HISTORIA DEL CRISTIANISMO
“El cristianismo comenzó como una relación personal
con el Señor Jesucristo.
Cuando llegó a Atenas se convirtió en una filosofía.
En Roma se transformó en una organización.
Al arribar a Europa se modificó como parte de la cultura, pero en Occidente es “un gran negocio”.
Pastor J. A. Holowaty
Cuando llegó a Atenas se convirtió en una filosofía.
En Roma se transformó en una organización.
Al arribar a Europa se modificó como parte de la cultura, pero en Occidente es “un gran negocio”.
Pastor J. A. Holowaty
I. EL
PRINCIPIO DE LA IGLESIA
A. Introducción.
Para poder comprender lo ocurrido en los veintiún siglos de cristianismo, es necesario que hagamos una escena panorámica en nuestra mente y así podamos comprender todo el camino que hay que recorrer. En esta primera década del siglo XXI, es casi seguro que nuestra apreciación de las cosas que ocurrieron en el siglo I, cuando la Iglesia estaba apenas comenzando a dar sus primeros pasos; o las del II, cuando la Iglesia se encontró sin los líderes originales; o del IV, cuando el gobierno comenzó a intervenir en el desarrollo de la Iglesia; o las del VI y VII, cuando un hombre se convirtió en el único líder; o en el XVI, cuando, al fin, luego de muchos sacrificios, algunos hombres decidieron romper con el yugo espiritual que los oprimía, sea muy diferente de lo que estaba pasando en aquel momento.
No podemos fijar en realidad el comienzo de la Iglesia, ya que como dice Efesios 1.4, Dios nos escogió desde antes de la fundación del mundo, es decir, antes que existiese el tiempo ya Dios había decidido que después de la Creación, cuando el hombre que Él haría desobedeciera, no porque Dios lo hubiese planeado así sino porque tiene el conocimiento de lo que ha pasado, de lo que está pasando y de lo que pasará, iba a existir en esta tierra una agencia cuya finalidad sería cumplir con la Voluntad de Dios y la expansión del Reino de Dios.
No es posible que dejemos de lado el pensamiento de Dios que apuntaba hacia el nacimiento del Mesías y de la fundación de la Iglesia desde Génesis 3.15, cuando encontramos el primer vislumbre de la venida de un Salvador, o bien, cuando Dios sacrifica a por lo menos un animal para tomar su piel y cubrir a nuestros primeros padres, derramando así sangre a causa del pecado del hombre. Tampoco olvidemos a Abel, el justo, a quien el hombre, su hermano Caín, derramó su sangre a causa de su maldad[1].
Otra de las maneras que Dios utiliza para ilustrar la función de la Iglesia la podemos ver en la finalidad del arca que Dios ordenó a Noé construir para salvarle a él y su familia del castigo que vendría[2]. Y continúa Dios anunciando que Él iba a tener un pueblo especial al escoger primero a la descendencia de Sem y de ahí a Abraham, Isaac y Jacob, para llegar a Su pueblo escogido entre todas las naciones, no porque ellos tuviesen algo que los diferenciara de los demás, sino porque Dios quiso tener de ellos misericordia.
A pesar de la mala actitud del pueblo de Israel, tanto que una y otra vez Dios tuvo que usar a las naciones vecinas para disciplinarlos, incluso arrasando a diez de las doce tribus cuando los asirios se apoderaron del reino del Norte, y luego llevando cautivos a los miembros de las tribus de Judá y Benjamín que habían quedado a Babilonia, Dios siempre estuvo dispuesto a cumplir Su promesa.
En tiempos en que el Imperio Romano gobernaba sobre la tierra, cuando era Augusto el emperador y Herodes el rey de Judea, en una pequeña aldea llamada Belén, en un establo, nació un niño especial de una virgen llamada María. Este niño tan especial era el Hijo de Dios, el Mesías prometido, que vendría a poner fin a la dispensación de la oscuridad y traería luz y libertad a todo aquel que esté dispuesto a humillarse ante su Creador.
Por cerca de 30 años, Jesús vivió sujeto a sus padres, creciendo en estatura y sabiduría, preparándose para su ministerio, que duró un poco más de tres años, en los que anduvo por Judea, Galilea, Iturea y las regiones vecinas anunciando la venida del Reino de Dios y preparando a sus discípulos para que cuando él hubiese partido, ellos se encargaran de la expansión de éste.
Durante el tiempo de su ministerio, el partido de los fariseos y el cuerpo sacerdotal se sintieron amenazados por la influencia de Jesús, así que se declararon enemigos de él y buscaron la forma de asesinarlo, sin saber que esto era necesario para que Jesús pudiese cumplir con su misión ya que sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados.
Jesús murió como un criminal, colgado en una cruz y sus enemigos pensaron que habían obtenido la victoria, sin tomar en cuenta que tres días después de su muerte, el Señor resucitaría de entre los muertos. Por unos cuarenta días, Jesús apareció a sus discípulos y les dio las instrucciones finales antes de su partida y luego fue llevado por el Padre al cielo, quedando la promesa de que así como había ascendido, también regresaría.
Ahora este pequeño grupo, como unos 120, se reunían en Jerusalén, esperando la promesa de la venida del Espíritu Santo. Sus pensamientos, incluso después del derramamiento del Espíritu Santo, no iban más allá de las paredes de Jerusalén, quizá pensando en que la Iglesia podría reproducirse por Judea, pero no había en ellos un espíritu misionero que fuera capaz de llevar el sueño de Dios a todas las naciones.
El día de Pentecostés, la fiesta judía en la que obligatoriamente todos los judíos debían reunirse en Jerusalén para participar del evento, siendo cerca de las nueve de la mañana de ese primer día de la semana, estando los doce apóstoles en el aposento donde moraban, vino del cielo el Espíritu Santo, que se derramó haciendo un gran estruendo de tal forma que la gente que estaba en la ciudad corrió al lugar a ver lo que pasaba.
A pesar de que unos días antes estos hombres se escondían por miedo a que los enemigos de Jesús los fueran a dañar, aquella mañana no tuvieron temor en anunciar, con Pedro a la cabeza, la instauración del Reino de Dios, la Iglesia, sobre esta tierra. Aquel evento fue tan arrebatador que ese día como tres mil personas fueron añadidas a la Iglesia después de haber sido bautizadas en agua.
No podemos dejar de ver que la organización de esta Iglesia naciente era muy sencilla, tan solo los apóstoles eran los que anunciaban el Reino y mantenían el orden en este grupo que durante algún tiempo simplemente fue considerado una secta más del judaísmo.
B. El Plan de Dios en Desarrollo[3].
El Espíritu Santo se derramó el día de Pentecostés después de la resurrección de Jesús, probablemente cerca de los años 33-35 d.C. Al haber iniciado en Jerusalén, muchos de los que habían ido para celebrar la fiesta decidieron quedarse en la capital y así recibir instrucción de los apóstoles, que encontraron muy cómodo no tener que salir ellos a anunciar el Evangelio. La venida del Espíritu Santo había servido para que los primeros discípulos recibieran una iluminación de mente muy diferente a lo que tenían, ya no veían el Reino como un esfuerzo político para derrocar a los romanos, sino que ahora podían comprender que el Reino de Dios no es materia, que es algo que habita en el corazón de los creyentes, los cuales, a pesar de poder estar cautivos, son libres. También su fe se vigorizó de tal forma que ya no se escondieron más sino que se convirtieron en personas capaces de hablar de su Señor en las peores circunstancias.
Algunos se preguntan por qué Dios no envió al Mesías en tiempos de David o de Daniel, después de la deportación o incluso en nuestros días, ya que, según dicen, “nosotros no mataríamos al Señor”. Pero el momento adecuado para la instalación del Reino de Dios, sin duda alguna era ese: Con el imperio de Alejandro Magno, el idioma griego llegó a convertirse en la lengua oficial de casi todo el mundo. Aunque Roma conquistó a Grecia con sus armas, los griegos conquistaron a Roma con su cultura, así que los mismos enemigos de Grecia, los romanos, se encargaron de difundir la cultura y el idioma griego, que tenía la particularidad de ser exacto, para que las Escrituras no pudiesen ser malinterpretadas. Además, la red de calles y carreteras que formaron los romanos por todo su imperio daba oportunidad para que todo el mundo pudiese escuchar el Evangelio.
Al inicio de la Iglesia, estando en Jerusalén, la figura de Pedro es sobresaliente, casi podemos decir que es el personaje central de los primeros seis capítulos del libro de los Hechos. No quiere decir que él fuera la cabeza de la Iglesia, sino que esto era un resultado lógico de una persona tan hiperactiva y con su prontitud en tomar decisiones. En aquel momento, la Iglesia no necesita de una gran infraestructura gubernamental, sino que con las decisiones de los doce apóstoles era suficiente.
La teología doctrinal de la Iglesia también era muy sencilla, resaltando tres puntos:
1. El carácter mesiánico de Jesús, o sea, que había que reconocer que Jesús era el Mesías prometido desde el principio y que Israel había esperado por tanto tiempo.
2. La resurrección de Jesús, que había muerto en la cruz y que tres días después se había levantado de entre los muertos y ahora vivía para ser la cabeza de la Iglesia.
3. La segunda venida de Jesús era una realidad innegable, aunque no se sabía cuándo iba a tener cumplimiento. A pesar de esto, ellos esperaban que ocurriera en su generación.
Las herramientas para cumplir la misión tampoco eran complicadas, simplemente era el testimonio de los discípulos que fuera donde llegaran y con quién se encontraran, estarían hablando del Señor. En nuestra era de la Comunicación, cuando estamos recibiendo las noticias en el mismo momento en que ocurren, quizá esto nos sea difícil de imaginar; hoy que contamos con el papel, la radio, televisión, telefonía, Internet, etc., para comunicarnos, nos parece sorprendente que un grupo de creyentes pudiera difundir la noticia del Reino de los Cielos por todo el mundo conocido con tan solo su boca para hablar y sus pies para llevarlos a todo lugar. Claro que estas personas necesitaban la ayuda de Dios para poder lograr el objetivo, así que Él les dio poderes sobrenaturales que tenían como propósito convencer a los oyentes. Recordemos que la Biblia, tal y como la conocemos, no existía. Ni siquiera se había comenzado a escribir hasta más de veinte años después de haberse iniciado el movimiento. Estos “poderes” eran transmitidos por la imposición de las manos de los apóstoles, aquellos que habían sido escogidos por Jesús mismo para que le sirvieran de testigos: Pedro, Andrés, Santiago, Juan, Mateo, Bartolomé, Simón, Tadeo, Tomás, Felipe, Jacobo y Judas, que luego, después de su muerte, sería cambiado por Matías y luego llegaría Pablo.
La Iglesia se dio a conocer rápidamente en Jerusalén, en donde tenían la admiración del pueblo, que veían en los discípulos algo totalmente diferente a lo que estaban acostumbrados en el judaísmo. A pesar de ello, no todo estaba bien en esta recién nacida: Se presentaron algunos problemas, primero por la envidia y el orgullo de parte de Ananías y su mujer, Safira, que trataron de engañar al Espíritu Santo con una falsa piedad. Luego los creyentes provenientes de las regiones helenas se quejaron de que había aborrecimiento de parte de los creyentes judíos hacia los griegos, por lo que los apóstoles, en el primer caso Pedro, dio lugar al Espíritu Santo para que diera una lección a los orgullosos, y en el segundo caso se permitió a la Iglesia que escogieran a siete varones que se encargarían de servir a las mesas, haciendo un trabajo parecido al de los diáconos, sin que ellos fueran nombrados como tales.
Uno de los hombres escogidos para servir a las mesas era Esteban, varón lleno de fe, que se distinguió como predicador y eso le atrajo que los judíos lo asesinaran apedreándolo. Los caminos del Señor son totalmente misteriosos. Quizá algunos pensarían que esto fue una desgracia, pero aquí comienza a entrar en la escena un personaje que se convertiría en un bastión para la Iglesia: Saulo de Tarso.
Después de haber tomado parte en el apedreamiento de Esteban, Saulo decidió convertirse en el caudillo para destruir la causa de los cristianos. Él había sido discípulo de Gamaliel, un honrado rabino de Jerusalén. Saulo encabezó la primera persecución contra los cristianos que haría que estos tuviesen que huir de Jerusalén, yendo a lugares distantes. Pero lo bueno de esto es que donde quiera que fueran, se convertían en predicadores del Evangelio.
Uno de los compañeros de Esteban que tuvo que huir, fue Felipe, que llegó a Samaria y comenzó a predicar. Ahí muchos se convertían, incluyendo a Simón, un hombre que había engañado al pueblo por mucho tiempo. Cuando los apóstoles se dieron cuenta de que los samaritanos habían obedecido al Evangelio, enviaron a Pedro y a Juan, quienes les impusieron las manos para que recibieran el don del Espíritu Santo. Luego Felipe fue llevado por el Espíritu, primero al desierto, en donde evangelizó a un eunuco etiope, que llevó el Evangelio a su país; luego fue a Gaza, Jope y Cesarea.
Saulo, el perseguidor de la Iglesia, cuando iba de camino a Damasco, recibió una visión de parte de Dios, lo que le causó que quedara ciego. Fue llevado por sus amigos a Damasco y ahí le visitó Ananás, un cristiano judío, que le bautizó y Dios le regresó la vista. Por unos tres años, Pablo se retiró a Arabia en donde Dios le preparó para que llegara a ser su instrumento.
Después de haber estado predicando en Damasco y habiendo tenido que huir a causa del deseo de los judíos de matarle, Saulo llegó a Jerusalén, pero los creyentes le tenían miedo hasta que Bernabé le tomó consigo y lo llevó a los apóstoles y dio testimonio de la transformación que había tenido Saulo. Al conocerse que los judíos de Jerusalén también querían matarlo, Saulo fue enviado primero a Cesarea y luego a Tarso.
Pedro, en sus viajes, fue a Jope, en donde resucitó a Dorcas y se quedó en casa de un Simón, que era curtidor. Estando ahí, Dios le dio una visión con la que le enseñaba que lo que Él había limpiado no debía ser llamado inmundo por el apóstol. De esta manera lo preparaba para su próxima misión. Llegaron a buscar a Pedro unos hombres enviados por Cornelio, un romano que vivía en Cesarea, para que visitara ese lugar. Pedro acudió y Dios se manifestó derramando el Espíritu Santo sobre los gentiles. De esta forma quedaba abierta la puerta del Reino para todas las gentes de todo el mundo.
La Iglesia llegó a Antioquia de Siria y Bernabé fue el escogido por los apóstoles para que fuera a examinar lo que estaba ocurriendo en ese lugar. Bernabé era un hombre que tenía una mente abierta y un corazón lleno de amor. Ya antes había demostrado su confianza en Saulo, a quien fue a buscar a Tarso para que le ayudara en el trabajo en Antioquia en donde estuvieron un año. Fue ahí en donde comenzó a llamarse “cristianos” a los discípulos. Por este tiempo fue cuando se desató en Judea una gran hambruna y los hermanos de Antioquia decidieron enviar ayuda a la Iglesia a través de Bernabé y Saulo. Estos eran los tiempos en que reinaba Claudio sobre Roma[4].
Herodes, celoso de los cristianos, mandó matar a varios, entre ellos a Jacobo, el hermano de Juan, y arrestó a Pedro, pero un ángel le sacó de la cárcel. Pocos días después, Herodes murió.
Bernabé y Saulo regresaron a Antioquia acompañados de Juan Marcos, de donde fueron enviados en su primer viaje misionero, saliendo para Selucia y de ahí a Chipre, llegando a Salamina. Atravesaron la isla de Pafos, en donde Saulo, molesto por la resistencia de Elimas, un mago, lo condenó a perder la vista, lo que ocurrió inmediatamente. Zarparon luego hacia Perge de Panfilia, en donde Juan Marcos decidió regresarse a Jerusalén.
Los misioneros tenían por costumbre iniciar su trabajo en alguna sinagoga, pero no en todas se les recibía de la mejor manera. Bernabé y Saulo llegaron hasta Antioquia de Pisidia en donde fueron bien recibidos por los gentiles, pero rechazados por los judíos, y tuvieron que partir rumbo a Iconio, de donde tuvieron que huir por causa de los judíos, hacia Listra y Derbe. En Listra, Pablo, que era el nombre romano de Saulo, sanó a un cojo, por lo que los habitantes de esa ciudad creyeron que eran dioses, por lo que llamaban a Bernabé, Júpiter y a Pablo, Mercurio. Los habitantes querían rendir culto a los misioneros, pero cuando ellos se opusieron los apedrearon y pensando que Pablo estaba muerto, lo dejaron fuera de la ciudad. Los creyentes rodearon al apóstol y él se levantó para salir al día siguiente hacia Derbe. Después de haber predicado ahí, regresaron a Listra, a Iconio y a Antioquia, constituyendo ancianos en cada iglesia. Pasaron por Pisidia y volvieron a Panfilia para luego ir a Perge y a Atalia, de donde navegaron a Antioquia.
Podemos ver que para este tiempo, la organización de la Iglesia comenzaba a transformarse. El hecho de que no hubiese suficientes apóstoles provocó que se necesitaran ancianos, obispos, presbíteros o pastores, que se hacían cargo de las congregaciones. También nos encontramos con algunos judíos cristianos que se oponían a que los gentiles fueran aceptados en la Iglesia sin antes haber pasado por los rituales judíos, lo que provocó una fuerte controversia que amenazó con la división de la Iglesia.
C. Cambios Serios en la Iglesia.
Corría cerca del año 50 d.C., y la Iglesia se había ido reproduciendo con rapidez. Había algunos cristianos judíos que sentían que era incorrecto que los gentiles fueran aceptados dentro de la Iglesia sin que antes se convirtieran al judaísmo, lo que provocó que Pablo y Bernabé tuviesen que viajar a Jerusalén y que se reunieran con Santiago, el hermano de Jesús, que se había convertido en uno de los líderes de la Iglesia, y con los apóstoles para tomar una decisión. El resultado fue dejar a los gentiles tranquilos y permitirles ser miembros de la Iglesia con tal de que no comieran cosas sacrificadas a los ídolos, sangre y ahogado y que se apartaran de la fornicación.
Bernabé y Pablo regresaron a Antioquía con las buenas nuevas y luego de un tiempo decidieron hacer un nuevo viaje misionero. Bernabé quería llevar con ellos a Juan Marcos, pero Pablo no estuvo de acuerdo, así que decidieron separarse y Bernabé se fue a Chipre con su sobrino mientras que Pablo viajó con Silas a Siria y Cilicia. De ahí viajaron a Derbe y Listra en donde encontraron a Timoteo, a quien Pablo circuncidó a causa de los judíos. Viajaron luego a Frigia y Galacia, pero no predicaron en Asia porque el Espíritu se los prohibió. De Misia descendieron a Troas en donde Pablo recibió una visión para que fuera a Macedonia. Zarparon para llegar a Samotracia y de ahí a Neápolis y luego a Filipos, en donde evangelizaron a Lidia. En Filipos tuvieron problemas a causa de una mujer que tenía espíritu de adivinación, al cual Pablo reprendió, lo que causó que sus amos hicieran un gran alboroto y los misioneros fueran azotados y encarcelados. Durante la noche se produjo un terremoto que llevó a que pudieran evangelizar al carcelero y su familia. Al día siguiente, los magistrados mandaron soltarles, pero Pablo quiso darles una lección, ya que él era un ciudadano romano y en ese tiempo era prohibido azotar a los romanos a costo de que si los ejércitos de Roma se hubiesen enterado, Filipos pudo haber sido arrasada. Los magistrados tuvieron que rogarles que se fueran de la ciudad.
Los misioneros fueron a Anfípolis y Apolonia para llegar a Tesalónica, pero los judíos hicieron alboroto, atacando la casa de Jasón y los acusaron de pervertir al pueblo con sus enseñanzas. Los creyentes tomaron a Pablo y a Silas y los sacaron de noche para que fueran a Berea, en donde fueron bien recibidos, pero los judíos de Tesalónica viajaron a esta ciudad para hacer alboroto también, así que Pablo, Silas y Timoteo tuvieron que irse hacia el mar y Pablo se fue solo para Atenas, de donde los mandó llamar. Mientras ellos llegaban, Pablo discutía en la sinagoga y en la plaza cada día y fue invitado a predicar en el Areópago.
Después Pablo viajó a Corinto en donde conoció a Aquila y a su mujer, Priscila, que venían huyendo de Italia porque Claudio había prohibido la presencia de judíos en la capital. Desde Corinto, Pablo escribió las dos cartas a los tesalonicenses, siendo estas sus primeras epístolas. Pablo se unió a sus nuevos amigos en la confección de tiendas y discutía en la sinagoga los sábados. Ahí lo encontraron Timoteo y Silas. En Corinto Pablo estuvo año y medio. Los judíos acusaron a Pablo ante Galión, procónsul de Acaya, pero él no quiso tomar nada de este asunto.
Pablo se fue con Aquila y Priscila a Siria y se separó de ellos en Éfeso, para ir luego a Cesarea y luego a Antioquia.
Después de un tiempo comenzó su tercer viaje misionero, viajando por Galacia y Frigia. Pero en Éfeso, Aquila y Priscila conocieron a Apolos, que era un predicador poderoso, pero que predicaba las enseñanzas de Juan, así que los esposos lo corrigieron y él se fue para Acaya.
Pablo regresó a Éfeso en donde encontró a doce discípulos de Juan a quienes corrigió y les impuso las manos para que recibieran el don del Espíritu Santo. Luego fue a la sinagoga en donde estuvo por tres meses y luego se quedó en la escuela de Tiranno por dos años. Desde aquí escribió Pablo la epístola a los romanos y a los Gálatas. Pero los problemas se volvieron a presentar debido a que Demetrio el platero estaba siendo afectado en su negocio de venta de templecillos de Diana debido a que muchos se hacían cristianos, así que él y otros hombres hicieron alboroto contra Pablo, lo que causó que tuviese que irse para Macedonia y Grecia, en donde estuvo tres meses y luego se regresó a Macedonia. Luego fue a Troas en donde se quedaron siete días. Pablo decidió ir por tierra hasta Asón en donde se encontró con sus amigos que habían ido por mar y fueron a Mitilene, deseando llegar a Jerusalén. De ahí partieron a Cos y a Rodas para arribar al fin en Cesarea, en donde se le profetizó que en Jerusalén sería arrestado.
Pablo llegó a Jerusalén en donde le arrestaron acusándolo de haber metido gentiles en el Templo, pero él pidió que su caso fuera visto por César. Pablo estuvo dos años arrestado en Cesarea, luego de cerca de un año en Jerusalén y luego fue enviado a Roma en donde estuvo prisionero en una casa alquilada por cerca de dos años desde donde escribió las epístolas a los efesios, filipenses, Colosenses y Filemón.
En el año 64 d.C., Roma sufrió un incendio catastrófico, que según algunos aseguran fue causado por Nerón, que culpó a su vez a los cristianos, lo cual provocó una persecución muy dolorosa, en la que se cree que falleció el apóstol Pedro en el 67 d.C.
Pablo tuvo libertad unos tres o cuatro años más y fue cuando aprovechó para ir a Creta en donde dejó a Tito, a Nicópolis y el norte de Grecia. Según la tradición fue arrestado de nuevo y llevado a Roma, desde donde escribió las dos epístolas a Timoteo y Tito. Según la tradición, Pablo fue decapitado en el 68 d.C.
Para antes de la muerte de Pablo, además de sus cartas, ya estaban escritos los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, así como la epístola de Santiago, que fue asesinado en el año 62 d.C., cuando estaba en el Templo, y las dos cartas de Pedro.
D. Últimos Años del Siglo I.
Fueron estos últimos 30 años del siglo I de los más difíciles para la Iglesia y es quizá de los periodos con los que contamos con menos información. Lucas dejó de escribir luego de la llegada de Pablo a Roma y no hay un autor serio que llene el vacío en la historia. Es una verdadera lástima que no supiéramos lo ocurrido a fe cierta en los ministerios de los otros apóstoles, de Timoteo, Tito, Silas, etc. Desde el año 64 d.C., hasta cerca del año 120 d.C., hay una especie de cortina que nos oscurece el panorama, con excepción del poquito de información que encontramos en la literatura juanina y algunos segmentos de historiadores como Josefo.
La caída de Jerusalén en el 70 d.C., nos lleva a ver un cambio de relación entre judíos y cristianos. Los judíos se proponían derrocar a Roma y gobernar ellos el mundo, por lo que constantemente se levantaban contra el yugo de romano. Pero no solo ahí había problemas entre los judíos, porque aparte de querer derrocar a Roma, tenían revoluciones internas que los llevaban a matarse entre ellos mismos. Roma, cansada de tanta rebelión, mandó a Vespasiano contra Jerusalén y sitió la ciudad, pero fue llamado a Roma para que se ocupara del trono imperial. Su hijo Tito se quedó al frente del sitio, desde donde mataba a miles de judíos y a otros apresaba para enviarlos a Roma para que sirvieran en la construcción del Coliseo. Al fin Jerusalén no soportó el asedio y cayó, siendo destruidos el muro y el Templo. Pero, debido a que los cristianos estaban avisados por las profecías de Jesús, casi ninguno murió durante el sitio ya que ellos huyeron a tiempo a la ciudad de Pella. Esto causó que los mismos romanos dejaran de ver a los cristianos como una secta judía y los juzgaran por separado. Pero en este tiempo y hasta por cerca de doscientos años más los ebionitas se mantuvieron firmes en sus convicciones.
1. Los Esenios o Ebionitas.
La palabra “ebionitas” viene del hebreo ebionim, que significa pobres. También son conocidos como esenios y hasta parece que a los “Nazarenos” también se les llamó así. Los orígenes de este movimiento son oscuros, aunque se cree que nacen dentro de los círculos de los “jasidim”[5] también llamados “asideos”, que era uno de los tres partidos en que se habían dividido los judíos, junto con los fariseos y saduceos. Los asideos protestan contra la helenización del culto y apoyan el levantamiento de los Macabeos contra el dominio de los Seleúcidas. Al establecerse la dinastía de los Asmoneos, que une en una sola persona la función real con la función de sumo sacerdote. Los jasidim se oponen en su mayoría a la usurpación asmonea, pues la consideran como una traición a la causa de Dios, porque la salvación definitiva no vendrá de programas políticos, sino de una intervención definitiva de Dios. Este movimiento se refugia en el desierto, en un lugar de ruinas de una antigua fortificación israelita. Según los hallazgos arqueológicos, la primera construcción esenia se remonta a la mitad del siglo segundo antes de Cristo. Los romanos destruyen Qumran el año 68 después de Cristo.
Aunque algunos entienden que son anteriores a Jesús y que Juan el Bautista perteneció a la secta o bien que eran sus propios discípulos. Hoy día algunos judíos remontan sus orígenes al mismo profeta Samuel, y la escuela que él creó, siendo también ebionitas otros profetas como Elías, etc. Aunque es probable que los orígenes de la secta se encuentren en el siglo II a.C. Pero otros consideran su surgimiento como resultado de la influencia de sobrevivientes de Qumrán en la iglesia judeocristiana, dispersada por la caída de Jerusalén.
La Biblia no los menciona, aunque en tiempos de Jesús había unos 4000 en Palestina; pero los describe Josefo, Filón, Plinio el Viejo, Dión Crisóstomo y los manuscritos del Mar Muerto, muchos de ellos de los Esenios. Pero solamente después del año 1947, tras los descubrimientos de los manuscritos de Kirbet Qumrán, en las orillas del Mar Muerto, tras las excavaciones de las ruinas de la colonia esenia allí asentada tenemos verdaderos puntos de contraste para situarlos e identificarlos. Gracias al extraordinario hallazgo se puede reconstruir con bastante aproximación la historia de la secta, su doctrina, organización, aunque haya de tenerse en cuenta que todos los esenios no vivían en Qumrán.
La fundación de la comunidad del Mar Muerto debe atribuirse al “Maestro de justicia”. Con este seudónimo se le conoce en los manuscritos, un nombre honorífico que oculta el verdadero. Corresponde a un sacerdote del Templo de Jerusalén que, indignado a causa del envilecimiento del culto del Templo bajo el ministerio sacerdotal de los asmoneos, se aparta del Templo e invita a retirarse al desierto, según las palabras de Isaías: “Preparad en el desierto camino al SEÑOR; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios”[6]. La finalidad del retiro es la creación de un espacio donde se conserve incontaminada la santidad del pueblo. Toda la vida de la comunidad: Organización, legislación, costumbres, va encaminada en este sentido. Los esenios se consideran como el verdadero pueblo elegido que debe desempeñar un papel decisivo en la lucha final de los tiempos que se avecinan. Hay que estar alerta, siempre preparados para la lucha de los hijos de la luz contra los de las tinieblas. Para llenar el abismo teológico que supone la separación del Templo de Jerusalén, la comunidad se comprende a sí misma como templo espiritual, compensando así el culto indigno que se realizaba en el Templo de Jerusalén.
Plinio y Filón también nos describen su vida y costumbres: Observaban la Ley, se abstenían de los placeres de la carne, y algunos renunciaban al matrimonio, menospreciaban las riquezas, eran trabajadores, preferentemente del campo, no hacían comercio, y sostenían la doctrina de la inmortalidad del alma[7]. El primero en referirse a ellos utilizando el nombre de “ebionitas”, fue Ireneo de Lyon, discípulo de Policarpo, que a su vez lo fue del apóstol Juan, en la segunda mitad del siglo II d.C.[8], en estos términos: “Los ebionitas utilizan únicamente el evangelio que es según San Mateo y rechazan al apóstol Pablo, llamándole apóstata de la Ley. Pues los ebionitas, sirviéndose solamente del evangelio que es según San Mateo, se dejan persuadir por él y no piensan rectamente del Señor”. Como vemos por el testimonio de Ireneo en el siglo II los ebionitas a diferencia de los Cristianos, no creían en la Divinidad de Jesús.
Justino el Mártir, en el 150 d.C., comenta que existen dos grupos de judeocristianos, por un lado los “Nazarenos” que participan de la “fe común”, pero siguen permaneciendo fieles a las tradiciones judías y son descendientes de las comunidades de Santiago; y por otro lado otros que reconocen a Jesús como Mesías pero que solo afirman que fue “Hombre entre los hombres”, a estos los llama “ebionitas”.
Sabemos poco de los “Nazarenos” y “Ebionitas”, que eran mirados con no pocos recelos por sus contemporáneos cristianos procedentes de los gentiles, quizás debido a su insistencia en guardar la Ley de Moisés y circuncidarse, aunque no sacrificaban y celebraban el Sábado y el Domingo, cosa que no contradice lo practicado por la iglesia judía de Jerusalén y que se nos describe en el libro de Los Hechos. Insistían en alejarse del aspecto ceremonioso de la Ley, atendiendo más a su contenido moral, en lo que se parecen mucho a los esenios. Como hemos dicho los ebionitas consideraban al apóstol Pablo como un apóstata y un traidor al judaísmo, debido a sus enseñanzas acerca de que los gentiles no debían circuncidarse ni guardar la Ley.
Respecto a Jesús, lo consideraban hijo de José y María, y que su título de “Hijo de Dios” le vino como adopción en el momento de ser bautizado, en donde tuvo su unión con el Cristo eterno, que para ellos es superior a los ángeles, pero no divino, perdiéndolo en el momento de la crucifixión. Por esto mismo rechazaron los libros de Pablo, usando el llamado “Evangelio de los Hebreos”, del que conservamos fragmentos actualmente en estudio por parte de los eruditos. En fechas más tardías el ebionismo se confunde con el Gnosticismo, seguramente por influencias de éste en sus doctrinas.
Interesantes son los comentarios que sobre ellos hace Eusebio de Cesarea en su “Historia Eclesiástica”, de principios del siglo III d.C.: “A otros el maligno demonio, no pudiendo arrebatarles de su dedicación para con el Cristo de Dios, se los hizo suyos al encontrarles algún otro punto débil. Los primeros fueron llamados ebionitas acertadamente, pues consideraban a Cristo de un modo pobre y bajo. Creían que era un hombre simple y común, que iba justificándose a medida que crecía en su carácter, y que nació como fruto de la unión de un hombre, José y de María. Les parecía indispensable cumplir la Ley, como si no pudieran salvarse con la sola fe en Cristo y una vida conforme a ella”[9].
Los ebionitas esperaban la llegada de varias figuras “mesiánicas”, es decir, legitimadas oficialmente por Dios: El profeta escatológico, el rey mesiánico de la casa de David, y el sacerdote mesiánico de la casa de Aarón. Pero, según los textos de Qumrán, en el centro de la expectativa apocalíptica está el pueblo de los elegidos y no una figura mesiánica individual. Estrechamente unida a la apocalíptica está también la complicada angelología y demonología. Los ángeles están enfrentados en dos ejércitos; ángeles buenos con el “príncipe de la luz” o “el ángel de Dios” o “el espíritu de la verdad” a la cabeza. Por otro lado, los ángeles malos, a cuya cabeza está el “ángel de las tinieblas” o “ángel de la enemistad”, “enemigo”. Son los ángeles caídos de Génesis 6.
La interpretación de la Escritura era también escatológica, según “los comentarios a Habacuc y a Nahúm”. Igualmente llamativo es el método hermenéutico que identifica los diversos pasajes con acontecimientos del pasado inmediato, del presente o del futuro.
Para conservar a la comunidad como pueblo incontaminado, elegido de Dios existen prescripciones, ritos y costumbres que deben observarse con rigor. No hay relaciones económicas ni comunión de mesa con los de fuera, ni pueden aceptarse regalos. Los aspirantes a vivir en la comunidad deben someterse a pruebas muy rigurosas. Josefo dice que para convertirse en miembro de la comunidad, el aspirante debe tener un año de prueba. Se le daba una paleta para uso sanitario, un cinturón y un vestido blanco que debía llevar en las reuniones. No participaba de los baños cotidianos de la comunidad, ni de la comida común, que se tomaba al mediodía. Pero sí de la comida de la tarde, lo mismo que los extranjeros. Practicaban el vegetarianismo y sus creencias eran dualistas, vivían en régimen monástico y tenían sus bienes en común. Se circuncidaban y exaltaban la Ley de Moisés, considerando a Pablo como un apóstata, pero no ofrecían sacrificios. Sus cultos se celebraban en sábado y domingo. Algunos estudiosos han afirmado que veneraban al sol y algunos les atribuyen creencias en la Metensicosis[10], pero todo eso es muy discutible.
Al final del año de prueba, el aspirante se convertía en “candidato”. Durante otros dos años participaba en los baños cotidianos, llevaba el vestido blanco y penetraba en el agua, vestido, a las once de la mañana. Antes de la salida y puesta del sol participaba de las oraciones comunes; las mañanas y las tardes se dedicaban al trabajo del campo, a cuidar animales, a la apicultura y artesanía. Sus bienes eran entregados al administrador. Al final de los tres años, ya estaba maduro para la iniciación. Emitía una especie de “votos solemnes”: Respetar a Dios y ser justo con los hombres; odiar a los malvados y secundar a los justos; obedecer a las autoridades del grupo; si llegaba a superior, no podría valerse de su carga en beneficio propio; amar la verdad y rechazar a los mentirosos; no esconder lo que pudiese ganar. No revelar a terceros las doctrinas de la comunidad.
No participaban de la adoración en el Templo pero tenían sus propios ritos de purificación. Observaban el día de reposo muy estrictamente y veneraban grandemente a Moisés. No hacían ningún juramento pero se exigía que los nuevos miembros, después de un período de prueba de tres años, hicieran una serie de juramentos fuertes de que cooperarían en toda manera con la organización y nunca revelarían a extraños ningunos de los asuntos o de las creencias de la secta.
Los esenios o ebionitas no solo se preocupaban de la pureza comunitaria en cuanto pueblo elegido por Dios para los últimos tiempos, sino que promovían también la experiencia de la piedad individual, como manifiesta el libro de los “Salmos” de la secta. Animaban a vivir la confianza en Dios, cuya fidelidad permanece eternamente. Importante también es destacar la existencia de un calendario distinto del oficial, un calendario en el que el año era de 364 días, con cuatro trimestres de 90 días más un día suplementario por trimestre. De este modo las fiestas caían siempre en la misma fecha dentro de la semana.
La comunidad estaba estructurada jerárquicamente. Los sacerdotes y levitas desempeñaban las funciones más relevantes. Había también un consejo de los doce. Como ritos exteriores se realizaban lavatorios diarios, de cuya práctica son elocuentes testimonios, en las ruinas actuales de Qumrán, las instalaciones para baños, cisternas y un sistema de canalización. Tenían suficiente agua para abastecer a varios cientos de personas durante la sequía. Cerca del edificio principal se han encontrado restos de construcciones que servían para fines agrícolas, almacenes, talleres, dos molinos, un cementerio grande y dos pequeños con unas 1200 tumbas, y también huesos de animales enterrados cuidadosamente. Después de los lavatorios, se reunían vestidos con la vestidura blanca del sacerdote para tener una comida en la que se consumía pan y mosto. Un punto culminante del culto divino era la “fiesta de la renovación del pacto”, que se celebraba todos los años y en la que se pasaba revista a la comunidad como si fuera un ejército y ella tenía que dar cuenta de sí misma. Todos tenían que someterse al juicio de “los muchos”, de la comunidad reunida en asamblea, donde escuchaban las bendiciones de los sacerdotes sobre los “hijos de la luz” y también las maldiciones sobre los “hijos de las tinieblas”.
Estaban radicados en la zona oeste del Mar Muerto, en un lugar donde no se siente la pestilencia del mismo mar, justamente donde se halla Qumrán. Plinio habla de las ciudades situadas al sur del “campamento”: En Gueddi, a unos 20 kilómetros al sur de Qumrán; Masada, a unos 15 kilómetros más lejos.
Filón y Josefo describen de modo diferente el lugar donde vivían los esenios. Según Filón, vivían no en ciudades sino en pueblos, pero en otro pasaje dice que vivían tanto en ciudades como en pueblos. Josefo habla de ciudades. Esta diversidad se aclara leyendo el “Escrito de Damasco” donde se halla una “regla” destinada a los que viven en ciudades y otra a los que viven en campos o aldeas. De este modo el centro de la vida esenia sería Qumrán, pero había otros esenios que observaban otra regla y vivían en distintos lugares. Esta diversidad corresponde, en parte, a lo que nos dice Josefo sobre las dos clases de esenios. Algunos no se casaban, pero educaban a los hijos de otros. Otros se casaban y educaban a sus propios hijos. No se sabe exactamente cuál era el caso de Qumrán, pues en su cementerio se han encontrado restos de mujeres.
Las invasiones islámicas hicieron que fueran perdiendo fuerza y desaparecieran, especialmente al no aceptar a Bar-Kochbá como Mesías en la revuelta de 132–135 d.C., provocando que los judíos ya no los aceptaran más.
Entre las obras que contienen información sobre este grupo del siglo I se encuentra Los viajes de Pedro. Este libro, del que se conservan partes, es citado profusamente por Epifanio cuando habla de los Ebionitas, y nos muestra un muy probable acercamiento de sus enseñanzas a los ideales Esenios.
Las últimas noticias que se tienen de ellos proceden de fechas tardías como el siglo V d.C., así Epifanio habla de ellos a principios de dicho siglo en los siguientes términos: “Está en poder de los Nazarenos, el Evangelio según Mateo, completísimo, y en hebreo. Pues entre ellos se conserva, sin duda, todavía éste tal como fue compuesto originariamente, en caracteres hebreos. Lo que no sé es si han suprimido las genealogías desde Abraham hasta Cristo”.
Existen numerosos testimonios sobre los ebionitas y los Nazarenos hasta bien entrado el siglo VI d.C. Respecto a qué fue de ellos, esta cuestión es un misterio, aunque se supone que desaparecieron con las invasiones islámicas del siglo VIII d.C.
Hay tres textos que eran de importancia tanto para los ebionitas como para los Nazarenos. Se trata de evangelios usados por las comunidades judías que habían reconocido en Jesús al Mesías de Israel. En unos casos de claro carácter herético y en otros no, son considerados como apócrifos, esto es, no fueron reconocidos por las diferentes comunidades ortodoxas Paleocristianas herederas de la tradición de los Apóstoles, al establecer oficialmente el Canon, que, todo hay que decirlo, ya estaba bien establecido y definido desde el siglo II por la inmensísima mayoría de las diferentes comunidades Cristianas Primitivas. Su referencia nos ha llegado casi siempre en citas muy fragmentarias de los Padres de la Iglesia. Por eso es muy difícil sacar conclusiones sobre el carácter de cada una de las obras y sus mutuas relaciones. Estos tres son:
a. El Evangelio de los Nazarenos.
De este evangelio escrito en caracteres hebreos pero en lenguaje semita nos han llegado numerosas citas en escritos de los Padres. Según Jerónimo lo utilizaban los judeocristianos sirios descendientes de la Iglesia de Jerusalén que huyeron tras la destrucción de Tito, y mostraba un estrecho parentesco con el Mateo canónico.
El Evangelio de los Nazarenos es un documento que respira el espíritu del judaísmo con el que parece estar en constante debate. El círculo judeocristiano que lo usaba no parece ser peculiarmente herético. De hecho, la Iglesia gentil[11] consideraba a los “Nazarenos” como verdaderos creyentes, aunque ciertas prácticas de carácter judaico[12] les llamaran más o menos la atención.
b. El Evangelio de los Ebionitas.
Era un evangelio compuesto en griego, de una secta judeocristiana considerada herética. Está próximamente emparentado con el Evangelio de Mateo, aunque con diferencias esenciales. Sus variaciones respecto a la tradición sinóptica son en parte literarias[13] y en parte dogmáticas. Se explica la eliminación de Mateo 1-2 porque los ebionitas negaban el nacimiento virginal de Jesús. Según su propia cristología, la procedencia divina de Jesús no radica en su generación divina ni en su nacimiento milagroso, sino en la unión del Espíritu Santo con él en el bautismo. La unión del ser celeste con el hombre Jesús lo hace Hijo de Dios, Mesías. Esta cristología adopcionista, la oposición al culto y el vegetarianismo, diferencian al judeocristianismo de los ebionitas del de los nazarenos y lo marcan como una secta herética.
c. El Evangelio de los Hebreos.
Los pocos fragmentos conservados no permiten ver un parentesco peculiar con alguno de los evangelios canónicos. Contienen sin embargo elementos sincretistas y muestran el carácter herético de sus utilizadores judeocristianos. Este judeocristianismo contiene elementos sincretistas gnósticos. El Espíritu Santo es identificado con la Madre de Jesús, encarnación de la potencia celeste. Y el mismo Espíritu Santo se identifica con el arcángel Miguel. Probablemente era el evangelio usado por judeocristianos egipcios y estaba escrito en griego. Su concepción teológica queda dominada por la teología de Sabiduría judeocristiana. Era propio de gente que se consideraba en posesión del Espíritu. Compuesto con ayuda de las tradiciones canónicas, puede reflejar también material corriente en el período pre canónico.
d. Los textos hallados en Qumrán, los principales que hablan de la organización, administración, creencias, ritos, son:
1) La Gran Regla: Habla del régimen interno y de las condiciones para la admisión de candidatos.
2) El Escrito de Damasco o Documento Sadoquita: Contiene documentos semejantes, pero insiste más en la historia de Israel como expresión de los principios de la comunidad. Contiene dos códigos distintos: Uno para los esenios que viven en las ciudades, y otro para los que viven en campos.
3) La guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas: Expone un plan para la conquista del mundo por los hijos de la luz.
4) Comentarios sobre el Génesis, Isaías, Miqueas, Nahúm, Habacub y el libro de los Salmos.
Se ha dicho que la religión de los esenios o ebionitas fue el sectarismo más exclusivista que el mundo ha conocido, un sectarismo apocalíptico-escatológico que implicaba la certidumbre de un triunfo terrestre próximo.
2. Los Gnósticos.
La segunda persecución imperial contra los cristianos la decretó Domiciano, cerca del año 90 d.C. Miles de cristianos murieron en Italia y Roma. Juan, al último de los apóstoles, estaba en Éfeso y ahí fue capturado y enviado preso a la isla de Patmos, en donde recibió la Revelación o Apocalipsis. Es en este tiempo que se escriben los últimos libros del Nuevo Testamento: Hebreos, las cartas de Juan, Revelación y Judas.
El cristianismo se encontraba ya enraizado y había familias que por espacio de tres generaciones habían sido creyentes. Las doctrinas expuestas por Pablo en sus epístolas habían sido aceptadas como reglas de fe, pero también surgían grupos heréticos, como los gnósticos, que vienen del helenismo grecorromano.
El gnosticismo es un conjunto de corrientes sincréticas[14] filosófico-religiosas que llegaron a mimetizarse con el cristianismo en los tres primeros siglos de nuestra era, convirtiéndose finalmente en un pensamiento declarado herético después de una etapa de cierto prestigio entre los intelectuales cristianos.
El gnosticismo surge como una reacción espiritual aparentemente sana, en contra del ambiente materializado; pero, también en contra de las Teologías, defienden una fe sin religión, buscan una purificación de la fe, y esto lleva a un grave problema ya que al arrancar la fe de la religión se da una gran multiplicación de sectas y movimientos religioso de todo tipo, pero que terminó en una perversión del cristianismo.
Insistían en la salvación mediante una sabiduría secreta o gnosis. Proclamaban el conocimiento superior basado especialmente en principios filosóficos, misterios de iniciación, ciertas doctrinas cristianas y elementos de magia. Su carácter adaptable le permitió penetrar las comunidades cristianas de los primeros siglos.
La Iglesia del siglo II estaba amenazada por la “gnosis”, una doctrina que afirmaba que la fe enseñada por la Iglesia no era más que un simbolismo para los sencillos, pues no son capaces de comprender cosas difíciles; por el contrario, los iniciados, los intelectuales que se llamaban “gnósticos”, podrían comprender lo que se escondía detrás de estos símbolos y de este modo formarían un cristianismo de élite, intelectualista.
Aunque se habla de gnosis cristiana ortodoxa y así lo hace ya Ireneo, es cierto que el gnosticismo en sentido estricto significa una corriente de espiritualidad e incluso una religión extra cristiana o, cuando menos, heterodoxa. Está fuera de duda la existencia de una corriente de espiritualidad semejante, con anterioridad a la predicación del Evangelio y distinta también de las Religiones de Misterios.
El “Poimandres”, incluido en el siglo III es el primer documento estrictamente gnóstico no cristiano anterior a la predicación apostólica. Hacia el siglo I a.C., pululan una serie de sectas influidas por la religiosidad iraní y fundadas por poetas de carácter profético, el más representativo de los cuales es Alejandro de Abotoneikos; los miembros de la secta se denominan kátharoi o “puros” y ágnoi o “devotos”, y pretendían vivir como espíritus puros entregados a una devoción puramente personal e intimista con ideas firmes y claras acerca de la inmortalidad personal, fundada en la pre-existencia del alma predestinada, y en un Pleroma[15] trascendente, del cual se habría desprendido como una “chispa” caída e impurificada en el cosmos material.
Según su origen, la antropología gnóstica distingue fundamentalmente tres razas de hombres: Los espirituales por naturaleza; los materiales, que son irredimibles; y los animales, que a base de esfuerzo ético pueden obtener una salvación incompleta, quedando en el tópos[16], sin acceso al Pleroma propiamente dicho. Incluso los espirituales no se salvan totalmente, sino solo su “chispa” del Pleroma puede volver a él, habiéndose despojado de su alma psíquica[17]. Así estas tres razas de hombres apenas tienen algo de común, e incluso las dos inferiores tienen menos realidad, ya que ésta consiste en la impresión de la esfera ideal sobre la sombra de la vida animal y material; la idea que mediante la “chispa” se encarna en la materia es el Anthrópos, el hombre primordial cósmico, o la Sophía, según las sectas.
En consecuencia la perfección gnóstica consiste en tomar conciencia del origen trascendente y arquetípico del alma neumática, con lo cual desaparece todo temor, ya que la “chispa” está predestinada por naturaleza a retornar tarde o temprano al Pleroma, para celebrar allí la unión esponsalicia con su consorte angélico, homologando así las nupcias eternas de Anthrópos y Ekklesía. Para ser capaz de estas nupcias ha de ir madurando la “chispa” que hay en el hombre; mas ello no se logra mediante obras, sino mediante una toma de conciencia cada vez más profunda o gnósis de su verdadera naturaleza neumática. Algunos maestros gnósticos, como Satornil, declaraban impuros el matrimonio y la procreación, rasgo común a los maniqueos, los cátaros y demás sectas espiritualistas medievales, por contribuir a encadenar almas puras en la materia.
La gnósis propiamente dicha difería de la fe o pístis; en las doctrinas de Valentín y de Basílides se da una fe ciega o adhesión firme a las enseñanzas de la secta, que es el punto de partida indispensable para la gnosis, pero además existe otra fe ruda o psilé, necesitada de pruebas y de milagros por carecer de la con naturalidad con el Pleroma, y que es imperfecta y propia de los psíquicos. La experiencia de la gnósis es un conocimiento intuitivo e iluminativo o sophía que descubre la verdadera naturaleza trascendente del fiel y la hace madurar para el Pleroma, pues mediante esta sabiduría se va asimilando a la Sophía personal de arriba.
En las sectas de carácter popular, como eran las de Roma del siglo III: Barbeliotas, Carpocratianos, Ofitas de Celso, Nicolaítas, Sethianos, Severianos, Arcónticos, etc., y en el grupo copto, los ritos que existían ya en la gnosis desde un principio, van desplazando a la gnósis hasta convertirse en una magia soteriológica de carácter misterioso.
Algunas concepciones de base, la ascética y la jerarquía pueden conducir a una identificación de la gnosis con el maniqueísmo y diversas sectas medievales, sin embargo, en ningún caso sería exacta la identificación. El maniqueísmo recoge ciertamente elementos de las sectas gnósticas dispersos por el Asia anterior, así como del mitraísmo iraní; su doctrina es esencialmente selecta, pero como fenómeno histórico religioso constituye una unidad histórica irreductible e idéntica a sí misma, que tampoco puede considerarse prolongada por las sectas de los cátaros, bogomilas y patarinos. Su rasgo más personal es la semejanza que hace de él un movimiento evolutivo perfectamente adaptable a cuantas áreas culturales se extendía, desde la península Ibérica[18] hasta el Asia central y el Extremo Oriente pasando por el norte de África, los Balcanes y Armenia. Su culto sencillo, su tendencia igualitaria, su moralidad no excesivamente exigente, su teoría de las reencarnaciones y su dualismo para explicar el problema del mal de modo convincente para la mentalidad popular, hacían del maniqueísmo la religión ideal de zonas religiosamente inestables y de pueblos vagamente cristianizados.
a. Primeros gnósticos.
A causa de la escasez de datos y fuentes directas sobre los primeros jefes de sectas gnósticas, y de la desconfianza sembrada por De Faye y por la escuela de Tubinga hacia los informes procedentes de los Padres, resulta difícil concretar algo.
Hegesipo menciona en su catálogo las herejías de Cleobio, de Dositeo relacionado con Simón en Palestina, de Gorfeo y de Masboteo[19]. Orígenes en Contra Celsum[20] confirma la existencia de Dositeo. Pero de estos gnósticos no son conocidas sus doctrinas o sistemas.
Justino[21] certifica la existencia histórica de Menandro en Samaría relacionado también con Simón, y conoce a otros gnósticos dependientes de él. También nos informa de la existencia de Satornil, que habría fundado una secta a mediados del siglo II. Cerinto aparece en Contra Herejías de Ireneo, en los Philosophoneuma de Hipólito y en Diálogos de Cayo, a quien él atribuye una concepción escatológica plagada de recuerdos materialistas procedentes de las revelaciones judías. Finalmente, Cerdón habría vivido en tiempos de Higinio, y habría sido maestro de Marción; parece ser que a él se debe por lo menos la concepción del doble dios inspirador respectivamente del Antiguo y del Nuevo Testamento, fundamento de la doctrina de Marción, que no fue gnóstico sino un racionalista.
Marción procede de Sínope del Ponto y de una familia de armadores. Nació entre el 85-95, hijo de un obispo cristiano. En tiempos de Antonino Pío llega a Roma, no se sabe si ya cristiano o si hubo de bautizarse en la Urbe, como Tertuliano parece darlo a entender[22]. De todos modos los armadores de Sínope debían de tener un conocimiento profundo del judaísmo que florecía en los puertos del Ponto y que hubo de influir negativamente en el ánimo de Marción desde antes de su conversión.
Marción era muy rico, ya que era naviero, viajó a Roma entre los años 120 y 130, con la idea de intervenir en la propagación de la fe. Rechazaba el Antiguo Testamento, y del Nuevo solo aceptaba el Evangelio de Lucas y las Epístolas de Pablo, de quien era gran adepto, y como griego, no entendía que el cristianismo mantuviera una conexión judía. Consideraban que la Versión de los Setenta no era auténtica y carecía de autoridad. Influido por las enseñanzas de los gnósticos, concibió una nueva forma de entender el cristianismo.
Es cuestión todavía controvertida la del influjo que sobre él haya ejercido Cerdón, gnóstico de la línea de Satornil. Según la tradición marcionita la ruptura entre Marción y la Iglesia habría ocurrido el 21 de Julio del 144, poco después del comienzo del año séptimo del emperador Antonio. La secta nacida de esta ruptura todavía ofrecerá resistencia activa a la ortodoxia en el imperio bizantino. Marción no fue ciertamente un gnóstico, como se pensó en algún tiempo, cuando los gnósticos no eran todavía bien conocidos; aunque pretendió integrar en la fe de la Iglesia algunos elementos gnósticos y se halló poderosamente influido por su clima ideológico, presenta un temperamento y estilo moral diversos. El fundamento de toda la doctrina de Marción está en dos principios: La malicia esencial de la materia y la existencia de un verdadero Dios desconocido y foráneo, el Dios revelado en el Nuevo Testamento, pura expresión de la bondad sin mezcla y opuesto al Dios del Antiguo Testamento, del que creía era un Dios sangriento y vengativo y propuso que el Dios Creador no era el mismo que el Dios padre de Cristo; es decir, dualismo seguido de un rigorismo ascético enfocado al mínimo uso de las cosas creadas y materiales.
Según un texto antiguo, Marción decía que el Demiurgo robó “elementos lumínicos” del mundo verdadero, y con ellos creó el universo físico que conocemos. Debido a la creencia generalizada en la proximidad de la parusía, no creía en el matrimonio y entendía que la procreación era una invención del Dios perverso del Antiguo Testamento.
Rechazó el uso del miedo a Dios para imponer la obediencia. Se apoyaba solo en el amor como sostén de la ética.
Después de que Marción escribiera el primer canon, el cristianismo ortodoxo se dio cuenta de que era necesario organizar la maraña de escritos que se habían producido desde el origen del cristianismo y publicó su propio canon, que llegó a ser lo que hoy conocemos como Nuevo Testamento.
No queda ninguno de sus escritos y todo lo que sabemos de él son los escritos de Tertuliano, condenándolo. Sin embargo se tienen noticias de al menos dos textos, uno conocido como Antítesis, y el otro, su versión de la Biblia.
Está considerado el mayor peligro que sufrió el cristianismo primitivo, porque estaba muy organizado y disponía de mucho dinero para predicar sus teorías. Marción fue condenado como hereje y expulsado de Roma. Su partida fue un duro golpe para las arcas del cristianismo romano. Después de su muerte en el 160, se extendieron grandemente sus ideas tanto hacia el este como hacia el oeste. En Oriente la herejía duró hasta el siglo X.
b. Basílides y Valentín.
En el curso del siglo II las incertidumbres desaparecen, y repentinamente nos hallamos ante un multiforme despliegue de sectas y de sistemas, a la cabeza de los cuales figuran dos grandes jefes, verdaderos pensadores de cierta altura: Se trata de Basílides y de Valentín.
Basílides aparece como jefe de secta en tiempos de los emperadores Adriano y Antonino Pío; su doctrina es continuada por su hijo Isidoro en las Ethiká. La mejor fuente para Basílides son los Stromata de Clemente de Alejandría, sobre todo el II, III, IV, V y VII.
Parte Basílides de un problema de orden moral y racional, el del sufrimiento de los inocentes; ninguna perspectiva soteriológica ó escatológica le ayuda a encajar el mal físico. A diferencia de Marción no busca la solución en un desdoblamiento de la divinidad, sino en la localización de un misterio de iniquidad en el fondo de cada hombre, aun de los inocentes. Para explicarlo no recurre Basílides al mito de una caída prenatal, sino a la concepción más abstracta de una culpa virtual e interpretativa: El hecho de que el hombre sea capaz de pecado, merece ya por sí mismo castigo. Clemente le atribuye una moral rigorista[23], según la cual Dios no perdona ninguna falta deliberada.
El dios de Basílides no es como en los neoplatónicos, pero entre sus atributos la bondad y la justicia, que eclipsan a todos los demás, resultan demasiado semejantes a la bondad y a la justicia terrenas, pues siempre que permiten un mal han de obedecer a un motivo, y a un motivo punitivo, que consiste en la disposición próxima al pecado que cada hombre tiene: Tó hamartematikón.
Pretendía superar a la vez las limitaciones de la filosofía y de la fe cristiana y obtener un conocimiento más cálido y sapiencial que el de la filosofía estoica, y más esotérico y misterioso que el de la sobria fe cristiana; concibe una pístis physiké o fe natural[24] que consiste en la predisposición natural a las enseñanzas de la secta en los predestinados, gracias a la cual éstas son admitidas sin necesidad de demostración racional. Su doctrina estaba contenida literariamente en las Exegetiká que eran unos comentarios a los Evangelios que también Ireneo, Hipólito y Orígenes conocían a fondo.
En su hijo Isidoro, la culpabilidad se concreta, mas para ello ha de abandonar el plano abstracto y concebir una entidad, procedente tal vez de las concepciones religiosas de Siria y del Irán: El “alma adventicia”. Él y Basílides pretendían deducir de Pablo, y de Mateo[25], que el matrimonio era un mal menor, falseando así la doctrina evangélica. Sin embargo, Basílides e Isidoro, los más sensatos entre los gnósticos, parecen haber observado que el temor excesivo a las caídas resultaba perjudicial y que la lucha angustiosa por la pureza sexual absorbía las energías y secaba la esperanza. Por ello aconseja Isidoro el matrimonio en casos extremos, y de no ser éste posible por excesiva juventud, enfermedad o pobreza, recomienda evitar el aislamiento, buscar la compañía de los hermanos y el consejo y la imposición de manos de algún hermano cualificado. Como fundamento de su moral sexual pone Isidoro esta notable observación: Lo sexual no es una necesidad absoluta[26].
Valentín parece haber llenado toda la primera mitad del siglo II; su discípulo Heracleón aparece ya citado en el Syntagma de Hipólito a fines del siglo, y cuyo influjo debió de comenzar en el 155. La Epístola a Flora, de su otro discípulo Ptolomeo, parece datar del 160; o sea que para estas fechas ya estaba formada y madura la escuela de Valentín, del cual se conservan cartas, sermones y fragmentos diversos en los Stromata, mientras que de su escuela la carta de Ptolomeo a Flora la ha conservado Epifanio, los fragmentos de Heracleón, Orígenes, y los extractos de Teodoto, Clemente de Alejandría. Noticias de la secta nos dan Contra Herejías de Ireneo[27], los Philosophoumena de Hipólito[28] y el Contra Valentín de Tertuliano[29]; también hay una alusión en la Enéada IX de Plotino, en el Pseudotertuliano, en Filastro y en Teodoreto.
También Valentín aparece obsesionado con el problema del mal, bajo la forma exclusivamente de pecado, pero es menos abstracto que Basílides y lo explica en forma de mito como contaminación del espíritu por la materia. Aunque de un modo estilizado, por el cual se libran Valentín y su escuela de caer en el barroquismo mitológico y ocultista de las demás sectas gnósticas, se diferencia su sistema del racionalista de Basílides por la amplia acogida que hace a las entidades intermedias y cónicas entre Dios y los humanos. La secta se divide en dos ramas, la ítala y la anatolia. Sus doctrinas son una mezcla del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento con categorías y leyendas indias, iraníes, alejandrinas y griegas.
c. Severianos.
A lo largo del siglo III se convierte Roma en el centro de confluencia y de fusión sincrética de todas las sectas que van dando cada vez mayor entrada a formas de culto aberrantes. Así, los Severianos influidos en sus orígenes por el marcionismo y el encratismo de Taciano, maestro de su fundador Severo, profesan en sus comienzos una moral rigorista y una gran sobriedad doctrinal a base de una Biblia compuesta por la Ley, los Profetas y los Evangelios, rechazando las narraciones del Antiguo Testamento, los Hechos y las Epístolas; pero acaban por centrarse en torno al culto de la Serpiente, en un mundo constituido por potencias arcónticas; la Serpiente en una unión con la Tierra, engendra a la Mujer y a la Vid, fuentes de todo mal. Podría tratarse sin dificultad de la doctrina de las sectas Nicolaíta, Ophita, Barbeliota o Perata.
En la segunda mitad del s. III el foco de pensamiento gnóstico más creador no se halla en Roma sino en Egipto y en lengua copta, pero notablemente barroquizado y contagiado de magia; sus fuentes principales son los Libros de Jehú y la Pístis Sophía. Después el movimiento se extingue.
d. Analogías gnósticas.
Diversos movimientos son a veces comparados con el gnosticismo, aunque no son gnósticos.
1) Maniqueos.
Ya se ha mencionado el maniqueísmo, que tiene su origen en Manés, nacido en Mardini, aldea cerca de Bagdad, entre el 215 y el 216, de padre religiosamente ecléctico natural de Hamadán y de madre de la familia real de los Arsácidas. En Babilonia, donde se habían trasladado sus padres, se presenta en público, cumplidos ya los 20 años, como profeta el día de la coronación de Sapor I, el 20 marzo del 242. Su predicación parece haber gozado en un principio del favor popular e incluso del oficial, hasta que el parsismo obtiene su destierro, que lanza a Manés a una serie de viajes durante 20 años por todo el Oriente que le van a servir para difundir su doctrina y asimilar al mismo tiempo elementos culturales y religiosos de la India, Kurasan, Turquestán y Tibet. Muerto Sapor I goza en su país de las simpatías de Hormisdas I[30] hasta que, muerto éste, Baharam I decreta su pena capital por instigación del clero zoroástrico.
Como ya se ha dicho, el maniqueísmo no se puede confundir con el gnosticismo aunque presenta ciertas semejanzas. Así, Efrén, que conoció a fondo la vida intelectual siria, afirma que la doctrina de Manés es una reproducción fantaseada de las ideas del filósofo herético Bardesanes y el clérigo apóstata Marción. El mismo Manés reconoce como sus precursores en la revelación de la verdad a Zoroastro, Buda y Jesús, cuya obra habría venido él a consumar. Su sistema está basado en un dualismo bastante estricto: Luz y tinieblas, igual a bien y mal, de cuya mezcla nace el mundo presente, con una mitología complicada. Su secta, que llegó a extenderse también por Occidente, tenía dos clases distintas de adeptos: Los electos y los oyentes.
Mediante el rigor ascético, vivido institucionalmente, los electos se van purificando físicamente de la materia y llenando de partículas de luz al abstenerse de todo alimento animal, el vino, la propiedad, el matrimonio, con vida itinerante sin más provisiones que las del día, etc.; rigorismo, que según testimonios de la época, generalmente no vivían en su vida privada. Los electos se dividían en cuatro órdenes jerárquicos según distintas funciones que son poco conocidas.
Los oyentes eran irredimibles, no están decididos a abstenerse de la contaminación de la materia; han de esperar a otra existencia para encarnarse en electos y ser incorporados al reino de la luz; mientras, han de vivir algunos mandamientos. Hasta el siglo XVII, esta secta constituyó una religiosidad popular extendida entre la mentalidad de pastores y mercaderes del Asia Central, que unía la superficialidad con intenso lirismo religioso y que producía la ilusión de una teofanía de luz tras las manifestaciones más cotidianas de la vida.
2) Prisciliano.
No se sabe de sus orígenes; fue obispo de Ávila, y ejecutado por el emperador Máximo en Tréveris en el 385. No es seguro si fue ganado ya en su juventud a la secta de los electos procedente del Oriente. Era un dualista y practicaba la astrología maniquea, además era rigorista que, como Marción, interpreta libremente y con criterios personales, racionalistas, las Escrituras, admitiendo más libros inspirados que los que constan en el Canon. Sus prescripciones morales acerca de la pureza y abstinencia de los elegidos son análogas a las de Manés.
Ideas dualistas, y algunos elementos de gnosticismo, se encuentran también, posteriormente, en diversos movimientos heréticos que se extienden hasta la Edad Media como los bogomilas, cátaros, albigenses, valdenses, beguinas, begardos y los pobres lombardos.
e. ¿Gnosticismo cristiano?
Algunos pensadores y jefes de secta gnósticos que hemos tratado se profesaban cristianos, por eso muchos autores le denominan “gnosis cristiana”, distinguiéndola de la pagana, atestiguada por el Poimandres y por Filón de Alejandría que cita como jefe de secta a Alejandro de Abotoneikos. De una “gnósis judía” parecen hallarse alusiones en la segunda Epístola de Pablo a los Tesalonicenses[31] cuando habla del “misterio de iniquidad” que bien puede ser la Minuth o doctrina esotérica de carácter gnóstico. La impresión de haber existido en Palestina una fuerte corriente de este tipo con abandono de la ortodoxia sacerdotal y con antropología dualista se ha confirmado con los descubrimientos de Qumrán.
1) Ireneo.
Ireneo, en Contra Herejías, no condena inapelablemente el concepto mismo de gnósis, que puede ser entendida como una verdadera ciencia de Dios que trata de profundizar en sus misterios, y el origen del mal lo explica a partir de la libertad humana y de la variedad de seres y de fuerzas cósmicas que, consideradas aisladamente, se oponen, pero que conjuntamente contribuyen a la armonía del todo. En esta concepción de gnosis ortodoxamente cristiana se halla ya el germen de la reflexión filosófica acerca de la fe que iba a desarrollar la escuela de Alejandría y, más tarde, la Edad Media y los siglos posteriores; pero es claro que esta reflexión de Ireneo no es una gnósis, en el sentido propuesto por Basílides y Valentín, de superación de la fe por la visión y la vivencia de ser portadores de emanaciones de la sustancia divina o Pleroma.
2) Clemente de Alejandría.
También para Clemente de Alejandría hay una gnosis cristiana, y el verdadero objeto de la fe es precisamente la gnosis[32], y ello le inspira tanto su método de exégesis alegórica en las Hyptypóseis, como su Protreptikós o exhortación a los paganos a aceptar y conocer gnósticamente los misterios del Logos que llama a todos los hombres, y su Paidagogós o introducción a la “verdadera filosofía divina”. Solo que esta gnósis se reduce a una reflexión científica, noética[33] de los contenidos de la verdadera “filosofía” que es el cristianismo. Más que gnosis debería llamarse noésis, pues presenta un marcado carácter intelectual y moral que se despliega en caridad y en contemplación, bajo la acción de la gracia.
3) Orígenes.
Orígenes continúa la obra de Clemente y la supera. En el prefacio del Peri Arkhon expone su método y su intención científica: Se trata de constituir un cuerpo de doctrina coherente y fundado a partir de los contenidos de la Revelación pero sirviéndose de la razón cuanto sea necesario, ya para establecer bases filosóficas, ya para examinar, analizar, deducir, probar y descubrir analogías naturales.
El fundamento de la doctrina mística de Orígenes es la concepción de Filón en su Comentario alegórico de las leyes santas a los dos primeros capítulos del Génesis, según el cual hubo una doble creación del hombre, uno celeste e inmaterial y otro terrestre y corpóreo.
Orígenes estaba tan lejos de profesar el dualismo antropológico de los gnósticos que aun aceptando la concepción filónica, interioriza a estos “dos hombres” y los unifica en el individuo humano: Uno es el hombre interior, que se renueva cada día y que es capaz de gracia, de contemplación y de caridad y el otro es el hombre psíquico y sensorial que se debilita y se corrompe; a esta dualidad dentro del hombre corresponden dos inteligencias, psihké y noús y dos clases de amor, eros y agapé respectivamente. En la obra Homilías en Números[34], Orígenes establece la primera “escala” de grados de purificación mística en la historia del pensamiento cristiano. En la última etapa, el alma está en diálogo abierto con Dios, le ve, le oye, le huele, le toca y le habla, y esta vivencia constituye la verdadera gnosis.
No cabe duda que este concepto de gnosis como experiencia mística, supera el concepto noético de Clemente, en lo que tiene de vivencia y se acerca algo al concepto de Valentín y del Poimandres; en este caso solo Orígenes podría ser conceptuado como verdadero gnóstico cristiano, mas entonces también todos los místicos lo serían. La discriminación entre gnosis y experiencia mística no ha de fundarse tanto en el momento vivencial cuanto en el contenido de la experiencia, y este difiere radicalmente en Orígenes, y en los místicos, del contenido de la gnosis propiamente dicha de Basílides, de Valentín y de las más sectas, que implica siempre un parentesco emanatístico y sustancial con el Pleroma divino. Dadas esas diferencias radicales nos parece que la expresión “gnosis cristiana” resulta equívoca, y que, sobre todo el término gnosticismo, debe reservarse a las sectas antes mencionadas.
f. Algunos libros falsos Gnósticos.
Durante el Siglo III al surgir la controversia marcionista en donde su jefe declara el primer canon del Nuevo Testamento, la Iglesia debe, en oposición, definir el canon para el uso de la Iglesia, excluyendo a otros que iban tenían contenidos que contradecían la Doctrina Apostólica. Se declaró falsos todos aquellos libros con contenido gnóstico o herético, entre ellos:
El Evangelio de Tomas, El Libro Secreto de Santiago, Basiliada, Fragmento Naaseno, El Evangelio de María Magdalena, Dialogo de el Salvador, Evangelios del Salvador, Marción, Epifanías, Diagrama Ofita, Ptolomeo, El Evangelio de La Verdad, Teodoro, Heracleon, Hechos de Pedro, Hechos de Tomás.
g. Libros Apócrifos.
La Iglesia Católica Romana hace una diferencia entre los deuterocanónicos y los apócrifos. Los deuterocanónicos son los libros que aparecen en la Biblia a los cuales nosotros llamamos apócrifos, es decir, son los libros que pretenden ser inspirados pero que no son reconocidos por ninguna institución, y que son, en su mayoría procedentes del gnosticismo y son muchos, como: La Asunción de María, el Evangelio de Tomas, el Apocalipsis de Pedro, etc., que se unen a los del Antiguo Testamento: I Esdras, II Esdras , Tobías , Judit, Adiciones al libro de Ester, Sabiduría de Salomón, Eclesiástico, Baruc, Epístola de Jeremías, Canción de los 3 Jóvenes, Susana, Bel y el Dragón, Oración de Manases, I y II Macabeos.
3. Características de la Iglesia del Siglo I.
El bautismo por inmersión era practicado en todas partes como señal de iniciación en la Iglesia. La Cena del Señor era el centro de la reunión el primer día de la semana o “día del Señor”. En ella solo podían participar los miembros de la Iglesia. La organización de la Iglesia la constituyen los ancianos, presbíteros, obispos o pastores y los diáconos. Ya para finales del siglo I se acostumbra a elevar a un obispo sobre los demás, conduciendo esto al sistema eclesiástico. El culto era sencillo, a imitación de las reuniones de las sinagogas: Oraciones espontáneas; cantos; lectura de las cartas apostólicas, de los Salmos y el Antiguo Testamento y la participación de la Cena del Señor.
La muerte de Juan en el año 100 d.C., marca el final de la Iglesia apostólica y el inicio de la nueva era cristiana.
[1] Génesis 4.
[2] Génesis 6.
[3]Strange, John, Atlas Bíblico, (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas) 2000, c1999.
[4] Año 45 d.C.
[5] Piadosos.
[6] Isaías 40.3. LBLA
[7] Doctrina extraña al cristianismo.
[8] Contra las Herejías.
[9] “Historia Eclesiástica”. Eusebio de Cesarea, Libro III, cap. 27, Págs. 178-179. Ed. Clie, 1988, Terrassa, España.
[10] La reencarnación.
[11] Ireneo los cita en el siglo II.
[12] Por ejemplo, la celebración del Sábado, las fiestas judías, etc.
[13] Jesús mismo narra la vocación de los doce apóstoles.
[14] Enseñanza que se alimenta de cualquier pensamiento que le interesara.
[15] Palabra griega que significa “plenitud” y que se suele aplicar por parte de los gnósticos al conjunto de eones o entidades míticas que aparecen por parejas en una escala decreciente desde la fuente, emanados del Primer Padre, constituyendo con él el verdadero universo de armonía, unidad y de luz, opuesto a la obscuridad.
[16] Lugar intermedio.
[17] Ireneo, Contra Herejías 1, 7, 1.
[18] Se cree que Prisciliano y su grupo han dependido del movimiento maniqueo.
[19] Eusebio, Historia Eclesiástica IV, 22.5.
[20] 1, 57.
[21] Libro VI, 19; 256,1.
[22] Contra Marción IV, 4, 3.
[23] Stromata IV, 24, 153.
[24] Stromata II, 3, 10.
[25] Mateo 19.10-12.
[26] Stromata III, 1, 1-3.
[27] Hacia el 180.
[28] Hacia el 225.
[29] Hacia el 210.
[30] 271-272
[31] 2 Tesalonicenses 2.7-8.
[32] Stromata II, 11.
[33] En filosofía, el término noética se refiere a todo lo que tiene que ver con el pensamiento, especialmente, el objetivo e inteligible. Se usa, habitualmente, en relación con Aristóteles, cuya noética sería su doctrina de la inteligencia, del intelecto, del entendimiento. La palabra proviene del verbo griego noew, infinitivo, noein; el sustantivo sería nous, que significa “ver discerniendo”, de donde se deriva “pensar”. Entre los filósofos griegos, era frecuente utilizar el verbo con un significado próximo a “intuir”, en el sentido de ver inteligible o ver pensante: Aquello objeto de noein es aprendido directa e infaliblemente tal cual es.
[34] XXVII.
A. Introducción.
Para poder comprender lo ocurrido en los veintiún siglos de cristianismo, es necesario que hagamos una escena panorámica en nuestra mente y así podamos comprender todo el camino que hay que recorrer. En esta primera década del siglo XXI, es casi seguro que nuestra apreciación de las cosas que ocurrieron en el siglo I, cuando la Iglesia estaba apenas comenzando a dar sus primeros pasos; o las del II, cuando la Iglesia se encontró sin los líderes originales; o del IV, cuando el gobierno comenzó a intervenir en el desarrollo de la Iglesia; o las del VI y VII, cuando un hombre se convirtió en el único líder; o en el XVI, cuando, al fin, luego de muchos sacrificios, algunos hombres decidieron romper con el yugo espiritual que los oprimía, sea muy diferente de lo que estaba pasando en aquel momento.
No podemos fijar en realidad el comienzo de la Iglesia, ya que como dice Efesios 1.4, Dios nos escogió desde antes de la fundación del mundo, es decir, antes que existiese el tiempo ya Dios había decidido que después de la Creación, cuando el hombre que Él haría desobedeciera, no porque Dios lo hubiese planeado así sino porque tiene el conocimiento de lo que ha pasado, de lo que está pasando y de lo que pasará, iba a existir en esta tierra una agencia cuya finalidad sería cumplir con la Voluntad de Dios y la expansión del Reino de Dios.
No es posible que dejemos de lado el pensamiento de Dios que apuntaba hacia el nacimiento del Mesías y de la fundación de la Iglesia desde Génesis 3.15, cuando encontramos el primer vislumbre de la venida de un Salvador, o bien, cuando Dios sacrifica a por lo menos un animal para tomar su piel y cubrir a nuestros primeros padres, derramando así sangre a causa del pecado del hombre. Tampoco olvidemos a Abel, el justo, a quien el hombre, su hermano Caín, derramó su sangre a causa de su maldad[1].
Otra de las maneras que Dios utiliza para ilustrar la función de la Iglesia la podemos ver en la finalidad del arca que Dios ordenó a Noé construir para salvarle a él y su familia del castigo que vendría[2]. Y continúa Dios anunciando que Él iba a tener un pueblo especial al escoger primero a la descendencia de Sem y de ahí a Abraham, Isaac y Jacob, para llegar a Su pueblo escogido entre todas las naciones, no porque ellos tuviesen algo que los diferenciara de los demás, sino porque Dios quiso tener de ellos misericordia.
A pesar de la mala actitud del pueblo de Israel, tanto que una y otra vez Dios tuvo que usar a las naciones vecinas para disciplinarlos, incluso arrasando a diez de las doce tribus cuando los asirios se apoderaron del reino del Norte, y luego llevando cautivos a los miembros de las tribus de Judá y Benjamín que habían quedado a Babilonia, Dios siempre estuvo dispuesto a cumplir Su promesa.
En tiempos en que el Imperio Romano gobernaba sobre la tierra, cuando era Augusto el emperador y Herodes el rey de Judea, en una pequeña aldea llamada Belén, en un establo, nació un niño especial de una virgen llamada María. Este niño tan especial era el Hijo de Dios, el Mesías prometido, que vendría a poner fin a la dispensación de la oscuridad y traería luz y libertad a todo aquel que esté dispuesto a humillarse ante su Creador.
Por cerca de 30 años, Jesús vivió sujeto a sus padres, creciendo en estatura y sabiduría, preparándose para su ministerio, que duró un poco más de tres años, en los que anduvo por Judea, Galilea, Iturea y las regiones vecinas anunciando la venida del Reino de Dios y preparando a sus discípulos para que cuando él hubiese partido, ellos se encargaran de la expansión de éste.
Durante el tiempo de su ministerio, el partido de los fariseos y el cuerpo sacerdotal se sintieron amenazados por la influencia de Jesús, así que se declararon enemigos de él y buscaron la forma de asesinarlo, sin saber que esto era necesario para que Jesús pudiese cumplir con su misión ya que sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados.
Jesús murió como un criminal, colgado en una cruz y sus enemigos pensaron que habían obtenido la victoria, sin tomar en cuenta que tres días después de su muerte, el Señor resucitaría de entre los muertos. Por unos cuarenta días, Jesús apareció a sus discípulos y les dio las instrucciones finales antes de su partida y luego fue llevado por el Padre al cielo, quedando la promesa de que así como había ascendido, también regresaría.
Ahora este pequeño grupo, como unos 120, se reunían en Jerusalén, esperando la promesa de la venida del Espíritu Santo. Sus pensamientos, incluso después del derramamiento del Espíritu Santo, no iban más allá de las paredes de Jerusalén, quizá pensando en que la Iglesia podría reproducirse por Judea, pero no había en ellos un espíritu misionero que fuera capaz de llevar el sueño de Dios a todas las naciones.
El día de Pentecostés, la fiesta judía en la que obligatoriamente todos los judíos debían reunirse en Jerusalén para participar del evento, siendo cerca de las nueve de la mañana de ese primer día de la semana, estando los doce apóstoles en el aposento donde moraban, vino del cielo el Espíritu Santo, que se derramó haciendo un gran estruendo de tal forma que la gente que estaba en la ciudad corrió al lugar a ver lo que pasaba.
A pesar de que unos días antes estos hombres se escondían por miedo a que los enemigos de Jesús los fueran a dañar, aquella mañana no tuvieron temor en anunciar, con Pedro a la cabeza, la instauración del Reino de Dios, la Iglesia, sobre esta tierra. Aquel evento fue tan arrebatador que ese día como tres mil personas fueron añadidas a la Iglesia después de haber sido bautizadas en agua.
No podemos dejar de ver que la organización de esta Iglesia naciente era muy sencilla, tan solo los apóstoles eran los que anunciaban el Reino y mantenían el orden en este grupo que durante algún tiempo simplemente fue considerado una secta más del judaísmo.
B. El Plan de Dios en Desarrollo[3].
El Espíritu Santo se derramó el día de Pentecostés después de la resurrección de Jesús, probablemente cerca de los años 33-35 d.C. Al haber iniciado en Jerusalén, muchos de los que habían ido para celebrar la fiesta decidieron quedarse en la capital y así recibir instrucción de los apóstoles, que encontraron muy cómodo no tener que salir ellos a anunciar el Evangelio. La venida del Espíritu Santo había servido para que los primeros discípulos recibieran una iluminación de mente muy diferente a lo que tenían, ya no veían el Reino como un esfuerzo político para derrocar a los romanos, sino que ahora podían comprender que el Reino de Dios no es materia, que es algo que habita en el corazón de los creyentes, los cuales, a pesar de poder estar cautivos, son libres. También su fe se vigorizó de tal forma que ya no se escondieron más sino que se convirtieron en personas capaces de hablar de su Señor en las peores circunstancias.
Algunos se preguntan por qué Dios no envió al Mesías en tiempos de David o de Daniel, después de la deportación o incluso en nuestros días, ya que, según dicen, “nosotros no mataríamos al Señor”. Pero el momento adecuado para la instalación del Reino de Dios, sin duda alguna era ese: Con el imperio de Alejandro Magno, el idioma griego llegó a convertirse en la lengua oficial de casi todo el mundo. Aunque Roma conquistó a Grecia con sus armas, los griegos conquistaron a Roma con su cultura, así que los mismos enemigos de Grecia, los romanos, se encargaron de difundir la cultura y el idioma griego, que tenía la particularidad de ser exacto, para que las Escrituras no pudiesen ser malinterpretadas. Además, la red de calles y carreteras que formaron los romanos por todo su imperio daba oportunidad para que todo el mundo pudiese escuchar el Evangelio.
Al inicio de la Iglesia, estando en Jerusalén, la figura de Pedro es sobresaliente, casi podemos decir que es el personaje central de los primeros seis capítulos del libro de los Hechos. No quiere decir que él fuera la cabeza de la Iglesia, sino que esto era un resultado lógico de una persona tan hiperactiva y con su prontitud en tomar decisiones. En aquel momento, la Iglesia no necesita de una gran infraestructura gubernamental, sino que con las decisiones de los doce apóstoles era suficiente.
La teología doctrinal de la Iglesia también era muy sencilla, resaltando tres puntos:
1. El carácter mesiánico de Jesús, o sea, que había que reconocer que Jesús era el Mesías prometido desde el principio y que Israel había esperado por tanto tiempo.
2. La resurrección de Jesús, que había muerto en la cruz y que tres días después se había levantado de entre los muertos y ahora vivía para ser la cabeza de la Iglesia.
3. La segunda venida de Jesús era una realidad innegable, aunque no se sabía cuándo iba a tener cumplimiento. A pesar de esto, ellos esperaban que ocurriera en su generación.
Las herramientas para cumplir la misión tampoco eran complicadas, simplemente era el testimonio de los discípulos que fuera donde llegaran y con quién se encontraran, estarían hablando del Señor. En nuestra era de la Comunicación, cuando estamos recibiendo las noticias en el mismo momento en que ocurren, quizá esto nos sea difícil de imaginar; hoy que contamos con el papel, la radio, televisión, telefonía, Internet, etc., para comunicarnos, nos parece sorprendente que un grupo de creyentes pudiera difundir la noticia del Reino de los Cielos por todo el mundo conocido con tan solo su boca para hablar y sus pies para llevarlos a todo lugar. Claro que estas personas necesitaban la ayuda de Dios para poder lograr el objetivo, así que Él les dio poderes sobrenaturales que tenían como propósito convencer a los oyentes. Recordemos que la Biblia, tal y como la conocemos, no existía. Ni siquiera se había comenzado a escribir hasta más de veinte años después de haberse iniciado el movimiento. Estos “poderes” eran transmitidos por la imposición de las manos de los apóstoles, aquellos que habían sido escogidos por Jesús mismo para que le sirvieran de testigos: Pedro, Andrés, Santiago, Juan, Mateo, Bartolomé, Simón, Tadeo, Tomás, Felipe, Jacobo y Judas, que luego, después de su muerte, sería cambiado por Matías y luego llegaría Pablo.
La Iglesia se dio a conocer rápidamente en Jerusalén, en donde tenían la admiración del pueblo, que veían en los discípulos algo totalmente diferente a lo que estaban acostumbrados en el judaísmo. A pesar de ello, no todo estaba bien en esta recién nacida: Se presentaron algunos problemas, primero por la envidia y el orgullo de parte de Ananías y su mujer, Safira, que trataron de engañar al Espíritu Santo con una falsa piedad. Luego los creyentes provenientes de las regiones helenas se quejaron de que había aborrecimiento de parte de los creyentes judíos hacia los griegos, por lo que los apóstoles, en el primer caso Pedro, dio lugar al Espíritu Santo para que diera una lección a los orgullosos, y en el segundo caso se permitió a la Iglesia que escogieran a siete varones que se encargarían de servir a las mesas, haciendo un trabajo parecido al de los diáconos, sin que ellos fueran nombrados como tales.
Uno de los hombres escogidos para servir a las mesas era Esteban, varón lleno de fe, que se distinguió como predicador y eso le atrajo que los judíos lo asesinaran apedreándolo. Los caminos del Señor son totalmente misteriosos. Quizá algunos pensarían que esto fue una desgracia, pero aquí comienza a entrar en la escena un personaje que se convertiría en un bastión para la Iglesia: Saulo de Tarso.
Después de haber tomado parte en el apedreamiento de Esteban, Saulo decidió convertirse en el caudillo para destruir la causa de los cristianos. Él había sido discípulo de Gamaliel, un honrado rabino de Jerusalén. Saulo encabezó la primera persecución contra los cristianos que haría que estos tuviesen que huir de Jerusalén, yendo a lugares distantes. Pero lo bueno de esto es que donde quiera que fueran, se convertían en predicadores del Evangelio.
Uno de los compañeros de Esteban que tuvo que huir, fue Felipe, que llegó a Samaria y comenzó a predicar. Ahí muchos se convertían, incluyendo a Simón, un hombre que había engañado al pueblo por mucho tiempo. Cuando los apóstoles se dieron cuenta de que los samaritanos habían obedecido al Evangelio, enviaron a Pedro y a Juan, quienes les impusieron las manos para que recibieran el don del Espíritu Santo. Luego Felipe fue llevado por el Espíritu, primero al desierto, en donde evangelizó a un eunuco etiope, que llevó el Evangelio a su país; luego fue a Gaza, Jope y Cesarea.
Saulo, el perseguidor de la Iglesia, cuando iba de camino a Damasco, recibió una visión de parte de Dios, lo que le causó que quedara ciego. Fue llevado por sus amigos a Damasco y ahí le visitó Ananás, un cristiano judío, que le bautizó y Dios le regresó la vista. Por unos tres años, Pablo se retiró a Arabia en donde Dios le preparó para que llegara a ser su instrumento.
Después de haber estado predicando en Damasco y habiendo tenido que huir a causa del deseo de los judíos de matarle, Saulo llegó a Jerusalén, pero los creyentes le tenían miedo hasta que Bernabé le tomó consigo y lo llevó a los apóstoles y dio testimonio de la transformación que había tenido Saulo. Al conocerse que los judíos de Jerusalén también querían matarlo, Saulo fue enviado primero a Cesarea y luego a Tarso.
Pedro, en sus viajes, fue a Jope, en donde resucitó a Dorcas y se quedó en casa de un Simón, que era curtidor. Estando ahí, Dios le dio una visión con la que le enseñaba que lo que Él había limpiado no debía ser llamado inmundo por el apóstol. De esta manera lo preparaba para su próxima misión. Llegaron a buscar a Pedro unos hombres enviados por Cornelio, un romano que vivía en Cesarea, para que visitara ese lugar. Pedro acudió y Dios se manifestó derramando el Espíritu Santo sobre los gentiles. De esta forma quedaba abierta la puerta del Reino para todas las gentes de todo el mundo.
La Iglesia llegó a Antioquia de Siria y Bernabé fue el escogido por los apóstoles para que fuera a examinar lo que estaba ocurriendo en ese lugar. Bernabé era un hombre que tenía una mente abierta y un corazón lleno de amor. Ya antes había demostrado su confianza en Saulo, a quien fue a buscar a Tarso para que le ayudara en el trabajo en Antioquia en donde estuvieron un año. Fue ahí en donde comenzó a llamarse “cristianos” a los discípulos. Por este tiempo fue cuando se desató en Judea una gran hambruna y los hermanos de Antioquia decidieron enviar ayuda a la Iglesia a través de Bernabé y Saulo. Estos eran los tiempos en que reinaba Claudio sobre Roma[4].
Herodes, celoso de los cristianos, mandó matar a varios, entre ellos a Jacobo, el hermano de Juan, y arrestó a Pedro, pero un ángel le sacó de la cárcel. Pocos días después, Herodes murió.
Bernabé y Saulo regresaron a Antioquia acompañados de Juan Marcos, de donde fueron enviados en su primer viaje misionero, saliendo para Selucia y de ahí a Chipre, llegando a Salamina. Atravesaron la isla de Pafos, en donde Saulo, molesto por la resistencia de Elimas, un mago, lo condenó a perder la vista, lo que ocurrió inmediatamente. Zarparon luego hacia Perge de Panfilia, en donde Juan Marcos decidió regresarse a Jerusalén.
Los misioneros tenían por costumbre iniciar su trabajo en alguna sinagoga, pero no en todas se les recibía de la mejor manera. Bernabé y Saulo llegaron hasta Antioquia de Pisidia en donde fueron bien recibidos por los gentiles, pero rechazados por los judíos, y tuvieron que partir rumbo a Iconio, de donde tuvieron que huir por causa de los judíos, hacia Listra y Derbe. En Listra, Pablo, que era el nombre romano de Saulo, sanó a un cojo, por lo que los habitantes de esa ciudad creyeron que eran dioses, por lo que llamaban a Bernabé, Júpiter y a Pablo, Mercurio. Los habitantes querían rendir culto a los misioneros, pero cuando ellos se opusieron los apedrearon y pensando que Pablo estaba muerto, lo dejaron fuera de la ciudad. Los creyentes rodearon al apóstol y él se levantó para salir al día siguiente hacia Derbe. Después de haber predicado ahí, regresaron a Listra, a Iconio y a Antioquia, constituyendo ancianos en cada iglesia. Pasaron por Pisidia y volvieron a Panfilia para luego ir a Perge y a Atalia, de donde navegaron a Antioquia.
Podemos ver que para este tiempo, la organización de la Iglesia comenzaba a transformarse. El hecho de que no hubiese suficientes apóstoles provocó que se necesitaran ancianos, obispos, presbíteros o pastores, que se hacían cargo de las congregaciones. También nos encontramos con algunos judíos cristianos que se oponían a que los gentiles fueran aceptados en la Iglesia sin antes haber pasado por los rituales judíos, lo que provocó una fuerte controversia que amenazó con la división de la Iglesia.
C. Cambios Serios en la Iglesia.
Corría cerca del año 50 d.C., y la Iglesia se había ido reproduciendo con rapidez. Había algunos cristianos judíos que sentían que era incorrecto que los gentiles fueran aceptados dentro de la Iglesia sin que antes se convirtieran al judaísmo, lo que provocó que Pablo y Bernabé tuviesen que viajar a Jerusalén y que se reunieran con Santiago, el hermano de Jesús, que se había convertido en uno de los líderes de la Iglesia, y con los apóstoles para tomar una decisión. El resultado fue dejar a los gentiles tranquilos y permitirles ser miembros de la Iglesia con tal de que no comieran cosas sacrificadas a los ídolos, sangre y ahogado y que se apartaran de la fornicación.
Bernabé y Pablo regresaron a Antioquía con las buenas nuevas y luego de un tiempo decidieron hacer un nuevo viaje misionero. Bernabé quería llevar con ellos a Juan Marcos, pero Pablo no estuvo de acuerdo, así que decidieron separarse y Bernabé se fue a Chipre con su sobrino mientras que Pablo viajó con Silas a Siria y Cilicia. De ahí viajaron a Derbe y Listra en donde encontraron a Timoteo, a quien Pablo circuncidó a causa de los judíos. Viajaron luego a Frigia y Galacia, pero no predicaron en Asia porque el Espíritu se los prohibió. De Misia descendieron a Troas en donde Pablo recibió una visión para que fuera a Macedonia. Zarparon para llegar a Samotracia y de ahí a Neápolis y luego a Filipos, en donde evangelizaron a Lidia. En Filipos tuvieron problemas a causa de una mujer que tenía espíritu de adivinación, al cual Pablo reprendió, lo que causó que sus amos hicieran un gran alboroto y los misioneros fueran azotados y encarcelados. Durante la noche se produjo un terremoto que llevó a que pudieran evangelizar al carcelero y su familia. Al día siguiente, los magistrados mandaron soltarles, pero Pablo quiso darles una lección, ya que él era un ciudadano romano y en ese tiempo era prohibido azotar a los romanos a costo de que si los ejércitos de Roma se hubiesen enterado, Filipos pudo haber sido arrasada. Los magistrados tuvieron que rogarles que se fueran de la ciudad.
Los misioneros fueron a Anfípolis y Apolonia para llegar a Tesalónica, pero los judíos hicieron alboroto, atacando la casa de Jasón y los acusaron de pervertir al pueblo con sus enseñanzas. Los creyentes tomaron a Pablo y a Silas y los sacaron de noche para que fueran a Berea, en donde fueron bien recibidos, pero los judíos de Tesalónica viajaron a esta ciudad para hacer alboroto también, así que Pablo, Silas y Timoteo tuvieron que irse hacia el mar y Pablo se fue solo para Atenas, de donde los mandó llamar. Mientras ellos llegaban, Pablo discutía en la sinagoga y en la plaza cada día y fue invitado a predicar en el Areópago.
Después Pablo viajó a Corinto en donde conoció a Aquila y a su mujer, Priscila, que venían huyendo de Italia porque Claudio había prohibido la presencia de judíos en la capital. Desde Corinto, Pablo escribió las dos cartas a los tesalonicenses, siendo estas sus primeras epístolas. Pablo se unió a sus nuevos amigos en la confección de tiendas y discutía en la sinagoga los sábados. Ahí lo encontraron Timoteo y Silas. En Corinto Pablo estuvo año y medio. Los judíos acusaron a Pablo ante Galión, procónsul de Acaya, pero él no quiso tomar nada de este asunto.
Pablo se fue con Aquila y Priscila a Siria y se separó de ellos en Éfeso, para ir luego a Cesarea y luego a Antioquia.
Después de un tiempo comenzó su tercer viaje misionero, viajando por Galacia y Frigia. Pero en Éfeso, Aquila y Priscila conocieron a Apolos, que era un predicador poderoso, pero que predicaba las enseñanzas de Juan, así que los esposos lo corrigieron y él se fue para Acaya.
Pablo regresó a Éfeso en donde encontró a doce discípulos de Juan a quienes corrigió y les impuso las manos para que recibieran el don del Espíritu Santo. Luego fue a la sinagoga en donde estuvo por tres meses y luego se quedó en la escuela de Tiranno por dos años. Desde aquí escribió Pablo la epístola a los romanos y a los Gálatas. Pero los problemas se volvieron a presentar debido a que Demetrio el platero estaba siendo afectado en su negocio de venta de templecillos de Diana debido a que muchos se hacían cristianos, así que él y otros hombres hicieron alboroto contra Pablo, lo que causó que tuviese que irse para Macedonia y Grecia, en donde estuvo tres meses y luego se regresó a Macedonia. Luego fue a Troas en donde se quedaron siete días. Pablo decidió ir por tierra hasta Asón en donde se encontró con sus amigos que habían ido por mar y fueron a Mitilene, deseando llegar a Jerusalén. De ahí partieron a Cos y a Rodas para arribar al fin en Cesarea, en donde se le profetizó que en Jerusalén sería arrestado.
Pablo llegó a Jerusalén en donde le arrestaron acusándolo de haber metido gentiles en el Templo, pero él pidió que su caso fuera visto por César. Pablo estuvo dos años arrestado en Cesarea, luego de cerca de un año en Jerusalén y luego fue enviado a Roma en donde estuvo prisionero en una casa alquilada por cerca de dos años desde donde escribió las epístolas a los efesios, filipenses, Colosenses y Filemón.
En el año 64 d.C., Roma sufrió un incendio catastrófico, que según algunos aseguran fue causado por Nerón, que culpó a su vez a los cristianos, lo cual provocó una persecución muy dolorosa, en la que se cree que falleció el apóstol Pedro en el 67 d.C.
Pablo tuvo libertad unos tres o cuatro años más y fue cuando aprovechó para ir a Creta en donde dejó a Tito, a Nicópolis y el norte de Grecia. Según la tradición fue arrestado de nuevo y llevado a Roma, desde donde escribió las dos epístolas a Timoteo y Tito. Según la tradición, Pablo fue decapitado en el 68 d.C.
Para antes de la muerte de Pablo, además de sus cartas, ya estaban escritos los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, así como la epístola de Santiago, que fue asesinado en el año 62 d.C., cuando estaba en el Templo, y las dos cartas de Pedro.
D. Últimos Años del Siglo I.
Fueron estos últimos 30 años del siglo I de los más difíciles para la Iglesia y es quizá de los periodos con los que contamos con menos información. Lucas dejó de escribir luego de la llegada de Pablo a Roma y no hay un autor serio que llene el vacío en la historia. Es una verdadera lástima que no supiéramos lo ocurrido a fe cierta en los ministerios de los otros apóstoles, de Timoteo, Tito, Silas, etc. Desde el año 64 d.C., hasta cerca del año 120 d.C., hay una especie de cortina que nos oscurece el panorama, con excepción del poquito de información que encontramos en la literatura juanina y algunos segmentos de historiadores como Josefo.
La caída de Jerusalén en el 70 d.C., nos lleva a ver un cambio de relación entre judíos y cristianos. Los judíos se proponían derrocar a Roma y gobernar ellos el mundo, por lo que constantemente se levantaban contra el yugo de romano. Pero no solo ahí había problemas entre los judíos, porque aparte de querer derrocar a Roma, tenían revoluciones internas que los llevaban a matarse entre ellos mismos. Roma, cansada de tanta rebelión, mandó a Vespasiano contra Jerusalén y sitió la ciudad, pero fue llamado a Roma para que se ocupara del trono imperial. Su hijo Tito se quedó al frente del sitio, desde donde mataba a miles de judíos y a otros apresaba para enviarlos a Roma para que sirvieran en la construcción del Coliseo. Al fin Jerusalén no soportó el asedio y cayó, siendo destruidos el muro y el Templo. Pero, debido a que los cristianos estaban avisados por las profecías de Jesús, casi ninguno murió durante el sitio ya que ellos huyeron a tiempo a la ciudad de Pella. Esto causó que los mismos romanos dejaran de ver a los cristianos como una secta judía y los juzgaran por separado. Pero en este tiempo y hasta por cerca de doscientos años más los ebionitas se mantuvieron firmes en sus convicciones.
1. Los Esenios o Ebionitas.
La palabra “ebionitas” viene del hebreo ebionim, que significa pobres. También son conocidos como esenios y hasta parece que a los “Nazarenos” también se les llamó así. Los orígenes de este movimiento son oscuros, aunque se cree que nacen dentro de los círculos de los “jasidim”[5] también llamados “asideos”, que era uno de los tres partidos en que se habían dividido los judíos, junto con los fariseos y saduceos. Los asideos protestan contra la helenización del culto y apoyan el levantamiento de los Macabeos contra el dominio de los Seleúcidas. Al establecerse la dinastía de los Asmoneos, que une en una sola persona la función real con la función de sumo sacerdote. Los jasidim se oponen en su mayoría a la usurpación asmonea, pues la consideran como una traición a la causa de Dios, porque la salvación definitiva no vendrá de programas políticos, sino de una intervención definitiva de Dios. Este movimiento se refugia en el desierto, en un lugar de ruinas de una antigua fortificación israelita. Según los hallazgos arqueológicos, la primera construcción esenia se remonta a la mitad del siglo segundo antes de Cristo. Los romanos destruyen Qumran el año 68 después de Cristo.
Aunque algunos entienden que son anteriores a Jesús y que Juan el Bautista perteneció a la secta o bien que eran sus propios discípulos. Hoy día algunos judíos remontan sus orígenes al mismo profeta Samuel, y la escuela que él creó, siendo también ebionitas otros profetas como Elías, etc. Aunque es probable que los orígenes de la secta se encuentren en el siglo II a.C. Pero otros consideran su surgimiento como resultado de la influencia de sobrevivientes de Qumrán en la iglesia judeocristiana, dispersada por la caída de Jerusalén.
La Biblia no los menciona, aunque en tiempos de Jesús había unos 4000 en Palestina; pero los describe Josefo, Filón, Plinio el Viejo, Dión Crisóstomo y los manuscritos del Mar Muerto, muchos de ellos de los Esenios. Pero solamente después del año 1947, tras los descubrimientos de los manuscritos de Kirbet Qumrán, en las orillas del Mar Muerto, tras las excavaciones de las ruinas de la colonia esenia allí asentada tenemos verdaderos puntos de contraste para situarlos e identificarlos. Gracias al extraordinario hallazgo se puede reconstruir con bastante aproximación la historia de la secta, su doctrina, organización, aunque haya de tenerse en cuenta que todos los esenios no vivían en Qumrán.
La fundación de la comunidad del Mar Muerto debe atribuirse al “Maestro de justicia”. Con este seudónimo se le conoce en los manuscritos, un nombre honorífico que oculta el verdadero. Corresponde a un sacerdote del Templo de Jerusalén que, indignado a causa del envilecimiento del culto del Templo bajo el ministerio sacerdotal de los asmoneos, se aparta del Templo e invita a retirarse al desierto, según las palabras de Isaías: “Preparad en el desierto camino al SEÑOR; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios”[6]. La finalidad del retiro es la creación de un espacio donde se conserve incontaminada la santidad del pueblo. Toda la vida de la comunidad: Organización, legislación, costumbres, va encaminada en este sentido. Los esenios se consideran como el verdadero pueblo elegido que debe desempeñar un papel decisivo en la lucha final de los tiempos que se avecinan. Hay que estar alerta, siempre preparados para la lucha de los hijos de la luz contra los de las tinieblas. Para llenar el abismo teológico que supone la separación del Templo de Jerusalén, la comunidad se comprende a sí misma como templo espiritual, compensando así el culto indigno que se realizaba en el Templo de Jerusalén.
Plinio y Filón también nos describen su vida y costumbres: Observaban la Ley, se abstenían de los placeres de la carne, y algunos renunciaban al matrimonio, menospreciaban las riquezas, eran trabajadores, preferentemente del campo, no hacían comercio, y sostenían la doctrina de la inmortalidad del alma[7]. El primero en referirse a ellos utilizando el nombre de “ebionitas”, fue Ireneo de Lyon, discípulo de Policarpo, que a su vez lo fue del apóstol Juan, en la segunda mitad del siglo II d.C.[8], en estos términos: “Los ebionitas utilizan únicamente el evangelio que es según San Mateo y rechazan al apóstol Pablo, llamándole apóstata de la Ley. Pues los ebionitas, sirviéndose solamente del evangelio que es según San Mateo, se dejan persuadir por él y no piensan rectamente del Señor”. Como vemos por el testimonio de Ireneo en el siglo II los ebionitas a diferencia de los Cristianos, no creían en la Divinidad de Jesús.
Justino el Mártir, en el 150 d.C., comenta que existen dos grupos de judeocristianos, por un lado los “Nazarenos” que participan de la “fe común”, pero siguen permaneciendo fieles a las tradiciones judías y son descendientes de las comunidades de Santiago; y por otro lado otros que reconocen a Jesús como Mesías pero que solo afirman que fue “Hombre entre los hombres”, a estos los llama “ebionitas”.
Sabemos poco de los “Nazarenos” y “Ebionitas”, que eran mirados con no pocos recelos por sus contemporáneos cristianos procedentes de los gentiles, quizás debido a su insistencia en guardar la Ley de Moisés y circuncidarse, aunque no sacrificaban y celebraban el Sábado y el Domingo, cosa que no contradice lo practicado por la iglesia judía de Jerusalén y que se nos describe en el libro de Los Hechos. Insistían en alejarse del aspecto ceremonioso de la Ley, atendiendo más a su contenido moral, en lo que se parecen mucho a los esenios. Como hemos dicho los ebionitas consideraban al apóstol Pablo como un apóstata y un traidor al judaísmo, debido a sus enseñanzas acerca de que los gentiles no debían circuncidarse ni guardar la Ley.
Respecto a Jesús, lo consideraban hijo de José y María, y que su título de “Hijo de Dios” le vino como adopción en el momento de ser bautizado, en donde tuvo su unión con el Cristo eterno, que para ellos es superior a los ángeles, pero no divino, perdiéndolo en el momento de la crucifixión. Por esto mismo rechazaron los libros de Pablo, usando el llamado “Evangelio de los Hebreos”, del que conservamos fragmentos actualmente en estudio por parte de los eruditos. En fechas más tardías el ebionismo se confunde con el Gnosticismo, seguramente por influencias de éste en sus doctrinas.
Interesantes son los comentarios que sobre ellos hace Eusebio de Cesarea en su “Historia Eclesiástica”, de principios del siglo III d.C.: “A otros el maligno demonio, no pudiendo arrebatarles de su dedicación para con el Cristo de Dios, se los hizo suyos al encontrarles algún otro punto débil. Los primeros fueron llamados ebionitas acertadamente, pues consideraban a Cristo de un modo pobre y bajo. Creían que era un hombre simple y común, que iba justificándose a medida que crecía en su carácter, y que nació como fruto de la unión de un hombre, José y de María. Les parecía indispensable cumplir la Ley, como si no pudieran salvarse con la sola fe en Cristo y una vida conforme a ella”[9].
Los ebionitas esperaban la llegada de varias figuras “mesiánicas”, es decir, legitimadas oficialmente por Dios: El profeta escatológico, el rey mesiánico de la casa de David, y el sacerdote mesiánico de la casa de Aarón. Pero, según los textos de Qumrán, en el centro de la expectativa apocalíptica está el pueblo de los elegidos y no una figura mesiánica individual. Estrechamente unida a la apocalíptica está también la complicada angelología y demonología. Los ángeles están enfrentados en dos ejércitos; ángeles buenos con el “príncipe de la luz” o “el ángel de Dios” o “el espíritu de la verdad” a la cabeza. Por otro lado, los ángeles malos, a cuya cabeza está el “ángel de las tinieblas” o “ángel de la enemistad”, “enemigo”. Son los ángeles caídos de Génesis 6.
La interpretación de la Escritura era también escatológica, según “los comentarios a Habacuc y a Nahúm”. Igualmente llamativo es el método hermenéutico que identifica los diversos pasajes con acontecimientos del pasado inmediato, del presente o del futuro.
Para conservar a la comunidad como pueblo incontaminado, elegido de Dios existen prescripciones, ritos y costumbres que deben observarse con rigor. No hay relaciones económicas ni comunión de mesa con los de fuera, ni pueden aceptarse regalos. Los aspirantes a vivir en la comunidad deben someterse a pruebas muy rigurosas. Josefo dice que para convertirse en miembro de la comunidad, el aspirante debe tener un año de prueba. Se le daba una paleta para uso sanitario, un cinturón y un vestido blanco que debía llevar en las reuniones. No participaba de los baños cotidianos de la comunidad, ni de la comida común, que se tomaba al mediodía. Pero sí de la comida de la tarde, lo mismo que los extranjeros. Practicaban el vegetarianismo y sus creencias eran dualistas, vivían en régimen monástico y tenían sus bienes en común. Se circuncidaban y exaltaban la Ley de Moisés, considerando a Pablo como un apóstata, pero no ofrecían sacrificios. Sus cultos se celebraban en sábado y domingo. Algunos estudiosos han afirmado que veneraban al sol y algunos les atribuyen creencias en la Metensicosis[10], pero todo eso es muy discutible.
Al final del año de prueba, el aspirante se convertía en “candidato”. Durante otros dos años participaba en los baños cotidianos, llevaba el vestido blanco y penetraba en el agua, vestido, a las once de la mañana. Antes de la salida y puesta del sol participaba de las oraciones comunes; las mañanas y las tardes se dedicaban al trabajo del campo, a cuidar animales, a la apicultura y artesanía. Sus bienes eran entregados al administrador. Al final de los tres años, ya estaba maduro para la iniciación. Emitía una especie de “votos solemnes”: Respetar a Dios y ser justo con los hombres; odiar a los malvados y secundar a los justos; obedecer a las autoridades del grupo; si llegaba a superior, no podría valerse de su carga en beneficio propio; amar la verdad y rechazar a los mentirosos; no esconder lo que pudiese ganar. No revelar a terceros las doctrinas de la comunidad.
No participaban de la adoración en el Templo pero tenían sus propios ritos de purificación. Observaban el día de reposo muy estrictamente y veneraban grandemente a Moisés. No hacían ningún juramento pero se exigía que los nuevos miembros, después de un período de prueba de tres años, hicieran una serie de juramentos fuertes de que cooperarían en toda manera con la organización y nunca revelarían a extraños ningunos de los asuntos o de las creencias de la secta.
Los esenios o ebionitas no solo se preocupaban de la pureza comunitaria en cuanto pueblo elegido por Dios para los últimos tiempos, sino que promovían también la experiencia de la piedad individual, como manifiesta el libro de los “Salmos” de la secta. Animaban a vivir la confianza en Dios, cuya fidelidad permanece eternamente. Importante también es destacar la existencia de un calendario distinto del oficial, un calendario en el que el año era de 364 días, con cuatro trimestres de 90 días más un día suplementario por trimestre. De este modo las fiestas caían siempre en la misma fecha dentro de la semana.
La comunidad estaba estructurada jerárquicamente. Los sacerdotes y levitas desempeñaban las funciones más relevantes. Había también un consejo de los doce. Como ritos exteriores se realizaban lavatorios diarios, de cuya práctica son elocuentes testimonios, en las ruinas actuales de Qumrán, las instalaciones para baños, cisternas y un sistema de canalización. Tenían suficiente agua para abastecer a varios cientos de personas durante la sequía. Cerca del edificio principal se han encontrado restos de construcciones que servían para fines agrícolas, almacenes, talleres, dos molinos, un cementerio grande y dos pequeños con unas 1200 tumbas, y también huesos de animales enterrados cuidadosamente. Después de los lavatorios, se reunían vestidos con la vestidura blanca del sacerdote para tener una comida en la que se consumía pan y mosto. Un punto culminante del culto divino era la “fiesta de la renovación del pacto”, que se celebraba todos los años y en la que se pasaba revista a la comunidad como si fuera un ejército y ella tenía que dar cuenta de sí misma. Todos tenían que someterse al juicio de “los muchos”, de la comunidad reunida en asamblea, donde escuchaban las bendiciones de los sacerdotes sobre los “hijos de la luz” y también las maldiciones sobre los “hijos de las tinieblas”.
Estaban radicados en la zona oeste del Mar Muerto, en un lugar donde no se siente la pestilencia del mismo mar, justamente donde se halla Qumrán. Plinio habla de las ciudades situadas al sur del “campamento”: En Gueddi, a unos 20 kilómetros al sur de Qumrán; Masada, a unos 15 kilómetros más lejos.
Filón y Josefo describen de modo diferente el lugar donde vivían los esenios. Según Filón, vivían no en ciudades sino en pueblos, pero en otro pasaje dice que vivían tanto en ciudades como en pueblos. Josefo habla de ciudades. Esta diversidad se aclara leyendo el “Escrito de Damasco” donde se halla una “regla” destinada a los que viven en ciudades y otra a los que viven en campos o aldeas. De este modo el centro de la vida esenia sería Qumrán, pero había otros esenios que observaban otra regla y vivían en distintos lugares. Esta diversidad corresponde, en parte, a lo que nos dice Josefo sobre las dos clases de esenios. Algunos no se casaban, pero educaban a los hijos de otros. Otros se casaban y educaban a sus propios hijos. No se sabe exactamente cuál era el caso de Qumrán, pues en su cementerio se han encontrado restos de mujeres.
Las invasiones islámicas hicieron que fueran perdiendo fuerza y desaparecieran, especialmente al no aceptar a Bar-Kochbá como Mesías en la revuelta de 132–135 d.C., provocando que los judíos ya no los aceptaran más.
Entre las obras que contienen información sobre este grupo del siglo I se encuentra Los viajes de Pedro. Este libro, del que se conservan partes, es citado profusamente por Epifanio cuando habla de los Ebionitas, y nos muestra un muy probable acercamiento de sus enseñanzas a los ideales Esenios.
Las últimas noticias que se tienen de ellos proceden de fechas tardías como el siglo V d.C., así Epifanio habla de ellos a principios de dicho siglo en los siguientes términos: “Está en poder de los Nazarenos, el Evangelio según Mateo, completísimo, y en hebreo. Pues entre ellos se conserva, sin duda, todavía éste tal como fue compuesto originariamente, en caracteres hebreos. Lo que no sé es si han suprimido las genealogías desde Abraham hasta Cristo”.
Existen numerosos testimonios sobre los ebionitas y los Nazarenos hasta bien entrado el siglo VI d.C. Respecto a qué fue de ellos, esta cuestión es un misterio, aunque se supone que desaparecieron con las invasiones islámicas del siglo VIII d.C.
Hay tres textos que eran de importancia tanto para los ebionitas como para los Nazarenos. Se trata de evangelios usados por las comunidades judías que habían reconocido en Jesús al Mesías de Israel. En unos casos de claro carácter herético y en otros no, son considerados como apócrifos, esto es, no fueron reconocidos por las diferentes comunidades ortodoxas Paleocristianas herederas de la tradición de los Apóstoles, al establecer oficialmente el Canon, que, todo hay que decirlo, ya estaba bien establecido y definido desde el siglo II por la inmensísima mayoría de las diferentes comunidades Cristianas Primitivas. Su referencia nos ha llegado casi siempre en citas muy fragmentarias de los Padres de la Iglesia. Por eso es muy difícil sacar conclusiones sobre el carácter de cada una de las obras y sus mutuas relaciones. Estos tres son:
a. El Evangelio de los Nazarenos.
De este evangelio escrito en caracteres hebreos pero en lenguaje semita nos han llegado numerosas citas en escritos de los Padres. Según Jerónimo lo utilizaban los judeocristianos sirios descendientes de la Iglesia de Jerusalén que huyeron tras la destrucción de Tito, y mostraba un estrecho parentesco con el Mateo canónico.
El Evangelio de los Nazarenos es un documento que respira el espíritu del judaísmo con el que parece estar en constante debate. El círculo judeocristiano que lo usaba no parece ser peculiarmente herético. De hecho, la Iglesia gentil[11] consideraba a los “Nazarenos” como verdaderos creyentes, aunque ciertas prácticas de carácter judaico[12] les llamaran más o menos la atención.
b. El Evangelio de los Ebionitas.
Era un evangelio compuesto en griego, de una secta judeocristiana considerada herética. Está próximamente emparentado con el Evangelio de Mateo, aunque con diferencias esenciales. Sus variaciones respecto a la tradición sinóptica son en parte literarias[13] y en parte dogmáticas. Se explica la eliminación de Mateo 1-2 porque los ebionitas negaban el nacimiento virginal de Jesús. Según su propia cristología, la procedencia divina de Jesús no radica en su generación divina ni en su nacimiento milagroso, sino en la unión del Espíritu Santo con él en el bautismo. La unión del ser celeste con el hombre Jesús lo hace Hijo de Dios, Mesías. Esta cristología adopcionista, la oposición al culto y el vegetarianismo, diferencian al judeocristianismo de los ebionitas del de los nazarenos y lo marcan como una secta herética.
c. El Evangelio de los Hebreos.
Los pocos fragmentos conservados no permiten ver un parentesco peculiar con alguno de los evangelios canónicos. Contienen sin embargo elementos sincretistas y muestran el carácter herético de sus utilizadores judeocristianos. Este judeocristianismo contiene elementos sincretistas gnósticos. El Espíritu Santo es identificado con la Madre de Jesús, encarnación de la potencia celeste. Y el mismo Espíritu Santo se identifica con el arcángel Miguel. Probablemente era el evangelio usado por judeocristianos egipcios y estaba escrito en griego. Su concepción teológica queda dominada por la teología de Sabiduría judeocristiana. Era propio de gente que se consideraba en posesión del Espíritu. Compuesto con ayuda de las tradiciones canónicas, puede reflejar también material corriente en el período pre canónico.
d. Los textos hallados en Qumrán, los principales que hablan de la organización, administración, creencias, ritos, son:
1) La Gran Regla: Habla del régimen interno y de las condiciones para la admisión de candidatos.
2) El Escrito de Damasco o Documento Sadoquita: Contiene documentos semejantes, pero insiste más en la historia de Israel como expresión de los principios de la comunidad. Contiene dos códigos distintos: Uno para los esenios que viven en las ciudades, y otro para los que viven en campos.
3) La guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas: Expone un plan para la conquista del mundo por los hijos de la luz.
4) Comentarios sobre el Génesis, Isaías, Miqueas, Nahúm, Habacub y el libro de los Salmos.
Se ha dicho que la religión de los esenios o ebionitas fue el sectarismo más exclusivista que el mundo ha conocido, un sectarismo apocalíptico-escatológico que implicaba la certidumbre de un triunfo terrestre próximo.
2. Los Gnósticos.
La segunda persecución imperial contra los cristianos la decretó Domiciano, cerca del año 90 d.C. Miles de cristianos murieron en Italia y Roma. Juan, al último de los apóstoles, estaba en Éfeso y ahí fue capturado y enviado preso a la isla de Patmos, en donde recibió la Revelación o Apocalipsis. Es en este tiempo que se escriben los últimos libros del Nuevo Testamento: Hebreos, las cartas de Juan, Revelación y Judas.
El cristianismo se encontraba ya enraizado y había familias que por espacio de tres generaciones habían sido creyentes. Las doctrinas expuestas por Pablo en sus epístolas habían sido aceptadas como reglas de fe, pero también surgían grupos heréticos, como los gnósticos, que vienen del helenismo grecorromano.
El gnosticismo es un conjunto de corrientes sincréticas[14] filosófico-religiosas que llegaron a mimetizarse con el cristianismo en los tres primeros siglos de nuestra era, convirtiéndose finalmente en un pensamiento declarado herético después de una etapa de cierto prestigio entre los intelectuales cristianos.
El gnosticismo surge como una reacción espiritual aparentemente sana, en contra del ambiente materializado; pero, también en contra de las Teologías, defienden una fe sin religión, buscan una purificación de la fe, y esto lleva a un grave problema ya que al arrancar la fe de la religión se da una gran multiplicación de sectas y movimientos religioso de todo tipo, pero que terminó en una perversión del cristianismo.
Insistían en la salvación mediante una sabiduría secreta o gnosis. Proclamaban el conocimiento superior basado especialmente en principios filosóficos, misterios de iniciación, ciertas doctrinas cristianas y elementos de magia. Su carácter adaptable le permitió penetrar las comunidades cristianas de los primeros siglos.
La Iglesia del siglo II estaba amenazada por la “gnosis”, una doctrina que afirmaba que la fe enseñada por la Iglesia no era más que un simbolismo para los sencillos, pues no son capaces de comprender cosas difíciles; por el contrario, los iniciados, los intelectuales que se llamaban “gnósticos”, podrían comprender lo que se escondía detrás de estos símbolos y de este modo formarían un cristianismo de élite, intelectualista.
Aunque se habla de gnosis cristiana ortodoxa y así lo hace ya Ireneo, es cierto que el gnosticismo en sentido estricto significa una corriente de espiritualidad e incluso una religión extra cristiana o, cuando menos, heterodoxa. Está fuera de duda la existencia de una corriente de espiritualidad semejante, con anterioridad a la predicación del Evangelio y distinta también de las Religiones de Misterios.
El “Poimandres”, incluido en el siglo III es el primer documento estrictamente gnóstico no cristiano anterior a la predicación apostólica. Hacia el siglo I a.C., pululan una serie de sectas influidas por la religiosidad iraní y fundadas por poetas de carácter profético, el más representativo de los cuales es Alejandro de Abotoneikos; los miembros de la secta se denominan kátharoi o “puros” y ágnoi o “devotos”, y pretendían vivir como espíritus puros entregados a una devoción puramente personal e intimista con ideas firmes y claras acerca de la inmortalidad personal, fundada en la pre-existencia del alma predestinada, y en un Pleroma[15] trascendente, del cual se habría desprendido como una “chispa” caída e impurificada en el cosmos material.
Según su origen, la antropología gnóstica distingue fundamentalmente tres razas de hombres: Los espirituales por naturaleza; los materiales, que son irredimibles; y los animales, que a base de esfuerzo ético pueden obtener una salvación incompleta, quedando en el tópos[16], sin acceso al Pleroma propiamente dicho. Incluso los espirituales no se salvan totalmente, sino solo su “chispa” del Pleroma puede volver a él, habiéndose despojado de su alma psíquica[17]. Así estas tres razas de hombres apenas tienen algo de común, e incluso las dos inferiores tienen menos realidad, ya que ésta consiste en la impresión de la esfera ideal sobre la sombra de la vida animal y material; la idea que mediante la “chispa” se encarna en la materia es el Anthrópos, el hombre primordial cósmico, o la Sophía, según las sectas.
En consecuencia la perfección gnóstica consiste en tomar conciencia del origen trascendente y arquetípico del alma neumática, con lo cual desaparece todo temor, ya que la “chispa” está predestinada por naturaleza a retornar tarde o temprano al Pleroma, para celebrar allí la unión esponsalicia con su consorte angélico, homologando así las nupcias eternas de Anthrópos y Ekklesía. Para ser capaz de estas nupcias ha de ir madurando la “chispa” que hay en el hombre; mas ello no se logra mediante obras, sino mediante una toma de conciencia cada vez más profunda o gnósis de su verdadera naturaleza neumática. Algunos maestros gnósticos, como Satornil, declaraban impuros el matrimonio y la procreación, rasgo común a los maniqueos, los cátaros y demás sectas espiritualistas medievales, por contribuir a encadenar almas puras en la materia.
La gnósis propiamente dicha difería de la fe o pístis; en las doctrinas de Valentín y de Basílides se da una fe ciega o adhesión firme a las enseñanzas de la secta, que es el punto de partida indispensable para la gnosis, pero además existe otra fe ruda o psilé, necesitada de pruebas y de milagros por carecer de la con naturalidad con el Pleroma, y que es imperfecta y propia de los psíquicos. La experiencia de la gnósis es un conocimiento intuitivo e iluminativo o sophía que descubre la verdadera naturaleza trascendente del fiel y la hace madurar para el Pleroma, pues mediante esta sabiduría se va asimilando a la Sophía personal de arriba.
En las sectas de carácter popular, como eran las de Roma del siglo III: Barbeliotas, Carpocratianos, Ofitas de Celso, Nicolaítas, Sethianos, Severianos, Arcónticos, etc., y en el grupo copto, los ritos que existían ya en la gnosis desde un principio, van desplazando a la gnósis hasta convertirse en una magia soteriológica de carácter misterioso.
Algunas concepciones de base, la ascética y la jerarquía pueden conducir a una identificación de la gnosis con el maniqueísmo y diversas sectas medievales, sin embargo, en ningún caso sería exacta la identificación. El maniqueísmo recoge ciertamente elementos de las sectas gnósticas dispersos por el Asia anterior, así como del mitraísmo iraní; su doctrina es esencialmente selecta, pero como fenómeno histórico religioso constituye una unidad histórica irreductible e idéntica a sí misma, que tampoco puede considerarse prolongada por las sectas de los cátaros, bogomilas y patarinos. Su rasgo más personal es la semejanza que hace de él un movimiento evolutivo perfectamente adaptable a cuantas áreas culturales se extendía, desde la península Ibérica[18] hasta el Asia central y el Extremo Oriente pasando por el norte de África, los Balcanes y Armenia. Su culto sencillo, su tendencia igualitaria, su moralidad no excesivamente exigente, su teoría de las reencarnaciones y su dualismo para explicar el problema del mal de modo convincente para la mentalidad popular, hacían del maniqueísmo la religión ideal de zonas religiosamente inestables y de pueblos vagamente cristianizados.
a. Primeros gnósticos.
A causa de la escasez de datos y fuentes directas sobre los primeros jefes de sectas gnósticas, y de la desconfianza sembrada por De Faye y por la escuela de Tubinga hacia los informes procedentes de los Padres, resulta difícil concretar algo.
Hegesipo menciona en su catálogo las herejías de Cleobio, de Dositeo relacionado con Simón en Palestina, de Gorfeo y de Masboteo[19]. Orígenes en Contra Celsum[20] confirma la existencia de Dositeo. Pero de estos gnósticos no son conocidas sus doctrinas o sistemas.
Justino[21] certifica la existencia histórica de Menandro en Samaría relacionado también con Simón, y conoce a otros gnósticos dependientes de él. También nos informa de la existencia de Satornil, que habría fundado una secta a mediados del siglo II. Cerinto aparece en Contra Herejías de Ireneo, en los Philosophoneuma de Hipólito y en Diálogos de Cayo, a quien él atribuye una concepción escatológica plagada de recuerdos materialistas procedentes de las revelaciones judías. Finalmente, Cerdón habría vivido en tiempos de Higinio, y habría sido maestro de Marción; parece ser que a él se debe por lo menos la concepción del doble dios inspirador respectivamente del Antiguo y del Nuevo Testamento, fundamento de la doctrina de Marción, que no fue gnóstico sino un racionalista.
Marción procede de Sínope del Ponto y de una familia de armadores. Nació entre el 85-95, hijo de un obispo cristiano. En tiempos de Antonino Pío llega a Roma, no se sabe si ya cristiano o si hubo de bautizarse en la Urbe, como Tertuliano parece darlo a entender[22]. De todos modos los armadores de Sínope debían de tener un conocimiento profundo del judaísmo que florecía en los puertos del Ponto y que hubo de influir negativamente en el ánimo de Marción desde antes de su conversión.
Marción era muy rico, ya que era naviero, viajó a Roma entre los años 120 y 130, con la idea de intervenir en la propagación de la fe. Rechazaba el Antiguo Testamento, y del Nuevo solo aceptaba el Evangelio de Lucas y las Epístolas de Pablo, de quien era gran adepto, y como griego, no entendía que el cristianismo mantuviera una conexión judía. Consideraban que la Versión de los Setenta no era auténtica y carecía de autoridad. Influido por las enseñanzas de los gnósticos, concibió una nueva forma de entender el cristianismo.
Es cuestión todavía controvertida la del influjo que sobre él haya ejercido Cerdón, gnóstico de la línea de Satornil. Según la tradición marcionita la ruptura entre Marción y la Iglesia habría ocurrido el 21 de Julio del 144, poco después del comienzo del año séptimo del emperador Antonio. La secta nacida de esta ruptura todavía ofrecerá resistencia activa a la ortodoxia en el imperio bizantino. Marción no fue ciertamente un gnóstico, como se pensó en algún tiempo, cuando los gnósticos no eran todavía bien conocidos; aunque pretendió integrar en la fe de la Iglesia algunos elementos gnósticos y se halló poderosamente influido por su clima ideológico, presenta un temperamento y estilo moral diversos. El fundamento de toda la doctrina de Marción está en dos principios: La malicia esencial de la materia y la existencia de un verdadero Dios desconocido y foráneo, el Dios revelado en el Nuevo Testamento, pura expresión de la bondad sin mezcla y opuesto al Dios del Antiguo Testamento, del que creía era un Dios sangriento y vengativo y propuso que el Dios Creador no era el mismo que el Dios padre de Cristo; es decir, dualismo seguido de un rigorismo ascético enfocado al mínimo uso de las cosas creadas y materiales.
Según un texto antiguo, Marción decía que el Demiurgo robó “elementos lumínicos” del mundo verdadero, y con ellos creó el universo físico que conocemos. Debido a la creencia generalizada en la proximidad de la parusía, no creía en el matrimonio y entendía que la procreación era una invención del Dios perverso del Antiguo Testamento.
Rechazó el uso del miedo a Dios para imponer la obediencia. Se apoyaba solo en el amor como sostén de la ética.
Después de que Marción escribiera el primer canon, el cristianismo ortodoxo se dio cuenta de que era necesario organizar la maraña de escritos que se habían producido desde el origen del cristianismo y publicó su propio canon, que llegó a ser lo que hoy conocemos como Nuevo Testamento.
No queda ninguno de sus escritos y todo lo que sabemos de él son los escritos de Tertuliano, condenándolo. Sin embargo se tienen noticias de al menos dos textos, uno conocido como Antítesis, y el otro, su versión de la Biblia.
Está considerado el mayor peligro que sufrió el cristianismo primitivo, porque estaba muy organizado y disponía de mucho dinero para predicar sus teorías. Marción fue condenado como hereje y expulsado de Roma. Su partida fue un duro golpe para las arcas del cristianismo romano. Después de su muerte en el 160, se extendieron grandemente sus ideas tanto hacia el este como hacia el oeste. En Oriente la herejía duró hasta el siglo X.
b. Basílides y Valentín.
En el curso del siglo II las incertidumbres desaparecen, y repentinamente nos hallamos ante un multiforme despliegue de sectas y de sistemas, a la cabeza de los cuales figuran dos grandes jefes, verdaderos pensadores de cierta altura: Se trata de Basílides y de Valentín.
Basílides aparece como jefe de secta en tiempos de los emperadores Adriano y Antonino Pío; su doctrina es continuada por su hijo Isidoro en las Ethiká. La mejor fuente para Basílides son los Stromata de Clemente de Alejandría, sobre todo el II, III, IV, V y VII.
Parte Basílides de un problema de orden moral y racional, el del sufrimiento de los inocentes; ninguna perspectiva soteriológica ó escatológica le ayuda a encajar el mal físico. A diferencia de Marción no busca la solución en un desdoblamiento de la divinidad, sino en la localización de un misterio de iniquidad en el fondo de cada hombre, aun de los inocentes. Para explicarlo no recurre Basílides al mito de una caída prenatal, sino a la concepción más abstracta de una culpa virtual e interpretativa: El hecho de que el hombre sea capaz de pecado, merece ya por sí mismo castigo. Clemente le atribuye una moral rigorista[23], según la cual Dios no perdona ninguna falta deliberada.
El dios de Basílides no es como en los neoplatónicos, pero entre sus atributos la bondad y la justicia, que eclipsan a todos los demás, resultan demasiado semejantes a la bondad y a la justicia terrenas, pues siempre que permiten un mal han de obedecer a un motivo, y a un motivo punitivo, que consiste en la disposición próxima al pecado que cada hombre tiene: Tó hamartematikón.
Pretendía superar a la vez las limitaciones de la filosofía y de la fe cristiana y obtener un conocimiento más cálido y sapiencial que el de la filosofía estoica, y más esotérico y misterioso que el de la sobria fe cristiana; concibe una pístis physiké o fe natural[24] que consiste en la predisposición natural a las enseñanzas de la secta en los predestinados, gracias a la cual éstas son admitidas sin necesidad de demostración racional. Su doctrina estaba contenida literariamente en las Exegetiká que eran unos comentarios a los Evangelios que también Ireneo, Hipólito y Orígenes conocían a fondo.
En su hijo Isidoro, la culpabilidad se concreta, mas para ello ha de abandonar el plano abstracto y concebir una entidad, procedente tal vez de las concepciones religiosas de Siria y del Irán: El “alma adventicia”. Él y Basílides pretendían deducir de Pablo, y de Mateo[25], que el matrimonio era un mal menor, falseando así la doctrina evangélica. Sin embargo, Basílides e Isidoro, los más sensatos entre los gnósticos, parecen haber observado que el temor excesivo a las caídas resultaba perjudicial y que la lucha angustiosa por la pureza sexual absorbía las energías y secaba la esperanza. Por ello aconseja Isidoro el matrimonio en casos extremos, y de no ser éste posible por excesiva juventud, enfermedad o pobreza, recomienda evitar el aislamiento, buscar la compañía de los hermanos y el consejo y la imposición de manos de algún hermano cualificado. Como fundamento de su moral sexual pone Isidoro esta notable observación: Lo sexual no es una necesidad absoluta[26].
Valentín parece haber llenado toda la primera mitad del siglo II; su discípulo Heracleón aparece ya citado en el Syntagma de Hipólito a fines del siglo, y cuyo influjo debió de comenzar en el 155. La Epístola a Flora, de su otro discípulo Ptolomeo, parece datar del 160; o sea que para estas fechas ya estaba formada y madura la escuela de Valentín, del cual se conservan cartas, sermones y fragmentos diversos en los Stromata, mientras que de su escuela la carta de Ptolomeo a Flora la ha conservado Epifanio, los fragmentos de Heracleón, Orígenes, y los extractos de Teodoto, Clemente de Alejandría. Noticias de la secta nos dan Contra Herejías de Ireneo[27], los Philosophoumena de Hipólito[28] y el Contra Valentín de Tertuliano[29]; también hay una alusión en la Enéada IX de Plotino, en el Pseudotertuliano, en Filastro y en Teodoreto.
También Valentín aparece obsesionado con el problema del mal, bajo la forma exclusivamente de pecado, pero es menos abstracto que Basílides y lo explica en forma de mito como contaminación del espíritu por la materia. Aunque de un modo estilizado, por el cual se libran Valentín y su escuela de caer en el barroquismo mitológico y ocultista de las demás sectas gnósticas, se diferencia su sistema del racionalista de Basílides por la amplia acogida que hace a las entidades intermedias y cónicas entre Dios y los humanos. La secta se divide en dos ramas, la ítala y la anatolia. Sus doctrinas son una mezcla del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento con categorías y leyendas indias, iraníes, alejandrinas y griegas.
c. Severianos.
A lo largo del siglo III se convierte Roma en el centro de confluencia y de fusión sincrética de todas las sectas que van dando cada vez mayor entrada a formas de culto aberrantes. Así, los Severianos influidos en sus orígenes por el marcionismo y el encratismo de Taciano, maestro de su fundador Severo, profesan en sus comienzos una moral rigorista y una gran sobriedad doctrinal a base de una Biblia compuesta por la Ley, los Profetas y los Evangelios, rechazando las narraciones del Antiguo Testamento, los Hechos y las Epístolas; pero acaban por centrarse en torno al culto de la Serpiente, en un mundo constituido por potencias arcónticas; la Serpiente en una unión con la Tierra, engendra a la Mujer y a la Vid, fuentes de todo mal. Podría tratarse sin dificultad de la doctrina de las sectas Nicolaíta, Ophita, Barbeliota o Perata.
En la segunda mitad del s. III el foco de pensamiento gnóstico más creador no se halla en Roma sino en Egipto y en lengua copta, pero notablemente barroquizado y contagiado de magia; sus fuentes principales son los Libros de Jehú y la Pístis Sophía. Después el movimiento se extingue.
d. Analogías gnósticas.
Diversos movimientos son a veces comparados con el gnosticismo, aunque no son gnósticos.
1) Maniqueos.
Ya se ha mencionado el maniqueísmo, que tiene su origen en Manés, nacido en Mardini, aldea cerca de Bagdad, entre el 215 y el 216, de padre religiosamente ecléctico natural de Hamadán y de madre de la familia real de los Arsácidas. En Babilonia, donde se habían trasladado sus padres, se presenta en público, cumplidos ya los 20 años, como profeta el día de la coronación de Sapor I, el 20 marzo del 242. Su predicación parece haber gozado en un principio del favor popular e incluso del oficial, hasta que el parsismo obtiene su destierro, que lanza a Manés a una serie de viajes durante 20 años por todo el Oriente que le van a servir para difundir su doctrina y asimilar al mismo tiempo elementos culturales y religiosos de la India, Kurasan, Turquestán y Tibet. Muerto Sapor I goza en su país de las simpatías de Hormisdas I[30] hasta que, muerto éste, Baharam I decreta su pena capital por instigación del clero zoroástrico.
Como ya se ha dicho, el maniqueísmo no se puede confundir con el gnosticismo aunque presenta ciertas semejanzas. Así, Efrén, que conoció a fondo la vida intelectual siria, afirma que la doctrina de Manés es una reproducción fantaseada de las ideas del filósofo herético Bardesanes y el clérigo apóstata Marción. El mismo Manés reconoce como sus precursores en la revelación de la verdad a Zoroastro, Buda y Jesús, cuya obra habría venido él a consumar. Su sistema está basado en un dualismo bastante estricto: Luz y tinieblas, igual a bien y mal, de cuya mezcla nace el mundo presente, con una mitología complicada. Su secta, que llegó a extenderse también por Occidente, tenía dos clases distintas de adeptos: Los electos y los oyentes.
Mediante el rigor ascético, vivido institucionalmente, los electos se van purificando físicamente de la materia y llenando de partículas de luz al abstenerse de todo alimento animal, el vino, la propiedad, el matrimonio, con vida itinerante sin más provisiones que las del día, etc.; rigorismo, que según testimonios de la época, generalmente no vivían en su vida privada. Los electos se dividían en cuatro órdenes jerárquicos según distintas funciones que son poco conocidas.
Los oyentes eran irredimibles, no están decididos a abstenerse de la contaminación de la materia; han de esperar a otra existencia para encarnarse en electos y ser incorporados al reino de la luz; mientras, han de vivir algunos mandamientos. Hasta el siglo XVII, esta secta constituyó una religiosidad popular extendida entre la mentalidad de pastores y mercaderes del Asia Central, que unía la superficialidad con intenso lirismo religioso y que producía la ilusión de una teofanía de luz tras las manifestaciones más cotidianas de la vida.
2) Prisciliano.
No se sabe de sus orígenes; fue obispo de Ávila, y ejecutado por el emperador Máximo en Tréveris en el 385. No es seguro si fue ganado ya en su juventud a la secta de los electos procedente del Oriente. Era un dualista y practicaba la astrología maniquea, además era rigorista que, como Marción, interpreta libremente y con criterios personales, racionalistas, las Escrituras, admitiendo más libros inspirados que los que constan en el Canon. Sus prescripciones morales acerca de la pureza y abstinencia de los elegidos son análogas a las de Manés.
Ideas dualistas, y algunos elementos de gnosticismo, se encuentran también, posteriormente, en diversos movimientos heréticos que se extienden hasta la Edad Media como los bogomilas, cátaros, albigenses, valdenses, beguinas, begardos y los pobres lombardos.
e. ¿Gnosticismo cristiano?
Algunos pensadores y jefes de secta gnósticos que hemos tratado se profesaban cristianos, por eso muchos autores le denominan “gnosis cristiana”, distinguiéndola de la pagana, atestiguada por el Poimandres y por Filón de Alejandría que cita como jefe de secta a Alejandro de Abotoneikos. De una “gnósis judía” parecen hallarse alusiones en la segunda Epístola de Pablo a los Tesalonicenses[31] cuando habla del “misterio de iniquidad” que bien puede ser la Minuth o doctrina esotérica de carácter gnóstico. La impresión de haber existido en Palestina una fuerte corriente de este tipo con abandono de la ortodoxia sacerdotal y con antropología dualista se ha confirmado con los descubrimientos de Qumrán.
1) Ireneo.
Ireneo, en Contra Herejías, no condena inapelablemente el concepto mismo de gnósis, que puede ser entendida como una verdadera ciencia de Dios que trata de profundizar en sus misterios, y el origen del mal lo explica a partir de la libertad humana y de la variedad de seres y de fuerzas cósmicas que, consideradas aisladamente, se oponen, pero que conjuntamente contribuyen a la armonía del todo. En esta concepción de gnosis ortodoxamente cristiana se halla ya el germen de la reflexión filosófica acerca de la fe que iba a desarrollar la escuela de Alejandría y, más tarde, la Edad Media y los siglos posteriores; pero es claro que esta reflexión de Ireneo no es una gnósis, en el sentido propuesto por Basílides y Valentín, de superación de la fe por la visión y la vivencia de ser portadores de emanaciones de la sustancia divina o Pleroma.
2) Clemente de Alejandría.
También para Clemente de Alejandría hay una gnosis cristiana, y el verdadero objeto de la fe es precisamente la gnosis[32], y ello le inspira tanto su método de exégesis alegórica en las Hyptypóseis, como su Protreptikós o exhortación a los paganos a aceptar y conocer gnósticamente los misterios del Logos que llama a todos los hombres, y su Paidagogós o introducción a la “verdadera filosofía divina”. Solo que esta gnósis se reduce a una reflexión científica, noética[33] de los contenidos de la verdadera “filosofía” que es el cristianismo. Más que gnosis debería llamarse noésis, pues presenta un marcado carácter intelectual y moral que se despliega en caridad y en contemplación, bajo la acción de la gracia.
3) Orígenes.
Orígenes continúa la obra de Clemente y la supera. En el prefacio del Peri Arkhon expone su método y su intención científica: Se trata de constituir un cuerpo de doctrina coherente y fundado a partir de los contenidos de la Revelación pero sirviéndose de la razón cuanto sea necesario, ya para establecer bases filosóficas, ya para examinar, analizar, deducir, probar y descubrir analogías naturales.
El fundamento de la doctrina mística de Orígenes es la concepción de Filón en su Comentario alegórico de las leyes santas a los dos primeros capítulos del Génesis, según el cual hubo una doble creación del hombre, uno celeste e inmaterial y otro terrestre y corpóreo.
Orígenes estaba tan lejos de profesar el dualismo antropológico de los gnósticos que aun aceptando la concepción filónica, interioriza a estos “dos hombres” y los unifica en el individuo humano: Uno es el hombre interior, que se renueva cada día y que es capaz de gracia, de contemplación y de caridad y el otro es el hombre psíquico y sensorial que se debilita y se corrompe; a esta dualidad dentro del hombre corresponden dos inteligencias, psihké y noús y dos clases de amor, eros y agapé respectivamente. En la obra Homilías en Números[34], Orígenes establece la primera “escala” de grados de purificación mística en la historia del pensamiento cristiano. En la última etapa, el alma está en diálogo abierto con Dios, le ve, le oye, le huele, le toca y le habla, y esta vivencia constituye la verdadera gnosis.
No cabe duda que este concepto de gnosis como experiencia mística, supera el concepto noético de Clemente, en lo que tiene de vivencia y se acerca algo al concepto de Valentín y del Poimandres; en este caso solo Orígenes podría ser conceptuado como verdadero gnóstico cristiano, mas entonces también todos los místicos lo serían. La discriminación entre gnosis y experiencia mística no ha de fundarse tanto en el momento vivencial cuanto en el contenido de la experiencia, y este difiere radicalmente en Orígenes, y en los místicos, del contenido de la gnosis propiamente dicha de Basílides, de Valentín y de las más sectas, que implica siempre un parentesco emanatístico y sustancial con el Pleroma divino. Dadas esas diferencias radicales nos parece que la expresión “gnosis cristiana” resulta equívoca, y que, sobre todo el término gnosticismo, debe reservarse a las sectas antes mencionadas.
f. Algunos libros falsos Gnósticos.
Durante el Siglo III al surgir la controversia marcionista en donde su jefe declara el primer canon del Nuevo Testamento, la Iglesia debe, en oposición, definir el canon para el uso de la Iglesia, excluyendo a otros que iban tenían contenidos que contradecían la Doctrina Apostólica. Se declaró falsos todos aquellos libros con contenido gnóstico o herético, entre ellos:
El Evangelio de Tomas, El Libro Secreto de Santiago, Basiliada, Fragmento Naaseno, El Evangelio de María Magdalena, Dialogo de el Salvador, Evangelios del Salvador, Marción, Epifanías, Diagrama Ofita, Ptolomeo, El Evangelio de La Verdad, Teodoro, Heracleon, Hechos de Pedro, Hechos de Tomás.
g. Libros Apócrifos.
La Iglesia Católica Romana hace una diferencia entre los deuterocanónicos y los apócrifos. Los deuterocanónicos son los libros que aparecen en la Biblia a los cuales nosotros llamamos apócrifos, es decir, son los libros que pretenden ser inspirados pero que no son reconocidos por ninguna institución, y que son, en su mayoría procedentes del gnosticismo y son muchos, como: La Asunción de María, el Evangelio de Tomas, el Apocalipsis de Pedro, etc., que se unen a los del Antiguo Testamento: I Esdras, II Esdras , Tobías , Judit, Adiciones al libro de Ester, Sabiduría de Salomón, Eclesiástico, Baruc, Epístola de Jeremías, Canción de los 3 Jóvenes, Susana, Bel y el Dragón, Oración de Manases, I y II Macabeos.
3. Características de la Iglesia del Siglo I.
El bautismo por inmersión era practicado en todas partes como señal de iniciación en la Iglesia. La Cena del Señor era el centro de la reunión el primer día de la semana o “día del Señor”. En ella solo podían participar los miembros de la Iglesia. La organización de la Iglesia la constituyen los ancianos, presbíteros, obispos o pastores y los diáconos. Ya para finales del siglo I se acostumbra a elevar a un obispo sobre los demás, conduciendo esto al sistema eclesiástico. El culto era sencillo, a imitación de las reuniones de las sinagogas: Oraciones espontáneas; cantos; lectura de las cartas apostólicas, de los Salmos y el Antiguo Testamento y la participación de la Cena del Señor.
La muerte de Juan en el año 100 d.C., marca el final de la Iglesia apostólica y el inicio de la nueva era cristiana.
[1] Génesis 4.
[2] Génesis 6.
[3]Strange, John, Atlas Bíblico, (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas) 2000, c1999.
[4] Año 45 d.C.
[5] Piadosos.
[6] Isaías 40.3. LBLA
[7] Doctrina extraña al cristianismo.
[8] Contra las Herejías.
[9] “Historia Eclesiástica”. Eusebio de Cesarea, Libro III, cap. 27, Págs. 178-179. Ed. Clie, 1988, Terrassa, España.
[10] La reencarnación.
[11] Ireneo los cita en el siglo II.
[12] Por ejemplo, la celebración del Sábado, las fiestas judías, etc.
[13] Jesús mismo narra la vocación de los doce apóstoles.
[14] Enseñanza que se alimenta de cualquier pensamiento que le interesara.
[15] Palabra griega que significa “plenitud” y que se suele aplicar por parte de los gnósticos al conjunto de eones o entidades míticas que aparecen por parejas en una escala decreciente desde la fuente, emanados del Primer Padre, constituyendo con él el verdadero universo de armonía, unidad y de luz, opuesto a la obscuridad.
[16] Lugar intermedio.
[17] Ireneo, Contra Herejías 1, 7, 1.
[18] Se cree que Prisciliano y su grupo han dependido del movimiento maniqueo.
[19] Eusebio, Historia Eclesiástica IV, 22.5.
[20] 1, 57.
[21] Libro VI, 19; 256,1.
[22] Contra Marción IV, 4, 3.
[23] Stromata IV, 24, 153.
[24] Stromata II, 3, 10.
[25] Mateo 19.10-12.
[26] Stromata III, 1, 1-3.
[27] Hacia el 180.
[28] Hacia el 225.
[29] Hacia el 210.
[30] 271-272
[31] 2 Tesalonicenses 2.7-8.
[32] Stromata II, 11.
[33] En filosofía, el término noética se refiere a todo lo que tiene que ver con el pensamiento, especialmente, el objetivo e inteligible. Se usa, habitualmente, en relación con Aristóteles, cuya noética sería su doctrina de la inteligencia, del intelecto, del entendimiento. La palabra proviene del verbo griego noew, infinitivo, noein; el sustantivo sería nous, que significa “ver discerniendo”, de donde se deriva “pensar”. Entre los filósofos griegos, era frecuente utilizar el verbo con un significado próximo a “intuir”, en el sentido de ver inteligible o ver pensante: Aquello objeto de noein es aprendido directa e infaliblemente tal cual es.
[34] XXVII.