b. Los cambios de Manasés y Amón.
1) Manasés.
Manasés volvió a andar en los caminos de su abuelo Acaz, eliminando las reformas de Ezequías como si nunca hubiesen existido. Restableció los lugares altos, el culto a Baal y Asera floreció como en el tiempo de Acab en Israel y el Templo fue profanado con altares a los dioses de la astrología. Se introdujeron también sacrificios humanos y otras prácticas abominables. La observación de que toda esta maldad provocó la ira de Adonay es siniestra y la perspectiva para el futuro parece más lúgubre a pesar de la promesa condicional citada en 2 Reyes 21.7-8. Ya que la condición de fidelidad a la ley de Moisés no se ha cumplido; la promesa de que no volverá a desplazar los pies de Israel de la tierra está ahora en seria duda.
En 2 Reyes 21.10–15 se resume el mensaje de profetas anónimos del reinado de Manasés y el fin de Judá se predice en términos crudos e inequívocos. Jerusalén será juzgada con la misma medida que Samaria. La referencia a la casa de Acab reanuda la comparación entre Acab y Manasés sugerida en 2 Reyes 21.3. El juicio será total, simbolizado por la imagen vívida del plato limpio. El remanente de mi heredad se puede referir a Judá después de la caída de Israel, pero más probablemente se refiere a la población reducida de Judá después de la campaña de Senaquerib. El desamparo y la entrega de este remanente marcan el fin del cuidado especial de Dios por su pueblo. Las maldades del reinado de Manasés son solo los últimos resurgimientos de una desobediencia que ha resultado epidémica. En estos versículos la imagen del desastre inminente que Isaías había esbozado toma dimensiones trágicas.
El derramamiento de sangre inocente puede ser que indique la persecución de los que se oponían a la política de Manasés, de la misma manera que los profetas de Adonay fueron muertos durante el reinado de Acab y Jezabel.
El jardín de Uza en donde Manasés fue sepultado era una extensión del cementerio construido por Azarías[1].
2) Amón.
Amón siguió en el camino de su padre y su única distinción es que fue asesinado. El significado de la frase el pueblo de la tierra es incierto; puede ser que indique una parte en particular de la sociedad y no el pueblo entero. Este grupo apoyó fervientemente la restauración de la dinastía de David durante el período de Atalía[2].
3) Josías.
Fue coronado por el pueblo a la edad de ocho años, después que su padre, Amón, fue asesinado. Los relatos de los libros de Reyes y Crónicas concuerdan en señalar a Josías como el más recto de los reyes de Judá. Debido sin duda a los serios problemas que Asiria tenía con sus enemigos en el Oriente, Josías pudo conquistar rápidamente las antiguas provincias del reino del norte y librarse en gran parte del tutelaje de los asirios. Josías extendió las fronteras de su reino hasta alcanzar los límites que el reino unido había tenido en tiempos de David, con quien lo comparan sus cronistas.
Paralelamente con sus conquistas territoriales, Josías emprendió una reforma religiosa de grandes alcances e implicaciones políticas notables. Esta reforma tuvo como principal objetivo extirpar del pueblo de Judá las prácticas cananeas y la adoración de las diversas divinidades extranjeras. El hecho de que abarcara también a las provincias del norte, muestra que ya Josías había conquistado dicho territorio.
No obstante lo anterior, el reinado de Josías significó un esplendor efímero para el reino de Judá. Toda su gloria, el resurgimiento de la adoración a Adonay y las conquistas territoriales fueron apenas destellos finales en la historia del reino del sur. Josías había visto desplomarse en pocos años el gran Imperio Asirio y la destrucción de Nínive en el año 612 a.C., y además sabía que aunque los asirios luchaban por sobrevivir, sus días como imperio y como pueblo estaban contados. Esto también lo sabían Sofonías, Jeremías, Nahum y Habacuc. Pero no por ello dejaban de anunciar con insistencia la destrucción de Judá y de Jerusalén.
A cambio de los asirios, empezaba a levantarse el nuevo e inmisericorde Imperio Babilónico, y este hecho aterraba a Josías. Tantos fueron los temores de este, que cuando Faraón Necao salió con sus tropas para combatir contra los asirios, aunque el mismo Necao trató de disuadirlo, Josías se le enfrentó en Meguido. Allí hirieron gravemente a Josías y murió. Su muerte echó por tierra las esperanzas, sobre todo de quienes lo habían comenzado a ver como el esperado restaurador del reino davídico[3]. Aparte de la posible defensa de Sofonías, si se le sitúa en su época, hay una crítica muy severa de Jeremías a su reinado.
a) Jeremías en el reino de Josías.
La historia de Jeremías cubre un período de 40 años, desde su llamamiento en el año 13 del reinado de Josías (626 a.C.), hasta la caída de Jerusalén en 587 a.C. En esas cuatro décadas profetizó bajo los cinco últimos reyes de Judá: Josías, Joacaz, Joacim, Joaquín, y Sedequías. Mientras predicaba personalidades y hechos de importancia estaban haciendo historia más allá de su nativa Judá. Fue uno de los períodos más decisivos de la historia del antiguo Cercano Oriente, que también tuvo su efecto sobre la historia de Judá.
El imperio asirio se había desintegrado, y Babilonia y Egipto luchaban por el predominio en oriente. La cronología del último cuarto del siglo VII a.C., ha sido considerablemente aclarada por la publicación de algunas tablillas excavadas hace algunos años, y que habían permanecido en la oscuridad en las bóvedas del Museo Británico en Londres. En 1956 se puso estos documentos caldeos a disposición de los entendidos en cuestiones del antiguo Cercano Oriente, lo que hizo posible reevaluar la cronología del último cuarto del siglo VII a.C.
La vida y la época de Jeremías correspondientes a este importante período están extraordinariamente bien documentados, y los aspectos íntimos de su personalidad están más gráficamente descritos que los de los profetas menos destacados, como es el caso de los profetas menores, o aun los de Isaías y Ezequiel.
b) El ambiente en que creció Jeremías.
Cuando Jeremías fue llamado al oficio profético todavía era “un niño”, término ambiguo que describe la infancia[4] y la adolescencia avanzada[5]. Si el modesto Jeremías simplemente quiso significar que era espiritualmente y socialmente inmaduro, el término podría indicar que no tenía aun la edad promedio de los profetas, digamos entre 20 y 30 años, si nos guiamos por las reglas promulgadas para los levitas[6]. Si suponemos, entonces, que cuando fue llamado Jeremías estaba en la primera mitad de la década de sus 20 años, su adolescencia correspondió a los reinados de Manasés y Amón. Cuando el profeta recibió su llamamiento ya había pasado casi un siglo desde que el reino del norte había caído en manos de los asirios. Judá en el sur, sin embargo, logró sobrevivir. Por milagro se salvó de la invasión de Senaquerib, como lo había predicho Isaías. El rey Ezequías había iniciado reformas religiosas y morales en Judá[7], pero fueron contrarrestadas por la larga apostasía de su hijo Manasés[8] y el breve reinado idolátrico de Amón[9]. Mientras Judá se hundía en el lodo de la idolatría, los asirios, bajo Esar-hadón y Asurbanipal, conquistaron Egipto. Bajo el reinado de Samético (664–610 a.C.), Egipto se recuperó y nuevamente comenzó a intimidar a Judá, que vacilaba entre los halagos y las amenazas de las dos potencias mundiales, Egipto y Babilonia. Jeremías llegó a la adolescencia en esa atmósfera de tensión internacional y declinación religiosa.
Indudablemente muchos en Judá soñaban con la aurora que terminaría la noche de degeneración moral que ya había durado 60 años. Jeremías creció en un hogar sacerdotal piadoso. Su nombre, “Adonay exalta” o “Adonay derriba”, bien puede simbolizar las plegarias de sus padres para la desconsolada nación y sus aspiraciones para el joven Jeremías. A su tiempo le comunicarían su ansiedad por las persecuciones religiosas y las apostasías de Manasés y Amón, lo educarían en las leyes de Israel, y llenarían su fértil mente con las enseñanzas de Isaías y otros profetas del siglo anterior.
c) Jeremías y Josías.
Cuando Dios llamó a Jeremías, Josías (638–608 a.C.), que hacía 12 años ocupaba el trono de Judá, ya había introducido reformas religiosas[10]. Pero no fue hasta el 621 a.C., en el año 18 de su reinado, que inició una sistemática reforma religiosa y moral de Judá[11].
El impulso de reformar surgió del trascendental descubrimiento por Hilcías del “libro de la ley” en el Templo. Ya hacía cinco años que Jeremías era profeta. Probablemente los capítulos 1–6 describan las condiciones en Judá antes de las principales reformas de Josías en 622–621 a.C. La nación aparecía incorregiblemente corrupta, insensible a las ofertas de perdón por parte de Dios, y no se percataba de la amenaza de un enemigo invisible. Aparte de 2 Reyes 11.1–8, que puede contener alusiones al entusiasmo de Jeremías por las reformas de Josías, el profeta no nos ha dejado referencias sobre los últimos 12 años del reinado de este monarca. Naturalmente Jeremías lamentó la muerte prematura de Josías, a quien veía favorablemente.
4) Joacaz.
Era el cuarto hijo de Josías, el menor, cuyo nombre originalmente fue Salum[12]. Al morir Josías en la batalla de Meguido, lo coronaron rey en lugar de su hermano mayor Joacim que era menos popular. El Faraón Necao lo destronó después de tres meses y lo envió cautivo en cadenas a su cuartel general de Ribla, en Hamat, y de allí a Egipto, donde murió[13]. Jeremías lamentó el derrocamiento de Joacaz y su exilio a Egipto.
5) Joacim.
También era hijo de Josías y hermano mayor de Joacaz, cuyo lugar tomó por mandato de Necao II de Egipto. Se le cambió el nombre de Eliaquim como signo de vasallaje. A fin de pagar los tributos a Egipto, Joacim impuso pesados impuestos sobre la tierra[14]. Construyó costosos edificios reales, utilizando mano de obra forzada[15], y se lo describe como un gobernante tiránico y ambicioso. Los profetas contemporáneos, Jeremías y Habacuc, hicieron notar la decadencia religiosa que se produjo durante su reinado. Las reformas de Josías quedaron olvidadas cuando se volvió a la idolatría y se introdujeron ritos egipcios[16]. Joacim hizo derramar mucha sangre inocente[17]; entre sus crímenes se incluye el asesinato del profeta Urías por su oposición[18]. Estuvo en contra de Jeremías, y personalmente quemó el rollo del cual Jehudí le leyó las palabras del profeta. Fue “injusto y perverso por naturaleza, y no tuvo reverencia alguna hacia Dios ni benignidad hacia el hombre”[19], es decir que siguió la tradición pecaminosa de Manasés[20] (2 R. 24.3).
En el cuarto año de Joacim (605 a.C.) Nabucodonosor derrotó a los egipcios dirigidos por Necao en la batalla de Carquemis[21], en la ribera derecha del Éufrates, al noroeste de Alepo, y en Hamat, ganando el control de Palestina hasta la frontera egipcia[22]. Desde el punto de vista político este hecho fue crucial porque marcó la transferencia de la hegemonía del Cercano Oriente a Babilonia. Por lo tanto, Carquemis fue también de gran significación para Judá. Como todas las rutas a la frontera egipcia se encontraban ahora bajo el control de Nabucodonosor, inevitablemente todo el Cercano Oriente tenía que caer bajo su dominio[23]. A partir de ese momento, por lo tanto, el profeta abogó por la sumisión de Judá al control de Babilonia. En 604 a.C., Nabucodonosor saqueó la ciudad de Ascalón, contra la cual Jeremías[24] y Sofonías[25] habían profetizado juicio. Jeremías proclama un ayuno en Judá[26]. Indudablemente esto hace resaltar la inminencia de una calamidad nacional; y efectivamente, la fecha de la campaña de Nabucodonosor coincide con la fecha de este ayuno en Judá. Jeremías anticipó que, de Ascalón, Nabucodonosor avanzaría sobre Judá; por ello se llevó a cabo el ayuno y se proclamó en Jerusalén el mensaje de Jeremías. Pero la política del profeta se oponía a la estrategia interna y externa de Joacim. El rey favorecía costumbres idolátricas[27], y su egoísmo y vanidad agravaron los problemas de Judá[28]. Joacim tenía poco respeto por la persona del profeta o su mensaje. Su política vacilante, de alianza con Egipto primero, y luego con Babilonia, probablemente se debió al hecho de que el resultado de la lucha entre Babilonia y Egipto en los años 601-600 a.C., todavía no era evidente. Solo al año siguiente de la batalla de Carquemis, Joacim, en compañía de otros gobernantes, llegó hasta el rey babilónico para presentarse como vasallo[29]. Tres años más tarde, sin duda estimulado por la derrota que los egipcios infligieron a los babilonios en 601 a.C., pero contrariando los consejos de Jeremías, Joacim se rebeló[30]. Jeremías reprendió al rey, a los profetas y a los sacerdotes, y la hostilidad que engendró esta reprensión se refleja en sus profecías. Fue perseguido, objeto de intrigas, puesto en prisión, declarado merecedor de la muerte. Sus profecías escritas fueron destruidas. Pero en estas tristes circunstancias Jeremías persistió en su ministerio, intercediendo por Judá, razonando con Dios, desenmascarando a los falsos profetas, prediciendo la destrucción del templo y la nación, y lamentando el destino de su pueblo.
Al principio Nabucodonosor no intervino, sino que envió tropas de la guarnición local babilónica, con sirios, moabitas, y amonitas, para incursionar en Judá. Al final, tres meses y diez días antes de la caída de Jerusalén en manos de los sitiadores babilónicos, Joacim murió violentamente en Jerusalén, a la edad de 36 años o sea, el 6 de diciembre del 598 a.C. Su muerte se produjo camino del cautiverio[31], aparentemente instigada por Nabucodonosor, quien, según Josefo, hizo arrojar su cuerpo fuera de los muros de la ciudad, como lo había profetizado Jeremías[32]. 2 Reyes 24.6 no relata dónde fue sepultado. Joacim fue sucedido por su hijo Joaquín.
6) Joaquín.
Joaquín fue nombrado rey de Judá por los babilonios después de la revuelta de su padre Joacim el 6 de diciembre de 598 a.C., y cosechó lo que su padre había sembrado. Este joven inmaduro, de 18 años de edad, reinó solamente tres meses y diez días[33], está descrito en 2 Reyes 24.8–16 y 2 Crónicas 36.9–10. Se caracterizó por su maldad, y el profeta Jeremías pronosticó el fin de su reinado y dinastía[34]. Según Josefo[35], Nabucodonosor cambió de idea sobre el nombramiento y regresó para sitiar a Jerusalén y llevarse al rey, junto con su madre Nehusta, la familia, y los demás judíos, al exilio en Babilonia. Este famoso hecho histórico también está descrito en el Antiguo Testamento y la Crónica Babilónica. La ciudad cayó el 16 de marzo de 597, y el joven tío de Joaquín, Matanías, llamado Sedequías, fue nombrado sucesor[36].
Junto con la mayor parte de la aristocracia de Judá, los artesanos y los soldados, fue exiliado a Babilonia, y el Templo fue saqueado[37]. En Babilonia Joaquín fue tratado como rehén real. Se lo menciona en las tablillas babilónicas fechadas entre 595 y 570 a.C., haciendo referencia a que recibía naciones en la corte, en compañía de sus cinco hijos. Es posible que mientras estuvo en el exilio, un mayordomo, Eliaquim, haya continuado la administración de sus propiedades en Judá, si el sello con la inscripción “Eliaquim, sirviente de Yaukín”, se ha interpretado correctamente.
Los judíos de Babilonia contaban los años de acuerdo con los del cautiverio de Joaquín[38]. Después de la muerte de Nabucodonosor, en 561 a.C., treinta y seis años más tarde, su sucesor Amel-Marduk mostró favor especial a Joaquín, y lo sacó de la prisión para llevarlo al palacio real[39]. El hijo mayor de Joaquín, Salatiel, padre de Zorobabel, nació en 598 a.C. En 1 Crónicas 3.18 se menciona otro hijo, Senazar.
7) Sedequías.
El último rey de Judá, comenzó a gobernar aproximadamente alrededor de 597–587 a.C. Era el tercer hijo de Josías[40], fue colocado en el trono por Nabucodonosor en lugar de Joaquín, su sobrino. Se le cambió el nombre que era Matanías, lo cual evidencia su vasallaje con respecto a Babilonia[41]. Subió al trono a la edad de 21 años, y reinó once. Su reinado selló el destino de Judá[42]. Fue débil y vacilante, y sus funcionarios de estado fueron personas de condición humilde; habían reemplazado a la aristocracia exiliada, y ahora los miraban con desprecio, pero Jeremías tenía sus propias convicciones con respecto a los higos “buenos” y “malos”. Fue a estos últimos que el profeta envió su famosa carta. Pero tanto en Babilonia como en Judá, falsos profetas trataron de hacer ejecutar a Jeremías. El principal punto de contención entre ellos fue la duración del período de cautiverio. Jeremías pronosticó un exilio de 70 años, mientras que los falsos profetas argumentaron que solamente duraría dos años.
Cuanto los ciudadanos principales habían sido deportados con Joaquín[43], Sedequías quedó con los indeseables, cuyo consejo, que no pudo rehusar, finalmente llevó al castigo de Adonay[44]. Una rebelión en Babilonia aproximadamente, alrededor del 594 a.C., ofreció a los vasallos occidentales la oportunidad para conspirar con el objeto de zafarse del yugo acudiendo a Judá, donde había evidencias de una facción anti babilónica[45], en busca de apoyo. Jeremías vio el señorío babilónico como algo ordenado divinamente[46]. Sedequías fue a Babilonia en el 593 a.C., posiblemente para aquietar las sospechas relativas a su participación en el complot[47].
Sedequías terminó por rebelarse[48], quebrantando un pacto con Babilonia[49]. Es posible que esto tuviera relación con el arribo del Faraón Hofra, cuya ayuda, como lo indica la carta 3 de Laquis, puede haber sido buscada por Judá. En 588 a.C., Nabucodonosor invadió Judá con su ejército y puso sitio a Jerusalén. Pero antes del sitio, y durante el mismo, Jeremías solo tuvo un mensaje para Sedequías: La rendición ante los babilonios, porque Jerusalén debía caer en sus manos. Así se vindicó completamente la interpretación de Jeremías, 17 años antes acerca de la batalla de Carquemis. En cierto momento durante el sitio, el avance del ejército egipcio obligó a los babilonios a retirarse[50], pero rápidamente se desvanecieron las esperanzas de que Jeremías se hubiera equivocado. Sus advertencias de que los babilonios aniquilarían a los egipcios pronto se vieron cumplidas, e inmediatamente volvió a sitiarse la ciudad. La perfidia de algunos judíos hacia sus esclavos en esta ocasión mereció el frío desprecio y la más severa condena por parte de Jeremías. Gracias a las cobardes vacilaciones de Sedequías, el profeta fue tan violentamente maltratado por sus enemigos durante el sitio, que temió por su vida. Arrestado bajo la acusación de haber desertado al enemigo, fue arrojado a una celda[51], pero posteriormente fue enviado a una prisión en la guardia del palacio[52]. Luego fue acusado de traición y colocado en una cisterna abandonada, en la que habría muerto si no hubiera sido por la oportuna intervención de Ebed-melec. Posteriormente fue transferido a la prisión de la corte[53], donde el rey mantuvo una conferencia secreta con él.
Durante las últimas etapas del sitio Jeremías, en un gran acto de fe, compró la tierra que pertenecía a su primo en Anatot[54]. En ese momento también proclamó las promesas de restauración[55]. A este período también debemos asignar su gran profecía de un nuevo pacto, finalmente cumplida en Cristo, el Mediador de dicho pacto. Pero la copa de iniquidad de Judá ya estaba colmada, y en 587 llegó el juicio a la condenada Jerusalén[56].
Cuando el hambre dentro de la ciudad alcanzó su punto máximo, en julio del 586 a.C., el muro fue perforado y la ciudad cayó[57]. Aquí también resulta instructivo notar que el relato de la cautividad de Jerusalén en la Crónica Babilónica coincide, en general, con la relación del Antiguo Testamento en 2 Reyes 24.10–17; 2 Crónicas 36.17; Jeremías 52.28. El Templo fue saqueado y quemado y el pueblo llevado al exilio[58]. Sedequías huyó hacia el Jordán, donde fue capturado y llevado al cuartel de Nabucodonosor en Ribla. Allí sus hijos fueron ejecutados en su presencia. Luego le sacaron los ojos y lo llevaron a Babilonia[59].
8) Gedalías.
Era el hijo de Ahicam, bisnieto de Safán, que fue nombrado gobernador de Judá por Nabucodonosor II en 587 a.C.[60]. Junto con Jeremías el profeta recibió el encargo de cuidar a algunas princesas reales y a las personas que quedaron después de la guerra babilónica[61]. Eligió a Mizpa como lugar de residencia, y allí se le unieron Jeremías y muchos de los oficiales y hombres que habían escapado del enemigo. Se les otorgó asilo a condición de que mantuvieran la paz[62].
No obstante, Baalis, rey de Amón, hizo un complot contra él, e hizo que un oficial refugiado, Ismael, asesinara a Gedalías[63]. Por miedo a posibles represalias de los babilonios, más judíos emigraron a Egipto, a pesar de las advertencias de Jeremías. Jeremías, junto con Baruc su secretario, se vio obligado a acompañarlos[64]. El ayuno judío del 3 de Tisri conmemora la muerte de Gedalías[65].
La última escena del tormentoso ministerio de Jeremías, ya de edad avanzada, lo muestra en Tafnes, Egipto, donde todavía mantuvo su apostura. Profetizó la conquista de Egipto por Nabucodonosor[66], y se opuso al culto idolátrico de los judíos que entonces residían en Egipto. Nada se sabe de los acontecimientos posteriores de su vida, o de las circunstancias de su muerte.
[1] “Uza” es la forma breve de su nombre.
[2] 2 Reyes 11.14.
[3] 2 Reyes 21.24-23.30; 2 Crónicas 33.25-35.27.
[4] Éxodo 2.6.
[5] 1 Samuel 30.17.
[6] Números 8.24; 1 Crónicas 23.24.
[7] 2 Reyes 18.
[8] 2 Reyes 21.
[9] 2 Reyes 21.19.
[10] 2 Crónicas 34.4-7.
[11] 2 Reyes 23.
[12] Jeremías 22.11.
[13] 2 Reyes 23.31-34; 2 Crónicas 36.2-3.
[14] 2 Reyes 23.35.
[15] Jeremías 22.13-17.
[16] Ezequiel 8.5-17.
[17] 2 Reyes 24.4.
[18] Jeremías 26.20-21.
[19] Flavio Josefo. Antigüedades de los Judíos 10.83.
[20] 2 Reyes 24.3.
[21] Jeremías 46.
[22] Jeremías 25.1; 46.2.
[23] Jeremías 25.15.
[24] Jeremías 47.5-7.
[25] Sofonías 2.4-7.
[26] Jeremías 39.9.
[27] 2 Reyes 23.37.
[28] Jeremías 22.13-19.
[29] Jeremías 36.9-29.
[30] 2 Reyes 24.1.
[31] 2 Crónicas 36.6.
[32] Flavio Josefo. Antigüedades de los judíos 10.97.
[33] 2 Crónicas 36.9.
[34] Jeremías 22.24-30.
[35] Flavio Josefo. Antigüedades de los judíos 10.99.
[36] 2 Reyes 24.17; Jeremías 37.1.
[37] 2 Reyes 24.10-16.
[38] Ezequiel 1.2.
[39] 2 Reyes 25.27-30; Jeremías 52.31-34.
[40] 1 Crónicas 3.15.
[41] 2 Reyes 24.17.
[42] 2 Reyes 24.19.
[43] 2 Reyes 24.14-16.
[44] Jeremías 24.8–9; 29.16–19; Ezequiel 11.14–21.
[45] Jeremías 28.1-10.
[46] Jeremías 27.
[47] Jeremías 51.59.
[48] 2 Reyes 24.20.
[49] Ezequiel 17.12-13.
[50] Jeremías 37.5.
[51] Jeremías 37.11-16.
[52] Jeremías 37.17-21.
[53] Jeremías 38.1-13.
[54] Jeremías 32.1-15.
[55] Jeremías 32.36-44; 33.1-26.
[56] Jeremías 39.
[57] 2 Reyes 25.3-4; Jeremías 52.6-7.
[58] 2 Reyes 25.17-20.
[59] 2 Reyes 25.4-7; Jeremías 52.7-11.
[60] 2 Reyes 25.22.
[61] Jeremías 41.16; 43.6.
[62] Jeremías 40.7-12.
[63] 2 Reyes 25.25; Jeremías 41.1-3.
[64] Jeremías 42.1-43.7.
[65] Zacarías 7.5; 8.19.
[66] Jeremías 43.8-13.
1) Manasés.
Manasés volvió a andar en los caminos de su abuelo Acaz, eliminando las reformas de Ezequías como si nunca hubiesen existido. Restableció los lugares altos, el culto a Baal y Asera floreció como en el tiempo de Acab en Israel y el Templo fue profanado con altares a los dioses de la astrología. Se introdujeron también sacrificios humanos y otras prácticas abominables. La observación de que toda esta maldad provocó la ira de Adonay es siniestra y la perspectiva para el futuro parece más lúgubre a pesar de la promesa condicional citada en 2 Reyes 21.7-8. Ya que la condición de fidelidad a la ley de Moisés no se ha cumplido; la promesa de que no volverá a desplazar los pies de Israel de la tierra está ahora en seria duda.
En 2 Reyes 21.10–15 se resume el mensaje de profetas anónimos del reinado de Manasés y el fin de Judá se predice en términos crudos e inequívocos. Jerusalén será juzgada con la misma medida que Samaria. La referencia a la casa de Acab reanuda la comparación entre Acab y Manasés sugerida en 2 Reyes 21.3. El juicio será total, simbolizado por la imagen vívida del plato limpio. El remanente de mi heredad se puede referir a Judá después de la caída de Israel, pero más probablemente se refiere a la población reducida de Judá después de la campaña de Senaquerib. El desamparo y la entrega de este remanente marcan el fin del cuidado especial de Dios por su pueblo. Las maldades del reinado de Manasés son solo los últimos resurgimientos de una desobediencia que ha resultado epidémica. En estos versículos la imagen del desastre inminente que Isaías había esbozado toma dimensiones trágicas.
El derramamiento de sangre inocente puede ser que indique la persecución de los que se oponían a la política de Manasés, de la misma manera que los profetas de Adonay fueron muertos durante el reinado de Acab y Jezabel.
El jardín de Uza en donde Manasés fue sepultado era una extensión del cementerio construido por Azarías[1].
2) Amón.
Amón siguió en el camino de su padre y su única distinción es que fue asesinado. El significado de la frase el pueblo de la tierra es incierto; puede ser que indique una parte en particular de la sociedad y no el pueblo entero. Este grupo apoyó fervientemente la restauración de la dinastía de David durante el período de Atalía[2].
3) Josías.
Fue coronado por el pueblo a la edad de ocho años, después que su padre, Amón, fue asesinado. Los relatos de los libros de Reyes y Crónicas concuerdan en señalar a Josías como el más recto de los reyes de Judá. Debido sin duda a los serios problemas que Asiria tenía con sus enemigos en el Oriente, Josías pudo conquistar rápidamente las antiguas provincias del reino del norte y librarse en gran parte del tutelaje de los asirios. Josías extendió las fronteras de su reino hasta alcanzar los límites que el reino unido había tenido en tiempos de David, con quien lo comparan sus cronistas.
Paralelamente con sus conquistas territoriales, Josías emprendió una reforma religiosa de grandes alcances e implicaciones políticas notables. Esta reforma tuvo como principal objetivo extirpar del pueblo de Judá las prácticas cananeas y la adoración de las diversas divinidades extranjeras. El hecho de que abarcara también a las provincias del norte, muestra que ya Josías había conquistado dicho territorio.
No obstante lo anterior, el reinado de Josías significó un esplendor efímero para el reino de Judá. Toda su gloria, el resurgimiento de la adoración a Adonay y las conquistas territoriales fueron apenas destellos finales en la historia del reino del sur. Josías había visto desplomarse en pocos años el gran Imperio Asirio y la destrucción de Nínive en el año 612 a.C., y además sabía que aunque los asirios luchaban por sobrevivir, sus días como imperio y como pueblo estaban contados. Esto también lo sabían Sofonías, Jeremías, Nahum y Habacuc. Pero no por ello dejaban de anunciar con insistencia la destrucción de Judá y de Jerusalén.
A cambio de los asirios, empezaba a levantarse el nuevo e inmisericorde Imperio Babilónico, y este hecho aterraba a Josías. Tantos fueron los temores de este, que cuando Faraón Necao salió con sus tropas para combatir contra los asirios, aunque el mismo Necao trató de disuadirlo, Josías se le enfrentó en Meguido. Allí hirieron gravemente a Josías y murió. Su muerte echó por tierra las esperanzas, sobre todo de quienes lo habían comenzado a ver como el esperado restaurador del reino davídico[3]. Aparte de la posible defensa de Sofonías, si se le sitúa en su época, hay una crítica muy severa de Jeremías a su reinado.
a) Jeremías en el reino de Josías.
La historia de Jeremías cubre un período de 40 años, desde su llamamiento en el año 13 del reinado de Josías (626 a.C.), hasta la caída de Jerusalén en 587 a.C. En esas cuatro décadas profetizó bajo los cinco últimos reyes de Judá: Josías, Joacaz, Joacim, Joaquín, y Sedequías. Mientras predicaba personalidades y hechos de importancia estaban haciendo historia más allá de su nativa Judá. Fue uno de los períodos más decisivos de la historia del antiguo Cercano Oriente, que también tuvo su efecto sobre la historia de Judá.
El imperio asirio se había desintegrado, y Babilonia y Egipto luchaban por el predominio en oriente. La cronología del último cuarto del siglo VII a.C., ha sido considerablemente aclarada por la publicación de algunas tablillas excavadas hace algunos años, y que habían permanecido en la oscuridad en las bóvedas del Museo Británico en Londres. En 1956 se puso estos documentos caldeos a disposición de los entendidos en cuestiones del antiguo Cercano Oriente, lo que hizo posible reevaluar la cronología del último cuarto del siglo VII a.C.
La vida y la época de Jeremías correspondientes a este importante período están extraordinariamente bien documentados, y los aspectos íntimos de su personalidad están más gráficamente descritos que los de los profetas menos destacados, como es el caso de los profetas menores, o aun los de Isaías y Ezequiel.
b) El ambiente en que creció Jeremías.
Cuando Jeremías fue llamado al oficio profético todavía era “un niño”, término ambiguo que describe la infancia[4] y la adolescencia avanzada[5]. Si el modesto Jeremías simplemente quiso significar que era espiritualmente y socialmente inmaduro, el término podría indicar que no tenía aun la edad promedio de los profetas, digamos entre 20 y 30 años, si nos guiamos por las reglas promulgadas para los levitas[6]. Si suponemos, entonces, que cuando fue llamado Jeremías estaba en la primera mitad de la década de sus 20 años, su adolescencia correspondió a los reinados de Manasés y Amón. Cuando el profeta recibió su llamamiento ya había pasado casi un siglo desde que el reino del norte había caído en manos de los asirios. Judá en el sur, sin embargo, logró sobrevivir. Por milagro se salvó de la invasión de Senaquerib, como lo había predicho Isaías. El rey Ezequías había iniciado reformas religiosas y morales en Judá[7], pero fueron contrarrestadas por la larga apostasía de su hijo Manasés[8] y el breve reinado idolátrico de Amón[9]. Mientras Judá se hundía en el lodo de la idolatría, los asirios, bajo Esar-hadón y Asurbanipal, conquistaron Egipto. Bajo el reinado de Samético (664–610 a.C.), Egipto se recuperó y nuevamente comenzó a intimidar a Judá, que vacilaba entre los halagos y las amenazas de las dos potencias mundiales, Egipto y Babilonia. Jeremías llegó a la adolescencia en esa atmósfera de tensión internacional y declinación religiosa.
Indudablemente muchos en Judá soñaban con la aurora que terminaría la noche de degeneración moral que ya había durado 60 años. Jeremías creció en un hogar sacerdotal piadoso. Su nombre, “Adonay exalta” o “Adonay derriba”, bien puede simbolizar las plegarias de sus padres para la desconsolada nación y sus aspiraciones para el joven Jeremías. A su tiempo le comunicarían su ansiedad por las persecuciones religiosas y las apostasías de Manasés y Amón, lo educarían en las leyes de Israel, y llenarían su fértil mente con las enseñanzas de Isaías y otros profetas del siglo anterior.
c) Jeremías y Josías.
Cuando Dios llamó a Jeremías, Josías (638–608 a.C.), que hacía 12 años ocupaba el trono de Judá, ya había introducido reformas religiosas[10]. Pero no fue hasta el 621 a.C., en el año 18 de su reinado, que inició una sistemática reforma religiosa y moral de Judá[11].
El impulso de reformar surgió del trascendental descubrimiento por Hilcías del “libro de la ley” en el Templo. Ya hacía cinco años que Jeremías era profeta. Probablemente los capítulos 1–6 describan las condiciones en Judá antes de las principales reformas de Josías en 622–621 a.C. La nación aparecía incorregiblemente corrupta, insensible a las ofertas de perdón por parte de Dios, y no se percataba de la amenaza de un enemigo invisible. Aparte de 2 Reyes 11.1–8, que puede contener alusiones al entusiasmo de Jeremías por las reformas de Josías, el profeta no nos ha dejado referencias sobre los últimos 12 años del reinado de este monarca. Naturalmente Jeremías lamentó la muerte prematura de Josías, a quien veía favorablemente.
4) Joacaz.
Era el cuarto hijo de Josías, el menor, cuyo nombre originalmente fue Salum[12]. Al morir Josías en la batalla de Meguido, lo coronaron rey en lugar de su hermano mayor Joacim que era menos popular. El Faraón Necao lo destronó después de tres meses y lo envió cautivo en cadenas a su cuartel general de Ribla, en Hamat, y de allí a Egipto, donde murió[13]. Jeremías lamentó el derrocamiento de Joacaz y su exilio a Egipto.
5) Joacim.
También era hijo de Josías y hermano mayor de Joacaz, cuyo lugar tomó por mandato de Necao II de Egipto. Se le cambió el nombre de Eliaquim como signo de vasallaje. A fin de pagar los tributos a Egipto, Joacim impuso pesados impuestos sobre la tierra[14]. Construyó costosos edificios reales, utilizando mano de obra forzada[15], y se lo describe como un gobernante tiránico y ambicioso. Los profetas contemporáneos, Jeremías y Habacuc, hicieron notar la decadencia religiosa que se produjo durante su reinado. Las reformas de Josías quedaron olvidadas cuando se volvió a la idolatría y se introdujeron ritos egipcios[16]. Joacim hizo derramar mucha sangre inocente[17]; entre sus crímenes se incluye el asesinato del profeta Urías por su oposición[18]. Estuvo en contra de Jeremías, y personalmente quemó el rollo del cual Jehudí le leyó las palabras del profeta. Fue “injusto y perverso por naturaleza, y no tuvo reverencia alguna hacia Dios ni benignidad hacia el hombre”[19], es decir que siguió la tradición pecaminosa de Manasés[20] (2 R. 24.3).
En el cuarto año de Joacim (605 a.C.) Nabucodonosor derrotó a los egipcios dirigidos por Necao en la batalla de Carquemis[21], en la ribera derecha del Éufrates, al noroeste de Alepo, y en Hamat, ganando el control de Palestina hasta la frontera egipcia[22]. Desde el punto de vista político este hecho fue crucial porque marcó la transferencia de la hegemonía del Cercano Oriente a Babilonia. Por lo tanto, Carquemis fue también de gran significación para Judá. Como todas las rutas a la frontera egipcia se encontraban ahora bajo el control de Nabucodonosor, inevitablemente todo el Cercano Oriente tenía que caer bajo su dominio[23]. A partir de ese momento, por lo tanto, el profeta abogó por la sumisión de Judá al control de Babilonia. En 604 a.C., Nabucodonosor saqueó la ciudad de Ascalón, contra la cual Jeremías[24] y Sofonías[25] habían profetizado juicio. Jeremías proclama un ayuno en Judá[26]. Indudablemente esto hace resaltar la inminencia de una calamidad nacional; y efectivamente, la fecha de la campaña de Nabucodonosor coincide con la fecha de este ayuno en Judá. Jeremías anticipó que, de Ascalón, Nabucodonosor avanzaría sobre Judá; por ello se llevó a cabo el ayuno y se proclamó en Jerusalén el mensaje de Jeremías. Pero la política del profeta se oponía a la estrategia interna y externa de Joacim. El rey favorecía costumbres idolátricas[27], y su egoísmo y vanidad agravaron los problemas de Judá[28]. Joacim tenía poco respeto por la persona del profeta o su mensaje. Su política vacilante, de alianza con Egipto primero, y luego con Babilonia, probablemente se debió al hecho de que el resultado de la lucha entre Babilonia y Egipto en los años 601-600 a.C., todavía no era evidente. Solo al año siguiente de la batalla de Carquemis, Joacim, en compañía de otros gobernantes, llegó hasta el rey babilónico para presentarse como vasallo[29]. Tres años más tarde, sin duda estimulado por la derrota que los egipcios infligieron a los babilonios en 601 a.C., pero contrariando los consejos de Jeremías, Joacim se rebeló[30]. Jeremías reprendió al rey, a los profetas y a los sacerdotes, y la hostilidad que engendró esta reprensión se refleja en sus profecías. Fue perseguido, objeto de intrigas, puesto en prisión, declarado merecedor de la muerte. Sus profecías escritas fueron destruidas. Pero en estas tristes circunstancias Jeremías persistió en su ministerio, intercediendo por Judá, razonando con Dios, desenmascarando a los falsos profetas, prediciendo la destrucción del templo y la nación, y lamentando el destino de su pueblo.
Al principio Nabucodonosor no intervino, sino que envió tropas de la guarnición local babilónica, con sirios, moabitas, y amonitas, para incursionar en Judá. Al final, tres meses y diez días antes de la caída de Jerusalén en manos de los sitiadores babilónicos, Joacim murió violentamente en Jerusalén, a la edad de 36 años o sea, el 6 de diciembre del 598 a.C. Su muerte se produjo camino del cautiverio[31], aparentemente instigada por Nabucodonosor, quien, según Josefo, hizo arrojar su cuerpo fuera de los muros de la ciudad, como lo había profetizado Jeremías[32]. 2 Reyes 24.6 no relata dónde fue sepultado. Joacim fue sucedido por su hijo Joaquín.
6) Joaquín.
Joaquín fue nombrado rey de Judá por los babilonios después de la revuelta de su padre Joacim el 6 de diciembre de 598 a.C., y cosechó lo que su padre había sembrado. Este joven inmaduro, de 18 años de edad, reinó solamente tres meses y diez días[33], está descrito en 2 Reyes 24.8–16 y 2 Crónicas 36.9–10. Se caracterizó por su maldad, y el profeta Jeremías pronosticó el fin de su reinado y dinastía[34]. Según Josefo[35], Nabucodonosor cambió de idea sobre el nombramiento y regresó para sitiar a Jerusalén y llevarse al rey, junto con su madre Nehusta, la familia, y los demás judíos, al exilio en Babilonia. Este famoso hecho histórico también está descrito en el Antiguo Testamento y la Crónica Babilónica. La ciudad cayó el 16 de marzo de 597, y el joven tío de Joaquín, Matanías, llamado Sedequías, fue nombrado sucesor[36].
Junto con la mayor parte de la aristocracia de Judá, los artesanos y los soldados, fue exiliado a Babilonia, y el Templo fue saqueado[37]. En Babilonia Joaquín fue tratado como rehén real. Se lo menciona en las tablillas babilónicas fechadas entre 595 y 570 a.C., haciendo referencia a que recibía naciones en la corte, en compañía de sus cinco hijos. Es posible que mientras estuvo en el exilio, un mayordomo, Eliaquim, haya continuado la administración de sus propiedades en Judá, si el sello con la inscripción “Eliaquim, sirviente de Yaukín”, se ha interpretado correctamente.
Los judíos de Babilonia contaban los años de acuerdo con los del cautiverio de Joaquín[38]. Después de la muerte de Nabucodonosor, en 561 a.C., treinta y seis años más tarde, su sucesor Amel-Marduk mostró favor especial a Joaquín, y lo sacó de la prisión para llevarlo al palacio real[39]. El hijo mayor de Joaquín, Salatiel, padre de Zorobabel, nació en 598 a.C. En 1 Crónicas 3.18 se menciona otro hijo, Senazar.
7) Sedequías.
El último rey de Judá, comenzó a gobernar aproximadamente alrededor de 597–587 a.C. Era el tercer hijo de Josías[40], fue colocado en el trono por Nabucodonosor en lugar de Joaquín, su sobrino. Se le cambió el nombre que era Matanías, lo cual evidencia su vasallaje con respecto a Babilonia[41]. Subió al trono a la edad de 21 años, y reinó once. Su reinado selló el destino de Judá[42]. Fue débil y vacilante, y sus funcionarios de estado fueron personas de condición humilde; habían reemplazado a la aristocracia exiliada, y ahora los miraban con desprecio, pero Jeremías tenía sus propias convicciones con respecto a los higos “buenos” y “malos”. Fue a estos últimos que el profeta envió su famosa carta. Pero tanto en Babilonia como en Judá, falsos profetas trataron de hacer ejecutar a Jeremías. El principal punto de contención entre ellos fue la duración del período de cautiverio. Jeremías pronosticó un exilio de 70 años, mientras que los falsos profetas argumentaron que solamente duraría dos años.
Cuanto los ciudadanos principales habían sido deportados con Joaquín[43], Sedequías quedó con los indeseables, cuyo consejo, que no pudo rehusar, finalmente llevó al castigo de Adonay[44]. Una rebelión en Babilonia aproximadamente, alrededor del 594 a.C., ofreció a los vasallos occidentales la oportunidad para conspirar con el objeto de zafarse del yugo acudiendo a Judá, donde había evidencias de una facción anti babilónica[45], en busca de apoyo. Jeremías vio el señorío babilónico como algo ordenado divinamente[46]. Sedequías fue a Babilonia en el 593 a.C., posiblemente para aquietar las sospechas relativas a su participación en el complot[47].
Sedequías terminó por rebelarse[48], quebrantando un pacto con Babilonia[49]. Es posible que esto tuviera relación con el arribo del Faraón Hofra, cuya ayuda, como lo indica la carta 3 de Laquis, puede haber sido buscada por Judá. En 588 a.C., Nabucodonosor invadió Judá con su ejército y puso sitio a Jerusalén. Pero antes del sitio, y durante el mismo, Jeremías solo tuvo un mensaje para Sedequías: La rendición ante los babilonios, porque Jerusalén debía caer en sus manos. Así se vindicó completamente la interpretación de Jeremías, 17 años antes acerca de la batalla de Carquemis. En cierto momento durante el sitio, el avance del ejército egipcio obligó a los babilonios a retirarse[50], pero rápidamente se desvanecieron las esperanzas de que Jeremías se hubiera equivocado. Sus advertencias de que los babilonios aniquilarían a los egipcios pronto se vieron cumplidas, e inmediatamente volvió a sitiarse la ciudad. La perfidia de algunos judíos hacia sus esclavos en esta ocasión mereció el frío desprecio y la más severa condena por parte de Jeremías. Gracias a las cobardes vacilaciones de Sedequías, el profeta fue tan violentamente maltratado por sus enemigos durante el sitio, que temió por su vida. Arrestado bajo la acusación de haber desertado al enemigo, fue arrojado a una celda[51], pero posteriormente fue enviado a una prisión en la guardia del palacio[52]. Luego fue acusado de traición y colocado en una cisterna abandonada, en la que habría muerto si no hubiera sido por la oportuna intervención de Ebed-melec. Posteriormente fue transferido a la prisión de la corte[53], donde el rey mantuvo una conferencia secreta con él.
Durante las últimas etapas del sitio Jeremías, en un gran acto de fe, compró la tierra que pertenecía a su primo en Anatot[54]. En ese momento también proclamó las promesas de restauración[55]. A este período también debemos asignar su gran profecía de un nuevo pacto, finalmente cumplida en Cristo, el Mediador de dicho pacto. Pero la copa de iniquidad de Judá ya estaba colmada, y en 587 llegó el juicio a la condenada Jerusalén[56].
Cuando el hambre dentro de la ciudad alcanzó su punto máximo, en julio del 586 a.C., el muro fue perforado y la ciudad cayó[57]. Aquí también resulta instructivo notar que el relato de la cautividad de Jerusalén en la Crónica Babilónica coincide, en general, con la relación del Antiguo Testamento en 2 Reyes 24.10–17; 2 Crónicas 36.17; Jeremías 52.28. El Templo fue saqueado y quemado y el pueblo llevado al exilio[58]. Sedequías huyó hacia el Jordán, donde fue capturado y llevado al cuartel de Nabucodonosor en Ribla. Allí sus hijos fueron ejecutados en su presencia. Luego le sacaron los ojos y lo llevaron a Babilonia[59].
8) Gedalías.
Era el hijo de Ahicam, bisnieto de Safán, que fue nombrado gobernador de Judá por Nabucodonosor II en 587 a.C.[60]. Junto con Jeremías el profeta recibió el encargo de cuidar a algunas princesas reales y a las personas que quedaron después de la guerra babilónica[61]. Eligió a Mizpa como lugar de residencia, y allí se le unieron Jeremías y muchos de los oficiales y hombres que habían escapado del enemigo. Se les otorgó asilo a condición de que mantuvieran la paz[62].
No obstante, Baalis, rey de Amón, hizo un complot contra él, e hizo que un oficial refugiado, Ismael, asesinara a Gedalías[63]. Por miedo a posibles represalias de los babilonios, más judíos emigraron a Egipto, a pesar de las advertencias de Jeremías. Jeremías, junto con Baruc su secretario, se vio obligado a acompañarlos[64]. El ayuno judío del 3 de Tisri conmemora la muerte de Gedalías[65].
La última escena del tormentoso ministerio de Jeremías, ya de edad avanzada, lo muestra en Tafnes, Egipto, donde todavía mantuvo su apostura. Profetizó la conquista de Egipto por Nabucodonosor[66], y se opuso al culto idolátrico de los judíos que entonces residían en Egipto. Nada se sabe de los acontecimientos posteriores de su vida, o de las circunstancias de su muerte.
[1] “Uza” es la forma breve de su nombre.
[2] 2 Reyes 11.14.
[3] 2 Reyes 21.24-23.30; 2 Crónicas 33.25-35.27.
[4] Éxodo 2.6.
[5] 1 Samuel 30.17.
[6] Números 8.24; 1 Crónicas 23.24.
[7] 2 Reyes 18.
[8] 2 Reyes 21.
[9] 2 Reyes 21.19.
[10] 2 Crónicas 34.4-7.
[11] 2 Reyes 23.
[12] Jeremías 22.11.
[13] 2 Reyes 23.31-34; 2 Crónicas 36.2-3.
[14] 2 Reyes 23.35.
[15] Jeremías 22.13-17.
[16] Ezequiel 8.5-17.
[17] 2 Reyes 24.4.
[18] Jeremías 26.20-21.
[19] Flavio Josefo. Antigüedades de los Judíos 10.83.
[20] 2 Reyes 24.3.
[21] Jeremías 46.
[22] Jeremías 25.1; 46.2.
[23] Jeremías 25.15.
[24] Jeremías 47.5-7.
[25] Sofonías 2.4-7.
[26] Jeremías 39.9.
[27] 2 Reyes 23.37.
[28] Jeremías 22.13-19.
[29] Jeremías 36.9-29.
[30] 2 Reyes 24.1.
[31] 2 Crónicas 36.6.
[32] Flavio Josefo. Antigüedades de los judíos 10.97.
[33] 2 Crónicas 36.9.
[34] Jeremías 22.24-30.
[35] Flavio Josefo. Antigüedades de los judíos 10.99.
[36] 2 Reyes 24.17; Jeremías 37.1.
[37] 2 Reyes 24.10-16.
[38] Ezequiel 1.2.
[39] 2 Reyes 25.27-30; Jeremías 52.31-34.
[40] 1 Crónicas 3.15.
[41] 2 Reyes 24.17.
[42] 2 Reyes 24.19.
[43] 2 Reyes 24.14-16.
[44] Jeremías 24.8–9; 29.16–19; Ezequiel 11.14–21.
[45] Jeremías 28.1-10.
[46] Jeremías 27.
[47] Jeremías 51.59.
[48] 2 Reyes 24.20.
[49] Ezequiel 17.12-13.
[50] Jeremías 37.5.
[51] Jeremías 37.11-16.
[52] Jeremías 37.17-21.
[53] Jeremías 38.1-13.
[54] Jeremías 32.1-15.
[55] Jeremías 32.36-44; 33.1-26.
[56] Jeremías 39.
[57] 2 Reyes 25.3-4; Jeremías 52.6-7.
[58] 2 Reyes 25.17-20.
[59] 2 Reyes 25.4-7; Jeremías 52.7-11.
[60] 2 Reyes 25.22.
[61] Jeremías 41.16; 43.6.
[62] Jeremías 40.7-12.
[63] 2 Reyes 25.25; Jeremías 41.1-3.
[64] Jeremías 42.1-43.7.
[65] Zacarías 7.5; 8.19.
[66] Jeremías 43.8-13.