Capítulo 8
La Iglesia Misionera
1. Saulo
persigue a la Iglesia.
8.1-3 No puedo pensar que Saulo fuese mala gente, sino que pienso que él creía estar haciendo lo correcto, lo cual nos demuestra que no siempre lo que pensamos que es lo correcto realmente lo sea. Saulo estaba de acuerdo con la muerte de Esteban porque pensaba que Esteban era un hereje, y por ello se convirtió en el líder de la persecusión contra la Iglesia en Jerusalén, cuando la mayor parte de los cristianos de aquella ciudad sufrieron por esto, aunque los Enviados estuvieron exentos de esta persecusión.
En esto se hace un peréntesis para informar que el cuerpo de Esteban fu enterrado y se lamentó su muerte puesto que fue un hombre entregado al Señor.
Saulo se dedicó pr completo a perseguir a los cristianos de tal manera que no tenía temor de ir de casa por casa sacando a los creyentes, hombres o mujeres, para que fueran encarcelados.
B. La Iglesia Misionera.
El Señor demuestra que todo lo tiene bajo control. El mandato de Jesús fue que salieran a todas las naciones para anunciar el Evangelio, pero parece que los primeros cristianos se quedaron muy cómodos en Jerusalén y por ello se desata la persecusión encabezada por Saulo, lo que produce una migración a diferentes lugares del Imperio, como podemos ver en los ejemplos que se dan más adelante.
1. Testimonio de Felipe a los samaritanos.
8.4-25 En el versículo 4 se usa la “ευαγγελιζομενοι”, mientras que en el versículo 5 se usa “εκηρυσσεν”, y las dos son traducidas “predicando”, pero hay una gran diferencia. En el versículo 4 se refiere al trabajo normal y natural de todo cristiano de vivir santamente y hablar con los demás sobre lo que ha hecho el Señor en nuestra vida; mientras que la del versículo 5 se refiere al trabajo de tiempo completo de un proclamador del Evangelio.
Con la persecusión, comenzó el trabajo de la evangelización del mundo conocido. La furia de Saulo no iba a detener el Reino de los Cielos, sino que más bien lo iba a esparcir.
Felipe, el servidor de las mesas, fue a Samaria. Del hebreo “Shomron”, es una región situada en el norte de la margen occidental del río Jordán. Samaria estaba al norte de Judea, en el territorio donde se establecieron las tribus de Efraín, Manasés occidental y parte de Benjamín. El nombre de “Samaria” deriva de una antigua ciudad bíblica del mismo nombre, situada en una colina al noroeste de Siquem, que se encuentra cerca del centro de Samaria, y fue la capital del Reino de Israel. Fue fundada por el sexto Rey de Israel, Omrí, que reinó entre 876-869 a.C., y quien la convirtió en la capital de su reino.
Se encontraba a unos 9,5 kilómetros al noroeste de Siquem, y ocupaba una posición destacada en la cima de una colina aislada y redondeada, con la vista del Mar Mediterráneo. Al norte, Samaria está limitada por el Valle de Jezreel; al este, por el río Jordán; al oeste por el Monte Carmelo, en el norte, y la región de Sharon, en el sur; al sur por Judea, las montañas de Jerusalén. Las colinas de Samaria no son demasiado elevadas, apenas superan los 800 metros. El clima de Samaria es más benigno que el de Judea. Su situación estratégica, más la riqueza y la belleza de sus alrededores, hacían de ella una sabia elección como capital.
Las principales ciudades de la región son las localidades palestinas Yenín, Nablús/Shechem, Qalqiliya y Tulkarem, además de la ciudad israelí de Ariel.
En el 966 a.C., Salomón, el hijo de David y Betsabé, comienza su reinado, que dura hasta 926 a.C. Coincidió con un periodo de auge económico, que fue decayendo hacia el final de su reinado, durante el cual se originaron algunas insurrecciones.
La enemistad entre judíos y samaritanos se originó cuando se separaron los reinos del norte y del sur, separación que duró desde la secesión en los días de Jeroboan I, en el año 931 a.C., hasta el cautiverio de las tribus del norte en 722 a. C.
En el 926 a.C., las tribus del norte de Israel se rebelan contra el gobierno del rey Salomón, por las condiciones de miseria en que viven. Se enfrentan al hijo de Salomón, el rey Roboam, y se separan de Judea, eligiendo como rey a Jeroboam. Surgen así dos reinos:
a. Israel en el norte, con capital en Siquem.
b. Judá en el sur, con capital en Jerusalén.
Omri compró el monte de Samaria a Shemer, de donde procede la etimología de su nombre, por dos talentos de plata y edificó allí la nueva capital de Israel[1]. Aunque Omri empezó a edificar la ciudad, la construcción se terminó durante el reinado de su hijo Acab. Fue una de las pocas ciudades fundadas por los israelitas, y siguió siendo la principal de Israel mientras existió el reino. También era el sitio donde recibían sepultura los reyes de Israel[2]. Omri, ya sea a la fuerza o como consecuencia de un pacto, les proporcionó en Samaria posibilidades mercantiles a los mercaderes sirios[3]. Los descubrimientos arqueológicos revelan que esta ciudad fue planeada y construida con un estilo digno de un rey fuerte e influyente. La casa del rey la construyeron en el punto más alto, y cerca de ella Acab edificó para su esposa Jezabel un templo dedicado a Baal. Se han desenterrado quinientos pedazos de marfil, que probablemente pertenecieron a la casa de marfil que Acab también construyó[4].
En el 875 a.C., los dos reinos judíos son acosados por los arameos de Damasco y por los filisteos. El rey de Israel, Omrí, traslada la capital, Tirsá, a Samaria, ya que está más protegida y mejor fortificada. Se alían con Tiro, la antigua ciudad fenicia.
En el 845 a.C., Jehú es ungido rey de Israel por el profeta Eliseo. Depone a los reyes Omrí y Joram. El rey Ocozías de Judá, hijo de Joram, es asesinado en el año 846 a.C. Su madre Atalía se hace con el poder e inicia en Jerusalén una persecución contra los que se oponen al culto del dios Baal. Seis años después, Atalía es asesinada.
En el 838 a.C., Joás, hijo de Ocozías, es coronado rey de Judá. En Jerusalén se destruye el templo de Baal y a sus sacerdotes. Se restaura la religión de Adonay.
La misma actitud toma Jehú en Israel, destruyendo el templo de Baal en Samaria. Se aviene a pagar un tributo a Salmanassar III para defenderse de los arameos de Damasco.
Desde los comienzos de su historia, Samaria fue un centro de culto pagano y de idolatría, Jezabel, la esposa de Acab, introdujo el culto de Baal en la ciudad, y luego se levantaron un templo y un altar en honor del dios[5]. El culto de Asera también encontró apoyo por parte de la casa real[6]. Una gran corrupción moral fue el resultado de este grosero sistema de idolatría[7]. Los profetas denunciaron con denuedo la apostasía[8]. Elías[9] y su sucesor Eliseo, quienes aparentemente vivieron en Samaria, trabajaron esforzadamente para contrarrestar la impiedad[10].
En los días de Acab, las fortificaciones de la ciudad llegaron a tal grado de perfección que los sirios no la pudieron tomar; aun los asirios, maestros en el arte de apoderarse de ciudades fortificadas, solo la conquistaron después de un asedio de 3 años[11]. Cuando finalmente cayó, casi 30.000 ciudadanos fueron llevados cautivos rumbo al exilio y los reemplazaron con habitantes que eran una mezcla de pueblos paganos de otras provincias que los asirios habían conquistado[12]. Esos pueblos trajeron consigo sus dioses paganos; pero cuando sobrevino un desastre a esos nuevos colonos, los asirios, movidos por su superstición, enviaron a Samaria a un sacerdote israelita para que les hiciera conocer al Dios del país. La mezcla de los israelitas que permanecieron en el país con los inmigrantes paganos produjo una religión mixta, que era en parte un culto a Adonay y en parte un ritual pagano.
En el 722 a.C., después de su caída ante Salmanasar V o Sargón II, Samaria se convirtió en la cabecera de una provincia asiria, con el nombre de Samerena. A dos de los gobernadores que desempeñaron sus cargos durante el siglo VII a.C., se los conoce, sobre la base de registros cuneiformes, como Nabû-kêna-utsur[13] y Nabû-shar-ahhêshu[14]. Nada se sabe sobre la forma de su administración, pero haciendo comparaciones con otras regiones del imperio es fácil pensar que tenía un solo propósito, a saber, obtener tanto tributo como fuera posible extraer, en productos de la tierra, de la población oprimida.
Cuando el territorio de Samaria cayó en manos de los babilonios, y más tarde en las de los persas, posiblemente la forma de administración haya sido la misma: Con un gobernador que representaba a la corona. Podía ser un extranjero o un nativo del lugar nombrado por el gobierno central. Un gobernador de Samaria durante el período persa fue enemigo de Nehemías: Sanbalat, que es bien conocido por la Biblia[15] y por los papiros de Elefantina. Gracias a estos papiros y a otros descubiertos en 1962 en una caverna del Wâd Dâliyeh, a unos 16 kilómetros al nornoroeste de Jericó, se conocen los nombres de varios gobernadores del período persa sucesores de Sanbalat.
Cuando los judíos regresaron de Babilonia a Judea, la mezcolanza religiosa de los samaritanos se convirtió en una razón muy poderosa para su odio entre los dos pueblos. Casi inmediatamente hubo fricciones entre ellos. Los samaritanos pusieron estorbos para la reedificación de las ciudades judías, y cuando hicieron propuestas de alianza, los judíos las rechazaron terminantemente. Los samaritanos establecieron su propio templo en el monte Gerizim como rival al de Jerusalén. Esta enemistad nunca mejoró.
Cuando Alejandro Magno invadió Siria en el 333 a.C., ocupó Samaria y la hizo la sede de una gobernación. Pero Andrómaco, el gobernador instalado allí, fue asesinado por los samaritanos entre el 332 y el 331 a.C., cuando aquel se encontraba en Egipto. En consecuencia, Alejandro castigó severamente a sus habitantes, los trasladó a Siquem y la repobló con 1043 siro-macedonios. Como resultado, Samaria fue una de las primeras ciudades helenísticas de Palestina.
Durante las luchas de los macabeos, los samaritanos cooperaron con Antíoco Epífanes. Entre los dos pueblos no había trato social de ninguna clase[16].
Alrededor del 108 a.C., después de un sitio de un año, Juan Hircano, el rey macabeo de Judá, la conquistó y, en un intento de hacer desaparecer hasta los vestigios de su antigua gloria y su poder, se dedicó a demolerla sistemáticamente.
Con el correr de los años fue reconstruida, y cuando Pompeyo llegó a Palestina[17] la anexó a la provincia de Siria; luego, Gabino la fortificó. Poco después de esto, Samaria pasó por su período más glorioso, cuando Herodes el Grande, que se casó allí con Mariamne, su esposa favorita, y a quien se le dio en obsequio la ciudad, la reconstruyó, la volvió a fortificar y la embelleció con edificios magníficos, de los cuales todavía quedan algunas ruinas impresionantes. También le cambió el nombre por el de Sebaste, el femenino de Sebastós, “majestuoso”, el equivalente griego de Augustus. Ha conservado ese nombre hasta el día de hoy, puesto que se llama Sebastiyeh.
Cuando Cristo nació, Samaria formaba parte del reino de Herodes. Después de su muerte, su hijo Arquelao la recibió en herencia[18], junto con Judea e Idumea. Esas 3 regiones siguieron siendo una unidad política durante todo el tiempo del Nuevo Testamento, y fueron gobernadas por procuradores romanos desde el 6 hasta el 41 d.C., en cuyo tiempo se llevó a cabo el ministerio de Cristo, y de nuevo desde el 44 hasta el 66. En el lapso transcurrido entre el 41 y el 44 d.C., Samaria formó parte del reino de Agripa I, que gobernó sobre una región equivalente a la de su abuelo: Herodes el Grande[19].
Durante la rebelión judía[20], los rebeldes tomaron Sebaste y la quemaron. La ciudad quedó abandonada hasta que el emperador Severo la reedificó a fines del siglo II. Durante este período, Samaria gozó de su última época de prosperidad. Reedificaron el templo, el estadio y la plaza, y construyeron un teatro al aire libre.
En la Era Cristiana, Samaria o Sebaste, fue sobrepasada en tamaño e importancia por Neápolis, ahora Nâblus, la sucesora de la antigua Siquem, aunque Sebaste llegó a ser la sede de un obispado. Esta sede episcopal fue reestablecida por los cruzados, y un obispo griego, que hoy reside en Jerusalén, sigue derivando su título de Sebaste, aunque esta no sea más que una aldea[21].
Felipe predicaba que Jesús es el Mesías que habían estado esperando, el Hijo de Dios que murió para salvarnos, y las multitudes escuchaban la predicación y los que tenían espíritus inmundos eran liberados, saliendo estos dando gritos, lo cual impresionaba al pueblo, pero que también se alegraba al ver que estos eran liberados.
Había un hombre llamado Simón, un mago, probablemente uno de los muchos engañadores que practicaban la magia, aprovechándose del clima de superstición de la zona. Hay que recorder que Dios prohíbe toda forma de magia o hechicería en Su Palabra[22]. La mayoría de los magos o hechiceros son simples charlatanes, pero aún así, son usados por Satanás para engañar a las personas y alejarlas del Evangelio.
Aunque Simón había cautivado a las multitudes, ahora vino un hombre con verdadero poder y con una enseñanza nueva que le quitaba su audiencia. Felipe estaba poniendo en evidencia la mentira de Simón y de muchos otros que hacían lo mismo que él. Hoy día, los cristianos debemos poner en evidencia la mentira de los que se dicen ser “siervos de Dios” y no lo son.
La gente había aceptado ser engañada por mucho tiempo. Digo que aceptaron, porque nadie engaña a nadie que no lo desee. He escuchado a Dante Gebel y a Carlos “Cash” Luna aceptar que ellos desean ser más adinerados de lo que son y que para eso necesitan que la gente les siga regalando su dinero. A pesar de eso, la gente sigue dándoles el dinero que tanto les cuesta ganar.
La gente vio que había una diferencia entre lo que hacían los magos y lo que hacía Felipe. Lo mismo podemos decir de los milagreros modernos que, como Benny Hinn, han sido descubiertos arreglando sus “milagros” para que la gente crea.
Cuando Felipe predicaba, la gente creía y eran bautizados para ser añadidos al Reino de los Cielos. Hoy muchos enseñan que hay que esperar la Segunda Venida de Jesús para ver el Reino de los Cielos, pero ignoran que este es en realidad lo mismo que la Iglesia. Al oír la Palabra, creerla, arrepentirnos de nuestros pecados, confesar a Jesús como Señor y Salvador y ser sumergidos en agua, recibimos al Espíritu Santo y somos añadidos a la Iglesia, gozamos del Reino de los Cielos.
Simón no tuvo otra opción más que creer. No podemos dudar de su sinceridad, aunque quizá no comprendía lo que es la santidad. Los seguidores de la doctrina de la “predestinación” creen que Simón no era un verdadero cristiano, pero contradicen la Escritura que dice que Simón “creyó”. Él fue sumergido y se mantenía siempre con Felipe para ir aprendiendo.
Las buenas noticias llegaron a Jerusalén, desde donde enviaron a Pedro y a Juan. ¿Cómo pueden los católicos decir que Pedro era el jefe de la Iglesia y aquí dice que fue enviado? ¿Por qué si Pedro era el jefe no envió él a otro o por qué no dice Lucas que Pedro decidió ir?
Otro error consiste en que algunos piensan que los samaritanos recibieron el “bautismo” del Espíritu Santo. Este solo ocurre dos veces en el libro de Hechos: En Pentecostés sobre los Enviados, y en la casa de Cornelio, sobre los gentiles.
Lo que los samaritanos recibieron no fue la “segunda obra de la gracia”, sino el poder milagroso que era transmitido por la imposición de las manos de los Enviados. Felipe no los pudo transmitir porque no era uno de los Enviados. Él podía hacer milagros porque antes los Enviados le habían impuesto las manos[23], pero no podía transmitir el poder de hacer milagros. Por eso podemos afirmar que en este momento nadie puede tener los dones milagrosos del Espíritu Santo, ya que los Enviados fallecieron hace mucho tiempo.
Pero tampoco podían los Enviados transmitir los dones simplemente porque sí, sino que ellos tenían que orar a Dios y era Él quien les daba los dones.
Lo que hacían los Enviados tenía una reacción que podía verse, ya que Simón hizo un razonamiento lógico, aunque equivocado: Los Enviados imponen las manos y las personas reciben el poder, así que si ellos me dan el poder que ellos tienen, yo podré transmitirlo a otros. Quizá pensó reactivar su antiguo oficio con algunos cambios, y por ello ofreció comprar lo que no tenía, él era un hombre de negocios. Este es el origen de la palabra “simonía”, que significa: “Comercio ilìcito de las cosas espirituales”.
Simón recibe una fuerte reprensión de Pedro, pero Lucas registra que él se arrepintió. Él deseaba seguir complaciendo la carne, no estaba pensando en santificarse cada día, sino que quería sacar provecho a la nueva fe. No deseaba glorificar el nombre de Cristo, sino su propio beneficio, pero debemos repetir que él se arrepintió. No podemos decir nada más de Simón, porque el Nuevo Testmento no lo vuelve a mencionar, aunque se le achaca ser el creador del gnosticismo, pero no tenemos certeza de esto.
2. Testimonio de Felipe al etíope
8.26-40 Es curioso que cuando algunos hablan de haber recibido algún tipo de visión hoy día, las supuestas apariciones son dadas a los no creyentes, que luego se hacen creyentes, pero como vemos aquí, quien recibió la revelación fue Felipe, porque “… la fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Mesias”[24], no por ver a un ángel o tener algún otro tipo de visión.
Felipe obedeció al ángel que le ordenó ir al desierto, a pesar del éxito que estaba teniendo en Samaria. Es preocupante cuando vemos a predicadores que tienen 10, 15 ó 20 años en una misma congreagación y se niegan a moverse por temor, lo cual causa que tampoco quieran instalar ancianos en ella, violentando el orden natural de la Iglesia. Felipe obedeció, viajando unos 100 kilómetros de distancia, siendo obediente a la visión. Caminó sin saber cuál era u misión, solo por fe.
Etiopía es la nación más antigua de África. Existe cierta confusión entre el uso del término Etiopía en la Antigüedad y el actual. Los antiguos griegos utilizaban la palabra Aithiopia, que significa “el país de los rostros quemados” para referirse a un área muy extensa, que abarcaba Nubia, Sudán, la actual Etiopía y parte del desierto de Libia. En un sentido amplio, podía referirse a cualquier lugar de África situado al sur de Egipto. En este sentido es utilizado el término en numerosos textos, incluyendo la Ilíada[25].
Los primeros datos concernientes a la actual Etiopía proceden de mercaderes egipcios que la visitaron desde el año 3 000 a.C., quienes dan a esta tierra, al sur de Nubia y de Kush, los nombres de Punt y Yam. Eran la “tierra de los dioses”, donde los egipcios se proveían de perfumes tales como incienso y mirra, así como de ébano, marfil y esclavos. La expedición de la que existen más datos es la organizada por la reina Hatshepsut, en el siglo XV a.C., para obtener mirra. Sin embargo, los datos son confusos, y no permiten determinar la verdadera localización de estos países ni las características de sus habitantes.
El Reino de Saba, mencionado en el Antiguo Testamento, es en ocasiones identificado como Etiopía, pero es más frecuente la opinión de que estaba situado en Yemen, como afirma la tradición árabe. Según otras teorías, sería un estado a caballo entre ambos territorios. Según la leyenda, contada en el libro sagrado Kebra Nagast, Menelik I, hijo del rey Salomón y de la reina de Saba fue el fundador del Imperio Etíope[26].
Candace no era el nombre de la reina, sino que era el título de la reina de Nubia o Etiopía, cuya capital estaba en Meron, a unos 208 kilómetros al norte de Khartum y entre la quinta y la sexta cataratas del Nilo. Estrabón, Dion Casio y Plinio dan los títulos de varias reinas meroíticas como Ka-n-take o Ka-n-dakit. Descubrimientos recientes en el cementerio real de Nubia, en Meron y Barkal, indican que la reina mencionada en los Hechos era Amanitere, cuyo título aparece en un cartucho como Kntky, “Candace”, y que reinó desde el 25 d.C., hasta el 41 d.C[27].
El eunuco en custón no era más que el tesorero de Candace, es decir, tenía un puesto de suma importancia en la corte. Hay quienes quieren ver en este hombre al primer gentil convertido al cristianismo, pero él no era simplemente un hombre “temeroso de Dios”, como el caso de Cornelio, sino que bien podía ser un prosélito o un judío que había ido a Jerusalén probablemente con motivo de la Pascua. Con la conversión de este hombre se cumple la profecía de Isaías 56.3-5.
Este eunuco no se daba el lujo de perder el tiempo, el tenía un viaje muy largo que hacer y lo aprovechaba para estudiar las Escrituras, lo que nos habla también de su poder económico ya que poseer un rollo de la Escritura era carísimo, además que hace que muchos cristianos hoy día deban undir su cabeza en la vergüenza, ya que teniendo la facilidad de tener tal vez no solo una Biblia en su hogar, sin varias, nunca dediquen tiempo para leerla. Era un hombre sediento de la Palabra de Dios.
Felipe recibe la orden del Espíritu de acercarse al carro, lo que podía significar peligro, porque los soldados que debían guardar la seguridad del eunuco podían confundir a Felipe con un asaltante de los que abundaban en los caminos.
Felipe no solo se acercó, sino que lo hizo corriendo, ansioso de cumplir con su trabajo. No puedo olvidar, cuando tenía poco tiempo de ser miembro de la Iglesia y tomé una semana de vacaciones e invité al predicador de la congregación donde me reunía a salir evangelizar y casi tuve que rogarle que saliéramos todos los días de esa semana. Unos pocos años después una congregación inició en ese pueblo que tomamos toda una semana, y confío en el Señor que alguna de las personas que contactamos en aquella semana sean parte de ella.
Cuando Felipe se acerca, escucha al eunuco leyendo un pasaje familiar para él. Felipe era un conocedor de las Escrituras. La pregunta de Felipe es interesante: “-¿Realmente estás entendiendo las cosas que estás leyendo?” ¡Cuantos leen las Escrituras cada día y no saben lo que significa! Eso no significa que debamos olvidar el escudriñar la Palabra todos los días, sino que hay que poner un empeño mayor, buscando ayuda, especialmente hoy que tenemos tantos medios para esto. Así lo entendía el eunuco, necesitaba de alguien que le explicara, pero no que viniera simplemente con pensamientos humanos alejados de la Verdad de Dios, sino “acomodando lo espiritual a lo espiritual”[28].
Lucas registra el pasaje de la Escritura que leía el eunuco. Es probable que fuera el mismo Felipe quien le dijo al escritor este detalle. El pasaje se encuentra en Isaías 57.7-8. La intriga del eunuco es si el profeta se refería a sí mismo o a otra persona. Si hubiese preguntado a los rabinos judíos es probable que no hubiese obtenido la respuesta correcta o simplemente no hubiesen podido decirle nada.
No se nos relata la explicación de Felipe, pero si dice que desde ahí partió para presentar el plan de salvación al eunuco. Esta estrategia ya había sido usada por Jesús cuando habló con la mujer samaritana[29].
El efecto del mensaje tuvo éxito, el eunuco oyó, creyó, se arrepintió, confesó y al ver agua, probablemente en un oasis, gritó admirado: “¡Mira, agua! ¿Qué impide que yo sea sumergido?”, no se esperó por el siguiente curso prebautismal, ni por el visto bueno de la Iglesia, ni por aprender más de las Escrituras.
La mayoría de los manuscritos más antiguos no contienen el versículo 37, por lo que es de suponer que fue introducido en una época tardía, pero tampoco es necesario, ya que es de entender que el eunuco tuvo que confesar a Jesús como Salvador para poder bajar a las aguas.
Ambos, tanto el eunuco como Felipe, bajaron a las aguas. He escuchado a alguien decir que es probable que el eunuco sacó una botella con agua y le dijo a Felipe que podía hacerlo con esa, pero el que ambo se bajaran del carro y de ahí al agua, nos dice que había mucha agua, suficiente para sumergirse, tal y como lo enseñan otros pasajes de las Escrituras[30].
Después de salidos del agua, Felipe es arrebatado, es trasladado por el Espíritu Santo a otro lugar, mientras que el eunuco, posiblemente impresionado de lo ocurrido, subió lleno de gozo a su carro y siguió a su tierra en donde anunció lo que había recibido: El Evangelio.
¿Qué se hizo Felipe? Fue llevado por el Espíritu Santo a Asdod, que es la quinta ciudad más grande de Israel , ubicada en el Distrito Sur del país, en el Mediterráneo, a 32 kilómetros al sur de Tel Aviv ya 20 kilómetros al norte de Ashkelon y 53 kilómetros al oeste de Jerusalén. Asdod es un importante centro industrial regional. El puerto de Asdod es el más grande de Israel por donde se importa el 60% de los bienes.
El primer asentamiento documentado en Asdod, nos lleva a la cultura cananea del siglo XVII a.C., lo que la convierte en una de las ciudades más antiguas del mundo. Asdod se menciona trece veces en la Biblia. Durante su historia la ciudad fue colonizada por los filisteos, israelitas, bizantinos, cruzados y árabes[31].
[1] 1 Reyes 16.24.
[2] 1 Reyes 16.28, 29; 20.43; 22.10, 37, 51; 2 Reyes 17.1, 6.
[3] 1 Reyes 20.34.
[4] 1 Reyes 22.39.
[5] 1 Reyes 16.31- 32.
[6] 1 Reyes 18.18-19.
[7] Oseas 4.1-14.
[8] Isaías 7.9, 8.4; Ezequiel 16.46, 47; 23.4-10, 33: Oseas 7.17; 8.5, 6; 13.16; Amós 3.9-10, 12; Miqueas 1.5-9.
[9] 1 Reyes 17 y 18.
[10] 2 Reyes 2.25; 5.39; 6.24-25, 32.
[11] 2 Reyes 18.9-10.
[12] 2 Reyes 17.24.
[13] 690 a.C.
[14] 646 a.C.
[15] Nehemías 4.1- 2.
[16] Nehemías 2 a 6; Juan 4.9.
[17] 63 a.C.
[18] 4 a.C.-6 d.C.
[19] Lucas 17.11; Juan 4.4; Hechos 9.31.
[20] 66-70 d.C.
[21] Wikipedia; Diccionario Bíblico Gratis. marcohistoricodelnt.blogspot.com. Diccionario Nelson. Samaria.
[22] Éxodo 22.18; Deuteronomio 18.10-12; Isaías 47.12-14; Gálatas 5.19-21.
[23] Hechos 6.6.
[24] Romanos 10.17. Versión de la Universidad de Jerusalén.
[25] Homero. La Iliada I, 423.
[26] Wikipedia. Historia de Etiopía.
[27] Diccionario Bíblico Gratis. Candace.
[28] 1 Corintios 2.13.
[29] Juan 4.
[30] Mateo 3.16; Romanos 6.4.
[31] Wikipedia. Asdod.
8.1-3 No puedo pensar que Saulo fuese mala gente, sino que pienso que él creía estar haciendo lo correcto, lo cual nos demuestra que no siempre lo que pensamos que es lo correcto realmente lo sea. Saulo estaba de acuerdo con la muerte de Esteban porque pensaba que Esteban era un hereje, y por ello se convirtió en el líder de la persecusión contra la Iglesia en Jerusalén, cuando la mayor parte de los cristianos de aquella ciudad sufrieron por esto, aunque los Enviados estuvieron exentos de esta persecusión.
En esto se hace un peréntesis para informar que el cuerpo de Esteban fu enterrado y se lamentó su muerte puesto que fue un hombre entregado al Señor.
Saulo se dedicó pr completo a perseguir a los cristianos de tal manera que no tenía temor de ir de casa por casa sacando a los creyentes, hombres o mujeres, para que fueran encarcelados.
B. La Iglesia Misionera.
El Señor demuestra que todo lo tiene bajo control. El mandato de Jesús fue que salieran a todas las naciones para anunciar el Evangelio, pero parece que los primeros cristianos se quedaron muy cómodos en Jerusalén y por ello se desata la persecusión encabezada por Saulo, lo que produce una migración a diferentes lugares del Imperio, como podemos ver en los ejemplos que se dan más adelante.
1. Testimonio de Felipe a los samaritanos.
8.4-25 En el versículo 4 se usa la “ευαγγελιζομενοι”, mientras que en el versículo 5 se usa “εκηρυσσεν”, y las dos son traducidas “predicando”, pero hay una gran diferencia. En el versículo 4 se refiere al trabajo normal y natural de todo cristiano de vivir santamente y hablar con los demás sobre lo que ha hecho el Señor en nuestra vida; mientras que la del versículo 5 se refiere al trabajo de tiempo completo de un proclamador del Evangelio.
Con la persecusión, comenzó el trabajo de la evangelización del mundo conocido. La furia de Saulo no iba a detener el Reino de los Cielos, sino que más bien lo iba a esparcir.
Felipe, el servidor de las mesas, fue a Samaria. Del hebreo “Shomron”, es una región situada en el norte de la margen occidental del río Jordán. Samaria estaba al norte de Judea, en el territorio donde se establecieron las tribus de Efraín, Manasés occidental y parte de Benjamín. El nombre de “Samaria” deriva de una antigua ciudad bíblica del mismo nombre, situada en una colina al noroeste de Siquem, que se encuentra cerca del centro de Samaria, y fue la capital del Reino de Israel. Fue fundada por el sexto Rey de Israel, Omrí, que reinó entre 876-869 a.C., y quien la convirtió en la capital de su reino.
Se encontraba a unos 9,5 kilómetros al noroeste de Siquem, y ocupaba una posición destacada en la cima de una colina aislada y redondeada, con la vista del Mar Mediterráneo. Al norte, Samaria está limitada por el Valle de Jezreel; al este, por el río Jordán; al oeste por el Monte Carmelo, en el norte, y la región de Sharon, en el sur; al sur por Judea, las montañas de Jerusalén. Las colinas de Samaria no son demasiado elevadas, apenas superan los 800 metros. El clima de Samaria es más benigno que el de Judea. Su situación estratégica, más la riqueza y la belleza de sus alrededores, hacían de ella una sabia elección como capital.
Las principales ciudades de la región son las localidades palestinas Yenín, Nablús/Shechem, Qalqiliya y Tulkarem, además de la ciudad israelí de Ariel.
En el 966 a.C., Salomón, el hijo de David y Betsabé, comienza su reinado, que dura hasta 926 a.C. Coincidió con un periodo de auge económico, que fue decayendo hacia el final de su reinado, durante el cual se originaron algunas insurrecciones.
La enemistad entre judíos y samaritanos se originó cuando se separaron los reinos del norte y del sur, separación que duró desde la secesión en los días de Jeroboan I, en el año 931 a.C., hasta el cautiverio de las tribus del norte en 722 a. C.
En el 926 a.C., las tribus del norte de Israel se rebelan contra el gobierno del rey Salomón, por las condiciones de miseria en que viven. Se enfrentan al hijo de Salomón, el rey Roboam, y se separan de Judea, eligiendo como rey a Jeroboam. Surgen así dos reinos:
a. Israel en el norte, con capital en Siquem.
b. Judá en el sur, con capital en Jerusalén.
Omri compró el monte de Samaria a Shemer, de donde procede la etimología de su nombre, por dos talentos de plata y edificó allí la nueva capital de Israel[1]. Aunque Omri empezó a edificar la ciudad, la construcción se terminó durante el reinado de su hijo Acab. Fue una de las pocas ciudades fundadas por los israelitas, y siguió siendo la principal de Israel mientras existió el reino. También era el sitio donde recibían sepultura los reyes de Israel[2]. Omri, ya sea a la fuerza o como consecuencia de un pacto, les proporcionó en Samaria posibilidades mercantiles a los mercaderes sirios[3]. Los descubrimientos arqueológicos revelan que esta ciudad fue planeada y construida con un estilo digno de un rey fuerte e influyente. La casa del rey la construyeron en el punto más alto, y cerca de ella Acab edificó para su esposa Jezabel un templo dedicado a Baal. Se han desenterrado quinientos pedazos de marfil, que probablemente pertenecieron a la casa de marfil que Acab también construyó[4].
En el 875 a.C., los dos reinos judíos son acosados por los arameos de Damasco y por los filisteos. El rey de Israel, Omrí, traslada la capital, Tirsá, a Samaria, ya que está más protegida y mejor fortificada. Se alían con Tiro, la antigua ciudad fenicia.
En el 845 a.C., Jehú es ungido rey de Israel por el profeta Eliseo. Depone a los reyes Omrí y Joram. El rey Ocozías de Judá, hijo de Joram, es asesinado en el año 846 a.C. Su madre Atalía se hace con el poder e inicia en Jerusalén una persecución contra los que se oponen al culto del dios Baal. Seis años después, Atalía es asesinada.
En el 838 a.C., Joás, hijo de Ocozías, es coronado rey de Judá. En Jerusalén se destruye el templo de Baal y a sus sacerdotes. Se restaura la religión de Adonay.
La misma actitud toma Jehú en Israel, destruyendo el templo de Baal en Samaria. Se aviene a pagar un tributo a Salmanassar III para defenderse de los arameos de Damasco.
Desde los comienzos de su historia, Samaria fue un centro de culto pagano y de idolatría, Jezabel, la esposa de Acab, introdujo el culto de Baal en la ciudad, y luego se levantaron un templo y un altar en honor del dios[5]. El culto de Asera también encontró apoyo por parte de la casa real[6]. Una gran corrupción moral fue el resultado de este grosero sistema de idolatría[7]. Los profetas denunciaron con denuedo la apostasía[8]. Elías[9] y su sucesor Eliseo, quienes aparentemente vivieron en Samaria, trabajaron esforzadamente para contrarrestar la impiedad[10].
En los días de Acab, las fortificaciones de la ciudad llegaron a tal grado de perfección que los sirios no la pudieron tomar; aun los asirios, maestros en el arte de apoderarse de ciudades fortificadas, solo la conquistaron después de un asedio de 3 años[11]. Cuando finalmente cayó, casi 30.000 ciudadanos fueron llevados cautivos rumbo al exilio y los reemplazaron con habitantes que eran una mezcla de pueblos paganos de otras provincias que los asirios habían conquistado[12]. Esos pueblos trajeron consigo sus dioses paganos; pero cuando sobrevino un desastre a esos nuevos colonos, los asirios, movidos por su superstición, enviaron a Samaria a un sacerdote israelita para que les hiciera conocer al Dios del país. La mezcla de los israelitas que permanecieron en el país con los inmigrantes paganos produjo una religión mixta, que era en parte un culto a Adonay y en parte un ritual pagano.
En el 722 a.C., después de su caída ante Salmanasar V o Sargón II, Samaria se convirtió en la cabecera de una provincia asiria, con el nombre de Samerena. A dos de los gobernadores que desempeñaron sus cargos durante el siglo VII a.C., se los conoce, sobre la base de registros cuneiformes, como Nabû-kêna-utsur[13] y Nabû-shar-ahhêshu[14]. Nada se sabe sobre la forma de su administración, pero haciendo comparaciones con otras regiones del imperio es fácil pensar que tenía un solo propósito, a saber, obtener tanto tributo como fuera posible extraer, en productos de la tierra, de la población oprimida.
Cuando el territorio de Samaria cayó en manos de los babilonios, y más tarde en las de los persas, posiblemente la forma de administración haya sido la misma: Con un gobernador que representaba a la corona. Podía ser un extranjero o un nativo del lugar nombrado por el gobierno central. Un gobernador de Samaria durante el período persa fue enemigo de Nehemías: Sanbalat, que es bien conocido por la Biblia[15] y por los papiros de Elefantina. Gracias a estos papiros y a otros descubiertos en 1962 en una caverna del Wâd Dâliyeh, a unos 16 kilómetros al nornoroeste de Jericó, se conocen los nombres de varios gobernadores del período persa sucesores de Sanbalat.
Cuando los judíos regresaron de Babilonia a Judea, la mezcolanza religiosa de los samaritanos se convirtió en una razón muy poderosa para su odio entre los dos pueblos. Casi inmediatamente hubo fricciones entre ellos. Los samaritanos pusieron estorbos para la reedificación de las ciudades judías, y cuando hicieron propuestas de alianza, los judíos las rechazaron terminantemente. Los samaritanos establecieron su propio templo en el monte Gerizim como rival al de Jerusalén. Esta enemistad nunca mejoró.
Cuando Alejandro Magno invadió Siria en el 333 a.C., ocupó Samaria y la hizo la sede de una gobernación. Pero Andrómaco, el gobernador instalado allí, fue asesinado por los samaritanos entre el 332 y el 331 a.C., cuando aquel se encontraba en Egipto. En consecuencia, Alejandro castigó severamente a sus habitantes, los trasladó a Siquem y la repobló con 1043 siro-macedonios. Como resultado, Samaria fue una de las primeras ciudades helenísticas de Palestina.
Durante las luchas de los macabeos, los samaritanos cooperaron con Antíoco Epífanes. Entre los dos pueblos no había trato social de ninguna clase[16].
Alrededor del 108 a.C., después de un sitio de un año, Juan Hircano, el rey macabeo de Judá, la conquistó y, en un intento de hacer desaparecer hasta los vestigios de su antigua gloria y su poder, se dedicó a demolerla sistemáticamente.
Con el correr de los años fue reconstruida, y cuando Pompeyo llegó a Palestina[17] la anexó a la provincia de Siria; luego, Gabino la fortificó. Poco después de esto, Samaria pasó por su período más glorioso, cuando Herodes el Grande, que se casó allí con Mariamne, su esposa favorita, y a quien se le dio en obsequio la ciudad, la reconstruyó, la volvió a fortificar y la embelleció con edificios magníficos, de los cuales todavía quedan algunas ruinas impresionantes. También le cambió el nombre por el de Sebaste, el femenino de Sebastós, “majestuoso”, el equivalente griego de Augustus. Ha conservado ese nombre hasta el día de hoy, puesto que se llama Sebastiyeh.
Cuando Cristo nació, Samaria formaba parte del reino de Herodes. Después de su muerte, su hijo Arquelao la recibió en herencia[18], junto con Judea e Idumea. Esas 3 regiones siguieron siendo una unidad política durante todo el tiempo del Nuevo Testamento, y fueron gobernadas por procuradores romanos desde el 6 hasta el 41 d.C., en cuyo tiempo se llevó a cabo el ministerio de Cristo, y de nuevo desde el 44 hasta el 66. En el lapso transcurrido entre el 41 y el 44 d.C., Samaria formó parte del reino de Agripa I, que gobernó sobre una región equivalente a la de su abuelo: Herodes el Grande[19].
Durante la rebelión judía[20], los rebeldes tomaron Sebaste y la quemaron. La ciudad quedó abandonada hasta que el emperador Severo la reedificó a fines del siglo II. Durante este período, Samaria gozó de su última época de prosperidad. Reedificaron el templo, el estadio y la plaza, y construyeron un teatro al aire libre.
En la Era Cristiana, Samaria o Sebaste, fue sobrepasada en tamaño e importancia por Neápolis, ahora Nâblus, la sucesora de la antigua Siquem, aunque Sebaste llegó a ser la sede de un obispado. Esta sede episcopal fue reestablecida por los cruzados, y un obispo griego, que hoy reside en Jerusalén, sigue derivando su título de Sebaste, aunque esta no sea más que una aldea[21].
Felipe predicaba que Jesús es el Mesías que habían estado esperando, el Hijo de Dios que murió para salvarnos, y las multitudes escuchaban la predicación y los que tenían espíritus inmundos eran liberados, saliendo estos dando gritos, lo cual impresionaba al pueblo, pero que también se alegraba al ver que estos eran liberados.
Había un hombre llamado Simón, un mago, probablemente uno de los muchos engañadores que practicaban la magia, aprovechándose del clima de superstición de la zona. Hay que recorder que Dios prohíbe toda forma de magia o hechicería en Su Palabra[22]. La mayoría de los magos o hechiceros son simples charlatanes, pero aún así, son usados por Satanás para engañar a las personas y alejarlas del Evangelio.
Aunque Simón había cautivado a las multitudes, ahora vino un hombre con verdadero poder y con una enseñanza nueva que le quitaba su audiencia. Felipe estaba poniendo en evidencia la mentira de Simón y de muchos otros que hacían lo mismo que él. Hoy día, los cristianos debemos poner en evidencia la mentira de los que se dicen ser “siervos de Dios” y no lo son.
La gente había aceptado ser engañada por mucho tiempo. Digo que aceptaron, porque nadie engaña a nadie que no lo desee. He escuchado a Dante Gebel y a Carlos “Cash” Luna aceptar que ellos desean ser más adinerados de lo que son y que para eso necesitan que la gente les siga regalando su dinero. A pesar de eso, la gente sigue dándoles el dinero que tanto les cuesta ganar.
La gente vio que había una diferencia entre lo que hacían los magos y lo que hacía Felipe. Lo mismo podemos decir de los milagreros modernos que, como Benny Hinn, han sido descubiertos arreglando sus “milagros” para que la gente crea.
Cuando Felipe predicaba, la gente creía y eran bautizados para ser añadidos al Reino de los Cielos. Hoy muchos enseñan que hay que esperar la Segunda Venida de Jesús para ver el Reino de los Cielos, pero ignoran que este es en realidad lo mismo que la Iglesia. Al oír la Palabra, creerla, arrepentirnos de nuestros pecados, confesar a Jesús como Señor y Salvador y ser sumergidos en agua, recibimos al Espíritu Santo y somos añadidos a la Iglesia, gozamos del Reino de los Cielos.
Simón no tuvo otra opción más que creer. No podemos dudar de su sinceridad, aunque quizá no comprendía lo que es la santidad. Los seguidores de la doctrina de la “predestinación” creen que Simón no era un verdadero cristiano, pero contradicen la Escritura que dice que Simón “creyó”. Él fue sumergido y se mantenía siempre con Felipe para ir aprendiendo.
Las buenas noticias llegaron a Jerusalén, desde donde enviaron a Pedro y a Juan. ¿Cómo pueden los católicos decir que Pedro era el jefe de la Iglesia y aquí dice que fue enviado? ¿Por qué si Pedro era el jefe no envió él a otro o por qué no dice Lucas que Pedro decidió ir?
Otro error consiste en que algunos piensan que los samaritanos recibieron el “bautismo” del Espíritu Santo. Este solo ocurre dos veces en el libro de Hechos: En Pentecostés sobre los Enviados, y en la casa de Cornelio, sobre los gentiles.
Lo que los samaritanos recibieron no fue la “segunda obra de la gracia”, sino el poder milagroso que era transmitido por la imposición de las manos de los Enviados. Felipe no los pudo transmitir porque no era uno de los Enviados. Él podía hacer milagros porque antes los Enviados le habían impuesto las manos[23], pero no podía transmitir el poder de hacer milagros. Por eso podemos afirmar que en este momento nadie puede tener los dones milagrosos del Espíritu Santo, ya que los Enviados fallecieron hace mucho tiempo.
Pero tampoco podían los Enviados transmitir los dones simplemente porque sí, sino que ellos tenían que orar a Dios y era Él quien les daba los dones.
Lo que hacían los Enviados tenía una reacción que podía verse, ya que Simón hizo un razonamiento lógico, aunque equivocado: Los Enviados imponen las manos y las personas reciben el poder, así que si ellos me dan el poder que ellos tienen, yo podré transmitirlo a otros. Quizá pensó reactivar su antiguo oficio con algunos cambios, y por ello ofreció comprar lo que no tenía, él era un hombre de negocios. Este es el origen de la palabra “simonía”, que significa: “Comercio ilìcito de las cosas espirituales”.
Simón recibe una fuerte reprensión de Pedro, pero Lucas registra que él se arrepintió. Él deseaba seguir complaciendo la carne, no estaba pensando en santificarse cada día, sino que quería sacar provecho a la nueva fe. No deseaba glorificar el nombre de Cristo, sino su propio beneficio, pero debemos repetir que él se arrepintió. No podemos decir nada más de Simón, porque el Nuevo Testmento no lo vuelve a mencionar, aunque se le achaca ser el creador del gnosticismo, pero no tenemos certeza de esto.
2. Testimonio de Felipe al etíope
8.26-40 Es curioso que cuando algunos hablan de haber recibido algún tipo de visión hoy día, las supuestas apariciones son dadas a los no creyentes, que luego se hacen creyentes, pero como vemos aquí, quien recibió la revelación fue Felipe, porque “… la fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Mesias”[24], no por ver a un ángel o tener algún otro tipo de visión.
Felipe obedeció al ángel que le ordenó ir al desierto, a pesar del éxito que estaba teniendo en Samaria. Es preocupante cuando vemos a predicadores que tienen 10, 15 ó 20 años en una misma congreagación y se niegan a moverse por temor, lo cual causa que tampoco quieran instalar ancianos en ella, violentando el orden natural de la Iglesia. Felipe obedeció, viajando unos 100 kilómetros de distancia, siendo obediente a la visión. Caminó sin saber cuál era u misión, solo por fe.
Etiopía es la nación más antigua de África. Existe cierta confusión entre el uso del término Etiopía en la Antigüedad y el actual. Los antiguos griegos utilizaban la palabra Aithiopia, que significa “el país de los rostros quemados” para referirse a un área muy extensa, que abarcaba Nubia, Sudán, la actual Etiopía y parte del desierto de Libia. En un sentido amplio, podía referirse a cualquier lugar de África situado al sur de Egipto. En este sentido es utilizado el término en numerosos textos, incluyendo la Ilíada[25].
Los primeros datos concernientes a la actual Etiopía proceden de mercaderes egipcios que la visitaron desde el año 3 000 a.C., quienes dan a esta tierra, al sur de Nubia y de Kush, los nombres de Punt y Yam. Eran la “tierra de los dioses”, donde los egipcios se proveían de perfumes tales como incienso y mirra, así como de ébano, marfil y esclavos. La expedición de la que existen más datos es la organizada por la reina Hatshepsut, en el siglo XV a.C., para obtener mirra. Sin embargo, los datos son confusos, y no permiten determinar la verdadera localización de estos países ni las características de sus habitantes.
El Reino de Saba, mencionado en el Antiguo Testamento, es en ocasiones identificado como Etiopía, pero es más frecuente la opinión de que estaba situado en Yemen, como afirma la tradición árabe. Según otras teorías, sería un estado a caballo entre ambos territorios. Según la leyenda, contada en el libro sagrado Kebra Nagast, Menelik I, hijo del rey Salomón y de la reina de Saba fue el fundador del Imperio Etíope[26].
Candace no era el nombre de la reina, sino que era el título de la reina de Nubia o Etiopía, cuya capital estaba en Meron, a unos 208 kilómetros al norte de Khartum y entre la quinta y la sexta cataratas del Nilo. Estrabón, Dion Casio y Plinio dan los títulos de varias reinas meroíticas como Ka-n-take o Ka-n-dakit. Descubrimientos recientes en el cementerio real de Nubia, en Meron y Barkal, indican que la reina mencionada en los Hechos era Amanitere, cuyo título aparece en un cartucho como Kntky, “Candace”, y que reinó desde el 25 d.C., hasta el 41 d.C[27].
El eunuco en custón no era más que el tesorero de Candace, es decir, tenía un puesto de suma importancia en la corte. Hay quienes quieren ver en este hombre al primer gentil convertido al cristianismo, pero él no era simplemente un hombre “temeroso de Dios”, como el caso de Cornelio, sino que bien podía ser un prosélito o un judío que había ido a Jerusalén probablemente con motivo de la Pascua. Con la conversión de este hombre se cumple la profecía de Isaías 56.3-5.
Este eunuco no se daba el lujo de perder el tiempo, el tenía un viaje muy largo que hacer y lo aprovechaba para estudiar las Escrituras, lo que nos habla también de su poder económico ya que poseer un rollo de la Escritura era carísimo, además que hace que muchos cristianos hoy día deban undir su cabeza en la vergüenza, ya que teniendo la facilidad de tener tal vez no solo una Biblia en su hogar, sin varias, nunca dediquen tiempo para leerla. Era un hombre sediento de la Palabra de Dios.
Felipe recibe la orden del Espíritu de acercarse al carro, lo que podía significar peligro, porque los soldados que debían guardar la seguridad del eunuco podían confundir a Felipe con un asaltante de los que abundaban en los caminos.
Felipe no solo se acercó, sino que lo hizo corriendo, ansioso de cumplir con su trabajo. No puedo olvidar, cuando tenía poco tiempo de ser miembro de la Iglesia y tomé una semana de vacaciones e invité al predicador de la congregación donde me reunía a salir evangelizar y casi tuve que rogarle que saliéramos todos los días de esa semana. Unos pocos años después una congregación inició en ese pueblo que tomamos toda una semana, y confío en el Señor que alguna de las personas que contactamos en aquella semana sean parte de ella.
Cuando Felipe se acerca, escucha al eunuco leyendo un pasaje familiar para él. Felipe era un conocedor de las Escrituras. La pregunta de Felipe es interesante: “-¿Realmente estás entendiendo las cosas que estás leyendo?” ¡Cuantos leen las Escrituras cada día y no saben lo que significa! Eso no significa que debamos olvidar el escudriñar la Palabra todos los días, sino que hay que poner un empeño mayor, buscando ayuda, especialmente hoy que tenemos tantos medios para esto. Así lo entendía el eunuco, necesitaba de alguien que le explicara, pero no que viniera simplemente con pensamientos humanos alejados de la Verdad de Dios, sino “acomodando lo espiritual a lo espiritual”[28].
Lucas registra el pasaje de la Escritura que leía el eunuco. Es probable que fuera el mismo Felipe quien le dijo al escritor este detalle. El pasaje se encuentra en Isaías 57.7-8. La intriga del eunuco es si el profeta se refería a sí mismo o a otra persona. Si hubiese preguntado a los rabinos judíos es probable que no hubiese obtenido la respuesta correcta o simplemente no hubiesen podido decirle nada.
No se nos relata la explicación de Felipe, pero si dice que desde ahí partió para presentar el plan de salvación al eunuco. Esta estrategia ya había sido usada por Jesús cuando habló con la mujer samaritana[29].
El efecto del mensaje tuvo éxito, el eunuco oyó, creyó, se arrepintió, confesó y al ver agua, probablemente en un oasis, gritó admirado: “¡Mira, agua! ¿Qué impide que yo sea sumergido?”, no se esperó por el siguiente curso prebautismal, ni por el visto bueno de la Iglesia, ni por aprender más de las Escrituras.
La mayoría de los manuscritos más antiguos no contienen el versículo 37, por lo que es de suponer que fue introducido en una época tardía, pero tampoco es necesario, ya que es de entender que el eunuco tuvo que confesar a Jesús como Salvador para poder bajar a las aguas.
Ambos, tanto el eunuco como Felipe, bajaron a las aguas. He escuchado a alguien decir que es probable que el eunuco sacó una botella con agua y le dijo a Felipe que podía hacerlo con esa, pero el que ambo se bajaran del carro y de ahí al agua, nos dice que había mucha agua, suficiente para sumergirse, tal y como lo enseñan otros pasajes de las Escrituras[30].
Después de salidos del agua, Felipe es arrebatado, es trasladado por el Espíritu Santo a otro lugar, mientras que el eunuco, posiblemente impresionado de lo ocurrido, subió lleno de gozo a su carro y siguió a su tierra en donde anunció lo que había recibido: El Evangelio.
¿Qué se hizo Felipe? Fue llevado por el Espíritu Santo a Asdod, que es la quinta ciudad más grande de Israel , ubicada en el Distrito Sur del país, en el Mediterráneo, a 32 kilómetros al sur de Tel Aviv ya 20 kilómetros al norte de Ashkelon y 53 kilómetros al oeste de Jerusalén. Asdod es un importante centro industrial regional. El puerto de Asdod es el más grande de Israel por donde se importa el 60% de los bienes.
El primer asentamiento documentado en Asdod, nos lleva a la cultura cananea del siglo XVII a.C., lo que la convierte en una de las ciudades más antiguas del mundo. Asdod se menciona trece veces en la Biblia. Durante su historia la ciudad fue colonizada por los filisteos, israelitas, bizantinos, cruzados y árabes[31].
[1] 1 Reyes 16.24.
[2] 1 Reyes 16.28, 29; 20.43; 22.10, 37, 51; 2 Reyes 17.1, 6.
[3] 1 Reyes 20.34.
[4] 1 Reyes 22.39.
[5] 1 Reyes 16.31- 32.
[6] 1 Reyes 18.18-19.
[7] Oseas 4.1-14.
[8] Isaías 7.9, 8.4; Ezequiel 16.46, 47; 23.4-10, 33: Oseas 7.17; 8.5, 6; 13.16; Amós 3.9-10, 12; Miqueas 1.5-9.
[9] 1 Reyes 17 y 18.
[10] 2 Reyes 2.25; 5.39; 6.24-25, 32.
[11] 2 Reyes 18.9-10.
[12] 2 Reyes 17.24.
[13] 690 a.C.
[14] 646 a.C.
[15] Nehemías 4.1- 2.
[16] Nehemías 2 a 6; Juan 4.9.
[17] 63 a.C.
[18] 4 a.C.-6 d.C.
[19] Lucas 17.11; Juan 4.4; Hechos 9.31.
[20] 66-70 d.C.
[21] Wikipedia; Diccionario Bíblico Gratis. marcohistoricodelnt.blogspot.com. Diccionario Nelson. Samaria.
[22] Éxodo 22.18; Deuteronomio 18.10-12; Isaías 47.12-14; Gálatas 5.19-21.
[23] Hechos 6.6.
[24] Romanos 10.17. Versión de la Universidad de Jerusalén.
[25] Homero. La Iliada I, 423.
[26] Wikipedia. Historia de Etiopía.
[27] Diccionario Bíblico Gratis. Candace.
[28] 1 Corintios 2.13.
[29] Juan 4.
[30] Mateo 3.16; Romanos 6.4.
[31] Wikipedia. Asdod.