Capítulo 2.17-3.13
3. Timoteo fortalece a la
congregación
2.17-3.13 Pablo usa la palabra aporfanízo de donde proviene la palabra “huérfano”, porque él sentía el dolor de un padre a quien le arrebataron sus hijos, pero como él mismo dice también, “de rostro pero no de corazón”, de vista, pero llevándolos siempre en el corazón, como hace todo padre que por alguna razón debe estar lejos de sus hijos. Él estaba ansioso por volver a verlos, esto solo lo entiende aquel padre que ha sufrido la experiencia de tener que dejar a sus hijos lejos por tener que ir a trabajar o estudiar lejos y al pasar los días uno siente una desesperación porque no tiene el contacto físico con sus retoños. Contrario a esto hay quienes se dicen “padres espirituales” y cuando los “hijos” no están cerca no les importa el hecho y más bien los condenan por haberse ido, más recordemos la actitud del padre de Lucas 15.20-24, a quien no le importó lo malo que había hecho su hijo, sino que había regresado al hogar y él lo esperaba todas las tardes, mirando a lo lejos.
Pablo había querido visitar a sus hijos espirituales en Tesalónica una y otra vez, pero las dificultades que se presentaban se lo habían impedido, y aunque Pablo no dice de qué manera se le había estorbado, simplemente dice que se le estorbó el ir a verlos.
Pablo es un padre espiritual amante de sus hijos, a quienes ve como su mayor logro. ¿No ocurre así con todos los que tenemos hijos a los que amamos? Quizá nuestros hijos no sean los más inteligentes o tengan todas las virtudes, pero para los padres que les amamos ellos son perfectos, nuestra corona que hace que se nos hinche el pecho cuando los vemos alcanzar sus metas.
El pensamiento de Pablo era ir a visitarlos, pero no lo había logrado aún, lo que le afectaba profundamente, por lo que convenció a sus acompañantes a quedarse en Atenas esperando a Timoteo, a quien envió a Tesalónica para ver cómo estaba la fe de ellos, si habían sido afectados por lo que había ocurrido con su padre espiritual.
Lucas relata este acontecimiento en Hechos 17.15-16, cuando Pablo se queda en aquella ciudad y aprovecha para predicar en el Areópago y cada día hacerlo en la plaza y en la sinagoga, lo que llevaría a que algunas personas se entregaran a Cristo.
Timoteo era un hombre de fe comprobada, uno de los colaboradores fieles de Pablo, a quien amaba como su hijo. Timoteo tenía el mismo el mismo sentir de Pablo por los hermanos, por lo que viaja presto a cumplir su misión que era madurar espiritualmente a los hermanos en Tesalónica. Hay que cuidar mucho a los cristianos que recién empiezan ya que vienen con creencias y tradiciones adquiridas a través del tiempo, por lo que necesitan corrección y enseñanza de lo correcto, tal y como lo demuestran todas las epístolas de Pablo y de los otros escritores.
La idea era que estos creyentes pudieran soportar las dificultades y vieran cómo el Enviado lo estaba haciendo. Hay quienes enseñan que las tribulaciones son puestas por Dios, y le culpan a Él por las cosas malas de lo que ocurre en el mundo. Constantemente escuchamos a las personas preguntando: “¿Por qué Dios permitió esta tragedia?”, sin tomar en cuenta que la mayoría de las veces las cosas malas nos pasan porque no tuvimos la sabiduría suficiente para prever lo que iba a ocurrir. Por ejemplo, construimos una casa al borde en una tierra falsa, y cuando vienen las lluvias fuertes el terreno se lava y la casa se cae; viajamos en el auto sin usar el cinturón de seguridad y tenemos un accidente y alguien sale disparado por la ventana; no nos fijamos a la hora de cruzar la carretera y un auto nos atropella; dejamos a los niños solos en la casa y uno de ellos encuentra unos cerillos y comienza una incendio, o bien la conexión eléctrica tenía más de veinticinco años y la casa se incendia; o al ir por la calle nos encontramos en medio de una balacera y salimos heridos; etc. ¿Tiene Dios la culpa de alguna de estas cosas? Definitivamente no. Son cosas que ocurren por nuestra falta de cuidado o de la maldad de otra persona.
Pero la mayoría de las pruebas que pasamos no son tan trágicas, quizá no nos alcanzó el dinero de la quincena para poder cubrir todas las obligaciones financieras, o alguno de nuestros seres queridos se enfermó, o perdimos el empleo, etc. De todas maneras no podemos echar la culpa a Dios, sino ver que en cada cosa que nos ocurre hay una enseñanza para que crezcamos, que maduremos.
Pablo ya había hablado con los tesalonicenses sobre las cosas que les iban a sobrevenir. Él no ignoraba que los enemigos del Evangelio les iban a perseguir por donde fuesen. ¿Por qué los promotores de la doctrina de la prosperidad enseñan que el cristiano no debe sufrir tribulaciones cuando vemos que los cristianos del siglo I, incluyendo a los Envidos padecieron por el nombre de Cristo?
Por el deseo de Pablo de saber cómo estaban los creyentes en Tesalónica envía a Timoteo con la misión de saber que qué estaban basando su fe. ¿Cuánto nos preocupa la condición de la fe de los hermanos? He sido testigo de cómo algunos que se hacen llamar predicadores viven despreocupados por la fe de los miembros de sus congregaciones, mucho menos les va a interesar la fe de los creyentes de alguna congregación que no es la suya. Hay quienes creen que la fe se demuestra en la cantidad de veces que asistimos a las reuniones de la Iglesia, y aunque es cierto que debemos congregarnos, no podemos decir que un creyente es más o menos fiel por la cantidad de veces que se reúne; conocí a una señora que nunca faltaba a las reuniones, pero siempre andaba chismeando y criticando a los demás, entonces ¿de qué le servía ir a las reuniones?
El temor de Pablo estaba en que ellos flaquearan ante las pruebas. Son muchos los que echan atrás cuando vienen las pruebas, y no quiero que se tome a mal, pero cuando en la Iglesia alguien viene enseñando doctrinas erradas y algún creyente fiel no está de acuerdo y a la hora de protestar no se le toma en cuenta, se aleja de la congregación, y los demás le catalogan como que fue un cristiano débil, pero debe tomarse en cuenta que este más bien fue fiel ante el Señor, mientras que los que aceptaron la falsa enseñanza son los débiles y quienes se dejan arrastrar por la mentira.
El Adversario, también es llamado Satanás, es una realidad. Pablo estaba seguro que las dificultades que se le habían presentado eran obra de él. El trabajo de Satanás y de sus seguidores es apartar a los creyentes de la fe, mienten acerca de Dios y de sus Enviados, pero hay que tener cuidado con ciertas cosas que pueden causar confusión y darle al Adversario un carácter divino, ya que es cierto que Pablo sabía que Satanás era quien estaba detrás de lo que le estaba estorbando, pero no siempre es él quien nos estorba, Satanás no es un dios, no puede estar en todo lugar, no puede leernos el pensamiento, sino que las tentaciones vienen más bien de nuestras propias debilidades[1], es por eso que los cristianos debemos estar saturados del Espíritu Santo viviendo en santidad y de esta manera podemos rechazar las tentaciones que vienen a nosotros, y no es esto pensar que podemos triunfar con nuestras fuerzas, ya que eso sería humanismo, sino que es con la fortaleza que nos da el Espíritu Santo que podemos vencer aquello que nos doblega, y es precisamente cuando cedemos a la tentación cuando vamos a caer en las garras de Satanás.
Para los seguidores de la doctrina de Calvino, bautistas y otros, el ser humano ya fue predestinado por Dios para ir al cielo o al infierno, pero Pablo estaba preocupado que el trabajo que había realizado con los tesalonicenses podía haber resultado en vano porque ellos podían dejar la fe y eso les conduciría a la perdición. Es decir, los tesalonicenses, de acuerdo a las palabras de Pablo, podían haberse apartado a voluntad de la fe, aunque ya habían sido salvados.
Pero Timoteo regresó al encuentro con Pablo y llevó buenas noticias de la fe y el amor de los tesalonicenses, que también extrañaban a Pablo y a los demás. ¡Qué hermoso es cuando una congregación ama realmente a quienes le alimentan espiritualmente! Lastimosamente el América Latina no se ha dado la costumbre de amar a los predicadores, y pienso que una de las causas ha sido que las congregaciones estadounidenses han sido las que se encargan de pagar el salario de estos y los latinos solo han estado recibiendo la bendición de la Palabra, pero no están acostumbrados y muchos no están dispuestos a bendecir a los que los alimentan con el salario, y si lo hacen no le dan lo justo y los convierten más que en predicadores en misceláneos de la Iglesia, acabando estos haciendo mandados, el aseo y dando mantenimiento al edificio, en lugar de estar ocupados en la Obra.
La actitud de los tesalonicenses pudiese gozarse y consolarse, porque el padre amoroso, se preocupa por el bienestar de sus hijos, y se alegra cuando sabe que estos están bien porque para él su fuerza de vida está en ver a los que ama gozando de las bendiciones de Dios.
Como padre espiritual, Pablo se preocupaba por el bienestar espiritual de sus hijos, y se alegraba que ellos estuvieran bien, pero especialmente que estuviesen firmes en el Señor. Hay quienes enseñan la importancia del bienestar físico y el material, olvidando el espiritual. Así también hay quienes creen que el solo hecho de pertenecer a una congregación que tenga el rótulo de Iglesia de Cristo, es suficiente; pero la verdad es que la necesidad de vivir en franca santidad, en una relación real con Cristo, es necesaria para vivir firme en la fe.
Para Pablo la bendición de saber las cosas buenas que pasaban a sus hijos espirituales eran tanta que él no encontraba palabras de agradecimiento para dirigirlas a Dios, y no porque Pablo fuese u hombre de pocas palabras, sino porque la emoción que lo embargaba era tanta que él se sentía impotente ante el gozo que sentía en su corazón.
Hace algunos años escuchaba a un predicador diciendo que cuando oramos debemos escoger con gran cuidado las palabras que vamos a usar para dirigirnos al Señor, pero aquí nos encontramos a un Pablo que no sabe qué decir, aunque luego dice que ruega insistentemente de día y de noche por ellos, probablemente hablando, repitiendo, riendo, con grandes explosiones de alegría, por sus discípulos. Acaso ¿no es así como hablamos con nuestros amigos y seres queridos?
Pero además Pablo quería verles para instruirles con más enseñanza de tal manera que ellos pudiesen conocer completamente la Voluntad de Dios. Es seguro que los creyentes en Tesalónica tuviesen inquietudes sobre los asuntos espirituales y Pablo deseaba poder darles una explicación para que ellos fueran perfectos delante de Dios.
Pablo eleva una oración en este pasaje pidiendo a Dios que le guíe a ellos, pero además les haga crecer y les llene de amor; pero aquí usa la palabra αγαπη, ágape, literalmente “fiesta de amor”, es el amor más sublime, que solo puede venir de Dios mismo; este es el amor que busca solo el bienestar espiritual y físico. El ser humano puede generar diferentes tipos de amor: Stergo, que es el que un padre puede sentir por sus hijos o viceversa; fileo, que es el amor de amistad; eros, que es el amor del deseo, la pasión, es el que se da entre una pareja de enamorados; estos tres surgen del corazón del hombre debido a diferentes circunstancias, pero el amor ágape es un amor abnegado, sacrificado, que no es afectado por las circunstancias, sino que es permanente.
¿Cuál es el efecto de este amor? El corazón se afirma, viviendo en santidad, apartados para Dios.
[1] Romanos 6.12; 1 Tesalonicenses 4.5; Santiago 1.14.
2.17-3.13 Pablo usa la palabra aporfanízo de donde proviene la palabra “huérfano”, porque él sentía el dolor de un padre a quien le arrebataron sus hijos, pero como él mismo dice también, “de rostro pero no de corazón”, de vista, pero llevándolos siempre en el corazón, como hace todo padre que por alguna razón debe estar lejos de sus hijos. Él estaba ansioso por volver a verlos, esto solo lo entiende aquel padre que ha sufrido la experiencia de tener que dejar a sus hijos lejos por tener que ir a trabajar o estudiar lejos y al pasar los días uno siente una desesperación porque no tiene el contacto físico con sus retoños. Contrario a esto hay quienes se dicen “padres espirituales” y cuando los “hijos” no están cerca no les importa el hecho y más bien los condenan por haberse ido, más recordemos la actitud del padre de Lucas 15.20-24, a quien no le importó lo malo que había hecho su hijo, sino que había regresado al hogar y él lo esperaba todas las tardes, mirando a lo lejos.
Pablo había querido visitar a sus hijos espirituales en Tesalónica una y otra vez, pero las dificultades que se presentaban se lo habían impedido, y aunque Pablo no dice de qué manera se le había estorbado, simplemente dice que se le estorbó el ir a verlos.
Pablo es un padre espiritual amante de sus hijos, a quienes ve como su mayor logro. ¿No ocurre así con todos los que tenemos hijos a los que amamos? Quizá nuestros hijos no sean los más inteligentes o tengan todas las virtudes, pero para los padres que les amamos ellos son perfectos, nuestra corona que hace que se nos hinche el pecho cuando los vemos alcanzar sus metas.
El pensamiento de Pablo era ir a visitarlos, pero no lo había logrado aún, lo que le afectaba profundamente, por lo que convenció a sus acompañantes a quedarse en Atenas esperando a Timoteo, a quien envió a Tesalónica para ver cómo estaba la fe de ellos, si habían sido afectados por lo que había ocurrido con su padre espiritual.
Lucas relata este acontecimiento en Hechos 17.15-16, cuando Pablo se queda en aquella ciudad y aprovecha para predicar en el Areópago y cada día hacerlo en la plaza y en la sinagoga, lo que llevaría a que algunas personas se entregaran a Cristo.
Timoteo era un hombre de fe comprobada, uno de los colaboradores fieles de Pablo, a quien amaba como su hijo. Timoteo tenía el mismo el mismo sentir de Pablo por los hermanos, por lo que viaja presto a cumplir su misión que era madurar espiritualmente a los hermanos en Tesalónica. Hay que cuidar mucho a los cristianos que recién empiezan ya que vienen con creencias y tradiciones adquiridas a través del tiempo, por lo que necesitan corrección y enseñanza de lo correcto, tal y como lo demuestran todas las epístolas de Pablo y de los otros escritores.
La idea era que estos creyentes pudieran soportar las dificultades y vieran cómo el Enviado lo estaba haciendo. Hay quienes enseñan que las tribulaciones son puestas por Dios, y le culpan a Él por las cosas malas de lo que ocurre en el mundo. Constantemente escuchamos a las personas preguntando: “¿Por qué Dios permitió esta tragedia?”, sin tomar en cuenta que la mayoría de las veces las cosas malas nos pasan porque no tuvimos la sabiduría suficiente para prever lo que iba a ocurrir. Por ejemplo, construimos una casa al borde en una tierra falsa, y cuando vienen las lluvias fuertes el terreno se lava y la casa se cae; viajamos en el auto sin usar el cinturón de seguridad y tenemos un accidente y alguien sale disparado por la ventana; no nos fijamos a la hora de cruzar la carretera y un auto nos atropella; dejamos a los niños solos en la casa y uno de ellos encuentra unos cerillos y comienza una incendio, o bien la conexión eléctrica tenía más de veinticinco años y la casa se incendia; o al ir por la calle nos encontramos en medio de una balacera y salimos heridos; etc. ¿Tiene Dios la culpa de alguna de estas cosas? Definitivamente no. Son cosas que ocurren por nuestra falta de cuidado o de la maldad de otra persona.
Pero la mayoría de las pruebas que pasamos no son tan trágicas, quizá no nos alcanzó el dinero de la quincena para poder cubrir todas las obligaciones financieras, o alguno de nuestros seres queridos se enfermó, o perdimos el empleo, etc. De todas maneras no podemos echar la culpa a Dios, sino ver que en cada cosa que nos ocurre hay una enseñanza para que crezcamos, que maduremos.
Pablo ya había hablado con los tesalonicenses sobre las cosas que les iban a sobrevenir. Él no ignoraba que los enemigos del Evangelio les iban a perseguir por donde fuesen. ¿Por qué los promotores de la doctrina de la prosperidad enseñan que el cristiano no debe sufrir tribulaciones cuando vemos que los cristianos del siglo I, incluyendo a los Envidos padecieron por el nombre de Cristo?
Por el deseo de Pablo de saber cómo estaban los creyentes en Tesalónica envía a Timoteo con la misión de saber que qué estaban basando su fe. ¿Cuánto nos preocupa la condición de la fe de los hermanos? He sido testigo de cómo algunos que se hacen llamar predicadores viven despreocupados por la fe de los miembros de sus congregaciones, mucho menos les va a interesar la fe de los creyentes de alguna congregación que no es la suya. Hay quienes creen que la fe se demuestra en la cantidad de veces que asistimos a las reuniones de la Iglesia, y aunque es cierto que debemos congregarnos, no podemos decir que un creyente es más o menos fiel por la cantidad de veces que se reúne; conocí a una señora que nunca faltaba a las reuniones, pero siempre andaba chismeando y criticando a los demás, entonces ¿de qué le servía ir a las reuniones?
El temor de Pablo estaba en que ellos flaquearan ante las pruebas. Son muchos los que echan atrás cuando vienen las pruebas, y no quiero que se tome a mal, pero cuando en la Iglesia alguien viene enseñando doctrinas erradas y algún creyente fiel no está de acuerdo y a la hora de protestar no se le toma en cuenta, se aleja de la congregación, y los demás le catalogan como que fue un cristiano débil, pero debe tomarse en cuenta que este más bien fue fiel ante el Señor, mientras que los que aceptaron la falsa enseñanza son los débiles y quienes se dejan arrastrar por la mentira.
El Adversario, también es llamado Satanás, es una realidad. Pablo estaba seguro que las dificultades que se le habían presentado eran obra de él. El trabajo de Satanás y de sus seguidores es apartar a los creyentes de la fe, mienten acerca de Dios y de sus Enviados, pero hay que tener cuidado con ciertas cosas que pueden causar confusión y darle al Adversario un carácter divino, ya que es cierto que Pablo sabía que Satanás era quien estaba detrás de lo que le estaba estorbando, pero no siempre es él quien nos estorba, Satanás no es un dios, no puede estar en todo lugar, no puede leernos el pensamiento, sino que las tentaciones vienen más bien de nuestras propias debilidades[1], es por eso que los cristianos debemos estar saturados del Espíritu Santo viviendo en santidad y de esta manera podemos rechazar las tentaciones que vienen a nosotros, y no es esto pensar que podemos triunfar con nuestras fuerzas, ya que eso sería humanismo, sino que es con la fortaleza que nos da el Espíritu Santo que podemos vencer aquello que nos doblega, y es precisamente cuando cedemos a la tentación cuando vamos a caer en las garras de Satanás.
Para los seguidores de la doctrina de Calvino, bautistas y otros, el ser humano ya fue predestinado por Dios para ir al cielo o al infierno, pero Pablo estaba preocupado que el trabajo que había realizado con los tesalonicenses podía haber resultado en vano porque ellos podían dejar la fe y eso les conduciría a la perdición. Es decir, los tesalonicenses, de acuerdo a las palabras de Pablo, podían haberse apartado a voluntad de la fe, aunque ya habían sido salvados.
Pero Timoteo regresó al encuentro con Pablo y llevó buenas noticias de la fe y el amor de los tesalonicenses, que también extrañaban a Pablo y a los demás. ¡Qué hermoso es cuando una congregación ama realmente a quienes le alimentan espiritualmente! Lastimosamente el América Latina no se ha dado la costumbre de amar a los predicadores, y pienso que una de las causas ha sido que las congregaciones estadounidenses han sido las que se encargan de pagar el salario de estos y los latinos solo han estado recibiendo la bendición de la Palabra, pero no están acostumbrados y muchos no están dispuestos a bendecir a los que los alimentan con el salario, y si lo hacen no le dan lo justo y los convierten más que en predicadores en misceláneos de la Iglesia, acabando estos haciendo mandados, el aseo y dando mantenimiento al edificio, en lugar de estar ocupados en la Obra.
La actitud de los tesalonicenses pudiese gozarse y consolarse, porque el padre amoroso, se preocupa por el bienestar de sus hijos, y se alegra cuando sabe que estos están bien porque para él su fuerza de vida está en ver a los que ama gozando de las bendiciones de Dios.
Como padre espiritual, Pablo se preocupaba por el bienestar espiritual de sus hijos, y se alegraba que ellos estuvieran bien, pero especialmente que estuviesen firmes en el Señor. Hay quienes enseñan la importancia del bienestar físico y el material, olvidando el espiritual. Así también hay quienes creen que el solo hecho de pertenecer a una congregación que tenga el rótulo de Iglesia de Cristo, es suficiente; pero la verdad es que la necesidad de vivir en franca santidad, en una relación real con Cristo, es necesaria para vivir firme en la fe.
Para Pablo la bendición de saber las cosas buenas que pasaban a sus hijos espirituales eran tanta que él no encontraba palabras de agradecimiento para dirigirlas a Dios, y no porque Pablo fuese u hombre de pocas palabras, sino porque la emoción que lo embargaba era tanta que él se sentía impotente ante el gozo que sentía en su corazón.
Hace algunos años escuchaba a un predicador diciendo que cuando oramos debemos escoger con gran cuidado las palabras que vamos a usar para dirigirnos al Señor, pero aquí nos encontramos a un Pablo que no sabe qué decir, aunque luego dice que ruega insistentemente de día y de noche por ellos, probablemente hablando, repitiendo, riendo, con grandes explosiones de alegría, por sus discípulos. Acaso ¿no es así como hablamos con nuestros amigos y seres queridos?
Pero además Pablo quería verles para instruirles con más enseñanza de tal manera que ellos pudiesen conocer completamente la Voluntad de Dios. Es seguro que los creyentes en Tesalónica tuviesen inquietudes sobre los asuntos espirituales y Pablo deseaba poder darles una explicación para que ellos fueran perfectos delante de Dios.
Pablo eleva una oración en este pasaje pidiendo a Dios que le guíe a ellos, pero además les haga crecer y les llene de amor; pero aquí usa la palabra αγαπη, ágape, literalmente “fiesta de amor”, es el amor más sublime, que solo puede venir de Dios mismo; este es el amor que busca solo el bienestar espiritual y físico. El ser humano puede generar diferentes tipos de amor: Stergo, que es el que un padre puede sentir por sus hijos o viceversa; fileo, que es el amor de amistad; eros, que es el amor del deseo, la pasión, es el que se da entre una pareja de enamorados; estos tres surgen del corazón del hombre debido a diferentes circunstancias, pero el amor ágape es un amor abnegado, sacrificado, que no es afectado por las circunstancias, sino que es permanente.
¿Cuál es el efecto de este amor? El corazón se afirma, viviendo en santidad, apartados para Dios.
[1] Romanos 6.12; 1 Tesalonicenses 4.5; Santiago 1.14.