Capítulo 3.5-4.5
2. Malinterpretación del
mensajero del evangelio
3.5-4.5 “Y yo hermanos”, nos dice que Pablo va a continuar con lo que viene tocando en el punto anterior. Pablo también usa la palabra “hermanos” para hacer más suave lo que sigue, y es que esto es fuerte.
Pablo no logró hablar con ellos como espirituales, es decir, estos creyentes no estaban saturados de la Palabra de Dios, por lo tanto, no podían aceptar las verdades espirituales. Es lamentable que entre los creyentes de hoy se encuentren tan pocas personas espirituales, porque la mayoría de los hermanos están muy involucrados con el mundo y viven con el ritmo de este.
Tómese en cuenta que no estamos hablando de cristianos depravados, sino de cristianos inmaduros. Ellos aceptaban lo que dice la Palabra de Dios, pero no la obedecían, porque comenzaban haciendo divisiones, y si bien es cierto que no debemos congregarnos con cualquiera, tampoco debemos romper con aquellos que creen en la Palabra del Señor.
Ellos no actuaban como espirituales, sino como carnales, estaban influenciados por la carne, dejándose llevar no por todos los apetitos carnales, sino viviendo de manera inferior a la que debemos de vivir los creyentes.
Pablo les dice “bebés”, porque ellos actuaban de manera inmadura porque eran débiles, sin el crecimiento normal, no habían adquirido la experiencia necesaria para poder actuar como cristianos maduros, al punto que Pablo aclara que les tuvo que dar de beber leche y no comida fuerte. Me hace recordar a cierta congregación con la que trabajé hace unos años y cuando les estaba dando un curso sobre el libro de Revelaciones, se presentó un problema, por lo que tuve que dejar de trabajar con ellos, pero unas semanas después regresé para retirar algunas cosas personales y escuché que estaban aprendiendo mucho con el nuevo curso que estaban haciendo acerca del ¡sumergir en agua! Cuando debían estar recibiendo manjar, preferían estar tomando alimento de bebé.
¿Por qué no habían madurado? Hay dos razones por las cuales una congregación no madura: El liderazgo no provee la alimentación necesaria o los miembros de ella no desean cambiar. En el caso de los corintios era que ellos no deseaban crecer porque disfrutaban de vivir como los demás.
Ellos no habían sido capaces ni lo eran porque se dejaban guiar por los celos y entre ellos había contiendas. Los celos de ellos no eran como el celo de Dios, que es de cuidado, sino más bien en el sentido negativo, de intriga, de envidia. Estos celos provocaban contiendas, lo que nos lleva a pensar que había discusiones fuertes, comportándose como todos los demás hombres de Corinto.
Quizá ellos pensaban que estaban honrando a las personas que habían escogido como sus líderes de partido, pero su comportamiento era de hombres corrientes, actuaban como políticos.
Pablo presenta dos preguntas para tratar de hacerles ver su error: ¿Qué es Apolos? ¿Qué es Pablo? Ellos trataban de ponerlos a ellos como si fuesen lo más importante, pero Pablo busca poner los pies de ellos en la tierra diciéndoles: “Solo somos siervos”. ¡Qué pena me dan esos predicadores que sacan pecho ante las congregaciones pensando que ellos son algo! Hubo un predicador bautista a quien aún le llaman el “príncipe de los predicadores”. ¡Por favor! Quien predica debe hacerlo en temor y temblor, sabiendo la gran responsabilidad que hay en cada una de sus palabras, sabiendo que no es el señor de la Obra, sino el servidor del Señor.
¿Cuál es la misión del predicador? Simplemente anunciar el Evangelio, este va a producir fe en quienes escuchan, por lo que el siervo es solo un canal por donde fluye la verdad. ¿Qué quita la sed, el agua que va por la cañería o esta última?
Pablo presenta una alegoría con la siembra: Él fue quien plantó, quien comenzó la Obra en Corinto, pero luego tuvo que irse y entonces llegó Apolos para continuar el trabajo, es decir comparativamente, a regar la plantación. Los dos trabajaron, ¿cuál trabajo era más importante? Los dos son necesarios e importantes. Pero la obra de ambos tiene un final, mientras que la Obra de Dios es continua, y esta es la del crecimiento.
Así que en realidad no tiene importancia quién sembró o quién regó, sino que el único que importa es Dios, que es el único que tiene el poder de hacer crecer las plantas. ¡Solo Él merece que se le alabe!
El que planta y el que riega son uno porque su propósito es el mismo. Igual que en un matrimonio, son dos personas, pero son una sola carne porque tienen un propósito en común: Amarse uno al otro y formar una familia.
Ahora, Dios no es malagradecido, cada uno de sus siervos recibirán su paga, su recompensa por la labor hecha. Es bueno hacer un pequeño paréntesis y aprovechar el tema del salario del siervo ya que muchos consideran de poca importancia que al ministro que está a tiempo completo en la Obra se le dé salario. En muchas congregaciones se aprovechan de hombres que aman a Dios y a la Obra y los dejan hacer esfuerzos fuertes para que siga corriendo la predicación de la Palabra, sin que reciban ninguna ayuda monetaria, por lo que muchas veces estos se ven en la imperiosa necesidad de dejar su trabajo en la Iglesia y dedicarse a un trabajo secular, y es entonces cuando llueven las críticas por su “carnalidad”, porque prefirieron irse a dar sus esfuerzos en algo secular, en lugar de darlo en la Iglesia, pero se los olvida que ellos no se esforzaron para mantenerlos bien en la Iglesia; o bien, solamente creen que es responsabilidad de los hermanos en Estados Unidos mantener el salario de los predicadores en otras partes del mundo.
Tómese en cuenta el honor tan grande que tiene el ministro del Evangelio: Es un colaborador de Dios, un ayudante de Dios, y cuando la congregación se niega a sostenerle económicamente, está perdiendo la oportunidad de colaborar también con Dios en Su Obra. ¿Será por eso que las congregaciones en los Estados Unidos son prósperas mientras que las latinas son tan pobres? Recordemos que son colaboradores de Dios, no de la Iglesia local, aunque tengan que cumplir su responsabilidad en ella, pero muchas veces, los ministros, en lugar de hacer obra de ministros, se convierten en mensajeros y misceláneos de la congregación local, que le exige que dedique el tiempo en reparar el edificio o en pagar recibos en lugar de estar evangelizando, estudiando y haciendo la obra de evangelista.
Los cristianos somos campo de cultivo de Dios y edificio de Dios, por lo tanto no podemos estar haciendo sectas ya que no somos nuestros, somos de Dios.
Pablo no jacta de ser el fundador de la Iglesia en Corinto, sino que dice que lo hizo solo por la misericordia de Dios. He visto como exaltan a personas que colaboraron para que una congregación iniciara, y hasta les ponen placas de metal para que todos sepan quién fue el iniciador de ella, sin tomar en cuenta que toda la gloria debe darse al Señor.
Pablo dice: Yo puse el fundamento, sembré las bases, es decir, anuncié el Evangelio, les conté del sacrificio de Jesús en la cruz. Ahora bien, después de él, vienen otros edificando encima, es decir, con sus enseñanzas le van dando forma a la Iglesia, y después de ellos, cada uno es responsable de lo que hace con estas enseñanzas, por lo que es necesario estar vigilante de lo que creemos y luego enseñamos a los demás.
Pero, aclara el Enviado: No puede haber otro fundamento aparte de Jesucristo. No puede ser la virgen, o algún hombre o mujer que haya vivido de manera diferente de tal manera que haya impactado a otros. No puede ser una enseñanza distintiva ni alguna práctica de la congregación. La Iglesia es de Cristo solamente.
Pablo usa un lenguaje figurado para destacar la obra que se hace en la Iglesia, hablando de dos tipos de material para edificar: Uno resistente al fuego, el oro, la plata y las piedras preciosas; y el otro, por el contrario, combustible, madera, heno y paja. Cada cual debe velar por el material que va a usar. Vemos a creyentes que comienzan muy bien, pero pocos días después se alejan porque los problemas de la vida los desanimaron y deciden olvidarse del Señor. Por el contrario, hay otros que a pesar de los años, de los problemas, de las pruebas y dificultades, se mantienen firmes en el Señor hasta el día de su muerte.
Al final, de una u otra manera, lo que uno ha usado en la construcción, se hace evidente. Hay personas que mientras escuchan a un ministro se mantienen entusiasmadas, siempre activas, pero cuando aquel hombre debe irse, se olvidan de todo porque su vista estaba puesta no en Dios sino en el siervo de Dios. Puede ser que mantuviera el asunto muy callado, pero en cualquier momento se dará a conocer.
Algunos contienden si esto se refiere al transcurso de la vida o al día del juicio final. Considero que puede estar hablando de ambos, ya que en algunos casos se revela pronto con qué estaba edificando, pero en otros deberá esperarse hasta aquel día en que todos estaremos presentes ante el Tribunal de Dios.
¿Qué va a hacer el fuego? Va a revelar, no va a purgar ni castigar. Casi todos los días oímos de algún religioso que fue desenmascarado en alguna cosa incorrecta, pero aun así, otros logran esconderse, pero el fuego de la revelación los pondrá en evidencia. Si la obra resiste, este recibirá premio, y aquí no está hablando de la salvación, sino de la recompensa que recibirá quien lo enseñó. Pero si la obra no resiste, se perdió todo lo que se invirtió en la enseñanza de esta persona, pero no tiene que ver con la salvación del predicador. Recordemos que se está hablando de la edificación que se ha estado haciendo.
Después de la fiesta de Pentecostés después de la resurrección de Jesús, los cristianos nos convertimos en la habitación de Dios, ya que el Espíritu Santo vino a morar en nosotros, tanto individualmente como en la Iglesia en general. El vocablo griego que se utiliza aquí es naos, refiriéndose al Santuario del Templo, es decir, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo, en donde se manifestaba la presencia de Dios en el Templo de Israel. Este antiguo Templo ya no existe, más ahora el Templo donde se manifiesta el Señor es la Iglesia. Es por eso que los cristianos debemos ser muy celosos con respecto a lo que ocurre en la Iglesia, así como lo eran los israelitas con su antiguo Templo. Es tan serio este asunto que Pablo debe hacer la advertencia, “Si alguien corrompe o destruye la habitación divina de Dios, Dios le destruirá, porque ustedes son la habitación divina del Dios Santo”. Con esta, no logro entender como hay tantos que se atreven a enlodar a la Iglesia con sus inventos que solo pueden venir del mismo seno del infierno. ¡Lástima que la Iglesia está ahora llena de este tipo de gente y que tienen tanta eficacia en engañar por lo que ellos son apoyados mientras que los verdaderos siervos de Dios son puestos de lado!
No podemos engañarnos a nosotros mismos. Hay quienes, igual que los corintios, causan divisiones, y piensan que todo es correcto. ¡Ellos se engañan a sí mismos! La división es pecado, el torcer la Palabra de Dios es pecado, el mantenerse callado ante el pecado es pecado.
Los que promueven las divisiones piensan que son muy astutos. El sectarismo produce orgullo, crea arrogancia, por eso no permite que se llegue a un acuerdo. Los que promueven las divisiones siempre se apoyan en un versículo o en un pasaje de las Escrituras, y no aceptan ser corregidos por nadie. En Corinto los sectarios se disputaban ser fruto de uno u otro ministro, sin comprender que en Cristo todos somos de Dios.
Son muchos los que, como Simón el Mago de Samaria, se hacen pasar por grandes, por sabios, pero su sabiduría está basada en conceptos humanos, por lo que en realidad son unos ignorantes en las cosas espirituales. Si queremos ser sabios en las cosas de Dios, debemos dejar de lado nuestros propios pensamientos y sujetarnos a la revelación que encontramos en la Palabra de Dios.
Hay quienes han torcido este pasaje y promueven la ignorancia completa entre los creyentes, pero no se refiere a eso, no es que debemos dejar de estudiar o de buscar engrandecer nuestros conocimientos, sino que no debemos dejarnos influir por ideas humanas para juzgar lo espiritual.
La sabiduría del hombre le ha llevado a decir en los últimos años que encontraron la tumba de Jesús, porque había una inscripción que decía que ahí estaba enterrado “Jesús, el hijo de José y María”. Esto provocó que History Channel hiciera un reportaje enorme en lo que se gastó millones de dólares tratando de probar que efectivamente esa era la tumba de Jesús; pero se negaron a reconocer que la misma persona que había descubierto esa tumba, también había encontrado otras ¡setenta tumbas con inscripciones similares! Eso son da a pensar que los nombres José, María y Jesús eran comunes en esa época y no exclusivos de Jesús el Salvador y sus padres terrenales. Ese es un pequeño ejemplo de que la sabiduría de los hombres es insensatez para Dios.
Hace luego Pablo una cita de Job[1] para demostrar que ningún hombre puede burlarse de Dios. Hay quienes consideran que pueden mejorar la Iglesia haciendo cambios, sin tomar en cuenta la Voluntad de Dios. Lo que no toman en cuenta es que Dios vuelve las cosas para que su gloria sea mayor.
Luego Pablo cita Salmos 94.11, aunque aquí utiliza la palabra sofos, que significa “sabio”, mientras que el versículo del Antiguo Testamento dice “hombres”, aunque está bien utilizado ya que el capítulo de Salmos se refiere a la insensatez de los hombres que se mueven de acuerdo a sus propios pensamientos y no a los de Dios. Y es que ahí estaba el problema de la Iglesia en Corinto, y en la Iglesia de hoy, cuando los hombres buscan imponer sus ideas y se olvidan de la Palabra de Dios.
Nuestra cultura nos ha venido empujando siempre a buscar lo que ellos mismos llaman “ídolos”, tanto en la política, los deportes, los estudios e incluso en la religión. Por ejemplo, si usted comienza a hablar con un metodista, tenga de seguro que en su conversación sacará a relucir a John Wesley; lo mismo sucederá si habla de deportes con alguien muy aficionado, etc. Esto mismo ocurría con los corintios, ellos habían olvidado que aquellos hombres que los enseñaban eran solo siervos colaboradores de Dios, y los elevaron a puestos que ni ellos buscaban ni que les correspondía. ¡Toda la gloria debe tributarse solo a Dios!
¿Por qué no debemos glorificar a los hombres que se destacan? Porque no somos pertenencia suya. El decir “soy de Apolos” es como decir “pertenezco a Apolos”, es decir, “mi confianza está descansando en él”, pero la confianza debe descansar solo en Dios.
¿Ha escuchado usted decir. “Soy miembro de la Iglesia del hermano fulano”? ¡Qué barbaridad! Si la Iglesia es de un hombre, no puede ser de Cristo y entonces no es la Iglesia verdadera. Pablo no creía que la Iglesia fuera de él, y así lo dejó en claro. ¡Él solo fue un siervo!
Cuando habla del mundo, no se refiere a las cosas carnales, sino a las cosas materiales que hay en el mundo. Lo material puede ser de mucho provecho si es usado sabiamente, pero cuando las cosas materiales nos esclavizan y nos afanamos con ellas, se convierten en algo negativo.
La vida del cristiano debe estar centrada en Cristo. Es por Él por quién nos movemos, por quien sentimos, por quien hacemos. Y si morimos, no hay problema, porque sabemos que vamos para estar con Cristo.
Todo lo que hay, lo que vivimos hoy y lo que vendrá mañana, debe ser para beneficio nuestro, si sabemos administrarlo en Cristo. Todas las cosas pertenecen a Él, así como nosotros, y Cristo mismo es propiedad de Dios.
Sigue Pablo insistiendo, solo es un ayudante de Cristo, no es el dueño de la Iglesia, es un mayordomo. El concepto que los corintios tenían de los predicadores es muy similar al que se tiene hoy día, y ambos están equivocados. He sido testigo de congregaciones que perdonan a sus predicadores en pecados en donde hubieran cortado de comunión a otros miembros, simplemente porque el que pecó fue el predicador. Si bien es cierto que la Palabra de Dios habla del cuidado y cariño que hay que tener para quien nos alimenta espiritualmente, no dice que debamos ser tolerantes cuando de pecado se trata.
Estos “ayudantes” no se refiere a “esclavos”, hombres sin voluntad porque fueron vendidos al mejor postor, sino que usa la palabra juperétes, que se refiere a un voluntario; es decir, Pablo, los otros Envidos y todos los demás predicadores que han vivido, lo han hecho porque quieren, sin que hayan sido obligados. ¡Rindieron su voluntad a Cristo!
Somos administradores de los misterios de Dios, y no que hayan misterios escondidos en el Evangelio como tratan de hacer ver los gnósticos, sino que estos misterios han sido revelados en la Palabra y nosotros somos los encargados de esparcirla donde quiera que vayamos.
Este “ahora” que sigue, nos da un campanazo de alerta. Porque si bien es cierto que está hablando de personas que tomaron la decisión de dedicarse a servirle a Dios, también es necesario que estas personas cumplan ciertos requisitos.
“Es necesario”, nos habla precisamente de un requisito esencial. En el momento de predicar, el ministro se convierte en la voz de Dios, no que no pueda equivocarse, sino que está anunciando el mensaje de Dios para los hombres, por lo que es necesario que sea una persona digna de confianza. Si bien es cierto que el poder está en el mensaje, el mensajero tiene su importancia. Nadie comería un manjar sabroso en un plato sucio.
Pablo era criticado por muchos, pero él se defiende y dice que ellos no tienen autoridad para juzgarle. Ellos habían llegado al punto de hasta criticar la apariencia personal del Enviado. Pero él no estaba siendo manipulado por lo que ellos querían, sino que su fin era obedecer solamente a Dios. Es más, dice Pablo, ni siquiera yo me juzgo, porque lo importante no es el juicio que hagamos los hombres, sino el juicio de Dios.
Pablo reconocía que su labor la había hecho a conciencia, pero no se sentía orgulloso por ello, y sabía que no era su trabajo lo que lo justificaba delante de Dios. Él tenía una buena conciencia porque había sido lavado con la sangre de Cristo y esto era suficiente. Hay quienes dicen: “Lo importante no es cómo se adora a Dios, sino el fin que perseguimos”. Pero eso no es cierto. Muchos hombres murieron a manos de quienes creían que le estaban haciendo un favor a Dios.
Pablo estaba consciente de la acusación que le hacían algunos corintios, pero él se ampara en el juicio de Dios. Pablo había sido justificado por Dios, y eso era lo que le importaba. Él comprendía que sus méritos no eran suficientes para librarlo del castigo, pero sabía que la sangre de Jesús le había lavado delante de Dios. Hay que tener cuidado con este texto, ya que algunos predicadores lo usan para escudarse a sí mismos y hacer cosas indebidas y luego decir que nadie los puede juzgar. Al que hace lo impropio hay que censurarlo, sin importar si es predicador o miembro regular.
“De modo que”, aquí hay una conclusión. Los corintios habían estado sacando conclusiones de acuerdo a sus propios razonamientos, pero Pablo les censura esa actitud. Ellos estaban haciendo juicios que nos les correspondían, sino que solo le corresponden a Dios mismo. Es necesario que nos manifestemos cuando vemos algo incorrecto en la Iglesia para que esto se corrija, pero el juicio que estaban haciendo los corintios iba más allá y no tenían bases para condenar al Enviado.
[1] Job 5.13.
3.5-4.5 “Y yo hermanos”, nos dice que Pablo va a continuar con lo que viene tocando en el punto anterior. Pablo también usa la palabra “hermanos” para hacer más suave lo que sigue, y es que esto es fuerte.
Pablo no logró hablar con ellos como espirituales, es decir, estos creyentes no estaban saturados de la Palabra de Dios, por lo tanto, no podían aceptar las verdades espirituales. Es lamentable que entre los creyentes de hoy se encuentren tan pocas personas espirituales, porque la mayoría de los hermanos están muy involucrados con el mundo y viven con el ritmo de este.
Tómese en cuenta que no estamos hablando de cristianos depravados, sino de cristianos inmaduros. Ellos aceptaban lo que dice la Palabra de Dios, pero no la obedecían, porque comenzaban haciendo divisiones, y si bien es cierto que no debemos congregarnos con cualquiera, tampoco debemos romper con aquellos que creen en la Palabra del Señor.
Ellos no actuaban como espirituales, sino como carnales, estaban influenciados por la carne, dejándose llevar no por todos los apetitos carnales, sino viviendo de manera inferior a la que debemos de vivir los creyentes.
Pablo les dice “bebés”, porque ellos actuaban de manera inmadura porque eran débiles, sin el crecimiento normal, no habían adquirido la experiencia necesaria para poder actuar como cristianos maduros, al punto que Pablo aclara que les tuvo que dar de beber leche y no comida fuerte. Me hace recordar a cierta congregación con la que trabajé hace unos años y cuando les estaba dando un curso sobre el libro de Revelaciones, se presentó un problema, por lo que tuve que dejar de trabajar con ellos, pero unas semanas después regresé para retirar algunas cosas personales y escuché que estaban aprendiendo mucho con el nuevo curso que estaban haciendo acerca del ¡sumergir en agua! Cuando debían estar recibiendo manjar, preferían estar tomando alimento de bebé.
¿Por qué no habían madurado? Hay dos razones por las cuales una congregación no madura: El liderazgo no provee la alimentación necesaria o los miembros de ella no desean cambiar. En el caso de los corintios era que ellos no deseaban crecer porque disfrutaban de vivir como los demás.
Ellos no habían sido capaces ni lo eran porque se dejaban guiar por los celos y entre ellos había contiendas. Los celos de ellos no eran como el celo de Dios, que es de cuidado, sino más bien en el sentido negativo, de intriga, de envidia. Estos celos provocaban contiendas, lo que nos lleva a pensar que había discusiones fuertes, comportándose como todos los demás hombres de Corinto.
Quizá ellos pensaban que estaban honrando a las personas que habían escogido como sus líderes de partido, pero su comportamiento era de hombres corrientes, actuaban como políticos.
Pablo presenta dos preguntas para tratar de hacerles ver su error: ¿Qué es Apolos? ¿Qué es Pablo? Ellos trataban de ponerlos a ellos como si fuesen lo más importante, pero Pablo busca poner los pies de ellos en la tierra diciéndoles: “Solo somos siervos”. ¡Qué pena me dan esos predicadores que sacan pecho ante las congregaciones pensando que ellos son algo! Hubo un predicador bautista a quien aún le llaman el “príncipe de los predicadores”. ¡Por favor! Quien predica debe hacerlo en temor y temblor, sabiendo la gran responsabilidad que hay en cada una de sus palabras, sabiendo que no es el señor de la Obra, sino el servidor del Señor.
¿Cuál es la misión del predicador? Simplemente anunciar el Evangelio, este va a producir fe en quienes escuchan, por lo que el siervo es solo un canal por donde fluye la verdad. ¿Qué quita la sed, el agua que va por la cañería o esta última?
Pablo presenta una alegoría con la siembra: Él fue quien plantó, quien comenzó la Obra en Corinto, pero luego tuvo que irse y entonces llegó Apolos para continuar el trabajo, es decir comparativamente, a regar la plantación. Los dos trabajaron, ¿cuál trabajo era más importante? Los dos son necesarios e importantes. Pero la obra de ambos tiene un final, mientras que la Obra de Dios es continua, y esta es la del crecimiento.
Así que en realidad no tiene importancia quién sembró o quién regó, sino que el único que importa es Dios, que es el único que tiene el poder de hacer crecer las plantas. ¡Solo Él merece que se le alabe!
El que planta y el que riega son uno porque su propósito es el mismo. Igual que en un matrimonio, son dos personas, pero son una sola carne porque tienen un propósito en común: Amarse uno al otro y formar una familia.
Ahora, Dios no es malagradecido, cada uno de sus siervos recibirán su paga, su recompensa por la labor hecha. Es bueno hacer un pequeño paréntesis y aprovechar el tema del salario del siervo ya que muchos consideran de poca importancia que al ministro que está a tiempo completo en la Obra se le dé salario. En muchas congregaciones se aprovechan de hombres que aman a Dios y a la Obra y los dejan hacer esfuerzos fuertes para que siga corriendo la predicación de la Palabra, sin que reciban ninguna ayuda monetaria, por lo que muchas veces estos se ven en la imperiosa necesidad de dejar su trabajo en la Iglesia y dedicarse a un trabajo secular, y es entonces cuando llueven las críticas por su “carnalidad”, porque prefirieron irse a dar sus esfuerzos en algo secular, en lugar de darlo en la Iglesia, pero se los olvida que ellos no se esforzaron para mantenerlos bien en la Iglesia; o bien, solamente creen que es responsabilidad de los hermanos en Estados Unidos mantener el salario de los predicadores en otras partes del mundo.
Tómese en cuenta el honor tan grande que tiene el ministro del Evangelio: Es un colaborador de Dios, un ayudante de Dios, y cuando la congregación se niega a sostenerle económicamente, está perdiendo la oportunidad de colaborar también con Dios en Su Obra. ¿Será por eso que las congregaciones en los Estados Unidos son prósperas mientras que las latinas son tan pobres? Recordemos que son colaboradores de Dios, no de la Iglesia local, aunque tengan que cumplir su responsabilidad en ella, pero muchas veces, los ministros, en lugar de hacer obra de ministros, se convierten en mensajeros y misceláneos de la congregación local, que le exige que dedique el tiempo en reparar el edificio o en pagar recibos en lugar de estar evangelizando, estudiando y haciendo la obra de evangelista.
Los cristianos somos campo de cultivo de Dios y edificio de Dios, por lo tanto no podemos estar haciendo sectas ya que no somos nuestros, somos de Dios.
Pablo no jacta de ser el fundador de la Iglesia en Corinto, sino que dice que lo hizo solo por la misericordia de Dios. He visto como exaltan a personas que colaboraron para que una congregación iniciara, y hasta les ponen placas de metal para que todos sepan quién fue el iniciador de ella, sin tomar en cuenta que toda la gloria debe darse al Señor.
Pablo dice: Yo puse el fundamento, sembré las bases, es decir, anuncié el Evangelio, les conté del sacrificio de Jesús en la cruz. Ahora bien, después de él, vienen otros edificando encima, es decir, con sus enseñanzas le van dando forma a la Iglesia, y después de ellos, cada uno es responsable de lo que hace con estas enseñanzas, por lo que es necesario estar vigilante de lo que creemos y luego enseñamos a los demás.
Pero, aclara el Enviado: No puede haber otro fundamento aparte de Jesucristo. No puede ser la virgen, o algún hombre o mujer que haya vivido de manera diferente de tal manera que haya impactado a otros. No puede ser una enseñanza distintiva ni alguna práctica de la congregación. La Iglesia es de Cristo solamente.
Pablo usa un lenguaje figurado para destacar la obra que se hace en la Iglesia, hablando de dos tipos de material para edificar: Uno resistente al fuego, el oro, la plata y las piedras preciosas; y el otro, por el contrario, combustible, madera, heno y paja. Cada cual debe velar por el material que va a usar. Vemos a creyentes que comienzan muy bien, pero pocos días después se alejan porque los problemas de la vida los desanimaron y deciden olvidarse del Señor. Por el contrario, hay otros que a pesar de los años, de los problemas, de las pruebas y dificultades, se mantienen firmes en el Señor hasta el día de su muerte.
Al final, de una u otra manera, lo que uno ha usado en la construcción, se hace evidente. Hay personas que mientras escuchan a un ministro se mantienen entusiasmadas, siempre activas, pero cuando aquel hombre debe irse, se olvidan de todo porque su vista estaba puesta no en Dios sino en el siervo de Dios. Puede ser que mantuviera el asunto muy callado, pero en cualquier momento se dará a conocer.
Algunos contienden si esto se refiere al transcurso de la vida o al día del juicio final. Considero que puede estar hablando de ambos, ya que en algunos casos se revela pronto con qué estaba edificando, pero en otros deberá esperarse hasta aquel día en que todos estaremos presentes ante el Tribunal de Dios.
¿Qué va a hacer el fuego? Va a revelar, no va a purgar ni castigar. Casi todos los días oímos de algún religioso que fue desenmascarado en alguna cosa incorrecta, pero aun así, otros logran esconderse, pero el fuego de la revelación los pondrá en evidencia. Si la obra resiste, este recibirá premio, y aquí no está hablando de la salvación, sino de la recompensa que recibirá quien lo enseñó. Pero si la obra no resiste, se perdió todo lo que se invirtió en la enseñanza de esta persona, pero no tiene que ver con la salvación del predicador. Recordemos que se está hablando de la edificación que se ha estado haciendo.
Después de la fiesta de Pentecostés después de la resurrección de Jesús, los cristianos nos convertimos en la habitación de Dios, ya que el Espíritu Santo vino a morar en nosotros, tanto individualmente como en la Iglesia en general. El vocablo griego que se utiliza aquí es naos, refiriéndose al Santuario del Templo, es decir, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo, en donde se manifestaba la presencia de Dios en el Templo de Israel. Este antiguo Templo ya no existe, más ahora el Templo donde se manifiesta el Señor es la Iglesia. Es por eso que los cristianos debemos ser muy celosos con respecto a lo que ocurre en la Iglesia, así como lo eran los israelitas con su antiguo Templo. Es tan serio este asunto que Pablo debe hacer la advertencia, “Si alguien corrompe o destruye la habitación divina de Dios, Dios le destruirá, porque ustedes son la habitación divina del Dios Santo”. Con esta, no logro entender como hay tantos que se atreven a enlodar a la Iglesia con sus inventos que solo pueden venir del mismo seno del infierno. ¡Lástima que la Iglesia está ahora llena de este tipo de gente y que tienen tanta eficacia en engañar por lo que ellos son apoyados mientras que los verdaderos siervos de Dios son puestos de lado!
No podemos engañarnos a nosotros mismos. Hay quienes, igual que los corintios, causan divisiones, y piensan que todo es correcto. ¡Ellos se engañan a sí mismos! La división es pecado, el torcer la Palabra de Dios es pecado, el mantenerse callado ante el pecado es pecado.
Los que promueven las divisiones piensan que son muy astutos. El sectarismo produce orgullo, crea arrogancia, por eso no permite que se llegue a un acuerdo. Los que promueven las divisiones siempre se apoyan en un versículo o en un pasaje de las Escrituras, y no aceptan ser corregidos por nadie. En Corinto los sectarios se disputaban ser fruto de uno u otro ministro, sin comprender que en Cristo todos somos de Dios.
Son muchos los que, como Simón el Mago de Samaria, se hacen pasar por grandes, por sabios, pero su sabiduría está basada en conceptos humanos, por lo que en realidad son unos ignorantes en las cosas espirituales. Si queremos ser sabios en las cosas de Dios, debemos dejar de lado nuestros propios pensamientos y sujetarnos a la revelación que encontramos en la Palabra de Dios.
Hay quienes han torcido este pasaje y promueven la ignorancia completa entre los creyentes, pero no se refiere a eso, no es que debemos dejar de estudiar o de buscar engrandecer nuestros conocimientos, sino que no debemos dejarnos influir por ideas humanas para juzgar lo espiritual.
La sabiduría del hombre le ha llevado a decir en los últimos años que encontraron la tumba de Jesús, porque había una inscripción que decía que ahí estaba enterrado “Jesús, el hijo de José y María”. Esto provocó que History Channel hiciera un reportaje enorme en lo que se gastó millones de dólares tratando de probar que efectivamente esa era la tumba de Jesús; pero se negaron a reconocer que la misma persona que había descubierto esa tumba, también había encontrado otras ¡setenta tumbas con inscripciones similares! Eso son da a pensar que los nombres José, María y Jesús eran comunes en esa época y no exclusivos de Jesús el Salvador y sus padres terrenales. Ese es un pequeño ejemplo de que la sabiduría de los hombres es insensatez para Dios.
Hace luego Pablo una cita de Job[1] para demostrar que ningún hombre puede burlarse de Dios. Hay quienes consideran que pueden mejorar la Iglesia haciendo cambios, sin tomar en cuenta la Voluntad de Dios. Lo que no toman en cuenta es que Dios vuelve las cosas para que su gloria sea mayor.
Luego Pablo cita Salmos 94.11, aunque aquí utiliza la palabra sofos, que significa “sabio”, mientras que el versículo del Antiguo Testamento dice “hombres”, aunque está bien utilizado ya que el capítulo de Salmos se refiere a la insensatez de los hombres que se mueven de acuerdo a sus propios pensamientos y no a los de Dios. Y es que ahí estaba el problema de la Iglesia en Corinto, y en la Iglesia de hoy, cuando los hombres buscan imponer sus ideas y se olvidan de la Palabra de Dios.
Nuestra cultura nos ha venido empujando siempre a buscar lo que ellos mismos llaman “ídolos”, tanto en la política, los deportes, los estudios e incluso en la religión. Por ejemplo, si usted comienza a hablar con un metodista, tenga de seguro que en su conversación sacará a relucir a John Wesley; lo mismo sucederá si habla de deportes con alguien muy aficionado, etc. Esto mismo ocurría con los corintios, ellos habían olvidado que aquellos hombres que los enseñaban eran solo siervos colaboradores de Dios, y los elevaron a puestos que ni ellos buscaban ni que les correspondía. ¡Toda la gloria debe tributarse solo a Dios!
¿Por qué no debemos glorificar a los hombres que se destacan? Porque no somos pertenencia suya. El decir “soy de Apolos” es como decir “pertenezco a Apolos”, es decir, “mi confianza está descansando en él”, pero la confianza debe descansar solo en Dios.
¿Ha escuchado usted decir. “Soy miembro de la Iglesia del hermano fulano”? ¡Qué barbaridad! Si la Iglesia es de un hombre, no puede ser de Cristo y entonces no es la Iglesia verdadera. Pablo no creía que la Iglesia fuera de él, y así lo dejó en claro. ¡Él solo fue un siervo!
Cuando habla del mundo, no se refiere a las cosas carnales, sino a las cosas materiales que hay en el mundo. Lo material puede ser de mucho provecho si es usado sabiamente, pero cuando las cosas materiales nos esclavizan y nos afanamos con ellas, se convierten en algo negativo.
La vida del cristiano debe estar centrada en Cristo. Es por Él por quién nos movemos, por quien sentimos, por quien hacemos. Y si morimos, no hay problema, porque sabemos que vamos para estar con Cristo.
Todo lo que hay, lo que vivimos hoy y lo que vendrá mañana, debe ser para beneficio nuestro, si sabemos administrarlo en Cristo. Todas las cosas pertenecen a Él, así como nosotros, y Cristo mismo es propiedad de Dios.
Sigue Pablo insistiendo, solo es un ayudante de Cristo, no es el dueño de la Iglesia, es un mayordomo. El concepto que los corintios tenían de los predicadores es muy similar al que se tiene hoy día, y ambos están equivocados. He sido testigo de congregaciones que perdonan a sus predicadores en pecados en donde hubieran cortado de comunión a otros miembros, simplemente porque el que pecó fue el predicador. Si bien es cierto que la Palabra de Dios habla del cuidado y cariño que hay que tener para quien nos alimenta espiritualmente, no dice que debamos ser tolerantes cuando de pecado se trata.
Estos “ayudantes” no se refiere a “esclavos”, hombres sin voluntad porque fueron vendidos al mejor postor, sino que usa la palabra juperétes, que se refiere a un voluntario; es decir, Pablo, los otros Envidos y todos los demás predicadores que han vivido, lo han hecho porque quieren, sin que hayan sido obligados. ¡Rindieron su voluntad a Cristo!
Somos administradores de los misterios de Dios, y no que hayan misterios escondidos en el Evangelio como tratan de hacer ver los gnósticos, sino que estos misterios han sido revelados en la Palabra y nosotros somos los encargados de esparcirla donde quiera que vayamos.
Este “ahora” que sigue, nos da un campanazo de alerta. Porque si bien es cierto que está hablando de personas que tomaron la decisión de dedicarse a servirle a Dios, también es necesario que estas personas cumplan ciertos requisitos.
“Es necesario”, nos habla precisamente de un requisito esencial. En el momento de predicar, el ministro se convierte en la voz de Dios, no que no pueda equivocarse, sino que está anunciando el mensaje de Dios para los hombres, por lo que es necesario que sea una persona digna de confianza. Si bien es cierto que el poder está en el mensaje, el mensajero tiene su importancia. Nadie comería un manjar sabroso en un plato sucio.
Pablo era criticado por muchos, pero él se defiende y dice que ellos no tienen autoridad para juzgarle. Ellos habían llegado al punto de hasta criticar la apariencia personal del Enviado. Pero él no estaba siendo manipulado por lo que ellos querían, sino que su fin era obedecer solamente a Dios. Es más, dice Pablo, ni siquiera yo me juzgo, porque lo importante no es el juicio que hagamos los hombres, sino el juicio de Dios.
Pablo reconocía que su labor la había hecho a conciencia, pero no se sentía orgulloso por ello, y sabía que no era su trabajo lo que lo justificaba delante de Dios. Él tenía una buena conciencia porque había sido lavado con la sangre de Cristo y esto era suficiente. Hay quienes dicen: “Lo importante no es cómo se adora a Dios, sino el fin que perseguimos”. Pero eso no es cierto. Muchos hombres murieron a manos de quienes creían que le estaban haciendo un favor a Dios.
Pablo estaba consciente de la acusación que le hacían algunos corintios, pero él se ampara en el juicio de Dios. Pablo había sido justificado por Dios, y eso era lo que le importaba. Él comprendía que sus méritos no eran suficientes para librarlo del castigo, pero sabía que la sangre de Jesús le había lavado delante de Dios. Hay que tener cuidado con este texto, ya que algunos predicadores lo usan para escudarse a sí mismos y hacer cosas indebidas y luego decir que nadie los puede juzgar. Al que hace lo impropio hay que censurarlo, sin importar si es predicador o miembro regular.
“De modo que”, aquí hay una conclusión. Los corintios habían estado sacando conclusiones de acuerdo a sus propios razonamientos, pero Pablo les censura esa actitud. Ellos estaban haciendo juicios que nos les correspondían, sino que solo le corresponden a Dios mismo. Es necesario que nos manifestemos cuando vemos algo incorrecto en la Iglesia para que esto se corrija, pero el juicio que estaban haciendo los corintios iba más allá y no tenían bases para condenar al Enviado.
[1] Job 5.13.