Capítulo 1
I. Animo en la persecución (1.1-12).
A. Gratitud por su crecimiento
1.1-4 Pablo vuelve a saludar a los hermanos de Tesalónica e incluye a Silvano y Timoteo, aunque esto no quiere decir que estos fuesen co-autores de la epístola.
El reconocimiento que Pablo hace a los cristianos en esa ciudad es algo que debe darles mucho ánimo. La petición que había hecho en 1 Tesalonicenses 3.12-13 había sido contestada con creces, a tal punto que ellos podían darse el lujo de mostrar cierto orgullo, no del pecaminoso, sino de la satisfacción que da cuando el trabajo hecho produce frutos buenos.
Este pasaje ha sido mal interpretado por un grupo pentecostal que se ha denominado “Asambleas de Dios”, basándose en estas Escrituras, pero no es que hubiese alguna congregación o grupo de congregaciones que se llamara de esta manera, sino que él se dirigía a la “Iglesia” utilizando palabras como “asambleas de Dios” o “asambleas de Cristo”, etc., sin que estas fuesen diferentes. Hay que tomar en cuenta que en realidad la Iglesia no tiene nombre, y las denominaciones han sido inventadas por los hombres, incluyendo la que dice “Iglesia de Cristo”, pues si bien es cierto que somos comprados con la sangre de Cristo, también hay que tomar en cuenta que Dios es el Padre, por lo que podríamos llamar a la asamblea “Iglesia de Dios”, y el Espíritu Santo es quien la sostiene, por lo que podríamos llamarla “Iglesia del Espíritu Santo”, pero ni Cristo, ni los Enviados pusieron nombre en ningún momento a la Iglesia, por lo que es correcto es dirigirnos a ella como la “Iglesia”, sin ningún tipo de apelativo de más.
Los hermanos en Tesalónica se habían destacado aguantando con fe y con valor las pruebas que les habían sobrevenido[1], y eso era de admirar.
B. Coraje en la persecución
1.5-10 Los creyentes en Tesalónica habían soportado las pruebas, pero esto no se quedaría así, sino que la venganza de parte de Dios se mostraría sobre los transgresores, ya que lo que habían hecho no era a cualquier persona, sino que habían lastimado a los hijos de Dios, quienes habían sido considerados dignos del Reino de Dios no por sus méritos, sino por la misericordia de Dios en Cristo Jesús.
Es curioso que Pablo hable aquí de los frutos de las pruebas, y de cómo en lugar de ser algo que debe ser visto como negativo más bien debe ser tomado como algo que fortalece la fe del creyente, pero en la actualidad los propulsores de la falsa doctrina de la “prosperidad” enseñan que el cristiano victorioso es el que no tiene mayores problemas y que todo les sale bien.
Lo que no esperaban, quizá ni los mismos cristianos, es que Dios esté preparando una venganza contra todos los que han causado dolor a los creyentes. No es simplemente dar una venganza así porque sí, sino dar un justo juicio. ¡A los hombres nos encanta cuando se hace justicia! Desde pequeños nos contaban relatos en donde el malvado terminaba sufriendo, mientras que el bueno era salvado justo a tiempo. ¿Nos gustará a todos que el justo juicio de Dios sea aplicado? Son muchos los que se burlan de las leyes terrenales, pero nadie podrá comprar la justicia de Dios, sino que El dará a cada cual lo que le corresponde.
No es correcto que el cristiano busque vengarse, pero si es justo que Dios sea quien castigue a los malvados. Dios siempre ha pagado lo que le corresponde a cada cual, no fue injusto al lanzar del Edén a Adán y a Eva, como tampoco lo fue cuando castigó a Caín, o cuando envió el diluvio sobre la tierra o cayó fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra. Tampoco podemos decir que no fue justo que Dios sacara al pueblo de Israel con brazo fuerte de Egipto, o que castigase a Nadab y a Abiú en el desierto, o cuando se abrió la tierra para tragarse a Coré, Datán y a Abiram o a la hora de castigar a los incrédulos vagando cuarenta años en el desierto por su falta de fe. Todo castigo que Dios aplicó fue correcto y justo, así será por siempre y lo hará también en el día final.
Hay quienes quieren tratar de hacer ver a Dios como un viejecito débil que sucumbirá al final por nuestro llanto, pero se olvidan que Dios es justo, que El proveyó un camino para la salvación que debe ser tomado hoy, no cuando el hombre quiera, porque quizá ese momento puede ser muy tarde. Olvidan que nadie se salvará en el último momento, porque la salvación conlleva todo un proceso que fue establecido por Dios y que el hombre no puede manipularlo.
La enseñanza de Pablo es que el Señor vendrá con sus mensajeros, con todo su poder, en llama ardiente de fuego, y castigará, no mandará un preaviso, sino que el castigo caerá directamente sobre los que actuaron mal. El castigo no es algo figurado, ni simbólico, así como no lo fue el fuego que cayó sobre Sodoma, ni el pez que tragó a Jonás. Si es justo que se le dé un premio a los que vivieron justamente, lo es también que se le de castigo al que hizo lo malo.
Pero hay quienes consideran que Dios es demasiado amoroso como para poder aplicar un castigo literal, y por lo tanto hasta tratan de eliminar la palabra pecado del vocabulario y la han cambiado por la palabra “error”, y de esta manera sienten que lo que hacen no es tan grave. Así, de esta manera, los borrachos se convirtieron en “enfermos alcohólicos”; los drogadictos se convierten en “narco dependientes”; los adúlteros lo hacen en aventureros, etc. Ya no hay mentiras, sino que son solo opiniones diferentes. Los líderes religiosos no pueden exhortar de manera honesta porque ellos mismos deben ser exhortados. De esta manera los sermones ahora tienen como tema asuntos sociales y se habla mucho de superación personal, pero temas como el infierno y el castigo eterno se convirtieron en tabú.
Y ¿qué va a pasar con los que vivimos en santidad? Si es justo que a los malos se les castigue con todo el rigor, también lo es que a los que actuaron de acuerdo a la Voluntad de Dios se les premie con paz, que se les de alivio de todo el dolor sufrido, tal y como es justo que cuando el labriego termina su dura tarea en el campo, en la noche pueda descansar, y siente el alivio en el cuerpo que ha estado todo el día postrado ante la tierra.
¿Cuándo ocurrirá esta bendición? No será en este mundo, como quieren hacer creer los falsos predicadores de la prosperidad, sino cuando el Señor sea manifestado desde el cielo. Comienza Pablo a describir cómo será el día del Juicio. Tomemos en cuenta que lo que está relatando sucederá en un tiempo muy corto, casi instantáneo, porque Dios no está sujeto al tiempo ni al espacio.
Dice Pablo que Jesús se manifestará con los mensajeros de su poder, con lo que se ha llamado sus “ángeles”. ¿Cuántos? De seguro será con las legiones que le acompañarán no porque necesite guardaespaldas, porque El es Todopoderoso, sino que vendrán acompañándole. Vendrá en “llama de fuego”, porque una vez vino en paz, buscando reconciliar al hombre con Dios, naciendo como un niño inocente y desvalido en una pequeña aldea de Israel, y vivió como un hombre sencillo, hasta que fue asesinado en una cruz en el Gólgota. Pero ahora regresa en llama de fuego, símbolo del castigo, y eso es lo que trae a los que no han querido obedecer a Dios, los que no le conocen, pero no porque no sepan que existe, sino porque no han querido someterse a Su Voluntad.
Etimológicamente el término “ateo” proviene del adjetivo griego αθεος, atheós, que significa “sin dios”, en cualquiera de los dos sentidos, de no creer en uno o más dioses o de no venerarlos; siendo “a” la partícula negativa “no” o “sin”; y theós: “dios”[2]. Aunque exista el término etimológico “ateo”, la realidad es que el único ateo que puede existir es el mismo Dios, porque El no puede creer que exista un ser superior a sí mismo, mientras que entre los hombres no es posible que alguien pueda ser llamado ateo debido a que esta persona tendría que ser el ser humano supremo y estar sobre todos los demás. De esta manera, no puede existir nadie que diga que no cree en Dios, no importa el concepto que tenga, pero todos los hombres creemos en un Ser Superior. Entonces, cuando Pablo dice que ellos no conocieron a Dios se está refiriendo no a que no supieran que existe un Ser Divino, sino a que no quisieron obedecerle y se rebelaron contra El. Luego Pablo lo explica cuando escribe los romanos[3].
¿Puede decirse que una persona religiosa no conoce a Dios? ¡Sí! Una persona que no conoce a Dios es aquella que:
1. No tiene la Palabra de Dios morando en su corazón[4].
2. Ignora las Escrituras[5].
3. No conoce a Cristo[6].
Por lo tanto, una persona, aunque sea religiosa, pero que no obedece a las Escrituras, que no pone en primer lugar Sus enseñanzas, no puede conocer a Cristo, y por ello hace las cosas no de acuerdo a la Voluntad de Dios sino a su propio deseo, lo que le lleva a no conocer a Dios y a ser candidato al castigo eterno.
En Estados Unidos hay cerca de 4 mil grupos religiosos que se hacen llamar la verdadera Iglesia, pero tienen enseñanzas que se oponen directamente unas a otras. Incluso, en grupos tan ortodoxos como la Iglesia de Cristo hay divisiones profundas que nos dejan preguntando: ¿Cuál es la verdadera Iglesia? Solo en Costa Rica encontramos a la Iglesia de Cristo “musical”, la Iglesia de Cristo “Internacional”, la Iglesia de Cristo “Valdosta”, la Iglesia de Cristo de “una copa”, y la Iglesia de Cristo “liberal”. ¿Cuál es la verdadera? ¿Son todas correctas o están todas equivocadas? Al hablar con sus líderes y hacer estas preguntas, ellos dicen que hay que reunirse con los que estén enseñando lo que la Biblia dice, pero ninguno acepta que está equivocado en algo y no está dispuesto a reunirse con ninguno de los demás, mucho menos buscar ponerse de acuerdo con ellos.
Entonces, ¿cómo hago para saber si soy parte de la verdadera Iglesia? Cuando lo que hago está de acuerdo a lo que enseña la Palabra de Dios, cuando no permito que nadie me compre mi conciencia ya sea con favores o a través del miedo, cuando lo que importa no es lo que digan los hombres sino lo que dice el Señor. Jesucristo no murió por 4 mil sectas, murió por una y única Iglesia, y eso debemos comprenderlo y esforzarnos porque seamos parte de ella.
Es importante que entendamos que al hablar de destrucción eterna, no habla de aniquilación, como enseñan los russellistas, sino de castigo eterno, del que ya no hay perdón, porque ¿qué castigo sería si simplemente me desconectan y ya no me doy cuenta de nada más? El solo hecho de estar separado toda la eternidad de presencia del Señor es el mayor castigo que puede sobrevenir sobre cualquiera, pero el gozo eterno definitivamente es poder gozar de comunión con el Señor por la eternidad.
Los que hemos creído en el Señor y decidimos obedecer Su Voluntad, podremos gozarnos, mientras que los que no creyeron en El, sufrirán llenos de terror.
C. Oración por la bendición de Dios
1.11-12 Pablo mantiene el gozo por los tesalonicenses, por quienes ora constantemente. ¡Cuán importante es la oración intercesora para todos! Pero no solo que alguien esté orando por nosotros, sino que nos lo haga saber.
La oración de Pablo es que Dios les tenga por dignos de Su llamamiento, pero no debe quedarse solo en la oración del Enviado, sino que debe haber acción por parte de los tesalonicenses, y de nosotros, actuando cada día tal y como lo haría Jesús. Y no es solo que vivamos demostrando que somos cristianos con el cargar una Biblia, sino que nuestro pensamiento y cada cosa que hagamos en nuestra vida cotidiana debe estar saturada del ejemplo que nos ha dado Jesús. Es triste ver cristianos que no avanzan nada, a pesar que los años van avanzando; ayer precisamente me quedé sorprendido cuando mencioné un pasaje de Hebreos a un creyente de por vida, pero él me dijo que nunca había leído esa epístola.
El crecimiento del cristiano está supeditado a la cantidad de tiempo y esfuerzo que pongamos en ello. Aprendemos a orar, orando; aprendemos de la Biblia, leyéndola; aprendemos a ofrendar, dando; seremos evangelistas, evangelizando. Daniel, el profeta, decidió no contaminarse con la comida del rey[7], fue una decisión personal que él tenía que poner en práctica, no esperando que Dios hiciera algún acto portentoso para obedecer. Así, si queremos crecer como cristianos, debemos actuar con esa mentalidad.
[1] Hechos 17.5-9, 13.
[2] Wikipedia. Ateo.
[3] Romanos 1.19-21.
[4] Juan 5.38.
[5] Mateo 22.29.
[6] Juan 14.7.
[7] Daniel 1.8.
A. Gratitud por su crecimiento
1.1-4 Pablo vuelve a saludar a los hermanos de Tesalónica e incluye a Silvano y Timoteo, aunque esto no quiere decir que estos fuesen co-autores de la epístola.
El reconocimiento que Pablo hace a los cristianos en esa ciudad es algo que debe darles mucho ánimo. La petición que había hecho en 1 Tesalonicenses 3.12-13 había sido contestada con creces, a tal punto que ellos podían darse el lujo de mostrar cierto orgullo, no del pecaminoso, sino de la satisfacción que da cuando el trabajo hecho produce frutos buenos.
Este pasaje ha sido mal interpretado por un grupo pentecostal que se ha denominado “Asambleas de Dios”, basándose en estas Escrituras, pero no es que hubiese alguna congregación o grupo de congregaciones que se llamara de esta manera, sino que él se dirigía a la “Iglesia” utilizando palabras como “asambleas de Dios” o “asambleas de Cristo”, etc., sin que estas fuesen diferentes. Hay que tomar en cuenta que en realidad la Iglesia no tiene nombre, y las denominaciones han sido inventadas por los hombres, incluyendo la que dice “Iglesia de Cristo”, pues si bien es cierto que somos comprados con la sangre de Cristo, también hay que tomar en cuenta que Dios es el Padre, por lo que podríamos llamar a la asamblea “Iglesia de Dios”, y el Espíritu Santo es quien la sostiene, por lo que podríamos llamarla “Iglesia del Espíritu Santo”, pero ni Cristo, ni los Enviados pusieron nombre en ningún momento a la Iglesia, por lo que es correcto es dirigirnos a ella como la “Iglesia”, sin ningún tipo de apelativo de más.
Los hermanos en Tesalónica se habían destacado aguantando con fe y con valor las pruebas que les habían sobrevenido[1], y eso era de admirar.
B. Coraje en la persecución
1.5-10 Los creyentes en Tesalónica habían soportado las pruebas, pero esto no se quedaría así, sino que la venganza de parte de Dios se mostraría sobre los transgresores, ya que lo que habían hecho no era a cualquier persona, sino que habían lastimado a los hijos de Dios, quienes habían sido considerados dignos del Reino de Dios no por sus méritos, sino por la misericordia de Dios en Cristo Jesús.
Es curioso que Pablo hable aquí de los frutos de las pruebas, y de cómo en lugar de ser algo que debe ser visto como negativo más bien debe ser tomado como algo que fortalece la fe del creyente, pero en la actualidad los propulsores de la falsa doctrina de la “prosperidad” enseñan que el cristiano victorioso es el que no tiene mayores problemas y que todo les sale bien.
Lo que no esperaban, quizá ni los mismos cristianos, es que Dios esté preparando una venganza contra todos los que han causado dolor a los creyentes. No es simplemente dar una venganza así porque sí, sino dar un justo juicio. ¡A los hombres nos encanta cuando se hace justicia! Desde pequeños nos contaban relatos en donde el malvado terminaba sufriendo, mientras que el bueno era salvado justo a tiempo. ¿Nos gustará a todos que el justo juicio de Dios sea aplicado? Son muchos los que se burlan de las leyes terrenales, pero nadie podrá comprar la justicia de Dios, sino que El dará a cada cual lo que le corresponde.
No es correcto que el cristiano busque vengarse, pero si es justo que Dios sea quien castigue a los malvados. Dios siempre ha pagado lo que le corresponde a cada cual, no fue injusto al lanzar del Edén a Adán y a Eva, como tampoco lo fue cuando castigó a Caín, o cuando envió el diluvio sobre la tierra o cayó fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra. Tampoco podemos decir que no fue justo que Dios sacara al pueblo de Israel con brazo fuerte de Egipto, o que castigase a Nadab y a Abiú en el desierto, o cuando se abrió la tierra para tragarse a Coré, Datán y a Abiram o a la hora de castigar a los incrédulos vagando cuarenta años en el desierto por su falta de fe. Todo castigo que Dios aplicó fue correcto y justo, así será por siempre y lo hará también en el día final.
Hay quienes quieren tratar de hacer ver a Dios como un viejecito débil que sucumbirá al final por nuestro llanto, pero se olvidan que Dios es justo, que El proveyó un camino para la salvación que debe ser tomado hoy, no cuando el hombre quiera, porque quizá ese momento puede ser muy tarde. Olvidan que nadie se salvará en el último momento, porque la salvación conlleva todo un proceso que fue establecido por Dios y que el hombre no puede manipularlo.
La enseñanza de Pablo es que el Señor vendrá con sus mensajeros, con todo su poder, en llama ardiente de fuego, y castigará, no mandará un preaviso, sino que el castigo caerá directamente sobre los que actuaron mal. El castigo no es algo figurado, ni simbólico, así como no lo fue el fuego que cayó sobre Sodoma, ni el pez que tragó a Jonás. Si es justo que se le dé un premio a los que vivieron justamente, lo es también que se le de castigo al que hizo lo malo.
Pero hay quienes consideran que Dios es demasiado amoroso como para poder aplicar un castigo literal, y por lo tanto hasta tratan de eliminar la palabra pecado del vocabulario y la han cambiado por la palabra “error”, y de esta manera sienten que lo que hacen no es tan grave. Así, de esta manera, los borrachos se convirtieron en “enfermos alcohólicos”; los drogadictos se convierten en “narco dependientes”; los adúlteros lo hacen en aventureros, etc. Ya no hay mentiras, sino que son solo opiniones diferentes. Los líderes religiosos no pueden exhortar de manera honesta porque ellos mismos deben ser exhortados. De esta manera los sermones ahora tienen como tema asuntos sociales y se habla mucho de superación personal, pero temas como el infierno y el castigo eterno se convirtieron en tabú.
Y ¿qué va a pasar con los que vivimos en santidad? Si es justo que a los malos se les castigue con todo el rigor, también lo es que a los que actuaron de acuerdo a la Voluntad de Dios se les premie con paz, que se les de alivio de todo el dolor sufrido, tal y como es justo que cuando el labriego termina su dura tarea en el campo, en la noche pueda descansar, y siente el alivio en el cuerpo que ha estado todo el día postrado ante la tierra.
¿Cuándo ocurrirá esta bendición? No será en este mundo, como quieren hacer creer los falsos predicadores de la prosperidad, sino cuando el Señor sea manifestado desde el cielo. Comienza Pablo a describir cómo será el día del Juicio. Tomemos en cuenta que lo que está relatando sucederá en un tiempo muy corto, casi instantáneo, porque Dios no está sujeto al tiempo ni al espacio.
Dice Pablo que Jesús se manifestará con los mensajeros de su poder, con lo que se ha llamado sus “ángeles”. ¿Cuántos? De seguro será con las legiones que le acompañarán no porque necesite guardaespaldas, porque El es Todopoderoso, sino que vendrán acompañándole. Vendrá en “llama de fuego”, porque una vez vino en paz, buscando reconciliar al hombre con Dios, naciendo como un niño inocente y desvalido en una pequeña aldea de Israel, y vivió como un hombre sencillo, hasta que fue asesinado en una cruz en el Gólgota. Pero ahora regresa en llama de fuego, símbolo del castigo, y eso es lo que trae a los que no han querido obedecer a Dios, los que no le conocen, pero no porque no sepan que existe, sino porque no han querido someterse a Su Voluntad.
Etimológicamente el término “ateo” proviene del adjetivo griego αθεος, atheós, que significa “sin dios”, en cualquiera de los dos sentidos, de no creer en uno o más dioses o de no venerarlos; siendo “a” la partícula negativa “no” o “sin”; y theós: “dios”[2]. Aunque exista el término etimológico “ateo”, la realidad es que el único ateo que puede existir es el mismo Dios, porque El no puede creer que exista un ser superior a sí mismo, mientras que entre los hombres no es posible que alguien pueda ser llamado ateo debido a que esta persona tendría que ser el ser humano supremo y estar sobre todos los demás. De esta manera, no puede existir nadie que diga que no cree en Dios, no importa el concepto que tenga, pero todos los hombres creemos en un Ser Superior. Entonces, cuando Pablo dice que ellos no conocieron a Dios se está refiriendo no a que no supieran que existe un Ser Divino, sino a que no quisieron obedecerle y se rebelaron contra El. Luego Pablo lo explica cuando escribe los romanos[3].
¿Puede decirse que una persona religiosa no conoce a Dios? ¡Sí! Una persona que no conoce a Dios es aquella que:
1. No tiene la Palabra de Dios morando en su corazón[4].
2. Ignora las Escrituras[5].
3. No conoce a Cristo[6].
Por lo tanto, una persona, aunque sea religiosa, pero que no obedece a las Escrituras, que no pone en primer lugar Sus enseñanzas, no puede conocer a Cristo, y por ello hace las cosas no de acuerdo a la Voluntad de Dios sino a su propio deseo, lo que le lleva a no conocer a Dios y a ser candidato al castigo eterno.
En Estados Unidos hay cerca de 4 mil grupos religiosos que se hacen llamar la verdadera Iglesia, pero tienen enseñanzas que se oponen directamente unas a otras. Incluso, en grupos tan ortodoxos como la Iglesia de Cristo hay divisiones profundas que nos dejan preguntando: ¿Cuál es la verdadera Iglesia? Solo en Costa Rica encontramos a la Iglesia de Cristo “musical”, la Iglesia de Cristo “Internacional”, la Iglesia de Cristo “Valdosta”, la Iglesia de Cristo de “una copa”, y la Iglesia de Cristo “liberal”. ¿Cuál es la verdadera? ¿Son todas correctas o están todas equivocadas? Al hablar con sus líderes y hacer estas preguntas, ellos dicen que hay que reunirse con los que estén enseñando lo que la Biblia dice, pero ninguno acepta que está equivocado en algo y no está dispuesto a reunirse con ninguno de los demás, mucho menos buscar ponerse de acuerdo con ellos.
Entonces, ¿cómo hago para saber si soy parte de la verdadera Iglesia? Cuando lo que hago está de acuerdo a lo que enseña la Palabra de Dios, cuando no permito que nadie me compre mi conciencia ya sea con favores o a través del miedo, cuando lo que importa no es lo que digan los hombres sino lo que dice el Señor. Jesucristo no murió por 4 mil sectas, murió por una y única Iglesia, y eso debemos comprenderlo y esforzarnos porque seamos parte de ella.
Es importante que entendamos que al hablar de destrucción eterna, no habla de aniquilación, como enseñan los russellistas, sino de castigo eterno, del que ya no hay perdón, porque ¿qué castigo sería si simplemente me desconectan y ya no me doy cuenta de nada más? El solo hecho de estar separado toda la eternidad de presencia del Señor es el mayor castigo que puede sobrevenir sobre cualquiera, pero el gozo eterno definitivamente es poder gozar de comunión con el Señor por la eternidad.
Los que hemos creído en el Señor y decidimos obedecer Su Voluntad, podremos gozarnos, mientras que los que no creyeron en El, sufrirán llenos de terror.
C. Oración por la bendición de Dios
1.11-12 Pablo mantiene el gozo por los tesalonicenses, por quienes ora constantemente. ¡Cuán importante es la oración intercesora para todos! Pero no solo que alguien esté orando por nosotros, sino que nos lo haga saber.
La oración de Pablo es que Dios les tenga por dignos de Su llamamiento, pero no debe quedarse solo en la oración del Enviado, sino que debe haber acción por parte de los tesalonicenses, y de nosotros, actuando cada día tal y como lo haría Jesús. Y no es solo que vivamos demostrando que somos cristianos con el cargar una Biblia, sino que nuestro pensamiento y cada cosa que hagamos en nuestra vida cotidiana debe estar saturada del ejemplo que nos ha dado Jesús. Es triste ver cristianos que no avanzan nada, a pesar que los años van avanzando; ayer precisamente me quedé sorprendido cuando mencioné un pasaje de Hebreos a un creyente de por vida, pero él me dijo que nunca había leído esa epístola.
El crecimiento del cristiano está supeditado a la cantidad de tiempo y esfuerzo que pongamos en ello. Aprendemos a orar, orando; aprendemos de la Biblia, leyéndola; aprendemos a ofrendar, dando; seremos evangelistas, evangelizando. Daniel, el profeta, decidió no contaminarse con la comida del rey[7], fue una decisión personal que él tenía que poner en práctica, no esperando que Dios hiciera algún acto portentoso para obedecer. Así, si queremos crecer como cristianos, debemos actuar con esa mentalidad.
[1] Hechos 17.5-9, 13.
[2] Wikipedia. Ateo.
[3] Romanos 1.19-21.
[4] Juan 5.38.
[5] Mateo 22.29.
[6] Juan 14.7.
[7] Daniel 1.8.