerca de la caída de Babilonia; se usa en Isaías 34.4 para describir la ira de Dios contra las naciones; se usa en Ezequiel 32.7 con respecto a la caída de Egipto[204].
Mateo 24.30 no se refiere a la segunda venida de Cristo, porque en el versículo 34 dice: “no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”. Por lo tanto, es lenguaje figurado y tiene que ver con la exaltación del poder de Cristo sobre las ruinas del judaísmo. El sol, la luna y las estrellas del judaísmo caerán y la señal del Hijo del Hombre aparecerá en el cielo. Cae el poder judaico y se levanta el poder de Cristo. Es verdad que Cristo clavó la Ley a la cruz, y que el día de Pentecostés se proclamó como rey, pero hasta el año 70 los judíos siguieron con su poder e influencia sobre el pueblo. Jesús repitió este lenguaje en Mateo 26.64. Esos mismos judíos iban a ver la venida de Jesús en juicio en el año 70.
Recordemos que Jesús puede venir sin venir en su propia persona. En Juan 14.18, Jesús dice a los apóstoles: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”, pero no vino en persona sino vino a través del Espíritu Santo.
Las nubes es una expresión figurada que se refiere a la intervención de Dios para juzgar y castigar[205].
Otra vez es importante recordar lo que dice el Mateo 24.34. La palabra ángel es palabra griega sin traducir; es decir, la traducción de la palabra, angelos, es “mensajero”. El contexto dice si es mensajero divino o mensajero humano. Cuando se traduce esta palabra el texto dice mensajero en Mateo 11.10; Lucas 7.24; 9.52; Santiago 2.25. El contexto de Mateo 24.31 indica que son mensajeros humanos que llevan el Evangelio para juntar a los escogidos, los que obedecen al Evangelio. El significado de este versículo es que al caer el judaísmo, el principal perseguidor de la Iglesia, el Evangelio tendría gran éxito.
Los discípulos de Cristo podrían entender estas señales para poder estar preparados para la venida de los romanos. Es fácil saber que el verano está llegando al ver la hoja de la higuera. Igualmente sus discípulos podían ver las señales nombradas por Jesús para saber cuándo estaba cerca la destrucción de Jerusalén y, por lo tanto, podían estar prevenidos.
Podían estar seguros de que ese evento sucedería en esos mismos días, durante la vida de muchos de ellos, en menos de 40 años. Algunos dicen que la palabra “generación” significa la raza judaica; es decir, que estas cosas iban a suceder antes de que la raza judaica dejara de existir, pero esta explicación no es lógica. Según esto, Jesús decía que los judíos iban a sufrir todas estas cosas, pero que su raza no dejaría de existir hasta que todas estas cosas les acontecieran. Esta frase no tiene sentido, y Jesús nunca hablaba así, sino que usó la palabra “generación” como se usa en Mateo 1.17; 11.16; 12.38-45; 16.4; 17.17; 23.36.
g) Parábola de la higuera (Mateo 24.32-35; Marcos 13.28-31; Lucas 21.29-33).
Los discípulos de Cristo podrían entender estas señales para poder estar preparados para la venida de los romanos. Es fácil saber que el verano está llegando al ver la hoja de la higuera. Igualmente sus discípulos podían ver las señales nombradas por Jesús para saber cuándo estaba cerca la destrucción de Jerusalén y, por lo tanto, podían estar prevenidos y escapar esa “gran tribulación”, huyendo a los montes.
Desde luego, el Reino anunciado por Juan el bautista y Jesús se estableció el día de Pentecostés, pero la palabra “reino” se usa a veces para hablar del reinado de Dios, o como en este caso, la intervención de Dios para tomar venganza sobre los judíos rebeldes.
Podían estar seguros de que ese evento sucedería en esos mismos días, durante la vida de muchos de ellos, en menos de 40 años. Algunos dicen que la palabra “generación” significa la raza judaica; es decir, que estas cosas iban a suceder antes de que la raza judaica dejara de existir, pero esta explicación no correcta. No es de ninguna manera lógica. Según tal explicación, Jesús decía que los judíos iban a sufrir todas estas cosas, pero que su raza no dejaría de existir hasta que todas estas cosas les acontecieran. Esta frase no tiene sentido, y Jesús nunca hablaba así, sino que usó la palabra “generación” como se usa en Mateo 1.17; 11.16; 12.38-45; 16.4; 17.17; 23.36; y obsérvese que en este último texto, Jesús no solamente dice “esta generación”, sino también dice “vosotros”[206].
Algunos detalles muy significativos:
1) Esta profecía detallada de Jesús se cumplió durante la vida de muchos de sus oyentes. Sin duda alguna había personas que escuchaban esta profecía de labios de Jesús y las recordaban al ver la caída de Jerusalén.
2) Este evento puso fin a la cuestión de cuándo vendría el Mesías, porque cuando Jerusalén fue destruida, también fueron destruidos todos los registros de la genealogía de la gente. Después de esa fecha nadie podría probar que era del linaje prescrito por las Escrituras: De la simiente de Abraham[207], de la tribu de Judá[208] y de la familia de David[209]. Por eso, si Jesús de Nazaret no era el verdadero Mesías, nunca habría Mesías.
3) Este evento puso fin al judaísmo. Ya no habría tres fiestas solemnes anuales a las cuales todo varón debería asistir. Ya no habría Templo que era el lugar designado para ofrecer los sacrificios prescritos por la Ley. Se acabó el sacerdocio. También el sanedrín. Además, todas las leyes y costumbres que hacían que los judíos fueran un pueblo separado eran declaradas ilegales.
4) De esta manera se hizo una distinción clara entre el judaísmo y la religión de Cristo. Vemos en Hechos que la Iglesia se consideraba como otra secta de los judíos[210], pero con la destrucción de Jerusalén la Iglesia quedaba completamente separada del judaísmo.
5) De suma importancia, la destrucción de Jerusalén terminó el poder perseguidor del judaísmo. Hechos de los Apóstoles revela que al principio de la iglesia la persecución principal fue llevada a cabo por los judíos[211].
6) Este evento nos ayuda a entender el significado de algunos textos difíciles: Hebreos 10.25; Santiago 5.7-9; 1 Pedro 4.7.
h) Nadie sabe el día (Mateo 24.36; Marcos 13.32).
Aunque “el día” o “aquel día”[212], generalmente se refiere al “Día del Juicio Final”, y seguramente es cierto que “del día y la hora” de la segunda venida de Cristo nadie sabe[213], también es cierto que, aunque Jesús les había dado las señales de Mateo 24.5-15, los discípulos no sabían precisamente en qué día o en qué hora los romanos vendrían y, por lo tanto, tenían que estar siempre preparados.
Dice Marcos 13.32 que ni el Hijo sabe y, por esto, algunos niegan la omnisciencia de Cristo, pero muchos textos claramente afirman la Deidad de Jesús y si es Dios, entonces es omnisciente. Parece que los que usan Marcos 13.32 para negar la omnisciencia de Cristo no se dan cuenta de que al mismo tiempo niegan la omnisciencia del Espíritu Santo; el texto dice que “nadie sabe... sino el Padre”; por eso ¿no es omnisciente el Espíritu Santo? Las tres personas de la Deidad son uno, pero cada Persona de la Deidad tiene su papel que desempeñar y los “tiempos o las sazones” el Padre ha puesto “en su sola potestad”[214].
Aunque Jesús les especificó a sus discípulos varias señales que ellos podían ver, porque iban a suceder durante su vida, no les dijo el tiempo exacto, porque el Padre no lo había revelado. Por lo tanto, tenían que perseverar y siempre estar prevenidos. No sabemos ni el día ni la hora de su segunda venida porque vendrá como ladrón en la noche[215].
i) Como en los días de Noé (Mateo 24.37-41).
Mateo 24.37 es paralelo con Lucas 17.28. En estos textos paralelos, Lucas habla de Noé y Mateo de Lot y dicen: “Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste. En aquél día el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos”. Por lo tanto, Noé y Lot sirvieron de ejemplos para los discípulos de aquel tiempo, y seguramente sirven de ejemplos para nosotros. Además, aparte de estar preparados para la segunda venida de Cristo, debemos estar listos para la muerte, porque cuando la muerte nos sorprenda, es el fin del mundo para nosotros.
En todos los juicios de Dios ha habido y siempre habrá, separación de los fieles y los infieles: Cuando el diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, la destrucción de Jerusalén, y seguramente cuando venga el juicio final. Este texto se halla también en Lucas 17.34-36 y se refiere a la separación de los preparados y los no preparados cuando Jerusalén fue destruida, pero es ilustración muy apta de la separación final[216].
j) Velad y orad (Lucas 21.34-36).
Ellos podías estar seguros de que ese evento sucedería en esos mismos días, durante la vida de muchos de ellos, en menos de 40 años.
Aunque este lenguaje es muy cierto en cuanto al cumplimiento de las promesas de Dios, también debe recordarse que este lenguaje se usa para hablar de la remoción del sistema judaico[217]. El tema del sermón a los Hebreos es la remoción de las cosas del primer pacto para hacer lugar para las cosas del nuevo pacto[218].
Lo que Jesús dice en Lucas 21.35 fue para exhortar a sus discípulos a estar preparados, pero igualmente sirve para exhortar a todos sus discípulos de cualquier época sobre lo mismo. Ellos deberían estar preparados porque su venida en juicio sobre los judíos no era algo esperado, sino de gran sorpresa.
Algunos comentaristas dicen que estos versículos se refieren exclusivamente a la segunda venida de Cristo, pero podemos comparar Mateo 24.37-39 con Lucas 17.26-27; Lucas 17.21, 23 con Mateo 24.26; Lucas 17.24 con Mateo 24.27; Lucas 17.37 con Mateo 24.37; Lucas 17.31 con Mateo 24.17; Lucas 7.35 con Mateo 24.41; Lucas 17.36 con Mateo 24.40 y Lucas 17.37 con Mateo 24.28.
Una razón por la que algunos insisten en que Mateo 24.35 y siguientes se refiere exclusivamente a la segunda venida de Cristo es para combatir la enseñanza del Max King, de que todas las profecías de los eventos finales se cumplieron en el año 70 cuando los romanos destruyeron a Jerusalén. Esta doctrina contradice una infinidad de textos en todo el Nuevo Testamento acerca de los eventos finales, como Hechos 1.9-11; 1 Tesalonicenses 4.13-18; 1 Corintios 15.50-57.
Sin embargo, para oponerse a esa falsa doctrina no conviene negar el hecho muy obvio de lo que Lucas dice. Algunos comentaristas insisten en que Lucas 17.31 se refiere a la segunda venida de Cristo, pero ¿cómo podría el que esté en la azotea descender a sacar cosas de la casa cuando “todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta”[219]?
Jesús habló acerca de Noé y Lot y entonces dijo: “En aquel día el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo no vuelva atrás”[220]. Por eso, los discípulos de aquel tiempo deberían recordar el ejemplo de Noé y el diluvio, y el ejemplo de Lot, porque era necesario que ellos también estuvieran prevenidos para escapar de la destrucción de Jerusalén.
[1] Lucas 21.38.
[2] 1 Corintios 12.8-11.
[3] Romanos 10.17.
[4] 1 Juan 5.14-15.
[5] Jueces 7.
[6] Santiago 1.5-8.
[7] Juan 14.13.
[8] 1 Juan 5.14.
[9] LAC, ASV, VNC, VNM, MOD, RVA, VBJ, NVI.
[10] 1 Reyes 8.22; Nehemías 9.4; Salmos 134.1-2; Jeremías 18.20.
[11] Lucas 17.3.
[12] Lucas 17.4.
[13] Juan 18.33-34.
[14] Juan 1.6.
[15] Mateo 11.7-14.
[16] Juan 1.19-34.
[17] Lucas 7.29-30.
[18] Lucas 20.6.
[19] 2 Samuel 12.1-7.
[20] Mateo 7.21.
[21] Salmos 80.8-19; Cantares 8.11-12; Isaías 5.4, 7; 27:2-3; Jeremías 2.21.
[22] Mateo 21.43.
[23] Mateo 21.45.
[24] Lucas 20.9.
[25] 2 Timoteo 3.13.
[26] 2 Pedro 3.9; Romanos 2.4-5.
[27] Hechos 2.17.
[28] Gálatas 4.4.
[29] Hebreos 9.26.
[30] Mateo 21.37; Juan 3.16-17.
[31] Juan 1.11.
[32] Romanos 8.3; 1 Juan 4.9; Hebreos 3.1.
[33] Juan 11.53.
[34] Juan 11.48.
[35] Hechos 3.17.
[36] Juan 19.17; Hebreos 13.12-13.
[37] Mateo 21.39; Lucas 20.15.
[38] “¿Qué, pues, hará el señor de la viña?” Vendrá, y destruirá a los labradores.
[39] Hechos 13.46.
[40] Efesios 2.20.
[41] Efesios 1.20-23.
[42] Hechos 4.10-11; 1 Pedro 2.4-7.
[43] 1 Corintios 3.11.
[44] Efesios 2.20.
[45] Hechos 2.23.
[46] Mateo 13.13.
[47] Juan 11.48-53.
[48] Diccionario Larousse.
[49] Hechos 5.37.
[50] Lucas 20.20.
[51] Lucas 23.2.
[52] Romanos 13.1-7; 1 Pedro 2.13-17.
[53] Juan 19.15.
[54] Mateo 9.4; 12.25; 22.18; Lucas 5.22; 11.17.
[55] Génesis 1.26-27.
[56] Juan 19.11.
[57] Hechos 4.19; 5.29.
[58] Hebreos 1.14.
[59] Éxodo 3.6; Eclesiastés 12.7; Zacarías 12.1; 1 Tesalonicenses 5.23; Santiago 2.26.
[60] Deuteronomio 25.25.
[61] Éxodo 3.6; 15-16; 4.5; Génesis 26.24; 28.13.
[62] Doctrinas y Convenios, sección 132, sobre las ceremonias en el Templo.
[63] Génesis 1.27.
[64] Éxodo 3.6.
[65] 2 Corintios 5.3-4.
[66] Juan 20.30-31.
[67] Mateo 5.43-48.
[68] Mateo 7.12; Romanos 13.8-10; Gálatas 5.14; Santiago 2.8.
[69] LBLA.
[70] Mateo 1.1; 2 Samuel 7.13; Salmos 78.68-72; 89.3, 20-37.
[71] Mateo 9.27; 12.23; 15.22; 20.30; 21.9.
[72] Hechos 2.34; Efesios 1.20.
[73] Salmos 2.9, 12; Hebreos 10.13; 1 Corintios 15.25.
[74] Juan 8.56-59; 10.29-33.
[75] Juan 20.30-31.
[76] Mateo 5.19.
[77] Mateo 11.29-30.
[78] Mateo 23.5.
[79] Números 15.38; Deuteronomio 22.12.
[80] Hechos 13.1; Hebreos 5.12; 1 Timoteo 3.2; 2 Timoteo 1.11.
[81] 1 Corintios 4.15.
[82] Mateo 12.24; Juan 9.13-41; 12.42; 1 Tesalonicenses 2.14-16.
[83] Juan 7.48.
[84] Lucas 6.22; Juan 7.13, 45-52; 9.22, 34.
[85] Mateo 15.1-9.
[86] Lucas 16.14.
[87] 1 Timoteo 6.5.
[88] Juan 17.12; 2 Tesalonicenses 2.3.
[89] Mateo 13.38.
[90] Romanos 10.3.
[91] Números 30.2.
[92] Éxodo 20.7.
[93] Eclesiastés 5.4-5.
[94] Efesios 4.25.
[95] Revelación 21.8.
[96] Levítico 19.2; Números 30.2; Deuteronomio 23.21.
[97] Isaías 55.8-9; Jeremías 10.23.
[98] Lucas 11.42.
[99] Génesis 14.20; 28.22.
[100] Números 18.20-21.
[101] Gálatas 5.22.
[102] Salmos 82.3; Isaías 1.17-23; Oseas 6.6; Miqueas 2.2, 9; 3.2-3; 6.6-8; Mateo 5.7.
[103] Proverbios 31.8-9.
[104] Levítico 27.30; Números 18.21.
[105] Deuteronomio 14.28.
[106] Juan 8.1-5.
[107] Mateo 15.3.
[108] 1 Timoteo 5.21.
[109] Santiago 2.1-13; Deuteronomio 5.31-32; 6.24; 8.1; 11.22-23.
[110] Levítico 27.30-33.
[111] Números 18.21-32; Deuteronomio 12.17-19; 14.22, 27; Hebreos 7.5.
[112] Malaquías 3.7-11.
[113] Números 18.26-29; Nehemías 10.38.
[114] Levítico 19.9-10; 23.22; Deuteronomio 24.19-22.
[115] Éxodo 13.12-13; Números 3.46-48; 18.15-16.
[116] Deuteronomio 23.21-23.
[117] Deuteronomio 23.25.
[118] Éxodo 36.1-6; 1 Corintios 29.9, 14; Nehemías 12.43.
[119] Mateo 23.23.
[120] Mateo 5.18-20.
[121] Números 18.20-21.
[122] Mateo 6.1-18; 23.13-29.
[123] Mateo 15.9; Colosenses 2.14-17.
[124] 2 Corintios 9.7.
[125] 2 Corintios 8.4-5.
[126] 1 Corintios 6.19-20.
[127] 2 Timoteo 1.13.
[128] Juan 17.8, 14, 21, 23; 1 Corintios 1.10; Efesios 4.4-6.
[129] Mateo 15.1-20.
[130] Juan 18.28.
[131] Juan 19.15.
[132] Mateo 26.15; 27.6.
[133] Levítico 11.4, 20, 23, 41-42.
[134] Mateo 10.42; 25.21; Lucas 16.10.
[135] Tito 1.16; Romanos 12.3, 16.
[136] Juan 3.5.
[137] Romanos 12.2.
[138] Romanos 8.29; 2 Corintios 3.16; Efesios 4.22-32.
[139] Juan 5.44; Mateo 6.1-18.
[140] Éxodo 14.11; 16.1-12; 17.1-7; 32.1; Números 11.1; 12.1; 14.1; 16.1; 20.2-13; 21.4.
[141] 1 Reyes 22.1-28.
[142] Jeremías 26; 36; 37.1; 38.
[143] Amós 7.12.
[144] 2 Crónicas 24.21.
[145] Ezequiel 18.
[146] 1 Timoteo 2.4; 2 Pedro 3.9.
[147] 1 Timoteo 3.1-7.
[148] 1 Juan 3.12.
[149] Mateo 21.33-45.
[150] Levítico 26; Deuteronomio 28.
[151] Hechos 13.46.
[152] 2 Corintios 8.1-5.
[153] Mateo 23.36; 24.34.
[154] Mateo 23.38; 24.15.
[155] Mateo 23.34; 24.9.
[156] Mateo 23.38.
[157] Mateo 23.38.
[158] Mateo 23.39.
[159] Mateo 23.38-39.
[160] Marcos 16.14.
[161] Juan 7.33; 8.21.
[162] Mateo 23.39.
[163] Mateo 24.37-39; Lucas 17.26-27.
[164] Judas 7.
[165] 2 Pedro 3.10.
[166] 2 Tesalonicenses 2.1-3.
[167] Mateo 24.21-26.
[168] Hechos 11.28.
[169] 2 Corintios 11.24.
[170] Hechos 4.5; 5.27; 6.12; 22.30; 23.1-10.
[171] Hechos 22.19; 2 Corintios 11.24.
[172] 1 Corintios 15.1-8.
[173] 1 Juan 1.1-4; Lucas 24.47-48; Hechos 1.8; 2.22, 32; 4.20; 5.32; 10.39-42.
[174] Hechos 9.15-16; Filipenses 1.12-14.
[175] Hechos 4.18; 5.28, 40.
[176] Hechos 2.22-23; 3.14-15; 5.30-33; 7.51,54.
[177] Hechos 5.28.
[178] Hechos 4.1-2.
[179] Hechos 4.19-20; 5.29.
[180] Hechos 22.19-22.
[181] Hechos 24.5, 14; 28.22.
[182] Juan 16.2.
[183] Romanos 10.3.
[184] Hechos 9.1-2; 22.3; 26.9-11.
[185] Hechos 13.50; 14.19.
[186] Hechos 16.16-21; 19.23-27.
[187] Romanos 12.12; 1 Pedro 2.20.
[188] Hechos 2.
[189] Juan 14.18, 28.
[190] Juan 14.16, 26.
[191] Hechos 4.3-7; 5.18; 8.1-4; 11.19; 12.1-6; 13.50; 14.5.
[192] 2 Timoteo 4.10, 16; Hebreos 10.39.
[193] Colosenses 1.5-6, 23; Romanos 10.18.
[194] Daniel 9.27; 11.31; 12.11.
[195] Lucas 21.20.
[196] Lucas 17.30-31
[197] 2 Pedro 3.10.
[198] Mateo 3.2.
[199] 2 Tesalonicenses 2.1-2.
[200] Hebreos 2.1-2; 6.4; Revelación 2.5; 3.11.
[201] Marcos 13.4; Lucas 21.7.
[202] Mateo 24.3.
[203] Mateo 24.34.
[204] Jeremías 15.9; Joel 2.10, 30, 31; 3.15; Amós 8.9-10; Hageo 2.6, 21; Hebreos 3.4; 4.15; 12.26-28; Revelación 6.12-13.
[205] Isaías 19.1; Salmos 104.3.
[206] Mateo 23.35.
[207] Génesis 22.18.
[208] Génesis 49.10.
[209] 2 Samuel 7.10-16.
[210] Hechos 24.5; 28.22.
[211] Lucas 21.28.
[212] LBLA
[213] 1 Tesalonicenses 5.1-3; 2 Pedro 3.10.
[214] Hechos 1.7.
[215] 1 Tesalonicenses 5.1-3; 2 Pedro 3.10.
[216] Mateo 25.31-46.
[217] Isaías 51.6.
[218] Hebreos 12.26-28.
[219] 1 Corintios 15.51-52.
[220] Lucas 17.31.
El día siguiente es el lunes. Betania quedaba en la vertiente este del monte de los Olivos. Al parecer, Jesús no había desayunado antes de salir, y ahora tiene hambre, una indicación de su humanidad. Marcos revela solamente el hecho, no la causa. Fue temprano en la mañana[1].
1) La higuera estéril (Mateo 21.18-19; Marcos 11.13-14).
Dios todo lo sabe de antemano. Jesús, pues, no fue sorprendido por lo que descubrió con respecto a esta higuera. Usó este evento para enseñar una lección muy necesaria. Una persona, teniendo hambre, y viendo que la higuera tiene bastante follaje, tiene la esperanza de hallar fruta en ella, porque en cuanto a la higuera, sale primero el higo y después la hoja. Esta higuera en particular, pues no era tiempo de higos, al mostrar que tenía hojas, daba la impresión o la promesa de que tendría higos para comer. Pero no, no tiene nada de higos. Así es el hipócrita: Muestra promesa pero sin cumplimiento. Lo que es inútil, y no productivo, aunque muestre mucha promesa sin base, no merece nada sino la maldición, la destrucción. Este árbol recibió lo que mereció. Los discípulos lo oyeron porque este suceso fue para el beneficio de ellos.
Aunque Jesús no lo enseñó explícitamente, ese evento da a entender que queda nada más una maldición para el hombre de solamente promesa sin producción, como en el caso de la nación de Israel en ese tiempo. Por el momento Jesús dejó a los discípulos el hacer aplicación de lo que vieron y oyeron.
El día siguiente siguen pensando en el evento aquí tratado. Luego, él les hace la aplicación que él mismo propuso para ellos, con referencia a la fe, la oración y el perdón.
2) Regreso a Betania (Marcos 11.19).
Cada día Jesús estuvo en Jerusalén, pero pasaba las noches, cuando menos las primeras, en Betania.
d. Día 3 (Mateo 21.20-23.39; Marcos 11.20-12.44; Lucas 20.1-21.4).
1) La higuera seca (Mateo 21.20; Marcos 11.20-21).
Por la mañana del día martes. Este es el último día de su ministerio público y de este día más ocupado se registra mucho de sus enseñanzas y debates.
Mateo 21.19-20 nos informa que inmediatamente de ser maldita, la higuera se secó. Al volver a Betania esa noche, muy posiblemente los discípulos no vieron la higuera. Ahora de día, yendo de nuevo a Jerusalén, pueden apreciar la totalidad de la condición de la higuera, pues está totalmente muerta, secada desde las raíces.
Todos los discípulos ven la higuera secada, pero es Pedro, que recordando el evento singular del día anterior, llama la atención del Maestro a la higuera completamente secada. Aquí Pedro llama maldición a lo que hizo Jesús al decir las palabras de condenación en Marcos 11.14.
2) Tened fe (Mateo 21.21-22; Marcos 11.22-26).
Ya que Pedro refiere al Señor a la higuera seca, Jesús usa por ejemplo el caso de ella para enseñar una lección muy importante para los apóstoles. Como Jesús, siendo Dios en la carne, pudo secar la higuera, pues ella no presentó ningún obstáculo para Él, ya que Dios todo lo puede y el hombre necesita aprender a tener fe en Dios frente a todo obstáculo en la vida. Como Jesús, con la palabra secó la higuera, con una fe fuerte en Dios el hombre también puede vencer obstáculos grandes.
Jesús, al decir por qué es necesario tener fe en Dios, dice que habla con certeza: “Amén os digo”. La voluntad de Dios no involucra el traslado de montes al mar, Dios no hace locuras, cosas inútiles y sin propósito, pero tal evento ilustra la grandeza de logros realizados por el hombre cuando se ejerce la fe en Dios. La fe aquí referida muy posiblemente es la fe carismática, como tratada en 1 Corintios 13.2. Jesús está preparando sus apóstoles para las grandes pruebas que les esperan en su misión de evangelizar. Si es así, siempre se aplica el mismo principio al creyente sin dones milagrosos[2].
La fe en Dios tiene que ser basada en la Palabra de Dios[3], y conforme a la voluntad de Dios[4]. Con esta clase de fe, no hay límites para los logros del hombre. Como Jesús dijo a la higuera que “nunca jamás coma nadie fruto de ti”, dando muerte a ella, los creyentes en Dios pueden también lograr grandes cambios y resultados, simbolizados por el traslado de montes al mar, porque el poder ilimitado de Dios obra en ellos. Bien se ilustra el caso del poder de Dios obrando por la fe del hombre en la resurrección de Lázaro de los muertos. Con solo 300 hombres, ¿no hizo Gedeón lo imposible?[5]
Pero la clase de fe aquí tratada no admite duda alguna[6]. La oración que Dios ordena siempre es hecha en el nombre de Cristo[7] y conforme a su voluntad[8]. Para que la oración en un dado caso logre su propósito, tiene que ser acompañada de la fe, sin dudar. Jesús está enfatizando la necesidad de la fe. No falta poder; Dios verá por ello. Lo único que puede faltar es la fe del individuo. El texto griego al final de Marcos 11.23 dice literalmente: “…será para él”. La BLA en los dos versículos dice: “se le concederá”, y “se os concederán”.
Marcos 11.25 dice literalmente en el texto griego: “Cuando os pongáis en pie para orar”[9]. Las Escrituras mencionan diferentes posturas para orar, entre ellas el ponerse en pie[10]. Nadie puede demandar que el ponerse de rodillas sea la única postura para orar que el Señor acepte. La importancia de la postura, sea la que sea, consiste en que refleje una actitud que Dios acepte.
En conexión con la fe, como parte de la lección sobre la higuera maldita, solo Marcos menciona que Jesús agrega el perdonar. Lo mismo enseña Mateo en 6.14-15; 18.21-35. La requerida fe en Dios, también demanda esta prontitud para perdonar, porque sin ella no hay perdón de Dios.
Marcos 11.26 no aparece en los manuscritos más antiguos. Algún copista pudo haberlo agregado para conformar el pasaje a lo que dijo Mateo en 6.15 y en 18.35. Este versículo no aparece en las versiones ASV, JTD, ECU, RVA, VNM, FUE, LAC. Otras versiones que lo incluyen dan una nota de que el versículo no aparece en los mejores manuscritos.
No se puede perdonar al que no se arrepiente[11] pero sí tenemos que estar siempre dispuestos a perdonar[12].
3) Jesús en el Templo (Mateo 21.23-23.39; Marcos11.27-12.41; Lucas 20.1-21.4).
a) ¿Con qué autoridad? (Mateo 21.23-27; Marcos 11.27-33; Lucas 20.1-8).
Al fin llegaron a Jerusalén. Mateo 21.23 y Lucas 20.1 informan que al llegar al Templo aquel día, Jesús comenzó a enseñar y a predicar el Evangelio. Los distinguidos líderes de los judíos, de los cuales fueron escogidos los miembros del Sanedrín, no le interrumpen, sino le hallan andando en el Templo y entonces le presentan una pregunta con la que ponen en tela de juicio las actividades de Jesús en el Templo, refiriéndose a la limpieza del día anterior, a sus milagros, y a su enseñanza pública allí. Su pregunta es doble. Hay que obrar con autoridad. ¿Con que autoridad obraba Jesús? Y contestada esa pregunta, ¿quién le dio esa autoridad? Quieren saber cuál es la fuente de la autoridad con que está obrando Jesús. Por no haber autorizado ellos la obra del Maestro, implicaban que obraba sin ninguna autoridad.
Jesús en su ministerio personal repetidas veces contestaba preguntas con preguntas suyas[13]. Al hacer esto, Jesús no evadía la pregunta de estos líderes religiosos, sino exponía la insinceridad de ellos. Ellos no buscaban información correcta, sino ocasión para condenar a Jesús.
Jesús ofreció contestar su pregunta sobre la autoridad, con tal que ellos contestaran la que Él les va a hacer. Jesús conocía sus corazones, que no contestarían por no condenarse ante el público en el Templo. Pero para exponerles, les dice: “Respondedme”. Lo repite en el versículo siguiente.
Ellos vinieron con una pregunta doble para Jesús, diseñada para condenarle, pero no vinieron con “manos limpias” en cuanto a lo autorizado por Dios, y por eso en el proceso van a condenarse a sí mismos.
Jesús insiste, demanda, que contesten esta pregunta porque tiene que ver con su propia identidad como el Mesías y la autoridad divina con que obra. Al contestar correctamente esta pregunta, los líderes judíos tendrán que admitir que Dios envió a Jesús a este mundo. Obra, pues, por autoridad divina.
Si Juan era “un hombre enviado de Dios”[14], un gran profeta[15] que testificó del Cordero de Dios[16], y esto lo creían multitudes de judíos, habiendo sido bautizados ellos por Juan, entonces estos líderes judíos, al contestar la pregunta de Jesús, tendrán que admitir su propio error, pues no habían hecho caso de la predicación de Juan[17].
El bautismo de Juan fue como resumen de su ministerio, y por eso se llamaba Juan el bautizador. Por esta razón Jesús pregunta solamente sobre “el bautismo de Juan”.
Ellos no contestan enseguida, sino se juntan para discutir entre sí. Comienzan a considerar las opciones. ¿Por qué? ¿No pueden contestar tan sencilla pregunta con un sí o con un no? La gente los observa, y ¿qué estará pensando? Jesús también espera su respuesta. Ellos se encuentran en un dilema. No pueden decir: “del cielo”, porque no obedecieron a Juan el bautizador, y no quieren creer el testimonio de Juan acerca del Cristo.
Vemos que la obediencia va involucrada en la palabra “creer”. Jesús preguntó sobre el bautismo de Juan, pero ellos admiten que no creyeron a Juan. ¿Por qué no dijeron que Jesús les diría: “¿Por qué no fueron bautizados?” Otro ejemplo de esta verdad se ve en Hechos 19.4-5. En Hechos 19.4: “…que creyesen”, pero en el 5, no que creyeron, sino que “fueron bautizados”. La fe que salva es obediente. Estos líderes no fueron bautizados de Juan porque no creyeron a Juan. El bautismo de Juan era para preparar la gente para Jesucristo, el Mesías. Pero estos hombres no creyeron a Juan y por eso negaron a Jesús de Nazaret, el Mesías. No pudieron contestar diciendo: “Del cielo”, sin condenarse a sí mismos.
En sus deliberaciones, el otro cuerno del dilema tampoco les ofrece consolación, pues si afirman que el bautismo de Juan era de los hombres, posiblemente la gente les apedree[18] porque para la gente, Juan era un verdadero profeta de Dios que cumplió profecía respecto a la obra de preparación para la venida del Mesías. La gente representada en el Templo en este momento hizo dos días declaraba que Jesús es el hijo de David, el Mesías. Ante esta gente los líderes judíos no pueden negar lo auténtico de Juan y de Jesús.
Terminan, pues, su consulta y dan su respuesta. ¿Qué? ¿No saben estos líderes religiosos del pueblo, y jueces de las cosas de Dios, si Juan era un verdadero profeta de Dios, o no? ¿No es su deber saber? Sí saben, pero no son honestos. Al decir: “No sabemos”, en realidad dicen: “Rehusamos contestar la pregunta”.
Las palabras de Jesús implican que ellos rehusaban contestar la pregunta que él les hizo, y que por eso eran hombres totalmente insinceros y falsos. ¿Por qué honrar la pregunta de ellos con una respuesta si ellos mismos no eran sinceros? Ellos quedan totalmente desacreditados ante la gente. Son expuestos como cobardes espirituales. No aman la Ley que pretenden representar.
Marcos 12 comienza con una parábola que Jesús dirige en su contra, prediciendo su destrucción, ya que, endurecidos de corazón, rechazan la autoridad de Jesús el Cristo.
b) El hijo obediente (Mateo 21.28-32).
Ahora Jesús les habla tres parábolas para exponer y condenar a los líderes de los judíos. Un hombre tenía dos hijos a los que envía a trabajar en su viña. El primero se negó a ir, este hijo representa a los publicanos y las rameras, que abiertamente decían “no quiero” a Dios, pero después, se arrepiente, se lamenta y va.
El otro, rápidamente responde que va a ir, pero no fue. De esta manera se usa la parábola para que los culpables, al contestar una pregunta o comentar, se condenan solos[19]. Los líderes religiosos decían: “Señor, Señor”[20], pero no hacían la voluntad de Dios.
El Reino todavía no se había establecido, pero los pecadores arrepentidos iban con pasos seguros hacia él, porque creyeron a Juan; es decir, “…eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados”. El trabajo de Juan era preparar el pueblo para Cristo y su Reino.
Juan practicó la misma justicia que la Ley demandaba, aquella de la cual los fariseos se jactaban sin practicarla; sin embargo, lo habían rechazado. No podían descubrir en él la más pequeña desviación de la Ley, pero aun así rechazaron su mensaje. No podían dejar de ver el significado de lo que Jesús decía.
c) Los viñadores asesinos (Mateo 21.33-44; Marcos 12.1-11; Lucas 20.9-18).
Recordemos que estas parábolas del día martes van dirigidas en particular a los fariseos, a los saduceos y a los herodianos.
La segunda que encontramos en los sinópticos es la de los labradores malvados. Esta parábola delinea el largo rechazamiento de parte de los judíos de los siervos de Dios y finalmente del Hijo mismo. De esto Jesús ya había profetizado a sus discípulos. El cumplimiento queda a tres días de este.
Después Jesús sostiene varias discusiones con ellos en el Templo. Es un día de debate y conflicto continuo con ellos.
El cuadro representa a la obra de Dios, al escoger a Israel por pueblo suyo[21]. Hace todos los preparativos y arrienda su obra a los labradores; es decir, a los judíos[22] y a sus dirigentes[23] que habían de producir el fruto de vidas santas. Se ausentó por mucho tiempo[24]; esto puede referirse a la dispensación mosaica en que Dios confía a los líderes espirituales la responsabilidad de guiar a Israel según la Ley de Moisés.
El señor envía a un siervo el fruto de la viña. En esta figura se presenta el “fruto” de obediencia y adoración que Dios espera de su pueblo, y los esfuerzos de Dios de preservar a su pueblo por enviarles profetas con advertencias y admoniciones. El aumento de maldad de parte de los judíos es visto en el aumento de malos tratos que ellos infligen en los siervos de Dios.
La palabra “siervo” aquí se traduce el vocablo griego que significa “esclavo”. El esclavo no tiene voluntad; hace solamente la de su señor. Los profetas anuncian sola y fielmente las declaraciones de Dios.
Jesús no trata de suavizar sus palabras para no “ofender” a los dirigentes religiosos de quienes y a quienes está hablando. Consideremos el lenguaje de Jesús, registrado en Mateo 23.33-34.
Les envió un siervo y lo golpearon sin devolver el pago. Les envió otro y este fue apedreado. La descripción del rechazamiento de parte de los dirigentes judaicos de los profetas de Dios progresa de mal en peor, de golpear al cuerpo a herir en la cabeza. Es más; lo afrentan, lo despidien con deshonra[25].
Envía un tercero y lo matan; y a otros, los golpean y matan. Se hace referencia a la historia de Israel al rechazar a los embajadores de Dios, tratándolos vergonzosamente. Por fin, mataron a Juan el bautizador, el mensajero de Dios para preparar la gente para la venida del Mesías. En este cuadro vemos también la paciencia de Dios, al enviar muchos mensajeros para el bien de su pueblo[26].
Por último, con la venida del Mesías, llegaron “los postreros días”[27], el “cumplimiento del tiempo”[28], “la consumación de los siglos”[29]. El amado hijo representa a Jesucristo. Seguramente, el pueblo de Dios por quince siglos, respetarán al mismo Hijo de Dios[30]; pero, no[31]. Jesús fue enviado por Dios[32], fue el Apóstol, del griego, apostolos, que significa “uno enviado con una misión”.
Al igual que los labradores, los gobernantes judíos ya habían determinado matar a Jesús[33]. Tenían la idea de que por matar a Jesús podrían seguir poseyendo la nación[34]. Esto es lo que esta parte de la parábola significa.
Le asesinan y lo dejan abandonado fuera de la viña, ni siquiera lo entierran. Esta parte de la parábola enseña la grandeza de la rebelión que caracteriza a los líderes judíos. En realidad, no solamente los gobernantes, sino también el pueblo rebelde de judíos fueron culpable de la muerte de Jesús[35]. El judío hasta la fecha también es culpable de la crucifixión del Hijo de Dios si está de acuerdo con ese hecho infame.
En realidad Jesús fue muerto fuera de Jerusalén[36]. Mateo y Lucas en sus narraciones de la parábola especifican que los labradores le echaron fuera de la viña y le mataron[37]. Marcos no contradice, sino sencillamente registra los dos hechos del caso: El ser muerto y el ser echado fuera de la viña.
Mateo 21.41 da el detalle de la respuesta a la pregunta de esta gente[38]. Es correcta la respuesta porque la gente está siguiendo objetivamente la parábola, sin pensar en la aplicación de ella a los gobernantes y demás judíos rebeldes.
Aunque Jesús en esta ocasión se dirige principalmente a los gobernantes judíos, esta parte de la parábola tiene su cumplimiento en la destrucción de la ciudad de Jerusalén y de la nación judía en su totalidad. Mateo 21.43 nos informa que “el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él”. El Israel literal por quince siglos había sido el Reino de Dios, pero ahora la Iglesia, compuesta principalmente de gentiles[39], es el Reino actual de Dios.
Jesús a menudo apelaba a las Escrituras. Él pregunta: “¿Ni aun esta Escritura habéis leído?”, lo que implica que los oidores sabían de este pasaje del Antiguo Testamento. Hacía poco que la gente había citado de este mismo Salmo.
Los “edificadores” son Israel en la carne. Rechazan al Mesías, a Jesucristo, a quien Dios exalta a la posición de piedra angular del Templo verdadero, la Iglesia[40]. Esta profecía apunta al rechazamiento del Mesías para luego ser resucitado de los muertos para ser la Cabeza de la Iglesia, el Reino Espiritual y verdadero Templo de Dios[41]. Pedro cita este pasaje dos veces[42] para dar referencia al rechazamiento de Jesús por los judíos y de su subsecuente exaltación por Dios.
Jesucristo es el fundamento de la Iglesia, la Casa de Dios[43], pero es la piedra angular[44] en el sentido de que dirige y controla lo demás del edificio.
Lo que Dios ha hecho es exaltar al Mesías rechazado, y esto según su “determinado consejo y anticipado conocimiento”[45]. ¡Qué maravilla! La piedra desechada por los edificadores tan “sabios”, ha sido hecha la piedra angular de la Casa de Dios. El que fue crucificado como malhechor, ha sido elevado como el Rey glorioso.
d) Los sacerdotes y fariseos (Mateo 21.45-46; Marcos 12.12; Lucas 20.19).
Jesús ya había explicado uno de los propósitos de las parábolas[46], pero aquí vemos otro propósito; es decir, al oír estas parábolas, los líderes de los judíos “entendieron que hablaba de ellos” y, desde luego, tenían razón.
Ellos querían arrestar a Jesús, pero temían al pueblo, ya que ellos le tenían por profeta. Si el pueblo creía que Jesús era profeta, entonces tenía derecho de hablar de esa manera, por más que les provocara a los líderes. Pero todavía no le hacían nada porque su hora no había llegado.
e) El tributo a César (Mateo 22.15-22; Marcos 12.13-17; Lucas 20.20-26).
Los fariseos “consultaron”, “deliberaron”, querían formular alguna estrategia eficaz como lo hacen los militares para derrotar a sus enemigos. Lucas 20.19 agrega que “los principales sacerdotes y los escribas” estaban involucrados en esta maniobra; trataban de “sorprenderle”, del griego pagideuo, que significa “entrampar, poner lazos o trampas”. Los fariseos no descansarían hasta que hubieran crucificado a Jesús. Estaban asustados por la fama e influencia de Jesús después de la resurrección de Lázaro[47], y estaban resueltos a acabar con esa amenaza a su poder sobre el pueblo. Además estaban enfurecidos por las parábolas en las que Jesús pintaba una imagen tan clara de la conducta y condenación de ellos.
Algunos abogados tratan de enredar a los testigos para que estos se contradigan y desacrediten su testimonio. No hacen preguntas para obtener información, sino para proponerles dilemas de los cuales no pueden escapar. Tales interrogadores exigen que el testigo conteste sus preguntas con una sola palabra, que sí, o que no, cuando muchas veces no es posible responder así. Tales preguntas no se hacen con sinceridad, sino para poner trampas.
Los “maestros” fariseos no enfrentan a Jesús directamente, sino que envían a sus discípulos con los herodianos, que comienzan su interrogatorio de manera zalamera, aunque lo que dicen es cierto, ya que ellos destacan la veracidad irreprochable de Jesús, su exhibición verídica del “camino de Dios”, su desatención a la oposición humana y a las distinciones de rango y poder, rasgos distintivos de carácter que deberían provocar admiración, trataron de usar como instrumentos para su destrucción.
Ellos presentan un dilema a Jesús. La palabra “dilema” se define de la siguiente manera: Argumento que presenta al adversario una alternativa de dos proposiciones tales que resulte confundido cualquiera que sea la suposición que escoja[48]; es decir, cualquier respuesta a tal argumento no será favorable para el que responda, sino que le dejará involucrado en problemas de alguna clase. Hablando en forma general, cuando uno confronta un dilema, no hay salida buena. Algunos hablan de los dos “cuernos” de un dilema; los discípulos de los fariseos querían “colgar” a Jesús en uno de los cuernos del dilema propuesto por ellos. Querían que Jesús les diera una sencilla respuesta con un sí o un no, pero Jesús no cayó en su trampa; no había dilema para Él. ¿Cuáles fueron, según el plan de ellos, las dos alternativas u opciones de Jesús?
1) Que si contestara que sí deben pagar los impuestos, entonces iba a perder su popularidad, porque los judíos, siendo súbditos de los romanos, tenían que pagar impuestos a Roma, pero de muy mala gana. Si Jesús hubiera dicho que sí es necesario pagar los impuestos, entonces los fariseos le habrían acusado de traidor a la nación de Israel, y habrían enfatizado que el verdadero Mesías nunca diría tal cosa porque al contrario este quitaría el yugo de Roma. Gamaliel dijo que “se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo”[49]. Esto ocurrió “en los días del censo” que tuvo que ver con la imposición de impuestos romanos que causó tanto resentimiento entre los judíos. La oposición al impuesto romano fue la causa de otra insurrección de los judíos en el año 66 d.C., de la cual resultó la destrucción de Jerusalén en el año 70.
2) Que si contestara que no deben pagar los impuestos, entonces los herodianos habrían ido directamente a Pilato con esas noticias y este habría enviado soldados de una vez para prender a Jesús como sedicioso y alborotador[50]. Los judíos le acusaron falsamente diciendo “que prohibe dar tributo a César”[51]. Jesús no prohibió tal cosa.
Los fariseos creían que cualquier respuesta dada por Jesús le sería muy problemática, sea con los judíos o con los romanos. Es lo que fariseos deseaban. Para ellos no había otra alternativa. Creían que podían pintar a Jesús como rebelde contra Roma o, de otro modo, como traidor contra la nación de Israel. Lo que ellos ignoraban era que verdaderamente había otra alternativa, porque los judíos podían someterse a los romanos y pagar los impuestos y al mismo tiempo mantener su fidelidad a Dios. Los cristianos tienen la misma alternativa[52].
Jesús mostró en esta oportunidad exactamente lo que significa ser no solamente “sencillos como palomas”, sino también “prudentes como serpientes”. Estaba dispuesto a contestar esta pregunta importante, muchos judíos sinceros querían saber la respuesta, pero antes de contestarla, era necesario exponer la hipocresía y malicia de los fariseos. Su fingida admiración de Jesús era hipocresía, y su fingida lealtad a César[53] también era hipocresía.
En varias ocasiones Jesús demostró su omnisciencia al manifestar que Él sabía los pensamientos de la gente[54]; por eso, estaban sin excusa estos que llegaron a Jesús fingiendo la piedad y proponiendo una pregunta tan capciosa.
Jesús pide la moneda del tributo, la moneda romana de plata con la cual se paga el impuesto romano. A Jesús no le interesaba ver la moneda, sino que ellos se fijaran en ella, porque esa misma moneda llevaba prueba irrefutable de lo que Jesús iba a decir en ese momento. Jesús, el perfecto Maestro, otra vez les dio una lección objetiva.
Podemos imaginarnos de manera dramática a Jesús levantando la moneda sobre su cabeza, poniendo la inscripción a la vista de todos y preguntando: “¿De quién es esta imagen, y la inscripción?” Todos los presentes habían visto esa moneda y es probable que la respuesta saliera en coro: “De César”. Y ahora casi puedo ver la sonrisa en el rostro de Jesús ya que aquellos que habían venido a poner un dilema caen en su propia trampa. Si la moneda era de César, ¿a quién podía pertenecer más que a César?
La palabra griega para “dar” es apodidomi que significa “entregar de vuelta, devolver, pagar lo que se debe”. El dinero que usaban los judíos era de César; por lo tanto, deberían devolvérselo. Sin embargo, la imagen de Dios está grabada en nosotros mismos[55] y, por lo tanto, debemos devolver nuestra vida a Él. Estaba grabada en la moneda la imagen de la cabeza de César, y la inscripción decía: “Tiberio César, el hijo Augusto del Augusto Divino”. Los fariseos no querían ni siquiera mencionar la inscripción tan odiosa a los judíos, porque proclamaba la divinidad del emperador.
La moneda con su inscripción daba prueba de que el gobierno romano estaba establecido en esa tierra. Los judíos usaban la moneda romana, y aceptaban los beneficios ofrecidos por el gobierno romano, pero no querían pagar el impuesto. Lo que Jesús les dijo implicaba que si los judíos usaban el dinero de César, era justo que pagaran el impuesto a César, pero agrega que debemos dar a Dios lo que es de Dios, afirmando así la soberanía absoluta de Dios. Además, la práctica de devolver a Dios lo que es de Dios destruye la idolatría.
Esta enseñanza se explica más ampliamente en Romanos 13.1-7 y 1 Pedro 2.13-17. El gobierno civil ha recibido la autoridad que tiene de Dios[56]. Los russellistas enseñan que no se puede saludar la bandera de su patria, pero en esto como en muchas otras cosas demuestran su rebelión contra la Palabra de Dios. El único problema para la conciencia del cristiano sería que el gobierno exigiera algo que contradijera la voluntad de Dios y en ese caso el cristiano tiene que ser fiel a Dios, cueste lo que cueste[57].
No había, pues, ningún dilema para Jesús. La primera parte de su respuesta agradó a los herodianos y la última parte de su respuesta agradó a los judíos.
Ellos se maravillaron de que Jesús descubriera inmediatamente la trampa de ellos, de que escapara tan fácilmente del supuesto dilema propuesto por ellos, de que no promoviera la revolución contra los romanos aunque Él mismo pensaba establecer su Reino, y de que no fuera afectado por la lisonjería. Seguramente en ese momento se acabó la esperanza de muchos judíos de que Cristo fuera el Mesías militar tan deseado.
f) Como ángeles (Mateo 22.23-33; Marcos 12.18-27; Lucas 20.27-40).
Los saduceos negaban la resurrección, o que hubiese ángeles o espíritus. Desde luego, si decían que no hay espíritu, tampoco habría ángeles[58] y no habría necesidad de la resurrección del cuerpo, porque en la resurrección los cuerpos se unen con sus espíritus. Sin embargo, las Escrituras enseñan claramente que el espíritu existe[59].
Los saduceos vienen a Jesús probablemente con su argumento favorito y más “fuerte” y probablemente con él hubieran ganado muchos debates a los fariseos. Traen un “enigma” para ver si Jesús puede resolverlo. Primero tratan de buscar apoyo en la Ley: Cuando un hombre muere y no ha tenido hijos, su hermano debe casarse con la viuda para levantar heredero al muerto[60].
Para hacerlo más impactante, ellos hablan de siete hermanos; aunque dos maridos hubieran sido suficientes para demostrar el punto de vista de ellos. Pero siete hacen que la historia sea más interesante y podría hacer que la historia de la resurrección resultase aun más absurda.
Según su ejemplo, los siete hermanos fueron maridos de la misma mujer y murieron sin haber tenido hijos y por último murió la mujer. Viene la duda de ellos: “En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?” Sin lugar a dudas solucionar tal problema habría sido demasiado difícil aun para Salomón, pero el argumento tendría mérito solamente si en la resurrección todavía existiera el estado matrimonial. Los saduceos cometieron un error que es demasiado común en el mundo religioso, el de sacar una deducción o conclusión errónea de cierto texto bíblico. Ellos torcieron las Escrituras al concluir que esta Ley de Deuteronomio 25.5 de alguna forma afectaran a los que resuciten de los muertos.
Si los saduceos hubieran “leído” bien las Escrituras[61], habrían aprendido que Abraham, Isaac y Jacob aún viven, pues ni siquiera los saduceos afirmarían que Dios es Dios de los muertos. ¿No habían leído Éxodo 3.6; Salmos 16.9-11; Daniel 12.2-3? ¿No creían que 1 Reyes 17.22; 2 Reyes 4.35; 13.21 hablan de la resurrección literal del cuerpo?
Ignoraban las Escrituras, y torcían las que usaban. Deuteronomio 25.5 obligaba a los israelitas a perpetuar las familias de cada tribu. Dios no quería que desapareciera el nombre de ningún israelita, pero no había nada en esa Ley que enseñara o implicara que habría matrimonio después de la muerte porque la vida eterna significa que ya no habrá muerte. En esta vida el matrimonio es necesario porque los hombres mueren y es necesaria la procreación para reemplazar a los muertos, pero “en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”. Los saduceos mostraban su ignorancia de las Escrituras cuando enseñaban que si hubiera resurrección, las relaciones humanas tendrían que continuar como aquí en la tierra. Es cierto que Jesús aclara bien esta cuestión, pero las Escrituras del Antiguo Testamento no enseñaban tal doctrina. Los saduceos mostraban su ignorancia, pues, porque introducen una premisa falsa, una que es absolutamente ajena a Moisés, es decir, que en el otro mundo, las mismas condiciones prevalecen que existen en este mundo.
Los “mormones” cometen el mismo error que los saduceos porque enseñan el matrimonio celestial. Practican “matrimonios de templo para tiempo y eternidad”. Son saduceos modernos. Los russellistas también son saduceos porque niegan la existencia del espíritu. Los mormones enseñan que la relación matrimonial continúa en la vida eterna para multiplicar la raza humana. Por esa razón se casan en su templo para solemnizar el matrimonio para la eternidad, no solamente con una mujer sino con varias[62]. De esta doctrina carnal de los mormones, se puede concluir lógicamente que la “esperanza” de la devota mormona es la de estar eternamente embarazada.
También los saduceos ignoraban el poder de Dios, suponiendo que si hubiera resurrección, Dios tendría que resucitar al cuerpo con las mismas características que tiene en este mundo. En esto estaban equivocados, porque en la resurrección seremos como los ángeles. No habrá matrimonio porque ya no habrá “varón y hembra”[63], y no se casan para tener hijos porque nadie muere. En la resurrección abandonamos tales características humanas y tendremos las cualidades de espíritu que pertenecen a los ángeles de Dios.
Luego, por su propia autoridad, Jesús afirma explícitamente que “en la resurrección ni se casan ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”.
Jesús cita el Éxodo, que el mismísimo libro que los saduceos estimaban superior a todos los demás[64].
Si los patriarcas viven, entonces hay vida después de la muerte, pero el espíritu no está completo sin cuerpo. Cuando el hombre muere está sin cuerpo y por eso “desnudo”, pero “no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos”[65]. Los saduceos no podían refutar este argumento. Tuvieron que admitir que la prueba de la existencia del espíritu humano aparte del cuerpo era prueba también de la realidad de la resurrección.
De esta manera terminaron los interrogantes por parte de los saduceos. ¿Para qué seguir preguntándole si cada vez que le hicieron preguntas fueron avergonzados? Sus preguntas revelaron que no eran sinceros, pero en realidad esto ayudó la causa de Cristo. Las controversias entre Cristo y los líderes religiosos eran pruebas intelectuales. Jesús había hecho muchos milagros en Galilea y aun en Judea para dar amplia evidencia de que Él es el Hijo de Dios[66]. Con razón, pues, en estos días finales de su vida daba prueba de su superioridad de conocimiento, intelectualidad y capacidad como debatista.
g) El mandamiento mayor (Mateo 22.34-40; Marcos 12.28-34).
Un escriba fariseo hace una pregunta por tentarle: “¿Cuál es el gran mandamiento en la ley?” Probablemente creían que Jesús nombraría uno de los diez mandamientos, pero Jesús citó Deuteronomio 6.5 y Levítico 19.18, y afirmó que “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”.
La palabra corazón se usa en la Biblia para incluir el intelecto, la voluntad, las emociones y la conciencia. Este mandamiento significa, pues, amar a Dios con todo el ser.
Lucas 10.25-28 es una ilustración excelente de este segundo mandamiento, porque para los judíos, como muchos otros, el significado de “prójimo” era muy limitado. En la parábola del buen samaritano Jesús nos hace ver que aun los enemigos son nuestros prójimos[67] y que la palabra amar significa tener buena voluntad hacia otros para ayudarles.
El primer mandamiento abarca los primeros cuatro del decálogo, y el segundo mandamiento abarca los otros seis mandamientos[68].
h) La pregunta de Jesús (Mateo 22.41-46; Marcos 12.35-37; Lucas 20.41-44).
Jesús ya había confundido a los fariseos y saduceos, y ahora Él mismo tomó la ofensiva haciéndoles una pregunta que no se atreverían a contestar. Lo hizo para exponer su ignorancia del significado de las profecías del Antiguo Testamento, para humillarlos y, de esa manera, para disminuir la confianza que la gente tenía en ellos como guías. También les hizo esta pregunta para hacerles reconocer la naturaleza verdadera del Mesías; es decir, que el Hijo de David era superior a David mismo, porque su descendiente era su Señor. Esta pregunta no es exactamente como la de Mateo 16.13. No pregunta qué dicen o qué piensan de Jesús, sino: “¿Cuál es vuestra opinión sobre el Cristo?”[69], mayormente en cuanto a su genealogía.
Tiene que ver con el concepto de la gente de su Mesías venidero. Es una pregunta específica: “¿De quién es hijo?” Contestaron: “De David”[70]. El Mesías es un Personaje divino. Los judíos no creían esto, y no querían creerlo. Solamente querían un Mesías político, un rey nacional, que venciera a sus enemigos y exaltar en toda manera posible a la nación de Israel, devolviéndola a la gloria que gozaba bajo el reinado de David y Salomón. Por lo tanto, aunque Jesús hacía muchos milagros, el pueblo no quería creer en su divinidad. Sin embargo, la gente sí llamaba a Jesús “Hijo de David”[71].
De nuevo pregunta Jesús: ¿Cómo es posible que David fuera inspirado a llamarle “Señor”? Es decir, los hijos le dicen a sus padres “señor”, no a la inversa. Ahora, también eso implica que cuando David escribió, el Mesías tenía que estar en existencia en ese entonces.
Además, este lenguaje indica que el Hijo de David sería el Señor, con poder, honor y gloria[72] hasta que tuviera a sus enemigos bajo sujeción[73]. Todos los enemigos de Cristo que se levanten contra Él serán sojuzgados.
Nadie le respondía porque no creían que el Cristo sería divino, ni mucho menos que Jesús era divino[74], pero no podían negar que lo que Jesús decía de sí mismo armonizaba perfectamente con Salmos 110.1.
De esta manera terminaron los interrogantes. ¿Para qué seguir preguntándole, si cada vez que le hicieron preguntas, quedaban avergonzados? Sus preguntas revelaron que no eran sinceros, pero en realidad esto ayudó la causa de Cristo. Las controversias entre Cristo y los líderes religiosos eran pruebas intelectuales. Jesús había hecho muchos milagros en Galilea y aun en Judea para dar amplia evidencia de que es el Hijo de Dios[75]. Con razón, pues, en estos días finales de su vida daba prueba de su superioridad de conocimiento, intelectualidad y capacidad como debatista.
i) Sepulcros blanqueados (Mateo 23.1-39; Marcos 12.38-40; Lucas 20.45-47).
Habiendo contestado las preguntas solapadas de sus detractores, exponiendo su ignorancia de las Escrituras que enseñaban a su modo, y habiéndoles hecho una pregunta sobre el Hijo de David que ellos no podían contestar, ahora delante de todos comienza a denunciar el carácter depravado de ellos.
Una cátedra era un asiento elevado, desde donde el maestro daba la lección a los discípulos. La palabra “cátedra” viene del griego “katedra” y significa “silla”. Cuando estudiamos Mateo 5, notamos que Jesús, a la usanza de los maestros de su época, se sentó para enseñar. Los maestros se sentaban, y cuando Jesús habla que los escribas y fariseos se sentaban “en la cátedra de Moisés”, se está refiriendo a que ellos trataban de interpretar las enseñanzas de Moisés.
Jesús los reconoce como los maestros de la ley de Moisés. Desde el principio de su ministerio, Jesús insistía en completa obediencia a la Ley[76]. Por lo tanto, puesto que los escribas y fariseos eran los reconocidos maestros de la ley de Moisés, cuando enseñaban la Ley era necesario obedecerles. Pero esto no se refiere a las tradiciones de los hombres, sino a lo que estaba escrito en la Ley de Moisés. Aunque Jesús refutaba los errores doctrinales de ellos, el pueblo estaba obligado a obedecer la ley de Moisés enseñada por ellos. En este texto Jesús no denuncia sus errores doctrinales, sino su falta de practicar lo que enseñaban.
Las “cargas pesadas y difíciles de llevar” no eran los mandamientos de la Ley escrita, sino las tradiciones que ellos agregaban a la Ley de Moisés. Lo que Jesús dice no se debe confundir con Hechos 15.10. La ley de Moisés era un “yugo”, pero también la Ley de Cristo lo es[77]. Pedro simplemente afirma lo que Pablo en Romanos 3.23, que todos habían pecado; es decir, solamente Cristo guardó la Ley de Moisés perfectamente, pues todos los demás pecaron. Pero Cristo no se refiere a esa Ley, sino a las tradiciones que había condenado. Los escribas y fariseos tenían unos treinta reglamentos sobre guardar el sábado. Sin embargo, inventaban salidas cuando ellos no querían guardarlos.
Los fariseos, interpretando literalmente Éxodo 13.9, 16 y Deuteronomio 6.8; 11.18, se escribían en tiras de pergamino algunos preceptos de la Ley; estos preceptos se encerraban en cajitas que eran atadas al brazo izquierdo o a la frente con filacterias o lazos. Jesús criticó que los fariseos hicieran las filacterias llamativamente anchas[78]. Mucha gente piadosa de su tiempo llevaba las filacterias no solo para la oración, sino durante todo el día, los que llegaron a convertirse en una especie de amuletos contra toda clase de amenazas y por ello Cristo echa en cara a los fariseos el hecho de que “ensanchen tanto sus filacterias”, o sea, que extreman la celebración externa de los actos de piedad.
Las franjas o flecos en los mantos[79] servían para recordar al pueblo su relación con Dios y sus leyes, que ellos eran su pueblo escogido, pero la Ley no especificaba lo largo de los flecos. Los fariseos, movidos por el orgullo y el deseo de ser reconocidos como muy piadosos, alargaban los flecos. De esa manera, en lugar de cumplir el propósito original de Dios, llegaban a ser exhibición de su orgullo y su deseo de ser alabado por los demás.
Los fariseos también eran felices en tomar los puestos principales en las cenas y las mejores sillas en las sinagogas y que los hombres los llamaran “maestros”. La explicación de Jesús identifica el mal de llevar títulos como el usurpar a Dios como Padre y a Cristo como Maestro. Desde luego, hay maestros en la iglesia[80], y por implicación Pablo se refiere a sí mismo como el padre de los corintios[81], pero lo que se condena es el uso de títulos religiosos. Pablo nunca se refiere a sí mismo como “Padre” Pablo, y nunca llamó a los otros apóstoles el “Padre” Pedro o el “Padre” Juan, mucho menos el “Reverendo Padre” fulano de tal. El uso de tales títulos entre los que profesan ser seguidores de Cristo es innegablemente una marca de apostasía, aunque eso no quiere decir que cuando alguno ha recibido un título por sus estudios, como bachiller, licenciado, doctor u otro, sea pecado utilizarlo, siempre y cuando esto no implique una exaltación idolátrica.
Recordemos que la prueba de grandeza no se ve en el uso de títulos, sino en el servicio humilde. La soberbia del hombre le hunde; pero al humilde de espíritu la honra le levanta.
En Mateo 23 Jesús expone la falsedad de aquellos que siempre insisten en la “predicación positiva”. Desde luego, tales personas son en realidad muy negativas, porque denuncian fuertemente a los que son negativos. Debaten mucho con otros afirmando que no se debe debatir, critican mucho a otros diciendo que no se debe criticar, etc. ¡Nadie es tolerante! Los más intolerantes son los que profesan ser tolerantes, porque estos son muy intolerantes de los que tildan de intolerantes. Lo importante es que tengamos la intolerancia de Jesús. El decía la verdad y al concluir expresó tristeza sobre la condición de estos líderes judíos.
La condición lamentable de la Iglesia en muchas partes se debe en gran parte a la falta de no condenar el pecado y el error. La Iglesia está absorbiendo la filosofía de la sociedad general en ser cada vez más tolerante del crimen, la homosexualidad, el divorcio y nuevas nupcias, el aborto, las drogas y toda clase de maldad.
La palabra “ay” es una interjección, se usa en denuncia y expresa admiración, aflicción o dolor, pero en Mateo significa una denuncia solemne del juicio. Implica que grandes calamidades les esperan a los culpables. Jesús pone “ayes” en contraste con las “bienaventuranzas”.
El conocimiento de la verdad es la puerta por la cual se entra en el Reino, y los escribas y fariseos se oponían a la verdad. Hicieron todo lo posible por evitar que la gente creyera en Jesús. Estos no podían literalmente cerrar el Reino, porque solamente Dios tiene esta autoridad, pero estos eran los líderes del pueblo y, en un sentido figurado, cerraron el Reino al enseñar error acerca del Mesías y al negar a Jesús y contradecir sus enseñanzas[82]. Cerraron el Reino con la fuerza de su ejemplo[83] y por su autoridad[84]. Estos maestros no enseñaban la Ley de Dios, sino sus tradiciones; aun invalidaron la Ley de Dios con ellas[85]. Quitaron la llave del conocimiento del Antiguo Testamento: La Ley, los profetas y los salmos, porque no explicaron la naturaleza típica de los sacrificios y otras cosas de la Ley, ni tampoco las muchas profecías que apuntaban hacia Cristo: Su nacimiento, su ministerio, su muerte, resurrección, ascensión y coronación.
¡Qué descripción tan viva del clero romano, quienes son los sucesores de aquellos escribas!, pero no solamente el clero romano, sino los mormones, los russellistas, los adventistas, los pentecostales y otros evangélicos hacen todo lo posible por evitar que la gente escuche y obedezca al Evangelio puro. Hacen lo mismo muchos predicadores de la Iglesia que en lugar de obedecer el Evangelio se engordan al estar de ociosos en sus casas en lugar de estar trabajando en la Obra.
Muchos padres rehúsan entrar en el Reino e impiden a sus propios hijos. También muchos esposos incrédulos hacen todo lo posible por evitar que sus esposas e hijos asistan a los servicios.
Sin embargo, es necesario enfatizar que todo el mundo es responsable delante de Dios y debe aprender la verdad y obedecerla. Nadie puede decir a Dios: “Yo soy inocente porque otros cerraron el Reino y yo no podía entrar”. En el día de juicio no solamente todos los falsos maestros darán cuenta a Dios, sino también todos los seguidores.
Mateo 23.14 fue omitido por los mejores manuscritos, pero en Marcos y Lucas encontramos el paralelo que es genuino. Las “casas” de las viudas, significa su propiedad y posesiones. Lucas dice que los fariseos eran “avaros”[86]. Ellos defraudaban a las viudas. Conspiraban con los hijos de sus madres viudas para ganar la herencia. Convencían a las viudas y a otros pobres a entregar la administración de su propiedad a ellos como guardianes y luego se aprovechaban de este arreglo para defraudarles. Entonces para evitar que los tales sospecharan su conducta perversa, se dedicaban a largas oraciones, hasta tres horas de duración, incluyendo el tiempo de meditación.
Los escribas y fariseos eran típicos de todo el comercialismo en el mundo religioso. Después de los primeros siglos se desarrolló el sistema comercial de la iglesia romana. La iglesia mormona es riquísima, más rica que muchas empresas importantes de los Estados Unidos. Los russellistas abusan de todos sus “publicadores” y otros, no pagándoles por su trabajo, sino exigiendo cada vez más ventas para enriquecer la organización. Los televangelistas defraudan a sus feligreses por millones de dólares. Televisan fotos de niños hambrientos, moscas y familias sin casas para pedir dinero, pero los directores de estos proyectos viven en mansiones y llevan vidas de puro lujo. Muchas iglesias esperan que sus ministros sean profesionales en su trabajo, pero les pagan salarios de hambre o simplemente esperan que el salario les llegue de Estados Unidos para no tener ellos que hacer esta inversión. Todos los tales darán cuenta al Señor por los abusos de la religión de Cristo[87].
Un prosélito es el que se convierte a cierta religión. Entre los judíos había “prosélitos de la justicia” que se circuncidaban, aceptaban la Ley de Moisés. Los “prosélitos de la puerta” eran los que renunciaban la religión pagana, y aceptaban algunas cosas de la Ley de Moisés y aun oraban a Dios, pero no se circuncidaron.
La implicación clara aquí es que los escribas y fariseos eran hijos del infierno. En la expresión “hijo del infierno”, la palabra “hijo” se refiere al destino de tales prosélitos; por lo tanto, significa “listos para el infierno”. Compárese “hijo de perdición”[88]. Esto se pone en contraste con los hijos del Reino[89]. Los hijos del infierno son los “hijos del malo”.
Muchos gentiles se convirtieron a la verdadera adoración de Dios y aceptaron la Ley de Moisés aun siendo circuncidados. Otros, como Cornelio, aprendieron del Dios verdadero y aun oraban a Él con toda sinceridad. Sin embargo, los escribas y fariseos solamente los convertían al fariseísmo, y al dejar las supersticiones de su religión pagana, sus conversos solamente aceptaban los aspectos peores de la religión de los judíos. Estos llegaban a ser peores que sus instructores, porque cada generación se alejaba más lejos de la ley y se apegaba más a las tradiciones humanas.
Muchos confunden la práctica de evangelizar a los de otras religiones con la práctica de los escribas y fariseos que ganaron prosélitos a su religión. El cristiano debe enseñar la verdad a todos, incluyendo a los que creen que ya están salvos, aunque sean miembros de iglesias humanas. Al enseñar a los que son miembros de alguna denominación el cristiano no es un “hipócrita” que anda “robando ovejas”, ni ganando “prosélitos”, como algunos suelen acusarle, sino que está enseñando y convirtiendo a los que todavía no han obedecido al Evangelio verdadero de Cristo. Muchos que profesan ser cristianos no tienen la décima parte del celo de los escribas y fariseos para recorrer “mar y tierra para hacer” discípulos para Cristo.
Hay peligro de que muchos no se conviertan a Cristo, sino que se ganen para que sean miembros de algún partido. Esto fue el problema de los judaizantes que Pablo tenía que resistir tenazmente. Estos tenían celo sin ciencia[90]. Los hermanos convertidos del paganismo estaban “habituados hasta aquí a los ídolos” y a duras penas se les convenció acerca de lo sacrificado a los ídolos. También la cultura influye en algunos después de su conversión al Evangelio. Por lo tanto, este Mateo 23.15 debe servir como advertencia a todos de que la comisión de Cristo significa evangelizar, es decir, convertir al mundo a Cristo, y no ser proselitistas que imponen las ideas, prácticas y prohibiciones predilectas de hermanos facciosos. Resta preguntar: ¿A qué o a quién convertimos a la gente?
La palabra juramento, horkos es en sentido primario equivalente a herkos, “una valla, un cercado, aquello que contiene a una persona”; de ahí, un juramento que es una afirmación o negación de una cosa que se hace tomando por testigo a Dios. Perjurar significa jurar en falso.
Conviene aquí un repaso de Mateo 5.33-37. En cuanto a la prohibición de este texto, The Expositor's Greek Testament explica que la conjunción griega mete, traducida “ni”, se usa “para conectar estos diferentes juramentos evasivos que forman un grupo homogéneo”, es decir, de la misma naturaleza. Por lo tanto, la prohibición: “No juréis en ninguna manera” se refiere solamente a la clase de juramentos identificados por las partes que siguen, las cuales no incluyen el juramento judicial, sino solamente los juramentos evasivos que los judíos usaban en la conversación ordinaria.
Santiago 5.12 nos hace ver lo serio de los juramentos hipócritas de los fariseos. El juramento es para confirmar lo que se dice, sea promesa o advertencia. Es como una garantía de que es cierto lo dicho. Véanse ejemplos de juramentos en el Nuevo Testamento: Mateo 26.63; Romanos 1.9; 2 Corintios 1.23; Gálatas 1.20; Filipenses 1.8. Lo que Jesús dice en Mateo 5.33-37 y 23.16-22 no prohíbe el jurar solemnemente en el nombre de Dios ante algún tribunal formal, sino el jurar a la ligera, jurar con hipocresía y el no cumplir con la palabra. Los escribas y fariseos jugaban con esta práctica solemne. A través de los siglos los hombres no sinceros han querido jurar por alguien o algo para dar más fuerza a su palabra que no vale, pero no quieren cumplir con el juramento que hacen. Pero dice Éxodo 20.7: “No tomarás el nombre de Adonay tu Dios en vano”. Esto es precisamente lo que hacían los escribas y fariseos[91].
Lo que se condena no es un solo pecado sino varios. Los que practican lo que Jesús condena en estos textos son hipócritas, mienten, insultan a Dios, toman en vano el nombre de Dios[92], insultan a la persona a quien jura, no son dignos de confianza, son insinceros, etc. ¿Cómo se puede describir a la persona que simple y sencillamente no quiere cumplir lo que dice?[93] ¿Por qué prometemos algo si no pensamos hacerlo? Toda relación humana se basa en la confianza. Es indispensable en el hogar. ¿Qué pasa cuando los esposos no toman en serio sus votos? ¿Cuando la esposa ya no confía en su marido o el marido ya no confía en su esposa? ¿Cuando no hay confianza en los hijos o en los padres? ¿Qué tan importante es la confianza en el trabajo o en los negocios? ¿Qué tan importante es pagar lo que se promete pagar? ¿Importa si los oficiales elegidos cumplen con sus promesas? Aun en la Iglesia es necesario recordarnos de la importancia de cumplir la Palabra; si se acepta alguna carga, es una promesa y si no se cumple, hay desconfianza entre hermanos. En toda relación y en toda actividad humana es necesario que seamos confiables. Al describir la nueva vida en Cristo Pablo dice: “Por lo cual, desechando la mentira hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros”[94]. Cuando no hay confianza, hay duda, sospecha, y aun temor. En el cielo no habrá mentirosos[95].
¿Qué significa la palabra perjurar? Jurar en falso, afirmar o negar algo que no es cierto. Se considera más serio que el mentir, porque es mentir bajo juramento. El perjurar ante el tribunal civil es un acto criminal.
El oro del Templo se refiere a las planchas de oro con las que gran parte del Templo estaba cubierta, y las vasijas de oro; y probablemente también las monedas de las contribuciones. Josefo afirma que Craso tomó del Templo ocho mil talentos de oro. Desde luego, el oro no tenía significado religioso alguno aparte del Templo.
Enseñaban los escribas y fariseos que algunos juramentos eran más solemnes que otros, que era necesario cumplir algunos pero no todos. Usaban la palabra deudor para indicar obligación, es decir, que estaban obligados a cumplir ciertos juramentos. Enseñaban que la obligación de cumplir el juramento dependía de lo sagrado del objeto por el cual se juraba; por ejemplo, decían que el oro del Templo era más sagrado que el Templo mismo. La palabra Templo en este texto es naos, “el santuario” y no simplemente el Templo con todos sus atrios, “hieron”. Parece que todo el mundo juraba por el Templo y que pocos se sentían obligados a cumplir su palabra; por lo tanto, se inventó algo para dar más fuerza al juramento: Agregaron el concepto del “oro del Templo”, diciendo que esto sería más obligatorio. Lo que hacían los escribas y fariseos era simplemente un rodeo o un juego. La Ley era muy clara[96], pero los insinceros buscaban salidas. Todas las tradiciones de los hombres son salidas. Son pretextos para no obedecer la Ley de Dios.
Jesús expone la hipocresía de estos maestros y nos hace ver que cualquier juramento es un juramento obligatorio. El que jura está obligado a cumplir, pero los escribas y fariseos se atrevían a decir acerca de cierto juramento que “no es nada”, es decir, no es necesario cumplirlo.
En primer lugar, como Jesús ya había enseñado no debe haber distinción entre la palabra sola y la palabra confirmada por un juramento. Nuestra palabra debe ser la verdad y no una mentira, y si es la verdad no necesita apoyarse con juramento. Si no es la verdad, el juramento no la ayuda.
Los escribas y fariseos hacían distinciones insensatas entre el Templo y el oro, entre el altar y la ofrenda, etc. Esta práctica condenable substituía al Creador con cosas creadas.
Todos los maestros falsos son “guías ciegos”, y los que se dejan engañar por ellos también se llaman “ciegos”. Nos duele ver a los millones que son engañados por el clero romano, los russellistas, los televangelistas, etc., pero la única esperanza para los tales es que comiencen a estudiar su Biblia y pensar por sí mismos. Parece que a muchas personas les gusta ser engañadas.
Jesús explica que las distinciones son absurdas, que tales enseñanzas humanas son insensatas y que los que las enseñan son ciegos. Este mismo juicio se puede aplicar a todos los mandamientos y enseñanzas de los hombres. Todos los líderes religiosos deben tomar nota de esto. Sus ideas parecen muy sabias a sí mismos, pero ante los ojos de Dios son insensatas. Por lo tanto, se puede decir que todos los mandamientos y enseñanzas de los hombres son puros rodeos y salidas para no obedecer y practicar la enseñanza del Nuevo Testamento[97].
Es muy obvio que el Templo mismo era más sagrado que el oro que lo adornaba.
La palabra “necios” bien describe a estos maestros falsos, porque tenían el asunto al revés: La ofrenda no santificaba el altar, sino que el altar santificaba la ofrenda.
No conviene substituir a Dios el Creador por las cosas creadas por Él. Los que juran por el cielo, la tierra, su propia cabeza u otra cosa bien saben que estas cosas están relacionadas con Dios. Siempre se jura por algo considerado importante y hasta sagrado, algo relacionado con Dios. De esta manera el juramento lleva más peso. Jesús explica que precisamente por esto es incorrecto jurar por tales cosas. Todo juramento es un solemne y obligatorio y está fuera de orden jurar por las cosas o personas creadas por Dios. El cristiano debe evitar los juramentos en la conversación diaria, y mayormente cuando esté irritado, asustado o enojado, y limitar el uso del juramento al testimonio delante del tribunal civil.
Los escribas y fariseos eran escrupulosos con respecto al diezmar pero descuidaban “lo más importante de la ley”[98].
La palabra diezmar significa pagar la décima parte[99]. La menta, de dulce olor, el eneldo y el comino, con semillas aromáticas, se usaban tanto como medicina como condimento. Las semillas del comino se usan, desde luego, para dar sabor a la comida. Para los escribas y fariseos todos los actos externos eran muy importantes y, por eso, obedecían la Ley del diezmo en las cosas más pequeñas.
Diezmar para sostener a los levitas[100] era importante, pero la Ley de diezmo era provisional, necesaria para un tiempo limitado y para ciertas personas en particular, pero “la justicia, la misericordia y la fe” son de más peso porque siempre han afectado a toda la familia humana, y lo harán hasta el fin. La justicia tiene que ver con el tratamiento correcto del prójimo; la misericordia significa la disposición de mostrar compasión y ayudar al prójimo, siendo paciente y tolerante en imitación de Cristo, y la fe en este contexto no solo se refiere a la fe en Dios, sino también a la expresión de esa fe en la vida diaria[101]. Estas cualidades no tenían importancia para los fariseos, como se ve principalmente en su actitud hacia Jesús.
¡Compárense las tres cosas que eran tan importantes para los escribas y fariseos con las tres cosas que son tan importantes para Cristo! Hoy en día, ¡cuántos de los que asisten cumplidamente a los servicios religiosos son deshonestos, egoístas y duros en su trato de la gente![102] Los Proverbios hablan mucho sobre la justicia[103]. Cristo practicaba la misericordia sanando a los enfermos, dando la vista a los ciegos, etc. Colosenses 3.12-13 y otros textos enfatizan la necesidad de la misericordia entre hermanos.
Dios es el Amigo y Protector de los oprimidos. Los escribas y fariseos condenaban a los discípulos por no lavar las manos antes de comer, pero su corazón estaba endurecido hacia los pobres, enfermos, ciegos, leprosos y pecadores. El Nuevo Testamento habla mucho del amor fraternal, pero los escribas y fariseos no sabían nada de esta virtud. Muchos religiosos entienden y practican los actos externos mejor que “la justicia, la misericordia y la fe”. Cristo dice claramente que “lo más importante de la ley” son estas cualidades internas, las características de un corazón convertido al Señor.
El diezmar correctamente, de acuerdo al plan y propósito de Dios, era practicar la justicia hacia Dios[104], la misericordia hacia los pobres[105] y la fe o fidelidad hacia sus semejantes y, desde luego, tener completa confianza en Dios. Pero al diezmar los escribas y fariseos solamente cumplían con un requisito externo sin tomar en cuenta el significado del acto.
Parece que no se daban cuenta de su inconsecuencia. Profesaban estar dedicados a la ley de Moisés[106], pero la quebrantaban para apoyar sus tradiciones[107]. Los cristianos deben ser consecuentes[108] y no dar preferencia a ciertas leyes al descuidar otras[109]. Existe el peligro de que tengamos mucho celo por algunos requisitos más fáciles y poco celo por otros mandamientos que no nos conviene.
La Ley de Moisés requería que los israelitas pagaran el diezmo de los frutos de la tierra y del ganado[110]. El diezmo era entregado a los levitas para el sostén de ellos y el culto[111]. El pueblo descuidaba la práctica en los días del profeta Malaquías[112]. Los levitas también tenían que diezmar[113].
Aparte de diezmar los israelitas habían de observar las siguientes leyes:
1) Tenían que dejar una parte de la cosecha para los pobres[114]
2) Los primogénitos del pueblo, como también del ganado, eran posesión peculiar de Dios; el pueblo podía redimirlos dando dinero a los levitas[115].
3) Hacían votos de pagar ofrendas voluntarias[116].
4) Cualquiera podía arrancar espigas de la cosecha del prójimo, solo que no aplicara hoz[117].
5) El pueblo hacía muchas ofrendas voluntarias para el Tabernáculo y el Templo, y a veces daban de más[118].
Los judíos se sentían muy piadosos por ser cumplidos en diezmar. ¿Prohibió Jesús el diezmar? No, por el contrario, dijo que no dejaran de hacerlo[119]. ¿Es parte del Evangelio? No lo es, sino que Jesús enseñaba el diezmo para los judíos, porque les enseñaba a guardar toda la Ley, incluyendo el guardar el sábado y diezmar[120]. ¿No enseña Mateo 5.20 que debemos dar más que los judíos? En primer lugar, el diezmar no era “ofrendar”; aparte de pagar el diezmo para sostener a los levitas[121], los israelitas ofrendaban voluntariamente. En segundo lugar, Jesús no hablaba aquí del diezmar, sino de la sinceridad. Eran hipócritas los escribas y fariseos[122]. Nuestra justicia tiene que ser mayor que la “justicia” de ellos. Sin embargo, es bueno comparar el ofrendar del cristiano con las ofrendas de los judíos, porque a veces estos eran muy generosos bajo una Ley imperfecta. Nos conviene ser aun más generosos porque vivimos bajo la perfecta Ley de libertad. Debemos estar sumamente agradecidos por la gracia de Dios demostrada en la muerte de Cristo.
La Ley del Nuevo Testamento con respecto a ofrendar se halla en tales textos como Hechos 11.27-30; 1 Corintios 16.1-4; 2 Corintios 8.1-9; 9.6-10, etc. Los que imponen el diezmo ahora imponen un mandamiento de hombres[123], porque no es una Ley de Cristo. Dios no especifica un porcentaje que debiéramos ofrendar, sino que quiere el corazón y, por eso, dice: “Cada uno de como propuso en su corazón”[124]. El caso de los macedonios es un buen ejemplo de esto[125]. El cristiano pertenece al Señor cuerpo y alma[126]. ¿Qué porcentaje debemos ofrendarle? La única respuesta correcta es: ¡Ciento por ciento! ¡Qué triste es cuando los que profesan ser cristianos abusan de la libertad en Cristo! ¡Qué triste caso es cuando los que profesan ser cristianos son menos generosos que los israelitas!
El diezmar estas pequeñas semillas mostraba la escrupulosa conciencia de los fariseos, siendo bienes susceptibles de comercialización. El Talmud habla del asno de un cierto Rabí que había sido tan bien instruido que rehusaba grano que no hubiera sido aún diezmado.
Por último, ¡tengamos mucho cuidado de no usar mal este texto! Algunos hermanos que promueven la llamada “unidad en la diversidad” están citando este texto para minimizar los mandamientos y requisitos del Evangelio con respecto a la organización y obra de la iglesia, el divorcio y nuevas nupcias y otras doctrinas que ellos no quieren respetar y practicar. Si se cita este texto para tal propósito, pregúntese: ¿Se refiere a un mandamiento o un ejemplo apostólico o una inferencia necesaria? ¿Tiene que ver con la “forma de las sanas palabras”[127]? Si alguien quiere aplicar Mateo 23.23 a tales cosas, será obvio que tiene concepto sectario y que ya no ama la verdad, sino que busca su propia conveniencia.
Si alguien aplica Mateo 23.23 a las opiniones de Romanos 14, está bien, pero si se aplica al plan de salvación, pregúntese cuál de los pasos de obediencia se puede clasificar como de menos peso. O si se aplica este texto a la doctrina del Nuevo Testamento sobre la Iglesia: El culto, la naturaleza, organización, obra, disciplina, etc. ¿Cuál de estas cosas no tiene importancia? ¿Qué doctrinas son más importantes o de más peso? Tengamos mucho cuidado con la mala aplicación de este texto. Queremos unidad, sí, pero unidad basada en la palabra de Cristo[128].
Jesús usa una ironía para dar una enseñanza gráfica. Les dice que cuelan el mosquito, y es que a los mosquitos les gusta el vino y muchos caen en él. Los escribas y fariseos querían convencer al pueblo que no querían cometer faltas de las más pequeñas y que la transgresión, por ejemplo, del mandamiento de diezmar habría sido para ellos un pecado muy grande. Su ceguedad increíble se ve en varias actividades en las que colaban el mosquito y tragaban el camello:
1) Eran capaces de arrebatar las casas de las viudas, dejándolas en el peor de los desamparos, y para que no se les criticara o marcara como crueles, se dedicaban a hacer largas oraciones para que les tomaran como hombres piadosos.
2) Criticaban a los discípulos de Jesús por comer sin lavar las manos, pero instruían al pueblo a descuidar sus padres ancianos[129].
3) Fueron capaces de llevar a Jesús al pretorio con falsas acusaciones, pero para “no contaminarse” y poder comer la pascua, no entraron en terreno gentil[130]. Para ellos era muy importante una comida, pero estaban afuera insistiendo en que los romanos crucificaran a Jesús, que claramente era un acto de homicidio judicial[131].
4) Pagaron dinero para la traición de un hombre inocente, pero entonces cuando el dinero se les devolvió rehusaron echarlo en el tesoro diciendo que era dinero de sangre[132].
Decía uno de los rabinos que el que mata una pulga en sábado es tan culpable como si matara un camello. Tanto el camello como el mosquito eran animales inmundos[133].
Jesús no enseña que las leyes “pequeñas” no son importantes, ni que los “pecados” no condenan. Tampoco enseña que las cosas pequeñas no importan[134]. Más bien, enseñaba que los escribas y fariseos eran hipócritas en su actitud hacia la ley de Dios. Por lo tanto, eran “guías ciegos”. Tales maestros no pueden guiar a la gente sino a la perdición.
Aunque tenían corazones corruptos, hacían mucha profesión de piedad. Por eso, Jesús les compara con hermosos sepulcros blanqueados que están llenos de corrupción. La Ley en Números 19.16 prohibía tocar un muerto e incluso un sepulcro, por lo que los emblanquecían para evitar que la gente los tocara. De esa manera corregían el problema, pero Mateo 23.27 es otro tema, porque el sepulcro emblanquecido servía de advertencia para que la gente no se acercara, pero aquí hay simplemente un contraste entre sepulcros hermosos y la corrupción adentro. En todos los países hay muchas tumbas hermosas que exhiben el arte y escultura de distintos pueblos. Parece que la gente piensa que si el sepulcro es bonito por fuera, entonces lo que contiene debe ser bonito, pero no es así. A veces hay contraste entre la reputación y el carácter verdadero de algún individuo “importante”. Lo que la persona es en privado, lo que hace, lo que piensa, es la verdadera persona. La diferencia que existe entre lo que la persona es en privado y lo que es en público es la medida de su hipocresía[135]. La lección para nosotros, pues, es que haya verdadero nuevo nacimiento[136], que no seamos conformados al mundo[137], sino que seamos transformados a la semejanza de Cristo; es decir, que haya un cambio genuino de corazón como también de vida[138]. El hipócrita solamente quiere la aprobación y elogio de los hombres[139].
Profesaban honrar la memoria de los profetas fieles que sufrieron por la causa de justicia. Querían la reputación de identificarse con esos profetas, pero al mismo tiempo rechazaron el ejemplo y enseñanza de los profetas, y conspiraron contra Jesucristo quien enseñaba como aquellos profetas. Si querían identificarse con los profetas, les convenía vivir de acuerdo a sus enseñanzas y apoyar a Cristo, pero, por lo contrario, pensaban y hacían precisamente como sus padres al odiar el mandamiento de Dios de que se arrepintieran. Dios quería que se convirtieran, que nacieran otra vez del agua y del Espíritu, que hubiera transformación por medio de la renovación de la mente, pero los fariseos odiaban esta enseñanza y en ese momento estaban conspirando contra Jesús para hacer callar su boca. ¿Cuál sería más fácil, embellecer los sepulcros de los profetas o seguir su enseñanza?
Hablan bien de los profetas, porque estos ya estaban muertos. No temen a los profetas muertos porque ya no les condenaban, no exponían su hipocresía. Era popular honrar a los profetas, edificar y embellecer monumentos para honrarles. Lo hacían con todo gusto, porque los profetas ya no hablaban. Sin embargo, se identificaban a sí mismos como hijos de los perseguidores, diciendo: “Nuestros padres”, porque tenían el mismo carácter que ellos. Por eso Jesús les llama “generación de víboras”, porque estaban llenos de veneno.
Israel maltrató a sus profetas: A Moisés[140]; a Micaías[141], encarcelado por Acab; a Jeremías[142]; a Amós[143]; a Zacarías[144]. Los judíos de antaño iniciaron su llamado al juicio con su maldad y ellos lo terminaron. Los hijos no están obligados a seguir a sus padres[145], pero los judíos estaban a punto de hacerlo al crucificar a Cristo. Tajantemente Jesús, el Juez justo, pronuncia sentencia sobre estos líderes religiosos.
En base a lo que ha dicho en este capítulo, concluyendo con la acusación de que eran “hijos” de sus padres perseguidores, es decir, que ellos seguirían persiguiendo a los siervos de Dios, apóstoles, profetas, evangelistas. Jesús emplea estos términos para indicar que Dios no dejaría de enviar mensajeros a los judíos, seguiría enviando siervo tras siervo para traer la cosecha que quiere y merece. Es un tremendo acto de misericordia. Dios es Dios de venganza, pero primero que todo, es Dios de amor[146]. Leemos de profetas en Hechos 11.27; 13.1, etc. Los ancianos de las iglesias locales son hombres sabios[147]. Todos los escritores del Nuevo Testamento eran escribas.
Dios seguía enviando mensajeros aunque sabía que los iban a rechazar y maltratar y que de esa manera traerían sobre sí mismos la ira de Dios. Dios siempre ha querido salvar. A través de los años había enviado mensajeros a su pueblo con el propósito de restaurarles; sin embargo, el resultado de su rechazamiento de estos mensajeros era que iban aumentando su culpa. Los hombres hacen propia la culpabilidad de los siglos pasados, reproducen sus atrocidades, se identifican con ella; y así es que lo que parece al principio un decreto arbitrario, el visitar sobre los hijos los pecados de los padres, viene a ser en semejantes casos un juicio recto. Si se arrepienten cortan el terrible vínculo de pecado y castigo; pero si se endurecen en su mal, heredan el castigo aplazado de los pecados de sus padres a la vez que el suyo propio.
Nadie está obligado a obedecer. Nadie está obligado a rechazar. Todos tienen libre albedrío. Tienen el derecho de escoger entre dos caminos, dos maestros, y dos destinos. Pero todo camino lleva a cierto destino.
Abel es el primer ejemplo del hombre que confiaba en Dios, hacía la voluntad de Dios, y Dios dijo que estaba aprobado. Por el buen ejemplo de Abel, su hermano, Caín, lleno de envidia y odio, lo mató[148].
Posiblemente Jesús se refiere al Zacarías de 2 Crónicas 24.20-21, quien fue asesinado por el rey Joás, porque este es el último libro de la Biblia hebrea y, por eso, este Zacarías sería el último de los mártires del Antiguo Testamento. Hay duda en cuanto a su identidad porque el Zacarías de este texto era el hijo del sacerdote Joiada. Es posible que Joiada tuviera otro nombre: Berequías. También es posible que Jesús se refiera a la muerte de “Zacarías, hijo de Berequías” de Zacarías 1.1; aunque el Antiguo Testamento no registra tal evento, Jesús podía revelar cosas no mencionadas en el Antiguo Testamento. Además, Jesús dijo: “a quien matasteis”, indicando la posibilidad de que ellos mismos lo hubieran asesinado. Sobre todo, lo importante es que se evite la acusación de alguna posible contradicción en el texto sagrado.
El juicio llegaría sobre esa generación porque eran cómplices. Estaban de acuerdo con sus padres. Eran “hijos de sus padres”. Dieron la bienvenida a ellos. Pecaron sabiendo del castigo de Dios sobre sus padres. Por lo tanto, eran más responsables, más culpables. Duplicaron los pecados de sus padres con los ojos bien abiertos.
En la parábola de los labradores malvados[149], Jesús habla del juicio sobre los judíos, y ahora dice cuándo; vendría sobre esa misma generación. De esa manera se cumplió las advertencias de Moisés[150].
Jesús ofrece la salvación a todos, pero la mayoría simplemente no la quiere[151]. Muy pronto Dios iba a abandonar no solamente el Templo, sino también la ciudad misma. Jesús había hablado de la destrucción de Jerusalén y luego hablara de su venida para este propósito. Por lo tanto, sería razonable pensar que todavía hablara de eso, y que su venida sería para ese propósito. Sin embargo, en la venida de Mateo 24.30 dice: “lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” y en Mateo 23.39 Jesús habla de los que dirán: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
“El que viene en el nombre del Señor” es el Mesías o el Hijo de David. Los únicos que dicen esto son los que creen en Él y obedecen al Evangelio. Estos “ven” a Cristo. Desde luego, todos los que obedecen a Cristo deben amar su segunda venida. Todos estos, judíos y gentiles, dirán: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
La Biblia no explica Mateo 23.39. Si el “ver” es literal, será hasta el fin del mundo. Si es figurado sería la conversión de algunos de los judíos comenzando el día de Pentecostés. Pero no puede significar lo que enseñan los premilenialistas. Estos son los que enseñan que cuando Cristo venga la segunda vez, establecerá su trono literal en Jerusalén para reinar sobre la tierra por 1000 años.
Estos enseñan que Jesús se refiere a la conversión nacional de los judíos poco antes de su segunda venida y que estos le darían la bienvenida cuando llegara, pero no hay nada en este contexto ni en ningún otro que enseñe tal cosa. El texto predilecto de ellos para “probar” esta teoría es Romanos 11.26: “…y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad”, pero la palabra luego debe ser traducida como dice la Versión Moderna: “y de esta manera”, o simplemente “así”. ¿De qué manera? Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar. Pablo explica claramente que los obedientes, sean gentiles o judíos, son injertados y que los desobedientes son cortados. De esa manera, pues, es decir, los que abandonaban su incredulidad y obedecían al Evangelio de Cristo serían salvos.
Los milenarios, enfatizando la palabra todo, enseñan que toda la nación de Israel será salva, pero el Nuevo Testamento enseña claramente que la salvación no es asunto nacional sino individual. El Evangelio requiere que cada persona lo obedezca. El énfasis no está en la palabra todo sino en la palabra así, o sea, cómo la salvación se obtiene. La salvación se obtiene de acuerdo a los requisitos del pacto. El punto es que Dios no hace acepción de personas y, por eso, los requisitos nombrados para la salvación de los gentiles son los requisitos para la salvación de los judíos. Además, los dos reciben las mismas bendiciones. No hay “salvación nacional” ni para gentiles ni para judíos.
j) La ofrenda de la viuda (Marcos 12.41-44; Lucas 21.1-4).
Jesús se queda observando en la entrada del Templo, en donde ponían el arca de las ofrendas, a donde venían los judíos a echar sus colaboraciones. A este lugar venían los ricos haciendo gran pompa, mostrando cuanto iban a depositar y siendo aplaudidos por todos. Pero también pudo ver a una viuda muy pobre, que echaba allí dos moneditas de cobre. ¡Qué contraste se presenta entre la avaricia de los fariseos y esta pobre viuda! Los macedonios se pueden comparar con ella[152]. Ella echó más que todos porque dio todo lo que poseía, no tenía nada más, mientras que los otros solo dieron “lo que les sobra”.
35. Los últimos tiempos (Mateo 24.1-8; 10.17-23; 24.9-41; Marcos 13.1-32; Lucas 21.5-36).
Mateo 24 es un capítulo mal usado por muchos: Algunos usan mal el libro de Génesis, diciendo que los seis días son períodos geológicos; algunos usan mal los Salmos, queriendo agregarlos al Nuevo Testamento; algunos usan mal la carta a los Romanos diciendo que esta enseña la salvación por la fe sola y que contradice la carta de Santiago que dice que somos justificados por las obras; algunos usan mal el libro de Revelación diciendo que este libro enseña el premilenialismo. Así también algunos usan mal Mateo 24 diciendo que las señales mencionadas en este capítulo son para señalar la segunda venida de Cristo.
Los televangelistas decían que al acercarnos al año 2000 d.C., estos eventos estaban sucediendo delante de nuestros ojos. Billy Graham escribió un artículo que apareció en muchos diarios afirmando que las señales de Mateo 24 se referían a la segunda venida de Cristo. Pero otro extremo, otro abuso de Mateo 24, es la enseñanza de Max King, que profesa ser miembro de la iglesia de Cristo, que afirma que todo lo que Jesús dice en Mateo 24 y 25 se cumplió en el año 70 cuando Jerusalén fue destruida por los romanos. Estos creen que todo lo que se dice acerca de la segunda venida de Cristo, la resurrección, el juicio, el fin del mundo y la llegada de los cielos nuevos y la tierra nueva se cumplió en ese año. Esta enseñanza se llama “Esjatología Realizada”.
a) Destrucción del Templo (Mateo 24.1-2; Marcos 13.1-2; Lucas 21.5-6).
Mateo 24 es la continuación de lo que Jesús dice en Mateo 23. En los dos capítulos Él habla de “esta generación”[153]; del asolamiento del Templo[154]; y de la persecución de sus discípulos[155]. Jesús dice: “Vuestra casa os es dejada desierta”[156], y luego explica en Mateo 24 los detalles del asunto.
Jesús iba saliendo del Templo, que era un edificio que Él conocía muy bien ya que desde niño lo visitaba, pero tal y como si fuese un turista, los discípulos se acercaron para señalarle los edificios que para ellos eran majestuosos. En este caso, la palabra “Templo” es traducida de hieron, el conjunto de los edificios sagrados. Cristo “vino al Templo”, enseñó sobre la autoridad, las parábolas de los dos hijos, de los labradores malvados y de la fiesta de bodas, discutió las cuestiones del tributo y de la resurrección, dio énfasis al gran mandamiento de la Ley, les preguntó de quién es hijo el Cristo y pronuncia los siete ayes, concluyendo con la predicción del asolamiento del Templo y una lamentación sobre ese evento.
Entonces Jesús “salió del Templo y se iba”, porque ya no habría más discusión con los judíos. Jesús había entregado su último discurso público y había terminado su obra de enseñarles. Ahora ellos mismos eran responsables ante Dios por lo que sucediera en el futuro. Que sepamos, Jesús nunca volvió al Templo. Al salir Jesús del Templo, la gloria de Dios se apartó, como sucedió cuando los judíos fueron llevados a Babilonia. Pronto todos los sacrificios y el sacerdocio habían de terminar.
Los discípulos tenían mucho aprecio por el Templo. ¿Por qué le mostraron el Templo? ¿No lo habían visto antes? Sí, muchas veces, pero sin duda esto fue su reacción a lo que Jesús decía[157]. Ellos estaban pensando en el papel tan importante del Templo en el plan de Dios a través de los siglos, pero lo veían muy superficialmente. Veían las piedras hermosas sin tomar en cuenta cómo la casa de Dios se había corrompido por los pecados del pueblo. No les convenía meditar sobre la belleza de las piedras del Templo, sino sobre lo serio de la hipocresía que Jesús acabó de denunciar, sobre la corrupción del sacerdocio y sobre la indiferencia del pueblo hacia Dios. Por lo tanto, los discípulos no habían tomado en cuenta la necesidad del juicio de Dios sobre el Templo.
b) Señales (Mateo 24.3-8; Marcos 13.3-8; Lucas 21.7-11).
Según Marcos 13.3: “Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?” En Lucas 21.7: “Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?” Aunque los discípulos tenían mucho aprecio por el Templo y, sin duda, estaban confusos y perplejos, eran hombres sinceros y querían entender lo que Jesús les enseñaba; es decir, querían entender aunque la verdad estuviera en conflicto con sus ideas y deseos. No dijeron: “No nos gusta lo que dijiste y no queremos saber más”; aparentemente así eran los discípulos descritos en Juan 6.60, 66.
Ellos querían saber “¿cuándo serán estas cosas?” Querían saber cuándo sería destruido el Templo, pero también querían saber acerca de la “venida” de Cristo[158] y del “fin del siglo”. Pero analicemos el asunto. En Mateo 24.6 y 14 el “fin” se refiere a la destrucción de Jerusalén; por lo tanto, la “venida” de Cristo mencionada en este texto no necesariamente se refiere a la “segunda venida” de Cristo para destruir el universo, quemar la tierra y juzgar al mundo, sino su “venida” en juicio para la destrucción de Jerusalén[159]. La expresión “fin del siglo” no tiene nada que ver con la destrucción del universo, sino solamente con la consumación y terminación del presente orden o estado de las cosas, es decir, el judaísmo. Los judíos creían que el Mesías vendría para poner fin a “este siglo” para inaugurar el “siglo venidero”. Estas expresiones se encuentran frecuentemente en el Talmud y otros escritos judaicos.
Recordemos que aunque Jesús había dicho a sus apóstoles que era necesario que Él muriera en Jerusalén y que resucitaría al tercer día, ellos no le entendían. Aun cuando resucitó, todavía no creyeron[160].
Es cierto que Jesús había dicho que pronto iría al Padre[161], pero ¿qué sabían los apóstoles de la segunda venida de Cristo?
En Mateo 16.27-28, cuando Él habló de “venir” no se refirió a la segunda venida sino a una venida en esos días: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino”. Este texto es paralelo con Marcos 9.1 y obviamente se refiere al establecimiento de su Reino, su Iglesia.
Mateo 10.22-23 dice: “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra, porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre”. Obviamente esta venida no se refiere a la segunda venida de Cristo para quemar la tierra y juzgar al mundo, porque tuvo que suceder en esos mismos días, antes de que los apóstoles acabaran de recorrer todas las ciudades de Israel. Jesús habla de perseverar hasta el fin pero no se refiere al fin del mundo sino hasta el fin, la destrucción, de Jerusalén.
En esta misma ocasión[162], inmediatamente antes de la pregunta de los apóstoles, Jesús había dicho: “He aquí vuestra casa os es dejada desierta”. Por lo tanto, probablemente para los discípulos todos estos eventos vendrían al mismo tiempo, porque creían que el Templo iba a durar hasta el fin del mundo. Salmos 78.69 dice: “Edificó su santuario a manera de eminencia, como la tierra que cimentó para siempre”, y todo el libro de Zacarías habla de Jerusalén y el Templo como la residencia permanente de Dios. No entendían la naturaleza espiritual de estas profecías; por eso, es posible que al saber que el Templo sería destruido, concluyeran que sería el fin del mundo.
Los juicios de Dios aquí en la tierra apuntan hacia el juicio final. Muchos textos se refieren al diluvio[163], a Sodoma y Gomorra[164], a los juicios sobre las naciones, incluyendo a Israel, etc., como ejemplos del juicio de Dios. Por eso, sin duda alguna el juicio sobre Jerusalén era tipo del juicio final de Dios. Sin embargo, es necesario observar el contexto de Mateo 24 y entender que aunque Jesús usó lenguaje general de juicio, habla en particular de la destrucción de Jerusalén. Habla del “fin”, pero habla del fin de Jerusalén. Además, Él dice en Mateo 24.34: “…que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”; es decir, el lenguaje esjatológico de juicio de este capítulo no se refiere en su sentido primario al fin del universo[165], sino al fin de Jerusalén. Él no pensaba venir en ese tiempo para acabar con la tierra, sino solamente con Jerusalén. Por lo contrario, Pablo dice que Cristo no iba a venir en ese tiempo[166], pero Él sí venía en juicio sobre Jerusalén durante esa misma generación, y no quería que sus discípulos fueran destruidos junto con los demás judíos. Por lo tanto, Mateo 24 no solamente tiene que ver con la preocupación de Jesús por la seguridad espiritual de sus discípulos, sino también por su seguridad física.
El discurso de Jesús que comienza en Mateo 23 y continúa hasta terminar el capítulo 25 comienza con las señales que precedieron la destrucción de Jerusalén y termina con la venida de Jesús para el juicio final y es difícil fijar un punto exacto y definido de división entre los dos temas, porque el Señor conecta estos dos temas, dando a entender que el juicio sobre Jerusalén es tipo del juicio final, y que las advertencias y exhortaciones referentes al primero también son apropiadas para el segundo.
Jesús revela las señales que iban a preceder la destrucción de Jerusalén y el fin del judaísmo. “Mirad que nadie os engañe”. Esta primera frase de Jesús revela el propósito de todo lo que dice en este capítulo entero: Él quería proteger a sus discípulos. Quería que estos estuvieran bien preparados y prevenidos para los eventos terribles que iban a suceder dentro de unos cuarenta años. Cualquier interpretación de Mateo 24 que no toma muy en serio el versículo 4 no puede ser explicación correcta del capítulo. Esto nos recuerda de las muchas teorías acerca de la interpretación de Revelación, porque la mayoría de estas no toman en cuenta la situación peligrosa de los discípulos que vivieron en esos mismos días, a fines del siglo I. Por ejemplo, muchos interpretan Revelación hablando de dictadores como Hitler y Mussolini, o de la amenaza de los rusos, etc., pero ¿qué consuelo les hubiera dado tales profecías a los hermanos del siglo I en medio de persecución severa?
Jesús quería que sus discípulos de esa misma época perseveraran. Él sabía que serían expuestos a las pruebas más terribles y que “el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo”.
Jesús no pensaba “venir” personalmente durante la vida de los apóstoles pero sabía que “vendrían falsos cristos” y que engañarían a mucha gente desesperada durante la “gran tribulación”[167]. Los discípulos que escucharon a los tales se perdieron.
El Templo fue destruido en el año 70 d.C., Flavio Josefo, famoso historiador judío, escribió la historia de la guerra de los judíos contra los romanos y la ruina de Jerusalén. Este autor dice que durante la época antes del año 70, muchos hombres decían ser el Cristo. Estos falsos “cristos” prometieron liberación de los romanos, y muchos se engañaron, les siguieron y fueron destruidos por los romanos. Así pues la historia confirma que esta profecía de Jesús se cumplió antes del año 70.
Josefo confirma la profecía de las guerras, diciendo que había varias guerras entre los romanos y algunas naciones pequeñas que querían liberarse del yugo de Roma. Recordemos que las “guerras y rumores de guerras” mencionadas por Jesús iban a suceder durante esa misma generación. Los televangelistas y otros evangélicos hablan de las guerras de la actualidad y dicen que esta profecía se está cumpliendo. Es cierto que en la actualidad hay guerras y rumores de guerras, pero no indican nada acerca de la venida de Cristo. La Biblia confirma que había hambres durante ese tiempo[168]. La historia secular ampliamente confirma esta profecía.
Estas señales no apuntan hacia el fin, sino hacia el comienzo de dolores. Al saber de tales eventos sus discípulos deberían estar atentos y prevenidos, concentrándose en las señales siguientes y finales que indicarían la “gran tribulación”. Las primeras señales serían como los dolores de parto.
c) La persecución (Mateo 10.17-23; 24.9-14; Marcos 13.9-13; Lucas 21.12-19).
Que sepamos la persecución mencionada en estos versículos no ocurrió sino hasta después que Jesús les dio la Gran comisión de Mateo 28.19 y Marcos 16.15. Los concilios eran los sanedrines locales compuestos de veintitrés miembros; de estos Pablo recibió muchos azotes[169]. Lucas habla de los discípulos que fueron juzgados por el concilio de Jerusalén[170], obedeciendo la profecía que decía: “y en sus sinagogas os azotarán”[171].
El Evangelio es básicamente el testimonio del gran hecho de Cristo, su muerte, sepultura, resurrección y ascensión[172]. Los apóstoles, como testigos oculares, testificaron de lo que habían visto y oído[173].
Al perseguir a los apóstoles, Satanás proveía oportunidades para que los más eminentes gentiles oyeran el Evangelio de Cristo[174].
El libro de Hechos habla ampliamente de la persecución de los apóstoles y sus compañeros. Fueron perseguidos porque predicaron el nombre de Jesús[175]; porque condenaron los pecados de los judíos[176]; porque los judíos dijeron: “queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre”[177]; porque predicaron la resurrección en nombre de Jesús[178]; porque reconocieron otra autoridad mayor que la del concilio[179]; porque predicaron a los gentiles[180]; porque fueron acusados de sedición y herejía[181]; porque como Jesús[182] y Pablo[183] dijeron, los judíos tenían celo de Dios, creían que hacían servicio de Dios al perseguir a los cristianos[184]; porque los judíos agitaron a los gentiles[185]; porque la predicación apostólica afectó las ganancias de los gentiles[186].
En Mateo 10.19 nos urge recordar el contexto. Esta promesa fue hecha por Cristo a los apóstoles. Él no hace tal promesa a los que predican ahora. Vemos el cumplimiento de esta promesa en tales textos como Hechos 4.8; 7.55-60; 13.9; 22.1; 23.1; 24.10; 26.2.
¿Por qué era necesario que el Espíritu Santo les diera las mismas palabras que deberían hablar? No solamente para la defensa de ellos. Esto sería importante, por supuesto, para que no estuvieran preocupados, miedosos o confusos, pero lo que decían no era simplemente una defensa personal, sino más bien al hablar ellos daban testimonio inspirado y, por eso, infalible, acerca de Cristo y su salvación. El testimonio apostólico escrito y verbal era testimonio inspirado. Desde luego, ellos usaban su propia inteligencia y sus propias facultades, pero eran guiados por el Espíritu Santo para que toda palabra de ellos fuera en realidad la palabra de Dios.
Esta promesa no es para ningún predicador ahora, pero la lección para nosotros es que no debemos confiar en la sabiduría humana, sino en el testimonio del Espíritu Santo escrito por los apóstoles.
Luego Jesús habla de familiares, amigos y otros conocidos de los apóstoles que siempre los trataban bien; es decir, los apóstoles no tenían cualidades de carácter ni prácticas que, a no ser por Cristo, habrían causado problemas con sus familiares y amigos. Sin embargo, ahora entra el factor de Cristo. Ahora el cuadro cambia. Ahora los apóstoles no simplemente son los inocentes familiares y amigos de antes. Han cambiado. En cuanto a su carácter son aun mejores hombres, pero ahora son seguidores de Cristo y, por eso, han llegado a ser hombres muy ofensivos. Lo que son y lo que dicen provocan toda clase de oposición, porque predican una doctrina muy desagradable y condenan el pecado, el error y la hipocresía.
Desde luego, la persecución seguiría hasta el fin de su vida y, por eso, tenía que perseverar hasta el fin de su vida, pero por lo que dice en Mateo 10.23, es posible que en este texto Jesús tenga en mente otro “fin”. Por supuesto, los discípulos de Cristo deben sufrir con paciencia hasta el fin de su vida o hasta la segunda venida de Cristo[187].
Es probable que la expresión de Mateo 10.23 se refiera a la venida del Señor en la persona del Espíritu Santo el día de Pentecostés[188], porque Él habla de “recorrer todas las ciudades de Israel”. Él vino para la destrucción de Jerusalén en el año 70, pero no es razonable decir que los apóstoles no podían recorrer todas las ciudades de Palestina antes de esa fecha. Jesús había dicho: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros… Voy, y vengo a vosotros”[189] con referencia a la venida del Espíritu Santo[190]. Esto ocurrió el día de Pentecostés. Por lo tanto, no deberían perder tiempo en ningún pueblo que no los quisiera, porque difícilmente terminarían su obra de predicar en todos los pueblos de Palestina durante el tiempo corto designado para esa obra.
La persecución severa de los cristianos fue otra de las señales. El libro de Hechos da evidencia amplia del cumplimiento de esta predicción[191], como también muchas referencias en las epístolas y en Revelación. Muchos cristianos murieron durante la persecución bajo Nerón.
Este sufrimiento no sería solamente físico, sino también emocional, porque nos hiere mucho cuando los seres amados nos odian y maltratan. Algunos iban a apartarse de la fe[192]. Los que se enfriaron y apostataron no solamente perderían sus almas, sino que también ya no harían caso de estas señales y junto con los incrédulos serían destruidos por los romanos.
Perseverar hasta el fin les daría la salvación, pero, ¿salvo de qué? En Mateo 24.6 y 14 Jesús habla del fin de Jerusalén; por lo tanto, la salvación de Mateo 24.13 no se refiere solamente a la salvación del alma, sino también de la salvación física. Los que se enfriaron y se apartaron de la fe se perdieron física y espiritualmente. También recordemos que Jesús habla de muchos que serían muertos por la fe; estos seguramente perseveraron hasta el “fin”, porque el fin para ellos fue la muerte.
La última señal fue que “será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”[193]. Estas cartas fueron escritas antes del año 70 d.C. Esta es una profecía maravillosa, porque Jesús acaba de hablar de falsos cristos y falsos maestros que engañarán a muchos discípulos, que habrá persecuciones severas, que el amor de muchos se enfriará, pero no obstante todo esto el evangelio sería predicado en todo el mundo.
El fin se menciona en Mateo 24.3, 6, 13-14. La destrucción del Templo marcó el fin del judaísmo. Sin Templo ya no podían ofrecer sacrificios. Ya no funcionaba el sacerdocio levítico. Ya no existió el estado político. La mayor parte de los judíos que escaparon de la muerte fueron esparcidos, muchos de ellos siendo vendidos a Egipto como esclavos. Este es el “fin” mencionado en estos versículos.
Las señales de Mateo 24.5-6 eran señales preliminares. Al observar estas señales los discípulos deberían estar cada vez más prevenidos, sabiendo que el fin se acercaba.
Recordemos que en este contexto las señales no solamente incluían las guerras, pestes, etc., sino también los falsos cristos, falsos profetas, apostasías, y persecuciones. Al concluir esta lista de señales se menciona la señal final, es decir, que el Evangelio sería predicado en todo el mundo y “entonces vendrá el fin”. Pablo dice en Colosenses 1.5-6, 23; Romanos 10.18 que el Evangelio se había predicado a todas las naciones en esa época antes del año 70.
d) La caída de Jerusalén (Mateo 24.15-22; Marcos 13.14-20; Lucas 21.20-24).
Al hablar de la “abominación desoladora de que habló el profeta Daniel”[194], Jesús se refiere a la llegada de los ejércitos romanos[195]. Al entrar los ejércitos paganos “en el lugar santo”, fue una “abominación desoladora”, porque profanaron el Templo.
Jesús habló de varias señales para que los discípulos pudieran escapar de los romanos. Según Josefo, el general Tito, después de profanar el Templo, por alguna causa desconocida, retiró sus tropas por un tiempo breve antes de poner sitio a la ciudad. Dice que durante ese tiempo huyeron muchos judíos; sin duda, entre ese número eran muchos cristianos.
Había que huir con toda urgencia, sin demorar para recoger posesiones, etc[196]. Algunos aplican estos versículos al fin del mundo, pero recordemos lo que Pablo dice en 1 Corintios 15.51-52 que los vivos serán “transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta”. En cuanto a la venida de Cristo en el Día Final no tiene sentido decir: “El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa”, etc.
Cuando Cristo venga la segunda vez, la tierra será quemada[197] y no importará si las mujeres estan encinta, si viene en el invierno, o en día sábado, pero estos eran factores muy importantes con respecto a su huida de Jerusalén cuando los romanos la sitiaron. La gran tribulación sería única, incomparable. La descripción de Josefo es muy gráfica. Y había que pedir que no fuera “en invierno ni en día de reposo” ya que los inviernos son crueles en la zona en donde está Jerusalén y en el día de reposo cerraban las puertas de la ciudad.
e) Falsos cristos (Mateo 24.23-28; Marcos 13.21-23).
Recordemos que algunos textos que hablan de la venida de Cristo no se refieren a la segunda venida de Cristo, su venida en el Día Final. Algunos dicen que la palabra parousía, usada en los Mateo 24.3, 27, 37, 39, siempre indica la segunda venida, la final, de Cristo, pero Santiago 5:7-8 dice: “…tened paciencia hasta la venida, parousia, del Señor... la venida del Señor se acerca”, usando la palabra engiken, la cual fue usada por Juan cuando anunció que el Reino se acercaba[198]. Este texto se refiere a su venida en la persona de los romanos para castigar a los judíos y para poner fin a la persecución incitada por ellos. Esta carta fue escrita a principios de la década de los 60, poco antes de la destrucción de Jerusalén. Por eso, Santiago dice que “la venida del Señor se acerca”. La venida final del Señor no se acercaba en aquel entonces[199], sino que su venida se acercaba para acabar con Jerusalén y el judaísmo. El significado de la palabra venida depende del contexto.
En Hebreos 10.25, 37, se refiere al mismo evento. Es probable que esta carta fuera escrita poco antes del año 70. En este texto vemos la importancia de reunirnos para estimularnos los unos a los otros “al amor y a las buenas obras”. Muchos han descuidado su gran salvación y han caído[200].
Por eso, se entiende mejor el significado de la pregunta, “¿qué señal habrá de tu venida”, al comparar los textos equivalentes en Marcos y Lucas[201]. Sin duda Mateo, Marcos y Lucas registran la misma pregunta, y se refiere a la destrucción de Jerusalén. Por eso, la venida de Cristo[202] no necesariamente se refiere a la segunda venida, la final, sino a su venida para destruir Jerusalén. Por lo menos, no se refiere exclusivamente a la segunda venida.
Además, esto se confirma en Mateo 24.27-28. Cristo no vino a escondidas, sino en la forma más abierta y pública, como el relámpago, cuando trajo los ejércitos de Roma. Lucas 17.30-31 es muy claro. En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos. No se puede negar que “aquel día” se refiere a la destrucción de Jerusalén, porque es cuando los discípulos deberían huir a los montes.
La venida final de Cristo será como el relámpago, pero esta profecía no se refiere a la segunda venida de Cristo, sino que se cumplió durante ese tiempo[203]. Hay varios versículos en Mateo 24 y textos paralelos que son apropiados para describir algún aspecto de la segunda venida de Cristo, pero tienen su aplicación primaria en la venida de Cristo en el año 70 para castigar a los judíos.
Mateo 24.28 es un proverbio conocido. Los zopilotes son atraídos por el cuerpo muerto. Jerusalén estaba corrupta, como un cuerpo muerto y, por eso, atraía su propia destrucción.
f) El retorno de Cristo (Mateo 24.29-31; Marcos 13.24-27; Lucas 21.25-28).
Jesús usa el lenguaje de la intervención divina en asuntos terrenales: El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo: Este lenguaje se refiere a la caída del judaísmo. Jesús enfatiza el tiempo de esto: Iba a ocurrir “inmediatamente después de la tribulación”. Por eso, no se refiere al fin del mundo. Es obvio que Jesús usa lenguaje figurado. El sol, la luna, y las estrellas simbolizan los gobiernos, gobernantes y autoridades. Jesús se refiere a las autoridades del judaísmo que iban a caer. El mismo lenguaje se usa en Isaías 13.9-13, 19, acerca de la caída de Babilonia; se usa en Isaías 34.4 para describir la ira de Dios contra las naciones; se usa en Ezequiel 32.7 con respecto a la caída de Egipto[204].
Mateo 24.30 no se refiere a la segunda venida de Cristo, porque en el versículo 34 dice: “no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”. Por lo tanto, es lenguaje figurado y tiene que ver con la exaltación del poder de Cristo sobre las ruinas del judaísmo. El sol, la luna y las estrellas del judaísmo caerán y la señal del Hijo del Hombre aparecerá en el cielo. Cae el poder judaico y se levanta el poder de Cristo. Es verdad que Cristo clavó la Ley a la cruz, y que el día de Pentecostés se proclamó como rey, pero hasta el año 70 los judíos siguieron con su poder e influencia sobre el pueblo. Jesús repitió este lenguaje en Mateo 26.64. Esos mismos judíos iban a ver la venida de Jesús en juicio en el año 70.
Recordemos que Jesús puede venir sin venir en su propia persona. En Juan 14.18, Jesús dice a los apóstoles: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”, pero no vino en persona sino vino a través del Espíritu Santo.
Las nubes es una expresión figurada que se refiere a la intervención de Dios para juzgar y castigar[205].
Otra vez es importante recordar lo que dice el Mateo 24.34. La palabra ángel es palabra griega sin traducir; es decir, la traducción de la palabra, angelos, es “mensajero”. El contexto dice si es mensajero divino o mensajero humano. Cuando se traduce esta palabra el texto dice mensajero en Mateo 11.10; Lucas 7.24; 9.52; Santiago 2.25. El contexto de Mateo 24.31 indica que son mensajeros humanos que llevan el Evangelio para juntar a los escogidos, los que obedecen al Evangelio. El significado de este versículo es que al caer el judaísmo, el principal perseguidor de la Iglesia, el Evangelio tendría gran éxito.
Los discípulos de Cristo podrían entender estas señales para poder estar preparados para la venida de los romanos. Es fácil saber que el verano está llegando al ver la hoja de la higuera. Igualmente sus discípulos podían ver las señales nombradas por Jesús para saber cuándo estaba cerca la destrucción de Jerusalén y, por lo tanto, podían estar prevenidos.
Podían estar seguros de que ese evento sucedería en esos mismos días, durante la vida de muchos de ellos, en menos de 40 años. Algunos dicen que la palabra “generación” significa la raza judaica; es decir, que estas cosas iban a suceder antes de que la raza judaica dejara de existir, pero esta explicación no es lógica. Según esto, Jesús decía que los judíos iban a sufrir todas estas cosas, pero que su raza no dejaría de existir hasta que todas estas cosas les acontecieran. Esta frase no tiene sentido, y Jesús nunca hablaba así, sino que usó la palabra “generación” como se usa en Mateo 1.17; 11.16; 12.38-45; 16.4; 17.17; 23.36.
g) Parábola de la higuera (Mateo 24.32-35; Marcos 13.28-31; Lucas 21.29-33).
Los discípulos de Cristo podrían entender estas señales para poder estar preparados para la venida de los romanos. Es fácil saber que el verano está llegando al ver la hoja de la higuera. Igualmente sus discípulos podían ver las señales nombradas por Jesús para saber cuándo estaba cerca la destrucción de Jerusalén y, por lo tanto, podían estar prevenidos y escapar esa “gran tribulación”, huyendo a los montes.
Desde luego, el Reino anunciado por Juan el bautista y Jesús se estableció el día de Pentecostés, pero la palabra “reino” se usa a veces para hablar del reinado de Dios, o como en este caso, la intervención de Dios para tomar venganza sobre los judíos rebeldes.
Podían estar seguros de que ese evento sucedería en esos mismos días, durante la vida de muchos de ellos, en menos de 40 años. Algunos dicen que la palabra “generación” significa la raza judaica; es decir, que estas cosas iban a suceder antes de que la raza judaica dejara de existir, pero esta explicación no correcta. No es de ninguna manera lógica. Según tal explicación, Jesús decía que los judíos iban a sufrir todas estas cosas, pero que su raza no dejaría de existir hasta que todas estas cosas les acontecieran. Esta frase no tiene sentido, y Jesús nunca hablaba así, sino que usó la palabra “generación” como se usa en Mateo 1.17; 11.16; 12.38-45; 16.4; 17.17; 23.36; y obsérvese que en este último texto, Jesús no solamente dice “esta generación”, sino también dice “vosotros”[206].
Algunos detalles muy significativos:
1) Esta profecía detallada de Jesús se cumplió durante la vida de muchos de sus oyentes. Sin duda alguna había personas que escuchaban esta profecía de labios de Jesús y las recordaban al ver la caída de Jerusalén.
2) Este evento puso fin a la cuestión de cuándo vendría el Mesías, porque cuando Jerusalén fue destruida, también fueron destruidos todos los registros de la genealogía de la gente. Después de esa fecha nadie podría probar que era del linaje prescrito por las Escrituras: De la simiente de Abraham[207], de la tribu de Judá[208] y de la familia de David[209]. Por eso, si Jesús de Nazaret no era el verdadero Mesías, nunca habría Mesías.
3) Este evento puso fin al judaísmo. Ya no habría tres fiestas solemnes anuales a las cuales todo varón debería asistir. Ya no habría Templo que era el lugar designado para ofrecer los sacrificios prescritos por la Ley. Se acabó el sacerdocio. También el sanedrín. Además, todas las leyes y costumbres que hacían que los judíos fueran un pueblo separado eran declaradas ilegales.
4) De esta manera se hizo una distinción clara entre el judaísmo y la religión de Cristo. Vemos en Hechos que la Iglesia se consideraba como otra secta de los judíos[210], pero con la destrucción de Jerusalén la Iglesia quedaba completamente separada del judaísmo.
5) De suma importancia, la destrucción de Jerusalén terminó el poder perseguidor del judaísmo. Hechos de los Apóstoles revela que al principio de la iglesia la persecución principal fue llevada a cabo por los judíos[211].
6) Este evento nos ayuda a entender el significado de algunos textos difíciles: Hebreos 10.25; Santiago 5.7-9; 1 Pedro 4.7.
h) Nadie sabe el día (Mateo 24.36; Marcos 13.32).
Aunque “el día” o “aquel día”[212], generalmente se refiere al “Día del Juicio Final”, y seguramente es cierto que “del día y la hora” de la segunda venida de Cristo nadie sabe[213], también es cierto que, aunque Jesús les había dado las señales de Mateo 24.5-15, los discípulos no sabían precisamente en qué día o en qué hora los romanos vendrían y, por lo tanto, tenían que estar siempre preparados.
Dice Marcos 13.32 que ni el Hijo sabe y, por esto, algunos niegan la omnisciencia de Cristo, pero muchos textos claramente afirman la Deidad de Jesús y si es Dios, entonces es omnisciente. Parece que los que usan Marcos 13.32 para negar la omnisciencia de Cristo no se dan cuenta de que al mismo tiempo niegan la omnisciencia del Espíritu Santo; el texto dice que “nadie sabe... sino el Padre”; por eso ¿no es omnisciente el Espíritu Santo? Las tres personas de la Deidad son uno, pero cada Persona de la Deidad tiene su papel que desempeñar y los “tiempos o las sazones” el Padre ha puesto “en su sola potestad”[214].
Aunque Jesús les especificó a sus discípulos varias señales que ellos podían ver, porque iban a suceder durante su vida, no les dijo el tiempo exacto, porque el Padre no lo había revelado. Por lo tanto, tenían que perseverar y siempre estar prevenidos. No sabemos ni el día ni la hora de su segunda venida porque vendrá como ladrón en la noche[215].
i) Como en los días de Noé (Mateo 24.37-41).
Mateo 24.37 es paralelo con Lucas 17.28. En estos textos paralelos, Lucas habla de Noé y Mateo de Lot y dicen: “Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste. En aquél día el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos”. Por lo tanto, Noé y Lot sirvieron de ejemplos para los discípulos de aquel tiempo, y seguramente sirven de ejemplos para nosotros. Además, aparte de estar preparados para la segunda venida de Cristo, debemos estar listos para la muerte, porque cuando la muerte nos sorprenda, es el fin del mundo para nosotros.
En todos los juicios de Dios ha habido y siempre habrá, separación de los fieles y los infieles: Cuando el diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, la destrucción de Jerusalén, y seguramente cuando venga el juicio final. Este texto se halla también en Lucas 17.34-36 y se refiere a la separación de los preparados y los no preparados cuando Jerusalén fue destruida, pero es ilustración muy apta de la separación final[216].
j) Velad y orad (Lucas 21.34-36).
Ellos podías estar seguros de que ese evento sucedería en esos mismos días, durante la vida de muchos de ellos, en menos de 40 años.
Aunque este lenguaje es muy cierto en cuanto al cumplimiento de las promesas de Dios, también debe recordarse que este lenguaje se usa para hablar de la remoción del sistema judaico[217]. El tema del sermón a los Hebreos es la remoción de las cosas del primer pacto para hacer lugar para las cosas del nuevo pacto[218].
Lo que Jesús dice en Lucas 21.35 fue para exhortar a sus discípulos a estar preparados, pero igualmente sirve para exhortar a todos sus discípulos de cualquier época sobre lo mismo. Ellos deberían estar preparados porque su venida en juicio sobre los judíos no era algo esperado, sino de gran sorpresa.
Algunos comentaristas dicen que estos versículos se refieren exclusivamente a la segunda venida de Cristo, pero podemos comparar Mateo 24.37-39 con Lucas 17.26-27; Lucas 17.21, 23 con Mateo 24.26; Lucas 17.24 con Mateo 24.27; Lucas 17.37 con Mateo 24.37; Lucas 17.31 con Mateo 24.17; Lucas 7.35 con Mateo 24.41; Lucas 17.36 con Mateo 24.40 y Lucas 17.37 con Mateo 24.28.
Una razón por la que algunos insisten en que Mateo 24.35 y siguientes se refiere exclusivamente a la segunda venida de Cristo es para combatir la enseñanza del Max King, de que todas las profecías de los eventos finales se cumplieron en el año 70 cuando los romanos destruyeron a Jerusalén. Esta doctrina contradice una infinidad de textos en todo el Nuevo Testamento acerca de los eventos finales, como Hechos 1.9-11; 1 Tesalonicenses 4.13-18; 1 Corintios 15.50-57.
Sin embargo, para oponerse a esa falsa doctrina no conviene negar el hecho muy obvio de lo que Lucas dice. Algunos comentaristas insisten en que Lucas 17.31 se refiere a la segunda venida de Cristo, pero ¿cómo podría el que esté en la azotea descender a sacar cosas de la casa cuando “todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta”[219]?
Jesús habló acerca de Noé y Lot y entonces dijo: “En aquel día el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo no vuelva atrás”[220]. Por eso, los discípulos de aquel tiempo deberían recordar el ejemplo de Noé y el diluvio, y el ejemplo de Lot, porque era necesario que ellos también estuvieran prevenidos para escapar de la destrucción de Jerusalén.
[1] Lucas 21.38.
[2] 1 Corintios 12.8-11.
[3] Romanos 10.17.
[4] 1 Juan 5.14-15.
[5] Jueces 7.
[6] Santiago 1.5-8.
[7] Juan 14.13.
[8] 1 Juan 5.14.
[9] LAC, ASV, VNC, VNM, MOD, RVA, VBJ, NVI.
[10] 1 Reyes 8.22; Nehemías 9.4; Salmos 134.1-2; Jeremías 18.20.
[11] Lucas 17.3.
[12] Lucas 17.4.
[13] Juan 18.33-34.
[14] Juan 1.6.
[15] Mateo 11.7-14.
[16] Juan 1.19-34.
[17] Lucas 7.29-30.
[18] Lucas 20.6.
[19] 2 Samuel 12.1-7.
[20] Mateo 7.21.
[21] Salmos 80.8-19; Cantares 8.11-12; Isaías 5.4, 7; 27:2-3; Jeremías 2.21.
[22] Mateo 21.43.
[23] Mateo 21.45.
[24] Lucas 20.9.
[25] 2 Timoteo 3.13.
[26] 2 Pedro 3.9; Romanos 2.4-5.
[27] Hechos 2.17.
[28] Gálatas 4.4.
[29] Hebreos 9.26.
[30] Mateo 21.37; Juan 3.16-17.
[31] Juan 1.11.
[32] Romanos 8.3; 1 Juan 4.9; Hebreos 3.1.
[33] Juan 11.53.
[34] Juan 11.48.
[35] Hechos 3.17.
[36] Juan 19.17; Hebreos 13.12-13.
[37] Mateo 21.39; Lucas 20.15.
[38] “¿Qué, pues, hará el señor de la viña?” Vendrá, y destruirá a los labradores.
[39] Hechos 13.46.
[40] Efesios 2.20.
[41] Efesios 1.20-23.
[42] Hechos 4.10-11; 1 Pedro 2.4-7.
[43] 1 Corintios 3.11.
[44] Efesios 2.20.
[45] Hechos 2.23.
[46] Mateo 13.13.
[47] Juan 11.48-53.
[48] Diccionario Larousse.
[49] Hechos 5.37.
[50] Lucas 20.20.
[51] Lucas 23.2.
[52] Romanos 13.1-7; 1 Pedro 2.13-17.
[53] Juan 19.15.
[54] Mateo 9.4; 12.25; 22.18; Lucas 5.22; 11.17.
[55] Génesis 1.26-27.
[56] Juan 19.11.
[57] Hechos 4.19; 5.29.
[58] Hebreos 1.14.
[59] Éxodo 3.6; Eclesiastés 12.7; Zacarías 12.1; 1 Tesalonicenses 5.23; Santiago 2.26.
[60] Deuteronomio 25.25.
[61] Éxodo 3.6; 15-16; 4.5; Génesis 26.24; 28.13.
[62] Doctrinas y Convenios, sección 132, sobre las ceremonias en el Templo.
[63] Génesis 1.27.
[64] Éxodo 3.6.
[65] 2 Corintios 5.3-4.
[66] Juan 20.30-31.
[67] Mateo 5.43-48.
[68] Mateo 7.12; Romanos 13.8-10; Gálatas 5.14; Santiago 2.8.
[69] LBLA.
[70] Mateo 1.1; 2 Samuel 7.13; Salmos 78.68-72; 89.3, 20-37.
[71] Mateo 9.27; 12.23; 15.22; 20.30; 21.9.
[72] Hechos 2.34; Efesios 1.20.
[73] Salmos 2.9, 12; Hebreos 10.13; 1 Corintios 15.25.
[74] Juan 8.56-59; 10.29-33.
[75] Juan 20.30-31.
[76] Mateo 5.19.
[77] Mateo 11.29-30.
[78] Mateo 23.5.
[79] Números 15.38; Deuteronomio 22.12.
[80] Hechos 13.1; Hebreos 5.12; 1 Timoteo 3.2; 2 Timoteo 1.11.
[81] 1 Corintios 4.15.
[82] Mateo 12.24; Juan 9.13-41; 12.42; 1 Tesalonicenses 2.14-16.
[83] Juan 7.48.
[84] Lucas 6.22; Juan 7.13, 45-52; 9.22, 34.
[85] Mateo 15.1-9.
[86] Lucas 16.14.
[87] 1 Timoteo 6.5.
[88] Juan 17.12; 2 Tesalonicenses 2.3.
[89] Mateo 13.38.
[90] Romanos 10.3.
[91] Números 30.2.
[92] Éxodo 20.7.
[93] Eclesiastés 5.4-5.
[94] Efesios 4.25.
[95] Revelación 21.8.
[96] Levítico 19.2; Números 30.2; Deuteronomio 23.21.
[97] Isaías 55.8-9; Jeremías 10.23.
[98] Lucas 11.42.
[99] Génesis 14.20; 28.22.
[100] Números 18.20-21.
[101] Gálatas 5.22.
[102] Salmos 82.3; Isaías 1.17-23; Oseas 6.6; Miqueas 2.2, 9; 3.2-3; 6.6-8; Mateo 5.7.
[103] Proverbios 31.8-9.
[104] Levítico 27.30; Números 18.21.
[105] Deuteronomio 14.28.
[106] Juan 8.1-5.
[107] Mateo 15.3.
[108] 1 Timoteo 5.21.
[109] Santiago 2.1-13; Deuteronomio 5.31-32; 6.24; 8.1; 11.22-23.
[110] Levítico 27.30-33.
[111] Números 18.21-32; Deuteronomio 12.17-19; 14.22, 27; Hebreos 7.5.
[112] Malaquías 3.7-11.
[113] Números 18.26-29; Nehemías 10.38.
[114] Levítico 19.9-10; 23.22; Deuteronomio 24.19-22.
[115] Éxodo 13.12-13; Números 3.46-48; 18.15-16.
[116] Deuteronomio 23.21-23.
[117] Deuteronomio 23.25.
[118] Éxodo 36.1-6; 1 Corintios 29.9, 14; Nehemías 12.43.
[119] Mateo 23.23.
[120] Mateo 5.18-20.
[121] Números 18.20-21.
[122] Mateo 6.1-18; 23.13-29.
[123] Mateo 15.9; Colosenses 2.14-17.
[124] 2 Corintios 9.7.
[125] 2 Corintios 8.4-5.
[126] 1 Corintios 6.19-20.
[127] 2 Timoteo 1.13.
[128] Juan 17.8, 14, 21, 23; 1 Corintios 1.10; Efesios 4.4-6.
[129] Mateo 15.1-20.
[130] Juan 18.28.
[131] Juan 19.15.
[132] Mateo 26.15; 27.6.
[133] Levítico 11.4, 20, 23, 41-42.
[134] Mateo 10.42; 25.21; Lucas 16.10.
[135] Tito 1.16; Romanos 12.3, 16.
[136] Juan 3.5.
[137] Romanos 12.2.
[138] Romanos 8.29; 2 Corintios 3.16; Efesios 4.22-32.
[139] Juan 5.44; Mateo 6.1-18.
[140] Éxodo 14.11; 16.1-12; 17.1-7; 32.1; Números 11.1; 12.1; 14.1; 16.1; 20.2-13; 21.4.
[141] 1 Reyes 22.1-28.
[142] Jeremías 26; 36; 37.1; 38.
[143] Amós 7.12.
[144] 2 Crónicas 24.21.
[145] Ezequiel 18.
[146] 1 Timoteo 2.4; 2 Pedro 3.9.
[147] 1 Timoteo 3.1-7.
[148] 1 Juan 3.12.
[149] Mateo 21.33-45.
[150] Levítico 26; Deuteronomio 28.
[151] Hechos 13.46.
[152] 2 Corintios 8.1-5.
[153] Mateo 23.36; 24.34.
[154] Mateo 23.38; 24.15.
[155] Mateo 23.34; 24.9.
[156] Mateo 23.38.
[157] Mateo 23.38.
[158] Mateo 23.39.
[159] Mateo 23.38-39.
[160] Marcos 16.14.
[161] Juan 7.33; 8.21.
[162] Mateo 23.39.
[163] Mateo 24.37-39; Lucas 17.26-27.
[164] Judas 7.
[165] 2 Pedro 3.10.
[166] 2 Tesalonicenses 2.1-3.
[167] Mateo 24.21-26.
[168] Hechos 11.28.
[169] 2 Corintios 11.24.
[170] Hechos 4.5; 5.27; 6.12; 22.30; 23.1-10.
[171] Hechos 22.19; 2 Corintios 11.24.
[172] 1 Corintios 15.1-8.
[173] 1 Juan 1.1-4; Lucas 24.47-48; Hechos 1.8; 2.22, 32; 4.20; 5.32; 10.39-42.
[174] Hechos 9.15-16; Filipenses 1.12-14.
[175] Hechos 4.18; 5.28, 40.
[176] Hechos 2.22-23; 3.14-15; 5.30-33; 7.51,54.
[177] Hechos 5.28.
[178] Hechos 4.1-2.
[179] Hechos 4.19-20; 5.29.
[180] Hechos 22.19-22.
[181] Hechos 24.5, 14; 28.22.
[182] Juan 16.2.
[183] Romanos 10.3.
[184] Hechos 9.1-2; 22.3; 26.9-11.
[185] Hechos 13.50; 14.19.
[186] Hechos 16.16-21; 19.23-27.
[187] Romanos 12.12; 1 Pedro 2.20.
[188] Hechos 2.
[189] Juan 14.18, 28.
[190] Juan 14.16, 26.
[191] Hechos 4.3-7; 5.18; 8.1-4; 11.19; 12.1-6; 13.50; 14.5.
[192] 2 Timoteo 4.10, 16; Hebreos 10.39.
[193] Colosenses 1.5-6, 23; Romanos 10.18.
[194] Daniel 9.27; 11.31; 12.11.
[195] Lucas 21.20.
[196] Lucas 17.30-31
[197] 2 Pedro 3.10.
[198] Mateo 3.2.
[199] 2 Tesalonicenses 2.1-2.
[200] Hebreos 2.1-2; 6.4; Revelación 2.5; 3.11.
[201] Marcos 13.4; Lucas 21.7.
[202] Mateo 24.3.
[203] Mateo 24.34.
[204] Jeremías 15.9; Joel 2.10, 30, 31; 3.15; Amós 8.9-10; Hageo 2.6, 21; Hebreos 3.4; 4.15; 12.26-28; Revelación 6.12-13.
[205] Isaías 19.1; Salmos 104.3.
[206] Mateo 23.35.
[207] Génesis 22.18.
[208] Génesis 49.10.
[209] 2 Samuel 7.10-16.
[210] Hechos 24.5; 28.22.
[211] Lucas 21.28.
[212] LBLA
[213] 1 Tesalonicenses 5.1-3; 2 Pedro 3.10.
[214] Hechos 1.7.
[215] 1 Tesalonicenses 5.1-3; 2 Pedro 3.10.
[216] Mateo 25.31-46.
[217] Isaías 51.6.
[218] Hebreos 12.26-28.
[219] 1 Corintios 15.51-52.
[220] Lucas 17.31.