Capítulo 12
Samaria, palabra hebrea: שֹׁמְרוֹן, “Shomron”, es una región situada en el norte de la margen
occidental del río Jordán. El nombre de “Samaria” deriva de una antigua ciudad
bíblica del mismo nombre, situada en una colina al noroeste de Siquem, que se encuentra cerca del centro de Samaria, y fue la capital del Reino de Israel. Fue fundada por el
sexto Rey de Israel, Omrí, que reinó entre 876-869 a. C.,
y quien la convirtió en la capital de su reino.
Omri compró el monte de Samaria a Shemer, de donde procede la etimología de su nombre, y edificó allí la nueva capital de Israel[1].
Al norte, Samaria está limitada por el Valle de Yezreel; al este, por el río Jordán; al oeste por el Monte Carmelo y la región de Sharon; al sur por Judea. Las colinas de Samaria no son demasiado elevadas, apenas superan los 800 metros. El clima de Samaria es más benigno que el de Judea.
Las principales ciudades de la región son las localidades palestinas Yenín, Nablús/Shechem, Qalqiliya y Tulkarem, además de la ciudad israelí de Ariel.
Galilea, en hebreo, הגליל “ha-Galil”, “la provincia” ; en árabe, الجليل “al-Jalil”; en latín “Galilaea”, del griego antiguo “Galilaia”, es una región histórica situada al norte de Israel, situada entre el mar Mediterráneo, el mar de Galilea y el Valle de Jezreel.
Actualmente constituye la zona norte del Estado de Israel. Tiene un área aproximada de 4.000 kilómetros2, rica en llanuras fértiles y áridas montañas. Es una región de colinas, entre ellas el célebre monte Tabor, lugar en el que ocurrió la transfiguración de Jesús. El clima es lluvioso y húmedo, registrándose una pluviosidad de hasta 800 milímetros3. Las principales actividades económicas son la agricultura y la pesca en el mar de Galilea. Es una encrucijada de caminos entre las planicies mediterráneas y los desiertos al este del río Jordán. Se divide tradicionalmente en Alta y Baja Galilea.
Perea, “el país de más allá”, era una parte del reino de Herodes el Grande situada al este del río Jordán, en la actual Jordania. El reino de Herodes el Grande fue dividido por Roma en tres partes. Herodes Antipas gobernó como tetrarca Galilea y Perea.
Perea es el nombre dado por los israelitas en la región al este del Jordán entre el lago Tiberíades y el mar Muerto. Las ciudades principales fueron Amathus y Betharamphtha. Los límites eran entre la ciudad de Pella en el norte, la de Filadelfia en el este, Moab al sur, y el Jordán al oeste.
Fue dominada por los cananeos hasta el siglo XIV a. C., cuando pasó a Amón. En el siglo XIII a. C., pasó al rey cananeo Sihon de Hesbon pero en el siglo siguiente se apoderaron de los israelitas. Perteneció a Israel hasta la mitad del siglo IX a. C., cuando los amonitas la volvieron a ocupar.
Los macabeos la recuperaron hacia el 160 a. C., El 63 a. C., pasó a Roma. El 4 a.C., un esclavo de Herodes el Grande, Simón, se apoderó de la región y reclamó el título real de su señor difunto, pero los romanos dominaron la revuelta. La región fue dada a Herodes Antipas, tetrarca de Galilea hasta el 39, y a continuación pasó a Herodes Agripa de Batanea, que reunió Batanea y Galilea hasta el 44. Después volvió a ser posesión directa romana.
A estas regiones es a las que Jesús se retiró para evitar ser capturado por los fariseos y sacerdotes, y allí sanó a diez leprosos[2]; manifestó su pensamiento acerca del divorcio y nuevas nupcias[3]; relató las parábolas del juez injusto, del fariseo y el publicano y la de los obreros de la viña[4]; sanó a dos ciegos y posó en casa de Zaqueo[5].
1. 12.1 Podríamos decir que Jesús entraba en la recta final de su ministerio. Se van a presentar algunos episodios más tristes, como la traición de Judas, la negación de Pedro, la huída de los discípulos, el juicio y la crucificción. Pero antes de estos tristes momentos, se iba a presentar un episodio devocional hacia Jesús.
Jesús regresó a Betania, en donde había hecho el milagro de la resurrección innegable de Lázaro. Para Juan el hecho de la resurrección de Lázaro es central para los eventos que vendrían más adelante.
2. 12.2 A pesar de que los fariseos y sacerdotes habían prohibido cualquier asociación con Jesús. Es probable que esta cena se realizara el sábado antes de la entrada triunfal a Jerusalén, y este debe ser el mismo evento de la cena en la casa de Simón el leproso que encontramos en Mateo y Marcos[6].
3. 12.3-8 El nardo mencionado en la Biblia se extraía de una pequeña planta aromática que nace en la cordillera del Himalaya, denominada nardo indico o espicanardo, “nardos-tachys jatamansi”. Al ser un producto tan costoso, muchos lo adulteraban o hasta lo falsificaban. Pero segun los Evangelios, el que María utilizó, era “genuino”. El hecho de que fuera tan caro indica que venía de un lugar muy distante, probablemente de la India.
De nuevo debemos trasladarnos a la escena: Los judíos no se sentaban a la mesa como lo hacemos los occidentales, sino que se recostaban en almohadas alrededor de la mesa que estaba a una baja altura, quedando sus pies atrás. Jesús estaba reunido con sus amigos en esta celebración en su honor. Platicaban alegremente mientras disfrutaban de los alimentos que les servía Marta. De repente, sin que nadie lo esperara, María se acerca a los pies de Jesús y rompe el delgado cuello de la pequeña botella que deja salir el líquido oleoso y la fragancia que llena todos los rincones de la casa.
Esto no solo era una expresión del amor y la gratitud que sentía esta mujer por su apreciado amigo que le había devuelto a su hermano de la tumba, sino una muestra de adoración, incluyendo el hecho de enjugar con sus propios cabellos los pies del Señor, que de seguro estaban llenos de la suciedad de las calles de Betania, aunado con el hecho del alto valor del frasco de perfume.
Si pensamos que el acto de María fue aplaudido por los presentes, estamos equivocados; según Juan, solo Judas presentó su protesta, pero Mateo dice que todos los discípulos se enojaron con la mujer[7]. No podemos más que aceptar que la pregunta definitivamente es hecha por Judas, quien sabía calcular rápidamente el valor de las cosas y considera que esto vale trescientos denarios, es decir, ¡el salario de todo un año de un jornalero! Unos 3000 dólares actuales.
No puede dejar de llamarnos la atención que a diferencia de Judas y los otros discípulos, Lázaro y Marta, probablemente co-dueños del frasco, no se quejan de la acción de su hermana menor. Esto nos dice que aún los discípulos no comprendían lo que estaba por suceder.
La crítica de Judas parece acusar a María de haber olvidado a aquellos, y en su tiempo grandes cantidades, de personas necesitadas, pero esto era una falsedad, ya que María era una seguidora fiel de Jesús, por lo tanto debía estar llena de misericordia para con los necesitados.
Cuando Juan escribe el Evangelio ya el carácter de Judas se había dado a conocer y es hasta después de su muerte que se dan cuenta que Judas era un ladrón. No podemos creer que cuando Judas fue escogido como apóstol fuera ladrón, sino que más adelante, al verse desilusionado porque el Maestro no tomaba posiciones políticas sino que se limitaba a la parte espiritual, la tentación le arrastró al pecado del robo.
El pensamiento de Jesús era totalmente diferente al de sus discípulos que consideraban incorrecto el acto que hacía María para con Jesús. Ellos lo veían como un botar el dinero, pero Jesús lo tomó como parte de su próximo final en esta tierra. Era un adelanto de su muerte, ya que los judíos acostumbraban a ungir los cadáveres con finos perfumes, pero en el caso de Jesús, al morir no hubo tiempo de la unción ya que acababa el día y seguía el reposo.
Aunque fue Judas el que protestó, Jesús les hace ver a todos que los pobres nunca iban a faltar, y que siempre podrían hacer buenas obras para con ellos. No tenemos razón para pensar que había egoísmo de parte de Jesús, quien siempre se ocupó en ayudar a los pobres, pero en este momento también se debía pensar en Él. Hay quienes creen que con solo ayudar a los pobres se es cristiano, y es verdad que la benevolencia es parte del cristianismo, pero lo más importante de ser cristiano es la obediencia a la Palabra, lo demás es resultado de la obediencia.
De nuevo Jesús les hace ver que su estadía en la tierra era corta y que pronto partiría, por lo que hacía María estaba bien. Era el acto más sublime que ella podía realizar para demostrar su amor para con su Maestro y ese amor sería recordado por siempre.
4. 12.9-11 El hecho de la resurrección de Lázaro debía ser el tema más importante en la conversación diaria del momento. En esos días Jerusalén bullía de gente, venían los judíos de todos los lugares para celebrar la Pascua y lo primero que escuchaban era del joven rabino que había resucitado a alguien conocido por muchos. Esto había que verlo, nadie quería perderse ni un detalle.
A pesar de que los judíos querían ver tanto a Jesús como a Lázaro y regocijarse en un milagro, había quienes veían un peligro en todo este asunto y por ello comenzaron a confabular en contra no solo de Jesús, sino de Lázaro, quien era una contradicción a sus creencias saduceas.
En Juan 9.22 leemos que ya pesaba la amenaza de que el que confesara creer en Jesús sería expulsado de la sinagoga, pero parece que esto no era suficiente para evitar que las multitudes decidieran seguir al joven rabino.
[1] 1 Reyes 16.24.
[2] Lucas 17.
[3] Mateo 19; Marcos 10.
[4] Mateo 20; Lucas 18.
[5] Lucas 19.
[6] Mateo 26.6-13; Marcos 14.3.
[7] Mateo 26.24.
Omri compró el monte de Samaria a Shemer, de donde procede la etimología de su nombre, y edificó allí la nueva capital de Israel[1].
Al norte, Samaria está limitada por el Valle de Yezreel; al este, por el río Jordán; al oeste por el Monte Carmelo y la región de Sharon; al sur por Judea. Las colinas de Samaria no son demasiado elevadas, apenas superan los 800 metros. El clima de Samaria es más benigno que el de Judea.
Las principales ciudades de la región son las localidades palestinas Yenín, Nablús/Shechem, Qalqiliya y Tulkarem, además de la ciudad israelí de Ariel.
Galilea, en hebreo, הגליל “ha-Galil”, “la provincia” ; en árabe, الجليل “al-Jalil”; en latín “Galilaea”, del griego antiguo “Galilaia”, es una región histórica situada al norte de Israel, situada entre el mar Mediterráneo, el mar de Galilea y el Valle de Jezreel.
Actualmente constituye la zona norte del Estado de Israel. Tiene un área aproximada de 4.000 kilómetros2, rica en llanuras fértiles y áridas montañas. Es una región de colinas, entre ellas el célebre monte Tabor, lugar en el que ocurrió la transfiguración de Jesús. El clima es lluvioso y húmedo, registrándose una pluviosidad de hasta 800 milímetros3. Las principales actividades económicas son la agricultura y la pesca en el mar de Galilea. Es una encrucijada de caminos entre las planicies mediterráneas y los desiertos al este del río Jordán. Se divide tradicionalmente en Alta y Baja Galilea.
Perea, “el país de más allá”, era una parte del reino de Herodes el Grande situada al este del río Jordán, en la actual Jordania. El reino de Herodes el Grande fue dividido por Roma en tres partes. Herodes Antipas gobernó como tetrarca Galilea y Perea.
Perea es el nombre dado por los israelitas en la región al este del Jordán entre el lago Tiberíades y el mar Muerto. Las ciudades principales fueron Amathus y Betharamphtha. Los límites eran entre la ciudad de Pella en el norte, la de Filadelfia en el este, Moab al sur, y el Jordán al oeste.
Fue dominada por los cananeos hasta el siglo XIV a. C., cuando pasó a Amón. En el siglo XIII a. C., pasó al rey cananeo Sihon de Hesbon pero en el siglo siguiente se apoderaron de los israelitas. Perteneció a Israel hasta la mitad del siglo IX a. C., cuando los amonitas la volvieron a ocupar.
Los macabeos la recuperaron hacia el 160 a. C., El 63 a. C., pasó a Roma. El 4 a.C., un esclavo de Herodes el Grande, Simón, se apoderó de la región y reclamó el título real de su señor difunto, pero los romanos dominaron la revuelta. La región fue dada a Herodes Antipas, tetrarca de Galilea hasta el 39, y a continuación pasó a Herodes Agripa de Batanea, que reunió Batanea y Galilea hasta el 44. Después volvió a ser posesión directa romana.
A estas regiones es a las que Jesús se retiró para evitar ser capturado por los fariseos y sacerdotes, y allí sanó a diez leprosos[2]; manifestó su pensamiento acerca del divorcio y nuevas nupcias[3]; relató las parábolas del juez injusto, del fariseo y el publicano y la de los obreros de la viña[4]; sanó a dos ciegos y posó en casa de Zaqueo[5].
1. 12.1 Podríamos decir que Jesús entraba en la recta final de su ministerio. Se van a presentar algunos episodios más tristes, como la traición de Judas, la negación de Pedro, la huída de los discípulos, el juicio y la crucificción. Pero antes de estos tristes momentos, se iba a presentar un episodio devocional hacia Jesús.
Jesús regresó a Betania, en donde había hecho el milagro de la resurrección innegable de Lázaro. Para Juan el hecho de la resurrección de Lázaro es central para los eventos que vendrían más adelante.
2. 12.2 A pesar de que los fariseos y sacerdotes habían prohibido cualquier asociación con Jesús. Es probable que esta cena se realizara el sábado antes de la entrada triunfal a Jerusalén, y este debe ser el mismo evento de la cena en la casa de Simón el leproso que encontramos en Mateo y Marcos[6].
3. 12.3-8 El nardo mencionado en la Biblia se extraía de una pequeña planta aromática que nace en la cordillera del Himalaya, denominada nardo indico o espicanardo, “nardos-tachys jatamansi”. Al ser un producto tan costoso, muchos lo adulteraban o hasta lo falsificaban. Pero segun los Evangelios, el que María utilizó, era “genuino”. El hecho de que fuera tan caro indica que venía de un lugar muy distante, probablemente de la India.
De nuevo debemos trasladarnos a la escena: Los judíos no se sentaban a la mesa como lo hacemos los occidentales, sino que se recostaban en almohadas alrededor de la mesa que estaba a una baja altura, quedando sus pies atrás. Jesús estaba reunido con sus amigos en esta celebración en su honor. Platicaban alegremente mientras disfrutaban de los alimentos que les servía Marta. De repente, sin que nadie lo esperara, María se acerca a los pies de Jesús y rompe el delgado cuello de la pequeña botella que deja salir el líquido oleoso y la fragancia que llena todos los rincones de la casa.
Esto no solo era una expresión del amor y la gratitud que sentía esta mujer por su apreciado amigo que le había devuelto a su hermano de la tumba, sino una muestra de adoración, incluyendo el hecho de enjugar con sus propios cabellos los pies del Señor, que de seguro estaban llenos de la suciedad de las calles de Betania, aunado con el hecho del alto valor del frasco de perfume.
Si pensamos que el acto de María fue aplaudido por los presentes, estamos equivocados; según Juan, solo Judas presentó su protesta, pero Mateo dice que todos los discípulos se enojaron con la mujer[7]. No podemos más que aceptar que la pregunta definitivamente es hecha por Judas, quien sabía calcular rápidamente el valor de las cosas y considera que esto vale trescientos denarios, es decir, ¡el salario de todo un año de un jornalero! Unos 3000 dólares actuales.
No puede dejar de llamarnos la atención que a diferencia de Judas y los otros discípulos, Lázaro y Marta, probablemente co-dueños del frasco, no se quejan de la acción de su hermana menor. Esto nos dice que aún los discípulos no comprendían lo que estaba por suceder.
La crítica de Judas parece acusar a María de haber olvidado a aquellos, y en su tiempo grandes cantidades, de personas necesitadas, pero esto era una falsedad, ya que María era una seguidora fiel de Jesús, por lo tanto debía estar llena de misericordia para con los necesitados.
Cuando Juan escribe el Evangelio ya el carácter de Judas se había dado a conocer y es hasta después de su muerte que se dan cuenta que Judas era un ladrón. No podemos creer que cuando Judas fue escogido como apóstol fuera ladrón, sino que más adelante, al verse desilusionado porque el Maestro no tomaba posiciones políticas sino que se limitaba a la parte espiritual, la tentación le arrastró al pecado del robo.
El pensamiento de Jesús era totalmente diferente al de sus discípulos que consideraban incorrecto el acto que hacía María para con Jesús. Ellos lo veían como un botar el dinero, pero Jesús lo tomó como parte de su próximo final en esta tierra. Era un adelanto de su muerte, ya que los judíos acostumbraban a ungir los cadáveres con finos perfumes, pero en el caso de Jesús, al morir no hubo tiempo de la unción ya que acababa el día y seguía el reposo.
Aunque fue Judas el que protestó, Jesús les hace ver a todos que los pobres nunca iban a faltar, y que siempre podrían hacer buenas obras para con ellos. No tenemos razón para pensar que había egoísmo de parte de Jesús, quien siempre se ocupó en ayudar a los pobres, pero en este momento también se debía pensar en Él. Hay quienes creen que con solo ayudar a los pobres se es cristiano, y es verdad que la benevolencia es parte del cristianismo, pero lo más importante de ser cristiano es la obediencia a la Palabra, lo demás es resultado de la obediencia.
De nuevo Jesús les hace ver que su estadía en la tierra era corta y que pronto partiría, por lo que hacía María estaba bien. Era el acto más sublime que ella podía realizar para demostrar su amor para con su Maestro y ese amor sería recordado por siempre.
4. 12.9-11 El hecho de la resurrección de Lázaro debía ser el tema más importante en la conversación diaria del momento. En esos días Jerusalén bullía de gente, venían los judíos de todos los lugares para celebrar la Pascua y lo primero que escuchaban era del joven rabino que había resucitado a alguien conocido por muchos. Esto había que verlo, nadie quería perderse ni un detalle.
A pesar de que los judíos querían ver tanto a Jesús como a Lázaro y regocijarse en un milagro, había quienes veían un peligro en todo este asunto y por ello comenzaron a confabular en contra no solo de Jesús, sino de Lázaro, quien era una contradicción a sus creencias saduceas.
En Juan 9.22 leemos que ya pesaba la amenaza de que el que confesara creer en Jesús sería expulsado de la sinagoga, pero parece que esto no era suficiente para evitar que las multitudes decidieran seguir al joven rabino.
[1] 1 Reyes 16.24.
[2] Lucas 17.
[3] Mateo 19; Marcos 10.
[4] Mateo 20; Lucas 18.
[5] Lucas 19.
[6] Mateo 26.6-13; Marcos 14.3.
[7] Mateo 26.24.