7. 19.16-18 Aunque
dice que Pilato lo entregó a ellos, la verdad es que fueron los romanos los
ejecutores de la pena. Es doloroso pensar que Jesús iba con su espalda
lastimada por el castigo sufrido con el látigo solo unos minutos antes, y ahora
le cargaban con el poste donde lo iban a crucificar.
La crucifixión es un método antiguo de ejecución, donde el condenado es atado o clavado en una cruz de madera o entre árboles o en una pared, y dejado allí hasta su muerte. Esta forma de ejecución fue ampliamente utilizada en la Roma Antigua y en culturas vecinas del mediterráneo; métodos similares fueron inventados por el Imperio persa.
La crucifixión fue utilizada por los romanos hasta 337, después de que la religión cristiana fue legalizada en el impero romano en el 313 favorecida por el emperador Constantino, pero antes de que se convirtiera en la religión oficial del imperio.
La crucifixión raramente se utilizaba por razones simbólicas o rituales fuera de la cristiandad, era usualmente utilizada para exponer a la víctima a una muerte particularmente lenta, horrible, para disuadir a la gente de cometer crímenes parecidos, y pública, utilizando todos los medios necesarios para su realización. Los métodos de la crucifixión variaban considerablemente con el lugar y el tiempo donde se efectuaban.
Las palabras griega y latinas que corresponden a “crucifixión” se aplicaban a formas diversas de ejecución dolorosa, desde empalar en una estaca, clavarlos en un árbol, o en poste, lo que algunos llaman “cruz simple".
Antes de la crucifixión, los romanos acostumbraban a dar latigazos al reo. Luego, y durante el trayecto hasta el lugar de ejecución, el condenado era obligado a cargar el travesaño en sus propios hombros, lo cual seguramente agravaba las heridas que ya habrían sufrido por la flagelación a que habían sido sometidos. El historiador romano Tácito documenta que la ciudad de Roma tenía un lugar específico para llevar a cabo las ejecuciones, un área especialmente destinada para la crucifixión, situado afuera de la puerta de Esquilino.
Una cruz completa se estima que pesaría alrededor de los 135 kilogramos pero la viga transversal o patibulum, solo pesaría entre 35 y 50 kilogramos.
La persona muchas veces era atada al patíbulo por medio de cuerdas, pero el uso de clavos se documenta por varias fuentes, como en el caso de Flavio Josefo, donde sostiene que en la Gran Revuelta Judía[1] “los soldados enfurecidos, clavaban a los que eran capturados, unos tras otros a las cruces” como se evidencia en el evangelio de Juan 20.25. Algunos objetos, como los clavos, que se utilizaban en las ejecuciones eran vistos como amuletos.
La forma del instrumento empleado en las crucifixiones podía ser de distintas formas. Josefo describe múltiples torturas y posiciones en que Tito crucificó a los rebeldes durante la revuelta de Jerusalén.
En ocasiones al reo se lo fijaba tan solo a una estaca vertical, llamada en latín “cruz simplex” o “palus”. Esta era la construcción disponible más sencilla de torturar y matar a los criminales. Sin embargo, frecuentemente se utilizaban travesaños de madera atados en la parte superior del poste o estaca formando una T[2] o justo debajo de la parte superior, como la forma más familiar entre los cristianos[3]. Otras formas comunes eran en forma de X o de Y.
Los escritos más antiguos que relatan la crucifixión del Cristo describen la forma de la cruz en forma de la letra T o compuesta de un poste, con un travesaño sujetado por medio de una clavija en la parte superior.
Plauto muestra inequívocamente en sus citas que al condenado se le fijaban sus brazos en el patíbulo: “Sospecho que usted está condenado a morir fuera de las puertas, en esa posición: Con las manos extendidas y clavadas al patíbulo”[4].
Dionisio de Halicarnaso describe esta antigua práctica: “Los hombres quienes se les ordena llevar al esclavo a su castigo, habiendo extendido sus manos las atan a un pedazo de madera extendido por su pecho y hombros hasta sus muñecas, siguiéndolo, desgarrando su desnudo cuerpo por los latigazos”[5].
Séneca también refiere: “Aunque ellos se esfuerzan por soltarse de sus cruces, esas cruces a que cada uno de ellos está clavada cada una de sus propias manos, sin embargo ellos, cuando fueron traídos al castigo los suspendieron a cada uno en un solo stipes; pero éstos otros que trajeron sobre si su propio castigo se les extiende sobre tantas cruces como se desea. Aún ellos son calumniadores e ingeniosos apilando insultos sobre otros. ¡Yo podría creer que ellos eran libres de hacerlo, ya que algunos de ellos llegaron hasta a escupir sobre los espectadores desde sus propios patíbulos!”[6]
En la cultura popular existe la creencia, posiblemente derivada de leer literalmente la descripción del Evangelio de Juan de que las heridas de Cristo estaban “en las manos”, de que el condenado era clavado en las manos, sin embargo documentos históricos refieren que los clavos estaban en las “χείρ”, palabra griega que generalmente se traduce como mano, que se refiere desde brazo hasta mano, mientras que si se quiere describir específicamente la mano se escribe “akrhu outase ceira”.
Una posibilidad que no requiere que además hubiese sido atado es que los clavos se insertaron justo debajo de las muñecas, entre los dos huesos del antebrazo, el radio y el cúbito. Con los brazos extendidos, pero no tensos, las muñecas eran clavadas en el patíbulo. Los clavos también pudieron haber sido colocados a través de la muñeca, puestos entre el radio y los metacarpianos, o entre las dos hileras de huesos carpíanos, ya sea cerca o a través del fuerte flexor retinaculum y los varios ligamentos intercarpales. En estos lugares aseguraban el cuerpo[7]. La palabra utilizada en los evangelios χείρ traducida como “mano” es utilizada también en Hechos 12.7 donde se narra que las cadenas de Pedro cayeron de “sus manos” siendo que éstas debieron de estar colocadas en sus muñecas. Esto muestra que el uso semántico de χείρ es mucho más amplio que el español mano, y puede que los clavos estuviesen localizados en la muñeca. El colocar los clavos en las manos hacia que se desgarraran fácilmente puesto que no tenían un soporte óseo importante.
La posibilidad de una herida periosea dolorosa fue grande, al igual que la lesión de vasos arteriales tributarios de la arteria radial o cubital. El clavo penetrado destruía el nervio sensorial motor, o bien comprometía el nervio mediano, radial o el nervio cubital. La afección de cualquiera de estos nervios produjo tremendas descargas de dolor en ambos brazos. El empalamiento de varios ligamentos provoco fuerte contracciones en la mano.
El tiempo necesario para alcanzar la muerte va de horas hasta varios días, dependiendo exactamente del método empleado, el estado de salud de la persona crucificada y circunstancias ambientales.
Una teoría atribuida al cirujano Pierre Barbet establece que la causa típica de la muerte es la asfixia. Cuando todo el peso del cuerpo es soportado por los brazos estirados, el condenado tendría severos problemas para inhalar, debido a la hiper-expansión de los pulmones. El condenado tendría entonces que empujarse hacia los brazos para facilitar la respiración. En efecto, los verdugos encargados de la ejecución podían romper las piernas de los condenados después de que estos estuvieran algún tiempo en la cruz para agilizar la muerte. Una vez desprovistos del soporte de las piernas e imposibilitados a levantar su cuerpo, los condenados morían en cuestión de minutos. Si la muerte no venía por hipoxia, podría venir por múltiples razones, como shock físico causado por los azotes que precedían la crucifixión, el mismo enclavamiento, deshidratación, cansancio extremo, etc.
Experimentos realizados por Frederick Zugibe han revelado que, cuando alguien se encuentra suspendido con los brazos de 60° a 70° desde la vertical, los individuos tienen menor dificultad para respirar, pero experimentan un dolor e incomodidad que crece rápidamente. Esta correspondería a la crucifixión empleada por los romanos como método para propinar una prolongada, agonizante y humillante muerte. Zugibe asegura que romper las piernas para agilizar la muerte tal como se menciona en Juan 19.31-32 era utilizado como “golpe de gracia” causando un shock traumático severo o causando embolia grasa. La crucifixión realizada en una estaca, con los brazos sobre la cabeza, precipitaría la asfixia si no se tuviese algún apoyo o una vez que las piernas fuesen rotas.
Era posible, sin embargo, sobrevivir a la crucifixión y existen registros de algunos sobrevivientes. El historiador Josefo describe que encontró a dos de sus amigos crucificados. Él rogó por ellos y se les concedió el indulto, uno de ellos murió y el otro logró recuperarse. Josefo no brinda detalles del método o duración de la crucifixión antes del indulto.
Además de las referencias de la crucifixión que nos brinda el historiador Flavio Josefo, así como otras fuentes, solo existe un descubrimiento arqueológico de un cuerpo crucificado que data del Imperio romano alrededor de la época de Jesús, descubierto en Jerusalén en 1968. No es de extrañar que solo se haya encontrado un descubrimiento, ya que los cuerpos de los sentenciados se mantenían en la cruz y por lo tanto no se preservaban. La única razón por lo que se conservó este cuerpo fue gracias a que la familia del sentenciado le dio a este individuo en particular un entierro tradicional.
Los restos fueron encontrados accidentalmente en osario con el nombre del crucificado en él, “Yehohanan, hijo de Hagako I”. El profesor Nicu Haas, un antropólogo de la Universidad Médica Hebrea en Jerusalén, examinó este osario y descubrió que un clavo atravesaba el talón en uno de sus costados, indicando que el hombre había sido crucificado. La posición de la perforación del clavo, en uno de sus costados indica que sus pies se clavaron a la cruz por los costados. Algunas opiniones son que los pies se clavaron juntos y de lado al frente de la cruz o que se clavaron uno al lado izquierdo de la cruz y el otro al lado derecho. La punta del clavo tenía fragmentos de madera de olivo indicando que había sido ejecutado en una cruz hecha de madera de olivo o sobre un árbol de esta misma especie. Dado que los árboles de olivo no son muy altos, esto sugeriría que esta persona fue crucificada a la altura de los ojos del observador. Adicionalmente, una pieza de madera de acacia fue encontrada entre los huesos y la cabeza del clavo, presumiblemente utilizada para mantener los pies clavados y que éste no los pudiera deslizar a través del clavo. Tenía fracturadas las rodillas y las tibias, hecho infligido probablemente para acelerar su muerte. Se piensa que en tiempos del Imperio romano el acero era bastante caro, por lo que se retiraban los clavos de los muertos para reducir costos, lo que ayudaría a explicar porque sólo se encontró un clavo, que se encontraba doblado de la punta de tal manera que no pudiese ser retirado.
El profesor Haas también encontró un rayón en la cara interior del radio del brazo derecho, cerca de la muñeca. Dedujo por la forma del rayón en el hueso, así como que los huesos de la muñeca se encontraban intactos que el clavo fue introducido en el antebrazo de esa forma.
Probablemente la crucifixión se originó con los asirios, fue utilizado este método sistemáticamente por los persas durante el siglo 6 AC. Alejandro Magno copió este sistema y lo introdujo en los países del este del Mediterráneo en el siglo 4 a.C., y los fenicios lo introdujeron a Roma en el siglo 3 a.C. El uso de este método era prácticamente nulo antes de la era pre-helénica. La crucifixión en alguna de sus variantes también se utilizaba en el Imperio aqueménida Persa, los griegos, cartagineses, los macedonios. Hay evidencias de que los piratas capturados eran crucificados en el puerto de Atenas alrededor del siglo 7 d.C.
Algunos teólogos cristianos, empezando por Pablo de Tarso han interpretado una alusión a la crucifixión en Deuteronomio 21.22-23, aquí se refiere a “ser colgado de un árbol”, pero puede también ser asociado con linchamiento o ahorcamiento tradicional. Sin embargo, la ley judía antigua permitía cuatro métodos de ejecución: Apedreamiento, hoguera, estrangulamiento y decapitación. La crucifixión estaba prohibida en la ley antigua judía.
Se cree que Alejandro Magno ejecutó a 2000 sobrevivientes del sitio de la ciudad fenicia de Tiro, así como al doctor que no pudo salvar la vida de su amigo Hefestión. Algunos historiadores aseguran que Alejandro también crucificó a Calístenes, su historiador y biógrafo oficial por objetar la adopción de la ceremonia persa de adoración real por parte de Alejandro Magno.
De acuerdo a algunas personas, la crucifixión se pudo haber desarrollado de la antigua costumbre del arbori suspendere, colgar de un árbol infortunado, dedicado a los dioses del mundo de las tinieblas, pero el profesor William A. Oldfather escribió un detallado estudio refutando la idea que este castigo no involucraba ninguna forma de ahorcamiento o de cualquier otro para causar la muerte, además de que asegura que el arbor infelix era dedicado a dioses particulares. Tertuliano menciona en el siglo I d.C., algunos casos donde los árboles eran usados en la crucifixión, pero Séneca el Joven utilizó antes la frase madera infortunada para referirse al patíbulo o a la cruz completa.
De acuerdo a otras personas, tal parece que los romanos aprendieron la crucifixión de los cartagineses.
La crucifixión era utilizada para esclavos, rebeldes, piratas y para enemigos y criminales odiados. Es por esto que la crucifixión era considerada como la forma más vergonzosa y desafortunada de morir. Los ciudadanos romanos condenados usualmente estaban exentos de morir crucificados, como los nobles estaban exentos de morir colgados, que morían más honorablemente por decapitación, excepto por crímenes mayores en contra del Estado, tal como alta traición.
Crucifixiones masivas notorias se llevaron a a cabo durante la Tercera Guerra Servil en el 73-71 a.C., la rebelión bajo el liderazgo de Espartaco; otras guerras civiles romanas en el siglo II y I a.C., y en la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C. Josefo narra a romanos crucificando a la gente en las paredes de Jerusalén, cuenta también que los romanos crucificaban a los criminales en distintas posiciones. En la crucifixión, al estilo romano, los condenados sufrían una muerte lenta por sofocación. El cuerpo era mantenido allí para que fuera devorado por los buitres y otras aves.
La meta de la crucifixión romana no era solamente para matar al criminal, sino también para mutilar y deshonrar el cuerpo del condenado. En culturas antiguas, una muerte honorable requería del entierro, dejar el cuerpo en la cruz así como mutilar y evitar su entierro era una gran deshonra.
Bajo la práctica penal de la Roma antigua la crucifixión también exhibía en estatus social bajo del criminal. Era la peor muerte imaginable, reservada originalmente para esclavos, de ahí que Séneca lo llamaba supplicium servile y más tarde extendido a libertos de las provincias. Los ciudadanos de la sociedad romana casi nunca eran sujetos a penas capitales, sino que eran apresados o exiliados. Josefo menciona que judíos de alto rango también eran crucificados, pero era para mostrar que su estatus elevado había sido quitado. El control sobre el propio cuerpo era vital en culturas antiguas. La pena capital quitaba ese “auto control” al mismo tiempo que denotaba la pérdida del estatus y el honor. Los romanos continuamente rompían las piernas de los condenados para acelerar su muerte y evitar su entierro.
Un cruel preludio eran los azotes, que ocasionaban que el condenado perdiera una gran cantidad de sangre y tuvieran un estado de shock. El convicto usualmente tenía que cargar el travesaño horizontal al lugar de la ejecución, pero no necesariamente la cruz completa. La crucifixión era generalmente llevada a cabo por brigadas especiales, que consistía en un centurión y cuatro soldados. Cuando la ejecución se efectuaba en el lugar establecido, el travesaño vertical o poste, generalmente se encontraba clavado en el piso permanentemente. Generalmente los condenados eran desnudados.
Los clavos eran de acero, con puntas de entre 13 y 18 centímetros de largo aproximadamente con una cabeza cuadrada de 1 centímetro aproximadamente. En algunos casos los clavos eran recogidos y utilizados como amuletos para sanar enfermedades. El Emperador Constantino, abolió la crucifixión en el Imperio romano al final de su reinado[8].
Jesús fue llevado al monte De Cráneo o Gólgota, probablemente una pequeña colina a las afueras de las murallas de la antigua Jerusalén. Según la tradición cristiana, que estaba dentro de la zona que hoy ocupa la Iglesia del Santo Sepulcro. Sin embargo, algunos estudiosos de la Biblia cabe duda de que esta es la ubicación correcta.
El nombre de “Gólgota” se deriva de la palabra aramea gulgulta. Mateo 27.33 y Marcos 15.22 dan su significado. Cuando Jerónimo tradujo estos versículos en latín, usó la palabra latina para cráneo, bóveda craneal, que posteriormente se convirtió en el Calvario la palabra en inglés.
Los Evangelios no dicen por qué el Gólgota se llama el “Lugar del cráneo”. Una sugerencia común es que el sitio estaba en una colina cerca de una roca que tenía la forma de una calavera. Otra sugerencia, en primer lugar hecho por el estudioso del siglo III, Orígenes, es que el nombre se refiere al lugar de entierro de cráneo de Adán, que tradicionalmente se cree que fue enterrado en Jerusalén. Pero estos son solo sugerencias, y nadie sabe realmente cómo el sitio recibió su nombre.
La Biblia tampoco dice donde se localiza el Gólgota, pero da tres pistas específicas:
a. Juan 19.41-42 dice que “… en el lugar donde fue empalado había un huerto; y en el huerto una tumba nueva en la cual todavía nadie había sido puesto. Allí, porque estaba cerca Preparación de los judíos, pusieron a Jesús”. Esto indica que el sitio fue probablemente cerca de un cementerio.
b. Hebreos 13.12 dice que el sitio era “fuera de la puerta de la ciudad”, pero lamentablemente no dice la puerta.
c. Mateo 27.39 indica que el lugar era cerca de un camino que llevó a una gran cantidad de tráfico peatonal.
La segunda pista es compatible con la tradicional exigencia religiosa judía que todas las ejecuciones tenían que llevarse a cabo fuera de la ciudad, un requisito que los romanos parecen por lo general han honrado. Y la tercera pista es coherente con el hecho de que los romanos crucificaron a menudo la gente en lugares elevados cerca de las carreteras principales, para servir como una advertencia sobre el destino probable de cualquier persona que desafió su autoridad. Algunos eruditos han sugerido que el Gólgota estaba probablemente cerca de la parte norte de la ciudad, ya que esto lo puso cerca de la zona administrativa, donde los principales edificios públicos se encontraban. En el momento de la crucifixión, la parte norte de la ciudad estaba limitada por la llamada segunda muralla.
Desafortunadamente Jerusalén fue destruida dos veces por el ejército romano durante las revueltas judías en los siglos I y II, y esto hace que sea difícil determinar con precisión los límites de la antigua ciudad. Sin embargo, la ubicación aproximada de la segunda muralla que se conoce. Durante la primera destrucción de Jerusalén, muchos cristianos huyeron de la ciudad, y la segunda destrucción dispersó a casi toda la población. A causa de estos trastornos, y porque los escritores cristianos rara vez mencionan el Gólgota durante los dos primeros siglos, algunos estudiosos piensan que el conocimiento de su localización se había perdido, probablemente. Sin embargo, otros estudiosos sostienen que las tradiciones locales pudieron haber sido lo suficientemente fuertes como para preservar el conocimiento, a pesar de las trastornos. La escasez de información fiable de estos primeros siglos hace que sea imposible saberlo a ciencia cierta.
Una mejor información está disponible en los escritos del siglo IV en adelante, a partir de la época de Constantino el Grande. Durante su reinado, su madre, la emperatriz Helena, se interesó en la construcción de una capilla cerca del Gólgota y la tumba en la que Jesús fue colocado. La idea era especialmente atractiva para la Emperatriz, y en el año 326 d.C, hizo un viaje a Jerusalén para explorar las posibilidades. Cuando la emperatriz llegó a Jerusalén, le dijeron que el Gólgota y la tumba se encontraban en las cercanías de un antiguo cementerio judío situado en el lado noroeste de la ciudad. La fuente original de esta información es incierta. Una historia, escrita en el siglo V, en el libro llamado los Hechos de Judas Ciriaco, dice que los cristianos habían decidido ser torturados antes de revelar su ubicación. Pero muchos estudiosos dudan de esta historia, y de hecho hay una buena posibilidad de que el cementerio fuese bien conocido por los habitantes de la ciudad. También es posible que las tradiciones locales asociados al cementerio con crucifixiones del pasado, por lo tanto lo que es una elección obvia para el sitio del Gólgota.
En cualquier caso, a la emperatriz se le dijo que el Gólgota y la tumba se encontraban en los alrededores de este cementerio judío. Sin embargo, la ubicación exacta de los dos lugares son aún desconocidos. Uno de los problemas era que los romanos habían construido un templo pagano sobre una parte del cementerio, y en el proceso que probablemente habían destruido partes de la misma.
Poco después de su llegada, la emperatriz ordenó la demolición del templo pagano y la excavación de la zona debajo de ella. El relato más antiguo de esta excavación, fue hecha por el historiador Eusebio, que simplemente dice “el monumento venerable y sagrado de la resurrección de Nuestro Señor se hizo visible”. Exactamente que significa esto no está claro, pero algunos cuentan que en la excavación se descubrió una tumba con unos clavos y la nota que Pilato había puesto en la parte superior de la cruz. Debido a que el escritor Eusebio no menciona las la cruz, o la nota de Pilato, algunos estudiosos piensan que el cuento más tarde se embelleció, sobre todo porque variaba en varios detalles. Por lo tanto, existe cierta incertidumbre acerca de lo que se encontró en realidad durante la excavación.
Las primeras construcciones hechas en el lugar fueron destruidos más tarde, una vez por los invasores persas, y otra por los árabes. Después de que los cruzados ganaron el control de Jerusalén en el siglo XI, se construyó la actual Iglesia del Santo Sepulcro, aunque parte de ella tuvo que ser reconstruida después de haber sido dañado por un incendio en 1808. Se aloja en la tumba de Jesús y un pequeño afloramiento rocoso llamado “roca del Gólgota”.
De acuerdo a la tradición, Jesús comenzó su camino al Calvario desde la Fortaleza Antonia, que albergaba a la principal guarnición militar romana en la ciudad. La ruta tradicional, llamada la Vía Dolorosa, cubre una distancia de aproximadamente 650 metros y termina en la iglesia. Sin embargo, algunos estudiosos piensan que el último interrogatorio de Jesús tuvo lugar en el Palacio de Herodes, y que comenzó la caminata de allí. Esto sería una distancia más corta[9].
Lo que si es cierto es que Jesús salió hacia el Gólgota golpeado, probablemente con la cara inchada por los golpes dados por los soldados; con su espalda y quizá su pecho, desgarrados; sangrando en su frente a causa de las heridas causadas por la corona de espinas; con un fuerte dolor en todo el cuerpo; con fiebre causada por el maltrato, la falta de sueño, y el inicio de una infección; y todo esto acompañado de una sed espantosa. Todo este sufrimiento debió haberle causado problemas para respirar y para hablar.
Al llegar al lugar, Jesús fue desnudado y lo acostaron sobre la pieza de madera que había cargado, ahí le clavaron sus manos para ser levantado rápidamente para incrustar esta pieza en el poste vertical. Al colocar este, sus pies fueron clavados. El clavo atravesaba el nervio mediano. Ese es el nervio mayor que sale de la mano y quedaba triturado por el clavo que lo martillaba. Este dolor es similar al que uno siente cuando se golpea accidentalmente el codo y se da en ese huesito, en el nervio llamado cúbito, pero ahora imagine tomar un par de pinzas y presionar hasta triturar ese nervio, ese dolor es similar al que Jesús experimentó. Al romper ese tendón Jesús y por tener sus muñecas clavadas, Jesús fue obligando a forzar todos los músculos de su espalda para poder respirar.
El dolor era tan insoportable que literalmente no existían palabras para describirlo. Se tuvo que inventar una nueva palabra llamada “excruciante”, que significa “de la cruz”, para describir semejante dolor.
A cada lado de la cruz de Jesús fueron crucificados también otros dos hombres que eran ladrones, quizá asaltantes que habían asesinado a alguien y ahora habían sido condenados a muerte.
Cuando Jesús fue alzado para unir el madero con el poste vertical se procedió a clavarle los pies. Nuevamente los nervios de los pies fueron triturados y eso debe haber causado un dolor similar al de las muñecas. Los pies eran fijados al frente del estípete por medio de un clavo de hierro, clavado a través del primero o segundo espacio intermetatarsiano. El nervio profundo peroneo y ramificaciones de los nervios medianos y laterales de la planta del pie fueron heridos. Es muy probable que cada uno de los pies del Salvador estuviera fijado a la cruz con clavo distinto.
Cipriano de Cartago, que más de una vez había presenciado crucifixiones, habla en plural de los clavos que traspasaban los pies. Ambrosio, Agustín y otros mencionan expresamente los cuatro clavos que se emplearon para crucificar a Jesús[10].
Al momento de estar en posición vertical sus brazos se estiraron intensamente, probablemente 15 centímetros de largo y ambos hombros debieron haberse dislocado, solo tome en cuenta la gravedad, para sacar su conclusión, lo que confirmaba lo escrito en Salmos 22.
Una vez que la persona cuelga en posición vertical, la crucifixión es una muerte lenta y agonizante por asfixia. La razón es que la presión ejercida en los músculos pone el pecho en la posición de inhalación. Básicamente, para poder exhalar, el individuo debía apoyarse en sus pies, fijos con clavos al madero, para que la tensión de los músculos se alivie por un momento. Al hacerlo, el clavo desgarraría el pie hasta que quede finalmente incrustado en los huesos tarsianos.
Después de arreglárselas para exhalar, la persona podría relajarse y descender para inhalar otra bocanada de aire. Nuevamente tendría que empujarse hacia arriba para exhalar raspando su espalda ensangrentada contra la madera áspera de la cruz. Este proceso continuaba hasta que la persona ya no pudiera empujarse hacia arriba para respirar. Entonces moría. Jesús aguantó esa situación por poco más de 3 horas[11].
8. 19.19-22 Pilato se sentía molesto porque los judíos le habían obligado a hacer algo injusto, no que él fuera un hombre correcto, pero si le molestaba que se le hubiese obligado, por lo que buscó una manera de vengarse insultando a los judíos y al mismo tiempo quedaba como quien había dado la última palabra. Anunciaba con este título que los judíos habían crucificado al verdadero Rey de los judíos, y para que no cupiera duda, lo hizo en hebreo, para que los judíos lo leyeran; en latín, para los romanos y en griego para el resto del mundo.
Los judíos presentaron su protesta ante Pilato sin tomar en cuenta que esta era la base de la acusación que habían hecho contra Jesús, y él siguiendo la costumbre de publicar el crímen por el que moría el sentenciado, había puesto el título.
Pero Pilato, me imagino que con un gesto de satisfacción, les hizo ver que lo que había escrito estaba en lo correcto, lo que los convertía a ellos en magnicidas, porque habían asesinado a su propio Rey.
9. 19.23-24 La ropa en los tiempos de Jesús era muy diferente a la usada en estos tiempos. Los hombres y mujeres de aquella época llevaban de primera prenda el taparrabo. Consistía en un rectángulo de tela con correas unido a un extremo. La prenda se atadaba alrededor de la cintura y entre las piernas. La esencia era la simplicidad, para poder responder a la llamada de la naturaleza simplemente liberando la tela de su cintura.
Luego venía una túnica. Una túnica suelta, que era esencialmente de forma rectangular, con costuras laterales y un agujero en la parte superior de la cabeza. Los detalles decorativos, la calidad de la construcción y el tejido dependen de las habilidades de la mujer de la casa. Las túnicas podían ser al tobillo o la rodilla, dependiendo de la ocupación de la persona que lo llevaba. Un hombre que trabajaba en el interior podía usar una túnica larga. Los esclavos llevaban túnicas hasta la rodilla y las necesidades profesionales de un pastor o un herrero dictaban que usara también un vestido corto. La túnica generalmente tenía mangas, que podían ser largas o cortas.
Aquí encontramos con una contradicción moderna. Independientemente de la ocasión, las mujeres en nuestra sociedad en general, muestran más de su cuerpo que los hombres. Para un ejemplo, comparemos el uniforme de fútbol de un hombre y el de los equipos de la liga femenina. No así en el siglo I. Por amor de la modestia, la túnica de una mujer llegaba cerca del suelo.
El clima y la temporada determinaban si la túnica se hacía de tejidos ligeros o pesados. Las túnicas podían ser de lana o lino, pero no de ambos ya que la Biblia prohíbe la mezcla de dos. La seda importada de China, fue conocida en el Imperio Romano y los muy ricos podían poseer una túnica de seda para usar en ocasiones especiales.
La túnica se señía en la cintura con una correa, conocida como una faja. Sobre la base de la propia posición social, podría ser tan simple como un pedazo de cuerda o tan elaborado como una faja tejida de varios colores. Las fajas eran tejidas en un telar especial diseñado para apoyarse sobre una mesa o en el regazo de la tejedora.
Como envoltura exterior, tanto hombres como mujeres usaban un manto sobre sus túnicas. Los judios en general, y Jesús en particular, no se habría puesto una toga. Las togas eran las prendas romanas. Su uso se restringía a los ciudadanos romanos. El manto que el resto del Imperio llevaba era una prenda larga y generalmente de tela más pesada. Podía tener mangas, o sin mangas. Protegía de las inclemencias del tiempo y, al viajar, se podía envolver alrededor del cuerpo como una manta en la noche para dormir.
Es probable que Jesús llevara algo para cubrirse la cabeza, quizá un pedazo de tela que podía ser enrollado alrededor de la cabeza al estilo de un turbante y dejar que colgara algo de tela en la parte posterior para proteger el cuello del sol.
En el invierno se llevaba un zapato cerrado, hasta la parte alta del tobillo y las sandalias en verano.
10. 19.25-27 Estaban cuatro mujeres y Juan junto a la cruz: María, la madre de Jesús; María la madre de Jacobo o Santiago y José; María Magdalena y Salomé.
Juan nos dice que estaban junto a la cruz, además de él mismo, la madre de Jesús, María o Mariam. Para los hebreos el nombre no era un simple apelativo, estaba íntimamente ligado a la persona, por ello usaban nombres que describirían la personalidad, el carácter, así es muy usada la expresión “su nombre será tal” cuando se quería designar una misión o carácter especial al niño por nacer.
María es un nombre conocido en el Tanaj o Antiguo Testamento por haber sido nombre de la hermana de Moisés y Aarón, originalmente escrito como Miryām, la versión de los Setenta lo menciona como Mariám, el cambio en la primera vocal señala tal vez la pronunciación corriente, la del arameo, que se hablaba en Palestina antes del nacimiento de Cristo. Al igual que con los nombres de Moisés y Aarón, que fueron tomados con sumo respeto, el de María no se usó más como nombre común, pero la actitud cambió con el tiempo y fueron puestos como señal de esperanza por la era mesiánica. En el texto griego del Nuevo Testamento, en la versión de los Setenta, el nombre usado era Mariám. María sería probablemente la forma helenizada de la palabra.
María es mencionada por su nombre por primera vez al escribirse el Evangelio según Marcos. María es descendiente directo del rey David y aunque fuera la prima de Elisabet no impide que creamos que era de estirpe regia. Es verdad que Elisabet era descendiente de Leví, y que generalmente los hijos de los sacerdotes se casaban con miembros de la misma tribu. Pero, esto no era una regla rígida.
En el Evangelio según Mateo se la menciona con motivo de la narración de la concepción milagrosa de Jesús y de su nacimiento y huida a Egipto. Aquí el evangelista menciona que es María aquella de quien habló el profeta Isaías al decir: La virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”. El Evangelio según Lucas es el que más datos da sobre María, al desarrollar con más detalle los temas de la infancia de Jesús: La anunciación, la visita a Isabel, el nacimiento de Jesús, la presentación de Jesús en el Templo donde el anciano Simeón le profetiza: “A ti misma una espada te atravesará el corazón”, aludiendo al dolor de María durante la Pasión de su Hijo y la pérdida de Jesús y su hallazgo en el Templo. También es Lucas quien dice que María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. En el Evangelio según Juan, Jesús hace su primer milagro a pedido de ella, en Caná. Y en la cruz, la entrega como madre a Juan mismo, y Juan es entregado a María como hijo. La última vez que se le menciona en la Biblia es en Hechos 2.
Sobre sus padres, realmente no se sabe quienes fueron, aunque el catolicismo romano ha tomado los nombres de Joaquín y Ana como los de sus progenitores, tomados del Protoevangelio de Santiago. Por lo menos se menciona una de sus hermanas en el Evangelio de Juan.
Los evangelios hacen aparecer a María cuando narran la concepción de Jesús. Según lo que narran se puede ver que María en ese momento era prometida de José de Nazaret, quien era carpintero. Los relatos evangélicos se inician después de los desposorios de María con José.
Según la tradición judía de aquel momento, los jóvenes varones se desposaban entre los dieciocho y veinticuatro años, mientras que las jóvenes mujeres a partir de los doce años eran consideradas doncellas y a partir de esa edad podían desposarse. El matrimonio judío tenía dos momentos, desposorio y matrimonio propiamente dicho: El primero era celebrado en la casa de la novia y traía consigo acuerdos y obligaciones, aunque la vida en común era posterior. Si la novia no había estado casada antes se esperaba un año después del desposorio para llegar a la segunda parte, el matrimonio propiamente dicho, donde el novio llevaba solemnemente a la novia desde la casa de sus padres a la de él.
La presencia de María en los relatos bíblicos comienza con la narración de la aparición del ángel Gabriel a María, según lo relata el evangelista Lucas: “Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre que se llamaba José, de los descendientes de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel, le dijo: “¡Alégrate, llena de gracia! El Señor está contigo”[12].
Lucas puso empeño en anotar las reacciones de María ante las revelaciones divinas que se irán sucediendo: Su turbación y su dificultad, al igual que posteriormente mostraría su asombro ante el oráculo de Simeón y su incomprensión de la palabra de Jesús en el Templo. En presencia de un misterio que rebasa su inteligencia, reflexiona sobre el mensaje[13], piensa sin cesar en el acontecimiento y lo guarda en su corazón.
Desde el momento de la anunciación, cuando el proyecto inicial de vida de María parece trastocarse, comieza una secuencia de riesgos y de inseguridades señalada por los evangelios de Lucas y de Mateo. La primera inseguridad se presenta en relación al origen de su concepción. En efecto, la incertidumbre parece atacar el corazón de su prometido José, y lo conduce a su intención de repudiar a María en secreto para no ponerla en evidencia. Así lo tiene planificado José cuando Dios le hace conocer sus designios por un sueño: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. A partir de entonces, José coparticipa de los riesgos que se presentan en la vida de María, como se detalla más adelante.
María, ya embarazada, visita luego a su prima Elizabeth, ya que el ángel Gabriel le había anunciado que también ella estaba encinta, a pesar de no poder tener hijos, señal de que para Dios no hay imposibles. Viaja María a una población de la montaña de Judea, que actualmente se conoce como la ciudad de Ain Karim situada a seis kilómetros y medio al oeste de Jerusalén.
Al llegar María, los evangelios narran que el niño que tenía Elizabeth en su vientre dio un salto, que fue interpretado como de alegría. Elizabeth reconoce luego a María como la “madre de su Señor” y prorrumpe en alabanzas. María responde a Elizabeth con un canto de alabanza, inspirado en el cántico de Ana, en varios salmos y en otros pasajes del Antiguo Testamento que, seguramente, eran del conocimiento de María. Esta alabanza incluye una profecía: “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada”.
Lucas, al narrar las circunstancias que rodean el nacimiento de Jesús, describe con sencillez el riesgo que sigue impregnando la vida de María. Ante un edicto de César Augusto que ordena un censo, José y María deben emprender la travesía desde Nazaret en Galilea hacia Belén en Judea, cuando ella está por dar a luz. Como no hay sitio para hospedarse, debe dar a luz en un pesebre. El relato del Evangelio de Lucas parece resaltar de forma creciente la fe de María, quien se fía de Dios a pesar de no comprender plenamente lo que sucede: Ella guarda “estas cosas” y las medita en su corazón.
Con motivo de la presentación de Jesús en el Templo para dar cumplimiento a la Ley que ordena que todo varón primogénito deba ser consagrado al Señor, se produce un nuevo signo de inseguridad para María. Un hombre justo y piadoso llamado Simeón, a quien le es revelado que no verá la muerte antes de ver al Cristo, reconoce en Jesús la salvación, luz para iluminar a los gentiles y gloria del pueblo de Dios, Israel. Pero a continuación, una profecía realizada por Simeón atraviesa la figura de María: Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: “Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”[14].
Tiempo más tarde, unos magos de Oriente se presentan en busca del “Rey de los judíos que ha nacido”. Cuando entran en la casa, ven al niño con María su madre y, postrándose, le adoran. Pero esta visita de los magos atrae la atención de Herodes el grande que ordena matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca.
El riesgo se cierne nuevamente sobre María y el niño. Pero el Ángel del Señor se aparece en sueños a José y le dice: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle”. Él se levanta, toma de noche al niño y a su madre, y se retira a Egipto; y permanece allí hasta la muerte de Herodes.
Cuando mueren los que buscaban la vida del niño, José toma consigo al niño y a María su madre, y entra en tierra de Israel. Pero se entera de un nuevo riesgo: Arquelao reina en Judea en lugar de su padre Herodes, y por eso tiene miedo de ir allí. Y, avisado en sueños, se retira a la región de Galilea, a una ciudad llamada Nazaret.
El único episodio de Jesús adolescente narrado por los evangelios canónicos es referido por Lucas con motivo de la fiesta de la Pascua.
Luego de sufrir como madre la pérdida de su hijo en el Templo y de haberlo buscado durante tres días, al encontrarlo María le pregunta: “Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando!” La expresión deja traslucir el dolor y la preocupación de una madre diligente, que incluso habla en nombre de José, lo que remarca la gran personalidad de María. Jesús le responde a María con otra pregunta, que María no comprende.
De acuerdo con las Sagradas Escrituras, María no fue lo que la Epístola de Santiago llamó “un oidor olvidadizo”. El Evangelio de Lucas nos lega una frase que se repite dos veces casi literalmente, forma de poner énfasis en el asunto. En la escena del nacimiento de Jesús, después que los pastores relatan a José y María lo que se les había dicho del niño, el evangelista agrega que “María conservaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón”. Y un poco más adelante, al relatar el episodio del hallazgo del Jesús, de doce años, entre los doctores del Templo, el evangelista repite casi textualmente la frase antes citada: “Y su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón”.
Es de notar que esta segunda frase no solo se refiere a la respuesta dada por Jesús en el Templo a los doce años, sino que es razonable extenderla a todo lo que Jesús le dijo en los diálogos que con ella tendría durante los años que pasó “sujeto a sus padres”. También es claro que el evangelista señala que María conservaba esas palabras a pesar de que ni ella ni José habían entendido la respuesta de Jesús en el templo: Que “convenía que él se ocupara de las cosas de su Padre”. Lo que María aún no comprendía era “a qué cosas llamaba Jesús las cosas de su Padre: De enseñar primero a los hombres, y luego de morir por ellos”.
A pesar de que, bajo este aspecto, las palabras de Cristo quedaron de momento envueltas en el misterio para la mente de María, ella las guarda como una reliquia, lo que forma parte de la psicología profunda de María. Es por ello que algunos exégetas han llegado a considerar a María misma como una de las fuentes primarias del Evangelio de Lucas. En cualquier caso, aún cuando María no fuese una fuente oral del Evangelio de Lucas, es razonable al menos admitir la existencia de un testimonio mediato: Las palabras de María pueden haber llegado a Lucas a través de Juan el Apóstol o de mujeres que convivieron con ella.
Durante el ministerio público de Jesús, María aparece mencionada en los Evangelios como “su madre”, una situación especial que no pertenece a ningún otro miembro de la comunidad. “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”, exclamó una voz entre la muchedumbre. Jesús respondió: “Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”.
En el Evangelio según Juan, toda la vida pública de Jesús está encuadrada por los dos únicos pasajes en los que aparece su Madre, y que son propios de este evangelio. Se trata de las “bodas de Caná” y la “muerte del Señor”, que forman parte del inicio y del final del ministerio público de Jesús.
Las bodas de Caná tienen lugar cuando, según lo expresa Jesús, todavía no ha llegado “su hora”. Sin embargo, y a pedido de María, Jesús realiza su primer signo, para que sus discípulos crean en él. María reaparece al llegar “la hora”, que no es otra que la de la glorificación de Jesús, su muerte y resurrección. En la cruz, es Jesús el que llama a su Madre. Como en Caná, María es llamada por Jesús “mujer”, y le encomienda que sea “madre” del discípulo amado que está con ella junto a la cruz[15].
También se encontraba María Magdalena, quien es mencionada, tanto en el Nuevo Testamento canónico como en varios evangelios apócrifos, como una distinguida discípulo de Jesús de Nazaret. Su nombre hace referencia a su lugar de procedencia: Magdala, localidad situada en la costa occidental de lago de Tiberíades, a tres millas de Capernaum.
La información sobre María Magdalena en los Evangelios es escasa. Es citada en relación con cuatro hechos diferentes:
a. De acuerdo con el Evangelio de Lucas, María Magdalena alojó y proveyó materialmente a Jesús y sus discípulos durante su predicación en Galilea[16]. Se añade que anteriormente había sido curada por Jesús: “Le acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido curadas de enfermedades y espíritus malignos: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios...”.
b. De acuerdo con los Evangelios de Marcos, Mateo y Juan, estuvo presente durante la crucifixión de Jesús[17].
c. En compañía de otras mujeres, fue la primera testigo de la resurrección, según una tradición en la que concuerdan los cuatro Evangelios[18]. Después comunicó la noticia a Pedro y a los demás apóstoles.
d. Según un relato que solo aparece en el Evangelio de Juan, fue testigo de una aparición de Jesús resucitado[19].
Ha sido un error por desconocimiento de las Escrituras identificar a María Magdalena con otros personajes citados en el Nuevo Testamento, como:
a. La mujer adúltera a la que Jesús salva de la lapidación, en un episodio que solo relata el evangelio de Juan[20].
b. La mujer que unge con perfume los pies de Jesús y los enjuga con sus cabellos antes de su llegada a Jerusalén, cuyo nombre no se menciona[21]. Según Marcos y Mateo, sin embargo, la unción tuvo lugar en Betania, "en casa de Simón el leproso", lo que ha llevado a identificar a esta mujer a su vez con María de Betania.
c. María de Betania, hermana de Lázaro, a la que se atribuye en el Evangelio de Juan la iniciativa antes mencionada[22].
La identidad de María Magdalena como María de Betania y “la mujer quien fue una pecadora” fue establecida en un sermón que el Papa Gregorio dio en el año 591, en el cual dijo: “Ella, la cual Lucas llama la mujer pecadora, la cual José llama María de Betania, nosotros creemos que es María, de quien siete demonios fueron expulsados, según Marcos”. Difundida por los teólogos de los siglos III y IV, esta teoría gozó de mucha popularidad en el siglo XIX y constituyó un tema frecuente en la iconografía cristiana occidental.
Según la tradición, María Magdalena se retiró a Éfeso con la María, la madre de Jesús y el apóstol Juan, y murió allí. Más adelante, sin embargo, surgió en el mundo católico una tradición diferente, según la cual María Magdalena, Lázaro y Maximino, uno de los setenta y dos discípulos, así como algunos compañeros, viajaron en barca por el Mar Mediterráneo huyendo de las persecuciones en Jerusalén y desembarcaron finalmente en el lugar llamado Saintes Maries de la Mer, cerca de Arlés. Posteriormente, María Magdalena viajó hasta Marsella, para después retirarse a una cueva en las cercanías de Marsella, donde habría llevado una vida de penitencia durante 30 años. Su cuerpo fue sepultado en un oratorio construido por Maximino en Villa Lata, conocido desde entonces como San Maximin[23].
Otra de las mujeres que encontramos al pie de la cruz es Salomé, que es escasamente mencionada en los Evangelios, pero que aparece de forma más detallada en algunos evangelios apócrifos. Según la interpretación tradicional cristiana de los textos evangélicos, habría sido la madre de los apóstoles Santiago el Mayor y Juan, lo que nos dice que estos eran primos de Jesús.
En el Evangelio de Marcos es mencionada entre los testigos de la crucifixión de Jesús[24], junto con María Magdalena y “María, la madre de Santiago el Menor y de José”. Tras la muerte de Jesús, las tres mujeres acuden a la sepultura de Jesús, y un joven vestido de blanco les anuncia la resurrección[25].
En el Evangelio de Mateo no es mencionada nunca por su nombre; sin embargo, en el relato de la crucifixión aparecen mencionadas tres mujeres: María Magdalena; María, la madre de Santiago y José y “la madre de los hijos de Zebedeo”[26]. Si se acepta que se está haciendo referencia a la misma persona que en el Evangelio de Marcos, Salomé sería la madre de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. La madre de los hijos de Zebedeo interviene también en otro pasaje del Evangelio de Mateo, cuando pide a Jesús un lugar de honor para sus hijos en su futuro reino[27]. Mateo no la menciona entre las mujeres que descubren la resurrección de Jesús, que en su Evangelio son solamente dos, María Magdalena y “la otra María”[28].
En el Evangelio de Juan[29] son tres las mujeres que asisten a la crucifixión, pero esta vez se trata de María Magdalena, María, la madre de Jesús y una tal María de Cleofás o la esposa de un personaje llamado Cleofás, de la que se dice que es hermana de la madre de Jesús[30].
La otra mujer mencionada es la madre de Santiago, a quien Marcos identifica como el menor[31], y José, que no puede ser hermana de María porque los evangelistas hubiesen dicho: “las hermanas de María”, pero no las identifican de esta manera.
Para identificar a esta María, por falta de información en los evangelios, debemos más bien revisar lo que se dice de uno de sus hijos: Santiago. Era hijo de Alfeo o Cleofás y de María, y era hermano de José y de Judas Tadeo[32]. Se le llama “el menor” para distinguirlo del otro apóstol del mismo nombre, Santiago el mayor o hijo de Zebedeo, hermano de Juan.
Mateo nos dice que hay dos apóstoles llamados Santiago o Jacobo, y ninguno de ellos era el hermano de Jesús: “Los nombres de los doce apóstoles son estos: Primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo, Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que también le entregó”[33].
Lucas, nos dice además que Santiago el Menor tiene por hermano a Judas Tadeo: “Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, Judas hermano de Jacobo”[34]. El mismo Judas Tadeo nos confirma que es hermano de Santiago el menor diciendo: “Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo”[35].
Algunas tradiciones le han identificado muy equivocadamente con el Santiago al que Pablo denomina en sus cartas “Santiago el hermano del Señor”, una de las tres columnas de la Iglesia y que presidía la comunidad cristiana de Jerusalén.
Marcos nos hace ver la diferencia entre los dos apóstoles llamados Santiago y de Santiago hermano del Señor. Jesús, quién antes de los 30 años ayudaba a su padre en la carpintería, fue reconocido por las personas donde había crecido: “¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él”[36]. Pablo nos habla también de este tercer Santiago el cual era diferente a los dos apóstoles: “Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor”[37].
Aunque el acierto más favorable viene de los escritos no bíblicos del historiador Flavio Josefo, ya que, al no ser cristiano no llamaría hermano a alguien que realmente no lo fuera; lo que confirma a Marcos que Jesús tenía cuatro hermanos. Josefo nos ilustra la muerte del hermano de Jesús en manos del sumo sacerdote Anás ben Anás o Ananus[38], el cual no es el Ananías ben Nebedeo que enjuició al Apóstol Pablo: “Ananías era un saduceo sin alma. Convocó astutamente al Sanedrín en el momento propicio. El procurador Festo había fallecido. El sucesor, Albino, todavía no había tomado posesión. Hizo que el sanedrín juzgase a Santiago, hermano de Jesús, quien era llamado Cristo, y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó para que fueran apedreados”[39].
A pesar de todo el sufrimiento que estaba llevando Jesús, Él no quiere dejar a su madre desamparada, recordando que sus hermanos no creían en Él[40], aunque después se vuelven creyentes[41]; y es por eso que la encomienda a su primo y discípulo amado, Juan.
11. 19.28-30 Eran los minutos finales de la vida de Jesús, a pesar de todo, Él cumple con todo lo que está escrito sobre el Mesías. Cumple lo escrito en Salmos 22.15 y dice que está sufriendo de sed, que es uno de los sufrimientos más terribles que puede experimentar el ser humano.
No sabemos quién se compadeció de Jesús en ese momento, aunque según Marcos y Mateo, primero le dieron a beber un sedante que Él se negó a aceptar[42], ya que esto lo hubiese adormecido. Cuando le dan solo el vinagre, si lo acepta.
Después de haber calmado su sed, Jesús dijo: “Completo es”, probablemente con un grito, como lo registran Mateo y Marcos[43]. La palabra griega utilizada por Jesús aquí es “tetelestai”, que significa “llevado a su fin completo y perfecto”. ¿Qué se había completado? Se había cumplido con la finalización de la Ley, del propósito divino de la venida de Jesús al mundo, del imperio de la muerte que es derrotado en la cruz[44] y con lo cual el principe del mundo, Satanás, es echado fuera y pierde el control cuando Jesús, la simiente de la mujer, le hiere en la cabeza[45].
Jesús entregó su espíritu, falleció, dejando de lado todo el sufrimiento, donde ya los hombres no tendrían más posibilidades de lastimarle, más Él sí de juzgarles. Ahora sería proclamado Rey de reyes y Señor de señores. Ahora todos se postrarán ante Él[46].
En la muerte de Jesús varios factores pudieron contribuir. Es importante tener en cuenta que fue una persona politraumatizada y policontundida; desde el mismo momento de la flagelación, hasta su crucifixión.
Para poder respirar y ganar aire Jesús tenía que apoyarse en sus pies, tratar de flexionar sus brazos y después dejarse desplomar para que la exhalación se produjera. Pero al dejarse desplomar le producía igualmente una serie de dolores en todo su cuerpo.
El desarrollo de calambres musculares o contracturas tetanicas debido a la fatiga y la hipercapnia afectaron aún más la respiración. Una exhalación adecuada requería que se incorporara el cuerpo empujándolo hacia arriba con los pies y flexionando los codos, aductando los hombros. Esta maniobra colocaría el peso total del cuerpo en los tarsales y causaría tremendo dolor. Más aún, la flexión de los codos causaría rotación en las muñecas en torno a los clavos de hierro y provocaría enorme dolor a través de los nervios laceradas. El levantar el cuerpo rasparía dolorosamente la espalda contra la estípe. Como resultado de eso cada esfuerzo de respiración se volvería agonizante y fatigoso, eventualmente llevaría a la asfixia y finalmente a su fallecimiento.
El efecto principal de la crucifixión, aparte del tremendo dolor, que presentaba en sus brazos y piernas, era la marcada interferencia con la respiración normal, particularmente en la exhalación. El peso del cuerpo jalado hacia abajo, con los brazos y hombros extendidos, tendían a fijar los músculos intercostales a un estado de inhalación y por consiguiente afectando la exhalación pasiva. De esta manera la exhalación era primeramente diafragmatica y la respiración muy leve. Esta forma de respiración no era suficiente y pronto produciría, retención de CO2 o hipercapnia. El dióxido de carbono de la sangre se disuelve como ácido carbónico lo cual causa que aumente la acidez de la sangre. Finalmente eso lleva a un pulso irregular. De hecho, al sentir que su corazón latía en forma errática, Jesús se hubiera dado cuenta de que estaba a punto de morir, y es entonces que pudo decir: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” y luego murió de un paro cardiaco.
Incluso antes de morir, la conmoción hipovolémica debe haber causado un ritmo cardíaco acelerado sostenido, que debe haber contribuido al paro cardíaco, lo cual dio por resultado la acumulación de fluido en la membrana que rodea al corazón llamada efusión pericárdica, al igual que alrededor de los pulmones, llamada efusión pleural[47].
[1] 70 d.C.
[2] Crux commissa.
[3] Crux immissa.
[4] Plauto, Miles Gloriosus, 359-360.
[5] Dionisio de Halicarnaso, Antigüedades Romanas, 7.69.1-2.
[6] Séneca, De Vita Beata, 19.3.
[7] www.fluvium.org/textos/lectura/lectura407.htm
[8] Wikipedia. Crucifixión.
[9] Wikipedia. Gólgota.
[10] www.fluvium.org/textos/lectura/lectura407.htm
[11] www.corazones.org/jesus/sufrimientos_pasion_medicina.htm
[12] Lucas 1.26-28.
[13] Lucas 1.29; 2.33.
[14] Lucas 2.33-35.
[15] Wikipedia. María.
[16] Lucas 8.2.
[17] Marcos 15.45-47; Mateo 27.55-56; Juan 19.25.
[18] Mateo 28.1-5; Juan 20.1-2; Marcos 16.1-5; Lucas 24.1-10.
[19] Juan 20.11-18.
[20] Juan 8.3-11.
[21] Mateo 26.6-13; Marcos 14.3-8; Lucas 7.36-50.
[22] Juan 12.1-8.
[23] Wikipedia. María Magdalena.
[24] Marcos 15.40.
[25] Marcos 16.1-8.
[26] Mateo 27.56.
[27] Mateo 20.20-28.
[28] Mateo 28.1.
[29] Juan 19.25.
[30] Wikipedia. Salomé.
[31] Marcos 15.40.
[32] Marcos 15.40.
[33] Mateo 10.2-4
[34] Lucas 6.14-16.
[35] Judas 1.1.
[36] Marcos 6.3.
[37] Gálatas 1.18-19.
[38] Josefo. Antigüedades de los judíos 20.9.1.
[39] Wikipedia. Santiago el menor.
[40] Juan 7.5.
[41] Hechos 1.14.
[42] Marcos 15.23; Mateo 27.34.
[43] Mateo 27.50; Marcos 15.37.
[44] Hebreos 2.14-15.
[45] Génesis 3.15.
[46] Filipenses 2.8-11.
[47] www.corazones.org/jesus/sufrimientos_pasion_medicina.htm
La crucifixión es un método antiguo de ejecución, donde el condenado es atado o clavado en una cruz de madera o entre árboles o en una pared, y dejado allí hasta su muerte. Esta forma de ejecución fue ampliamente utilizada en la Roma Antigua y en culturas vecinas del mediterráneo; métodos similares fueron inventados por el Imperio persa.
La crucifixión fue utilizada por los romanos hasta 337, después de que la religión cristiana fue legalizada en el impero romano en el 313 favorecida por el emperador Constantino, pero antes de que se convirtiera en la religión oficial del imperio.
La crucifixión raramente se utilizaba por razones simbólicas o rituales fuera de la cristiandad, era usualmente utilizada para exponer a la víctima a una muerte particularmente lenta, horrible, para disuadir a la gente de cometer crímenes parecidos, y pública, utilizando todos los medios necesarios para su realización. Los métodos de la crucifixión variaban considerablemente con el lugar y el tiempo donde se efectuaban.
Las palabras griega y latinas que corresponden a “crucifixión” se aplicaban a formas diversas de ejecución dolorosa, desde empalar en una estaca, clavarlos en un árbol, o en poste, lo que algunos llaman “cruz simple".
Antes de la crucifixión, los romanos acostumbraban a dar latigazos al reo. Luego, y durante el trayecto hasta el lugar de ejecución, el condenado era obligado a cargar el travesaño en sus propios hombros, lo cual seguramente agravaba las heridas que ya habrían sufrido por la flagelación a que habían sido sometidos. El historiador romano Tácito documenta que la ciudad de Roma tenía un lugar específico para llevar a cabo las ejecuciones, un área especialmente destinada para la crucifixión, situado afuera de la puerta de Esquilino.
Una cruz completa se estima que pesaría alrededor de los 135 kilogramos pero la viga transversal o patibulum, solo pesaría entre 35 y 50 kilogramos.
La persona muchas veces era atada al patíbulo por medio de cuerdas, pero el uso de clavos se documenta por varias fuentes, como en el caso de Flavio Josefo, donde sostiene que en la Gran Revuelta Judía[1] “los soldados enfurecidos, clavaban a los que eran capturados, unos tras otros a las cruces” como se evidencia en el evangelio de Juan 20.25. Algunos objetos, como los clavos, que se utilizaban en las ejecuciones eran vistos como amuletos.
La forma del instrumento empleado en las crucifixiones podía ser de distintas formas. Josefo describe múltiples torturas y posiciones en que Tito crucificó a los rebeldes durante la revuelta de Jerusalén.
En ocasiones al reo se lo fijaba tan solo a una estaca vertical, llamada en latín “cruz simplex” o “palus”. Esta era la construcción disponible más sencilla de torturar y matar a los criminales. Sin embargo, frecuentemente se utilizaban travesaños de madera atados en la parte superior del poste o estaca formando una T[2] o justo debajo de la parte superior, como la forma más familiar entre los cristianos[3]. Otras formas comunes eran en forma de X o de Y.
Los escritos más antiguos que relatan la crucifixión del Cristo describen la forma de la cruz en forma de la letra T o compuesta de un poste, con un travesaño sujetado por medio de una clavija en la parte superior.
Plauto muestra inequívocamente en sus citas que al condenado se le fijaban sus brazos en el patíbulo: “Sospecho que usted está condenado a morir fuera de las puertas, en esa posición: Con las manos extendidas y clavadas al patíbulo”[4].
Dionisio de Halicarnaso describe esta antigua práctica: “Los hombres quienes se les ordena llevar al esclavo a su castigo, habiendo extendido sus manos las atan a un pedazo de madera extendido por su pecho y hombros hasta sus muñecas, siguiéndolo, desgarrando su desnudo cuerpo por los latigazos”[5].
Séneca también refiere: “Aunque ellos se esfuerzan por soltarse de sus cruces, esas cruces a que cada uno de ellos está clavada cada una de sus propias manos, sin embargo ellos, cuando fueron traídos al castigo los suspendieron a cada uno en un solo stipes; pero éstos otros que trajeron sobre si su propio castigo se les extiende sobre tantas cruces como se desea. Aún ellos son calumniadores e ingeniosos apilando insultos sobre otros. ¡Yo podría creer que ellos eran libres de hacerlo, ya que algunos de ellos llegaron hasta a escupir sobre los espectadores desde sus propios patíbulos!”[6]
En la cultura popular existe la creencia, posiblemente derivada de leer literalmente la descripción del Evangelio de Juan de que las heridas de Cristo estaban “en las manos”, de que el condenado era clavado en las manos, sin embargo documentos históricos refieren que los clavos estaban en las “χείρ”, palabra griega que generalmente se traduce como mano, que se refiere desde brazo hasta mano, mientras que si se quiere describir específicamente la mano se escribe “akrhu outase ceira”.
Una posibilidad que no requiere que además hubiese sido atado es que los clavos se insertaron justo debajo de las muñecas, entre los dos huesos del antebrazo, el radio y el cúbito. Con los brazos extendidos, pero no tensos, las muñecas eran clavadas en el patíbulo. Los clavos también pudieron haber sido colocados a través de la muñeca, puestos entre el radio y los metacarpianos, o entre las dos hileras de huesos carpíanos, ya sea cerca o a través del fuerte flexor retinaculum y los varios ligamentos intercarpales. En estos lugares aseguraban el cuerpo[7]. La palabra utilizada en los evangelios χείρ traducida como “mano” es utilizada también en Hechos 12.7 donde se narra que las cadenas de Pedro cayeron de “sus manos” siendo que éstas debieron de estar colocadas en sus muñecas. Esto muestra que el uso semántico de χείρ es mucho más amplio que el español mano, y puede que los clavos estuviesen localizados en la muñeca. El colocar los clavos en las manos hacia que se desgarraran fácilmente puesto que no tenían un soporte óseo importante.
La posibilidad de una herida periosea dolorosa fue grande, al igual que la lesión de vasos arteriales tributarios de la arteria radial o cubital. El clavo penetrado destruía el nervio sensorial motor, o bien comprometía el nervio mediano, radial o el nervio cubital. La afección de cualquiera de estos nervios produjo tremendas descargas de dolor en ambos brazos. El empalamiento de varios ligamentos provoco fuerte contracciones en la mano.
El tiempo necesario para alcanzar la muerte va de horas hasta varios días, dependiendo exactamente del método empleado, el estado de salud de la persona crucificada y circunstancias ambientales.
Una teoría atribuida al cirujano Pierre Barbet establece que la causa típica de la muerte es la asfixia. Cuando todo el peso del cuerpo es soportado por los brazos estirados, el condenado tendría severos problemas para inhalar, debido a la hiper-expansión de los pulmones. El condenado tendría entonces que empujarse hacia los brazos para facilitar la respiración. En efecto, los verdugos encargados de la ejecución podían romper las piernas de los condenados después de que estos estuvieran algún tiempo en la cruz para agilizar la muerte. Una vez desprovistos del soporte de las piernas e imposibilitados a levantar su cuerpo, los condenados morían en cuestión de minutos. Si la muerte no venía por hipoxia, podría venir por múltiples razones, como shock físico causado por los azotes que precedían la crucifixión, el mismo enclavamiento, deshidratación, cansancio extremo, etc.
Experimentos realizados por Frederick Zugibe han revelado que, cuando alguien se encuentra suspendido con los brazos de 60° a 70° desde la vertical, los individuos tienen menor dificultad para respirar, pero experimentan un dolor e incomodidad que crece rápidamente. Esta correspondería a la crucifixión empleada por los romanos como método para propinar una prolongada, agonizante y humillante muerte. Zugibe asegura que romper las piernas para agilizar la muerte tal como se menciona en Juan 19.31-32 era utilizado como “golpe de gracia” causando un shock traumático severo o causando embolia grasa. La crucifixión realizada en una estaca, con los brazos sobre la cabeza, precipitaría la asfixia si no se tuviese algún apoyo o una vez que las piernas fuesen rotas.
Era posible, sin embargo, sobrevivir a la crucifixión y existen registros de algunos sobrevivientes. El historiador Josefo describe que encontró a dos de sus amigos crucificados. Él rogó por ellos y se les concedió el indulto, uno de ellos murió y el otro logró recuperarse. Josefo no brinda detalles del método o duración de la crucifixión antes del indulto.
Además de las referencias de la crucifixión que nos brinda el historiador Flavio Josefo, así como otras fuentes, solo existe un descubrimiento arqueológico de un cuerpo crucificado que data del Imperio romano alrededor de la época de Jesús, descubierto en Jerusalén en 1968. No es de extrañar que solo se haya encontrado un descubrimiento, ya que los cuerpos de los sentenciados se mantenían en la cruz y por lo tanto no se preservaban. La única razón por lo que se conservó este cuerpo fue gracias a que la familia del sentenciado le dio a este individuo en particular un entierro tradicional.
Los restos fueron encontrados accidentalmente en osario con el nombre del crucificado en él, “Yehohanan, hijo de Hagako I”. El profesor Nicu Haas, un antropólogo de la Universidad Médica Hebrea en Jerusalén, examinó este osario y descubrió que un clavo atravesaba el talón en uno de sus costados, indicando que el hombre había sido crucificado. La posición de la perforación del clavo, en uno de sus costados indica que sus pies se clavaron a la cruz por los costados. Algunas opiniones son que los pies se clavaron juntos y de lado al frente de la cruz o que se clavaron uno al lado izquierdo de la cruz y el otro al lado derecho. La punta del clavo tenía fragmentos de madera de olivo indicando que había sido ejecutado en una cruz hecha de madera de olivo o sobre un árbol de esta misma especie. Dado que los árboles de olivo no son muy altos, esto sugeriría que esta persona fue crucificada a la altura de los ojos del observador. Adicionalmente, una pieza de madera de acacia fue encontrada entre los huesos y la cabeza del clavo, presumiblemente utilizada para mantener los pies clavados y que éste no los pudiera deslizar a través del clavo. Tenía fracturadas las rodillas y las tibias, hecho infligido probablemente para acelerar su muerte. Se piensa que en tiempos del Imperio romano el acero era bastante caro, por lo que se retiraban los clavos de los muertos para reducir costos, lo que ayudaría a explicar porque sólo se encontró un clavo, que se encontraba doblado de la punta de tal manera que no pudiese ser retirado.
El profesor Haas también encontró un rayón en la cara interior del radio del brazo derecho, cerca de la muñeca. Dedujo por la forma del rayón en el hueso, así como que los huesos de la muñeca se encontraban intactos que el clavo fue introducido en el antebrazo de esa forma.
Probablemente la crucifixión se originó con los asirios, fue utilizado este método sistemáticamente por los persas durante el siglo 6 AC. Alejandro Magno copió este sistema y lo introdujo en los países del este del Mediterráneo en el siglo 4 a.C., y los fenicios lo introdujeron a Roma en el siglo 3 a.C. El uso de este método era prácticamente nulo antes de la era pre-helénica. La crucifixión en alguna de sus variantes también se utilizaba en el Imperio aqueménida Persa, los griegos, cartagineses, los macedonios. Hay evidencias de que los piratas capturados eran crucificados en el puerto de Atenas alrededor del siglo 7 d.C.
Algunos teólogos cristianos, empezando por Pablo de Tarso han interpretado una alusión a la crucifixión en Deuteronomio 21.22-23, aquí se refiere a “ser colgado de un árbol”, pero puede también ser asociado con linchamiento o ahorcamiento tradicional. Sin embargo, la ley judía antigua permitía cuatro métodos de ejecución: Apedreamiento, hoguera, estrangulamiento y decapitación. La crucifixión estaba prohibida en la ley antigua judía.
Se cree que Alejandro Magno ejecutó a 2000 sobrevivientes del sitio de la ciudad fenicia de Tiro, así como al doctor que no pudo salvar la vida de su amigo Hefestión. Algunos historiadores aseguran que Alejandro también crucificó a Calístenes, su historiador y biógrafo oficial por objetar la adopción de la ceremonia persa de adoración real por parte de Alejandro Magno.
De acuerdo a algunas personas, la crucifixión se pudo haber desarrollado de la antigua costumbre del arbori suspendere, colgar de un árbol infortunado, dedicado a los dioses del mundo de las tinieblas, pero el profesor William A. Oldfather escribió un detallado estudio refutando la idea que este castigo no involucraba ninguna forma de ahorcamiento o de cualquier otro para causar la muerte, además de que asegura que el arbor infelix era dedicado a dioses particulares. Tertuliano menciona en el siglo I d.C., algunos casos donde los árboles eran usados en la crucifixión, pero Séneca el Joven utilizó antes la frase madera infortunada para referirse al patíbulo o a la cruz completa.
De acuerdo a otras personas, tal parece que los romanos aprendieron la crucifixión de los cartagineses.
La crucifixión era utilizada para esclavos, rebeldes, piratas y para enemigos y criminales odiados. Es por esto que la crucifixión era considerada como la forma más vergonzosa y desafortunada de morir. Los ciudadanos romanos condenados usualmente estaban exentos de morir crucificados, como los nobles estaban exentos de morir colgados, que morían más honorablemente por decapitación, excepto por crímenes mayores en contra del Estado, tal como alta traición.
Crucifixiones masivas notorias se llevaron a a cabo durante la Tercera Guerra Servil en el 73-71 a.C., la rebelión bajo el liderazgo de Espartaco; otras guerras civiles romanas en el siglo II y I a.C., y en la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C. Josefo narra a romanos crucificando a la gente en las paredes de Jerusalén, cuenta también que los romanos crucificaban a los criminales en distintas posiciones. En la crucifixión, al estilo romano, los condenados sufrían una muerte lenta por sofocación. El cuerpo era mantenido allí para que fuera devorado por los buitres y otras aves.
La meta de la crucifixión romana no era solamente para matar al criminal, sino también para mutilar y deshonrar el cuerpo del condenado. En culturas antiguas, una muerte honorable requería del entierro, dejar el cuerpo en la cruz así como mutilar y evitar su entierro era una gran deshonra.
Bajo la práctica penal de la Roma antigua la crucifixión también exhibía en estatus social bajo del criminal. Era la peor muerte imaginable, reservada originalmente para esclavos, de ahí que Séneca lo llamaba supplicium servile y más tarde extendido a libertos de las provincias. Los ciudadanos de la sociedad romana casi nunca eran sujetos a penas capitales, sino que eran apresados o exiliados. Josefo menciona que judíos de alto rango también eran crucificados, pero era para mostrar que su estatus elevado había sido quitado. El control sobre el propio cuerpo era vital en culturas antiguas. La pena capital quitaba ese “auto control” al mismo tiempo que denotaba la pérdida del estatus y el honor. Los romanos continuamente rompían las piernas de los condenados para acelerar su muerte y evitar su entierro.
Un cruel preludio eran los azotes, que ocasionaban que el condenado perdiera una gran cantidad de sangre y tuvieran un estado de shock. El convicto usualmente tenía que cargar el travesaño horizontal al lugar de la ejecución, pero no necesariamente la cruz completa. La crucifixión era generalmente llevada a cabo por brigadas especiales, que consistía en un centurión y cuatro soldados. Cuando la ejecución se efectuaba en el lugar establecido, el travesaño vertical o poste, generalmente se encontraba clavado en el piso permanentemente. Generalmente los condenados eran desnudados.
Los clavos eran de acero, con puntas de entre 13 y 18 centímetros de largo aproximadamente con una cabeza cuadrada de 1 centímetro aproximadamente. En algunos casos los clavos eran recogidos y utilizados como amuletos para sanar enfermedades. El Emperador Constantino, abolió la crucifixión en el Imperio romano al final de su reinado[8].
Jesús fue llevado al monte De Cráneo o Gólgota, probablemente una pequeña colina a las afueras de las murallas de la antigua Jerusalén. Según la tradición cristiana, que estaba dentro de la zona que hoy ocupa la Iglesia del Santo Sepulcro. Sin embargo, algunos estudiosos de la Biblia cabe duda de que esta es la ubicación correcta.
El nombre de “Gólgota” se deriva de la palabra aramea gulgulta. Mateo 27.33 y Marcos 15.22 dan su significado. Cuando Jerónimo tradujo estos versículos en latín, usó la palabra latina para cráneo, bóveda craneal, que posteriormente se convirtió en el Calvario la palabra en inglés.
Los Evangelios no dicen por qué el Gólgota se llama el “Lugar del cráneo”. Una sugerencia común es que el sitio estaba en una colina cerca de una roca que tenía la forma de una calavera. Otra sugerencia, en primer lugar hecho por el estudioso del siglo III, Orígenes, es que el nombre se refiere al lugar de entierro de cráneo de Adán, que tradicionalmente se cree que fue enterrado en Jerusalén. Pero estos son solo sugerencias, y nadie sabe realmente cómo el sitio recibió su nombre.
La Biblia tampoco dice donde se localiza el Gólgota, pero da tres pistas específicas:
a. Juan 19.41-42 dice que “… en el lugar donde fue empalado había un huerto; y en el huerto una tumba nueva en la cual todavía nadie había sido puesto. Allí, porque estaba cerca Preparación de los judíos, pusieron a Jesús”. Esto indica que el sitio fue probablemente cerca de un cementerio.
b. Hebreos 13.12 dice que el sitio era “fuera de la puerta de la ciudad”, pero lamentablemente no dice la puerta.
c. Mateo 27.39 indica que el lugar era cerca de un camino que llevó a una gran cantidad de tráfico peatonal.
La segunda pista es compatible con la tradicional exigencia religiosa judía que todas las ejecuciones tenían que llevarse a cabo fuera de la ciudad, un requisito que los romanos parecen por lo general han honrado. Y la tercera pista es coherente con el hecho de que los romanos crucificaron a menudo la gente en lugares elevados cerca de las carreteras principales, para servir como una advertencia sobre el destino probable de cualquier persona que desafió su autoridad. Algunos eruditos han sugerido que el Gólgota estaba probablemente cerca de la parte norte de la ciudad, ya que esto lo puso cerca de la zona administrativa, donde los principales edificios públicos se encontraban. En el momento de la crucifixión, la parte norte de la ciudad estaba limitada por la llamada segunda muralla.
Desafortunadamente Jerusalén fue destruida dos veces por el ejército romano durante las revueltas judías en los siglos I y II, y esto hace que sea difícil determinar con precisión los límites de la antigua ciudad. Sin embargo, la ubicación aproximada de la segunda muralla que se conoce. Durante la primera destrucción de Jerusalén, muchos cristianos huyeron de la ciudad, y la segunda destrucción dispersó a casi toda la población. A causa de estos trastornos, y porque los escritores cristianos rara vez mencionan el Gólgota durante los dos primeros siglos, algunos estudiosos piensan que el conocimiento de su localización se había perdido, probablemente. Sin embargo, otros estudiosos sostienen que las tradiciones locales pudieron haber sido lo suficientemente fuertes como para preservar el conocimiento, a pesar de las trastornos. La escasez de información fiable de estos primeros siglos hace que sea imposible saberlo a ciencia cierta.
Una mejor información está disponible en los escritos del siglo IV en adelante, a partir de la época de Constantino el Grande. Durante su reinado, su madre, la emperatriz Helena, se interesó en la construcción de una capilla cerca del Gólgota y la tumba en la que Jesús fue colocado. La idea era especialmente atractiva para la Emperatriz, y en el año 326 d.C, hizo un viaje a Jerusalén para explorar las posibilidades. Cuando la emperatriz llegó a Jerusalén, le dijeron que el Gólgota y la tumba se encontraban en las cercanías de un antiguo cementerio judío situado en el lado noroeste de la ciudad. La fuente original de esta información es incierta. Una historia, escrita en el siglo V, en el libro llamado los Hechos de Judas Ciriaco, dice que los cristianos habían decidido ser torturados antes de revelar su ubicación. Pero muchos estudiosos dudan de esta historia, y de hecho hay una buena posibilidad de que el cementerio fuese bien conocido por los habitantes de la ciudad. También es posible que las tradiciones locales asociados al cementerio con crucifixiones del pasado, por lo tanto lo que es una elección obvia para el sitio del Gólgota.
En cualquier caso, a la emperatriz se le dijo que el Gólgota y la tumba se encontraban en los alrededores de este cementerio judío. Sin embargo, la ubicación exacta de los dos lugares son aún desconocidos. Uno de los problemas era que los romanos habían construido un templo pagano sobre una parte del cementerio, y en el proceso que probablemente habían destruido partes de la misma.
Poco después de su llegada, la emperatriz ordenó la demolición del templo pagano y la excavación de la zona debajo de ella. El relato más antiguo de esta excavación, fue hecha por el historiador Eusebio, que simplemente dice “el monumento venerable y sagrado de la resurrección de Nuestro Señor se hizo visible”. Exactamente que significa esto no está claro, pero algunos cuentan que en la excavación se descubrió una tumba con unos clavos y la nota que Pilato había puesto en la parte superior de la cruz. Debido a que el escritor Eusebio no menciona las la cruz, o la nota de Pilato, algunos estudiosos piensan que el cuento más tarde se embelleció, sobre todo porque variaba en varios detalles. Por lo tanto, existe cierta incertidumbre acerca de lo que se encontró en realidad durante la excavación.
Las primeras construcciones hechas en el lugar fueron destruidos más tarde, una vez por los invasores persas, y otra por los árabes. Después de que los cruzados ganaron el control de Jerusalén en el siglo XI, se construyó la actual Iglesia del Santo Sepulcro, aunque parte de ella tuvo que ser reconstruida después de haber sido dañado por un incendio en 1808. Se aloja en la tumba de Jesús y un pequeño afloramiento rocoso llamado “roca del Gólgota”.
De acuerdo a la tradición, Jesús comenzó su camino al Calvario desde la Fortaleza Antonia, que albergaba a la principal guarnición militar romana en la ciudad. La ruta tradicional, llamada la Vía Dolorosa, cubre una distancia de aproximadamente 650 metros y termina en la iglesia. Sin embargo, algunos estudiosos piensan que el último interrogatorio de Jesús tuvo lugar en el Palacio de Herodes, y que comenzó la caminata de allí. Esto sería una distancia más corta[9].
Lo que si es cierto es que Jesús salió hacia el Gólgota golpeado, probablemente con la cara inchada por los golpes dados por los soldados; con su espalda y quizá su pecho, desgarrados; sangrando en su frente a causa de las heridas causadas por la corona de espinas; con un fuerte dolor en todo el cuerpo; con fiebre causada por el maltrato, la falta de sueño, y el inicio de una infección; y todo esto acompañado de una sed espantosa. Todo este sufrimiento debió haberle causado problemas para respirar y para hablar.
Al llegar al lugar, Jesús fue desnudado y lo acostaron sobre la pieza de madera que había cargado, ahí le clavaron sus manos para ser levantado rápidamente para incrustar esta pieza en el poste vertical. Al colocar este, sus pies fueron clavados. El clavo atravesaba el nervio mediano. Ese es el nervio mayor que sale de la mano y quedaba triturado por el clavo que lo martillaba. Este dolor es similar al que uno siente cuando se golpea accidentalmente el codo y se da en ese huesito, en el nervio llamado cúbito, pero ahora imagine tomar un par de pinzas y presionar hasta triturar ese nervio, ese dolor es similar al que Jesús experimentó. Al romper ese tendón Jesús y por tener sus muñecas clavadas, Jesús fue obligando a forzar todos los músculos de su espalda para poder respirar.
El dolor era tan insoportable que literalmente no existían palabras para describirlo. Se tuvo que inventar una nueva palabra llamada “excruciante”, que significa “de la cruz”, para describir semejante dolor.
A cada lado de la cruz de Jesús fueron crucificados también otros dos hombres que eran ladrones, quizá asaltantes que habían asesinado a alguien y ahora habían sido condenados a muerte.
Cuando Jesús fue alzado para unir el madero con el poste vertical se procedió a clavarle los pies. Nuevamente los nervios de los pies fueron triturados y eso debe haber causado un dolor similar al de las muñecas. Los pies eran fijados al frente del estípete por medio de un clavo de hierro, clavado a través del primero o segundo espacio intermetatarsiano. El nervio profundo peroneo y ramificaciones de los nervios medianos y laterales de la planta del pie fueron heridos. Es muy probable que cada uno de los pies del Salvador estuviera fijado a la cruz con clavo distinto.
Cipriano de Cartago, que más de una vez había presenciado crucifixiones, habla en plural de los clavos que traspasaban los pies. Ambrosio, Agustín y otros mencionan expresamente los cuatro clavos que se emplearon para crucificar a Jesús[10].
Al momento de estar en posición vertical sus brazos se estiraron intensamente, probablemente 15 centímetros de largo y ambos hombros debieron haberse dislocado, solo tome en cuenta la gravedad, para sacar su conclusión, lo que confirmaba lo escrito en Salmos 22.
Una vez que la persona cuelga en posición vertical, la crucifixión es una muerte lenta y agonizante por asfixia. La razón es que la presión ejercida en los músculos pone el pecho en la posición de inhalación. Básicamente, para poder exhalar, el individuo debía apoyarse en sus pies, fijos con clavos al madero, para que la tensión de los músculos se alivie por un momento. Al hacerlo, el clavo desgarraría el pie hasta que quede finalmente incrustado en los huesos tarsianos.
Después de arreglárselas para exhalar, la persona podría relajarse y descender para inhalar otra bocanada de aire. Nuevamente tendría que empujarse hacia arriba para exhalar raspando su espalda ensangrentada contra la madera áspera de la cruz. Este proceso continuaba hasta que la persona ya no pudiera empujarse hacia arriba para respirar. Entonces moría. Jesús aguantó esa situación por poco más de 3 horas[11].
8. 19.19-22 Pilato se sentía molesto porque los judíos le habían obligado a hacer algo injusto, no que él fuera un hombre correcto, pero si le molestaba que se le hubiese obligado, por lo que buscó una manera de vengarse insultando a los judíos y al mismo tiempo quedaba como quien había dado la última palabra. Anunciaba con este título que los judíos habían crucificado al verdadero Rey de los judíos, y para que no cupiera duda, lo hizo en hebreo, para que los judíos lo leyeran; en latín, para los romanos y en griego para el resto del mundo.
Los judíos presentaron su protesta ante Pilato sin tomar en cuenta que esta era la base de la acusación que habían hecho contra Jesús, y él siguiendo la costumbre de publicar el crímen por el que moría el sentenciado, había puesto el título.
Pero Pilato, me imagino que con un gesto de satisfacción, les hizo ver que lo que había escrito estaba en lo correcto, lo que los convertía a ellos en magnicidas, porque habían asesinado a su propio Rey.
9. 19.23-24 La ropa en los tiempos de Jesús era muy diferente a la usada en estos tiempos. Los hombres y mujeres de aquella época llevaban de primera prenda el taparrabo. Consistía en un rectángulo de tela con correas unido a un extremo. La prenda se atadaba alrededor de la cintura y entre las piernas. La esencia era la simplicidad, para poder responder a la llamada de la naturaleza simplemente liberando la tela de su cintura.
Luego venía una túnica. Una túnica suelta, que era esencialmente de forma rectangular, con costuras laterales y un agujero en la parte superior de la cabeza. Los detalles decorativos, la calidad de la construcción y el tejido dependen de las habilidades de la mujer de la casa. Las túnicas podían ser al tobillo o la rodilla, dependiendo de la ocupación de la persona que lo llevaba. Un hombre que trabajaba en el interior podía usar una túnica larga. Los esclavos llevaban túnicas hasta la rodilla y las necesidades profesionales de un pastor o un herrero dictaban que usara también un vestido corto. La túnica generalmente tenía mangas, que podían ser largas o cortas.
Aquí encontramos con una contradicción moderna. Independientemente de la ocasión, las mujeres en nuestra sociedad en general, muestran más de su cuerpo que los hombres. Para un ejemplo, comparemos el uniforme de fútbol de un hombre y el de los equipos de la liga femenina. No así en el siglo I. Por amor de la modestia, la túnica de una mujer llegaba cerca del suelo.
El clima y la temporada determinaban si la túnica se hacía de tejidos ligeros o pesados. Las túnicas podían ser de lana o lino, pero no de ambos ya que la Biblia prohíbe la mezcla de dos. La seda importada de China, fue conocida en el Imperio Romano y los muy ricos podían poseer una túnica de seda para usar en ocasiones especiales.
La túnica se señía en la cintura con una correa, conocida como una faja. Sobre la base de la propia posición social, podría ser tan simple como un pedazo de cuerda o tan elaborado como una faja tejida de varios colores. Las fajas eran tejidas en un telar especial diseñado para apoyarse sobre una mesa o en el regazo de la tejedora.
Como envoltura exterior, tanto hombres como mujeres usaban un manto sobre sus túnicas. Los judios en general, y Jesús en particular, no se habría puesto una toga. Las togas eran las prendas romanas. Su uso se restringía a los ciudadanos romanos. El manto que el resto del Imperio llevaba era una prenda larga y generalmente de tela más pesada. Podía tener mangas, o sin mangas. Protegía de las inclemencias del tiempo y, al viajar, se podía envolver alrededor del cuerpo como una manta en la noche para dormir.
Es probable que Jesús llevara algo para cubrirse la cabeza, quizá un pedazo de tela que podía ser enrollado alrededor de la cabeza al estilo de un turbante y dejar que colgara algo de tela en la parte posterior para proteger el cuello del sol.
En el invierno se llevaba un zapato cerrado, hasta la parte alta del tobillo y las sandalias en verano.
10. 19.25-27 Estaban cuatro mujeres y Juan junto a la cruz: María, la madre de Jesús; María la madre de Jacobo o Santiago y José; María Magdalena y Salomé.
Juan nos dice que estaban junto a la cruz, además de él mismo, la madre de Jesús, María o Mariam. Para los hebreos el nombre no era un simple apelativo, estaba íntimamente ligado a la persona, por ello usaban nombres que describirían la personalidad, el carácter, así es muy usada la expresión “su nombre será tal” cuando se quería designar una misión o carácter especial al niño por nacer.
María es un nombre conocido en el Tanaj o Antiguo Testamento por haber sido nombre de la hermana de Moisés y Aarón, originalmente escrito como Miryām, la versión de los Setenta lo menciona como Mariám, el cambio en la primera vocal señala tal vez la pronunciación corriente, la del arameo, que se hablaba en Palestina antes del nacimiento de Cristo. Al igual que con los nombres de Moisés y Aarón, que fueron tomados con sumo respeto, el de María no se usó más como nombre común, pero la actitud cambió con el tiempo y fueron puestos como señal de esperanza por la era mesiánica. En el texto griego del Nuevo Testamento, en la versión de los Setenta, el nombre usado era Mariám. María sería probablemente la forma helenizada de la palabra.
María es mencionada por su nombre por primera vez al escribirse el Evangelio según Marcos. María es descendiente directo del rey David y aunque fuera la prima de Elisabet no impide que creamos que era de estirpe regia. Es verdad que Elisabet era descendiente de Leví, y que generalmente los hijos de los sacerdotes se casaban con miembros de la misma tribu. Pero, esto no era una regla rígida.
En el Evangelio según Mateo se la menciona con motivo de la narración de la concepción milagrosa de Jesús y de su nacimiento y huida a Egipto. Aquí el evangelista menciona que es María aquella de quien habló el profeta Isaías al decir: La virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”. El Evangelio según Lucas es el que más datos da sobre María, al desarrollar con más detalle los temas de la infancia de Jesús: La anunciación, la visita a Isabel, el nacimiento de Jesús, la presentación de Jesús en el Templo donde el anciano Simeón le profetiza: “A ti misma una espada te atravesará el corazón”, aludiendo al dolor de María durante la Pasión de su Hijo y la pérdida de Jesús y su hallazgo en el Templo. También es Lucas quien dice que María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. En el Evangelio según Juan, Jesús hace su primer milagro a pedido de ella, en Caná. Y en la cruz, la entrega como madre a Juan mismo, y Juan es entregado a María como hijo. La última vez que se le menciona en la Biblia es en Hechos 2.
Sobre sus padres, realmente no se sabe quienes fueron, aunque el catolicismo romano ha tomado los nombres de Joaquín y Ana como los de sus progenitores, tomados del Protoevangelio de Santiago. Por lo menos se menciona una de sus hermanas en el Evangelio de Juan.
Los evangelios hacen aparecer a María cuando narran la concepción de Jesús. Según lo que narran se puede ver que María en ese momento era prometida de José de Nazaret, quien era carpintero. Los relatos evangélicos se inician después de los desposorios de María con José.
Según la tradición judía de aquel momento, los jóvenes varones se desposaban entre los dieciocho y veinticuatro años, mientras que las jóvenes mujeres a partir de los doce años eran consideradas doncellas y a partir de esa edad podían desposarse. El matrimonio judío tenía dos momentos, desposorio y matrimonio propiamente dicho: El primero era celebrado en la casa de la novia y traía consigo acuerdos y obligaciones, aunque la vida en común era posterior. Si la novia no había estado casada antes se esperaba un año después del desposorio para llegar a la segunda parte, el matrimonio propiamente dicho, donde el novio llevaba solemnemente a la novia desde la casa de sus padres a la de él.
La presencia de María en los relatos bíblicos comienza con la narración de la aparición del ángel Gabriel a María, según lo relata el evangelista Lucas: “Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre que se llamaba José, de los descendientes de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel, le dijo: “¡Alégrate, llena de gracia! El Señor está contigo”[12].
Lucas puso empeño en anotar las reacciones de María ante las revelaciones divinas que se irán sucediendo: Su turbación y su dificultad, al igual que posteriormente mostraría su asombro ante el oráculo de Simeón y su incomprensión de la palabra de Jesús en el Templo. En presencia de un misterio que rebasa su inteligencia, reflexiona sobre el mensaje[13], piensa sin cesar en el acontecimiento y lo guarda en su corazón.
Desde el momento de la anunciación, cuando el proyecto inicial de vida de María parece trastocarse, comieza una secuencia de riesgos y de inseguridades señalada por los evangelios de Lucas y de Mateo. La primera inseguridad se presenta en relación al origen de su concepción. En efecto, la incertidumbre parece atacar el corazón de su prometido José, y lo conduce a su intención de repudiar a María en secreto para no ponerla en evidencia. Así lo tiene planificado José cuando Dios le hace conocer sus designios por un sueño: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. A partir de entonces, José coparticipa de los riesgos que se presentan en la vida de María, como se detalla más adelante.
María, ya embarazada, visita luego a su prima Elizabeth, ya que el ángel Gabriel le había anunciado que también ella estaba encinta, a pesar de no poder tener hijos, señal de que para Dios no hay imposibles. Viaja María a una población de la montaña de Judea, que actualmente se conoce como la ciudad de Ain Karim situada a seis kilómetros y medio al oeste de Jerusalén.
Al llegar María, los evangelios narran que el niño que tenía Elizabeth en su vientre dio un salto, que fue interpretado como de alegría. Elizabeth reconoce luego a María como la “madre de su Señor” y prorrumpe en alabanzas. María responde a Elizabeth con un canto de alabanza, inspirado en el cántico de Ana, en varios salmos y en otros pasajes del Antiguo Testamento que, seguramente, eran del conocimiento de María. Esta alabanza incluye una profecía: “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada”.
Lucas, al narrar las circunstancias que rodean el nacimiento de Jesús, describe con sencillez el riesgo que sigue impregnando la vida de María. Ante un edicto de César Augusto que ordena un censo, José y María deben emprender la travesía desde Nazaret en Galilea hacia Belén en Judea, cuando ella está por dar a luz. Como no hay sitio para hospedarse, debe dar a luz en un pesebre. El relato del Evangelio de Lucas parece resaltar de forma creciente la fe de María, quien se fía de Dios a pesar de no comprender plenamente lo que sucede: Ella guarda “estas cosas” y las medita en su corazón.
Con motivo de la presentación de Jesús en el Templo para dar cumplimiento a la Ley que ordena que todo varón primogénito deba ser consagrado al Señor, se produce un nuevo signo de inseguridad para María. Un hombre justo y piadoso llamado Simeón, a quien le es revelado que no verá la muerte antes de ver al Cristo, reconoce en Jesús la salvación, luz para iluminar a los gentiles y gloria del pueblo de Dios, Israel. Pero a continuación, una profecía realizada por Simeón atraviesa la figura de María: Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: “Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”[14].
Tiempo más tarde, unos magos de Oriente se presentan en busca del “Rey de los judíos que ha nacido”. Cuando entran en la casa, ven al niño con María su madre y, postrándose, le adoran. Pero esta visita de los magos atrae la atención de Herodes el grande que ordena matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca.
El riesgo se cierne nuevamente sobre María y el niño. Pero el Ángel del Señor se aparece en sueños a José y le dice: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle”. Él se levanta, toma de noche al niño y a su madre, y se retira a Egipto; y permanece allí hasta la muerte de Herodes.
Cuando mueren los que buscaban la vida del niño, José toma consigo al niño y a María su madre, y entra en tierra de Israel. Pero se entera de un nuevo riesgo: Arquelao reina en Judea en lugar de su padre Herodes, y por eso tiene miedo de ir allí. Y, avisado en sueños, se retira a la región de Galilea, a una ciudad llamada Nazaret.
El único episodio de Jesús adolescente narrado por los evangelios canónicos es referido por Lucas con motivo de la fiesta de la Pascua.
Luego de sufrir como madre la pérdida de su hijo en el Templo y de haberlo buscado durante tres días, al encontrarlo María le pregunta: “Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando!” La expresión deja traslucir el dolor y la preocupación de una madre diligente, que incluso habla en nombre de José, lo que remarca la gran personalidad de María. Jesús le responde a María con otra pregunta, que María no comprende.
De acuerdo con las Sagradas Escrituras, María no fue lo que la Epístola de Santiago llamó “un oidor olvidadizo”. El Evangelio de Lucas nos lega una frase que se repite dos veces casi literalmente, forma de poner énfasis en el asunto. En la escena del nacimiento de Jesús, después que los pastores relatan a José y María lo que se les había dicho del niño, el evangelista agrega que “María conservaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón”. Y un poco más adelante, al relatar el episodio del hallazgo del Jesús, de doce años, entre los doctores del Templo, el evangelista repite casi textualmente la frase antes citada: “Y su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón”.
Es de notar que esta segunda frase no solo se refiere a la respuesta dada por Jesús en el Templo a los doce años, sino que es razonable extenderla a todo lo que Jesús le dijo en los diálogos que con ella tendría durante los años que pasó “sujeto a sus padres”. También es claro que el evangelista señala que María conservaba esas palabras a pesar de que ni ella ni José habían entendido la respuesta de Jesús en el templo: Que “convenía que él se ocupara de las cosas de su Padre”. Lo que María aún no comprendía era “a qué cosas llamaba Jesús las cosas de su Padre: De enseñar primero a los hombres, y luego de morir por ellos”.
A pesar de que, bajo este aspecto, las palabras de Cristo quedaron de momento envueltas en el misterio para la mente de María, ella las guarda como una reliquia, lo que forma parte de la psicología profunda de María. Es por ello que algunos exégetas han llegado a considerar a María misma como una de las fuentes primarias del Evangelio de Lucas. En cualquier caso, aún cuando María no fuese una fuente oral del Evangelio de Lucas, es razonable al menos admitir la existencia de un testimonio mediato: Las palabras de María pueden haber llegado a Lucas a través de Juan el Apóstol o de mujeres que convivieron con ella.
Durante el ministerio público de Jesús, María aparece mencionada en los Evangelios como “su madre”, una situación especial que no pertenece a ningún otro miembro de la comunidad. “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”, exclamó una voz entre la muchedumbre. Jesús respondió: “Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”.
En el Evangelio según Juan, toda la vida pública de Jesús está encuadrada por los dos únicos pasajes en los que aparece su Madre, y que son propios de este evangelio. Se trata de las “bodas de Caná” y la “muerte del Señor”, que forman parte del inicio y del final del ministerio público de Jesús.
Las bodas de Caná tienen lugar cuando, según lo expresa Jesús, todavía no ha llegado “su hora”. Sin embargo, y a pedido de María, Jesús realiza su primer signo, para que sus discípulos crean en él. María reaparece al llegar “la hora”, que no es otra que la de la glorificación de Jesús, su muerte y resurrección. En la cruz, es Jesús el que llama a su Madre. Como en Caná, María es llamada por Jesús “mujer”, y le encomienda que sea “madre” del discípulo amado que está con ella junto a la cruz[15].
También se encontraba María Magdalena, quien es mencionada, tanto en el Nuevo Testamento canónico como en varios evangelios apócrifos, como una distinguida discípulo de Jesús de Nazaret. Su nombre hace referencia a su lugar de procedencia: Magdala, localidad situada en la costa occidental de lago de Tiberíades, a tres millas de Capernaum.
La información sobre María Magdalena en los Evangelios es escasa. Es citada en relación con cuatro hechos diferentes:
a. De acuerdo con el Evangelio de Lucas, María Magdalena alojó y proveyó materialmente a Jesús y sus discípulos durante su predicación en Galilea[16]. Se añade que anteriormente había sido curada por Jesús: “Le acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido curadas de enfermedades y espíritus malignos: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios...”.
b. De acuerdo con los Evangelios de Marcos, Mateo y Juan, estuvo presente durante la crucifixión de Jesús[17].
c. En compañía de otras mujeres, fue la primera testigo de la resurrección, según una tradición en la que concuerdan los cuatro Evangelios[18]. Después comunicó la noticia a Pedro y a los demás apóstoles.
d. Según un relato que solo aparece en el Evangelio de Juan, fue testigo de una aparición de Jesús resucitado[19].
Ha sido un error por desconocimiento de las Escrituras identificar a María Magdalena con otros personajes citados en el Nuevo Testamento, como:
a. La mujer adúltera a la que Jesús salva de la lapidación, en un episodio que solo relata el evangelio de Juan[20].
b. La mujer que unge con perfume los pies de Jesús y los enjuga con sus cabellos antes de su llegada a Jerusalén, cuyo nombre no se menciona[21]. Según Marcos y Mateo, sin embargo, la unción tuvo lugar en Betania, "en casa de Simón el leproso", lo que ha llevado a identificar a esta mujer a su vez con María de Betania.
c. María de Betania, hermana de Lázaro, a la que se atribuye en el Evangelio de Juan la iniciativa antes mencionada[22].
La identidad de María Magdalena como María de Betania y “la mujer quien fue una pecadora” fue establecida en un sermón que el Papa Gregorio dio en el año 591, en el cual dijo: “Ella, la cual Lucas llama la mujer pecadora, la cual José llama María de Betania, nosotros creemos que es María, de quien siete demonios fueron expulsados, según Marcos”. Difundida por los teólogos de los siglos III y IV, esta teoría gozó de mucha popularidad en el siglo XIX y constituyó un tema frecuente en la iconografía cristiana occidental.
Según la tradición, María Magdalena se retiró a Éfeso con la María, la madre de Jesús y el apóstol Juan, y murió allí. Más adelante, sin embargo, surgió en el mundo católico una tradición diferente, según la cual María Magdalena, Lázaro y Maximino, uno de los setenta y dos discípulos, así como algunos compañeros, viajaron en barca por el Mar Mediterráneo huyendo de las persecuciones en Jerusalén y desembarcaron finalmente en el lugar llamado Saintes Maries de la Mer, cerca de Arlés. Posteriormente, María Magdalena viajó hasta Marsella, para después retirarse a una cueva en las cercanías de Marsella, donde habría llevado una vida de penitencia durante 30 años. Su cuerpo fue sepultado en un oratorio construido por Maximino en Villa Lata, conocido desde entonces como San Maximin[23].
Otra de las mujeres que encontramos al pie de la cruz es Salomé, que es escasamente mencionada en los Evangelios, pero que aparece de forma más detallada en algunos evangelios apócrifos. Según la interpretación tradicional cristiana de los textos evangélicos, habría sido la madre de los apóstoles Santiago el Mayor y Juan, lo que nos dice que estos eran primos de Jesús.
En el Evangelio de Marcos es mencionada entre los testigos de la crucifixión de Jesús[24], junto con María Magdalena y “María, la madre de Santiago el Menor y de José”. Tras la muerte de Jesús, las tres mujeres acuden a la sepultura de Jesús, y un joven vestido de blanco les anuncia la resurrección[25].
En el Evangelio de Mateo no es mencionada nunca por su nombre; sin embargo, en el relato de la crucifixión aparecen mencionadas tres mujeres: María Magdalena; María, la madre de Santiago y José y “la madre de los hijos de Zebedeo”[26]. Si se acepta que se está haciendo referencia a la misma persona que en el Evangelio de Marcos, Salomé sería la madre de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. La madre de los hijos de Zebedeo interviene también en otro pasaje del Evangelio de Mateo, cuando pide a Jesús un lugar de honor para sus hijos en su futuro reino[27]. Mateo no la menciona entre las mujeres que descubren la resurrección de Jesús, que en su Evangelio son solamente dos, María Magdalena y “la otra María”[28].
En el Evangelio de Juan[29] son tres las mujeres que asisten a la crucifixión, pero esta vez se trata de María Magdalena, María, la madre de Jesús y una tal María de Cleofás o la esposa de un personaje llamado Cleofás, de la que se dice que es hermana de la madre de Jesús[30].
La otra mujer mencionada es la madre de Santiago, a quien Marcos identifica como el menor[31], y José, que no puede ser hermana de María porque los evangelistas hubiesen dicho: “las hermanas de María”, pero no las identifican de esta manera.
Para identificar a esta María, por falta de información en los evangelios, debemos más bien revisar lo que se dice de uno de sus hijos: Santiago. Era hijo de Alfeo o Cleofás y de María, y era hermano de José y de Judas Tadeo[32]. Se le llama “el menor” para distinguirlo del otro apóstol del mismo nombre, Santiago el mayor o hijo de Zebedeo, hermano de Juan.
Mateo nos dice que hay dos apóstoles llamados Santiago o Jacobo, y ninguno de ellos era el hermano de Jesús: “Los nombres de los doce apóstoles son estos: Primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo, Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que también le entregó”[33].
Lucas, nos dice además que Santiago el Menor tiene por hermano a Judas Tadeo: “Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, Judas hermano de Jacobo”[34]. El mismo Judas Tadeo nos confirma que es hermano de Santiago el menor diciendo: “Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo”[35].
Algunas tradiciones le han identificado muy equivocadamente con el Santiago al que Pablo denomina en sus cartas “Santiago el hermano del Señor”, una de las tres columnas de la Iglesia y que presidía la comunidad cristiana de Jerusalén.
Marcos nos hace ver la diferencia entre los dos apóstoles llamados Santiago y de Santiago hermano del Señor. Jesús, quién antes de los 30 años ayudaba a su padre en la carpintería, fue reconocido por las personas donde había crecido: “¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él”[36]. Pablo nos habla también de este tercer Santiago el cual era diferente a los dos apóstoles: “Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor”[37].
Aunque el acierto más favorable viene de los escritos no bíblicos del historiador Flavio Josefo, ya que, al no ser cristiano no llamaría hermano a alguien que realmente no lo fuera; lo que confirma a Marcos que Jesús tenía cuatro hermanos. Josefo nos ilustra la muerte del hermano de Jesús en manos del sumo sacerdote Anás ben Anás o Ananus[38], el cual no es el Ananías ben Nebedeo que enjuició al Apóstol Pablo: “Ananías era un saduceo sin alma. Convocó astutamente al Sanedrín en el momento propicio. El procurador Festo había fallecido. El sucesor, Albino, todavía no había tomado posesión. Hizo que el sanedrín juzgase a Santiago, hermano de Jesús, quien era llamado Cristo, y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó para que fueran apedreados”[39].
A pesar de todo el sufrimiento que estaba llevando Jesús, Él no quiere dejar a su madre desamparada, recordando que sus hermanos no creían en Él[40], aunque después se vuelven creyentes[41]; y es por eso que la encomienda a su primo y discípulo amado, Juan.
11. 19.28-30 Eran los minutos finales de la vida de Jesús, a pesar de todo, Él cumple con todo lo que está escrito sobre el Mesías. Cumple lo escrito en Salmos 22.15 y dice que está sufriendo de sed, que es uno de los sufrimientos más terribles que puede experimentar el ser humano.
No sabemos quién se compadeció de Jesús en ese momento, aunque según Marcos y Mateo, primero le dieron a beber un sedante que Él se negó a aceptar[42], ya que esto lo hubiese adormecido. Cuando le dan solo el vinagre, si lo acepta.
Después de haber calmado su sed, Jesús dijo: “Completo es”, probablemente con un grito, como lo registran Mateo y Marcos[43]. La palabra griega utilizada por Jesús aquí es “tetelestai”, que significa “llevado a su fin completo y perfecto”. ¿Qué se había completado? Se había cumplido con la finalización de la Ley, del propósito divino de la venida de Jesús al mundo, del imperio de la muerte que es derrotado en la cruz[44] y con lo cual el principe del mundo, Satanás, es echado fuera y pierde el control cuando Jesús, la simiente de la mujer, le hiere en la cabeza[45].
Jesús entregó su espíritu, falleció, dejando de lado todo el sufrimiento, donde ya los hombres no tendrían más posibilidades de lastimarle, más Él sí de juzgarles. Ahora sería proclamado Rey de reyes y Señor de señores. Ahora todos se postrarán ante Él[46].
En la muerte de Jesús varios factores pudieron contribuir. Es importante tener en cuenta que fue una persona politraumatizada y policontundida; desde el mismo momento de la flagelación, hasta su crucifixión.
Para poder respirar y ganar aire Jesús tenía que apoyarse en sus pies, tratar de flexionar sus brazos y después dejarse desplomar para que la exhalación se produjera. Pero al dejarse desplomar le producía igualmente una serie de dolores en todo su cuerpo.
El desarrollo de calambres musculares o contracturas tetanicas debido a la fatiga y la hipercapnia afectaron aún más la respiración. Una exhalación adecuada requería que se incorporara el cuerpo empujándolo hacia arriba con los pies y flexionando los codos, aductando los hombros. Esta maniobra colocaría el peso total del cuerpo en los tarsales y causaría tremendo dolor. Más aún, la flexión de los codos causaría rotación en las muñecas en torno a los clavos de hierro y provocaría enorme dolor a través de los nervios laceradas. El levantar el cuerpo rasparía dolorosamente la espalda contra la estípe. Como resultado de eso cada esfuerzo de respiración se volvería agonizante y fatigoso, eventualmente llevaría a la asfixia y finalmente a su fallecimiento.
El efecto principal de la crucifixión, aparte del tremendo dolor, que presentaba en sus brazos y piernas, era la marcada interferencia con la respiración normal, particularmente en la exhalación. El peso del cuerpo jalado hacia abajo, con los brazos y hombros extendidos, tendían a fijar los músculos intercostales a un estado de inhalación y por consiguiente afectando la exhalación pasiva. De esta manera la exhalación era primeramente diafragmatica y la respiración muy leve. Esta forma de respiración no era suficiente y pronto produciría, retención de CO2 o hipercapnia. El dióxido de carbono de la sangre se disuelve como ácido carbónico lo cual causa que aumente la acidez de la sangre. Finalmente eso lleva a un pulso irregular. De hecho, al sentir que su corazón latía en forma errática, Jesús se hubiera dado cuenta de que estaba a punto de morir, y es entonces que pudo decir: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” y luego murió de un paro cardiaco.
Incluso antes de morir, la conmoción hipovolémica debe haber causado un ritmo cardíaco acelerado sostenido, que debe haber contribuido al paro cardíaco, lo cual dio por resultado la acumulación de fluido en la membrana que rodea al corazón llamada efusión pericárdica, al igual que alrededor de los pulmones, llamada efusión pleural[47].
[1] 70 d.C.
[2] Crux commissa.
[3] Crux immissa.
[4] Plauto, Miles Gloriosus, 359-360.
[5] Dionisio de Halicarnaso, Antigüedades Romanas, 7.69.1-2.
[6] Séneca, De Vita Beata, 19.3.
[7] www.fluvium.org/textos/lectura/lectura407.htm
[8] Wikipedia. Crucifixión.
[9] Wikipedia. Gólgota.
[10] www.fluvium.org/textos/lectura/lectura407.htm
[11] www.corazones.org/jesus/sufrimientos_pasion_medicina.htm
[12] Lucas 1.26-28.
[13] Lucas 1.29; 2.33.
[14] Lucas 2.33-35.
[15] Wikipedia. María.
[16] Lucas 8.2.
[17] Marcos 15.45-47; Mateo 27.55-56; Juan 19.25.
[18] Mateo 28.1-5; Juan 20.1-2; Marcos 16.1-5; Lucas 24.1-10.
[19] Juan 20.11-18.
[20] Juan 8.3-11.
[21] Mateo 26.6-13; Marcos 14.3-8; Lucas 7.36-50.
[22] Juan 12.1-8.
[23] Wikipedia. María Magdalena.
[24] Marcos 15.40.
[25] Marcos 16.1-8.
[26] Mateo 27.56.
[27] Mateo 20.20-28.
[28] Mateo 28.1.
[29] Juan 19.25.
[30] Wikipedia. Salomé.
[31] Marcos 15.40.
[32] Marcos 15.40.
[33] Mateo 10.2-4
[34] Lucas 6.14-16.
[35] Judas 1.1.
[36] Marcos 6.3.
[37] Gálatas 1.18-19.
[38] Josefo. Antigüedades de los judíos 20.9.1.
[39] Wikipedia. Santiago el menor.
[40] Juan 7.5.
[41] Hechos 1.14.
[42] Marcos 15.23; Mateo 27.34.
[43] Mateo 27.50; Marcos 15.37.
[44] Hebreos 2.14-15.
[45] Génesis 3.15.
[46] Filipenses 2.8-11.
[47] www.corazones.org/jesus/sufrimientos_pasion_medicina.htm