Capítulo 1.10-17
A. Reporte sobre las divisiones.
1.10-17 Las divisiones en la Iglesia siempre han sido uno de los mayores problemas. Pablo debe batallar con la división entre los corintios desde casi el comienzo de la Iglesia en ese lugar, y según la carta escrita por Clemente casi a fines del siglo I, el problema nunca se solucionó, siendo una de las causas por las que la Iglesia en ese lugar desapareció.
Para presentar la exhortación, Pablo invoca el nombre de Jesús, expresando de esta manera que habla con la autoridad del Señor. La idea que tiene Pablo en mente es que los corintios entiendan que la Iglesia es de Jesús, y no de algún hombre, por lo que cualquier división sectaria va contra la Voluntad de Dios, por lo que todas las congregaciones que se escudan en un nombre denominacional, llámese Católicos, Ortodoxos, Luteranos, Bautistas, Pentecostales, Metodistas, Adventistas, russellistas, etc., se encuentran fuera de la Voluntad de Dios debido a ese nombre que los identifica y los divide de los demás. La Iglesia del Señor es una, y no necesita más identificación que los frutos que produzca.
El deseo del Señor es que tengamos una misma mente, que no estemos confundidos por doctrinas que se contradicen y maestros mentirosos que enseñan lo contrario a las Escrituras. Y es que es muy fácil caer en las redes de los engañadores, quienes comenzarán por criticar a los que no hacen lo que ellos dicen, irguiéndose sobre los demás y buscando tomar el lugar de Cristo, quien es el único autorizado para juzgar, lo que hace que nos sintamos culpables, si no conocemos las Escrituras. Hay que cuidar que lo que pensemos y hagamos esté de acuerdo a la Palabra de Dios, o de lo contrario todo es en vano.
La división es contraria a la Voluntad de Dios, quien es uno, y ella ha llegado a destruir la Iglesia desde un principio. ¿Cómo comienza? Cuando alguien o algunos se creen ser dueños de la verdad absoluta y no aceptan que se les corrija con la Palabra, ya que consideran a los demás como inferiores a ellos mismos, y se levantan contra Dios mismo.
¿Cómo puede haber unidad entre los que se hacen llamar cristianos si cada cual quiere lo suyo propio? La única manera es que nos limitemos a obedecer las Escrituras, y si la Palabra dice que debe ser blanco, no digamos nosotros que amarillo también es bonito. Son muchos los que creen que glorifican a Dios con sus divisiones y hasta utilizan pasajes bíblicos para apoyar su postura, pero las denominaciones están basadas en la división. Hay quienes creen que es posible tener unidad respetando “las diferencias”, pero eso es contrario al Espíritu de Cristo. O se es cristiano o no lo es. Esta práctica fue la que llevó al surgimiento del catolicismo y no podemos creer que no pueda repetirse. También el pentecostalismo surgió del aceptar doctrinas y tradiciones antibíblicas y sincretistas.
Tener una misma mente no es que nos reunamos y acordemos qué cosas aceptamos y qué rechazamos, sino que acordemos que lo único que vamos a aceptar es lo que dice la Palabra de Dios. Es tener la mente de Cristo.
Hay cosas en la Iglesia en donde podemos pensar diferente y no se afecta en nada, por ejemplo, la hora de reunión, la estructura del edificio, la forma y el tamaño del pan o de las copas para la Cena, si vamos a tener bancas o sillas, si las clases van a ser antes o después del servicio de adoración, etc., pero en cuanto a doctrina no hay nada que negociar. ¡Sólo la que encontramos en el Nuevo Testamento! Dejemos de estar haciendo reuniones para buscar la unidad y dediquémonos a vivir conforme al Evangelio.
Pablo no había desechado a los corintios como cristianos, porque aún les llama “hermanos”, pero está muy preocupado por el informe que le presentaron los de la casa de Cloe. Me gusta ver que Pablo no dijo: “Dejemos que las cosas se arreglen solas”, como hacen muchos, sino que se puso en acción en el momento de enterarse que las cosas no estaban yendo bien entre los corintios.
No debe creerse que Pablo estaba escuchando chismes o que los de Cloe fueran practicantes de estos, sino que la situación en Corinto se había salido de control y alguien debía poder un alto, y ese debía ser el mismo Enviado que les llevó la Palabra.
Los corintios habían caído en el pecado de contender, de estar discutiendo sobre a quién le debían ellos lealtad. No es que la enseñanza de Apolos, de Pablo y de Cefas estuviera reñida con la enseñanza de Cristo y que por ello se dieran las divisiones. Lo que se daba era un partidismo de admiración por uno u otro maestro. Había incluso los que se decían ser seguidores solo de Cristo, pero son colocados al mismo nivel que los demás porque ellos no querían respetar las enseñanzas de los Enviados de ese mismo Cristo que ellos decían obedecer. Lo que nos lleva a preocuparnos por los que se dicen ser solamente seguidores de Cristo, pero que no se adhieren exclusivamente a los que enseña el Evangelio.
Pablo hace tres preguntas retóricas que los cristianos de Corinto no puede hacer otra cosa más que bajar el rostro y aceptar lo que dice el Enviado. Cristo no está dividido, ni fue Pablo quien hizo el sacrificio, o fueron sumergidos en agua en el nombre de Pablo, entonces, ¿por qué la división?
Hay algunos mentirosos que dicen que Jesús es un invento de Pablo para crear una Iglesia, pero el hecho de que Pablo mismo quite de él toda mirada y las dirija a Cristo, nos dice que el único dueño y Señor de la Iglesia es Cristo mismo.
Ser sumergido “para” significa que fue introducido en comunión con esa persona. Había varias sumersiones, para limpieza, para ser parte de algún partido o grupo, etc., pera la sumersión para Cristo era para el perdón de los pecados. No es posible tener comunión con Cristo si aún mantenemos nuestra vida involucrada con el pecado.
Ante esta situación Pablo dice: “Estoy dando gracias que a ninguno de ustedes sumergí en agua sino a Crispo y Gayo”, no porque él restara importancia al sumergir en agua, sino porque no había en Corinto personas que pudieran decir que ellos eran seguidores de Pablo porque él era su “padre espiritual”, sino solo unos pocos, que al parecer, de acuerdo a la aclaración, no eran de los que estaban incluidos es ese partidismo.
Menciona Pablo a Crispo, que fue el líder principal de la sinagoga de Corinto, convertido al Evangelio con toda su familia durante la visita de Pablo[1]. Su conversión, junto con su familia, fue significativa, ya que la mayor parte de los judíos de Corinto se mostró sumamente hostil, quizás esta sea la razón por la que Pablo mismo lo bautizó.
En el Nuevo Testamento se mencionan varias personas con este nombre, comenzando con el macedonio que acompañó al apóstol Pablo en su tercera gira misional y a quien se introdujo por la fuerza en el teatro de Éfeso junto con Aristarco cuando Demetrio el platero instigó a una chusma[2]; un creyente de Derbe que es mencionado junto con otros seis que acompañaron al apóstol Pablo en su última gira misional. Parece ser que Gayo y estos seis compañeros se separaron de Pablo y continuaron hasta Troas, en la costa occidental de Asia Menor, donde esperaron al apóstol[3]. Es posible que este Gayo sea el mismo que el anterior, ya que en el relato también se menciona a Aristarco. De ser así, probablemente significaría que era macedonio de nacimiento y que Derbe era su lugar de residencia. El creyente de Corinto a quien Pablo sumergió personalmente. Parece ser que cuando el apóstol escribió su epístola a los Romanos, este Gayo era su “hospedador”, así como el de la congregación, lo que permite pensar que las reuniones de la congregación corintia se celebraban en su hogar[4]. Y un creyente a quien Juan escribió su tercera epístola inspirada, en la que lo exalta por andar en la verdad y por su fiel trabajo y amor relacionados con su hospitalidad[5].
Surge una pregunta para los denominacionalistas que consideran que no es tan importante el ser sumergido en agua: ¿Si este acto no tiene tanta importancia, por qué Pablo lo usa para decir que esto puede convertirse en un partido?
Cuando Pablo escribió el pasaje anterior había pasado por alto a la familia de Estéfanas, pero luego los recuerda, y que incluía a los primeros conversos de Pablo en Grecia. Con Acaico y Fortunato, Estéfanas había ido a Éfeso con mensajes de la iglesia de Corinto. Tal vez llevó consigo de vuelta la primera epístola a esta Iglesia.
Además de estos, Pablo no recuerda haber sumergido a nadie más.
Aquí está el corazón de la falsa enseñanza de los que se niegan a aceptar el sumergir como parte importante de la salvación, cuando Pablo dice: “Porque el Ungido no me envió a estar sumergiendo en agua, sino a estar declarando el buen mensaje; no en sabiduría de palabras, para que sea vana la cruz del Ungido”, negándose a comprender que el ser sumergido es una reacción positiva de todo aquel que cree el Evangelio que escuchó y después de haberse arrepentido de sus pecados.
Pablo, como Enviado que era, tenía como misión principal el anunciar el Evangelio, y por supuesto, sumergir a los primeros creyentes, pero serían estos los que se encargarían de sumergir a los demás, además, Pablo siempre iba acompañado de sus ayudantes.
La misión de Pablo era predicar el Evangelio, pero no con su sabiduría. Recordemos que Pablo había sido discípulo de Gamaliel, uno de los maestros religiosos-filosóficos más importantes del judaísmo, por lo que bien podía él impresionar a sus oyentes con la sabiduría obtenida de aquel, pero no era eso lo que había hecho ni iba a hacer.
Me da tanto pesar cuando veo a los predicadores modernos que se olvidan del Evangelio puro y lo que enseñan es filosofía barata, mensajes humanistas, positivistas, cargados de emoción pero sin el Espíritu de Dios. Mucho “tú eres un hijo de Dios y como tal no…”, pero nada de denunciar el pecado. Hay quienes le dicen a la gente: “Busque una iglesia donde se sienta bien”, en lugar de decir: “Busque una Iglesia donde prediquen la Palabra sin añadidos”, porque cuando esto se deja de lado, la cruz de Cristo se vuelve vana, es decir, no sirve para nada
[1] Hechos 18.8.
[2] Hechos 19.29.
[3] Hechos 20.4-5.
[4] 1 Corintios 1.14; Romanos 16.23.
[5] 3 Juan 1.3-6.
1.10-17 Las divisiones en la Iglesia siempre han sido uno de los mayores problemas. Pablo debe batallar con la división entre los corintios desde casi el comienzo de la Iglesia en ese lugar, y según la carta escrita por Clemente casi a fines del siglo I, el problema nunca se solucionó, siendo una de las causas por las que la Iglesia en ese lugar desapareció.
Para presentar la exhortación, Pablo invoca el nombre de Jesús, expresando de esta manera que habla con la autoridad del Señor. La idea que tiene Pablo en mente es que los corintios entiendan que la Iglesia es de Jesús, y no de algún hombre, por lo que cualquier división sectaria va contra la Voluntad de Dios, por lo que todas las congregaciones que se escudan en un nombre denominacional, llámese Católicos, Ortodoxos, Luteranos, Bautistas, Pentecostales, Metodistas, Adventistas, russellistas, etc., se encuentran fuera de la Voluntad de Dios debido a ese nombre que los identifica y los divide de los demás. La Iglesia del Señor es una, y no necesita más identificación que los frutos que produzca.
El deseo del Señor es que tengamos una misma mente, que no estemos confundidos por doctrinas que se contradicen y maestros mentirosos que enseñan lo contrario a las Escrituras. Y es que es muy fácil caer en las redes de los engañadores, quienes comenzarán por criticar a los que no hacen lo que ellos dicen, irguiéndose sobre los demás y buscando tomar el lugar de Cristo, quien es el único autorizado para juzgar, lo que hace que nos sintamos culpables, si no conocemos las Escrituras. Hay que cuidar que lo que pensemos y hagamos esté de acuerdo a la Palabra de Dios, o de lo contrario todo es en vano.
La división es contraria a la Voluntad de Dios, quien es uno, y ella ha llegado a destruir la Iglesia desde un principio. ¿Cómo comienza? Cuando alguien o algunos se creen ser dueños de la verdad absoluta y no aceptan que se les corrija con la Palabra, ya que consideran a los demás como inferiores a ellos mismos, y se levantan contra Dios mismo.
¿Cómo puede haber unidad entre los que se hacen llamar cristianos si cada cual quiere lo suyo propio? La única manera es que nos limitemos a obedecer las Escrituras, y si la Palabra dice que debe ser blanco, no digamos nosotros que amarillo también es bonito. Son muchos los que creen que glorifican a Dios con sus divisiones y hasta utilizan pasajes bíblicos para apoyar su postura, pero las denominaciones están basadas en la división. Hay quienes creen que es posible tener unidad respetando “las diferencias”, pero eso es contrario al Espíritu de Cristo. O se es cristiano o no lo es. Esta práctica fue la que llevó al surgimiento del catolicismo y no podemos creer que no pueda repetirse. También el pentecostalismo surgió del aceptar doctrinas y tradiciones antibíblicas y sincretistas.
Tener una misma mente no es que nos reunamos y acordemos qué cosas aceptamos y qué rechazamos, sino que acordemos que lo único que vamos a aceptar es lo que dice la Palabra de Dios. Es tener la mente de Cristo.
Hay cosas en la Iglesia en donde podemos pensar diferente y no se afecta en nada, por ejemplo, la hora de reunión, la estructura del edificio, la forma y el tamaño del pan o de las copas para la Cena, si vamos a tener bancas o sillas, si las clases van a ser antes o después del servicio de adoración, etc., pero en cuanto a doctrina no hay nada que negociar. ¡Sólo la que encontramos en el Nuevo Testamento! Dejemos de estar haciendo reuniones para buscar la unidad y dediquémonos a vivir conforme al Evangelio.
Pablo no había desechado a los corintios como cristianos, porque aún les llama “hermanos”, pero está muy preocupado por el informe que le presentaron los de la casa de Cloe. Me gusta ver que Pablo no dijo: “Dejemos que las cosas se arreglen solas”, como hacen muchos, sino que se puso en acción en el momento de enterarse que las cosas no estaban yendo bien entre los corintios.
No debe creerse que Pablo estaba escuchando chismes o que los de Cloe fueran practicantes de estos, sino que la situación en Corinto se había salido de control y alguien debía poder un alto, y ese debía ser el mismo Enviado que les llevó la Palabra.
Los corintios habían caído en el pecado de contender, de estar discutiendo sobre a quién le debían ellos lealtad. No es que la enseñanza de Apolos, de Pablo y de Cefas estuviera reñida con la enseñanza de Cristo y que por ello se dieran las divisiones. Lo que se daba era un partidismo de admiración por uno u otro maestro. Había incluso los que se decían ser seguidores solo de Cristo, pero son colocados al mismo nivel que los demás porque ellos no querían respetar las enseñanzas de los Enviados de ese mismo Cristo que ellos decían obedecer. Lo que nos lleva a preocuparnos por los que se dicen ser solamente seguidores de Cristo, pero que no se adhieren exclusivamente a los que enseña el Evangelio.
Pablo hace tres preguntas retóricas que los cristianos de Corinto no puede hacer otra cosa más que bajar el rostro y aceptar lo que dice el Enviado. Cristo no está dividido, ni fue Pablo quien hizo el sacrificio, o fueron sumergidos en agua en el nombre de Pablo, entonces, ¿por qué la división?
Hay algunos mentirosos que dicen que Jesús es un invento de Pablo para crear una Iglesia, pero el hecho de que Pablo mismo quite de él toda mirada y las dirija a Cristo, nos dice que el único dueño y Señor de la Iglesia es Cristo mismo.
Ser sumergido “para” significa que fue introducido en comunión con esa persona. Había varias sumersiones, para limpieza, para ser parte de algún partido o grupo, etc., pera la sumersión para Cristo era para el perdón de los pecados. No es posible tener comunión con Cristo si aún mantenemos nuestra vida involucrada con el pecado.
Ante esta situación Pablo dice: “Estoy dando gracias que a ninguno de ustedes sumergí en agua sino a Crispo y Gayo”, no porque él restara importancia al sumergir en agua, sino porque no había en Corinto personas que pudieran decir que ellos eran seguidores de Pablo porque él era su “padre espiritual”, sino solo unos pocos, que al parecer, de acuerdo a la aclaración, no eran de los que estaban incluidos es ese partidismo.
Menciona Pablo a Crispo, que fue el líder principal de la sinagoga de Corinto, convertido al Evangelio con toda su familia durante la visita de Pablo[1]. Su conversión, junto con su familia, fue significativa, ya que la mayor parte de los judíos de Corinto se mostró sumamente hostil, quizás esta sea la razón por la que Pablo mismo lo bautizó.
En el Nuevo Testamento se mencionan varias personas con este nombre, comenzando con el macedonio que acompañó al apóstol Pablo en su tercera gira misional y a quien se introdujo por la fuerza en el teatro de Éfeso junto con Aristarco cuando Demetrio el platero instigó a una chusma[2]; un creyente de Derbe que es mencionado junto con otros seis que acompañaron al apóstol Pablo en su última gira misional. Parece ser que Gayo y estos seis compañeros se separaron de Pablo y continuaron hasta Troas, en la costa occidental de Asia Menor, donde esperaron al apóstol[3]. Es posible que este Gayo sea el mismo que el anterior, ya que en el relato también se menciona a Aristarco. De ser así, probablemente significaría que era macedonio de nacimiento y que Derbe era su lugar de residencia. El creyente de Corinto a quien Pablo sumergió personalmente. Parece ser que cuando el apóstol escribió su epístola a los Romanos, este Gayo era su “hospedador”, así como el de la congregación, lo que permite pensar que las reuniones de la congregación corintia se celebraban en su hogar[4]. Y un creyente a quien Juan escribió su tercera epístola inspirada, en la que lo exalta por andar en la verdad y por su fiel trabajo y amor relacionados con su hospitalidad[5].
Surge una pregunta para los denominacionalistas que consideran que no es tan importante el ser sumergido en agua: ¿Si este acto no tiene tanta importancia, por qué Pablo lo usa para decir que esto puede convertirse en un partido?
Cuando Pablo escribió el pasaje anterior había pasado por alto a la familia de Estéfanas, pero luego los recuerda, y que incluía a los primeros conversos de Pablo en Grecia. Con Acaico y Fortunato, Estéfanas había ido a Éfeso con mensajes de la iglesia de Corinto. Tal vez llevó consigo de vuelta la primera epístola a esta Iglesia.
Además de estos, Pablo no recuerda haber sumergido a nadie más.
Aquí está el corazón de la falsa enseñanza de los que se niegan a aceptar el sumergir como parte importante de la salvación, cuando Pablo dice: “Porque el Ungido no me envió a estar sumergiendo en agua, sino a estar declarando el buen mensaje; no en sabiduría de palabras, para que sea vana la cruz del Ungido”, negándose a comprender que el ser sumergido es una reacción positiva de todo aquel que cree el Evangelio que escuchó y después de haberse arrepentido de sus pecados.
Pablo, como Enviado que era, tenía como misión principal el anunciar el Evangelio, y por supuesto, sumergir a los primeros creyentes, pero serían estos los que se encargarían de sumergir a los demás, además, Pablo siempre iba acompañado de sus ayudantes.
La misión de Pablo era predicar el Evangelio, pero no con su sabiduría. Recordemos que Pablo había sido discípulo de Gamaliel, uno de los maestros religiosos-filosóficos más importantes del judaísmo, por lo que bien podía él impresionar a sus oyentes con la sabiduría obtenida de aquel, pero no era eso lo que había hecho ni iba a hacer.
Me da tanto pesar cuando veo a los predicadores modernos que se olvidan del Evangelio puro y lo que enseñan es filosofía barata, mensajes humanistas, positivistas, cargados de emoción pero sin el Espíritu de Dios. Mucho “tú eres un hijo de Dios y como tal no…”, pero nada de denunciar el pecado. Hay quienes le dicen a la gente: “Busque una iglesia donde se sienta bien”, en lugar de decir: “Busque una Iglesia donde prediquen la Palabra sin añadidos”, porque cuando esto se deja de lado, la cruz de Cristo se vuelve vana, es decir, no sirve para nada
[1] Hechos 18.8.
[2] Hechos 19.29.
[3] Hechos 20.4-5.
[4] 1 Corintios 1.14; Romanos 16.23.
[5] 3 Juan 1.3-6.