Capítulo 15
En este capítulo siguen las enseñanzas de Jesús, aunque probablemente,
debido a la última frase del capítulo anterior, les dijo estas cosas camino al
monte de los Olivos.
1. 15.1-8 Este es otro de los textos que han sido llamados “Yo soy”[1], y de nuevo está resaltada la necesidad de estar en Cristo para poder tener la vida espiritual y eterna.
En este pasaje Jesús nos compara con una vid, siendo Él mismo la vid y nosotros, sus discípulos, las ramas o pámpanos. El pámpano es el sarmiento verde, tierno y delgado, o pimpollo de la vid[2] que es un arbusto de no más de 90 centímetros de alto; es una planta leñosa con el tronco retorcido y la corteza rugosa. Siguiendo en tronco comienza el tallo que es un gran nudo y de él se desprenden unas estructuras alargadas, los pámpanos, que se enroscan alrededor de los obstáculos que encuentran. Las flores son pequeñas y de color verde, y cuelgan en racimos. Los frutos son globosos y están recubiertos de un polvo fino y blanco, estas son las uvas.
El labrador debe “levantar” el pámpano, ya que los pámpanos nuevos tienen la tendencia natural de arrastrarse y crecer en el suelo. Pero ahí abajo en el suelo no dan ni producen fruto, ya que cuando están allí las hojas se llenan de polvo y no recibe la luz del sol para realizar su proceso de fotosíntesis, además cuando llueve se llenan de lodo y por consiguiente de moho, y de esta manera el pámpano se enferma. Podríamos pensar que una vez que el pámpano se encuentra en esa situación solo resta cortarlo y desecharlo, pero no es así, todos los labradores saben lo valiosos que son los pámpanos, entonces el labrador recorre las filas del viñedo en busca de pámpanos hundidos en el lodo y lleva en su mano una tina de agua. Cuando los encuentra, los levanta y los lava, y los vuelve a enredar y atar en el enrejado y para sorpresa de nosotros vuelve a prosperar casi inmediatamente.
El pámpano está injertado en la vid viviente, y fibra tras fibra, vena tras vena, va creciendo en el tronco. La vida de la vid llega a ser la vida del pámpano. En orden de que este fruto aparezca, tendrá que haber una poda. Este trabajo también lo hace el labrador. Hay a menudo un crecimiento excesivo que debe ser cortado para desarrollar fuerza en la rama. El follaje excesivo da la impresión incorrecta e impide a menudo que el fruto se desarrolle apropiadamente[3].
El Padre es el labrador ya que en todo el Ministerio de Jesús, el Padre siempre estaba presente. Jesús cumplía todo el propósito del Padre y pronto volvería a Él, aunque no dejaría solos a sus discípulos, sino que vendría el Espíritu Santo para ayudarles a cumplir su misión.
Las ramas o pámpanos que no producen fruto, son cortados y desechados, como el caso de Judas. Es importante que cada discípulo lleve mucho fruto, y ahí debemos aclarar que llevar fruto no significa que todos los cristianos debemos estar en un púlpito frente a una congregación impartiendo enseñanza, sino que cada aspecto de nuestra vida debe ser la oportunidad de llevar fruto, que a la postre es glorificar el nombre de Dios.
Para ser limpiados por la Palabra de Jesús es necesario que estemos dispuestos a obedecerla y al hacerlo permanecemos en Él y entonces podemos llevar mucho fruto, ya que los demás verán a Jesús viviendo en nosotros.
2. 15.9-19 Jesús siempre se manifestó como el maestro por excelencia, no solo porque hablaba muy bien y sus enseñanzas eran profundas, sino porque Él hacía lo que enseñaba, por lo que está en capacidad moral para dar mandamientos, y el más grande de sus mandamientos es el más anhelado y al mismo tiempo el más difícil de cumplir: Amar.
Ayer, precisamente me quedé pensando en este tema. Iba hacia mi casa cuando vi en la acera a una hermosa joven que esperaba el cambio de la luz del semáforo, en ese momento pasó un vehículo y uno de sus ocupantes le gritó: ¡Preciosa, cuanto te amo! Eso me hizo seguir el camino meditando acerca del amor. Nuestra sociedad ha ido tergiversando el verdadero significado de la palabra amor. Así, se habla de “hacer el amor”, cuando en realidad se está hablando de tener sexo; también se habla de amor a los animales, a la naturaleza e inclusive a las cosas.
Jesús habla de algo que olvidamos a la hora de pensar en el amor: La obediencia. El que ama a Dios está dispuesto a obedecer los mandatos que Él nos da. Como consecuencia de esta obediencia, estaremos llenos de gozo. Los mandamientos de Jesús eran diferentes a los mandamientos de los escribas y fariseos, que imponían graves cargas sobre el pueblo y ellos mismos no podían cumplir con lo que pedían. Por eso, los mandamientos de ellos en lugar de producir gozo, producían tristeza, porque no podían ser cumplidos. Por el contrario, los mandamientos de Jesús si pueden cumplirse, por ello podemos gozarnos.
El mandato de Jesús es el amor. ¿Por qué el amor debe convertirse en un mandato cuando se supone que es lo más noble de la humanidad? El problema con el amor natural del hombre es que es un amor egocéntrico: Amo a mis padres porque ellos me trataron bien, me dieron lo que necesitaba o quería; amo a mi cónyuge porque me es fiel, me acompaña y ayuda; amo a mis hijos si me obedecen; amo mi casa porque se ve hermosa; amo mi auto porque funciona bien, etc. Pero cuando las cosas son adversas, dejo de sentir amor y hasta puede llegar a convertirse en odio.
El amor de Jesús es diferente. A pesar de que el hombre es un pecador que no merece ningún perdón ni misericordia, Dios nos amó de tal manera que dio lo más preciado que tenía para rescatarnos[4]. Jesús es la expresión máxima del amor porque a pesar de que el mundo lo había despreciado, teniendo el poder para destruir a todos sus enemigos, prefirió entregarse a sí mismo para salvar a los que le odiaban.
Cuando el hombre está alejado de Dios, es un esclavo del pecado, a pesar de que crea que es libre para hacer lo que quiera, en realidad está sujeto a lo que su cuerpo material le place. En veces quiere hacer cosas buenas, pero su naturaleza muerta le lleva a hacer lo incorrecto.
Hay quienes han llegado a pensar que el versículo 16 tiene que ver con la predestinación, pero están equivocados, ya que en realidad de lo que habla es del llamado de los enviados o apóstoles por parte de Jesús.
El mandamiento del amor es algo que no deja de llamar la atención. Si el amor es un fruto del Espíritu Santo, ¿por qué Jesús lo pone como un mandamiento? ¿Será que los frutos del Espíritu Santo necesitan, para poder surgir, que nuestra voluntad egoísta sea rendida ante la Voluntad de Dios? Notemos: Jesús manda, ordena, que nos amemos unos a otros; es bien conocido que cuando nos reunimos con quienes amamos tenemos una sensación de gozo, nos sentimos felices, lo que trae de consecuencia que la paz inunde nuestro ser; cuando vivimos en paz, nos volvemos pacientes, lo que nos lleva a ser benignos, a pesar que no tenemos en nuestro idioma la palabra que exprese propiamente el significado de benignidad, sino que esta se usa únicamente para significar dulzura y esta clase de dulzura consiste en tratar a los demás con gusto, cordialmente, con alegría, sin sentir la dificultad que sienten los que tienen la benignidad solo en calidad de virtud y no como fruto del Espíritu Santo[5]. Estos sentimientos nos llevan a ser bondadosos y la bondad hace que seamos fieles, porque de lo contrario estaríamos negando esa bondad; todo esto nos empuja a ser mansos y ello nos lleva a tener dominio propio, desarrollándose en nuestra vida todos los frutos del Espíritu[6].
¿Cuál es la parte negativa de este asunto? Que en el momento en que comenzamos a actuar como Jesús, el mundo se pone en contra nuestro. Al hablar de mundo el Señor se está refiriendo a todos aquellos que encuentran dominados por el maligno[7], los que se oponen a Jesús, ya sea directa o indirectamente, porque hay quienes no temen luchar contra Jesús y la Iglesia de manera abierta, llámese ateos, comunistas o como miembros de alguna religión no cristiana; pero también están los que se oponen a Jesús desde “dentro”, es decir, los que dicen ser cristianos pero en realidad son los que van introduciendo las costumbres del mundo convirtiéndolas en “pías”, cristianizando la carnalidad y llamando a lo malo, bueno.
Los que odian a Jesús y a su Iglesia son quienes no aceptan la sencillez de la Palabra y necesitan adornarla con otras cosas. Consideran que el Evangelio es muy simple y entonces buscan inventar rituales y otras cosas que hagan más “atractiva” la vida de la Iglesia. No soportan que se hable de pecado, ellos prefieren decir “errores” y la palabra “Santidad” ya pasó de moda. Son los que descubrieron que el mundo sospecha y odia a cualquiera que no sigue la corriente del mundo, por lo que procuran que la Iglesia se vuelva como el mundo y entonces recibirá la aceptación de este.
3. 15.20-27 Jesús debe hacerles comprender que la situación de ellos va a ser difícil, ya que como le trataron a Él, lo harán también con ellos. Es cierto que hay quienes aceptan la Palabra de Dios de buena gana, pero la mayoría, aunque se digan ser cristianos, la rechazan, y no solamente eso, sino que buscan destruir a todo aquel que sea mensajero de la Palabra.
Los que aman al Señor, le obedecen siguiendo lo que Él enseñó y lo que enseñaron los enviados, pero los que no le aman, tomarán a la ligera tanto las enseñanzas de los enviados como las del Señor. Por eso encontramos gentes que dicen: “No importa que hay seis requisitos para ser salvos, nosotros enseñamos que haciendo una oración o cumpliendo uno o algunos de los mandatos, ya se puede ser salvo”; o dicen: “La Biblia habla de sumergir en agua, pero con solo echar un poco de agua sobre el candidato, es suficiente”. También hay quienes dicen: “Es cierto que la Palabra dice que hay que recoger la ofrenda el primer día de la semana, pero consideramos que eso es muy poco, por eso recogemos ofrendas en todas las reuniones y pedimos el diezmo”, y así podemos seguir por muchas páginas poniendo ejemplos.
Las persecuciones religiosas contra los cristianos comenzaron cuando el Sanedrín amenazó a Pedro y a Juan por haber predicado el nombre de Jesús en la puerta de la Hermosa en el Templo[8], y continuaron a lo largo de la historia. Las persecuciones religiosas se han dado con causa o sin ella. Decimos esto porque hay quienes creen que están muy bien delante de Dios porque un vecino llamó a la policía para que les callaran porque estaban haciendo oración a las 3 de la madrugada a gritos, pero tenga por seguro que aunque amo la oración, si uno de mis vecinos hace algo similar, yo llamaré a la policía. En una ocasión decía un predicador que había sido perseguido por causa del nombre del Señor, porque fue a una actividad católica de adoración a una imagen y la comenzó a hablar contra la idolatría y la gente furiosa estaba dispuesta a lincharle. ¡Él no fue perseguido por causa de la justicia sino por falta de sabiduría!
La persecución por vivir como Jesús lo hizo, es causada porque los perseguidores no conocen al Padre, aunque se digan ser cristianos. La ignorancia de la Palabra de Dios produce que cuando alguien vive de acuerdo a ella, se sientan amenazados.
El que Jesús viniera a la tierra tiene un aspecto positivo y uno negativo: El positivo es que nos abrió el camino al Cielo; el negativo es que al venir dejo al descubierto el pecado del hombre, mostrando su hipocresía, por lo que ya no hay excusa de ignorancia. El hombre ahora puede vivir en la Luz o ser condenado por causa de sus ofensas al Señor.
Los judíos recibieron todas las oportunidades para aceptar a Jesús como Señor, pero prefirieron rechazarle. Por ello eran culpables no solo de no haber aceptado la luz, sino que habían caído en el gravísimo pecado de odiar la Luz.
El rechazar a Jesús, como hacen los russellistas, es igual que rechazar al Padre, a pesar de que se quiera cubrir esta falta haciendo otras muchas cosas “para Dios”. De esta manera pensaron también los que se decían ser cristianos y persiguieron a otros cristianos, comenzando por los católicos, pero siguiendo también con los seguidores de Zwinglio que persiguieron a los anabaptistas es Suiza y así por toda la historia.
Hay quienes creen que los judíos son aún el pueblo de Dios. Jesús probó a los judíos que Él es el Mesías que habían esperado por siglos, pero ellos no quisieron aceptarle. Si ellos hubiesen querido aceptarle como Mesías, no tendrían culpa, pero ellos le rechazaron abiertamente y le acusaron de haber obrado por medio de Satanás. Pero todo esto era nada más el cumplimiento de la Ley, la que los judíos estudiaban día a día, pero que a pesar que la memorizaban, no la comprendían.
Aunque iba a venir la persecución, los discípulos podían estar tranquilos porque Jesús no los dejaría solos, sino que el Espíritu Santo les consolaría y ayudaría. Él da testimonio de Cristo y fortaleza a los cristianos para resistir la persecución.
[1] Juan 6.35; 8.12; 10.7; 10.11; 11.25; 14.6.
[2] Diccionario RAE. Pámpano.
[3] es.answers.yahoo.com/question/index?
[4] Juan 3.16.
[5] www.corazones.org/diccionario/benignidad.htm
[6] Gálatas 5.22-23.
[7] 1 Juan 5.19.
[8] Hechos 4.
1. 15.1-8 Este es otro de los textos que han sido llamados “Yo soy”[1], y de nuevo está resaltada la necesidad de estar en Cristo para poder tener la vida espiritual y eterna.
En este pasaje Jesús nos compara con una vid, siendo Él mismo la vid y nosotros, sus discípulos, las ramas o pámpanos. El pámpano es el sarmiento verde, tierno y delgado, o pimpollo de la vid[2] que es un arbusto de no más de 90 centímetros de alto; es una planta leñosa con el tronco retorcido y la corteza rugosa. Siguiendo en tronco comienza el tallo que es un gran nudo y de él se desprenden unas estructuras alargadas, los pámpanos, que se enroscan alrededor de los obstáculos que encuentran. Las flores son pequeñas y de color verde, y cuelgan en racimos. Los frutos son globosos y están recubiertos de un polvo fino y blanco, estas son las uvas.
El labrador debe “levantar” el pámpano, ya que los pámpanos nuevos tienen la tendencia natural de arrastrarse y crecer en el suelo. Pero ahí abajo en el suelo no dan ni producen fruto, ya que cuando están allí las hojas se llenan de polvo y no recibe la luz del sol para realizar su proceso de fotosíntesis, además cuando llueve se llenan de lodo y por consiguiente de moho, y de esta manera el pámpano se enferma. Podríamos pensar que una vez que el pámpano se encuentra en esa situación solo resta cortarlo y desecharlo, pero no es así, todos los labradores saben lo valiosos que son los pámpanos, entonces el labrador recorre las filas del viñedo en busca de pámpanos hundidos en el lodo y lleva en su mano una tina de agua. Cuando los encuentra, los levanta y los lava, y los vuelve a enredar y atar en el enrejado y para sorpresa de nosotros vuelve a prosperar casi inmediatamente.
El pámpano está injertado en la vid viviente, y fibra tras fibra, vena tras vena, va creciendo en el tronco. La vida de la vid llega a ser la vida del pámpano. En orden de que este fruto aparezca, tendrá que haber una poda. Este trabajo también lo hace el labrador. Hay a menudo un crecimiento excesivo que debe ser cortado para desarrollar fuerza en la rama. El follaje excesivo da la impresión incorrecta e impide a menudo que el fruto se desarrolle apropiadamente[3].
El Padre es el labrador ya que en todo el Ministerio de Jesús, el Padre siempre estaba presente. Jesús cumplía todo el propósito del Padre y pronto volvería a Él, aunque no dejaría solos a sus discípulos, sino que vendría el Espíritu Santo para ayudarles a cumplir su misión.
Las ramas o pámpanos que no producen fruto, son cortados y desechados, como el caso de Judas. Es importante que cada discípulo lleve mucho fruto, y ahí debemos aclarar que llevar fruto no significa que todos los cristianos debemos estar en un púlpito frente a una congregación impartiendo enseñanza, sino que cada aspecto de nuestra vida debe ser la oportunidad de llevar fruto, que a la postre es glorificar el nombre de Dios.
Para ser limpiados por la Palabra de Jesús es necesario que estemos dispuestos a obedecerla y al hacerlo permanecemos en Él y entonces podemos llevar mucho fruto, ya que los demás verán a Jesús viviendo en nosotros.
2. 15.9-19 Jesús siempre se manifestó como el maestro por excelencia, no solo porque hablaba muy bien y sus enseñanzas eran profundas, sino porque Él hacía lo que enseñaba, por lo que está en capacidad moral para dar mandamientos, y el más grande de sus mandamientos es el más anhelado y al mismo tiempo el más difícil de cumplir: Amar.
Ayer, precisamente me quedé pensando en este tema. Iba hacia mi casa cuando vi en la acera a una hermosa joven que esperaba el cambio de la luz del semáforo, en ese momento pasó un vehículo y uno de sus ocupantes le gritó: ¡Preciosa, cuanto te amo! Eso me hizo seguir el camino meditando acerca del amor. Nuestra sociedad ha ido tergiversando el verdadero significado de la palabra amor. Así, se habla de “hacer el amor”, cuando en realidad se está hablando de tener sexo; también se habla de amor a los animales, a la naturaleza e inclusive a las cosas.
Jesús habla de algo que olvidamos a la hora de pensar en el amor: La obediencia. El que ama a Dios está dispuesto a obedecer los mandatos que Él nos da. Como consecuencia de esta obediencia, estaremos llenos de gozo. Los mandamientos de Jesús eran diferentes a los mandamientos de los escribas y fariseos, que imponían graves cargas sobre el pueblo y ellos mismos no podían cumplir con lo que pedían. Por eso, los mandamientos de ellos en lugar de producir gozo, producían tristeza, porque no podían ser cumplidos. Por el contrario, los mandamientos de Jesús si pueden cumplirse, por ello podemos gozarnos.
El mandato de Jesús es el amor. ¿Por qué el amor debe convertirse en un mandato cuando se supone que es lo más noble de la humanidad? El problema con el amor natural del hombre es que es un amor egocéntrico: Amo a mis padres porque ellos me trataron bien, me dieron lo que necesitaba o quería; amo a mi cónyuge porque me es fiel, me acompaña y ayuda; amo a mis hijos si me obedecen; amo mi casa porque se ve hermosa; amo mi auto porque funciona bien, etc. Pero cuando las cosas son adversas, dejo de sentir amor y hasta puede llegar a convertirse en odio.
El amor de Jesús es diferente. A pesar de que el hombre es un pecador que no merece ningún perdón ni misericordia, Dios nos amó de tal manera que dio lo más preciado que tenía para rescatarnos[4]. Jesús es la expresión máxima del amor porque a pesar de que el mundo lo había despreciado, teniendo el poder para destruir a todos sus enemigos, prefirió entregarse a sí mismo para salvar a los que le odiaban.
Cuando el hombre está alejado de Dios, es un esclavo del pecado, a pesar de que crea que es libre para hacer lo que quiera, en realidad está sujeto a lo que su cuerpo material le place. En veces quiere hacer cosas buenas, pero su naturaleza muerta le lleva a hacer lo incorrecto.
Hay quienes han llegado a pensar que el versículo 16 tiene que ver con la predestinación, pero están equivocados, ya que en realidad de lo que habla es del llamado de los enviados o apóstoles por parte de Jesús.
El mandamiento del amor es algo que no deja de llamar la atención. Si el amor es un fruto del Espíritu Santo, ¿por qué Jesús lo pone como un mandamiento? ¿Será que los frutos del Espíritu Santo necesitan, para poder surgir, que nuestra voluntad egoísta sea rendida ante la Voluntad de Dios? Notemos: Jesús manda, ordena, que nos amemos unos a otros; es bien conocido que cuando nos reunimos con quienes amamos tenemos una sensación de gozo, nos sentimos felices, lo que trae de consecuencia que la paz inunde nuestro ser; cuando vivimos en paz, nos volvemos pacientes, lo que nos lleva a ser benignos, a pesar que no tenemos en nuestro idioma la palabra que exprese propiamente el significado de benignidad, sino que esta se usa únicamente para significar dulzura y esta clase de dulzura consiste en tratar a los demás con gusto, cordialmente, con alegría, sin sentir la dificultad que sienten los que tienen la benignidad solo en calidad de virtud y no como fruto del Espíritu Santo[5]. Estos sentimientos nos llevan a ser bondadosos y la bondad hace que seamos fieles, porque de lo contrario estaríamos negando esa bondad; todo esto nos empuja a ser mansos y ello nos lleva a tener dominio propio, desarrollándose en nuestra vida todos los frutos del Espíritu[6].
¿Cuál es la parte negativa de este asunto? Que en el momento en que comenzamos a actuar como Jesús, el mundo se pone en contra nuestro. Al hablar de mundo el Señor se está refiriendo a todos aquellos que encuentran dominados por el maligno[7], los que se oponen a Jesús, ya sea directa o indirectamente, porque hay quienes no temen luchar contra Jesús y la Iglesia de manera abierta, llámese ateos, comunistas o como miembros de alguna religión no cristiana; pero también están los que se oponen a Jesús desde “dentro”, es decir, los que dicen ser cristianos pero en realidad son los que van introduciendo las costumbres del mundo convirtiéndolas en “pías”, cristianizando la carnalidad y llamando a lo malo, bueno.
Los que odian a Jesús y a su Iglesia son quienes no aceptan la sencillez de la Palabra y necesitan adornarla con otras cosas. Consideran que el Evangelio es muy simple y entonces buscan inventar rituales y otras cosas que hagan más “atractiva” la vida de la Iglesia. No soportan que se hable de pecado, ellos prefieren decir “errores” y la palabra “Santidad” ya pasó de moda. Son los que descubrieron que el mundo sospecha y odia a cualquiera que no sigue la corriente del mundo, por lo que procuran que la Iglesia se vuelva como el mundo y entonces recibirá la aceptación de este.
3. 15.20-27 Jesús debe hacerles comprender que la situación de ellos va a ser difícil, ya que como le trataron a Él, lo harán también con ellos. Es cierto que hay quienes aceptan la Palabra de Dios de buena gana, pero la mayoría, aunque se digan ser cristianos, la rechazan, y no solamente eso, sino que buscan destruir a todo aquel que sea mensajero de la Palabra.
Los que aman al Señor, le obedecen siguiendo lo que Él enseñó y lo que enseñaron los enviados, pero los que no le aman, tomarán a la ligera tanto las enseñanzas de los enviados como las del Señor. Por eso encontramos gentes que dicen: “No importa que hay seis requisitos para ser salvos, nosotros enseñamos que haciendo una oración o cumpliendo uno o algunos de los mandatos, ya se puede ser salvo”; o dicen: “La Biblia habla de sumergir en agua, pero con solo echar un poco de agua sobre el candidato, es suficiente”. También hay quienes dicen: “Es cierto que la Palabra dice que hay que recoger la ofrenda el primer día de la semana, pero consideramos que eso es muy poco, por eso recogemos ofrendas en todas las reuniones y pedimos el diezmo”, y así podemos seguir por muchas páginas poniendo ejemplos.
Las persecuciones religiosas contra los cristianos comenzaron cuando el Sanedrín amenazó a Pedro y a Juan por haber predicado el nombre de Jesús en la puerta de la Hermosa en el Templo[8], y continuaron a lo largo de la historia. Las persecuciones religiosas se han dado con causa o sin ella. Decimos esto porque hay quienes creen que están muy bien delante de Dios porque un vecino llamó a la policía para que les callaran porque estaban haciendo oración a las 3 de la madrugada a gritos, pero tenga por seguro que aunque amo la oración, si uno de mis vecinos hace algo similar, yo llamaré a la policía. En una ocasión decía un predicador que había sido perseguido por causa del nombre del Señor, porque fue a una actividad católica de adoración a una imagen y la comenzó a hablar contra la idolatría y la gente furiosa estaba dispuesta a lincharle. ¡Él no fue perseguido por causa de la justicia sino por falta de sabiduría!
La persecución por vivir como Jesús lo hizo, es causada porque los perseguidores no conocen al Padre, aunque se digan ser cristianos. La ignorancia de la Palabra de Dios produce que cuando alguien vive de acuerdo a ella, se sientan amenazados.
El que Jesús viniera a la tierra tiene un aspecto positivo y uno negativo: El positivo es que nos abrió el camino al Cielo; el negativo es que al venir dejo al descubierto el pecado del hombre, mostrando su hipocresía, por lo que ya no hay excusa de ignorancia. El hombre ahora puede vivir en la Luz o ser condenado por causa de sus ofensas al Señor.
Los judíos recibieron todas las oportunidades para aceptar a Jesús como Señor, pero prefirieron rechazarle. Por ello eran culpables no solo de no haber aceptado la luz, sino que habían caído en el gravísimo pecado de odiar la Luz.
El rechazar a Jesús, como hacen los russellistas, es igual que rechazar al Padre, a pesar de que se quiera cubrir esta falta haciendo otras muchas cosas “para Dios”. De esta manera pensaron también los que se decían ser cristianos y persiguieron a otros cristianos, comenzando por los católicos, pero siguiendo también con los seguidores de Zwinglio que persiguieron a los anabaptistas es Suiza y así por toda la historia.
Hay quienes creen que los judíos son aún el pueblo de Dios. Jesús probó a los judíos que Él es el Mesías que habían esperado por siglos, pero ellos no quisieron aceptarle. Si ellos hubiesen querido aceptarle como Mesías, no tendrían culpa, pero ellos le rechazaron abiertamente y le acusaron de haber obrado por medio de Satanás. Pero todo esto era nada más el cumplimiento de la Ley, la que los judíos estudiaban día a día, pero que a pesar que la memorizaban, no la comprendían.
Aunque iba a venir la persecución, los discípulos podían estar tranquilos porque Jesús no los dejaría solos, sino que el Espíritu Santo les consolaría y ayudaría. Él da testimonio de Cristo y fortaleza a los cristianos para resistir la persecución.
[1] Juan 6.35; 8.12; 10.7; 10.11; 11.25; 14.6.
[2] Diccionario RAE. Pámpano.
[3] es.answers.yahoo.com/question/index?
[4] Juan 3.16.
[5] www.corazones.org/diccionario/benignidad.htm
[6] Gálatas 5.22-23.
[7] 1 Juan 5.19.
[8] Hechos 4.