Capacitación para los miembros de la Iglesia
No logro entender por qué se habla, para
dirigirse al grueso de la población, como la gente corriente u ordinaria. ¿Hay
alguien que sea corriente u ordinario? Es un hecho que todos poseemos alguna
característica que nos distingue, por lo que no debemos dejarnos llevar por esa
corriente que cataloga a las personas de esta manera. Quizá usted no es músico,
pero puede ser que tal vez es un buen administrador, o maestro, o aseador. Lo
importante es que usted sabe hacer algo bien. Eso es precisamente lo que Dios
espera que nosotros descubramos y lo pongamos a Su servicio.
Ya estudiamos la parábola de los talentos y vimos lo que ocurre cuando los escondemos. Dios espera que los usemos no solo para el beneficio personal, sino para el bienestar de la Obra. Hay quien sabe mucho de música y vive de ello, pero en la Iglesia no es ni para entonar bien los cantos desde su propia silla.
También ocurre que hay muchos dones en la Iglesia, pero nunca se ha brindado una capacitación a los miembros para que los pongan al servicio de Dios. Así que una hermana puede ser docente en la enseñanza secular, pero nunca se le ha permitido ser parte del equipo de Escuela Dominical. O un hermano es un excelente maestro de obras, pero cuando hay que hacer alguna reparación en el edificio de la iglesia, contratan a algún particular.
El hecho de que se nos permita desarrollar nuestros talentos en la congregación local, no solo nos fortalece en la fe, sino que nos crea un sentimiento de pertenencia, que hará que lleguemos a amar esa congregación no solo por lo que representa, sino porque aportamos nuestra parte en su engrandecimiento. En una Iglesia en donde me congregaba asistía una hermana mayor, que siempre estaba rememorando los tiempos en que compraron el terreno donde hoy está el edificio, sin olvidar que las primeras reuniones las hicieron en unas viejas casuchas de madera cerca de 1960. Cada vez que hablaba de eso, sus ojos se llenaban de lágrimas.
Son muchos los creyentes que se encuentran “calentando” las sillas de la Iglesia, pensando que no tienen ningún don que pueda ser usado por el Señor. Es una gran lástima. ¡Si tan solo los pastores abrieran sus ojos y corazón para ver la gran necesidad de líderes bien capacitados!
Es curioso que Jesús usara el 80% de su tiempo preparando a tres de sus discípulos, Juan, Pedro y Santiago; mientras que para hablar a las multitudes solo usó un 3% de su tiempo. Hoy, los pastores están muy ocupados en preparar campañas evangelísticas, comedores para los necesitados o proyectos para la construcción del nuevo edificio, y no digo que estas cosas son malas, todo lo contrario, como ya dijimos antes, en lugar de estar haciendo proyectos para la preparación de los líderes. Cuando hayan preparado a los líderes, estos podrán ocuparse en hacer esas otras cosas.
Es entonces necesario que los líderes, y todos los cristianos en general, seamos preparados en cuatro áreas básicas:
A. La vida.
El primer punto de nuestra vida que debe ser puesto en orden, es el del comportamiento individual. Son muchos los creyentes bien intencionados que desean guiar la Iglesia cuando no logran ponerse en orden ni siquiera en su propio cuerpo. Todos los diferentes campos de nuestra vida están bajo la mirada de Dios. El aseo personal, hábitos de higiene, de salud, etc., deben ser motivo de cuidado. No estoy diciendo que el líder no puede fallar en nada, sino que debe buscar ser impecable en todo. El baño diario, así como el uso de ropa limpia y planchada, sin que tenga que ser lujosa; el cabello ordenado, dientes limpios, que su aliento no sea repulsivo, los zapatos lustrados, las uñas bien recortadas, son muestra de que esta persona se cuida para servir de una manera eficaz.
El líder debe buscar seguir hábitos de salud que o libren de enfermedades. Tampoco quiero decir que nunca se va a enfermar, sino que debe tratar de que su peso sea el idóneo, que sus comidas sean normales, que acuda al médico para controlarse, etc., con el fin de que pueda mostrarse ante las personas que le necesitan como alguien apto para hacer su labor.
Además de esto, el líder debe ser una persona ordenada. Alguien a quien se le puedan confiar responsabilidades sabiendo que las hará porque su disciplina lo acredita. No debe ser despilfarrador de dinero, ni gustar de vicios. Que cumpla con sus obligaciones familiares y que no se le acuse de nada vergonzoso.
De la misma manera, su familia debe ser sin tacha, sin que esto tenga que decir que no tienen ningún problema. Su esposa, si es casado, debe ser una ayuda idónea y sus hijos no deben estar acusados de rebeldía, antes bien, siendo criados de acuerdo a las enseñanzas bíblicas. Se espera que el hogar del líder sea acogedor, aunque no por ello lujoso. Que las personas que le visitan se sientan a gusto y que sientan que pueden volver.
Al hablar de la parte espiritual, diremos que el líder de la iglesia es una persona que no espera que le pidan orar o leer la Biblia, esto es parte de su vida. Su testimonio personal debe ser ejemplar.
B. La Iglesia.
El líder debe ser capacitado en el gobierno de la Iglesia. Ocurre en ocasiones que un administrador de una empresa secular resulta un pésimo administrador en la Iglesia, porque trata de llevarla según los lineamientos propios de la administración común. No es raro encontrarse a un líder que se molesta porque en ocasiones son más las salidas económicas que las entradas, teniendo él la idea de que una empresa debe tener mayor ganancia que pérdida. Pero la idea de la Iglesia no es el lucro, sino el que las almas lleguen al conocimiento de Cristo y siempre que se pueda, alivianarle el peso a los necesitados.
Es bueno y prudente que los líderes reciban algún tipo de capacitación administrativa; que sepan como llenar los libros contables, así como hacer un acta o cuáles son las funciones de cada miembro de la Junta Directiva. Es importante que el Tesorero sea alguien familiarizado con los números y con el manejo del dinero, que sepa o pueda aprender las normativas y reglas bancarias y que tenga facilidad para hacer depósitos y retiros. Yo no estaría de acuerdo en que un ama de casa que tiene cinco niños pequeños y de baja escolaridad se haga cargo de la tesorería; no porque no pueda aprender, sino porque se le va a complicar la vida.
C. Los dones.
Aunque ya hablamos antes sobre los dones, no debemos dejar de lado la administración de estos.
Como dijimos antes, los dones son dados por Dios para que nosotros los administremos para el beneficio de Su Iglesia. De hecho, son muchos los pastores que oran y exhortan a los miembros de sus congregaciones para que descubran los dones que Dios les ha dado, pero hay un problema gigantesco: ¡La Iglesia no tiene programas para que los miembros desarrollen sus dones!
Está bien que los pastores insten a sus ovejas a descubrir los dones que Dios les dio, pero ellos deben ayudarles, en primer lugar a descubrirlos, y luego, a desarrollarlos. ¿Qué ocurre? Que la mayoría de líderes se preocupan en encontrar a los miembros que tienen un don que lo que se convierta en un gran aliado para su ministerio, pero deja de lado los demás dones.
Los pastores tienen como obligación presentar retos a los miembros de sus Iglesias para el desarrollo de estos dones. En la Iglesia se va a encontrar personas que tienen el don del servicio, así que hay que crear comités que apunten en ese sentido; hay otros que tienen el don de la enseñanza, así que hay que crear un programa de capacitación en donde estas personas puedan desarrollarse; también encontraremos otros que tienen el don de animar, así que hay que permitir a estas personas que se encarguen de dar consejería y crear un programa de visitación en los hogares, hospitales y cárceles; pero nos encontraremos con personas que tienen el don de dirigir, a estas personas hay que incluirlas en el rol del culto y a dirigir los diferentes proyectos de la Iglesia; pero también hay personas con el don de la benevolencia, son personas que tienen una facilidad increíble para detectar los problemas de los miembros, a ellos hay que incluirlos en el programa de benevolencia y visitación[1].
Como vemos, la Iglesia posee gentes con una cantidad de dones que fueron dados con el fin de beneficiarla. Desdichadamente muchos piensan que si no pueden predicar, no tienen ningún don. Son demasiados los que creen que el único ministerio que Dios bendice es el del predicador, que por lo general ocurre porque las congregaciones se han educado con la idea de que solo este debe recibir sostenimiento económico y se ha dejado a los otros ministerios de lado, por lo que quienes han sido bendecidos por Dios con alguno de los demás, deben trabajar secularmente y he visto algunos casos de personas con el ministerio de maestro que han terminado enseñando en escuelas y colegios seculares y no han puesto su don al servicio de la Iglesia porque esta no ha estado en disposición de aprovechar ese regalo de Dios.
D. Los bienes.
Quizá este sea el más olvidado de los campos en donde debe prepararse a los creyentes. Hay Universidades en donde se preparan excelentes teólogos, Institutos y Seminarios para preparar evangelistas, talleres y retiros para el beneficio espiritual de la Iglesia; pero cuando hablamos de preparar buenos administradores existe un vacío espantoso, provocando que la Iglesia tenga que echar mano de las personas que tienen algún pequeño concepto de administración secular, de la que ya dijimos que aunque no es mala, no es igual a la administración eclesial porque su fin es obtener ganancias, mientras que la eclesial es darle la gloria a Dios.
Los administradores de la Iglesia deben comprender que todo lo que esta posee no es propiedad del pastor, de la Junta o de la congregación, sino que es propiedad de Dios y que su fin es glorificarlo a Él. Es por esta razón que es tan urgente que los administradores estén bien preparados.
Los administradores en la iglesia deben realizar tres cosas:
1. Comprender los propósitos de Dios acerca de las posesiones materiales.
2. Alcanzar un nivel de vida tal que ponga los bienes materiales al servicio de Dios.
3. Planificar, en oración, los asuntos económicos de la iglesia.[2]
Si los predicadores en las Iglesia logran preparar a los líderes en estos cuatro puntos, nos vamos a encontrar con Iglesias sanas en la parte administrativa y económica, de tal manera que los proyectos espirituales siempre encontrarán un apoyo tal que podrán desarrollarse sin mayores complicaciones.
¡Mentalicémonos! En la Iglesia los predicadores están listos para impartir clases de doctrina y conocimiento bíblico. Si uno de los miembros le informa que acudirá al seminario o instituto bíblico, se regocijarán. Se preparan talleres para la preparación de maestros de Escuela Dominical, etc. Entonces, ¿es algo extraño que se busque la preparación de los líderes en el campo administrativo?
[1] Romanos 12.7-8.
[2] Broda. Op. Cit. P. 144.
Ya estudiamos la parábola de los talentos y vimos lo que ocurre cuando los escondemos. Dios espera que los usemos no solo para el beneficio personal, sino para el bienestar de la Obra. Hay quien sabe mucho de música y vive de ello, pero en la Iglesia no es ni para entonar bien los cantos desde su propia silla.
También ocurre que hay muchos dones en la Iglesia, pero nunca se ha brindado una capacitación a los miembros para que los pongan al servicio de Dios. Así que una hermana puede ser docente en la enseñanza secular, pero nunca se le ha permitido ser parte del equipo de Escuela Dominical. O un hermano es un excelente maestro de obras, pero cuando hay que hacer alguna reparación en el edificio de la iglesia, contratan a algún particular.
El hecho de que se nos permita desarrollar nuestros talentos en la congregación local, no solo nos fortalece en la fe, sino que nos crea un sentimiento de pertenencia, que hará que lleguemos a amar esa congregación no solo por lo que representa, sino porque aportamos nuestra parte en su engrandecimiento. En una Iglesia en donde me congregaba asistía una hermana mayor, que siempre estaba rememorando los tiempos en que compraron el terreno donde hoy está el edificio, sin olvidar que las primeras reuniones las hicieron en unas viejas casuchas de madera cerca de 1960. Cada vez que hablaba de eso, sus ojos se llenaban de lágrimas.
Son muchos los creyentes que se encuentran “calentando” las sillas de la Iglesia, pensando que no tienen ningún don que pueda ser usado por el Señor. Es una gran lástima. ¡Si tan solo los pastores abrieran sus ojos y corazón para ver la gran necesidad de líderes bien capacitados!
Es curioso que Jesús usara el 80% de su tiempo preparando a tres de sus discípulos, Juan, Pedro y Santiago; mientras que para hablar a las multitudes solo usó un 3% de su tiempo. Hoy, los pastores están muy ocupados en preparar campañas evangelísticas, comedores para los necesitados o proyectos para la construcción del nuevo edificio, y no digo que estas cosas son malas, todo lo contrario, como ya dijimos antes, en lugar de estar haciendo proyectos para la preparación de los líderes. Cuando hayan preparado a los líderes, estos podrán ocuparse en hacer esas otras cosas.
Es entonces necesario que los líderes, y todos los cristianos en general, seamos preparados en cuatro áreas básicas:
A. La vida.
El primer punto de nuestra vida que debe ser puesto en orden, es el del comportamiento individual. Son muchos los creyentes bien intencionados que desean guiar la Iglesia cuando no logran ponerse en orden ni siquiera en su propio cuerpo. Todos los diferentes campos de nuestra vida están bajo la mirada de Dios. El aseo personal, hábitos de higiene, de salud, etc., deben ser motivo de cuidado. No estoy diciendo que el líder no puede fallar en nada, sino que debe buscar ser impecable en todo. El baño diario, así como el uso de ropa limpia y planchada, sin que tenga que ser lujosa; el cabello ordenado, dientes limpios, que su aliento no sea repulsivo, los zapatos lustrados, las uñas bien recortadas, son muestra de que esta persona se cuida para servir de una manera eficaz.
El líder debe buscar seguir hábitos de salud que o libren de enfermedades. Tampoco quiero decir que nunca se va a enfermar, sino que debe tratar de que su peso sea el idóneo, que sus comidas sean normales, que acuda al médico para controlarse, etc., con el fin de que pueda mostrarse ante las personas que le necesitan como alguien apto para hacer su labor.
Además de esto, el líder debe ser una persona ordenada. Alguien a quien se le puedan confiar responsabilidades sabiendo que las hará porque su disciplina lo acredita. No debe ser despilfarrador de dinero, ni gustar de vicios. Que cumpla con sus obligaciones familiares y que no se le acuse de nada vergonzoso.
De la misma manera, su familia debe ser sin tacha, sin que esto tenga que decir que no tienen ningún problema. Su esposa, si es casado, debe ser una ayuda idónea y sus hijos no deben estar acusados de rebeldía, antes bien, siendo criados de acuerdo a las enseñanzas bíblicas. Se espera que el hogar del líder sea acogedor, aunque no por ello lujoso. Que las personas que le visitan se sientan a gusto y que sientan que pueden volver.
Al hablar de la parte espiritual, diremos que el líder de la iglesia es una persona que no espera que le pidan orar o leer la Biblia, esto es parte de su vida. Su testimonio personal debe ser ejemplar.
B. La Iglesia.
El líder debe ser capacitado en el gobierno de la Iglesia. Ocurre en ocasiones que un administrador de una empresa secular resulta un pésimo administrador en la Iglesia, porque trata de llevarla según los lineamientos propios de la administración común. No es raro encontrarse a un líder que se molesta porque en ocasiones son más las salidas económicas que las entradas, teniendo él la idea de que una empresa debe tener mayor ganancia que pérdida. Pero la idea de la Iglesia no es el lucro, sino el que las almas lleguen al conocimiento de Cristo y siempre que se pueda, alivianarle el peso a los necesitados.
Es bueno y prudente que los líderes reciban algún tipo de capacitación administrativa; que sepan como llenar los libros contables, así como hacer un acta o cuáles son las funciones de cada miembro de la Junta Directiva. Es importante que el Tesorero sea alguien familiarizado con los números y con el manejo del dinero, que sepa o pueda aprender las normativas y reglas bancarias y que tenga facilidad para hacer depósitos y retiros. Yo no estaría de acuerdo en que un ama de casa que tiene cinco niños pequeños y de baja escolaridad se haga cargo de la tesorería; no porque no pueda aprender, sino porque se le va a complicar la vida.
C. Los dones.
Aunque ya hablamos antes sobre los dones, no debemos dejar de lado la administración de estos.
Como dijimos antes, los dones son dados por Dios para que nosotros los administremos para el beneficio de Su Iglesia. De hecho, son muchos los pastores que oran y exhortan a los miembros de sus congregaciones para que descubran los dones que Dios les ha dado, pero hay un problema gigantesco: ¡La Iglesia no tiene programas para que los miembros desarrollen sus dones!
Está bien que los pastores insten a sus ovejas a descubrir los dones que Dios les dio, pero ellos deben ayudarles, en primer lugar a descubrirlos, y luego, a desarrollarlos. ¿Qué ocurre? Que la mayoría de líderes se preocupan en encontrar a los miembros que tienen un don que lo que se convierta en un gran aliado para su ministerio, pero deja de lado los demás dones.
Los pastores tienen como obligación presentar retos a los miembros de sus Iglesias para el desarrollo de estos dones. En la Iglesia se va a encontrar personas que tienen el don del servicio, así que hay que crear comités que apunten en ese sentido; hay otros que tienen el don de la enseñanza, así que hay que crear un programa de capacitación en donde estas personas puedan desarrollarse; también encontraremos otros que tienen el don de animar, así que hay que permitir a estas personas que se encarguen de dar consejería y crear un programa de visitación en los hogares, hospitales y cárceles; pero nos encontraremos con personas que tienen el don de dirigir, a estas personas hay que incluirlas en el rol del culto y a dirigir los diferentes proyectos de la Iglesia; pero también hay personas con el don de la benevolencia, son personas que tienen una facilidad increíble para detectar los problemas de los miembros, a ellos hay que incluirlos en el programa de benevolencia y visitación[1].
Como vemos, la Iglesia posee gentes con una cantidad de dones que fueron dados con el fin de beneficiarla. Desdichadamente muchos piensan que si no pueden predicar, no tienen ningún don. Son demasiados los que creen que el único ministerio que Dios bendice es el del predicador, que por lo general ocurre porque las congregaciones se han educado con la idea de que solo este debe recibir sostenimiento económico y se ha dejado a los otros ministerios de lado, por lo que quienes han sido bendecidos por Dios con alguno de los demás, deben trabajar secularmente y he visto algunos casos de personas con el ministerio de maestro que han terminado enseñando en escuelas y colegios seculares y no han puesto su don al servicio de la Iglesia porque esta no ha estado en disposición de aprovechar ese regalo de Dios.
D. Los bienes.
Quizá este sea el más olvidado de los campos en donde debe prepararse a los creyentes. Hay Universidades en donde se preparan excelentes teólogos, Institutos y Seminarios para preparar evangelistas, talleres y retiros para el beneficio espiritual de la Iglesia; pero cuando hablamos de preparar buenos administradores existe un vacío espantoso, provocando que la Iglesia tenga que echar mano de las personas que tienen algún pequeño concepto de administración secular, de la que ya dijimos que aunque no es mala, no es igual a la administración eclesial porque su fin es obtener ganancias, mientras que la eclesial es darle la gloria a Dios.
Los administradores de la Iglesia deben comprender que todo lo que esta posee no es propiedad del pastor, de la Junta o de la congregación, sino que es propiedad de Dios y que su fin es glorificarlo a Él. Es por esta razón que es tan urgente que los administradores estén bien preparados.
Los administradores en la iglesia deben realizar tres cosas:
1. Comprender los propósitos de Dios acerca de las posesiones materiales.
2. Alcanzar un nivel de vida tal que ponga los bienes materiales al servicio de Dios.
3. Planificar, en oración, los asuntos económicos de la iglesia.[2]
Si los predicadores en las Iglesia logran preparar a los líderes en estos cuatro puntos, nos vamos a encontrar con Iglesias sanas en la parte administrativa y económica, de tal manera que los proyectos espirituales siempre encontrarán un apoyo tal que podrán desarrollarse sin mayores complicaciones.
¡Mentalicémonos! En la Iglesia los predicadores están listos para impartir clases de doctrina y conocimiento bíblico. Si uno de los miembros le informa que acudirá al seminario o instituto bíblico, se regocijarán. Se preparan talleres para la preparación de maestros de Escuela Dominical, etc. Entonces, ¿es algo extraño que se busque la preparación de los líderes en el campo administrativo?
[1] Romanos 12.7-8.
[2] Broda. Op. Cit. P. 144.