J. Comentario.
1. El rey Jerjes destrona a la reina.
a. Fiesta en el palacio.
El narrador primero introduce al rey Jerjes[1], su imperio y su capital. Khshayarsha, su difícil nombre persa, fue transcrito Ahasuerus en hebreo y Asuero en español. Su imperio, que se extendía del río Indo en Paquistán al Alto Nilo en el norte del Sudán, estaba constituido por unas 127 provincias impresionantes. Susa[2] había sido reconstruida por Darío, padre de Jerjes, como una de sus ciudades capitales. La ciudadela era el centro de la acrópolis, el punto alto de la ciudad, y fortificada para proteger al rey. El tercer año de su reinado (483 a.C.) marcó el final de la oposición al nuevo reino, y fue el momento apropiado para consolidar el imperio y juntar a sus personajes principales en la capital.
El rey exhibió sus tesoros reales por seis meses. Aunque su inmensa riqueza se debía a las conquistas, los impuestos y tributos, no hubo quien cuestionara la justicia de la codicia del rey. Ya que la riqueza se traduce en poderío militar, causaba admiración, pero el autor de Ester implícitamente pronunció juicio sobre el autoengrandecimiento del rey describiendo sus extravagancias con lujo de detalles. El banquete fue la culminación de las festividades, y tenía la intención de impresionar a todos los líderes encargados de los asuntos civiles y militares, cuya lealtad era esencial para el bien del imperio. La opulenta hospitalidad del rey se extendía a todo el pueblo, su séquito, oficiales y dignatarios que le visitaban. El pabellón en los colores reales de blanco y púrpura, junto con el oro y plata sobre el trasfondo de columnas de mármol y pisos de mosaico, muestran un opulento y fabuloso escenario. Algunos de los vasos de oro de ese período todavía sobreviven, y se consideran obras de arte, individualmente diseñados. Se da énfasis a la abundancia de vino y a la libertad dada a los invitados para beber cuanto quisieran.
b. El desafío de la reina.
No se da una explicación de por qué las mujeres festejaban por separado, pero es probable que este fuese el inicio de la rebeldía de Vasti, que en lugar de estar festejando con su marido, prefirió hacerlo por separado.
Quizá después de haber pasado los días y de el consumo de licor de parte del rey, ya se le había pasado su enojo con Vasti y por ello manda a los siete eunucos, cuyos nombres apoyan un origen persa, que vayan al harén real por la reina. Parece que la reina Vasti no había olvidado, si es que lo hubo, el disgusto, por lo que no quiso obedecer la orden del rey. Cualquier excusa hubiera sido considerada fuera de lugar, ya que ella no tenía derechos. El rechazo desafiante de la reina de comparecer en la fiesta del rey lo puso en ridículo, por eso su ira.
c. Un decreto real.
Algo tenía que hacerse, y los siete consejeros tenían la responsabilidad de concebir un castigo. Memucán habló por los siete príncipes en respuesta a la pregunta del rey. Fue astuto en generalizar el problema, dando a entender que ya que la reina Vasti había tenido influencia sobre las otras mujeres de la nobleza, cada hombre presente arriesgaba perder el control sobre su esposa. Los llamó a la solidaridad y aconsejó al rey que dictara un decreto para hacer desaparecer a Vasti. El decreto publicado restablecería la autoridad del rey y aseguraría que todo esposo disfrutaría del respeto debido de su esposa. Mientras tanto, alguien mejor que Vasti sería nombrada en su lugar.
En vista de que hubo un acuerdo unánime de que Memucán había dado un buen consejo, el decreto fue formulado inmediatamente y traducido a los muchos idiomas representados por los presentes en la fiesta. Hay ironía entre el Jerjes que reinaba sobre 127 provincias, y la trivialidad de su proclamación de que todo hombre debía gobernar sobre su propia casa. A pesar del gran alarde de riqueza y poder, el rey Jerjes tenía limitaciones explícitas en su propia casa. También se nota la ironía en la referencia a las leyes de Persia y Media, que no podían ser revocadas y, sin embargo, podían ser dictadas por capricho por un monarca embriagado por el vino.
2. Ester es escogida para ser reina.
a. El primer concurso de belleza.
El rey, nuevamente sobrio, recordó los eventos de la última noche de la fiesta. Por más que los lamentara, no podía cambiar su propio mandato. Esta era todavía otra limitación a sus grandes poderes. La sugerencia de que se comenzara la búsqueda de una nueva reina, y la idea de que las jóvenes más hermosas del imperio se congregarían en su harén, levantó el ánimo del rey.
b. Mardoqueo y Ester.
El autor presenta ahora a Mardoqueo, un judío[3] de la tribu de Benjamín. Mardoqueo tenía nombres distinguidos entre sus antepasados: Si este Cis fue el padre del rey Saúl[4], Simei era hermano del rey, por lo que Mardoqueo tenía sangre real, lo cual podría coincidir con el hecho de que la familia había sido deportada a Babilonia con el rey Joacim en 597 a.C.[5], es otra indicación de su importancia. El nombre Mardoqueo era asociado con Marduc, el dios estatal de Babilonia. Por lo menos se derivan así dos nombres comunes, y aun hay mención de un hombre llamado Marduca en un texto de más o menos este período, que sirvió como contador en una gira de inspección de Susa. Evidentemente Mardoqueo era un hombre a quien tenían que rendir cuentas. Había adoptado a su prima huérfana, Hadasa[6], también conocida como Ester[7], hija de Abihail. Este nombre persa significaba “estrella”, quizá una referencia al arrayán, cuyas flores parecían estrellas, aunque también hay similaridad en sonido entre los dos nombres. El hecho de que era de bella figura y de hermosa apariencia era un factor principal en el obrar del propósito de Dios, y se considera como su buen don.
Habiendo presentado a Mardoqueo y Ester, el autor continúa con el relato de las órdenes del rey y su realización. De las muchas jovencitas que llegaron a Susa, solo una, Ester, se menciona por nombre. Aun antes de que el rey la viera, Ester había hallado gracia delante de Hegai, el eunuco real. La palabra hebreo es “hesed”, conocida como el término del pacto que expresaba la fidelidad y el amor de Dios, pero usado aquí en un contexto secular. Hegai dio trato preferencial a Ester, promoviéndola a primer lugar y eligiendo para ella las mejores doncellas y las habitaciones más atractivas. Ester no permitió que tales atenciones la envanecieran, pero no dio a conocer su nacionalidad. A diferencia de Jerjes, Mardoqueo supo gobernar sobre su casa. El hecho de que se preocupaba por Ester lo suficientemente como para vigilar a diario cómo le iba, es un indicio de su cuidado. Ester obedecía porque amaba y respetaba a Mardoqueo.
Todas las que aspiraban a reina tenían que someterse a 12 meses de tratamientos de belleza, usando los productos aromáticos por los cuales estos países orientales siempre habían sido famosos[8]. Tratamientos cosméticos, depilar, aclarar la piel, al igual que perfumar eran parte del proceso para hermosear a las doncellas. Lo triste era que, a pesar de todas las extravagancias lujosas, la mayoría de las mujeres solo pasarían una noche con el rey, y luego vivirían con las concubinas, las esposas ignoradas que pasaban sus días en ociosidad. El sistema de harén era inhumano y degradaba grandemente a la mujer como persona.
Por la misericordia de Dios Ester fue protegida de ese triste destino. Ella no había hecho demandas extravagantes para hermosearse, pero había sido preparada para ser guiada por Hegai, y la deducción es que Ester se ganó la aprobación por su buen juicio tanto como por su hermosura. En el sétimo año del reinado de Jerjes se registra que habían pasado cuatro años desde que el rey había exiliado a Vasti. Tebet, el mes décimo, generalmente era frío y húmedo, pero a pesar de esta desventaja, Ester obtuvo la aprobación del rey. Tanto así que la hizo su reina en el momento y, coronándola, proclamó un banquete en su honor, marcando la ocasión como día festivo y dando regalos a todos. Así, todo el pueblo tuvo de qué regocijase.
3. Mardoqueo descubre un complot.
Cuando las jóvenes vírgenes eran reunidas por segunda vez es una frase problemática porque no se había mencionado tal reunión anteriormente. Pareciera que era una referencia a Ester 2.8, y que tenía el propósito de sugerir un corto tiempo después de que se escogiera a Ester como reina. El hecho de que Mardoqueo estaba sentado junto a la puerta real implica que se le había dado, quizá durante el nombramiento de Ester, un puesto en el poder judicial de Susa, ya que “la puerta” era el tribunal tradicional[9]. En la puerta de la ciudadela, Mardoqueo se mantuvo atento escuchando lo que se comentaba de los asuntos del palacio. Bigtán, quizás el Bigta de Ester 1.10, y Teres, eunucos de confianza, guardias de los departamentos reales, conspiraban para matar al rey. Mardoqueo informó de esto por medio de Ester. Los culpables fueron juzgados y ajusticiados, ya fuera que los empalaron o colgaron, y el caso fue registrado en la presencia del rey quien, sin embargo, no hizo nada para recompensar a Mardoqueo.
4. Amán trama contra los judíos.
a. Amán engrandecido.
Pasaron algunos años y cuando el rey decidió promover a uno de sus príncipes al puesto más alto de la nación escogió, no al hombre que le había salvado la vida, sino a un cierto Amán, un agageo. El nombre Agag recuerda al reinado de Saúl, el hijo de Cis[10], quien no peleó contra este rey amalequita hasta la muerte; por ello, trajo sobre sí la condenación por parte del profeta Samuel[11].
Los lectores judíos verían una recapitulación de esta batalla en la confrontación entre Mardoqueo, también “hijo de Cis” y Amán el agageo. Fue una batalla que Mardoqueo estaba resuelto a ganar. Ya que el rey Jerjes, quien no sabía juzgar a la gente, tuvo que ordenar a sus príncipes que se arrodillaran ante Amán, parecería que sus compañeros de la corte real no le tenían en alta estima. Mardoqueo desaprobó el nombramiento y por lo tanto rehusó arrodillarse ante Amán, aunque ha de haber sabido que esto le causaría problemas, especialmente cuando los oficiales reales lo denunciaron ante Amán. El hecho de que Mardoqueo era judío no le hubiera impedido honrar a los que estaban en autoridad, pero la lealtad a la ley de Dios daba a los judíos una fidelidad más alta que la jurisdicción humana, y tendía a desarrollar independencia de juicio. Nabucodonosor[12] y los oficiales del rey Darío[13] interpretaron esta acción como rebeldía[14].
Lleno de resentimiento y venganza, Amán planeó cuidadosamente su estrategia para vengarse. No se conformó con tramar cómo matar a Mardoqueo, sino que conspiró en contra de todo el pueblo judío, estableciendo así un precedente al antisemitismo. Esta intención tan cruel revela que Amán carecía totalmente de escrúpulos.
b. El complot de Amán.
El diario de la corte de Persia era elaborado en el primer mes de cada año con la ayuda de dados que indicaban las fechas favorables de los diversos eventos. La palabra pur, que significa “sorteo” ha salido a luz en un dado que data del reinado de Salmanasar III de Asiria (858–824 a.C.), de esa manera confirmando el detalle que aparece en Ester 3.7. La dependencia de una creencia en el destino continuó a través de los siglos, los presagios buenos o malos determinaban cuándo se podía tomar una acción. Para los propósitos de Amán el mes favorable era el último del año, dándole tiempo para publicar el decreto del rey, ya determinado por Amán, en todo el Imperio. En su táctica al presentarse ante el rey, Amán cuidadosamente evitó mencionar a los judíos, dando a entender en cambio que se trataba de un grupo racial contrario, poco conocido, resuelto a ignorar la ley persa. Era cierto que los judíos tenían sus propias costumbres, pero expresamente se les había ordenado que vivieran pacíficamente en las naciones del exilio[15] y así lo hicieron.
Amán, abogando por los mejores intereses del rey, había presentado un caso convincente para librar al imperio de este elemento peligroso, y el interés financiero añadió otro incentivo. La suma que Amán prometió representaba una gran fortuna, dando a entender que él era sumamente rico, aunque tenía la intención de beneficiarse al saquear las propiedades de los que exterminaran.
El rey Jerjes no tenía suficiente interés como para investigar los detalles, así que nombró a Amán para que obrara en representación de él, y le entregó su anillo declarando a Amán como la autoridad ejecutiva para hacer como mejor le pareciera. El autor, dando a Amán su título completo, “hijo de Hamedata, el agageo, enemigo de los Judíos”, hace un comentario enigmático sobre el prestigio de un estratega astuto. El rey era indiferente al dinero ofrecido y a la ejecución de una cantidad desconocida de sus súbditos, pero no se hace juicio sobre la negligente renuncia a sus derechos ni sobre su equivocada confianza en Amán.
Sin demora, se preparó el edicto, se copió, se tradujo, se selló con el anillo del rey y se envió a todo el imperio por medio de un sistema postal inaugurado por Ciro. Este sistema dependía de relevos de caballos, colocados a través del imperio para asegurar la rápida comunicación. El decreto era repetitivo y específico. Debía ser proclamado en público para que nadie reclamara que no conocía la ley. Amán se sintió satisfecho con lo que había hecho, y se sentó a beber con su monarca, mientras que la gente en Susa se preguntaba qué sucedía detrás de las paredes del palacio.
5. Ester acepta interceder.
Mardoqueo tenía toda la razón para lamentarse por el decreto de Amán porque el hecho de haberse negado a reconocer la promoción de Amán había perjudicado a toda la raza judía. Por medio del acto de ponerse la vestidura de duelo y dar gritos, los judíos daban a conocer su crisis, se identificaban y llamaban la atención al inexplicable decreto. Mardoqueo, sin embargo, ya no podía comunicarse con Ester porque el vestido de cilicio no era permitido dentro de la ciudadela. Cuando Ester supo que estaba de duelo le envió ropa apropiada para sustituir la de cilicio, pero él no la aceptó. La gran congoja de Ester indica genuino amor y preocupación. Hatac el eunuco en quien ella confiaba fue a averiguar lo que pasaba.
Mardoqueo no dejó piedra por mover para explicar todos los detalles pertinentes, y le dijo a Hatac lo que sabía, incluyendo la cantidad exacta de la plata prometida por Amán para la tesorería real. Hatac llevó con él una copia del decreto para que Ester tuviera las palabras exactas, y la solicitud urgente de que se presentara ante el rey pidiendo misericordia. La respuesta de Ester es reveladora. Ella no tenía el derecho de acercarse al trono, ni había sido llamada por el rey en 30 días. Como todos los demás, si se acercaba al rey sin haber sido convocada, podía ser ajusticiada a menos que se le extendiera el cetro real.
A pesar del peligro, Mardoqueo dio órdenes a Ester diciéndole que, aunque era reina, no debía pensar que escaparía la muerte. Si no actuaba, la liberación de los judíos surgiría de otro lugar. Mardoqueo sin duda dio a entender que Dios protegería a su pueblo y que tenía el propósito de usar a Ester haciendo que fuera elegida reina. Este es un punto teológico importante en el libro. Mardoqueo creía que Dios guía en eventos políticos y en vidas individuales, aunque los que están en poder no lo reconozcan. El hecho de que Ester haya pedido ayuno por tres días revela que compartía la fe de Mardoqueo en el Dios que contesta la oración, aunque ella no menciona su nombre. Su necesidad era tener valentía para cumplir su destino, intercediendo por la vida de su pueblo, aun cuando pudiera costarle la vida.
a. Ester toma la iniciativa.
Al tercer día Ester puso en acción su propósito, fortalecida sabiendo que la comunidad judía en Susa la apoyaba unánimemente. Los días de ayuno habían dado como resultado un plan, y Ester estaba tranquila y majestuosa con su vestido real, de pie en el patio interior a cierta distancia del trono. El rey extendió su cetro de oro a su consorte y ella se le acercó y le indicó cuál era el problema que la había llevado a la presencia del rey. Ella tocó la punta del cetro para reconocer su aprobación. Cuando el rey la invitó a pedir hasta la mitad del reino, Ester se contentó con hacerle una invitación a una fiesta privada para el rey y Amán, la que le presentaría una oportunidad para hacer la verdadera petición. Fue sabio, pero atrevido, el haber invitado a Amán, el favorito del rey.
La prontitud con que el rey mandó llamar a Amán indica que la invitación de Ester le había agradado. Ester, por su parte, había tenido que hacer preparaciones por adelantado para el banquete, anticipando la aceptación del rey. El rey estaba de buen humor, relajado, llamando a su esposa sencillamente Ester y preparado, después de ser agasajado, a darle cualquier cosa que pidiera. Aun así, Ester no se apresuró. Dejaría que disfrutaran otra ocasión igual y luego ella presentaría su petición.
6. Amán trama contra Mardoqueo.
La felicidad de Amán fue efímera. Al ver que Mardoqueo no se dignaba reconocer su presencia, su alegría se convirtió en ira; tendría que vengarse de él. Pero primero se jactó delante de sus amigos de los honores que le fueron dados en la corte, además de todas las otras señales que la suerte le deparaba. Es significativo que Amán le dio el primer lugar a su fortuna. Estaba tan convencido de su importancia que nunca se le ocurrió que Ester pudiera tener algo en contra de él. Mardoqueo el judío era su único enemigo, privándole de su sentido de satisfacción. Aunque Amán ya había asegurado la muerte de todos los judíos, fue con prontitud que aceptó la sugerencia de su esposa y sus amigos para que se construyera una horca especialmente para Mardoqueo. Amán dio por sentado que el rey aprobaría la sentencia de muerte sobre Mardoqueo, y su deleite al pensar en ello completaba su felicidad. La altura exagerada de la horca[16] correspondía a la gran escala con que se solía edificar en Persia.
7. El rey honra a Mardoqueo.
Es fascinante observar la serie de coincidencias, ninguna de las cuales podrían haberse previsto, que dio respuesta a las oraciones de los judíos durante los días de ayuno. Las acciones de Ester, tan calculadas como parecían, reflejaban la sabiduría más que mundana que le fue dada durante el ayuno.
a. Insomnio real.
Aquella noche se le fue el sueño al rey. Este detalle sin importancia fue el punto decisivo en la secuencia de eventos que cambió el curso de esta historia, porque el rey escuchó la lectura de lo que se había escrito sobre la denuncia de Mardoqueo en relación con el complot para asesinarlo. El gran cambio que sucedió inmediatamente fue por la obligación que el rey sentía de dar una recompensa digna al que le había salvado la vida. Era natural que consultara con su ministro principal en la toma de una decisión tan importante.
b. Un mal pensamiento.
Amán llegó temprano al palacio porque necesitaba el consentimiento del rey para ajusticiar a Mardoqueo, pero antes de que pudiera articular su petición el rey había traído a luz otro asunto: Cómo honrar a un súbdito que bien lo merecía. Imaginándose que él sería el que recibiría tal honor, Amán en forma entusiasta describió su propia ambición. Deseaba recibir el prestigio y alabanza que pertenecían a un hombre honrado por su soberano; ponerse la vestidura real, cabalgar en su caballo y, en realidad, hacerse pasar por él y recibir un homenaje digno del rey. Su equivocación fue total.
c. Una amarga ironía.
El rey ignoraba las esperanzas de Amán y de ironía amarga en el dilema de Amán al pedírsele que honrara a Mardoqueo en vez de colgarlo. Lo peor fue la pérdida de su prestigio ante el pueblo, ya que todos sus amigos sabían de la horca que se había construido y que se podía ver en lo alto de la ciudadela, y del complot de Amán en contra de Mardoqueo. En vez de ser ahorcado, Mardoqueo regresó a la puerta del rey, indiferente a los eventos, pero sin duda fascinado por el cambio súbito de su enemigo. Amán por su lado estaba mortificado y no recibió consuelo de parte de su esposa; el ambiente en la casa había cambiado. Las mentes supersticiosas interpretaron las señales y le retiraron su confianza. Los eventos ahora se suceden rápidamente. Los mensajeros del rey ya estaban a la puerta para llevar a Amán al segundo banquete de Ester. Le había llegado la hora.
8. El rey manda colgar a Amán.
El suspenso aumenta cuando por tercera vez el rey hace su pregunta a la reina Ester. Ha desaparecido la familiaridad de la ocasión anterior y, respondiendo, Ester se dirige a su esposo usando sus títulos reales, y frases corteses. A pesar de todo, la verdad debe divulgarse. “…que me sea concedida la vida según mi petición, y la de mi pueblo según mi deseo”[17]: Estas peticiones eran sorprendentes en sus implicaciones, y garantizaban la atención total del rey. Usando el pasivo para evitar nombrar a Amán en ese momento, Ester hizo referencia a la inmensa cantidad por la que esencialmente se había vendido a los judíos. Haber sido vendidos en esclavitud podría haberse tolerado, pero fueron vendidos para ser destruidos, muertos y exterminados, los mismos verbos usados en el decreto. El significado de la última frase de Ester 7.4 no es claro. Ninguna cantidad de dinero podía compensar la pérdida que el rey sufriría si el pueblo judío fuera exterminado. Ester apela a los mejores intereses del rey, y sugiere que la gente es mucho más importante que las posesiones.
El rey estaba por recibir otra sorpresa. Descubrió que Amán era el responsable del complot para matar a su reina y al pueblo de ella. La sabiduría de Ester en invitar a Amán a los banquetes ahora se hace evidente: Estaba allí para enfrentar directamente el destino que merecía como el enemigo, no solo del pueblo judío sino también del rey. Ester no podía estar segura de cómo reaccionaría el rey a las noticias de que ella era judía. El rey en su ira se tomó un momento para reflexionar mientras decidía cómo manejar esta situación tan explosiva. Amán en su apuro solo pensó en rogar a la reina que tuviera misericordia de él. Olvidándose del protocolo acostumbrado se acercó demasiado a la reina, enfureciendo aún más al rey. Los eunucos al servicio del rey se acercaron y cubrieron el rostro de Amán, lo que prácticamente significaba arrestarlo. Harbona, mencionado en la lista original de eunucos[18], informó al rey de la horca de Amán, la cual había sido construida para Mardoqueo, quien había hablado bien acerca del rey. El rey Jerjes no necesitó que le dijeran más. Amán, sin saberlo, había hecho los preparativos para su propia ejecución, que se llevó a cabo de inmediato. La ira del rey fue apaciguada porque se había hecho justicia. Mientras que el decreto de Amán había causado consternación, el cambio completo de sus destinos, terminando en su muerte en la horca que había preparado para su enemigo, calmó tanto al rey como al pueblo.
9. El decreto de Amán trastrocado.
A pesar de la muerte de Amán, quedaba mucho por hacer si Persia había de prosperar, y el autor cuidadosamente redondea la historia en los capítulos finales. En el antiguo Cercano Oriente, la propiedad de los criminales condenados volvía al rey, de aquí la facilidad con que el rey Jerjes pudo otorgar las posesiones de Amán a la reina Ester. Ella, por su parte, informó al rey de su parentesco con Mardoqueo y de su agradecimiento a él. Cuando el rey llamó a Mardoqueo ante su presencia era con la idea de honrarlo debidamente por los servicios que había prestado. La charada soñada por Amán había sido absurda. Pero ahora a Mardoqueo le fue presentado el anillo del rey y fue puesto a cargo de los asuntos del Estado. Mientras que Amán había abusado de su poder, se esperaba que Mardoqueo continuara su fiel servicio al rey, una esperanza reforzada por Ester al escoger a Mardoqueo para que administrara la casa de Amán. La secuencia de eventos es una ironía tras otra, a medida que Mardoqueo se hace cargo de la posición y de la propiedad del enemigo de los judíos.
Quedaba por resolver el problema principal. El decreto de Amán estaba registrado en el libro de códigos y necesitaba ser trastocado. Había sido promulgado en nombre del rey, quien era el único que podía autorizar cualquier cambio, y había sido publicado en todas las provincias del Imperio. Era necesario que Ester se presentara ante el trono una vez más para suplicar por la vida de su pueblo. Esta vez fue lo suficientemente audaz como para arrodillarse a los pies del rey, llorar e implorar que el rey pusiera fin al plan que Amán había ideado contra los judíos. Una vez más Ester escogió bien sus palabras, omitiendo referencia a la legislación, porque, como decía el dicho: “…las leyes de Persia y de Media”[19] no pueden ser abrogadas, y no se podía esperar que el rey perdiera prestigio. El rey recompensó su sabiduría y valentía extendiendo su cetro, y de esta manera pidiéndole que se levantara.
Aun así Ester presentó su petición con el debido respeto, reconociendo que cualquier decisión debía ser reconocida por el rey, aunque por ahora ella halló gracia delante de él. El decreto había salido en nombre del rey, pero Ester afirmaba que el mensaje había sido concebido por Amán y, por lo tanto, abogó a favor de que se escriba para revocar “las cartas concebidas por Amán”[20]. Esta fue una idea genial de parte de ella, reforzada por la doble referencia a su propio estado de angustia: “… ¿cómo podría yo ver la calamidad que caería sobre mi pueblo? ¿Cómo podría yo ver la destrucción de mi gente?”[21] Ya que Ester había hablado a favor de Mardoqueo y de ella misma, el rey incluyó a ambos en su respuesta. Primero, el rey Jerjes se justificó en base al castigo drástico dado a Amán, y procedió a autorizar otro decreto en nombre del rey, aunque el mensaje quedó en manos una vez más del que le seguía en autoridad. Él ahora pronunció las palabras que Ester tan cuidadosamente había evitado acerca de la imposibilidad de revocar los decretos del rey. Una vez más el autor ataca las inconsistencias de la realeza.
El mensaje se parecía al de Ester 3.12–14, donde se asienta el decreto de Amán, solo que el contenido del decreto se invierte completamente. En fin, así son las ironías de las leyes que “no se pueden cambiar”, y de los grandes hombres que las formulan. Amán había caído tan rápidamente como había ascendido al poder. Su decreto del primer mes había sido revocado en el tercer mes por orden de su enemigo, Mardoqueo, quien añadió el hebreo a la lista de idiomas en que sería publicado el edicto. Veloces corceles reales aseguraron su rápida entrega.
Es importante notar las distintas interpretaciones de Ester 8.11. Aunque no hay duda de que se les permitió a los judíos organizarse, se cuestiona el objeto de los verbos destruir, matar y exterminar, citados de Ester 3.13 del decreto de Amán. Allí el objeto era “todos los Judíos: jóvenes y ancianos, niños y mujeres”[22], mientras que el decreto de Mardoqueo hizo que el objeto fuera todo ejército que los asediase[23]. Se dio permiso de tomar botín, pero aun eso era limitado al día específico, que Amán había considerado favorable. Los judíos estarían listos para tomar represalias si eran atacados, mientras que Amán tenía la intención de que fueran matados a sangre fría.
Mientras tanto en Susa, donde se había originado el decreto, hubo una bienvenida entusiasta para el nuevo régimen y lo que representaba, en contraste con la tribulación ocasionada por el decreto de Amán en Ester 3.15. No sintieron resentimiento por las insignias reales de Mardoqueo porque le tenían confianza. Su sabiduría le ganó el favor[24] del pueblo en general, al igual que con los judíos, quienes tenían toda la razón para celebrar haber hallado gracia en vez de vivir bajo amenaza de muerte. Bajo el liderazgo de Mardoqueo la gente de otras naciones, anticipando que sería ventajoso ser judío, “se hicieron judíos”[25], un cambio completo de actitud del público casi de la noche a la mañana, y una señal positiva para el futuro de los judíos.
10. Los judíos salen victoriosos.
Cuando llegó el día fatal, el 13 de Adar, los judíos ganaron poder sobre los que les aborrecían. El autor resume el resultado de los eventos del día para que el lector no tenga dudas; las víctimas llegaron a ser los victoriosos. En realidad, da la impresión de que mucha de la oposición desapareció debido al apoyo de Mardoqueo tanto a nivel popular como de liderazgo. Su énfasis en el temor que Mardoqueo y su pueblo inspiraban, da a entender alguna intervención más que humana, como si el temor a Dios se hubiera apoderado de la población con la rápida inversión de la suerte judía. Se divulgó la idea de que Mardoqueo no sería quitado del poder en el futuro cercano. Era alguien con quien tendrían que tratar, de allí su anhelo por apoyarlo.
Sin embargo, el derramamiento de sangre no se podía evitar del todo, y se registran las víctimas. Los números, sin duda, son mucho menores que lo que hubieran sido si los judíos hubieran sido las víctimas, o si no hubiera habido aprobación por la justicia de su causa. Amán evidentemente seguía teniendo sus fieles seguidores, listos para apoyar el liderazgo que proveyeran sus hijos. Este núcleo de resistencia potencial dentro de la ciudadela de Susa fue el primero en ser eliminado. Hacer una lista de los nombres de los hijos muertos de Amán era reforzar la derrota total de Amán. No quedó ni uno que apoyara su causa. Pero la propiedad de la familia permaneció intacta. Tres veces declaró el autor: no echaron mano a sus despojos. De acuerdo con el ejemplo de Abraham, preferían no enriquecerse por medio de la derrota de su enemigo[26]. Tal dominio propio, poco común, no pasaría desapercibido y hablaría a favor de los judíos aumentando la estima del pueblo.
La forma tan despreocupada en que el rey se refirió a la pérdida de 500 hombres, los hijos de Amán y un número no conocido de hombres en las provincias, solo para ofrecer a su reina la oportunidad de extender el derramamiento de sangre, es espantosa. Ester, a su vez, se portó como una “dama de hierro”, interesada en exhibir la caída de Amán ahorcando públicamente los cuerpos de sus hijos, y completar la ejecución de otros enemigos de los judíos en la ciudad de Susa, más allá de la acrópolis. Para lograrlo, Ester pidió un día más, y murieron 300 hombres más. En otras partes del imperio el número total de 75.000 hombres muertos por los guerreros de la resistencia judía implica que el decreto de Amán se había implementado. Suponiendo que todas las 127 provincias hayan estado involucradas, cada una hubiera perdido alrededor de 600 hombres, menos que la ciudad de Susa sola. Por lo tanto, los judíos tuvieron reposo de sus enemigos. Su liberación de la destrucción tenía que ser celebrada, de allí la institución de un día festivo en el día 14 de Adar, una vez que había pasado el temido día 13. Sin embargo, en Susa, el 15 era día de celebración por la petición adicional de Ester. Por todos lados se compartían alegremente comidas festivas, asegurando que nadie fuera excluido. Por lo tanto, la intención de Amán de exterminar a la raza judía tuvo el efecto de reforzar los lazos entre sus miembros, y aumentar el espíritu comunitario entre ellos al recordar su peligro compartido y su liberación.
11. El origen de Purim.
Un festival que fuera a continuar necesitaba la autenticación escrita. La Pascua, la fiesta de las Semanas o Pentecostés y los Tabernáculos fueron establecidos en el calendario litúrgico por la ley de Moisés[27]; Mardoqueo añadió la fiesta de Purim. Decretó que en el día 14 y el día 15 de Adar se celebraran cada año en agradecimiento por la liberación de la amenaza de su exterminio, que tenía sus paralelos con la liberación de la esclavitud bajo el Faraón en el éxodo. La Pascua y Purim hablan de la tristeza cambiada en alegría y el duelo en celebración. Mardoqueo ordenó que la hospitalidad generosa, con mención especial de cuidar a los pobres, debiera marcar la festividad con abundante generosidad.
Lo que el autor aún no ha explicado es el nombre de Purim, por lo tanto da un resumen del complot de Amán. Tenía que ver con echar el pur o “suerte”, una palabra que no se encuentra en el hebreo. Encontrar un dado con la palabra pur ha confirmado ahora el significado de la palabra, por lo tanto reivindicando la veracidad del autor del libro. El echar suertes para determinar fechas era una práctica establecida mucho antes en el Cercano Oriente, pero en esta ocasión no resultó como el que sería el ganador quiso. La adopción de la palabra Purim[28], fue entonces un claro repudio del “destino”, porque el destino no había dado la respuesta correcta al que creía en él. Los judíos habían probado una vez más que ellos conocían el mejor camino de la vida. Por esta razón era imperativo que cada familia de cada generación celebrara la festividad, y no dejar que desapareciera.
El peso de la autoridad de la reina Ester se añadió al de Mardoqueo: La reina Ester suscribió o “decretó”. En aquel entonces se necesitaba autorización escrita para establecer las leyes en todo el imperio. Cada provincia tenía su copia auténtica del edicto real, debidamente sellado, para que nadie pudiera pretextar su ignorancia. Ayunos y clamor no habían sido mencionados desde Ester 4.16, pero hacerlo ahora es un recordatorio de uno de los temas del libro, y el medio por el cual Ester encontró confianza para aceptar su papel como líder. Por lo tanto, el ayuno se menciona en la recapitulación al final de la historia, pero no es probable que el ayuno haya sido parte de la liturgia original del Purim. El énfasis sobre el festejar es demasiado enfático. Sin embargo, sin el ayuno no hubiera habido festividad. Fue escrito en un libro, probablemente en esta ocasión la referencia legal a los libros de Susa. Los eventos que se registraron fueron bien autenticados y documentados.
12. El éxito de Mardoqueo.
El libro termina con una referencia al rey Jerjes, con quien empezó. Allí se hizo mención de la extensión de su imperio; aquí el énfasis es en los hechos que muestran que ni aun los lugares más lejanos escapaban del pago de los tributos, tal era el poder del rey para imponer su voluntad. Bajo tal régimen nadie hubiera pensado que un judío llegaría a ser la mano derecha del rey. El mismo rey Jerjes había dado el poder a Mardoqueo, y las circunstancias de este nombramiento fueron escritas en los libros de las crónicas de los reyes de Media y de Persia[29]. Mardoqueo, por lo tanto, fue puesto en una posición estratégica para representar a su pueblo, y asegurar sus intereses, lo opuesto a lo que sucedía al comienzo del reinado del rey Jerjes cuando se vieron a merced del tirano que los hubiera exterminado. Gracias a Mardoqueo el imperio gozaba una vez más de una vida normal, y los judíos se sentían seguros aun cuando estaban sujetos a un gobierno extranjero.
[1] Jerjes I, en persa خشایارشاه, (519-465 a.C.), rey aqueménida de Persia (486-465 a.C.), hijo de Darío I y de Atosa, hija de Ciro II el Grande. Su nombre Jerjes, también escrito Xerxes, es una transliteración al griego “Ξερξης”, de su nombre persa tras su ascensión al trono, “Jshāyār shāh”, que significa “Gobernador de héroes”. En la Biblia se le menciona como “אחשורש”, Axashverosh o Ahasuerus, transliterado al griego.
[2] Susa o Shushan, era una antigua ciudad de los imperios Elamita, Persa y Parto, situada a unos 240 km al este del río Tigris, en el sudoeste del actual Irán. Hoy en día, de la antigua ciudad solo queda un gran campo de ruinas, pero en la actualidad existe una ciudad en las cercanías que deriva su nombre de ella, Shush.
[3] Aunque la palabra judío se deriva de “Judá”, llegó a ser un término que describía a cualquier israelita durante el período post exílico.
[4] 1 Samuel 9.1.
[5] 2 Reyes 24.14-16.
[6] Significa “mirto”.
[7] Ester, nombre femenino de raíz persa Stara, deriva de “Istar”, nombre de una diosa de los babilonios y para los asirios es la diosa de la fertilidad y reina del firmamento. Ester significa “astro, estrella” o “Aquella que brilla como una estrella”.
[8] Génesis 37.25.
[9] Rut 4.1-10.
[10] 1 Samuel 9.1-2.
[11] 1 Samuel 15.
[12] Daniel 13.12-23.
[13] Daniel 6.5-9.
[14] Daniel 3.12-23.
[15] Jeremías 29.7.
[16] 22,5 metros.
[17] Ester 7.3. NBLH
[18] Ester 1.10.
[19] Ester 1.19.
[20] Ester 8.5. NBLH
[21] Ester 8.6. Ibid
[22] NBLH
[23] Ester 8.11.
[24] Proverbios 13.15.
[25] Ester 8.17. NBLH
[26] Génesis 14.23.
[27] Deuteronomio 16.1-17.
[28] Pur con el final hebreo “im”.
[29] Debido a que el imperio de Media fue fundado antes que el de Persia, los libros del rey comenzarían con los de Media.
1. El rey Jerjes destrona a la reina.
a. Fiesta en el palacio.
El narrador primero introduce al rey Jerjes[1], su imperio y su capital. Khshayarsha, su difícil nombre persa, fue transcrito Ahasuerus en hebreo y Asuero en español. Su imperio, que se extendía del río Indo en Paquistán al Alto Nilo en el norte del Sudán, estaba constituido por unas 127 provincias impresionantes. Susa[2] había sido reconstruida por Darío, padre de Jerjes, como una de sus ciudades capitales. La ciudadela era el centro de la acrópolis, el punto alto de la ciudad, y fortificada para proteger al rey. El tercer año de su reinado (483 a.C.) marcó el final de la oposición al nuevo reino, y fue el momento apropiado para consolidar el imperio y juntar a sus personajes principales en la capital.
El rey exhibió sus tesoros reales por seis meses. Aunque su inmensa riqueza se debía a las conquistas, los impuestos y tributos, no hubo quien cuestionara la justicia de la codicia del rey. Ya que la riqueza se traduce en poderío militar, causaba admiración, pero el autor de Ester implícitamente pronunció juicio sobre el autoengrandecimiento del rey describiendo sus extravagancias con lujo de detalles. El banquete fue la culminación de las festividades, y tenía la intención de impresionar a todos los líderes encargados de los asuntos civiles y militares, cuya lealtad era esencial para el bien del imperio. La opulenta hospitalidad del rey se extendía a todo el pueblo, su séquito, oficiales y dignatarios que le visitaban. El pabellón en los colores reales de blanco y púrpura, junto con el oro y plata sobre el trasfondo de columnas de mármol y pisos de mosaico, muestran un opulento y fabuloso escenario. Algunos de los vasos de oro de ese período todavía sobreviven, y se consideran obras de arte, individualmente diseñados. Se da énfasis a la abundancia de vino y a la libertad dada a los invitados para beber cuanto quisieran.
b. El desafío de la reina.
No se da una explicación de por qué las mujeres festejaban por separado, pero es probable que este fuese el inicio de la rebeldía de Vasti, que en lugar de estar festejando con su marido, prefirió hacerlo por separado.
Quizá después de haber pasado los días y de el consumo de licor de parte del rey, ya se le había pasado su enojo con Vasti y por ello manda a los siete eunucos, cuyos nombres apoyan un origen persa, que vayan al harén real por la reina. Parece que la reina Vasti no había olvidado, si es que lo hubo, el disgusto, por lo que no quiso obedecer la orden del rey. Cualquier excusa hubiera sido considerada fuera de lugar, ya que ella no tenía derechos. El rechazo desafiante de la reina de comparecer en la fiesta del rey lo puso en ridículo, por eso su ira.
c. Un decreto real.
Algo tenía que hacerse, y los siete consejeros tenían la responsabilidad de concebir un castigo. Memucán habló por los siete príncipes en respuesta a la pregunta del rey. Fue astuto en generalizar el problema, dando a entender que ya que la reina Vasti había tenido influencia sobre las otras mujeres de la nobleza, cada hombre presente arriesgaba perder el control sobre su esposa. Los llamó a la solidaridad y aconsejó al rey que dictara un decreto para hacer desaparecer a Vasti. El decreto publicado restablecería la autoridad del rey y aseguraría que todo esposo disfrutaría del respeto debido de su esposa. Mientras tanto, alguien mejor que Vasti sería nombrada en su lugar.
En vista de que hubo un acuerdo unánime de que Memucán había dado un buen consejo, el decreto fue formulado inmediatamente y traducido a los muchos idiomas representados por los presentes en la fiesta. Hay ironía entre el Jerjes que reinaba sobre 127 provincias, y la trivialidad de su proclamación de que todo hombre debía gobernar sobre su propia casa. A pesar del gran alarde de riqueza y poder, el rey Jerjes tenía limitaciones explícitas en su propia casa. También se nota la ironía en la referencia a las leyes de Persia y Media, que no podían ser revocadas y, sin embargo, podían ser dictadas por capricho por un monarca embriagado por el vino.
2. Ester es escogida para ser reina.
a. El primer concurso de belleza.
El rey, nuevamente sobrio, recordó los eventos de la última noche de la fiesta. Por más que los lamentara, no podía cambiar su propio mandato. Esta era todavía otra limitación a sus grandes poderes. La sugerencia de que se comenzara la búsqueda de una nueva reina, y la idea de que las jóvenes más hermosas del imperio se congregarían en su harén, levantó el ánimo del rey.
b. Mardoqueo y Ester.
El autor presenta ahora a Mardoqueo, un judío[3] de la tribu de Benjamín. Mardoqueo tenía nombres distinguidos entre sus antepasados: Si este Cis fue el padre del rey Saúl[4], Simei era hermano del rey, por lo que Mardoqueo tenía sangre real, lo cual podría coincidir con el hecho de que la familia había sido deportada a Babilonia con el rey Joacim en 597 a.C.[5], es otra indicación de su importancia. El nombre Mardoqueo era asociado con Marduc, el dios estatal de Babilonia. Por lo menos se derivan así dos nombres comunes, y aun hay mención de un hombre llamado Marduca en un texto de más o menos este período, que sirvió como contador en una gira de inspección de Susa. Evidentemente Mardoqueo era un hombre a quien tenían que rendir cuentas. Había adoptado a su prima huérfana, Hadasa[6], también conocida como Ester[7], hija de Abihail. Este nombre persa significaba “estrella”, quizá una referencia al arrayán, cuyas flores parecían estrellas, aunque también hay similaridad en sonido entre los dos nombres. El hecho de que era de bella figura y de hermosa apariencia era un factor principal en el obrar del propósito de Dios, y se considera como su buen don.
Habiendo presentado a Mardoqueo y Ester, el autor continúa con el relato de las órdenes del rey y su realización. De las muchas jovencitas que llegaron a Susa, solo una, Ester, se menciona por nombre. Aun antes de que el rey la viera, Ester había hallado gracia delante de Hegai, el eunuco real. La palabra hebreo es “hesed”, conocida como el término del pacto que expresaba la fidelidad y el amor de Dios, pero usado aquí en un contexto secular. Hegai dio trato preferencial a Ester, promoviéndola a primer lugar y eligiendo para ella las mejores doncellas y las habitaciones más atractivas. Ester no permitió que tales atenciones la envanecieran, pero no dio a conocer su nacionalidad. A diferencia de Jerjes, Mardoqueo supo gobernar sobre su casa. El hecho de que se preocupaba por Ester lo suficientemente como para vigilar a diario cómo le iba, es un indicio de su cuidado. Ester obedecía porque amaba y respetaba a Mardoqueo.
Todas las que aspiraban a reina tenían que someterse a 12 meses de tratamientos de belleza, usando los productos aromáticos por los cuales estos países orientales siempre habían sido famosos[8]. Tratamientos cosméticos, depilar, aclarar la piel, al igual que perfumar eran parte del proceso para hermosear a las doncellas. Lo triste era que, a pesar de todas las extravagancias lujosas, la mayoría de las mujeres solo pasarían una noche con el rey, y luego vivirían con las concubinas, las esposas ignoradas que pasaban sus días en ociosidad. El sistema de harén era inhumano y degradaba grandemente a la mujer como persona.
Por la misericordia de Dios Ester fue protegida de ese triste destino. Ella no había hecho demandas extravagantes para hermosearse, pero había sido preparada para ser guiada por Hegai, y la deducción es que Ester se ganó la aprobación por su buen juicio tanto como por su hermosura. En el sétimo año del reinado de Jerjes se registra que habían pasado cuatro años desde que el rey había exiliado a Vasti. Tebet, el mes décimo, generalmente era frío y húmedo, pero a pesar de esta desventaja, Ester obtuvo la aprobación del rey. Tanto así que la hizo su reina en el momento y, coronándola, proclamó un banquete en su honor, marcando la ocasión como día festivo y dando regalos a todos. Así, todo el pueblo tuvo de qué regocijase.
3. Mardoqueo descubre un complot.
Cuando las jóvenes vírgenes eran reunidas por segunda vez es una frase problemática porque no se había mencionado tal reunión anteriormente. Pareciera que era una referencia a Ester 2.8, y que tenía el propósito de sugerir un corto tiempo después de que se escogiera a Ester como reina. El hecho de que Mardoqueo estaba sentado junto a la puerta real implica que se le había dado, quizá durante el nombramiento de Ester, un puesto en el poder judicial de Susa, ya que “la puerta” era el tribunal tradicional[9]. En la puerta de la ciudadela, Mardoqueo se mantuvo atento escuchando lo que se comentaba de los asuntos del palacio. Bigtán, quizás el Bigta de Ester 1.10, y Teres, eunucos de confianza, guardias de los departamentos reales, conspiraban para matar al rey. Mardoqueo informó de esto por medio de Ester. Los culpables fueron juzgados y ajusticiados, ya fuera que los empalaron o colgaron, y el caso fue registrado en la presencia del rey quien, sin embargo, no hizo nada para recompensar a Mardoqueo.
4. Amán trama contra los judíos.
a. Amán engrandecido.
Pasaron algunos años y cuando el rey decidió promover a uno de sus príncipes al puesto más alto de la nación escogió, no al hombre que le había salvado la vida, sino a un cierto Amán, un agageo. El nombre Agag recuerda al reinado de Saúl, el hijo de Cis[10], quien no peleó contra este rey amalequita hasta la muerte; por ello, trajo sobre sí la condenación por parte del profeta Samuel[11].
Los lectores judíos verían una recapitulación de esta batalla en la confrontación entre Mardoqueo, también “hijo de Cis” y Amán el agageo. Fue una batalla que Mardoqueo estaba resuelto a ganar. Ya que el rey Jerjes, quien no sabía juzgar a la gente, tuvo que ordenar a sus príncipes que se arrodillaran ante Amán, parecería que sus compañeros de la corte real no le tenían en alta estima. Mardoqueo desaprobó el nombramiento y por lo tanto rehusó arrodillarse ante Amán, aunque ha de haber sabido que esto le causaría problemas, especialmente cuando los oficiales reales lo denunciaron ante Amán. El hecho de que Mardoqueo era judío no le hubiera impedido honrar a los que estaban en autoridad, pero la lealtad a la ley de Dios daba a los judíos una fidelidad más alta que la jurisdicción humana, y tendía a desarrollar independencia de juicio. Nabucodonosor[12] y los oficiales del rey Darío[13] interpretaron esta acción como rebeldía[14].
Lleno de resentimiento y venganza, Amán planeó cuidadosamente su estrategia para vengarse. No se conformó con tramar cómo matar a Mardoqueo, sino que conspiró en contra de todo el pueblo judío, estableciendo así un precedente al antisemitismo. Esta intención tan cruel revela que Amán carecía totalmente de escrúpulos.
b. El complot de Amán.
El diario de la corte de Persia era elaborado en el primer mes de cada año con la ayuda de dados que indicaban las fechas favorables de los diversos eventos. La palabra pur, que significa “sorteo” ha salido a luz en un dado que data del reinado de Salmanasar III de Asiria (858–824 a.C.), de esa manera confirmando el detalle que aparece en Ester 3.7. La dependencia de una creencia en el destino continuó a través de los siglos, los presagios buenos o malos determinaban cuándo se podía tomar una acción. Para los propósitos de Amán el mes favorable era el último del año, dándole tiempo para publicar el decreto del rey, ya determinado por Amán, en todo el Imperio. En su táctica al presentarse ante el rey, Amán cuidadosamente evitó mencionar a los judíos, dando a entender en cambio que se trataba de un grupo racial contrario, poco conocido, resuelto a ignorar la ley persa. Era cierto que los judíos tenían sus propias costumbres, pero expresamente se les había ordenado que vivieran pacíficamente en las naciones del exilio[15] y así lo hicieron.
Amán, abogando por los mejores intereses del rey, había presentado un caso convincente para librar al imperio de este elemento peligroso, y el interés financiero añadió otro incentivo. La suma que Amán prometió representaba una gran fortuna, dando a entender que él era sumamente rico, aunque tenía la intención de beneficiarse al saquear las propiedades de los que exterminaran.
El rey Jerjes no tenía suficiente interés como para investigar los detalles, así que nombró a Amán para que obrara en representación de él, y le entregó su anillo declarando a Amán como la autoridad ejecutiva para hacer como mejor le pareciera. El autor, dando a Amán su título completo, “hijo de Hamedata, el agageo, enemigo de los Judíos”, hace un comentario enigmático sobre el prestigio de un estratega astuto. El rey era indiferente al dinero ofrecido y a la ejecución de una cantidad desconocida de sus súbditos, pero no se hace juicio sobre la negligente renuncia a sus derechos ni sobre su equivocada confianza en Amán.
Sin demora, se preparó el edicto, se copió, se tradujo, se selló con el anillo del rey y se envió a todo el imperio por medio de un sistema postal inaugurado por Ciro. Este sistema dependía de relevos de caballos, colocados a través del imperio para asegurar la rápida comunicación. El decreto era repetitivo y específico. Debía ser proclamado en público para que nadie reclamara que no conocía la ley. Amán se sintió satisfecho con lo que había hecho, y se sentó a beber con su monarca, mientras que la gente en Susa se preguntaba qué sucedía detrás de las paredes del palacio.
5. Ester acepta interceder.
Mardoqueo tenía toda la razón para lamentarse por el decreto de Amán porque el hecho de haberse negado a reconocer la promoción de Amán había perjudicado a toda la raza judía. Por medio del acto de ponerse la vestidura de duelo y dar gritos, los judíos daban a conocer su crisis, se identificaban y llamaban la atención al inexplicable decreto. Mardoqueo, sin embargo, ya no podía comunicarse con Ester porque el vestido de cilicio no era permitido dentro de la ciudadela. Cuando Ester supo que estaba de duelo le envió ropa apropiada para sustituir la de cilicio, pero él no la aceptó. La gran congoja de Ester indica genuino amor y preocupación. Hatac el eunuco en quien ella confiaba fue a averiguar lo que pasaba.
Mardoqueo no dejó piedra por mover para explicar todos los detalles pertinentes, y le dijo a Hatac lo que sabía, incluyendo la cantidad exacta de la plata prometida por Amán para la tesorería real. Hatac llevó con él una copia del decreto para que Ester tuviera las palabras exactas, y la solicitud urgente de que se presentara ante el rey pidiendo misericordia. La respuesta de Ester es reveladora. Ella no tenía el derecho de acercarse al trono, ni había sido llamada por el rey en 30 días. Como todos los demás, si se acercaba al rey sin haber sido convocada, podía ser ajusticiada a menos que se le extendiera el cetro real.
A pesar del peligro, Mardoqueo dio órdenes a Ester diciéndole que, aunque era reina, no debía pensar que escaparía la muerte. Si no actuaba, la liberación de los judíos surgiría de otro lugar. Mardoqueo sin duda dio a entender que Dios protegería a su pueblo y que tenía el propósito de usar a Ester haciendo que fuera elegida reina. Este es un punto teológico importante en el libro. Mardoqueo creía que Dios guía en eventos políticos y en vidas individuales, aunque los que están en poder no lo reconozcan. El hecho de que Ester haya pedido ayuno por tres días revela que compartía la fe de Mardoqueo en el Dios que contesta la oración, aunque ella no menciona su nombre. Su necesidad era tener valentía para cumplir su destino, intercediendo por la vida de su pueblo, aun cuando pudiera costarle la vida.
a. Ester toma la iniciativa.
Al tercer día Ester puso en acción su propósito, fortalecida sabiendo que la comunidad judía en Susa la apoyaba unánimemente. Los días de ayuno habían dado como resultado un plan, y Ester estaba tranquila y majestuosa con su vestido real, de pie en el patio interior a cierta distancia del trono. El rey extendió su cetro de oro a su consorte y ella se le acercó y le indicó cuál era el problema que la había llevado a la presencia del rey. Ella tocó la punta del cetro para reconocer su aprobación. Cuando el rey la invitó a pedir hasta la mitad del reino, Ester se contentó con hacerle una invitación a una fiesta privada para el rey y Amán, la que le presentaría una oportunidad para hacer la verdadera petición. Fue sabio, pero atrevido, el haber invitado a Amán, el favorito del rey.
La prontitud con que el rey mandó llamar a Amán indica que la invitación de Ester le había agradado. Ester, por su parte, había tenido que hacer preparaciones por adelantado para el banquete, anticipando la aceptación del rey. El rey estaba de buen humor, relajado, llamando a su esposa sencillamente Ester y preparado, después de ser agasajado, a darle cualquier cosa que pidiera. Aun así, Ester no se apresuró. Dejaría que disfrutaran otra ocasión igual y luego ella presentaría su petición.
6. Amán trama contra Mardoqueo.
La felicidad de Amán fue efímera. Al ver que Mardoqueo no se dignaba reconocer su presencia, su alegría se convirtió en ira; tendría que vengarse de él. Pero primero se jactó delante de sus amigos de los honores que le fueron dados en la corte, además de todas las otras señales que la suerte le deparaba. Es significativo que Amán le dio el primer lugar a su fortuna. Estaba tan convencido de su importancia que nunca se le ocurrió que Ester pudiera tener algo en contra de él. Mardoqueo el judío era su único enemigo, privándole de su sentido de satisfacción. Aunque Amán ya había asegurado la muerte de todos los judíos, fue con prontitud que aceptó la sugerencia de su esposa y sus amigos para que se construyera una horca especialmente para Mardoqueo. Amán dio por sentado que el rey aprobaría la sentencia de muerte sobre Mardoqueo, y su deleite al pensar en ello completaba su felicidad. La altura exagerada de la horca[16] correspondía a la gran escala con que se solía edificar en Persia.
7. El rey honra a Mardoqueo.
Es fascinante observar la serie de coincidencias, ninguna de las cuales podrían haberse previsto, que dio respuesta a las oraciones de los judíos durante los días de ayuno. Las acciones de Ester, tan calculadas como parecían, reflejaban la sabiduría más que mundana que le fue dada durante el ayuno.
a. Insomnio real.
Aquella noche se le fue el sueño al rey. Este detalle sin importancia fue el punto decisivo en la secuencia de eventos que cambió el curso de esta historia, porque el rey escuchó la lectura de lo que se había escrito sobre la denuncia de Mardoqueo en relación con el complot para asesinarlo. El gran cambio que sucedió inmediatamente fue por la obligación que el rey sentía de dar una recompensa digna al que le había salvado la vida. Era natural que consultara con su ministro principal en la toma de una decisión tan importante.
b. Un mal pensamiento.
Amán llegó temprano al palacio porque necesitaba el consentimiento del rey para ajusticiar a Mardoqueo, pero antes de que pudiera articular su petición el rey había traído a luz otro asunto: Cómo honrar a un súbdito que bien lo merecía. Imaginándose que él sería el que recibiría tal honor, Amán en forma entusiasta describió su propia ambición. Deseaba recibir el prestigio y alabanza que pertenecían a un hombre honrado por su soberano; ponerse la vestidura real, cabalgar en su caballo y, en realidad, hacerse pasar por él y recibir un homenaje digno del rey. Su equivocación fue total.
c. Una amarga ironía.
El rey ignoraba las esperanzas de Amán y de ironía amarga en el dilema de Amán al pedírsele que honrara a Mardoqueo en vez de colgarlo. Lo peor fue la pérdida de su prestigio ante el pueblo, ya que todos sus amigos sabían de la horca que se había construido y que se podía ver en lo alto de la ciudadela, y del complot de Amán en contra de Mardoqueo. En vez de ser ahorcado, Mardoqueo regresó a la puerta del rey, indiferente a los eventos, pero sin duda fascinado por el cambio súbito de su enemigo. Amán por su lado estaba mortificado y no recibió consuelo de parte de su esposa; el ambiente en la casa había cambiado. Las mentes supersticiosas interpretaron las señales y le retiraron su confianza. Los eventos ahora se suceden rápidamente. Los mensajeros del rey ya estaban a la puerta para llevar a Amán al segundo banquete de Ester. Le había llegado la hora.
8. El rey manda colgar a Amán.
El suspenso aumenta cuando por tercera vez el rey hace su pregunta a la reina Ester. Ha desaparecido la familiaridad de la ocasión anterior y, respondiendo, Ester se dirige a su esposo usando sus títulos reales, y frases corteses. A pesar de todo, la verdad debe divulgarse. “…que me sea concedida la vida según mi petición, y la de mi pueblo según mi deseo”[17]: Estas peticiones eran sorprendentes en sus implicaciones, y garantizaban la atención total del rey. Usando el pasivo para evitar nombrar a Amán en ese momento, Ester hizo referencia a la inmensa cantidad por la que esencialmente se había vendido a los judíos. Haber sido vendidos en esclavitud podría haberse tolerado, pero fueron vendidos para ser destruidos, muertos y exterminados, los mismos verbos usados en el decreto. El significado de la última frase de Ester 7.4 no es claro. Ninguna cantidad de dinero podía compensar la pérdida que el rey sufriría si el pueblo judío fuera exterminado. Ester apela a los mejores intereses del rey, y sugiere que la gente es mucho más importante que las posesiones.
El rey estaba por recibir otra sorpresa. Descubrió que Amán era el responsable del complot para matar a su reina y al pueblo de ella. La sabiduría de Ester en invitar a Amán a los banquetes ahora se hace evidente: Estaba allí para enfrentar directamente el destino que merecía como el enemigo, no solo del pueblo judío sino también del rey. Ester no podía estar segura de cómo reaccionaría el rey a las noticias de que ella era judía. El rey en su ira se tomó un momento para reflexionar mientras decidía cómo manejar esta situación tan explosiva. Amán en su apuro solo pensó en rogar a la reina que tuviera misericordia de él. Olvidándose del protocolo acostumbrado se acercó demasiado a la reina, enfureciendo aún más al rey. Los eunucos al servicio del rey se acercaron y cubrieron el rostro de Amán, lo que prácticamente significaba arrestarlo. Harbona, mencionado en la lista original de eunucos[18], informó al rey de la horca de Amán, la cual había sido construida para Mardoqueo, quien había hablado bien acerca del rey. El rey Jerjes no necesitó que le dijeran más. Amán, sin saberlo, había hecho los preparativos para su propia ejecución, que se llevó a cabo de inmediato. La ira del rey fue apaciguada porque se había hecho justicia. Mientras que el decreto de Amán había causado consternación, el cambio completo de sus destinos, terminando en su muerte en la horca que había preparado para su enemigo, calmó tanto al rey como al pueblo.
9. El decreto de Amán trastrocado.
A pesar de la muerte de Amán, quedaba mucho por hacer si Persia había de prosperar, y el autor cuidadosamente redondea la historia en los capítulos finales. En el antiguo Cercano Oriente, la propiedad de los criminales condenados volvía al rey, de aquí la facilidad con que el rey Jerjes pudo otorgar las posesiones de Amán a la reina Ester. Ella, por su parte, informó al rey de su parentesco con Mardoqueo y de su agradecimiento a él. Cuando el rey llamó a Mardoqueo ante su presencia era con la idea de honrarlo debidamente por los servicios que había prestado. La charada soñada por Amán había sido absurda. Pero ahora a Mardoqueo le fue presentado el anillo del rey y fue puesto a cargo de los asuntos del Estado. Mientras que Amán había abusado de su poder, se esperaba que Mardoqueo continuara su fiel servicio al rey, una esperanza reforzada por Ester al escoger a Mardoqueo para que administrara la casa de Amán. La secuencia de eventos es una ironía tras otra, a medida que Mardoqueo se hace cargo de la posición y de la propiedad del enemigo de los judíos.
Quedaba por resolver el problema principal. El decreto de Amán estaba registrado en el libro de códigos y necesitaba ser trastocado. Había sido promulgado en nombre del rey, quien era el único que podía autorizar cualquier cambio, y había sido publicado en todas las provincias del Imperio. Era necesario que Ester se presentara ante el trono una vez más para suplicar por la vida de su pueblo. Esta vez fue lo suficientemente audaz como para arrodillarse a los pies del rey, llorar e implorar que el rey pusiera fin al plan que Amán había ideado contra los judíos. Una vez más Ester escogió bien sus palabras, omitiendo referencia a la legislación, porque, como decía el dicho: “…las leyes de Persia y de Media”[19] no pueden ser abrogadas, y no se podía esperar que el rey perdiera prestigio. El rey recompensó su sabiduría y valentía extendiendo su cetro, y de esta manera pidiéndole que se levantara.
Aun así Ester presentó su petición con el debido respeto, reconociendo que cualquier decisión debía ser reconocida por el rey, aunque por ahora ella halló gracia delante de él. El decreto había salido en nombre del rey, pero Ester afirmaba que el mensaje había sido concebido por Amán y, por lo tanto, abogó a favor de que se escriba para revocar “las cartas concebidas por Amán”[20]. Esta fue una idea genial de parte de ella, reforzada por la doble referencia a su propio estado de angustia: “… ¿cómo podría yo ver la calamidad que caería sobre mi pueblo? ¿Cómo podría yo ver la destrucción de mi gente?”[21] Ya que Ester había hablado a favor de Mardoqueo y de ella misma, el rey incluyó a ambos en su respuesta. Primero, el rey Jerjes se justificó en base al castigo drástico dado a Amán, y procedió a autorizar otro decreto en nombre del rey, aunque el mensaje quedó en manos una vez más del que le seguía en autoridad. Él ahora pronunció las palabras que Ester tan cuidadosamente había evitado acerca de la imposibilidad de revocar los decretos del rey. Una vez más el autor ataca las inconsistencias de la realeza.
El mensaje se parecía al de Ester 3.12–14, donde se asienta el decreto de Amán, solo que el contenido del decreto se invierte completamente. En fin, así son las ironías de las leyes que “no se pueden cambiar”, y de los grandes hombres que las formulan. Amán había caído tan rápidamente como había ascendido al poder. Su decreto del primer mes había sido revocado en el tercer mes por orden de su enemigo, Mardoqueo, quien añadió el hebreo a la lista de idiomas en que sería publicado el edicto. Veloces corceles reales aseguraron su rápida entrega.
Es importante notar las distintas interpretaciones de Ester 8.11. Aunque no hay duda de que se les permitió a los judíos organizarse, se cuestiona el objeto de los verbos destruir, matar y exterminar, citados de Ester 3.13 del decreto de Amán. Allí el objeto era “todos los Judíos: jóvenes y ancianos, niños y mujeres”[22], mientras que el decreto de Mardoqueo hizo que el objeto fuera todo ejército que los asediase[23]. Se dio permiso de tomar botín, pero aun eso era limitado al día específico, que Amán había considerado favorable. Los judíos estarían listos para tomar represalias si eran atacados, mientras que Amán tenía la intención de que fueran matados a sangre fría.
Mientras tanto en Susa, donde se había originado el decreto, hubo una bienvenida entusiasta para el nuevo régimen y lo que representaba, en contraste con la tribulación ocasionada por el decreto de Amán en Ester 3.15. No sintieron resentimiento por las insignias reales de Mardoqueo porque le tenían confianza. Su sabiduría le ganó el favor[24] del pueblo en general, al igual que con los judíos, quienes tenían toda la razón para celebrar haber hallado gracia en vez de vivir bajo amenaza de muerte. Bajo el liderazgo de Mardoqueo la gente de otras naciones, anticipando que sería ventajoso ser judío, “se hicieron judíos”[25], un cambio completo de actitud del público casi de la noche a la mañana, y una señal positiva para el futuro de los judíos.
10. Los judíos salen victoriosos.
Cuando llegó el día fatal, el 13 de Adar, los judíos ganaron poder sobre los que les aborrecían. El autor resume el resultado de los eventos del día para que el lector no tenga dudas; las víctimas llegaron a ser los victoriosos. En realidad, da la impresión de que mucha de la oposición desapareció debido al apoyo de Mardoqueo tanto a nivel popular como de liderazgo. Su énfasis en el temor que Mardoqueo y su pueblo inspiraban, da a entender alguna intervención más que humana, como si el temor a Dios se hubiera apoderado de la población con la rápida inversión de la suerte judía. Se divulgó la idea de que Mardoqueo no sería quitado del poder en el futuro cercano. Era alguien con quien tendrían que tratar, de allí su anhelo por apoyarlo.
Sin embargo, el derramamiento de sangre no se podía evitar del todo, y se registran las víctimas. Los números, sin duda, son mucho menores que lo que hubieran sido si los judíos hubieran sido las víctimas, o si no hubiera habido aprobación por la justicia de su causa. Amán evidentemente seguía teniendo sus fieles seguidores, listos para apoyar el liderazgo que proveyeran sus hijos. Este núcleo de resistencia potencial dentro de la ciudadela de Susa fue el primero en ser eliminado. Hacer una lista de los nombres de los hijos muertos de Amán era reforzar la derrota total de Amán. No quedó ni uno que apoyara su causa. Pero la propiedad de la familia permaneció intacta. Tres veces declaró el autor: no echaron mano a sus despojos. De acuerdo con el ejemplo de Abraham, preferían no enriquecerse por medio de la derrota de su enemigo[26]. Tal dominio propio, poco común, no pasaría desapercibido y hablaría a favor de los judíos aumentando la estima del pueblo.
La forma tan despreocupada en que el rey se refirió a la pérdida de 500 hombres, los hijos de Amán y un número no conocido de hombres en las provincias, solo para ofrecer a su reina la oportunidad de extender el derramamiento de sangre, es espantosa. Ester, a su vez, se portó como una “dama de hierro”, interesada en exhibir la caída de Amán ahorcando públicamente los cuerpos de sus hijos, y completar la ejecución de otros enemigos de los judíos en la ciudad de Susa, más allá de la acrópolis. Para lograrlo, Ester pidió un día más, y murieron 300 hombres más. En otras partes del imperio el número total de 75.000 hombres muertos por los guerreros de la resistencia judía implica que el decreto de Amán se había implementado. Suponiendo que todas las 127 provincias hayan estado involucradas, cada una hubiera perdido alrededor de 600 hombres, menos que la ciudad de Susa sola. Por lo tanto, los judíos tuvieron reposo de sus enemigos. Su liberación de la destrucción tenía que ser celebrada, de allí la institución de un día festivo en el día 14 de Adar, una vez que había pasado el temido día 13. Sin embargo, en Susa, el 15 era día de celebración por la petición adicional de Ester. Por todos lados se compartían alegremente comidas festivas, asegurando que nadie fuera excluido. Por lo tanto, la intención de Amán de exterminar a la raza judía tuvo el efecto de reforzar los lazos entre sus miembros, y aumentar el espíritu comunitario entre ellos al recordar su peligro compartido y su liberación.
11. El origen de Purim.
Un festival que fuera a continuar necesitaba la autenticación escrita. La Pascua, la fiesta de las Semanas o Pentecostés y los Tabernáculos fueron establecidos en el calendario litúrgico por la ley de Moisés[27]; Mardoqueo añadió la fiesta de Purim. Decretó que en el día 14 y el día 15 de Adar se celebraran cada año en agradecimiento por la liberación de la amenaza de su exterminio, que tenía sus paralelos con la liberación de la esclavitud bajo el Faraón en el éxodo. La Pascua y Purim hablan de la tristeza cambiada en alegría y el duelo en celebración. Mardoqueo ordenó que la hospitalidad generosa, con mención especial de cuidar a los pobres, debiera marcar la festividad con abundante generosidad.
Lo que el autor aún no ha explicado es el nombre de Purim, por lo tanto da un resumen del complot de Amán. Tenía que ver con echar el pur o “suerte”, una palabra que no se encuentra en el hebreo. Encontrar un dado con la palabra pur ha confirmado ahora el significado de la palabra, por lo tanto reivindicando la veracidad del autor del libro. El echar suertes para determinar fechas era una práctica establecida mucho antes en el Cercano Oriente, pero en esta ocasión no resultó como el que sería el ganador quiso. La adopción de la palabra Purim[28], fue entonces un claro repudio del “destino”, porque el destino no había dado la respuesta correcta al que creía en él. Los judíos habían probado una vez más que ellos conocían el mejor camino de la vida. Por esta razón era imperativo que cada familia de cada generación celebrara la festividad, y no dejar que desapareciera.
El peso de la autoridad de la reina Ester se añadió al de Mardoqueo: La reina Ester suscribió o “decretó”. En aquel entonces se necesitaba autorización escrita para establecer las leyes en todo el imperio. Cada provincia tenía su copia auténtica del edicto real, debidamente sellado, para que nadie pudiera pretextar su ignorancia. Ayunos y clamor no habían sido mencionados desde Ester 4.16, pero hacerlo ahora es un recordatorio de uno de los temas del libro, y el medio por el cual Ester encontró confianza para aceptar su papel como líder. Por lo tanto, el ayuno se menciona en la recapitulación al final de la historia, pero no es probable que el ayuno haya sido parte de la liturgia original del Purim. El énfasis sobre el festejar es demasiado enfático. Sin embargo, sin el ayuno no hubiera habido festividad. Fue escrito en un libro, probablemente en esta ocasión la referencia legal a los libros de Susa. Los eventos que se registraron fueron bien autenticados y documentados.
12. El éxito de Mardoqueo.
El libro termina con una referencia al rey Jerjes, con quien empezó. Allí se hizo mención de la extensión de su imperio; aquí el énfasis es en los hechos que muestran que ni aun los lugares más lejanos escapaban del pago de los tributos, tal era el poder del rey para imponer su voluntad. Bajo tal régimen nadie hubiera pensado que un judío llegaría a ser la mano derecha del rey. El mismo rey Jerjes había dado el poder a Mardoqueo, y las circunstancias de este nombramiento fueron escritas en los libros de las crónicas de los reyes de Media y de Persia[29]. Mardoqueo, por lo tanto, fue puesto en una posición estratégica para representar a su pueblo, y asegurar sus intereses, lo opuesto a lo que sucedía al comienzo del reinado del rey Jerjes cuando se vieron a merced del tirano que los hubiera exterminado. Gracias a Mardoqueo el imperio gozaba una vez más de una vida normal, y los judíos se sentían seguros aun cuando estaban sujetos a un gobierno extranjero.
[1] Jerjes I, en persa خشایارشاه, (519-465 a.C.), rey aqueménida de Persia (486-465 a.C.), hijo de Darío I y de Atosa, hija de Ciro II el Grande. Su nombre Jerjes, también escrito Xerxes, es una transliteración al griego “Ξερξης”, de su nombre persa tras su ascensión al trono, “Jshāyār shāh”, que significa “Gobernador de héroes”. En la Biblia se le menciona como “אחשורש”, Axashverosh o Ahasuerus, transliterado al griego.
[2] Susa o Shushan, era una antigua ciudad de los imperios Elamita, Persa y Parto, situada a unos 240 km al este del río Tigris, en el sudoeste del actual Irán. Hoy en día, de la antigua ciudad solo queda un gran campo de ruinas, pero en la actualidad existe una ciudad en las cercanías que deriva su nombre de ella, Shush.
[3] Aunque la palabra judío se deriva de “Judá”, llegó a ser un término que describía a cualquier israelita durante el período post exílico.
[4] 1 Samuel 9.1.
[5] 2 Reyes 24.14-16.
[6] Significa “mirto”.
[7] Ester, nombre femenino de raíz persa Stara, deriva de “Istar”, nombre de una diosa de los babilonios y para los asirios es la diosa de la fertilidad y reina del firmamento. Ester significa “astro, estrella” o “Aquella que brilla como una estrella”.
[8] Génesis 37.25.
[9] Rut 4.1-10.
[10] 1 Samuel 9.1-2.
[11] 1 Samuel 15.
[12] Daniel 13.12-23.
[13] Daniel 6.5-9.
[14] Daniel 3.12-23.
[15] Jeremías 29.7.
[16] 22,5 metros.
[17] Ester 7.3. NBLH
[18] Ester 1.10.
[19] Ester 1.19.
[20] Ester 8.5. NBLH
[21] Ester 8.6. Ibid
[22] NBLH
[23] Ester 8.11.
[24] Proverbios 13.15.
[25] Ester 8.17. NBLH
[26] Génesis 14.23.
[27] Deuteronomio 16.1-17.
[28] Pur con el final hebreo “im”.
[29] Debido a que el imperio de Media fue fundado antes que el de Persia, los libros del rey comenzarían con los de Media.